052 paris, texas, dirigida por el alemán wim wenders

12

Upload: de-uno-a-cine

Post on 27-Mar-2016

224 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

Una búsqueda, un espejo traslúcido, un padre y un hijo.

TRANSCRIPT

Titulo originalParis, Texas

Titulo en españolParís, Texas

DirecciónWim Wenders

RepartoNastassja KinskiHarry Dean StantonDean StockwellAurore Clément

Guión adaptadoL. M. Kit Carson

NovelaSam Shepard

Año1984

Fotografías

La búsqueda

Travis (Harry Dean Stanton) y Jane (Nastassja Kinski)

Inhospitabilidad

Alarma 24 horas

Advertencia----------------Este listado de mis cien,y más, películas favoritases una excusa para escri-bir sobre éstas, de formapaulatina y contarle a loseventuales lectores porqué me parecen notoriasy maravillosas. El texto noes una reseña, por lo quese sugiere haber visto, deantemano, la película.------

Titulo originalParis, Texas

Titulo en españolParís, Texas

DirecciónWim Wenders

RepartoNastassja KinskiHarry Dean StantonDean StockwellAurore Clément

Guión adaptadoL. M. Kit Carson

NovelaSam Shepard

Año1984

Fotografías

La búsqueda

Travis (Harry Dean Stanton) y Jane (Nastassja Kinski)

Inhospitabilidad

Alarma 24 horas

Advertencia----------------Este listado de mis cien,y más, películas favoritases una excusa para escri-bir sobre éstas, de formapaulatina y contarle a loseventuales lectores porqué me parecen notoriasy maravillosas. El texto noes una reseña, por lo quese sugiere haber visto, deantemano, la película.------

Más Texas que París

El encuentro no revelado

La culpa

La revelación

El cabo suelto---------------------------------

París, Texas, es ese sitio adonde nunca llegamos; el ideal de vida que nos propo-nemos pero que termina siendo sólo una foto en el bolsillo. No es ni siquiera un des-tino imaginario, es tan real como la foto. Se lo describimos a nuestros amigos, ocasio-nalmente lo señalamos en un mapa y le hacemos un círculo con esfero rojo, se lo mostramos a nuestros hijos y les decimos: “Ahí estaremos en unos años”, o “Ahí pasa-ré mi vejez” o “Ahí quiero anclar mi velero”, pero nada de eso sucede; la vida se enreda de tal forma que nos conformamos con otras cosas menos halagadoras, menos distantes, que se vuelven sucedáneas.

Es una película europea, realizada –inclu-sive, desde el mismo guión– en Estados Unidos; me reero a que, de alguna mane-ra, Wim Wenders le quiere meter los dedos en la boca a Hollywood, salirse de sus esquemas en su propio terreno y hacer una película opaca, como la vida misma, sin el brillo elaborado y engañoso del cine norteamericano, del que habla Oswaldo Zanetti. Lo logra, con creces, y no por los premios obtenidos si no porque la narra-ción cinematográca se sostiene sólita sin aderezos, sin elementos que alteren su sentido. Es digerible, en un mundo que se ha vuelto opíparo, copioso en recetas, en el que el vestuarista, el escenógrafo y el efectista, por ejemplo, también quieren ser

Más Texas que París

El encuentro no revelado

La culpa

La revelación

El cabo suelto---------------------------------

París, Texas, es ese sitio adonde nunca llegamos; el ideal de vida que nos propo-nemos pero que termina siendo sólo una foto en el bolsillo. No es ni siquiera un des-tino imaginario, es tan real como la foto. Se lo describimos a nuestros amigos, ocasio-nalmente lo señalamos en un mapa y le hacemos un círculo con esfero rojo, se lo mostramos a nuestros hijos y les decimos: “Ahí estaremos en unos años”, o “Ahí pasa-ré mi vejez” o “Ahí quiero anclar mi velero”, pero nada de eso sucede; la vida se enreda de tal forma que nos conformamos con otras cosas menos halagadoras, menos distantes, que se vuelven sucedáneas.

Es una película europea, realizada –inclu-sive, desde el mismo guión– en Estados Unidos; me reero a que, de alguna mane-ra, Wim Wenders le quiere meter los dedos en la boca a Hollywood, salirse de sus esquemas en su propio terreno y hacer una película opaca, como la vida misma, sin el brillo elaborado y engañoso del cine norteamericano, del que habla Oswaldo Zanetti. Lo logra, con creces, y no por los premios obtenidos si no porque la narra-ción cinematográca se sostiene sólita sin aderezos, sin elementos que alteren su sentido. Es digerible, en un mundo que se ha vuelto opíparo, copioso en recetas, en el que el vestuarista, el escenógrafo y el efectista, por ejemplo, también quieren ser

el plato principal. Sin embargo –siempre es bueno contradecirse un poco– la guitarra de Ry Cooder, de fondo, rasgando las cuerdas, logra un protagonismo magistral, como música incidental, recreando blues de Blind Willie Johnson.

París, Texas, es también Nastassja Kinski. ¿Cómo deja uno perder un amor así? Esa es la pregunta constante del espectador. ¿Qué pasó? ¿Por qué se fue? ¿Por qué dejaron tirado al hijo de cuatro años, con sus tíos? Travis, el marido, camina dando tumbos de un lado a otro del desierto del Mojave –un poco a la manera de Forrest Gump– y en medio de su locura, busca a Jane (Kinski) su mujer, con determinación pero sin el más mínimo sentido común; donde ve una carretera, o una carrilera, las recorre hasta el cruce siguiente y voltea, indistintamente, hacia la izquierda o hacia la derecha ¿qué importa? El actor es Harry Dean Stanton ¡nada como un actor de se-gunda para interpretar el papel de un hombre mediocre y débil de carácter! El solo casting de los protagonistas es, ya, un síntoma del desequilibrio que necesita la historia.

Afortunadamente Hunter, el hijo –tiene o-cho años, cuatro viviendo con los tíos, a quienes llama Papá y Mamá– es un chico relajado, risueño, criado entre la brisa y las dunas cálidas de California. Desarrolla una relación formidable con Travis y se siente

afortunado de tener dos papás. El espec-tador espera un conicto que nunca se da, se menciona en un par de ocasiones, pero Walt, el papá putativo de Hunter, deja muy claro que la determinación del futuro del niño es de su padre biológico; de ahí en adelante la cámara, salvo una llamada tele-fónica para avisar que están juntos, se va detrás de Hunter y de Travis en la búsque-da de su madre, con la única pista, en años, acerca de su paradero.

Jane es prostituta en un bar de Houston, cuya particularidad es que los clientes pagan para ver a las mujeres desnudarse a través de un cristal. Son una serie de cabi-nas, decoradas distinto: granero, cuarto de hospital, ocina, guardería, etc, y la comu-nicación entre ambos es de un teléfono a un intercomunicador, que es como un par-lante-micrófono instalado en algún rincón del decorado. Lo interesante es que la na-rración necesita un sitio así para facilitar un diálogo entre dos personas tan malheri-das; de lo contrario es muy difícil llegar a las palabras sin que alguien tire una puer-ta, primero, o salga gritando. Claro que ella es la que está, realmente, en un estado de indefensión porque está atendiendo a un hombre que no quiere verla desnuda y que arranca a contar una historia que es la suya pero que también puede ser la de miles de mujeres más, abatidas por las abyectas circunstancias que propician esas exten-siones tan áridas entre Texas y California.

el plato principal. Sin embargo –siempre es bueno contradecirse un poco– la guitarra de Ry Cooder, de fondo, rasgando las cuerdas, logra un protagonismo magistral, como música incidental, recreando blues de Blind Willie Johnson.

París, Texas, es también Nastassja Kinski. ¿Cómo deja uno perder un amor así? Esa es la pregunta constante del espectador. ¿Qué pasó? ¿Por qué se fue? ¿Por qué dejaron tirado al hijo de cuatro años, con sus tíos? Travis, el marido, camina dando tumbos de un lado a otro del desierto del Mojave –un poco a la manera de Forrest Gump– y en medio de su locura, busca a Jane (Kinski) su mujer, con determinación pero sin el más mínimo sentido común; donde ve una carretera, o una carrilera, las recorre hasta el cruce siguiente y voltea, indistintamente, hacia la izquierda o hacia la derecha ¿qué importa? El actor es Harry Dean Stanton ¡nada como un actor de se-gunda para interpretar el papel de un hombre mediocre y débil de carácter! El solo casting de los protagonistas es, ya, un síntoma del desequilibrio que necesita la historia.

Afortunadamente Hunter, el hijo –tiene o-cho años, cuatro viviendo con los tíos, a quienes llama Papá y Mamá– es un chico relajado, risueño, criado entre la brisa y las dunas cálidas de California. Desarrolla una relación formidable con Travis y se siente

afortunado de tener dos papás. El espec-tador espera un conicto que nunca se da, se menciona en un par de ocasiones, pero Walt, el papá putativo de Hunter, deja muy claro que la determinación del futuro del niño es de su padre biológico; de ahí en adelante la cámara, salvo una llamada tele-fónica para avisar que están juntos, se va detrás de Hunter y de Travis en la búsque-da de su madre, con la única pista, en años, acerca de su paradero.

Jane es prostituta en un bar de Houston, cuya particularidad es que los clientes pagan para ver a las mujeres desnudarse a través de un cristal. Son una serie de cabi-nas, decoradas distinto: granero, cuarto de hospital, ocina, guardería, etc, y la comu-nicación entre ambos es de un teléfono a un intercomunicador, que es como un par-lante-micrófono instalado en algún rincón del decorado. Lo interesante es que la na-rración necesita un sitio así para facilitar un diálogo entre dos personas tan malheri-das; de lo contrario es muy difícil llegar a las palabras sin que alguien tire una puer-ta, primero, o salga gritando. Claro que ella es la que está, realmente, en un estado de indefensión porque está atendiendo a un hombre que no quiere verla desnuda y que arranca a contar una historia que es la suya pero que también puede ser la de miles de mujeres más, abatidas por las abyectas circunstancias que propician esas exten-siones tan áridas entre Texas y California.

Ahora bien, difícil empezar otro párrafo sin decir que toda la película está hecha para desencadenar este encuentro con tan especiales características.

Stanton juega su papel a la sombra, cuenta la historia terrible de su pasado juntos; y Nastassja Kinski llora y en un acopio último de certeza busca a Travis a través del espe-jo escasamente traslúcido. Él le da las indi-caciones para que vaya y busque a su hijo. El encuentro de Jane y Hunter es el pre-visto y así termina la película; dejando suel-to el único cabo que estuvo suelto desde el principio y es que París, Texas, no pasó de ser una anécdota mal contada y la foto-grafía de un lote baldío, con un letrero de: Se Vende.

París, Texas, es el símbolo de las expecta-tivas; aquellas que nos matan si no las logramos y más aún si se trata de un sueño tan miserable como el de un lote sucio, sin nada y sólo con una tenue promesa de felicidad. Por eso Travis dura cuatro años extraviado de sí mismo, sin cambiarse de ropa, en un estado de delirio ensimismado y con el sol del desierto en la cabeza. La película trata, entonces, acerca de esa po-sibilidad fortuita que le da la vida de reparar el daño producido; de entender la alusión ¿o paradoja? de que más importante que ir a templar a un París, sin artistas, ni Torre Eiffel, ni canciones de Edith Piaf, es hacer lo correcto. El espectador lo único que

tiene que hacer es estar de acuerdo con esa premisa y celebrar la reunión de un hijo con su verdadera madre.

Ahora bien, difícil empezar otro párrafo sin decir que toda la película está hecha para desencadenar este encuentro con tan especiales características.

Stanton juega su papel a la sombra, cuenta la historia terrible de su pasado juntos; y Nastassja Kinski llora y en un acopio último de certeza busca a Travis a través del espe-jo escasamente traslúcido. Él le da las indi-caciones para que vaya y busque a su hijo. El encuentro de Jane y Hunter es el pre-visto y así termina la película; dejando suel-to el único cabo que estuvo suelto desde el principio y es que París, Texas, no pasó de ser una anécdota mal contada y la foto-grafía de un lote baldío, con un letrero de: Se Vende.

París, Texas, es el símbolo de las expecta-tivas; aquellas que nos matan si no las logramos y más aún si se trata de un sueño tan miserable como el de un lote sucio, sin nada y sólo con una tenue promesa de felicidad. Por eso Travis dura cuatro años extraviado de sí mismo, sin cambiarse de ropa, en un estado de delirio ensimismado y con el sol del desierto en la cabeza. La película trata, entonces, acerca de esa po-sibilidad fortuita que le da la vida de reparar el daño producido; de entender la alusión ¿o paradoja? de que más importante que ir a templar a un París, sin artistas, ni Torre Eiffel, ni canciones de Edith Piaf, es hacer lo correcto. El espectador lo único que

tiene que hacer es estar de acuerdo con esa premisa y celebrar la reunión de un hijo con su verdadera madre.

“Pensó que si nunca letuvo celos, era porque,realmente, no lo quería.”

http://issuu.com/deunoacineMas películas: