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TEMA 6º: DIMENSIÓN BIOLÓGICA Y SOCIOCULTURAL DEL SER HUMANO 1ª. La dimensión biológica del ser humano: a) La controversia filosófica sobre la evolución: fijismo vs evolucionismo b) El proceso de hominización: 1º. La evolución de los homínidos 2º. Los rasgos diferenciales 2.- La dimensión sociocultural del ser humano a) El proceso de humanización: la cultura como factor humanizador b) Naturaleza y cultura: ¿oposición o complementación? c) Cultura animal y cultura humana d) El hecho de la diversidad cultural: 1º. Etnocentrismo, relativismo cultural y multiculturalismo 2º. La situación en el mundo actual: convergencia cultural y globalización e) Mecanismos de transmisión cultural ___________________________________________ 1ª. La dimensión biológica del ser humano: a) La controversia filosófica sobre la evolución : Una de las características que distinguen al ser humano es su capacidad no sólo de conocer, sino también de conocerse a sí mismo. Por eso, aunque vive sometido a las leyes de la naturaleza, como todos los seres, es el único que siente la necesidad de conocer las diferencias que separan a los seres vivos de los seres 1

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Page 1: filoblog2012.files.wordpress.com · Web viewA modo de síntesis, esquematizamos las principales semejanzas y diferencias entre los modelos evolucionistas defendidos por Lamarck y

TEMA 6º: DIMENSIÓN BIOLÓGICA Y SOCIOCULTURAL DEL SER HUMANO

1ª. La dimensión biológica del ser humano: a) La controversia filosófica sobre la evolución: fijismo vs evolucionismo b) El proceso de hominización: 1º. La evolución de los homínidos

2º. Los rasgos diferenciales

2.- La dimensión sociocultural del ser humano

a) El proceso de humanización: la cultura como factor humanizador b) Naturaleza y cultura: ¿oposición o complementación? c) Cultura animal y cultura humana d) El hecho de la diversidad cultural: 1º. Etnocentrismo, relativismo cultural y multiculturalismo

2º. La situación en el mundo actual: convergencia cultural y globalización

e) Mecanismos de transmisión cultural

___________________________________________

1ª. La dimensión biológica del ser humano:

a) La controversia filosófica sobre la evolución:

Una de las características que distinguen al ser humano es su capacidad no sólo de conocer, sino también de conocerse a sí mismo. Por eso, aunque vive sometido a las leyes de la naturaleza, como todos los seres, es el único que siente la necesidad de conocer las diferencias que separan a los seres vivos de los seres inertes, y, sobre todo, las diferencias que le separan a sí mismo de unos y otros. Es esta “necesidad” la que hace que nuestra identidad biológica aparezca como un “problema”. La pregunta por la identidad humana-¿qué somos?- lleva a plantearse cuestiones como “¿de qué estamos hechos?” o “¿de dónde venimos?”, que hacen referencia a nuestra naturaleza y a nuestro origen. Estas preguntas exigen respuestas, y más si tenemos en cuenta que se han planteado de forma reiterada a lo largo de los últimos ciento cincuenta años sin que hasta hoy se haya obtenido una respuesta satisfactoria. La identidad humana y su origen siguen siendo en la actualidad una incógnita. Hasta el siglo XIX, las respuestas habían sido de tipo religioso y científico. Sin embargo, habían permanecido inalterables, ya que estaban asentadas en la tradición y en el dogmatismo. A partir de esta fecha, la solución a estas cuestiones fue asumida por la ciencia moderna y fue entonces cuando se manifestó el carácter problemático que tiene la cuestión de la identidad humana.

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En general, la historia de las respuestas a la cuestión del origen y naturaleza del ser humano se divide en dos grandes etapas: fijismo y evolucionismo. Vamos únicamente a recordar los rasgos generales de estos dos paradigmas antagónicos para tomar conciencia de las implicaciones filosóficas que laten en ellos.

Fijismo

Hasta el siglo XIX en el pensamiento occidental predominó una concepción fijista de las especies. Se designa con el término fijismo a la teoría de que las especies han permanecido invariables (es decir, fijas) a lo largo de su existencia. Para las teorías fijistas las especies han sido siempre tal cual son ahora, sin variaciones significativas. Las explicacions fijistas más importantes han sido:

Esencialsimo aristotélico: el defensor más importante del fijismo en la Antigüedad fue el filósofo griego Aristóteles. A él se deben también los primeros estudios rigurosos de la anatomía y morfología de las plantas y los animales, y el primer intento de clasificación de las especies. La concepción fijista de Aristóteles está en dependencia de su propia concepción metafísica. Para explicarlo diremos que, para Aristóteles, todas las cosas reales, que él llama sustancias, están compuestas de materia prima y forma sustancial (teoría hilemórfica). La forma sustancial constituye la esencia de cada especie, mientras que la materia prima es el componente material que entra en la constitución de dicho ente. Según Aristóteles, estas esencias invariables, estas formas sustanciales, no se crean. Son eternas. Existen desde siempre, y son siempre las mismas. Por ello, no pueden aparecer especies nuevas.

Creacionismo esencialista cristiano: el cristianismo, a diferencia del pensamiento griego, parte de una concepción creacionista. En la Edad Media muchas de las tesis de Aristóteles (entre ellas que los individuos son compuestos de materia prima y una forma sustancial invariable) fueron asimiladas por la Iglesia católica. Con lo que el fijismo aparecía doblemente reafirmado: por Aristóteles y por la Biblia. La fundamentación cristiana del fijismo se deriva directamente de la concepción de Dios característica de esta religión. Si Dios tiene, entre otros, los atributos de la absoluta perfección y la omnipotencia, entonces es lógico pensar que los seres por él creados han de ser “perfectos en su género” desde el momento de su creación, lo cual excluye toda idea de cambio, y, más aún, la idea misma de evolución, pues esa idea supone que algo cambia a mejor, por lo tanto, que antes del cambio era malo, deficiente o imperfecto. Pero, ¿cómo un Dios todopoderoso, bueno y omnipotente iba a crear seres con esas características?...

Precursores del evolucionismo

A lo largo del siglo XIX se produce una auténtica revolución biológica, cuya consecuencia más importante fue mostrar las insuficiencias y contradicciones presentes en el creacionismo fijista. En primer lugar, Lamarck y posteriormente Darwin, formularon una explicación alternativa (la teoría evolucionista), que sacudió profundamente a una sociedad en la que el creacionismo, sustentado en la autoridad de la Iglesia, la Biblia y Aristóteles, se consideraba la explicación definitiva sobre el origen de los seres vivos.

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Sin embargo, antes de que el evolucionismo fuese defendido de forma explícita, ya hubo una serie de autores, cuyos estudios toparon con las insuficiencias del fijismo. Estos autores (Buffon, Linneo, Cuvier...) fueron, sin excepción, fijistas. Seguramente, tomaron conciencia, merced al desarrollo de sus propias investigaciones, de las incoherencias de aquella teoría, pero a pesar de ello ninguno la abandonó, ni la cuestionó de forma explícita y radical. Es posible, como se ha señalado con relativa frecuencia, que los motivos de tan paradójica actitud haya que buscarlos en el ámbito extra-científico. La presión de la Iglesia suele destacarse como el factor más decisivo... Sea como fuese, lo innegable es que las explicaciones dadas por estos autores más que salvar o reforzar el creacionismo, como era su propósito, tuvieron un efecto contrario. Llevando dicho marco teórico hasta el límite de sus posibilidades explicativas, tuvieron que inventar hipótesis, que chocaban claramente no sólo con los datos y observaciones empíricas que se iban poco a poco acumulando, sino incluso con el propio sentido común. Es por ello por lo que muy a su pesar, Linneo, Cuvier o Buffon son considerados hoy precursores del evolucionismo.

C. Linneo (1707-1778). Botánico sueco que ha pasado a la historia por llevar a cabo una empresa ciertamente titánica: clasificar los seres vivos conocidos en base a sus similitudes externas. Linneo no pudo acabar dicho proyecto, que fue continuado y completado por discípulos suyos. No obstante, su mérito fue innegable. Su clasificación (taxonomía), contenida en su obra Sistema Naturae, introdujo un criterio novedoso. Usó el llamado sistema binomial de nomenclatura que en la actualidad continúa usándose, y que consiste en emplear un nombre para el género al que pertenece la especie, es decir, al grupo amplio en el que se incluyen otras especies semejantes a ella, y un segundo término que concreta y especifica la especie de que se trata en cada caso (así, quercus robur para el roble común, homo sapiens para el hombre, etc.).

A medida que Linneo iba avanzando en su clasificación tuvo que verse obligado a reparar en las múltiples similitudes de las distintas especies pertenecientes a un mismo género. Si se preguntó si dichas semejanzas podían ser la “prueba” de un origen común es algo hoy imposible de determinar, pero es difícil pensar que a un espíritu tan sagaz y meticuloso le pasase inadvertida dicha posibilidad, sugerida por el uso de términos relacionales como especie o género... En cualquier caso, Linneo tendrá siempre el privilegio de ser considerado el primer clasificador serio de los seres vivos.

G-L. Lecrec, conde de Buffon (1707-1788). Escribió la Histoire Naturelle, Généralle et Particulaire. De proporciones gigantescas (cuarenta y cuatro tomos), fue la obra “científica” más importante y conocida del siglo XVIII, a pesar de su poco rigor y de entremezclarse en ella explicaciones de base empírica con otras de naturaleza religiosa, filosófica, junto a elucubraciones y tesis que hoy provocan sonrojo por su marcado carácter antropocéntrico y etnocéntrico. De todas las cuestiones allí contenidas, una de las más célebres y debatida fue la tentativa de Buffon de establecer con rigor la edad de la Tierra. Partiendo del estudio de ciertos minerales, y en concreto del proceso de enfriamiento del hierro, concluyó que la tierra tenía una edad aproximada de 70.000 años. Hoy se sabe, gracias a la paleontología, la geología y a las mediciones de las radiaciones de ciertos minerales, que la edad de nuestro planeta oscila en torno a los 4.600 millones de años. No obstante, lo menos relevante fue el dato en sí, claramente erróneo. Lo decisivo fue que alguien por vez primera en la historia de la humanidad se atrevió abiertamente, y con una cierta base empírica-racional, a poner en tela de juicio la cronología derivada de la interpretación literal del Antiguo Testamento, que situaba la aparición de Adán, el primer hombre, alrededor de unos 4.500 años, y del resto de seres vivos sólo unos pocos años antes. Por esta razón, Buffon fue juzgado por la

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Iglesia católica y tuvo que retractarse posteriormente. De todas formas, siempre mantuvo que la cronología bíblica era incompatible con los datos ofrecidos por el estudio de ciertos fósiles y minerales. A pesar de tales evidencias, Buffon permaneció siempre fiel al creacionismo fijista, recurriendo en última instancia a las usuales tesis de la omnipotencia divina y de la limitación e imperfección del entendimiento humano, para justificar lo que a todas luces se iba tornando injustificable.

G. Cuvier (1769-1832). Coetáneo de Lamarck y declarado enemigo suyo, fue durante toda su vida un enérgico defensor del fijismo. Sentó las bases de la anatomía comparada y se dedicó a la recolección, clasificación y estudio de restos fósiles. A pesar de los indicios que dicho material proporcionaba en favor de las tesis evolucionistas, Cuvier se aferró al paradigma creacionista.

El hallazgo de fósiles de especies vegetales y animales ya extinguidas suponía un desafío para el creacionismo. ¿Cómo explicar ese hecho?, ¿por qué esos seres vivos, criaturas divinas, habían dejado de existir? Cuvier actualizó y perfeccionó la teoría diluviana que basándose en la Biblia establecía que tales fósiles pertenecían a especies desaparecidas a consecuencia del diluvio universal. A medida que iban descubriéndose nuevos fósiles y datándose con mayor exactitud su edad, gracias al análisis de las diferentes capas de sedimentos (las secuencias estratigráficas) en las que habían sido hallados, la teoría diluviana se tornaba más endeble. Cuvier la completó con la teoría de las catástrofes y las creaciones sucesivas. De acuerdo con esta teoría desde el origen del mundo se habrían producido sucesivas catástrofes naturales, que habrían ido eliminando especies, a las cuales corresponderían los fósiles encontrados. Cuvier llegó a sostener que el número de catástrofes había sido de veintisiete, una por cada uno de los estratos diferenciados por los paleontólogos. Para compensar esas especies desaparecidas, Dios creaba tras cada catástrofe un número similar de nuevos seres vivos. Por eso, por muchas catástrofes que hubiese nunca llegaría a desaparecer la vida sobre la Tierra, salvo, claro está, que Dios mismo así lo decidiese.

No sólo desde un punto de vista científico era endeble la teoría de Cuvier. También lo era desde un respecto filosófico-religioso. Esa imagen de una naturaleza que periódicamente sufre catástrofes, a consecuencia de las cuales perecen un gran número de seres vivos, difícilmente puede compatibilizarse con la imagen cristiana de un Dios omnisciente, todopoderoso y bueno. ¿Por qué creó esa naturaleza catastrofista en vez de una armónica y estable?, ¿qué finalidad tiene la desaparición de sus criaturas?... La respuesta de Cuvier consistió en sostener que las creaciones sucesivas testimoniaban el inmenso poder creador de Dios.

T. Malthus (1766-1834). Economista británico famoso por haber sostenido una ley demográfica. Malthus observó que el ritmo de desarrollo de cualquier especie es muy superior al de los recursos necesarios para garantizar su subsistencia. Mientras que el primero lo hace en una proporción geométrica, el segundo lo hace en una proporción aritmética. La consecuencia lógica de ese hecho es que la naturaleza es desde sus orígenes el escenario en el que se libra una cruenta y continua lucha por la existencia entre los seres vivos, de tal forma que sólo los más preparados, los más fuertes sobreviven. Esta conclusión se deducía al observar que a pesar de aquel distinto ritmo de desarrollo, la tierra, como era de prever, no estaba superpoblada de seres vivos. Malthus aplicó esta ley de forma primaria y principal a la historia humana, sosteniendo una visión pesimista para el futuro de la humanidad, que debería enfrentarse a épocas de penuria y pobreza. Conforme a esta interpretación, acontecimientos como las guerras, las epidemias o las catástrofes naturales eran considerados como efectivos y necesarios mecanismos de control demográfico, que hasta la fecha habían impedido una lucha por la existencia total del hombre consigo mismo.

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Malthus influyó de forma muy decisiva en el evolucionismo. La noción de supervivencia del más apto llevó a Darwin a la formulación de uno de sus conceptos claves: selección natural. Con Darwin, la ley demográfica, interpretada de forma especial en clave antropológica por Malthus, pasó a ser una efectiva ley natural.

La conclusión que puede extraerse de todo lo anterior es que a lo largo del siglo XVIII, el creacionismo fijista fue mostrando su incapacidad para explicar satisfactoriamente hechos que desde distintos ámbitos (paleontología, anatomía comparada, estudio de minerales...) se iban acumulando en las manos de los naturalistas. Aunque la mayoría de éstos, como se acaba de ver, permanecieron fieles al paradigma tradicional, era ya simple cuestión de tiempo que espíritus más libres o menos temerosos defendiesen abiertamente una explicación alternativa sobre el origen de la vida en general, y del ser humano en particular. Dicha explicación alternativa fue el evolucionismo.

Evolucionismo

Cuando se habla de evolucionismo de forma casi inmediata se piensa en Darwin y en sus famosas tesis sobre el origen del hombre. Desde luego fue mérito suyo el desarrollar una explicación evolucionista coherente y sistemática, procediendo con rigor o, como se diría hoy en día, conforme a la metodología científica. Sin embargo, Darwin no fue el primer, ni el último defensor del evolucionismo. Él no “creó” dicha teoría de la nada y tampoco resolvió de una forma satisfactoria todos los interrogantes que suscitaba. Reducir el evolucionismo a la obra de Darwin, como sucede con relativa frecuencia, es injusto y erróneo. Injusto porque olvida o deja en un plano muy secundario a autores como Lamarck, Wallace, Sedgwick, Mendel o De Vries, y erróneo porque darwinismo y evolucionismo no pueden tomarse sin más como términos sinónimos. Actualmente, se considera el darwinismo como un eslabón más dentro de la historia del evolucionismo, que habría comenzado con Lamarck y que continuaría a lo largo del siglo XX llegando hasta nuestros días. Tendríamos así, tres grandes “etapas” en la historia del evolucionismo. A continuación, vamos a exponerlas en sus líneas genéricas.

1º. El evolucionismo de Lamarck

Jean-Batiste-Pierre Antoine de Monet, caballero de Lamarck (1744-1829) es considerado el pionero de la teoría evolucionista moderna que plasmó en su obra Filosofía zoológica (1809). Con él, el evolucionismo alcanzó por vez primera estatuto científico.

De forma esquemática, sus ideas pueden resumirse en tres tesis y dos principios:

A) Tesis: 1ª. La naturaleza es un todo creado por Dios, que parece hallarse dotada de una finalidad, apreciable en el hecho de que los seres vivos no exhiben todos un mismo grado de complejidad. De los microbios a los mamíferos superiores, y en última instancia al hombre, encontramos unas diferencias evidentes, Estas diferencias muestran con toda claridad que unos seres vivos están más desarrollados que otros, son más complejos o, por decirlo con claridad, están más evolucionados. ¿Cómo es eso posible?

2ª. En la naturaleza de vez en cuando se producen cambios más o menos drásticos a consecuencias de fenómenos tales como sequías, deshielos, inundaciones, terremotos, erupciones volcánicas... El resultado es que el medio se modifica y transforma obligando a los animales a adaptarse a la nueva situación.

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3ª. Algunos seres vivos no son capaces de adaptarse al nuevo medio y desaparecen, como atestiguan los registros fósiles. Por el contrario, la mayoría sí se adaptan y sobreviven. Pero no se adaptan sin más, sino que como resultado de ese esfuerzo o proceso adaptativo, el animal resultante es mejor, más capaz que los anteriores de su especie, en suma, ha evolucionado y está más adaptado al medio.

B) Principios: Para explicar de forma satisfactoria el proceso evolutivo, Lamarck recurrió a dos principios fundamentales:

1º. El uso o desuso de un órgano hace que éste se desarrolle y perfeccione o, por el contrario, se atrofie pudiendo llegar a desaparecer para siempre, pues la evolución no es un proceso reversible.

2º. Los caracteres adquiridos son hereditarios, es decir, que los cambios o modificaciones resultantes del uso o desuso de un órgano pasan a las generaciones siguientes. Como resultado de este proceso hereditario se produce la evolución de las especies. Los órganos usados de generación en generación se van perfeccionando progresivamente. A la inversa, los que no se usan se van atrofiando y degenerando hasta desparece, y con ellos los animales que los poseyesen.

El primero de los principios suele hoy expresarse en la afirmación “la función crea el órgano”. El creacionismo fijista sostenía que todos los animales se mantenían en la actualidad tal y como habían sido creados por Dios. Dios, como causa todopoderosa, providente y omnisciente habría dotado a cada ser vivo en el momento de su creación de los órganos más adecuados para la función que deberían desempeñar en la naturaleza, de acuerdo con el propio plan divino de la creación. Así, por ejemplo, a los caballos les dotó de pezuñas, que les permiten caminar y correr por abruptos terrenos sin dificultad. Igualmente, Dios en su infinita sabiduría creó a las serpientes sin extremidades, pues creadas para reptar no las necesitaban en absoluto. Desde esta perspectiva, el órgano es anterior a la función. Lamarck invirtió la explicación. Para él, los órganos visibles en un ser vivo son el testimonio de un largo y lento proceso evolutivo, que el animal ha recorrido para adaptarse a las cambiantes características del medio en el que vive. Al sostener esta tesis, Lamarck corrigió acertadamente al creacionismo fijista. En efecto, hoy se ha demostrado, por ejemplo, que los antepasados de los caballos, animales parecidos al actual okapi, no tenían pezuñas, sino dedos unidos por una fina membrana. Lo atestigua fehacientemente el registro fósil. La pezuña se fue formando según los antepasados de los actuales caballos tuvieron que irse adaptando a vivir no en áreas llanas y con vegetación, sino en espacios áridos y montañosos. La pezuña al disminuir la superficie de fricción con el suelo fue perfeccionándose hasta llegar a su aspecto actual. Lo mismo sucede con las serpientes. Sus antepasados sí tenían extremidades, como las tienen hoy otros reptiles tales como los lagartos, salamandras o iguanas, pero desaparecieron por no serles adaptativos, por no usarse durante generaciones. Unos pequeños apéndices en la zona interna de las serpientes son el único rastro que la evolución ha dejado de sus antiguas extremidades. Los ejemplos podrían multiplicarse. Así, es célebre el de los ojos de los topos o de los peces que viven en las oscuras profundidades marinas, o el de la muela del juicio y el apéndice en el caso del ser humano... Lo que todos ellos patentizan es que la función crea el órgano y no a la inversa. Los órganos atrofiados se denominan hoy en día órganos vestigiales. Lamarck estaba pues en lo cierto.

Sin embargo, no sucedió lo mismo con su segundo principio. Hoy se sabe, gracias al descubrimiento de las leyes de la herencia y de las investigaciones genéticas, que los caracteres adquiridos no son hereditarios. Lamarck estaba convencido de que sí lo eran y que, por eso, la herencia era el mecanismo fundamental, que hacía posible la evolución. Célebre fue su

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“demostración” de este segundo principio. Según Lamarck, las actuales jirafas tienen el cuello tan largo como consecuencia de un proceso evolutivo-hereditario. Sus antepasados tuvieron cuellos mucho más cortos, pero llegó un momento en que la escasez de hojas en los árboles hizo que aquellos animales tuviesen que ingeniárselas para sobrevivir. La respuesta fue que algunos estiraron y estiraron el cuello para alcanzar la comida. Los descendientes de éstos nacieron ya con cuellos más largos, que a su vez ellos estiraron aún más y de nuevo trasmitieron a sus descendientes, y así sucesivamente hasta llegar al estado actual. Las que no obraron de esta manera perecieron. Esa es la razón de que hoy no existan jirafas de cuello corto.

A pesar de sus errores, Lamarck fue un autor que merece ser tenido en cuenta por haber abierto el camino que después transitarán autores como Wallace o Darwin. Como todos los pioneros cometió errores de bulto, pero la humanidad estará siempre en deuda con él por haber sido el primero en atreverse, con todas las reservas y precauciones que se quieran, a defender las tesis evolucionisas, rompiendo así con el inveterado dominio del paradigma creacionista.

2. El evolucionismo de Darwin

Charles Robert Darwin (1809-1882) perfeccionó la teoría de Lamarck, corrigiendo algunos de sus errores. Darwin colocó al evolucionismo sobre una base empírica de hechos y pruebas concretas, que la dotaron de un estatuto científico mucho mayor y de una sistematicidad, coherencia y capacidad explicativa sin comparación con las ideas de Lamarck y sus seguidores. Sus tesis fundamentales están contenidas sobre todo en dos escritos célebres: El origen de las especies (1859), considerada desde entonces la Biblia del evolucionismo, y El origen del hombre (1871).

Darwin, que como todos los grandes y verdaderos sabios, fue un hombre extremadamente modesto, afirmó siempre que su único mérito habría consistido en plasmar por escrito ideas, que flotaban ya en el ambiente de su época, ideas, por lo tanto, que la humanidad estaba ya dispuesta a aceptar, siempre que se le ofreciesen con un suficiente respaldo experimental. En su biografía, citada al final del tema en el apartado de lecturas recomendadas, restando importancia al enorme éxito del Origen de las especies, afirma: “Lo que creo que fue estrictamente cierto es que los naturalistas tenían almacenados en su cabeza innumerables hechos bien observados y listos para ocupar su debido lugar en cuanto cualquier teoría que los acomodase quedara suficientemente explicada”.

Su mérito habría sido entonces el de limitarse a proporcionar ese marco teórico, en el que encajar las pruebas acumuladas por los naturalistas durante decenios. Sin embargo, la cosa no fue en realidad tan sencilla. El camino que terminó con la publicación de su gran obra fue largo y dificultoso. Vamos a reconstruirlo en sus etapas fundamentales.

Como el propio Darwin reconoce, todo comenzó el 27 de diciembre de 1831 cuando, con sólo 21 años, embarcó en el Beagle en calidad de naturalista. Fue el suceso más importante de su vida y el que determinó toda su carrera. Durante casi cinco años (hasta el 2 de octubre de 1836), el Beagle llevó a cabo un viaje de reconocimiento, una exploración científica, por las costas de

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Sudamérica y los archipiélagos de la costa asiática del Pacífico y del océano Índico. Ello permitió al joven Dawin no sólo observar de forma directa formas de vida realmente curiosas y nuevas para él, sino sobre todo recoger numerosísimas muestras y notas de fenómenos biológicos, zoológicos y geológicos, que conformarían su material de análisis y estudio durante los años posteriores.

Lo primero que llamó su atención fue el descubrimiento en la Pampa argentina de grandes animales fósiles dotados de una armadura similar a la de los actuales armadillos. La comparación entre aquellos fósiles y estos animales, le permitió establecer con rapidez la hipótesis de un origen común, según la cual, aquellos fósiles se corresponderían con antepasados de los armadillos actuales. En segundo lugar, observó con agudeza que en distintas partes de Sudamérica vivían animales muy semejantes pero separados geográficamente por mucha distancia. De nuevo, la intuición fue clara. Dichas semejanzas parecía hablar con claridad en favor de la tesis de un origen único para todos ellos. En tercer lugar, y quizá es ésta la consideración más conocida y la de mayor relevancia, su estancia en las Islas Galápagos le sirvió para observar que la práctica totalidad de las especies que las habitaban (tortugas, pinzones...) no existían más que en esas islas. Más aún, que en cada una de ellas se encontraban ejemplares distintos, que no se hallaban en ninguna de las otras islas del archipiélago. ¿Qué explicación podía haber a semejante hecho?. Teniendo en cuenta que los estudios geológicos mostraban que dichas islas no eran muy antiguas, la hipótesis más plausible era suponer que las semejanzas se debían a un origen común, mientras que las diferencias tenían su causa en el aislamiento geográfico de cada especie, pues las características ambientales en este caso no eran significativas (nótese ya la diferencia con Lamarck...).

Darwin se hallaba convencido de que los datos observados durantes su viaje en el Beagle sólo podían ser explicados de forma satisfactoria si se aceptaba el supuesto de que las especies se modificaban gradualmente y que, como consecuencia de ello, los seres vivos eran capaces de adaptarse al ambiente. Ni la acción de las condiciones del entorno, ni mucho menos la voluntad de los organismos, especialmente difícil de aplicar al reino vegetal, podía ser la causa última y verdadera de los innumerables casos de adaptación. Había que buscar una razón alternativa.

La solución la encontró Darwin gracias a dos influencias distintas. Al regresar a Inglaterra se dedicó a estudiar la variación existente en animales y plantas domésticos. Conversaciones con jardineros y ganaderos, sumadas a la lectura de numerosa documentación, le llevaron a comprender que la selección era la clave del éxito del hombre a la hora de crear razas útiles de animales y plantas. Dicha selección artificial era el fundamento de las modificaciones de los caracteres físicos y conductuales de los animales domésticos, diseñadas por el hombre de acuerdo a sus intereses. La pregunta que Darwin se formuló de inmediato fue: ¿No es más que probable que en la naturaleza exista un mecanismo semejante que regule la vida de los seres vivos?. Aunque la idea estaba ya vislumbrada, seguía siendo aún un misterio cómo la selección podía aplicarse a los seres vivos en su estado natural.

La luz llegó en octubre de 1838, cuando por casualidad Darwin leyó el Ensayo sobre población de Malthus. Las tesis ya comentadas de este autor sobre los desiguales ritmos de desarrollo de los seres vivos y de los recursos necesarios para garantizar su subsistencia, pusieron a Darwin sobre el camino correcto. Admitiendo que el poder reproductor de las especies era mucho más rápido que

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el de los alimentos, llamaba la atención el que no se hubiese producido todavía una superpoblación del planeta, antes al contrario, Darwin destacó que lo observable era una cierta estabilidad de las especies y de sus poblaciones. La única explicación posible para este sorprendente hecho tenía que ser la enunciada por Malthus. Admitir que en la naturaleza existía un férreo mecanismo de control demográfico. Darwin lo denominó selección natural. Como su propio nombre indica, tal mecanismo establece que la propia naturaleza se encarga de regular el número de seres vivos de cada especie produciendo la aniquilación de una gran parte de ellos en función de distintas causas ( depredadores, cambios paulatinos o bruscos en el medio, enfermedades...).

Ahora bien, la tesis de la selección natural no podía por sí sola explicar el complejo proceso evolutivo y las transformaciones sufridas por los seres vivos. ¿Cómo funciona la selección natural?. He aquí la pregunta clave. La respuesta darwinista nos lleva a los otros conceptos claves de su teoría evolutiva:

1º La lucha por la existencia: Derivada del desigual ritmo de crecimiento seres vivos-recursos. La lucha por la existencia se desencadena necesariamente cuando el número de individuos es mayor que el de los alimentos disponibles. Los recursos pueden tornarse insuficientes bien por una explosión demográfica, por cambios naturales (sequías, terremotos, inundaciones), por una combinación de ambas causas o, como ocurre con frecuencia hoy en día, por efectos derivados del modo de proceder del ser humano (contaminación, deforestación...). Sea cual sea la causa, el resultado es siempre el mismo. Se rompe el equilibrio del medio biológico y se desencadena la lucha por la existencia.

2º La supervivencia del más apto: Si la escasez de recursos es la causa de la lucha por la existencia, su consecuencia es que sólo conseguirán sobrevivir los animales mejor dotados de cada especie, que serán los únicos que tengan descendencia y, por lo tanto, transmitan sus condiciones favorables a las generaciones siguientes. Al quedar aniquilados los demás, el equilibrio del medio tenderá a reestablecerse, mas nunca de forma definitiva, sino siempre temporal. La evolución, vista desde esta óptica, se muestra como un proceso gradual y continuo.

3º La variabilidad: La lucha por la existencia y la supervivencia del más apto son respectivamente la causa y la consecuencia de la selección natural. Ahora bien, es obvio que ésta requiere para poder desplegarse de una previa condición de posibilidad. Es un hecho tan evidente que, como suele pasar a menudo en estos casos, pasa desapercibido. La selección natural no podría operar si todos los individuos de cada especie fuesen iguales. ¿Cómo podría hablarse siquiera entonces de selección?. Ahora bien, esto no sucede en realidad. Muy al contrario, como había observado ya Daewin desde joven, tanto en el reino vegetal, como en el animal domina una absoluta variabilidad. La naturaleza parece complacerse en obrar de tal modo que no haya nunca dos individuos exactamente iguales en cada especie. Los habrá parecidos, semejantes, similares pero nunca idénticos. Y es gracias a ese hecho que la selección natural puede desplegarse. Con otras palabras, la variabilidad es la primera y auténtica condición de posibilidad de la selección natural. Ésta opera sobre aquélla. Si tiene sentido hablar de triunfadores en la lucha por la

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existencia o de animales mejor dotados o más aptos, evidentemente es porque no todos son iguales, mejor dicho, porque todos, en mayor o menor medida, son diferentes.

Con este aparato conceptual, sólidamente asentado en datos y observaciones empíricas acumuladas a lo largo de toda su vida, Darwin llevó a cabo una profunda reformulación del evolucionismo transformista de Lamarck, completando y corrigiendo aspectos que éste había dejado apenas apuntados o sin una adecuada fundamentación teórica-experimental.

A modo de síntesis, esquematizamos las principales semejanzas y diferencias entre los modelos evolucionistas defendidos por Lamarck y Darwin:

SEMEJANZAS DIFERENCIAS

Ambos criticaron el fijismo, tomando como base de sus investigaciones la hipótesis de la comunidad de descendencia, es decir, la idea de que todas las especies actualmente existentes derivan de una única especie común.

Lamarck y Darwin coinciden en sostener que la causa que origina el proceso evolutivo es la necesidad de adaptación al medio, que experimentan los seres vivos Esta idea común es, no obstante, desarrollada de forma notablemente distinta por cada uno de ellos

Ambos sostuvieron que los caracteres adquiridos eran hereditarios

Darwin eliminó el prejuicio antropológico de Lamarck al incluir también al ser humano en el proceso evolutivo. El hombre, como el resto de seres vivos, ha surgido por evolución a partir de otras especies.

Darwin rechazo toda interpretación voluntarista de la evolución. El mecanismo que la explica es la selección natural , que opera sobre la variabilidad animal y que provoca la supervivencia del más apto y, a la larga, la aparición y desaparición de especies.

3.3 Neodarwinismo o teoría sintética de la evolución

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Darwin dio el espaldarazo definitivo al evolucionismo introduciéndole en el camino de la ciencia, pero no pudo resolver todos los problemas, que dicha teoría suscitaba. Por supuesto, no nos referimos a las dudas de carácter metafísico, que todavía hoy siguen debatiéndose, sino a las susceptibles de resolverse conforme al proceder metodológico de la ciencia.

En la actualidad, se conoce con el nombre de neodarwinismo o teoría sintética de la evolución a la reformulación del darwinismo desarrollada a lo largo del siglo XX. Reformulación posible gracias a los avances de la biología en sus distintas áreas: genética, inmunología, embriología etc..., sumado ello a los no menores avances logrados en los estudios paleontológicos y de anatomía comparada. Llegados a este punto, es necesaria una advertencia importante. Frente a lo que en ocasiones se lee o escucha, los descubrimientos y avances en los campos reseñados lejos de mostrar lo erróneo de la posición de Darwin, han venido a consolidarla. Sus tesis fundamentales se han ido confirmando paulatinamente, a la par que se completaban aquellos aspectos poco elaborados y se subsanaban los errores

A continuación se destacan los momentos más significativos en la historia del neodarwinismo:

1º) Las leyes de la herencia: De todos los problemas con los que se las tuvo que ver Darwin, sin duda el que más desvelos le produjo fue el relativo al origen de la variabilidad animal, es decir, esas variaciones, en muchos casos mínimas y en apariencia anecdóticas, que sustentan todo el edificio de su explicación evolucionista. Necesariamente a una mente tan lúcida como la de Darwin, le tenía que resultar insatisfactoria la explicación lamarckista de la herencia de los caracteres adquiridos a través del uso o desuso. Ejemplos de la vida cotidiana parecían falsar dicho principio. Así, los hijos de un hombre de complexión débil, que desarrolle su musculatura a lo largo de su vida, no heredan dicho desarrollo muscular, sino aquella debilidad originaria. Lo mismo sucede con determinadas enfermedades, que no desaparecen en los descendientes porque su antecesor adopte un determinado régimen de vida, por ejemplo, desarrollando hábitos alimenticios o de higiene, de actividad física etc... Darwin no ignoraba estos hechos, que parecían falsar el segundo principio de Lamarck. Con todo, lo aceptó al no disponer de una explicación alternativa más sólida para explicar el origen de las variaciones en los individuos. En todo caso, como confiesa en su biografía, fue ésta una cuestión que le produjo insatisfacción durante toda su vida...

La explicación de Darwin se mantuvo vigente hasta el cambio de siglo. Hasta ese momento, los mecanismos de trasmisión hereditaria eran muy poco conocidos, por lo que no fue fácil poner objeciones importantes a la teoría lamarckista- darwinista. La situación cambió radicalmente en 1900. En ese año, gracias a los esfuerzos de Hugo de Vries se dieron a conoce a todo el mundo las investigaciones que Gregor Mendel (1822-1884), un discreto monje moravo, había llevado a cabo a lo largo de su vida. Chocamos aquí con otra curiosidad histórica de las que parecen presidir el desarrollo de la ciencia. Mendel había publicado sus resultados en 1866. Sin embargo, dado que era un perfecto desconocido en los ambientes científicos de la Europa de la época, nadie reparó en

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su obra, ni tomó en consideración sus investigaciones. Ello posibilitó la supervivencia durante cuarenta años del error darwinista.

Las leyes de Mendel, aceptadas en la actualidad por todos los científicos, fueron resultado de la genialidad y la tenacidad de su autor quien, por espacio de ocho años, se dedicó a cultivar plantas de las dos especies diferentes de guisantes conocidas en la época (de tallo corto y tallo largo). Tras realizar innumerables cruzamientos y anotar infinidad de datos estadísticos sobre las distintas especies resultantes, Mendel extrajo sus resultados definitivos. En esencia, sus dos leyes (ley del monohibridismo y ley del polihibridismo) explican el mecanismo de la herencia del siguiente modo: cada individuo recibe de sus progenitores una serie de caracteres hereditarios a través de la células sexuales de aquellos. Dichos caracteres permanecen estables en el individuo, el cual, por su parte, los trasmitirá a sus descendientes. Con todo ello, Mendel no sólo estableció las bases de la genética moderna, sino que permitió indirectamente perfeccionar la explicación evolucionista, pero esa labor se la debemos a Hugo de Vries.

2º) La explicación mutacionista : Hugo de Vries (1848-1935) fue el “descubridor” de Mendel. Sus investigaciones no sólo sirvieron para demostrar definitivamente la verdad de sus leyes sobre la herencia, sino que, a partir de ellas, desarrolló lo que hoy se conoce como teoría mutacionista. De Vries sostuvo que en cada población coexisten dos tipos distintos de variaciones. Por un lado, estarían las modificaciones, causadas por factores ambientales y no transmisibles de padres a hijos. Las segundas serían las mutaciones, modificaciones mucho más profundas cuya causa no era el ambiente. Sólo las mutaciones se trasmitían de generación en generación.

Las consecuencias de estas afirmaciones fueron esenciales. Como ya se puede deducir a estas alturas de la exposición, es claro que la tesis según la cual las modificaciones no eran hereditarias supuso el golpe definitivo al lamarckismo. Si su primer principio ya había sido refutado por Darwin, ahora caía por tierra el segundo. Dado que únicamente las modificaciones originadas por una mutación son hereditarias, sólo ellas pueden ser la causa y origen de la evolución. Los cambios debidos a la influencia del medio ( las modificaciones) desaparecían con el individuo. Por decirlo con el ejemplo de Lamarck: Por mucho que una jirafa se empeñe en estirar su cuello y lograr así un aumento en su longitud de, pongamos por caso, dos o tres centímetros, ese nuevo carácter desaparecerá con ella, sus descendientes no nacerán con un cuello más largo, sino con uno cuya longitud, al llegar a la edad adulta, será idéntica a la que tenía el de su progenitor antes de ponerse a estirar el cuello. A no ser, claro está, que se produzca una mutación...

Pero la fusión de las investigaciones de Mendel y de Vries no sólo afectó a Lamarck. Darwin fue, como se diría hoy en día, otra víctima colateral. Si sólo las mutaciones pueden señalarse como causa del proceso evolutivo, al ser el origen de nuevos individuos que, tras un largo proceso, derivarán en nuevas especies, entonces, la selección natural deja de ser el motor esencial del cambio evolutivo. Eso no significa que se niegue su existencia. Sencillamente, se la relega a un plano menos decisivo que el que Darwin le había reservado. La selección natural opera

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sobre la variabilidad. Pero ésta no acontece por influencias del medio, ni por la voluntad del ser vivo, sino debido a la existencia de mutaciones. Ellas son el verdadero motor evolutivo. Su condición de posibilidad en sentido pleno y riguroso.

De Vries fue el primero en utilizar el témino mutación. Desde entonces, este término se ha convertido en la clave de bóveda del evolucionismo. Por eso, la pregunta esencial para entender correctamente esta teoría es: ¿qué es una mutación?. En la actualidad, la genética, sin duda alguna la disciplina biológica que más aportaciones está realizando para resolver los puntos oscuros del evolucionismo, define las mutaciones como Completar esto

Decía Darwin, que una diferencia inferior a un grano en una balanza es la causa que determina qué individuos han de vivir y cuales perecer. Hoy estamos en condiciones de afirmar que esas variaciones sumamente leves son debidas a un error aleatorio, que sucede durante el proceso de copiado del ADN de las células. Las mutaciones son la causa de toda la variabiliadad de seres vivos que han existido, existen y existirán. Ahora bien, no todas las mutaciones son de la misma naturaleza. Muchas de ellas, realmente la mayoría no juegan ningún papel en el proceso evolutivo. Son las llamadas mutaciones neutras. Pero hay otras que sí deciden el destino de los seres vivos. Considerémoslas con cierto detenimiento.

1. Mutaciones negativas o no adaptativas: Son aquellas que producen cambios en un individuo, que le colocan en una posición de desventaja en la lucha por la existencia frente a los otros individuos de su misma especie o de otras. Posiblemente, la mejor forma de comprender el significado de estas mutaciones sea a través de ejemplos concretos. Así, un conejo blanco silvestre será fácil presa de un depredador al tener un pelaje mucho más difícil de camuflar que el del resto de sus congéneres pardos. Lo mismo ocurrirá con un periquito cuyo plumaje no sea verde, color con el que puede mimetizarse con las hojas y ramas de los árboles. En cautividad, un periquito no verde, producido por selección artificial, puede vivir sin dificultad, pero no lo hubiese podido lograr de vivir en su medio natural. Otro caso célebre es el de Copito de nieve, el famoso gorila blanco criado en cautividad en el zoológico de Barcelona y recientemente fallecido. Su longevidad se debió precisamente al hecho de no tener que luchar por sobrevivir, es decir, a no tener que tomar parte en la lucha por la existencia. En su hábitat natural es casi seguro que no habría alcanzado la edad adulta. Su color albino no era adaptativo en la lucha por la existencia.

La literatura y el cine han fantaseado a menudo con la existencia pasada, presente y sobre todo futura de extrañas y maléficas criaturas, originadas por mutaciones naturales o causadas indirectamente por la negligente conducta humana. Dejando de lado el propósito moralizante de la mayoría de ellas, lo que sí es cierto es que el hombre se halla detrás de no pocas mutaciones y de su carácter positivo o negativo. También aquí un ejemplo es sumamente ilustrativo. La Biston betularia es un pequeño insecto, a medio camino entre una mariposa y una polilla, cuyo hábitat natural son los bosques, parques y áreas verdes ricas en abedules de Gran Bretaña. Su color “normal” es blanquecino con pequeñas manchas oscuras, que le permiten mimetizarse con el marrón de la corteza de los abedules. De vez en cuando, surgen algunos de estos insectos de color negro. Se trata de una mutación negativa porque dicho color les hace destacarse sobre los árboles,

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siendo capturadas por los pájaros que se alimentan de ellas. Por ese motivo, la población de estos insectos suele ser mayoritariamente blanca, pues las negras mueren pronto y no tienen descendencia, que herede su mutación. Sin embargo, la situación se invirtió con la llegada de la era industrial. El hollín, proveniente de la combustión del carbón en las fábricas e industrias, se pega sobre la corteza de los árboles, sobre las paredes etc... En esas condiciones, el color negro se vuelve más adaptativo. El blanco, por el contrario, deja de serlo. En pocos años la población de estos insectos se volvió mayoritariamente negra. En las últimas décadas, con la sustitución del carbón por otras fuentes de energia menos contaminantes, los investigadores han constatado que de nuevo los ejemplares blancos son mayoría. Su color ha vuelto a ser adaptativo.

2º Mutaciones positivas o adaptativas Los ejemplos anteriores sirven perfectamente para determinar cuándo puede y debe hablarse de un mutación adaptativa, a saber: cuando un ser vivo sufre una modificación aleatoria, que le hace especialmente apto para competir en la lucha por la existencia, quedando en una posición ventajosa respecto al resto. Tales individuos llegan a adultos y pasan a sus descendientes dichos caracteres adaptativos. Generación tras generación se van conservando estos cambios ayudando a una especie a adaptarse, sobrevivir y evolucionar.

No es fácil establecer a-priori qué cambios son positivos, cosa que no sucede con las mutaciones negativas. Pero es lógico suponer que la mayoría de los rasgos adaptativos que hoy podemos observar en una especie, por ejemplo, el color del pelaje o de las pumas, la presencia de mecanismos de defensa (caparazones, cuernos, escamas...) o el desarrollo de determinados órganos, remiten a alguna originaria mutación positiva, que en su origen afectaría a un sólo ejemplar, mantenida y reforzada desde entonces a través de un lentísimo proceso hereditario.

3. 4 El Evolucionismo en la actualidad

Para terminar, vamos a referirnos al estado en que se encuentra la teoría evolucionista en el presente.

En los años 30 y 40 del pasado siglo, un grupo de científicos formuló una teoría de la evolución que supone una síntesis integradora de la teoría darwinista de la evolución por selección natural, la teoría genética de Mendel, las investigaciones de Vries sobre las mutaciones y los estudios sobre genética de las poblaciones. El resultado es lo que hoy se conoce con el nombre de teoría sintética de la evolución, síntesis evolutiva moderna o sencillamente neodarwinismo. Su representante más destacado es Th. Dobzhansky (1900-1975), autor del libro Genética y origen de las especies (1937), considerado el punto de partida del neodarwinismo. Otros científicos de esta corriente, casi todos ellos desconocidos para el gran público, son R.A. Fisher, W.D. Hamilton, C. Darlington, J. Huxley o G. Simpson.

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En esencia, lo que la teoría sintética sostiene es que las mutaciones y la selección natural son procesos que se complementan. Por sí solos ambos son insuficientes para explicar la evolución, pero combinándose ofrecen una respuesta coherente y, por ello mismo, convincente. La selección natural, como Darwin sostuviese, es el mecanismo que dirige la evolución operando sobre las mutaciones, al atenuar o acentuar los cambios que azarosamente acontecen en los individuos. Ese mecanismo operando a través de secuencias temporales muy amplias (miles o millones de años), origina la aparición de especies. Dicho proceso se denomina en la actualidad desarrollo filogenético. Dobzhansky estableció que los genes son los elementos determinantes de los caracteres a partir de los cuales actúa el proceso evolutivo. Las mutaciones, por su parte, se producen en los genes y causan la variabilidad. La selección natural se encarga del resto eligiendo o seleccionando de entre tales cambios aleatorios los que resulten adaptativos...

El neodarwinismo ha demostrado suficientemente el carácter erróneo de otras explicaciones alternativs, históricamente vigentes en el pasado, a saber:

1º. La doctrina de Lamarck sobre la herencia de los caracteres adquiridos

2º. La interpretación de la evolución como un proceso discontinuo, según la cual, algunas especies podrían haber surgido de forma repentina sin tener ningún antecesor concreto, es decir, saltándose eslabones en la cadena evolutiva. Esta interpretación es denominada saltacionismo.

3º. La explicación ortogenética, que postula la existencia de un impulso o fuerza vital presente en toda materia orgánica que sería la causa última del proceso evolutivo. Esta interpretación, como se verá en el próximo apartado, está en la base de algunas de las pretendidas “teorías” alternativas al neodarwinismo.

En la segunda mitad del siglo XX, la teoría sintética continuó su camino espoleada por los avances en el campo de la genética molecular y la embriología. Cabe señalar un hito: El descubrimiento del ácido desoxirribonucleico (ADN) en 1953, gracias a los trabajos conjuntos de F.C. Crick y J. D Watson. Desde entonces, puede afirmarse que el camino seguido ha consistido fundamentalmente en reforzar la tesis darwinista de la selección natural poniéndola en conexión con el estudio del ADN y la genética, como ámbitos en los que ahondar para descifrar las causas últimas de las mutaciones. Así, fenómenos como las relaciones de parentesco o los llamados “relojes moleculares” han sido, y siguen siendo, concienzudamente investigados con el propósito de aclarar el proceso filogenético evolutivo.

Todos estos logros han permitido un avance continuo en el conocimiento de los mecanismos de trasmisión hereditaria y, por extensión, de la constitución última de los seres vivos, como demuestra el desciframiento del genoma humano. El fascinante y polémico campo de la ingeniería genética, tan de moda en la actualidad por el debate en torno a los procesos de clonación de seres vivos, es sólo la punta del iceberg de un futuro que hoy apenas somos capaces de vislumbrar, un futuro con consecuencias que, como eso sí ya se admite hoy en día, desbordan ampliamente los estrechos márgenes de la ciencia.

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En resumen, podemos concluir afirmando que la teoría sintética es hoy la explicación más aceptada por los científicos para explicar el origen y posterior desarrollo de la vida en la Tierra. Hay, y seguirá habiéndolas en el futuro, ciertas tendencias que intentan modificarla o complementarla añadiendo nuevos conceptos e hipótesis (por ejemplo, la controvertida teoría del gen egoísta de R. Dawkins...).Mas estas tendencias deben ser entendidas como enmiendas parciales. No hay hasta la fecha ninguna teoría estrictamente científica que plantee una explicación total alternativa a la del neodarwinismo. Y es difícil, aunque desde luego no imposible, que en un futuro, al menos cercano, la haya. Antes al contrario, la opinión más extendida hoy es que la teoría sintética es la piedra angular de la biología moderna. Sólo desde ella, es decir asumiéndola, es posible avanzar en los enigmas aún sin aclarar que el misterio de la vida plantea al hombre.

MECANISMOS DE LA EVOLUCIÓN

Lamarck Darwin Teoría sintética

Uso o desuso de los órganos

Herencia de los caracteres adquiridos

Variabilidad animal derivada de la herencia de los caracteres adquiridos

Selección natural, que opera sobre la variabilidad

Variabilidad producida por mutaciones

Selección natural y deriva genética, que operan sobra la variabilidad

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4. EL EVOLUCIONISMO Y SUS IMPLICACIONES FILOSÓFICAS

El somero repaso histórico, que hemos esbozado en el apartado precedente, nos ha mostrado el carácter evolutivo de la propia teoría evolutiva. Esto nada tiene de especial. Las explicaciones científicas (físicas, químicas, biológicas, matemáticas...) no nacen siendo ya teorías. Una teoría científica, en cuanto conjunto de enunciados sobre un determinado campo de la realidad que integra de forma coherente y sistemática leyes y modelos explicativos de hechos empíricamente observables, nunca surge de golpe, de una sola vez del genio creador de un hombre. En el ámbito científico una teoría es lo primero en lo que se piensa y lo último que se consigue. Es la meta a la que tiende y se subordina todo el proceso investigador, la que lo dota de sentido. Cuando se alcanza queda explicado y comprendido un determinado problema. Ahora bien, la filosofía de la ciencia, a través de sus diversas escuelas y autores, nos enseña desde hace tiempo que ninguna teoría científica es definitiva, por muy sólido que sea su entramado conceptual, por muy “verificadas” que estén sus leyes, ni por el carácter exitoso de sus experimentos o metodología. No vamos a entrar en detalle. Las tesis falsacionistas de Popper, la doctrina de los paradigmas de Kuhn o las “antiacadémicas” investigaciones de Feyerabend (el padre del llamado anarquismo epistemológico) han demostrado, desde distintas orientaciones, que toda teoría científica es en sí misma hipotética. Siempre aceptada o vigente mientras su capacidad explicativa se corresponda con los hechos conocidos, pero siempre presta a ser corregida, completada o desechada en cuanto aparezcan nuevos datos o pruebas, que no se dejen acomodar de forma dócil en el marco teórico propuesto por la teoría vigente. La comunidad científica acepta hoy dicho carácter provisional de la teorías, que lejos de implicar una falta o deficiencia de la ciencia, supone la verdadera condición de posibilidad de su continuo progreso. Como ya señalaran filósofos como Heidegger o nuestro Ortega y Gasset, nada hay más positivo en una disciplina científica que la crisis de teorías. Sin ellas, las ciencias se paralizarían. Gracias a ellas se renuevan y amplían sus horizontes explicativos.

Todo lo anterior puede aplicarse perfectamente al caso del darwinismo, al fin y al cabo, una teoría científica. Por eso, cuando sus detractores, en especial, los neo-creacionistas, intentan menoscabar su validez o ridiculizarla mostrando sus insuficiencias teóricas en determinados aspectos o la incapacidad para dar cuenta satisfactoriamente de fenómenos concretos, en el fondo lo único que están constatando es el estado inherente a toda teoría científica. Esas lagunas explicativas no debilitan el evolucionismo. Éste sería inaceptable si incluyese contradicciones flagrantes, leyes que no se adecuasen con la realidad o si se fundamentase en tesis últimas de carácter no científico, por lo tanto, ni verificables, ni falsables. Pero nada de eso sucede. De ahí que a pesar de sus límites explicativos, patentes en primer lugar para los propios científicos, sea en la actualidad la teoría más aceptada de todas las que pretenden explicar el origen de los seres vivos, incluyendo al ser humano.

Lo que también es innegable, es que el evolucionismo, aún siendo primaria y principalmente una teoría científica, encierra en sí una serie de implicaciones o consecuencias de naturaleza extra-científica. Por eso, en la actualidad se afirma con cierta frecuencia que la teoría evolucionista es una teoría interdisciplinar, es decir, que puede ser objeto de estudio no solo de la biología, sino de

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otras ramas del saber humano como la filosofía, la religión, la sociología, la psicología e incluso la economía. El carácter polémico del evolucionismo, presente ya desde los tiempos de Lamarck, deriva justamente del hecho de ser una explicación científica, que incluye, por su propia naturaleza, tesis, juicios y presupuestos que invaden los campos de otras áreas del conocimiento humano. El conflicto, en ocasiones enriquecedor, es así inevitable.

En este apartado, teniendo en cuenta nuestros intereses, vamos a centrarnos sólo en las implicaciones de carácter filosófico y, en menor medida, en las de carácter religioso. Las agrupamos en tres apartados:

1º) ¿Mecanicismo o finalismo?: El proceso evolutivo sostiene que la distintas especies han ido apareciendo unas a partir de otras siguiendo un esquema infinitamente repetido de lo simple a lo complejo. La constancia con que se repite este proceso, que origina formas nuevas de vida cada vez más perfeccionadas (evolucionadas) abre la posibilidad de una interpretación en clave finalista o teleológica de la evolución. Dicha interpretación ha acompañado al evolucionismo desde sus orígenes oponiéndose a toda lectura mecanicista.

La interpretación mecanicista es la más aceptada hoy en día dentro del marco científico. Las mutaciones, como se ha visto, son el fundamento último posibilitante del proceso evolutivo. Dado que suceden de forma azarosa, hay que concluir que es el azar, la simple causalidad la que gobierna toda la evolución. Todo intento de introducir una causa ordenadora exterior a la propia Naturaleza es rechazada y considerada pseudo-científica.

Frente a esta lectura, se alza la interpretación teleológica o finalista, que es susceptible de concretarse de formas distintas, pues no todos sus defensores afirman exactamente lo mismo. Pero todos ellos rechazan que el proceso evolutivo pueda explicarse en base al azar o la casualidad.

En primer lugar, afirman, no sin razón, que colocar al azar como origen o causa de un fenómeno, sea cual sea, es una aptitud manifiestamente anti-científica, que testimonia sólo el estado incompleto de la investigación o las limitaciones del ser humano para desentrañar ciertos hechos. Esta es una acusación grave pues muestra que la teoría evolutiva es un sólido edificio....sostenido sobre terreno arcilloso. Ciertamente, muchos científicos admiten hoy que las mutaciones deben tener una causa que las provoque. Los avances en el campo de la genética llevarán, según esos autores, al conocimiento de las verdaderas causas de las mutaciones. Mientras se desconozcan, se seguirá defendiendo su naturaleza aleatoria o azarosa. Ahora bien, esta respuesta no invalida la interpretación teleológica. La ciencia, por mucho que progrese, sólo puede aspirar a explicar las causas de determinados fenómenos, remitiéndolas a otros anteriores y así sucesivamente, pero está más allá de su capacidad explicativa el ofrecer una respuesta por el sentido de la existencia de esos fenómenos. La ciencia no puede explicar, en realidad tampoco lo pretende, el por qué de la realidad misma del hecho evolutivo, la causa o necesidad de su existencia. Como suele decirse a menudo, la ciencia nos narra una película ya empezada. Su explicación es satisfactoria pero no se remonta al origen mismo de la trama. El evolucionismo

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explica, no sin dificultades, cómo han surgido los distintas clases de seres vivos desde formas de vida elementales, pero no explica el origen de estas últimas, la necesidad de su existencia etc... Es lo mismo que ocurre en física con la célebre teoría del Big Bang sobre el origen del Universo. De esta forma se constatan los límites de la ciencia. Pero como decía acertadamente Ortega y Gasset, donde la ciencia se para no se para el hombre. Las explicaciones filosóficas o religiosas se mueven en un plano diferente, en ocasiones complementario, a las científicas.

Hay un segundo argumento general, más o menos presente en todas las lectura finalistas. Partiendo del principio lógico según el cual de lo menos perfecto no puede derivarse lo más perfecto, rechazan el mecanicismo. Argumentan que la enorme complejidad de determinados órganos ( por ejemplo, el cerebro y el ojo humano) o las conductas tan extremadamente sutiles y “adaptativas” observables en los seres vivos, incluso en los más sencillos o primitivos (bacterias, amebas...), parecen invalidar la tesis de que su origen se deba a una concatenación causal de mutaciones aleatorias. El teleologismo actualiza aquí la argumentación, que Tomás de Aquino realizase ya en el siglo XIII en su famosa quinta vía para demostrar la existencia de Dios. La complejidad de la conducta de los seres vivos carentes de inteligencia sólo puede explicarse en base a la existencia de un agente o causa externa a ellos mismos. Es curioso constatar que muchos autores evolucionistas, como por ejemplo Grassé autor del prestigioso libro Evolución de lo viviente, aceptan que es difícil poder explicar los procesos de nutrición, desarrollo, reproducción... de un ser vivo prescindiendo por completo de la idea de finalidad, idea, téngase presente. en sí misma no científica. Para salvar este escollo, están dispuestos a admitir la idea de una finalidad inmanente en los seres vivos, que no remitiría a ninguna causa externa, a ningún Diseñador inteligente, sino que sería causa y a la vez efecto del propio proceso evolutivo. Es evidente, no creemos necesario insistir en ello, el carácter intrínsecamente contradictorio de esta tesis, pero es esclarecedora porque demuestra cual es el límite al que puede llegar un espíritu científico sin dejar de ser tal. Mas ese límite es, para el hombre ansioso siempre de conocer las causas últimas, claramente insatisfactorio.

Queda claro que la interpretación teleológica de la evolución encuentra su razón de ser en las insuficiencias y límites explicativos del paradigma mecanicista, que recae en un fideísmo “científico” al pedir que se admita que la materia está dotada de una capacidad azarosa para auto-regularse y ordenarse, cuyo resultado final es algo tan sumamente complejo como bello: la existencia de los seres vivos.

Como complemento, añadir que dentro del campo de la filosofía contamos con algunos destacados representantes del teleologismo.

H. Bergson (1859-1941) en su obra La evolución creadora (1907), expone la teoría del impulso vital . Dios habría insuflado este impulso en la materia para ordenarla y dotarla de un plan evolutivo, que culminaría en el ser humano, la única criatura creadora. El hombre, en cuanto homo faber, encarna el triunfo de la inteligencia sobre el instinto. El progreso moral, la articulación social de la convivencia o el desarrollo científico-técnico serían claros testimonios de la superioridad del ser humano, en el que la energía divina llega a su más alto nivel.

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T. de Chardin (1881-1955), influenciado por las ideas de Bergson, defiende el carácter organicista del Universo, como una totalidad dotada de energía que se diversifica en los distintos elementos que lo componen: reino mineral, vegetal y animal. La evolución deja de ser un proceso únicamente biológico, para convertirse en una explicación global del Universo. La meta de este proceso es el llamado punto omega, que se alcanzará cuando cada ser humano busque una comunión absoluta con sus semejantes y con el resto de realidades a través de dos motores: el pensamiento y el amor.

En la actualidad, las interpretaciones finalistas del proceso evolutivo se han metamorfoseado alumbrando nuevas teorías. Sin duda, las más conocida es la teoría del Diseño inteligente, que se encuadraría dentro del llamado creacionismo moderado, contemporáneo o científico. Se caracteriza por aceptar, en sus rasgos generales, no sólo el proceso evolutivo en sí, sino también las explicaciones biológicas, exceptuando el recurso al azar o la aleatoriedad como causa última de dicho proceso. En su lugar, introduce la tesis, científicamente no comprobable, de la existencia de un principio creador inteligente, que habría diseñado todo el proceso evolutivo desarrollado a lo largo de los tiempos. Para ganar respetabilidad y alejarse así de las doctrinas ultra-conservadoras del creacionismo radical, los defensores de la teoría del Diseño inteligente dan argumentos variopintos tales como el llamado argumento del “universo bien afinado”, según el cual, los sistemas complejos no pueden haberse formado de forma paulatina y azarosa, sino sólo merced a la previsión del Diseñador que se habría encargado de instaurar las exactas condiciones necesarias para garantizar la existencia y posterior desarrollo de las formas de vida. Otro argumento utilizado es el de la complejidad irreductible., que no es más que la actualización de la tesis, a la que ya antes hemos aludido, de que de lo menos perfecto no puede originarse lo más perfecto. Creemos que no es necesario insistir más en este punto.

La teoría del diseño inteligente, en cuanto explicación que no pretende negar validez al evolucionismo, sino únicamente complementarla desde un respecto filosófico-religioso, es respaldada actualmente por la Iglesia católica. Tanto Juan Pablo II, como Benedicto XVI han manifestado la no contradicción entre defender la validez del evolucionismo y, a la par, la visión creacionista pre-evolucionista de corte teísta implícita en la doctrina del diseño inteligente. En todo caso, lo que seguirá siendo inaceptable para la Iglesia es la afirmación de que la evolución pueda explicarse satisfactoriamente por sí misma, como simple proceso natural al margen o con independencia de una fuerza o agente externo, identificado con Dios.

Otras críticas al evolucionismo proceden de grupos religiosos fundamentalistas, especialmente activos en los últimos años en algunos estados del sur y del oeste norteamericanos. Estos grupos no aceptan ninguna explicación del evolucionismo, rechazando todas y cada una de sus afirmaciones refugiándose en una interpretación literal de la Biblia como la defendió el creacionismo clásico. Así, sostienen, entre otras variopintas afirmaciones, que jamás se ha extinguido especie alguna. Noé habría salvado a todas ellas en su arca, incluyendo a los dinosaurios. Los fósiles encontrados por la paleontología son o producciones falsas hechas por los

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científicos para negar a Dios, o restos verdaderos pero de seres vivos que aún continúan existiendo en lugares remotos o inexplorados. Igualmente sostienen que dinosaurios y seres humanos convivieron durante largo tiempo aduciendo como prueba argumentos tan sorprendentes como la presencia de un dragón en la bandera de Gales o la referencia a animales gigantescos contenida en la Biblia, como por ejemplo, el Behemot mencionado en el Libro de Job. Todas estas ideas y otras aún más sorprendentes ( no hubo lucha por la existencia hasta después del Pecado Original, los primeros seres humanos carecían de ombligo pues no fueron gestados, por lo que carecieron de cordón umbilical) no serían tomadas en serio, si no fuese por el apoyo que las prestan no solo grupos de cristianos protestantes estadounidenses, sino también políticos e incluso científicos de dicho país. La disputa actual sobre el derecho a incluir las explicaciones alternativas al darwinismo en los programas educativos e incluso a prohibir directamente toda alusión a Darwin pone de manifiesto que el resurgir del creacionismo radical , al menos en E.E.U.U, no es cosa baladí. No en vano, casi la mitad de su población es creacionista estricta y considera ciencia-ficción la teoría evolutiva. Cosa sorprendente en un país cuyos científicos han ganado 55 veces el Premio Nobel de Química, 41 el de Física y 74 el de Medicina...

Estas posiciones extremas se hallan especialmente ligadas al catolicismo protestante anglosajón, por lo que no es de extrañar que estén enfrentadas a la teoría “conciliadora” del diseño inteligente y consideren inaceptable la postura del Vaticano en lo relativo a su defensa. Todo ello no hace sino testimoniar la profunda división que recorre en la actualidad al movimiento creacionista, donde parecen existir diferencias irreconciliables entre los defensores de un creacionismo evolutivo y los de un estricto creacionismo fijista.

La polémica mecanicismo-finalismo pone sobre la mesa el carácter esencialmente polémico del evolucionismo. Ahora bien, una cosa es querer complementar dicha teoría con aportaciones de carácter filosófico o religioso y otra distinta es negarla toda validez, máxime cuando a estas alturas de la investigación se han ido acumulando tantas pruebas a su favor. Lo que no deja de ser curioso es que la práctica totalidad de las explicaciones alternativas en vez de ofrecer pruebas sólidas o verificables, se limitan a destacar los puntos oscuros del evolucionismo, para justificar sus propias tesis. De este modo, incurren en la llamada falacia ad ignorantiam, consistente en afirmar que algo (el evolucionismo) es falso porque no puede explicar satisfactoriamente algún fenómeno o aspecto concreto (por ejemplo, la causa de las mutaciones, el eslabón perdido en el proceso evolutivo conducente al ser humano...). No importan los logros o las explicaciones satisfactorias aportadas por dicha teoría. Sus deficiencias la invalidan. Pero la falacia no termina ahí. Lo realmente sorprendente es que se propongan teorías alternativas que lejos de ser más explicativas que la sustituida, introducen hipótesis o afirmaciones no demostrables, afirmaciones que caen del lado de la fe o de las creencias filosóficas pero en modo alguno del horizonte científico.

2º) La nueva perspectiva antropológica: Otra de las consecuencias de calado filosófico importante del evolucionismo tiene que ver con la transformación que operó en el modo y manera como el ser humano se comprende a sí mismo. Suele decirse que la obra de Darwin supuso un

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punto de inflexión al mostrar las insuficiencias de la llamada concepción racionalista del ser humano vigente hasta entonces.

La concepción racionalista del hombre puede rastrearse ya en los inicios de la filosofía griega, en especial, en Sócrates, a menudo considerado su primer defensor teórico. Platón, Aristóteles y las escuelas morales, incluyendo el epicureismo, la habrían aceptado de forma tácita. En esencia, dicha concepción viene a condensarse en la famosa definición del hombre como animal racional. El adjetivo muestra la especificidad del ser humano, lo que le singulariza y le sitúa en un plano cualitativamente distinto al del resto de seres vivos. La razón, en cuanto facultad exclusivamente humana, debe dominar y dirigir el resto de facultades o dimensiones presentes en el hombre, en especial la afectiva. El intelectualismo moral socrático, la psicologia platónica, con su visión tripartita del alma, o las doctrinas del estoicismo serían claros ejemplos de esa concepción racionalista.

El cristianismo adoptó la imagen filosófica griega del hombre haciéndola compatible con sus dogmas religiosos. El hombre, en cuanto criatura hecha a imagen y semejanza divina, dispone de razón para ordenar correctamente su existencia terrenal con vistas a la salvación del alma. El dualismo antropológico griego se acentúa. Ahora el cuerpo con todo lo a él ligado (pasiones, emociones, instintos, deseos...) es considerado la fuente de errores, vicios y pecados que acechan constantemente al hombre y le separan de Dios. Sólo la razón, con la inestimable ayuda de la fe, puede evitar la perdición de la criatura humana.

Durante la Modernidad, especialmente en el período Ilustrado, continuó vigente esta imagen racionalista del hombre, si bien secularizándose. El optimismo ilustrado, con su visión de la historia como un paulatino proceso de emancipación y realización de la idea de humanidad. ligada al desarrollo científico-técnico y moral del hombre y de los pueblos, es suficientemente explícito. En filosofía, autores como Descares, Leibniz y por supuesto, Kant celebraron el triunfo de esa nueva racionalidad libre de la tiranía de la opresión religiosa. El sapere aude, divisa de la Ilustración, recoge y sintetiza esa sensibilidad histórica.

A lo largo del siglo XIX, entra en crisis esa longeva visión racionalista del hombre. En ello colaboró sobremanera el darwinismo. Al acabar con el prejucio antropológico, vigente aún en Lamarck, y sostener que el hombre procede también por evolución de otros seres vivos, Darwin estaba subrayando la inherente y matricial dimensión animal del hombre, al ponerle en una relación de parentesco directa con el reino animal. Por ello, no es de extrañar que, desde entonces y hasta ahora, muchas de las investigaciones científicas sobre el hombre (psicológicas, antropológicas, biológicas...) acepten que lo que nos separa del resto de seres vivos no son sino diferencias de naturaleza cuantitativa: mayor desarrollo cerebral, mayor complejidad lingüística, mayor proceso de maduración y aprendizaje etc...De esta forma, el hombre es colocado en una explicación gradual de la naturaleza, borrándose así el abismo que le situaba más próximo a la divinidad que a la animalidad. Como suele decirse, Darwin y sus seguidores nos enseñaron a leer de otra manera la definición clásica del hombre: de animal racional se pasó a animal racional. El acento recae ahora no sobre el adjetivo, sino sobre el sustantivo.

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En honor a la verdad hay que decir que no fue sólo “mérito” del darwinismo la superación de la interpretación racionalista del hombre. A lo largo de todo el siglo XIX, concurrieron una serie de movimientos intelectuales que, desde distintos campos, sacaron a la luz las insuficiencias de dicha interpretación. Por ejemplo, el Romanticismo, las filosofías existencialistas (Kierkegaard) o vitalistas (Nietzsche), la investigaciones sobre el psiquismo humano ( Frued y el psicoanálisis) etc...

3º. Darwinismo social: Como su propio nombre indica, esta teoría trata de extender la validez de la tesis darwinista de la evolución por selección natural al ámbito de la vida social humana, extensión que, dicho sea de paso, Darwin nunca acometió. Su máximo representante fue el filósofo y sociólogo británico H. Spencer (1820-1903). Según este autor, igual que hay en la naturaleza una selección natural, que afecta a los seres vivos y determina cuáles sobreviven y cuáles perecen en la lucha por la existencia, la historia de la humanidad puede y debe ser explicada en función de un mecanismo semejante. De esta forma, la selección natural se convierte en la base o fundamento explicativo último de toda la realidad.

No hace falta ser muy perspicaz para deducir las consecuencias socio-políticas y culturales del darwinismo social. Conforme a una interpretación a-posteriori de la historia de la humanidad, claramente etnocéntrica y puesta al servicio de los intereses de naciones, grupos étnicos o clases sociales dominantes, el darwinismo social sostiene, por ejemplo, que las formas de organización política, social o económica dominantes en la actualidad no han triunfado casualmente o por razones contingentes, sino por el determinismo impuesto por la selección natural. Han triunfado porque son más fuertes, más aptas que sus competidoras. Así visto, el darwinismo social se convierte en una doctrina justificadora del orden vigente, del status quo dominante.

La época de mayor vigencia del darwinismo social abarcó desde finales del siglo XIX hasta el final de la II Guerra Mundial. La ideología nacionalsocialista alemana estuvo, en gran medida, imbuida del espíritu del darwinismo social. Las prácticas eugenésicas llevadas a cabo durante el III Reich, de infausto recuerdo para la humanidad, se justificaban en la idea de la existencia de razas humanas inferiores, que deberían ser aniquiladas, por el bien de la propia humanidad, en aras del progreso y la civilización. Lo mismo sucedía con los individuos minusválidos, enfermos mentales etc...

En la actualidad, el darwinismo social está completamente desacreditado. Entre las objeciones que cabe plantearle, hay tres especialmente relevantes:

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1ª. A pesar de apelar a una teoría científica como base para legitimarse, el darwinismo social no aporta prueba alguna sólida que verifique sus tesis. Todo su razonamiento descansa en una argumentación falaz. Pretende demostrar algo recurriendo justamente a aquello que se quiere demostrar. Es una argumentación típicamente circular o de petición de principio. Así, podemos afirmar que la civilización occidental, la democracia representativa o el capitalismo son superiores al resto de civilizaciones, sistemas políticos y económicos porque se han extendido a nivel mundial dominando al resto. Pero ¿por qué ha acontecido semejante dominio?. Sencillamente, porque aquella civilización y aquellos sistemas políticos y económicos son superiores...

2ª. El darwinismo social ignora interesadamente que el ser humano además de ser un animal es también un ser dotado de razón, de conciencia moral, de dimensión afectiva, de sentimientos religiosos etc...Por eso, es absurdo intentar amoldar su conducta al mecanismo de la selección animal, válido para seres vivos fundamentalmente instintivos. La humanización completa a la hominización. La aplicación radical del darwinismo social daría lugar a un mundo injusto, cruel y deshumanizado en el que lejos de cumplirse un ideal de humanidad, sucedería todo lo contrario. El hombre se vería relegado a una dimensión meramente animal perdiendo lo más propio de su ser: la humanidad. Curiosamente, objeciones similares a éstas fueron empleadas por Sócrates para refutar la que podría ser considerada la primera formulación histórica del darwinismo social. Nos referimos a las tesis defendidas por dos célebres sofistas del siglo V a. C: Trasímaco y Calicles.

3ª. El darwinismo social presupone la existencia de desigualdades fundamentales entre los distintos seres humanos, plasmadas en el concepto de raza. Para un darwinista social, las características innatas o heredadas de la raza son muchísimo más importantes que la educación o lo aprendido. Sin embargo, el concepto de raza está hoy claramente cuestionado por la biología, que ha demostrado que todos los seres humanos compartimos una misma base genética. Solo hay una raza: la raza humana. Las diferencias observables en los distintos seres humanos guardan relación con el modo como cada grupo ha ido adaptándose a los distintos medios en el largo y complejo proceso evolutivo, pero nada tienen que ver con una dotación genética diferente

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1.4.- El proceso de hominización

La evolución de los homínidos

Como todas las demás especies el hombre es un producto de la evolución. Al proceso evolutivo que conduce a la aparición de esta especie (Homo sapiens), le llamamos proceso de hominización.

Thomas Huxley, Charles Darwin y Ernst Haeckel defendieron en la segunda mitad del siglo XIX que el ser humano procede evolutivamente de especies animales antropoides. Los más parecidos al ser humano son los clasificados en la familia de los póngidos: el gibón, el siamán y el orangután son los representantes de esta familia en el continente asiático, y el chimpancé y el gorila, en el africano. Los póngidos y los homínidos pertenecen a la superfamilia de los hominoides o antropoides. Y de los homínidos, la única especie viviente es la del ser humano: Homo sapiens. Aunque no se ha determinado cuál fue el último antepasado del Homo, sí se han encontrado abundantes restos fósiles de lo que se denominó «eslabón perdido», que permiten reconstruir el proceso evolutivo hasta llegar a la forma actual del ser humano.

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Los rasgos diferenciadores

En pocas palabras, podemos resumir la historia de los orígenes del ser humano de la siguiente manera: hace unos 30 millones de años apareció el primer antropoide. Hace entre 12 y 7 millones de años se producen dos tipos de cambios que encauzarán la evolución de algunos antropoides en la línea humana. Éstos son: (1) Desaparición de amplias masas forestales en África oriental (hábitat natural de buena parte de los antropoides), que son sustituidas por la sabana. (2) Cambios genéticos (posiblemente producidos por mutaciones en algunos genes reguladores) hacen que aparezcan algunos primates antropoides con rasgos fenotípicos2 altamente diferenciados: cambios en la constitución del esqueleto que les posibilitan el caminar erguidos, cambios en la constitución de la mandíbula y el cráneo (que facilitan la posterior evolución del tamaño del cerebro), liberación de las manos y falta de especialización del sistema dentario, entre otros. Estos cambios se convierten en una ventaja adaptativa a la hora de establecerse en la sabana.

El cambio simultáneo de toda una serie de factores que convirtieron al hombre en un primate inmaduro, encauzó la evolución humana en un sentido totalmente original: por un lado, le forzó a una dependencia con respecto a sus congéneres mayor que la de cualquier otro primate: lo que hizo del hombre un ser eminentemente social; por otro, la inmadurez de sus instintos le obligó a suplirlos con la creación de su propio hábitat: la cultura. El camino hacia el hombre estaba de esa forma posibilitado.

La “diferencia”, por tanto, se puede establecer mediante algunas características que hacen del Homno sapiens la singular especie que es:

Camina erguido, y, en consecuencia, tiene el organismo adaptado a tal fin: forma de la pelvis y del pie adaptados a esa función, columna vertebral en forma de S, etc

Como consecuencia de su bipedismo sus manos quedan libres. Esto es particularmente importante dado que sus manos tienen capacidad prensil (pueden agarrar y transportar objetos), capacidad que se ve reforzada por el hecho de poseer un pulgar en oposición al resto de los dedos.

El cuello se une al cuerpo en medio de la base del cráneo; el foramen magnun (el orificio que comunica el cerebro con la médula espinal) queda, pues, en posición central.

Posee un cerebro de unos 1350 c.c., con un elevado índice de cerebralización (relación entre el peso del cuerpo y el del cerebro). En él se asientan una serie de capacidades (memoria y capacidad de aprendizaje, imaginación creativa, capacidad de razonamiento, etc.) que sobrepasan cualitativa y cuantitativamente las de cualquier otra especie conocida.

Su rostro es casi vertical. Sus mandíbulas son cortas, de modo que sus dientes quedan situados bajo el cerebro y en posición vertical (ortognosis). Su arcada dentaria tiene ramas no paralelas y sin espacios libres (diastemas).

Posee una maduración lenta, con escasa especialización general de órganos e instintos. Nace singularmente desvalido.

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Usa un sofisticado lenguaje que le permite comunicarse y reflexionar mediante el empleo de procesos lógico-simbólicos. La aparición de tal lenguaje vino posibilitada por el desarrollo de un sistema físico fonador apropiado (posee una laringe que funciona como una cámara de resonancia flexible, lo que le permite un gran registro de sonidos), y la evolución de una serie de módulos cerebrales adaptados a tal fin.

Es un ser social (rasgo que comparte con la mayoría de los primates). Esto es, su vida se desarrolla dentro de un grupo, en relación con los demás miembros de ese grupo.

Es un ser cultural. Esto quiere decir que su imaginación creadora y su capacidad de aprendizaje le permiten crear sus propias condiciones de vida al margen de la naturaleza.

Es un ser histórico. Esto es consecuencia de que sea un ser cultural, y que, por lo tanto, su capacidad de cambio no esté determinada exclusivamente por factores naturales.

Otros rasgos que lo caracterizan frente al resto de los primates son: la forma lobulada del pabellón auricular; la existencia de los labios mayores de la vulva y la situación ventral de la hendidura vaginal en las hembras; la piel desnuda en su mayor parte (cubierta por un vello muy poco desarrollado); el epicanto (repliegue cutáneo bajo el párpado); la permanencia de la sutura craneal en los adultos; etc.

Sea cual fuere el puesto del ser humano en el cosmos, el problema de "la diferencia" subsiste, pero se ha agudizado desde el momento en que se ha impuesto la concepción evolucionista. Porque, a fin de cuentas, todo parece indicar que no somos sino "animales". Y, quizá, no necesariamente animales “superiores”. Aunque se han ensayado muchas definiciones del ser humano –y, por tanto, muchas "diferencias" respecto al resto de los animales-, podrían quizá agruparse en torno a estas dos: "animal racional", "animal cultural". Esta última se impone justamente cuando triunfa la concepción evolucionista

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2.- La dimensión sociocultural del ser humano

2.1.- El proceso de humanización

Se puede decir que con el hombre hace su aparición un tipo nuevo de realidad. Así como con la materia orgánica aparece un nuevo tipo de realidad cualitativamente distinta de la materia inorgánica, y con la materia viva aparece un tipo de realidad distinta de la materia orgánica, con el hombre se da un nuevo salto cualitativo: aparece la realidad cultural. A este proceso por el que el hombre se hace hombre divergiendo del mundo animal, lo podemos designar como proceso de humanización. Tal proceso es permanente, inacabado.

Hay, además, características que lo apartan de su naturaleza animal, o más precisamente, que lo apartan de la Naturaleza. Estas características tienen su origen, sin embargo, en rasgos naturales: Su constitución inmadura, y su carencia de instintos certeros le obligan a superar estas deficiencias por otros medios. Su capacidad de aprender y crear le dan la posibilidad de hacerlo. De la confluencia de ambos factores surge la cultura. El hombre es, pues, por necesidades de su propia constitución física, un animal cultural, un animal no natural.

El ser humano posee, pues, unas características fisiológicas propias que constituyen la base sobre la que descansan una serie de rasgos específicos que le permiten adaptarse al medio de una forma totalmente nueva, de una forma cultural, y no sólo fisiológicamente como ocurre en el resto de los seres vivos. Los rasgos específicos de carácter cultural más importantes son:

La posibilidad de crear útiles artificiales. El ser humano es capaz de producir útiles artificiales, herramientas, y con la producción, utilización y conservación de estos útiles comienza propiamente la cultura humana. La producción de útiles artificiales va a suponer que determinadas realidades adquieran un valor nuevo, añadido, que las capacita para que el hombre las pueda usar y pueda, con su uso, actuar en el mundo de manera más eficaz que la llevada a cabo hasta ese momento; va a suponer que determinadas realidades –las lascas, las hachas, las lanzas…– comiencen a tener una eficacia por sí mismas y que el hombre, al ser consciente de ella, trate de reproducirlas, conservarlas y perfeccionarlas. Usando los útiles artificiales, el hombre se va a relacionar con el mundo con más posibilidades que todos los demás seres vivos.

El lenguaje. El hombre posee también un lenguaje y, gracias a él, organiza su experiencia de la realidad en forma de pensamiento, lo que le permite ir más allá de la inmediatez de las sensaciones que recibe y dotar de sentido a la realidad que le rodea convirtiéndola en un mundo. Para los animales, todas las sensaciones son estímulos que potencialmente pueden desencadenar una respuesta y, por lo mismo, sólo captan de su entorno aquellas realidades que pueden entroncarse con sus necesidades biológicas. La realidad es, para ellos, por decirlo de alguna manera, una prolongación de su cuerpo. Sin embargo, el ser humano, al simbolizar en palabras los estímulos que se producen a su alrededor, los convierte en

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objetos y, de esta manera, se distancia de la realidad que le rodea. El lenguaje transforma lo que para los animales es un medio de estímulos y señales en un mundo de objetos. Además, el lenguaje le permite al hombre no sólo organizar su experiencia de la realidad en forma de pensamiento, sino también comunicar esa experiencia a los demás –y conocer la de ellos– mediante la palabra. Por otro lado, constituye una ampliación de los fines biológicos, de pura supervivencia, con valores religiosos y artísticos, como enterrar a los muertos.

La sociabilidad. El hombre tiende a vivir en agrupaciones sociales cada vez más complejas y es en ellas donde se realiza como ser humano. En las agrupaciones sociales, el hombre recibe la “herencia” de los útiles producidos por sus antepasados y recibe, asimismo, la experiencia de sus mayores organizada en pensamiento y trasmitida a través de la palabra oral o escrita; sólo sobre la ”herencia” que recibe puede él organizar su propia experiencia, y sus propias creaciones, que serán más ricas cuanto más completa sea esa ”herencia”. El medio de cada hombre está, pues, estructurado por otros hombres, por lo que podemos decir que el medio propio del hombre es la sociedad.

La autoconciencia o autoconocimiento. El ser humano es autoconsciente, entendiendo por tal no sólo la posibilidad de darse cuenta de las cosas –este darse cuenta lo comparten todos los seres vivos, aunque no haya que entender por ”darse cuenta” un conocimiento de carácter intelectual–, sino también la posibilidad de darse cuenta de sí mismo y de todo lo que le ocurre. El hombre es el único ser capaz de “desdoblarse”, de volver sobre sí y darse cuenta de sí mismo. El hombre siente, desea, piensa… pero también, al mismo tiempo, se da cuenta de que siente, de que desea, de que piensa… El darse cuenta de sí mismo es uno de los elementos fundamentales que hacen que el hombre sea el único ser sobre esta tierra que pueda ser calificado de persona, puesto que sobre la autoconciencia se asienta la posibilidad de sentirse uno mismo a pesar de todos los cambios que puedan producirse en él.

2.2.- Naturaleza y cultura

Parece bastante claro que el hombre es un animal cultural, una especie que ha abandonado la naturaleza para crearse su propia «naturaleza»: la cultura. Pero no está, sin embargo, tan claro qué deba entenderse por cultura, ni dónde termina lo que pone la Naturaleza y empieza lo que pone la cultura en el ser humano. Dicho esto intentaremos aclarar el sentido de estos dos conceptos:El término «Naturaleza» tiene dos significados básicos en Filosofía: como esencia, y como lo opuesto a «convención», «técnica», «cultura», etc. De la Naturaleza entendida en este segundo sentido, vamos a tratar a continuación.

La Naturaleza en los presocráticos : En griego Naturaleza se dice physis. Los presocráticos son un grupo de filósofos que viven entre los siglos VII y V a.C. y que elaboran una serie de discursos en torno a la physis. Para los presocráticos la physis (naturaleza) es todo, sinónimo de totalidad. La totalidad (o sea, el mundo, la Naturaleza) se caracteriza por estar compuesta de multitud de cosas que están en un permanente cambio. Y los presocráticos intentaban explicar cuál es el principio (arkhé) que da origen a esa multitud de cosas y al cambio permanente.

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La Naturaleza en los sofistas: Pero esta concepción de la Naturaleza se pierde a partir de los siglos V y IV a. C. Los sofistas difunden una concepción nueva de la physis, según la cual ésta aparecería como opuesta a las normas, leyes y costumbres que rigen la vida de las gentes en las polis. Así, por un lado estaría la Naturaleza y por otro lo que ellos llaman ethos o nomos (es decir, las costumbres, leyes y normas que rigen el comportamiento de los hombres). Estas cosas ya no son consideradas naturales sino convencionales, es decir, fruto del acuerdo momentáneo de los hombres.

La concepción aristotélica y cristiano-medieval de Naturaleza : Más adelante, Aristóteles define la Naturaleza como aquello que por sí mismo cambia. Así, sería natural un árbol, porque cambia para llegar a ser árbol por sí mismo. Pero no sería natural una mesa, pues no ha llegado a ser mesa por sí misma, sino por virtud del arte (tékhne) humano. Para Aristóteles habría, pues, por un lado lo natural, lo que surge en virtud de la physis, y por otro los productos del arte humano (lo artificial). Con la expansión del cristianismo el concepto de Naturaleza volvió a cambiar y entró en otro sistema de oposiciones. La Naturaleza pasa a ser concebida como lo creado por Dios. Pero al mismo tiempo Dios pasó a ser concebido como supranatural, como algo fuera de la Naturaleza (algo trascendente). La realidad quedó escindida entre lo natural y lo supranatural o trascendente.

El concepto de Naturaleza en el mundo moderno : La ciencia y la filosofía modernas introdujeron nuevas maneras de concebir la Naturaleza y de aproximarse a ella. Así, para la física de Galileo y Descartes la Naturaleza pasó a ser concebida como una compleja y gigantesca máquina, cuyo artífice sería Dios. Esta concepción del mundo es conocida como mecanicismo. Una definición de Naturaleza que resume muy bien la concepción de lo natural en el mundo moderno es la de Robert Boyle (físico irlandés, 1627-1691), que entiende la Naturaleza como el conjunto de normas -leyes- que rigen el comportamiento de los fenómenos. Más adelante, en el siglo XIX se desarrolló una tendencia cultural (sobre todo en Alemania) conocida como Romanticismo, que concibe a la Naturaleza como algo animado, vivo. Por lo que, para los románticos, la Naturaleza dejó de ser explicada en términos mecánicos y pasó a ser concebida como un organismo. A esta concepción se la denominó organicismo. Algunas corrientes de la filosofía de los siglos XIX y XX oponen la Naturaleza al espíritu. El espíritu se caracterizaría por ser producto libre de los sujetos, mientras la Naturaleza es lo no libre, lo sometido a leyes, el puro objeto. Actualmente tiende a usarse el término Naturaleza como opuesto a cultura, pues bajo el término cultura cabe lo convencional, lo técnico y lo espiritual.

Por cultura entendemos hoy toda la información transmitida por aprendizaje social. La palabra cultura procede del latín “cultura” y significa originalmente «cultivo» en general. Pero esa expresión ha ido adquiriendo un sentido técnico más preciso, hasta equipararla a un tipo peculiar de «cultivo»: el «cultivo» de las facultades que nos hacen seres humanos. Es difícil dar una definición precisa de cultura que sea aceptable para todo el mundo. Por ejemplo, para Marvin Harris: «Cultura es el conjunto aprendido de tradiciones y estilos de vida, socialmente adquirido, de los miembros de una sociedad, incluyendo sus modos pautados y repetitivos de pensar, sentir y actuar (es decir, su conducta)». La de Edward B. Taylor (antropólogo británico, 1832-1917) es la más clásica. Según Taylor, la cultura viene definida por:

Es un todo complejo, es decir, una estructura que integra de un modo más o menos armónico una diversidad de elementos. Elementos que pueden ser de dos tipos: (1) Instrumentales. Cosas tales como máquinas, herramientas, bienes inmuebles, etc. (2) Ideológicos. Sistemas morales, religiosos, teorías científicas, creencias

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Es algo adquirido. La cultura está formada por todo aquello que el individuo «adquiere» tras su nacimiento y que no traía consigo al nacer. Se adquiere mediante un aprendizaje. Por contra, aquello que procede directamente de la Naturaleza, que el individuo ya trae consigo al nacer, es lo que llamamos innato (= no nacido, no adquirido). Pues bien, al proceso de adquisición de hábitos nuevos, de comportamientos nuevos es a lo que llamamos aprendizaje. Y el problema que debemos resolver es cómo se produce ese aprendizaje. Con ello conseguiríamos explicar cómo se produce el tránsito de lo natural a lo cultural. Este paso de los comportamientos innatos (producto de la pura naturaleza) a los comportamientos adquiridos (puro producto del aprendizaje), no se da de un solo golpe. Se pueden distinguir varios grados o niveles en los comportamientos, desde los más cerrados y enteramente gobernados por las leyes de la Naturaleza (tales como las taxias o los reflejos), hasta los más abiertos como el aprendizaje inteligente humano (que es creador y libre).

Es un producto social: un individuo aislado no genera una cultura (lo cierto es que, un individuo totalmente aislado, aun cuando consiga sobrevivir, no llega a ser siquiera un ser humano, aunque biológicamente pertenezca a nuestra especie).

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2.3.- La tensión entre naturaleza y cultura:

Ni sólo la naturaleza ni sólo la cultura podrían explicar la conducta humana. El ser humano se ha desarrollado -y se sigue desarrollando-mediante la evolución cultural, pero siempre dentro de los límites y posibilidades que determinan su naturaleza heredada. No existe el ser humano sólo cultural; como tampoco ha existido jamás un ser humano “en estado de naturaleza”. Ni tampoco es fácil determinar en nuestro comportamiento qué debemos a nuestra naturaleza y qué a la cultura. La cultura es un producto de la libertad humana (de su indeterminación natural y su necesidad de crearse un hábitat propio en el que pueda sobrevivir), que supone la aparición de un nuevo nivel de realidad en el mundo, por encima de la realidad natural. Como consecuencia de la cultura, de esta supranaturaleza que el hombre construye, los hombres desarrollan unos modos de comportamiento, unas actitudes y unos valores que determinan su conducta de un modo similar a como las leyes de la Naturaleza determinan al resto de los seres vivos y no vivos. Hasta tal punto puede la cultura determinar el comportamiento humano, que a veces se hace pasar lo que no son más que convenciones culturales como si fuesen productos naturales (y, por lo tanto, inamovibles). Esta confusión se puede observar por ejemplo en los roles sexuales y la división del trabajo, la apelación a una pretendida sexualidad natural (el rechazo de determinadas prácticas sexuales por considerarlas antinaturales) o en atribuir a determinadas razas humanas ciertos caracteres.

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Evolución cultural

¿Se puede hablar de una evolución de las culturas? ¿Hay unas culturas superiores a otras? ¿Hay algún tipo de elementos (valores, instituciones, técnicas) comunes a todas las culturas? A la ciencia que estudia la cultura de una sociedad concreta y la compara con otras culturas de otras sociedades la llamamos antropología cultural. Dentro de la antropología cultural han aparecido numerosas escuelas que parten de principios y métodos de análisis distintos, pero las podemos agrupar a todas en dos grandes grupos:

Aquéllas que se centran en los aspectos dinámicos de las culturas. Suelen defender que, efectivamente, hay evolución, progreso y, por lo tanto, unas culturas superiores o más desarrolladas que otras. Las escuelas más importantes dentro de este grupo serían la evolucionista (no confundir con el evolucionismo biológico) y la difusionista.

Aquéllas que se centran en los aspectos estáticos de la cultura. Suelen defender que todas las culturas son equivalentes, puesto que todas poseen su propia lógica interna. En este grupo destacan la escuela funcionalista y la estructuralista.

La escuela evolucionista. Esta escuela tiene como representantes más señalados a Lewis H. Morgan, Edward B. Tylor, James G. Frazer y White. Esta escuela considera que todas las culturas siguen un proceso de desarrollo evolutivo más o menos semejante. Para los evolucionistas hay culturas más desarrolladas y culturas menos desarrolladas. La forma de medir el mayor o menor desarrollo de estas culturas varía de unos autores a otros (El desarrollo de las instituciones, como Morgan; la producción y gasto energéticos, como White).

La escuela funcionalista. Esta escuela tiene como representantes más destacados a Radcliffe-Brown y Bronislaw Malinowski. El funcionalismo explica los diversos aspectos de una cultura a partir de la función que desempeñan dentro de esa cultura total. Para el funcionalismo una cultura es como una máquina en la que las diversas instituciones cumplirían el papel de piezas de esa máquina, cuyo sentido sólo se puede explicar por la función que desempeñan dentro de la totalidad. Es decir, la unidad de análisis (el elemento mínimo que debe tener en cuenta el antropólogo cultural) es la institución. Cada institución nace para satisfacer una o varias necesidades (así, si queremos explicar la función de la institución matrimonial dentro de una cultura agraria no la podemos explicar del mismo modo que en una cultura nómada). El funcionalismo se centra pues en

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la función que cada institución desempeña dentro de la totalidad, y deja de lado los aspectos dinámicos de la cultura en cuestión, su evolución, sus cambios, etc.

Aculturación y endoculturación

La aculturación es el proceso por el que, cuando dos culturas entran en contacto, una asimila elementos culturales de la otra. Frecuentemente, es la cultura más primitiva y simple la que asimila más elementos de la otra. La enculturación (o endoculturación) es el proceso de aculturación de un individuo dentro de su propia cultura. Es un proceso de asimilación de la propia cultura. Los factores de enculturación son:

Familia y grupo social. Sin duda, el factor de enculturación más básico y poderoso es la familia. Por lo general la familia reproduce en su seno los esquemas de comportamiento socio-cultural propios de la sociedad en que se inserte. Al ser el niño educado desde su nacimiento dentro de una familia ésta se convierte en la primera transmisora de valores y esquemas de comportamiento de su propia cultura. Otro factor decisivo y primario en la asimilación de valores y modos de comportamiento lo constituyen los adultos del propio sexo. Asimismo es un factor primario decisivo el clan o la tribu, si se trata de una sociedad primitiva, o la clase social si se trata de una sociedad más compleja.

Sistemas organizados de enseñanza. Conforme la sociedad y la cultura se van haciendo más complejas aparece en escena un nuevo elemento de enculturación: los sistemas de enseñanza organizados. Hasta la ilustración y el triunfo de la revolución francesa estos sistemas de enseñanza organizada solían tener un carácter gremial y elitista. La paideia griega, el trivium y el quadrivium medievales, el aprendizaje gremial de los oficios en la Baja Edad Media y el Renacimiento, y el humanismo renacentista, fueron modelos de enseñanza organizada. Tras el triunfo de la revolución francesa se fue extendiendo la enseñanza universal obligatoria a cargo del Estado

Medios de comunicación social. En el siglo XX un nuevo factor de enculturación comienza a tener cada vez mayor presencia: los medios de comunicación social. La prensa, la radio, el cine, y, sobre todo, la televisión, aparecen como un factor de enculturación poderosísimo que genera, incluso, sus propias identidades culturales saltando por encima de las fronteras y de las culturas históricas.

Formas de socialización

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La socialización es el proceso por el que un individuo interioriza la cultura de la sociedad en la que vive, desarrolla su identidad y se constituye como persona. Aunque este proceso se prolonga durante toda la vida del individuo, podemos distinguir en él varias etapas:

Socialización primaria: Es la parte más importante del proceso. Tiene como objetivo introducir al sujeto en la sociedad y se desarrolla en el seno de la familia durante la niñez; aunque en las sociedades industriales modernas, la escuela primaria y la televisión desempeñan también un papel en esta primera etapa, en la que el niño o la niña se apropia de los roles, las actitudes y los valores de las personas que lo rodean, y aprende a aceptar y entender lo que hacen, identificándose con ellos y con el mundo en el que participan. El niño o la niña va interiorizando los roles y las normas a través de un procedimiento de generalización progresiva que va desde las normas, las actitudes y los valores concretos a los generalizados. El proceso de socialización primaria no es meramente cognoscitivo o intelectual, sino que tiene una gran carga emocional.

Socialización secundaria: Es un proceso por el que se interiorizan mundos institucionales que contrastan con el «mundo de base» adquirido en la socialización primaria. Entran en juego nuevos agentes de socialización, como las instituciones laborales, políticas o religiosas. En la socialización primaria no existía ningún problema de identificación, el niño tenía ante él una serie de «otros» que no había elegido y le venían impuestos. Sin embargo, en esta otra etapa, dentro de ciertos límites, podrá optar y elegir el sector social donde quiere introducirse, interiorizando las reglas de juego que funcionan en él. La interacción social tiene una menor carga afectiva y los papeles sociales comportan un alto grado de anonimato. Los papeles sociales son más intercambiables, al separarse fácilmente de las personas que los asumen, y se adquiere distancia con respecto al papel social. Otra diferencia importante estriba en el hecho de que, mientras que en la socialización primaria el conocimiento se interioriza casi automáticamente, en la secundaria debe ser reforzado por técnicas pedagógicas específicas y complejas. En este proceso de maduración pueden aparecer crisis de crecimiento, que suelen conducir al individuo a plantearse problemas de coherencia personal y de identificación. Normalmente, la socialización secundaria no destruye el pasado, sino que construye a partir de él.

Resocialización: Proceso que consiste en la interiorización de los contenidos culturales, es decir, roles, actitudes, valores, etc., de una sociedad distinta a aquella en la que el sujeto se ha socializado, o bien de contenidos nuevos, fruto de un cambio radical en la sociedad a la que pertenece. Los procesos de resocialización se asemejan a los de socialización primaria, aunque son diferentes de esta porque no parten de cero. De ahí que supongan dos cosas: en primer lugar, un proceso de desmantelamiento de la anterior perspectiva de la realidad; en segundo lugar, una nueva identificación fuertemente afectiva. Suelen darse en situaciones de crisis profundas cuyas causas pueden ser, entre otras, procesos de crecimiento personal, cambios sociales rápidos o choques culturales producidos por la emigración. El proceso incluye una nueva interpretación de la biografía anterior, del significado de los hechos y personas que configuraron el pasado de la persona que se resocializa.

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La diversidad cultural

De todo lo expuesto hasta ahora sobresale un hecho sobre el resto: la cultura humana se despliega en una gran multiplicidad de formas. No hay una, sino múltiples manifestaciones distintas de la misma. Este fenómeno se conoce como diversidad cultural. Los antropólogos culturales explican la pluralidad de formas culturales atendiendo, fundamentalmente, a tres tipos de razones:

- ecológicas: cada grupo humano constituido como tal se adapta a su nicho ecológico.

- históricas: cada grupo humano evoluciona desde su pasado y va transformándose gradualmente mediante la acumulación de innovaciones sucesivas

- geográficas, la evolución del grupo depende del mayor o menor aislamiento-contacto con otros grupos humanos que facilita el entorno geográfico.

Desde esta perspectiva, todas las culturas, como formas de vida concreta de un grupo humano organizado a través de un sistema de relaciones comunitarias y medioambientales, se presentan como sistemas completos; aunque también abiertos a ciertas transformaciones desde circunstancias históricas determinadas. Sin embargo, con demasiada frecuencia se tiende a obviar este hecho y a considerar que hay culturas mejores y peores, más evolucionadas y más primitivas, etc. Básicamente las actitudes que adoptemos en relación con las culturas diferentes de la nuestra pueden ser de cuatro tipos: Etnocentrismo, relativismo, universalismo, o interculturalismo.

Etnocentrismo: Es la actitud que sobrevalora una cultura, la propia, e infravalora la ajena, la distintas. Las consecuencias derivadas de esta concepción, en el mejor de los casos, llevarían a la discriminación de aquellos individuos cuya raza, forma de vida o valores no concuerde con los dominantes en un determinado país o comunidad. Esta actitud nace, con frecuencia, del desconocimiento de las costumbres ajenas y de su sentido, que pasan a ser consideradas de ese modo, costumbres bárbaras, irracionales, inmorales, etc. Los problemas del etnocentrismo son la incomprensión, la intolerancia cultural y el exceso de cohesión en torno a los sistemas normativos propios. En sus versiones más radicales genera actitudes como el racismo, la xenofobia, el fanatismo patriótico y la aculturación. La aculturación es la exportación masiva de un diseño de vida colectiva de una sociedad dominante a otra subordinada que termina por desaparecer parcial o totalmente. La aculturación puede ser voluntaria o forzosa. En el primer caso, la cultura receptora asimila sin resistencia los valores, normas, ideas e instituciones de la cultura exportadora lo cual puede ser positivo, negativo o ambos. (Estados Unidos exporta modelos de comportamiento, valores, ideas…

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etc.) El segundo caso ocurre cuando una sociedad se ve obligada, incluso por medio de la violencia, a adoptar los elementos culturales de la población dominante. La aculturación forzosa puede llevar en su versión más extrema al genocidio o exterminio de un grupo social por su etnia, religión, ideología política o nacionalidad

Relativismo: Para el relativismo cultural todas la culturas tienen el mismo valor (no hay culturas superiores e inferiores). Propone analizar las diferentes culturas desde sus propios sistemas normativos, no desde el sistema normativo de origen. Para comprender una cultura hay que esforzarse por considerar los elementos de esa cultura desde el interior de su propio entorno. El problema que plantea el relativismo es que puede ser correcto desde un punto de vista puramente teórico cuando intentamos solamente comprender o explicar. Pero no siempre lo es desde un punto de vista práctico, ético y político pues puede dar lugar a la neutralidad o tolerancia hacia ciertos rasgos o instituciones inadmisibles contrarias a la libertad, la igualdad, la dignidad y el respeto a los derechos humanos (la mutilación femenina, la esclavitud, el trabajo infantil, la supeditación de las costumbres y leyes al contenido dogmático de los textos religiosos, tal como sucede en las culturas fundamentalistas o teocráticas)

Universalismo: puede ser defendido desde dos supuestos: (1) desde el supuesto de que hay elementos comunes a todas las culturas. (muchos antropólogos consideran que la prohibición del incesto es un universal cultural.) (2) Desde el supuesto de que hay elementos (valores, instituciones) válidos al margen de las culturas concretas, que deben ser defendidos por todos (la Declaración universal de los derechos humanos supone considerar que hay formas institucionales y leyes que deben tener vigencia por encima de los propios de determinadas culturas). El universalismo ha sido cuestionado a veces, por considerar que bajo la defensa de unos valores universales a veces lo que se hace es defender los intereses particulares de un grupo social o una serie de naciones concretas. Así, por ejemplo, mientras en el mundo occidental tendemos a considerar que el sistema democrático-liberal de gobierno es el mejor posible y debe ser universalizable, desde otras tradiciones culturales o económicas se ha sostenido que tal sistema sólo sirve a los intereses de las grandes multinacionales occidentales.

Interculturalismo: Cabe adoptar una solución de compromiso entre relativismo universalismo y considerar que hay valores o formas culturales de validez universal, al mismo tiempo que hay otros propios de cada cultura y que, como tales, deben ser respetados. Los defensores del interculturalismo parten de la base que las culturas no son islas incomunicadas entre sí, como parecen sostener los defensores del relativismo; pero consideran que tampoco es correcto el intento de imponer sin más unos determinados valores, como pretenden ciertos defensores del universalismo. Frente a estas actitudes, defienden diálogo entre culturas basado en el respeto mutuo. Combinar pluralidad y tolerancia se hace difícil si no se rememora la condición mestiza de toda cultura, de la que es testigo la historia de la humanidad.

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ACTIVIDADES:1.- Lee el siguiente texto y contesta a las actividades: “Decía antes que el racismo, como todo prejuicio cultural, tiene como referencia el etnocentrismo. Puede que podamos hablar de un etnocentrismo normal, el que nos permite pensar y actuar en un marco de referencia. Pero sabemos que nuestras convicciones, hábitos, pautas, prácticas, son nuestras, no normales ni naturales. Lo normal y natural es, fuera de toda duda, la variedad”. San Román, T., “Pluralidad y marginación”.

a) ¿En qué consiste, según el autor, un “etnocentrismo normal”? b) ¿Qué relación hay entre el etnocentrismo y el racismo?

2.- Lee el siguiente texto y contesta a las actividades: “Barcelona ha abierto sus puertas a la Conferencia Euromediterránea para poner sobre el tapete temas candentes en los países del área mediterránea, como el terrorismo, los procesos de paz o la inmigración. Como viene estando de moda últimamente, expertos de toda laya dirán que el racismo, la xenofobia y los fundamentalismos religiosos son los mayores obstáculos para resolver nuestros problemas comunes. Pero la verdad es que en la base de todos ellos estará como siempre la “aporofobia”. Es el “pobre” (el “aporos”) el que molesta, más que el extranjero (el “xenos”). El extranjero rico es siempre bienvenido: se abren las puertas al árabe rebosante de petrodólares, al judío comerciante, al gitano perteneciente a la “jet”. Y las mismas puertas se cierran al gitano que vende papelinas en barrios marginales, a la dominicana empleada del hogar. No va tanto la cosa en este Mar Nuestro de “xenofobia” o “racismo” ni menos aún de odios entre religiones monoteístas, engarzadas en un tronco común, tan próximas por nacimiento y por orientación vital. Va de miseria y de intentar un diálogo para superarla, si queremos de verdad ser mediterráneos (…) El primer tema de ese diálogo ha de ser hoy cómo incorporar al “aporos”, al necesitado, al disfrute de lo que por nacimiento le corresponde, al disfrute de una vida material y culturalmente digna” Adela Cortina, “La aporofobia”, artículo publicado en ABC Cultural.

a) ¿Qué es la “aporofobia” y por qué se la confunde con la xenofobia y el racismo? b) ¿Por qué molesta la pobreza? Razona tu respuesta

3.- Lee el siguiente texto y contesta a las actividades: “La ciencia social moderna está empeñada en la ardua faena de eliminar las reliquias de la arrogancia del europeo, quien solía contemplar las “curiosas” costumbres de los “salvajes” o de los pueblos “exóticos”. Es menester entender que cada pueblo posee una imagen del mundo y una constelación de valores, que puede diferir profundamente de los de otros grupos… La aceptación de este hecho elemental, que es causa principal de tantos terribles conflictos entre las diversas sociedades del pasado y del presente, implica la admisión de un grado considerable de relativismo cultural. Esto quiere decir que nos percatamos, en virtud de los hallazgos de las ciencias sociales, de que los principios morales, las ideologías, las creencias religiosas, las leyes, dependen del lugar, la historia, la población, la tradición heredada, y otros muchos factores externos a la naturaleza humana básica del hombre”. Salvador Giner, Sociología a) ¿Por qué crees que eran “arrogantes” los europeos”?

b) ¿Qué significa que los principios morales, ideologías, etc., dependen del lugar, la tradición y otros muchos factores externos a la naturaleza básica del hombre?

c) ¿Con qué actitud ante la diversidad cultural se identifica el autor y por qué? 4.- Relaciona y compara el etnocentrismo y el relativismo cultural. 5.- Relaciona y compara el relativismo cultural y el universalismo.

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6.- Diferencia los conceptos de diversidad cultural y multiculturalismo. 7.- Menciona algunos rasgos de nuestra cultura que sería deseable poder universalizar, es decir, que estuvieran presentes en todo el mundo. Explica por qué. Por el contrario, señala también algunos rasgos de nuestra cultura que no merezcan ser conservados ni extendidos a otras culturas. Explica por qué. 8.- Analiza el contenido de las siguientes afirmaciones y explica qué actitud ante la diversidad cultural muestra cada una de ellas: - Yo te tolero, admito que entiendas las cosas así, pero tú en tu casa y yo en la mía. - Los inmigrantes que viven en nuestro país deben aceptar todas nuestras costumbres y formas de vida. - Es normal que surjan barrios aislados de gitanos, porque son gente con una forma de vida propia, no veo nada negativo en ello. - ¡Cómo van a tener trabajo los inmigrantes si no lo tenemos nosotros!

- Si en su país no están bien, es culpa suya. ¿Qué podemos hacer nosotros? - Yo no soy racista, pero es que todos los delincuentes son extranjeros.

- Las tribus africanas están todo el día bailando y sin hacer nada, ¿cómo quieren entonces prosperar?

- ¡Te casarás con alguien de tu raza; no permito que pierdas tus costumbres por vivir en España! - Ayer fui a un concierto de música étnica y me sorprendieron las similitudes entre el flamenco y algunos ritmos africanos. 9.- Lee el siguiente texto y contesta a las actividades: “La tarea de globalización en la que se encuentra acunándose la humanidad coincide con este paisaje de nirvana que ha extendido la omnipresencia de las grandes marcas. Desde Nueva Orleáns, desde Xi-an hasta Jaén, todo el mundo bebe los mismos refrescos, come Kentucky Fried Chiken, que también es de la Pepsi Co.; aprecia las Reebok, las Nike o Adidas; mira la televisión a través de un Sony; aspira a un frigorífico General Electric (…) tiene secadores Philips; no les extraña la palabra Microsoft; hace fotocopias con Rank Xerox; puede hacer operaciones con el BNP, y desayuna con Kelloggs”. Vicente Verdú, “El fin de la identidad”, El País, 1 de mayo de 1997. a) Pon un título al texto.

b) ¿Qué quiere decir la frase “la tarea de globalización en que se encuentra acunándose la humanidad coincide con este paisaje de nirvana que ha extendido la omnipresencia de las grandes marcas”? c) Expón, de manera justificada, tu opinión personal sobre el contenido del texto.

10.- Busca información sobre los llamados “grupos antiglobalización” y expón cuáles son sus principales objetivos y actividades. ¿Pueden estos grupos frenar la globalización? ¿Crees que es efectiva su labor? ¿Son la nueva “conciencia moral” de un mundo globalizado.

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