08[1][1]. la vida en los monasterios femeninos quiteños. jenny londoño lópez

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  • Antologia de Historia

    JORGE NUNEZ S., COMPILADOR

  • 2000, FLACSO, Sede Ecuador Paez N19-26 y Patria, Quito - Ecuador Telf.: (593-2-) 232030 Fax: (593-2) 566139 ILDIS, Fundacion Friedrich Ebert Calama 354 y Juan Leon Mera Telefax: (593-2) 231620

    ISBN Serie: 9978-67-049-1 ISBN Obra: 9978-67-051-3 Compilador: Jorge Nunez S. Coordinacion editorial: Alicia Torres Edicion de textos y gestion editorial: Cecilia Ortiz Disefio de portada: Antonio Mena Disefio y diagramacion: RISPERGRAF Quito, Ecuador, 2000

  • INDICE

    ESTUDIO INTRODUCTORIO

    La actual historiografia ecuatoriana y ecuatorianista Jorge Nunez Sanchez 9

    BIBLIOGRAFIA TEMATICA 51

    ARTICULOS

    La relaci6n Iglesia-Estado en el Ecuador del siglo XIX Enrique Ayala Mora 65

    El paisaje urbano de Guayaquil Jose Antonio Gomez 95

    Quito: imageries e imagineros barrocos Alexandra Kennedy Troya 109

    De la beneficencia de antafio a la autontica caridad Eduardo Kingman 125

    La vida en los monasterios femeninos quitefios Jenny Londono Lopez 149

    Los mestizos, los artesanos y la modernizaci6n en el Quito de inicios del siglo XX Milton Luna Tamayo 167

    Los libros matrimoniales del periodo hispanico y la investigaci6n hist6rica Jorge Moreno Egas 183

  • Inicios de la educaci6n publica en el Ecuador Jorge Nunez Sanchez 189

    La conformaci6n del Estado Nacional desde la perspectiva del pensamiento ilustrado y rornantico ecuatoriano Carlos Paladines 213

    Fray Vicente Solano y el pensamiento conservador en Ecuador Juan J. Paz y Mino Cepeda 227

    El poder informal. Mujeres de Quito en el siglo XVII Pilar Ponce Leiva 241

    Obrajeros y comerciantes en Riobamba (s. XVII) Guadalupe Soasti 257

    Los rasgos de la configuraci6n social en la Audiencia de Quito Rosemarie Teran Najas 279

    Poder central y poder local en el primer periodo republicano Patricio Ycaza 289

  • La vida en los monasteriosfemeninos quiteos*

    JENNY LONDOO LPEZ

    El recogimiento de las mujeres: una poltica colonial de preservacin de la honra femenina

    En la Real Audiencia quitea se establecieron formas de tutelaje o protec-cin de las fminas, como parte compensatoria a la rgida sociedad pa-triarcal trasplantada desde Espaa. En esta sociedad tan vertical no seconceba la vida de una mujer sola, pues la respetabilidad del sexo feme-nino dependa de la proteccin de los miembros masculinos de su familia;y, al mismo tiempo, de la moralidad y pudor de ellas, supuestos funda-mentos de la honra femenina, dependa el honor de sus familiares varo-nes, padres, esposos, hermanos e hijos.

    Fue as como surgi la idea de establecer los primeros conventos,ms como respuesta a la necesidad de construir espacios para las mujeressolas, solteras y viudas, que como fenmeno religioso. En su mayor parte,fundados con el aporte econmico y la gestin de mujeres de familias dis-tinguidas. Luego, los conventos masculinos impartan una instruccin re-ligiosa a estas mujeres y les daban una regla que regira los destinos delconvento, el cual quedaba supeditado a su control y direccin. De este mo-do, los conventos se convirtieron en los espacios ms importantes de pro-teccin e instruccin de las mujeres.

    En una sociedad tan cerrada como la quitea colonial, la vida mo-nstica se constituy en una alternativa de vida para las mujeres, unaprofesin respetable, una garanta de pureza y respetabilidad y una solu-cin a la soledad. Pero, una de las razones que increment la presencia de

    * Tomado de: Jenny Londoo 1999. Ciudad y vida cotidiana en la poca colonial. Quito:Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central.

  • las mujeres en los conventos fue el sistema matrimonial imperante, por elcual toda hija de buena familia deba llegar al matrimonio adecuadamen-te, dotada de bienes y recursos que asegurasen un buen enlace; de ah que,ante la imposibilidad de que todas sus hijas accediesen a un buen matri-monio a causa de la erosin econmica que significaba para el patrimo-nio familiar el pago de una dote algunas familias optaron por la reclusinconventual de una o ms de sus hijas.

    El sistema de aporte dotal de las monjas se convirti en un meca-nismo de mantenimiento y an de enriquecimiento de los conventos y r-denes religiosas, pues la Iglesia decidi cobrar una dote a las mujeres queprofesaran de monjas, aunque menor a la dote matrimonial, bajo el espe-cioso argumento de que las profesas contraan nupcias con Jesucristo y seconvertan en esposas del Seor.

    Adems de los monasterios, tambin hubo otras formas de tutelajea las mujeres, establecidas por la Corona. Al respecto, Jorge Nez nos di-ce: El rgimen colonial espaol, asentado en una legislacin de rasgosconsuetudinarios, tuvo entre sus preocupaciones... [una] accin tutelar,que estuvo integrada por las siguientes medidas: la creacin de colegios ycasas de recogimiento para nias y mujeres, reforzada por la Recopila-cin que dispona que las autoridades investigasen qu hijos o hijas de es-paoles y mestizos hay en sus distritos que anden perdidos y los hagan re-coger... y provean que las mujeres sean puestas en casas virtuosas, dondesirvan y aprendan buenas costumbres... y si estos medios no fueren bas-tantes pongan las hembras en casas recogidas...y...si alguna de las dichasmestizas se quiere venir [a Espaa] se les d licencia 1

    De este modo, se crearon casas de recogimiento para las mujeres en losterritorios coloniales. Hubo casas para nias hurfanas o expsitas, casas pa-ra mujeres viudas y divorciadas o en proceso de separacin. Y tambin hubocasas de reclusin para mujeres convictas por delitos de orden penal o civil.En la Audiencia de Quito, la Casa de Santa Marta cumpli con todas estastareas, pues empez siendo casa de recogimiento para hurfanas o expsitas,luego recibi mujeres casadas en procesos de separacin o anulacin matri-monial y viudas y, finalmente, termin convirtindose en casa de reclusin.2

    150 Jenny Londoo Lpez

    1 Nez , Jorge, Historias del pas de Quito, indito.2 Viforcos Marinas, Mara Isabel: Los Recogimientos, de centros de integracin social a

    crceles privadas: Santa Marta de Quito., en Anuario de Estudios Americanos, L-2, EE-HA, CSIC, Sevilla, 1993.

  • Fundacin de conventos femeninos en Quito

    Las comunidades religiosas que fundaron claustros en la Audiencia deQuito fueron las de los carmelitas, los franciscanos, los dominicanos y losconcepcionistas.

    La constitucin de un convento se realizaba por regla general, apartir de uno o varios patronos que donaban el dinero necesario para laconstruccin del templo y edificio. Los patronatos se heredaban y no po-dan celebrarse sin la participacin y aprobacin del clero. Esta funda-cin inclua la firma de una escritura pblica que se realizaba ante unnotario de la Iglesia. En ella se comprometan el donador y los recipien-tes a acatar las obligaciones que se imponan mutuamente, as comotambin los mutuos beneficios. El Derecho Cannigo rega la celebracindel contrato y vigilaba su cumplimiento, pudiendo sancionar al conven-to si no cumpla con las clusulas, o demandar al patrono, por la mismacausa.

    Ante la necesidad de un espacio de proteccin y amparo para lasmujeres solas surgieron matronas que donaron sus bienes para el estable-cimiento de claustros en la Audiencia de Quito. Ellas se ocuparon en con-seguir el lugar, generalmente a partir de dotes o donaciones de las mismascongregadas. Estas mujeres lograron interesar a los hombres preeminen-tes de la administracin colonial y de las familias terratenientes, lo mis-mo que, a los provinciales de las diferentes doctrinas que ya se habanasentado en Quito para que apoyasen y solicitasen la aprobacin real. Fueas como surgieron los primeros claustros femeninos, que detallamos acontinuacin:

    Convento de Santa Catalina de Siena

    En 1594, doa Mara de Silceo, cuyo to abuelo haba sido Arzobispo deToledo y quien fue desposada con don Alonso de Troya, qued viuda concuatro hijas y dos hijos varones, y habiendo heredado la suma de doce milpesos, decidi entonces fundar un monasterio para mujeres, bajo la Or-den de Santo Domingo, adonde ingres con sus hijas y cinco doncellashurfanas y pobres. Este fue llamado Monasterio de Santa Catalina deSiena. Dos de las doncellas aspirantes eran hermanas del Corregidor donMelchor de Villegas. Otra integrante de aquel monasterio fue una de las

    La vida en los monasterios femeninos quiteos 151

  • nietas de don Cristbal Coln y viuda del oidor don Pedro Venegas delCaaveral.3

    Todas sus integrantes, sin excepcin, eran mujeres de familias prin-cipales, como era la costumbre. El 4 de abril de 1594, la Audiencia infor-maba a Felipe II sobre la existencia de dicho convento en la capital, desdehaca dos aos, y en el cual haba ya 30 religiosas, de las cuales once eranprofesas. El 5 de abril de 1618, doa Magdalena de Anaya, priora del con-vento escribi al Rey indicando que tena 100 monjas en su claustro, quelas ms de ellas eran hijas de conquistadores, presidentes, oydores y otraspersonas de mrito, las que haban debido recogerse a causa de su pobre-za. Pidi, en consecuencia, ayuda real para poder comprar 3 casas que lespermitieran ampliar el convento, que ya resultaba demasiado estrecho pa-ra tantas monjas.4 A mediados del siglo XVIII, el visitador Cicala calcula-ba que en este claustro haba entre 50 y 60 monjas profesas.

    La promesa que hacan las monjas dominicas era del siguiente te-nor: Yo [Sor fulana de tal], hago profesin y prometo obediencia a DiosNuestro Seor y a la siempre bienaventurada Virgen Mara, al bienaven-turado Santo Domingo y a ti [el padre provincial de la Orden] en lugar delreverendsimo padre [fulano de tal], Maestro General de la Orden de Pre-dicadores, y a todos sus sucesores, segn la regla del bienaventurado SanAgustn y Constituciones de estas rdenes, cuyo cuidado est cometido ala Orden de Predicadores, que ser obediente a ti y a todos los dems su-cesores tuyos hasta la muerte.5

    Convento de la Inmaculada Concepcin

    El principal monasterio de la ciudad de Quito y el ms antiguo, segn va-rios documentos, era el de la Inmaculada Concepcin, perteneciente a laOrden franciscana, por ser el ms amplio y el de mejores instalaciones.Fue fundado el 13 de enero de 1577 y con fecha del 20 de octubre de 1598,hubo un comunicado del Rey a su Consejo, en el que dio cuenta de haberrecibido peticin de este convento, en el que a la sazn haba ms de 50 re-

    152 Jenny Londoo Lpez

    3 Vargas, fray Jos Mara O.P : Sor Catalina de Jess Mara Herrera, Editoria Royal, Qui-to, 1979, pp. 11-12.

    4 Informe de la Audiencia a Felipe II y peticin de doa Magdalena de Anaya. AGI, Sevi-lla, Quito, L. 87, n. 28.

    5 Promesa de las monjas dominicas en el acto de profesin. AGI, Sevilla, Quito, L. 96.

  • ligiosas y otras muchas donadas, quienes vivan muy estrechamente y sinuna capilla donde celebrar los oficios divinos, pues se paraliz la construc-cin de la misma por falta de dinero. Las religiosas solicitaban al monar-ca que se sirviese autorizar una ayuda pecuniaria para terminar el edifi-cio, la asignacin de 60 indios mitayos para realizar la construccin, el pa-go de un capelln, de un mdico y de los medicamentos necesarios para cu-rar a las religiosas que se hallaban enfermas. En vista de lo pedido, el Reyconsult con el Consejo de Indias y envi orden a la Real Hacienda de laAudiencia para que se les entregase a las monjas mil ducados que hacen300 mil maravedises, por una vez, los 800 de ellos para el edificio de la di-cha Yglesia y casa dl y los 200 restantes para componer y proveer las co-sas necesarias para el ejercicio del culto divino...6

    Este priorato de la Concepcin de Nuestra Seora fue fundado por9 religiosas, siendo su primera abadesa una mujer de grandes virtudes:doa Mara de Jess Taboada. Segn la relacin del Obispo Ugarte Sara-bia, para fines del siglo XVII, haba en este convento 120 monjas de veloy coro y 180 ms entre donadas, nias que se criaban en el convento y sir-vientas. Agreg: Es comunidad religiosa de gran msica y voces, consue-lo y alegra de esta repblica ...Este convento tiene fincas de tierra y es-tancias de pan sembrar para el sustento ordinario que es grande y rentarentada en censos, resultados de dotes de monjas...7

    Para mediados del siglo XVIII, el visitador Cicala dijo de este claus-tro: Yo entr en dicho Monasterio y me pareca un pueblecito o barrio, contantas casitas, que son las celdas edificadas por cada una de las monjas yagregaba que los patios eran muy amplios y que haba a la sazn unas 100monjas con unas 1.300 indias y siervas, que estaban al servicio de las mon-jas.8 La mayora de las donadas y criadas eran jovencitas indgenas y en me-nor nmero mestizas y negras, que tenan a su cargo las labores de limpie-za, comida y, en especial, las de aguja, pues contribuan a confeccionar pren-das bellamente bordadas y adornadas con encajes, objetos de madera deco-rados con esmalte y mil cosas ms para la venta en Quito, Guayaquil, Limay Panam, lo que constitua una fuente de ingresos para las religiosas.

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    6 Cdula real para la Real Hacienda de la Audiencia. AGI, Sevilla, Quito, 211, L.3.7 Relacin del Obispo de Quito, cit. por Pilar Ponce Leiva (Editora), Relaciones Histrico

    Geogrficas de la Audiencia de Quito, Ed. del CSIC, Madrid, 1992, t. 2, p. 281.8 Cicala, Mario S.J. , Descripcin Histrico Topogrfica de la Provincia de Quito de la

    Compaa de Jess, Biblioteca Aurelio Espinoza Plit, Quito, 1994, pp. 190-191.

  • Convento de Santa Clara

    Sobre este convento quiteo de Santa Clara, el historiador espaol JavierOrtz de La Tabla consigna que fue fundado por Francisca de la Cueva,quien era esposa del rico obrajero, encomendero y alguacil mayor de Qui-to Juan Lpez Galarza, e hija del factor tesorero Juan Rodrguez Ocampo.Ella ingres con dos hijas y ms tarde se sumaron las del oidor Moreno deMesa y de Mara Arellano, hija del enomendero Francisco de Arellano,fundador del obraje de Chambo.9

    En 1624, 13 monjas del convento de Popayn fueron distribuidas enlos conventos quiteos de Santa Catalina, la Concepcin y Santa Clara,por el pleito de los sacrilegios, y el Obispado de Quito dispuso una ayudapara su manutencin, que en 1625 ascenda a 808 pesos, siete reales.10 Amediados del siglo XVIII, este convento tena 70 profesas clarisas.

    Conventos del Carmen Alto y Bajo

    En Quito existan tambin dos monasterios llamados de El Carmen Altoy El Carmen Bajo, dirigidos por la austera Orden de las Carmelitas Des-calzas. En ellos haba, al parecer, una mayor exclusividad y exigencias pa-ra la recepcin de religiosas y tambin un nmero fijo de aspirantes a lle-var el velo negro, hbito que corresponda a las aspirantes ms distingui-das, pudientes e ilustradas, que tambin se llamaban monjas de coro o co-ristas, pues estaban encargadas del rezo en latn y de los cnticos religio-sos en el coro y eran, adems, quienes ejercan el control y dirigan la or-ganizacin interna del convento.

    El Carmen Alto, llamado Carmen de San Jos de Quito, haba sidofundado en Quito el 4 de febrero de 1653. El Carmen Bajo, fue fundadoen Latacunga con el nombre de Carmen de la Santsima Trinidad de La-tacunga, en 1669; habiendo permanecido all durante 30 aos, fue des-truido por el terremoto de 1698 y finalmente trasladado a Quito, donde sunueva casa se termin de construir recin en 1745, ao en que se inaugu-r su capilla. En estos claustros no poda haber ms de 21 religiosas de ve-

    154 Jenny Londoo Lpez

    9 Ortiz De la Tabla, Javier: El Obraje Colonial Ecuatoriano, en Revista de Indias, Ma-drid,1977, p. 516.

    10 Ponce Leiva, op. cit., p. 173.

  • lo negro. Segn testimonios de la poca, a ellos solo entraba la flor de lanobleza, hijas de titulados: condes, marqueses, Presidentes, Oidores y per-sonas por el estilo. Dentro no hay ms que monjas legas y fuera, dos ad-ministradores y un hombre comprador. Se observa una estrechsima yexactsima clausura y vida completamente en comn. Siempre han estadodichos Monasterios bajo el cuidado y la direccin de los Jesuitas y de suscapellanes.11

    Claustros en el resto de la Audiencia de Quito

    En otras ciudades y villas de la Audiencia se crearon, igualmente, monas-terios femeninos. En la ciudad de Pasto, ubicada al Norte de la Audiencia,fue establecida el 3 de octubre de 1588 la Tercera Orden Franciscana deMonjas, llamada tambin de la Inmaculada Concepcin.

    El convento fue creado para doncellas nobles, hijas de los conquis-tadores y otros vezinos principales de la ciudad, con las consabidas razo-nes de que ...hay muchas hijas de padres conquistadores, que para casar-se conforme a la calidad de sus personas tienen poca (fortuna) posible ypara meterse de monjas tendrn dotes competentes. Sus siete fundado-ras fueron Leonor de Orense, Ana de Vergara, Juana Zambrano, FlorianaVsquez, Beatriz Ziga, Isabel de Medina y Mariana del Castillo. Dos deellas eran viudas de conquistadores.12 A mediados del siglo XVIII, el con-vento tena entre 50 y 60 monjas muy observantes, pero empobrecidas ydescalzas segn lo observ el doctor Juan Nieto Polo, Obispo de Quitodebido a la pobreza que les haba sobrevenido al perder sus rentas, en con-secuencia de lo cual este prelado les asign una generosa renta anual pa-ra su subsistencia.13

    El 13 de febrero de 1666 se expidi Real Cdula dando licencia aAntonio de La Chica Cevallos y a Manuel de La Chica Narvez para lafundacin de un convento de monjas de la Concepcin, en la villa de SanMiguel de Ibarra, al norte de Quito, en la actual provincia de Imbabura.14

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    11 Cicala, Mario. S.J, op.cit., p.192.12 Alvarez, Jaime S.J., Qu es qu en Pasto, Biblioteca Popular Nariense, Pasto, Colom-

    bia, 1973, p. 57.13 Cicala, op.cit., p. 283.14 Cdula Real autorizando construccin de convento en Ibarra. AGI, Sevilla, Quito, Leg. 213.

  • En Riobamba, villa ubicada en el centro de la Audiencia, se funda-ron tres monasterios, siendo el ms alabado, por la probidad y observan-cia de sus monjas, el de la Inmaculada Concepcin. Tambin se trat decrear un convento de Carmelitas Descalzas de Nuestra Seora de las An-gustias. En 1716, sor Mara ngela de la Santsima Trinidad, religiosacarmelita del convento de Latacunga, pidi licencia al Rey, en nombre dela priora y religiosas de su convento para fundar otro en Riobamba, y pre-sent una lista de personas que se han comprometido a donar dinero pa-ra llevar a cabo la construccin de dicha fbrica. En total suman 50.000pesos, que segn dice es cantidad competentsima, la referida para im-poner renta suficiente con que se mantengan...15 Pero para dicha cons-truccin se presentaron varios inconvenientes, de modo que la obra se re-tras. El pedido de fundacin del claustro de Riobamba, estaba motivadoen el hecho de que el de Ambato, de la misma Orden, haba sido destrui-do por el terremoto de 1698. Finalmente, el convento de Riobamba no selevant y estas monjas fueron llevadas a Quito. Posteriormente encontra-mos otro documento firmado por Sor Mara ngela de la Sma. Trinidad,carmelita descalza, que contena una lista de 21 donantes que se obliga-ban a entregar cuotas personales para un convento de carmelitas descal-zas en Quito.16

    En la ciudad de Cuenca, al sur de la Audiencia, se fund otro con-vento de la Inmaculada Concepcin, en 1599, en la casa de doa LeonorOrdez, que la ofreci como dote de sus hijas Leonor, ngela y Jernima,que fueron las primeras cuencanas que vistieron el hbito religioso.17 En1679, el Rey concedi Cdula Real para la construccin de un nuevo con-vento en dicha ciudad por parte de las Carmelitas Descalzas.18 Para 1743,este monasterio, llamado de Santa Teresa, albergaba solo 21 religiosas, dela ms exacta observancia, y estas pertenecan a las familias ms distin-guidas de la ciudad; sin embargo, haba bastantes seoritas que espera-ban el turno de ser aceptadas. Las monjas se dedicaban a realizar delica-das flores artesanales y otro tipo de objetos, para adorno de los vestidos y

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    15 Peticin de Sor Mara de los Angeles de la Sma. Trinidad, 1714. AGI, Quito, legajo189.16 Ibidem.17 Vargas, Jos Mara O.P., Historia de la cultura ecuatoriana, Ed. Ariel, Guayaquil, sf.,

    tomo I, p. 97.18 AGI, Sevilla, Quito, Leg. 213.

  • de las casas. Las monjas Conceptas tenan mucha fama en la elaboracinde dulces y conservas.

    Tambin en Loja fue fundado un convento de las Conceptas, cos-teado y solicitado por el gobernador de Yaguarzongo, don Juan de Alde-rete. Este monasterio tena en 1724 veintids monjas de velo negro, die-ciocho de velo blanco y veinte o veinticuatro criadas.19 Durante el sigloXVIII se siguieron fundando conventos de monjas en la Audiencia deQuito, e inclusive una dama guayaquilea, doa Antonia Maldonado yMendoza, instituy uno en la ciudad de Lima, llamado Monasterio delseor San Joaqun, de las religiosas Nazarenas Carmelitas Descalzas.En dicho convento profes, en 1755, ya en su viudez, la que fuera espo-sa del Presidente de Quito don Jos de Araujo y Ro, doa Rosa de La-rrea, de origen limeo.20

    La vida cotidiana en los conventos

    Los conventos sirvieron no slo para garantizar la pureza de muchas delas hijas legtimas de los encomenderos y funcionarios de la Colonia, sinotambin para acoger hurfanas y viudas y para criar a las hijas tenidaspor espaoles nobles fuera de matrimonio. Siguiendo los usos de Espaa,los patronos fundadores tenan ciertos privilegios, como los de recomendarel nombre de posibles novicias, ser objeto de oraciones cotidianas, tener unpuesto destacado en los actos realizados por la comunidad, colocar su es-tatua dentro del convento y recibir sepultura en la iglesia, en la clausurao en el coro bajo.

    Para ingresar a los conventos concepcionistas, las aspirantes debantener ms de doce aos y no ser ancianas, ser espaolas o criollas de bue-nas e intachables familias y ser hijas legtimas; no podan adolecer de en-fermedades contagiosas o hereditarias y deban tener un cierto nivel deinstruccin, como leer, escribir y conocer algo de matemticas. Tambin seles exiga estar preparadas debidamente en las labores domsticas. Ade-

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    19 Anda Aguirre, Alfonso: Vida religiosa, social y econmica de las Conceptas de Loja, Si-glos XVI-XIX, Ed. Abya-Yala, Quito, 1995, pp. 136-137.

    20 Relacin del origen y fundacin del Monasterio Seor San Joaqun, de religiosas Naza-renas Carmelitas Descalzas de Lima, Lima, 1793.

  • ms de cumplir con estos requisitos deban pagar una dote, cuyo monto tu-vo variaciones segn el convento, el lugar y el tiempo de ingreso.

    A pesar de las drsticas exigencias, hubo en la Audiencia cierta la-xitud respecto a la legitimidad de las aspirantes, ya que algunos de los re-quisitos podan ser dispensados por las abadesas y los consejos. As, porejemplo, en el monasterio de Santa Catalina profes en 1657 doa Juanade la Cruz, quien haba sido expuesta en el convento estando recin naci-da y de la cual no se supo nunca quines fueron sus padres. Otro caso im-portante es el de Sor Juana de Jess, de la Tercera Orden de Penitenciade San Francisco, quien naci en Quito el 24 de junio de 1662 y fue expues-ta a las puertas del monasterio de la Concepcin, donde la recogi una delas monjas, quien la entreg al cuidado de sus familiares; luego, desdeedad muy temprana fue aceptada en el monasterio de Santa Clara, don-de pas su vida consagrada al ejercicio de las virtudes.21

    En el mismo convento fueron ordenadas sor Jacinta de San Enrique,hija natural de Diego de Morga y sor Meliana de Santo Domingo, hija na-tural del Presidente de la Audiencia, don Martn de Arriola.22 Estos ejem-plos y, otros que hemos encontrado, muestran que la ilegitimidad de lasmujeres aspirantes no pesaba tanto como la de los varones a la hora de to-mar los hbitos, pues para los ltimos era indispensable solicitar dispen-sa al Papa. Lo que s pesaba y, mucho, era indudablemente la certeza deque venan de familias espaolas conquistadoras o de origen noble. Porotro lado, estos casos tambin nos sugieren la idea de que las dotes nosiempre fueron exigidas con la rigurosidad de la norma y que en esta prc-tica hubo bastante flexibilidad.

    Algunas mujeres que ingresaban al convento lo hacan llevadas porsus propios padres o hermanos, que atravesaban dificultades econmicasy no estaban en condiciones de garantizarles un matrimonio adecuado. Al-gunas aspirantes a monjas no pudieron jams ingresar al convento, comoocurri con doa Mariana de Jess Paredes, quien deseaba profesar en elconvento de Santa Catalina, pero fue impedida por su cuado, que hacalas veces de tutor. Debido a esta oposicin, ella permaneci cerca del con-vento y mantuvo amistad permanente con destacadas monjas Catalinas,

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    21 Vargas, fray Jos Mara. O.P., Historia de la Iglesia en el Ecuador durante el patronatoespaol, Ed. Sto. Domingo, Quito, 1962, p. 340.

    22 Vargas: Sor Catalina ....., p. 56.

  • entre ellas Isabel de Santiago, Jernima de San Gabriel y Ana de San Pa-blo, amistad que dur hasta el da de su muerte. Ante la imposibilidad deingresar al claustro hizo vida de beatitud y fue considerada en su pocacomo una persona de especiales virtudes, por lo cual posteriormente llega ser beatificada y santificada con el nombre de Santa Mariana de Jess.

    Era tarea de los provinciales preocuparse de la marcha de los con-ventos de su jurisdiccin y suministrar los sacerdotes para el ejercicio delos servicios religiosos y la administracin de los sacramentos. Sin embar-go, hubo ocasiones en que stos se excedieron en sus funciones. El Obispo,por su parte, tena la funcin de vigilar la marcha de todos los conventosy para ello poda acudir a realizar visitas e inspecciones, interrogar a lasnovicias, participar de las elecciones como observador, constatar si tenanlos confesores suficientes y si estos cumplan su labor pastoral de maneraadecuada, e inclusive, revisar los libros de cuentas, para conocer el mane-jo administrativo de los conventos. Era tambin quien conceda las dispen-sas o licencias a las monjas, lo que dio lugar a enfrentamientos con los pro-vinciales de las rdenes religiosas.

    Los conventos estaban dirigidos por una abadesa, que era elegidapor voto secreto entre las monjas de velo negro y de velo blanco. Las dig-nidades ms importantes, adems de la de abadesa, eran las de vicaria dela casa y maestra de novicias. Tambin existan otros cargos como los deportera, depositaria, secretaria, vicaria del coro, contadora, sacristana,enfermera, vigilante de las rejas, maestra de nias, etc.

    Para tomar decisiones importantes sobre el futuro del convento ypreparar las elecciones se nombraba un consejo. Las monjas que gozabande los mayores privilegios y de la toma de decisiones eran las de coro. Lapriora informaba con la debida anticipacin y se convocaba con el toque decampana. Las decisiones se tomaban por votacin de las monjas profesas.En estas sesiones de consejo, a ms de las elecciones, se realizaban con-sultas sobre asuntos fundamentales para la comunidad, tales como la ad-misin o la expulsin de aspirantes, la profesin de las novicias, la elec-cin del procurador, compras de propiedades o cambios en la cantidad fi-jada para la dote de ingreso.23

    La vida en los monasterios femeninos quiteos 159

    23 Muriel, Josefina, Conventos de monjas en la Nueva Espaa, Ed. Santiago, Mxico D. F.,1946, p. 323.

  • Las monjas rezaban el oficio siete veces al da: los maitines antesdel amanecer, los laudes a las 5 a. m., la prima a las 7 a. m., la tercia alas 9 a.m., la sexta a las 12 p.m., la nona a las 15 p.m., las vsperas a las17 p.m. y las completas a las 20 p.m. Respecto de la vestimenta, al pare-cer haba una gran variedad de hbitos utilizados por las monjas de ca-da comunidad, incluso entre las de la misma orden religiosa. En el con-vento de Santa Catalina, la bata exterior era de color habano o blanco.Algunas gustaban de usar adornos de seda y brocados y algunos adere-zos en las mangas. En la cabeza usaban un tocado de la misma tela, aveces adornado con alfileres. Otra costumbre muy extendida en este mis-mo convento era la venta de las celdas a las monjas, que durante variosaos fue motivo de abusos y forcejeos entre las religiosas, hasta que unprovincial de los dominicos prohibi formalmente esta costumbre. Entrelas carmelitas descalzas el hbito, en cambio, parece haber sido muchoms austero y homogneo. Usaban un sayal de color pardo encima deuna tnica de lanilla y para los velos utilizaban estopilla de Cambray,tocuyo para las criadas y alpargatas para los pies. Llevaban adems unescapulario al cuello.

    Hay una monja que resulta muy importante para nuestro estudio,dado que dej una serie de escritos sobre la vida monstica: es Sor Ca-talina de Jess Mara Herrera, quien visti los hbitos en 1740, en elmonasterio de Santa Catalina. Era hija del Capitn Juan Herrera y dedoa Mara Navarro Navarrete, de distinguida familia de Guayaquil,ciudad en la que naci el 22 de agosto de 1717. Ella viaj con su familiaa Quito para ingresar al mencionado convento dominicano a la edad de23 aos. Su ta, la madre Catalina de Santo Toms Navarrete, era lapriora del monasterio. Sor Catalina de Jess Mara Herrera renunci ala perspectiva de una vida muelle y acomodada, para llevar una rutinade muchas privaciones y, siendo escritora, dej consignado uno de los po-cos documentos que retratan la vida de las mujeres al interior de losclaustros.

    Entre otras cosas, escribi que la vida de las monjas al interior dela clausura consista en permanecer la mayor parte de su tiempo encerra-das en su celda, orando, leyendo libros religiosos, meditando, haciendoayuno, utilizando cilicios para domar los demonios del cuerpo, etc. Elayuno seguido por esta religiosa terciaria dominicana a veces era excesi-vo y le produca debilitamiento corporal, obligndole a guardar cama. Sin

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  • embargo, no todas como lo hemos dicho ejercan su vocacin de una ma-nera tan rigurosa.24

    En lo general, para corregir los fallos de aquella situacin, en 1742la madre superiora del convento de las Catalinas, sor Catalina de SantoToms, decidi establecer una reglamentacin ms exigente, retomandolas reformas ordenadas por el provincial de los dominicos. Este haba exi-gido que fueran colocadas rejas sobre las ventanas para atender a la clau-sura y que hubiese uniformidad en los vestidos de las monjas, mandandoen tal sentido que no usen pauelos con encajes ni puntas en las camisas,que los zapatos no sean picados, sino cerrados y llanos y que no usen cha-nelas con cintas en ellas.25 Se hicieron dichos cambios, pero, a pesar deello, las monjas continuaron disfrutando de algunas prerrogativas.

    Fue a sor Catalina Luisa de Jess Mara a quien correspondi, sien-do priora, poner en prctica las ordenaciones de la visita del Padre Provin-cial. Fue all tambin donde se pusieron de manifiesto las diferencias in-ternas de la Orden. Era evidente que stas expresaban luchas por el po-der y el prestigio que daba el cargo de priora, como puede deducirse de loshechos relatados anteriormente. Sor Catalina cuenta en su autobiografa,detalles de los duros tiempos de su noviciado, cuando debido a la mala co-mida y a sus problemas de salud (era asmtica) sufri mucho; igualmenterevela la insinceridad existente al interior del convento, donde reinaban lamaledicencia y la chismografa, a que se dedicaban no pocas de las profe-sas, que adems mostraban una absoluta falta de solidaridad para con sushermanas.26

    Problemas disciplinarios y reformas

    Los claustros femeninos no fueron, como hemos podido verlo, homogneosen su conformacin, pues el mismo hecho de que ingresasen mujeres quetenan diferentes motivaciones para su encierro, hizo de ellos espacios enlos que no se logr imponer una disciplina acorde a los reglamentos de lasrdenes monsticas que los regentaban. De hecho, las mujeres espaolas

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    24 Vargas, Sor Catalina..., p. 92.25 Ibdem.26 Ibdem.

  • o criollas que ingresaban por motivos distintos a la vocacin religiosa, pre-tendan mantener privilegios y actuar con ciertas libertades dentro delconvento.

    El otro hecho que marc la diversidad fue la presencia permanentede criadas, donadas, esclavas y expsitas que estaban sujetas al serviciodel claustro, pero que eran ajenas a los objetivos espirituales de las rde-nes y de los conventos, y que al no estar all por vocacin sino por obliga-cin, al igual que muchas de las monjas, no lograban ser reducidas a laobediencia de las normas religiosas. Por esta razn encontramos varios in-tentos de reforma de las instituciones eclesisticas y tambin vestigios defuertes controversias sostenidas entre los provinciales de dichas rdenes,los obispos, los religiosos y las religiosas que ocupaban los cargos de aba-desas de los conventos.

    Las reformas eclesisticas iniciadas en el siglo XVIII, en los conven-tos femeninos, pretendan imponer la vida en comn, el respeto a la clau-sura y la observancia de los votos de pobreza. Y es que en la generalidadde los conventos quiteos, durante los siglos XVI y XVII, no se llevaba acabo un sistema de vida comunitaria y la mayora de las monjas provenade familias prominentes, lo que se reflejaba en su boato al vestirse y ador-narse y en sus competencias por el poder dentro de la comunidad. Adems,reciban pensiones jugosas de parte de sus familiares o apoderados y algu-nas incluso, tenan rentables negocios de prstamos a intereses o de com-pra-venta de propiedades, como lo veremos en detalle ms adelante.

    La polmica ms fuerte entre la alta jerarqua eclesistica y los con-ventos fue la propiciada por el intento de reformar la vida que llevaban lasmonjas y que prcticamente reproduca la vida en su casa particular, conmuebles, comedor, cocina y varios dormitorios, en los que se apilaban lassirvientas y donde reciban nias de afuera para la enseanza. Los obis-pos combatieron estos hbitos aristocrticos trasladados al interior de losclaustros femeninos y propugnaron la vida en comn de las religiosas, aca-tando un breve del Papa Clemente XI, de 1765.

    Aquella reforma tambin recoga, como lo enunciamos, la necesidadde implantar el cumplimiento del voto de pobreza, prohibindoles a lasmonjas llevar joyas y objetos de valor, vestir con demasiada ostentacin,conservar en sus habitaciones objetos lujosos o dinero, etc. El otro objeti-vo de la reforma, que consista en tratar de imponer la clausura, esto es,que las religiosas no pudiesen recibir visitas sociales ni salir del convento

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  • sino en ocasiones muy especiales, estaba consignado en los reglamentos,en los que slo se les autorizaba a abandonar el convento por razones desalud o para realizar una diligencia legal o caritativa de la comunidad,previa licencia de las superioras.

    Tambin se buscaba prohibir a las criadas, entrar o salir libremen-te del convento y realizar compras de comidas o vestidos; inclusive se in-tent suprimir el exceso de criadas y dejar slo las estrictamente necesa-rias para la atencin alimenticia de todo el personal del convento, puestambin se trataba de institucionalizar la supresin de las cocinas indivi-duales y la instalacin de una sola cocina y comedor para las profesas, as-pecto que tambin fue duramente atacado y resistido por la mayora de lasreligiosas. En fin, se censuraba el ingreso de dinero a los conventos y losnegocios privados que all realizaban las monjas.

    Las autoridades religiosas de Quito, empeadas en la reforma, tu-vieron que enfrentar una fuerte resistencia de la mayora de los conven-tos e inclusive de algunos religiosos que apoyaban a las monjas oposito-ras. Para 1720, el convento de la Inmaculada Concepcin de Quito fue vi-sitado por el Obispo Romero, certificando que a su interior profesaban150 monjas, acompaadas de 500 criadas. Difcil le fue al Obispo impo-ner una serie de restricciones al comportamiento de las monjas. Por ejem-plo, cuando l decret que fuese estrictamente respetada la clausura, noslo por las profesas sino por sus criadas, las religiosas se opusieron te-nazmente a ello, hasta el punto de que algunas de ellas fugaron del esta-blecimiento y se acogieron a la proteccin de sus familias. Era evidenteque el hecho de pertenecer a prestantes familias les garantizaba una cier-ta proteccin e independencia, a las que no estaban dispuestas a renun-ciar en lo ms mnimo.

    Con grandes dificultades, el Obispo logr convencerlas de que vol-viesen al monasterio y se abstuvo despus de intentar reformar las cos-tumbres de otros conventos que lo necesitaban, como el de Santa Clara,donde tambin haba bastante relajamiento de la disciplina. Esto nos dauna idea de los usos sociales en vigencia en el Quito colonial y en espe-cial del nada despreciable poder que tenan las religiosas dentro de losclaustros.

    A modo de comparacin, digamos que en Mxico las religiosas con-cepcionistas tambin se negaron a aceptar la Real Cdula de Carlos III,del 22 de junio de 1774, que estableca la vida en comn, alegando que

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  • cuando hicieron los votos no se haban comprometido a comer de la mis-ma olla.27

    Ante la tenaz oposicin de las monjas hispanoamericanas, varias r-denes fueron dispensadas de cumplir el mandato de la vida en comn, au-torizacin dada por la Real Cdula de 1773; sin embargo, se estableci quea las novicias que ingresasen al claustro se les deba hacer firmar su acep-tacin de este compromiso y que slo quienes observasen esta obligacinpodran ser elegidas como abadesas.

    En el convento quiteo de Santa Clara tambin hubo luchas intes-tinas y manifestaciones de resistencia a los cambios. En este caso, fuesor Juana de Jess quien se encarg de emprender una campaa detransformaciones en la vida de las clarisas. As, se propuso erradicar lafastuosidad y vanidad del vestido de las religiosas, quienes llevabanunos hbitos curiosos, que incluan tocados de seda, moos y alfileres.En esta tarea, que le cre no poca resistencia por parte de las dems pro-fesantes, le ayud otra reformadora religiosa, sor Gertrudis de San Ilde-fonso, respetada por toda la comunidad y a la que se le atribuan pode-res extraordinarios.

    Quiz uno de los fenmenos ms curiosos respecto de los conventosde monjas era el asunto de la clausura. De acuerdo a los cnones religio-sos, las monjas sometidas a este rgimen no podan tener contacto algunocon el mundo exterior, por lo que resultaban siendo prcticamente unasenterradas en vida, que aprovechaban el aislamiento total de un monas-terio para dedicarse a la oracin y a la vida contemplativa. Pero, en laprctica, no todos los monasterios tenan un estricto rgimen de clausuray mantenan un pequeo ejrcito de sirvientas y ayudantas, que entrabany salan diariamente con pretexto de abastecer al convento, y a travs delas cuales las monjas mantenan correspondencia frecuente con familiareso amistades. Esta costumbre fue combatida por algunos de los prelados deaquel entonces. Entre las recomendaciones de los provinciales se indicabaque las monjas deban dedicarse a tareas manuales, en los ratos libres deque dispusieran. Estas recomendaciones fueron acatadas posteriormentey en algunos conventos se instalaron, incluso, talleres artesanales, en losque las religiosas podan realizar trabajos de torno en madera, figuras re-

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    27 Citado por Muriel, Josefina, op. cit.

  • ligiosas, adornos, prendas de finos bordados, etc., productos que servanpara la venta y manutencin de su orden.

    Una Real Cdula de 1775 orden la salida de las criadas y de las ni-as encargadas a las monjas para su educacin.28 Los obispos acataron laCdula e intentaron erradicar esta costumbre de las religiosas de vivir ro-deadas de sirvientas, pero ciertamente no lo lograron jams.

    Abundan los testimonios sobre la laxitud de la clausura en los mo-nasterios femeninos quiteos. La denuncia del Obispo de Cuenca, don Jo-s Carrin y Marfil, quien en 1790, informaba al Rey que los claustros deaquella ciudad no observaban la clausura, es una muestra de ello. Sea-laba el Obispo que en los claustros femeninos entraban con suma frecuen-cia personas seglares de ambos sexos y algunos religiosos, entre ellos, elpresbtero don Ignacio Macas, y que por esa razn lo suspendieron a l ya otros, en auto del 5 de marzo de dicho ao.

    Sin embargo, en la causa legal que fue abierta por este motivo, sedevelan otros aspectos ocultos en el conflicto entre Macas y el Obispo,ya que Macas se defendi vehementemente y sac a luz asuntos verda-deramente escabrosos. El Obispo tambin mantuvo graves enfrenta-mientos con el Intendente de Cuenca, Joseph Antonio Vallejo, prevalidode su condicin de primo del Presidente de la Audiencia, don Juan Josde Villalengua y Marfil y muchos denunciantes indicaban que se habadedicado a perseguir, espiar y hacer la vida imposible a los habitantesde la ciudad.29

    En todo caso, a raz de estas confrontaciones, salieron a relucir de-nuncias sobre las monjas conceptas de Cuenca, pues el Obispo mand alRey el expediente de la inobservancia de las monjas y abund en detallesacerca de un baile de disfraces realizado en el convento de la Concepcin,con el pretexto de recolectar fondos para la congregacin, baile en el quemonjas y seglares, segn dice, se divirtieron de lo lindo, escudados en elanonimato de sus disfraces.30

    Otros problemas relacionados con algunos conventos fueron criti-cados acremente por el doctor Eugenio Espejo, quien siendo mdico te-

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    28 Citado por Muriel, Josefina, op.cit.29 Expediente sobre un juicio escandaloso en Cuenca ..., AGI, Quito, L. 369.30 Ibidem.

  • na entrada a dichos monasterios. Respecto del descuido y el desaseoexistente en algunos de ellos, el sabio quiteo escribi: No se diga unasola palabra de los dos [monasterios] del Carmen alto y bajo de esta ciu-dad. Ambos estn respirando igualmente que el olor de las virtudes, elde la limpieza de sus celditas. Hablo de los tres monasterios de la Con-cepcin, Santa Clara y Santa Catalina. Estos tres conventillos estn lle-nos de porqueras, de basuras y de toda especie de suciedades, as en suspatios y corredores principales, como con mayor especialidad en sustrnsitos menos frecuentados. Si alguna peste se haba de encender enesta ciudad, su cuna la habra de tener en cualquiera de estos tres suc-simos monasterios.31

    En 1847, una vez instaurada la Repblica, el viajero italiano Caye-tano Osculati encontr que todava existan en Quito, cinco conventos demonjas: los de El Carmen Alto y de El Carmen Bajo, habitados por herma-nas carmelitas, en donde se respeta la clausura de manera similar a losclaustros europeos; y los de La Concepcin, de Santa Clara y de Santa Ca-talina, que tienen sus puertas siempre abiertas para que puedan salir lasnumerosas criadas de las monjas y lleven sus recados o realicen sus encar-gos.32 En la actualidad, estos conventos sobreviven al tiempo y a la polu-cin y han sido objeto de un plan general de restauracin por parte de laMunicipalidad de Quito, dentro de las obras de preservacin del casco his-trico de esta ciudad, declarada por la UNESCO como Patrimonio Cultu-ral de la Humanidad.

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    31 Espejo, Eugenio, Reflexiones Mdicas, Ed. CCE, Quito, 1985, p. 76.32 Toscano, Humberto (Comp.), El Ecuador visto por los extranjeros, Ed. Cajica, Mxico,

    1960, p. 300.

    VAMOS.pdf08. La vida en los monasterios femeninos quiteos. Jenny Londoo Lpez