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REPORTAJE 8 B.MM NÚMERO 65 INVIERNO 2005 A pesar de la atención que le han dedicado historiadores y arquitectos, el cementerio de Poblenou sigue siendo un gran desconocido para muchos barceloneses. Sin duda, el abandono al que ha sido sometido durante décadas ha con- tribuido a este desconocimiento. Afortunadamente, esta tendencia ha cambiado en los últimos años gracias a unos renovados Servicios Funerarios de Barcelona, muy cons- cientes del patrimonio histórico, artístico y cultural que representan los cementerios de la ciudad. La puesta en marcha de iniciativas como, por ejemplo, la Ruta de los Cementerios (junio de 2004) y la exposición sobre el arte en los cementerios barceloneses (Casa Amatller, noviembre de 2004), contribuyen a popularizar unos espacios que, pese a conservar necesariamente su naturaleza íntima y familiar, ya han pasado a formar parte del patrimonio urbano de Barcelona. El cementerio de Poblenou, cementerio General de Barcelona, del Este, de Levante o viejo, forma parte de la trama urbana y del imaginario colectivo de Barcelona. Para los vecinos de Poblenou es una referencia más del barrio y así aparece, como no podía ser de otro modo, en la obra El cementerio de Poblenou: memoria de la Barcelona contemporánea Es un auténtico museo al aire libre que aún está a la espera de su total rehabilitación, pese a que, desde hace algunos años, la Administración municipal se ha concienciado de la riqueza artística e histórica que esconden los cementerios de Barcelona y de la necesidad de velar por su preservación. literaria del escritor más prestigioso y querido de este barrio: Xavier Benguerel i Llobet. Desde su primera nove- la, Pàgines d’un adolescent (1930), hasta su emblemática Icària, Icària… (1974), pasando por otras ambientadas en Poblenou, como Suburbi (1936) o Llibre del retorn (1977), el cementerio viejo es un escenario más de la vida cotidia- na de los personajes de la rica obra de Benguerel. Sin embargo, históricamente el barrio y el cementerio se han ignorado mutuamente y han vivido el uno a espaldas del otro, ya que la imponente tapia de la acera de la calle Taulat se contrapone a los edificios de viviendas de la acera de enfrente, lo que elimina cualquier posible diálogo. En los siglos XVIII y XIX, como veremos después, este camposan- to fue el cementerio de Barcelona, orientado hacia esta ciu- dad, pero ubicado en terrenos del municipio de Sant Martí de Provençals; tras la inauguración del cementerio de Montjuïc, en 1883, poca gente fue enterrada en él, puesto que se había quedado pequeño. Después de la agregación de Sant Martí a Barcelona en 1897, se convirtió en un obstácu- lo para el proceso de crecimiento urbano, aunque para muchos, el cementerio, y más concretamente su tapia, pasó TEXTO Daniel Venteo FOTOS Carlos Bosch

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REPORTAJE8

B.MM NÚMERO 65 INVIERNO 2005

● A pesar de la atención que le han dedicado historiadoresy arquitectos, el cementerio de Poblenou sigue siendo ungran desconocido para muchos barceloneses. Sin duda, elabandono al que ha sido sometido durante décadas ha con-tribuido a este desconocimiento. Afortunadamente, estatendencia ha cambiado en los últimos años gracias a unosrenovados Servicios Funerarios de Barcelona, muy cons-cientes del patrimonio histórico, artístico y cultural querepresentan los cementerios de la ciudad. La puesta enmarcha de iniciativas como, por ejemplo, la Ruta de losCementerios (junio de 2004) y la exposición sobre el arteen los cementerios barceloneses (Casa Amatller, noviembrede 2004), contribuyen a popularizar unos espacios que,pese a conservar necesariamente su naturaleza íntima yfamiliar, ya han pasado a formar parte del patrimoniourbano de Barcelona.El cementerio de Poblenou, cementerio General deBarcelona, del Este, de Levante o viejo, forma parte de latrama urbana y del imaginario colectivo de Barcelona. Paralos vecinos de Poblenou es una referencia más del barrio yasí aparece, como no podía ser de otro modo, en la obra

El cementerio de Poblenou: memoriade la Barcelona contemporánea

Es un auténtico museo al aire libre que aún está a laespera de su total rehabilitación, pese a que, desdehace algunos años, la Administración municipal se haconcienciado de la riqueza artística e histórica queesconden los cementerios de Barcelona y de la necesidadde velar por su preservación.

literaria del escritor más prestigioso y querido de estebarrio: Xavier Benguerel i Llobet. Desde su primera nove-la, Pàgines d’un adolescent (1930), hasta su emblemáticaIcària, Icària… (1974), pasando por otras ambientadas enPoblenou, como Suburbi (1936) o Llibre del retorn (1977),el cementerio viejo es un escenario más de la vida cotidia-na de los personajes de la rica obra de Benguerel.Sin embargo, históricamente el barrio y el cementerio sehan ignorado mutuamente y han vivido el uno a espaldasdel otro, ya que la imponente tapia de la acera de la calleTaulat se contrapone a los edificios de viviendas de la acerade enfrente, lo que elimina cualquier posible diálogo. En lossiglos XVIII y XIX, como veremos después, este camposan-to fue el cementerio de Barcelona, orientado hacia esta ciu-dad, pero ubicado en terrenos del municipio de Sant Martíde Provençals; tras la inauguración del cementerio deMontjuïc, en 1883, poca gente fue enterrada en él, puestoque se había quedado pequeño. Después de la agregación deSant Martí a Barcelona en 1897, se convirtió en un obstácu-lo para el proceso de crecimiento urbano, aunque paramuchos, el cementerio, y más concretamente su tapia, pasó

TEXTO

Daniel VenteoFOTOS

Carlos Bosch

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REPORTAJE 9

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a ser una de las paredes de las centenares de barracas queexistían entre el recinto y la vía del tren, donde actualmentese encuentra el paseo de Carmen Amaya y donde, durantedécadas y hasta la remodelación olímpica de 1990, existióun núcleo de barraquismo en el que han vivido miles debarceloneses: el Transcementiri.Acercarnos a la historia bicentenaria del cementerio dePoblenou nos ayudará a conocer la propia historia de la ciu-dad y de sus ciudadanos, porque, como dijo el historiadorManuel Arranz, el recinto es una auténtica “lección de his-toria barcelonesa”.

EL CEMENTERIO DECANO DE BARCELONALos estragos que causaron los brotes de epidemias origina-ron una gran preocupación por la higiene a lo largo de lossiglos XVIII y XIX. En España, la epidemia originada en elcementerio parroquial del puerto guipuzcoano de Pasajes,en 1781 –al tiempo que la Academia Medico-Práctica deBarcelona denunciaba la insalubridad de los de SantaMaria del Mar y del Pi–, provocó un debate en la corte queculminó con las reales cédulas de Carlos III de junio de1786 y abril de 1787, que ordenaban la supresión de loscementerios parroquiales y la construcción de nuevos

recintos funerarios fuera de los núcleos urbanos. Carlos IIIhacía realidad en España los avances en materia de cemen-terios que se habían producido en Francia y en Italiadurante las dos décadas anteriores. Estas medidas de higie-ne y de aprovechamiento del suelo se producían en un con-texto de gran crecimiento demográfico, aunque de estanca-miento urbano.No hay que olvidar que durante la segunda mitad del sigloXVIII el aprovechamiento de las escasas reservas de suelo seconvirtió en una preocupación destacada de las políticasurbanas. Muchos de estos espacios eran los numerosos sola-res de los cementerios parroquiales, como los de Santa

Maria del Mar, Santa Maria del Pi, Sant Pere de les Puel·les,Sant Cugat, Sant Just i Pastor o Sant Pau del Camp, que elAyuntamiento se esforzaba en convertir en un nuevo espa-cio público.La singularidad del caso de Barcelona deriva de que la cons-trucción del primer cementerio de nueva planta fuera de laciudad, edificado entre 1773 y 1775, se adelantó a las dispo-siciones reales en más de una década, e incluso su proyectoinicial de construcción es anterior. La idea se remonta a1768, cuando el obispo Josep Climent consigue del monar-ca unos terrenos que habían sido de los jesuitas, expulsadosde España un año antes.El primer cementerio de nueva planta de Barcelona y el pri-mero del país fue inaugurado y bendecido por el obispoCliment exactamente a las tres de la tarde del 13 de marzode 1775. En la Biblioteca de Cataluña se conserva impresa laintervención que pronunció en catalán, con todos los deta-lles de la ceremonia. El recinto se reducía a un muro de cie-rre para evitar las profanaciones y a una capilla que alber-gaba huesos exhumados procedentes de parroquias y con-ventos. Nunca tuvo un carácter monumental, por lo que fuecriticado por los sectores acomodados de la ciudad, quepretendían seguir siendo enterrados en el interior de los

templos centenarios. Al cementerio del obispo fueron aparar, fundamentalmente, los cadáveres de personas sinrecursos y de las que fallecían en los hospitales.Unos años más tarde, la guerra de la Independencia no sólofrenó la realización de un proyecto para construir nuevoscementerios, después del brote de fiebre amarilla de 1804,sino que ocasionó la destrucción del cementerio del obispo,construido dentro de la milla estratégica de defensa de laciudad. Fue derribado por las tropas napoleónicas juntocon otras construcciones, como el cementerio de Jesús, enGràcia, durante el verano de 1813 porque molestaba desdeel punto de vista militar.

La fachada delcementerio según unmodelo de Ginesi. En lapágina anterior, el grupo“El beso de la muerte”,de Jaume Barba (1930),en que un esqueletoalado sustituye altradicional ángel de laiconografia religiosafuneraria.

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El panteón neoclásicodel comerciante Carlos

Torrens Miralda,obra de Josep Fontserè.

En la página siguiente,cruz de inspiración celta

de Leandre Albareda.

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Después de la polémica sobre el emplazamiento del nuevocementerio, las máximas autoridades civiles y militares y elobispo Pau de Sitjar determinaron finalmente que el mejorespacio era el que había ocupado el del obispo Climent. En1818 el Obispado, que de nuevo dirigía y sufragaba las obras,encargó el proyecto al joven arquitecto italiano AntonioGinesi (1790-1824), que residía en Barcelona en calidad devicecónsul del Gran Ducado de Toscana. El nuevo cemente-rio era bendecido e inaugurado el 15 de abril de 1819 y esta-ba totalmente bajo control eclesiástico. La situación cambiópocos meses después con la restauración del régimen consti-tucional, que intentó dar más repercusión social a las juntasde obreros de las parroquias con una mayor representación,a pesar de que el dominio episcopal se restituyó plenamentecon el regreso al poder de Fernando VII a finales de 1823.

UN ARQUITECTO “CISMÁTICO”El diseño propuesto por Ginesi –que es el que se puede con-templar en la actualidad, con las ampliaciones posteriores–constituyó una aportación personal del arquitecto italiano allenguaje neoclásico dominante, lo que le valió la crítica delmáximo exponente de la arquitectura académica, AntoniCelles, director de la Academia de Arquitectura deBarcelona, con quien Ginesi mantuvo un encendido debateen las páginas del Diario de Barcelona a lo largo de 1823.Celles calificó al joven italiano de arquitecto “cismático” porno respetar las leyes de la arquitectura y afirmaba, entre otrascosas, que “el que se separe pues de estos preceptos hasta elgrado de hacer de forma piramidal las casas de habitación, ylas capillas de los cementerios enriquecidas con nimios ador-nos, y formadas de partes eterogeneas, tendrá la desgracia deasemejarse a Borromini y a Churriguera, que corrompiendolos bellos principios del arte solo hallaron su celebridadentre los que no raciocinaron” (17 de abril de 1823).Sin perder el buen humor, Ginesi le contestó que “infeliz laobra que no merece siquiera la crítica”, para, acto seguido,sentenciar de manera kantiana que “en obras de gusto cadauno tiene su modo de ver; y no todos alcanzan el verdaderomodo de ver por más que hayan leído el librito que trata deeste arte y que con el mismo en la mano ecsaminen las obrasque se proponen criticar” (30 de abril de 1823). Unos díasmás tarde, cerrando la polémica, Ginesi concluía que “dejoaparte de contestar a otras impertinentes puerilidades, puesno somos aquí entre niños del aula y me contentaré con ase-gurar al Sr. A. C. que he visto, como desea, los jónicos, griegos

y romanos, que he visto las órdenes de arquitectura, que sé(como sabe todo pobre estudiante) a que servían las ejederasy el destino que los antiguos daban al friso y le suplicaréfinalmente tenga la bondad en adelante de dejarse de estasfrioleras escolásticas y de hacerme la justicia de creer quequien ha perdido su juventud y su salud en los desiertos dela Grecia y del Egipto, y dado a luz los más pequeños detallesde los mejores monumentos de todas épocas, sabría sin dudasi lo juzgara a propósito, dibujar un orden de arquitecturacompleto, sin que le faltasen ni una siquiera de sus muchasdemasías” (13 de mayo de 1823).A Celles se le escapaba que, como resultado de sus viajes,Ginesi había escrito la obra Nuovo corso d’architettura civilededotta dai migliori monumenti greci, romani, e italiani delcinquecento (Florencia, 1813, reeditada en 1997) y que, efec-tivamente, su estado de salud no debía ser demasiado buenoporque el arquitecto italiano moría un año después a la edadde treinta y cuatro años, y fue enterrado en el mismo cemen-terio que él había proyectado. En Barcelona Ginesi dejóviuda a Dolores Rodríguez, a quien, en 1832, el cónsul gene-ral de Toscana intentaba localizar infructuosamente en laspáginas del Brusi por un asunto relativo a la sucesión delarquitecto italiano.

“El diseño propuesto por Ginesi constituyó unaaportación personal al lenguaje neoclásicodominante, lo que le valió la crítica del máximoexponente de la arquitectura académica”.

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Una de las principales características del proyecto de Ginesies el tratamiento igualitario de las galerías de nichos –lo quetambién irritó a la sociedad acomodada–, complementadascon unas cuantas sepulturas en el suelo, con losas exacta-mente iguales, y de la misma tipografía, que las del interiorde las iglesias, como las que aún se conservan justo despuésde la entrada en el recinto, de fabricantes de indianas y gran-des comerciantes, como Gabriel Bonaplata y Esteve Guilla,que datan de 1819.El referente que Ginesi imitó es el denominado cementeriode tipo mediterráneo, inspirado en el de Pisa, construido afinales del siglo XIII. Sus principales características son unaplanta rectangular, de tipo claustral, rodeada de muros peri-metrales elevados; una entrada monumental rodeada por

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una plaza semicircular; una capilla y dependencias auxiliaresal final del eje principal del recinto, en cuyo centro seencuentra un monumento –habitualmente una cruz–, y cua-tro departamentos para las inhumaciones. En el caso del dePoblenou, este monumento central es el cenotafio dedicadoa la memoria de las víctimas del brote de fiebre amarilla de1821, que ocasionó más de 6.000 muertos.La Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, como yahacían otras academias similares del resto de Europa, fijó sucanon de cementerio prototípico a partir de las principalescaracterísticas del cementerio mediterráneo. Los académicosviajaron por toda Europa y redactaron memorias sobre loscementerios de otras ciudades que había que imitar, comolos de Módena, Turín, Liorna o Viena. Como institución

Panteón proyectado en1907 por Mariano deThós, uno de los pocosejemplos modernistasdel cementerio. En lapágina siguiente,panteón neogótico delarquitecto Josep OriolMestres, y otra muestrade construcciónmodernista, obra deEnric Sagnier.

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encargada de aprobar los programas arquitectónicos de lasnuevas construcciones de edificios monumentales enEspaña, la Academia impuso su canon estético, que se tradu-jo nítidamente en los grandes cementerios construidosdurante las primeras décadas del XIX en Madrid, Cádiz,Sevilla, Granada, Zaragoza y también Barcelona.En el archivo de la Academia se conservan veintisiete pro-yectos, resultado de los ejercicios realizados por los estu-diantes entre 1787 y 1845; uno de estos proyectos guarda unagran similitud con el de Antonio Ginesi. Se trata de un pro-yecto de Miguel Arévalo, sin datar, para la ciudad deValladolid. La fachada, de las mismas características que ladel de Barcelona, también integra dos pirámides idénticas alas del italiano. El gusto por la estética egipcia se llevó hastael límite en otro proyecto no realizado: en noviembre de1832, Ramon Moler proponía un nuevo cementerio generalpara Barcelona, basado en una gran pirámide en el centro deuna cruz griega.

LA MONUMENTALIZACIÓN DEL RECINTOEl tira y afloja entre el Obispado y el Ayuntamiento por lagestión del cementerio fue una constante desde su construc-ción, pero en 1835, en plena revolución liberal, se decantóhacia el lado municipal, cuando una ley transfirió a los ayun-tamientos la titularidad de los recintos. El cementerio nopasó de forma irreversible a la esfera del Ayuntamiento hastael periodo del célebre gobernador civil progresista JoséMelchor Prat, personaje que se implicó decididamente en larevitalización de la sociedad y la política barcelonesas demediados del siglo XIX. La nueva etapa tuvo algunas conse-cuencias relevantes, como la formación del núcleo del recin-to protestante, la redacción de un nuevo reglamento que sus-tituía al de 1819 de la época del obispo Sitjar, el proyecto dela ampliación e incluso la normalización lingüística de lostextos de los epitafios con la colaboración de una institución,la Acadèmia de Bones Lletres, que pasaba en aquellos añospor un rico e influyente periodo que la convertía en unaauténtica academia nacional, mucho antes de la creación delInstitut d’Estudis Catalans. Convertido en lugar de paseopara los barceloneses, se tiene constancia de que a mediadosdel siglo XIX se redactaba una publicación que recogía lasinscripciones funerarias más singulares. Una de ellas es, sinduda, el testimonio de un hombre que supuestamente narraen primera persona la causa de su muerte: “Josep Vernedame llamé. Yo, que sin padecer males ni enfermedades, pasa-dos setenta y nueve años, robusto y sano viví, un médico…no diré quién, sólo me visitó una vez, un vomitivo me pres-cribió, respondí que no lo quería; me dijo que me curaría ymorí al día siguiente” (Dpto. 1º, perímetro, nicho 3719).A principios de 1840, Josep Mas i Vila, al mismo tiempo quetrabajaba en la construcción de la fachada neoclásica de laCasa de la Ciutat, construye el pórtico de la entrada princi-pal al cementerio, que anteriormente había sido una simplepuerta de acceso, tal y como se puede observar en grabadosde títulos de propiedad de diversos años.

“El tira y afloja entre Obispado y Ayuntamientopor la gestión del cementerio fue una constantedesde su construcción, pero en 1835, en plenarevolución liberal, se decantó del lado municipal”.

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En 1846 –una vez instaurado en el país el régimen modera-do conservador–, el arquitecto Miquel Garriga i Roca, en unartículo publicado en las páginas del Boletín Enciclopédico deNobles Artes, propone monumentalizar el conjunto, median-te su ampliación para las clases acomodadas y la construc-ción de panteones familiares. Un año antes del inicio de lostrabajos a cargo del arquitecto Juan Nolla Cortés, en 1848, elAyuntamiento conseguía anexionar los terrenos en los queestaba situado el cementerio y el paseo que conducía a él(hoy avenida Icària), que hasta entonces aún pertenecían almunicipio de Sant Martí de Provençals.Con los años, en el nuevo departamento se irán concentran-do los panteones y capillas monumentales de las grandesfamilias industriales y financieras de la segunda mitad delsiglo XIX, como los Bonaplata, Arañó, Ricart, Jaumeandreu,Muntadas, Güell y Arnús; indianos como Daniel Arabitg; losalcaldes Marià de Cabanes y Manuel Porcar; los Brusi; elmúsico y político Anselm Clavé, y nichos como el del ideó-logo Valentí Almirall, entre muchos otros.Una de las aportaciones de gran calidad de Nolla a la amplia-ción del recinto de Ginesi fue, sin duda, la nueva sala de jun-tas. Este espléndido edificio de 1852, que se conserva actual-mente intacto en todos sus elementos originales, tanto exte-riores como interiores, entre los que destaca el estucado delinterior, todavía no dispone en la actualidad de luz eléctricaal igual que el resto del cementerio –a excepción de las ofici-nas–, que se cierra cuando se pone el sol. En la actualidad,este edificio neoclásico acoge el archivo histórico del cemen-terio, que reclama una actuación de mejora urgente. En estevalioso fondo se conservan los expedientes de edificación delos panteones del recinto y los libros de registro de inhuma-ciones de los siglos XIX y XX, así como otros expedienteshistóricos de los cementerios de Montjuïc, Sarrià, SantAndreu, Sants, Les Corts y Horta, entre otros.

LA ASFIXIA DEL CEMENTERIOEn su plano de ensanche, Cerdà suprimía el cementerio dePoblenou y ubicaba uno nuevo en una zona limítrofe entrelos municipios de Gràcia y Sant Martí, una vez más en terre-nos que no pertenecían al municipio de Barcelona, ubican-do en el exterior las infraestructuras incómodas, lo que pro-vocó el rechazo de los municipios del llano, que, aunqueconsiguieron abortar el proyecto concebido desde la plaza deSant Jaume, finalmente serían anexionados a finales de siglo.

En 1858, cuarenta años después de su puesta en marcha, secalculaba que desde 1819 se habían enterrado unos 151.000cuerpos en 12.250 sepulturas. Durante las décadas de 1860 y1870 la densificación del cementerio fue espectacular ya quese autorizó la construcción de nuevos panteones y capillaslaterales en el interior de las manzanas del primer departa-mento que, hasta aquel momento, habían sido zonas ajardi-nadas, y la construcción de nuevas galerías de nichos y pan-teones en el departamento tercero, antiguamente llamado“de los pobres”, donde aún hoy se conservan los pilares de lasfosas comunes posteriores a 1855, testimonio genuino de laBarcelona trabajadora, popular y anónima.Las divergencias entre el Ayuntamiento y la junta autónomadel cementerio, sumadas a la inestabilidad política general,provocó la paulatina degradación del recinto. Medio siglodespués del brote de fiebre amarilla del Trienio Liberal, en1870, en un nuevo contexto revolucionario, un nuevo brotepuso de manifiesto el problema del estado del cementerio yel Ayuntamiento recuperó por completo su dirección paraintentar dar respuesta a los retos que tenía planteados.Aunque la ley municipal de 1877 determinaba que la admi-nistración de los cementerios era competencia municipal, el

“Medio siglo después del brote de fiebre amarilladel Trienio Liberal, en 1870, en un nuevo contextorevolucionario, un nuevo brote puso de manifiestoel problema del estado del cementerio”.

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fortalecimiento de la Iglesia durante el régimen conservadorde la Restauración reavivó el debate entre el Ayuntamientoy el Obispado, tanto con respecto a la gestión del cemente-rio como con respecto al emplazamiento del nuevo que seiba a construir. En el trasfondo de la discusión también pla-neaba una cuestión económica: la mayor capacidad quereclamaba el Ayuntamiento para imponer arbitrios sobrelos entierros, en detrimento de los que percibía la Iglesia.Del enfrentamiento entre el obispo Urquinaona y el alcaldeRius i Taulet, que había prometido una nueva necrópolis enla montaña de Montjuïc, salió victorioso el célebre alcaldeliberal, que, en 1883, inauguraba el nuevo recinto. Como yahabía sucedido con el de Poblenou, poco después de suinauguración, el cementerio de Montjuïc se estrenó dramá-tica y masivamente con otra epidemia, la de cólera de 1885,con más de 1.300 muertos.La falta de panteones modernistas en el de Poblenou denotaclaramente que el centro de atención se ha trasladado aMontjuïc. A partir de entonces ya son pocas las familias queconstruirán nuevos panteones en la zona noble del dePoblenou, como el caso de la familia Prats-Marsó, cuyo pan-teón se encuentra en la actualidad muy degradado.

Con la regeneración de la vida política municipal, a raíz de laselecciones de 1901, el recinto de Poblenou experimentó unanueva etapa de vitalidad. En 1906 la Comisión deCementerios propone en el pleno municipal la “neutraliza-ción”, es decir, la secularización, de todos los cementerios, nosólo de la ciudad, sino de España. Sin embargo, la iniciativano contó con el apoyo en los demás ayuntamientos y no pros-peró. La competencia exclusiva de los cementerios civiles nopasará a ser municipal hasta medio cuarto de siglo después,con la proclamación de la II República, lo que supuso el derri-bo de las tapias que separaban los recintos católicos de losciviles y de los de otras confesiones. En noviembre de 1931, ala vez que el gobierno municipal republicano acordaba elderribo de estas tapias, también se acordaba la “continuaciónimprescindible de las obras de reparación de los nichos ysepulturas en estado ruinoso del cementerio del Este”.En diciembre de 1938, desde Burgos, el franquismo derogatodas las leyes republicanas y ordena la reconstrucción de losmuros de separación, obra que se hizo realidad después de laocupación en el mes de febrero siguiente. En las décadas delos años cincuenta y sesenta, las obras de mantenimiento(pasa a la página 17)

Arco-capilla deFrancesc de Paula delVillar y detalle delpanteón de EvaristArnús, obra de EliesRogent. En la páginaanterior, el cementeriocon la torre Agbar alfondo. En las páginassiguientes, nicho de “ElSantet”, escultura deRafael Atché y panteónen mármol de Carrarade Andrés Anglada.

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El cementerio viejo, del Este o dePoblenou es parte integrante de los pro-yectos de futuro que durante el siglo XIXpromovieron el desarrollo de Barcelona,y también es resultado de las iniciativasculturales y políticas que dieron forma ala ciudad moderna. Construido en 1819por Antonio Ginesi, y ampliado entre1848 y 1852 por Joan Nolla, sus añosde esplendor llegan hasta la celebraciónde la Exposición Universal de 1888.Durante esos años, el cementerio viejoparticipó plenamente en los procesoshistóricos que marcaron la evolución dela ciudad, recreó los ideales y ambicio-nes de sus ciudadanos y fue escenariode los conflictos que los enfrentaron. Lainauguración del cementerio de Montjuïcen 1883 inició el lento declive delcementerio de Poblenou. A finales delsiglo XIX, el viejo recinto funerario sehabía quedado pequeño para amoldar-se al crecimiento de la ciudad y a lariqueza de sus clases acomodadas.La continuidad de los esfuerzos de tresgeneraciones de comerciantes e indus-triales barceloneses y el éxito de sus rea-lizaciones económicas y políticas no

esconde las profundas diferencias queexistieron entre los emprendedores deprincipios de siglo y sus nietos. Entreuna generación y otra está la distanciaque separa la determinación revolucio-naria de un grupo social en ascenso y enlucha contra el poder de la aristocracia yla Iglesia y el carácter profundamenteconservador de una clase, que una vezcompletada su revolución y conseguidoel poder, está plenamente consagrada apreservar sus ganancias y su statu quo.La potencia económica de la nuevaclase de industriales, comerciantes yfinancieros barceloneses, así como laconsolidación de su poder político, sepone de manifiesto cuando, en el año1854, comenzó el derribo de las mura-llas de la ciudad. La caída de la murallainició la gran expansión urbana de la ciu-dad por el llano de Barcelona con laconstrucción del nuevo Eixample.Si el derribo de las murallas de la ciudadsimboliza la pujanza de la burguesía bar-celonesa, la construcción del nuevorecinto funerario para mausoleos en elcementerio viejo manifiesta su voluntadde diferenciación social y distinción cul-tural. La elite barcelonesa destruyó lasbarreras físicas que impedían su plenodesarrollo económico (las murallas) almismo tiempo que levantaba murossociales y culturales para diferenciarsedel resto de la sociedad (el nuevo recin-to funerario). La creación del nuevorecinto de los mausoleos, la fundacióndel Banco de Barcelona (1844) y la inau-guración de la nueva sede del Liceo enla Rambla (1848) son hechos similaresque expresan la pujanza económica y eldeseo de prestigio social de la burguesíabarcelonesa de la época. El cementerio viejo contiene la sepulturade muchos hombres y mujeres que pro-tagonizaron momentos o acontecimien-tos que marcaron la evolución de la ciu-

dad y determinaron su carácter. Lassepulturas de los industriales Bonaplata,el ingeniero Narcís Monturiol, el políticoValentí Almirall o el novelista Narcís Oller,entre muchos otros, nos hablan de laagitada historia de la ciudad. Tambiénencontramos allí numerosos homenajesa personalidades distinguidas por susvirtudes sociales de trabajo y honradez.Epitafios de la época reconocen la apor-tación de las nuevas profesiones libera-les al progreso de la ciudad. Las dedica-das a médicos y magistrados son lasmás numerosas. Los nuevos valoreseran la ley, la ciencia y el trabajo, y losnuevos héroes, los magistrados, loscientíficos y los hombres de negocios.Ellos representaban y tenían que garan-tizar la justicia, el progreso y la riquezacontra la amenaza siempre presente delos privilegios y las desigualdades, lasuperstición y la pobreza. El nuevocampo de batalla era la ciudad y los nue-vos héroes aquellos que la servían. La Barcelona popular tiene también sushéroes en el cementerio viejo. Algunos,como los serenos que perdieron la vidaayudando a vecinos en una de lasmuchas epidemias que asolaron la ciu-dad, representan las virtudes cívicas.Otros, como los trabajadores que murie-ron fusilados por defender la libertad,nos recuerdan la lucha de la clase traba-jadora por el reconocimiento de susderechos políticos. El más conocido esFrancesc Canals Ambrós, “el Santet”.Este joven de origen humilde, conocidopor su gran bondad y caridad, se convir-tió inmediatamente después de sumuerte, a la edad de veintidós años, enobjeto de la devoción religiosa del pue-blo de Barcelona. El culto al “Santet”llega hasta nuestros días.

Elisa Martí López

UN ESPEJO DE LAS CLASES SOCIALES EN LA BARCELONA DEL PERIODO 1819-1890

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fueron las mínimas, como preludio de la anunciada desapa-rición del cementerio a causa del Plan de la Ribera de 1966,amparado por Porcioles, que pretendía convertir el espacioen una zona verde en medio de flamantes promocionesinmobiliarias. Durante la dictadura franquista el abandonodel cementerio fue prácticamente total, tal y como se reco-nocía a principios de los años setenta en un informe delColegio de Arquitectos de Cataluña.La historia del cementerio de Poblenou a lo largo del sigloXX estuvo marcada por su progresivo declive y deterioro,hasta alcanzar extremos prácticamente insostenibles. Esteproceso de empobrecimiento fue paralelo a una situaciónparadójica. Varias generaciones de vecinos de Poblenou nopudieron enterrar a sus familiares en el cementerio porque,sencillamente, no cabía nadie más. Aquellos que no teníanen propiedad un nicho o un panteón tuvieron que recurrira las plazas disponibles en los cementerios más cercanos,sobre todo en el de Sant Andreu. Sin duda, uno de los prin-cipales retos con los que se enfrentaba el cementerio –comolos del resto de la ciudad, a excepción del más moderno,Collserola– era el régimen de propiedad a perpetuidad queno imponía ninguna obligación con respecto a su mantenimiento, lo que ocasionaba el abandono de miles de sepul-turas, bien porque las familias no se hacían cargo de ellas,bien por la desaparición de los descendientes. La reformade las ordenanzas municipales de cementerios llevada acabo por los primeros consistorios democráticos contribu-yó a mejorar esta situación, aunque también dejó la puertaabierta a acciones tan controvertidas como la supresión delrecinto de los protestantes en 1985.

DESTRUCCIÓN DEL RECINTO PROTESTANTEA mediados del siglo XIX, la llegada a Barcelona de nume-rosas familias europeas de creencias protestantes propicióla construcción de nuevos cementerios civiles, al margende la administración de la Iglesia. En abril de 1855 una leyautorizaba la construcción de recintos no católicos, aun-que estas construcciones no se generalizaron en todo elpaís hasta la década de 1870, gracias a los avances socialesde la revolución de 1868. En este sentido, Barcelona fueuna ciudad pionera porque ya contaba con un recinto paralos no católicos desde mediados de siglo.Las mejoras en la gestión de los cementerios durante ladécada de 1980 también supusieron, desgraciadamente, lasupresión del recinto de los protestantes del de Poblenou,que fue ampliamente contestada por entidades ciudadanascomo, por ejemplo, el Arxiu Històric del Poblenou. Los

(viene de la página 15)

“Durante la dictadura franquista el abandono delcementerio fue total. Varias generaciones devecinos de Poblenou no pudieron enterrar allí asus familiares porque no cabía nadie más”.

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restos reclamados por familiares fueron exhumados y tras-ladados a otras partes del cementerio. Otras muestras delpatrimonio del conjunto desaparecieron, a pesar de sugran valor social, cultural e histórico y todo ello para darcabida a una cincuentena de nuevas sepulturas y eliminarun espació que se había convertido en un cercado lleno demalas hierbas por la falta de mantenimiento, tanto porparte de las familias como del Ayuntamiento. Con fre-cuencia, en la gestión del cementerio ha primado más larentabilidad económica que su valor cultural e inclusohumano. Afortunadamente, la situación ha cambiado deforma sustancial en los últimos años y ahora los cemente-rios barceloneses no sólo tienen la perspectiva de lamodernización integral sino su plena revalorización.Lo que fue práctica común en los periodos más reacciona-rios de los siglos XIX y XX, sin embargo, no debería haber-

lo sido en la Barcelona preolímpica. Años después de laamputación del recinto protestante, el cementerio fueincluido en el Catálogo de Patrimonio Histórico yArtístico. El caso de Poblenou contrasta con lo que hasucedido recientemente en Santander, cuyo cementerioprotestante ha sido incluido en el Inventario General dePatrimonio Cultural de Cantabria por su singularidad his-tórica y social.En la actualidad, los restos del recinto protestante se redu-cen a poco más de tres elementos –un ángel amputado,una lápida y una figura yaciente femenina– que ahora sehan integrado en la ornamentación de este departamentoque acoge buena parte de las sepulturas de familias deetnia gitana, con sus características figuras humanas degrandes dimensiones, algunas de tamaño real, permanen-temente embellecidas con numerosas flores.

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El reto del cementerio de Poblenou del siglo XXI es conse-guir la plena aceptación de su significado por parte de lasinstituciones y de la propia sociedad. Hay que seguir recupe-rando los nichos y panteones deteriorados, que aún sonmuchos, y mejorando la pavimentación, que se limita a unade urgencia que no se ajusta a la significación del espacio.

IMPLICAR A LA SOCIEDAD CIVILAsimismo, se necesitan fórmulas imaginativas para impli-car al resto de la sociedad civil en la mejora del cemente-rio. Su riqueza artística e histórica es evidente, pese a queesta constatación probablemente no vaya acompañada delas medidas oportunas. El de Poblenou, como tantos otroscementerios, es un auténtico museo al aire libre. Ya haceaños que Oriol Bohigas, cuando otros arquitectos se atre-vían a pedir la desaparición del recinto, defendió su natu-raleza como catálogo de la arquitectura de la época. Suconservación y las medidas encaminadas a su restaura-ción deberían figurar en un lugar destacado de las políti-cas de conservación y protección del patrimonio. Lascampañas del Instituto Municipal de Paisaje Urbano yCalidad de Vida también deberían extenderse a loscementerios municipales, así como los programas ocupa-cionales de Barcelona Activa. Y no podemos olvidar las

ayudas de las instituciones europeas: recientemente se hallevado a cabo el proyecto Scene, financiado por el pro-grama Cultura 2000 de la Comisión Europea e impulsadopor las ciudades de Bolonia, Liubliana, Estocolmo y Vilnacon el objetivo de restaurar panteones monumentales desus respectivos cementerios.Los cementerios de Barcelona forman parte de la red decementerios históricos y monumentales de la AsociaciónEuropea de Cementerios Significativos desde su constituciónen noviembre de 2001. Esta asociación reúne a las ciudadesanteriores y a una cincuentena más de todo el continentecuyo objetivo es, precisamente, revalorizar los cementerioscomo patrimonio cultural.Aunque a nadie le pasa por alto el potencial turístico delcementerio de Poblenou –la Ruta es un claro ejemplo–, aúnse está lejos de sacar todo el provecho a los cementerios deBarcelona, al contrario de lo que sucede con otros del restodel continente. Un ejemplo paradigmático es el de Père-Lachaise en París, que dispone de una página web(www.pere-lachaise.com) que ofrece, entre otras cosas, unaespectacular visita virtual al recinto mediante fotografíasinteractivas de 360º, con información detallada sobre la his-toria del conjunto, sepulturas de personajes públicos, etc.También debería estudiarse la constitución de una asocia-ción de amigos de los cementerios, tal y como existe en otrasciudades, como la del Highgate de Londres, donde está ente-rrado Karl Marx, que cada año recibe miles de visitantes.Aunque el cementerio está incluido en el Catálogo dePatrimonio, la realidad es que, más allá de la protección de laestructura del conjunto y la prohibición de sustraer elemen-tos de interés, el recinto está sujeto al marco, quizás pocoambicioso, de las actuales ordenanzas. Decenas de panteonesde gran valor artístico, de estirpes que han ejercido un papeldeterminante en la historia social y política de Barcelona, sedegradan por la inexorable acción del tiempo y el incom-prensible abandono de sus legítimos propietarios.Los cementerios son extraordinarios espacios de memoria yuna fuente singular de conocimiento. El de Poblenou yacuenta con algunos trabajos de investigación de referenciaineludible, como los de Jordi Pujol y Margarida Nadal y laguía de Elisa Martí; y es de esperar que en el futuro otroscontribuyan a reavivar un tema que, aunque aparentementeno lo parezca, ofrece una nueva perspectiva sobre la vida delos ciudadanos de la Barcelona contemporánea.

En la página anterior,peristilo de la capilla delcementerio, proyectadapor Antonio Ginesi.Sobre estas líneas,grupo del escultorgenovés Fabiani, en unpanteón construido en1880 por PereBassegoda.

“Hay que seguir recuperando los panteones ynichos deteriorados y mejorando la pavimentacióninterna. Se necesitan fórmulas imaginativas paraimplicar a la sociedad civil en su mejora”.