105777525 lourdes relato autentico de las apariciones rene laurentin

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    Ren Laurentin

    LOURDES,relato autntico de las apariciones

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    Ren Laurentin (Tours, 1917) eslicenciado por el Instituto Catlico y por laSorbona de Pars. Hecho prisionero por losalemanes en 1940, pas cinco aos en un

    campo de concentracin nazi. Telogoasesor del Concilio Vaticano II, periodista yprofesor universitario. Laurentin estconsiderado como uno de los mayoresexpertos mundiales en teologa yapariciones marianas. Es autor de ms deciento cincuenta libros, entre los quedestacamos Histoire authentique desApparitions,Visage de Bernadette y Logiade Bernadette.

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    NDICE

    PRLOGO..........................................................................6

    PREFACIO..........................................................................9

    LA PASIN DE LOS SOUBIROUS..........................................9

    JUEVES, 11 DE FEBRERO DE 1858................................................30Primera aparicin........................................................................30VIERNES, 12 DE FEBRERO DE 1858.............................................42SBADO 13 DE FEBRERO DE 1858...............................................43DOMINGO, 14 DE FEBRERO DE 1858...........................................45Segunda aparicin......................................................................45

    LUNES, 15 DE FEBRERO DE 1858................................................56MARTES, 16 DE FEBRERO DE 1858..............................................60MIRCOLES, 17 DE FEBRERO DE 1858.........................................63

    JUEVES, 18 DE FEBRERO DE 1858................................................65TERCERA APARICIN...................................................................65VIERNES, 19 DE FEBRERO DE 1858.............................................74CUARTA APARICIN....................................................................74SBADO, 20 DE FEBRERO DE 1858..............................................78QUINTA APARICIN.....................................................................78

    DOMINGO, 21 DE FEBRERO DE 1858...........................................82SEXTA APARICIN.......................................................................82LUNES, 22 DE FEBRERO DE 1858..............................................100DA SIN APARICIN...................................................................100MARTES, 23 DE FEBRERO DE 1858............................................107SPTIMA APARICIN..................................................................107MIRCOLES, 24 DE FEBRERO DE 1858.......................................121OCTAVA APARICIN..................................................................121

    JUEVES, 25 DE FEBRERO DE 1858..............................................128

    NOVENA APARICIN..................................................................128VIERNES, 26 DE FEBRERO DE 1858...........................................149DA SIN APARICIN...................................................................149SBADO, 27 DE FEBRERO DE 1858............................................153DCIMA APARICIN...................................................................153DOMINGO, 28 DE FEBRERO DE 1858.........................................157UNDCIMA APARICIN..............................................................157LUNES, 1 DE MARZO DE 1858....................................................162DUODCIMA APARICIN............................................................162

    MARTES, 2 DE MARZO DE 1858.................................................170DECIMOTERCERA APARICIN....................................................170MIRCOLES, 3 DE MARZO DE 1858............................................189

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    DECIMOTERCERA APARICIN....................................................189JUEVES, 4 DE MARZO DE 1858...................................................201DECIMOQUINTA APARICIN......................................................201DEL 5 AL 24 DE MARZO DE 1858...............................................222

    JUEVES, 25 DE MARZO DE 1858.................................................238

    DECIMOSEXTA APARICIN........................................................23825..............................................................................................245DEL 26 DE MARZO A LA NOCHE

    DEL 6 DE ABRIL.............................................................................245MIRCOLES, 7 DE ABRIL DE 1858..............................................250DECIMOSPTIMA APARICIN.....................................................250DEL 7 DE ABRIL AL 16 DE JULIO DE 1858...................................258CUANDO BERNADETTE DESAPARECE........................................258VIERNES, 16 DE JULIO DE 1858..................................................261

    LTIMA APARICIN...................................................................261SENTIDO DE LAS APARICIONES.......................................265

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    PRLOGO

    Carta de monseor Thas, obispo de Tarbes-Lourdes,

    a Ren Laurentin

    Querido profesor.

    Cuando le ped, en 1954, que estudiara los hechos de Lourdes, noimaginaba las proporciones de la obra en la cual esta solicitud loempeara.

    Usted ha llevado a cabo una caza del documento sin precedentes.Ha sido el primero en escudriar en la totalidad de los archivos, adespecho de los antagonismos que les haban impedido hacerlo a suspredecesores. Usted ha sacado a la luz muchos documentos desconocidose insospechados.

    Ha realizado as la monumental edicin de los seis volmenes deDocuments authentiques que su colaborador, dom Bernard Billet, hapersonalmente prolongado con un sptimo volumen redactado con el

    mismo mtodo, el mismo rigor, y muy oportuno con ocasin del centenariode la entrada de Bernadette en la vida religiosa.

    Sobre la base de todos los documentos ha comprobado, da a da y amenudo minuto a minuto, qu ocurri en el curso de las dieciochoapariciones de Lourdes.

    Este trabajo ha sido para usted un largo tnel. Durante aos se hapreguntado si esta reconstruccin era posible, dada la confusin que,desde el comienzo, haba hecho trasladar, de una aparicin a otra,

    muchos de los hechos que all se encontraban inextricablemente mezcla-dos. Sin duda, en sus lneas esenciales la historia de Lourdes ya habasido establecida, pero ahora puedo sopesar cunto enriquecen nuestroconocimiento de las apariciones la precisin y la exactitud cronolgica alas que usted ha llegado.

    Rindo homenaje al rigor de su trabajo, que he apreciado paso apaso y del que me ha sometido con confianza las etapas ms delicadas. Sums grande mrito ha sido superar con igual objetividad y serenidad las

    penosas controversias que haban opuesto a los historiadores de Lourdesy, en gran medida, a sus herederos. A fuerza de exactitud y mtodo ha

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    sabido elevarse por encima de las pasiones y las presiones.

    No olvido tampoco que su rigor ha desarmado, desde 1958, aalgunos enemigos de Lourdes que se preparaban para aprovechar ciertossilencios de la historia. Nosotros entonces ignorbamos lo que se tramaba

    en la sombra. No crea estar tan acertado al responderle, cuando mesometi los problemas que planteaba la edicin completa de losdocumentos: Lourdes no necesita ms que verdades.

    Lo que ms asombra de estas pericias, estos anlisis minuciosos,estas averiguaciones de la genealoga de los documentos y estosanlisis de amplio espectro de los testimonios, que usted ha impulsadohasta los lmites de lo posible, es que hayan llevado a una narracinconcreta, sencilla y lmpida como la misma Bernadette,

    Por desgracia, esta narracin, impresa por entero en su monumentalobra, no era accesible al gran pblico. La masa de los seis volmenes enque estaba incluida, la impresionante mole de notas, las largas pericias,las sinopsis y las tablas de cifras que interrumpan el hilo de losacontecimientos, bloqueaban a la mayor parte de los devotos de Lourdes.Se impona una edicin aparte. Se la pedan de todos lados. Hoy estoyfeliz de presentarla a los peregrinos y a los amigos de Lourdes.

    Es la ms concreta de las narraciones editadas hasta hoy. El lector,

    desprevenido, podra sentirse tentado de preguntarse cmo sabe ustedtodo esto y temer que se trate de una narracin novelada. Sin embargo notiene ms que volver a la Histoire authentique. All encontrar cadahecho, cada frase y, siempre que sea necesario, cada palabra justificadospor documentos exactamente citados y criticados.

    Esta narracin despojada de toda redundancia, de todaexageracin, satisface las exigencias del lector actual, tanto en el planoespiritual como histrico. Bernadette se revela all admirable, no entriunfos cotidianos y espectaculares, sino en su humildad y en su mismapobreza. Nos quedamos asombrados al verla mantener da a da su lneade rigor y fidelidad, en medio de dificultades en apariencia insuperablesy, en gran parte, ignoradas, que se renovaban continuamente.

    Su narracin, en fin, manifiesta en transparencia y sincomentarios el mensaje de la Inmaculada: pobreza, plegaria ypenitencia; mensaje que su conclusin desarrolla en profundidad. No

    sabra recomendar suficientemente esta lectura a todos los que quieranconocer y vivir Lourdes.

    Usted se ha convertido en uno de los ms grandes benefactores de

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    Lourdes. Custodio de la gruta y el santuario, me siento incapaz de decirleel reconocimiento y las felicitaciones que se le deben.

    Me resulta grato, sin embargo, querido profesor, expresarle consinceridad gozosa y total mi respeto y admiracin

    PIERRE-MARIE THAS,

    obispo de Tarbes y Lourdes

    1965

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    PREFACIO

    LA PASIN DE LOS SOUBIROUS

    (1841-1858)

    En casa de los Soubirous las cosas iban mal. La racha vena de lejos.Preceda a su matrimonio. Haba sido el motivo del matrimonio.

    Una muerte

    Todo empez el 1 de julio de 1841, en el molino de Boly, una viejaconstruccin encapuchada de tejas ocres sobre el arroyo del Lapaca. Hastaaquel da era un hogar feliz. En pocos instantes todo cambi. La compuertaestaba cerrada; la rueda, parada. Las persianas estaban echadas. Dentro delmolino haba una familia hecha un mar de lgrimas: la madre, ClaireCastrot (cuarenta y cuatro aos), y sus cinco hijos: Bernarde (diecisieteaos), Louise (quince aos), Basile (trece aos), Jean (diez aos) y Lucile

    (dos aos).El padre, Justin Castrot, llamado Boly, acababa de perder la vida en

    un accidente de carro en la carretera de Poueyferr. Ah estaba, tendido,todava cubierto de harina.

    Un matrimonio

    Acuciada por la necesidad, la viuda Castrot, an de luto riguroso,

    empez a rumiar una solucin a su problema. Dicho problema loconstituan sus cuatro hijas y el molino.

    Si al menos Jean, el pequen, fuese el mayor; si al menos el maridohubiese completado la adquisicin de Boly, el sueo de su vida,lentamente perseguido a lo largo de veintids aos. Pero no, an no estabapagado, y la situacin distaba de ser clara...

    Sin embargo, no era cuestin de abandonar un molino que losCastrot, parientes de los propietarios, explotaban desde 1786... Quedabacasar a la hija mayor para seguir rodando y, con un poco de suerte, ter-minar de pagarlo. No haba mucho donde elegir en el crculo de la

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    molinera lourdense, pues, de la docena de hombres vlidos, la mayoraestaban casados, eran demasiado jvenes o demasiado viejos.

    Fue as como Claire Castrot se vio empujada a hacer ciertasinsinuaciones a Franois Soubirous, del molino Latour, todava soltero a

    sus treinta y cuatro aos. Plcido y nada contradicente, el yerno enperspectiva pronto se convirti en un enigma. Acuda de buen grado aBoly y pareca sentirse a gusto, pero las cosas no adelantaban. Cuanto sehaca para animarle en relacin a Bernarde resultaba en vano e incluso leretraa. Nunca perda la sonrisa pero no sala de su concha. Y entretanto elmolino estaba parado o funcionaba costosamente con un obrero.

    Se decidira? s o no?... El enigma se aclar poco a poco, a base deindicios y de concilibulos entre parientes. Franois no se interesaba por

    la mayor sino por la menor, Louise, rubia de ojos azules. Intentaronhacerle entrar en razn. Vamos, no iban a casar a la segunda hija antes quea la primera, y con apenas diecisis aos. Menos de la mitad de su edad!Hara mejor negocio con la heredera, Bernarde, que era perfecta, y muyhbil costurera.

    Pero no, nada le haca desistir. Plcido y testarudo, escuchaba conimperturbable sonrisa pero sin ceder un palmo de terreno. Louise esmejor ama de casa, arga cuando se vea acorralado.

    Lo cierto es que era al contrario. Bernarde tena ms cabeza y erams ordenada, pero no era esa cabeza la que quera Franois . Era Louisela que le haba llegado al corazn. De todo modos, an le quedabasuficiente sentido de las conveniencias para no anteponer motivos desentimiento, que no tenan lugar en la molinera de Lourdes en 1842. Deah la debilidad de su argumentacin. Pero, con buenas o malas razones,una cosa termin por imponerse: Franois se casara con Louise o connadie.

    As fue como la decisin tuvo que esperar un ao.

    La boda qued fijada para el 19 de noviembre de 1842 (fecha en queLouise haba cumplido ya diecisiete aos). Y he aqu que la madre deFranois falleca el 21 de octubre. Por respeto al luto, se limitaron acelebrar el matrimonio civil, paso que permita resolver los asuntos denegocios. La boda religiosa y las fiestas se pospusieron para tiempos

    mejores. Se celebraron al cabo de un ao, el 9 de enero de 1843. Fueentonces cuando Franois entr en el molino de Boly.

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    Inicios sin incidentes. Los recin casados encontraron la felicidad una felicidad slida; los problemas materiales parecan evitarles.Despreocupados por naturaleza, poco dotados para la reflexin, pues nosaban leer ni escribir, hacer cuentas, no pensaban en los problemas.

    Adems, la suegra y la hija mayor, tambin analfabetas pero ms dotadaspara los negocios, estaban con ellos. La autoridad del nuevo molinero sevea reducida, pero l se avino a la situacin de buen grado. Despus detodo, no eran ellas las que llevaban los negocios desde haca casi dosaos? Y adems, quin haba cambiado de nombre al casarse? No Louisesino su marido: de Franois Soubirous, haba pasado a convertirse paratodos en Franois Boly De manera que todo marchaba bien segn loscnones del mundo de Lourdes, con su larga serie de molinos pegadosunos a otros que competan entre s a lo largo del nfimo arroyo delLapaca. Es cierto que los ocho estaban algo hacinados en las tres estanciasdestinadas a vivienda, pero no eran exigentes al respecto. La vidareanudaba su curso en Boly, pausadamente, poco a poco, como el Lapaca.

    Un nacimiento

    Un ao despus de la boda, el 7 de enero de 1844, a las dos de latarde, hubo un nacimiento en el molino. Una nia. Morena, con ojos de

    terciopelo. Se llamara Marie-Bernarde; en dialecto, Bernadette.Al da siguiente, a las siete de la maana, Franois , con torpeza pero

    lleno de orgullo, present al beb en el ayuntamiento. El oficial delregistro civil, Jean-Baptiste Claverie, redact el acta de nacimiento, quefue acompaada de felicitaciones y alegremente regada en el caf deenfrente, con los dos testigos: Jean Sgot y Jean Castrot, guardiamunicipal.

    Al da siguiente, 9 de enero, primer aniversario del matrimonio, elbeb entraba por primera vez en la iglesia romnica en la quediscretamente brillaban suntuosos bajorrelieves de madera dorada. Porencima del baptisterio de granito (en el que todava hoy los lourdensesreciben el sacramento del bautismo), el padre Forgues derram las aguasbautismales. La madrina fue Bernarde, todava en busca de marido, de ah(en compensacin) la eleccin del nombre. El padrino fue Jean Vdre, detrece aos, que lleg en carreta desde Momres en compaa de suhermana Jeanne, de diecisis aos, y de sus padres, Michel y Thcle, lahermana mayor de Franois Soubirous.

    Las campanas repicaron al vuelo como era costumbre cuando se

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    trataba de un hijo legtimo. Y el campanero tuvo su doble medida degrano, en la que el molinero no se mostr cicatero.

    Bernadette chill.

    Esta nia va a ser mala, augur el joven padrino, que haba tenido

    dificultades para hacerse or entre tanto alboroto.El recuerdo de la fiesta que se celebr luego ha quedado dado fijado

    en una breve nota, escrita a medias en dialecto y a medias en francs:

    Uo tisto de crespets et bouteilles de pich sus era taoulo. On fit uneronde. (Hicimos una ronda.)

    Los lourdenses lo entienden. Los dems tambin lo harn cuandosepan que un tisto es un gran cesto de bordes anchos, los crespets, una

    especie de buuelos y el pich designa unas orondas botellas concapacidad para dos o tres litros.

    La ruina

    La primera infancia de Bernadette estuvo rodeada del ruido de lasruedas y las muelas, las risas y gritos de los trabajadores que tomaban unrefrigerio al tiempo que esperaban la mercanca mientras en el exteriorrelinchaban los caballos y tironeaban los asnos.

    De noche, una gran calma se apoderaba del lugar. Slo se oa elligero rumor del Lapaca que prosegua, a travs de la compuerta, su carrerahacia el torrente

    Una noche de noviembre ese periodo de pacfica felicidad se viointerrumpido por un accidente. Louise, fatigada en los primeros meses deun nuevo embarazo, se durmi cerca del fuego. La candela de resinasuspendida en la chimenea cay sobre su corpio. El fuego prendi en la

    ropa. Louise despert a una pesadilla... La llaga le iba a impediramamantar a Bernadette. Sin embargo, all arriba, en Bartrs , a cuatrokilmetros de Lourdes, Marie Lagus acababa de perder a su nico hijo,Jean, de dieciocho das. Con tristeza, se hizo cargo de la nia. Bernadettele aportara una pensin de cinco francos al mes, en dinero o en trigo.Bernarde se encargaba de llevar a su ahijada a la casa Burg, dondepermaneci ocho das para acostumbrarla...

    El que se habitu peor (quin lo hubiese credo?) fue Franois. No

    consegua hacerse a la cuna vaca y decidi subir cada da a Bartrs, con laexcusa de un saco de trigo que entregar, o de un trato que negociar. Nuncael molino de Boly haba tenido tantos clientes all arriba en apariencia.

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    Louise, absorbida por su convalecencia y por su nueva gestacin, seresign con ms facilidad. Y adems su hija mayor ya se le haba escapadoun poco. Aquella muequita graciosa y frgil era de quien se ocupara deella. La abuela y la madrina le haban tomado mucho cario y se hacan

    cargo de la nia. Acostumbrada a obedecer como hija y como hermanamenor, Louise les haba cedido su tarea. Nos conoce tanto como a sumadre, observaban con orgullo las dos mujeres.

    El 13 de febrero de 1845 la cuna volvi a estar ocupada: esta vez fueun nio, al que llamaron Jean. Pero desgraciadamente la criatura no hacams que debilitarse. Tres meses despus de su nacimiento, el 10 de abril de1845, a las siete de la tarde, era tan slo un cuerpecito blanco y helado queiba a reunirse con los abuelos en el cementerio.

    Pero no fue este vaco, sino los primeros sntomas de escasez, lo quepoco tiempo despus trajo a Bernadette de vuelta al molino.

    Ya es hora de destetarla, afirmaban desde haca unos meses losSoubirous.

    Pero Marie Lages, sin hijos, se haba encariado con la nia y noquera separarse de ella, hasta el punto que, desmintiendo su reputacin derudeza, se la qued gratuitamente un mes ms. Un embarazo muy esperadofacilit la separacin. Louise Soubirous, que no quera quedar deudora, la

    obsequi con un pauelo, y Bernadette regres el 1 de abril de 1846 aBoly, pequeo castillo colgante que se recuerda por las ruedas del molinoy el riachuelo.

    En esas fechas la situacin entre los Castrot y los Soubirous era algotensa. El modus vivendi en el que se haba instalado en la euforia del dasiguiente a la boda no era el ms adecuado. La irresponsabilidad a la queFranois se haba resignado sin mucho pesar alimentaba su naturalindolencia. En su momento agradecieron que respetara la primaca de lamadre, pero ahora que las cosas andaban mal, llovan los reproches:

    Es que no te lanzas...

    Eres vergonzoso...

    Ay!, cuando viva el padre era distinto...

    Se haca el sordo para evitar problemas, pero los reproches leentristecan y le apartaban de la vida familiar. Sus momentos de libertadlos dedicaba cada vez ms a jugar a las cartas en el caf, con amigos que

    no le calentaban los cascos. En 1848, esta situacin se resolvi. Bernarde,cuyo matrimonio era an un problema, dio a luz a su primera hija. Louise

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    esperaba un beb para septiembre. La suegra decidi trasladarse a laciudad a vivir con sus hijos.

    Esta solucin fue un alivio para Franois y Louise, que al fin,despus de cinco aos de tutela, pudieron disfrutar de su propia vida.

    La situacin, sin embargo, no haba mejorado. El molino era viejo.El Lapaca daba agua a horas contadas. Adems, Franois era indolente ypoco espabilado; Louise, inexperta. Cierto que el ambiente de la casaera agradable. Uno siempre poda esperar un buen recibimiento y era unafiesta continua. La duea invitaba a beber y ofreca buuelos, que eran suespecialidad. Si la harina no estaba lista, el refrigerio era generoso yreinaba la alegra. A los amigos no se les cobraba y los que pedan eranbien recibidos (uno en particular, Michel Garicots, de Btharram, pasaba

    de vez en cuando...). Los clientes insolventes encontraban comprensin;los molineros no dudaban en adelantarles (sin intereses) unas medidas detrigo o de harina hasta la prxima cosecha, esperanza que dentro oficiotodo el mundo abrigaba como una salida a todas las dificultades...

    Este talante multiplicaba la clientela, pero era clientela de pocointers, que no pagaba. El equilibrio del presupuesto se rompa sinremedio. La estancia ms que movida de las hermanas de Louise agrav lasituacin. Aunque el molinero todava poda improvisar el pago del

    alquiler, de doscientos cincuenta francos, ya no caba pensar en comprar elmolino (lo que en algn momento haban considerado como un hecho) ni,sobre todo, en reparar el material.

    En este aparado intervino la mala suerte. Ocurri que Franois sedecidi a picar las muelas, que estaban ya demasiado lisas. El ruidomontono del martillo llenaba el poco habitual silencio del molino parado.De pronto, un grito hizo cundir el pnico: Franois entr como unautmata tapndose la cara con una mano, a travs de la cual manaba la

    sangre. Una astilla se le haba clavado en el ojo izquierdo.Franois qued tuerto. Los mdicos, acostumbrados a ese tipo de

    accidente, frecuente entre los muchos canteros de Lourdes, no tenan otroremedio para la situacin que un consuelo: El ojo que queda sustituir alotro gracias a la nueva fuerza que adquirir.

    Franois adopt entonces la costumbre de volver la cabeza hacia laizquierda para controlar las ruedas y descubrir lo que no le dejaba ver la

    aleta de la nariz, tan molesta los primeros das. Decididamente, el trabajono cunda. Se abandon; las muelas se alisaban y los tamices seagujereaban. La calidad de la harina baj. La buena clientela desertaba.

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    Los vencimientos se convertan en una tragedia. Dos o tres vasos de vinobebidos en compaa de los colaboradores ayudaban a olvidar la angustia,pero no resolvan nada. Cunto les reprocharon las malas lenguas a losSoubirous, cuando la ruina cay sobre ellos, aquellos vasos de vino toma-

    dos de tan buena gana! En el da de San Juan de 1854 les fue imposiblepagar el alquiler. Hubo que abandonar la casa.

    Con los ojos baados en lgrimas, Bernadette, de diez aos y medio,vio cmo amontonaban el mobiliario en la carreta y cmo dejaban atrs elalegre molino donde naci.

    Todos los enseres fueron trasladados a la casa Laborde, domicilioprovisional. Mientras trabaja todo el da aqu y all, Franois, que seaferraba a su posicin de molinero, estaba al acecho del primer molino

    libre. As firmara, santigundose y con los ojos cerrados, un contrato dealquiler oneroso para arrendar el molino Baudan. No durara mucho.

    El clera

    Fue un perodo triste en todos los aspectos: en otoo de 1855,Bernadette se vio aquejada por el clera. La epidemia causaba estragos enla ciudad: ocho muertos el 23 de septiembre; treinta el 10 de octubre.

    Muchas eran las personas que huan mientras otras muy sacrificadas sequedaron; entre ellas debemos destacar al padre Peyramale.

    El hombre cuya figura adquiri relieve en esas circunstanciasdifciles fue el nuevo comisario de polica, Dominique Jacomet (treinta ycuatro aos), asignado a Lourdes desde noviembre de 1853. El pnicogeneralizado convirti a ese hombre encantador en una especie de hroe.Tranquilo y emprendedor, no dud en exponerse a travs de la ciudad enhospital. Su mera actitud forzaba a los cobardes a mostrar mayor coraje.

    Le acompaaba el sargento de caballera D'Angla, que en aquellascircunstancias se convertira en amigo de por vida. Los dos se pusieronmanos a la obra desdeando la amenaza del contagio. Siguiendo losmtodos preconizados por los mdicos, hacan fricciones en la espalda alos enfermos con manojos de paja hasta dejarles la piel en carne viva. (Latcnica les resultaba familiar gracias a los caballos.) La espalda deBernadette, su piel frgil de once aos, tambin sufri la friccin, que fuerealizada con ms energa porque realmente se tema por su vida. Fue

    gracias a estos remedios? Lo cierto es que la nia se salv. Pero su salud,debilitada desde los seis aos, qued definitivamente deteriorada. Lossabios cuidados de Rosine Maillet, la comadrona que haba aliviado sus

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    males pasados con remedios de su propia cosecha, se revelaban ahoraimpotentes. El asma no la abandonara hasta su muerte.

    En la segunda semana de octubre, la epidemia se retir sin habersellevado a ningn miembro de la familia Castrot. Fue una pequea

    triquiuela de la muerte. El 22 de octubre falleci Claire Lavit-Castrot,madre de Louise, la ltima delas abuelas de Bernadette an con vida.

    El ltimo molino

    No hay mal que por bien no venga. Al hacer el reparto familiar, a losSoubirous les correspondieron novecientos francos (ms de tres aos dealquiler!). De ese modo podran solucionar una situacin difcil y tentar susuerte en el molino Sarrabeyrouse, en Arcizac-s-Angles (a cuatrokilmetros de Lourdes). Conseguiran recuperarse sumando a lamolinera una pequea cantidad de ganado. Invirtieron en el proyectocuanto tenan, y un poco ms...

    El experimento dur poco. Al primer vencimiento, Franois se vioobligado a regresar a Lourdes, sin ms esperanzas que encontrar a alguienlo bastante loco para arrendarle un molino. De maestro molinero haba idoconvirtindose poco a poco en bracero. La palabra expresa muy bien lo

    que significa: el que alquila sus brazos para cualquier empleo. El que valelo que vale su fuerza bruta: un franco veinte al da, menos caro quealquilar un buey (un franco treinta), o un caballo (un franco cincuenta ycinco), que tienen ms msculo.

    Con cuatro hijos a su cargo, con domingos y das de inactividad, elpan de cada da se vea a menudo reducido a su ms simple expresin.Louise tuvo que ponerse a trabajar: faenas de limpieza, extras en el caf dela plaza de Marcadal los das de mercado y, con mayor frecuencia, los

    duros trabajos del campo, sin posibilidad de cuestionarse si los sucesivosembarazos y crianzas le permitan semejante esfuerzo. Louise era unamujer orgullosa. Y la gente atribua su miseria a la pereza!

    Al estar ausente la madre, era Bernadette quien se quedaba con lospequeos: Toinette, Jean-Marie y Justin, nacido el 1 de febrero de 1855.Este ltimo no poda esperar que lo amamantaran en casa. Cuando llorabade hambre, la hermana mayor se lo llevaba al campo, donde su madreestaba trillando el trigo, guardando el grano, o recogiendo el maz, segn

    la estacin. En verano, a la sombra de una gavilla, el beb mamaba conavidez. Pero qu alimento encontrara en el pecho de su madre, mal

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    alimentada y agotada por el trabajo? Desde luego, no el necesario. Muriantes de cumplir los diez aos. Ya le haban precedido dos (Jean y luegoJean-Marie). Pero, pese al dolor, no podan evitar preguntarse cmohabran hecho con dos bocas ms que alimentar.

    Cuando la madre ya no poda trabajar, eran los nios quienes salan abuscar madera o a recoger huesos y chatarra, que luego revendan por unoscntimos a Letscina de Barou, la trapera, que a su vez provea al traperoCasteret. Lstima perderse el colegio. Pero lo primero era vivir y comer.

    Habra sido posible salir adelante da a da si no surgiese algn diarioimprevisto: la enfermedad, el alquiler, un vestido demasiado estrecho ya,unos zuecos imposibles de arreglar. Por mucho que lo comprasen todo delance en Marcadal, haba que descontarlo siempre de la comida.

    En el cabaret Nicolau

    Cualquier arreglo siempre era bien recibido. Durante el invierno de1856-1857, la ta Bernarde propuso a la familia llevarse a vivir con ella asu ahijada Bernadette. Se haba quedado viuda el 1 de julio de 18ro, alcabo de un solo ao de matrimonio; ms tarde contrajo matrimonio conJean-Marie Nicolau, al que llamaban Estrade, y regentaba el cabaret

    legado por su primer marido, en la esquina de las calles del Bourg y deBaous: era un gran edificio en el que haba sitio de sobras. Tampocofaltaba trabajo; era la ley de la casa, en la que todo funcionaba a toque devara... literalmente hablando, ya que la madrina era diestra en usar la varacomo bastn de mando. Corran tiempos duros y ella no tena ganas dequebrar como su hermana. Adems, tena principios sobre la educacin.En otro tiempo haba sido objeto de habladuras, pero de lo que pasabaahora en su casa, nadie encontrara qu decir y el que lo intentase tendra

    con quin vrselas.Con Bernadette no haba problemas, pues la nia era dcil, maosa yespabilada. La empleaba en las labores de la casa y en la costura, tarea enla que destacaba; se ocupaba con xito de los nios, Pierre y Jules, de tresy dos aos, respectivamente, y tambin despachaba en la barra. Pero ah suactividad no era tan satisfactoria: de sus padres proceda una generosidadnatural y una falta de sentido de la propiedad que no casaba con los prin-cipios de su madrina. Cuando la amiga Jeanne-Marie Caudeban (o

    cualquier otra) pasaba por el caf y la ta no vigilaba, poda tomarse gratisun vaso de vino.

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    Adems, estaba su manera de llenar la medida de hojalata de talforma que una vez bien llena la botella del cliente, todava quedaba untrago en el fondo!

    Bbete eso, Marie!

    Con tanto trabajo, no era cuestin de ir a la escuela, evidentemente.Ya era mucho que los padres se hubiesen descargado de una boca quealimentar.

    Desgraciadamente ese remedio, y algunos otros, no bastaban parasacarles de apuros. Iban a la ruina. Cada vencimiento del alquiler lesencontraba pelados y la cuestin se resolva una vez ms con la expulsiny la retencin de una parte del mobiliario.

    En el calabozo

    Esta vez recalaron en un pobre cuartucho: la casa Rives, queSoubies, alias el Plat, les cedi en subarriendo.

    De su prosperidad de otros tiempos slo quedaba el armario, honradel mobiliario de Boly. En esa ocasin hubo que abandonarlo al vencer elplazo. Una carretilla bast para amontonar el resto de los muebles y,encima de todo, a los dos pequeos que gritaban, intuyendo la desdicha

    que se avecinaba. Ya no saban adnde ir. Dnde podran encontrar algopeor?

    Afortunadamente, estaba la familia. El primo Sajous era elpropietario del edificio de la antigua crcel, que haba cambiado deemplazamiento. La habitacin ms srdida, el calabozo, como ellos lellamaban, estaba vaca: un cuchitril cuya insalubridad haba forzado en1824 el traslado de los locales penitenciarios. Un antro infecto y oscuro,escribira con desprecio el procurador Dutour.

    Sajous alojaba all a la chusma de la ciudad: los jornaleros espaolesempleados en las canteras. Por una renta de unos pocos cntimos, sehacinaban sobre el suelo mismo, bien apretados para darse algo de calor eninvierno; pero haban acabado de encontrar mejor. Mejor haremos enescuchar a su propietario, Andr Sajous, to de Bernadette, cuyas palabrasfueron recogidas a vuelapluma en 1878.

    La habitacin era... negra, insalubre... En el corral haba unas

    comunas que desbordaban y convertan aquello en un lugar infecto. Alltenamos la basura All alojaba yo a los espaoles que venan a cavar

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    en invierno y dorman sobre el suelo con sus mantas, muy a menudo sinpaja...

    Soubirous vino a pedirle la habitacin a mi to, que se habareservado la renta de la habitacin de abajo; no haba ms inquilinos. Mi

    to me lo dijo por la noche. Nosotros dijimos:Puesto que estn en la calle, habr que darles alojamiento.

    Aquello no me alegraba! Ellos tenan cuatro hijos, yo cinco; medaba cuenta de que mi mujer, que era mi buena, les dara de mi pan...

    Estaban en la miseria: dos pobres camas, una a la derecha al entrar,y la otra del mismo lado, ms cerca de la chimenea (yo mismo construesa chimenea). Slo tenan un pequeo bal para guardar toda su ropa.Yo no pona el mobiliario! Mi mujer les prest algunas camisas. Tenanparsitos; mi mujer tambin tuvo cuando durmi con Bernadette. Ellasola darles un poco de pan de mijo. Los pequeos, sin embargo, nuncapedan nada. Antes habran reventado.

    Es fcil leer entre lneas: la resistencia del to la espera de unarespuesta hasta la tarde la instalacin en el cuchitril donde los parsitosde sus anteriores ocupantes aada una prueba desconocida hasta la fecha,ya que Luise era limpia, reconoce ms adelante Andr Sajous. En

    cuanto a las dos camas... cmo arreglrselas? Como mnimo habrannecesitado tres camas: una para los chicos, otra para las nias y una tercerapara el matrimonio. En casa de Andr Sajous haba cuatro. Por lo tanto,haba que coger una de su casa o de cualquier otro sitio o imitar el mtodode los obreros espaoles.

    En la crcel

    Aquello era la miseria. Pero todava slo la miseria. No tard enseguirle su cortejo de deshonra. Los amigos del molinero del Lapaca ledieron la espalda al bracero. Estaba arruinado. Era culpa suya, de l y desu mujer. Bebedores, perezosos, desordenados; l, un jugador... la lista desus defectos iba de boca en boca por la ciudad, abultada; y se olvidaba quesu buen corazn haba sido en buena medida el causante de su ruina. Deah a la crcel no haba ms que un paso, que no tardara en dar.

    Durante la noche del 26 al 27 de marzo de 1857, dos sacos de harina

    desaparecieron de casa del panadero Maisongrosse. Una escalera apoyadaen la pared medianera del jardn Lacrampe, un barrote roto por el peso,unas huellas de harina esparcida probaban la evidencia del robo. Pero y el

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    ladrn? Interrogado por el comisario la maana del 27, Maisongrosse nodud en acusar a Soubirous. El 31 confirm sus sospechas delante delprocurador. Leamos su declaracin, que ha sido conservada:

    El [27] por la maana, me apresur a denunciar el robo al

    comisario de polica que se present de inmediato en mi casa. Les dije quetena algunas sospechas del llamado Franois Soubirous al que habatenido empleado durante el mes de septiembre para hacer los viajes a Luz,adonde l llevaba la harina.

    Maisongrosse daba sin embargo buenas referencias de su amigoempleado:

    Durante el tiempo que estuvo en mi casa [continuaba diciendo], notuve motivos para quejarme de su fidelidad.

    Pedro aadi el siguiente argumento, que el juez Ribes juzgdefinitivo:

    El estado de miseria en que se encontraba fue lo que me hizo creerque l podra ser el autor de ese robo.

    En consecuencia, conclua el juez:

    Hemos dado rdenes a la gendarmera para que detengan a eseindividuo y lo traigan a nuestra presencia, despus de haber recogido loszapatos que se encuentren en su poder... El inculpado ha sido conducidoal lugar de los hechos. En su presencia hemos hecho encajar sus dosborcegues con las huellas...

    Hemos podido observar que esos borcegues se adaptabanperfectamente a tres de esas huellas, tanto en longitud como en anchura...aunque exista en la parte delantera de los zapatos una doble fila de

    clavos a cada lado, mientras que en las huellas slo se distingua unafila...

    Franois, que negaba ser el autor del robo, hizo notar que la formade los borcegues era ms grande la de las huellas.

    Pero l segua siendo el pelagatos, la oveja negra, de ah vena todoel mal. Nervioso, como lo est un pobre aunque sea honrado cuando se letira de la lengua, acab sintindose culpable de una fechora que se leimput, entretanto, despus del registro que hizo Jacomet en su domicilio,y que el juez relat en los siguientes trminos:

    Habindose levantado a las tres de la maana la noche del robo

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    [era la hora que habitualmente empezaba a trabajar], se puso susborcegues y se fue a buscar un haz de lea a Bartrs . Al llegar a la calledes PetitsFosss, enfrente del jardn Dozous, vio que haba un tablnapoyado en la pared y despus de recogerlo volvi a su casa... Ese tabln

    encontrado en el domicilio de los Soubirous... ha sido depositado en elayuntamiento hasta que sea reclamado por su propietario.

    Aquel lastimoso pedazo de madera, que llevaba abandonado muchotiempo, careca de propietario. Nadie lo reclam nunca y estuvoestorbando en el ayuntamiento, despus de haber estorbado en la calle,durante casi un ao. Se sintieron muy satisfechos de poder darle al finalgn uso. Cuando un ao despus se prohibi el acceso a la gruta, esepatibulum sirvi de apoyo a un letrero: Prohibido entrar. Hubo alguna

    irona voluntaria en esa eleccin? (oprobio a la familia de ladrones queatrae a las multitudes a la gruta!) La irona deba volverse contra laautoridad que, a su vez, sera incriminada fuera de toda razn.

    Otro giro irnico de las cosas: cuando por entonces todo el mundointentaba aliviar la miseria de los Soubirous, cuando se intentaba socavarsu rechazo sistemtico a cualquier limosna (todava necesaria sin em-bargo), el panadero Maisongrosse recibi el encargo de una familia de altorango de llevarles un pan de doce libras. El acusador de 1857 se vio en el

    aprieto de tener que tragarse una negativa rotunda y regresar con su fardo.Fue entonces a llevar el dinero al prroco y, violando el cartel deprohibicin, acudi a orar a la gruta. Con algo parecido al alivio acept elproceso verbal con multa de cinco francos incluida.

    Pero en la fecha en la que nos encontramos, 27 de marzo de 1857, lascosas no haban llegado a tal punto. Mientras el madero esperaba en elayuntamiento, Franois fue puesto entre rejas, despus de que se expidierala debida orden de prisin.

    Qu sera de la familia, al verse privada del salario cotidiano de 1,20francos? Eso era lo que se preguntaba Franois, descalzo, en su celda conla alta ventana enrejada, menos hmeda e insalubre que su miserabledomicilio.

    La situacin se haca cada vez ms dramtica, hasta el punto depreguntarse si encontrara a los suyos con vida..., pues el hambre habaacudido a la cita con la desgracia.

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    El hambre

    Para los pobres, el hambre empez con la mala cosecha de 1855 (elao del clera). Se complic en el verano de 1856. El 26 de agosto, elprocurador general de Pau (cuya jurisdiccin se extenda a los tres departa-

    mentos de Landes, Altos y Bajos Pirineos), envi a Pars un informealarmante (excepcionalmente, lo escribi de su puo y letra por miedo aque su secretario transmitiese su inquietud).

    La crisis alimentaria... es grave... complicada por el pnico que unasituacin excepcional alimenta en nuestros campos. La cosecha de trigoes por trmino medio un tercio de la cosecha ordinaria... El odio, quedesde hace tres aos suprime toda la vendimia, ha llegado al mximo... Elmaz que estaba a 13 francos en el mes de mayo, est ahora a 27 francos.El trigo ha subido a 42 francos.

    El problema, sealaba a continuacin el procurador, era insoluble poruna doble razn; por una parte, la va frrea todava no prestaba servicio enla comarca; por otra, en el caso de que se consiguiera transportar el trigo, ala mayora de gente no le quedaba dinero para comprarlo. El emperador,enterado de la cuestin, mantuvo el 2 de septiembre de 1856 en Biarritzuna larga entrevista con el procurador, sin encontrar ms que paliativos.

    Se comprende que ese invierno hubiese robos de harina.En el calabozo, donde por descontado el dinero escaseaba,

    aumentaba el hambre, demacrando las mejillas y hundiendo estmagos; losojos se volvan con avidez hacia cualquier cosa con el deseo irrealizable deverla convertirse en algo comestible.

    Cuando Bernadette jugaba con su hermana y sus primos, el juegoconsista en preparar la sopa, una sopa falsa que alimentaba la imaginacinpero exasperaba al cuerpo. Tambin, para desgracia de Jean Soubirous, dedoce aos, que no se tomaba el juego tan en serio y se diverta haciendovolcar la olla; la mano veloz de su prima se apresuraba a administrarleunas buenas bofetadas... a las que segua una demanda de perdn y unareconciliacin... hasta la prxima pelea.

    As es cmo, merodeando a travs de la ciudad en busca de algo quecomer, uno de los hermanos pequeos de Bernadette, Jean-Marie, de cincoaos, entr un da en la iglesia, sin duda con la idea de rezar a Dios, pues

    en casa de los Soubirous se rezaba con asiduidad. Y he aqu que le parecique su plegaria haba sido oda. En el suelo, donde l estaba parado erael lugar donde se levanta el catafalco, descubri un reguero de un blanco

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    amarillento que pareca mantequilla o manteca de cerdo. La seoritaEstrade estaba en la iglesia, ella nos cont lo que sigui:

    Hacia las dos de la tarde... Yo estaba rezando ante el altar de laVirgen, en la iglesia de Lourdes; me crea sola, cuando o un movimiento

    de sillas. Me volv, vi a un nio de unos cuatro o cinco aos, mal vestido,con una carita encantadora pero muy plido, cosa que dejaba ver a lasclaras que el pequeo estaba mal alimentado. Volv a mis plegarias y elnio a su juego. Esta vez le orden que guardara silencio con un chistmuy seco. El nio obedeci unos instantes, pero aunque tom algunas pre-cauciones para no hacer ruido, no lo consigui. Mir atentamente a aquelngel: se estaba metiendo algo en la boca. Qu era? Gotas de cera! Meacerqu a l.

    Ests comiendo cera, pequeo?S [con un gesto de la cabeza].

    Debe ser el hambre... te gustara comer otra cosa?

    S, s [asinti con la cabeza].

    Sal inmediatamente de la iglesia con el que era ya mi pequeoamigo y que fue tambin durante un tiempo nuestro pensionista. Nuncaconsinti en entrar en nuestra casa para comer: el rellano de la escalera

    le sirvi siempre de mesa.Franois estuvo encarcelado ocho das. El 4 de abril, el procurador

    hizo en efecto un descubrimiento (que veinte aos despus consolaba suconciencia).

    Razones de humanidad exigen que el inculpado no sea sometido auna detencin preventiva demasiado larga.

    Por lo tanto, requeralevantamiento de la orden de prisin... encargando al susodicho

    Soubirous que se presente a todos los actos del proceso y a la ejecucindel juicio.

    El asunto terminara con un no ha lugar, por la imposibilidad defundamentar la acusacin.

    Entretanto, los negocios de los Soubirous no mejoraban. Todo lo

    contrario. Por haber estado en la crcel, Franois tena dificultades paraencontrar trabajo. Y el hambre estaba en su punto lgido; en todas partes

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    faltaban el dinero y el trabajo, mientras la cosecha de 1857, al finprometedora, creca lentamente.

    La dignidad

    En tiempos como los que corran no se poda esperar gran ayuda dela gente. Todo el mundo pasaba apuros, salvo los verdaderamente ricos,que no se lamentaban menos de la dureza de los tiempos y de cmomenguaba el capital. Los das sin trabajo, en lugar de mendigar, Franoisse quedaba tumbado en la cama para economizar fuerzas y dejar el pan alos suyos. Del fondo de esta hibernacin vida nacan proyectos im-posibles en forma de sueos, desde los cuales volva a precipitarse en unarealidad de pesadilla. Slo haba dos cosas que se tenan en pie, aunquedolorosamente a falta de todo lo dems.

    En primer lugar, Louise, valerosa y carente de amargura. Con sunico ojo, tapado en el lado izquierdo por su tabique de sombra, Franoisla vea pasar entre l y la ventana, atareada en los lavados y en losinterminables remiendos. Qu estropeada estaba ella tambin. Por debajode la mscara enflaquecida y ansiosa, un poco envejecida ya, Franoistrataba de recuperar la expresin despreocupada y risuea de su joven yrubia esposa de diecisis aos, aquella nia, como deca su madre. Sabamuy bien que ella segua ah, detrs de la mscara de miseria. En lapenumbra, su mirada averiada le deca con dulzura (le oa ella?): Cmote he trado hasta aqu, yo que soaba con ofrecerte la felicidad?

    Ella tambin miraba, entre puntada y puntada, el gran cuerpotendido, sin trabajo, al que no le costaba levantarse tan pronto un patrnnecesitaba de sus dos brazos: Franois era su ltimo y muy tranquiloapoyo en la tierra cuando todo se derrumbaba.

    Igual que en las horas alegres de los primeros aos, el s que sedijeron el uno al otro, pronto hara quince aos, segua intacto. Desde ladesaparicin de sus respectivos padres, seis nacimientos y dos niosmuertos haban fortalecido ese s. En el crisol de la miseria, el s seahondaba ms all de las palabras que ellos intercambiaban sin decir msque lo superficial y cotidiano. Los golpes de la suerte no habanconseguido enfrentarles. Entre ellos, nunca hubo un insulto ni un reproche.Lo que no les gustaba del otro, lo soportaban con cario, muy conscientes

    los dos de su propia miseria hacan lo que podan; el resto era cosa de lamala suerte. Los Castrot podan intentar enfrentar a Louise contra elholgazn e intil Franois; y los Soubirous a Franois contra Louise, que

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    ha perdido a la familia por culpa de su vida desordenada y labebida. En vano. Los dos seguan juntos sin flaquear, en lo bueno y enlo malo: Franois y Louise para siempre, el uno para el otro y con sushijos.

    Algo ms les una, algo que estaba ms all de s mismos: la oracin,una oracin nada extraordinaria pero fiel, y tan profundamente subyacenteen las palabras estereotipadas como su mutuo amor en las palabras banalesque intercambiaban a diario. Cada noche, en la penumbra del calabozodonde agonizaba la ltima brasa, se elevaba la oracin en sus voces rudasy cansadas; y se elevaba desde el corazn. Nunca se les habra ocurridoreprocharle al cielo lo que les ocurra, a ellos, pobres pecadores.

    Bernadette reciba la oracin de manera natural. Estaba familiarizada

    con el rosario (la nica oracin que conoca). En las horas tranquilas y enlas horas difciles, repeta con agrado unas frases en francs cuyo sentidose le escapaba pero que le bastaban para unirse a una presencia intuida.

    En Bartrs

    En septiembre de 1857, una propuesta de Marie Lagus la alej delos suyos. La nodriza necesitaba una ayuda para todo: para el ganado,

    los nios, las labores de la casa y que se hiciera cargo del pequeo Jean, deapenas dos aos, su ltimo hijo. Los padres recibieron la propuestacomplacidos: Con mucho gusto... y dos ms con ella, si usted quiere.

    Eso supondra algn ingreso ms y, sobre todo, una boca menos quealimentar, cosa apreciable en el irritante momento de repartir unas racionesdemasiado escasas. A Toinette, que vera multiplicado su trabajo con lacustodia de los nios y el trabajo de la casa, le dio cierta rabia vermarcharse a su hermana mayor, que pareca acaparar los raros golpes de

    fortuna de la familia.Para Bernadette, sin embargo, no era tal suerte el estar all. En

    Lourdes iba (por fin!) a empezar la preparacin para su primeracomunin. En Bartrs, pese a las promesas, la preparacin seinterrumpira. Resultaba que las ovejas tambin coman los jueves.

    La compensacin improvisada por la nodriza fue la prueba ms durade la nueva vida de Bernadette. Por la tarde, al caer la noche, coga elcatecismo de la dicesis, escrito en un francs de lo ms abstracto del que

    se le escapaban todas las palabras.Repite!, deca la nodriza.

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    Le haca repetir mecnica e indefinidamente, con la somera idea deque acabara entrando, como un clavo en la pared, a fuerza de golpear.Pero no, cuando se trataba de repetir una frase balbuceada torpemente porpartes, se quedaba en blanco. Bernadette slo consegua articular,

    adivinndolas a medias, las palabras que para llegar al final le soplaban, yhacer frente al enfado de la otra. Repite!

    Nada, lo haba olvidado todo... Entonces la nodriza arrojaba elcatecismo. Eres demasiado tonta! Nunca podrs hacer la comunin.

    Pasaba noches llorando en la gran cama de la cocina que compartacon los nios o con la otra sirvienta; se dorma bajo aquella amenaza deexcomunin perpetua que nada consegua disipar.

    No, en Bartrs no llevaba una vida fcil.

    La comida era escasa, administrada con la ms estricta economa; lacarne de matanza slo se vea dos veces al ao: en Navidad y en San Juan.Cada da, maana y noche, se coma pasta de maz, que el estmago deBernadette rechazaba, incluso cuando tena hambre... En el calabozo lecompraban su parte de pan de trigo candeal... Ah el pan de trigo eraprivilegio de los amos. Y, adems, Marie Lagus era una mujer dura, cuyacontenida afectividad se manifestaba casi siempre mediante palabrastoscas y brusquedades, sobre todo hacia Bernadette. En su memoria

    profunda, la pequea segua ligada a un recuerdo mal cicatrizado: ellahaba tomado la leche de su beb muerto, el pequeo Jean, desaparecido el23 de noviembre de 1844... al que sigui otro Jean, fallecido con dos aos,el 1 de noviembre de 1850, luego este tercero del que se ocupabaBernadette y que tambin andaba mal de salud; noviembre estaba al caer yle traera mala suerte. La nodriza trataba a su pastora con una agresividadde la que no era consciente, pues estaba muy unida al nio y le queramucho. Cuando el padre Aravant pasaba a visitarla, sala en defensa de

    Bernadette, a la que llenaban de reproches injustamente.

    Cambiaba de conducta durante un tiempo [segn confiabaBernadette a Jeanne Vdre en secreto]... Despus volva a portarse comosiempre.

    Para la hija del molinero arruinado, Bartrs no era el lugar idlicoque encantara a Zola, el san Triann donde se deleitaban los turistasociosos, menos todava la tierra de los milagros; era el trabajo duro, la

    alternancia entre la soledad y las reprimendas y el aprendizaje delsufrimiento. Bernadette se lo tomaba segn vena y ya entonces pensaba:

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    Cuando Dios lo permite, no hay que quejarse.

    Ese pensamiento la sosegaba.

    Tena tiempo para meditar durante las horas de calma y deinterminable silencio que pasaba en el aprisco. All todos eran amistosos:

    el perroPigou, las ovejas, dciles con la pastora a la que reconocan. Slosus preferidos, los corderos ms pequeos, le hacan algunas trastadas. Seacercaban a golpearla con la cabeza mientras ella haca punto, oderrumbaban los altarcillos que construa. La nia les rea pero an losquera ms y, como penitencia, les daba aquel resto de pan que suestmago no soportaba.

    El rebao (en el que pona mucha dedicacin) prosperaba bajo sucayado. Un da descubri en el lomo de las ovejas unas manchas verdes.

    Qu es eso?, le pregunt a su padre, que haba ido a verla.Franois adopt un aire siniestro.

    Es la hierba que han comido, que se les ha subido a la espalda... Sevan a morir.

    La pena hizo que le saltaran las lgrimas. Franois la consol, perofue slo medio consuelo: la mancha verde era la marca del carnicero. S,aquellas ovejas iban a morir.

    Animosa cuando se trataba de sus propias penas, Bernadette era todacompasin tratndose de los dems... y tambin buen humor. Jeanne-MarieGarros, que serva en la casa Burg, encontr en ella una buena amiga, quele prestaba su pauelo cuando lavaba el nico que tena; tambin era amigade Jeanne-Marie Caudeban, de once aos, pastora en casa de los vecinos,con la que a veces sala a pastorear. La amistad las ayudaba a olvidar sudura condicin de criadas-nias, obligadas a obedecer y a ceder sin lmites,por su doble condicin de criadas y de nias.

    La situacin se hizo ms dura en lo ms crudo del invierno. Elpequeo Jean declinaba con el sol. Cumpli dos aos el 20 de noviembre.El 5 de diciembre ya haba muerto, como los dos pequeos Jean que leprecedieron. Bernadette, que no soportaba la muerte d sus ovejas, vioacercarse la del nio da a da. Estaba agotada por la tristeza. La casaestaba desolada y el carcter de la nodriza se hizo ms desabrido.

    Regreso a Lourdes

    En enero de 1858 Franois Soubirous, comprendiendo la excesiva

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    austeridad en que viva su hija, y sin calcular demasiado cunto costaraaquella boca que alimentar que podra desequilibrar el presupuesto,decidi su regreso.

    S, haba que ocuparse por fin de Bernadette, que ya se haba

    sacrificado demasiado. Louise fue a informarse sobre el catecismo y sobrela escuela: solicit consejo a Fanny Nicolau, la institutriz en cuya casalavaba. sta, desinteresada, se mostr dispuesta a ocuparse de Bernadettesin siquiera haberla visto. Pero ms tarde, la madre vio alzarse el espectroque lo impeda todo: sin duda habra que pagar... El proyecto fueabandonado: la nia frecuentara la clase gratuita en la escuela de lashermanas de Nevers y Fanny no volvera a or hablar de las clases.

    El regreso de Bernadette se hizo progresivamente conforme a la

    manera campesina de arreglar tales asuntos. El domingo 17 de enero, lapastora baj a Lourdes a visitar a sus padres, como de costumbre. Pero porla noche no regres. Pas el lunes, luego martes. Estaba enferma? Obien los Soubirous haban aprovechado que era menos til arriba, por lafalta de trabajo propia del invierno y la cuna vaca, para emplearla enalgn trabajo?

    La nia estaba de vuelta el mircoles. Para sus patronos, enfadadospor la impertinencia, pero tambin contentos de volver a verla (pues arriba

    todo el mundo la quera), la nia lleg con una explicacin preparada. Elseor cura quiere que haga la primera comunin.

    No haba nada que objetar, sobre todo porque Bartrs no tenavicaria. El padre Ader haba abandonado la parroquia el 3 de enero paraprobar la vida monstica en Pierre-qui-Vire.

    El jueves 21, sin mucho equipaje, Bernadette se marchaba de Bartrspara siempre.

    Adis a la casa Burg. Adis a las amigas, Jeanne-Marie Caudeban yJeanne Marie Garros. Adis a los hermanos de leche, Zphirin, Josphiney Justine. Adis a la abuela Aravant. Adis a pap Lagus y a la nodriza,rebosante de ternura y dulzura, como siempre que la nia llegaba o se iba.

    Bernadette lleg a la confluencia del cruce y el deficiente camino decarro cuyas sinuosas rodadas costeaban el reborde de la planicie, antes detomar rumbo a Lourdes. A la derecha, el terreno bajaba hacia el Gave, encasi todo su recorrido hundido en lo profundo del valle. Del otro lado, se

    alzaban las laderas oscuras que no vean el sol en invierno, y hacia abajo,medio escondido, el abrupto amasijo de viejas rocas (Masse-vieille, otambin Massabielle, como se deca en Lourdes); desde aquel punto se las

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    vea minsculas, envueltas en nubes. Bernadette no las distingua entre lamasa montaosa del paisaje. Era un rincn perdido e ignorado para ella...

    Al volver, Lourdes se descubri a sus pies. El castillo sobre su rocaabrupta y, ms humilde, la iglesia con su campanario cuadrado,

    sobresaliendo entre el apretado montn de tejados apiados; la iglesia en laque esperaba hacer pronto su primera comunin.

    Lleg a la calle des Petis-Fosss, donde la tierra batida se volvalodosa durante el invierno. Lleg al calabozo oscuro al fondo del patio; elaire viciado hizo vacilar su respiracin asmtica. Y, sin embargo, sintialegra al encontrar, en el interior de la oscura habitacin y en medio delindescriptible apilamiento, a sus padres, a Toinette y sus dos hermanospequeos. Rodeada de un afecto sin sombra, todo, la miseria, el hedor,

    poda soportarse mejor que la soledad de all arriba.Bernadette se encontr de nuevo con las escasas raciones de comida

    sobre las que todos se abalanzaban, y con Franois que, tendido en lacama los das sin trabajo, daba a los suyos una muda leccin tomando paras la racin ms pequea.

    sa era la situacin de los Soubirous la maana jueves, 11 de febrerode 1858. A los mismos a los que polica fue a buscar porque eran los mspobres buscara tambin la Virgen y a travs de ellos al mundo, para

    recordarles esta frase olvidada: Bienaventurados los pobres... y elprograma que Cristo tom como exergo de su prdica: Los pobres sonevangelizados o en otras palabras, La buena nueva es anunciada a lospobres.

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    JUEVES, 11 DE FEBRERO DE 1858

    PRIMERAAPARICIN

    Jueves, 11 de febrero de 1858, once de la maana. Los Soubiroustomaron un pobre desayuno a las nueve. Bernadette hilaba la estopa con suhermana Toinette, de once aos. Franois Soubirous, enfermo, estabaacostado. Los dos ms pequeos jugaban en un rincn. Louise se atareaba

    en la preparacin de un pobre puchero con los ingredientes que tena.Dios mo exclam Bernadette, ya no queda lea.

    Y la que fuimos a buscar ayer? protest Toinette.

    El da anterior, Toinette haba salido con su madre a las cuatro de lamaana a recoger lea. Haba pasado tanto fro con los pies descalzosdentro de los zuecos, que Louise tuvo que envolvrselos con su delantalmientras ella preparaba la gavilla.

    S, pero ya se haban comido el haz... la lea les dio los seis cntimosde pan de la jornada anterior. Haba que salir otra vez.

    Aqu intervino Jeanne Abadie, alias Baloume, una muchacha alta detrece aos, muy crecida, con el hermano pequeo en brazos, del que seocupaba mientras su madre trabajaba. Haba adquirido la costumbre devisitar a Toinette, que tambin se ocupaba de sus hermanos menores. Entredos era menos aburrido vigilar a la chiquillera. Al entrar, Balaume vio lospreparativos para salir.

    Adnde va, Louise? pregunt.Al bosque.

    Ya iremos nosotras.

    Y dej al pequeo donde pudo.

    Necesitamos un cesto para recoger los huesos propusoBernadette.

    Era una manera indirecta de preguntar si ella tambin poda salir. ALouise le preocupaba el asma de su hija mayor. Era prudente dejarla salir,

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    aun llevando las medias que le haba comprado (un lujo desconocido parael resto de la familia)? Aquella misma noche todava se ahogaba. Afuerahaba niebla y estaba Lloviznando. Cmo sera la noche prxima?

    Pero Bernadette prefera trabajar y salir. Deseaba estar al aire libre,

    pues se respiraba mejor que dentro del calabozo.En Bartrs s sala! suplic.

    Louise contempl apiadada la cara paliducha de su hija. Haca unmes que haba cumplido catorce aos! Pareca no tener sino once o doce.Cedi a regaadientes y mientras recoga la capucha blanca totalmenteremendada (comprada de lance en frente de la iglesia) multiplic lasrecomendaciones. Dos ojazos negros muy vivos, demasiado grandes en sucara fatigada, la miraban sin decir palabra.

    Madera y ramas

    Tres pares de zuecos golpearon los adoquines de la calle des Petits-Fosss, giraron a la derecha por la calle de Baous, cruzaron la puerta delmismo nombre, cuya bveda resonaba. Y de pronto ya estaban en elcampo.

    Las nias torcieron a la derecha delante del cementerio y rodearon el

    llamado prado del paraso recogiendo algunas ramitas. El cesto iba demano en mano: de Jeanne a Toinette y de Toinette a Bernadette. Volvierona bajar hacia el torrente. Todava pudieron encontrar algunas ramas bajo elPont-Vieux, donde un espectculo de gran inters reclam la atencin delas tres nias. Algo ms abajo, se vea a la ta Pigou atareada en unaextraa colada de tripas violceas.

    Tata, qu hace ah? Por qu est lavando esas tripas?

    Es el cerdo del seor Clarens. Y qu estis haciendo vosotras contan mal tiempo?

    Vamos a buscar lea.

    Id al prado del seor La Fitte, que ha cortado algunos rboles.

    No! protest Bernadette. Nos tomarn por ladronas.

    Id entonces por Massabielle.

    Todo esto fue dicho en dialecto, desde luego.

    El pequeo grupo subi por el estrecho puente, encorvado como

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    lomo de burro, que tena el parapeto de ladrillo cubierto de hiedra. Jeanneguiaba. Era la nica que conoca el lugar; las otras dos nunca haban pa-sado por ah. A doscientos metros del puente torcieron hacia el molino deSavy y se internaron en una pasarela de madera. Era el nico acceso a la

    isla del Chalet: en verano era un rincn de ensueo, que atraa a lospescadores de truchas, a los poetas, a las parejas, pero que quedabadesierto durante esa estacin desolada. Todo estaba gris. La hierba estabaajada. Los lamos levantaban al cielo el esqueleto de sus ramas secas. Trespares de ojos rastreaban la madera seca y los huesos, los frutos de lamuerte que constituyen el ltimo recurso del pobre, no sin discusin...

    Desde el molino, parado por aquellas fechas, alguien vio a lasespigadoras. Qu plaga de nias pobres; no era agradable verlas rondando

    por el lugar. Y adems los Nicolau se haban reservado la madera seca dealrededor del molino. Desde la ventana una voz de mujer grit:

    No podis ir ms lejos!

    Djalas dijo el molinero, Antoine, que tambin las haba visto. Son las nias de Soubirous. No pueden cargar con mucho.

    Antoine conoca bien a Franois. Juntos haban trasegado algnvasito, entre molineros, cuando ambos lo eran. Pero las nias ya se habanido y no estaban a la vista del molino.

    Y si fusemos adonde el canal se junta con el Gave? propusoBernadette.

    Y si se juntan en Btharram? respondi Toinette por decir algo.

    Una gruta

    No fue necesario ir tan lejos. A doscientos metros de all estaba lalengua puntiaguda de arena donde se unan el Gave y el canal.

    Satisfecha la curiosidad, haba que ir ms lejos. Por el lado del canalno era tan difcil. El molino estaba parado, el agua flua suavemente entreguijarros y peascos. Bastaba con dar unos pasos con el agua hasta lasrodillas, como mucho. Y enfrente tenan una autntica mina de madera yde huesos.

    Eso es lo que vieron las nias. No prestaron demasiada atencin alpaisaje que se presentaba ante ellas. Se trataba de una formacin rocosa de

    veintisiete metros de alto, nudosa, abultada por protuberancias, surcada porgrietas y anfractuosidades de distintos tamaos, coronada de una avaramaleza. Por todo adorno tena un penacho de hiedra hacia la cima, y en un

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    nicho a unos tres metros y medio del suelo, justo enfrente, un rosal salvajecuyas ramas caan hasta el suelo. El lugar llevaba el adecuado nombre deMasse-vieille (vieja roca) o Massabielle, como todava se pronuncia. Lavieja roca pareca sostenida por un enorme arco rocoso entre cuatro y

    cinco metros de ancho, que cubra una gruta alargada de ocho metros deanchura. El pie izquierdo estaba apuntalado en el agua del Gave y seelevaba, con suavidad y oblicuamente, hasta una altura de tres o cuatrometros. El lado derecho caa en vertical. En el interior de la gruta, tanprofunda como ancha, el suelo lleno de arena y morrena formaba un planoinclinado que conflua en la bveda, al fondo. Sobre esta pendiente eltorrente haba depositado la madera y los huesos.

    Jeanne dej sus zuecos en la otra orilla y cruz con el haz de lea

    sobre la cabeza mientras Toinette la segua con los zuecos en la mano.Bernadette se qued sola en la isla, a causa del asma y lasrecomendaciones maternas. Pidi ayuda, pero las dos nias lloraban de frodel otro lado. Agachadas, se frotaban como podan con la falda los piesenrojecidos e hinchados. Los ojos de Bernadette recorrieron en todossentidos la pequea corriente donde el agua clara cantaba sobre las piedras,buscando un camino a travs de las lneas de rocas que emergan. En todaspartes vea agujeros infranqueables.

    Ayudadme a tirar piedras en el agua para que pueda pasar!El esfuerzo fue intil.

    Yo te puedo llevar a caballo propuso Toinette en cuanto pudolevantarse.

    Pero soportaran los once aos de Toinette los catorce aos deBernadette, por frgil que sta fuese?

    Eres demasiado pequea le respondi. Baloume, me llevas

    t?Baloume era corpulenta, como su padre el cantero. Pero las ganas no

    acompaaban.

    Por el pedo de Pericles! Pasa como nosotras! Estaba enfadadacon Bernadette, que casi no haba recogido lea. Intil molestarse por unaque no serva para nada. Se llev a Toinette bordeando el torrente, y allcontinuaron la recoleccin dando saltos para calentarse.

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    Un soplo que pasa

    Bernadette qued otra vez abandonada a su suerte. Hizo una ltimatentativa por conciliar las burlas de sus compaeras y las recomendacionesde su madre.

    Me fui un poco ms lejos para ver si poda pasar sin descalzarme.Imposible. Volv delante de la gruta y me dispuse a quitarme los zuecos.

    Apenas me haba sacado la primera media o un ruido como elproducido por una racha de viento.

    Qu fue aquel soplo? El aire estaba en calma, nada se mova.Bernadette volvi la cabeza hacia atrs, del lado del prado, en sentidocontrario a la gruta; los lamos se erguan inmviles. Me habrequivocado... Bernadette se inclin y empez a quitarse la otra media.

    Una sonrisa

    Otra vez el mismo ruido! En esa ocasin levant la cabeza y mirdirectamente enfrente. En medio del paisaje inmvil, en una especie denicho que formaba una mancha oscura en la parte derecha de la roca, a tresmetros por encima del suelo, se agitaba una mata de espinos. Una suaveluz ilumin progresivamente aquel agujero en sombra. Y dentro de la luz,una sonrisa; era una maravillosa nia blanca. Separ los brazos al tiempoque se inclinaba en un gesto de recibimiento que pareca decir:Acercaos...

    Bernadette, paralizada por la sorpresa, pasmada, no se atrevi amoverse. Era el miedo? Quiz, pero era tan dulce! No senta el menordeseo de escapar. No, se quedara para siempre ah, contemplando.

    Algo, sin embargo, luchaba en su interior. No estaba acostumbrada aescucharse, a alimentar fantasas agradables. Reaccion dicindose:Vamos!, me estoy engaando. Se frot enrgicamente los ojos variasveces. La friccin de las palmas de sus manos borr el paisaje,sumergindola en la oscuridad. Los dos globos aplastados, reducidos a suconsistencia material, le procuraron una innegable sensacin de realidad.Volvi a abrir los ojos. La nia blanca segua ah, con su sonrisa.

    El rosarioBernadette, vencida, dej de luchar. Busc auxilio ms arriba. Con

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    un gesto habitual, casi instintivo, se llev la mano derecha al bolsillo deldelantal, encontr el rosario, el tranquilizador rosario de las noches deasma. Levant el brazo mecnicamente para hacer la seal de la cruz conel crucifijo. Sorpresa! el brazo se detuvo a medio camino; la mano cay.

    Da igual! Querer es poder... Pero no, el brazo le colgaba invenciblementeflojo y sin energa, aunque no dejaba de notar el tacto de la cruz de maderaentre los dedos. De golpe, el sobrecogimiento se convirti en miedo. Letemblaba la mano. En el hueco de la roca, la aparicin esboz un gesto, elgesto que Bernadette quisiera hacer. Tambin ella sostena un rosario en lamano, un rosario blanco con una gran cruz brillante. Se lo llev a la frente.Acompaando su gesto, el brazo de Bernadette se levant por s solo ydibuj a su vez una amplia seal de la cruz. Con este gesto se desvanecitodo el temor y slo qued una intensa alegra. Se arrodill. Las doscompaeras que se alejaban distinguieron, al volverse, la minscula siluetaen su postura de oracin, arrodillada sobre el banco de arena en plenotorrente. Ranne se encogi de hombros.

    Est loca si se pone a rezar ah! Ya es suficiente con rezar en laiglesia!

    De pronto...

    Mientras pasaba las cuentas del rosario, Bernadette observaba todo loque poda, y ambas acciones se acompaaban maravillosamente. El tiempovolaba y permaneca como una pequea eternidad. La aparicin hacacorrer las cuentas entre sus dedos pero no mova los labios. Tan prontotermin la oracin, desapareci. Los ojos de Bernadette escrutaron en vanouna estela de luz que se prolong un instante antes de disiparse como unanube.

    Slo qued la roca negra, la llovizna, el cielo bajo, el tiempoencapotado! Pero nada de todo eso pesaba ya. La fatiga y la preocupacinde haca un momento haban desaparecido. Todava impregnada de sureciente contemplacin, pero no soadora, Bernadette termin de quitarsela otra media que descubri enrollada al tobillo como la haba dejado. Suspiernas flacas hollaron el agua clara resistiendo la corriente que laempujaba hacia abajo.

    No habis visto nada?Volvi a calzarse, sentada en una de las tres grandes piedras que

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    dominaban los guijarros, en el umbral de la gruta. Las otras dos nias yaestaban all. Acababan de llegar despus de un cuarto de hora de espigar,con el haz ya preparado y el cesto bien lleno de huesos. Un momentoantes, al subir bordeando la orilla, haban visto desde bastante lejos a

    Bernadette arrodillada en el extremo del arenal. Otra vez! La llamaron sinxito y sin insistir ms continuaron con su trabajo y con sus juegos.Tiritando, se agitaban desordenadamente para calentarse. Luego sepusieron a bailar bajo la bveda de la gruta, a resguardo de la llovizna. ABernadette no le gust verlas retozar en un lugar donde ella slo sepermitira moverse con respeto, como en la iglesia.

    No habis visto nada? les pregunt, interrumpiendo su danza.

    Las nias se detuvieron, un poco sorprendidas de que hubiese

    cruzado tan de prisa despus de haber dudado tanto.Y t qu has visto?

    Bernadette desvi la conversacin, lamentando casi haber hablado.

    Sois unas mentirosas! Decais que el agua estaba fra. Yo laencuentro tibia.

    Las otras se quedaron pasmadas. Bernadette, la friolera, ahora decaque tena calor! Se acercaron... Era cierto que no pareca indispuesta.

    Bueno, tienes suerte! exclam Toinette.Pero Jeanne se impacient. Le molestaba que la muy perezosa no

    hubiese hecho an su haz de lea.

    Por el pedo de Pericias! volvi a exclamar para acelerar lasoperaciones.

    Vete a blasfemar a otro sitio protest Bernadette, pero con unacalma que impona.

    Ya era hora de apresurarse y recuperar el tiempo perdido. Jeanne yatena atado su haz. Mordisque un pedazo de pan que acababa de encontraren el bolsillo...

    Desde el arrebato experimentado en aquel mundo oscuro, Bernadetteno saba qu pensar. No se habra equivocado? Inspeccion la grutabuscando alguna seal. No haba nada ms que la roca, el suelo hmedo,en algunos lugares algo rojo como sangre, y unos pelos de animales a lo

    largo de la pared... El espino, agitado momentos antes, colgaba ahoraquieto del nicho vaco. No, ya no quedaba nada. Pero era posible que las

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    otras no hubiesen visto nada, ni siquiera un poco de aquella luz? No pudoevitar volver a preguntrselo.

    Habis visto algo? (Aouet bis a r?)

    No. Y t qu has visto? (Non. E tu qu'as bis?)

    Pues nada! (Labets, a r!)Ya haba hablado demasiado. Toinette empezaba a sospechar algo.

    Insisti. Pero Jeanne se mostr ms agresiva.

    No ha visto nada, lo que pasa es que no ha querido recoger lea.Ma le dar una zurra.

    Entonces carg con su haz de lea, cogi el cesto, y plantando a lasdos nias desapareci entre la maleza de la ladera.

    Bernadette y Toinette terminaron de preparar su gavilla. Despus laataron y cada una carg la suya sobre la cabeza. Por primera vez,Bernadette no se qued rezagada, cosa que sorprendi a Toinette, que casino consegua trepar por la pendiente empinada con su bulto. Todava sequed ms sorprendida cuando Bernadette, tras dejar su carga en elcamino, regres para ayudarla.

    Pero si yo soy la ms fuerte!

    Qu quieres! respondi Bernadette.

    Tonteras

    Al bajar la cuesta, Toinette volvi a la carga.

    Dime qu has visto.

    Bernadette no respondi. La otra insisti.

    Dmelo slo a m! Te prometo que no se lo contar a nadie; ni

    siquiera a Ma (es decir, a la madre, segn la expresin dialectal).A fuerza de promesas, Bernadette se dej convencer. Cont en pocas

    palabras lo que haba visto, sin adornarlo. Pero aquello era demasiado paraToinette. El nuevo privilegio de Bernadette, a quien su mala salud levala tantas otras pequeas ventajas, agudiz sus celos.

    Lo dices para asustarme! Pero ahora que estamos en el camino,me ro de todo eso protest enfadada.

    No, puedes creerlo.

    Anda, djame tranquila!

    Pero apenas volvi Bernadette a su silencio, Toinette no pudo

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    resistirse e insisti con sus preguntas.

    Estoy cansada respondi Bernadette.

    Llegaron al pie de la cuesta, delante del aserradero La Fitte. Sesentaron al borde del camino para recuperar el aliento.

    Dios mo, cmo me gustara volver a la orilla de Massabielle.La alegra inaccesible de Bernadette fastidi tanto a Toinette que

    cogi una de las ramas del haz de lea y le peg con ella.

    Todo eso son tonteras!

    Puedes creerme repiti Bernadette parando los golpes. Luegoaadi: Cuando quise hacer la seal de la cruz, algo me impidi levantarla mano, y cuando eso [Aquer] hizo la seal de la cruz, algo me hizo le-

    vantar la mano.De nuevo estaban sobre el puente como lomo de asno donde el haz

    pesaba ms, tanto sobre la cabeza como sobre las piernas. Llegaron a lapuerta de Baous, donde resonaban los zuecos, pero todo haba adquiridootro color. Nunca un regreso haba sido tan distinto de la ida. A la vistaestaba el calabozo. Delante de la puerta, herrada como una enorme suela,Toinette se agach y dej caer el haz de lea, igual que Bernadette. Denuevo en la habitacin oscura. La madre segua ah, siempre atareada en

    no se saba qu; el padre estaba en la cama, y los pequeos agachados enun rincn, entretenidos en sus juegos.

    La comida de las dos de la tarde haba pasado. El aire y el esfuerzohaban despertado el apetito de las dos buscadoras, que comeran hasta laspiedras. Toinette sac la pasta de maz del armario, y Bernadette un pocodel pan reservado para ella (su estmago rechazaba la pasta). A Toinette sele iban los ojos tras ese pan, de corteza oscura y miga ligera de los das defiesta, que era el pan cotidiano de Bernadette.

    Golpes de peine y bastonazos

    Louise contempl las cabezas de las dos leadoras, llenas de ramitasy de briznas de hojas y polvo como verdaderos nidos de pjaro. Lepreocupaba la tia, o el imptigo o quin saba qu. Tena la obsesin de lalimpieza y era su lucha de cada da, no sin alguna derrota, frente alestercolero al fondo del patio, y en el hacinamiento donde nacan los

    parsitos.Toinette!

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    Ma empuj la silla contra la ventana. Blandi el peine de la familia;las nias conocan el golpe de rastrillo mellado sobre sus cabezas. Toinetteesboz una mueca desde su rincn.

    Siempre empieza usted conmigo. Empiece con Bernadette.

    As son las cosas.Mientras el peine haca volar las ramitas, la araa de los celos corroa

    a Toinette. Si no hubiese prometido... Algo la empujaba a toserextraamente, como si estuviese conteniendo la voz para llamar laatencin de Ma. Si ella me pregunta, entonces, lo siento, pero tendrque decrselo! El peine se detuvo...

    Por qu haces eso? Ests enferma?

    No, slo estoy pensando en lo que me ha dicho Bernadette.Bernadette haba salido al pasillo a comer el pan, cuya simple visinmolestaba a su hermana. Se derrumb. Toinette empez su relato conlocuacidad.

    Bernadette ha visto una chica blanca colocada encima de la roca deMassabielle...

    Praoubou de iou! Pobre de m! Qu me dices? A Louise,debilitada por la miseria, le pareca que las malas noticias tomaban la

    forma de catstrofe. Sin embargo, luchando contra el pnico, interrog aBernadette sin enojo. Pero era la calma antes de la tempestad.

    Qu has visto? Dime, qu has visto?

    Las palabras no acudan a la boca de Bernadette.

    Algo blanco.

    Las dos nias recibieron una buena tunda con el bastn de sacudir lasmantas, menos fuerte para Bernadette.

    Tus ojos te han engaado. Slo has visto una piedra blanca exclam la madre.

    No, que tena una cara muy bonita (Noun qu'aoue uo baroofiguro) protest Bernadette.

    Por tu culpa, madre me ha pegado gimote Toinette.

    Os prohbo que volvis concluy Ma.

    Desde la cama, el padre se sum a la reprimenda.

    Nunca ha habido nada que decir de nuestra familia y t quieresempezar!

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    No comprenda nada de esa aventura y la rega dbilmente, por lacostumbre de apoyar a la madre, perseguida por su tormento.

    Puede que sea el alma de alguno de nuestros parientes que est enel purgatorio. Hay que rezar a Dios.

    sa era la sempiterna conclusin de Louise ante tus infortunios ygracias a eso resista.

    Tres libras de pan

    Hacia las cuatro, antes de que anocheciera, Jeanne regres con elcesto. No haca mucho rato, a su vuelta, le haban dado una tunda porllegar calada y no haba querido cambiarse. Pero tenan algo ms

    interesante que contarle: lo que haba visto Bernadette. Aunque loimportante ahora eran los huesos y lo que reportaran, Toinette sac todoun montn acumulado a lo largo de varios das. El momento de venderloshaba llegado, ya que el padre no trabajaba y se acercaba el carnaval. Sipudiesen comprar con qu hacercrespets (buuelos)!

    Las tres chicas fueron a casa de la trapera Letsina de Barou, a la quecaan en gracia. Despus del pequeo regateo habitual, sola mostrarsegenerosa. Veinte cntimos por todo, y de ellos seis por el cesto de la ma-

    ana. Qu alegra ir al panadero a comprar por tres cntimos una buenalibra de pan, y volver a casa a comrselo con los hermanos, sin hablar denada ms.

    La oracin de la noche

    El da llegaba a su fin, se haca oscuro. Despus de una magra cenade caldo y pasta de maz, la familia se arrodill para rezar a la luz del

    hogar, que proyectaba sobre el techo grandes siluetas en movimiento.Padrenuestro... Dios te salve... Montonas, las oraciones de la iglesia seelevaban desde esa miseria como unDe Profundis. La voz poderosamentetimbrada de Bernadette dominaba sobre las dems. Pero, en un momentodado (fue al decir: Oh Mara sin pecado concebida?), su voz flaque yse ech a llorar. Ma se dio cuenta y la interrog preocupada. PeroBernadette estaba demasiado emocionada para responder; algo de laalegra de la maana haba vuelto a aduearse de ella.

    En el piso de arriba tena lugar el zafarrancho de cada noche: la taRomaine acostaba a sus pilluelos. Louise fue a pedirle consejo. La taRomaine plant a su prole. Aprovechando la oscuridad, las dos sonsacaron

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    suavemente a Bernadette.

    Al final, concluyeron con calma: Es un sueo. Ha sido una ilusin.La acostaron en la cama que comparta con Toinette, esperando que lossueos de la noche se llevaran los del da.

    Pero Louise no poda dejar de pensar... Era un alma del purgatorioque vagaba en pena? Mientras las brasas moran en el hogar, se durmi, laltima, rogando que no cayera sobre ellos ninguna desgracia.

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    SBADO 13 DE FEBRERO DE 1858

    El 13 de febrero, en la clase de los indigentes, los cuchicheos deToinette terminaron de extender la noticia en un clima de misterio.Entonces se forj el plan.

    Y si fusemos maana a ver esa gruta?

    Bernadette se mantena ajena a estos concilibulos.

    Al terminar la clase de la tarde, Marie Fourcade, de doce aos, se fuesola a Massabielle y all inspeccion el lugar con una curiosidad avivadapor el temor. Dos cosas llamaron su atencin. Al fondo de la gruta, a laizquierda, vio un poco de agua que iba a perderse en el barro y algorojizo... Sangre? o era el color de la tierra a la que no llegaba el sol?Marie no dedic ms tiempo a tan inquietante cuestin. La noche estaba alcaer y notaba cmo el miedo se estaba apoderando de ella. Apretando elpaso regres a Lourdes.

    A esa misma hora, el padre Pomian terminaba la montona serie deconfesiones del sbado. Al abrir la rejilla a la penltima penitente, recibide sopetn esta extraa declaracin: He visto una cosa blanca que tena laforma de una mujer.

    Pronunci de una vez la frase, que haba preparado con muchocuidado, en dialecto. El tono de voz, en el que era perceptible la agitacin,dominaba bien su timidez. La penitente esperaba una respuesta al otro lado

    de la rejilla. El padre Pomian no se alter en exceso. Un confesor no sesorprende nunca de nada... Debe de habrmela enviado alguien, pens;lo mejor era no detenerse demasiado en este tipo de casos, no haba quedarles importancia... Y sin embargo, qu fue lo que le impuls apreguntar?

    Bernadette el sacerdote supo entonces su nombre respondiescuetamente, pero con aplomo y de manera clara. Consigui sonsacarle,fragmentado, el relato de la aparicin del 11 de febrero. La nia hablaba

    con voz fuerte, y su tono era ms alto a medida que iba adquiriendoconfianza. Sus palabras llegaban a odos de Elonore Prard, que estaba

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    esperando su turno. Vamos, no estaba bien sorprender de esa manera elsecreto de la confesin. Y se apart para poner fin a su involuntariaindiscrecin.

    El padre Pomian estaba perplejo. Cuanto ms inslita le pareca la

    aventura, mejor impresin le causaban las respuestas de la nia. Una cosale dej anonadado: uo rumor coumo u cop de benet (un ruido como elproducido por una rfaga de viento). Era el propio hecho y ciertareminiscencia de Pentecosts? O bien el tono en que Bernadette lo dijo?No sabra decirlo. Se limit a pronunciar algunos buenos consejos y al ter-minar pregunt: Me permite que hable con el seor prroco?

    Poco acostumbrada a tanta deferencia, Bernadette concedi supermiso sin dudar.

    Al salir del confesionario, el padre Pomian se enter de que elprroco haba salido por el camino de Argels. Lo encontr charlando conel carretero Froument. Despus de que ste se despidiera, le puso al co-rriente de lo ocurrido. El padre Peyramale escuch con expresin distradaaspirando el aire del anochecer y respondi concisamente: Hay queesperar.

    Y se pusieron a hablar de asuntos serios...

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    DOMINGO, 14 DE FEBRERO DE 1858

    SEGUNDAAPARICIN

    14 de febrero de 1858, domingo de carnaval. Durante la maana defiesta, con todo el tiempo del mundo para ellas, la curiosidad de las niaslleg a su apogeo. En un extremo de la plaza de la iglesia, a la entrada dela misa mayor de las diez, se formaron concilibulos bajo el sol, que sereanudaron al salir.

    La discusin pudo pasar desapercibida porque ocupa a unas niaspobres de la clase gratuita: Bernadette ha visto una cosa en Massebielle.

    ste y ningn otro era el tema de conversacin. La principalinteresada, sumida en sus cavilaciones, no intervino.

    Nosotras vamos contigo!

    A m me gustara ir, pero mi madre no me deja.

    Bernadette vacilaba entre dos sentimientos. Le atraa la gruta: sentacuriosidad, deseaba verificar lo ocurrido, y algo ms que no saba explicar.Pero el padre y la madre haban pronunciado sobre el tema unas palabrasdefinitivas, a las que no poda oponerse.

    Las otras nias no mostraban su misma moderacin.

    Vamos a preguntar nosotras!

    El permiso

    Toinette, escoltada por Thrse Courouau y Catherine Mengot, sellev a Bernadette por la calle de trazado irregular que una la plaza de laiglesia con la calle des Petits-Fosss. Pese al ingenio y las sonrisas de lasnias, Louise no se dejaba ablandar y se mantena firme en su negativa,llena de temor y de objeciones.

    Os caeris al agua.

    No, tendremos cuidado.No estaris de vuelta para las vsperas.

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    S!, lo prometemos.

    Las chiquillas tenan respuesta para todo, pero Louise seguainconmovible. Crey que podra zanjar el asunto escudndose en laautoridad del padre, con quien haba tomado la decisin, pero su clculo se

    revel equivocado: las nias saban que Franois era incapaz de negarlenada a Bernadette. Se fueron, pues, a buscarle.

    Franois estaba trabajando en el campo comn. Haba encontradoempleo en casa de Cazenave, que explotaba la diligencia de Bagnres. Enese trabajo no haba domingos. As recuperaba el tiempo que habaestado parado en mitad de la semana. El asunto de la gruta tenapreocupado a Franois. No haba olvidado la acusacin que hicieron caersobre l el ltimo mes de marzo... Aquella maldita historia de la harina que

    quisieron endosarle. Si la polica meta las narices en lo de la gruta, qums podra ocurrir? Nada bueno, en cualquier caso.

    No respondi secamente, ms si cabe porque Cazenave, unasilueta negra a contraluz en el umbral, estaba presente. Qu pensara l detodo eso?

    Pero el patrn result un aliado imprevisto de las nias, que ya lehaban hecho sus zalameras.

    Deja hacer a las nias. Una seora con un rosario no puede sernada malo.

    Franois se senta apesadumbrado, inquieto. Las lgrimas asomaron asus ojos. Imagin una salida de compromiso, que intent imponer conexp