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10 GRANDES MITOS EN LA HISTORIA DE LA CIENCIA Y LA TECNOLOGÍA Luis Sánchez Graillet

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10 GRANDES MITOS EN LA HISTORIA DE LA CIENCIA Y

LA TECNOLOGÍA

Luis Sánchez Graillet

¿Para qué sirve la historia?

Pensar que la historia no es otra cosa sino el recuento objetivo y neutral de los sucesos humanos resulta una suposición por demás ingenua

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Una visión más crítica de la historia revela, en cambio, que los diversos grupos humanos han utilizado la historia para diversos propósitos y fines concretos, adecuando sus narraciones históricas a sus fines específicos.

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Así, la historia se ha utilizado para:• Justificar guerras, conquistas y agresiones.• Legitimar la permanencia de un régimen.• Abogar por el predominio de una clase o grupo social.• Legitimar el predominio y continuidad de ciertas instituciones y prácticas sociales.

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Desde luego, cuando grupos sociales distintos, con propósitos y objetivos diferentes, relatan un mismo acontecimiento, sus historias pueden ser diametralmente distintas. Así, la historia de la conquista de México luce en los relatos españoles muy diferente a como se ve en los relatos indígenas.

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La “edición” de las historias

El que un mismo acontecimiento pueda narrarse de maneras muy diferentes responde al hecho de que todo relato histórico supone un cierto trabajo de selección, ordenamiento e interpretación del material oral y documental disponible.

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Y esos materiales de la historia pueden, desde luego, seleccionarse, ordenarse e interpretarse de maneras tales que los relatos históricos resultantes “digan” precisamente lo que los grupos sociales interesados desean que esas historias expresen.

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A lo largo del tiempo han existido, ciertamente, falsificaciones históricas viles. Pero en realidad la manera más usual de hacer relatos históricos a modo no es la alteración burda de los hechos, sino el trabajo sutil de “edición”, que resta o suma importancia a los hechos seleccionados por el historiador, y los presenta en una cierta interpretación, como si ella fuese “natural”.

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Para un ejemplo muy sencillo de la manera como pueden funcionar estos mecanismos de “edición” histórica consideremos una imagen icónica de la Revolución Mexicana que todos nosotros conocemos: la de la “adelita”.

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Esta imagen, que hemos vista reproducida en innumerables ocasiones, se presenta como el relato ideal de la mujer revolucionaria, combatiente y aguerrida.

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Sin embargo, esa imagen a la que estamos tan habituados es en realidad parte de una fotografía más amplia, la que raramente se reproduce completa, pues se ha favorecido la reproducción aislada del fragmento en que aparece la joven “adelita” descendiendo del tren.

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La versión completa de la foto revela que la joven adelita probablemente no está descendiendo del tren, sino solo asomándose. Segundo, revela que la joven es parte de un grupo de mujeres que están viajando, con toda probabilidad, adentro del vagón del ferrocarril. Esto último es el dato más importante. Pues por regla general las tropas revolucionarias y las mujeres que les acompañaban no viajaban dentro de los carros, sino encima de ellos.

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Por lo que se sabe, las únicas mujeres que viajaban dentro de los carros del ferrocarril eran las mujeres de los oficiales y las prostitutas que acompañaban a los batallones. De modo que al ver la imagen completa queda la seria duda de si la famosa “adelita” fue en realidad una de esas mujeres combatientes de la revolución. Este caso nos muestra como con un cambio sutil de edición puede lograrse que un documento histórico “diga” cosas sutilmente distintas.

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Los usos de la historia de la ciencia

Los científico, en tanto que grupo social con intereses particulares, no han escapado de modo alguno a la tentación de utilizar la historia de la ciencia para servir a ciertos fines parciales e interesados.

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Aquí hay que considerar que si bien desde finales del siglo XVIII empezaron a escribirse en Europa historias de las diversas ciencias, no fue en realidad sino hasta la década de 1930, en el siglo XX, cuando los historiadores profesionales empezaron a ocuparse de la historia de la ciencia. Antes de ello la práctica totalidad de las historias de la ciencia habían sido escritas por los propios científicos.

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¿Pero qué implicaciones tiene el que los propios científicos fuesen los autores de esas historias de la ciencia? Para responderte a ti mismo esa pregunta, piensa un momento: si tuvieras que escribir un relato sobre tu propia vida, ¿cómo lo harías? ¿Presentarías crudamente todos tus errores y defectos, o procurarías, más bien, hacer un trabajo sutil de “edición” para lograr un retrato tuyo lo más positivo posible?

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Bueno, pues los científicos pensaron lo mismo, y se dedicaron a producir retratos de la historia de la ciencia altamente positivos, en los que ésta aparece como una disciplina enteramente racional, con capacidad para resolver de manera concluyente todas las interrogantes sobre la naturaleza, y a la comunidad científica se la presenta como unificada, noble y desinteresada.

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Esta actitud tenía sentido entre los siglos XVIII y XIX, cuando la ciencia estaba aún luchando por hacerse de un lugar dentro de la sociedad europea, y era de vital importancia para los científicos justificar la necesidad y la importancia social de su labor.

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Hacia finales del siglo XIX esta ansia de las comunidades científicas por hacerse de un lugar dentro de la sociedad se conjuga con el naciente interés de los Estados nacionales por presentarse como “progresistas”, utilizando su apoyo a las labores de investigación científica como muestra de que también ellos estaban trepados en el “tren del progreso”.

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Y es precisamente en las últimas décadas del siglo XIX cuando se crea el modelo tradicional de la historia de la ciencia, el que forma parte de la “visión heredada”: una historia lineal, de progresos continuos y acumulativos, completamente lógica y racional, y en la que no hay disensos, en la que la ciencia ha llegado a develar los misterios de la naturaleza, tras luchar contra las fuerzas de la ignorancia.

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Solo que para que pudiera construirse una imagen tal de la ciencia se requirió de mucho trabajo de “edición”, evitándose la mención ciertos hechos, o sobredimensionando la importancia de otros, a la vez que eliminando las referencias a los disensos, y reinterpretando artificialmente a la historia de las ideas científicas como un proceso lógico, lineal, consistente y continuo.

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Pero si algo han encontrado los historiadores profesionales que durante el siglo XX se han dedicado al estudio de la historia de las ciencias es que al analizar ésta a detalle se encuentran cada vez menos hechos que apoyen está visión tradicional de la historia de la ciencia.

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Los usos de la historia de la tecnología

Por una variedad de razones, la historia de la tecnología ha tenido una tradición menos rica y prolongada que la de la historia de la ciencia. Ello no supone, sin embargo, que la ésta no se haya también “editado” a modo para cumplir con ciertos fines interesados.

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Particularmente, la historia de la tecnología se ha utilizado desde el siglo XIX para dos fines bien claros. El primero de ellos, ganar prestigio para una cierta nación, al presumirse ésta como la cuna de una serie de importantes invenciones tecnológicas.

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El segundo, justificar la imposición de ciertos ordenamientos sociales, económicos y del trabajo, como el resultado, supuestamente inevitable, de ciertos “progresos” tecnológicos. Tal es el caso de los relatos tradicionales de la llamada “Revolución Industrial”, que hacen parecer al proceso de proletarización de las sociedades como una consecuencia inevitable de la tecnología.

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En ambos casos, sin embargo, la historia profesional de la tecnología realizada durante las últimas décadas del siglo XX ha mostrado que muchos supuestos y atribuciones de la historia más tradicional de la tecnología son sencillamente insostenibles.

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La fabricación de “mitos” en la historia de la ciencia y la tecnología

Cuando en una narración se descontextualiza, se exagera, se deforma o se interpreta de manera marcadamente sesgada a un personaje o a un evento histórico ahí, decimos, se está construyendo un “mito” histórico.

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Estos “mitos” históricos raramente son mentiras absolutas, siendo mucho más común que contengan alguna cierta dosis de evidencia aceptable, y no son, de manera alguna, patrimonio exclusivo de una cierta clase de historia. Antes bien, se les puede encontrar en cualquier tipo de historia… incluida, por supuesto, la historia de la ciencia y la tecnología.

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Otra cosa a tener en cuenta es que con frecuencia estos mitos no han sido producidos intencionalmente con la finalidad de engañarnos. Más frecuentemente sucede que quienes escriben relatos históricos se dejan llevar, al momento de “editar” su información, por sus particulares preconcepciones, prejuicios e intereses de grupo, lo que quedan expresados en las interpretaciones sesgadas y las sutiles deformaciones contenidas en sus relatos

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Hechas estas advertencias, podemos hacernos ahora la siguiente pregunta: ¿de qué manera se han “editado” las historias de la ciencia y la tecnología para dar lugar al surgimiento de ciertos mitos? Las posibles maneras de alterar un relato histórico para generar un mito son muchas. Mencionaremos solo algunas de las que más frecuentemente se han dado en la historia de la ciencia y la tecnología.

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1. Evitar mencionar que cierto descubrimiento o ley, que ahora se considera correcto, fue alguna vez seriamente cuestionado, o incluso rechazado por la comunidad científica.

2. Evitar mencionar que la decisión sobre un problema científico estuvo mucho tiempo en suspenso, y que al final se resolvió no por argumentos científicos, sino por razones de otra índole.

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3. Evitar mencionar los antecedentes de una idea o los predecesores de un descubrimiento o invención, para que ésta parezca entonces como enteramente “original”.

4. Evitar mencionar que un cierto invento tuvo problemas cuando intentó aplicarse en la práctica, y que al final tuvieron que hacérsele tantas modificaciones que en realidad ya no era el mismo invento.

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5. Evitar toda mención sobre los efectos nocivos de ciertas prácticas científicas o tecnológicas en la sociedad o el ambiente, para no dar una imagen negativa de ellas.

6. Omitir en las biografías de científicos e inventores toda referencia a sus intereses personales o afiliaciones políticas o religiosas, a fin de que parezca que su labor de investigación fue neutra y desinteresada.

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7. Enfatizar la falta de resultados o la carencia de construcciones teóricas ciertas prácticas pre-científicas, para que estas luzcan como “irracionales”, y la ciencia, por contraste, como “racional”.

8. Hablar de científicos que no se conocieron y que vivieron en épocas diferentes como si hubiesen estado trabajando en un “mismo problema”. Ello enfatiza artificialmente la sensación de continuidad en la historia de la ciencia.

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9. Crear la impresión de que cierto desarrollo científico o tecnológico era “inevitable”. Eso se logra no dando cuenta de las alternativas que se presentaron en la historia para resolver ese problema científico o tecnológico por otras vías distintas.

10. Evitar mencionar a los técnicos y auxiliares que participan en el proceso de investigación, de manera tal que el científico o el inventor dé la impresión de ser un “genio solitario”.

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Y podríamos mencionar otros procedimientos de “edición” utilizados en la escritura de la historia de la ciencia y la tecnología, pero con los mencionados basta para hacernos una idea de las maneras, a veces poco conscientes, como se han construido ciertos mitos históricos en relación a la ciencia y la tecnología.

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Procedamos ahora a ver algunos ejemplos concretos, diez distintos, de “mitos” en la historia de la ciencia y la tecnología, considerando cada uno de ellos no solo como un mito aislado, sino como representante de una cierta familia o categoría de mitos históricos.

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1.- El mito del origen ilustre: El mito del origen griego

¿Te has percatado de que parecería como si todas las ciencias y técnicas se hubiesen originado en la Grecia clásica? ¿Nunca te ha parecido sospechoso el que aparentemente todo el conocimiento humano se originara en un solo lugar y en una misma época histórica?

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En realidad el supuesto origen griego de la mayoría de las ciencias y técnicas es por demás cuestionable para la mayoría de éstas, pues es fácil demostrar que entre los pensadores griegos y los trabajos de los científicos de los siglos XVI y posteriores no hay sencillamente ninguna línea trazable de continuidad histórica. Caso clásico de esto es el supuesto descubrimiento del “átomo” por Demócrito y otros filósofos griegos.

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En realidad parece que las únicas ciencia en las que sí existió una línea de continuidad entre los antiguos griegos y la Europa moderna fueron la geometría y la astronomía. Lo que sucede es que a partir del Renacimiento la antigüedad griega clásica adquirió gran prestigio intelectual… prestigio que los primeros historiadores de las ciencias querían para sus respectivas disciplinas.

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De ahí esta insistencia, bien clara en las historia de la ciencia del siglo XIX, por otorgarles a casi todas las disciplinas científicas un origen legendario y prestigioso en la Grecia Antigua.

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2.- Los mitos del pasado irracional: El mito de la alquimia

El mito del pasado lejano ilustre suele tener un curioso complemento: el mito histórico de que los antecedentes inmediatos de una cierta disciplina científica fueron irracionales, falsos y no-científicos.

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El caso típico de esto es el de la alquimia y la química: tradicionalmente se ha presentado a la primera como un falso saber, lleno de tonterías y supersticiones, que fue posteriormente suplantado por la práctica racional y científica de la verdadera química.

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Lo que las investigaciones históricas serias han encontrado es que entre la alquimia y la química moderna hay más continuidades que saltos, y que muchos conocimientos y prácticas aceptados por los químicos de los siglos XVII, XVIII y XIX provienen directamente de la tradición y la práctica alquímica.

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Lo que sucedió fue, más bien, que los primeros químicos exageraron los contrastes entre la química y la alquimia, con el fin de desacreditar a esta última, y hacerse así de un espacio exclusivo, como las únicas personas facultadas para investigar sobre la materia. Situaciones similares ocurrieron también, por ejemplo, entre la astrología y la astronomía.

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3.- El mito del “genio”:La imagen idealizada de Isaac Newton

Una de las cosas que interesaron más a los primeros historiadores de la ciencia fue hacerse de figuras llamativas, a las que pudiera presentarse como grandes “genios”, y que encarnaran todas las virtudes de la naciente ciencia. Y una de las figuras predilectas para ello fue la de Isaac Newton.

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Fue así que por siglos se creó un retrato tremendamente idealizado de Newton, en el que este aparece como poseedor de todos los atributos deseables del científico, el que se aderezó además con detalles anecdóticos poco probables pero muy pintorescos, como el célebre episodio de la manzana.

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Sin embargo, tales retratos ideales de Newton se fabricaran pasando por alto una serie de aspectos importantes de su vida, contrarios a la imagen ideal que quería propagarse. Así, por ejemplo, el hecho de que Newton se consideraba a sí mismo como un “alquimista”, o que la mayor parte de los escritos que hizo se refieren a cuestiones de misticismo bíblico, y no a cuestiones científicas.

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Situaciones así han ocurrido con otros muchos personajes notables de la historia de la ciencia y la tecnología, cuyas vidas se han popularizado en relatos parciales, sesgados y poco fidedignos: Galileo, Pasteur, Darwin, Lavoisier, Edison, Einstein, y un largo etcétera.

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4.- El mito de la laicidad científica:El caso de los fósiles

Una cosa en las que ha insistido la historia tradicional de la ciencia es la idea de que ésta es independiente de toda determinación social; lo que incluye, por supuesto a la religión. En el relato ideal los científicos aparecen como personas que toman sus decisiones científicas con independencia a cualquier creencia religiosa personal.

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En la práctica las cosas han sido muy distintas a veces, y a lo largo de la historia se han dado muchos casos de científicos que han antepuesto su fe religiosa a cualquier prueba empírica. Un caso histórico ilustrativo al respecto es el de los fósiles. El problema con éstos es que si uno acepta que estas formaciones son restos de seres vivos ahora extintos, ello supone contradecir el relato literal de la Biblia acerca de la creación.

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Para muchos científicos era imposible aceptar que el relato bíblico sobre la creación fuese erróneo. De modo que, contra toda prueba, negaron que los fósiles fuesen restos de organismos vivos, y propusieron, en cambio, algunas teorías tan poco plausibles, como que los fósiles eran formaciones creadas por procesos inorgánicos, o que se trataba de los restos de los animales que Dios ya no quiso acabar de crear, y que quedaron “atorados” en las piedras

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Quizá la peor de estas interpretaciones era la que decía que los fósiles habían sido creados por Dios, ¡para poner a prueba nuestra capacidad de creer literalmente en la Biblia! La aceptación generalizada de que los fósiles son restos orgánicos no se dio sino hasta las últimas décadas del siglo XIX.

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5.- El mito de la neutralidad política:El caso Lysenko

Así como a la ciencia se la supone independiente del todo con respecto a la religión, lo mismo se asume respecto a la política: en las historias tradicionales o bien se guarda siempre silencio sobre las motivaciones políticas de los científicos, y se nos deja creer que la ciencia se conduce con absoluta autonomía respecto a cualquier determinación política e ideológica.

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En realidad la historia muestra que la ciencia siempre ha estado implicada de una u otra manera con intereses políticos. Tal vez el caso más extremo al respecto sea el de TrofimLysenko, un agrónomo ruso que se opuso férreamente, por razones más ideológicas que científicas, a la teoría mendeliana de la herencia.

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Trofim Lysenko (1898-1976)

Lysenko defendió una versión de la teoría de la herencia adquirida de Lamarck, y desarrolló una serie de métodos poco ortodoxos y con pocas bases científicas que supuestamente aumentaban la productividad de las cosechas. Lysenko tuvo éxito en persuadir al dictador Stalin de sus ideas, y llegó a ser el científico más influyente dela URSSS. Desde esa posición decretó que la única teoría correcta era la suya, y persiguió, encarceló y exilio a los investigadores que trataron de defender la teoría de Mendel

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El de Lysenko fue un caso muy extremo, pero a lo largo de la historia no ha sido inusual que un régimen político haga suya una cierta idea científica o pseudo-científica, que sea favorable a sus intereses, y la imponga a la fuerza como la única teoría “científica” correcta. Casos así fueron el de la “ciencia” nazi, o la actual política en los Estados Unidos para prohibir la enseñanza de la teoría de la evolución.

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6.- El mito del consenso general: La teoría abiogénica del petróleo

Algo en lo que ha insistido mucho la historia tradicional es en la idea de que en la ciencia puede llegarse a acuerdos universales sobre todo tema de posible controversia. Eso en realidad ha sido falso para una gran cantidad de asuntos científicos relevantes. Aquí la táctica de esas historias ha sido acallar tales controversias, y hablar de esas cosas sujetas aún a discusión, como si estuvieran ya decididas.

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Un caso histórico interesante a este respecto ha sido el de la controversia sobre el origen del petróleo. Lo que muchos libros no dicen al respecto es que desde el siglo XVIII diversos científicos, Berthelot, Mendeleiev y Alexander von Humboldt entre otros, han defendido la idea de que el petróleo no se originó a partir de los restos organismos vivos, sino por procesos totalmente inorgánicos.

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Ya en el siglo XX, el físico Thomas Gold dirigió un par de perforaciones, destinadas a poner a prueba la teoría del origen abiogénico del petróleo. Los resultados fueron muy favorables para esa teoría y contrarios para la teoría del origen biológico, pero la reacción de la generalidad de la comunidad científica fue atacar el experimento sobre bases endebles, o sencillamente ignorarlo.

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Hasta la fecha no hay pruebas absolutamente conclusivas a favor o en contra de alguna de las dos teorías, pero seguimos enseñando la teoría biogénica del petróleo como si esta fuera una cuestión ya decidida. Situaciones similares han ocurrido con una buena cantidad de controversias científicas.

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7.- El mito de la apertura científica:Werner y la tectónica de placas

Uno de los supuestos tradicionales sobre la ciencia es que ésta es una institución abierta a recibir y atender evidencias e ideas de cualquier fuente, siempre en pro del avance del conocimiento. En realidad esto no suele funcionar así, pues los grupos científicos son comunidades bastante cerradas, que no atienden a nadie que provenga de fuera, aunque tal situación suele callarse.

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Un caso histórico que ilustra bien esto es el de Alfred Wegener, quien en la década de 1910 propuso seriamente la teoría de que las masas de tierra continentales se movían lentamente a través de las eras geológicas. Esto es lo que actualmente conocemos como la “teoría de las placas tectónicas”.

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Alfred Wegener (1880-1930)

Cuando Wegener presentó su teoría ésta recibió el más furibundo de los rechazos por parte de la comunidad geológica, y ello a pesar de que Wegener presentó algunas pruebas bastante sólidas. No obstante, el furioso rechazó de los geólogos contra Wegener se centró no las pruebas presentadas, sino en un hecho accesorio: que Wegener era meteorólogo y no geólogo, y no tenía, según esto, derecho alguno a opinar sobre la materia.

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Wegener murió aún joven, cuando trataba de alcanzar con una expedición el Polo Sur. Evidencias empíricas posteriores mostraron que tenía razón. Pero aún estando él vivo se dio el caso inaudito de que la Asociación Americana de Geólogos Petroleros convocara a un congreso internacional especialmente destinado para atacar su teoría de la deriva continental.

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8.- Los mitos del poderío tecnológico:El mito de la inventiva norteamericana

Al leer la mayoría de las historias de la tecnología hechas en los Estados Unidos uno queda con la seria impresión de que más de la mitad de los inventos importantes del siglo XX fueron creados por los norteamericanos. Y eso, por supuesto, nos hace pensar que el talento inventivo de éstos debe ser la causa de su poderío tecnológico e industrial.

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Lo que no suele decirse es, primero, que aunque muchos inventos importantes ciertamente se perfeccionaron o comercializaron en los Estados Unidos, en realidad versiones funcionales de los mismos ya se habían inventados antes en otros lugares. Y tampoco suele decirse que muchos de esos inventos fueron creados por científicos e inventores europeos, que emigraron a EUA tras las Guerras Mundiales.

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La cantidad de los desarrollos tecnológicos importantes que los norteamericanos se han adjudicado alguna vez como suyos, y cuya autoría es cuestionable, incluyen entre otros muchos: la luz eléctrica, el aeroplano, la explotación industrial del petróleo, la televisión, las computadoras, la radiodifusión, los plásticos, los cohetes espaciales, los refrigeradores, el transistor, y un largo etcétera.

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Lo que aquí sucede es, más bien, que la imagen de un gran poderío tecnológico forma parte de la imagen general de poderío que los Estados Unidos han querido proyectar en el mundo entero desde inicios del siglo XX. Y si para poder presumir tal poderío tecnológico debe “editarse” un poco la historia… pues, se hace. En mucha menor medida una cosa similar ha sucedido también con las historias de la tecnología hechas en Francia, Inglaterra y Alemania.

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9.- El mito del determinismo tecnológico : El sistema de producción y distribución

eléctrica de Edison Una característica interesante e importante en muchas de las historias de la tecnología es que éstas tienden a justificar la existencia de ciertos aparatos o prácticas tecnológicas, a través de relatos en los que el aparato o práctica en cuestión se presenta como si hubiese sido la única alternativa viable para la solución de un cierto problema, o como la mejor posible.

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Esta postura se conoce como determinismo tecnológico. Éste puede definirse como la creencia de que la tecnología avanza con una lógica técnica propia y necesaria, y que es la tecnología la que determina nuestras formas de vida social, y no al revés. Un caso ilustrativo al respecto es el la tecnología de producción de energía eléctrica.

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¿Te has preguntado por qué no tenemos cada uno de nosotros un pequeño generador eléctrico en casa, en vez de tener que comprar electricidad a una gran planta generadora central? Hay ciertas razones técnicas que justifican tal situación, pero en realidad ninguna de estas es contundente, y de haber sido algo diferente la historia, quizás cada hogar podría tener su pequeña planta eléctrica. Después de todo, los pequeños generadores se inventaron antes que las grandes centrales eléctricas.

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Sucedió, sin embargo, que el hombre que empezó a fabricar en serie los primeros aparatos eléctricos para el hogar, Thomas Alva Edison, fue también el primero en darse cuenta que el verdadero negocio no estaba en vender focos y tocadiscos, sino en vender la corriente eléctrica, pues así podría hacerse de clientes cautivos. Edison inventó así el concepto de una gran central eléctrica, que surte a los hogares y establecimientos en un área de distribución.

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Su éxito financiero fue tremendo, y a partir de ahí muchos otros competidores copiaron el modelo. Y ello retraso e inhibió el desarrollo de pequeños generadores domésticos, los que hubiesen podido hacerse más eficientes y económicos de haberse continuado trabajando en ellos. Y nos habituamos a depender de la gran central eléctrica…

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10.- El mito del fundamento seguro:Egas Moniz y la lobotomía frontal

Uno de los supuestos más importantes de la visión tradicional de la ciencia es que los científicos trabajan a partir de fundamentos experimentales seguros y evidencias firmes. Son muchos los episodios históricos en los que esto no ha sido el caso, pero uno de los más impactantes y terribles fue el de la lobotomía.

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La lobotomía frontal fue un proceso quirúrgico inventado por el neurólogo portugués Antonio EgasMoniz. Este consistía en cortar las conexiones entre el lóbulo frontal y el resto del cerebro, y se suponía que tal procedimiento podría mejorar la condición de pacientes con condiciones psiquiátricas severas.

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Antoni Egas Moniz (1875-1955)

Por su trabajo Egas Moniz ganó un premio Nobel de medicina, y la lobotomía se volvió un procedimiento popular entre las décadas de 1930 a 1950. El procedimiento se hizo popular porque al desconectar el lóbulo frontal el paciente perdía mayormente la capacidad de tomar decisiones, y su personalidad quedaba deteriorada, hasta el punto de convertirse en un ser dócil, fácilmente manejable en las instituciones psiquiátricas.

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Por fortuna, la lobotomía ya no se práctica más, y en muchos países ha sido legalmente prohibida. A menudo se ha alegado que el procedimiento era, para la época en que se inventó, el único medio posible de tratar a ciertos pacientes. Actualmente se acepta, sin embargo, que la lobotomía no mejora la condición del paciente, sino que destruye su mente, y que en esas décadas se abusó del procedimiento, aplicándolo a pacientes que de modo alguno lo hubiesen requerido.

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Desde el punto de vista científico lo más grave fue que en realidad el doctor Egas desarrolló el procedimiento sin contar con ninguna prueba sólida de su utilidad terapéutica, y ni siquiera una teoría de su posible efectividad. Simplemente probó a ver qué sucedía, y sin más ensayos clínicos se aceptó la operación. A la distancia este episodio se considera como una de las mayores pifias en la historia de la ciencia y de los premios Nobel.

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Concluimos de esta manera con nuestro repaso de algunos de los mitos de la historia de la ciencia y la tecnología. Esperamos que a partir de ahora tu visión al respecto sea mucho más

crítica, atenta e inquisitiva.

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