#0.2. el iniciado - verónica roth

45
PÁGINA1

Upload: vanessa-nunez

Post on 09-Jul-2015

331 views

Category:

Education


2 download

DESCRIPTION

"Cuatro: Una colección de historias cortas"

TRANSCRIPT

Page 1: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

1

Page 2: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

2

EL INICIADO

La sala de entrenamiento huele a esfuerzo, como a sudor, polvo y zapatos.

Cada vez que mi puño golpea el saco de boxeo éste pica mis nudillos, que

están abiertos de hace una semana por las peleas en Osadía.

—Así que, supongo que viste los tableros —dice Amar, apoyado en el

marco de la puerta. Cruza los brazos—. Y te diste cuenta que vas en

contra de Eric mañana. O de lo contrario estarías en la sala del pasaje del

miedo en vez de aquí.

—También vengo aquí —le digo, y me alejo del saco, sacudiendo las

manos. A veces aprieto mis manos con tanta fuerza que empiezo a perder

la sensibilidad en la punta de mis dedos.

Casi pierdo mi primera pelea, contra la chica de Cordialidad, Mia. No sabía

cómo derrotarla sin golpearla, y no podía golpearla… al menos, no hasta

que me tuvo en una llave al cuello y mi visión estaba empezando a volverse

negra en los bordes. Mis instintos se hicieron cargo, y solo un fuerte

codazo en su mandíbula la tiró al suelo. Todavía siento la culpa envolverse

dentro de mí cuando pienso en ello.

También, casi pierdo la segunda pelea, en contra del chico más grande de

Verdad, Sean. Le cansé, arrastrándome en mis pies cada vez que él

pensaba que yo estaba acabado. Él no sabía que empujar a través del

dolor es uno de mis más viejos hábitos, aprendido de joven, como morder

la uña de mi pulgar, o sostener mi tenedor en mi mano izquierda en lugar

de mi derecha. Ahora mi cara es un revoltijo de contusiones y cortes, pero

me he probado a mí mismo.

Mañana mi oponente es Eric. Ganarle me tomará más que un movimiento

inteligente, o persistencia. Requerirá habilidad que no tengo, fuerza que no

he ganado.

—Sí, lo sé.

Amar se ríe.

—Mira, pasé mucho tiempo tratando de averiguar cuál es tu asunto, por lo

que he estado preguntando por ahí. Resulta que estás aquí cada mañana y

Page 3: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

3

en la sala del paisaje del miedo cada noche. Nunca pasas algún tiempo con

los otros iniciados. Siempre estás exhausto y duermes como un cadáver.

Una gota de sudor rueda por la parte de atrás de mi oreja. La limpio con

mis dedos envueltos en cinta, y luego arrastro el brazo por mi frente.

—Unirse a una facción es algo más que pasar a través de la iniciación, ya

sabes —dice Amar, y engancha sus dedos en la cadena de la que cuelga el

saco de boxeo, poniendo a prueba su fuerza—. Para la mayoría de los de

Osadía, encuentran sus mejores amigos durante la iniciación, sus novias,

novios, lo que sea. Enemigos, también. Pero tú pareces decidido a no tener

ninguna de esas cosas.

He visto a los otros iniciados juntos, hacerse una perforación juntos y

mostrándose a los entrenamientos con la nariz, orejas y labios rojos y

perforados, o construyendo torres de restos de comida en la mesa del

desayuno. Ni siquiera se me ocurrió que yo podría ser uno de ellos, o que

debería tratar de serlo.

Me encojo de hombros.

—Estoy acostumbrado a estar solo.

—Bueno, siento como si estuvieras a punto de estallar, y realmente no

quiero estar allí cuando suceda —dice—. Vamos. Un grupo de nosotros va

a jugar un juego esta noche. Un juego de Osadía.

Tomo la cinta que cubre uno de mis nudillos. No debería salir y jugar

juegos. Debería quedarme aquí y trabajar, y luego dormir, para así estar

listo para pelear mañana.

Pero esa voz, la que dice “debería”, ahora me suena como la voz de mi

padre, requiriéndome comportarme, aislarme. Y vine aquí porque estaba

listo para dejar de escuchar esa voz.

—Te estoy ofreciendo alguna clase de estatus de Osadía por ninguna razón

en particular aparte de que me siento mal por ti —dice—. No seas estúpido

y pierdas esta oportunidad.

—Bien —digo—. ¿Cuál es el juego?

Amar solo sonríe.

Page 4: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

4

—El juego es Retar.

Una chica de Osadía, Lauren, se aferra a la manija a un lado del vagón,

pero ella sigue balanceándose de manera que casi se cae, luego riendo y

metiéndose de nuevo, como si el tren no estuviera suspendido a dos pisos

por encima de la calle, como si no se rompería el cuello si se cae.

En su mano libre tiene un frasco de plata. Esto explica muchas cosas.

Ella inclina la cabeza.

—La primera persona elige a alguien y los reta a hacer algo. Luego esa

persona toma una bebida, hace el reto, y tiene la oportunidad de retar a

alguien a hacer algo. Y cuando todo el mundo ha hecho su reto, o muerto

intentando, nos ponemos un poco borrachos y tropezamos de vuelta a

casa.

—¿Cómo se gana? —grita uno de Osadía desde el otro lado del vagón. Un

chico que se sienta encorvado contra Amar como si fueran viejos amigos, o

hermanos.

No soy el único iniciado en el vagón del tren. Sentado frente a mí está

Zeke, el primer saltador, y una chica con el cabello castaño y flequillo

cortado recto sobre la frente, y un piercing en el labio. Los otros son

mayores, todos miembros de Osadía. Tienen una especie de familiaridad

entre sí, apoyándose unos en otros, golpeando uno en brazos del otro,

despeinándose unos a otros el cabello. Es camaradería, amistad y flirteo, y

nada de esto es familiar para mí. Intento relajarme, doblando mis brazos

alrededor de las rodillas.

Realmente soy un Estirado.

—Ganas al no ser una pequeña tarta de fresa —dice Lauren—. Y, bueno,

nueva regla, también ganas al no hacer preguntas tontas.

—Voy a ir en primer lugar, como el guardián del alcohol —añade ella—.

Amar, te reto a ir a la biblioteca de Erudición mientras que todos los

Cerebritos están estudiando y grites algo obsceno.

Ella enrosca la tapa en el frasco y lo arroja a él. Todos vitorean mientras

Amar quita la tapa y toma un trago del licor que hay dentro.

—¡Solo avísame cuando lleguemos a la parada correcta! —grita por encima

de los aplausos.

Page 5: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

5

Zeke sacude una mano hacia mí.

—Oye, tú eres un transferido, ¿verdad? ¿Cuatro?

—Sí —le digo—. Genial primer salto.

Me doy cuenta, demasiado tarde, de que podría ser un punto delicado para

él: su momento de triunfo, robado por un paso en falso y pérdida del

equilibrio. Pero él solo se ríe.

—Sí, no fue mi mejor momento —dice.

—No es como si cualquier otra persona se acercara —dice la chica a su

lado—. Soy Shauna, por cierto. ¿Es cierto que solo tienes cuatro miedos?

—De ahí el nombre —le digo.

—Vaya. —Ella asiente. Se ve impresionada, lo que me hace enderezarme—.

Supongo que naciste en Osadía.

Me encojo de hombros, como si lo que dice pudiera ser cierto, aunque

estoy seguro que no lo es. Ella no sabe que he venido aquí para escapar de

la vida a la que estaba destinado, que estoy luchando muy duro para

pasar a través de la iniciación, así no tengo que admitir que soy un

impostor. Nacido en Abnegación, resultado Abnegación, en un refugio de

Osadía.

Las comisuras de sus labios se vuelven hacia abajo, como si estuviera

triste por algo, pero no pregunto lo que es.

—¿Cómo van tus peleas? —me pregunta Zeke.

—Muy bien —le digo. Agito la mano por mi cara magullada—. Como se

puede ver con claridad.

—Mira esto. —Zeke vuelve la cabeza, mostrándome un gran hematoma en

la parte inferior de su mandíbula—. Eso es gracias a esta chica por aquí.

Él indica a Shauna con el pulgar.

—Él me golpeó —dice Shauna—. Pero tuve un buen tiro, para variar. Sigo

perdiendo.

—¿No te molesta que te golpeó? —le pregunto.

—¿Por qué lo haría? —dice.

Page 6: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

6

—No lo sé —le digo—. Porque… ¿eres una chica?

Ella levanta las cejas.

—¿Qué, crees que no puedo soportarlo como cualquier otro iniciado, solo

porque tengo partes femeninas? —Hace un gesto hacia su pecho, y me

sorprendo mirando, solo por un segundo, antes de recordar apartar la

mirada, mi rostro enrojeciendo.

—Lo siento —le digo—. No quise decirlo de esa manera. Es que no estoy

acostumbrado a esto. Nada de ello.

—Claro, lo entiendo —dice ella, y no suena enojada—. Pero debes saber

esto acerca de Osadía: chica, chico, lo que sea, no importa aquí. Lo que

importa es lo que tienes en tu instinto.

Entonces Amar se levanta, poniendo sus manos sobre sus caderas en una

postura dramática, y marcha hacia la puerta abierta. El tren desciende

más bajo y Amar incluso no se aferra a nada, solo se desplaza y se

balancea con el movimiento del vagón. Todo el mundo se levanta, y Amar

es el primero en saltar, lanzándose hacia la noche. Los otros salen detrás

de él, y dejo a la gente detrás de mí llevarme hacia la abertura. No le tengo

miedo a la velocidad del tren, solo a las alturas, pero aquí el tren está

cerca de la tierra, así que cuando salto, lo hago sin miedo. Aterrizo de pie,

tropezando por unos pocos pasos antes de detenerme.

—Mírate, saliendo del tren de pie —dice Amar, dándome un codazo—. Ten,

toma un sorbo. Parece que lo necesitas.

Él sostiene el frasco en alto.

Nunca he probado el alcohol. No bebemos en Abnegación, por lo tanto ni

siquiera era una posibilidad. Pero he visto lo cómodo que parece hacer a la

gente, y quiero desesperadamente sentir como si no estuviera envuelto en

piel que es demasiado apretada para mí poseer, así que no dudo: tomo el

frasco y bebo.

El alcohol quema y sabe como a medicina, pero se va a pique rápidamente,

dejándome caliente.

—Buen trabajo —dice Amar, y pasa a Zeke, enganchando su brazo

alrededor del cuello de Zeke y arrastrando su cabeza contra su pecho—.

Veo que has conocido a mi joven amigo Ezekiel.

Page 7: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

7

—Solo porque mi madre me llamó así no significa que tú tienes que

hacerlo —dice Zeke, apartando a Amar. Luego me mira—. Los abuelos de

Amar eran amigos de mis padres.

—¿Eran?

—Bueno, mi padre está muerto, y también los abuelos —dice Zeke.

—¿Y tus padres? —pregunta Amar.

Él se encoge de hombros.

—Murieron cuando era joven. Accidente de tren. Muy triste. —Sonríe como

si no quisiera—. Y mis abuelos tomaron el salto después de que me hiciera

un miembro oficial de Osadía. —Hace un gesto inclinado con su mano,

sugiriendo una inmersión.

—¿El salto?

—Oh, no le digas mientras estoy aquí —dice Zeke, sacudiendo la cabeza—.

No quiero ver la mirada en su cara.

Amar no le presta atención.

—Los ancianos de Osadía a veces toman un salto hacia lo desconocido del

abismo cuando llegan a una cierta edad. Es eso o ser un Sin Facción —

dice Amar—. Y mi abuelo estaba muy enfermo. Cáncer. A la abuela no le

importó seguir adelante sin él.

Él inclina su cabeza hacia el cielo, y sus ojos reflejan la luz de la luna. Por

un momento siento que me está mostrando su yo secreto, uno

cuidadosamente oculto bajo capas de encanto, humor y valentía de

Osadía, y eso me asusta, porque su yo secreto es duro, frío y triste.

—Lo siento —le digo.

—Al menos de esta manera, logré despedirme —dice Amar—. La mayoría

de las veces la muerte viene así te hayas despedido o no.

Su yo secreto se desvanece con el destello de una sonrisa, y Amar trota

hacia el resto del grupo, con el frasco en mano. Me quedo atrás con Zeke.

Él anda a grandes zancadas, de alguna manera torpe y elegante a la vez,

como un perro salvaje.

—¿Y qué hay de ti? —dice Zeke—. ¿Tienes padres?

Page 8: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

8

—Uno —digo—. Mi madre murió hace mucho tiempo.

Recuerdo el funeral, con todos los de Abnegación llenando nuestra casa

con charla tranquila, quedándose con nosotros en nuestro dolor. Nos

llevaron comidas en bandejas de metal, cubiertas con papel de aluminio, y

limpiaron nuestra cocina y metieron en cajas toda la ropa de mi madre por

nosotros, así que no quedaban rastros de ella. Los recuerdo murmurando

que murió debido a las complicaciones de un embarazo. Pero tenía un

recuerdo de ella, unos meses antes de su muerte, parada frente a su

vestidor, abrochando su segunda camisa suelta sobre la camiseta apretada

que tenía debajo, su vientre plano. Sacudo mi cabeza un poco,

desvaneciendo el recuerdo. Ella está muerta. Es la memoria de un niño,

poco fiable.

—¿Y tu padre, está de acuerdo con tu elección? —dice—. El Día de Visita

está a la vuelta de la esquina, ya sabes.

—No —digo distante—. No está de acuerdo en absoluto.

Mi padre no vendrá el Día de Visita. Estoy seguro de ello. Nunca me

volverá a hablar.

El sector de Erudición es más limpio que cualquier otra parte de la ciudad,

todos los desechos de basura o escombros son limpiados de la acera, cada

grieta en la calle reforzados con pavimento. Siento que tengo que pisar

cuidadosamente en lugar de arruinar la acera con mis zapatillas. Los otros

de Osadía caminan descuidadamente, las suelas de sus zapatos haciendo

sonidos de golpeteo como el de la lluvia corriendo.

La sede de cada facción tiene permitido tener las luces encendidas en su

vestíbulo a medianoche, pero todo lo demás se supone que tiene que estar

oscuro. Aquí, en el sector de Erudición, cada edificio que compone la sede

es como un pilar de luz. Las ventanas que pasamos destacan a los de

Erudición sentados en mesas largas, sus narices enterradas en libros o en

pantallas, o hablando tranquilamente uno con el otro. Los jóvenes y los

adultos se mezclan en todas las mesas, con sus impecables trajes azules,

su cabello liso, y más de la mitad de ellos con relucientes gafas. Vanidosos,

diría mi padre. Están tan preocupados con verse inteligentes que hacen el

ridículo de sí mismos.

Me detengo para verlos. No me parecen vanidosos. Se ven como personas

que hacen todo lo posible para sentirse inteligentes como se supone que

Page 9: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

9

deben serlo. Si eso significa usar anteojos sin prescripción, no es mi lugar

para juzgar. Son un refugio que podría haber elegido. En cambio elegí el

refugio que los ridiculiza a través de las ventanas, que envía a Amar a su

vestíbulo a causar un gran revuelo.

Amar llega a las puertas del edificio central de Erudición y se abre paso a

través de ellas. Miramos desde afuera, riéndonos. Miro a través de las

puertas hacia el retrato de Jeanine Matthews colgando en la pared

opuesta. Su cabello amarillo está firmemente sujeto hacia atrás fuera de

su cara, su chaqueta azul abotonada justo por debajo de la garganta. Es

bonita, pero eso no es lo primero que noto sobre ella. Es su agudeza.

Y más allá de eso, tal vez sea mi imaginación, pero, ¿se ve un poco

asustada?

Amar corre en el vestíbulo, ignorando las protestas de los de Erudición en

la mesa de delante y grita:

—¡Oigan, Cerebritos! ¡Miren esto!

Todos los de Erudición en el vestíbulo alzan la vista de sus libros o de las

pantallas, y los de Osadía estallan en carcajadas mientras Amar se gira,

ensañándoles el trasero. El de Erudición detrás del escritorio corre a

atraparlo, pero Amar sube sus pantalones y corre hacia nosotros. Todos

empezamos a correr, también, a toda velocidad lejos de las puertas.

No puedo evitarlo, también me estoy riendo, y me sorprende cómo me

duele el estómago por eso. Zeke corre a mi lado, y nos dirigimos hacia las

vías del tren porque no hay otro lugar a dónde correr. El hombre de

Erudición persiguiéndonos se da por vencido después de una cuadra, y

todos paramos en un callejón, apoyados en el ladrillo para recuperar el

aliento.

Amar llega de último al callejón, sus manos en alto, y nosotros lo

vitoreamos. Él sostiene el frasco como un trofeo y señala a Shauna.

—Jovencita —dice—. Le reto a que escale la escultura frente a los niveles

superiores del edificio.

Ella atrapa el frasco cuando él lo arroja y toma un trago.

—Cuenta con eso —dice ella, sonriendo.

Page 10: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

10

Cuando llegan a mí, casi todo el mundo está borracho, tambaleándose con

cada paso y riéndose de todo chiste, no importa cuán estúpido es. Me

siento caliente, a pesar del aire fresco, pero mi mente sigue siendo aguda,

percibiendo todo sobre la noche, el rico olor de la humedad y el sonido de

la risa burbujeante, el negro azulado del cielo y la silueta de cada edificio

contra él. Mis piernas duelen de correr, andar y escalar, y todavía no he

realizado un desafío.

Ahora estamos cerca de la sede de Osadía. Los edificios están caídos donde

se alzan.

—¿Quién falta? —dice Lauren, sus ojos saltando sobre cada rostro hasta

que ella alcanza el mío—. Ah, el iniciado llamado numéricamente de

Abnegación. Cuatro, ¿cierto?

—Sí —digo.

—¿Un Estirado? —El chico que tan cómodamente está sentado al lado de

Amar me mira, sus palabras trastabillando. Es el que sostiene el frasco, el

que determina el siguiente reto. Hasta ahora he visto a personas escalando

altas estructuras, los he visto saltar en agujeros oscuros y entrar en

edificios vacíos para recuperar un grifo o una silla de escritorio, los he

visto correr desnudos por callejones e insertar agujas a través de los

lóbulos de sus orejas sin adormecerlos primeros. Si me pidieran que

inventara un reto, no sería capaz de pensar en uno. Es algo bueno que sea

la última persona.

Siento un temblor en mi pecho, nervios. ¿Qué me pedirá que haga?

—Los Estirados son inflexibles —dice el muchacho sencillamente, como si

fuera un hecho—. Así que, para demostrar que realmente eres de Osadía

ahora… te reto a hacerte un tatuaje.

Veo sus tatuajes, arrastrándose sobre las muñecas, brazos, hombros y

gargantas. Las piezas de metal a través de sus narices, orejas, cejas y

labios. Mi piel está en blanco, sana, intacta. Pero no coincide con quien

soy, debería tener cicatrices, marcas, de la manera en que las cosas han

sido, pero en cambio está marcada con recuerdos de dolor, cicatrices de

las cosas que he sobrevivido.

Levanto un hombro.

Page 11: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

11

—Bien.

Me lanza el frasco, y lo dreno, aunque me pica la garganta y los labios, y

sabe amargo como el veneno.

Partimos hacia la Espira.

Tori está usando ropa interior masculina y una camiseta cuando abre la

puerta, su cabello colgando sobre la mitad izquierda de su rostro. Ella me

levanta una ceja. Claramente la hemos despertado de un sueño profundo,

pero no parece estar enojada, solo un poco gruñona.

—¿Por favor? —dice Amar—. Es un juego de Reto.

—¿Estás seguro que quieres una mujer cansada para tatuarte la piel,

Cuatro? Esta tinta no se quita —me dice.

—Confío en ti —digo. No voy a salirme del reto, no después de ver a los

demás hacer los suyos.

—Correcto. —Tori bosteza—. Las cosas que hago por la tradición de

Osadía. Ya regreso, voy a ponerme los pantalones.

Ella cierra la puerta entre nosotros. En el camino hacia aquí me devané los

sesos para pensar en lo que quiero tatuarme y dónde. No podía decidir,

mis pensamientos eran muy confusos. Siguen siéndolo.

Unos segundos más tarde Tori emerge usando pantalones, sus pies están

todavía desnudos.

—Si me meto en problemas por encender las luces a esta hora, voy a

declarar que fueron los vándalos y daré nombres.

—Entendido —digo.

—Hay un camino atrás. Vengan —dice ella, haciéndonos señas. La sigo a

través de su sala oscura, la cual está impecable a excepción de las hojas

de papel extendido sobre su mesita de café, cada uno marcado con un

dibujo diferente. Algunos de ellos son estridentes y simples, como la

mayoría de los tatuajes que he visto, y otros son más complejos,

detallados. Tori debe ser la única en Osadía aproximada a ser un artista.

Page 12: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

12

Me detengo junto a la mesa. Una de las páginas representa todos los

símbolos de la facciones, sin los círculos que normalmente los unen. El

árbol de Cordialidad está en el fondo, formando una especie de sistema de

raíz para el ojo de Erudición y las balanzas de Verdad. Por encima de ellos,

las manos de Abnegación casi parecen acunar las llamas de Osadía. Es

como si los símbolos están creciendo mutuamente.

Los otros se han movido por delante de mí. Troto para alcanzarlos,

caminando a través de la cocina de Tori, también impecable, aunque los

aparatos no son modernos, el grifo está oxidado, y la puerta del

refrigerador se mantiene cerrada con una gran abrazadera. La puerta

trasera se abre y conduce a un pasillo corto y húmedo que se abre a la

tienda de tatuajes.

He pasado antes pero nunca me importó entrar, seguro de que no iba a

encontrar una razón para atacar a mi propio cuerpo con agujas. Supongo

que tendré que hacerlo ahora; esas agujas son una manera de separarme

de mi pasado, no solo a los ojos de mis compañeros de Osadía, sino

también a mis propios ojos, cada vez que miro a mi propio reflejo.

Las paredes de la sala están cubiertas de fotografías. La pared junto a la

puerta está dedicada por completo a símbolos de Osadía, algo negro y

sencillo, algo colorido y apenas reconocible. Tori enciende la luz sobre una

de las sillas y acomoda las agujas para tatuar en una bandeja al lado. Los

otros de Osadía se reúnen en bancos y sillas a nuestro alrededor, como si

estuvieran a punto de ver un espectáculo de algún tipo. Mi cara se pone

caliente.

—Principios básicos de los tatuajes —dice Tori—. Cuanto menos acojinado

sea debajo de la piel, o lo huesudo que eres en un área particular, más

doloroso es el tatuaje. Para tu primero, probablemente la mejor manera de

lograr que se haga es en, no sé, tu brazo, o…

—Tu nalga —sugiere Zeke, con una carcajada.

Tori se encoge de hombros.

—No sería la primera vez. O la última.

Miro al chico que me retó. Levanta las cejas hacia mí. Sé lo que espera, lo

que todos esperan, que me haga algo pequeño, en un brazo o una pierna,

algo que se oculte fácilmente. Echo un vistazo a la pared con todos los

Page 13: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

13

símbolos. Uno de los dibujos en particular me llama la atención, una

representación artística de las propias llamas.

—Ese —le digo, apuntando hacia él.

—Lo tengo —dice Tori—. ¿Tienes un lugar en mente?

Tengo una cicatriz, un tallón leve en la rodilla de cuando me caí en la

acera siendo un niño. Siempre me ha parecido estúpido para mí que

ningún dolor de los que he experimentado haya dejado una huella visible;

a veces, sin una manera de demostrármelo a mí mismo, empecé a dudar

de que lo había experimentado en absoluto, con los recuerdos tornándose

nebulosos con el tiempo. Quiero tener una especie de recordatorio de que

aunque las heridas se curan, no desaparecen para siempre; las llevo a

todas partes, siempre, y esa es la forma de las cosas, la forma de las

cicatrices.

Eso es lo que será este tatuaje, para mí: una cicatriz. Y parece lógico que

debería documentar el peor recuerdo doloroso que tengo.

Apoyo la mano en mi caja torácica, recordando los moretones que

estuvieron marcados ahí, y el miedo que sentí por mi propia vida. Mi padre

tuvo una serie de malas noches justo después de que mi madre murió.

—¿Estás seguro? —dice Tori—. Ese es quizás el lugar más doloroso

posible.

—Bien —le digo, y me siento en la silla.

La multitud de Osadía se alegra y comienza a pasar otro frasco, éste más

grande que el anterior, y de bronce en lugar de plata.

—Así que tenemos un masoquista en la silla esta noche. Qué divertido. —

Tori se sienta en el taburete a mi lado y se pone un par de guantes de

goma. Me siento hacia delante, levantando el dobladillo de mi camisa, y

ella empapa un algodón en alcohol, cubriendo mis costillas con él. Ella

está a punto de alejarse cuando frunce el ceño y tira en mi piel con la

punta del dedo. El algodón con alcohol escuece la piel todavía sanando de

mi espalda, y me estremezco.

—¿Cómo sucedió esto, Cuatro? —pregunta.

Levanto la mirada y veo que Amar me está mirando con el ceño fruncido.

Page 14: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

14

—Él es un iniciado —dice Amar—. Todos ellos tienen cortes y moretones a

estas alturas. Deberías verlos cojeando a todos juntos. Es triste.

—Tengo uno gigante en mi rodilla —ofreció Zeke—. Es del más enfermizo

color azul…

Zeke se sube la pierna del pantalón para mostrar su moretón a los otros, y

todos empiezan a compartir sus propias heridas, sus propias cicatrices:

—Me hice este cuando me soltaron después de la línea.

—Bueno, tengo una herida de arma blanca de tu cuchillo resbalando

durante la práctica de lanzamiento, así que creo que estamos a mano.

Tori me mira durante unos segundos, y estoy seguro que ella no acepta la

explicación de Amar para las marcas en mi espalda, pero vuelve a

preguntar. En cambio, se voltea hacia la aguja, llenando el aire con el

sonido de zumbido, y Amar me arroja el frasco.

El alcohol sigue quemando mi garganta cuando la aguja del tatuaje toca

mis costillas, por lo que hago una mueca de dolor, pero de alguna manera

no me importa el dolor.

Disfruto de él.

Al día siguiente, cuando me despierto, me duele todo. Especialmente mi

cabeza.

Oh Dios, mi cabeza.

Eric está sentado al borde de la cama junto a la mía, atándose los

cordones de sus zapatos. La piel alrededor de los aros de su labio se ve de

color rojo, él debe haberlos perforados recientemente. Yo no había estado

prestando atención.

Se fija en mí.

—Te ves como el infierno.

Me incorporo, y el movimiento repentino hace que mi cabeza palpite aún

más.

Page 15: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

15

—Espero que cuando pierdas, no lo uses como excusa —dice, burlándose

un poco—. Porque tendría que golpearte todos modos.

Se levanta, se estira y deja el dormitorio. Yo acuno mi cabeza en mis

manos durante unos segundos, luego me levanto para tomar una ducha.

Tengo que pararme con la mitad de mi cuerpo bajo el agua y la otra mitad

fuera, debido al tatuaje en mi costado. Los chicos de Osadía se quedaron

conmigo durante horas, esperando a que terminaran el tatuaje, y para el

momento de irnos, todos los frascos estaban vacíos. Tori me dio un pulgar

en alto a medida que me tambaleaba fuera del salón de tatuajes, y Zeke

pasó un brazo por mis hombros y dijo:

—Creo que ahora eres de Osadía.

Anoche me encontré disfrutando de las palabras. Ahora desearía tener mis

viejos pensamientos de vuelta, esos que estaban enfocados y

determinados, y que no se sentían como diminutos hombres con martillos

instalados en mi cabeza. Dejé que el agua fría se derramara sobre mí

durante unos minutos más, luego, comprobé el reloj en la pared del baño.

Diez minutos para la pelea. Voy a llegar tarde. Y Eric tiene razón: perderé.

Empujo mi mano en mi frente mientras corro hacia la sala de

entrenamiento, mis pies medio metidos en mis zapatos. Cuando entro a

través de las puertas, los iniciados transferidos y algunos de los iniciados

nacidos en Osadía están de pie en el borde de la habitación. Amar se

encuentra en el centro de la arena, mirando su reloj. Él me da una mirada

mordaz.

—Qué bueno que te nos unas —dice. Veo en sus cejas levantadas que la

camaradería de la noche anterior no se extiende a la sala de

entrenamiento. Señala uno de mis zapatos—. Ata tus zapatos, y no me

hagas perder más de mi tiempo.

Al otro lado de la arena, Eric cruje cada uno de sus nudillos, con cuidado,

mirándome todo el tiempo. Apurado, ato mis zapatos y meto los extremos

de los cordones debajo para que no se interpongan en mi camino.

Cuando me enfrento a Eric solo puedo sentir el latido de mi corazón, el

latido de mi cabeza, el ardor en mi costado. Entonces Amar da un paso

atrás, y Eric se precipita hacia delante, rápido, su puño golpeándome justo

en mi mandíbula.

Page 16: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

16

Tropiezo hacia atrás, sosteniendo mi cara. Todo el dolor corre junto en mi

mente. Pongo mis manos para bloquear el siguiente golpe. Me palpita la

cabeza, pero veo que su pierna se mueve. Trato de zafarme de la patada,

pero su pie me golpea duro en las costillas. Siento una sensación como

una descarga eléctrica a través de la parte izquierda de mi cuerpo.

—Esto es más fácil de lo que pensé que sería —dice Eric.

Me siento caliente de vergüenza, y ante la apertura arrogante que me deja,

lo golpeo con un gancho en el estómago.

La palma de su mano golpea en mi oído, haciéndolo retumbar, y pierdo el

equilibrio, mis dedos tocando el suelo para sostenerme.

—Sabes —dice Eric en voz baja—, creo que he descubierto tu verdadero

nombre.

Mis ojos están borrosos con media docena de diferentes tipos de dolor. No

sabía que podía venir en tantas variedades, como los sabores, ácido y

ardiente, molestia y escozor.

Él me golpea de nuevo, esta vez yendo a mi cara pero consiguiendo golpear

mi clavícula en su lugar. Sacude la mano y dice:

—¿Debería decirles? ¿Desenmascarar todo?

Él tiene mi nombre entre los dientes, Eaton, un arma mucho más

amenazante que sus pies, sus codos o sus puños. La gente en Abnegación

dice, entre susurros, que el problema con muchos de Erudición es su

egoísmo, pero yo creo que es su arrogancia, el orgullo que adquieren en

saber cosas que otros no. En ese momento, abrumado por el miedo, lo

reconozco como una debilidad en Eric. Él no cree que lo pueda lastimar

tanto como él puede hacerme daño. Piensa que soy todo lo que él supone

que soy al principio: humilde, desinteresado y pasivo.

Siento que mi dolor desaparece en rabia, y agarro su brazo para

mantenerlo en su lugar mientras lo golpeo de nuevo, una y otra vez. Ni

siquiera veo dónde le estoy pegando; no veo, ni siento, ni escucho nada.

Estoy vacío, solo, nada.

Entonces, finalmente, oigo sus gritos, lo veo agarrando su rostro con

ambas manos. La sangre empapa su barbilla, corre entre sus dientes. Él

trata de alejarse pero lo estoy aferrando tan fuerte como puedo,

aferrándome como para salvar mi vida.

Page 17: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

17

Lo pateo fuerte a un costado, por lo que cae. Encuentro su mirada entre

sus manos aferrando su rostro.

Sus ojos lucen vidriosos y desenfocados. Su sangre brilla sobre su piel. Se

me ocurre entonces que yo hice eso, que fui yo, y el miedo se arrastra de

nuevo en mi interior, un tipo diferente de miedo esta vez. El miedo a lo que

soy, a lo que me podría estar convirtiendo.

Mis nudillos palpitan, y salgo de la arena sin ser despedido.

La sede de Osadía es un buen lugar para recuperarse, oscura y llena de

lugares tranquilos y secretos.

Encuentro un pasillo cerca del Pozo y me siento contra la pared, dejando

que el frío de la piedra se filtre en mí. Mi dolor de cabeza ha vuelto, así

como diversos dolores y molestias de la pelea, pero apenas registro

cualquiera de ellos. Mis nudillos están pegajosos de la sangre de Eric.

Trato de frotarla pero ha estado secándose por demasiado tiempo. Gané la

pelea, y eso significa que mi lugar en Osadía es seguro por el momento;

debería sentirme satisfecho, no con miedo. Tal vez incluso feliz, finalmente

perteneciendo a alguna parte, estar entre personas cuyos ojos no se

desvían de los míos al sentarme en la mesa del almuerzo. Pero sé que por

todo lo bueno que viene, siempre hay un costo. ¿Cuál es el costo de

pertenecer a Osadía?

—Oye. —Levanto la mirada y veo a Shauna golpeando en la pared de

piedra como si fuese una puerta. Sonríe—. Este no es exactamente el baile

de la victoria que esperaba.

—No bailo —digo.

—Sí, debí haberlo sabido.

Se sienta delante de mí, con la espalda contra la pared del frente. Sube las

rodillas hasta su pecho y envuelve los brazos a su alrededor. Nuestros pies

están a unos pocos centímetros de distancia. No sé por qué noto eso.

Bueno, sí lo hago: es una chica.

No sé cómo hablar con las chicas. Y menos a una de Osadía. Algo me dice

que nunca se sabe qué esperar de una chica de Osadía.

Page 18: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

18

—Eric está en el hospital —dice, y hay una sonrisa en su rostro—. Piensan

que rompiste su nariz. Definitivamente le quitaste uno de sus dientes.

Bajo la mirada. ¿Le saqué un diente a alguien?

—Me preguntaba si podrías ayudarme —dice, empujando mi zapato con su

pie.

Como sospechaba: las chicas de Osadía son impredecibles.

—¿Ayudarte con qué?

—Luchando. No soy buena en eso. Sigo siendo humillada en la arena. —

Niega con la cabeza—. Tengo que enfrentarme con esta chica en dos días,

su nombre es Ashley, pero hace que todos la llamen Ash. —Shauna pone

los ojos en blanco—. Ya sabes, las llamas de Osadía, cenizas1, lo que sea.

De todos modos, es una de las mejores personas en nuestro grupo, y temo

que va a matarme. Como en realmente matarme.

—¿Por qué quieres que te ayude? —digo, de repente desconfiado—.

¿Porque sabes que soy un Estirado y se supone que debemos ayudar a la

gente?

—¿Qué? No, por supuesto que no —dice. Sus cejas se fruncen en

confusión—. Quiero que me ayudes, porque obviamente eres el mejor de tu

grupo.

Me río.

—No, no lo soy.

—Tú y Eric eran los únicos invictos y acabas de vencerlo, por lo tanto, sí,

lo eres. Escucha, si no quieres ayudarme, todo lo que tienes que hacer

es…

—Te ayudaré —digo—. Simplemente no sé muy bien cómo.

—Lo resolveremos —dice ella—. ¿Mañana a la tarde? ¿Nos vemos en la

arena?

Asiento. Ella me sonríe, se levanta y comienza a irse. Pero da unos pasos y

se gira, retrocediendo por el pasillo.

1 Cenizas: Es un juego de palabras, con el nombre “Ash” que significa “cenizas” en inglés.

Page 19: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

19

—Cuatro, deja el mal humor —dice—. Todos están impresionados contigo.

Acéptalo.

Observo su silueta doblar la esquina al final del pasillo. Estaba tan

preocupado por la pelea que nunca pensé en lo que significaba vencer a

Eric, que ahora soy el primero en mi clase de iniciados. Puede que haya

elegido Osadía como un refugio, pero no solo estoy sobreviviendo aquí,

estoy sobresaliendo.

Me quedo mirando la sangre de Eric en mis nudillos y sonrío.

A la mañana siguiente decido arriesgarme. Me siento con Zeke y Shauna

en el desayuno. Shauna en su mayoría, solo se desploma sobre su comida

y responde a preguntas con gruñidos. Zeke bosteza en su café, pero me

señala su familia: su pequeño hermano, Uriah, se sienta en una de las

otras mesas con Lynn, la hermanita de Shauna. Su madre, Hana —la

mujer de Osadía más dócil que nunca he visto, su facción remarcada solo

por el color de su ropa—, todavía está en la fila del desayuno.

—¿Extrañas a vivir en casa? —digo.

Me he dado cuenta que en Osadía tienen una propensión a los productos

horneados. Siempre hay por lo menos dos diferentes tipos de pastel en la

cena, y una montaña de bollos puestos sobre una mesa cerca del final de

la fila del desayuno. Cuando llego allí, los mejores sabores se habían

acabado, así que me quedo con el salvado.

—No realmente —dice—. Es decir, están justo allí. Se supone que los

iniciados nacidos en Osadía no hablan realmente con la familia hasta el

Día de Visita, pero sé que si de verdad necesitara algo, estarían ahí.

Asiento. A su lado, los ojos de Shauna se cierran, y se queda dormida con

la barbilla apoyada en su mano.

—¿Qué hay de ti? —dice él—. ¿Echas de menos tu casa?

Estoy a punto de contestar que no, pero justo en ese momento la barbilla

de Shauna se desliza de su mano y aplasta su bollo de chocolate con su

cara. Zeke ríe tan fuerte que llora, y yo no puedo evitar sonreír mientras

termino mi jugo.

Page 20: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

20

Más tarde esa mañana me encuentro con Shauna en la sala de

entrenamiento. Ha retirado el cabello corto de su cara, y sus botas de

Osadía, normalmente desatadas y aleteando cuando camina, están sujetas

firmemente. Está golpeando a la nada, haciendo una pausa entre cada

golpe para ajustar su posición, por un instante la observe, no estoy seguro

de cómo empezar. Solo acabo de aprender a lanzar un puñetazo por mi

cuenta; estoy apenas calificado para enseñarle nada.

Pero mientras la observo, empiezo a notar cosas. Cómo se para con las

rodillas bloqueadas, cómo no sostiene una mano en alto para proteger su

mandíbula, cómo golpea desde el codo en lugar de lanzar su peso corporal

detrás de cada golpe. Ella se detiene, secándose la frente con el dorso de la

mano. Cuando me nota, salta como si acabara de tocar un cable con

corriente.

—La regla número uno para no ser espeluznante —dice—. Anuncia tu

presencia en una habitación si la otra persona no ve que entras.

—Lo siento —digo—. Venía con algunos consejos para ti.

—Oh. —Se muerde el interior de la mejilla—. ¿Cuáles son?

Le digo lo que noté, y luego nos enfrentamos en una lucha en la arena.

Empezamos despacio, conteniendo cada golpe para no lastimarnos entre

sí. Tengo que seguir dando golpecitos en su codo con mi puño para

recordarle mantener en alto la mano cerca de su cara, pero media hora

más tarde, por lo menos está moviéndose mejor que antes.

—Esta chica con la que tienes que luchar mañana —digo—. Le acertaría

justo aquí, en la mandíbula. —Toco la parte inferior de mi mandíbula—.

Un buen gancho debería funcionar. Vamos a practicarlos.

Se cuadra, y noto con satisfacción que sus rodillas están dobladas, y hay

un rebote en su postura que antes no estaba. Nos rodeamos el uno al otro

durante unos segundos, y luego ella da un puñetazo. Cuando lo hace, su

mano izquierda cae de su cara. Bloqueo el primer golpe, luego comienzo a

atacar el hueco que dejó sin guardia. En el último segundo, detengo mi

puño en el aire y levanto mis cejas.

—Sabes, tal vez aprendería la lección si realmente me golpearas —dice

ella, enderezándose. Su piel está sonrojada por el esfuerzo, y el sudor brilla

Page 21: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

21

a lo largo del nacimiento de su cabello. Sus ojos brillan y son críticos. Se

me ocurre, por primera vez, que es bonita. No de la manera que suelo

pensar, no es suave o delicada, sino de una manera que es fuerte y capaz.

—Realmente preferiría no hacerlo —digo.

—Lo que crees que es algún tipo de persistente caballerosidad de

Abnegación, es realmente algo insultante —dice—. Puedo cuidar de mí

misma. Puedo soportar un poco de dolor.

—No es eso —le digo—. No es porque eres una chica. Solo… realmente no

estoy a favor de la violencia sin razón.

—Algún tipo de cosa de Estirados, ¿eh? —dice.

—En realidad no. Los Estirados no están a favor de la violencia, y punto.

Ubica a un Estirado en Osadía y simplemente se dejarán golpear —digo,

dejándome sonreír un poco. No estoy acostumbrado a usar la jerga de

Osadía, pero se siente bien reclamarla como propia, dejarme relajar en sus

ritmos del habla—. Simplemente no se siente como un juego para mí, eso

es todo.

Es la primera vez que he expresado eso a alguien. Sé por qué no se siente

como un juego: porque durante tanto tiempo, era mi realidad, fue mi

despertar y mi dormir. Aquí, he aprendido a defenderme, he aprendido a

ser más fuerte, pero una cosa que no he aprendido, no me dejaré

aprender, es a cómo disfrutar causarle dolor a alguien más. Si voy a ser

uno de Osadía, voy a hacerlo a mi manera, incluso si eso significa que una

parte de mí siempre será un Estirado.

—Está bien —dice—. Vamos de nuevo.

Entrenamos hasta que ella ha dominado el gancho y casi nos perdemos la

cena. Cuando nos vamos, me agradece, y casualmente, envuelve un brazo

a mí alrededor. Es solo un abrazo rápido, pero se ríe de lo tenso que me

puse.

—Cómo ser de Osadía: Curso Introductorio —dice—. Lección número uno:

Está bien abrazar a tus amigos aquí.

—¿Somos amigos? —digo, bromeando a medias.

—Oh, cállate —dice, trotando por el pasillo hacia el dormitorio.

Page 22: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

22

A la mañana siguiente, todos los iniciados transferidos siguen a Amar más

allá de la sala de entrenamiento a un sombrío pasillo con una pesada

puerta al final. Nos dice que nos sentemos contra la pared, y luego

desaparece por la puerta sin decir nada. Compruebo mi reloj. Shauna

estará luchando en cualquier momento; a los iniciados nacidos en Osadía

les está tomando más en llegar a través de la primera fase de iniciación

que a nosotros, puesto que hay más de ellos.

Eric se sienta tan lejos de mí como puede, y me alegro por la distancia. La

noche después que luché con él, se me ocurrió que él podría decirle a

todos que soy el hijo de Marcus Eaton solo para fastidiarme por golpearlo,

pero no lo ha hecho. Me pregunto si está a la espera del momento

oportuno para golpear, o si se está conteniendo por otra razón. Sin

importar qué, probablemente es mejor que me quede lejos de él tanto como

sea posible.

—¿Qué crees que hay ahí? —Mia, la transferida de Cordialidad, parece

nerviosa.

Nadie contesta. Por alguna razón no me siento nervioso. No hay nada

detrás de esa puerta que pueda hacerme daño. Así que cuando Amar

camina por el pasillo otra vez y me llama primero, no lanzo miradas

desesperadas a mis compañeros iniciados. Solo lo sigo.

La habitación está oscura y sucia, con apenas una silla y un ordenador. La

silla está reclinada, similar a la que me senté en mi prueba de aptitud. La

pantalla está brillando y se está ejecutando un programa que asciende a

líneas de texto oscuro sobre un fondo blanco. Cuando era más joven, solía

ser voluntario en las aulas de informática en la escuela, el mantenimiento

de las instalaciones, e incluso a veces reparando los propios ordenadores

cuando fallaban. Trabajé bajo la supervisión de una mujer de Erudición

llamada Katherine, y me enseñó mucho más de lo que tenía, encantada de

compartir sus conocimientos con alguien que estaba dispuesto a escuchar.

Así que sé, mirando a ese código, qué tipo de programa estoy viendo,

aunque nunca sería capaz de hacer mucho con eso.

—¿Una simulación? —digo.

—Cuanto menos sepas, es mejor —dice—. Siéntate.

Page 23: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

23

Me siento, recostándome en la silla y colocando mis brazos sobre los

reposabrazos. Amar prepara una jeringa, sosteniéndola en alto hacia la luz

para asegurarse de que el vial esté sujeto en su lugar. Inesperadamente,

clava la aguja en mi cuello y presiona el émbolo hacia abajo. Me encojo de

dolor.

—Vamos a ver cuál de tus cuatro miedos viene primero —dice—. Sabes,

estoy poniéndome un poco aburrido de ellos, podrías tratar de mostrarme

algo nuevo.

—Trabajaré en ello —digo.

La simulación me absorbe.

Estoy sentado sobre el duro banco de madera en una mesa de la cocina de

Abnegación, hay un plato vacío frente a mí. Todas las sombras se dibujan

sobre las ventanas, así que la única luz proviene de la bombilla colgando

sobre la mesa, su filamento brillando naranja. Me quedo mirando la tela

oscura que cubre mi rodilla. ¿Por qué estoy vistiendo de negro en lugar de

gris?

Cuando levanto mi cabeza, él —Marcus— está frente a mí. Por un instante,

es como el hombre que vi a través del pasillo hace no mucho tiempo en la

Ceremonia de Elección, sus ojos color azul oscuro iguales a los míos, su

tensa boca fruncida.

Estoy vestido de negro porque ahora soy de Osadía, me recuerdo a mí

mismo. Así que, ¿por qué estoy en una casa de Abnegación, sentado frente

a mi padre?

Veo la silueta de la bombilla reflejada en mi plato vacío. Pienso, esto debe

ser una simulación.

Entonces parpadea la luz sobre nosotros, y él se convierte en el hombre

que siempre veo en el pasaje del miedo, un monstruo retorcido con hoyos

por ojos y una boca ancha y vacía. Se lanza sobre la mesa con ambas

manos extendidas, y en lugar de uñas tiene incrustados en sus dedos

cuchillas.

Me golpea, y me tambaleo hacia atrás, cayéndome del banco. Me revuelco

sobre el piso para equilibrarme, y luego corro hacia la sala de estar. Ahí

Page 24: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

24

hay otro Marcus, estirándose hacia mí desde la pared. Busco la puerta

principal, pero alguien la selló con bloques de cemento, atrapándome.

Jadeando, corro hacia arriba a toda velocidad por las escaleras. Arriba, me

tropiezo, y caigo despatarrado en el piso de madera en el pasillo. Un

Marcus abre la puerta del armario desde el interior; otro sale de la

habitación de mis padres; otro más destrozando el piso del baño. Me

encojo hacia atrás contra la pared. La casa está a oscuras. No hay

ventanas.

Este lugar está lleno de él.

Repentinamente, uno de los Marcus está justo frente a mí, presionándome

contra la pared con ambas manos alrededor de mi garganta. Otro arrastra

sus uñas por mis brazos, provocando un dolor punzante que trae lágrimas

a mis ojos.

Estoy paralizado, sintiendo pánico.

Trago aire. No puedo gritar. Siento dolor y mi corazón late así como yo

pateo tan fuerte como puedo, golpeando solo el aire. El Marcus con sus

manos alrededor de mi garganta me empuja hacia arriba por la pared, de

modo que las puntas de los dedos de mis pies rozan el suelo. Mis

miembros cuelgan flojos, como una muñeca de trapo. No puedo moverme.

Este lugar, este lugar está lleno de él. No es real, me doy cuenta. Es una

simulación. Es como el pasaje del miedo.

Ahora hay más Marcus, esperando debajo de mí con sus manos

extendidas, así que estoy mirando hacia abajo, a un mar de cuchillas. Sus

dedos se aferran a mis piernas, cortándome, y siento un rastro caliente

bajando por el costado de mi cuello mientras el Marcus que me está

ahogando, me clava a la pared aún más.

Es una simulación, me recuerdo a mí mismo. Intento enviar vida a cada

una de mis extremidades. Imagino arder mi sangre, corriendo a través de

mí. Golpeo mi mano contra la pared, buscando un arma. Uno de los

Marcus se estira hacia arriba, sus dedos cerniéndose sobre mis ojos. Grito

y golpeo mientras las cuchillas se clavan en mis párpados.

Mis manos no encuentran un arma, pero si el pomo de una puerta. Lo

giro, fuerte, y caigo hacia atrás en otro armario. Los Marcus pierden su

agarre en mí. En el armario hay una ventana, lo suficientemente grande

Page 25: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

25

para mi cuerpo. Mientras me persiguen en la oscuridad, lanzo mi hombro

contra el vidrio, y este se hace añicos. Aire fresco llena mis pulmones.

En la silla me siento recto, jadeando.

Coloco mis manos contra mi garganta, sobre mis brazos, sobre mis

piernas, comprobando que las heridas no están ahí. Aún puedo sentir los

cortes y la sangre derramándose de mis venas, pero mi piel está intacta.

Mi respiración se desacelera, y con ella, mis pensamientos. Amar está

sentado delante del ordenador, conectado a la simulación, y está

mirándome fijamente.

—¿Qué? —digo, sin aliento.

—Estuviste ahí por cinco minutos —dice Amar.

—¿Eso es mucho?

—No. —Frunce el ceño hacia mí—. No, para nada es mucho. En realidad,

está muy bien.

Pongo mis pies sobre el suelo y apoyo mi cabeza en mis manos. Puede que

no haya entrado en pánico por tanto tiempo durante la simulación, pero la

imagen de mi retorcido padre tratando de arañar mis ojos permanece

parpadeando en mi mente, haciendo que mi ritmo cardíaco salte una y

otra vez.

—¿El suero aún está funcionando? —digo, apretando mis dientes—.

¿Haciéndome sentir pánico?

—No, debería volverse inactivo cuando saliste de la simulación —dice—.

¿Por qué?

Sacudo mis manos, en las cuales siento un hormigueo, como si estuvieran

entumecidas. Niego con mi cabeza. No fue real, me digo. Déjalo ir.

—A veces la simulación causa pánico prolongado, dependiendo de lo que

ves en ella —dice Amar—. Déjame acompañarte de regreso al dormitorio.

—No. —Niego con mi cabeza—. Estaré bien.

Me da una mirada dura.

—No era una petición —dice. Se levanta y abre una puerta detrás de la

silla. Lo sigo por un pasillo corto y oscuro, y en los pasillos de piedra que

Page 26: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

26

conducen de regreso al dormitorio de los transferidos. El aire ahí es fresco

y húmedo, por estar bajo tierra. Escucho el eco de nuestros pasos, y mi

propia respiración, pero nada más.

Creo que veo algo, un movimiento, en mi izquierda, y me estremezco

alejándome de ello, empujándome hacia atrás contra la pared. Amar me

detiene, colocando sus manos sobre mis hombros, de modo que tengo que

mirar su cara.

—Oye —dice—. Cuatro, supéralo.

Asiento, el calor precipitándose sobre mi cara. Siento una profunda

punzada de vergüenza en mi estómago. Se supone que soy de Osadía. Se

supone que no debería estar asustado del monstruo Marcus arrastrándose

sobre mí en la oscuridad. Me apoyo contra la pared de piedra e inhalo

profundamente.

—¿Puedo preguntarte algo? —dice Amar. Me encojo, pensando que me va a

preguntar sobre mi padre, pero no lo hace—. ¿Cómo saliste de ese pasillo?

—Abrí una puerta —digo.

—¿Había ahí una puerta detrás de ti todo el tiempo? ¿Hay una en tu

antigua casa?

Niego con mi cabeza.

El usualmente rostro amigable de Amar luce serio.

—Así que, ¿creaste una de la nada?

—Sí —digo—. Las simulaciones están todo en tu cabeza. Así que, mi

cabeza hizo una puerta para que pudiera salir. Todo lo que tenía que hacer

era concentrarme.

—Qué raro —dice.

—¿Qué? ¿Por qué?

—La mayoría de los iniciados no pueden hacer que ocurra algo imposible

en estas simulaciones, porque a diferencia del pasaje del miedo, no

reconocen que están en una simulación —dice—. Y como consecuencia, no

salen de las simulaciones tan rápido.

Page 27: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

27

Siento mi pulso acelerarse en mi garganta. No me di cuenta que se

suponía que éstas simulaciones pretendían ser diferentes al pasaje del

miedo; pensé que todos eran conscientes de que estaban en una

simulación mientras se encontraban en ella. Pero a juzgar lo que Amar

está diciendo, esto se supone que es como una prueba de aptitud, y antes

de la prueba de aptitud, mi padre me advirtió en contra de mi consciencia

en la simulación, entrenándome para ocultarla. Aún recuerdo lo insistente

que era, cuán nerviosa era su voz y cómo agarraba mi brazo un poco

demasiado fuerte.

En ese momento, pensé que nunca hablaría de esa manera a menos que

estuviera preocupado por mí. Preocupado por mi seguridad.

¿Solo estaba siendo paranoico, o hay todavía algo peligroso sobre estar

consciente durante las simulaciones?

—Yo era como tú —dice Amar en voz baja—. Podía cambiar las

simulaciones. Simplemente pensé que era el único.

Quiero decirle que lo guarde para sí mismo, que proteja sus secretos. Pero

a los de Osadía no les importan los secretos de la manera en que lo hace

Abnegación, con sus sonrisas de labios apretados y sus casas

disciplinadamente idénticas.

Amar está dándome una mirada extraña, ansioso, como si esperara algo

de mí. Me muevo, incómodo.

—Probablemente no sea algo que deberías presumir —dice Amar—. Los de

Osadía están a favor del conformismo, al igual que cualquier otra facción.

Simplemente no es tan evidente aquí.

Asiento.

—Probablemente es solo una casualidad —digo—. No pude hacer eso

durante mi prueba de aptitud. La próxima vez probablemente será más

normal.

—Seguro. —No sonó convencido—. Bueno, la próxima vez, trata de no

hacer nada imposible, ¿de acuerdo? Solo enfrenta tu miedo de una forma

lógica, de una manera que siempre tendría sentido para ti estés o no

consciente de ello.

—Está bien —digo.

Page 28: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

28

—Ya estás bien, ¿no? ¿Puedes regresar a los dormitorios por tu cuenta?

Quiero decirle que siempre pude regresar por mi cuenta al dormitorio;

nunca necesité que me llevara hasta ahí. Pero solo asiento de nuevo. Me

da una palmada en el hombro, con total naturalidad, y camina de vuelta a

la sala de simulación.

No puedo evitar pensar que mi padre no me habría advertido en contra de

demostrar mi conciencia a la simulación solo debido a las normas de las

facciones. Todo el tiempo me regañaba por avergonzarlo delante de los de

Abnegación, pero nunca antes me había siseado advertencias al oído o me

había enseñado a evitar un paso en falso. Nunca se me quedaba mirando

fijamente, con los ojos bien abiertos, hasta que prometiera hacer lo que él

decía.

Se siente extraño, saber que él debía haber estado tratando de protegerme.

Como si no fuese del todo el monstruo que imagino, el que veo en mis

peores pesadillas.

Mientras me dirijo hacia los dormitorios, oigo algo al final del pasillo por el

que acabábamos de pasar: algo así como silenciosos pasos arrastrados,

moviéndose en la dirección opuesta.

En la cena, Shauna corre hacia mí en la cafetería y me da un fuerte

puñetazo en el brazo. Lleva una sonrisa tan grande que parece que le está

cortando las mejillas. Hay un poco de hinchazón justo debajo de su ojo

derecho: tendrá un ojo negro después.

—¡Gané! —dice—. Hice lo que me dijiste: le di justo en la mandíbula en los

primeros sesenta segundos, y la saqué por completo de su juego. De todas

formas me golpeó en el ojo porque bajé la guardia, pero después de eso le

di una paliza. Tiene una hemorragia nasal. Fue impresionante.

Sonrío abiertamente. Estoy sorprendido por lo satisfactorio que es

enseñarle a alguien cómo hacer algo y luego escuchar que realmente

funcionó.

—Bien hecho —digo.

Page 29: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

29

—No podría haberlo hecho sin tu ayuda —dice ella. Su sonrisa cambia, se

suaviza, volviéndose menos vertiginosa y más sincera. Se pone de puntillas

y besa mi mejilla.

Me quedo mirándola mientras se aparta. Ella se ríe y me arrastra hacia la

mesa donde se sientan Zeke y algunos de los otros iniciados nacidos en

Osadía. Mi problema, me doy cuenta, no es que yo sea un Estirado, es que

no sé lo que significan estos gestos de cariño para los de Osadía. Shauna

es bonita, y divertida, y en Abnegación yo iría a su casa a cenar con su

familia si estuviera interesado en ella, averiguaría en qué proyecto de

voluntariado está trabajando e ingresaría en el mismo. En Osadía no tengo

idea de cómo actuar al respecto, o de cómo saber si tan siquiera le gusto

de esa manera.

Decido no dejar que eso me distraiga, por lo menos no ahora. Consigo una

bandeja de comida y me siento a comer, escuchando a los demás hablar y

reír juntos. Todos felicitan a Shauna por su victoria, y señalan a la chica a

la que le dio una paliza, sentada en una de las demás mesas, con el rostro

aún hinchado. Al final de la comida, cuando estoy pinchando un pedazo de

pastel de chocolate con mi tenedor, un par de mujeres de Erudición entran

en la sala.

Se necesita mucho para hacer que los de Osadía hagan silencio. Incluso la

aparición repentina de las de Erudición no acaba de lograrlo: todavía hay

murmullos por todas partes, como el sonido lejano de pasos apresurados.

Pero gradualmente, cuando las de Erudición se sientan con Max y no

ocurre nada más, las conversaciones continúan de nuevo. Yo no participo

en ellas. Sigo apuñalando el pastel con los dientes del tenedor,

observando.

Max se levanta y se acerca a Amar. Tienen una tensa conversación entre

las mesas, y luego empiezan a caminar en mi dirección. Hacia mí.

Amar me hace señas. Dejo atrás mi bandeja casi vacía.

—Tú y yo hemos sido llamados a una evaluación —dice Amar. Su boca

perpetuamente sonriente es ahora una línea plana, su animada voz

monótona.

—¿Evaluación? —digo.

Max me sonríe, un poco.

Page 30: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

30

—Los resultados de tu simulación del miedo son un poco anormales.

Nuestras amigas de Erudición detrás de nosotros… —Miro por encima de

su hombro a las mujeres de Erudición. Con un sobresalto, me doy cuenta

que una de ellas es Jeanine Matthews, representante de Erudición. Está

vestida con un almidonado traje azul, con un par de anteojos colgando de

una cadena alrededor de su cuello, un símbolo de la vanidad de Erudición

empujado tan lejos como para ser ilógico. Max continúa—: Observarán

otra simulación para asegurarse que el resultado anormal no fue un error

en el programa de simulación. Amar los llevará ahora a la sala de

simulación del miedo.

Siento los dedos de mi padre aferrados alrededor de mi brazo, escucho su

voz siseando, advirtiéndome que no haga nada extraño en mi prueba de

aptitud de simulación. Siento mis manos hormigueando, señal de que

estoy a punto de entrar en pánico. No puedo hablar, así que solo miro a

Max, y luego a Amar, y asiento. No sé lo que significa, estar consciente

durante una simulación, pero sé que no puede ser bueno. Sé que Jeanine

Matthews nunca vendría aquí solo para observar mi simulación si algo no

anduviera de verdad mal conmigo.

Caminamos a la sala de simulación del miedo sin hablar, Jeanine y, quien

estoy asumiendo es su asistente, hablan en voz baja detrás de nosotros.

Amar abre la puerta y deja que nosotros entremos.

—Voy a buscar el equipo adicional para que puedan observar —dice

Amar—. Vuelvo enseguida.

Jeanine se pasea por la habitación con una expresión pensativa. Estoy

receloso de ella, como lo están todos los de Abnegación, enseñados a

desconfiar de la vanidad de Erudición, de la codicia de Erudición. Sin

embargo, se me ocurre mientras la veo, que lo que me enseñaron podría no

ser correcto. La mujer de Erudición que me enseñó a cómo desarmar una

computadora cuando estaba trabajando como voluntario en los

laboratorios de computación en la escuela no era codiciosa ni vanidosa; tal

vez Jeanine Matthews tampoco lo es.

—Fuiste registrado en el sistema como “Cuatro” —dice Jeanine después de

unos segundos. Deja de pasearse, cruzando las manos en frente de ella—.

Cosa que me pareció desconcertante. ¿Por qué no hacerte llamar “Tobias”

aquí?

Page 31: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

31

Ya sabe quién soy. Bueno, por supuesto que sí. Ella lo sabe todo, ¿no?

Siento que mi interior se está marchitando, colapsando entre sí. Conoce mi

nombre, conoce a mi padre, y si ha visto una de mis simulaciones del

miedo, también conoce algunas de las partes más oscuras de mí. Sus ojos

claros casi como el agua cristalina se fijan en los míos, y yo aparto la

mirada.

—Quería hacer borrón y cuenta nueva —digo.

Asiente.

—Puedo apreciar eso. Sobre todo teniendo en cuenta lo que has pasado.

Ella suena casi… amable. Me resiento ante su tono, mirándola fijamente a

la cara.

—Estoy bien —digo con frialdad.

—Por supuesto que sí. —Ella sonríe un poco.

Amar trae un carrito rodando a la habitación. Lleva más cables, electrodos,

partes de computadoras. Sé lo que tengo que hacer; me siento en la silla

reclinable y pongo mis brazos en los apoyabrazos mientras los demás se

conectan a la simulación. Amar se me acerca con una aguja, y me quedo

inmóvil cuando ésta pellizca mi garganta.

Cierro los ojos, y el mundo desaparece de nuevo.

Cuando abro los ojos, estoy parado en el techo de un edificio

increíblemente alto, justo cerca de la cornisa. Debajo de mí está el duro

pavimento, las calles vacías, sin nadie alrededor que me ayude a bajar. El

viento me abofetea desde todos los ángulos, y me inclino hacia atrás,

cayendo de espaldas en el techo de grava.

Ni siquiera me gusta estar aquí, viendo el vasto cielo vacío a mí alrededor,

recordándome que estoy en el punto más alto de la ciudad. Recuerdo que

Jeanine Matthews está observando; me lanzo contra la puerta del techo,

intentando abrirla mientras formo una estrategia. Mi forma habitual de

enfrentar este miedo sería saltar de la cornisa del edificio, sabiendo que

solo es una simulación y que en realidad no voy a morir. Pero alguien más

Page 32: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

32

en esta simulación nunca haría eso; ellos encontrarían una manera segura

de bajar.

Evalúo mis opciones. Puedo tratar de conseguir abrir esta puerta, pero por

aquí no hay herramientas que me ayuden a hacerlo, solo el techo de grava,

la puerta y el cielo. No puedo crear una herramienta para atravesar la

puerta, porque esa es exactamente el tipo de manipulación de simulación

que Jeanine probablemente está buscando. Retrocedo, pateando con

fuerza la puerta con mis talones, y no se mueve.

Con el corazón latiendo con fuerza en mi garganta, camino de nuevo hacia

la cornisa. En lugar de mirar todo el camino hacia abajo hasta las

minúsculas aceras debajo de mí, veo el edificio en sí mismo. Hay ventanas

con alféizares debajo de mí, cientos de ellas. La forma más rápida de bajar,

al mejor estilo de Osadía, es escalar el lateral del edificio.

Pongo el rostro entre mis manos. Sé que esto no es real, pero se siente

real, el silbido del viento en mis oídos, vigorizante y frío, el áspero

hormigón bajo mis manos, el sonido de la grava esparcida por mis zapatos.

Paso una pierna sobre la cornisa, estremeciéndome, y volteo para

enfrentar el edificio a medida que bajo, con una pierna a la vez, hasta que

estoy colgando desde la cornisa por mis dedos.

El pánico brota dentro de mí, y grito contra mis dientes. Oh Dios. Odio las

alturas… las odio. Parpadeo las lágrimas de mis ojos, culpando

internamente al viento por ellas, y palpo con los dedos de mis pies en

busca del alféizar de la ventana debajo de mí. Encontrándolo, palpo para

encontrar la parte superior de la ventana con una mano, y presiono en ella

para mantener mi equilibrio mientras bajo en la punta de mis pies sobre el

alféizar debajo de mí.

Mi cuerpo se inclina hacia atrás, sobre el espacio vacío, y grito de nuevo,

apretando los dientes con tanta fuerza que chirrían.

Tengo que hacerlo de nuevo. Y otra vez. Y otra vez.

Me inclino, sosteniendo la parte superior de la ventana con una mano y la

parte inferior con la otra. Cuando tengo un buen agarre, deslizo los dedos

de mis pies por el costado del edificio, escuchándolos rozar en la piedra, y

me dejo colgar de nuevo.

Esta vez, cuando me dejo caer sobre el otro alféizar, no me sujeto lo

suficientemente fuerte con mis manos. Pierdo el punto de apoyo en el

Page 33: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

33

alféizar de la ventana y me inclino hacia atrás. Me tambaleo, arañando el

edificio de hormigón con mis dedos, pero es demasiado tarde; caigo en

picada, y otro grito se levanta dentro de mí, arrancado de mi garganta.

Podría crear una red debajo de mí; podría crear una cuerda en el aire para

salvarme… no, no debería crear nada o ellos sabrán lo que puedo hacer.

Me dejo caer. Me dejo morir.

Me despierto con dolor —creado por mi mente— atormentado cada parte

de mi cuerpo, gritando, con los ojos borrosos por las lágrimas y el terror.

Me lanzo hacia delante, jadeando. Mi cuerpo está temblando; me

avergüenza estar actuando de esta manera con esta audiencia, pero sé que

es algo bueno. Les mostrará que no soy especial: solo soy otro temerario de

Osadía que pensó que podría escalar un edificio y falló.

—Interesante —dice Jeanine, y apenas puedo oírla por encima de mi

propia respiración—. Nunca me canso de ver dentro de la mente de una

persona… cada detalle sugiere tanto.

Coloco mis piernas, temblando todavía, sobre el borde de la silla y planto

mis pies en el suelo.

—Lo hiciste bien —dice Amar—. Tus habilidades para escalar son tal vez

un poco ineficientes, pero aún así saliste rápido de la simulación, como la

última vez.

Me sonríe. Debo haber tenido éxito fingiendo que soy normal, porque ya no

se ve preocupado.

Asiento.

—Bueno, parece que el resultado anómalo de tu examen fue un error del

programa. Tendremos que investigar el programa de simulaciones para

encontrar la falla —dice Jeanine—. Bueno, Amar. Me gustaría ver una de

tus simulaciones del miedo, si no te importaría complacerme.

—¿La mía? ¿Por qué la mía?

La suave sonrisa de Jeanine no cambia.

—Nuestra información sugiere que no estuviste alarmado por el resultado

anormal de Tobias, que estuviste bastante familiarizado con él, de hecho.

Por lo que me gustaría ver si esa familiaridad viene de la experiencia.

Page 34: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

34

—¿Tu información? ¿Información de dónde?

—Un iniciado se acercó a expresar sus preocupaciones por tu bienestar y

el de Tobias —dice Jeanine—. Me gustaría respetar su privacidad. Tobias,

puedes irte ahora. Gracias por tu asistencia.

Miro a Amar. Él asiente un poco. Me esfuerzo para ponerme de pie, todavía

un poco inestable, y salgo, dejando la puerta completamente abierta para

poder quedarme y escuchar a escondidas. Pero apenas estoy en el pasillo,

la asistente de Jeanine cierra la puerta, y no puedo escuchar nada detrás

de ella, aún cuando presiono mi oreja contra ella.

Un iniciado se acercó a expresar sus preocupaciones… y estoy seguro que

se quién es ese iniciado. Nuestro antiguo Erudito: Eric.

Por una semana, parece que nada saldrá de la visita de Jeanine Matthews.

Todos los iniciados, los nacidos en Osadía y los transferidos por igual,

pasan a través de simulaciones del miedo todos los días, y cada día, me

dejo consumir por mis propios miedos: alturas, confinamiento, violencia,

Marcus. Algunas veces se entremezclan, Marcus en la cima de edificios

altos, violencia en espacios confinados. Siempre me despierto casi

delirante, temblando, avergonzado que aunque sea el iniciado con solo

cuatro miedos, también soy el único que no puede disiparlos cuando se

terminan las simulaciones. Se arrastran sobre mí cuando menos los

espero, llenando mi sueño con pesadillas y mi vigilia con temblores y

paranoia. Rechino mis dientes, salto con todos los sonidos, mis manos se

entumecen sin previo aviso. Me preocupa que me vuelva loco antes que

termine la iniciación.

—¿Estás bien? —me pregunta Zeke durante el desayuno una mañana—.

Te ves… exhausto.

—Estoy bien —digo con más violencia de la que pretendo.

—Oh, claramente —dice Zeke, sonriendo—. Está bien no estar bien, lo

sabes.

—Sí, claro —digo, y me obligo a terminar mi comida, aunque todo me sabe

a polvo estos días. Si tengo que sentir que estoy perdiendo la cabeza, al

menos lo hago ganando peso… músculo, principalmente. Es extraño

Page 35: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

35

ocupar tanto espacio solo por existir, cuando solía desaparecer tan

fácilmente. Me hace sentir un poco más fuerte, un poco más estable.

Zeke y yo dejamos a un lado nuestras bandejas. Cuando estamos de

camino al Pozo, el hermano pequeño de Zeke, recuerdo que se llama Uriah,

corre hacia nosotros. Ya es más alto que Zeke, y lleva una venda detrás de

su oreja que cubre un nuevo tatuaje. Usualmente se ve como si estuviera a

punto de hacer una broma, pero no ahora. Ahora solo se ve aturdido.

—Amar —dice, un poco sin aliento—, Amar está… —Sacude su cabeza—.

Amar está muerto.

Me río un poco. Distantemente soy consciente que esa no era una reacción

adecuada, pero no puedo evitarlo.

—¿Qué? ¿A qué te refieres con que está muerto?

—Una mujer de Osadía encontró un cuerpo en el suelo cerca de la Espira

temprano esta mañana —dice Uriah—. Lo identificaron. Era Amar. Él… él

tuvo que haber…

—¿Saltado? —dice Zeke.

—O caído, nadie sabe —dice Uriah.

Me muevo hacia los caminos que suben por las paredes del Pozo.

Usualmente casi presiono mi cuerpo contra la pared cuando hago esto,

temeroso de la altura, pero esta vez, ni siquiera me detengo a pensar en lo

que está debajo de mí. Me abro paso corriendo, entre niños gritando y

personas yendo a las tiendas, saliendo de ellas. Subo la escalera que

cuelga del techo de vidrio.

Una multitud está reunida en el vestíbulo de la Espira. Me abro camino a

codazos a través de ella. Algunas personas me maldicen o me devuelven el

codazo, pero en realidad no lo noto. Me dirijo al borde de la estancia, a las

paredes de vidrio sobre las calles que rodean el recinto de Osadía. Ahí

fuera, hay un área confinada con cinta, y una salpicadura roja oscura en

el pavimento.

Miro fijamente la salpicadura por un largo tiempo, hasta que siento que

comprendo que esa salpicadura proviene de la sangre de Amar, de su

cuerpo chocando contra el suelo.

Luego me alejo.

Page 36: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

36

No conocía a Amar lo suficiente para sentir dolor, en la manera en que me

había enseñado a pensar en ello. Dolor fue lo que sentí después de la

muerte de mi madre, un peso que hacía imposible moverse a través de

cada día. Recuerdo detenerme en medio de tareas sencillas para

descansar, y olvidándome de retomarlas, o despertarme en medio de la

noche con lágrimas en el rostro.

No sobrellevo la pérdida de Amar así. Me encuentro sintiéndola de vez en

cuando, cuando recuerdo cómo me dio mi nombre, cómo me protegió

cuando ni siquiera me conocía. Pero la mayoría del tiempo solo me siento

enfadado. Su muerte tuvo algo que ver con Jeanine Matthews y la

evaluación de su pasaje del miedo, lo sé. Y eso significa que cualquier cosa

que pasó también es responsabilidad de Eric, porque oyó a escondidas

nuestra conversación y se lo dijo a la líder de su antigua facción.

Ellos mataron a Amar, los de Erudición. Pero todos piensan que saltó, o

cayó. Es algo que haría alguien de Osadía.

Los de Osadía tuvieron un funeral para él esa noche. Todos están

borrachos para el atardecer. Nos reunimos cerca del abismo, y Zeke me

pasa un vaso con un líquido oscuro, lo trago todo sin pensar. Mientras la

calma líquida se mueve a través de mí, me balanceo un poco y le devuelvo

el vaso vacío.

—Sí, de eso estamos hablando —dice Zeke, mirando fijamente el vaso

vacío—. Iré a traer más.

Asiento y escucho el rugido del abismo. Jeanine Matthews pareció aceptar

que mis propios resultados anormales fueron solo un problema con el

programa, pero, ¿y si era solo una actuación? ¿Y si viene tras de mí como

vino por Amar? Trato de enterrar ese pensamiento donde no lo pueda

encontrar otra vez.

Una mano oscura y con cicatrices cae sobre mi hombro, y Max se detiene a

mi lado.

—¿Estás bien, Cuatro? —dice.

—Sí —digo, y es cierto, estoy bien. Estoy muy bien porque sigo sobre mis

pies y todavía no estoy arrastrando mis palabras.

Page 37: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

37

—Sé que Amar tuvo un interés particular en ti. Creo que vio un fuerte

potencial. —Max sonríe un poco.

—En realidad no lo conocía —digo.

—Él era un poco problemático, un poco desequilibrado. No como el resto

de los iniciados en su clase —dice Max—. Creo que perder a su abuelo

realmente le pasó la factura. O tal vez el problema era más profundo… no

lo sé. Puede ser que esté mejor de esta manera.

—¿Esté mejor muerto? —le digo, ceñudo.

—Eso no es exactamente lo que quise decir —dice Max—. Pero aquí en

Osadía, alentamos a nuestros miembros a que escojan sus propios

caminos en la vida. Si esto fue lo que escogió… tanto mejor. —Coloca su

mano en mi hombro de nuevo—. Dependiendo de cómo te va en tu examen

final mañana, tú y yo tendremos que hablar acerca del futuro que querrías

tener aquí en Osadía. Eres por mucho nuestro iniciado más prometedor, a

pesar de tus antecedentes.

Continúo solo mirándolo fijamente. Ni siquiera entiendo lo que está

diciendo, o por qué lo está diciendo aquí, en el funeral de Amar. ¿Está

tratando de reclutarme? ¿Para qué?

Zeke regresa con dos vasos, y Max se funde en la multitud como si nada

hubiera pasado. Uno de los amigos de Amar se sube en una silla y grita

algo sin sentido acerca de Amar siendo lo suficientemente valiente para

explorar lo desconocido.

Todos levantan sus copas y cantan su nombre. Amar, Amar, Amar. Lo

dicen tantas veces que pierde todo significado, el ruido implacable y

repetitivo y poderoso.

Luego todos bebemos. Así es como en Osadía están de luto: persiguiendo

el duelo hasta el olvido con alcohol y dejándolo ahí.

De acuerdo. Bien. También puedo hacerlo.

Mi examen final, mi pasaje del miedo, es administrado por Tori y

observado por los líderes de Osadía, incluyendo a Max. Estoy en algún

lugar en el medio de la manada de iniciados, y por primera vez, no estoy ni

Page 38: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

38

un poco nervioso. En el pasaje del miedo, todos estamos conscientes

durante la simulación, por lo que no tengo nada que ocultar. Me pincho

con la aguja en el cuello y dejo que la realidad desaparezca.

Lo he hecho docenas de veces. Me encuentro en la cima de un alto edificio

y corro por el borde. Me meto en una caja y me permito un breve momento

de pánico antes de golpear mi hombro contra la pared de la derecha,

haciendo añicos a la madera con el impacto, increíblemente. Tomo una

pistola y le disparo a una persona inocente, esta vez a un hombre sin

rostro vestido con el negro de Osadía, en la cabeza sin ni siquiera

pensarlo.

Esta vez, cuando los Marcus me rodean, se ven más como él que antes. Su

boca es una boca, aunque sus ojos son todavía pozos oscuros. Y cuando

hace retroceder su brazo para golpearme, está sosteniendo un cinturón, no

una cadena de púas o cualquier otra arma que pudiera destrozarme poco a

poco. Dejo que me de unos golpes, luego alcanzo al Marcus más cercano,

envolviendo mis manos alrededor de su garganta. Lo golpeo salvajemente

en el rostro y la violencia me da un pequeño momento de satisfacción

antes de despertarme, acurrucado en el suelo de la habitación del pasaje

del miedo.

Las luces se encienden en la habitación más allá de esta, por lo que puedo

ver a la gente en su interior. Hay dos filas de iniciados esperando,

incluyendo a Eric, quien ahora tiene tantos piercings en su labio que me

encuentro soñando despierto acerca de arrancárselos uno por uno.

Sentados frente a ellos están los tres líderes de Osadía, incluyendo a Max,

todos ellos asintiendo y sonriendo. Tori levanta sus pulgares.

Fui al examen pensando que ya no me importaba, ni pasar, ni que me

fuera bien, ni ser de Osadía. Pero los pulgares en alto de Tori me llenan de

orgullo, por lo que me permito sonreír un poco cuando salgo. Amar puede

estar muerto, pero él siempre quiso que me fuera bien. No puedo decir que

lo hice por él, en realidad no lo hice por nadie, ni siquiera por mí mismo.

Pero al menos no lo avergoncé.

Todos los iniciados que han finalizado el examen final esperan por los

resultados en el dormitorio de los transferidos; los nacidos en Osadía y

transferidos por igual. Zeke y Shauna gritaron de alegría cuando entré, y

me siento en el borde de mi cama.

—¿Cómo fue? —me pregunta Zeke.

Page 39: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

39

—Bien —digo—. Sin sorpresas. ¿Y tú?

—Horrible, pero conseguí salir con vida —dice, encogiéndose de hombros—

. Aunque Shauna tuvo algunos nuevos.

—Me encargué de ellos —dice Shauna con exagerada indiferencia. Tiene

una almohada sobre sus rodillas, una de Eric. A él no le gustará eso.

Su acto se desmorona y sonríe.

—Fui bastante asombrosa.

—Sí, sí —dice Zeke.

Shauna lo golpea con la almohada, justo en el rostro. Él se la arrebata.

—¿Qué quieres que diga? Sí, estuviste asombrosa. Sí, eres la mejor chica

en Osadía jamás vista. ¿Feliz? —Él la golpea en los hombros con la

almohada—. Ha estado presumiendo sin parar desde que empezamos las

simulaciones del miedo porque es mejor en ellas que yo. Es molesto.

—Es solo venganza por todo lo que presumiste en el entrenamiento de

combate —dice ella—. ¿Viste ese gran golpe que hice justo en el comienzo?

Bla, bla, bla.

Ella lo empuja, y él agarra sus muñecas. Se libera y le da un golpecito a su

oreja, y están riéndose, peleando.

Puede que no entienda el afecto en Osadía, pero aparentemente conozco el

flirteo cuando lo veo. Sonrío. Supongo que eso contesta la pregunta de

Shauna, no que estuviera atormentándome. Era probablemente una

respuesta en sí misma.

Nos sentamos por otra hora mientras los demás terminan sus exámenes

finales, saliendo poco a poco, uno tras otro. El último que entra es Eric, y

solo se detiene en la puerta, viéndose petulante.

—Es hora de saber nuestros resultados —dice.

Todos los demás se levantan y pasan a su lado saliendo de la habitación.

Algunos parecen nerviosos; otros se ven arrogantes, seguros de sí mismos.

Espero a que todos se hayan ido antes de caminar hacia la puerta, pero no

la atravieso. Me detengo, cruzando los brazos y miro fijamente a Eric por

unos segundos.

Page 40: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

40

—¿Tienes algo que decir? —dice.

—Sé que fuiste tú —digo—. Quien le dijo a Erudición acerca de Amar. Lo

sé.

—No sé de qué estás hablando —dice, pero es obvio que sí sabe.

—Eres la razón por la que está muerto —digo. Estoy sorprendido por la

rapidez en que la ira viene. Mi cuerpo tiembla con ella, mi rostro se torna

caliente.

—¿Te diste un golpe en la cabeza durante tu examen, Estirado? —–dice

Eric, con una sonrisa satisfecha—. Lo que dices no tiene ningún sentido.

Le doy un fuerte empujón contra la puerta. Luego lo retengo ahí con un

brazo, estoy sorprendido, por un momento, por lo fuerte que soy, y me

inclino sobre su rostro.

—Sé que fuiste tú —digo, buscando en sus ojos negros por algo, cualquier

cosa. No veo nada, solo hay una mirada muerta, impenetrable—. Eres la

razón por la que está muerto, y no te vas a salir con la tuya.

Lo dejo ir y camino por el pasillo hacia la cafetería.

El comedor está abarrotado de gente vestida con sus mejores atuendos de

Osadía: todos los piercings exagerados por aros más vistosos, todos

enseñando sus tatuajes, aunque eso significara ir desnudo. Trato de

mantener mis ojos fijos en los rostros de la gente mientras navegan por la

aglomeración de cuerpos. Los olores de pastel, carne cocida, pan y

especias están en el aire, haciéndome agua la boca; olvidé tomar el

almuerzo.

Cuando alcanzo mi mesa usual, robo un panecillo del plato de Zeke

cuando no está mirando y me pongo de pie con los otros para esperar por

nuestros resultados. Espero que no nos hagan esperar demasiado. Siento

como si estuviera sosteniendo un cable de alta tensión, mis manos

retorciéndose y mis pensamientos frenéticos, dispersos. Zeke y Shauna

tratan de hablarme, pero ninguno de nosotros puede gritar lo

suficientemente fuerte para que me escuchen, por lo que nos resignamos a

esperar sin hablar.

Page 41: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

41

Max se sube a una de las mesas y alza las manos para pedir silencio. Lo

obtiene en su mayoría, aunque ni siquiera él puede silenciar a los de

Osadía, algunos de los cuales siguen hablando y bromeando como si nada

hubiera pasado. Aun así, puedo escucharlo mientras da su discurso.

—Hace algunas semanas, un grupo de flacuchos iniciados asustados le

dieron su sangre a los carbones e hicieron su gran salto a Osadía —dice

Max—. Para ser honesto, no pensé que ninguno de ellos pudiera durar el

primer día… —Pausa para permitir la risa que viene, aunque no fuera una

buena broma—. ¡Pero estoy satisfecho al anunciar que este año, todos

nuestros iniciados obtuvieron las puntuaciones requeridas para

convertirse ser de Osadía!

Todos aplauden. A pesar de la certeza de que no serían despedidos, Zeke y

Shauna intercambiaron miradas nerviosas, el orden en el que somos

clasificados todavía determina qué tipo de trabajo podemos escoger en

Osadía. Zeke pone su brazo sobre los hombros de Shauna y aprieta.

De repente, una vez más me siento solo.

—No más retrasos —dice Max—. Sé que nuestros iniciados están que

saltan fuera de su piel. Entonces, ¡aquí están nuestros doce nuevos

miembros de Osadía!

Los nombres de los iniciados aparecen en una gran pantalla detrás de él,

lo suficientemente grande para que la gente en la parte posterior de la

habitación vea. Busco automáticamente en la lista por sus nombres:

6. Zeke

7. Ash

8. Shauna

Instantáneamente, parte de mi tensión desaparece. Sigo subiendo en la

lista, y el pánico me apuñala por solo un segundo cuando no puedo

encontrar mi propio nombre. Pero luego, ahí está, justo en la cima.

1. Cuatro

2. Eric

Shauna deja escapar un grito, y ella y Zeke me aplastan en un abrazo

descuidado, su peso casi derribándome al suelo. Me río y subo mis brazos

para devolverles el gesto.

Page 42: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

42

En algún momento del caos, dejé caer mi panecillo, lo aplasté bajo mi

talón y sonrío mientras la gente a mí alrededor, gente que no conozco, está

palmeando mis hombros, sonriéndome y diciendo mi nombre. Mi nombre,

que es solo “Cuatro” ahora, toda sospecha sobre mi origen y mi identidad

borrada ahora que soy uno de ellos, ahora que soy de Osadía.

No soy Tobias Eaton, ya no, nunca más. Soy de Osadía.

Esa noche, vertiginoso por la emoción y tan lleno de comida que penas

puedo caminar, me escabullo de la celebración y escalo los caminos a la

parte superior del Pozo, al vestíbulo de la Espira. Salgo por las puertas y

respiro profundamente el aire nocturno, que está frío y refrescante,

diferente al aire cerrado y caliente de la cafetería.

Camino hacia la línea del tren, demasiado lleno de energía maníaca para

permanecer quieto. Viene un tren, la luz fija en su vagón delantero

parpadeando mientras viene hacia mí. Arremete más allá de mí con poder

y energía, ruidoso como un trueno en mis oídos. Me inclino acercándome a

él, por primera vez saboreando la emoción del miedo en mi estómago, de

estar tan cerca de algo tan peligroso.

Pero entonces veo algo oscuro y con forma humana de pie en uno de los

últimos vagones. Una figura femenina alta y enjuta, inclinándose fuera del

vagón, sosteniéndose de una de las barandas. Solo por un segundo,

mientras el borrón del tren pasa, veo un cabello oscuro y rizado, una nariz

ganchuda.

Ella se ve casi como mi madre.

Y luego se ha ido, ido con el tren.

FIN

Page 43: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

43

SOBRE LA AUTORA

Veronica Roth es una escritora estadounidense nacida el 19 de agosto de

1988 en Chicago, Illinois. Ya en su juventud se sintió familiarizada con la

literatura, por lo que le gustaba escribir y leer en sus tiempos libres;

después de terminar sus estudios académicos, su familia tuvo conciencia

del talento para escribir que tenía, la animó para que se matriculara en la

prestigiosa Universidad Northwestern para estudiar “Escritura Creativa”

donde se graduó y fue licenciada en dicha carrera. Estudiando en ella se

sintió inspirada para escribir su primer libro. Es conocida por su novela

debut, best-seller del The New York Times, Divergente, y su secuela

Insurgente. Roth ha ganado el reconocimiento de Goodreads al Libro

Favorito de 2011 y a la mejor historia de Fantasía y Ciencia ficción para

jóvenes adultos en 2012.

Historias de Cuatro:

1. El Transferido

2. El Iniciado

3. El Hijo

4. El Traidor

Trilogía Divergente:

1. Divergente

2. Cuatro Cuenta Su Historia

3. Insurgente

4. El Camino a Leal

5. Leal

Page 44: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

44

CRÉDITOS

MODERADORAS:

LizC

Mari NC

Traductores:

Isa 229

Itorres

IvanaTG

Jadasa

Youngblood

Mari NC

Otravaga

Shilo

Correctores:

LizC

Revisión y Recopilación:

LizC

Diseño:

PaulaMayfair

Page 45: #0.2. El Iniciado - Verónica Roth

PÁG

INA

45

BOOKZINGA