0069 ¿sólo se vive una vez en la tierra

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  • 8/18/2019 0069 ¿Sólo Se Vive Una Vez en La Tierra

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    Un poco de historia

    La creencia en la reencarna-ción se encuentra en muchas reli-gionesarcaicas, en relación con laveneración de los antepasados.

    Se cree que el alma de un falleci-do renace en un miembro de lamisma estirpe. Se considera la vida como un poder que da vueltas incesantemente. Así, en medio detodos los cambios, se otorga unacierta estabilidad a la tribu. Lamuerte sólo interrumpe estemovimiento circular, pero no aca-ba con él.

    En Grecia la fe en la reencar-nación surge en los mitos órficos(s.VI a.C.). En sus diálogos, Platónle dio la forma de doctrina filosó-fica.El alma, principio divino,prove-niente de los demiurgos, tiene

    existencia pre-terrena de la queva a parar a una existencia corpo-ral (cárcel), que para ella repre-senta una alienación de su mane-ra de ser y una «prueba». Unos10.000 años permanece sometida

    al cambio en las diversas fases de laprueba (en cuerpos de bestias o depersonas) hasta que, purificada, lle-ga a la eterna contemplación delser divino o al eterno distancia-miento de él. El alma, como prin-cipio divino, no puede perecer.De Grecia procede también laidea de reencarnación  corriente

    entre nosotros. Recibe el nom-bre de «palingenesía» o «me-tempsícosis» e indica la vuelta delalma a otro ser vivo para iniciaruna nueva vida en esta tierra.

    La concepción bíblica de «re-nacimiento» designa, en cambio,

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    MEDARD KEHL

    ¿SÓLO SE VIVE UNA VEZ EN LA TIERRA?

    Metempsícosis y reencarnación entre la herejía y la es-peranza

    Desde los albores de la era moderna, en tiempos de crisis han prolife- rado las doctrinas espiritistas, gnósticas y ocultistas, entre las que siempre ha jugado su papel la doctrina de la reencarnación (DR). El autor del presente artículo, del que en 1992 se publicó la versión castellana de su Escatología, piensa que éste es hoy el caso. En el 

     ámbito privado la crisis se presenta como crisis de sentido. En el públi- co, la crisis se manifiesta en el miedo ante la progresiva destrucción de la creación y en la impotencia ante el aumento implacable de la po- breza y de la injusticia en el mundo. En este contexto hay que situar la tendencia actual a buscar refugio en el espiritismo, en movimientos como el «New Age»y en la forma occidental de la doctrina de la reencarnación.

    Nur einmal auf Erden? Seelenwanderung und Reinkarnation zwis- 

    chen Häresie und Hoffnung,Bibel und Kirche 49 (1994) 35-41.

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    algo totalmente distinto. Así, porej., en Tit 3,5; Jn 3,3.5; Estos tex-tos se refieren a la renovaciónético-religiosa de la misma persona en la tierra en suactualvida y cuer-

    po, mediante el bautismo y la fe.La doctrina de la reencarna-ción recibe una expresión parti-cular en losUpanishad (s. VIII a.C).La vida humana y divina se en-cuentra sometida a la ley del kar- ma, es decir, al nexo condicional,que se da en la vida moral,entre la 

    acción y sus consecuencias.Hay una

    retribución del bien y del mal enforma de una automática causali-dad retributiva. Tal retribucióntiene lugar mediante una multi-tud de cambios y renacimientos(samsara), necesarios para que lapersona humana pueda llegar a suverdadero yo. Una vida no basta

    para ello. Se pretende liberar a lapersona de lamaldición de los re-nacimientos y del cambio eterno,de manera que, en su atman (principio de identidad espiritual),la persona se una con el Ser ab-soluto y eterno, el Brahman (elalma del mundo). Éste se encuen-tra ínsito en la persona y, a través

    de todo lo perecedero, es lo úni-co imperecedero y salvífico. Losprincipales caminos de redenciónson el conocimiento, el trabajo yla entrega al amor de Dios.

    Esta concepción encontróeco en el pensamiento de la Ilus- tración. Ya dentro del s. XX se hahecho popular gracias a la

    antro- posofía  de Rudolf Steiner. En suvariante occidental, esta doctrinasubraya el perfeccionamiento del género humano que posibilita lareencarnación. Un moderno re-presentante de esta doctrina afir-

    ma: «Si algo potencialmente divi-no ha sido colocado en la perso-na humana, ésta debe desarrollar-lo en el tiempo y en el espacio,hasta que lo que se encuentra la-

    tente en ella se manifieste plena-mente. Una única vida humana esdemasiado corta para ello y lamuerte no otorga automática-mente la iluminación a la persona.Hace falta una serie de vidas. Ladoctrina de la metempsícosiscomplementa la de la evolucióncon una dimensión espiritual. Elespíritu se reviste de nuevas en-volturas, busca mejores posibili-dades de expresión, hasta reco-nocer su propia inmensidad» (H. Torwesten).

    A diferencia del hinduismo, nose trata de liberarse de la maldi-ción de las reencarnaciones, sino

    de aprovechar la oportunidadque éstas ofrecen de progresareternamente hacia la perfeccióndefinitiva del individuo y de la hu-manidad.

    Razones de la plausibilidadactual de la DR

    Esta concepción del mundoofrece una esperanza que pareceproporcionar más sentido que elmensaje cristiano del Reino deDios y de la resurrección de losmuertos.

    1. Parece que se da una res-puesta satisfactoria a la pregunta 

    de la teodicea:¿de dónde viene el

    mal y el sufrimiento injusto? ¿porqué lo permite Dios? En la DRestas preguntas encuentran unarespuesta en la ley del karma, esdecir, las malas acciones que unomismo ha llevado a cabo en una

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    vida anterior siguen actuando enel sentido de una justicia equili-bradora y retributiva. A algunosles resulta difícil asumir lo no de-terminado de la historia y buscan

    causas y efectos inequívocos enel marco de una regularidad cós-mica que pueda dominarse fácil-mente.

    ¿Es satisfactoria esta respues-ta? ¿Explica Auschwitz o la muer-te de un niño, víctima del cáncer?¿No es más humano aceptar lainexplicabilidad del dolor, apoyar-se en él mutuamente y esperarque todo —ahora, y definitiva-mente en la muerte— sea asumi-do por aquel amor salvífico quellamamos Dios? Jesús rechazó larelación entre el dolor de unapersona y su culpa o la de sus an-tepasados (Jn 9).

    2. La DR parece dar una res-puesta satisfactoria a la preguntasobre mi identidad: ¿quién soy yo?¿de dónde vengo? ¿a dónde voy?¿soy realmente portador de algoeterno y espiritual? La realidad deuna vida anterior o posterior for-ma así parte de la autodefiniciónde la persona humana. Lo inexpli-

    cado se explica por la realidad deuna vida anterior. Lo imperfecto einterrumpido se desarrollará y al-canzará su plenitud con posterio-ridad.

    Pero ¿no queda dividido conello mi identidad? Algo eterno yespiritual iría seleccionando enmí un nuevo cuerpo, un nuevotiempo, una nueva historia, nue-vas relaciones, sin que una corpo-ralización sepa nada de lo ante-rior. ¿Tan poco importante es,para mi identidad espiritual yeterna, mi concreta vida corporal,

    con sus relaciones con los de-más? ¿No quiere, más bien, elamor que el otro sea eterno (G.Marcel)? Todo ello manifiesta unamanera de pensar, según la cual

    nada hay definitivo, todo puedeempezar de nuevo. ¿Por qué ac-tuar entonces como si una pro-mesa de fidelidad hubiera de serdefinitiva?

    3. La DR encaja muy bien conla moderna fe en el progreso:todopuede y debe progresar. Contodo, en los últimos años, esta feha perdido algo de su fascinaciónen el campo de la economía y dela técnica: hemos dado con los«límites del crecimiento». Estenuevo entusiasmo por la DR ¿noimplica la trasposición a un ámbi-to espiritual de esta ideología delprogreso y del rendimiento? ¡Por

    lo menos en la perfección ética yespiritual de la persona humana y,a través de ella, de todo el génerohumano sí debe haber un progre-so sin límites! La DR es expresiónde la idea moderna del rendi-miento y del progreso, religiosa-mente internalizada.

    Sin embargo, ¿por qué la evo-

    lución del género humano debe irsiempre hacia adelante? ¿Por quéla persona ha de perfeccionarsegracias a su propio esfuerzo éti-co? ¿Por qué este progreso nopuede sernos regalado?

    4. La DR se adapta bien a laexpulsión de la muerte del ámbitopúblico y social, especialmente enlo que ésta tiene de negativo (in-terrupción radical de la vida y ex-presión de soledad e impotencia).Hoy en día se quiere arrebatar ala muerte su carácter de límiteincondicional y se la considera un

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    paso suave de esta esfera terrenaa una esfera espiritual, y de allí aotra vida terrena en la que todopuede intentarse de nuevo. Ennuestra sociedad postcristiana se

    pretende otorgar una ayuda pu-ramente humana para morir. Nobastan los cuidados médicos, esnecesaria una perspectiva cuasi-religiosa que procure consuelo yesperanza. A ello contribuye laDR: se presenta como una ayudaacreditada, aconfesional y, sobretodo, científica, lo que da seguri-dad a muchas personas.

    5. Esta doctrina parece proba-da mediante los resultados de lainvestigación parapsicológica.¿Cómo explicar inexplicables ex-periencias a lo déjàvu, recuerdosque vuelven a la memoria, la «te-rapia de la vuelta atrás» mediante

    la hipnosis, etc? Habría fenóme-nos asombrosos, explicables apartir de una parapsicología seria. Y sin embargo, ésta afirma queuna cosa son los fenómenos ob-servados y otra las interpretacio- nes explicables por una determina- da posición cosmovisional. La reen-carnación no es un hecho empíri-

    co científico, sino una interpreta-ción de estos hechos. En sí loshechos son polivalentes. Hay lateoría de la memoria heredadagenéticamente, la de la intensivapersonificación con un tiempo ouna persona pasada, la del incons-ciente colectivo (Jung), la de losmecanismos de transferencia enlas terapias de hipnosis, la de lasrelaciones telepáticas entre vivosy muertos, etc. En cualquier caso,la DR no es ningún conocimientocientífico, sino una confesión cos-movisional.

    Cristianismo primitivo yreencarnación

    De vez en cuando emerge encírculos de partidarios de la DR

    la teoría de que, en los primerostiempos de la Iglesia, algunos Pa-dres habían defendido la DR yhabían sido rechazados por lateología oficial. Esto es falso. Lostestimonios más primitivos nosmuestran que el rechazo de losPadres de la Iglesia es unánime.Además, hay que tener en cuentaque su teología se dirigía contralos gnósticos, que defendían am-pliamente la reencarnación. LaDR no fue ni una doctrina cristia-na ni una herejía, sino una convic- ción religiosa extracristiana,absolu-tamente incompatible con la fecristiana.

    Parece queOrígenes (s. III) fueuna excepción. Sin embargo, ¿quéfue lo que dijo? Orígenes nuncaenseñó la doctrina de la re- encar-nación, sino la encarnación delalma preexistente. «Orígenes en-señó que las almas habían sidocreadas al mismo tiempo porDios y que, según su fidelidad a

    Dios, permanecieron en su alturao cayeron de ella. Algunas caye-ron del todo (los demonios).Otras permanecieron del todo(los ángeles). Y otros se aparta-ron y fueron encerrados porDios en el cuerpo, como castigo.Según el grado de la caída, encuerpos de bestias o de personashumanas» (Ch. Schönborn). Encambio, en otros escritos de inter-pretación bíblica rechaza Orígenesaquellas interpretaciones de losgnósticos que van a parar a unareal reencarnación de las almas.

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    El sínodo de Constantinopla(543) condenó a Orígenes y elorigenismo, pero no la DR. «Si enel s. VI se hubiera creído que Orí-genes enseñaba esta doctrina, no

    se hubiera perdido la oportuni-dad de reprochárselo. El sínodocondenó la doctrina de Orígenessobre la preexistencia. Que, conello, la reencarnación se excluye-ra de modo implícito es algo quesólo afecta indirectamente altema. La Iglesia nunca ha conde-nado la DR porque, hasta el s. XX,nunca la ha considerado comouna doctrina que hubiera quecompatibilizar con la experienciafundamental cristiana» (Ch.Schönborn).

    ¿Compatible con la fecristiana?

    1. Una interpretación del mundo básicamente diferente. En la DRpredomina una imagen monista del mundo: Dios y el mundoconstituyen una gran conexiónde vida y energía. La persona con-creta es sólo una manifestaciónde lo divino. Lo esencial es esta

    chispa divina de vida y espírituque hay en ella. Lo demás —cuer-pos, historia, relaciones, etc.— esde segundo orden y más bienperjudica lo divino que hay en lapersona humana. Hay que esfor-zarse en purificar y liberar la par-te espiritual-anímico-divina quehay en nosotros y dejar que sedisuelva en el único espíritu cós-mico del que proviene.

    La fe cristiana, por el contra-rio, enseña la unidad y la diversi-dad entre Dios y el mundo, y en-tre Dios y la persona. Entre Dios

    y la persona no hay unidad de na-turaleza y de ser, pues Él es elcreador y nosotros, creaturas.Nuestra alma ha sido creada, esfinita y no divina. Sin embargo, a

    pesar de esta radical diferencia,gracias a Cristo se da una profun-da unidad entre Dios y el hom-bre: la unidad del amor. Dios,amor infinitamente creador, en-tra en comunión con nosotros,creaturas finitas, y por ello nues-tra alma es inmortal y el «órganointerlocutor» de la persona conDios. La inmortalidad no nos co-rresponde por naturaleza, sinoporque Dios nos ama con amorincondicional e infinito, y por amornos regala su Espíritu Santo.

    2. Imagen personal de Dios ver- sus reencarnación.A quien cree enun Dios personal la DR no le

    aporta nada salvífico ni liberador.Por muchas reencarnaciones quehaya y en virtud de la diferenciaCreador/creatura no puedo pormí mismo llegar a ser «divino» niacercarme a Dios poco a pocogracias a mi perfección moral.Los mayores esfuerzos éticos yreligiosos nunca podrán superar

    el abismo que hay entre Dios y lapersona humana. Sólo el amor yla misericordia de Dios puede su-perar este abismo. A nosotrosnos toca aceptar esto humilde-mente. Si acepto este amor en mivida —por lo menos, incipiente-mente—, al morir no necesitovolver a la tierra para empezar denuevo. En la muerte Dios acogenuestro corazón, incluso la ma-yor miseria creatural, y la atrae asu corazón. Así regala a cada per-sona su plenitud, la que le hacefeliz a ella y la que le colma de

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    todas sus posibilidades, ya se tra-te de un niño pequeño o de undisminuido, cuya plenitud es dife-rente de la de una persona quemuere después de una vida ple-

    namente realizada. También enaquel caso se da una plena consu-mación, al ser asumida esta per-sona concreta, de una manera de-finitiva, salvífica y beatificante, enla plenitud de un amor inagotable.Este encuentro con el amor per-donador y salvador de Dios loespero para

    todapersona huma-

    na en la hora de su muerte, inclu-so para el mayor pecador. Que élse abra a este amor —ahora o enla muerte— es algo que nadiepuede saber. Hay que dejarlocomo posibilidad abierta. La liber-tad de la persona humana es im-previsible y no puede insertarse

    en un sistema de armonía cósmi-ca. Debemos esperar que todosentraremos en la vida eterna deDios, pero también debemoscontar con la posibilidad del in-fierno, es decir, la posibilidad deuna cerrazón definitiva, libremen-te escogida, de la persona huma-na ante Dios.

    3. Concepción de la salvación básicamente diferente. Para la fecristiana la salvación es comunióncon Dios y no la conquista de laperfección ética. Contra la mo-derna ideología del progreso sos-tenemos que la consumaciónconsiste precisamente en ser re-dimidos de nuestros propios es-fuerzos de activismo. Lo cual nosignifica pura pasividad (como da-ría a entender la expresión «eter-no descanso»), sino dejarseatraer por la dinámica inagotablede un amor rebosante de vida,

    fantasía y belleza y con el quenunca llegaremos al final.

    4. Una concepción de la corpo- ralidad básicamente diferente. Porinfluencia del platonismo, ha habi-

    do en el cristianismo una granhostilidad hacia el cuerpo. Peroen la DR la minusvaloración delcuerpo es mayor. La fe confiesa la«resurrección de la carne». Por«cuerpo» (o «carne») entende-mos nuestra historia vital, nues-tras amistades, nuestras penas ynuestras alegrías, el conjunto denuestras experiencias con elmundo. El cuerpo, como única yno intercambiable forma del alma,es un «símbolo» de ésta, su «au-toexpresión». Puede existiruna divergencia entre alma ycuerpo (sobre todo, en personasenfermas o ancianas). Pero, más

    allá de esto, hay una profunda uni-dad entre ambas y, a partir deesta unidad, Dios nos ama y nossalva. La concepción de la DR, se-gún la cual, en la muerte, lo espiri-tual de la persona se libra delcuerpo, no es compatible con laimagen cristiana de la personahumana ni con la esperanza de la

    resurrección de la persona con-creta y de toda su historia vital.

    La «experiencia fundamen-tal» cristiana

    La incompatibilidad de la fecristiana con la DR se funda enuna «experiencia fundamental»absolutamente diferente. ¿En quéconsiste? Ch. Schönborn la ex-presa en forma de relato:

     «Un viejo ruso me contóesta historia. De joven, huyó aFrancia y se convirtió en oficial

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    de la legión extranjera. A sus ór-denes había un soldado alemán,brutal en el hablar y en el tratocon los demás. En una escaramu-za, el alemán fue herido grave-

    mente e hizo llamar a su oficial.Éste encontró al herido profun-damente cambiado. Le pidió: ¿cree Vd., que, si muero ahora, Cristo me puede dar algo de sí? El oficial lepidió qué quería decir. Sí, dijo elherido, si, al morir, voy al cielo, y en- cuentro los ángeles y santos, dirán: 

     ¿quéhace éste aquí? y no entraré.Pero, si Cristo me da algo de sí, en- tonces no podrán decir nada y po- dréentrar.Al poco, murió. Y el ofi-cial ruso entendió en qué consisteel cristianismo: la experiencia fun-damental de queCristo nos da algo 

    de sí y nos hace hombres nuevos».En la cruz, Jesús dijo al ladrón

    arrepentido: «hoy estarás conmi-go en el paraíso». Hoy y no des-pués de una larga cadena de

    reencarnaciones. El mensaje cris-tiano nos exige el precio de la con- fianza. Para muchos este precioes muy alto y prefieren contarcon su propio rendimiento ético.Nuestra mentalidad actual inten-ta que la esperanza cristiana enque la plenitud se nos da en elReino de Dios se someta al Mo-loch de la ideología del progresoy del rendimiento. Confianza enDios o  en el propio esfuerzo. LaDR es la variante más actual deesta eterna alternativa.

    Tradujo y condensó: JOSEP GIMÉNEZ

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    Agustiniana

    «Ámame más, Señor, para quererte».Búscame más, para mejor hallarte.Desasosiégame, por no buscarte.

    Desasosiégame, por retenerte.

    Pódame más, para más florecerte.Desnúdame, para no disfrazarte.Enséñame a acoger, para esperarte.Mírame en todos, para en todos verte.

    ¡Por los que no han sabido sospecharte,por los que tienen miedo de encontrarte,por los que piensan que ya te han perdido,

    por todos los que esperas en la muerte,quiero cantarte, Amor, agradecido, porquesiempre acabamos por vencerte!

    PEDRO CASALDÁLIGA, El tiempo y la espera, 1986, p. 23.