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INTRODUCCIÓN A LA LECTURA DE LA BIBLIA - 6 André Paul El mundo judío en tiempos de Jesií historia política

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  • INTRODUCCIN A LA LECTURA DE LA BIBLIA - 6

    Andr Paul

    El mundo judo en tiempos de Jesi

    historia poltica

  • INTRODUCCIN A LA LECTURA D E LA BIBLIA Dirigida por t E. Charpentier y A. Paul

    Aspira a ser el instrumento de trabajo y reflexin esperado por grupos bblicos, comunidades o simples lectores. No se dirige a especialistas, sino a ese am-plio pblico que desea leer y comprender la Biblia. De ah que se hayan re-dactado todos sus volmenes en forma eminentemente didctica y formativa.

    Plan de la obra

    Antiguo Testamento

    1. Historia de Israel hasta Alejandro Magno 2. Escritos del Oriente Antiguo y fuentes bblicas 3. Pentateuco, Josu, Jueces, Samuel, Reyes 4. Profetas y libros profticos 5. Salmos y restantes libros

    Nuevo Testamento

    6. El mundo judo en tiempos de Jess 7. Los escritos judos en tiempos de Jess 8. Cartas de Pablo, Santiago, Pedro y Judas 9. Evangelios sinpticos y Hechos

    10. Los escritos de Juan

    Vol. 0. Introduccin general a la Biblia

    ANDRE PAUL

    EL MUNDO JUDIO EN TIEMPOS DE JESS

    HISTORIA POLTICA

    EDICIONES CRISTIANDAD Huesca, 30-32

    M A D R I D

  • De la edicin original: DESCLE, Pars 1981 Derechos de lengua espaola: E D . CRISTIANDAD, Madrid 1982 Ttulo original: Le monde des juifs Vheure de Jsus. Histoire politique

    Lo tradujo al espaol EMILIO PALACIOS

    Depsito legal: M. 31.272.1982 ISBN: 84-7057-320-9 Prtnted in Spain Fotocomposicin: Grafilia. - Pajaritos, 19. - Madrid IMPRESO EN ARTES GRFICAS BENZAL, S. A. - Virtudes, 7 - MADRID-3

    CONTENIDO

  • Presentacin 17

    PRIMERA PARTE

    LA SITUACIN I. LOS ACONTECIMIENTOS 25

    Alejandro Magno 25 La sucesin de Alejandro: los grandes imperios he-lensticos 27 Judea bajo la dominacin Selucida 31 Insurreccin de los Macabeos: Matatas y Judas 33 Triunfos de los Macabeos :JonatnySimn 36 Sumos sacerdotes asmoneos: Simn y Juan Hirca-no 39 Reyes asmoneos: Aristbulo y Alejandro Janeo 41 Fin del reino asmoneo: Salom Alejandra y sus hijos 44 Hegemona romana sobre Judea: Pompeyo y Csar. 46 Herodes el Grande 49 Sucesin de Herodes el Grande: reparto del reino ... 54 Los procuradores romanos 57 Guerra de los judos contra Roma 60 Cronologa de los hechos 62 El fin de Judea: Segunda rebelin juda contra Ro-ma 63 Notas complementarias 65

    1. Encuentro de Alejandro Magno con el sumo sacerdote de los judos 65

    2. Fariseos y saduceos 67 3. La toma de Jerusaln en el 70 68 4. La rebelin juda bajo Trajano 69

    //. LAS FUENTES 71 Fuentes no literarias 71

  • 10 Contenido

    Arqueologa 71 Epigrafa 72 Numismtica 73 Papirologa 73

    Fuentes literarias 75 Autores griegos y latinos 75

    Polibio 75 Diodoro de Sicilia 76 Nicols de Damasco 77 Estrabn 77 Tolomeo 78 Plinio el Viejo 78 Tcito 79 Suetonio 80 Din Casio 81

    Autores judos 82 Libro de Daniel 82 1 y 2 Macabeos 82 Filn de Alejandra 83 Flavio Josefo 84

    ///. LOS NOMBRES 87 Judo 87 Judaismo 90 Helenismo 91 Judea 92 Nota complementaria 96

    Siria y Celesiria 96

    SEGUNDA PARTE

    LA DIASPORA

    I. VISION GENERAL DE LA DIASPORA 99 Origen: las deportaciones 100 Un hecho irreversible 103 La poblacin juda en tiempos de Jess 105

    //. LA DIASPORA OCCIDENTAL: EGIPTO Y CIRENAI-CA 107 Los colonos pioneros: guarnicin de Elefantina 107 La inmigracin juda bajo los Tolomeos 109 La Tierra de Onas 110

    Contenido 11

    Los judos en la ciudad griega 113 Decadencia poltica de los judos de Egipto 115

    ///. LA DIASPORA ORIENTAL Y SEPTENTRIONAL: SI-RIA, BABILONIA Y ASIA MENOR 119 Las colonias militares judas 119 Una colonia herodiana 123 Bajo el dominio de los partos: el statu quo 124 Dos hechos significativos 126

    IV. LAS CIUDADES GRIEGAS 131 Asia Menor 132

    Prgamo 132 Efeso 132 Apamea 133 Mileto 133 Laodicea 134 Sardes 135

    Las islas griegas 136 Dlos 136 Rodas 137 Cos 138

    Chipre 138 Siria y Babilonia 140

    Antioqua (de Siria) 140 Seleucia (junto al Tigris) 141 Nehardea 142 Nsibe 142

    Egipto y Cirenaica 143 Alejandra 143 Cirene 148 Berenice 149 Teuqueira 150

    Roma 150 Conclusiones 153 Notas complementarias 158

    1. Origen de la sinagoga 158 2. El impuesto del medio siclo 160

  • 12 Contenido

    TERCERA PARTE

    EL TERRITORIO NACIONAL I. LA JUDEA COLONIZADA 165

    La colaboracin con los Lgidas 165 El clan de Tobas y los Tobiaditas 166

    Tobas 167 Jos 168 Hircano 169

    Judea bajo los Selucidas 170 Los aristcratas enemigos: lucha por el sumo sacer-docio 173 Guerra social y guerra civil 176

    //. EL SNDROME ASMONEO 179 El anatema de las ciudades griegas 180 Debilidad del Estado conquistador 182 Los asmoneos y la poltica oriental de Roma 184 Janeo, el oriental recuperado 187 Notas complementarias 189

    1. Hircano y Janeo en la tradicin juda 189 2. La tradicin de los Macabeos en la historia

    poltica del Occidente cristiano 191 ///. LAS CIUDADES GRIEGAS 193

    Ciudades griegas en poder de los asmoneos 193 Costa mediterrnea y llanura martima 194

    Joppe 194 Azoto 194 Dora 194 Apolonia 195 Torre de Estratn 195 Jamnia 196 Gaza 196 Antedonte 196 Rafia 197 Ascaln 197

    Idumea 198 Adora 198 Mares 198

    Norte de Judea 199 Samara 199 Itabyrion 199

    Contenido 13

    Escitpolis 199 Filoteria 200

    TransJordania 200 Esbn 200 Pella 201 Din 201 Gerasa 201 Abila 202 Gadara 202 Hippos 203 Amatunte 203

    La poltica de Pompeyo: rehabilitacin de las ciuda-des griegas 203

    La Decpolis 204 Herodes y sus descendientes: una magna obra hele-nstica 205

    Antpatris 206 Cesrea 206 Antedn 207 Fasael 207 Esbn 207 Samara 208 Cesrea (de Filipo) 208 Tiberades 209 Sforis 210 Livias 210

    Papel de las ciudades griegas en la guerra contra Ro-ma

    : 210 Samara (Sebaste) 211 Gaba 211 Cesrea (de Palestina) 212 Ascaln 212 Escitpolis 213 Tolemaida 213 Tiberades 213 Hippos 214 Damasco 214

    Conclusiones 214 IV. LA RESISTENCIA NACIONALISTA 217

    Una dinasta de guerrilleros 217 Pluralismo en la resistencia: bandidos, sicarios y ze-lotas 222

  • 14 Contenido

    Dos caudillos guerreros: Simn Bar Giora y Juan de Giscala 227 La unidad militar de los idumeos 229 Conclusiones 229

    CUARTA PARTE

    LA SINAGOGA

    I. CONDICIONES NEGATIVAS DE UN NUEVO ESPA-CIO JUDIO 237 El impuesto judo universal 237 Insurreccin juda generalizada 240 Vaco judo en Egipto y Palestina 241

    //. INSTAURACIN DE UNA SINAGOGA UNIVERSAL 245 Organizacin jerrquica 246 Centralismo acadmico 247

    ///. CONCLUSIN FINAL 251 Un nuevo equilibrio nacional 251 Huellas indelebles de la tierra perdida 253 El hombre judo y su autntica genealoga 255

    Siglas y abreviaturas 257 ndice analtico 263 Mapas 266

    PRESENTACIN

  • Este trabajo es el primer volumen de una obra que constar de dos. Se ocupa de historia poltica, mientras que el siguiente tratar de historia literaria. Los escritos judos que constituyen la inmensa literatura llamada intertestamentaria se presenta-rn, por consiguiente, en una segunda fase, en estrecha rela-cin con los hechos histricos y su interpretacin. De este mo-do, el ambiente del Nuevo Testamento quedar aclarado en sus dos dimensiones esenciales.

    El ttulo

    Hemos llamado al perodo que estudiamos aqu tiempo de < de Jess. Pero la frmula, paradjicamente, abarca varios si-glos. El espacio a que nos referimos es un conjunto complejo, que hemos denominado mundo judo. El primer siglo de la era cristiana seala y significa un cambio total en ese mundo, De una situacin de ruptura que provoc en el 70 la desapa-ricin del templo de Jerusaln, el Segundo Templo, construi-do despus del exilio brotaron, casi simultneamente, dos re-ligiones. Una de ellas, el judaismo, fruto de una reorganiza-cin, con su Escritura y sus Leyes, es decir, su Tora. La otra, el cristianismo, religin de nuevo cuo, con sus ritos y su Bi-blia, es decir, su fe1.

    El objeto Se pretende en este volumen presentar, describir y reunir la

    1 Las palabras Tora y fe se toman aqu en el sentido tcnico y casi sinni-

    mo de doctrina, que ambas, a la par, han tenido durante largo tiempo.

    2

  • 18 Presentacin

    mayor parte de los hechos significaticos que empujaron a la comunidad juda, del 66 al 70, a la desastrosa guerra contra Roma y a la ruina definitiva de su santuario central. Con alti-bajos e incluso momentos de gloria, el proceso que condujo a esa catstrofe comenz a finales del siglo IV a . C , a raz de la muerte de Alejandro Magno. En ese momento la nacin juda sali, a pesar suyo, de un aislamiento casi institucional y se vio envuelta en una oleada poltica, militar y cultural, cuyas nume-rosas corrientes atravesaron sin tregua sus fronteras para ir a estrellarse dentro de su territorio. La historia poltica juda es tambin la de la relacin, a menudo conflictiva, entre el ideal religioso particular que se llam judaismo y la novedad cultural unlversalizada que recibi el nombre de helenismo.

    Una de las particularidades de este libro consiste en el in-tento de hacer revivir la comunidad juda como un todo, no slo en el territorio nacional, conocido en la poca con el nom-bre de Judea, sino tambin en el conjunto de los territorios de Oriente Medio y cualquier otro lugar adonde haban emigrado los judos y donde proliferaban. La existencia de extensos im-perios como los reinos helensticos acarre entre los judos el rpido establecimiento de una inmensa institucin, la dispora o dispersin. De hecho, la provincia de Judea no fue durante largo tiempo sino pura y simple colonia de una u otra de las potencias hegemnicas: los Lgidas de Egipto y luego los Se-lucidas de Siria, a la espera de que el desgraciado fin del Es-tado independiente de los asmoneos atrajera all durante siglos la presencia dominadora de Roma. Tanto si consideramos la poltica interna de los judos de Judea, como sus necesarios e intensos intercambios internacionales, la solidaridad de todos los judos de la poca se impone al historiador como un dato capital para comprender el hecho judo. En esta poca de cri-sis, de transformaciones, mas tambin de gestacin, hay que considerar globalmene a la comunidad juda. Esta se presenta ante nosotros como una mquina nica y vulnerable dentro del amplio y movedizo sistema poltico que crearon el mundo hele-nstico, nacido de la obra de Alejandro, y el universo geopolti-co controlado y codiciado por Roma.

    Este libro intentar mostrar, con ayuda del conjunto de in-formaciones razonadas que lo componen, cmo la comunidad juda pas de un equilibrio poltico a otro, de una a otra orga-nizacin social, en el preciso momento en que la comunidad cristiana se separaba de ella y sorprendentemente naca con ella.

    El mtodo

    La concepcin y redaccin de esta obra nos ha obligado a distinguir y seleccionar. Se trata, en efecto, de historia poltica, y hemos tenido que limitarnos al marco especfico que dicha disciplina impone. Ello explica que ciertos temas no hayan sido ms que insinuados o tratados fragmentariamente. El prximo tomo, de historia literaria, aportar en ms de una ocasin los esperados complementos. Tal es el caso, por ejemplo, de la Sinagoga. Se la presenta aqu como factor esencial de construc-cin, de equilibrio y salvaguardia de la originalidad del judais-mo a partir del mismo hecho judo. Las actividades de la sina-goga: lectura, traduccin y exgesis de la Escritura, lo mismo que descripcin de las obras escritas que de aquellas brotaron, se examinarn all cumplidamente. Otro tanto cabe decir de la lengua utilizada por los judos. Nos hemos limitado aqu a las condiciones de comunicacin de la vida poltica, social y econ-mica. La cuestin volver a tratarse con cierta amplitud a pro-psito de las obras literarias de la poca, de su origen y su evolucin. Cabe mencionar todava el delicado problema del antisemitismo2, planteado en varias ocasiones al analizar los conflictos entre distintos grupos de una misma ciudad. Se re-plantear, en el plano literario, al cotejar algunas obras de pro-paganda de los judos de lengua griega con los textos que ates-tiguan el vigor de las tradiciones antijudas en la antigedad precristiana. En cuanto al extenso y nuevo dominio de Qum-rn, ha quedado asimismo reservado para la segunda parte de la obra.

    Por lo dems, en cada seccin, al igual que en el conjunto del libro, la exposicin de los hechos y la observacin de los cambios, desembocan en conclusiones cuyo objetivo es reunir las piezas sueltas en un conjunto y, al mismo tiempo, explicar-las. En ltima instancia, vendra bien leer previamente dichas conclusiones, que pretenden hacer de la historia algo elocuente y, por lo mismo, vivo. Hemos intentado mostrar construyendo, para despus aclarar relacionando. Porque la organizacin del mundo judo que hemos escogido como camino y como meta constituye un autntico mundo.

    Este trmino, henchido de ambigedad, no se forj hasta finales del siglo pasado, en Alemania. Es preferible emplear antijudasmo, por resultar ms adecuado.

  • Los lectores

    Esta obra puede utilizarse de diversas maneras. Cabe leerla horizontalmente como cualquier libro de historia. Hemos pro-curado que su lectura, si no agradable, resulte al menos cmo-da. El uso de abreviaturas evita la acumulacin de notas exce-sivamente pesadas. El primer captulo, Los acontecimientos, tiene como meta familiarizar, de entrada y sin esfuerzo, al lec-tor poco informado sobre esos lugares y tiempos remotos, con las tierras, los hechos y las figuras que luego aparecern en las secciones que reinciden en su anlisis y descripcin.

    Pero el libro ser tambin instrumento de trabajo y estudio para ms de uno. A este fin, se proponen mltiples vas de investigacin. Las referencias bibliogrficas, a pesar de su so-briedad, estn ah nicamente, como otras tantas pistas, para continuar explorando. El ndice analtico situado al final del libro proporciona una serie de claves de cara a una amplia uti-lizacin temtica. Las notas ms extensas colocadas a modo de anexo, profundizan en determinados puntos y aportan una do-cumentacin que puede omitirse en una primera lectura. He-mos procurado, a veces, aclarar los hechos histricos con ayu-da de las tradiciones posteriores que los han interpretado tar-damente. El sentido de la historia emana tambin de la poste-ridad.

    En resumidas cuentas, se ha buscado a la vez la utilidad y el atractivo pedaggico. El intento casi constante de articular los ejes y fijar las relaciones, pretende ayudar a comprender los hechos. Es incluso una invitacin a reflexionar sobre ellos y, por consiguiente, a tomar postura. La historia est hecha de sntesis y no de exhaustividad, de opciones y no de indiferen-cia. Por eso este libro manifiesta, por aadidura, un inters intrnseco: al lector que lo desee, le suministrar alguna luz en el camino de una aproximacin quizs ms serena a varios de los problemas polticos (y religiosos) ms cruciales, tanto de hoy como de ayer. Y, por encima del hecho judo, le gustara ayudar a encontrar al hombre judo.

    Esta obra y el tomo siguiente sobre la historia literaria, que ser su complemento, son frutos de actividades y tareas a las que el autor ha consagrado, desde hace ms de diez aos, apa-sionados esfuerzos: el curso sobre el Entorno del Nuevo Tes-tamento impartido en la Facultad de Teologa del Instituto Catlico de Pars de 1969 a 1977 y el boletn crtico de litera-tura intertestamentaria que el autor publica desde 1972 en la

    Presentacin 21 revista Recherches de Science Religieuse. Pero la presente historia poltica es ms directamente el eco escrito del curso universitario 1979-1980 en la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales. El manuscrito ha sido revisado en sus corres-pondientes secciones por la benvola y sabia mirada de J. Briend, Ch. Perrot y P. Vidal-Naquet, a quienes deseo ex-presar mi ms viva gratitud.

    Pars, febrero de 1981

    ANDR PAUL

  • PRIMERA PARTE

    LA SITUACIN

    LOS ACONTECIMIENTOS LAS FUENTES LOS NOMBRES

  • CAPITULO PRIMERO

    LOS ACONTECIMIENTOS HISTORIA POLTICA DE LOS JUDOS

    DESDE ALEJANDRO MAGNO (336-323 a C) HASTA ADRIANO (117-138)1

    ALEJANDRO MAGNO (336-323 a. C.)

    Elevado al trono de Macedonia en el 336 a.C, a la edad de veinte aos, el jovencsimo Alejandro inici en el 334 la guerra contra los persas. Se empe en la conquista del Oriente. La dinasta persa de los aquemnidas, entonces sofocada, haba dominado la poltica internacional desde el 560 a.C, Alejandro se apoder de todas las satrapas, una tras otra: Asia Menor, Fenicia, Palestina, Egipto, Mesopotamia, Irn e incluso una parte de la India cayeron sucesivamente en sus manos. Respet las estructuras administrativas y religiosas existentes, pero, en contrapartida, impuso la cultura helnica y la organizacin griega de la ciudad en los diversos centros que coloniz.

    En el 332 borde Alejandro el litoral que une Siria a Egip-to. Su objetivo era asegurarse, de entrada, el control del mar. Tras prolongados asedios, tom Tiro y Gaza y luego se adueo de Egipto, donde, en el invierno del 331, fund Alejandra

    1 Bibliografa a) Will I2 y II, Preaux I y II, P Goukowsky, Essai sur les

    origines du mythe d'Alexandre (336-270 a C ) I Les origines potinques (Nancy 1978)

    b) R H Pfeiffer, History of the New Testament Times (Londres 1950), Bo Reicke, The New Testament Era The World of the Bible from 500 B C to A D 100 (Londres 1969, reimpr 1978), D S Russel, The Jews from Alexander to Herod (Londres 1967), A Caquot, Le judaisme depuis la captnite de Baby-lone jusqu'a la revolte de Bar Kokhba, en Histoire des Reltgions II (Pars 1972) 114-184, Hengel, Judentum, Vidal-Naquet Les juifs, Schurer I, Schalit. Konig, J Leipoldt/W Grundmann (eds ) Unwelt des Urchristentums (trad esp El mundo del Nuevo Testamento, 3 tomos, I Estudio histnco-cultuial, II Textos y documentos de la poca, III El mundo del NT en el arte (Ed Cris-tiandad, Madrid 1973-75)

  • 26 Los acontecimientos

    (cf.p.131). Hay que decir que los egipcios, dominados desde haca tiempo por los persas, lo acogieron como libertador. No hubo enfrentamientos entre las tropas macednicas y las pobla-ciones judas de Palestina. Estas pasaron de oficio y sin tropie-zos, por as decirlo, del control de los persas al de los macedo-nios. Josefo y con l otras fuentes, incluido el Talmud, han conservado el relato del encuentro entre Alejandro y el sumo sacerdote de Jerusaln (Ant 11,304-307; extracto citado en pp.65-66). Se trata de una simple leyenda2, que acenta dos he-chos: por una parte, el comportamiento habitualmente favora-ble de Alejandro respecto a los cultos locales de los pases con-quistados; por otra, el optimismo de los judos, que reconocie-ron en Alejandro y sus primeros sucesores a los dueos provi-denciales y, por tanto, legtimos del mundo (como haban he-cho dos siglos antes a la llegada de Ciro: Is 44,28; 45,1).

    El reinado de Alejandro supuso una verdadera revolucin en las relaciones entre judos y griegos. Hasta entonces apenas haba existido dilogo entre ambos pueblos. Es cierto que la a r q u e o l o g a , e n t r e o t r a s , nos sumin i s t r a hue l las de intercambios1, sobre todo comerciales, anteriores a la conquis-ta macednica, pero parece que no se sali de un cierto anoni-mato. Si los judos de la edad bblica conocan a Yavn (cf.Gn 10,2; Ez 27,13; Is 66,19, etc.), trmino con el que designaban al conjunto de los griegos, stos, en cambio, ignoraban hasta el nombre de los judos . La distancia lingstica influa en gran medida. Los judos, hablando arameo (y a veces hebreo), po-dan comunicarse con persas, babilonios e incluso egipcios, pe-ro no con los griegos, que no conocan ms que su propia len-gua. Pero el heredero del rey de los persas, el macedonio Alejandro, hablaba griego e impondra irreversiblemente su propia lengua a su inmenso imperio, desde el Nilo al Indo.

    El griego profusamente practicado tras la conquistas de Alejan-dro es la (lengua) comn denominada koin, sustantivo feme-nino del adjetivo koinos, comn. La koin fue el vehculo esencial de comunicacin en el conjunto del amplio imperio re-

    2 Alejandro no estuvo jams en la capital de los judos ni siquiera en Ju-

    dea. 3 Cf. Momigliano. Sagesses, 88-93; W. F. Albright. De l'ge de la pierre a

    la chrtient (Pars 1951) 247-248; Praux II, 566. 4 Ver los sentimientos del autor de la Carta de Aristeas (31 y 32) acerca de

    esta omisin; en Dn 3,5 (texto de mediados del siglo II a.C.) se encuentran las primeras, palabras griegas en la Biblia.

    Alejandro Magno 27 constituido, De hecho, el griego de la koin era la lengua de los funcionarios, de los hombres de negocios y leyes, de oradores y escritores, y se encuentra documentada en inscripciones y de-cretos. Fue por doquier la lengua de la poltica y de la adminis-tracin, del comercio y la educacin5.

    Como lengua internacional, tendi a suplantar al arameo, que se haba impuesto desde el 700 a.C. en la diplomacia, el ejrcito y los negocios6. Sin embargo, bastantes regiones con-servan el uso local de su idioma indgena, dndose con frecuen-cia el fenmeno del bilingismo. Este fue el caso de Siria y Mesopotamia, Palestina y Egipto y, ms tarde, de Roma. La primera traduccin de la Biblia se hizo al griego y se vio acom-paada y seguida de una abundante literatura juda en ese idio-ma tambin. Los escritos del Nuevo Testamento redactados en dicha lengua son de por s testigos o herederos de esa revolu-cin.

    El griego de la koin es una forma simplificada del dialecto tico, con mezcla de elementos jnicos7. Sobrevivi hasta la poca bizantina, en la que las lenguas nacionales orientales (el copto en Egipto, el siraco en Siria, el hebreo incluso fuera de Palestina, etc.) experimentaron un renacimiento literario. En realidad, este griego vive todava en cierto modo, puesto que de l nacieron las dos variantes del griego moderno: la lengua demnica o popular y la purista u oficial.

    Durante el verano del ao 331 entr Alejandro en Babilo-nia, tras haber vencido al ltimo rey aquemnida Daro III (quien se dio a la fuga y fue asesinado al ao siguiente). Sus campaas hacia el este duraron an ocho aos. Muri en el 323, sin haber tenido tiempo de fundar realmente su dinasta. Ese ser el motivo de las duras guerras de sucesin que no tardaran en estallar.

    LA SUCESIN DE ALEJANDRO: LOS GRANDES IMPERIOS HELENSTICOS

    Alejandro haba integrado en un conjunto poltico y admi-nistrativo nico a Macedonia, su patria, Grecia, la totalidad del inmenso Imperio persa y una parte de la India. Era difcil para un solo hombre reinar sobre un mundo diverso y complejo de semejante amplitud. Tras la muerte del macedonio en el 323,

    5 Cf. Praux II, 555-562.

    6 A. Paul, RSR 68 (1980) 469.

    7 Cf. IDB II, 479-484.

  • 28 Los acontecimientos

    se intent mantener esa imposible unidad mediante un reinado puramente formal, el del frgil hermanastro del difunto rey y el de su hijo postumo, nacido de la iran Roxana. Ambos sern rpidamente asesinados. Pero enseguida, los generales de Alejandro, gobernadores de los distritos macedonios y griegos, y algunos administradores de las satrapas persas, entablaron una lucha encarnizada por la conquista del poder. Las armas decidiran quines haban de ser los sucesores (en griego: diadochoi) del gran monarca8. Entre ellos se encontraba Prdi-cas, primer ministro de Alejandro en Babilonia. Nombrado re-gente, morir en la frontera egipcia en el 321. En esta fecha, se lleva a cabo un primer reparto del imperio entre un grupo de jefes llamados Didocos. La distribucin es como sigue:

    Macedonia para Antpatro, que falleci en el 319.

    Egipto para Tolomeo I Soter, hijo de Lago y uno de los generales ms brillantes de Alejandro. Con gran astucia, acept en el 323 la satrapa de Egipto, se proclam rey en el 306 y fund la dinasta de los Lgidas. Muri en el ao 283.

    Tracia para Lismaco, que ser asesinado en el 281.

    Asia Menor para Antgono (apodado el Tuerto), el ms fuerte de todos los sucesores de Alejandro. Adopt el ttulo de rey en el ao 306 y muri el 301 en Ipso, en la cuarta gue-rra de los Didocos emprendida contra l.

    Babilonia para Seleuco I Nictor. Ayud en Gaza a Tolo-meo en el 312 a combatir a las tropas de Antgono, capitanea-das por su hijo Demetrio. Regres triunfante a su capital Babi-lonia e inaugur una nueva era, la selucida, al tiempo que fun-daba tambin la dinasta de los Selucidas. Muri en el ao 281.

    Los conflictos armados entre los Didocos fueron incesan-tes. Durante medio siglo, constituyeron la trama de la historia griega y, en parte, de la oriental. El sueo ms o menos com-partido de un nico imperio unificado se desvaneci para siem-pre. Se asisti entonces, ms bien, al nacimiento de grandes imperios9 en el sentido casi moderno de la palabra. Extensas

    8 Sobre la historia poltica de los Didocos y los Epgonos, consultar sobre

    todo Will, Histoire I2. 9 Cf. P. Lvque, Empire d'Alexandre et empires hellenistiques, en Le con-

    cepte d'empire (Pars 1979) 103-120.

    Alejandro Magno 29 unidades territoriales se impusieron en la poltica y en la histo-ria. Sus dueos no tenan pretensiones de universalidad polti-ca, sino que buscaban, cada cual dentro de su propia casa, la mejor de las coexistencias; es lo que ocurri y ocurrir siempre en el equilibrio inestable de las relaciones y las fronteras. En cambio, la cultura helenstica se instal resueltamente con gran uniformidad. Se declaraba universal y as lo sera a pesar de todos los conflictos y por encima de todas las fronteras.

    Este perodo de gestacin coincide con el de los Didocos. Comienza en el 323 y dura hasta la muerte del ltimo de ellos, Seleuco I, asesinado en el 281. Nacieron tres monarquas helensticas, encabezadas por los sucesores directos de los Didocos, denominados Epgonos (en griego: epigonoi, naci-dos despus). Son los siguientes:

    Macedonia, con Antgono, nieto de Antgono el Tuerto. La conquista romana acabar con l en el ao 146 a.C.

    Egipto, con Tolomeo II Filadelfo (282-246). Los romanos cancelarn la dinasta de los Lgidas tras la victoria de Actium (31 a.C.) y la muerte de Cleopatra. Siria v Asia Menor, con Antoco I Soter (281-261 a.C). Roma pondr fin al reino de los Selucidas en el ao 64 a.C.

    Esta divisin territorial determinar durante siglos la poltica de Oriente Medio. Slo bastante ms tarde la llegada de los partos por el este y sobre todo la de los romanos a Asia Menor, Egipto y Siria-Palestina, modificarn la estructura de las relaciones establecidas. La situacin de los judos de Palestina se vio afectada tambin por la evolucin de un mundo poltico y un universo cultural del que lleg a ser fuertemente solidaria. Para ella supona un gran cambio.

    Los judos salieron de su aislamiento durante el perodo de los Didocos. Dejaron en ese momento de ser unos desconocidos. Hacia el 300, los autores griegos10 se fijaban por fin en ellos y los incluan en sus escritos con una curiosidad no exenta de simpata. Teofrasto, el ms grande discpulo de Aristteles, fue quizs el primero11 en mencionarlos expresamente como filsofos sirios. Megstenes, embajador de Seleuco I en la India, los describe ms o menos del mismo modo. Clearco de

    '" Consultar: Reinach, Textes, 7-20; Stern, Authors I, 8-52. 11

    Para la discusin en torno a dicha prioridad, cf. JEA 59 (1973) 159-168.

  • 30 Los acontecimientos

    Soles, en un texto de pura ficcin, hace dialogar a su maestro Aristteles con un judo lingstica y filosficamente heleniza-do, y presenta al conjunto de los judos como descendientes de los filsofos de la India. Por ltimo, Hecateo de Abdera, griego convertido en egipcio, redact (9) el ms antiguo relato que encontramos en la literatura griega12 sobre el origen de los judos (llamado tambin del xodo). El paso de la administracin persa a la macednica en el

    ao 331 no haba alterado prcticamente las condiciones de vida de las poblaciones judas de Palestina. Provincia de la satrapa del otro lado del ro (cf.pp.92s), Judea fue goberna-da por Laomedonte, oficial de Alejandro. A partir del 320 fue depuesto por el strapa Tolomeo, futuro rey de Egipto. Ello dio origen a una serie de batallas, del 320 al 301, entre el fundador de los Lgidas y Antgono. Palestina no se mantuvo ajena a esos enfrentamientos ni, a su pesar, neutral. Tras la victoria obtenida por Tolomeo en Gaza (312), los habitantes de Judea y Jerusaln se rindieron espontneamente a l (segn Josefo, Ant. 12,5-7). Los aliados de Egipto, entre los que se contaba Seleuco, vencieron a Antgono en la batalla de Ipso. Tolomeo se adue entonces de Fenicia y Palestina. Permane-ci hasta el ao 200, en que el selucida Antoco III el Grande (222-187) lo expulsa de esas tierras, con la ayuda en ocasiones de los judos. Es preciso decir que, durante ese siglo de ocupacin, Palestina no dej de ser testigo y escenario de numerosos enfrentamientos entre los Lgidas de Egipto y los Selucidas de Siria 13. Durante todo el siglo III a . C , mantuvieron los reyes de Egipto cinco guerras contra los reyes de Siria, vidos de extender su dominio hasta el Mediterrneo.

    He aqu un cuadro sinptico de los reinados y las guerras de ese siglo.

    12 J G Gager, Afoses in Greco-Romn Paganism (Nueva York 1972) 26-

    37 De hecho es la primera versin de la famosa Historia de los Impuros que, probablemente de origen egipcio (cf Yoyotte, RHR 147, 1963, 133-143) evolucionara en los autores greco-romanos posteriores en la lnea de un antiju dasmo muy marcado Sobre la autenticidad de los fragmentos de Hecateo, cf el panorama de las discusiones y los argumentos en Stern, Authors I, 20-25

    13 A propsito de las guerras de Antoco III con Egipto, Josefo aporta este

    testimonio lleno de tristeza Tanto si resultaba vencedor (Antoco) como si era vencido, los judos sufran y participaban de su misma suerte, hasta el punto de parecerse a un navio zarandeado por la tempestad (Ant 12,130)

    Lgidas

    Judea bajo la dominacin selucida

    Guerras Seluadas

    31

    Tolomeo I Soter (323-283)

    Tolomeo II Filadelfo (283-246)

    Tolomeo III Evergetes (246-221)

    Tolomeo IV Filopater (221-204)

    Tolomeo V Epfanes (204-181)

    Guerra comn contra Antgono (320-301). Victoria de Gaza (312) Primera guerra siria (274-271) Segunda guerra siria (260-253) Tercera guerra siria (246-241)

    Cuarta guerra siria (221-217), Victoria egipcia en Rafia (217) Quinta guerra siria (202-195) Derrota egipcia en Parteas (200)

    Seleuco I Nictor (312-281)

    Antoco I Soter (281-261) Antoco II Theos (261-246)

    Seleuco II Galhnicus (246-225) Seleuco III Soter (225-223)

    Antoco III el Grande (225-223)

    JUDEA BAJO LA DOMINACIN SELUCIDA (200-164 a.C.)

    La quinta guerra siria termin en el 200 a. C. con la victoria de Antoco III en Paneas. Fue el fin de la dominacin de los Tolomeos en Siria y Judea. Roma intervino entonces para ordenar al rey selucida que no tocara Egipto, como parece que eran sus intenciones. Antoco alcanz en esta fecha la cumbre de su poder. Haba combatido sucesivamente y con xito contra armenios y partos. A imitacin de Alejandro, haba llevado sus campaas hasta la India, y la posteridad le reservar tambin, como recompensa, el ttulo de Grande. Se mostr bien dispuesto respecto a los judos de Judea e incluso de otros sitios, pero cometi el grave y an fatal error de atraer sobre l la atencin ofensiva de Roma a causa de sus pretensiones sobre Asia Menor y Grecia. Para colmo, haba

  • 32 Los acontecimientos

    recogido a Anbal, cuyos deseos de revancha estimulaba. Los romanos, lanzados a la conquista del Oriente mediterrneo, haban derrotado a Filipo V de Macedonia en el 197, proclamando la libertad de los griegos. La guerra con Antoco estall. El selucida fue expulsado de Grecia en la batalla de las Termopilas y definitivamente derrotado en Magnesia del Spilo a comienzos del 189 a.C. Negoci la paz con Roma, que qued luego ratificada en Apamea en el 188 antes de Cristo.

    Las clusulas de paz eran especialmente severas. Entre otras cosas, Antoco deba pagar fuertes indemnizaciones de guerra, en concreto, doce mil talentos en doce anualidades. La poderosa casa selucida quedara as arruinada.

    El rey de Siria intent entonces remediar la situacin confiscando el dinero de los templos, que eran, en cierto modo, los establecimientos bancarios de la poca (cf. p.172). Por lo dems, encontr en el 187 una muerte vulgar en el transcurso de una de esas operaciones. Su hijo y sucesor Seleuco IV Filoptor (187-175 a.C.) hered la enorme deuda. Por eso, no es de extraar que codiciara el importante tesoro del templo de Jerusaln, reserva de Estado engrosada tambin por aportaciones privadas (como las de la poderosa familia de los Tobiaditas: cf. pp. 166-169). Seleuco envi a su canciller Heliodoro a Jerusaln para apoderarse de los fondos en depsito con la complicidad de Simn, alto funcionario del templo. Pero Heliodoro no pudo cometer su fechora, puesto que ciertas fuerzas que la tradicin juda presenta como milagrosas (2 Mac 3,1-40) se le opusieron y lo expulsaron del santuario, volviendo a Siria con las manos vacas. En el 176 asesinar a Seleuco IV con la probable intencin de usurpar el poder. Pero Antoco IV Epfanes (175-164), hermano del difunto rey, hizo lo posible por salvar la dinasta, y se proclam innediatamente rey con la aquiescencia de Roma. Entregado como rehn tras el tratado de Magnesia, este otro hijo de Antoco III haba vivido en Roma, quedando seducido por la ciudad y sobre todo por el helenismo que cultivaban all los medios diplomticos. Demasiado joven para reinar, el prncipe heredero, futuro Demetrio I, fue enviado a Roma en su lugar.

    Antoco IV se esforz en restaurar el podero del reino selucida. Solamente l fund ms ciudades que todos sus

    Insurreccin de los Macabeos 33 predecesores juntos y se convirti en el adalid de una intensa helenizacin (por lo que a Jerusaln se refiere, cf. p. 171). Intent proseguir la poltica expansionista de su padre, Antoco III, pero, a diferencia de ste, tuvo mayor cuidado en mantener buenas relaciones con Roma y sus aliados en Asia Manor. Su objetivo inmediato fue controlar Egipto, cuya influencia y poder estaban en franca decadencia. As naci la sexta guerra siria (170-168 a.C), cuyos orgenes y pormenores son bastante mal conocidos14.

    Tolomeo V (205-180 a.C), yerno de Antoco III, haba muerto en el ao 180. Su viuda Cleopatra I, regente durante la minora de edad de Tolomeo VI, muri en el 176. Tolomeo VI fue declarado mayor de edad en el ao 170 y tom como esposa a su hermana Cleopatra II. Ambos asociaron a la realeza a su joven hermano Tolomeo VIH Physkn. Ese mismo ao Antoco IV se hizo prcticamente dueo de Egipto, a excepcin de Alejandra. Al entablarse conversaciones entre l y su sobrino Tolomeo VI los alejandrinos echaron a este ltimo y proclamaron nico rey de Egipto a Physkn. Antoco IV intent restaurar en el trono a Tolomeo VI, pero fracas y, sin que sepamos el motivo, se retir. Corra el ao 169 y, al siguiente, comenzara la segunda fase de la sexta guerra. Antoco IV, en efecto, invadi Egipto de nuevo en el 168, pues la reconciliacin de los dos Tolomeos y Cleopatra debi inquietarle. Llegado a Menfis, adopt el ttulo de rey de Egipto. Pero, al tratar de apoderarse de Alejandra, los romanos exigieron que se retirase de tierras lgidas. Informado de la decisiva victoria del cnsul Lucio Emilio Paulo sobre las tropas macedonias (en Pidna), obedeci y regres a sus tierras.

    INSURRECCIN DE LOS MACABEOS- MATATAS Y JUDAS (167-160 a.C)

    Mientras esto suceda en Egipto, Antoco IV tuvo problemas con los judos de Judea. La situacin poltico-social de Jerusaln era entonces la de guerra civil latente, preparada desde bastante atrs por la divisin en capas sociales creadas

    14 Cf O Morkholm, Antwchus IV of Siria (Gyldendal 1966) 64-87, para el

    estado ik 11 cuestin y las discusiones, cf Hayes-Miller, 562-585

    3

  • 34 Los acontecimientos por las profundas divisiones entre partidarios o adversarios ms o menos pronunciados de la helenizacin (se tratar este punto en detalle en las pp. 176-177). Antoco, cuya muerte haba sido falsamente anunciada, intervino para restablecer el orden. Estaba interesado en eliminar todo foco de disturbios, antes de comprometerse en Asia en expediciones de dudoso xito debido a los recientes reveses polticos. Se entreg a una represin sistemtica sin precedentes contra los judos y, por ltimo, declar (en el 167) la abolicin pura y simple de la religin juda (cf. p. 171). Se trataba, para l, de una opera-cin radical que pretenda extirpar las races de un grave tumor poltico. Esta operacin provocara una autntica guerra por parte de los representantes del partido ms ortodoxo de los judos, que quedarn inmortalizados, con el nombre de Maca-beos (cf. nota complementaria, p. 191).

    La rebelin macabea estall en el 167/166. La bandera fue enarbolada por un tal Matatas, de familia sacerdotal, refugiado con sus hijos en Modn, pueblo situado entre Jerusaln y Jafa. Fue el comienzo de un movimiento que llevara a Judea, ya independiente, y luego a Palestina entera a constituir un reino judo de excepcional amplitud. Matatas muri en el ao 166. Antes de su muerte, design a su tercer hijo, Judas, apodado Macabeo (1 Mac 2,4)15, como sucesor suyo al frente de la insurreccin. Judas fue un jefe militar excepcional. Muri en combate el ao 160 a . C , convirtindose en un hroe nacional (igual que un len en sus hazaas, 1 Mac 3,4), fuente de inspiracin para la creacin literaria y artstica.

    Judas Macabeo ha inspirado a numerosos escritores, artistas y compositores, aunque habr que esperar al siglo XVII para que su figura se imponga en las letras. Se considera que la obra perdida de William Houghton, Judas Maccabaeus (haca 1601) es el primer drama en que aparece como protagonista. Luego, en el mismo siglo, vinieron otras creaciones literarias. En el XIX, el tema rebrot vigorosamente: uno de los escritos ms conocidos es el Judas Maccabaeus del poeta americano Henry Wadsworth Longfellow, de 1872 (una versin en hebreo se public en 1900). Varios autores judos del siglo XIX volvieron sobre el tema.

    15 Es difcil precisar el significado de este trmino. La conexin de la pala-

    bra griega Makkabaios con el hebreo maqqebet, martillo (que hace pensar en Carlos Martel) es ms sugestiva que segura.

    Insurreccin de los Macabeos 35

    Judas Macabeo fue considerado, en el arte medieval, como uno de los hroes del Antiguo Testamento, a juzgar por la ilustracin de varios manuscritos. De especial inters es el cuadro de Rubens (1577-1640) que representa a Judas rezando por los muertos (pintado primitivamente para la catedral de Tournai y hoy en el museo de Nantes). Existe tambin un grabado de Gustavo Dor (1833-1883), donde aparece el hroe victorioso persiguiendo a las tropas en desbandada del enemigo sirio.

    En msica hay que recordar sobre todo el clebre oratorio de Haendel Judas Macabeo (Londres 1747), interpretado con frecuencia en Israel. La meloda del clebre coro See, the conqu'ring hero comes es un canto que ha sido adoptado para la fiesta juda de la hanuk o Dedicacin.

    Antoco IV, en campaa contra los partos, dej a Lisias, gobernador militar de los territorios orientales, el encargo de frenar la rebelin de los judos. Pues bien, Judas, utilizando la tctica de la guerrilla, infligi varias derrotas a las tropas sirias (1 Mac 3,10-4,35). Exactamente tres aos despus del inicio de la rebelin, en el 164, consigui tomar Jerusaln (excepto la ciudadela griega o akra) y devolvi el templo a su uso sagrado. La fecha del 25 de Kisleu (alrededor de diciembre) sigue sien-do para los judos la de la hanuk, fiesta que conmemora, du-rante ocho das, la nueva dedicacin del templo instituida bajo el dominio macabeo (1 Mac 4,19; cf. Jn 10,22). Anto-co IV muri en Persia este mismo ao (1 Mac 6, 1-16) 16. Li-sias se invisti a s mismo del cargo de protector del jovencsi-mo Antoco V (164-162) y se propuso castigar severamente a los guerreros judos. Cay sobre ellos desde Idumea y Judas fue derrotado. Pero Jerusaln y los judos se salvaron gracias a la rivalidad interna que amenaz al trono de Siria y al propio Lisias, que se vio obligado a regresar precipitadamente a su pas. Con el fin de reforzar su posicin por el costado sur, hizo que su rey decretase la libertad religiosa para los judos (1 Mac 6,55-63).

    Judas habra de sufrir pronto graves reveses, que le costa-rn la vida. En el ao 162 el hijo de Seleuco IV, que en cali-dad de rehn haba tenido que reemplazar a su to Antoco IV, dejndose guiar por sus amigos romanos de ambientes intelec-tuales muy helenizados, entr inesperadamente en Antioqua y

    16 Sobre la Hanuk, cf. EJ 7, 1280-1288; los comentarios documentados de

    1 Mac 4,36-59 y de Jn 10,22; Josefo, Ant. 12,316-326.

  • 36 Los acontecimientos reclam la sucesin de su padre Seleuco IV, que consideraba usurpada. Habiendo sido asesinados Antoco V y Lisias, el nuevo rey, Demetrio I (162-150), se inclin por el grupo de judos helenizantes y decidi una nueva expedicin contra los judos rebeldes. Esta fue confiada a Nicanor, quien muri muy pronto en combate (el da de Nicanor fue celebrado como fiesta anual por los judos). Dur .nte un nuevo ataque sirio, Judas sufri una terrible derrota al noroeste de Jerusaln (1 Mac 7,1-9,22) y sucumbi con muchos de sus partidarios. Durante algn tiempo, los helenistas prosirios controlaron la situacin (1 Mac 9,23-28).

    Paralelamente a sus incesantes acciones militares, Judas Macabeo procur granjearse los favores diplomticos de Ro-ma, cuyos enemigos directos en Oriente eran los Selucidas. Dos textos, cuya autenticidad es hoy aceptada, son testimonio de dichas gestiones. Conocemos, en primer lugar, una carta del 163 a.C, que los legados romanos residentes en Siria escribie-ron a los judos para proponerles intervenir en su favor ante el rey selucida (2 Mac 11,34-38). Un segundo documento, del 161, se encuentra reproducido en 1 Mac 8,23-30 y en Ant. 12,417. Es el senatusconsultum (dogma), mediante el que los romanos establecieron el primer tratado de amistad con Judea, ms concretamente con el partido que encabezaba Judas Maca-beo. Dichos textos resultan esclarecedores de la poltica roma-na en Oriente, poltica que se ir manifestando cada vez con mayor vigor. Con su apoyo diplomtico, los romanos haban intentado favorecer, a bajo costo, el proceso de desintegracin del Imperio selucida, cuyos primeros sntomas en la parte oriental aparecieron en el reinado de Demetrio I. La eventual separacin de Judea del Imperio selucida llevara consigo no slo una reduccin territorial de dicho Imperio, sino tambin la creacin, entre ste y Egipto de una zona capaz de separar a los dos Estados ms poderosos del Mediterrneo oriental17.

    TRIUNFOS DE LOS MACABEOS: JONATAN Y SIMN (160-142 a.C.)

    El sucesor directo de Judas fue su hermano Jonatn, el quinto y ms joven de los hijos de Matatas. Dirigir la lucha

    17 Th. Liebermann-Frankfort, Rome et le conflict judo-syrien (164-161

    avant notre ere); L'Antiquit classique 38 (1969) 115.

    Triunfos de los Macabeos 37 de los Macabeos desde el ao 180 al 143 a.C. (1 Mac 9,28-12, 53). La presin siria se fue debilitando progresivamente y el nuevo jefe judo sac buen provecho de ello. Se desencaden entre los selucidas una guerra dinstica. Alejandro Balas, pre-sunto hijo de Antoco IV, desembarc en Tolemaida y comen-z a reinar con el apoyo del Senado romano. Se produjo en-tonces por parte de los dos monarcas una demencial sobrepuja de promesas: se trataba de ver quin podra comprar la alianza de los Macabeos en exclusiva (1 Mac 10,21). Pues bien, Jona-tn se puso del lado de Balas, quien le nombr sumo sacerdo-te, y a partir del 152 apareci en calidad de tal en la fiesta de las Chozas (1 Mac 10,21). Demetrio fue muerto en el 150. In-mediatamente despus Alejandro Balas invit a Jonatn a su boda con Cleopatra, hija de Tolomeo VI Filometor. En el transcurso de la ceremonia lo revisti de prpura y lo hizo es-tratega: le haba conferido de este modo un rango casi igual al de rey. Jonatn explot luego con gran habilidad la lucha por el trono en la que se enzarzaron Demetrio II, hijo de Deme-trio I, y Antoco VI, hijo de Balas. Obtuvo el apoyo de Tolo-meo VI, Roma y Esparta. Su territorio se ampli en forma sensible. Comenz a afluir el dinero y, adems de la importan-te llanura costera conquistada por su hermano Simn (1 Mac 11,59), control regiones no judas y ciudades fortificadas (1 Mac 12,31-38). Pero termin por caer en una emboscada en Tolemaida (1 Mac 12,39-53) y fue ejecutado en el ao 143. A pesar de sus clamorosos xitos militares y polticos, no consi-gui liberar la ciudadela de Jerusaln, tarea que correr a car-go de su hermano y sucesor Simn (143-134 a.C; 1 Mac 13,1-6,17).

    Igual que Jonatn, Simn obtendr grandes xitos militares y polticos. Como el partido de Antoco VI fue el causante de la desdicha de su hermano, busc la alianza del rival, Deme-trio II, quien reconoci en el 142 el poder de Simn, condo-nndole los impuestos (1 Mac 13,34 y Ant. 13,213). Dicho ao fue celebrado como el primero de una era de autonoma poltica. Supona una verdadera revolucin. No se haba visto nada igual desde la cada de Jerusaln en el 587 a.C. Se instau-r, pues, una nueva era y los documentos oficiales llevarn su fecha. No obstante, el ltimo smbolo de la recobrada indepen-dencia fue la toma de la ciudadela de Jerusaln en el 142/141. Simn transform la acrpolis conquistada en un palacio (1 Mac 13,51). Se trataba del ltimo resto de la presencia siria y helenstica en la capital de los judos.

  • 38 Los acontecimientos

    El perodo de insurreccin de los hermanos Macabeos haba terminado y comenzaba el del Estado de los Asmoneos. El pri-mero haba estado marcado por tres hechos significativos, a diez aos de distancia uno de otro: la libertad religiosa de los judos, reconquistada por Judas en el 162; el ttulo de sumo sacerdote, concedido a Jonatn en el 152; la exencin de los impuestos otorgada a Simn en el 142. Faltaba el ttulo formal de rey para que la ascensin poltica alcanzara su cima.

    En rigor, la palabra asmoneo (en griego: asmonaios) se aplica a la dinasta de los sumos sacerdotes (Simn, Juan Hircano) y luego a los reyes (Aristbulo I, Alejandro Janeo, Salom Alejandra, Aristbulo II), que aseguraron el cargo del poder supremo de los judos entre el 142 y 63 a.C. Habitualmente se reserva el apelativo de Macabeo (en griego: makkabaios) a los tres caudillos de la rebelin juda, los gloriosos hijos de Mata-tas: Judas (el nico que lgicamente deba llevar ese nombre, y que constituy su apodo), Jonatn y Simn (hasta el 142). Si hemos de dar crdito a Josefo (Ant. 12,265), asmoneo ven-dra del bisabuelo de Matatas, un sacerdote originario de Jeru-saln llamado Asmoneo (asmonaios). Apenas se sabe nada de este personaje, cuyo nombre hay que vincularlo probable-mente a una localidad: Jesmn (Jos 15,27), Jusn (1 Cr 8,11) o Jasmona (Nm 33,29). Asmoneo no se encuentra en los libros de los Macabeos. Josefo, en cambio, lo emplea en frmulas co-mo hijo de Asmoneo, familia asmonea o Asmoneos (Ant. 16,187, etc.). Aunque raras veces se encuentra tambin en la Misn y el Talmud.

    En el cuadro siguiente pueden verse las ejecutorias y reina-dos que conviene recordar para el estudio de este perodo (por Selucidas A y B se designan las dos ramas rivales del trono dinstico sirio).

    Selucidas A Selucidas B Macabeos

    Antoco III (222-187) Seleuco IV (187-175)

    Antoco IV (164-162)

    Sumos sacerdotes asmoneos 39

    Demetrio I (162-150)

    Demetrio II (145-138)

    Antoco V (164-162)

    Alejandro Balas (150-142) Antoco VI (145-142)

    Matatas (167-166) Judas (166-160)

    Jonatn (160-143)

    Simn (143-134)

    La lista de los Lgidas contemporneos es la siguiente: Tolomeo V (205-180), Tolomeo VI (180-145) y su hermano Tolomeo VIH (164-163), Tolomeo VII (145) y de nuevo Tolomeo VIII (145-116).

    SUMOS SACERDOTES ASMONEOS: SIMN Y JUAN HIRCANO (142-105 a.C.)

    Simn el Asmoneo, nuevo caudillo de los judos desde el ao 143, dispuso de sus propios recursos financieros, lo que le permiti conseguir las armas necesarias para sus campaas y mantener una diplomacia (1 Mac 13,16; 14,32). Se comport como un autntico jefe de Estado, con un ejrcito de mercena-rios parcialmente integrado por elementos helenistas. Prosi-gui la conquista de Palestina: se apoder de Gazara, la anti-gua Guzer, punto estratgico en el ngulo de la rica llanura costera, la hizo juda por la fuerza (1 Mac 13,43-48) y habien-do nombrado gobernador a su hijo Juan Hircano (1 Mac 13,11) avanz hasta el puerto de Gaza (1 Mac 13,11).

    Judea vivi cierto tiempo de paz y alcanz en el contexto poltico de Oriente Medio una importancia que nunca haba tenido desde la cada del reino. Los sirios continuaban minan-do su poder con una guerra dinstica interminable. Roma acentuaba su influencia en el Oriente y los partos amenazaban

  • 40 Los acontecimientos

    con repetidos ataques los territorios de unos selucidas en de-cadencia. Simn reforz las alianzas ya establecidas con Roma y Esparta (1 Mac 14,16-24). En el ao 140 la propia nacin juda homolog y proclam los ttulos de su caudillo. Una asamblea pblica (synagoge) lo aclam, de por vida y heredita-riamente, sumo sacerdote, estratega y etnarca de los judos (1 Mac 14,47). Este acto se grab en unas tablas de bronce que se colocaron en el recinto del templo, y obtuvo el apoyo del Senado romano (1 Mac 5,15-24). Desde ese momento, queda-ba definitivamente fundada la dinasta asmonea. Era sacerdotal y militar, aunque no real todava, pero es indudable que haba quedado inaugurado un Estado independiente.

    Durante la segunda mitad de la carrera de Simn, la inde-pendencia juda viose nuevamente amenazada. Antoco VII Si-detes (138-129) subi al trono de Siria e intent despertar al debilitado imperio selucida. Sus relaciones con Simn se dete-rioraron peligrosamente, pero los hijos del etnarca defendieron con eficacia su pas atacado (1 Mac 15,25-16,10). Poco tiempo despus, Simn fue asesinado, durante un banquete, con dos de sus hijos, cerca de Jeric. El asesino era su propio yerno, probablemente a sueldo de los sirios. Intentaron acabar tam-bin con su otro hijo, Juan Hircano, pero ste consigui huir de Gazara y fue acogido calurosamente por el pueblo de Jeru-saln, que le proclam sumo sacerdote y, por tanto, sucesor de su padre. Ser adems etnarca de los judos desde el 134 al 105 a.C.

    Hircano, que haba aprendido de su padre el manejo de las armas y la administracin, fue el ms brillante de los jefes as-moneos. Dejar un excepcional recuerdo en la memoria juda (cf. nota complementaria, en p. 189). Como el primer Libro de los Macabeos concluye con el relato de su venida tras el asesi-nato de Simn, la descripcin de sus hazaas se la debemos, sobre todo, a Josefo (Ant. 13,229-297; Bell. 1,54-69).

    Juan Hircano se enfrent desde el principio con graves difi-cultades y estuvo a punto de ser depuesto, al intentar Anto-co VII controlar de nuevo toda Palestina. Exigi a los judos el pago de un tributo por Jafa y dems ciudades fuera de la pro-vincia de Judea de las que se haban apoderado los asmoneos. Recab incluso la ayuda de Hircano para combatir a los par-tos. El sirio volvi a tomar Jafa y Gazara y durante largo tiem-po asedi Jerusaln con sus tropas. La ciudad pudo salvarse gracias a la intervencin de Roma, que prohibi a Antoco in-

    Reyes asmoneos 41

    vadir los territorios de los amigos y aliados judos (Ant. 13,259-266). Hircano mantuvo constantes y excelentes relacio-nes con Roma (cf. infra, p. 185) y, a veces, con Egipto (con Cleopatra III). En el 130 Antoco VII tuvo que partir a gue-rrear contra los partos, encontrando la muerte en el 129 a.C. Subi entonces al trono Demetrio II, liberado por los partos que lo tenan prisionero. Pero la difcil situacin a la que deba hacer frente le disuadi de inquietar a su vecino Hircano, quien de este modo qued con las manos libres.

    El asmoneo estableci entonces la independencia total de Judea y se orient hacia conquistas de gran envergadura en toda Palestina. Idumea al sur, Samara en el centro, algunas ciudades de TransJordania al este y parte de Galilea al norte fueron anexionadas a lo que muy pronto habra de ser el rei-no judo de los asmoneos. La toma de Samara en el 107 a.C. quedar como una de sus hazaas ms sonadas (cf. el relato de Josefo citado en p. 180). Etnarca y sumo sacerdote, Hirca-no se comport con frecuencia como un prncipe secular, al estilo brutal de los soberanos de la poca. No es, pues, de extraar que, hacia el fin de su vida, los fariseos, probables herederos del partido de los piadosos (hassidim), que haba apoyado a los Macabeos en los comienzos, se separaron de l. Entonces decidi acercarse a sus enemigos los saduceos.

    REYES ASMONEOS. ARISTBULO Y ALEJANDRO JANEO (104-76 a.C.)

    A Juan Hircano le sucedi su primognito Aristbulo I (104-103 a.C). Hizo encarcelar a su madre, que muri de hambre en la crcel, y a sus hermanos, a uno de los cuales mand matar (perteneca legalmente a la viuda del difunto rey asegurar el cargo poltico del Estado, con lo que Aristbulo habra tenido que contentarse con el sumo pontificado). Muri al cabo de un ao de reinado. Segn Josefo (Ant. 13,301), fue el primero de los asmoneos en denominarse rey en las rela-ciones con los dems pases. No obstante, Estrabn atribuye ese acto inagural al hijo y sucesor de Aristbulo, Alejandro Janeo, que, tal vez, sea lo ms seguro. En las monedas que se han encontrado se designa, efectivamente, a Janeo como rey, mientras que a Aristbulo no se le llama ms que su-mo sacerdote. El sucesor de Hircano sigui la poltica miliJftij

  • 42 Los acontecimientos y cultural de su padre. Con la complicidad de Cleopatra III, consum la anexin de Galilea, donde se empeo en judai-zar a viva fuerza a la poblacin.

    A Aristbulo le sucedi su hermano (tercer hijo de Juan Hircano) Alejandro Janeo (en griego: Innaios, helenizacin de Yannai). Reinar desde el 103 al 76 a.C. Desde el punto de vista poltico, su reinado puede dividirse en tres perodos.

    1. Desde el 103 al 95 a.C. Janeo consigui apoderarse del conjunto de la regin costera de Palestina, desde el monte Car-melo al norte hasta la frontera egipcia al sur. La situacin de los pases vecinos favoreca sus xitos. Es verdad que sus ata-ques contra Tolemaida fueron rechazados por Tolomeo IX L-tiro, primognito de Cleopatra III, a quien su madre haba alejado de Egipto nombrndole gobernador militar de Chipre, pero recibi la eficaz ayuda de la citada Cleopatra y el apoyo de las fuerzas nabateas de Aretas I. Su ms prestigiosa victoria fue la de Gaza, en el 96 a.C. (cf. el relato de Josefo, pp. 180s). Obtuvo otros xitos militares en TransJordania y en Gadara (cf. p. 202).

    2. Desde el 95 al 83 a.C. Fue un perodo de dificultades internas y externas. En Judea hubo graves disturbios. Una par-te de la poblacin juda era opuesta a la poltica militar de Janeo y, sobre todo, no aprobaba los estrechos y privilegiados lazos entre este personaje que acumulaba los cargos de rey y sumo sacerdote y los saduceos. Los fariseos, que ejercieron de oposicin al rgimen en los ltimos das de Hircano, se mostra-ron enemigos declarados y a veces violentos de Alejandro Ja-neo.

    Hacia el ao 90, durante la fiesta de las Chozas, la muche-dumbre predominantemente farisea lanz una lluvia de limones contra Janeo cuando ste se dispona a sacrificar en el templo. Lo injuriaron declarndolo indigno de realizar ese acto sagrado (Ant. 13,272). Ese movimiento, sin precedentes en la historia juda, fue reprimido con gran dureza. Segn Josefo, Janeo ex-termin a seis mil personas (Ant. 13,273). Mientras tanto, To-lomeo IX Ltiro reforz su posicin, hasta el punto de recupe-rar el trono de Alejandra, sobre el que su madre Cleopatra haba colocado a su hijo menor Tolomeo X. Por otro lado, los nabateos, deseosos de frenar el avance asmoneo al este del Jordn, realizaron incursiones en los territorios ocupados por

    Reyes asmoneos 43

    los judos. Janeo, que sufri una dura derrota en el Goln por parte del rey nabateo, huy a Jerusaln. Entonces (ao 90), el pueblo judo se rebel contra l. Fue el comienzo de una gue-rra civil que dur seis aos. En la lucha murieron por lo menos cincuenta mil judos.

    En el ao 89 intervino de nuevo Demetrio II de Siria, a quien pidieron ayuda los adversarios de Janeo, siendo ste de-rrotado cerca de Siqun. Otros ataques sirios y nabateos se sucedieron, pero tales reveses tuvieron la virtud de volver los sentimientos de la masa juda en favor de Alejandro Janeo, quien consigui, de este modo, enderezar la situacin. Deme-trio fue obligado a abandonar Palestina. Regres a Siria del Norte, donde su hermano lo derrot con la ayuda de los partos.

    Este perodo estuvo marcado por una crisis poltica en Ro-ma y, simultneamente, por la asombrosa emergencia de reinos orientales. Durante los aos 90 se manifest en la poblacin romana una grave tensin entre los diferentes grupos sociales. Como consecuencia, las ambiciones romanas, sobre todo en Oriente, se debilitaron. Pudo observarse entonces el ascenso de Mitrdates VI, rey iranio del Ponto. Deseoso de extender su poder y su influencia, se ali con Armenia, los partos, Siria e incluso Egipto, y en el 88 ocupaba casi toda Asia Menor, las islas y ciertas partes de Grecia. En este contexto hay que situar la segunda fase del reinado de Janeo, otro rey oriental (cf. infra, pp. 187-188) que intent afirmarse como tal omitiendo to-da relacin diplomtica con Roma. Rompi con ello la poltica de su padre Hircano y de los Macabeos desde Judas.

    3. 83-76 a.C. La tercera y ltima etapa del reinado de Ja-neo fue de recuperacin. Ms an, seal la cima de la expan-sin territorial de los asmoneos. Fue contempornea de la res-tauracin del poder poltico de Roma con Sila (del 86 al 79 a.C.) y del repliege de Mitrdates, rechazado por los romanos.

    Tras la muerte de Ltiro en el 80 a.C, Janeo ya nada tuvo que temer de los Tolomeos. En cuanto a Selucidas y Naba-teos, quedaban neutralizados por el armenio Tigrano, quien desde el 83 controlaba Siria y Fenicia. El rey asmoneo supo aprovecharse de esta situacin, para recuperar la mayor parte del territorio palestino al este y al noroeste del Jordn. Se pro-dujo entonces la paz dentro del reino: la muchedumbre de Je-rusaln acogi a Alejandro Janeo calurosamente a causa de sus xitos (Ant. 13,394). Muri al frente de un inmenso reino,

  • 44 Los acontecimientos probablemente a causa de una borrachera. Segn Josefo (Ant. 13,401), el testamento que dej a su mujer Alejandra inclua la reconciliacin con los fariseos, hombres influyentes entre los judos, capaces de hacer dao a quienes odian y servir a quie-nes aman. Se trataba, desde luego, de un acto poltico, por-que Janeo aade la siguiente precisin: si se haba enfrentado con el pueblo dice era porque los fariseos, ultrajados por l, lo haban difamado (Ant. 13,402).

    Salom Alejandra sucedi a su marido en el trono real, des-de el 76 al 67 a.C. Su primognito, Hircano II, fue sumo sacer-dote sin ejercer el poder civil. Su segundo hijo, ms capaz y vigoroso, qued en cambio, relegado.

    FIN DEL REINO ASMONEO: SALOME ALEJANDRA Y SUS HIJOS

    (76-63 a.C.) El reinado de Salom Alejandra fue relativamente pacfico.

    La reina cultiv el favor popular que se haba granjeado en vida de su marido. Josefo la describe como una piadosa mujer en los siguientes trminos: Esta frgil mujer, gracias a su re-putacin de piedad, se impuso en el ejercicio del poder. Obser-vaba, efectivamente, las costumbres ancestrales de la nacin con la ms escrupulosa exactitud y apartaba del poder a cuan-tos se tomaban libertades con las leyes religiosas (Bell. 1,108; cf. Ant. 13,408).

    Los fariseos tuvieron gran influencia en Alejandra. Josefo escribe incluso que detentaron el poder (Ant. 13,409). Insti-garon pata que se proscribiera a los consejeros de Janeo, ver-daderos responsables, a sus ojos, de la persecucin de gran nmero de ellos (Ant. 13,411; Bell. 1,113). Las relaciones de la reina con los Estados extranjeros fueron amplas y fructferas. Alejandra continu reclutando mercenarios e incluso duplic los efectivos de su ejrcito. Los fariseos la disuadieron en va-rias ocasiones de reemprender las guerras de sus predecesores. Sin embargo, se lanz a una expedicin contra Damasco, capi-taneada por su hijo Aristbulo. Fue un fracaso (Ant. 13,418). Hubo que entablar negociaciones y aportar regalos, con el fin de evitar la ocupacin del reino asmoneo por Tigrano, rey de Armenia, que haba invadido Siria y avanzaba sobre Judea (70 a.C). Alejandra cay enferma poco despus y el pas se con-virti en escenario de gravsimas disensiones. Su joven hijo

    Fin del reino asmoneo 45 Aristbulo, descontento por haber sido ladeado por su herma-no mayor, el incapaz Hircano (cf. Ant. 13,423; 14,13), busc el apoyo de los saduceos, excluidos tambin polticamente. Los saduceos eran discriminados por los poderosos fariseos. Con la ayuda de los primeros, Aristbulo se apoder de veintiocho plazas fuertes, reclut numerosos mercenarios y se dispuso a someter Judea. Quera impedir que subiera al trono su herma-no, quien se haba proclamado rey nada ms morir la reina.

    Tras la muerte de Alejandra en el 67, Aristbulo II declar la guerra a su hermano Hircano, lo derrot cerca de Jeric y le oblig a abdicar. Reivindic para s los ttulos de sumo sacer-dote y de rey, que conservar hasta el 63 a.C, pero fue ataca-do y vencido por los nabateos en el ao 65. Se refugi en el recinto del templo, donde le cercaron los aliados: Aretas, rey de los nabateos, y su hermano Hircano (Ant. 14,4-21). Bajo la presin del adjunto de Pompeyo, Escauro, dueo reciente de Damasco, el rey nabateo se vio obligado a regresar a su pas. De hecho, esta operacin extranjera contra Aristbulo haba sido montada con la participacin de un nuevo personaje, Antpatro, hijo del gobernador de Idumea en tiempos de Janeo y padre del futuro Herodes el Grande. Segn Josefo (Ant. 14,8-10), Antpatro perteneca a una importante y acaudalada familia idumea18, cuyos miembros se habran convertido a la religin juda en tiempos de Juan Hircano. No cabe duda que este personaje estaba dominado por una inmensa ambicin po-ltica, y se convirti en la eminencia gris e incluso en jefe de un grupo de ricos aristcratas, para quienes Hircano no era ms que un pen tctico.

    El contencioso entre los dos hermanos no termin con estos acontecimientos, ya que la lucha estaba ligada a la oposicin de distintos grupos sociales. Slo la intervencin de una gran

    18 La informacin de Josefo es la ms segura. En Bell. 1,123 se lee: Era

    de estirpe idumea y uno de los primeros de la nacin por antepasados, riqueza y otros elementos de podero. Para Nicols de Damasco, Antpatro descenda de una familia de judos influyentes que vino a Judea desde Babilonia (Ant. 4,9), lo que le emparentaba con los exiliados del siglo XI. Justino lo considera un ciudadano de Ascaln, y Eusebio de Cesrea nos dice lo siguiente: Unos ladrones idumeos asaltaron Ascaln, ciudad de Palestina; de un templo de Apolo, construido delante de los muros, se llevaron cautivo, adems de los otros despojos, a Antpatro, hijo de cierto hierdulo llamado Herodes. No pudiendo el sacerdote pagar un rescate por su hijo, Antpatro fue educado en las costumbres de los idumeos, y ms tarde trab amistad con Hircano, el sumo sacerdote de Judea (Historia Eclesistica I, VII, 11).

  • 46 Los acontecimientos

    potencia exterior poda ponerle fin. Roma, o ms exactamente Pompeyo, se encargar de ello.

    Los asmoneos

    Simn (143-134 a.C.)

    Juan Hircano (134-104)

    [ Aristbulo I

    (104-103) Alejandro Janeo

    (103-176)

    Aristbulo II (67-63)

    Antgono (40-37)

    -(se casa con)= Salom Alejandra

    (76-67)

    Hircano II (63-43) Salom

    Alejandra Mariamne

    (esposa de Herodes)

    HEGEMONA ROMANA SOBRE JUDEA: POMPEYO Y CESAR (63-44 a.C.)

    En el 64-63 a.C. estableci Pompeyo (106-48) el dominio de Roma sobre Siria y Palestina. Se lanz a una campaa militar en Oriente con la idea de extirpar del Mediterrneo una pirate-ra que resultaba muy perjudicial para la economa romana, lleg a Damasco en el ao 64. Tom el relevo de Lculo y culmin victoriosamente la guerra contra Mitrdates del Ponto y Tigrano de Armenia, quien controlaba la Siria selucida. Pompeyo declarar su fin, organizndola en provincia romana, convirtindose en arbitro de las dos causas asmoneas contra-puestas: la de Aristbulo y la de Hircano (siempre sostenido

    Hegemona romana sobre Judea Al

    por Antpatro). Ambos hermanos acudieron, con profusin de regalos, a abogar por sus respectivos intereses. Se uni a ellos y a sus representantes un grupo distinto de emisarios, los en-viados de la nacin (ethnos, Ant. 14,41), quienes deseaban que los judos quedasen libres de la realeza y recuperaran el gobierno exclusivo de un sumo sacerdote, como antes. Pero Pompeyo, que hizo prisionero a Aristbulo, march sobre Je-rusaln, segn veremos ms adelante (pp. 184-188). Los parti-darios de Hircano le abrieron las puertas. Resistieron, por el contrario, quienes se mantenan fieles a Aristbulo, parapeta-dos en el recinto del templo, un asedio de tres meses. Segn Josefo, el prestigioso romano penetr un da de fiesta con su estado mayor en el interior del santuario (Ant. 14,72). Era el fin del reino asmoneo. Corra el ao 63 a.C. Aristbulo y sus hijos fueron deportados a Roma. A Hircano, prcticamente inofensivo, se le mantuvo como sumo sacerdote de los judos, quienes se vieron obligados a pagar un tributo al ocupante. Pero el antagonismo de los dos partidos rivales no qued zanjado con eso.

    Judea ya no era ms que una parte de la provincia romana de Siria. l territorio sobre el que Hircano ejerca su modesta jurisdiccin quedaba reducido a Judea en sus estrictos lmites: Perea y Galilea, comarcas que la poltica asmonea haba contri-buido a poblar de judos. Pompeyo y sus sucesores locales (so-bre todo Gabinio, gobernador de Siria entre el 57 y 55 a.C.) se dedicaron a reconstruir las ciudades asoladas o destruidas por los asmoneos. Sobre la base de las estructuras polticas y admi-nistrativas, restauraron la cultura helenstica ms autntica, del mximo inters para la poltica romana (cf. pp. 187-188, 203-205).

    Merced a hbiles intrigas, Antpatro puso los slidos ci-mientos de la futura monarqua de su hijo Herodes, pero tanto el padre como el hijo dependieron siempre de la voluntad pol-tica de las grandes personalidades que dominaron el mundo de su poca: Pompeyo y Csar, Antonio y Octavio (Augusto).

    Antpatro sigui influyendo en el sumo sacerdote Hircano, de quien era consejero. Antes de la cada de Pompeyo (el 48 a .C) , haba sido nombrado intendente de Judea por el gober-nador de Siria. Siendo Gabinio procnsul de Siria, estall la rebelin en Judea en tres ocasiones. La primera y la tercera se produjeron a instigacin de Alejandro, primognito de Arist-bulo. El responsable de la segunda fue el propio Aristbulo, evadido de Roma en el 56 con su joven hijo Antgono. Con la

  • 48 Los acontecimientos

    ayuda de Antpatro e Hircano, Gabinio y su general de caba-llera Antonio (futuro miembro del segundo triunvirato) abor-taron las tres rebeliones. Aristbulo y su hijo Antgono fueron devueltos a Roma cargados de cadenas.

    Durante la guerra civil que le enfrent con Pompeyo (en el 49 a.C, tras el paso del Rubicn) Csar liber a Aristbulo y le proporcion dos legiones para enviarlo a combatir contra Pompeyo, pero los partidarios de ste envenenaron al asmoneo antes incluso de que saliera de Roma. Se desembarazaron igualmente de su hijo mayor Alejandro. Hircano y Antpatro permanecieron fieles a Pompeyo, envindole tropas de refuer-zo en la batalla de Farsalia (48 a.C), que le result adversa. Mas, tras la victoria de Csar, se pusieron de lado del vence-dor.

    Del otoo del 48 a la primavera del 47, tuvo Csar que hacer frente a una dura guerra contra Egipto. Asediado en el barrio griego de la capital por el ejrcito egipcio y los egipcios de Alejandra, anduvo muy cerca de la derrota. Debi su sal-vacin y la de su carrera, en gran medida, a Hircano y Antpa-tro (Ant. 14,127-136). El ltimo, que acudi en persona a la cabeza de un ejrcito de tres mil hombres armados hasta los dientes, obtuvo para Csar la ayuda militar de los vecinos si-rios. Hircano, mediante una carta, exhort a los judos de la Tierra de Onas (cf. pp. llls) a que dejasen va libre al ejrcito romano e incluso le prestasen ayuda logstica (Ant. 14,131). Csar, en recompensa, a su regreso victorioso hacia Siria en el 47, confirm el ttulo de sumo sacerdote de Hircano, a quien nombr etnarca de los judos (se le conceda un puesto de honor en los juegos de gladiadores, etc.). A Antpatro le otor-g la ciudadana romana y la exencin de impuestos. A pesar de sus esfuerzos, el joven hijo de Aristbulo, Antgono, no consigui que los sentimientos del romano cambiasen de rum-bo. Por el contrario, a travs de una serie de decretos y dispo-siciones del Senado inspiradas por el propio Csar, implant ste una nueva administracin en Judea. Permiti que se res-tauraran las murallas del templo, restituy a los judos el puer-to de Jafa y confirm nuevamente los ttulos de gran sacerdo-te y etnarca para Hircano y sus sucesores. El pas de los judos abarcaba en ese momento Judea, Jafa, los asentamien-tos judos en Galilea y TransJordania y el Gran valle de Ysreel.

    La poltica oriental de Csar fue, por consiguiente, neta-mente favorable a los judos y, en este aspecto, ser continua-

    Herodes el Grande 49 da por sus sucesores, Antonio y Octavio Augusto. Favoreci mucho tambin a los judos de la dispora (cf. pp. 133-134, etc.), pero sobre todo permiti, de hecho, la irresistible ascen-sin de la casa de Antpatro, llamada tambin de Herodes. En efecto, desde el ao 47 a.C, aunque daba la impresin de no actuar nunca independientemente de la voluntad de Hircano, Antpatro era el dueo efectivo de Judea, de la que entonces fue nombrado procurador (epitropos). Sus hijos fueron grati-ficados tambin con los ms elevados cargos administrativos: Fasael fue nombrado gobernador (strategos) de Jerusaln y He-rodes de Galilea. Tras la muerte de Csar (44 a.C), el clan idumeo reforz ms todava su poder en Palestina. Se puso a disposicin de Casio, dueo momentneo de Oriente, en la guerra contra los sucesores de Csar. En el 43, Antpatro fue envenenado, con la complicidad, sin duda, de Hircano. Su obra poltica, sin embargo, continuar consolidndose y exten-dindose. Con ello, embarcaba a la nacin en la etapa ms equvoca de su historia, el reinado de Herodes.

    HERODES EL GRANDE19 (40/37 - 4 a.C.)

    Al aniquilar el segundo triunvirato a los asesinos de Csar el 42 a.C. en Filipos (Macedonia), Antonio se encontr nuevo dueo de Oriente. Avanz hacia Siria pasando por Asia Me-nor. Los judos terciaron ante l para que los desembarazase de Herodes. Pero ste, invocando anteriores alianzas del gene-ral romano con su padre Antpatro (como ya vimos), supo mantener sus prerrogativas. Antonio prorrog igualmente los privilegios que Csar haba concedido a los judos. En el 41 nombr a Herodes tetrarca de Galilea y Samara, y a Fasael de Judea.

    En el ao 40 saldra de nuevo a la superficie Antgono, hijo menor de Aristbulo. Tras la muerte de Csar en el 44, haba intentado ya penetrar en Galilea para conquistar Jerusaln y ocupar el trono, pero fue rechazado por el gobernador Hero-des y tuvo que volver a Calcis, donde viva. Pues bien, la inva-sin de Siria por los partos le ofreca ahora la ocasin de elimi-

    19 El epteto el Grande, utilizado ya por Josefo (Ant. 18,130,

    136), se debe a la necesidad de distinguir al fundador de la dinasta de sus descendientes y homnimos de reinados menos gloriosos.

    4

  • 50 Los acontecimientos

    nar al idumeo y restaurar la monarqua asmonea. Se ali con los partos, quienes le ayudaron a controlar la capital juda y sus territorios circundantes. El viejo Hircano y Fasael cayeron prisioneros: el primero fue mutilado para que no pudiera ejer-cer sus altas funciones y trasladado despus a Babilonia, donde recibi una calurosa acogida por parte de los judos, el segun-do se suicid o fue asesinado.

    Antgono consigui presentarse como el ltimo rey asmo-neo, del 40 al 37 a.C. Acu monedas (cf. EJ 5,700-701) con smbolos patriticos y apareci como lder del partido naciona-lista tradicional opuesto a la casa de Antpatro. Herodes consi-gui huir. Puso a su familia a buen recaudo en Masada y luego se traslad a Alejandra y de all a Roma. En el otoo del 40, por consejo de Antonio y Octavio, el Senado le nombr rey de Judea y le proclam rex amicus et socius populi romani20. Del 39 al 37 intent, sin xito, varias veces deshancar a Antgo-no y tomar posesin del trono. Moviliz un ejrcito de merce-narios y emprendi la conquista de Galilea, donde choc con la oposicin del pueblo, fracasando finalmente. Regres enton-ces hacia la costa hasta llegar a Idumea. Mientras Herodes se entrevistaba con Antonio para pedirle refuerzos, Antgono de-rrot y mat a Jos, otro hermano de Herodes, siendo necesa-ria la intervencin masiva del ejrcito romano (posible gracias a que la guerra con los partos haba terminado) a las rdenes de Sosio, para reducir a Antgono. Jerusaln fue asediada du-rante cinco meses por las tropas romanas y las de Herodes, y cay a finales del verano del 37. Antgono fue enviado a An-tioqua ante Antonio, que lo mand ajusticiar. Durante el ase-dio, Herodes se ali con el partido de Hircano mediante su boda con Mariamne, nieta del sumo sacerdote.

    Rey efectivo de los judos al fin, Herodes, hijo de idumeo, control entonces el poder. Hizo ejecutar de golpe a cuarenta y cinco miembros del Sanedrn que haban apoyado a los asmo-neos, con lo que el Sanedrn qued debilitado. Durante todo su reinado nombrar y destituir a su antojo a los sumos sacer-dotes. Los romanos le concedieron muchos privilegios, incluido el derecho de guerrear, en ciertos casos, contra pases extranje-ros. Sin embargo, a pesar de estas apariencias impresionantes, permaneci siempre al haber sido instituido rey por la gracia de Roma como instrumento poltico perfecto del imperialis-

    20 En Ant. 17,246, se llama a Herodes amigo y aliado de Roma (en grie-

    go: philos kai symmachos).

    Herodes el Grande 51

    mo romano en Oriente. El hecho de que viviera y administrara el pas como un autntico monarca helenista contribua en gran manera a esa funcin.

    Herodes rein desde el ao 37 al 4 a.C. Este largo perodo puede dividirse en tres fases.

    1. Del 37 al 27 a.C. (consolidacin del poder). Durante este perodo se esforz Herodes en liquidar fsicamente a los miembros o partidarios de la casa real asmonea. Uno tras otro fueron desapareciendo: en el 35, Aristbulo III, hermano de Mariamne y, por tanto, su cuado (haba sido nombrado sumo sacerdote con el apoyo de su madre Alejandra y gracias a la intervencin de Cleopatra VII); en el 30, Hircano, el sumo sa-cerdote mutilado que haba regresado de Babilonia; en el 29, la propia Mariamne, acusada de adulterio; en el 28 (?), Alejandra, madre de Mariamne y suegra de Herodes.

    Por lo que al exterior se refiere, Herodes prest atencin a las ambiciones polticas de la reina de Egipto, Cleopatra. Tras la batalla de Farsalia, en que fue vencida por Csar, se convir-ti en su amante. Cleopatra era, en esos momentos, amante de Antonio con quien aspiraba a constituir un imperio helenstico cuyo centro radicase en Alejandra. La guerra contra los partos ech abajo esos planes, mas, una vez concluida, Cleopatra so-aba con restaurar el dominio tolemaico sobre Siria y Palesti-na. Pero Herodes se cruz en su camino, utilizando como gran baza su acrisolada lealtad a Antonio. Alquil a Cleopatra el distrito de Jeric, precioso desde el punto de vista econmico, que la egipcia haba recibido de Antonio junto con otras ciuda-des costeras.

    Cuando estall la guerra civil entre Octavio y Antonio, en el 32 a . C , ste exigi a Herodes, a instancias de Cleopatra, que guerreara contra los nabateos. La reina de Egipto espera-ba apoderarse de este modo de los dos reinos beligerantes, que quedaran debilitados por la guerra. Tras una severa derrota inicial, Herodes venci a los nabateos cerca de Filadelfia y, por fin, los someti por completo el 31 a.C. Unos meses ms tar-de, en septiembre del mismo ao, Antonio fue derrotado por Octavio en Actium, lo que signific su fin y el de Cleopatra. Partidario de Antonio, dio Herodes por un momento la impre-sin de estar perdido. Pero supo situarse del lado del vence-dor, quien le mand acudir a Rodas, para dar explicacin de sus actos y aclarar sus intenciones. Octavio se percat del be-

  • 52 Los acontecimientos

    neficio que el reinado de Herodes representaba para Roma. A partir de entonces, lo mismo que haba hecho con los dems prncipes orientales a quienes mantuvo en su puesto como tc-tica poltica, le confirm su ttulo y mantuvo sus prerrogativas. Ms an, le restituy los territorios que Antonio haba regala-do a Cleopatra. Ms tarde, acogi Herodes pomposamente a Octavio en Tolemaida y fue a felicitarle luego a Egipto por la muerte de Antonio y Cleopatra. Con motivo de este ltimo encuentro, le cedi Octavio ciudades martimas y algunas otras de TransJordania.

    2. Del 27 al 13 a.C. (prosperidad). Por su nmero y di-mensiones, las impresionantes construcciones de Herodes fue-ron el hecho ms destacado de este perodo. Ante todo, las ciudades construidas o reconstruidas en Palestina segn el mo-delo helenstico (lo trataremos con ms detencin en pp. 205-210). Construy su palacio en Jerusaln y edific la fortaleza Antonia sobre el antiguo emplazamiento del akra (ciudadela). Su realizacin ms grandiosa fue el templo, levantado en el sitio de la modesta edificacin posterior al exilio. La obra se inaugur el 20/19 a.C. y el santuario estuvo dispuesto para el culto a partir del ao siguiente, aunque la dedicacin no tuvo lugar sino nueve aos ms tarde. Los trabajos, sin embargo, no acabarn hasta el 64, dos aos antes del inicio de la gran rebe-lin del 66-70 y apenas seis antes de que ese suntuoso y vasto edificio fuera destruido por Tito. Es de destacar tambin el famoso palacio-fortaleza sobre el promontorio rocoso de Masa-da (cf. p. 220) y el Herodium, mausoleo situado al sureste de Beln, donde sern transportados con gran pompa los despojos mortales del rey. Los contemporneos debieron a Herodes un sistema de riego a base de acueductos, el desarrollo del comer-cio terrestre y martimo, la seguridad en los nudos de comuni-cacin (cf. la historia de Zamaris, pp. 123s), etc.

    Imitando el estilo suntuoso del helenismo, Herodes intent extender su reputacin de bienhechor (evergetes) ms all de las fronteras de su reino, en virtud de su largueza y sus iniciati-vas respecto a las ciudades de Fenicia, Siria, Asia Menor y Grecia (cf. infra, pp. 137-138). Esa poltica de liberalidad, ade-ms de servir a la causa personal del monarca, result benefi-ciosa para el establecimiento y la expansin de los judos de la dispora. Al actuar de este modo, Herodes aportaba una orgu-llosa pero seria contribucin a la cultura helenstica, contribu-cin, por lo dems, terriblemente onerosa para el pueblo judo

    Herodes el Grande 53 que, contra sus profundos deseos, se vea en la obligacin de financiarla con su esfuerzo. Se comprende as que, a pesar de sus admirables realizaciones, nunca fuera Herodes querido por el pueblo. En determinados crculos, se le lleg a considerar incluso como un nuevo Antoco Epfanes. Los fariseos, con los que al principio no tuvo friccin alguna, se le volvieron cada vez ms hostiles. En lo que a los saduceos respecta, la evolu-cin fue distinta. Representando al partido pragmtico, apoya-ron a los asmoneos, en especial a Aristbulo durante su efme-ro reinado del 40 al 37 a.C. Cuando Herodes domin la situa-cin, hizo ejecutar a ms de uno y reemplaz constantemente a los altos funcionarios, sobre todo a los sumos sacerdotes, reclu-tados ordinariamente de entre ellos. Los despoj as de todo poder, hasta convertirlos en serviles instrumentos suyos.

    3. Del 13 al 4 a.C. (crisis domstica). Los diez ltimos aos de su reinado estuvieron marcados por multitud de con-flictos familiares, cuya importancia poltica era tanto ms acu-sada cuanto que los hijos del monarca se iban haciendo adul-tos, influyentes y ambiciosos. De Mariamne la asmonea (ejecu-tada el 29 a.C.) tuvo Herodes dos hijos: Alejandro y Aristbu-lo. Herederos legtimos del reino, se les envi a Roma para recibir una educacin propia de prncipes. Llamados a la corte en el 18/17 a . C , no faltaron motivos para las disensiones entre ambos y su padre. Su hermanastro Herodes Antpatro, nacido del matrimonio de Herodes con su primera mujer Doris (qui-zs idumea), constitua un serio rival para la sucesin del tro-no. Era de prever una lucha dinstica, incluso ya latente. He-rodes, amigo y servidor de Augusto le consult y ste le sugiri que, a la muerte del rey, el reino se repartiera entre los tres herederos. Pero, a pesar de los repetidos intentos de concilia-cin, Herodes, obsesionado por la idea de una conspiracin, hizo condenar y estrangular a Alejandro y Aristbulo, con el beneplcito de Roma (el 7 a .C) . Por ltimo, Herodes Antpa-tro, acusado de haber conspirado contra su padre, fue conde-nado a muerte y ejecutado, siempre con la aquiescencia de Au-gusto. Esto ocurra apenas cinco das antes de que el rey expi-rase en Jeric (4 a .C) .

    Desapareci entonces, a la edad de setenta aos, el que, despus de David, fuera objetivamente el ms grande y presti-gioso de los jefes de la tierra nacional juda. El 37 a.C. su reino no abarcaba ms que la Judea de Antgono. Gracias a los sucesivos favores de Augusto, sigui extendindose y a su

  • 54 Los acontecimientos muerte comprenda (cf. mapa n.4): toda Palestina por encima de la lnea que va del Mediterrneo al Mar Muerto (al sur de Masada), a excepcin de Ascaln y el litoral circundante; im-portantes territorios transjordanos, desde el Maqueronto al sur, hasta las fuentes del Jordn al norte; un ancho espacio hacia el noroeste (Batanea, Tracontida, Aurantida) excep-tuando, no obstante, la Decpolis. Aparte de los judos, la po-blacin estaba formada por griegos y gran nmero de sirios helenizados.

    En cuanto a lo que constituye la naturaleza original de un autntico Estado judo, el reinado de Herodes el Grande esta-ba aquejado de un triple mal congnito, lo que explica, en gran medida, las dificultades, primero graves y luego fatales, que no dejaran de aparecer e incrementarse desde la muerte del rey el 4 a.C. hasta la destruccin del templo en el ao 70. En primer lugar, su origen idumeo; luego, su manera helensti-ca de vivir y gobernar; y por ltimo, su constante dependencia respecto al poder de Roma. Esta dependencia fue una trampa para la autonoma poltica de los judos, tanto ms cuanto que era precisa la autoridad personal y el genio diplomtico de He-redes para sacar partido de ella. Pero las cualidades de Hero-des no fueron hereditarias.

    SUCESIN DE HERODES EL GRANDE-REPARTO DEL REINO

    (4 a.C.) En su definitivo testamento, dividi Herodes el Grande su

    reino para que fuera repartido entre sus tres hijos: Arquelao y Antipas, hijos ambos de Maltace, y Filipo que lo era de Cleo-patra. El ttulo de rey lo heredaba nicamente el primero por ser el primognito. Los otros dos eran simplemente tetrarcas. Estas disposiciones deban ser ratificadas por Augusto.

    Apenas concluidos los funerales del rey, Arquelao tuvo que enfrentarse a una grave rebelin, con motivo de la Pascua, antes de partir hacia Roma para recibir la investidura real. Por Pentecosts estallaron otros conflictos. Eran muchos los aspirantes al trono y ste fue un perodo particularmente san-griento.

    Augusto ratific el testamento de Herodes, pero neg a Ar-quelao el ttulo de rey. Nombrado etnarca, recibi Judea, Sa-mara e Idumea. Ser depuesto enseguida, en el ao 6, por los

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  • 56 Los acontecimientos

    romanos con motivo de una queja comn de judos y samarita-nos. Fue exilado a Vienne, en la Galia, donde muri el ao 18. Su territorio fue confiado a un prefecto o procurador, depen-diente del gobernador de Siriai(cf. p. 218).

    Tras haber sido depuesto su hermano, Antipas tom el nombre dinstico de Herodes (Herodes-Antipas). Gran cons-tructor como su padre, aparece en Mt 14,4. Impulsado por su segunda mujer Herodas, intent obtener de Roma el ttulo de rey, pero Calgula (37-41) le destituy en el 39 exilndolo a la Galia, en Lugdunum Convenarum (Lyon des Convnes, hoy Saint-Bertrand-de-Comminges, en los Pirineos centrales). Se entreg su territorio o tetrarqua a Agripa I, hermano de He-rodas y nieto de Herodes el Grande y Mariamne.

    En cuanto a Filipo, tercer hijo de Herodes, control prcti-camente a individuos no judos fuera del territorio nacional, donde su vida transcurri sin relieve alguno. Fue tambin gran constructor (cf. p. 208). Cas con Salom, hija de Herodas y muri el 34 sin descendencia. Sus tierras fueron incorporadas por Tiberio (14-37) a la provincia romana de Siria. En el 37, Calgula se las ceder a Agripa .

    Agripa I (41-44)21 se encontraba en Roma en el ao 41, en el momento del asesinato de Calgula. Nieto de Herodes, era hijo de Aristbulo, ejecutado el 7 a.C. Fue cmplice del nom-bramiento de Claudio (41-54). Recibi de ste el ttulo de rey que conserv hasta su repentina muerte en el ao 44. A la llegada de Claudio, se encontr a la cabeza de un reino tan extenso como el de Herodes el Grande. Ya desde el 37 haba recibido la antigua tetrarqua de Filipo y la Abilene (regin entre Damasco y el Antilbano); en el 39 la de Herodes Anti-pas, aadiendo Claudio a estos dominios los territorios gober-nados por los procuradores tras la deposicin de Arquelao: Ju-dea-Samara e Idumea. Fue el ltimo rey semi-independiente de la nacin juda.

    Al trmino de su efmero reinado neg Claudio a su hijo Agripa II 22, de diecisiete aos, el trono de su padre. Toda

    21 Sobre el apacible y prspero reinado de Agripa I, consultar Paul, IB

    111/1, 70-72. 22

    Conocido con el nombre de Agripa II, el hijo de Agripa I ser el ltimo representante de la dinasta herodiana. En el 48 Claudio lo nombr rey de Calcis y luego, al ao siguiente, inspector del templo, con el derecho de nom-brar sumos sacerdotes. Mantuvo una inquebrantable fidelidad a Roma. Al rei-no inicial de Agripa II, aadi Claudio en el 53 la antigua tetrarqua de Hero-des-Antipas. La guerra del 66-70 afectar poco a ese monarca. Los Hechos de los Apstoles se refieren a l a propsito del proceso de Pablo (Hch 25-26).

    Los procuradores romanos 57

    Palestina fue entonces incorporada a la provincia de Siria bajo el nombre de Judaea. Quedaba bajo la autoridad directa de un prefecto o procurador23 imperial.

    LOS PROCURADORES ROMANOS (6-66)

    Los prefectos o procuradores eran los gobernadores puestos por Roma, primero a) en Judea (que comprenda tambin Sa-mara e Idumea) del 6 al 41 (desde el derrocamiento del rey Arquelao por Augusto hasta la llegada de Agripa I, gracias al favor de Claudio, y luego b) en toda Palestina desde el 44 al 66 (desde la muerte de Agripa I al estallido de la gran rebelin).

    En tiempo de Augusto y de Tiberio el ttulo habitual de gober-nador de Judea era el de praefectus (prefecto; en griego: eparchos). Por una inscripcin descubierta en el teatro de Cesa-rea en 1961 se sabe, en efecto, que Poncio Pilato (26-36) era praefectus Judaeae24. A partir de Claudio, se adopt con bas-tante frecuencia el trmino procurator (en griego: epitropos, tutor, administrador). Pero en las fuentes de la poca hay otros trminos: hegemon25 (jefe; en latn: praeses) o epimele-tes (comisario; en latn: curator), como aparece en Josefo26.

    El gobernador se encargaba de los asuntos militares, jurdi-cos y financieros. Para las cosas de mayor importancia, el alto funcionario deba informar al legado de Siria, de la que Judea vena a ser un anexo (prostheke, Ant. 18,2). En la prctica, no obstante, actuaban con plena libertad. Su residencia habi-tual (praetorium) estaba en la Cesrea martima. Durante las grandes festividades judas, vena a Jerusaln con una escolta para prevenir eventuales incidentes. Resida entonces en el an-tiguo palacio real o en la fortaleza Antonia, en las proximida-des del templo. Dispona de una modesta ayuda militar: tropas auxiliares (auxilia) reclutadas en Siria e incluso Palestina, pero nunca en