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  • 8/17/2019 08_Cremaschi Furlotti-Mañas de Ruiz-otros_Sobre El “Juan Manuel de Rosas” de John Lynch

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    FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS UNIVERSIDAD NACIONAL DE CUYO

    Martha CREMASCHI FURLOTTI; María del Carmen MAÑAS de RUIZy otros.Sobre el “Juan Manuel de Rosas” de John Lynch.

    Separata de la Revista de Historia Americana y Argentina, AñoXIV, Mendoza, 1897-1988, Nº 27 y 28, Cap. I y II; y Cap. III y IV,respectivamente.

    El análisis del libro de Lynch fue efectuado por las integrantes de la cátedra deHistoria Argentina I (Prof. Elvira Martín de Codoni, Magíster María del CarmenMAÑAS de RUIZ; Magíster Martha CREMASCHI FURLOTTI; Prof. Leonor MORAL de

    MELI; Prof. Mariana Verstraete), y expuesto en el Ateneo de actualizaciónbibliográfica en Historia Argentina. La publicación se efectuó en la Revista delInstituto de Historia. El análisis y la exposición de los dos primeros capítulosestuvieron a nuestro cargo.

    J. Lynch (Country Dirham, Gran Bretaña, 1927), Ph. en Historia, Profesor Eméritode la Universidad de Londres, es un conocido hispanista. Autor de importanteslibros: Administración colonial española (1782-1810): El sistema de Intendenciasen el Virreinato del Río de la Plata ( 1962); España bajo los Austrias (1970); JuanManuel de Rosas, 1829-1852 (1984); Las Revoluciones Hispanoamericanas (1808-

    1826) (1989); Caudillos en Hispanoamérica (1800-1850) (Mapfre, 1992), etc. 

    El capítulo I se titula: Señor de las llanuras y el II, el Estanciero. Transcribimosnuestro análisis.

    A través del la lectura de los mismos se infiere que el autor está adscripto a lacorriente liberal, que en este caso no es antirrosista sino que intenta dar unavisión objetiva sobre hechos de la vida de Rosas, propósito no logrado.

    Del análisis d las citas y notas de cada capítulo alrededor de un centenar enambos  se deduce que la mayoría se reparte entre autores ingleses (rasgodistintivo de esta obra) y liberales, tales como Sarmiento, Barba, Levene, Saldías,Celesia, etc. Mínimamente se detecta la influencia de Julio Irazusta y de JoséMaría Rosa.

    En el apartado inicial, denominado “Señor de las llanuras”, relata el origenfamiliar del Restaurador, su preferencia por el orden social, colonial, sueducación rudimentaria, única. Reseña sus comienzos en el campo, su profundoconocimiento del mismo. Lo cataloga como pionero en la expansión de laspropiedades rurales y en la formación de las estancias en las que aplicó criteriosde tamaños y cantidades y no de tecnología y calidad. Fue precursor de una

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    nueva etapa en el desarrollo de Buenos Aires: la exportación de la producciónsaladeril (cueros y charqui).

    Hacia 1820 adquirió poder militar, reputación política y crecieron suspropiedades, aspectos que destaca el autor al igual que los de la vida en la ciudady en el campo, las costumbres de los indios, el contacto directo de Rosas conestos últimos y con los gauchos. Ejerció su autoridad no sólo sobre sus propiospeones sino también sobre las masas rurales, siendo su poder extraordinario(datos aportados a través de Parish).

    Explica Lynch que Rosas se unió al partido federal no por razones de ideologíapolítica, “que no poseía”, sino porque la política unitaria entorpecía sus planesde hegemonía en la campaña, él representaba una fuerza básica: la de losestancieros.

    Justifica la hegemonía de Rosas como producto de las circunstancias puessignificaba el asenso al poder de los intereses económicos de ese nuevo gruposocial, los estancieros. Sostiene finalmente que él era como una síntesis de lasociedad y la economía del campo.

    El segundo capítulo, titulado “Estanciero” lo inicia con un texto de Sarmiento querevela una actitud más crítica hacia el personaje que en el anterior. Hayinterrogantes cuyas respuestas declaran a Rosas como un propietario de tierras,las que acumuló, entregó a sus sostenedores y confiscó a sus adversarios. Elrégimen de acuerdo a conceptos vertidos por el autor, operaba mediante sistemas

    de recompensas y castigos. Luego de una serie de datos sobre casos diversos,concluye paliando estos hechos, pues enfatiza que “los mismos unitarios tambiénconfiscaron propiedades y no de manera menos despiadada que los federales”,advertencia que no es tan clara cuando analiza el tema del terror en un capítuloposterior.

    Son muchas las facetas que trata, las cuales seleccionamos algunas. Reconoceque “las circunstancias requerían un gobierno fuerte, que promovió importantesmodificaciones permanentes, a la estructura legal referente a la posesión de lastierras”. Sin embargo agrega: “ Así como las leyes sobre tierras y los valores de

    éstas favorecían a los estancieros, también la política financiera de Rosas losbeneficiaba”,  provocando la transferencia masiva de la propiedad pública, porotra parte recién conquistada, al dominio privado, creando una edite deterratenientes. Por tanto, la estructura que erigió fue apropiada para laconcentración de la propiedad. Agrega sobre esto el autor que, entre 1830 y1852, la superficie ocupada de la provincia creció un 42 % como consecuencia dela Campaña al Desierto y el mejoramiento de las relaciones con los indios.También expone datos sobre el gran complejo patrimonial de Rosas, su modo deadministrarlo, la práctica de marcar el ganado lo cual impulsó el crecimiento dela propiedad privada de las pampas.

    En varias páginas puede observarse el relato magistral de la vida en las estanciasa través de personajes ingleses. Finalmente hacia 1850 estima que el sistema de

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    Rosas estaba económicamente estancado, pero que el campo fue objeto de unaordenación social económica necesaria, dejando una huella indeleble en laestructura agraria” (leer luego del análisis de los cap. III y IV, los textos).

    María del Carmen MAÑAS de RUIZ y otros. Sobre el “Juan Manuel de Rosas” de John Lynch. En: Separata de la Revista de Historia Americana y Argentina, AñoXIV, Mendoza, 1897-1988, Nº 27 y 28, Cap. III: Patrón y Peón; Cap. IV: UnaArgentina alternativa.

    “Patrón y Peón” y “Una Argentina alternativa” son los títulos de estos capítulos,en donde Lynch aborda la temática socioeconómica. El material usado para eldesarrollo e ambos es amplísimo y específico a la vez. Documentos éditos einéditos entre los que se encuentran censos, estadísticas, diario de sesiones,memorias, legislaciones sociales, decretos, correspondencias, mensajes informes,

    tablas comparativas y porcentajes, etc., sin dejar de lado la opinión de losviajeros de la época. La bibliografía consultada es sumamente exhaustiva y citadapor capítulo al final de la obra. Merece destacarse la bibliografía y fuentesdocumentales inglesas, las que según nuestro criterio constituyen la novedad enesta temática por todos conocida.

    Antes de referirse a lo social presenta un panorama de la población argentina,sobre todo en Buenos Aires. En general la tónica de los dos capítulos es centrarseen Buenos Aires y en menor grado en el resto del país. con respecto al lo socialafirma que la estancia fue la base primordial para conferir status y poder y que

    este último se veía constantemente reflejado en la influencia que losterratenientes ejercían en la Sala de Representantes y en consecuencia en elcampo. Insiste en que Rosas fue ante todo miembro de ese grupo y luego pornecesidad protector de las clases bajas y no al revés. No se detiene en el análisisde la clase media porque en realidad no existía según su opinión. Sin embargoaclara que de alguna manera este contrato con fue conformado por losextranjeros al absorber las funciones empresariales; de todas formas terminabanpor integrarse a una de las dos clases extremas.

    Casi todo el Capítulo III gira en torno a la relación “patrón -peón”, insistiendo en

    la personalidad conservadora de los estancieros y en la influencia sociopolíticaque ejercían. Para Lynch, Rosas no escapa a esta caracterización y según él sihay autores que lo erigen en defensor de la peonada, han olvidado que dichaactitud fue únicamente dirigida hacia sus planes políticos. “Rosas era el centro deun numeroso grupo cuya afinidad se basaba en la tierra. Estaba rodeado por unaestrecha red económica y política, diputados confiables, oficiales de justicia,funcionarios y militares que también eran terratenientes y estaban relacionadosentre ellos o con Rosas..., tenían entre sí mucho más en común que con el restode la sociedad” (...). 

    Con respecto al aspecto económico el autor se detiene en la actividad comerciale industrial de Argentina, pero sobre todo de la provincia de Buenos Aires. Seplantea si pudo o no haber una Argentina alternativa como lo expresa en el título

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    del capítulo IV. Al analizar el aspecto urbano y sobre todo la capacidadadquisitiva de la población referente a viviendas, considera que no existíadesarrollo significativo como para transformar la economía o como para crear unmercado de expansión para la producción industrial, a pesar de la política deexportación. También recuerda que los productos que se comercializaban eranfundamentalmente provenientes de una economía pastoril.

    Insiste en que hacia 1830 aun no experimentaba una revolución industrial. Elsector exportador no era dinámico, exceptuando el de los saladeros; se manteníael nivel artesanal y de taller. Observa una mejora hacia 1850 con el uso e lasmáquinas a vapor y un consiguiente avance industrial al combinar aquéllas con laactividad saladeril. En este aspecto Lynch reitera su postura con respecto a losestancieros, los que bregaban por sus intereses dentro de una economía agrariaque los beneficiara. Por lo tanto, para el autor, la política económica de Rosas nocontrarió dichos intereses.

    El panorama económico del interior del país es analizado también en esta obra...“Lynch insiste en que aún no había productos industrializados, sólo procesados ymás aún en el caso de las provincias. La producción en la época de Rosas seguíasiendo artesanal” (...). 

    En forma general, el autor considera definitivamente que no existía entonces unaArgentina Alternativa y que no estaba en los planes de Rosas promoverla (...).

    TEXTO: John Lynch.  Juan Manuel de Rosas. Buenos Aires, 1984, Cap. I: pp.19-51; Cap. II: pp. 52-92 (selección de M. C. F.)

    Los acontecimientos políticos de esos tiempos, de suma importancia para laArgentina, resultaban marginales en el mundo de Rosas. Cuando una expediciónbritánica invadió el Río de la Plata en 1806, Rosas tenía trece años y, junto conotros niños de su edad sirvió como ayudante de municiones en el ejército popularorganizado por Liniers y que derrotó a los británicos en agosto de dicho año.Durante la segunda invasión inglesa, en 1807, Rosas prestaba servicios en laCaballería de los Migueletes, pero probablemente no pudo participar en los

    combates por enfermedad. Fue después con sus padres al campo, a trabajar en suestancia. Tres años más tarde, Rosas fue uno de los muchos que se quedaron ensus casas durante la Revolución de Mayo de 1810, que inició la independencia deEspaña en la Argentina.

    La ejecución de Santiago Liniers, ex virrey realista y hombre de lacontrarrevolución lo indignó: “¡Liniers! Ilustre, noble, virtuoso, a quien yo tantohe querido, y he de querer por toda la eternidad, sin olvidarle jamás”. Sin llegara desafiar el hecho de la independencia, Rosas, no ocultó su preferencia por elorden social colonial: “Los tiempos actuales no son los de quietud y de

    tranquilidad que precedieron el 25 de Mayo... Entonces la subordinación estababien puesta, el fuego devorador de las guerras civiles no nos abrasaba; habíaunión. Estaba hablando de la frontera india en particular, pero los sentimientos

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    tenían significado más amplio. Rosas, como muchos de su clase consideraba elperíodo colonial como la época de oro, en que la ley gobernaba y la propiedadera determinante. Además creía profundamente en los valores hispánicos” (p.21).

    Rosas abandonó la estancia de sus padres y su empleo a fin de trabajar por supropia cuenta. Las circunstancias de su partida son discutidas (...) “Es másrazonable su propia explicación, de que simplemente decidió valerse por sí mismoy no seguir más tiempo bajo la dependencia de sus padres. Mas aun, pese a que élno lo dijo, la tierra estaba virtualmente a disposición de quien la tomara.(Escribió Rosas): “Las varias ocasiones que quisieron obligarme a recibir tierras yganados compensación a mis servicios, contestaba suplicándoles me permitieranel placer de servir a mis padres, y la satisfacción también honrosa de podersiempre decir algo: lo que tengo lo debo puramente al trabajo de mi industria yal crédito de mi honradez... Salí a trabajar sin más capital que mi crédito y mi

    industria” (Saldías). Cuando su padre murió, no aceptó parte de la herencia que le correspondía, sinoque la pasó a su madre y, cuando ella murió, la dividió entre los hijos de ella másnecesitados y la doncella que la había atendido, y entregó el resto para caridad.

    Rosas formó una sociedad con Juan Nepomuceno Terrero y Luis Dorrego. Los tresorganizaron una compañía para explotar tierras y sus productos. Dorregoproporcionó alrededor de la mitad del capital, Rosas y Terrero el comercial.Rosas, Terrero y Compañía promovieron empresas rurales, que abarcaban desde

    la compra de las tierras hasta la explotación de los productos. Su primeraoperación exitosa fue la producción de carne para la exportación en un saladero,en la estancia Las Higueritas, en el distrito de Quilmes. El primer saladero deBuenos Aires había sido establecido en 1810, pero la nueva compañía estabaentre las más dinámicas y los socios tuvieron rápidas ganancias sobre susinversiones.

    Comenzaron a producir el 25 de noviembre de 1815 y pronto se hallaronexportando carne vacuna trozada y salada tasajo o charqui  a los mercadosesclavos de Brasil y Cuba. La planta de producción y su ganado en pie les habían

    costado casi diez mil pesos; pero en dos años acusaron ventas brutas por catorcemil quinientos pesos y pudieron completar la compra del saladero y declararbeneficios personales de cuatro mil pesos para cada uno. El saladero producíaganancias no sólo por una eficaz administración sino también porque Rosas teníacapacidad para evadir el pago de impuestos mediante la carga de sus productosno en Buenos aires, sino en sus propios barcos anclados frente a las costas del sur.Lo hacía valiéndose del decreto del 9 de agosto de 1815 que autorizaba el puertode la Ensenada para aquellas embarcaciones imposibilitadas par navegar hastaBuenos aires. Sus propios barcos importaban también sal desde Río Negro.

    El rápido e independiente crecimiento colocó a Rosas y sus asociados encompetencia por el abastecimiento con los proveedores de carne de Buenos Aires,quienes se quejaban de la extrema escasez de carne para los consumidores y

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    culpaban a los saladeros por dedicar las existencias a la exportación” (...) Seprodujo un amargo debate, en el que los saladeristas reclamaban libertad decomercio e industria y señalaban los inmensos recursos disponibles en matera deganado vacuno para satisfacer a todos, con la sola condición de que fuesen mejoradministrados. Pero los abastecedores de carne estaban respaldados por elgobierno del Directorio y el 31 de mayo de 1817 fueron cerrados los saladeros deBuenos Aires en beneficio del mercado doméstico. La solución lógica de lasituación era obtener mayores extensiones en tierras. Rosas, Terrero y Compañíase reorganizaron y empezaron a dirigir sus miradas hacia el sur. El capital total dela compañía era de diecinueve mil setecientos setenta y siete pesos, de loscuales, ocho mil setecientos setenta correspondían al aporte de Dorrego, cincomil quinientos tres al de Terrero y cinco mil quinientos tres al de Rosas. Lacompañía se hizo completamente rural y pronto comenzó a comprar tierras yganado en el sur de la provincia. Fueron los precursores de una nueva etapa en eldesarrollo de Buenos Aires, la época del boom de la tierra, de la expansión de las

    estancias y de la exportación de la producción.El puerto y su zona interior constituían una unidad. Buenos Aires no era todavíauna de las grandes capitales de las Américas. El centro de la ciudad tenía unmínimo encanto heredado de su pasado colonial, con sus calles regulares ypavimentadas, que se cruzaban en ángulos rectos, y sus espaciosas plazas quealiviaban la monotonía; pero las casas de una sola planta no impresionaban nada,y la línea de edificación sólo estaba realzada por unas pocas torres y cúpulas. Elambiente era insalubre y las comodidades no abundaban. Afortunadamente, latransición de la ciudad al campo era brusca. A unos cinco kilómetros del centro

    de la ciudad, pasando barrios de suburbios, con miserables construcciones y callesllenas de pozos, el viajero cruzaba el puente Barracas y entraba al campoabierto. Allí las propiedades estaban bien provistas de ganado vacuno y caballar.Pero la gente abundaba menos.

    Las viviendas dispersas de los colonos rurales no eran más que primitivos ranchosconstruidos con troncos de adobe, con techos de paja, y carentes de camas.Después de recorrer unos quince kilómetros, el viajero se acercaba a las tierrasonduladas de los alrededores de Quilmes, cerca de donde las tropas británicas almando del general Whitelocke habían efectuado su mal predestinado desembarco

    y marchado sobre Buenos Aires en 1807. Era posible conseguir algunos refrescosen ocasionales pulperías, combinación de taberna y almacén de ramos generales,donde los jinetes podían descansar debajo del alero y observar a los gauchos,milicianos, peones, indios y otros moradores de las pampas. Pero el únicoalimento consistía en carne de vaca, muy dura, cocida inmediatamente despuésde matar al animal, y de sus parte más fuertes. Siguiendo hacia el sur, el viajeroentraba en un paraíso de parque natural, las tierras de los indios, ganado vacuno,caballos, avestruces y miríadas de aves salvajes (...)

    Continuando más hacia el sur, en dirección a Tandil que pronto habría de

    convertirse en un fuerte de frontera, y que aun en la década de 1840 no era másque una aldea primitiva estaban por entonces empujando la frontera y, en losaños siguientes a 1815, se hallaban en proceso de formación grandes estancias; la

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    tierra pertenecía en su mayor parte al Estado, pero su ocupación estaba librada acasi cualquiera que tuviera espíritu pionero. La conquista de las pampas estaba apuno de comenzar” (p. 24) “El enemigo más grande en las pampas no era lasoledad ni el clima sino los indios. Gran parte del territorio que hoy forma laprovincia de Buenos aires estaba en aquella época controlado por los indios. Yaun dentro de la frontera había extensas zonas despobladas por el hombre blancoy carentes de protección por parte del Estado. Alrededor de 1830, las tierras quese hallaban bajo una u otra forma de propiedad alcanzaban a cinco mil quinientasdieciséis leguas cuadradas, lo que dejaba sin ocupantes legales dos tercios de loque habría luego de convertirse en el territorio total de la provincia (...)

    Los indios se presentaban en varias formas. Podía vérselos en la plaza delmercado en Buenos Aires cambiando sus productos por ropa, pan, carne y elcodiciado vino. También se los encontraba en sus tolderías o campamentos,amontonados en sus sucias tiendas y planeando su próxima correría contra las

    bien provistas estancias. El Cónsul General británico, Woodbine Parish, informódescribiendo una típica incursión india:

    “La semana pasada, una partida de quinientos o seiscientos indios hizo una audazirrupción en las cercanías de Arrecifes, a menos de doscientos kilómetros de estaciudad, y se llevaron gran cantidad de ganado vacuno antes de que las tropas deldestacamento más próximo recibieran información sobre el hecho. Sin embargo,iniciaron de inmediato la persecución y cayeron sobre ellos derrotándolos conuna parida de unos doscientos soldados, que recuperaron cerca de veinte milcabezas de ganado. La gran extensión de las fronteras de las provincias

    determina que sean muy vulnerables a dichos ataques, dado que, en la presentesituación del país, es imposible mantener una fuerza suficiente dedicadaexclusivamente a su defensa. La ferocidad de los indios, que matan a todos los

     prisioneros varones y toman en cautiverio a las mujeres y los niños, agregada a la frecuencia de sus ataques por más insignificantes que ellos sean, dan pie a todaclase de exageraciones con respecto a su número y fuerza” (p. 25). 

    Rosas mismo fue uno de los nuevos pioneros de las pampas. Pero no le gustabamatar indios. Rosas anticipó la expansión de la economía ganadera de la décadade 1820 y contribuyó a promover la conversión de Buenos Aires, de capital

    virreinal a centro exportador. La estructura económica de Buenos Aires, tal comoemergió del período colonial, estaba dominada por el comercio, no por laagricultura. Los grandes comerciantes de Buenos Aires no obtuvieron susbeneficios mediante la exportación de los productos del país en realidad losalrededores rurales propios de la ciudad estaban muy poco desarrollados  sinogracias a la exportación de bienes de consumo para un mercado que se extendíadesde Buenos Aires hasta Potosí y Santiago, en intercambio con metalespreciosos. En el momento de la independencia, la producción pecuaria sóloalcanzaba al veinte por ciento del total del comercio exportador de Buenos Aires;el otro ochenta por ciento estaba dado por la plata. Hasta alrededor de 1815, por

    lo tanto, la explotación de la tierra se hallaba limitada, tanto en el número detitulares como en la extensión de sus posesiones.

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    “Esta simple estructura quedó alterada por tres circunstancias. Primero, loscomerciantes británicos desalojaron a los de Buenos Aires. Con sus mayoresrecursos en materia de capitales y de contactos en Europa, los británicos sehicieron cargo de las funciones empresariales previamente ejercidas por losespañoles y forzaron a los porteños a buscar inversiones alternativas.Incapacitada para competir en un mercado dominado por los ingleses, la élitelocal buscó la salida en otra actividad de incipiente crecimiento: la industria

     ganadera. En segundo lugar, la provincia de Buenos Aires se beneficiaba entoncescon la ausencia de competencia entre sus rivales. En los años que siguieron a1813, Santa fe, Entre Ríos y Corrientes fueron desbastadas por las guerras desecesión, a la vez que la otra región rica en ganado, la Banda Oriental, estabaarruinada por la revolución, la contrarrevolución y la invasión portuguesa de1816. La capital porteña sacó ventaja de la situación beneficiosa en la actividad

     ganadera. Comenzaron a extenderse las pasturas a expensas de las superficiescultivables, y la provincia pronto empezó a depender de la importación de

     granos” (...) “La política agraria imperante favoreció las inversiones en tierras, ganado y saladeros... la clave era tener juntos la tierra y el ganado” (...) “En esecontexto, Rosas representó la elevación al poder de un nuevo grupo social: losbarones de la ganadería” (pp. 26-29).

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