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La dimensión institucional como determinación del Trabajo Social actual Algunos elementos para comprender su papel en la reproducción ideológica *Marisa Spina Introducción En la siguiente presentación, nos hemos propuesto revisar la complejidad que reviste la dimensión institucional de las políticas sociales, como espacio socio ocupacional de desempeño del/de la profesional del Trabajo Social. En tal sentido, consideramos apropiado problematizar sobre la intensa capacidad determinística de estas instituciones con respecto a las posibilidades de definición de los procesos de intervención profesional, en cuanto a que sus tendencias de funcionamiento se dirimen en el marco de las relaciones de dominación que se expresan entre el Estado y la sociedad civil. En este sentido, consideraremos a las instituciones de las políticas sociales en su papel de reproductoras de visiones de mundo. Más precisamente como soportes simbólicos y materiales en los que se expresan ideologías múltiples, interrelacionadas y en tensión entre las clases sociales fundamentales, en las que el Estado va dar contenido y direccionalidad a las políticas sociales, en un marco de desigualdad en la correlación de fuerzas. Vale aclarar que con estos planteos, no estamos partiendo de pensar que las instituciones de las políticas sociales determinan mecánica y absolutamente las posibilidades de intervención profesional, ni las formas de pensar y concebir de sus actores. La noción de determinación de la que partimos, nos permite conocer al objeto; en cuanto presenta un modo de relación que tiene necesidad de ser explicado por su presencia, sus dinámicas y transformaciones en la sociedad capitalista. Trabajo final, Seminario “Matrices teóricas y Trabajo Social”, Docentes: Elbert, R. y Mallardi, M., Maestría en Trabajo Social. FCH- Unicen-Tandil, dic 2017 1

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La dimensión institucional como determinación del Trabajo Social actual

Algunos elementos para comprender su papel en la reproducción ideológica

*Marisa Spina

Introducción

En la siguiente presentación, nos hemos propuesto revisar la complejidad que reviste la dimensión institucional de las políticas sociales, como espacio socio ocupacional de desempeño del/de la profesional del Trabajo Social. En tal sentido, consideramos apropiado problematizar sobre la intensa capacidad determinística de estas instituciones con respecto a las posibilidades de definición de los procesos de intervención profesional, en cuanto a que sus tendencias de funcionamiento se dirimen en el marco de las relaciones de dominación que se expresan entre el Estado y la sociedad civil. En este sentido, consideraremos a las instituciones de las políticas sociales en su papel de reproductoras de visiones de mundo. Más precisamente como soportes simbólicos y materiales en los que se expresan ideologías múltiples, interrelacionadas y en tensión entre las clases sociales fundamentales, en las que el Estado va dar contenido y direccionalidad a las políticas sociales, en un marco de desigualdad en la correlación de fuerzas. Vale aclarar que con estos planteos, no estamos partiendo de pensar que las instituciones de las políticas sociales determinan mecánica y absolutamente las posibilidades de intervención profesional, ni las formas de pensar y concebir de sus actores. La noción de determinación de la que partimos, nos permite conocer al objeto; en cuanto presenta un modo de relación que tiene necesidad de ser explicado por su presencia, sus dinámicas y transformaciones en la sociedad capitalista. Por último, admitimos la necesidad de desarrollar perspectivas y elementos de análisis institucional en el Trabajo Social crítico actual; dado que se trata de un objeto que se vuelve esquivo a la conciencia profesional. En parte esta dificultad está asociada al grado de proximidad e involucramiento interpersonal y cotidiano que se asume en relación con los espacios organizacionales en los que llevamos a cabo nuestra tarea. En virtud de esto, la reflexión teórica nos permite tomar la distancia que se requiere para comprender las finalidades y tensiones que están en juego en la dimensión institucional de las políticas sociales, formalizada en diferentes campos institucionales: las disputas presentes, las estrategias y decisiones tomadas desde los sectores dominantes, etc, dada la inevitable influencia de estos factores en la intervención profesional.

Para el desarrollo de este propósito, nos proponemos trabajar dos momentos:

Trabajo final, Seminario “Matrices teóricas y Trabajo Social”, Docentes: Elbert, R. y Mallardi, M., Maestría en Trabajo Social. FCH-Unicen-Tandil, dic 2017

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*Un primer acercamiento en dos tramos, propone por un lado, elementos teórico conceptuales del materialismo histórico, que permitan problematizar cómo se dirimen las tensiones político ideológicas en la dimensión institucional de las políticas sociales (dentro del Estado capitalista). Centralmente pretendemos mostrar con que herramientas cuenta la hegemonía para restringir las disputas y orientarlas a sus intereses. En este punto, recurrimos a aportes de inspiración gramsciana para enriquecer el análisis. *En el segundo momento, se pretende abordar las tendencias institucionales que estarían siguiendo las actuales instituciones de las políticas sociales bajo el presente contexto Neoliberal y Neoconservador. Esto conlleva revisar algunos supuestos teórico y operativos formulados por el neoinstitucionalismo, como la escuela de pensamiento tomada por los Organismos Internacionales de Crédito, para dar contenido a la “reestructuración” de los campos institucionales de los Estados Nación. De este proceso no escapan los países latinoamericanos a partir de los ‘90, ni se eximen las instituciones de la políticas sociales. Plantearemos sobre el final, algunas características de esa restructuración institucional y como tiende a “modelizar” las formas de intervención “en lo social” hasta el presente.

I-a.- Algunas consideraciones conceptuales para abordar la dimensión institucional. En este tramo, hemos elegido colocar tres aspectos centrales que se presentan en este debate.

El primero es afirmar que las instituciones de las Políticas Sociales o Servicios Sociales, inicialmente se podrían considerar como la dimensión simbólica y material en la que se plantean “las tendencias societales que definen la posición del Estado frente a la “cuestión social”1, lo cual adquiere visibilidad mediante las políticas públicas que se implementan, así como las dinámicas organizacionales, con sus objetivos y recursos” (Gianna, S y Mallardi, M., 2011, p 24). Asimismo, interesa entenderlas como un conjunto de “complejos funcionales” que organizan aspectos particulares de la vida social, como es el caso de la salud, la justicia, la seguridad social, etc; y lo hacen en el marco de las relaciones sociales de dominación. Tal como se recupera de Smith en Yañez:

Esos complejos funcionales que son las instituciones, ocurren en el terreno de la economía política, en cuanto “ellos expresan las relaciones sociales que han emergido

1.- .-“El término alude a manifestaciones de desigualdad y antagonismos económicos, culturales, políticos, ideológicos, aprehendidos desde la perspectiva de la totalidad. Dichas manifestaciones dan cuenta de la dinámica histórica y expresan disyuntivas y antagonismos del sistema capitalista, basados en la contradicción capital-trabajo. (…) el término también refiere a que esas expresiones de la cuestión social requieren o generan múltiples modalidades o estrategias para enfrentarla. Aquellas son construcciones históricas en las que las particulares expresiones del conflicto de clase y las relaciones de poder influyen en las respuestas que se dan a esas manifestaciones de la cuestión social. Entre estas estrategias podemos mencionar las Políticas Sociales, la represión, la naturalización, el ocultamiento.” (Cavalleri, S.:2008, p. 41)

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históricamente y son estas relaciones sociales las que deberían ser objeto de investigación” (Smith, D. 2005 en Yañez, S.2011, p.115)

De estas primeras aproximaciones conceptuales acerca de las instituciones identificadas como Servicios Sociales, surge que son predominantemente mecanismos de dominación y terreno de las clases dominantes. Por su parte, no son estas últimas quienes las crean y organizan a las instituciones de las políticas sociales, sino que es el Estado el que interviene en su configuración, administración y organización. Vale la referencia introducida por Faleiros (1992) para reafirmar esta cuestión:

“…son organizaciones específicas de política social (…) Ellas ocupan un espacio político en los nudos de las relaciones entre el Estado y la Sociedad Civil. Son parte de una red, del tejido social implementado por las clases dominantes para atrapar el conjunto de la sociedad” (…) “Las instituciones “son transversales a toda la sociedad. Ellas aparecen como mecanismos reguladores de la crisis del desarrollo capitalista (…) pueden compensar los desequilibrios del proceso productivo.”(Faleiros, op. cit., p 9)

En segundo orden, las instituciones por su mismo carácter ontológico, van a proponer un modo de intervención estructurado sobre la base de la refracción de la cuestión social. Tal lo aportado por Netto (1992) “…la intervención estatal sobre la “cuestión social” se realiza (…) fragmentándola y parcializándola” “como intervención del estado burgués en el capitalismo monopolista, la política social debe constituirse (…) en políticas sociales: las secuelas de la “cuestión social” son recortadas como problemáticas particulares (…) y así enfrentadas” (p. 22). En éste mismo orden de las ideas, el poder hegemónico va a requerir que las instituciones detenten un sentido instrumental, es decir que aparezcan en la conciencia de los sujetos como “cosas” (Gore, A: 1995), como instrumentos enajenados, propensos a naturalizar y estandarizar las formas comprensión de la realidad. En virtud de esto, la racionalidad formal abstracta2 (como razón que predominantemente de la Modernidad), se vuelve el medio para resulte hegemónica y exitosa esa comprensión instrumental. Desde ella las instituciones van a legitimarse como elementos con fuerte capacidad de refracción de la realidad, y presentándola como “formalizada y abstraída” a la conciencia de los sujetos, es decir alejada de la comprensión “totalizante” (en un sentido del pensamiento crítico dialéctico). En este sentido va a tender a imponer sus propósitos. A este respecto, va a aseverar Guerra: “Los fenómenos abstraídos de

2.- Según Guerra, Y. (2007), el positivismo (igual q otras tendencias del pensamiento conservador) utiliza tres mecanismos: 1. naturalización de la cuestión social (deseconomización y deshistorización), 2. fragmentación, autonomización de la cuestión social respecto a sus contenidos económicos y políticos; 3. formalización: cristalización en la forma. La autora postula que la Racionalidad Formal Abstracta subyacente al pensamiento conservador del status quo, que se institucionaliza en el “periodo de decadencia ideológica de la burguesía”, opera bajo dos movimientos: (a) Deseconomización de los procesos sociales, retirando sus bases y fundamentos materiales y concretos, propicia la fuga de análisis del proceso general de producción y reproducción, fijando el conocimiento de la economía en los fenómenos superficiales de la circulación.(b) Deshistorización: retiro de los procesos históricos. (Guerra, Y: op cit, p.56)

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sus contenidos y de la dinámica de las relaciones sociales, solo pueden adquirir para los hombres la apariencia de cosas con un poder “absoluto” que los domina.” (Guerra Y: 2007, p. 61). Por consiguiente, la idea de institución ligadas al pensamiento burgués es de carácter abstracto, ya que niega la posibilidad de conocer su origen y su enraizamiento en la dinámica contradictoria de la historia. Abstraídas las instituciones de sus múltiples determinaciones, quedan reducidas a la noción de “instrumentos” de dominación duraderos en el tiempo y en el espacio, que aprenden a cumplir los objetivos que le imponen o se proponen. Por su parte, la tendencia de las instituciones a la instrumentalización, a la cosificación y a la enajenación respecto de las fuerzas sociales que le dieron origen y carácter, van a confirmar el predominante sentido “práctico” que asumen, en cuanto se presentan como “espacios” útiles ´para la resolución de las necesidades. De acuerdo a Sanchez Vazquez (1980), “La práctica se basta a sí misma, y el sentido común se sitúa pasivamente, en una actitud acrítica, hacia ella” (p.287). En síntesis, la racionalidad colocada por la burguesía a este objeto, restringe la posibilidad de la reflexión sobre las prácticas institucionales, dando lugar a la exaltación de una razón eminentemente práctico utilitarista fundada en el “sentido común”. Desde estas lógicas, se tienden a instrumentalizar todas las dimensiones y elementos que componen el espacio socio institucional: estructuras, ordenes jerárquicos, normativas, objetivos, recursos, población atendida, medios de comunicación, etc. Las instituciones se vuelven “recortables” y “maleables”, pasando a constituir un material de permanente actualización de parte de la hegemonía, en función de sus propios requerimientos.

Finalmente, abordaremos una tercera y última pauta para avanzar en la comprensión de este objeto, y es que desde la perspectiva histórico crítica, las condicionalidades y determinaciones impuestas por los sectores dominantes nunca son totales y absolutas. Su ‘relativo’ poder de transformación de las decisiones de los sectores dominantes, va a depender en parte de la capacidad estratégica de organización y presión de las clases subalterizadas. Tomaremos la siguiente referencia bibliográfica, en la que se presentan argumentos respecto al error en el que se incurre en el caso de considerar poder de las hegemonías como determinaciones cabales e inamovibles.

“La experiencia ha mostrado que ni el capital ni el Estado (como capitalista genérico) tiene esa capacidad absoluta de definir sus intereses históricos a largo plazo.” (…) “La imposibilidad de gobernar en nombre de una sola clase, lo que ha implicado la necesidad del Estado de integrar los intereses de los sectores subalternos, así como otros intereses interclasistas.” (…) “…los grupos subalternos no son meros objetos pasivos de dominación. Ellos ejercen formas de lucha que han penetrado los aparatos estatales” (Olac Fuentes, 1981 en Escolar: 2000. P. 38)

En coincidencia con lo recuperado del texto de Escolar, afirma Iamamoto (1997) que en los Servicios Sociales se dirimen “intereses contrapuestos que

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conviven en tensión” (op cit. p 89), y en este sentido “…el Estado se ve obligado, por el poder de presión de las clases subalternas, a incorporar, aunque subordinadamente, algunos intereses, siempre y cuando no afecten aquellos a la clase capitalista como un todo, dentro de un “pacto de dominación” (p 95) Es en ese sentido que se puede afirmar que la funcionalidad de las instituciones no se encuentra plenamente cooptada por los requerimientos de las clases dominantes. Ellas se verán ‘relativamente’ exigidas a incorporar demandas de las clases subalterna en tanto logren desplegar y sostener estrategias de presión y reclamo. Es necesario advertir que los logros de las clases proletarias tenderán ser invisibilizados ni bien pasen a formar parte de las agendas institucionales, en cuanto se traducen ideológicamente en concesiones de la hegemonía o beneficios sociales. A efectos de fortalecer el entendimiento respecto a la compleja dinámica de las instituciones, en el próximo apartado recurriremos a algunas categorías gramscianas para intentar profundizar los aspectos planteados hasta aquí.

I-b.- La dimensión institucional de las políticas sociales como parte del “Estado Ampliado” y la producción de la hegemonía en ellas

En el siguiente apartado se ha elegido recuperar algunos tópicos del legado de Antonio Gramsci, atendiendo a los siguientes aspectos: en primer lugar como autor marxista con el que el Trabajo Social crítico ha tenido un marcado referenciamiento, pero fundamentalmente porque la exigua parte de los aportes que de este autor tomaremos, nos posibilita un “modo de pensar” la dimensión institucional en cuestión, y al ejercicio profesional en ellas. Su perspectiva “ampliada” de Estado en el que se interrelacionan las clases sociales fundamentales; su compleja y a la vez potente comprensión de las relaciones hegemónicas, la cual vemos usualmente reflejada en los procesos de intervención profesional, dan muestra de ello. Por su parte, y dado que el desempeño profesional en Trabajo Social está situado en la tensión entre los consensos hegemónicos y estrategias contrahegemónicas, encontramos en el autor, nociones para “leer” la viabilidad de las intervenciones en la particularidad de la dimensión institucional de los Servicios Sociales. En éste sentido, partiremos por considerar a las instituciones de las Políticas y Servicios Sociales como una expresión de lo que este pensador denominó “Estado ampliado”, noción que surge para dar cuenta del desarrollo de un capitalismo de acumulación en el que el Estado ve limitada su estrategia de pura coerción a partir de la cual operaba como instrumento represivo de las clases dominantes. Para el caso, la dimensión institucional en la que interviene el trabajador/a social, pasa a formar parte de lo que este intelectual de inicios del siglo XX denominó “aparatos privados de hegemonía”, es decir la estructura institucional de la Sociedad Civil compuesta por los “distintos organismos llamados privados y que

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corresponden a función de hegemonía del grupo dominante” (Coutinho:1981, en Mallardi y Coll, 2011). Las expectativas de expansión de parte de la clase burguesa en el capitalismo monopólico, van a requerir de una forma ampliada de Estado en la que esta consiga mantener su hegemonía a partir del logro del consenso de las clases a las que necesita dominar; es decir que necesita “generalizar” sus intereses corporativos, consiguiendo que los sectores subalternos los hagan propios. (Ouviña, 2013). Se hace necesario promover entre las clases fundamentales un tipo de relación distinta a la represión por parte de la burguesía hacia las clases trabajadoras. La tradicional premisa gramsciana de Estado como una instancia equiparable a la sumatoria entre la “sociedad política” y la “sociedad civil”, es presentada por Thwaites Rey (2013) del siguiente modo:

“ A la concepción “instrumentalista” del Estado Gramsci opone (…) una relación no mecanicista entre Estado y clase, dando lugar a una “concepción ampliada del Estado”. Profundizando su caracterización del Estado como lugar de constitución de las clases dominantes, Gramsci dirá en otra de sus notas que “la unidad histórica de las clases dirigentes se da en el Estado…” (…) “…la unidad histórica fundamental, es el resultado de las relaciones orgánicas entre Estado y sociedad política y sociedad civil” (Thwaites Rey, op cit, p. 8)

De acuerdo a lo observado por Gramsci, los Estados del capitalismo de las primeras décadas del siglo XX requirieron trascender la visión mecanicista, ya que reducir Estado a sociedad política y este último a gobierno, resultaría una simplificación que no permitiría considerar la “…ampliación de la ciudadanía política y social, con el consecuente aumento del número de personas que comenzaron a participar en el ‘hacer de la política’...”, factor que fue provocando el paso a lo que este pensador define como un Estado ampliado. (Thwaites Rey, op cit, p. 6)3. La burguesía por la vía del Estado ampliado (sin abandonar los aparatos de coerción, sino “acorazándolos” y solapándolos en las instituciones represivas de la “sociedad política”), logra mantener su supremacía mediante el desarrollo de un complejo entramado de instituciones y organismos que hacen a la sociedad civil, como el lugar de ese Estado ampliado en el que, “además de organizar /expresar

3.- El pensamiento gramsciano se gesta al calor de lo que Thwaites Rey (2013) nombra como “el fracaso de la revolución de occidente”. El poder capitalista había logrado capacidad de recuperación frente a los períodos de crisis por la vía de la estabilidad consensual. En éste aspecto, “Gramsci no concibe al Estado como un mero instrumento de la clase dominante, que toma y usa como tal, sino como el lugar donde la clase dominante se unifica y constituye no solamente mediante la fuerza, sino por medio de la complejidad de mecanismos que garantizan el consentimiento de las clases subalternas (…) la clase burguesa se divide en una infinidad de capas con intereses eventualmente contradictorios, signadas por la competencia que impone el capitalismo, necesita de un Estado unificador que recomponga jurídica y políticamente su propia unidad.”(p 4 y 5) “...el Estado deja de ser un instrumento de manipulación de las clases dominantes, para convertirse en una “superestructura muy compleja y resistente a las “irrupciones catastróficas” del elemento económico inmediato (crisis, depresiones, etc), las superestructuras de la sociedad civil son como un sistema de trincheras de la guerra moderna (del cuaderno 13)”, (p 7)

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su propia unidad como clase, organiza el consenso de las clases subalternas para la reproducción del sistema dominación .” (Thwaites Rey, op. cit, p.9) Por su parte, el concepto de hegemonía acuñado en la tradición gramsciana, resulta la forma que adopta la “dominación” en el Estado. La capacidad de direccionar la voluntad de los sectores dominados, se consigue ya no solo por medio de la coacción, sino por lograr la imposición de una “visión de mundo” (tensionada, nunca completa), “…una filosofía, una moral, unas costumbres, un “sentido común” que favorecen el reconocimiento de su dominación por las clases dominadas.” (Thwaites Rey, op. cit. p.16) La difusión de ciertos valores, “la capacidad de dirección intelectual y moral que conquista una clase fundamental en lo económico, para convertirse de ese modo en clase dominante y también dirigente” (Gramsci, 2008, p. 92 en Mallardi y Coll, op. cit), está determinada por el compromiso que las clases hegemónicas efectúan con las distintas fuerzas dominadas. El Estado ampliado pasa a ser para el espacio por excelencia de búsqueda del consenso, de negociación para la obtención y manutención de la hegemonía. En él la hegemonía (sin abandonar las herramientas de coerción), que va logrando consensos por la vía de políticas de alianzas entre las clases fundamentales4. Vale considerar esos consensos en los que las clases subalterizadas asumen como propios los propósitos de las clase explotadora, no ocurren de una vez y para siempre, sino que deben ser actualizados conforme se vaya planteando la correlación de fuerzas entre los grupos en tensión. Ellos suponen asimismo, la incorporación efectiva (tanto discursiva, como en términos de acciones reales) de respuesta a necesidades espirituales y materiales de las y los trabajadores. Señala Escolar (op. cit. 2000): “…el consenso no es aquí “consenso universal”, ni tampoco manipulación u ocultamiento de las contradicciones. Significa la acción efectiva, tanto en su discurso, como en sus acciones reales, de las demandas de los grupos subalternos que actúan como sujetos de la acción política.” (p. 39) La clase dominante va a lograr legitimar su capacidad dirigente, es decir consigue convocar a la voluntad colectiva de los grupos dominados, en la medida que pueda ir respondiendo a una parte de los reclamos e intereses de estos últimos. La representación de dichos intereses del pueblo, le implican algunos “sacrificios parciales” (Portantiero, 1981), concesiones de los grupos hegemónicos que de ningún modo deben sobrepasar los intereses económicos de los dueños

4.- Es necesario vincular las nociones gramscianas que se vienen mencionando, a la de “bloque histórico” en cuanto el grado de consolidación del consenso logrado entre las clases fundamentales por la vía de las acciones hegemónicas, va a estar en permanente “construcción” o, para ser más precisa, va a depender del logro de permanentes equilibrios inestables relacionados por los intereses contradictorios entre las clases sociales, siempre en tensión. (Ouviña, 2013, Thwaites Rey, 2013). Con respecto a los niveles de consolidación del consenso, traducido como bloque histórico, “...una clase alcanza el más elevado grado de homogeneidad, autoconciencia y organización cuando “...se alcanza la conciencia de que los propios intereses corporativos, en su desarrollo actual y futuro, superan el círculo corporativo (...) y pueden y deben convertirse en intereses de otros grupos subordinados. De ese modo la lucha pasa del plano corporativo al ‘universal’ (...) creando así la hegemonía de un grupo social fundamental sobre una serie de grupos subordinados“ ". (Mallardi y Coll, op. cit. 2011).

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del capital (en términos del resguardo de la propiedad privada) (Coutinho: 2000). En este sentido, es substancial tener en claro que la clase devenida en dirigente, debe “atender las bases materiales de la hegemonía”, mostrar cierta capacidad de representar “todos” a través de acciones hegemónicas que logren articular la voluntad colectiva mediante una “constelación de prácticas políticas y culturales.” (Escolar, op. cit., p. 39)

Con los ejes conceptuales aportados por el autor italiano y recreados brevemente hasta aquí, retomaremos algunas reflexiones acerca de las particularidades de la dimensión institucional de las políticas sociales. Es así como en principio, se afirma que forman parte de lo que hemos considerado como Estado Ampliado, en cuanto a su papel de reproductoras de relaciones hegemónicas. Siguiendo a Iamamoto, estas instituciones participan de la reproducción de determinado modo de vida de las clases fundamentales “ … que envuelve el cotidiano de la vida en sociedad: el modo de vivir y trabajar, de forma socialmente determinada, de los individuos en sociedad”. (op. cit. 1997, p. 86). Podemos aseverar entonces que su funcionalidad (“utilidad” social) reside en ‘contribuir’ a la manutención de sectores de las clases trabajadoras, centralmente los sectores expulsados del mercado de trabajo. Es precisamente en la capacidad que estas instituciones del Estado ampliado poseen, en cuanto al poder de articulación con los sectores populares a los fines de “resolver” sus necesidades cotidianas de subsistencia; donde hallamos la principal instancia de la relación entre clases sociales en la que materializa el consenso en un sentido gramsciano. Como consecuencia de lo anterior, el entramado de esta relación institucional entre las clases, da cuentas por un lado, del carácter “instrumental” que asumen, ya que en apariencia la relación se reduciría a los fines prácticos: recurren a ellas sectores de las clases populares, en busca de políticas sociales e institucionales dispuestas como servicios y prestaciones, con los que resuelven aspectos de su vida cotidiana. Pero en este acto, que en lo aparente se limitaría al intercambio, los sujetos de las clases dominadas hallan una “una constelación de acciones hegemónicas” que lo degradan al carácter de “beneficiario” “usuario” o “cliente”. Es así como, lo que constituye un concreto derecho, se transforma en un beneficio, y en esto, los sujetos de las políticas sociales confirman su identidad subalternizada, deviniendo en lo que Faleiros enfáticamente llamó “clientes”. En sus palabras:

“…las instituciones son organizaciones específicas de política social, como mediaciones de las clases dominantes para organizar el consenso social, mecanismos reguladores de las crisis del desarrollo capitalista, las cuales: (…) se presentan con una apariencia humanista para convencer, moldear y educar la inteligencia y voluntad de las clases dominadas; colocan al cliente en una posición pasiva, convirtiéndose en patrulla ideológica de su vida personal y social; se estructuran en función de categorías especiales de clientela –a partir del problema que representan para las clases dominantes en un momento dado-, escondiendo su carácter de clase. (el subrayado es nuestro)” (Faleiros: 1986, p. 9)

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El párrafo recuperado recientemente, da muestras de que, tras la fachada de la función prestadora de Servicios Sociales, esta dimensión institucional resulta ser “correas de transmisión ideológica” de la visión de mundo que la hegemonía requiere para su reproducción, y en la línea argumental que venimos siguiendo, es oportuna la recuperación que Thwaites Rey (op cit, 2013) presenta respecto a la dirección ideológica que la burguesía pretende de estas instituciones de la sociedad civil:

“Gramsci destaca que uno de los logros históricos de la burguesía ha sido imponer, a través del Estado, una “voluntad del conformismo” en las masas basadas en la aceptación de la función que le cabe a ella como clase respecto al conjunto de la sociedad y a la percepción que ella tiene de si misma” (Thwaites Rey: 2013, p. 16)

Esta apreciación de Gramsci sobre la “voluntad del conformismo” como motor de la reproducción de relaciones hegemónicas, nos habilita a desentrañar algunos aspectos sobre los que se enraíza la dinámica y la contextura del consenso entre las clases fundamentales en los Servicios Sociales, y desde aquí, nos sumamos a los interrogantes formulados por Ouviña: “cómo, a través de qué mecanismos, la dominación se convierte en hegemonía, es decir incluye la aceptación del dominado, deviniendo en consenso activo” (Ouviña: 2013, p 3)

En resumen, la dimensión institucional opera como correas de transmisión por las que circulan elementos direccionados a conseguir el conformismo de la voluntad, volviéndose instrumentos hegemónicos para “mantener a la fuerza de trabajo en condiciones de ser explotada productivamente”. En tal sentido, funcionan como un canal de control y prevención de insubordinaciones de parte de los trabajadores al dominio del capital (Iamamoto, op. cit. 1997, p. 109). Más categóricamente Iamamoto expondrá que estos servicios consiguen “la institucionalización, por el Estado, de la pobreza, transformando lo que era un problema social en una cuestión bajo control” (p. 120). Derivado de lo anterior, sirve advertir que la ideología sostenida por los grupos hegemónicos en un sentido estricto, son difundidas y generalizadas entre las clases fundamentales, constituyéndose en “visiones de mundo” consensuadas. Pero estas acciones hegemónicas no ocurren en un plano abstracto, de las ‘puras representaciones’, sino que se concretizan en instituciones, erigiéndose estas como el medio por el que circula la hegemonía. En éste plano, Portantiero (1981) afirma que:

“La hegemonía implica necesariamente una dimensión organizacional: no hay producción de hegemonía sin desarrollo de instituciones o aparatos, sin una práctica estructurada materialmente, de la lucha ideológica, cultural y política.” (Portantiero: 1981, p. 150 y 151).

Esta dimensión organizada recibe el nombre de sociedad civil, agrega al respecto Escolar. Las instituciones se plantean como “correas de transmisión de ideología” donde la burguesía desarrolla capacidad de articulación de intereses que -como aduce Gramsci-, está en un continuo formarse y superarse de

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equilibrios inestables.5 En esta tendencia, “el Estado se ve obligado a incorporar algunos de los intereses de la clase subalterna, aunque “dentro del pacto de dominación” (Iamammoto, op. cit. p 96).6 Los procesos de intervención profesional del Trabajo Social reproducen el carácter de las contradicciones planteadas; es decir que en los servicio y recursos que las instituciones otorgan en respuesta a los legítimos reclamos de las clases subalterizadas, se posibilita que el/la trabajadora/os social se posicione en un proyecto alternativo, en cuanto profesional “…mediador de intereses” que “…participa en las instituciones de las respuestas a las necesidades legítimas de sobrevivencia de las clases trabajadoras …” (Iamamoto, op. cit. p. 110 y 111)

II.- El “proyecto político hegemónico” para la dimensión institucional de las Políticas Sociales en el contexto del Neoliberalismo y neoconservadurismo actual

En el tramo anterior hemos reunidos algunos elementos para comprensión del papel de la dimensión institucional de las políticas sociales como exponentes del Estado ampliado y “soportes” materiales por donde circula y se actualiza la

5.- “ El grupo dominante es coordinado concretamente con los intereses generales de los grupos subordinados y la vida estatal es concebida como una formación y una superación continua de equilibrios inestables (en el ámbito de la ley), entre los intereses del grupo fundamental y los de los grupos subordinados; equilibrios en donde los intereses del grupo dominante prevalecen pero hasta cierto punto, o sea, hasta el punto en que chocan con el mezquino interés económico-corporativo”. (Gramsci, en Gonzalez Negrete, 2003: p. 84/5)

6.- En este sentido, es enriquecedora la perspectiva propuesta por Katia Marro (2011), en cuanto promueve el desarrollo de investigaciones que consigan mostrar las vinculaciones específicas que se dan entre: la dinámica y experiencias de lucha de los movimientos sociales, la constitución de las formas de intervención social del Estado en el ámbito de las políticas sociales, y la forma en que las instituciones de las mismas “traducen” los resultados de estas luchas. En sus palabras: “… la actual configuración de las políticas sociales es incomprensible si no nos remitimos a los sujetos sociales que a partir de sus experiencias de lucha y organización reivindican respuestas estatales a sus demandas legítimas...” “Más allá de la aparentemente “adormecida” gravitación de las luchas de los desocupados en la escena social contemporánea, no deberíamos atar nuestra lectura de la realidad a los “parcos” resultados institucionales que las mismas conseguirían, desde el punto de vista de su capacidad de incidir en la construcción de un perfil más progresivo de política social” (Marro: 2011, p. 77 y 78) Los argumentos de Marro, nos permiten advertir que las formas de intervención social del Estado y las políticas sociales -y agregaríamos-, las finalidades y rasgos de intervención de las profesiones que se incorporan a su división socio técnica, están atravesadas por “un componente de contrainsurgencia” que es necesario descifrar. El análisis institucional y de la teleología de los procesos de intervención profesional, de quedar desvinculados de estas dimensiones de tensiones y disputas más amplias que se producen en la sociedad capitalista, corren el riesgo de cobrar un carácter abstracto. En este sentido, es necesario avanzar en la producción de estudios y “capacidad de análisis institucional” en la profesión. Estas investigaciones debieran tender a advertir la particularidad de determinadas experiencias de disputas sociales, los resultados conseguidos de estos procesos de lucha, y el registro del modo en que se han incorporado en las estructuras y medios institucionales.

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actividad hegemónica, cuya principal finalidad es, -como afirmábamos anteriormente- que la pobreza se vuelva una cuestión bajo control por la vía de la construcción del consenso.

Desde aquí y muy brevemente, nos interrogaremos acerca de qué características presenta el “proyecto político hegemónico” de las clases dominantes con respecto a las instituciones de las Políticas Sociales y al Trabajo Social en el presente contexto neoconservador?, más precisamente ¿bajo qué “formatos” y mecanismos tiende esta dimensión institucional a reestructurarse para garantizar la reproducción de las relaciones hegemónicas de sus actores y actrices involucrados?

La noción de “proyecto político hegemónico”, si bien no la desarrollaremos en profundidad, remite a considerar las “particulares” previsiones y decisiones que van tomando los grupos dominantes sobre cada “sector” político institucional, a los efectos de actualizar las tendencias de respuesta que el Estado debe garantizar para la manutención del consenso interclasista (siempre contradictorio, tenso y dinámico). En este plano, las decisiones se van a ir tomando en derredor de los contenidos ideológicos que se aspiran difundir en todas las capas sociales. Para la consecución de este objetivo, se debe reorganizar y actualizar la dimensión de la materialidad ideológica, es decir las estructuras institucionales y los medios ideológicos que circulan en ella.7

En el caso del sector o campo institucional de las Políticas Sociales, el Estado se ocupará de la reorganización de los contenidos simbólicos y materiales que requiere la intervención “en lo social”, actualizando estratégicamente las tendencias de respuestas Estatales a la “cuestión social”. Para estas finalidades recurre a operar sobre el criterio de fragmentación e instrumentalización de este sector institucional desarrollado al inicio de este trabajo, y en esto va la reproducción del pensamiento “formal abstracto”, como la principal racionalidad que dinamiza el sentido común institucional.

Ahora bien, retomemos la pregunta colocada al inicio de este tramo acerca de cuáles son las características de las instituciones para la intervención “en lo social” que requiere y propone el proyecto político hegemónico en este contexto de exacerbado neoconservadorismo. Estamos planteando un momento histórico signado a nivel mundial y latinoamericano por el avance de este ideario que se

7.- Al respecto Portelli (1992) señala que “La sociedad civil es una totalidad compleja, puesto que su campo de acción es muy amplio y su vocación por dirigir todo el bloque histórico implica una adaptación de sus contenidos en función de las categorías sociales que alcanza. La Sociedad Civil que puede ser considerada bajo tres aspectos: 1) como ideología de la clase dominante; 2) como concepción del mundo difundida entre todas las capas sociales; y 3) como dirección ideológica de la sociedad, que se articula en tres niveles esenciales: la ideología propiamente dicha, la ‘estructura ideológica’ y el ‘material’ ideológico.” (…) “Mientras que la estructura ideológica implica la organización material por medio de la cual la clase dirigente desarrolla y difunde el frente teórico e ideológico, el material ideológico incluye los distintos instrumentos de difusión de la ideológica en el seno de la sociedad.” (p. 17-18).

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interrelaciona y sostiene los requerimientos del Neoliberalismo, y en esos términos,

“se reactualizan discusiones y se vienen tomando medidas gubernamentales que lesionan el conjunto de los derechos humanos. Ataques a las conquistas de los trabajadores, junto a la criminalización de la protesta y la judicialización de la vida cotidiana de los más pobres, especialmente los jóvenes y las mujeres. Los jóvenes más pobres se convierten en blancos selectivos para la criminalización y destinatarios de empleos temporarios, mal remunerados y el desempleo como propuesta de vida” (Mamblona y Spina: 2017, p 5)

El desempleo estructural y creciente que habitamos en esta contemporaneidad, vienen a contrastar con los méritos de la doble fórmula noventista promovida por Fukuyama: “economía de mercado + democracia liberal” como la panacea de la historia. A esta suerte de provocación de algunos intelectuales del neoliberalismo, refuta Borón (2013), que este programa del capitalismo tardío devino en una plutocracia, en cuanto a la fuerte concentración del poder en manos de los ricos (p. 7). En esta perspectiva se abre una pregunta que difícil de saldar, y es qué tipo de instituciones sectoriales propone el Estado (en su dinámica ampliada), frente a una economía de mercado abiertamente expulsiva y precarizadora del empleo y un esquema político centrado en el corporativismo y el individualismo posesivo vigorizado, en el que -como señala Guerra-, cada uno/a se hace cargo de la posesión de sí. Regresando desde lo antedicho a las instituciones como elemento que tienden a cooptar la hegemonía en el contexto actual de capitalismo globalizado, hallamos al neoinstitucionalismo como un potente programa de estudio surgido hacia mitad del siglo XX en las principales academias de norteamericanas, intentando superar las fallas que venía mostrando el institucionalismo tradicional.8 Su objeto viene siendo investigar desde una perspectiva renovada, el papel de las instituciones que estructuran y regulan a las diferentes sociedades (y en ello a sus Estados nacionales). Este ambicioso programa de investigación se integra como firme elemento de consulta de los organismos multilaterales, llegando a plantear por su omnipresencia –y como señala Esquinca Andrade (2011)- en que “existe un “pensamiento institucional” de los procesos políticos y sociales”, en cuanto se propone como un instrumento de análisis de las sociedades contemporáneas en el estudio de su institucionalidad. En este sentido intentaremos muy brevemente recuperar algunos puntos de su contenido, para finalmente identificar su posible incidencia en las pautas simbólicas y materiales vinculadas a los “patrones” de atención de “lo social”, El Neoinstitucionalismo, resulta entonces, un programa de estudio en el que se pretende “predecir el comportamiento humano en las organizaciones”

8.- Los ejes del institucionalismo tradicional o científico consideraron a las estructuras institucionales y a las normas, reglas y procedimientos de un orden institucional, como los dos elementos centrales y suficientes para garantizar la funcionalidad que en la primera mitad del siglo XX el capitalismo de acumulación requería de sus instituciones. Tomemos como referentes centrales de esta corriente, al Taylorismo, al Fordismo y al pensamiento Weberiano para el caso de las burocracias.

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(March y Simon: 1981). En él confluyen disciplinas científicas tales como la economía, la psicología y la sociología centralmente, pero también el derecho y la antropología. Sus seguidores la entienden como ciencia “aplicada y aplicable para la búsqueda de eficacia práctica” (…) “Porque la misión (…) es dar un paso gigantesco hacia la teoría comprehensiva del comportamiento de los participantes en toda clase de organizaciones…” (March y Simon, op. cit, p. XIV y XV). En esta apretada síntesis señalaremos que su objeto central de preocupación pasa a ser el conocimiento y regulación de las conducta de los ‘sujetos organizacionales’, en cuanto la complejidad de las sociedades vuelve difícil gobernar sus instituciones mediante las leyes y reglas abstractas del viejo institucionalismo. Desde este métier, uno de sus mayores recursos radica en fragmentar la noción de INSTITUCIONES de la de ORGANIZACIONES. Para el caso, las primeras serían “las reglas del juego en una sociedad, (el subrayado es nuestro) más formalmente son las limitaciones ideadas por el hombre que dan forma a la interacción humana.” (Douglas North: 1990, en Angulo Ricardo 2014). Las mismas reducen la incertidumbre y orientan el interjuego. Las organizaciones en cambio, “son creadas ex professo por los seres humanos en función de la oportunidad que brinda el momento histórico” (…) “entidades ideadas por sus creadores hechas con el propósito de maximizar la riqueza, el ingreso y otros objetivos definidos por las oportunidades que brinda la estructura institucional de la sociedad.” (Davalos: 2010). Tal como señala el autor, el sujeto individual de las organizaciones halla oportunidades para la creación de sus organizaciones, pero siempre -y en lo posible- dentro de las reglas del juego previstas en una escala amplia por las llamadas, desde este enfoque, INSTITUCIONES. Es importante agregar que -de acuerdo a la observación de H. Simon, el hombre, en tanto poseedor de una racionalidad individual está “limitado” respecto de la posibilidad del establecimiento de las reglas institucionales más generales (macroregulaciones). Como corolario, entonces señalamos que las instituciones se vuelven reglas de la vida social (formalizadas y abstraídas de la realidad) las que, para preverlas e influir sobre ellas, requieren del acceso al estudio de las macroregularidades del ‘sistema social´ (manipulación de los soportes materiales de la dimensión ideológica: estructuras y medios). El conocimiento de las reglas formales e informales de juego, permite a la hegemonía incidir en las “visiones de mundo” necesarias para mantener el consenso. Por su parte, se reserva para las organizaciones, la relativa “autonomía” que poseen los sujetos para AUTOORGANIZARSE y autorregular sus reglas del juego de sus micro realidades, como ya se advirtió desde las limitaciones que los individuos atomizados poseen para influir en órdenes societales más abarcativos. Vale advertir respecto a lo que puede aparecer como una polarización entre la escala macro asociada a las instituciones, y la micro vinculada a lo organizacional, que ocurre -como señala Dávalos (op. cit)-, que “las organizaciones alteran incrementalmente la estructura institucional de la sociedad”, lo cual podemos comprenderlos desde esta perspectiva sistémica, como una ‘zona’ de tensión y de

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cierta incertidumbre a la que en casos a la hegemonía se le puede hacer difícil llegar, y en la que las clases subalternas puede articular ideas y acumular fuerzas. Finalmente, vale mencionar que el neoinstucionalismo resulta una herramienta al servicio de los intereses económicos del capitalismo global de las últimas seis décadas, y en este sentido, una preocupación central de parte del empresariado americano, ha sido la de bajar los “costos de transacción económica” sobre la propiedad privada (R. Coase, 1960), advirtiendo que esto tiene como directa contrapartida “el problema de los costes sociales”. Subir sus tasas de lucro reduciendo lo que se le llamó “costos sociales”, requiere del necesario involucramiento de los Estados nación en el papel de “mediar” en esta polémica tarea de adecuación de las políticas a estos fines. Pero además, exhorta a un Estado ampliado dispuesto a trastocar las “reglas del juego” de sus instituciones, y esto conlleva a ajustar la visión de sentido común que una sociedad posee ellas. Este enfoque que se labra en el terreno del neoinstitucionalismo, es adoptado como visión y como modus operandi por los organismos internacionales de crédito, y a partir de los ’90 atraviesa la constitución de las políticas Latinoamericanas en las conocidas misiones enviadas por las entidades crediticias. El propósito de estas “visitas” de sus técnicos está puesto en incidir -a cambio del acceso a créditos-, sobre “las decisiones globales de los gobiernos dirigentes” y sobre “la acción de la administración pública que influye en las relaciones, conductas, comportamientos de sus agentes.(el subrayado es nuestro)”(Esquinca Andrade, op. cit).

Pues bien, volviendo con toda esta carga analítica a las instituciones de las políticas sociales, es evidente que su papel sigue estando en ocuparse de “compensar” (mediante el salario indirecto) el creciente problema de lo que el empresariado le llamó el problema de los “costos sociales”. Para esto el Estado va a proponer sobre estas instituciones una doble forma de precarización económica: la de los costos de manutención de su entramado institucional (salarios, infraestructura, gastos administrativos, etc), y la del valor de las prestaciones que destina para dar respuesta a las manifestaciones de la “cuestión social”. Para viabilizar formas de abordaje a una “cuestión social” que se agrava progresivamente, a través esta red de instituciones de las políticas sociales, ha sido necesaria una reestructuración material y simbólica de las mismas. Esto significa, generar ciertos mecanismos de consenso hegemónico entre sus miembros, para legitimar tendencias institucionales de carácter precario, flexible y desregulado. En este sentido, vale recuperar el eslogan noventista que estimulaba a los grupos y comunidades al “diseño” de la “organización social propia”, (desburocratizada, ágil, democrática), como uno de los señuelos para dar rienda suelta una suerte de entramado institucional atomizado, que en general partía de necesidades e iniciativas individuales o de pequeños grupos.9

9.- Cabe advertir que ante las limitaciones espaciales no estamos desarrollando algunas particularidades que diferencian las formas en que se van reestructurando las instituciones del ámbito público Estatal (burocracias), respecto a las Organizaciones de la Sociedad Civil, (rasgos filantrópicos). Tampoco se está considerando las articulaciones que se van dando entre ambos

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Conforme a lo anteriormente desarrollado, el “proyecto político hegemónico” va a apostar a la consolidación de instituciones prestadoras de servicios sociales que profundicen y potencien formas de intervención “en lo social” con las siguientes características: *Refractarias: es decir que se afianza y acelera la tendencia a la conformación de organizaciones de baja complejidad funcional10, que consigan brindar respuestas en y para “micro realidades” y “micro problemas” específicos. Las mismas quedan limitadas o bien controladas, en cuanto a la posibilidad de conocimiento y articulación política con los horizontes más amplios en los que la hegemonía ejerce cierto poder regulatorio de la producción, direccionamiento y control de las “reglas del juego”. La dinámica refractaria se reproduce en buena parte, a partir de la efectivización de la capacidad comunicativa y organizativa de los grupos de trabajo (perspectiva subjetivista e intersubjetiva). En cuanto a este comportamiento organizacional, Kauffman refiere a que “Las personas, con sus rasgos y vivencias peculiares, constituyen el sistema social interno de la Organización, siempre en cambio y tensión a través de las relaciones y de los diversos grupos más o menos formalizados.” (Kaufmann: 1993, p. 377)

*Conectadas: En el marco de este nuevo patrón de intervención en ‘lo social’, las políticas de contacto con el contexto guardan una relevancia vital: “El entorno en que se desarrolla la organización es sujeto y objeto de influencia recíproca, y ni la organización puede sustraerse a la acción del sistema social en que se encuentra, ni éste a la acción de aquélla.” (Kaufmann, op. cit., p.377) Dichas formas de contacto con el medio social van variando en orden a como se requieran fomentar refracciones y conexiones necesarias. Se tienden a proponer tanto pautas para plantear límites y “clausuras” institucionales, como así también la marcación de formas o “lenguaje de vínculos” necesarios con el entorno. En cuanto al diseño de estrategias de contacto de las instituciones de las políticas sociales, el Estado se anticipa a la creación y estandarización/estabilización de formas de articulación, por la vía de al menos dos estrategias:

-Conformación de instancias de articulación interinstitucionales e intersectorial tales como foros, consejos, observatorios, mesas

sectores, dando muestras de la premisa que difunden los Organismos Internacionales para la administración pública de estos países. La misma supone que se debe transitar hacia una institucionalidad que consigan articular la ETICA del sector público con la EFICACIA del privado. De ello se derivan tendencias tales como la Gerencia Social, la Responsabilidad Social y Responsabilidad Social Empresarial (ver Veira, J.:1997)10.- La complejidad funcional de las organizaciones, se referencia con la de sus ESTRUCTURAS en cuanto las mismas se adecúan a las funciones de coordinación y control que se requieren. En este sentido, según Mintzberg (1983), pueden ‘diseñarse’ tres niveles de complejidad creciente: a) las estructuras más simples denominadas de ajuste mutuo, b) las de supervisión directa c) las de estandarización (de procesos de trabajo, de producción de trabajo y de destrezas de trabajadores). Para su profundización ver “Diseño de organizaciones eficientes” Mintzberg, H (1983)

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sectoriales, territoriales, etc. Dichos espacios suelen estar instituidos por ley, o alentados al interior de cada campo temático -Medios comunicativos y tecnológicos: respecto a la necesaria incorporación de medios de esta índole en la vida de las instituciones, señala Kaufmann que “... La tecnología facilita los recursos con los que las personas trabajan y posee una notable influencia en las relaciones de trabajo.” (p. 377). La renovación de las lógicas comunicativas mediadas por las herramientas tecnológico-digitales, resultan estrategias fuertemente incorporadas en la última década por las instancias administrativas del Estados Nación. A efectos de favorecer la conectividad y la innovación, el llamado Ministerio de Modernización propaga la digitalización de distintos servicios e instancias estatales, estimulando a valorar la eficacia y agilidad en la simplificación de las gestiones. Propone entenderlas como una forma de conectividad virtuosa por lo democrática e inclusiva, en cuanto a la transparencia y accesibilidad en la circulación de la información.11 Si bien no es posible desarrollar en este trabajo aspectos referidos a las implicancias con que este rasgo comunicativo estaría impactando en la dimensión institucional en estudio, se podría adelantar sin embargo que -sin negar determinadas ventajas-, la conectividad digital presenta como contracara, nuevas formas de control interpersonal, de estandarización de la información acerca de las y los sujetos usuarios de los servicios, sumado a la cierta “publicitación” de sus identidades12. De igual manera cabría investigar en referencia al efecto posible en la mecanización de las tareas para el caso de profesiones como el Trabajo Social, que se vean expuestas a la permanente carga de datos. En este rumbo, se debiera profundizar el conocimiento acerca de la incidencia que estarían presentando otros soportes comunicativos digitales y asociados a la telefonía de línea y celular en los procesos de intervención profesional y en las relaciones jerárquicas y horizontalizadas (formales e informales) de los equipos de trabajo que conforman las instituciones de las políticas sociales. (por ej: Intranet, líneas 0800, servicios de mensajería tales como WhatsApp, soportes de redes sociales del tipo e- mail, Facebook, etc).

11.- Ver https://www.argentina.gob.ar/modernizacion12.- Solo por poner algunos ejemplos respecto a los sistemas digitales presentes en los diferentes ámbitos de las políticas sociales nacional y provincial, cuya finalidad es la carga de información relativa a los sujetos usuarios, se pueden citar los siguientes: *REUNA: Registro Estadístico Unificado de Niñez y Adolescencia (REUNA)- Organismo Provincial de la Niñez y la Adolescencia; *RUB: Registro Único de Beneficiarios (RUB)-Anses, *Re.I.N.A: Registro Integral de Niños y Adolescentes - Centros del Sistema de Responsabilidad Penal Juvenil - Secretaría de Niñez y Adolescencia de la provincia de Buenos Aires *SINIDE: Sistema Integral de Información Digital Educativa -Ministerio nacional de Educación y Deportes *Historia Clínica Única digitalizada (del sistema nacional digitalizado) de la Cobertura Universal en Salud- Ministerio de Salud de la Nación*SUR (Sistema Único de Registro- Primer Nivel de Atención en Salud -Ministerio de Salud de la Pcia. de Bs As.

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*Flexibles, Adaptativas: Los proyectos políticos hegemónicos requieren organizaciones con alta capacidad de adaptación a contextos turbulentos, cambiantes e inciertos. (Kliksberg, 1992). La “complejidad” de los entornos va a desafiar a sus actores/actrices institucionales al “involucramiento”, a la creatividad y al desarrollo de respuestas ‘eficaces’ ante las múltiples contingencias que presenta la realidad. Se demanda elasticidad institucional a los equipos de trabajo, la cual es proclive a materializarse en estructuras organizacionales de baja complejidad funcional y líneas jerárquicas blandas, prevaleciendo la atmósfera en la que los neoinstitucionalistas encontraron un terreno fértil para la manipulación: la exploración y explotación de las relaciones organizacionales informales en las que la subjetividad individual se vuelve un instrumento insoslayable. Etkin (2007), confirma en cierto modo lo antedicho: “Las organizaciones operan en un entorno complejo, con incertidumbre ambiental, diversidad de criterios internos y relaciones de poder que movilizan las conductas y también derivan en conflictos (...) La complejidad es acentuada o bien atenuada con formas de gestión utilitarias o responsables.” (p 8)

*Precarizadas: organizaciones empujadas a atender los efectos de la “cuestión social” con ínfimos presupuestos. Sin embargo esta perspectiva hegemónica de atención de “lo social”, está acorazada de una discursividad moral que tiende a persuadir a sus miembros a constituirse en corresponsables de los problemas de la desigualdad social.

*de Carácter moralizante: esta tendencia “autoorganizativa” de los servicios sociales, induce al despliegue de una “moral autónoma” (individual e intersubjetiva), en la que los sujetos asumen corresponsablemente los procesos de intervención social más proclives al autocontrol y exigencias de ‘ajuste mutuo’, que de disciplinamiento. Sumerge a los equipos de trabajo a tendencias voluntaristas, donde las normativas tradicionales pierden efectividad, dado que para abordar las problemáticas sociales no alcanza con las ‘respuestas administradas’. Se transita el terreno de las llamadas “normas blandas” en las que se apela al compromiso y consenso intersubjetivo de auto e inter obligarse a dar “las mejores” respuestas imaginables y posibles (recordemos que en un marco de intensificación de la escases).

Si bien estas dimensiones señaladas merecen un desarrollo específico, pretendimos ilustrar brevemente los ambiguos ribetes de esta perspectiva de la AUTODETERMINACION ORGANIZACIONAL. Queda claro el proyecto político hegemónico apunta a la manutención de instituciones BARATAS, DESPOLITIZADAS y cuyos miembros acepten hacerse SOCIALMENTE CO- RESPONSABLES de lo que el Banco Mundial llama el “flagelo de la pobreza”.

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La vigencia del pensamiento gramsciano se hace presente una vez más, cuando encontramos activa una perspectiva hegemónica que reserva la “voluntad del conformismo” a quienes trabajamos en estas instituciones.

Por todo lo expuesto anteriormente la dimensión institucional actual, coloca a nuestra profesión en múltiples desafíos a la hora de plantear procesos de intervención, ya que indudablemente nos encontramos frente a un conjunto de determinantes y condicionamientos renovados, y difíciles de desentrañar. Como hemos visto, estos rasgos institucionales generan espacios de acción que en su superficialidad suelen presentarse como abiertos y cargados de oportunidades para la intervención, pero simultáneamente se pueden tornar restrictivos y alienantes. La seducción que ejercen los aparentes márgenes de libertad profesional que suelen presentar las instituciones en términos de los procesos de intervención, se vuelven ambiguos ante la precarización y desregulación que han sufrido estas instancias. Al autoritarismo, a la burocracia, al clientelismo como rasgos opresivos tradicionales, se le suma la perplejidad, la impotencia como de tendencia moralizante que atraviesa la intervención, y a partir de la cuál generamos respuestas pobres, tecnocráticas, difusas, discontinuadas frente a la magnitud de las necesidades sociales a abordar. Nuevamente estimamos que las determinaciones socio históricas nunca son absolutas y que como profesión debemos avanzar en el desarrollo de un Proyecto Ético Político Profesional en el que logremos entender este juego de la hegemonía para esclarecernos, ofrecer ciertas resistencias, y contraponer formas de intervención que den las mayores y las mejores respuestas a las necesidades de los grupos vulnerabilizados.

Tandil, diciembre de 2017

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