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P A R TE P R IM E R A

PO ESÍAS

¡ T R E IN T A A N O S!

¡ Treinta años ! Qu1en me diríaque tuviese a l cabo de ellos ,si no blancos mis cabellosel alma apagada y fría ?U n día tras otro díami existencia han consumido ,y hoy asombrado , aturdido ,mi memoria se derramapor el ancho panoramade lo s años que he vivido

Y aparecen ante mífugitivas y ligeraslas venturosas quimerasque desvanecerse viz

la inocencia que perdí ,y aquel vago sentimientoque animó mi pensamientocuando eran mis alegríaslas mágicas armoníasdel mar, del bosque y del viento .

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N U $IEZ DE ARCE

Han sido para mi dañoen la vida qu e disfrutoun siglo cada minuto

,

una eternidad cada año .

El dolor y el desengañoforman parte de mí mismo

,

y el torpe materialismode esta edad indiferentecubre de sombras mi frentey abre á rm s piés un abismo .

Sacude el mar su melenade crespas olas rugiendo ,y con pav oro so estruendolo s aires asorda y llena.

Pero una playa de arena.su audaz cólera¡ Ay

"

l ¿ Quién habrá que r efrene

9 1 tormento so oceanoque en el p ensamiento humanoni fondo ni orillas tiene ?

¡ La Tanto se encumbra,tan locamente camina ,que ya no es luz que iluminasino hoguera que deslumbra .

A I horror nos acostumbra,siembra de ruinas el suelo ,y en su ínextinguible anheloál z a se hasta Dio s ateacon la sacrílega ideade der r iba r le del cielo .

He visto tronos volcados,instituciones caidas ,y tras recias sacudidaspueblos y reyes cansados .Propios y ajenos cuidadosmuévenme contínua guerra,y mi espíritu s e aterracuando

,perdida la calma,

siento rugir en el almala tempestad de la tierra .

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POE SIAS

Cuando pienso en 10 que fui,hondas heridas renuevo,y me parece que llevola muerte dentro de mí .No veo lo que antes vi,no siento lo que he sentido,no responde ui un latidodel corazón si á él acudo ,l lamo al cielo y está mudo ,busco mi fe y la he perdido .

Infeliz generamonque vas, con loco a rdímíento ,nutriendo tu entendimientoá. expensas del coraz ón .

Dime, ¿ no es cierto que sonvivas tus penas y ardientes ?¿No es verdad que te arrepientes.presa de terrores graves ,de lo s mi sterios que sabesy de la s dudas que sientes ?

¡Yo sí ! Feliz si lograra,después de mis desengaños,lanzar hácia atrás los añosque el destino me depara.

Pero , ¡ ay ! el tiempo no pára,ui tuerce su curso el río ,ui vuelve al nido vacíoel ave muerta en la s elva,¡ui quiere el cielo que vuelvala esperanz a al pecho mio !

4 de A gosto de 1864.

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N U N EZ D E ARCE

LA D U D A .

m Q U E R ID O A MIGO E L D ISTIN G U ID O POE TA

D ON A N TON IO HU R TA D O .

Desde esta soledad en donde Vi7 0 ,y en la cual de lo s hombres olvidadoni cartas ni periódicos recibo ;donde repo so en apacible calma,lej os , lej os del mundo que ha gastadocon la del cuerpo la salud del alma ;antes de que el torrente desbordadode la ambición , con ímpetu violentome arrebate otra vez ; desde la orilladonde yace encallada mi barquilla

,

libre ya de las ondas y del viento,

como recuerdo de amistad te escribo .

¡ A y ! Aunque salvo del peligro , sientola inquietud angustiosa del cautivo ,que, rompiendo su férrea ligaduratraspasa fatigado á la venturamontes , llanos y s elvas , fugitivo .

El rumor apagado que levantanlas hoj as secas que á su paso mueve

,

las avecillas que en el árbol cantan ,

el aire que en las ramas se cimbreacon movimiento reposado y leve ,el río que entre guij as serpentea ,

la luz del día , la callada sombrade la serena noche , el eco , el ruido ,la misma soledad ¡ todo le asombra !Y cuando ya de caminar rendidosobre la yerta piedra se reclinay le sorprende el sueño y le domina ,oye en torno de s í , medio dormido ,vago y siniestro són. Despierta, calla,y fij a su atención despavorido ;la oscuridad le o fusca , se incorporay el rumor le persigue . ¡ E s el latidode su azorado corazón q ue estalla !

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POES IA S

Y entonces ¡ ay ! desesperado l lora .

Porqu e es la libertad don tan querido,

que en el humano espíritu batalla,

más que el placer de conseguirla, el miedode volverla á perdex.

Yo que no puedorecordar sin espanto la agonía,la dura y azarosa incertidumbreen que mi triste corazón gemíasometido el penosa servidumbre ,

cuando , arista á merced del torbellino,sin elección ui voluntad seguíalo s secreto s impul sos del destino,y en ese pavoroso desconciertode la social contienda, consumíala paz del alma , la esperanza mía,hoy que la tempestad arrojó al puertomi navecilla rota y quebrantada

,

temo ¡ infeliz de mí ! que otra oleadala vuelva al mar donde mi calma ha muerto .

Para vencer su furia desatada¿qué soy yo ? ¿qué es el hombre ? Sombra leve,partícula de polvo en el desierto .

Cuando el simoun de la pasión le mueve,

busca el átomo al átomo, y la arenaes nube , es huracán , es cataclismo .

Gigante mole lo s espacio s llena,baj o su peso el mundo se conmueve

,

oscurece la luz , ll ega al abismoy a l sum o Dios que la formó se atreve .

Vértigo arrollador todo 10 arrasá ;pero despp és que el torb ellino pasay se apacigua y duerme la tormenta,¿ qué queda . Polvo mísero y livianoque el ala frágil del insecto aventa,que se pierde en la palma de la mano .

¡ Oh grata soledad , y o te bendigo ,tú que al náu fxago , a l triste, al pobre granode desligada arena. das abrigo !

M uchas veces , Antonio , devoradopo r ese afán oculto que no sabela mente descifrar, me he preguntado,cuestión á un tiempo inoportuna Vg rave

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1 0 NU $ EZ D E A RCE

¿ qué busco? ¿á dónde voy? ¿por qué he nacidoen esta Edad sin fe 2—Yo

zsoy un ave

que llegó sola y sin amor al nido .

A este nido social en que vegeta,mayor de edad , la ciega muchedumbre,al infortunio y al error suj etaentre miser ia y sangre y podr edumbre .

Contémplala, s i puedes , tú que a l cielocon tus radiantes alas de poetatal vez quisiste remontar el vuelo,y si éste el mundo que soñaste ha sido,nunca el encanto de tu dicha acabe .

¡ A y ! pero tú también eras un aveque llegó sola y sin amor al nido.

Desde la. altura de mi siglo, tiendoalguna vez con ánimo atrevido ,mi vista á lo pasado , y removiendolo s deshechos escombro s de la historia,en el febril anhelo que me agitasus ruinas vuelvo alzar en mi memoriaY al través de las capas secularesque el aluvión del tiempo depositasobre columnas , pórtico s y altares ;del polvo ínam

'

mado con que cubrela loca vanidad del polvo vivo,que arrebata á su paso fugitivo ,como el viento las hoj as en Octubre ;mudo de admiración y de respetobusco la antigiíedad

— roto e'

squeletoque entre la. densa lobreguez asomay ofrecen á mi absorta fantasíasus dioses Grecia, sus guerrero s Roma,sus mártires la fe cristiana y pia ,el patrioti smo su grandeza austera,sus monstruo s la insaciable tiranía,sus vengadores la virtud s evera .

Y lleva_

do en las alas del deseoque anima mi ilusión , á veces creovolver aquella Edad .

—E u la espesuradel bosque

,en el murmullo de la fuente .

en el claro lucero que fulgura,en el escollo de la mar rugiente ,en la espuma, en el átomo , en la nada ,A polo centellea, alza su frente

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POESIAS

de luminoso lauro coronada .

Por él la luna que entre so rribr a s gira,

la luz que en rayos de color se parte ,la ola que bulle , el viento que suspira,to do es Dio s , todo e s himno , todo es arte .

¡ A y ! ¿No es verdad que en tus eternas horasde desaliento y decepción , recuerdasesa dorada Edad , y que te inspirael coro de sus musas voladoras ,que murmurºan y gimen en la s cuerdasde la ya rota y olvidada lira ?Aunque las llames , no vendrán : ¡han muerto !la voz del interés grosera y rudaanuncia que el Parnaso está desiertoy la naturaleza triste y muda .

Que en este siglo de sarcasmo y dudasólo una musa vive . Musa ciega,implacable , brutal . ¡Demonio acasoque con los hombres y los dioses juega !La Musa del análisis , que armadadel árido escalpelo , á cada pasonos precipita en el oscuro abismonos asoma al borde de la nada .

¿ No la ves ? ¿No la sientes en ti mismo ?¿ Quién no lleva esa víbora enrosca dadentro del corazón ? ¡ A y l cuando llenade noble ardor la juventud fio ridaquiere surcar la atmós fera serena,quiere aspirar las auras d e la vida

,

esa Musa fatal y tentadoraen el libro , en la cátedra, en la escenas e apodera del alma y la dev ora .

¡ Si a veces imagino que envenenala leche maternal ! En nu e stros lares,en el retiro , en el regazo tiernodel amor, hasta al piá de los altaresnos persigue ese aborto del infierno .

¡ Cuánta s noche s de'

hor r or , conmigo á solas,ha. sacudido con su soplo ardientelo s tristes pensamientos de mi mentecomo sacude el huracán 1

_

as olas !º C uánta s , ay , revolcándome en el lecho,ke golpeado con furor mi fr enf

e,

1 1

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N U X* E Z D E A R C E

he desgar_

rado sin piedad m i pecho,

y entre Visiones lúgubres y extrañas,

su diente de reptil , áspero y frío ,he sentido clavars e en mis entr aña s !

¡Noches de soledad , noches de hastíoen que , lleno de angustia y sobresal to ,s e agitaba mi sér en el vacíode fe, de luz, y de esperanza falto !¿Y quién mantiene viva la e speranzasi donde quiera que la vista alcanzave escombro s nada más ? Por entre ruinasla humanidad desorientada avanza ;hechos, leyes , costumbres y doctrinascomo edificio envej ecido y rotodesplomándo se van ; s ordo y profundono sé qué irresistible terremotomoral , conmueve en su cimiento el mundo .

Ruedan lo s tronos , ruedan lo s altar es :reyes , naciones , génio s y colosospasan como las ondas de los maresempuj adas por vientos borrasco so s .Todo tiembla en redor, todo vacila .

Hasta la misma religión sagradaes moribunda lámpara que oscil asobre el sepulcro de la edad pasada .

Y cual turbia corriente alborotada,

l ibre del ancho cauce que la encierra,

la duda audaz , la a so la do r a dudacomo una inundación cubre la tierra .

—¡ E s que el manto de Dios ya no la es cuda !

N o la defiende el varonil denuedode la fe inexpugnable y de las leyes ,y el d ios de lo s incrédulos , el miedo ,rige á su voluntad pueblo s y reyes .El los rumores bélicos propala,él organiza innúmer a s legionesqu e buscan la. ocasión , no la iu stícia .

Mas ¿ qué podrán hacer ? No se apuntalacon lanzas

,bayonetas ni cañones ,

el templo secular que se desqu icia .

En medio de este cao s , como un arcanoimpenetrable , pavoroso, oscuro ,yérgu ese altivo el pensamiento humanode su grandeza y maj estad seguro .

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POE SIA S

Y semejante al árbol car comidopor incansable y destructo

_

r gusano,

que, cuando tiene el corazó n roido,

desenvuelve su copa más lozano,

al través del social desasosiegocruza la tierra en su corcel de fuego

,

hasta lo s cielo s atrevido sube,

pone en la luz su vencedora mano,

el rayo arranca á la irrita da nubey horada con su acento el oceano .

¡M a s , ay , del árbol que frondoso crecesostenido no más por su corteza !Tal vez la brisa que las flores mecederribará en el polvo su grandeza .

¡ Ta l vez ! ¿Lo sabes tú ? ¿Qu1en el m1 stemologra profundizar ? Esta sombriatur bación , esta lóbrega tristezaque invade sin cesar nue stro hemisferio

,

¿ es a caso el crepúsculo del díaque se extingue , ó la. aurora del que empie z a ?¿ E s ¡ ay ! renacimiento ó agoníaLo ignoras como yo . ¡Nadie lo sabe !Sólo sé que la dulce poesíava enmudeciendo , y cuando calla el ave ,es que su oscuridad la noche envía .

Oigo el desacordado clamoreoque alza doquier la muchedumbre inquieta,sin freno , sin antorcha que la guíe ;ando entre ruinas , y espantado veocómo al sordo compás de la. piquete.la. embrutecida indiferencia ríe .

— Tamb1en en Roma, torpe y descreída,la copa llena de espumoso y ricolicor

, go z ába se desprevenida,hasta que de improviso por la heridaque abrió en su cuello el hacha de Alaricoescapósele el vino con la

'

.vidaTodo el cercano cataclismo adviertep 9 ro en esta ansiedad que nos devoraninguno habrá que á. descifrar aciertela gran tras formación que se elabora .

¿ Y qué más da ? R esurr eccmn muerte,vespertino crepúsculo ó aurora,

1 3

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1 4 N U N EZ D E A RCE

lo s que siguen l lorando su caminopor medio de esta confusión horrenda,con inseguro paso y rumbo incierto,¿ dónde levantarán su débil tiendaque no la arranque el raudo torbellinoni la envuelva la arena del desier to ?En otro tiempo el ánimo doliente,atormentado por la duda humana,po strába se sumiso y penitenteen el regazo de la fe cristiana,y allí, baj o la bóveda sombriadel temp10 , el co razón desesperadose humillaba en el polvo y renacía .

Cri sto en la cruz del Gólgota clavadoextendía su s brazos , compasivo,al dolor subl imado en la plegaria,y para el pobre y triste fugitivodel mundo, era la celda solitariapuerto de salvación, sepulcro vivo,anulación del cuerpo voluntaria .

¡ A y l En aquella paz santa y profundatodo era austero , reposado , grave .

La elevación de la gigante nave,la. luz entrecortada y moribunda,la sencilla oración de un pueblo inmensouniéndose á lo s cánticos del coro,la. armonía del órgano sonoro,Ia s blancas nubes de quemado incienso ,el frio y duro pavimento , fosacomún, perpétuamente renovada,de la cual cada tumba, cada losaes doble puerta que limita y cierrapor debaj o el silencio de la nada ,por encima el tum ulto de la tierra ;aquella maj estad , aquel olvidodel siglo, aquel recuerdo de la muerte ,pa r ec¡ an decir con inñnitadul z ura al corazón desfallecido ;al espíritu ciego

, a l alma inerte :E go sum m

'

a , et verita s et vita (1 )Aquí en su pequeñez e l hombre es fuerte .

Mas ¿ dónde iremos ya ? Torpes y oscuros

J oan, ¡ IV, 6 .

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POESIAS

planes hallaron en el claustro abrigo,y Dios aíra do desató el castigoy con el rayo derribó su s muro s .¿ D ónde posar la fatigada fr ente ?¿ D ónde volver lo s afligidos oj os ,cuando ha dej ado el corazón creyenteprendidos en lo s áspero s abroj ossu fe piadosa y su interés mundano ?¿ D ónde ?

¡ E u ti, soledad ! Yo te bendig0 ,porque a l náufrago

, a l triste, al pobre granode desligada arena das abrigo .

San Gervasio de C asolas (Barcelona) , 20 de A bril de 1 868.

E N E L MON ASTE RIO D E PIE D R A .

(A R A GÓN)

Venga el ateo y fij e sus miradasen la s m udas cascadas

que caen con el estrépito del truenoen ese bosque que oscurece el día,

de rústica armoníay de perfumes y de sombras lleno ;

en la gruta titánica que ar r edr a

con sus monstruos de piedra ,su oculto lago y despeñado río :que ante tantas grandezas el ateo

dirá asombrado': ¡ Creo ,creo en tu excelsa maj estad , Dios mío !

Arpa es la creac1on, que en la tranquilainmensidad oscila

con ritmo eterno y cántico sonoro .

Y no hay murmullo, ui rumor, ui acentoen tierra, mar y viento ,

que del himno inmortal no forme coro .

E l insecto entre el césped escondido,el pájaro en su nido ,

el trueno en las entr añ a s de la nube ,hasta la flor que en los sepulcros brota,

todo exhala su notaque en acordado són al cielo sube .

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1 6 N U FIE Z D E ARCE

N unca del hombre la soberbia ciega,que á enloq q ecer le llega,

podrá alcanzar, en su insaciable anhelo,ese poder augusto y soberano

que enfrena el Oceanoy hace girar lo s astro s en el cielo .

En vano , golpeándose la frentese agitará impotente

en su orgullo satánico y m a ld1t0 ;siempre , desesperado Prometeo,

le acosará el deseo,¡ ay ! que, como el dolor, es infinito .

J ul io de 1 872 .

A DAR ! IN .

¡ Gloria al genio inmorta 1 ! Gloria al profundoDarw in , que de este mundo

penetra el hondo y pavoro so arcano !¡ Que , removiendo lo pasado incierto,

saga z ha descubiertoel abolengo del linaj e humano !

Puede el necio exclamarº en su locura .

¡ Yo soy de Dios hechura !y con tan alto origen darse tono .

¿Quién, que estime su crédito y su nombre,no sabe que es el hombre

la natural trasformación del mono ?

Con medítadá calma y paso á paso,cual reclamaba el caso ,

llegó ¿1 tal perfección un monoy la vivaz materia por sí sola

le suprimió la cola,le ensanchó el cráneo y 16

afeitó el pelleio .

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POES IA S

Esa invisible fuerza creadora,

siempre viva y sonora,

música, verbo, pensamiento alado ;ese trémulo acento en que la idea

palpita y centelleacomo el soplo de Dios en lo creado ;

(hablo de Dios , porque lo exige el metro,más tu perdón impetro

¡ oh formidable secta darw iniana ! )Ese sonido, como el sol fecundo,

que vibra en todo el mundoy resplandece en la pa labra humana ;

esa voz , llena de poder y encanto,ese misterio santo,

iaz o de amor, espíritu de vida,ha sido el grito d e la bestia hirsuta,

en la cóncava grutade los ásperos bosques escondida .

¡ A y ! Si es verdad lo que la ciencia ensena ,

¿por qué se agita y suenael hombre, de su paz f1ero enemigo ?¿A qué aspir a ? ¿Qué anhela ? ¿

Que es en suma,el genio que le abruma .

¿Fuerz a o debilidad ? ¿Premio castigo ?

Honor, virtud, ardientes devaneos,imposibles deseos ,

loca ambición , estéril esperanza ;horrible tempestad que eternamente

perturbas nuestra mentg,con acentos de amor 6 de venganza

uña: de A r ce.-2

1 7

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1 8 N U N EZ DE ARC

conciencia del deber que nos oprimes ,ilusiones sublimes

que á más alta región tendeis el vuelo :¿ qué sois ? ¿A dónde vais ? ¿ Por qué os sentimo s ?

¿Por qué crimen perdimosla inocencia brutal de nuestro abuelo ?

Aj eno á todo inexcrutable arcano ,nuestro A dan cuadrumano

en la s selvas perdido y en lo s montes ,de ñj o no estudiaba m

'

entendíaesta fi lo sofía

que abre al - dolor tan va stos horizontes .

Independiente y libre en la espesura,no sufrió la amargura

que nos quema y devora las entrañas .

D ábanle el bosque entretej idas frondas ,el río claras Ondas ,

aire sutil y puro las montañas ;

la tierra, á su elección , como en tributodulce y sabroso fruto ,

música el viento susurrante y vago ;su luz fecunda el sol esplendoroso,

la noche'

su reposoy limpio espej o el cristalino lago .

En su pelliz a natural envuelto,gozaba alegre y suelto

de su querida l ibertad salvaj e .

Aún no grababa ñgurínes Francia,y en su rústica estancia

10 que la vida le duraba el traj e .

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N U $1 EZ DE A R C E

XIX .

Ta l vez ena rdecida y juguetona ,alguna virgen mona

prendióle astuta en sus amantes lazos ,y más fiel que su nieta pervertida

,

ui le amargó la. vida,ni le hirió el corazón con sus abrazos .

Y allí, baj o la bóveda azulada,en la verde enramada,

á la sonora margen de los ríos ,adormec

_

idos con los trinos suavesde las canoras aves ,

ocultas -

eu lo s árboles sombríos ;

al lí, donde la gran Naturalezadescubre la belleza

de su seno inmortal, siempre fecundo,en deliquio s ardientes y amorosos ,

lo s dos tiernos espososengendraron al árbitro del mundo .

XXII .

¡AI árbitro del mundo ! ¡Qué sarcasmo !Perdido el entusiasmo,

sin esperanza en Dios , sin fe en sí mismo,cuando le borre su divino emblema,

esa ciencia blasfema,como la piedra rodará al abismo .

XXIII .

Caerá de sus altares el Derechopor el turbión deshecho ;

la Libertad sucumbirá a rro llada .

Que cuando el alma humana s e oscurece.

sólo prospera y crecela fuerza audaz , de crímenes cargada.

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POESIA S

XXIV.

¡ A y , si al romper su religioso yugo,gusta el pueblo del jugo

que en esa ciencia pérñda s e esconde !¡ A y ,

si olvidando la celeste esfera ,e l hijo de la Hera.

sólo á su instinto natural responde !

XXV .

¡A y, si recuerda que en la selva umbríala bestia no tenía

ni * D io s , ui ley, ni patria, ni heredades !Entonces la revuelta muchedumbre

quizás,Europa, alumbre

con el voraz incendio tus ciudades .

XXVI .

¡Batid gozosos la s sangrienta s manºs,déspotas y tiranos !

Ya entre el tumulto vuestra faz asoma .

Que el hombre á la razón dobla su frentemas sólo el hierro ardiente

la hambrienta rabia de las Heras doma .

24 de D iciembre de 1 872 .

LA S A R PA S M U DAS.

La virgen pºesía ,huyendo de' los hombres,se pierde en las profundastinieblas de la noche .

Las arpas enmudecen,y el eco no respondesino á. lo s broncos gritosde cien revoluciones .

¡A y , cuando la tormenta.cierne sus negras alas ,la tímida avecillase ocu1ta y tiembla y calla !¿ Qué valen sus gorj eosante la voz airadadel trueno ,

'

que r etuínba

en valles y en montañas ?

2 1

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¡ Qué cambio y qué contraste !Ayer llenaba el mundol a inspiración sublimede Schiller, Byron y Hugo .

Hoy sobre nuestras almas ,que envileció el tumulto ,parece que gravitala losa de un sepulcro .

Mír ab an nuestros padresel despertar de un siglo :nosotros 23. sus hondasa ngustias asistimos .En su entusiamo ardientesu cántico era un himno .

E l nuestro, ¡ oh desventura !el nuestro es un gemido .

Cuando despues de aquellasangrienta sacudida,que derribó en el polvola sociedad antigua,con su potente manola s anta pºesíalogró sacar ilesoá. Dios de entre la s ruinas ;

cuando en estéril roca,entre el rumor confusodel mar, agonizabaen su aislamiento augustoel águila altanera,tan grande en su infortunio

,

que de sus corvas garrastuvo suspenso el mundo ;

entonces, como el germenoculto que despierta ,y rompe vigorosola cárcel que lo en

_

cierra,sobre las viejas ruinasbrota ron por doquier ala religión , la gloria,la l ibertad , la ciencia.

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POESIA S

¡ Siempre el”

dolor fecundaLa tierra, nuestra madre,sufre el agudo aradoque sus entr aña s abre ;e l mar tiene sus roncasy oscuras tempestades ,su duda el pensamiento

,

la religión sus mártires .

Todo lo grande surgede este combate eterno,como la luz del choquedel pedernal y el hierro .

¡Felices nuestro s padres,que entonces recogieronla mies , antes regadacon llanto, sangre y cieno !

¿E s raro que el poetaa ] z a se himnos de gloriaal Dios que r enacíade entre sus aras r otas ?¿E s raro que cantasela alborozada Europaal nuevo sol , naciendode la impalpable sombra

Pero hoy , ¿ qué alegre cantoentonarán las mu sas ?La llama del incendionue stro camino alumbra .

La libertad seguidade alborotadas turbasarrastra por el fangosus blancas vestiduras .

El entusiasmo espiraen lecho de dolores :atónita y turbadala fe su venda rompe,y caen de sus a1tares ,baj o insensatos golpes,la. patria , la familia,los r ey es ¡ y los dioses .

23

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2 4 N U N EZ DE A R C E

¡Todo se anubla, to dochoca , todo está herido !Pide estragado el artesu inspiración al vicio

,

y entre el alegre estruendode infames r ego cuo s ,la sociedad oscilasobre el o scuro abismo .

¡Poetas ! Hasta tantoque la borrasca pase,colguemo s nuestras arpasde lo s lloro

_

sos sáuces .

Ta l vez cuando la tierranuestro s despoj os guarde,el viento las sacuday vibren , giman , canten .

Ta l vez cuando del tiempos e amanse la corriente,nuestros felices hij o spiadoso s las descuelgen.

¡ Quién sabe ! Aunque las densastinieblas no s envu elven ,no eres eterna ¡ oh noche !¡ dolor, no duras siempre !

J unio , de 1 873.

A VOLTAIRE .

Eres ariete formidable : nadaresiste á tu satánica ironía .

A I través del sepulcro todavíar esuena tu estridente carcajada.

Cayó baj o tu sátira aceradacuanto la humana estupidez creía

,

y hoy la razón no más sirve de guíaal la prole de Adán regenerada .

Ya sólo influye en su inmortal destinola libre religión de las ideas ;ya. la fe miserable á tierra vino ;ya el Cristo se desploma ; ya las teas

alumbran lo s misterios del camino ;ya vencis te , Voltaire . ¡Maldito seas !

J ulio de 1873.

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POESIA S

M ISE R E R E .

E s de noche : el monasterioque alzó Felipe Segundopara admir ación del mundoy ostentación de su imperio

,

yace envuelto en el misterioy en las tinieblas sumido .

De nuestro poder, ya hundido,úl timo resto glorioso,parece que está. el coloso

'

al piá del monte, rendido .

E l viento del Guadarramadej a sus antros oscuros

,

y estrellándo se en los murosdel templo, se agit&—y brama .

Fugaz y roj iza llamasum a el ancho firmamento,y á veces , como un lamento,r esuena el lúgubre són

con que llama á la 0 rac¡ onla campana. del convento .

La iglesia, triste y sombria,en honda calma reposa,tan helada y silenciosacomo una tumba vacía .

Colgada lámpara envíasu incierta luz á lo lej os ,y á sus trémulos reflej osllegan

,huyen , se levantan

esas mil sombras que espantaná lo s nmos y á los viej os .

De pronto , clar o y dis tinto,la regia cripta conmueveruido extraño, que aunque leve,llena el mortuorio recinto .

E s que el. César Carlos Quinto ,con mano firme y seguraentreabre su s epultura,y haciendo una horrible mueca,su faz carcomida y secaasoma por la hendidura .

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26 N U FIE Z DE A RCE

Go]pea su descarnadafrente con tenaz empeno,como quien sale de un suenosin acordarse de nada .

Recorre con su miradaaquel lugar solitario ,alza el mármol funerario,y arrebatado y resueltosalta del s epulcro , envueltoen su andraj os0 sudario .

¡Hola ! grita en són de guerracon aquella voz concisa,que oyó en el siglo , sumisay amedrentada la tierra .

¡ Volead la losa que os 0 1 e1 raVástagos de imperial rama ,varones que honrais la fama,antiguas y excelsas glorias ,de vuestras urnas mortuo riassalid , que el César o s llama .

C ontestando á estos conjuro s,un clam or confu so y hondoparece

"

brotar del fondode aquello s mármoles duro s .Surgen vapores impurosde los sepulcros ya abiertosla serie de reyes muerto sdespués á salir empieza ,y es de notar la tristeza ,el gesto despavoridode lo s que han envilecidola cor ona en su cabeza .

Grave, solemne , pausado,se alza Felipe Segundo,en su lucha con el mundovencido , mas nó domado .

Su hij o s e despierta al lado,y detrás del rey devoto,aquel que humi llado y r otovió desmoronarse á España,cual granítica montaña ,a impu lso s del terremoto .

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N U FIE Z DE A RCE

cuántas invicta. s espadas,

cuántas firmes voluntadesen aquellas soledadesmuestran sus restos livianos !¡ Cuántos cráneos soberanos ,que el genio habitara en vida

,

convertidos en guaridade

,miserables gusanos !

Desde el triste pantéónen que se agolpa y hacina ,hácia el templo se encaminala. fúnebre procesión .

Marcha con pausado són

tras del rey que la. congrega,y cuando á la iglesia l lega,inunda la altiva naveun resplandor tibio y suave

,

que ni'

deslumbra ui ciega.

Guardando el regio decoro,

como en lo s siglo s pasados,

reyes , príncipes , preladostoman asiento en el coro .

D espues en t 1 0 pel sonoropor el templo se derrama

,

rindiendo culto á la famacon que llena la s historias ,aquel haz de muertas glorias ,que el César convoca y llama .

Por mandato soberanode Carlo s , que el cetro ostenta,llega al órgano y se sientaun viej o esqueleto humano .

La seca y huesosa manoen el gran tec]ado imprime,y la música sublimeque á inmensos raudales brota

,

parece que en cada. notareza y llora, canta y gime .

Uniendo a l acorde santosu voz , lo s muertos despoj oscaen ante el ara de hinoj osy á Dios elevan su canto .

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POE S IA S

Honda expr esxon del quebranto,aquel eco de la tumbac rece, se dilata, zumba,y a l paso che va creciendo,resuena con el estruendode un mundo que se derrumba :

Fuimos las ondas de un ríocaudaloso y desbordado .

Hoy la fuente Se ha s ecado,hoy el cauce está vacío .

Ya ¡ oh Dios ! nuestro poderíose extingue, se apaga y muere . ;

¡ M z'

ser er e

¡M aldito, maldito seaaquel portentoso inventoque dió vida a l pensamientoy alas de luz á. la—idea !El verbo animado ondeay como el rayo nos hiere .

¡ M íser er e!

¡Maldito el hilo fecundoque á lo s pueblos esla bona ,y busca, y cuenta, y pregonalas pulsaciones del mundo !Ya en el silencio profundoninguna injusticia muere .

¡ M íser er e !

Ya no vive cada razaen solitario destierro,ya con vínculo de hierrola humana especie se enlaza .

Ya el aislamiento rechaza,ya la libertad prefiere,

¡ M íser er e!

Rígido y brutal azotecon desacordado empuj esobre las espaldas cruj edel rey y del sacerdote .

Ya nada existe que embote4: el golpe ¡ oh Dios ! que nos hiere .

M iserere

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N U $IE Z D E ARC E

M a s ¡ ay ! que en su audacia loca,tambien el orgullo humanopone en los cielo s su manoy á ti, Señor, te provoca .

Mientras blas feme su boca,mi paz ui ventura espere .

¡ M íser er e!

No en la to rmenta enemigano en el insondable abismo :el mundo lleva en sí mismoel rayo que le castiga .

Sin compasión ui fatigahoy nos mata : pero muere .

M iser er e !

Grande y caudalo so río,que corres precipitado,ve que el nuestro se ha seca doy tiene el cauce vacío .

¡No prevalezca el impío ,ui la iniquidad pro spere !

Súbito , con sordo ruidocruje el órgano y estalla,la luz se amortigua, y callael concurso dolorido .

A 1 disiparse el sonidodel grave y solemne cantollega á su colmo el espantode las mudas calaveras ,y de sus órbitas huerasdesciende abundo so llanto .

A medida que decrecela luz misteriosa y vaga ,todo murmull o se apagay el cuadro s e desvanece .

Con el alba que apareceel cortej o s e evapora ,y mientras la blanca auroraesparce su lumb re es casa,á lo lej os silba y pasala rauda locomotora .

25 de J unio de 1873.

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POE S IA S

A LA M U E R TE

D O N A N TO N IO RIOS R O SA S.

¡Cayó como la piedra en la lagunacon rudo golpe en la insondable fosa !Ya no levantará to rníenta algunasu elocuencia, vibrando en la tribuna,como el rayo terrible y luminosa .

¡Triste destino de la gloria humanatan costosa, tan mísera y tan vana !'Ayer grandeza, y entusiasmo, y ruido ;oy tributo de lágrimas ; mananahondo silencio, y soledad, y olvido !

En la infinita sed ue nos aqueja,¿ qué es nuestí

*a Vida . E l sueño de un momento ,

onda que pasa, sombra que se aleja,ave tímida y muda que no dej aui el ra stro de su

'

s alas en el viento .

¡Cuántas , cuántas memorias arrebatanuestra viviente y rauda catarata !¿Qué es el már tir ? ¿Qué el genio ? ¿Qué el tiranoen el torrente del linaje humano,que al través de los tiempos se dil ata ?

La secular encina,siempre verde,

de sus marchito s frutos s e despojasin que nadie, mirándola, recuerdeui el seco ramo , ui la inútil hoja.que en su invisible crecimiento pierde .

¡Todo es misterio, vértigo y locura !La vida frá

_

gil , el renombre incierto ,y la tremenda eternidadSólo podemos dar á los que han muerto,con fe piadºsa , honrada sepultura .

El la tendrá con lágrimas regada .

' Cómo olvidar tan pronto, patria mía,fa imperiosa atracción de su mirada,su vo z , su ardiente voz , rígida espadaque al chocar y al herir re splandecía ?

81

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N U $Í E Z DE A RCE

A ve ces imagino que aún le veoer uir se reposado y pensativo,y un tiempo mi smo Tácito y T irteoarrostrar el contrario clamoreo

,

cuanto más acosado más altivo .

Con fuerza potentísima y secretabrotaban de su espíritu fecundoel dardo agudo, la alusión discreta ,la cólera inspirada del poetay la sentencia del varón profundo .

En el pe1igr o , enérgico y vali ente,j amás cedió su varonil denuedo ,m

'

s e dej ó arrastrar por la corriente ;nunca dobló su poderosa frenteante lo s vanos ídolos del miedo .

Noble y robusto vástago de aquellaviril generación , que al mundo vinocuando, impulsado por su infausta estrella,marcó en España su iracunda huellael rayo de la guerra y del destino ;

cuando de su letargo despertabala nación

_de Lepanto y de Pavía ,y en lid ardiente , ínextinguible y brava ,mo s tró con su tesón que no queríavivir sin honra, ni morir esclava .

Nacida entre el tumulto y el fra casode una lucha titánica y suprema,esa generación que hácia su ocasodirige el triste y vacilante paso,es el himno triunfal de aquel poema .

Arroj ada y resuelta cual ninguna,

como engendrada en tan heróico'

empeno,temp1c

'

>la en sus rigore s la. fortuna,la ronca tempestad meció su cunay el eco del cañon le a r rulló el sueno .

Siempre en la brecha y siempre enardecísin temor al destierro ui al verdugo

,

con estóico desprecio de la vidarompió , lidiando, el ominoso yugoq ue soportaba España envilecida .

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A t t o l l a . cu a nto encu entr a en l a l l a nu r a .con ím petu fer o z l a . onda r ev u e l t a .

e l pu ente s ecul a r , l a. ¡ :o r r e es b e l ta .e l m o l in o , l a. ca s a y l a. es pes u r a .

N U R'

E Z D E A RC E -3. LA munoncuón.

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34 N U N E Z D E A R CE

N i nos defiende ya , u i el golpe embota,partido en mil pedazo s nuestro escudo .

E l vulgo, el necio vulgo nos azota :yace e l arte dec ¡ ep1to está mudoel genio , el arpa destemplada y rota.

Alguien con torpe y mentiroso halago ,en busca del aplauso apetecido

,

agitó el fondo del impuro lago,

¡ ay ! y el vapor del fango removidosólo engendra la peste y el estrago .

Tú dormirás en pa z ¡ oh varón fuerte !con el sol de la patria que declina .

Y es venturo sa y envidiable suertereposar en lo s brazo s de la muerte,cuando todo es dolor, vergU enz a y ruina .

Tú de_este tri ste y borrasco so drama

sacaste el puro corazón ileso .

Otros, que el pueblo alborotado aclama,no dormirán tranquilo s baj o e l peso,baj o el terrible peso de su fama .

5 de N oviembre de 1 873.

A E M IL IO C A STE LAR .

¡ Ya triunfó la república ! Han vencido .

Tras prolongada y mísera agoníalanzó á tus plantas el postrer gemidonuestra sacra y gloriosa monarquía .

No vino á tierra como e l cedro erguidoque el huracán y el rayo desafía :cayó como la mustia y débil hoj ade que en Octubre el árbol se despoj a .

¡Ayl ¿ Esta. sociedad que desespera,logra 1 á acaso tiempos más felices ,porque haya muerto , sin luchar siquiera,la tradición excelsa que maldices ?¿ Se desplomó quizás porque tuvierapodrido e l tronco y secas la s r a íces ?¿Fué su impensada y l ápida caid a ,torpe venganza ó pena merecida ?

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POE S IA S

Si a l paso que se extingue y desvanecomo el último rayo vespertino,renace el orden y la paz ñor ece ,

es que cumplió la ley de su destino .

Pero si la tormenta se embravece,si no s a rro lla el raudo torbellino,si no se

aclara el porvenir incierto ,entonces es que asesinada ha muerto .

Mientras el cielo mi conciencia guarde,j amás se apartará de mi memoriaaquella triste y vergonzosa tarde ,baldón eterno de la patria historia ,en que un Senado imbécil cobardevendió sin fruto y entregó sin gloria

,

cediendo á los estímulos del miedoel trono secul ar de R ecaredo .

No na 0 1 0 la república, gloriosa,formidab le y potente en lid reñida,ni cual del casto cáliz de la rosala pura esencia en ondas esparcida .

Brotó de aquella tarde ignominiosacomo brota la sangre de la herida ,y como en medio de mortales dudasnació de un beso la traición de J udas .

¡ Oh ! ¡Quién tuviese la robusta venade aquel ilustre historiador romano,que en libros inmortales encadenalos ñer o s monstruos del linaj e humano !Mí pluma ¡ pero no ! La penaque envilece a l león , honra a l gusano :nunca la ruin baj eza ha merecidocensu ra eterna, sino eterno olvido .

Ta l vez ceñida de fulgentes ga lasforj óse tu ilusión que en pleno díala república, austera como Palas ,del cerebro -

del pueblo surgiría .

Ta l vez pensaste que a l tender sus alaspaz y ventura y luz derramaría,siendo para tu fama ¡ oh nuevo Orfeo !la honrada encarnación de tu deseo .

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N U N E Z—D E A RCE

Si el _l lante _ no …te ciega, en torno miraya tu inspirada vo z …

,no la conmueve ,

ya su templanza se ¡convierte en ira ,ya revienta el volcán baj o ,la nieve .

Ya ha .arreb.atado ,tu sonora linala desgreñada M usa de la plebe ;ya suena en vez .de .tu rotunda estrofa,bruta l insul to y sanguinaria mofa.

Ya con sordo fragor se precipitay m ueve ¿1 Dios desespera da gu erra,la santa cruz de lo s sepulcros quita,vuelca las aras y lo s templos cierra .

Ya con furor satánico medita ,

no sólo echar á Cristo de la tierra,sino deja r en su insensato anhelomudo y vacío y solitario e l cielo .

¡ Inútil presuncwn ! Cuando mananase agoste, como yerba, el poderíode esta generación soberbia y vanaque lan z a á Dio s su imbécil desafío ;cuando de su grandeza soberanaquede el po lvo no más árido y frío,¡ tú, redento ra cruz ! ¡ tu, santo leño ,sobre las tumbas guardarás su sueno !

¡Valor, Emilio ! El pueblo se desborday nuestra gloria secular destruye .

¡Ya no existe el ej ército ! ¡Ya es ho rdala que fue hueste, y se desmanda y huye !La anarqu ía lo s ámbito s asorda ,la honrada libertad se pro stituye,y óyense los aullidos de l a hienaen Alc

_

o y , en M ontilla , en Cartagena .

Tu voz , q ue siempre condenó la sañade la turba feroz , de nuevo estalle ,y vibr e como el trueno en la montanay el bronce de lo s templo s en e l valle .

La triste E spana, nuestra madre Españase desang ra entre el cieno de la calle ;ebrio el 'deso rden la deno sta y hiere .

Agonizando está . ¡ Sálvala, muere !

23 de D iciembre de 1873.

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POE SIA S

T R IST E Z AS

Cuando recuerdo la piedad s inceracon que en mi edad primera

entra ba . en nuestras viejas catedra les ,donde …po strado ante 1a. cruz de hinoj os

alz a bal á Dios mis ojos , .

soñando . en . las venture s celestia les º

hoy que mi fr ente atónito golpeoy con febril deseo

busco lo s restos de mi fe perdida ,por hallarla otra vez , radiante y bella

como en la edad aquell a, …

¡ desgracia do …de mí ! diera … la -vida .

¡ Con qué profundo amor, n1no moccnte,prosternaba mi frente

en la s losas del templo sacrosanto !Llená.ba se mí j oven fantasía

de luz , de poes ía,de mudo asombro, de terrible espanto .

Aquellas altas bóvedas que a l cielolevantaban mi anhelo ;

aquel la maj estad solemne y gyave ;aquel pausado canto, parecido

un doliente gemido,que retumbaba en la espaciosa. nave ;

las marmóreas y“

austeras esculturasde a ntiguas sepultura s,

aspiración del arte á lo infinito ;la luz que por los vídrio s d e co lºres

sus .

'

tibio s resplandores .

quebraba en lo s pila res“

dé granito

haces de . donde eu'

» curva; fugitiva ,par a

*

formar la '

ojiva;ramal subiendo se separ a,

cual del rumor “

demu ltitud'

que“

ruega,cuandº á los cie lºs

llega,surge ca da oración distinta y

clara ;

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U N E Z D E A RCE

en el gótico altar inmoble y fij oel santo Crucifij o,

que extiende sin vigor sus brazos yertos,

siempre en la sorda lucha de la vida,tan áspera y reñida,

para el dolor y la humildad abiertos ;

el mí stico clamor de la campanaque sobre el alma humana

de la s caladas torres se despeña,

y anuncia y lleva en sus aladas notasmil promesas ignotas

al tri ste corazón que sufre ó sueña ;

todo elevaba mi ánimo intranquilo25. más sereno asilo :

r elig1 0 ú , arte , soledad, misterio… .

todo en el templo secular hacíavibrar el alma mía ,

como … vibr an las cuerdas de un salterio .

Y á. esta voz interior que sólo entiendequien crédulo s e enciende

en fervoroso y celes tial carm o ,envuelta en sus ñotantes vestidura s

volaba á las alturas ,virgen sin mancha, mi oración de níñu .

Su ráuda , viva y luminosa huellacomo fugaz centella

traspasaba el espacio, y ante el pu roresplandor de sus alas de querube,

r a sgába se la nubeque me ocuitaba el inmortal seguro .

¡ Oh anhelo de esta vida transitoria !¡ Oh perdurable gloria !

¡ Oh sed inextinguible del deseo !¡ Oh cielo , que antes para mí tenías

fulgores y armonías ,y hoy tan o scuro y desolado veo !

Ya no templas mis íntimos pe sares ,ya a l pié de tus altares

como en mis años de candor no acudo .

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POE S IA S

Para llegar_á ti perdí el camino

,

y errante peregrinoentre tinieblas desespero y dudo .

Voy espantado sin saber por dónde ;grito, y nadie responde

mi angustiada voz ; alzo lo s oj osy á penetrar la lobreguez no alcanzo ;

medrosamente avanzo ,y me hieren el alma lo s abrojos .

HIJO del siglo , en vano me resistoá su imp iedad ¡ oh Cristo !

Su g1¡ andeza satánica me oprime .

Siglo de maravilla y de asombros,

'

levanta sobre escombrosun Dios sin esperanza, un Dio s qu e gime

y ese Dios no eres tú ! No tu serenafaz , de consuelo s llena,

alumbra y gu ía nuestro incierto paso .

E s otro Dio s incógnito y sombríosu cielo es el Vacío ,

sacerdote el Error, ley el Acaso .

¡ A y l No recuerda el ánimo suspensoun siglo más inm enso ,

más rebelde á tú voz , más atrevido ;entre nubes de fuego aIz a su frente,

comp Luzbel , potente ;pero también, como Luzbel , caido .

Á medida qu e marcha y que investiga,es mayor su fatiga,

es su noche más honda y más oscura ,y pasma , al ver lo que padece y sabe,

cómo en su seno cabetanta. grandeza y tanta desventura .

Como la nave sin timón y rota,

que el ronco mar a zota,incendia e l rayo y la borrasca meceen piélago ignorado y …pr ocelo so ,

nuestro siglo-co losocon l a lu z o ne le abrasa . r esnlandece .

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40 N U FIE Z D E A RCE

¡Y está la playa mística. tan lejos ! …á lo s tristes r eñej o s

del sol poniente se colore y brilla .

E l huracán arrecia, el baj el arde,y es tarde, es ¡ ay ! muy tarde

para alcanz ar la sosegada orilla .

¿ Q ué es la. ciencia sin fe ? Corcel sin freno,á todo yugo aj eno,

que al impulso del vértigo s e entrega,y al traves de intricada s espesuras,

desbocado y á o scur as_

avanza sin cesar y nunca llega .

¡Llegan! ¿A dónde?… El pensamiento humanoen vano lucha ; en vano

su ley oculta y misteriosa infringe .

En la luníbr e del so l sus a1as quema ,y no aclara el problema,

ni penetra el enigma de la Esfinge .

¡Sálvanos, Cristo, sálvano s, s i e s ciertoque tu poder no ha

,muer to !

Salva á esta sociedad desventurada,que baj o el peso de su orgullo

'

mismorueda al profundo abismo ,

acaso más enferma que culpada .

La ciencia audaz , cuando de ti s e aleja .

en nuestras almas dej ael germen de recóndito s dolores,como al tender el vuelo hácia la altura ,

dej a su larva impurael insecto en el . cáliz de las ñ ores .

Si en esta confusión honda y sombriaes, Señor, todavía

raudal de vida tu palabra santa,di á nuestra fe desalentada, incierta :—

¡ Animate y despierta !como dij iste á Láz a ro z—¡Levanta l

30 de J unio de 187 4 .

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N U N E Z D E A RC E

A'

LA P A T R 1 A .

HIMN O C ON M OTIVO D E LA P A Z .

Dorando la alta cumbrela ansiada aurora llega

,

y ante la viva lumbreque el ancho espacio anega ,cobarde s e repliegala densa oscuridad .

Ya baña el horizontela luz que Dio s. envía :ya mar, y valle, y montecolore. el nuevo día .

Ya todo es alegría .

¡ Poetas, despertad !

La paz tiende su manto”

desde el Pirene á. Gades :alzad el himno santoen campos y en ciudades ,

"

y admire á las edadesvuestro inmortal clamor .

Ascienda¡ en r áudo vu elola voz de la alabanza,como cóndor que al cielointrépido se lanza .

Cantad á. la esperanza :yo cantaré al dolor .

No es que al deber aj enodesdeñe la venturaque de tu herido senolas penas tenípla y cura .

Alma tan seca y durano alienta ¡ oh Patria ! en míAcaso al ver hol lada

tu majestad suprema ,¿no fue mi lira espada ?mi voz ¿no fué anatema ?Aún mis mej illas quemallanto que vertí .

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PO E S IA S

¿ Soy el poeta, acaso,de la s felices horas ,que calla. en el ocasoy canta en las aur or as ?¿No estalla, cuando lloras ,mi ardiente indignación ?Pero hoy que conseguiste

cobrar el bien perdido ,y espléndida, aunque triste,la paz ha r ena cido ,canto al dolor, que ha sidotu santa redencion .

Enigma de la Historia.y … escandalo del mundo,de tu asada. gloriaso el rbol infecundo,yacías en profundoletargo secular .

D el fanatismo esclava,en noche eterna y fría,tan sólo iluminabatu mísera agonía , …

la lámpara que ardíadelante del altar .

Perdida en tu caminoy á oscuras tu conciencia,el arte sin destino ,sin libertad la ciencia,tu antigua omnipotenciano r enació j amás .Pirámide ostentosa

alzada en el desierto,do incó

gnita. reposa

la vani ad de ' un muerto ,¡ oh patria ! tu famosagrandeza era no más .

Llamando con su espadade súbito á. tu puerta ,

gr itó la inesperadaca tás trofe : ¡Despierta'y el águila su abiertagarra en tu pecho hincó .

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N U N E Z D E A RCE

¡ Oh. asomm Bajo,el fiero

dolor de la ancha º herida

tus múscu lo s de acerocobraron nueva vida :rugiste enfurecida,y el águila tembló .

Perdona si la austeraverdad aca to y digo :dolor que regeneraes premio y no castigoConfieso que contigoinexorable fue.

Cuando te v 1 0 la faldadel monte ; soñolienta ;tendió sobre tu espaldasu azote y la tormenta :te exa speró la afrenta,y te pusiste en pié .

Ardieron tus hogares ,y con morta l quebrantocorrió la sangre á. maresmezclada con tu . llanto .

¡ Cuánto sufriste, y cuántº

duró tu adversidad !Pero pasó el to rrente,

el so l doró » tu s ruinas,y excelsa, refulgente,aunque ciñendo espinas ,apareció en» 0 riente

tu augusta libertad .

¡Ah ! D esde entonces la ona scon la traidora. hiena ,

y su rugido es cuchas1mpávida y

xserena .

Tres veces en la arenadomaste su furor .

Cuando tu s ansias cesen,y en tiem

g3m más felices

honrado s o s o bes entus santas cicatn ces ,verás como bendicesloe frutos -del dolor:

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E l con potente manolabra, o rganiza y creacuando en él yunque humanocon hondo afan golpea:para forjar La ideaque es vida, es verbo, es lu z .

.Lo s que dichoso s *duermenno sueñan con el cielo :siempre el dolor fue germende a

_

?gun gigante anhelo ,y Dios , bajando al suelo ,lo con sagró en la Cruz .

f8 de M arz o de 1 876.

E LE G IA

A LA M E MOR IA D E L IN SIGN E HISTOR IA DOR

Y POE TA POR TU GU ES

ALEJANDRO HERCULANO .

Si es cierto que la pena compartidallega á calm arse , porque el l lanto a jenoes para el triste bálsamo de vida ;s i e s verdad ¡ !ay que el añigido seno ,

cuando piedad encuentra y blando abngo ,

más reposado late y más sereno ;permite oh Portuga l ! que un pueblo amigo

ante la hu!

milde tumba de Herculano ,mostrándote su amor, llore contigo .

¡Ya no existe el poeta ! Pero en vanoqu errá la muerte oscurecer la gloriadel más insigne genio lusitano

El con su ciencia en

grandeero la Histo ria

él exaltó la santa poe s ey él impondrá á. lo s siglos su memo ria .

Cantor de vigorosa fanta sía,pulsó inspirado el A rp a del C r eyente

y amó la libertad . ¡Quién no ama el día !

45

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46.

N U N E Z D E A RCE

No dobló al yugo del temor su frente,ui la lisonj a vil manchó su labio ,ui abatió a l débil, ui ensalzó al potente .

De la austera verdad en desagravio,s e opuso á la 1nva s1 on de la mentiracon fe de a r t1sta y conv 1ccmn de sabio .

Enérgico y tenaz , peró sin ira,combatío en pro de su fecunda 1deacon la voz , con la espada y con la hra .

Harto ya de luchar, buscó en la aldeala dulce calma, el apacible encantoque perdió en el fragor de la pelea,

y hoy en rústico y pobre camposantosus resto s guarda honrada sepultura

,

que el pueblo portugués riega con llanto .

¡Feliz el alma que al romper su o scuracárcel , de eterno lauro coronada,vuelve al seno de Dio s intacta y pura !

Ejemplo sea á nuestra Edad menguada,en que más de un ingenio peregrinoen el fango del mundo s e degrada,

y contrariando su inmortal destino,como remera sm pudor, ofreceal éxito brutal su estro d1vino .

¡ Ah ! grande podrá s er, mas no mereceloa ni encom1 0 el pensam1 ento humanoque s e hurmlla , y se arrastra , y se env1 lece .

¿ Qu1 en al águila audaz , que el soberanovuelo remonta, comparar podríacon el reptil inmundo del pantano ?

¡ Oh religión del arte ! ¡ Oh Poesía !

¡Comunión de las almas cuando llevasla paz

, el bien y la razón por guía !

¡ Cuando contra la infamia te sublevas ,y con no usada maj estad , el vuelohasta el principio de la luz elevas !

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PO E SIA S

Pliega tus alas en señal de duelo,y ante esa pobre tumba depositatu más preciada dor : ¡ la fe en el cielo !

Rinde esa fl or, que nunca se marchita ,¡ ay : á quien solo , sí, mas nó olvidado ,duerme á la sombra de la cruz bendita .

A quien fue por tu númen exaltado ,de rica in spiración raudal fecundoy tu apóstol al par que tu soldado .

Rompe el silencio lóbrego y profundoque cubre el polvo desligado y fríodel que llevaba en su cerebro un mundo .

¡ A y ! ya ese mundo estéril y sombr íºno animarán lo s sueños de la v1da :¡ya no le amma rán ! ¡Está vacío !

Mas bastan á su fama esclarecidalas altas creaciones del poeta,do su gran alma nos dej ó esculpida .

¡ Cuán bien nos pinta la inquietud secretadel sacerdote que consigo mismocombate sin cesar como un atleta ! (1 )

¡ que ama y lucha á l a vez con heroísmo,y ve rodar sin glor 1a ui esperanz asu patma y su vir tud hácia el abismo !

Cuando esparciendo el odio y la matanza,la morisma feroz salva el Estrechoy cual torrente incontrastable avanza

ante el imperio gótico deshecho ,ta pasión ínsensata que le oprime,con sacrí lego ardor le abrasa el pecho .

Y llora, y tiembla, y se retuerce, y gime,y sólo á costa de la inútil vidade sus perpétuos votos se redime .

¡Cayó en el campo del honor ! La heridaanticipó su fin ; pero él llevabala muerte en sus entrana s escondida .

(i) La. no vela. E u r ico el P r esbíter o .

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N U N E Z D E A RCE

¡ A y ! ¿E u qué corazón,rugiente y

_

brava,no estalla,

'

em'

b onas de 1ncur able duel o,1a—"r ebelión de la materia. esclava ?¿A qu 1 en , alguna vez , con hondo anhelo

la sed de 'lo imposible no le aco sa ?¿ Quién no ha soñado en escaíar el cielo ?

Surge después la imagen 1umíno'

sa

del arquitecto Alfonso , que en Su extremay ciega ancianidad , aún no reposa. (1 )Le designó la volunta d suprema

para labrar maravilloso temple ,

y es forzoso que acabe su poema .

De s'

u viñ l_

constancia ante el ej emplo ,¡ con cuánta angustia, de la Edad presente,la vergonz osa indecisión contemplo !

Incfºédu la , dudosa, indiferente,hdía s

_

u_

1 fe, sin convicción s e agita ,

y no acierta á explicars e 10 que siente.

Ya con sordo fragor se precipita ,como el a

_

lud del monte, ya asustadalos hier ros del esclavo

solicita .…

Sigue rebelde ó sierva su j ornada,y mas que a l ru ego , al látigo obedece¡ ay ! huan

'

do —nó vencida, fat1gada.

A nte_

esa éociedád que desfállece,del inspirado artista la ñgu rga.¡ cuán excelsa á mis oj os resplandece !

Lleno '

de_genio , edificar procura

alta y extensa bóved a , que seaterr or y pasmo de la Edad futura;

A da riciando'

su a rriesgáda ideg,cual padre cannoso , con tr anqm lamaj estad s e conságr a su tarea.

El pueblo se estremece y horñ pilaal comprender su tem

'

erario empeño,y él mismo alguna vez duda y va óila .

(1) La. na rración histó rica titulada La B óveda .

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50 N U R E Z D E A R C E

No caerá, nó , porque el varón constantedeseche el miedo , y con afan profundoen alas de la 0 1en0 ia s e levante .

¡A h ! si hubiese cedido a l infecundopavpr que nuestras almas encadena,Colon no hubiera descubierto un mundo .

La duda nuestro s ímpetus r efrena,abre anchuroso cauce al egoísmo

,

y solo funda en movediza arena .

¡Pero, no e s fácil resistir ! Yo mismo ,que deploro su mal , rms horas pasoincier to entre los cielos y el abismo .

Herido á un tiempo po r el brillo escasode un mor ibundo sol , que lentamenteva cayendo en las som bra s del Ocaso ,

y por la tibia aurora que en Orienteempieza á despuntar, tembien vacilo .

y apenas sé dónde posar mi frente .

¡ A y ! ¿Qu1en puede, con ánimo tranquilo,dar la triste y postrera despedidaal dulce hogar que le sirvió de asilo ?

¡Mas basta ya de indecismn ! La vidase engrandece al calor de otras ideasque nos muestran la tierra prometida ,

y en ciudades , y en campos , y en aldeasr esuena el coro universal que cantaá la na 0 1ente luz : ¡Bend1 ta seas !

Tu fulgor, que los 0'

Pbes abrillanta,só lo á la negra noche , engendra dor ade monstruos y de eu menes, espanta.

¡ Qu1 en pudiera á los rayos de esa auror:lo s seres convocar que de Herculanoforj ó la fanta s1 a soñadora !

Pero no abri o el pensamiento vanode animar las guras colo sa1es

que con d1estro emeel labro su mano .

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PO E SI A S

Las místicas angustias , las mortalesánsia s, los rencorosos extrav íos ,que él presenta patéticos y reales ,

rebosarían de lo s versos míos,

51 en ellos contenerlo s intentara,cual de sus cáuces lo s hinchados ríos .

Mas no tan sólo en la reg1 0 n que avarala s ficciones y fábulas encierra

,

se abrió camino su r a zón preclara .

Como rayo de sol que se soterrapor ocultos r esquícío s , e ilumína

lo s recónditos senos de la tier ra ,

el negro cráter, la profunda mino.v la gruta de abroj os r esgu a 1 da daque conoce no más fiera dañina ,

así del vate la sagaz mwadapenetró, fulgurando , en los oscuro sy hondos abismos de la Edad pasada.

Y descifrando en lo s ciclópeo s murosde tan lóbregos antros , los incierto ssignos para allegar datos seguros

,

buscaba en los sepul cros entreabiertosde los tiempos antiguos , 13. memoriacasi perdida de los siglos muertos .

Si cuando, atormentado por la gloria,con animoso espíritu escribíadel pueblo portugués la épica historia,

la fanática y torpe hipocresía,medrosa de la luz , no hubiese rotosu pluma de oro , en que ir r adíaba el día ;

si en medio del frenético alborotode envidiosas calumnias , el no hubiera.hecho de enmudecer solemne voto ;

el monumento que con fe sinceraqmso alzar á la patria su erud1to

y vasto ingenio,perdurable fuera .

b l

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52 N U N E Z D E A RCE

Fuera como esa s moles de granitoen que pueblo s gigantes que no existen,sus ya ignorados fastos han escrito .

Dó sus glorias están ? ¿ E n qué consisten'

¿ Q ué resta de ellos en el mundo ? Nada :las pirámides sólo, que aún resisten .

E sa Historia, entre tantas celebrada,del egregio Herculano obra maestra ,¡ ay l quedará por siempre inacabada .

Pero tan rayas perfecciones muestra,que es, y sera en lo s siglos venideros ,gloria de ¡ y también nuestra. !

¿Po r .ventu ra lo s débiles linderosque la discord1a entre nosotros puso,han roto nuestro s vmculo s primero s ?

Hermanos son el es añol y el luso,un m1 5m0 o r 1gen su est1no enlaza,y D IOS la m1 sma cuna les dl spuso .

Mas aunque fuesen de enemiga raza,la generosa t1erra en que han crea docon maternal orgullo lo s abraza .

¿A qmen importa el rumbo que han segu idoDos águ ilas serán de opuesta zona,que en el mismo peñon hacen su n1 do .

Ese sol que les sirve de corona ,con torrentes de luz sus campos hanay sus frutos identmos sazona .

Juntos pueblan los términos de Espana,y parten ambos con igual derechoel mar

,el río, el llano y la. montana .

C uando a lgun invasor , hallando estrechoel mundo á su ambición , con ello s cierra,la misma espada les traspasa el pecho .

E l mismo hogar defienden en la guenr a ,el mismo sentinnento 19 5 m sp

_

1 ra ,

cúbrelos al momr la ¡msma t1erra,

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POE SIA S

y tan unidos la. raz ón los mira,como los fuertes dedos de una manoy las cuerdas vibrantes de una lira .

¡A y ! cuando luchan con rencor tirano,pregunta Dios a l y encedor impío :—¡ Caín, Caín , qué hiciste de tu hermano !

Juntos mostraron su indomable bríoen lid remda, infatigable y nera,contra un poder despótico y sombrío .

Y juntos alz ar án, cuando Dios quieraponer fin á su mútua desventura ,una patria, una ley y una bandera.

Por eso ante la, humilde sepulturaque guarda al más insigne de tus hijos ,Espana ¡ 0 11 Portugal ! su llanto apura,

y en ti sus nobles pensam iento s fijos ,acude ansiosa á consolar tus penas ;pero no ai compartir tus regocij os .

Podrá el recelo ruin , si no le enfr ena5 ,hacer que el odio entre nosotr os cunda,y no luzcan jamás ho rnº serenas ;podrá impedir nuestra unidad fecunda ;

mas no evitar que de mi patria el llantocon el que tú derrames s e confunda .

¡No lo conseguirá ! ¡No puede tanto !

D iciemb re de 1877 .

53

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N U Í Q E Z DE A RCE

A L D O L O R .

Tú nos recoges al nacer, y en vanoes luchar contra ti. Nunca vencido ,la vida universal siempre ha gemidosuj eta al férreo yugo de tu mano .

¡ A y ! s i en la inmensidad tu soberanopoder, so breponiéndo se al olvido,el llanto condens

'

ase que ha vertidodesde su origen el linaj e humano ;si la lóbrega nube reventara

y baj o su espantosa pesadumbreen lluvia torrencial se desatara,tocando el mundo en su postrero día,el diluvio de lágrimas , la cumbrede lo s más alto s montes , cubriría .

¿Qu1en escapa de ti? ¿ Qu1en tu castigoevita ? ¿Quién se esconde á tu mirada ?Desde que el hombre emprende su j ornadade la cuna. al s epul cro, va contigo .

Mas no con torpe lengua te maldigo

¡ oh Dolor ! cuya fuerza incontr a stada ,como Dio s sacó un mundo de la nada

,

sa cas del ma l la luz que adoro y sigo .

Fuerte artista que labr a s_

tu e scultura,

el bloque humano sin piedad golpeasy el bien arrancas de su entrañ a dura .

Chispas de tu cincel son las ideascon que iluminas nuestra noche obscumcu ando tus obras inmortales creas .

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SE G U N D A

PO EMAS

R AIM U N DO LU LIO .

A U N A M IG O D E LA IN F A N C IA .

Acoge carm o so ,Como sencilla ofrenda que tributo

A nuestro antiguo afecto ,Mis pobres cantos de R a imund o Lu lio .

Esta doliente hi storiaEncierra un grave pensamiento, oscuro

Quizás , porque mi musaN i engrandecer le ui a clara r le supo .

De la atrevida CienciaQue huye de Dios , y en su rebelde o rgu1lo

Con sus fulgores sóloQuiere llenar los cielos y los mundos ;

De esa Ciencia 21 que rindeLa vanidad del hombre ciego cu lto,

Y que persigu e siempreCon sacrí lego afán y ardor impur o ;

Por quien,obedeciendo

De su apetito al indomable impulso,Mancha las sacras aras ,

Y á Dios disputa su p oder aug usto

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56 N U R E Z DE A RCE

En B lanca, en esa hermosaB lanca, sueno y delirio de Raimundo

El símbolo terrible,El triste emblema presentar procuro .

¡ A y ! cuando devoradoPer insaciable sed, loco y convulso

Piensa alcanzar el hombreDe su soberbia el anhelado fruto

,

¿ Q ué encuentra ? Eterna duda,Eterno hastío entre el placer oculto

,

Y baj o regias galasLa horrible podredumbre del sepulcro .

Mas no porque condeneE sos , que errores de la Ciencia juzgo,

Para extirpar lo s pidoEl auxilio sangriento del verdugo .

Impuestas por la fuerza,0 por la vil superstición del vulgo,

Odiosas me seríanLa verdad y la fe que ansioso busco .

Hlj 0 soy de mi siglo,Y no puedo olvidar que por el triunfo

De la conciencia humana,D esde mis años juveniles lucho .

Por bárbaro rechazoD e la brutal into lerancia el yugo,

Y quiero en campo abiertoLibremente lidiar con el absurdo .

CANTO I.

P R O F A N A C IÓ N .

Como el radiante sol cuando declina,La vida con sus ult1mo s refiejo sNuestros yertos recuerdos 1 1umma,

Y vemos todos , al llegar á viej os ,E l muerto bien que la memoria guardaMás rico de color cuanto más lej os .

Hoy que la edad me postre. y acobarda,Mi pasada ilusión cruz a furtiva,A través de lo s años más g alla rda .

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N U FJE Z DE A R C E

Y de noche , agitándome en el lecho,

De día, per siguiendote incesanteCon la torpe insistencia del despecho

,

Cuanto menos querido , más aman te ,Miraba tra scurmr , ard1endo en ira ,Como un s1glo de angustias cada instante .

¡ Qué solita rio y tétrico suspiraE l corazón que osado se l

_evanta

Y en su d elirio lo imposible aspira !

La esperanza del hombre es arpa santa :Pulsa la fe su s cuerdas , y sublimeEn medio del dolor, preludia y canta .

M a s si con mano bárbara le oprimeEl vil recelo , e stéril y cobarde,En medio del placer, se rompe y gime .

Haciendd de mi amor público alarde ,Por las calles de Palma te seguíaU na tarde de A bril . ¡ Qué hermosa tarde !

El so l su excelsa majestad hundíaEn el seno del m ar , con sus fulgoresArrebolando el término del día

,

Y llenaban el a1 re eso s rum oresQue despiertan , abriendo su capulloA lo s besos del céfiro, las d ores .

De las palomas el sentido arru llo,

El sonoro bullir de las c orrientes ,Del viento y de las hoj as el murmullo

,

Todo inspiraba al corazón ardientesY tenaces deseos ; todo amaba,Auras y fl ores , páj aro s y fuentes .

En árabe corcel , que levantabaNubes de polvo al estampar su huella,Y el duro freno indómito tascaba ,

En po s de ti, que pudorosa y bellaRecatabas la faz , con paso lento[ba yo á impulsos de mi negra estrella.

Súbito,arrebatado pensamiento

Turbó mi juicio , y removió las hecesD e mi amaro n nesar v mi to rm enta

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POE M A S

Recordé con furor tus esquiveces,Ser… en el corazon la mordeduraDe la sospecha mun, una y mil veces ,

Y descompuesto , ciego en mi locura ,A l mqu1 eto corcel piqué la espuela,Para alcanzar por fuerza mi ventura.

Tú , como el ave que azorada vuelaLanzaste un grito de terror, el gritoDe la honrada virtud que se rebela .

Sin duda el hondo torcedor malditoQue excitaba mi afán y mis enoj o sDebiste ver en mi semblante escrito ,

Porque cayendo atóni ta de hinoj os ,Rigida y sin color como una. muertaVolviste á mí los espantados oj os .

La cade estaba, por tu mai, desierta ,Y ya creía en mi febril anheloE l triunfo fácil y la dicha cierta,

Cuando de pronto , alzá…ndote del suelo ,Hácia una 1g1es1 a. got1 0 a cercanaAvanzaste veloz , clamando a l c1 elo .

Muda de asombro y confu smn la ancianaQue te seguía, penetro cont1go

En la augusta b a síhca cmstiana ,

Y yo ¡ insensato ! con horror lo digoProvocando de Dio s el justo fa lloA I bru to indócil aplique el castigo ;

Hiz o sonar su endurecido calloEn las losas del atrio, y de repenteDentro del templo

z me encontre á caballo .

Lo que entonces pasó , no habrá quien cuente :Sé que al verm e llegar pálido y fieroC orrió sordo rumor entre la gente ;Que trastornado yo , pero el taner o ,

En torno la s m1r ada s r evo_

lw a ,Acariciando el puño de m l acero,

Y que con pompa abrumadora y fríaU n helado cadáver en la cumbreDel enl utado túmul o vacía .

69

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60 N U N E Z DE A RCE

De lo s blandones la r 0 j 1z a lumbreReverberando en lo s bordados de oro ;El pasmo de la absorta muchedumbre ;

De la terrible música el sonoroRaudal , que con los rezos confundido

,

Inundaba la nave desde el coro ;

E l ronco M iser er e, ese gemidoDe nuestra vanidad , que brilla apenasPara perderse en el eterno olvido ;

Todo , mezclado con mis propias penasCondenaba m1 1ntento temerarioY el calo r apagaba de inis venas .

Me pareció que de su oscuro osarioA 1z abanse lo s muertos con estruendo,Envueltos en funebre sudan o .

Helóseme la sangre , y revolviendoC on ímpetu el rendal, gané la. puerta,De mi conciencia amedrentada huyendo ,Lívido el rostro y la mira da incierta .

CA N TO I I .

IN SOMN IO .

Mi caballo , sintiendo el acicateY no la brida, abandonada y suelta ,Salió escapado con furioso embate .

La. atropellada multitud , envueltaEn el espeso polvo del camino,Me apostrofaba enérgica

_

y resuelta .

Pero yo , como el raudo torbellinoQue á través de lo s bosques s e abreAvanzaba frenético y sin tino .

Falto de aliento , de vigor escaso,Iba como la seca y móvil hoj aAI impu lso del viento y del acaso .

Poco á poco el temor y la congojaFueron cediendo ; recobré el estu bo ,Con mano firme aseguré la floja

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PO E M A S

Y descuidada rienda, erguíme altivo,Y lentamente hácía el paterno techoRetrocedí cansado y pensativo .

A n o_1eme sin fuerzas en el lecho,

Y con furor reconcentrado y rudoHerí mi frente , desga 1 ré mi pecho .

Como si atar a mi garganta un nudoPugna ba po r gritar y no podía,Porque el dolor que se desborda es mudo .

¡Noche de insomnio , noche de ag nía ,Que vives, ¡ ay ! en mi memoria imp esaCon indelebles rasgos todavía !

¡ Aún tiemblo de pavor ! A l hacer presaLa calentura en mí

,formas extrañas

Se des tacaron de la sombra espesa .

Híbrido s monstruos, fi eras al imañas ,Trasgos y espectros e spantosos

,hijos

Del fuego abrasador de mis entr aña s ,

A l par deslumb 1 ado r es y prolij o sRevolaban en torno de mi frente,Con sus oj os de luz, siempre en mí fijos .

Y en el circulo tú, resplandecienteComo la estrella matutina

,muda

Como el pudor, como el amor ardiente,Mostrándote á mi afán , medio desnuda

Con fuso el rostro , palpitante el s enoCual la virtud que desfallece y duda,Con blando halago, de promesas lleno

Como nunca gozaron los mortales ,Soltabas , ¡ ay l á mi pasión el freno .

Yo , rompiendo los diáfanos cenda lesQue te envolvían, con hambriento s oj os,Devoraba tus formas virginales,

Y esclavo de mis lúbricos antojos ,Vencido por el lánguido embelesoDe tu húmeda pupila y labios rojos ,

De mi amante ilus1on en el exceso,Extático y dichoso hubiera dadoMi eternidad de glo ria por un beso .

61

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N U R'

E Z DE A RCE

¡ Por un beso no más ! Desesperado,Atropellando la medrosa b uesteDe monstruos que giraban á mi l ado

,

Quise alcanzarte , apa ric1 on celes te,

Y las manos tendí con desvaríoPar a rasgan tu inmaculada veste ;Pero hallé un esqueleto hórrido y frío

Que al deshacerse en rm s convu lsos bra zosExclamaba llorando :

¡ A y , amor mío !

Y baj o la opr es1 0 n de“

estos abrazosDe mu erte, de esto s punz a do r es goces ,Mi corazón saltaba hecho pedazos .

Y otra vez , dando incomprensibles voce s ,Volvían los abortos del mareoA perseguirme a ír ado s y veloces .

Y otra vez , ofr emendote en tro feoA mi imposible amor, te descubmaMas cerca y más r ad1&nte m l

Cuánto duró la fieb r e ? No sab1 1aDecirlo : s é que sonrosada y bellaC aLmó mi ardor la clar idad del día

¡ A y l á juzgar por la profunda huellaQue el dolor dej ó

_

en mí, du l ó la s h0 1 asDe mi edad juvenil la noche aquella .

Huyeron las visiones tentadorasA la na 0 1ente luz , con manso ruidoBatió el sueño sus alas b1enh echo r a s ;Y como el gladiador , que ya rendido ,

E l postrer golpe resigna do espera ,Gen é lo s Oj os y perdí el sent1do .

Ya el sol en la mitad de su carrera,

Desparramaba sobre el ancho mundoSu fúlgída y dorada cabellera ,Cuando saliendo yo de mi profundo

Leta 1 go , alceme triste y ma cxlento

Como vuelve á la vida el m0 1 ibundo .

En medio de mi vago aturdimientoRecordé tus ofensas , tan contríto

Como espanta ? de mi loco intento ,

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POE M A S

Y buscando el perdón de mi delitoEstos versos trace, que de buen gradoHubiera con mis lágrimas escrito :

¡ Oh Blanca ! Cierto que la culpa míaE s grande : ui la oculto ui la niego .

Pero vencido por mi humilde ruegoDios al mismo Luzbel perdonaría .

Injusta pena por demás seríaLa que impusieses , cuando ve el más ciegoQue aviva tu desdén mi amante fuegoY e s causa tu rigo r de mi porfía .

¡ Oh mi vida ! ¡ Oh mi luz ! ¡ Oh mi esperanza !A hógame entre tus brazos , si ¿1 moverteMi fervorosa súplica no alcanza .

Que yo a l morir bendeciré mi suerte ,Pues será compa s1 on y no venganzaDarme en tu seno cánd1do la muerte

Berenguer de Pedra 1ves, mi criado ,Ammo so y resuelto , halló cam1noDe entrar en tu mans1ón, sm ser notado .

Encomendé mi carta á su buen tino ,Y tal mana se dió , que en plazo breveCon la. respuesta inesperada v 1no .

Quien sienta y sufra como y o , qnien pruebeLa esqmva cond mión de un pecho 1ngratoPara el amor de endu rec1da meve ,Ese quizás comprenda el arrebato

C on que tu carta abrí , sm que acerta raA entender su enigma tmo relato :

Mísera y desdichada criatura,Lamento vuestro error, le perdono .

Mas ¿ quién me guardar de vuestro enco nc

Si en la casa de Dios no estoy segura ?

63

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N U $: E Z D E A RCE

Na da vale la efímm:a hermosura.

Con que, s in pr etender lo , o s aprisiono .

Dej ad que se marchite en su abandono,

Y alzad lo s oj os á mayor altura .

Pero si con mi ruego no o s obligo,Romp1endo para s1 empre nuestros l azos ,A separar os del amor terreno ;Sí es para vos piedad y no castigo

Hallar la muerte en mis cmspado s brazos ,Venid , q u e a caso do rm z

'

r a en m í seno

Era la cita misteriosa y rara ;d a s cuando la pas1on nos pr ecip1ta ,¿ Qu1 en en vanos escrupulo s repara ?

A un tiempo mismo murmuré me incit:Y me despre0 1 a . La razon no acl erto ;Pero ¿ qué 1mporta ? A cud1 re a la al ta .

Y cuando en m1 amoroso desconciertoE sto decía, lúgubre y lej anaEn los aires vibró , doblando á muerto,La. penetrante voz de una campana .

CANTO III .

LA C ITA .

La negra noche su enlutado mantoPor la serena atmosfera tend 13.Con inefable y m1 stemo so encanto .

¡ Cuánta tristeza y cuánta poes íaEn el herido corazon desp1ertaEse adios melancohco del d 1a !

La luz crepuscular pálida y yertaQue pasa

,se amor t1gua y de svanece

Como recuerdo de esperanza muerta ;

La muda sombra que impalpable crece .

Y á semejanza del dolor humanoTodo lo apaga y todo lo oscurece ;

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P M K!

Aquel silencio, de la muerte hermano ,Que extir g ae l os latidos de la vidaEn la selva, en la cumbre y en el ll ano

Aque_

1 suave silencio que convidaA l sueñ o ; aquella soledad suprema,A la pa z del sepulcro parecida :

El fulgor de la luna, casto emblemaDel doméstico hogar puro y honrado ,Que alumbra y da calor, per o no quema ;El infinito espacio , ta cnonado

De innúmera s estrellas , que el caminoSeñalan de otra patria al desdichado

,

Y son el j erogl ífico divinoQue en la boveda. inmensa Dios imprimePara ensena r al hombre su destino :

Todo es en ti patético y sublime,¡ Oh noche augusta ! para el alma inquietaQue duda y ama, que medita y gime.

E speré , pues , con la ansiedad secretaDel que suena en cercanas alegrías,A que la lobreguez fuese completa,Y dando suelta á las pasiones mías

Perd1me , entonces , de temor aj eno,Por calles solitarias y sombrias .

Insensible mi espíritu serenoA los siniestros cuentos y consejasQue inventa el vulgo , de aprens1ones lleno,

Al tivo,con la capa hasta las cejas

Y la mano en el pomo de la espade ,Palpitando de amor llegué á tus rejas .

Tú aguardabas allí triste , cal lada,Inmóvil , como estatua misteriosaEn su lecho de pied ra incorporada ;

Y al verme , con palabra recelosa ,Tenue como e l ssuspiro comprimidoQue del deshecho corazón rebosa,

¡ (Juán desgraciada soy ! ¡ Habeis venido !Dij iste

,alzando la mirada a l cielo

Y arrancando del alma. hondo gemido .

'ñ c z. dc A r cc.—5

b b

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66 N UN E Z DE A RCE

¿ Tánto me aborreceis , que os causa duel !Mi presencia exclamé cuando en el mundCifro en vos , sólo en vos , todo mi anhelo ?

Quizás es pese y 10 llor eis , RaimundoRespondiste con vo z so lemne y graveComo el último adiós del mor i

ybundo .

Llegué á tu puerta, rechinó la llave,Abrió y entré . Lo que en aquel momentoPasó dentro de mi, nadie lo sabe .

La rápida explo swn de ml contentoTan ruda fue, que atónito y confusoDetuve el paso hasta cobrar aliento .

¡ C on qué placer mi corazón ilusoVió entonces acortarse la. distanciaQue tu rigor entre nosotros puso !

Sobrecógido penetre en tu estancia ,En aquella mansión tranquila y pu raComo los castos sueños de la infancia .

De una lámpara de oro la inseguraY vacilante luz , con noble empleoAlu

'

mbraba de lleno tu hermosura .

¡ Ay l á despecho de la edad , aún veo

Tu imagen melancólica y esbeltaComo j amás la so spechó el deseo .

En níveo trºaje descen1do , envuelta,Po r tu gallarda espalda descendíaLa cabellera destrenz ada y suelta .

Tu mirada, f1j ando se en la mía,Intensa como e l rayo y penetranteLa sangre de mis venas encendía .

T ímida, rubo ro sa y anhelante ,Con la impresión de la inquietud y el miedoRetratada en tu angélico semblante,Me viste aparecer

,y con el dedo

Mostrándome un sitial , po r vez p rimeraTu labio me llamó , quedo , muy quedo .

Y al pronunciar mi nombre , tu voz eraComo arrullo de tortola que anidaY al t1erno esposo enamorada espera .

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POE MA S

De impaciencia y temor el alma. henchidaObediente movi la débil plantaY á tus pie s me postré, luz de mi vida .

A tus p1es me postré ; pero con tantaA gitación, que demudado y fríoSentí ahogarse la voz en mi garganta :

Hasta que a l fin como el hinchado ríoQue se desborda y precipita ciego

,

Estalló sordamente el amor mío .

Y estalló con sus cláusulas de fuego,

C on su expresión íncóherente y rotaPor el halago, y la pa sión,

*

y el ruego ;Con ese dulce cántico que brota

A l fecundo calor de una mirada,Y l leva una ilu s1on en cada nota ;

C on esa breve frase entrecortadaQ ue al morir en lo s lab 10 5 , a d1vinaEl corazón de la muj er amada,Música de las almas , peregrina,

Q ue con suspiros tremu lo s empiezaY con vibrantes o scu lo s termina .

No sé lo que te dij º mi ternezaEntonces : sé que al escuchar mi acentoDoblaste blandamente la cabeza ;

Se que en tu irresistible arrobamiento,

Más de una vez , a tu pesar, sm duda,Se confundio tu anento con mi aliento ;

Sé que en aquella prueba áspera y ruda ,Tú, en amoro sas lides inexperta,Debiste a l cielo demandar ay uda :

Sé—y a l profundizar mi herida abiertaAun abundantes lágrimas derramoQ ue conmovida, fascinada, inmerta ,Como pobre avecilla que al reclamo

Acude presurosa, me dij isteE nmis brazo s cayendo : ¡Te amo ! ¡ Te amo !

¿Qué más pude escuchar ? ¿ N i qu1en resisteA l grato induj o de la voz querida,A un t1empo mismo apasionada y triste ?

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Dentro de mí se engr andecw la vida,

Y ante mis ojos fulguró cercanaLa dicha ansiada y nunca conseguida .

Y te abracé con fuerza sobrehumana,

Y mis labio s ardientes dej é impreso s

¡ A y ! en los tuyos de encendida grana .

Y sentí penetrar aquello s besosQue arrebataba á tu inocencia esquiva

,

Cual plomo de1 ret1do hasta mis hueso s .

Ya , r edoblando mis esfuerzos , ibaA vencer tu virtud lánguida y yerta

,

Cuando de pronto, sacudiendo a ltíva

La noble frente , de rubor cubierta,Me rechazaste pálida y convulsaExclamando : ¡Jamás ! ¡Primero muerta !

Como es ciego el amor que no s impulsa,

Tomé por la postrera llamaradaDel pudor vacilante tu repulsa .

Y te busqué otra vez, y acongojadaReprimiste otra vez mi atrevimiento

,

D iciéndome con voz ronca y ahogada :

—¡ Soy débil , perdonadme ! En vano intento

Sofocar mi pa sión , que ya no puedePermanecer oculta . ¡Harto lo siento !

Dio s no permite que en la sombra quedeComprimido este afán que me consume :El alma mía á sus impulsos cede .

Y cual la violeta que presumeDe modesta y humilde , aunque se escondaRevela dónde está con su perfume

,

E s inúti l qu erer que no respondaA I fuego inextinguible en que me abraso

,

Mi agitación desordenada y honda .

Sabedlo , pues ; ¡ pero o lvidadme ! ¿AcasoDebo pensar en el amor terreno,Yo , moribunda y triste ave de paso ?Esto soy, esto ansiais , éste e s el seno

Dónde la muerte o s pareciera he 1 mosa .

Ved lo que guarda . ¡Podredumbre y cieno !

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POE M A S

Y con mano alterada y temblorosaD escubmste tu pecho , carcomidoPo r repugnante llaga cancerosa .

—¡ A y !

— dij iste cayendo sin sentidoA I contemplar mi hor r or : ¿M e amábais tantoQue e robarme la. vida habei

zs venido ?

Yo , mudo de estupor , con el espantoPintándose en mi faz desenca

'

jada,Pudiendo apena s repr imir el l lanto,Vi deshacerse en polvo , en humo , en nada

M is ensueno s , mi gloria , mi. a legría ,E l encanto del alma enamorada .

Y s entí, baj o el golpe que me hería,Vacío el coxa z ón, vacío el mundo ,Hasta la misma inmensidad vacía .

Tr a stornóse mi vida en un segundo ,Y como aquel 31 quien del sueño arrancaDolor extraño , insólito , profundo,Dando mi exa ltac1 on salida franca ,

¡Blanca l—gemí desesperado , al ve 1 teCaer cual ave herida : ¡Blanca, Blanca !

¡ Oye mi ruego ! ¡ U namos nuestra suerte !M a s , ay l que só lo al llamamiento míoContestaba el silencio de la muerte .

En mi airado y frenético extravío ,De Dios y de lo s hombres olvidadoCogí en mis bra zo s tu cadáver frío ,

Le estreche con furor, y arrebatadoBesé tu boca hvida .

_

aun cahente ,Como nido r ecuen a bandonado .

Y así hubiera seguido eternamenteAbrazado á tus mísero s despoj os ,Aj eno al todo , á todp indiferente,Helado el corazón , turbi

_

os lós pjo s ,Si no hubiera sentido de 1mpr ov1 30

Rumor de gente y ruido de cerrojos .

Piadoso el cielo con aquel avisoQ …Zá8 volverme la razon perd1duY poner fin ¿1 mis angu s tms qm

º o .

69

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' 70 N U SIE Z D E A RCE

Otra vez , en señal de despedida,Posé mis labio s en tu faz s erena

,

Y en aquel beso te dej é mi vida .

Sal í . La noche trasparente,llena

De reposo , 1nsultaba m l tormentoY parecía escarnecer ml pena .

Templó mi fiebre abrasadora el vientoBullicio so y sutil, y más tranquiloD ij o en la soledad mi pensamiento :

¡Mundo engañoso, adlo s ! R omp1 0 seQue me ligab a

'

a'

a , y en su regazoLa r elig1 0 n me prestara un asno .

U mo la muerte con estrecho lazoNuestras álma s ¡ oh B lanca de Castelo !Mi senda es fatigosa ; pero e l plazoBreve y seguro . ¡Espérame en el cielo !

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N U K* E Z“

D E XR C E

Niña de cora zón sencil lo y puro ,En el rincón oscuro

De humilde pueblo s e crió conmigo .

E ncontróse al nacer huérfana y sola ;Pero mi hogar pr estóla

Blando re gazo y paternal abrigo .

VII.

No alteró nuestra dicha sombra alguna :En nuestra honrada cuna

No s dur mió un mismo beso , un mismo canto .

Junto s como dos páj aros crecimos ,Y juntos compartimos

La pena, el gozo, la inquietu d y el llanto .

¡ Cuán hondo surco en mi memoria labra !La primera palabra

Que ba lbució su labio fue mi nombre .

Yo la. enseñé con fraternal cariñoLasplegarias del niño ,

Que suele veces olvidar el hombre .

IX .

Desde el alba hasta el término del díaLa gente nos veía

Vagar sin rumbo en infantil concierto .

Siempre andábamos junto s ! Siempre unidosBuscábamos los nidos

En lo s frondoso s árboles del huerto .

X .

¡ Cuántas veces con susto s y congoj asEntre las verdes hoj as

C ruju: sentimos la in segura rama,

Y antes de apr ovecha rno s'

del aviso,B a llámo s de improviso

Lecho impensado en la mullida grama !

XI.

¡ Cuántas veces corriendo descuidadosPor viñas y sembrados

N o s po stró la fa tiga del camino,

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PO E XIA S

Y á la. luz del crepusculo , ya escasa,Volvíamos casa

En el carro de mies de a lgun vec1no !

XII .

Rápidas al pasar y halagadorasLa s no contadas horas

Nos hallaban tranquilos y msueno s .

Hasta. cuando la noche negra y fríaPiadosa nos rendía,

Juntos los dos jugábamos en sueños .

XIII .

E l tiempo desliz óse du lcementeComo mensa corriente

Que cruza el hondo valle , limpia y clara .

Pero ya tuve edad, y como es uso,Mi buen padre dispuso

Que mis gPaves estudio s empezara .

¡ C onsery a ré el recuerdo mientras viva !Sin pena á dejar iba

Por vez primera lo s paternos lares :Mi amante madre preparaba inquieta

La estudiantil maleta ,Y sin querer llorar ; 110 Paba á. mares .

XV .

Mi padre enternecido , aunque s evero,E nsilla ba. el overo

Que ya esperaba indócil á la. puerta .

La. hermosa mua , casi adolescente,Inclinaba la. frente ,

Callada y sin color como una muerta .

En confus 1 0 n ruidosa , pero grata ,La. 1 0

_

cu ca ua :g at&

D e otros muchacno s. á buscarme vino .

Rayaba apenas la Posada aurora¡Vamos . J uan , que ya es hora !

Gritó la turna y pxo s1gu1 0 el camino.

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74 N U N E Z D E A RCE

XVII .

Mi madre entonces con abrazo estrechoMe atraj o hácia su pecho ,

D evorándome á besos trastornada .

Y mi padre decía, ahogado en llanto :¡Muj er, no es pa ra tanto !

¡ Siempre has de seP así ! Lleras por nada .

XVIII .

Puse ñu á la triste despedida,

M onté, tendí la bridaY seguí en po s del bullicioso bando .

Aún escuche gritar : ¡ Que escribas , h1jo !La niña nada d1j 0 ,

Mas se abrazó á mi madre sollozando .

XIX .

¡Fué terrible y patético el momento !Yo , hasta entonces contento ,

Conmovido lloré, perdí la calma .

La ansiada libertad me sonreía ;Pero ¡ ay de mí ! sentía

Que en aquel pobre hoga r dej aba el alma .

XX .

Pocos meses después , de am0 P henchido,

Tornaba al patrio nido ,Fue. en su santa paz mi única idea .

¡ Oh ventura ! á lo s últimos reflej o sDel sol , y ya no lej os ,

Alcancé á ver la torre de mí aldea .

X X I

Doblaba lentamente la. campana ;Ancha franj a de grana

Teñía el cielo de matices roj os ;Sepu ltába se el sol en el ocaso .

¡ A y ! yo detuve el paso ,Y el llanto del placer cegó mis o j os .

XXII .

No tardé en r epone e , y ya serenoSolté á mi potro el freno ,

D ejándole C OPPeP á su albedrío .

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POE MA S

Volaba envuelto en nube polvorosa ;Pero una voz gozosa

Me contuvo diciendo : —¡A y , h1j 0 mio !

XXIII .

Muy cerca del lugar,junto á la ermita

De la. Virgen bendita ,Que sobre loma desigua

_

l descuella,Dándole gracias, por mi vuelta, al cielo ,

Con impaciente anheloMe aguardaba mi madre , y ¡ tamb1en ella !

XXIV.

Q uedéme'

a l verla extático y absorto .

Roto había en tan cortoPlazo el botón de rosa su clausura ,Hiriéndome de pronto como un rayo,

Aquella HOP de MayoEn todo el esplend0 P de su hermosura .

XXV

Ella estaba encendida, yo confuso .

POP fin mi madre pusoTérmino á mi ansiedad apasionada :Observó nuestro tímido embarazo ,

Y con amante abrazoNos oprimió los dos enaj enada .

XXVI .

En la santa explo swn de su alegríaSus besos repartía

Entre nosotros , anh elante y loca ;Y con afán mi corazón sediento

Aspiraba el alientoDe la púdica virgen en su boca .

XXVII

Mezquino y débil el lenguaj e humanoPretendería en vano

Pintar nuestra emoción intensa. y viva .

No es posible decir 10 que sentimos ;Pero al lugaP volvimos ,

Yo cabizbaj o y ella pensativá .

75

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76 N U E E Z DE A R CE

XXVIII .

M a s , jay l mi encanto s e deshizo en breve.

Duró 10 que la nieveQ ue no llega á cuaj aP en la llanura .

¡ U n instante no más ! Sólo un instanteA nímó su semblante

Fugitivo destello de ternuPa .

XXIX .

No acertaba á exp licarme su mudanza :La ingenua confianza

D e la edad infantil tPocó en de svío ,Y los a legPes j uegos que animaron

N uestm niñez , pasaronComo pasan las ondas po r un n o .

A puPé la amargu ra hasta las heces :A veces q ra x

_

re, á vecesAdusta , y pm uta siemp re en sus enojo s ,M e hab laba sin razón co n gesto esquivo ,

Y sin ningún motivoS e llenaban de lágrimas sus oj os .

XXXI .

Desde el alba hasta el término del díaYa nadie no s veía

YuguP sin rumbo en fm terna l concie rto .

YaZD

no andábamos juntos , ui ya u 11 iq

Buscábamos lo s nido sEn lo s fPondo so s áPbo les del huerto .

X X XL

Ya no me acompañaba, y yo , alterado ,Pasaba por su lado ,

T ra nquilo en la a pa Piencia y satisfecho .

E Pa oponeP la indiferencia a l dolo ;Mas al quedarme solo

Se me saltaba el corazón del pecho .

XXXIII.

Ento nces ¡ ay de mí ! pensand o en ella

Dirigía mi huel laHácia las ruinas del feudal castillo,

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POE MA S

Que sobre estéril y ondulada motaAlza su frente rota

Sin almenas , sin puente ui rastrillo .

XXXIV .

Elevase fantástica y disformeA quella mgle enorme

Que muestra de los sig]o s el estrago :Crece en la s hendiduras de la piedra

La trepadora hiedr aY al pié del muro el triste j aramago

XXXV .

Sólo la s bulliciosas go londPina sTurban de aquella s ruinas

La paz solemne con sesgado vu elo .Y alguna alondra al ascender inqu ieta

Símbolo del poeta ,Que cuando canta se remonta al cielo .

XXXVI

En muda cama y soledad medrosaParece que reposa

Aquel gigante por la edad rendido .

Hasta un arroyo , que á sus plantas correY la vetu sta torre

Proyecta en su cristal , pasa sin ruido .

XXXVII .

Par a vencer mi insoportable tedio,Y ha llaP algún remedio

A mis ansias prolijas y secretas ,Con brazo vigoroso y pié segu ro

Subía po r el muroBuscando apoyo en sus profundas grietas .

XXXVIII

Agil,robusto ,

dueño de mí mismo,A través del abismo,

A l z ábame hasta el fin, no s in_trabajo .

Pa ra veP en confusa per spect1vaLa inmensidad arri5a

Y la tristeza del silencio abaj o.

77

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N U E E Z D E A RCE

XXXIX .

Las aves que en la torre se acogían ,A I a cer camne huían ,

Y solo con mis penas en la altura,De codos en el ancho parapeto

,

Miraba con respetoEl ciel o azul y la fePa z IlanuPa .

¡ Cuántas veces mi espm tu errabundo,

Apartado del mundoE n aquel torreon del homenaj e ,Con íntima y tenaz melancolía

Se engolfaba y hundíaEn la infinita calma del paisaj e !

X LI.

N i aislada roca,ui escaPpado monte

D el diáfano horizonteE l indeciso término cortaban :POP todas partes s e extendía el llano

Hasta el cou fín lejanoEn que el cielo y la tien e se abrazaban .

XLII .

¡ Oh tien e en que nací , noble y sencilla !¡ Oh campos d e Castilla

Donde corrió mi infancia ! ¡ Aire sereno !¡Fecundadora luz ! ¡Pobre cultivo ! …

¡ C on qué placer tan vivoSe espaciaba mi vista en vuestro seno !

XLIIICual dilatado mm ,

la … es doradaA trechos esmaltada

De ya escasas y mustias amapolas ,Cediendo al soplo halagador del viento

Acompasado y lento ,A los rayos del sol mueve sus olas

XLIV .

Cuadrilla de atezados segadores ,Sufriendo lo s Pigox

:

es

Del sol canicu1a r , el trigo abate

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En la s tendidas vegas y en las lomas ,Cual nido s de palomas ,

Se agrupan en desorden la s aldeas ,Y en la atmósfera azul pura y tPanquila ,

Lígemmente o scilaEl humo de las negras chimeneas .

LI .

En la s cercanas ér a s reina el gozo .

C on íntimo alborozoContempla el dueno la creciente hacina ,Y mientPa s un zagal apura el j arro

,

Otro descarga e l caPr o

Que bajo el peso de la mies Pechina .

LI]

O tro en el trillo de aguzadas puntas ,Que poderosas yuntas

Mueven en rueda, con afán trabaja ,Y cual premio debido á su fatiga

D esgrána se la espiga,Y salta rota la reseca paj a .

J na pesada tarde en que el bochornoComo el vapor de un horno

C a ldea ba la tierra , embebecidoY suspenso ante el vasto panorama,

Que al pie se desparramaDe la alta torre , me quedé dormido .

LI!

Ignoro el tiempo que postrado estuve .

C atígino sa nubeEncapotó el e spacio , antes sePeno .

D ominábame e l sueño blandamen te ,Hasta que de repente

Me despertó sobresaltado un trueno .

LV.

Era de noche ya . C on hondo espa ntoVi que e l lóbrego manto

D e la s densa s tinieblas me envolvía

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PO E MA S

Recordé el sitio,calculé la altura,

E insólita pavur aDeshizo como sombra mi enePgía .

Quise mediP la e1evac1 on del muro ,Y se perdió en lo o scuro

Del fondo impenetrable mi mirada .

Grité, v o lví áa gritar : todo fué en vano .

Estaba mudo el l lano ,Muda la inmensa. bóveda enlutada .

LVII .

Mi invencible terror iba en aumento :Convulso , sin aliento,

La señal. de la cruz besé contPito .

En aquella ocasión vo lvírne loco ,Y empecé poco á poco

A bajar por ¡a mole de granito .

LVIII;

¡ U n siglo par a mí fue cada instante !Bregaba j adeante,

I—Iíncando con furor en la murallaManos y pies, tan ciego y trastornado

Como el pobre soldadoQ ue por primera vez entra en batalla .

Volaban junto mí, tristes y graves,Las temerosas aves

Que despertaba a l descender yo mismo .

¡Ya escuchaba el murmullo del arroyo ! .M a s , ¡ ay ! pePdí el apoyo ,

Y oscilando quedé sobre el abismo .

Me así al Pamaj e respirando apenas .La sangPe de mis venas

COPP1 0 con ritmo a celem do y dum .

Desvanecido,horripilado , incierto ,

Y de sudor: cubierto ,Buscaba en vano con mis pies el muro

Vuñez de A r ce.—óº

8 1

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N U N E Z

LX I.

¡ A ún el recuerdo abrumador me a r redra !Cruj ió la débil hiedra

Entre mi mano trémula y crispada.

Súbitamente atravesé el sombríoE spacio , s entí frío ,

Luego un dolor agudo , luego … ¡ nada !

LX II .Piadoso el cielo en mi socorro vino .

R ecogióme un vecinoA I pl e del muro , exánime y maltrecho .

Cuando volví de mi mortal letargoVertían llanto amargo

Las prendas de mi amor, junto á mi lecho

LXIII .

¡Vive ! —mi padre alborozado d1j 0 .

¡Vive !— con regocij oMi madre repitió

,mirando al cielo .

E lla en silencio s e enjugó lo s oj os .Po stráronse de lún0jo s ,

Y l a santa oración levantó el vuelo .

LX IV

Fenosa fue mi cur amon y lenta.

Tan recia y violentaSacudida sufrí, que estuve inerte,Postrado y sin hablaP noches y días ,

Esperando las fríasY espanto sas caricias de la muerte .

LXV .

¡ Cuántas veces en horas de martir io,Cuando tenaz delirio

Mi razón y mis miembros embargaba,Cuando la abrasadora calentura

Mi soledad o scuPa

D e visiones terríñca s poblaba,

LXVI .

Con la cedo sa cabellera suelta,_

Fomna gentil y esbeltaPar ec¡ ome entrever en mi extravío ,

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POE MA S

Q ue se acercaba pálida, intranquila,Clavando su pupi la

Con honda angustia en el sembl ante mío !

LXVII .

¿ E ra ficción 6 Pea lida d ? ¡ Qu1 en sabe !¿Soñaba cuando el suave

Calor sentía de furtivo besoQ ue se posaba en mí, como se posa

La leve mampo sa ,Sin que la débil ñ o r se doble al peso ?

LXVIII .

¿Soñaba cuando triste sati sfecha,

'En lágrimas deshechaO risueña. y feliz , según mi estado,Mirábala sumisa á mi s menores

Caprichos y dolores ,Como un ángel de Dios s iempre si mi lado ?

LXIX .

No sé, ni importa y a ; verdad 6 sueno,¿ Qué saca. el po bPe leño,

Despoj o inútil de la mar bravia,Sino hacer más pesadas sus congoj as,

Con recordar las hoj asQue le vistieron de verd0 P un día ?

LXX .

A l cabo pude abandona ¡: el lecho ;Mas ¡ ay ! no sin despecho .

Porque á medida que la sangPe a íente

Daba á. mis miembro s el vigor perdido ,Mi dulce bien querido

Recobraba su aspecto iudifer ent

LXXL

Cierto día, en las horas de la sies ta,Cuando la luz molesta

Y un viento sin rumor todo lo a rrasa,A l pié tendido en la agosta_

da alfombra,De un árbol cuya sombra

E l sol marchita, pero no traspasa .

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N U E E Z DE A RCE

LXXII .

Dejaba en perezo so enervamíento

Vaga 1: mi pensamiento ,Ato rmentado de tPaidor a duda .

E l !a ,cerca de mí , dándome enoj os,No apartaba lo s oj o s

D el bastidor, ensimi smada y muda..

LXXIII.—¿ Qué causa su caPm o me enaj ena ?

Con indecible penaMe preguntaba yo .

—¿ Por qué me trata

Con tal rigor y tan esquivo ceno ?De mi no era ya dueno,

Y exclamé sin pensar : ¡ Ingrata, ingrata !

LXXIV.

Sin duda percíb 1 0 mi ahogado grito .

Mirome de hito en hitoBreves instantes , levantóse inciertaCual si hiciese un esfuerzo sobrehumano,

Y me tendió su mano ,Q ue á un tiempo estaba temblorosa y yerta .

LXXV .

¡ Sufres ! me dij o con afán .—¿ Q ué tienes ?

¿ C on tan fiero s desdenesPaga tu afecto la mujer que adoras ?Tu incurable afl icción me causa miedo .

¡ A y de mí ! que no puedoSino 110 P3P contigo cuando lloras .

LXXVI

Fijéme en ella con 50 Ppresa y pasmo .

¿No era unir el sa rcasmoA la tPa icíón? ¿La s buPla s al desvío ?La indignación pro funda que me ahogaba

Rompió al ñn, como lava.Q ue se convierte en inñamado Pío .

LXXVI I .

¡ Goza, góz ate ! due fementida,

En enconaP la heri daQue con tu injusta indi ferencia has hecho.

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POE M A S

¡ Oj alá fuePa fácil olvidarte !Que po r

: dejaP de amaPte

Me arrancaría el corazón del pechº .

LXXVIII .

Yo la vi entonces fa scm ada yy cíegaLlegar á mí, cual llega

L La enamorada tórtola al reclamo .

E ra débil su voz como un gemido,Y murmu 1: ó á mi oído :

—¿ E s cier to ? ¡No me enganes , que te

LXXIX .

Quebrante la. pa51on que me sofocaLa cárcel de m i boca .

¡He llorado en silencio tantos días !¿No me roban tu am 0 P otras muj eres ?

¿ E s verdad que me quieres ?

¡ Si me engañaras, J uan , me mata1 1as '

LXXX .

No sabes que esta bárb am so specha,

Como acerada flechaMe ha traspasado el corazón . ¡A y ! ¡ cuánto,Cuánto he — Hablábame gozosa,

Y en su mej l íla hermosaLa risa. se mezclaba con el llanto .

LXXXI.

Yo la escuchaba extático ¡ A ún la veo !

¡ Aún en el alma creoQue resuena su vo z , su voz vibranteComo el último acorde de una. lira !

¡Aún me llama , aún suspira ,Apasionada siempre y siempre amante !

LXXXII .

Desbordó mi carmo cual desbordaLa maP rugiente y sorda ,

Y-, con febril a o r de que me acuso,Quise estPecha r la entre mis brazos, cuando

De súbito llegando,Entre lo s dos mi madPe se interpuso .

6 0

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N U E E Z DE A RCE

LXXXIII .Baj e la frente de vergu enz a lleno .

En el materno senoCOPP1 0 á ocu ltar su Po stPo la donce lla .

Clavó mi madre en mí sus ojos graves,

Y dij o :—Cuando acabes ,Si la mereces, J uan , vuelve por ella.

LXXX IV .

Marche á estudiar con redoblado brío .

N i el ocio ni el hastíoM itigam n un punto mi a rdimientoNo tuve un solo instante de desmay o .

¡R l Payo , el p uro PayoD e su amor me encendía el pensamiento !

LXXXV .

¡ Terminé al Mas triste y abatidoRegrese al patrio nido ,

Como el que nada busca ni desea .

A los fugaces últimos r eñejo sDel so l, y ya no lej os ,

Alcancé á ver la torre de mi aldea.LXXXVI .

Doblaba lentamente la campana .

Ancha franj a de granaTeñía el cielo de matices roj osSepultába se el so l en el o caso … .

¡ A y ! y o detuve e l paso,

Y el llanto del dolor cegó mis oj os .LXXXVI I .

Muy cerca del lugar, j unto á. la ermitaDe la Virgen bendita

A cuyo s muPo s me llegué temblando,A gua rdábame sola y enlutada

Mi madPe idolatrada,Q ue s e arroj ó en mis brazos sollozando

LXXXVIII .La estreché desolado y convulsivo .

—¡Murió ! ¿ para qué vivo ?

GPité con ansia inacabable y ñera .

Mi madre dij o señalando al cielo :— Dios ca lma Pá tu duelo .

¡E s la vida tan -

¡ Ora y espera !M ayo , 1 877 .

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N U E E Z DE A RCE

por la s tej 1da s canas y varalesque la sostienen , s e retuerce y trepa .

U n gPupo escultural, Venus que abrazaá. Adonis moribundo, orna la fuenteque s e destaca en el ja in ameno :cáe el claro raudal de taza en taza,dando frescura al perfumado ambiente,hasta el ancho pitón

,de peces lleno,

y por divePso s cauces repartidosigue su cuPso caprichoso y vago ,hasta perderse en trasparente lagode pintorescas márgenes ceñido .

Del a1mo so l el vivido destello,al tPa spa sa 1

: el húmedo follaj eel manso lago á trechos abrillanta,y airoso cisne de ena r cado cuel lo,esponjando su nítido plumaj epor las dormidas aguas s e adelanta .

— El sosegado albergue, la ñ 0 Pestaque la s erena atmósfera per fu 1

_

na ,

lo s olmos que convidan á la s iesta ,el lento río , el lago sin espuma,todo suspende el á nimo y le encanta ,hasta la leve y azulada brumaque en las distantes cumbres se levanta .

¿ Qu1 en , huyendo lo s pérñdo s consej osde la torpe ambición

,que al hombre acosa,

en indolente placidez la olvida,y de sus luchas implacables , lej os ,en la quietud del campo deleitosadeja C oPPeP sus horas sin medida,semejante á la fuente rumorosaque por el césped se desliz a oculta ?¿Será alguna conciencia doloridaque los rudos engaños de la vidaen calculada o scuPidad sepulta ?¡Ah , no po r

: cierto ! En tan feliz asilovive el amor .

Pero el amor tranquilo,santo , inefa b1e , emana ción del cielo :no la indócil pasión que se desboca ,que nunca sacia su infecundo anheloy envenena y corrompe cuanto toca .

No ciego a o r que Petronando pasa

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POE M A S

como por el espacio la tormenta ;no el fuego vom císimo que abrasa,sino la mansa lumbPe que calienta .

¡La lumbre del hogar, siempre bendita !—Arbol que bPevemente se marchitaes la vida m 0 Pta l . Hoj a po r h0 j a ,el hu Pacán del mundo que le agitade su rico o rnamento le despoja ,y cuando seco y sin V8 1 'dOP le dej ala tímida ilusión , que en él habita,tiende sus blancas alas

,y se aleja .

¡ Feliz, feliz el árbol que á cubiertode recio s y continuos a quilones ,vive seguro en escondido huerto,y has ta qu e rinde el natural tri bu to,crece, sin que el furor de las pasiones,le a r r eba te áa destiempo hoj as y frutosMas no sólo el pesar ama e l misterio ;no sólo el corazón que sufre y gimeromper ans ía el fiero cautive riocon que la to rpe multitud le oprime ;porque también en su expansión sublimela dicha humana, que tan poco dura,busca en la soledad

,olvido y calma,

y es que en sus horas de mayor venturatiene t ristezas íntimas el alma .

Apartados del fausto 0 0 Ptesano ,viven allí lo s condes de Viloriaen el reposo , del contento hermano ;Que Dios

,premiand

_

o sus virtudes, quisotanto am 0 P anticipaP la gloria

en aquel envidiable paraíso .

¡ Cuán rico s de 0 O10 P y cuán velocescorren pa ra ambos los serenos días ,sin que su paz altere nube alguna !Arranques de pasión , supremos goces,recuerdos de placer, ti ernas po r tía sque el bullicio del mundo no importuna,llenan el m udo curso de sus horas,y cien veces

,el rayo de la luna,

sus plática s de amor encanta dorasquiebra de pronto el ardoroso truecode ósculos y j oviales carcaj adas ,porque aquellas verdes enramadas

89

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N U $¡ EZ D E A R C E

cansado está de repetir el eco .

No hay en aquel lugar sitio ui rutaque no guarde en su rústica belleza.cuanto le es dahle ambicionar á un hombredulcemente querido ; cada grutaun sueño realizado , y la cortezade cada tronco s ecular, un nombre .

El de ella, el de él, que en trazos caprichoso spor do quiera que van

'

gPaban é imprimen ,y que imitando brazo s amoro sosse buscan , y se alcanzan , y se oprimen.

Mediaba á la sazón el mes de Mayocon su tibio calor . Atardecía .

E l sol poniente con oblicuo Payola copa de los áPbo les hería,y de su s tintas cárdenas y rojase l trémulo vislumbre relucíaentre las tenues y movibles hojas .¡ Con qué hermosa tPístez a muere el día !Como el crónico enfermo , que presientecercano el 1311 , -a luz de la esperanzase dilata más viva y más ardiente

,

así, á medida que la noche avan z a,es el aroma de la flor más suave ,más sonoro el murmullo de la . fuentey más s entido el cántico del ave .

La caricia del céfiro es tan blandacomo el beso de un niño, el soberanodisco del sol al tr amontar , s e agrandapalideciendo, el cielo se colora,medita el triste, el corazón cristianose r econcentra en el misterio, y or a

¡ Oh , inescrutable y doloro so a r canº !

pa r a hacer más sensible la partida,irradia siempre en su postrer in stantecon su más bello resplandor la v ida .

Gozando de la espléndida hermosurade aquel ocaso , la parej a amantepor lo s j ardines di scurrí a , en dondeaglomeró la conyugal tePnuPatodas las dichas de la tierra .

—E l condeya aco stumbra dó al ocio de la aldea

,

casi tendido en la mullida alfombra

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POE MAS

de césped floreciente, un libro hoj ea,y á pocos pasos , á la fresca som brade un gigante

'

a lmez , nido de amores ,desde donde con grata melodíade la postrera claridad del díase despiden lo s pájaros cantores ;escuchando con vago arrobamientoesas confusas voces interiorescon que nos adormece el sentimiento,y junto a l lago que ondulante brilladel sol 15. la s inciertas llamaradas ,su noble esposa está, con la sombrillatrazando en la s arenas de la orillasignos , letras y cifras entrelazadas .

Su airo sísimo cuerpo la condesaenvuelve en blanco y vaporoso traj e ;cubre su seno incitador, espesay nivea malla de preciado encaj ede donde arranca alabastrino cuello ;el aura leve de la tarde besauna rosa prendida en su cabelloque cae en trenzas perfumado y blondo,y en su mirada diáfana y serenasu corazón se ve, como en el fondodel limpio lago la menuda arena .

¡Ayl ien qué piensa muda y distraídamientras con mano indiferente, rayala húmeda tierra ? E l sueño de su vidase desliza tmnquilo ; per o ¿ acasohasta la misma dicha no desmayaen medio del placer ? ¿Habrá quien puedaafirmar que

,

en el fondo de su vasoninguna gota envenenada queda ?D ios la colmó de santas alegrías ,y con ñ orido vínculo eslabona

el casto amor su s apacibles días ;no envidia, no aborrece, no ambiciona,y olvidada del mundo , como un preso,en su albergue escondido y solitarioes su pura conciencia un santuario ,su hogar una ilusión, su vida un beso .

M a s ¡ ay ! que alguna vez , cual fugitivanube que ofusca a l sol, su ánimo embarga

9 1'

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9 2 N U Ú E Z D E ARC E

una ºpr esí0n tan honda. como activa,y la. invade en silencio el ansia amargade un deseo imposible.

De Pepente

suspende el conde su lectuPa , ob sew a

la a bstm cción de su esposa, y diligente ,como quien anda el caza de un descuido ,l'ega á su lado .

— La esponj osa hierbade su ligem paso embota el ruido .

ué tiene su muger ?_¿ Qué pena gPave

a tPibula su espí1ºitu ? Lo ignora .

¿No pudiera_

una cífPa delatora.de aquel enigma descubrir la clave ?Pero ¡ oh soe esa ! a cérca se y advierteen la aPena sutil su nombre escrito,y su temoP en gozo se convieP te,mientPa s ella , a rm nca da de esta suerteá sus vagos ensueños , lanza un grito .

¿ Sientes placeP en a sustarmef— Exclamade¿su infundado miedo aún no repuesta

y con ñngida có lera la dama.

¡Vaya un gusto ! —PePdona s i indiscretohe querido — su esposo le contesta50 PpPendeP tu seC Peto .

— '

M i

¿Le tengo acaso pa r a ti .

—Respondela j oven más calmada .

—Mentin'

asi dij ese que no replica el conde .

y llevo siempPe la vePdad po r guía .

Como es tan suspica z nada se escond e¿L 10 5 cuidado s del am 0 P . ¡ A y C laPa !

Tres años hace ya que al piá del ararendimos la cerviz a l santo lazo ,y ha sido pa Pa mí tan corto el pla zocomo si , todo entero , se encemº

a ra

en el término bPeve de un abPa z o .

¿ E s po r ventura extraño … que en tu caradescubra tus más íntimos antoj os

,

tu inquietud más seC Peta y contenida,si las mej ores hora s de mi vida.paso , mi bien . mirándome en tus oj os ?Clara escuchaba á su entrañable dueñoen deleitosa languidez sumida

,

como se escuchan , al través del sueño ,

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POEMA S

en el hondo silencio de 1a … nochela s notas de acordada s erenata .

Luego, con són de tíem ísimo PepPo cheél siguió con a rdo rº : ¿ Callas, ingrata ?

La condesa mo strába se indecisa ;Pero venciendo su emoción primeraprorrumpió al fin en descompuesta risa

,

acaso más nerviosa que sincera,

y exclamó como en burla :— ¡ Vaya un tonosentimental y tPág íco ! Le excusoporque mi pP0 pio am 0 P habla en tu abono .

—¿Tienes celos qui z ás ?— N o sé—repuso

animándose el conde .—¿ P0 P qué a veces

cual si cediera el cora z ón sumisoal ansia ineludible de un deseoque no logras vencer, cuando paPecesmás fel iz y contenta, dee impr o visola frente inclinas y en tus oj os veocuajada alguna I

_

ágrima indiscreta ?¿POP qué esa agita ción latente y sor da,cuyo origen no s é, que no P9 5p8t3.

ui la plácida paz de este retiro,y que á menudo, si tu pesar

º

, desborda,arrancando á tus penas un suspiro

,

como un sollozo, a cusa d0 P ?—R l hechose niega á mi razón, y temo y dudo . .

¡A y , ya no puedo más ! R ómpa s_

e el nudoque ata mi lengua y me comprime el pecho .¿ Por qué callas, por qué ?

Casi ceñudo ,elevando su mirada escrutado r a

en los oj os de Glam que confusasoportaba el agravio de la queja,la respuesta esperó ; pues ¿ quié n r ehu sa

fácil alivio al corazón que imploracuando puede manda P ? Quedó perplej abPeves instantes , Pubor o so fuegotiñó su fa z , y palpitó en sus labiostal vez su confesión , tal vez un m egaque espiró sin nacer. Pero de sabioses mudar de opinión . Dominó luegoel generoso impulso que sentíay prorrumpió

,mostrándos e enoj ada :

Pesado estás,E nrique . ¿Hay tal manía ?

N i sé, u i oculto , ui sucede nada .

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N U N EZ DE A RCE

En el fondo del pecho, en lo más vivodel alma

,donde el golpe que se asesta

s iempre es mortal, el conde tra stom ado

sintió el acre dolor de la respuesta .

Como traspasa rayo fugitivoel seno tenebro so de un

_

nublado ,así la su spica cia , envuelta en ira,iluminó su fuente b orr a sco sa ,y la. frase brutal ¡ eso es mentira !retorcióse en su boca temblorosa,mas no brotó . Con oj os perspicacesnotó la. incer*tídumbre de su esposa,y exclamó r epr imiéndo se : ¡M a l haces ,mal haces en negar á quien te ruega ,lleno de amor, la excusa que le debes !¡ A ún el recuerdo del pasado juevesme persigue tenaz ! La fértil vega,que esponjaban lo s céñro s de Mayo ,r everdecía con puj ante brío,y bendiciendo á Dios, como el que acabade salir de intensísimo desmayo ,la luz , el campo , la arboleda, el río,la balsámica bri sa, todo estabaalegre, menos tú .

_Me pmpu siste,ta l vez para aliviar tu propio hastío,una excuPsión á la vecina s ierra .

C edá: tu aspecto resignado y tristevencióme y emprendimos la j ornadacon la fuePz a del sol . Tú , distraída,extraña á los rumores de la tierra

,

dej abas caminar, suelta la b Pida ,al dócil potro , mus tia y fatigada :y yo á tu lado , sin ha blaP contigomarchaba absorto, á tu a bstra ccíon creciente,buscando sin cesar causa 6 pretexto .

¡ Sabe Dio s, quien tomo por testigo,que no cruzó ui un punto por mi mentenada contrario á ti!—Y a l decir estomiraba á su muj er severo y grave .

E scuchába le Clara con la frenteb

_

aj a_

y el aire al parecer sereno,

81 b1en nu“

soplo imperceptible y suavelevantaba el encaj e de su seno .—Porque no es desamor ¿ verdad ? di,no es desam0 P la pena que te aflige .

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U FIE Z D E AR C E

que por injuria á mi cariño tomo ?HÍ PÍ ÓIPG el alma punz a dor recelo,y va cílé desconcertado , comosi sobre mí s e desplomara el cielo .

Era en el conde la em ocwn tan viva,que su quej a espiró como el murmullodel céfiro en la s elva , tenue y vago .

La. ilustre dama le es cucha ba altiva ,y en pertinaz batalla con su orgullo,más fácil á la ofensa qu

_

e al a lhago ,ui una palabra pronunció siquierapar a ca lma P las dudas de su esposo ,que á un tiempo enternecido y recelosotrémulo pPo siguió :— C e só l a l luvia

,

y al través de la rústica vidriera ,cercó de pronto tu cabeza rubiatibio rayo de sol , como si fuerael nimbo de una Santa . ¡ Oh , cu án hermosa,ante aquel pobre altar arrodilladate vi, clavando con filial tem ura

en la. reina del cielo tu mim da !Sentí como una ráfaga piadosaque di sipaba mi mortal tr isteza,y una voz que baj ando de la alturapaPecía decir : ¡ Quien así rezaes fiel esposa, es inocente, es pura !

Clara no pudo más . Baj o el hechizode aquella blanda quej a dolorida,su tenaz resistencia se deshizocual témpano de hielo , que líquidael sol pPimaver

'

a l . — Pues bien, confieso ,¿ á qué ocultarlo ? — suspiró llorosa,qu

_

e un afán impo sib19 , con su pesomi paz conturba y sin cesar me oprime—¡Oh !— clamó el conde impacientado :

dime , ángel mío , el ansia que te acosa !¿ Quién , como y o , ca lmár te la podPía ?— De mi amor ha s dudado , y te castigo.¡Hoy, no ! Mañana a l despuntar el día,respondió Clara volverás conmigola escondida ermita de la sierra ,

donde lo s do s , con la rodilla en tierra ,elevando las almas á María

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POEMA S 9 7

y teniendo su imagen por testigo,haremos mutua ¡ Ingrato !Entonces , cuando sepas mi s _

ecret0 ,lamentarás tu culpa y tu arrebato .

—¿Y mañana hablarás ?— ¡ Te lo prometo !—¿ N o pudieras hoy mismo …

—¡ Punt0 en boca !

Exclamó la condesa j ovialmente :—y puesto que vengarme determino ,

callar por hoy y obedecer te toca .

Iba el conde á insistíP ; mas de repente,suceso extraño á intew umpir

=le vino .

Por el sendero enamna do y Pasoque en caprichosa ondulación s e alej ade aquel risueño edén, hácía la entrada,se iba acem ando con ligem pas oun guarda, conduciendo de la orej aá una uma nerviosa y asustadacomo avecilla en manos infantiles .No el leve peso de sus ocho abPiles

rendía su vigor, per o agitadaseguía la infeliz á. la ca r 1

º

era ,

dando al viento su 0 Pespa cabellem ,

de su aprenso r la maxº

cha a celePada ,cual temo que a PPeba ta la com* iente

va envuelto en el turbión .

—Pierde cuidado,

iba diciendo el rústico impaciente,—Pues yo haré ¡ vive Dios ! que no te me ta sotra vez , destm z ándome el vallado ,á. r obaP fiores y rompeP mace tas .¡No volverás si tus antiguas mañas !¡Perdón !—gimió la niña en su extna ví0 ,con

¿

el llanto cuaj ado en sus pestañascomo en la floP las gotas del rocío ,y con acento desmayado y triste,semej ante al val ido de la ovej aque al sa cñ ñcio va .

—¡ Por ñu caiste !

dijo el gna a, cebán'

do se en la orej amás roj a que el ca Pmín.

— Pero des cuidaque llevarás el merecido pago .

POP el rum0 P 0 Peciente sorprendida.salió de pronto la feliz páPejade las frondosas márgenes del lago ,y marchando al encuentro del s evero

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N U FIEZ DE A RCE

y arriscado gua 1an, ¡ Ola ! ¡GaPcía !el conde pre u

_

ntó : ¿POP qué tan fierocontra esa po Pe estás ? Perdone usía,contestóle, quitándose e l sombreroen actitud humilde .

—Esa mozuelas e coló en el j ardín , no sé poP donde,y ha causado más dano que una nube .

¡Br a vo l— exclamó sin alterarse el conde :

¿_

Y eso es 10 que apPendes en la escuela ?A tiempo— siguió el v iej o , — la detuve,porque si tardo más, l levaba tPa z ade acabar: con el huerto la chiquilla .

A proxímóse el conde á la Papa z a

y acariciando la infantil mej illa,d1j 0 con blando y apacible tono :¿Serás buena , es vePdad ?— S í seré buena—í

la culpada exclamó de angustia llena .

¡Pues anda !— contestóla .—Te pePdono .

¡Ah , la pePdona ! —De paciencia faltogPuñó Ga Pcía .

—Sí el señ 0 P la tratacon tanto mimo , en su segundo asaltodej a la posesión sin una mata .

—No tendPé compasión si otPa vez peca.—dijo el conde riendo :—Pero ahora¿ Qué podemos b a oeP de esa munecamás chica que el dedal de tu señora ?—¡qué —Pespondióle el gna a en un arranque

de bárbara enePgía : ¡ Casi nada !D a Ple un buen r emown en el estanque .

¡ Jesús , qué atrocidad !—gritó indignadala dama .

—¡ Si tal haces te despido !

¡Mal tratar á una pobre 0 Piatura !

Prestando á todo perspicaz oído ,ya de la ansiada impunidad s egun ,

l a niña estaba con lo s oj os baj osy el picaresco Po stPo compungido .

Tosca saya de mísero s andrajossus delicadas formas envolvía,como el capullo á la naciente rosa,y animaba su cara maliciosa,tostada po r el sol de Andalu

_

cía,

con inocente y vivo centelleosu m irada lo a l que todavíano inñamó el oído ui entu1 b10 eí de seo .

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1 00 N U N EZ D E ARCE

en medio de una tropa de gitanos .Clara miróle desabrida y secay exclamó inter rumpíéndo le :— ¿ Qué es esto ?Todos , señor A ndPés, somos he anos .

Q uedó el gua a confuso y descompuesto,

y M a r*ujíll_

a con maligna muecapP0 PPumpió r estregándo se las manos :¡Rabia, rabia, gruñón ! ¡ U m ! ¡Te detesto !

¡POP Dios que estaba hermosa ! Era su gestotan petu la

_

mte y vivo , su miradatan maliciosa, y su rencor tan justo ,que C la Pa , el conde , y hasta el viej o adus to ,so lta ron a la vez la carcaj ada .

—¡M ír en la atrevidilla , y lo que sabe !

la sen0 1ºa exclamó , como enfadada .

—¡ U n a t

º

¿ piez o q ue a sus anchas cabedebaj o de una c 1 iba , ta l descaro !…Tus padPes l o sabPán y ten poP ciertoq ue no te iPás sin la debida riña .

¡Cá ! Nó , no me PeñíPán d 1j o la niñacon do lom sa ingenuidad . ¡Han muerto !…—¡Pobre alma mía ! ¡ Tan pequena y

gritó Gl am , y cogiéndola del M azomovida ¡í santa compasión , sentólacon solicito afán en su regazo,La picaruela envanecida y mudas e unió al la dama en apm tado abrazo ,y en su memoria revivió , sin duda ,el am 0 P del hogar, es e cariñoque es . de ternuras inefables l leno ,más que la. leche del materno senofortificante y sano pa r a el niño .

E xt:ºaña mezcla de p1a ceP y asombroel semblante expresó de la inocente,que con lánguida calma sobre el hombrode la condesa reclinó la. (Pente,sin atrever se áa r espira P apéna s,

po r no tuxº bar su interno regocij o ,

hasta que Clara, al contemplarla, duocon blando acento .

—Cuéntame tus penas .

Y en esa charla intemninab le y rotacomo nieb la deshecha poP el v iento,

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POE MA S

en que cada palab ra es una notaque llega al com z ón,

no a l pensamiento ;charla con que la infancia nos dominay muere con la edad cuando se clavadentro del alma la primem espina ;dió pPincipio la huérfana á su hist0 Piacomo gorj ea el ruiseñor su canto ;mas cuando los sucesos que evocabaiban cobrando vida. en su memoria,píntába se en sus oj os el espanto .

C omo entre suenos recordó el molinoen donde y ib del sol la luz primera,el cauce bullicioso y cristalino,el huerto ameno y la fePa z riberapo r donde alegre, entre el ramaj e espeso ,suelta como una cabra tñ scado r a ,buscaba la si lvestre zarzamoray el higo chumbo en sus espinas preso ,hasta que á punto de espiPa P el día ,y can sada ya ,

baj o el amante besode su indulgente madre se dormía .

Luego habló de la noche pavorosa,de perpetua tPistez a par a España,en que la tien e: , como mar furiosa ,hizo temblar el llano y la montaña .

—Pa ra ahuyentar del enemigo impurolas a sechanz a s pérfidas , rezandoM aruj a estaba en su caliente lecho,aquella noche memom ble, cuandoi atió azorada vacilaP e l muro,crugir las vigas, desplomarse el techo,á impulsos del tremendo catacli smosu albergue paternal r o da P deshecho,como piedra que cae en el abismo .

¿ Qu1en la arrancó á la muePte aquel día ?Sus hemnano s , lo s ángeles . Desnuda

,

dando voces de horror, entre el destrozode su perdido hogar, que engrandecíaaquella soledad agre ste y muda ,la pobre n1na percibió un sollozo ,r onco , _

desga z r a don ¡ E ra. el lamentode su misma madPe en 18. agonía !C

_

onfusa,a tx'ibu lada , sin aliento ,

haciendo sin cesaP es fuerzo s vanos

1 0 1

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1 02 N U R E Z D E A RCE

pam moveP las vigas con sus hombros ,y ahondando con tal ansía en los escombrossaltaba la sangre de sus manos .

¡M adPe , madre ! Gritaba respondiendoá la estePtóPea voz desesperadaque en lenta gx

'

a dación se iba pePdiendoen e l silencio etePno de la nada .

¿Dónde do lo P tan lúgubPe y sombríocomo el de aquella débil criatura,po P la fiera catástrofe ent:ºegadade la lóbrega noche á la pavum ,

que con ávido afán é inútil brío,

a rañ aba la tiemº

a estremecida,temblando de tem or, yerta de fPÍOy en la implacable soledad pePdida ?¿ E n dónde mayor lástima »—A medidaque avanzaba el relato, la condesaiba sintiendo el alma entem ecida

de mil contrarias emociones presa .

Hasta que al fin su angustia contenidade súbito estalló , como la rocaque al r ompeP un volcán , salta en pedazos ,y con lo s am eba to s de una locaal escucha P tan t

'

1 gicos sucesos,estPechó á. la in fel iz entre sus brazoscubriéndola de lágrimas y besos .No meno s conmovido, ante una escenaá un tiempo tan patética y s encilla

,

lloraba. el conde , ahogándose de pena .

Y el guarda mismo , antiguo veterano,refunfuñaba : ¡ Diablo de chiquilla !Limpiando con el dorso de la manoel llanto que sum ando su mej illaiba á embo scam e en su bigote cano .

De pxº

onto alzó la compasiva damaturbando aquel silencio doloroso

,

su faz i luminada poP la llamade santa inspiración , miPó á su esposoal tPavés de las lágrimas, y luegocon acento insinuante y persuasivo

,

—¿ Quieres saber—le preguntó—el motivo

de mi amargo y tenaz desasosiego ?¿Lo que pedía, ante el a ltaP po stm da ,con entrañ able y t

e oroso ruego

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HH N U $JE Z D B ARCE

ÚLT IM A LAM E N T A C IÓ N

DE LO R D BY R O N .

F R A G M E N T O S.

I.

O tra. vez incansable peregñ noAnsio so de cruzar pueblos extraños ,Vuelvo á emprender el áspero caminoQue seguí ePPante en mis primero s anos .A l dum peso del dolor me inclino

,

Póstranme fatigosos desengaños ;Pero arrastrado á mí pesa P me sientoComo las hojas s ecas por el viento .

I I .

Huérºfano y solo abandoné mis lares ,Marcando el rumbo hácía remotos climas ,Surqué á mi antoj o proceloso s mares,Y hollé la nieve de empinadas cimas .

Mas do quiera la hiel de mis pesaresVePtí en acerbas y son0 1 a s Pimas ;POP todas partes implacable y fríoFué detrás de mi s pasos el hastío .

III.

¿ Porqué, porqué desde mi abril tempr*anoMolesto huésped á nu hogaP s e sienta ,La copa del placeP rompe en mi manoY hasta en los brazos del amor me a fPenta ?

¡ A y l ¿ Quién pregunta al fem 1d0 oceanoPOPqué Puge ó se aplaca la tormenta ?Como el profundo ma P, ¿ no tiene el almaTe 1 P1bles horas de angustio sa calma ?

M ás terribles quizá, po :*que es más g:º

and…

Y en su furor satánico no tieneLey que la rij a, halago que la ablande,N i costa que sus ímpetus PefPene .

Y bPusca y pavom sa se desmande ,Ya sus olas indómitas serene,La causa á que obedece queda o scum .

¿ E s el po deP del genio ? ¿ E s la locura ?

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POEMA S

V.

¡ E l genio ! ¡ La Qu1en decideTan di fícil cuestión? ¿ Qu1en fij a y nombraLa línea imperceptible en que coincideLa cla ra luz con la nocturna sombra ? ;¿ Dónde está nuestro juicio ? ¿ Quién la mide ?¡ C on frecuencia el a z aP ! ¿Y á quién no:asomb raVer que la humanidad cobarde ó ciega .

él éxito se rinde y se dob lega ?VI .

Pirámides de cráneos contra el cieloLevanta Tamer

*lan una tPa s una ;OpPime el Asia sin tem 0 P ni duelo

,

Y es grande , y la lisonj a le importuna .

Locos son Catilina y M a sanielo

Porque les fué contPaPia la fortuna,

Que la suerte quizás no merecida,

E s genio, y es demencia la caída .

VII .

M a s, ¡ ay ! qué valen mis cansadas queja s ?Con mis vanos lamentos ¿ qué consigo ?Viej o es el mundo , sus desdichas viej as ,Y en sus 0 Pímenes l leva su castigo .

N unca, tedio m0 Pta l , nunca me dej as :

Donde quiera que voy tú vas conmigo ,Y no sé resistiP cuando me enviasNoches sin sueño y fatigosos días .

VIII .

¡Días de horrible laxitud ! El cie loTr a spaPente y azul me causa enoj os ,Cubre la tierra insoportable veloY el llanto anubla sin razón mis oj os .Como un sepu lcm el corazón de hieloGna a de mi entusiasmo los despoj os

,

Y están en esas horas de bonanzaMudo el deseo y muda la esperanza .

No aciePto á comprender qué afinidadesHay entre el mar y el pensamiento humano ,Entre esas dos augustas maj estadesQue el abismo contienen y el arcano .

1 05

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1 06 N U N E Z D E ARCE

Hondas borrascas , sordas tempestadesConmueven la razón y el oceano :Sólo que Puge el mar cuando batalla ,Y el pensamiento en sus tormentas calla.

X .

¡ Venga la tempestad ! Cuando r esuena

Su fragorosa voz , y estalla el rayo,Y el huracán encm spa su melena,Sacude el alma su mortal desmayo ,Ent1*e el h0 PP0 P de la sublime escenaAliento , gozo, á mi placer me explay 0 .

Despué s… vuelve la calma abrumadoraY el tedio de la. vida me devora .

Partí de cara al sol . No sé qué extrañaY misteri osa fuerza me impeliaA esas regiones féPtiles que hanaLa fecundante luz del Mediodía.

Italia, Grecia, Portugal y E spaña,Pueblos gigantes cuando Dio s quería ,Y hoy sombra nada más de 10 que fueron ,Con sus muertas gm ndez a s me atraj eron.

Descendí po r la Pápida pendienteDe los agrestes Alpes , que vecinosA l sol, elevan su nevada frenteOrlada á trechos de silvestres pino s :Salvando ya el abismo , ya el torrente,Ya el traidor ventisquero , por caminosQue abrió el barreno en la montana duPaBajé de Italia á. la feraz llanura .

XIII .

¡ C on qué conso lad0 P recogimientoYo , pobre y olvidado vagabundo ,Sin hogar y sin lazos como el viento,Miré á mis plantas el verjel del mundo !Europa en vergonzoso enervamiento

Yacía entonces y en sopor profundo,Cual gladiador que tras eno sa bregaSus recios miembros al escaneo entrega .

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1 0 8 N U N EZ D E A R C E

Incansable y voraz como el deseo ,Mortal como la lenta calentura,B landió contra la tien e amedPentada

M ás la cruz que la punta de su espada.

XIX .

Si es ley que la revuelta muchedumbreEl yugo sufPa de atPevida mano,Q ue la enaltezca al menos y deslumbreCon sus épicas glo r

ºia s el tirano :Y ya que con f0 Pz ada servidumbrePague sus culpas el linaj e humano

,

E l b 1* az0 vigoroso que la venzaInfúnda le tePP0 P, y no v ergi1 enz a .

XX .

En el'

nombr e de Dios la heP0 1ca EspañaQue al mundo despertó de su letargo

,

Como premio debido á tanta l :azanaSufre martirio ignominioso y 19. Pg0 .

De la propia opPesíón y de la extrañaCoge Itaha infeliz el fruto am argo

,

Y cual botín en manos de bandidosVe sus hemno so s campos repartidos .

En el nombre de Dios lo s calabozosAbren sus anchas fáuces , nunca llenas ,Donde sólo Pesponde á los sollozosDel desdichado , el són de sus cadenas ;En el nombre de Dios viej os y mozo sE n extranje1

*

o hogar: sus penas ;

E n el nombre de D io s ñe 1 *a cuchi llaC e: ºcena la ce iz que no se humi lla .

XXII .

,Todo en nomb 1* e de Dios ! ¡Bla sfemia hox* r enda í

Yo sé que pa r a el Dios de mis mayoresEl humo del incienso es grata ofrenda

,

No de la hi1* viente sang Pe Io s vapores .IPis de santa paz en la contienda ,Sé que extiende sus bPa z o s Pedentox: es

Pa r a est¡ *echam 0 5 con am0 P profundo¡ A y ! pe 1

'o nó pam oprimir el mundo

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POEMA S

XXIII .

Te han ca lumnía do ¡ oh Dios ! Tú oyes el gPit0D el 0 0 Pa z ón doliente—y constem ado ,Tienes misericordia y no has prescritoLa augusta LibePtad. ¡ Te han ca lumniado !Si la insaciable sed á lo infinitoQue eguíja mi razón es un pecado ,Si únicamente par a el mal existe ,Responsable no soy. ¡Tú me la. diste !

XXIV .

No puede ser que viva el pensamientoD entm de mí como enjaulada fiera ;Sólo par a a lumbm r nuestro tormentoLa antorcha del espíritu no ar*diera .

La fe que busco,la inquietud que siento

,

E l negro abismo , la insondable esfera,Lo invisible , 10 incógnito , 10 arcano,Todo está abierto al pensamiento humano .

Si congojoso afán le ofusca y ciega,

Y alguna vez quizás , cuando le asombraLa o scuPa soledad poP do _

navega,

No te ve , no te siente, no te nombra ;Si en aflicción te niega, ¿ quién te niega ?U n átomo , la sombm de una somb raEn la inmu table eternidad pex

ºdida :

Méno s que s om bPa : el sueño de una vida !

XXVI .

¡D esgm ciada det alma que sin tinoEn alas de l ePP0 P su vuelo encumbxº a ,Y abandonada y sola en su caminoN iega la misma luz que le deslumbra ,Que

o

ve a lo lej os el fulgor divinoY no acierta a salir de l a penumbra ;Que avanza, confundida cada in stante,Siempre desespem da y síemp1

º

e em*

ante !

XXVII .

¡ A y ! He dudado , dudo todavía ;Per o nunca de ti S i te ocultaras,Mi a rºdíente conmo ción te encontPa r í'

Pueden turbas fPeuetica s o ignaras

1 09

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1 0 N U R E Z D E ARCE

R enegaP de Jesús y de M aría,Quemar sus templos, profanar sus aras ;Puede en no Pa s de espanto y desconsueloComo el Olimpo desplomaPse el cielo .

XXVIII .

Pueden , cual o tPa s antes , nuestras vivasCreencias sepultarse en el vacío ,Pues no p0 Pqu e las ondas fugitivasVayan al maxº , desapemece el río .

Pueden transformaciones sucesivasC ambia P la fa z del mundo á. su a lbed ¡ º ío :Tú siempre flota ¡ *ás con tus etem a s

Leyes , sobre lo s 0 Pbes que gobíem a s .

XXIX .

Si chóca ran, haciéndo se pedazos ,Los a stros con horrible desconcierto ;Si rotos , ¡ ay ! de la atracción los la z osSe desquicia Pa el uníve1

º

so muerto ;Si quedara al impulso de tus bPa z o sE l espacio sin fin mudo y desierto ,Y el tiempo con sus noches y su s di

D ej ara de existir, tú existi1º ía. s

Mas ¿ sí qué es fera mí incesante anhel oMe a PPeba ta y tra s

_p0 1º tta ? A pesaP mío

POP la excelsa reg ió n remonte el vuelo ,Subiendo en pos de la verdad que ansío .

Pero el dolor que me sujeta al sueloFuér z ame á descendeP trémul o y frío,Cual ave que aletea inquieta y vivaDentro de la px

* ísión que la cautiva .

XXXI .

¡Tom o á la tPiste Pea lídad ! ¿Y dóndePodré volver mi tetrica mirada ,Sin que me añ ¡j a la abyección que escondeNuestra mezquina y lóbPega mo ¡

º

ada ?

Cuanto más sufra, cuanto más ahonde ,Cuanto más baj e el alma infortunad a,Tanto ma y 0 P le mostrará la tierraE l abismo sin término que enciew a

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1 1 N U N E Z D E ARCE

Y allí , de tri ste y sil encioso brillaMi abandonado hogaP , si alcanzáis tanto ,Decid , junto á la lumbre, al ángel mío ,Que estoy muriendo de cansancio y frío !

XXXVII .

¡ Frío del corazón , que hasta mis huesosPenetm y poP mis venas s e derrama,Y agolpa á mi memoria lo s suceso sDe mi vida, en confuso panorama !Sólo el ca10 P de tus amantes besos ,Nó los pálido s rayo s de la fama,Pudieran daP al alma entumecidaDe tu padPe infeliz , aliento y vida .

XXXVIII.

¡ PePo j amás tu som o sada bocaEn mi se posará ! ¡Nunca el abPigoDe tus brazos tendré ! Sufrir me tocaE rrente y resignado mi castigo .

¡ Oh ! S i no tienes 0 0 Pa z ón de roca,Cuando se cebe la opinión conmigoY escam ecído mi recuerdo veas ,C ompa déceme , y gime , y non la creas .

XXXIX .

Acaso te dirá que ingrato y dumAbandoné la cuna en que dormías ,Que no tuve piedad , que fui pe uro

Y me encenago en crápulas yTe engana ; no la creas . ¡Te lo juroPOP m l , po r ti, poP lo s fugaces díasDe amor y calma que gocé á tu lado !Pude imp1ºudente seP, mas nó culpado .

¡Llora pensando en mí ! Justo es quePues mientras dure de mi vida el hilo ,[Pé siempPe á merced de mis d0 10 1

'es,Sin pa z , sin espePanz a y sin asilo .

—Mas basta ya de inútile s clamores ;Surca , velera nave , el mar tranquilo ;Que ya ilumina el sol de la mañanaLa cima del Pentelico, cercana .

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a r r a s tr a d o p o r s u encono ,

C ontr a. e l des d ich a d o s ier r a.,

Q u e ca e exánim e en tier r a .

E xcl a m a nd o : ¡Te p er d ono !

U SJ E Z D E ARCE-8 . ELvénnco.

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1 1 4 N U R E Z D E ARCE

Entregado á mis vanos desvaPío sCon mudo asombro contempfé tus ruinas,I luminadas po P el cielo helenoDe música, y color, y aromas lleno .

XLVI .

¡Cuál se desatan lo s contem os puPo sD el templo secula P ! La vePde hiedPa

Trepando inquieta por lo s altos muros ,En la hendida pared a PPa iga y medra .

Mueve el a iPe sus vástagos oscuros ,Colom el so l la ennegrecida piedra,Y pa Pece que inmóvil en la cimaE l moñ bundo Partenón s e anima .

XLVII .

Allí sestea el he lador ganadoPaciendo en calma la reseca hiePbaQue crece al pié del templo consagm doA las fecundas artes de Minerva .

E l pastor pePez o so y descuidado ,A quien e l sol canicula1* enerva ,Duerme tranquilo en la agostada a lfomb 11 a ,Del mutilado pórtico á la sombra .

XLVIII .

Tranquilo due e, vaga sin obj etoA l compás de lo s cantos que improvisa,Dul ces como la miel del monte HimetoQue en el lej ano término divisa .

E l, de una raza de gigantes nieto ,Su heróica tierra indiferente pisa,Y no guarda

,indolente , en su memoria

N i el pP0 pi0 origen , ni la patPia. gloria .

X LIX .

Mas la conserva el mundo . En vano, en vano,Celoso s de tus ínclitas empresas ,E l tiempo adusto y el Pen0 0 P humanoReduj eron tus templo s á pavesas .

E u vano ¡ oh Grecia ! la implacable manoDe tu opre50 P envilecida besas :Tan exceleo renomb re con seguiste,Q ue á la edad y á tu infamia se resi ste .

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POEMA S

L.

¡ Y nunca mo riPá ! Puede la lumbreE xtinguime en tu claro firmamento ;Puede PodaP la inmensa muchedumbreDe tus dioses , po stm da y sin aliento .

Pero los ecos de la enhiesta cumbre ,Los Pum0 Pes del bosque, el mar y el viento ,Repiten cadenciosos lo s gemidosDe tus dioses olímpico s vencidos .

Vencidos , mas nó muertos . ¿Hay algunoQue no vixa en el mundo de la idea ?En él fulgu 1

*

a Apolo , alienta J uno,Duerme en su concha Vénus C íter ea ,En su carro ma Píno el dios NeptunoPOP el nudoso piélago pasea ,Júpiter vib 1=a el rayo ignipotenteY orla Baco de pámpanos su fPente .

LII.

Aún ciñendo su Pústica guím a lda

Turban nuestra memoñ a tus Bacantes,Con el cabello suelto poP la espaldaY los desnudos pechos palpitante s ;Aún vagan en silencio por la faldaDel sacro Píndo , quo animaron antes,Tristes las M usas , pero siempre hemno sa s,C oxºonada s de lauro , y mirto , y rosas .

LIII .La rabia, en los m 0 Pta les corazones,

De tus negras Eumenides aún'

dur a ;Aún surcan tus : *

ereida s y TritonesDel hondo ma P la líquida llanuPa ;Aún se pem iben los a legr o s sonesDe la flauta de Pán en la espesura ,Cuando ensalza y endiosa la grandezaDe la amante y fePa z Naturaleza .

LIV .

La luminosa huella de tu pasoE s estela que nunca s e ha extinguido,Y conservas tu fama , como e l vasoGuarda el aroma del li0 0 P vertido .

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1 16 N U N EZ D E ARCE

Se alza Homero en la cumb re del ParnasoResistiéndose al tiempo y al olvido

,

Y de tus ricas artes lo s despoj osEncanto son del alma y de lo s oj os .

LabPa el mámmo l con mano ejer citadaF idias , infúndele su fuego interno ,Y da á la humanidad maravillada

,

De la eterna belleza el molde etem o

La píed1 a por el genio fecundadaPa lpíta á impulso s del amor materno,Y surge de su entrana endurecidaLa estatua llena de reposo y vida .

La m diente inspiracwn del viej o E squi10 ,So rpmndiendo e l dolor de Prometeo

,

Reve1a al mundo en prodigio so estiloLas pePdurables ansias del deseo .

Jove impasible , pero nó tmnquilo ,Oye el PugíP del indomable reo ,Que encadenado á la escaPpada rocaCon renaciente fuPia le provoca .

LVII .

¡ N o , no te asuste lo futuro ignoto ,Comarca infortunada ! Aunque tus días0 0 Pta se de improviso el terremotoY te tragara el mar, no morim

'

a s .

Bastaran una estrofa, e] d0 Pso rotoDe una estatua, un fPontón, cenizas M a s

De tu pasado , pa r a no olvidarte,¡Oh cuna de los dioses y del aPte !

LVIII .

¡ C on cuán a rna a indigna cwn, con cuántoD O10 P, p1 esa de un

b

déspota contemploTanta belleza inco y tantoRecuerdo augusto , la virtud ejemplo!Todo me inspira lástima y espanto :arco hendido

,el de1 mbado templo,

La columna volcada entre la hiePba ,Tus hij os degradados , y tú sierva .

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N UN EZ D E ARC E

Y entró con furia tal á sangre y fuego,

Azuzando á sus rudos albaneses,

Que cuando á la salida se previnoLe cemº

a ban lo s muertos el camino .

LXIV .

Con mudo afán y punz ado ra pena,Multitud de muj eres contemplabaE l brutal frenesí de aquella hiena,Desde una roca inaccesible y brava ;De acerbo llanto silencio sa venaSus lívidos semblantes inundaba

,

Y ante aquel espectáculo sangñ entoN i un su spíPo exhalaron ni un lamento .

LXV .

¡ Cuán mortalmente si todas de recha zoEl bronco golpe del canón hem

'

a !Que era el combate decisivo , el plazoFunesto, interminable la agonía .

Sólo el cándido niño en el regazoM aternal , inocente sonreía ,Sin compmnder su desventura ho r PendaY aj eno , el tPiste, á la feroz contienda .

LXVI .

FiPmes como granítica muralla,De sangPe, y polvo , y de sud0 P cubiertmLos griegos esperaron la metPa llaDe su tPagico fin ni un punto inciertos .

Pudo el turco en el campo de batallaContar á los vencidos por lo s muePto s,Que A l i no dió cuartel , ni hubo sulioteCapaz de resignarse á su derrota .

LXVII .

De pie sobre la ingente cortadur_

aDel agrio monte, en cuyo fondo m 1 sm0

Espumosa torrente de agua osc_

ura,La grandeza aumentaba

_

del ab l smo .

M adres , hij as , esposas em ventura,Del tePP0 P en el ñero pa roxmmo ,Veían con atónita miPadaE l término fatal de la j ornada.

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POEMA S

LXVIII .

¡ Todo acabó ! Desgarrador lamentoQue el eco repitió de cumbre en cumbreBPotó, en la angustia del po streP momento,De aquella estupefacta muchedumbre

,

Trastornada, convulsa, sin aliento,Pr eñriendo á la torpe servidumbreLa palma del martirio victoñ o sa ,Y 31 las ínfamia s del haPén, la fosa .

LXIX .

Cual si cediese á ínspira cwn secreta0 ¿L ley divina, en su furor crecienteA balanz óse hácia la enomne grietaQue daba paso al bramador torrente .

Todo , todo yacía en paz completa :La tien e. muda ,

"

el cielo indiferente,El viento adormecido , el mar en¡ Qué sola está cuando padece, el alm a !

¡ A y !—con acento entm cor tado y hondo

Clamó una madPe , de ósculos cubriendoA I hij o de su amor — ¡ yo te respondoDe que t e serás !—Y esto diciendo ,Despeñó al niño , que rodó hasta el fondoDel voraz antro con medroso estruendo ,Y sonó un grito de ansiedad suprema,Que era á la vez gemido y anatema .

LXXI .

Y todas , ¡ ay l en su dolor profundo,Descompuesta la fa z , con el cabelloE Piz ado , y la rabia, cual inmundoR epti], ceñída y enroscada a l cuello ;De la vida olvidadas y del mundo,Y extinto en ellas el postrer destelloDe la fe que á lo s mí seros anima,D iePon sus hijos á la hambr ienta sima .

LX XH .

¡ U na sola faltó ! De la h endiduraQ ue abrió un arroyo en la ca1iza Poca,Y donde acaso en su mortal pavuraBu scó refugio atribulada y loca,

1 1 9

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120 N U$IEZ D E ARCE

Sobre henno sa y dormida criaturaApretada la faz , boca con boca,Y de amarilla palidez cubierta ,No se movió una madre . ¡ Estaba muerta !

LXXIII.Ya consumado el duro sacrificio ,

Todas en rueda y de la. mano asidas,

A l borde del ris coso precipicioGiraron , por el vértigo impelid

_

as .A l compás de su lúgubre ej ercicioIba el abismo devorando Vidas,Y sacando sus víctimas la. suerte

aquella horrible danz a de la mu er te.

LXX IV .

Eran principio y D D de su caminoLa fiebre arriba y el sepulcro abaj o,Y una ma s otra en raud o remolinoFueron cayendo en el inmenso taj o .

¡ Confunda Dios al déspota asesinoQue á tan sangrienta extremidad la s traj o,Y déle, como premio á sus hazañas ,H1j 0 5 sin fe , y esposa sin entr aña s !

LXXV .

Pero es forzoso que mi canto acabe .

Ya llegamos al puerto : ya sumi saDa fondo en él la a fo ñ unada nav ;eColumpiándose al soplo de la M isa

,

Ya recoge sus alas como el aveQue al nido l lega, y con ingenua PisaSaluda el mañ nero enternecido ,Como el ave también , su patrio nido .

LXXVI .

¡ Feliz mil v eces él ! ¡ Cuán placenteraCon blando afán , en la cercana orillaLe aguardará quizás su compañera ,Inocente como él , como él sencilla '

¡ A y ! ¿ Quién me espera á mí? . Gre0 1a me espD oblo

zante su infortunio mi rodilla,

Y mientras llore opre sa y desgam*ada ,

Lira, ¡ déj ame en paz ! … . ¡ Venga una espada !

(A ño de 1 823)

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1 2 2 N U E E Z D E ARCE

D IO magnánimo el monarcaEn feudo á Juan de TabaresLas seis villas y lugaresDe aquella agreste comarca .

Cuanto con la vista abarcaDesde el alto parapeto

,

A su yugo está suj eto ,Y en los reinos de CastillaNo hay senor de horca y cuchillaQue no le tenga respeto .

Pam a cm centa 1º sus bríºsContra lo s piratas moros ,C o lmóle el Rey de tesoros ,Mercedes y señoríos .Mas cediendo á sus impío sPensamientos de Luzbel

,

D eso ¡ * dena do y cru elRoba , a suela , incendia y mata,Y es más bárbam pirataQue los vencido s poP él .

Pasma al mír=a rº su serenaFaz y su blonde cabel lo ,Que encubre Po stPo tan belloLos instintos de una hiena .

Cuando en el monte resuena

Su b Ponca tromp e. de caza ,Con mudo tePP0 P abra zaLa madre al niño inocente ,Y huye medm sa la genteD el turbión que la amena za.

Desde su escarpada rocaBaj a a l indefenso llanoC o n el acero en la manoY la blasfemia en la boca .

Excita con Pabia loca

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POEMA S

El ardor de su mesnada,

Y no cesa la algaradaCon que á los pueblos castigaSino cuando se fatigaMás que su brazo , su espada .

De condimon dura y t0 Pva ,No acierta á vivir en pa z ,Y como incendio vorazDestruye cuanto le estorba .

Todo á su paso se encorva,

La súplica le exaspera ,Goza en la matanza ñePa ,Y con el botín del roboVuelve , como hambñ ento loboA su infame madñ guer a .

De cuyos espesos mum s ,En las noches sosegadas

,

Surgen torpes carcaj adasMaldiciones y conjuro s .

Con los cantares impurosDe remeras y bandidosSalen tembien confundidosDe lo s hondos calabozos ,Desgarradores sollozosY penetrantes quej idos .

Una noche , una de aquellasNoches que alegran la vida,En que el 0 0 Pa z ón olvida ,Sus dudas y sus querellas ;En que lucen las estrellasCual lámpara de un altar,Y en que, convidando á o raP,La luna, como hostia santa ,Lentamente se levantaSobre las olas del mar :

1 2 3

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1 24 N U K* E Z D E A R C .

Don Juan, dócil al consejoQue en el mal le precipita

,

Como el hombre que meditaU n crimen , está perplej o .

Baj o el ceñudo entrecej oRayos sus miradas son,

Y con sorda agitaciónA largos pasos recorreDe la maldecida torreEl imponente salón .

Arde el tronco de una encinaEn la enorme chimenea ;El tuero chispox

º

rotea

Y'

el vasto hogaP ilumina.

Sobre las manos reclin aSu ancha cabeza un 1ebPel,En cuya lustrosa pielVivos destello s derramaLa roj a y trémula llamaQue oscila delante de é l .

E l fuego con insegurosRayos e l hoga P alumbra ;Pero deja en la. penumbmLos más apartados muros .Hácia Io s lej os oscurosLa luz sus alas despliega

,

Y Piñen muda PefPiega

En el fondo húmedo y tristeLa sombra que se PesisteY la claridad que llega .

Hosco don Juan, y aPPa stPado

Por su inco r* regib le instinto ,Cruza el gótico recintoConvulso y acele r*ado .

¿ Q ué maldad 6 qué cuidado

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1 2 5 N U N E Z D E ARCE

XVIII .

Alz a el lebrel , que dormita,La noble cabeza, el suenoSacude, y en pos del dueñoGruñendo se precipita .

Don J uan , con ira inaudita,M archa como un torbellino,Y va saltando sin tinoU no tras otro escalón ,Entre el humo del tisónCon que alumbra su camino .

A l fondo del_

antro baj a,Y con sus puños de hierro ,De un tr iste y lóbrego enciemº

o

E l postigo desencaj a .

Yace post1 ado en la pajaU n seP miserable y ruin

,

Que Pecelando su finAzorado se in0 0 Pp0 Pa ,Y con voz conmovedoraGrita : ¿ Q ué quieres , C aín ?

Don Juan insensible y duroLa vista? en tom o pa sea,Y fij a la humosa teaE n una gPieta del muro .

Luis —le responde— te juPoQue te engaña el com z ón,

Pues no tengo la intenciónDe aw ebata r te la vida

,

Como á una ñe1º a cogidaEn la t1º ampa y á t1

*

a ición.

Q ué pretendes , pués ? exclamaDon Lu 1s , tendiendo lo s brazo s :¿ Quieres anuda 1

* los lazosA que la sangPe nos llama ?Si la pasión que te intiama

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PO E MA S 1 27

En amor se convirtió ,No te detengas, que yoCon alma. y vida te espero .

Y rechazándole fieroSu hermano cºntesta : ¡Nó !

XXII .

Ya es raz ón que esto concluyaAñade falto de calma .

¿ POP qué Dios me ha dado una almaTan distinta de la tuya ?Pues no hay fuerza que destruyaE l odio mortal que abrigo .

¿A qué, di, cuando te hostigo,Con tu carmo me hieres ?¡ A bo rr éceme, si quieresSer generoso conmigo !

XX III .

Luego , con gesto feroz ,Prosigue quedo , muy quedo,Como si tuviera miedoD e escucha P su propia vo z :

-

¡ Si sup ieras cuán atrozE s la inquietud con que lidi0 !Yo prefiero el fratricidioA I afán que me tortura,POPque es tal mi desventumQue hasta tus penas envidio .

Te detesto , y busco en vanoU n motivo á mis rigores .Yo , grande entre lo s may0 1

ºes,

Con tu perdición ¿ qué gano ?Y don Luis r eplica z— Hermano,Todo tiene sus azares :No conmigo te compares ,Que resultarás pequeno :Yo tus grandezas desdeño ,Y tú envidias mis pesa ¡

*

es.

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1 28 N U S'E Z D E ARCE

XXV.

—E s ciePto . ¡SuePte menguada !Dice don J uan impaciente

,

Golpeándose la frenteCon mano dura y cri spada .

La bondad , jamás cansada ,De don Luis

,le desespem ,

Y la pasión que le alteraDesborda en el calabozo ,C on un ¡ ay ! mitad soll

'

ozo,

Mitad rugido de fiera .

XXVI .

¡ Ah ! no es extr ano que gimaD e su angustia en el exceso,Como el titán baj o el pesoD ei mundo que lleva encima.No es extraño que le OprimaSu rencor vivo y profundo,N i que se agite im cundo

Con más ímpetu quizás ,Porque á veces pesa másU n pensamiento que un mundo .

XXVII.

De su voluntad no es dueño,Como el alma pecadoraA quien asalta á deshoraSu culpa en forma de sueno .

Intenta con loco empeñoVenceP su ansiedad sombria,Y exclama con vo z tan fPiaCual la punta de una daga :¡Esta. sed sólo s e apaga

Con tu sangre con la mia !

XXVIII .

Que el so l naciente me vea.

LibPe de tan gPave peso !Y levantándose el preso ,Dice resignado : Sea !Don J uan recoje la tea,

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130 N UN EZ D E A RCE

XXXII.

Airado al ver ta l acción,Responde don Luis z—Lo tomoPar a clavarlo hasta el pomoEn tu infame corazón .

Por tan bárbara tr a i0 1onTe matara una y cien veces .—¡Gracias á Dios que apareces

Tal como yo te queria !Clama con sorda alegríaSu hermano ; ¡ya me aborreces !

XXXIII .

E l frío intenso y tenazCalma pronto la zozobraDe don Luis , que al fin recobraSu única dicha, la paz .

Y en él despiePta vivazE l recuerdo santo y tiernoDe aquellas noches de inviernoEn que al amparo de Dios

,

Juntos oraban lo s do sEn el regazo materno .

XXXIV .

Y compara aquello s añosDe inocencia y bienandanza

,

Tan henchidos de esperanzaComo desnudos de engaños

,

C on lo s martirio s y daño sQ ue ha sufrido entre cerroj os ;Y ante los duros enoj o sSe aquel á quien tanto quiso

,

Diente llegaP de impm visº

Las lágrimas á sus oj o s .

XXXV .

Don Juan , que ya no refrena

Sus iras, marcha adelanteRevelando en su semblanteLa pa sión que le enaj ena .

Yace la noche serena

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PóE AÍÁ”

S

En vago adormecimiento ;La luna en el firmamentoSin celaj es resplandece ,Y hay tal calma, que pareceComo aletargado el viento .

XXXVI .

Cuando á desatarse empiezaLa tempestad en el alma

,

¡ Qué insoportable es tu calma,Oh madre natum lez a !Nunca á la humana tristezaDas el ansiado consuelo

,

Y en los momentos de dueloNuestra. pena es más aguda

,

Bajo la. impasible y mudaIndiferencia del cielo .

XXXVII .

Atravesando un pinarLlegan , tras breve jom ada,A una planicie situadaEntre las cumbres y el mar.

Nada parece turba PLa paz del estéril llano :Sólo del ronco oceano,Que con los penascos lucha,El sordo rumor se escuchaComo un gemido l ej ano .

XXXVIII.

Todo en el alma despiertaU n vago afán misterioso ;E l infinito reposoDe la llanura desierta ;La luz sin color y muerta,Que inunda el diáfano ambiente;Los ecos del mar rugiente,Y el ladrido prolongadoCon que el lebrel erizadoLa catástrofe p resiente .

131

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1 32 N UN EZ D E ARCE

XXXIX .

Hay en la vasta llanuraU n tronco seco y sin ramas

,

Despej ado poP las llamasDe su pompa y hermosura .

De la escamha la blancura,

Le da un tinte funera Pio ,Pues se eleva so litamioE nnegm cido y escueto ,Como gigante esqueletoBaj o su roto sudario .

Don Juan , que la marcha guíá,D etiénese alli, desnudaSu espada , y con voz sañudaC lama z ¡ Tu vida 6 la mía !En actitud grave y fríaAnte é l su hermano se pa raY mirando cara á caraA su 0 pr eso r z

—¿ Eso esperas ?

Le díce ;— ¿ qué más quisierasS ino que yo te matara ?

Hiere, si intentas heriP ;El golpe aguardo ser enº ,

Que yo , en cambio , te condenoA l tormento de vivir.

¿A dónde podrás huiPQue no te alcance el castigo ?Te darán , en vano , abrigoO tro s climas y otras playas ,Pues donde quiera que vayasIrá. tu crimen contigo .

XLII.

¡ Mi crimen !—ruge don Juan,—¡POP Cristo, que es b rava idea !Y en sus oj os centelleaLa cólera de Satán .

—Guando suelto el hu¡ ºacan

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134 N UD EZ N E ARCE

Don Juan vacila un instante :C on su conciencia batalla ;Pero al fin la envidia estalla.Más soberbia y más pujante .

— ¡ Imbécil ! recoj o el guante,GPit3. con áspero tono ;Y arrastrado por su encono,C ontPa el desdichado cierPa ,Que cae exánime en tierraExclamando : Te perdono

XLVII .

¿ Cómo expresar el horrorDe aquella escena de muerte ?La víctima yace inerteA lo s pies del matador .

Con su pálido fulgorLa luna a iumbm a l caido ;E l lebrel, enardecido,La hi iente sangre olfatea,Y se vuelve, rastrea,Y rompe en lúgubre aullido .

XLVIII .

Don Juan se detiene adust0 ,E l asombro en él s e pinta,Y la espada en sangre tintaCae de su puno robusto .

Los oj os vuelve con susto,Horror se inspira 21 sí mismo ,Y cercano al paroxismoSe retuerce y desespera,Como si rodando fueraHácia el fondo de un abismo .

XLIX .

Tierra , mar y firmamento,Cuanto huella y cuanto mira,Todo en torno suyo giraCon rápido movimiento .

Lléna se su pensamiento

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P OEMA S

De mortal incertidumbreY la inmensa muchedumbreDe visiones que le asalta ,Ondula, bulle, resalta,Entre círculos de lumbre.

Su razón se turba, un veloDe sangPe anubla sus oj os ,Y cubren vapore s roj osE l ma P, la tierra y el cielo .

0 0 11 acongojado anheloLanza un gPito de agonia ,Y huye como Pes braviaCuando de monto á su oidoLlega el ardiente latidoDe la furiosa jauría .

Con e, corre , y corre en vano,Porque cuanto mas avanzaMas cerca a mirar alcanzaE l cadáver de su hermano .

No encuentra término a l llano,Y ve con ansia cruelLo s ojos del nuevo AbelDe eterna sombra cu biePto s ,Siempre fij os, siempre abiertos ,S iempre clavados en él .

N unca el torpe matadorD e su víctima se aleja ,Y el miedo ver no le dej aQ ue va de ella en derredon

A l fin Pecoge el tr aid0 PDe sus maldades el fPut

_

o :

Que á. veces Dios en tributoA su justicia ofendida ,Todo el dolor de una

_v1daR econcentra en un minuto .

1 85

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1 86 N U Í*Í E Z D E ARCE

Su ronda desesperadaSigue con bronce resuello,Puesto de punta el cabelloY atónita la mirada .

En su fuga acelerada“

Apenas el suelo toca,

:

Y cuanto más en su locaCarrera el triste s e 0 fus ca,Más le estrecha, más le busca,M ás el muerto le provoca .

Precipitase s in tino ,Y aum entando su s terrores,Losf espectro s vengadoresLe acosan en el camin0 .3Gira como un remolinoSin detenerse j amás ,Y va ciego , y cuanto másHuye, ve más espanta doE l cadáver siempPe al ladoY el lebrel siempre detrás.

Nada su pavor mitiga ,Y su marcha abrumadoraSe prolonga hora tras horaSin ceder á la fatiga .

Su propio crimen le hostiga.Con creciente frenesí ,Hasta q ue fuera de sí,Crispado , 1ívido , yerto,Se desploma junto al muertoGritando : ¡ Infeliz de mi!

LVI .

Cuando su manto repliegaLa tPiste noche sombr1a,Tres muePto s alumbra el díaEn la so ]ita Pia vega :Don Luis , que en sangre se anega

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1 38 N UN EZ D E ARCE

LA SELVA OSC U RA .

CAN TO I.

D AN TE .

A l baj a r la p endiente de la vida ,

M e ha llé de p r onto en una selva o scu r a ,

A g r es te y sin ver eda conocida .

Turbado y lleno de mortal pavura ,Seguí marchando á tientas y sin tinoA I través de la lóbrega espesu ra .

Brisa otoñal , en rau do remolino,Las hoj as de lo s árboles movíaY a l fombr aba con ellas mi camino .

No sé por qué mi 0 0 1 azon creíaQue con las mu stias y amarillas hoj asLlevaba el viento la esperanza mía .

D ejendo impresas_

las señales roj asDe mis desnudos pies ensangrentados,Y avanzando entPe susto s y congoj as ,Intenté ver si por opuestos lados

Fácil salida al laberinto hallaba,Y ventum so tin á mis cuidados .

Pero sí medida que en la selva entrabaIba siendo su aspecto más salvaj e ,Y más profusa, impenetrable y brava .

¡ Cuántas veces el áspero ramaj e,Hiriéndome al pasar con go lpe duro,Me arrancó sordo gPito de coraj e,

Sin que templa r an mi dolor agudoN i el silencio so bosque, ni el somb 1 íoCielo, ni el ec o á mis clamores mudo !

A sa ltóme el terror, y á pesar míoVo lcóse mi asombrado pensamiento ,Como se vuelca el ánf0 Pa de un r io ,

Poblando en su febril de sbordamiento ,De monstruos la espesisime arboledaY de rumores el callado viento .

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POEMAS 189

Tibio fu1go r , cuyo recu erdo aún quedaFijo en el alma, del tropel livianoI luminaba la bu llente rueda ,Cual la lu z qu e en la s noches d e verano

Serpentea con 1ívido destel loSobre la. sepu ltura y el pantano .

Tena z angu stia se enro scó á mi cuelloY conturbo mi ju icio de tal modo ,Que de pavor se me erizó el cabello .

Desvanecid o y a , ciego del todoY a cometido po r las sombras , ibaTropezando do quier como un beodo,

Ha sta que al fin,agitacwn tan viva

Rindió mis fuerzas y cai, cual duroRoble, que el hu racán troncha y derriba .

Cuánto, en el bosqu e tétrico y oscuro,Postrado estuve y frío como el hielo,Inútilmente recordar pPo cur o .

Sé que al volver en mi, con hondo anhelo ,Desesperando del auxilio humano,Alcé los bra zo s y la v ista al cielo ;Que busqué en mi memoria de cristiano

La fe de mi piadosa adolescencia,Y que pugne por alcanzarla en vano .

¡ Oh cielo , que alumbraste mi inocencia,De candorosas ilu siones llenoEn tu m f1mta y pura tra spar encm !

¡ Oh cielo azul , espléndido y ser enº ,

Patria inmortal del ánimo que aspiraA dilatars e en tu profundo seno !

¡ Cuánto has cambiado pa r a mi ! . ¡Mentira !Tu no cambias jamás . ¡ Siempre tu e sferaE s del co lor del alma que la mira !

¿ POP qué s e asusta el ave pasaj eraQue con vuelo imprudente y atr ev1do

A incognita región partió ]1gera ,

S i cuando torna al bosque en que ha nacido,Tal vez a rrepentida y fatigada,No encuentra ya su abandonado nido ?

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140 N U ñ E Z D E AR CE

De pronto,traspasando la enramada

Sin conmover las hoj as , como suaveRayo de luna en noche sosegada,Llegó un anciano á mi pausado y grave ,

Mostrando la s erena composturaQue sólo en almas superiores cabe .

Prestaban maj estad á. su figuraE l lauro de cm en la anchur o sa

a

frente,Y la talar y roj a vestidura .

Avanzó con el firme continenteDe quien no cede á la pasión tiPana,N i e l torpe miedo del pe1igro siente,

Rasgando con su vista soberanaLa densa os curidad , como avezadoA penetrar en la conciencia humana

Y á ver hasta en el pecho más cerradoLa. insomne incer tidumbm del delitoY la muda v ergiienz a del pecado .

Mi respeto es mayor cuando meditaEn su semblante rígido y severoPor las vigilia s y el dolor marchito ;

Cuando animar con mis memorias quiero,S i no la noble imágen, el esbozoDe aquella ilustre sombra que venero

De boca PepPimida , extraña al gozo,Como empeñada en detene1º el pasoA justa maldición y hondo sollozo ;

De aguileña nariz , de r o stm PasoY enjuto, de miPada penetranteComo una espada, y tan temida acaso .

Lleno de admiración vile delanteDe mi, lloré, con voz conmovedoraGrité, cayendo pr o sternado z— ¡ Oh Dante!

Y si este nombre la turba aterradoraDe fantasmas huyó , cual lo s insanosSueños al leve rayo de la euroPa .

—Señor— tendiendo la s crispadas manosExclamé con afán —préstame auxi lio,Que me pierdo en tinieblas y en arcanos .

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1 42 N UN EZ D E ARCE

No esperes que con himnos y cancionesA duerman tu V1 Ptud, m con infamesHalagos den calor a tus pa s10 nes .

E s inútil que gPites y derramesE l llanto a cePbo que tu rostro escalda .

¡Huyeron ! No vendrán, aunque la s l lames.

C uando tocamos en la agreste faldaDe la vej ez , impum s mer etñ ces ,

Todas nos vuelven con desdén la espalda.

¡ A y ! B ienaventurados y felicesLos que a l l legaP a l término forz osoQue con estéril cólem maldices ;Cuándo por todas partes el fróndo so

Bosque, su s pasos emba Pa z a y cierra,Y no encuentran la dicha. m el reposo ;

Cuando , como despoj os de la guerra ,Van dejando en la hnde del caminoLas breves alegrias de la. tierra

,

Y el hombre, fatigado peregrino,Hama el negro sepulcr o avanza oscurasSID saber donde va

, ni porqué vino ;No piePden en las agPia s cortaduras

Del escabroso monte de la vida,

S ino sus miserables vestiduras ,

Y llevan hasta el fin de la pePtidaLa luz , que el mundo al infortunio niega

,

E n su propia conciencia recogida !

E sa luz , cuando el ánimo s e entrega.A la insaciable duda, con su escasoFulgor, si no lo a lumbm , no le mega,

Y semejante al sol en e l ocaso ,No espamce ya la claPidad del dia ,PePo á la negra noche est0 Pba el paso .

Tenue es su r esplandom mas é l no s guíaCuando abatido el com z ón despiertaE n la mtmncada y azarosa via .

¡TPiste de aquel q ue á conserva P no aciertaViva esa luz , y a PPa stPa desoladoA l través de la vida el alma muePta !

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POEMA S

Que es como el asesino condenadoA marchar Siempre , en lobreguez envuelto,Con su 1nocente victim3. cargado .

Oh Dante !— preguntéle apenas vueltoDe mi estupor .

—¿Y _

tu pasión, aún vive ?— ¡ Viv e, y no morirá !— dij o resuelto .

—Con mayor fuerza su impr esmn recibeMi espi ritu inm0 Pta l , hoy que no sienteDeleznable mteres que le cautive .

Dij o, dobló la pensativa frente,Guardó silencio , y sin hablar marchámosLargo trecho por la áspera pendiente.

Delante de él los retorcidos ramosDe corpulento s árboles se abrían,Y sin molestia ni dolor pe sámos .

Pero después con ímpetu volvíanA entrelazarse como espesa malla,Y dijera se veces que gemian,

0 que surgía de la inculta vallaQue tras noso tros se cerraba, el ruidoTemeroso de un campo de batalla .

Súbito, con acento enternecidoClamó alzando la fPente z ¡Oh casto sueno,Nunca logrado y siempre perseguido !

¡ O_

h Beatriz , que con tenaz empenoBusco en vida y en muerte ! ¡Oh tu, que fuisteY serás siempre mi imposible dueño !

¿ Quién su encanto celestial resiste ?¿ Quién , s in amad a y someterse , m ira

:

Su faz á un tiempo esplendorosa y triste ?

¿Qu1 en por volver á verla no suspira ?¿ Cómo olvidar su pudibunda sombraSi ante mí sin cesar irradia y gira ?

Cuando la humana confusmn me asombraY vacila mi fe, su imagen bellaCon angélica voz me ahenta y nombra,

Y vamos ambos por la misma huellaLos circulos celestes Peco rPíendbElla en pos de la luz , y yo tras ella .

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144 N UN EZ D E ARCE

Padre perdona si pretendoPenetr a P atrevido el hondo arcanoDe esa inmorta l pasión que no comp rendo .

Unió tu sentimiento soberanoLas excelencias del amor divinoY las miser l a s del amor humano .

A una muj er te encadenó tu DinoY extático la amaste, hasta el momentoEn que la muerte á devora rla vino .

Cayó como la flor que troncha el viento ;P ero a l perder su túnica terrenaHirió con nueva luz tu entendimiento .

S igues tras la vis1 on que te enaj enaCon incansable afán ; ma s ¿ de qué modoObra en

'

ti la pasión ? ¿ E s goz o ? ¿ E s pena ?

¿ A mas la carne vil ? ¿ A mas el lodo ?¿ O bien la esencia in0 0 rruptible y santaDel alma libre ?—Y r espondíóme z

—¡ Tod0 !

La eterna a spira 0 1on que nos encantaY llega á Dio s como impalpable nube,D el fango de la vida s e levanta .

Escal a es de Ja cob por donde subeNuestro dolor, en busca de consuelo,A la s altas esferas en que estuve .

E s un gemido ue remonta el vueloA l a excelsa regi n de la esperanza,E s la nostalgia mística del cielo .

Señor repuse : mi razón no alcanzaA entender los mistemos que me dices,Y más se ofusca cuanto más avanza .

—Sabrás , sin que tu ingenio ma Ptirices,Lo que tu mente conocer no pudo .

Y a si hablando , sentóse en las ra íces

Salientes y rugosas de un desnudoTPonco , fantasma de la selva umbría,Ante el cual desbordado, pero mudoAncho río de lágrimas corria.

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1 46 N UN EZ D E ARCE

Nuestra mutua ignorancia era un seguroInexpugnable, mi sterioso y santo ,Cerrado á todo pensamiento impuro .

¿ Cómo cedeP pudimos al encantoDe una pas1 on , en la niñez igno ta ,Y cómo en nuestras almas creció tanto ?

¿No viste el manantial que gota gotaLa peña hon da, y rumoroso empPende

Su curso desde el Pisco en donde brota,

Que v a creciendo al paso que desciende ,Hasta que al fin con desatado bríoPor la vega sus márgenes extiende ?

Pues decir puede que'

su amor y el míoAumentaron tembien con la d istancia ,Como el arroyo a i tr a sf0 PmaPse en PIO .

Aquel dulce carino de la infanciaEncerró mi ventura, como encierraEl virginal capullo su fraganma .

Hasta C P8 0 , y mi espíritu s e a fePra

A tan gPata ilusión , que desde el CieloAmándonos bajámo s á la. tiePr á .

B ien sé que cubPe impenetrable velo,Negro como la noche , la memon eDe las gemelas almas sm consuelo ,

Que durante su estancia transitoriaPo r nuestro valle de dolor, olvidanSu E dén perdido y su pasada gloria .

Mas Dio s pe ite á veces que coincidanEn un mismo recuerdo , y se den cuentaDe los misterios que en su fondo anidan

E s fugitiva Páfaga que ahuyentaLas sombras de su mente , como el rayoRompe la oscuridad de la tomnenta .

Hoy que mi vista inmate1 *ia l explayoEn plena luz , desde la excelsa cumbreA do llegué tPa s mi po stPeP desmayo ,

Mi duda se conviePte en certidumbre,Y se que fuimos al cruzar el mundoComo dos chispas de una misma lumbre .

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POE MAS

¿Dónde amor más patético y pPofundoQue e l nuestro encontra Pás , ni cuál ha sidoTan tímido , callado y pudibundo ?

SiempPe mi pensamiento confundi doL legó sm voz h d St& lo s p . é s de aquella.Q i e me ro baba e l alma y e l sentido .

Jamás oyó la cándida donce llaConcepto alguno . q ue a soma P lo s roj osMatices de l pudor hicies e en ella .

M is pena s, , m is afanes, mis antoj os ,MLS secretas zozobras expresabaCon el mudo lenguaj e de los oj os ,

Y sin hablar',s in que mi lengua, esclava

De ruin tem0 P, se aventurase a l ruego,Ella mi puro am0 P adivinaba .

Po strábame mortal desasosiegoAnte la maj estad de s u hermo sum

Q ue me dej aba tPa sto rna do y ciego .

PePo después , cuando la. noche os cura,De Puti lantes a stPo s comna da ,Exc itaba m 1 fiebre y mi locuPa ;Cuando solo en mi hogar, con la mirada

Fij a en e l ancho espacio tenebroso,

Do esplendía la imagen de mi amada,

Buscaba en el silencio y el reposoLenitivo á mi mal, ¡ cuán tristes quej asExhalaba mi pecho congoj oso !

Como al panal acuden las abej as,

Volaban á BeatPiz mis pensamientosA l través de los munos y las rej as ,

Y en la noche callada, en los momentosEn que soltaba sus cabello s de oro

,

Turbaban su . ietud vagos acentos .

Era quizás que en invisible coroMis ardientes suspiro s á su ladoRevolaban diciéndole— ¡Te adoro !

Alguna vez en mi infeliz…

estadojLa vo z del com z ón secreta y honda,GPitábame ¡Valor ! que eres amado ;

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1 48 N UN EZ D E ARCE

Mas no cobarde tu pas1on se e sconda,N i quieras que la Virgen inocenteA tu s ilen0 1 o, impudica, responda .

Entonces , llena de ilus1on la mente,De Beatriz á la. mansión cercanaAnimoso corria y diligente .

Pero al llegar al pié de su ventana,Confuso y sin v a10 P retrocediaDiciendo ¡ E s pronto ! Volveré mañana .

Y no lució j amás propicio el díaPa ra mi amor, que atormentado y presoEn mi, como un Titan , s e revolvía .

Quizá sin la ñ aa_

uez a que conñ eso ,Se fundieran en éxtasis divinoNuestras dos existencias en un beso .

M a s, ¡ ay ! que un dia inesperado vinoA dejarme la muePte pavorosaSolo y triste en mitad de mi camino .

Aquella faz puPisima y herm osaQue formaron en hora a f0 PtunadaLa meve en competencia con la rosa ;Aquella casta fPente, urna sagm da.

De virtud y de am0 P : aquello s oj osClaros como la luz de la a lbor a da º

Aquel seno gentil, aquello s rojosLabios , que con su púdica sonrisaTemplaban el rigor de mis enoj os ;

Aquella voz que tPému la , indecisa,Llegaba á mí, como lej ano cantoDe la noche, en las alas de la brisa ;Todo a l compás de mi abundo so llanto,

Pasó ante mi como fugaz centell a,Y aún pienso en aquel día con espanto .

La. muePte misma la encontró tan bell a,Que a l tr a splanta ñ a á mundos superioresSu hálito destruct0 P no imprimió en ella .

Yo la vi á lo s s iniestro s resplandoresDe blanco ciPio , al parecer dormida,La men orlada de olorosas flores ,

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N U FIE Z D E ARCE

Tres veces , en mi loco desvaPio ,Convulso inco rpo ra ndome eu

…el lecho,Quis e abraza

_

rla, y abracé el vacio ;

Y de su imagen a l través , deshechoE n un raudal de lagPima s, tres vecesSentí caer mis brazos sobPe el pecho .

—E l cielo , oyendo tus continuas preces,Exclamó la Vi sión—volverte anhela

E l perdido reposo que apeteces ,

Y torno á ti, como afanosa vuela.E l ave errante a l silencw so mdo

Donde el espo so sin ventum , vela .

Porque en el s eno de la gloria ha sido ,Pensando en tu aflicción , triste m1 est&ncm,

Y turbada su paz con mi gemido .

Cediendo compasiva si tu constancia,Que no pudieron quebrantar la suerte ,N i el tiempo , ni el rigor, ni la distanc1a ,

Como en debido premio acudo á verte ,Y por orden altís ima te digoQ u e tu am or ha tr iunfa do de la mu er te.

Con luz del cielo á esclarecer me obligoTu espiritu gigante, y por de quieraQue vayas , siempre me verás contigo .

Cuando sigas la s enda vePda dePa ,

¡Avanza !— te diré que el bien no s guíaY cuando empieces á dudar ¡Espera !

Y tu alma, en mi amorosa compañía,Subirá más , p0 Pque tendPá. dos alasPar a elevarse á D io s : tu fe y la mia .

Vestiré par a ti nupcia les galas ,Sere tu esposa mística, y mi manoTe sostendrá en el mundo, si resbala s .

Te mostraré 10 incógnito , 10 arcanoTu mente llegará donde no pudoLlegar j amás el pensamiento humano;Y unida. á ti poP invisible nudo,

En las recias batal las de la vidaTú la espada s erás , y yo el escudo .

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POEMAS

Esto d1j 0 , y su voz siempre queridaVibro en m1 corazon como las notasDe un arpa por los angeles tañida .

Despertaron en mí fuerzas ignotas :Sent1 a l impulso de su acento tiernoLas hgadura s de mi carne rotas ,

Y tm spa sé las puertas del Infierno ,Y con espanto vi de lo s precito sLa fiera. angustia y el suplicio eterno :

Y horripilado percibí lo s gritosQue arrancaba á las almas pecadoresLa tremenda expiación de su s delitos .

Y cuando en aquel antro sin auroras,Cerrado par a s1empPe á la esperanza,Donde son Slg

'10 8 de dolor la s horas ,

Invencible y tenaz desconfianzaSuj etaba mis p1 es , el tePP0 P ciegoQue nunca el hombre a dominar alcanza,Virgilio , mi mentor, uniendo al ru ego

E l nombre de Beatriz, romper me haciaOlas de sangre y limites de fuego .

M a s no tan sólo en la región sombriaD el llanto penetré : siempre guiadoPOP mis sueños de amor y poesía,

Subí tamb1 en al círculo apartadoDonde la s almas con ferviente anheloEsperan el perdón de su pecado ;

Y lej os ya de la mansión del duelo,Yisité, libre de temor impuro,La s esferas espléndidas del cielo .

D 1j 0-Dante, y alzándose del duro

Tronco,emprendió de nuevo la j ornada

Con ánimo resu elto y pié segur o .

Yo , en lucha misteriosa y prolongadaCon el mudo tropel de mis ideas ,-

.A l través le seguí de la enramada .

De repente exclamó z ¡Bendita seas ,Santa ilusión que nuestra pobre vidaD igniñca s, levantas y hermosea s !

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1 52 N U Í E Z D E ARCE

Sin ti, nuestPa conciencia sumergidaEn tenebm so y perdum ble encierro,Gimiera en un abismo sin salida .

Sólo por ti, mi voluntad de hierroPudo sufrir la a dvePsidad tePPena

Y no morir de angustia en el destierro .

Sostenido po r ti, subi s in pena,Pero no s in 0 Pgul lo , lo s peldañosTan tristes, ¡ ay ! de la escalera aj ena.

Y en la Pauda corriente de mis anos ,Soporté con firmeza sobemna

La injusticia de propios y de extraños .

¡ A y ! S i al hundirme en la miseria humana,No columbr am en lontananza el puertoY la co sta segura, aunque lej ana ;

S i en medio del mundano desconciertoNo hubiese á veces mi razon confusaE ntPevisto el 0 a51 s del desiePto ;Privado de la paz que no reb usa

A las almas la fe , tú hubieras sido¡ Oh desesperación ! mi única Musa .

Yo seguia escuchando embebecidoLas au stePa s palabras del M aestro ,Mi pasada inquietud dando al olvido .

E l bosque, á cada instante, más siniestroSe presentaba, y la escabm sa rutaMás estPecha y hosti l al paso nuestm .

Paró por fin mi marcha iPr eso luta ,Salvando de improviso lo s abroj osQue la. boca cerraban de una gruta .

Feroz pantera , cuyos turbios oj osRelucían inquieto s en la densaOscuridad , corno carbones Pej o s,

Rasgando el aire con su voz inmensa,Cual si estuvies e contPa mi en acechoD escuidado cogióme y sin defensa .

Su aguda z a Ppa destm z ó mi pecho,Grité azorado , y á mi pP0 pio gPitoDesperté, Pevo lcándome en el lecho .

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1 54 N U f—IE Z D E ARCE

H E R N A N E L LO B O .

CAN TO PRIMERO .

En solitaria y eminente rocade los montes cantá brico s , altivarasga el espacio y en las nubes to caviej a torre feudal. La pena vive.de donde arranca el resistente muro,con tan dificil córte el paso cierra,que no existe castillo más segurocoronando lo s ri scos de la sierra.

El peñón que le sufre, en do s partidopor un extremo está, cual si de un taj oen formidable lid le hubiera hendidoel hacha de un T itan , de arriba abaj o .

S ilvestre helecho y trepadora hiedralo s b 0 Pdes cubren de la herida piedPa ,por cuya enorme cavidad sombriasurge espantab le y prolongado grito ,como si aquella mole de granitose doliese del golpe todavia .

E s la vo z del torrente fragorosoque se despeña de escaPpada altura,y al pasar po r la estPecha cortadura

,

del castillo feudal , mur alla y foso ,se a r remo lína , se retuerce , chocay salta, enfurecido y espumosocomo el mar, po r la s quiebras de la roca .

Cuando aw eoienta su raudal la nieveque derretida de las cumbres baj a

,

y lo s cimiento s sólidos conmuevedel cerro , y piedras y árboles descuaja,ante aquel espectáculo sublimeretumba el eco , la montaña gime,

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POE MAS

con medrosa inquietud la res salvaj eescapa sin cesar de Pisco en Pisco

,

se oculta la avec:a entre el ramaj e,

en su cueva el reptil, hasta en su apriscola ovej a s e acobarda

,y solamente

el águila caudal , cuya pu ilasonda la inmensidad

,vue tranquila

sobre las turbias aguas del to rrente .

El casti llo , elevándose imponente,como un fantasma, en el picacho escueto,y sobre el negPo taj o por do con erevuelto rio , el levadizo puente,con cadenas fortisima s suj eto ,como un esclavo , á la a lmenada torre,todo infunde en lo s ánimos respeto .

Resalta el ancho y ostentoso escudosobre la puerta gótica, en la pardapiedra po P toscas manos esculpido ,y de pié en el umbral, siniestro y mudo,vigila el puente y sus contornos guardaun soldado con aire s de bandido .

Aumentan el mi sterio y la pavur ade aquel lugar inexpugnable y rudo,la monótona voz del centinela,que las tm iciones de la noche oscurasiempre temiendo , sin descanso vela ;y en bandadas los cu e o s agoreros ,ue, a l vo lveP de lo s próximos pinares,usoan las hendiduras y agujerosde aquellos murall ones seculares .

Era una tarde de N oviembre, heladacomo la mano de la muerte ; espesaniebla cumbres y valles envolvía ,y estaba el monte sumergido en esa

confusa cia ridad, ténue y veladacomo e l vago crepúscu lo _

del día .

Tan débil era y apagado el brillode la

'

, pálida luz , que compartíasu imperio con la. sombra ; á sus reflejos

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1 56 N U E E Z D E ARCE

amortiguados , en el fondo o séurode la sala espacio sa del castillo

,

s e destacaban sin 0 O10 P lo s viejo sy anchos sitiales de tallado robleque adornaban la estancia, y en el muror ela eian los bélicos armeses

,

el féPreo casco, el colosal mandoble,bruñido escudo y rigida coraza

,

j unto á la armada testa de la s resesque el personal va 10 P cobró en el nobley arñ esgado ejem icio de la caz a .

De propincuo lugar, como el ornatoprincipal del salon, cuelga un tablero,donde inhábil pincel trazó el retratodel magnífico y alto ca ballero ,glorioso tronco de la ilustre casa,y en frente de él, en su sillon de cuero,con lo s pies arrimados á la brasaque dej ó en el hogar ardido tuero,manchado por la crápula y el robo,el Señor del castillo , Her na n el Lobo ,como le l lama el general espanto ,ahogando estaba su conciencia en vino .

Y no muy lej os su afligida esposahil aba sin hablar, deshecha en llanto ,el rubio copo de escardado lino .

Mil amargos recuerdos en profusotropel cau saban su memoria, en tantoque entre sus

dedo s resbalaba el huso .

¡ C on qué dolor ! pero'

también ¡ con cuántoenamorado afán clavaba ansiosasus húmedas pupilas de hito en hito,en la fa z descompuesta y bor r a sco sade aquel malsin que embruteció el delito !Y él , insensible todo , el cuerpo laso,ba lbuciendo palabras desacordes,y una vez y M M S cien vaciando el vasolleno de anej o vino hasta lo s bordes,con el rostro encendido , la miPadaatónita y vidriosa, el sentimientoanonadado y la razón turbada,mezclando s in cesar un juramento

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158 N UN EZ D E ARCE

bien conoce que es pérfido , y tirano,y codicio so Hernan ; per o l e adora .

Le adora , y sigue con'amargo duelo,

cual hoj a seca que arrebata el río,

por de la lleva su pasión basta rda .

Mas ¿ cómo no , si hasta en el mismo cielotiene

z

el ser de la tierna más impíoun ángel que, ante Dios , le escuda y guarda ?

Hora de lo s recuerdo s, que en las friasnoches en qu e el pesar no s enaj ena ,con las gratas memorias de otro s diasno endu l z a s , sino agm va s nuestra penatú, cuya voz como invisible espadanos llega al corazón , ¿qué la decías ?¿No despertaste en su abatida mentelas muertas dichas de la edad pasadacomo una angustia más de la presente ?¡ A y , sí ! Que alguna v e z , la infortunada,evocó

,sollozando, en la inñnita

desolación del alma que la aquej a ,lo s breves goces de la ansiada citaen que gentil , apasionado y tiernoHernan

,al pié de la importuna rej a

,

rendido le juraba amor eterno .

¿ Cómo negar e l mex* ecido pagosu ruego ardoro so ? ¿ Cómo , esquivo ,

volver e l Po stPo a l insinuante halago ,y cómo r esistiP á su embeleso ,si eran en él cada mirada un vivorayo de luz y cada frase un beso ?Todas las tardes , cuando en la alta sierradesmayaba del sol la roj a lumbre ,solo y á escape en su corcel de guerra

,

al través de la lóbrega espesuraHernan ganaba la r isco sa cumbre .

S in que est0 Pba r an su certero tino ,ni el sitio agreste, ni la sombra oscura,segum de Si propio y del caballo,volaba, como raudo torbellino ,salvando abismos y cruzando breñas,entre las chispas que arrancaba el ca l lo

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POEMAS 1 59

del ágil bruto á las cortantes peñas,para lanzarse, al fin de su camino ,con el impulso desatado y ciegocon que desborda la cor Piente brava,

donde ella , en contenido fuego,tímida y palpitante le espem ba .

¡ Qué sueños ! ¡ Qué coloquios ! ¡ Qué arrebatos !¡ Qué éxtasis d e pasión ! ¡Qué horas aquella stan venturosas ¡ ay ! como fugaces !¡ Con qué fe renovaban , insensatos ,á la indecisa luz de las estrellas ,sus tiernas riñas y sus dulces paces !¡ C uántas veces la luz de la manana,ni aguardada por ello s ni sentida ,inundando de pronto la ventana

,

puso tin á su larga despedida !¿Cómo no compa r a P la pobre Aurora,en la noche terrible de su v iday en el tedio mortal que la devora

,

el bien soñado á su desdicha ciePta ?Y ¿ cómo no llorar, si su esperanza,como paloma á qu ien el hierro alcanza.

desde el cielo al abismo cayó muerta ?

. Aquel Hernan que despertó en su senoamor tan infeliz y tan profundo,estaba allí, como el reptil inmundoque se revuelca en pestilente cieno,a brumado de crímenes , be6do,sin luz en la razón, sin fé en el alma,y tranquilo ¡No ! que entre el lodojamás conserva el corazón su calma .

¿Quién tiene de lo s Péprobos la clave ?¿ Engendran la s bla sfemia s e n su bocala impiedad el espanto ? ¡Dios lo sabe '

¡Nada hay estéril en el mundo ! Creceel musgo humilde en la desnuda roca,entre hielo s el liquen aparece ;arraiga el, pino en la rasgada grietaque abre la lluvia en el peñon taj ado,sobre la s tumbas el cipres vegeta ,y el miedo en la conciencia del ma lvado .

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160 N U E E Z D E ARCE

¡ Cuán honda, cuán fatídica tristezainspira aquel salón ! Encenagadoel licencwso Hernan en su torpeza,y ella entregada á vanos desvario s ,junto s están en soledad medrosa,como dos muerto s que en la misma fosayacen mudos , inmóviles y fríos .

De pronto, con estrépito l a puertaabPió se, y un pa st0 P recio y membrudo,de torvo ro stro y de expresión incierta,penetró en el salón . Rústico sayode piele s sin cu rtiP, con tosco nudoceñido á la cintura, era su traj e .

Pa ró se en el umbral, miró al soslayocon la inquietud curiosa del salvaj e,y luego , destocando su cabeza ,enmarañada como bosque espeso ,avanzó hácia Hernan . La triste Auroradisimular no pudo, baj o el pesode su terror, la femenil fl aqueza,y aturdida quedó , cual queda el avea l sentiP la mirada abrumadoradel rapaz gavilan , en ella fij a .

Hernan , con gesto reposado y grave,quiso ponePse en pié ; pero en ma l hora .

Volcó su torpe esfuerzo la vasij ade blanco estaño , que el licor ardienteencerPaba , y con cómica sorpresaesparcirse le vió como un torrentede rutilante sangre po r la mesa .

—¡ Cuerpo de Dios !—Pefunfuñó impacientel diablo en mi camino se atraviesa .

Y descargando su fornido puñosobPe el tablón nudoso : ¡Habla, po r Crisba lbuciendo exclamó :—¿ Q ué pasa, N uño ?

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POEMA S gq

—¡ E scuchadme y sabr ei s ! Por la cañada

del puerto de las Víboras he vistobuen golpe descendeP de gente a Pmada

dij o el z áño , elevando la miradaoblicua en su senor . Son mem ader es :

mu'

y precavidos van ; pero no creoque den pruebas de aliento en un apu Po .

M a Pchan revuelto s hombres y muj eres ,y juzgo , si no miente mi deseo ,la lucha fácil y el botín seguro .

Diez mulas ll evan de podeP y brío,rendidas baj o el peso de lo s fardosque en vuestras cuevas ha cinaP ansio,y exploran el terreno do s ga lla o s ,

ágiles y robustos montañeses .Quisiera—exclamó Hernan que me d ij eses

cuántos los homb i'es son . Gente no faltar espondióle el pastor .

—Mas cuando asaltael lobo algún redil, ¿ cuenta las reses ?— N uño , tienes razón : fuera cobarder epar aP en el númePo—Pepu so

el fiero Hernan con desdeño_

so alarde .

La vil codicia disipó el confusovapor

, que sus potencias envolvía,como súbito viento de la tardebarre las brumas , a ciamndo el dia ,y a l z óse con indómita energía ,parecido al

(leon , que se esper ez a

sacudiendo 5h 0 Pin desordenada,cuando siente, al través de la maleza,el Pesoplido de la mesa ansiada .

XIII .

Arrasados en lágrimas los ojos ,trémula

,incierta y sin 0 O10 P Aurora

á lo s pies de Hernan,

cayó de hinojos ,y con la voz de la mujer que 1mplom

y acaricia á la paP, voz que semej a,vibrando de ansiedad y de camn0 ,del bien amado la sentida quejay la inocente súplica del mño :

ñez de A rce .-ii

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1 62 N U K'

E Z D E ARCE

¿ Qué vas á hacer ?— le preguntó . ¡ Insensato !Y él mirándola airado y cej ijunto ,

pPorumpió con estúpido aw ebato :

Hilad , s enora, en paz, que no es asuntopropio de fiaca s hembPa s el que trato .

Exhaló la. infeliz sordo gemido,y de sus manos s e escapó la m ecacomo asu stado

_

páj aro del nido .

Volvió otra vez á interponer su ru ego_

pero con frase dominante y seca.,tan seca como el áspero chasquidodel azote que a l sie o ' despedaza :—¡ Basta !—gPitóle Hernan , de rabia ciego

"

,

6 j uro á Dio s que o s pongo una m0 Pdaz a .

Baj o el torpe PigdP de la amenaza,

el la temblando obedeció . Pr—o fundoy lúgubre silencio , tan sombPío

com o el que cerca e l triste moñ bundo ,en la estancia feudal reinó un instante,que allí también desampam do y frioespiraba de angustia un pecho amante.

Cas i es s egun: : con feroz sosiegoel rústico siguió que apmvechandola ocasión , despojemos mansalva .

Hernan míróle con fij eza , y luegole preguntó sin Pisponder le :

—¿ Cuándo

pasar lo s viste ?—¡ A I despuntar el alba !N uñ o le contestó . Como la fiePa0 13. del mar, que con mumnullo blandosuavemente acaricia la ribera,hasta que osada Páfaga de vientosu furia excita y su quietud altera,Hernan a lboro to se de improviso ,y yendo hácia el pa st0 P, que sin alientole contemplaba a tonito y sumiso,colérico exclamó : ¿ Cómo, menguado ,acudes en tal hora á. darme aviso ?S i dices la verdad , ¿ dónde has estado ?Tened piedad de la ña quez a mia

dij o N uño , turbado como un reodelante de su j uez , y la s palabrastemblaban en lo s labios del espia :

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1 64 N UN EZ D E ARCE

á la chusma del patio : Q ue la trompacon su bélico són lo s aires rompa,que mi roj o estandarte ondule a l viento .

No quede mesnader o , ni vasalloque á mi formal mandato se resista,ó , ¡vive Dios ! que sentirá mi fallo .

Ya la caza en el_

término se avi sta.

¡ Son miserables com os ! ¡A caballo !¡Todos en marcha ! ¡Todos tras la pista !D ij o, y oyóse el sordo clamoreoy el a legPe bullicio de las gentesque se apPesta ban al infame oj eo ,y á poco retumbamn estridentespor valles y mºntañ a s , lo s sonidosde la trompa marcial . Ya en su escarceo,lo s po tm s al combate apercibidos

,

1*

elinchaban fogosos , golpeandocon sus herrados casco s la ancha losa,y Hernan, que estaba á la ventana, cuandovió so lta P de l rastrillo la cadena

,

se dispuso á paPtir .

¿ VII.

Pero su espos a,

sobrecogida de zozobra y pena,a bra z óse frenétípa á su cuellocomo si el miedo la a umentár a el brío,y casi extinto el último destellode su débil razón : ¿ Dónde, bien mio ,dónde va s ? — pP0 Pumpió. ¿POP qué me dej assumida en esta angustia que me acaba ?Y Pein la mísera y l loraba,y á la vez palpitaban en su boca,ayes , suspiros , ósculo s y quejas .

¡No te manches en sangre ! ¡Te lo pidopor ti, po r mi ! clamaba como locay em tPiste su v o z como el gemidode un arpa que se rompe . ¡ A y , vida mía !no te condenes á suplicio eterno ,que donde tú no estas , está mi infiem o ,

v á la gloria sin ti renunciaría.

cucha ba la Hernan como un idiota,ext¡ =año á todo sentimiento , mudopePo sombm

'

o , y PepPimiendo el llanto,

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POE MAS 1 6 5

ella con ¡"Pase ap 1

º

es um da y ro tapor su amor, po r su duelo y por su espanto :—¡ Necia de mí ! —añadía ¿por qué dudo

de tu cariñ o ? —Y con febril empenomás y más estPechab a el dulce nudocon que gprimía á. su insensible dueño .

XVIII .

Hernan , repuesto ya de la s oe esa.

y obedeciendo sus instintos viles ,desabrido exclamó : ¡ Callad , señom l

que no han de hacemne a bandonaw la. empresasúplicas ni lamento s mujePiles .

Como animoso náufrago que implora.inútilmente auxilio , y sólo escuchala voz de la borrasca bramadora ,aunque distante de la amiga playa,lucha sin esperanza, pero lucha ,y mientm s tiene vida no desmaya ,tal la inocente y desolada A uP0 PapPetendió r esistiP de aquella fi ePa.nunca saciada e l sanguinario intento .

¡ A y !—con ama o y penetrante acento ,

gimió , ab 1* a z ada á su v erdugo : ¡ E spem !

¿No ves , si alguna compa sion te inspiPami am0 P, que me asesinan tus desv íos ?Y el mónstru 0 , rechazándola con iPa ,—¡ Cansada estais l— la contestó .

Soltóse con tal ímpetu y coraj e,que Aurora vino 25. tierra t1ºa sto rnada ,y más que el golpe la doli ó el ultraj e ,aunque bien advirtió la. desgm ciada

que por su rostro pálido corriala sangre con la s lagrimas mezclada .

De pronto el sol, atravesando el velode la niebla sutil que le cubría ;vertió , desde el ocaso , sobre el suelo ,su lu z , más bella cuanto más tardía .

U n rayo melancólico y furtivo ,pasando por los vidrios -de colores ,bañó la faz de Aurora, do su vivo

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N U N E Z D E ARC E

y t1 ¿ º ico tePP0 P estaba impi esocomo si conociendo sus dolores

,

aquel Payo bajáPa compasivopor mandato de Dios 21 darle un beso .

Inmóxil y tendida sobre el dumpavimento de piedra , cual yacenteestátua de un sepulcro

, confunñ ida ,cada vez más siniestro y más o scuroent1ºevió e l porvenir, y no en la fPente,dent1º o del com z ó n sintió la her ida .

Abatidos sus músculos y floj os,

po stm da ia conciencia , entumecidala voluntad , y eu

'

su m 0 Pta l quebranto,

la cla Pa luz de sus hermosos ojosnublada po r la sangre y por e l llanto ,trató de incorporarse, mas no pudo ,y el amor, y la pena yv el despechocon invisible y apretado nudoahogaron lo s sollozos en su pecho .

Desesperada, loca, en su infinitoy rebelde pesar, una y tres vecesel seno hir ióse y con vibm nte gPito ,

— ¡ A y l— dij o , ciega de furor : —¡Ma l d ito

corazón , que ui olvidas ni aborreces !Iba á seguir ; pero el Pum0 P confusoque levantó en el patio la mesnada,término y ñn á sus lamentos puso .

Heló sus venas d e ia. muePte el ri 1 0 ,y fij ando en el cielo su mirada ,¡Ten murmuró , quedando a leta ¡=ga d

compa swn de ello s y de mi, Dios m it

Cuando la bullicio sa comitivaatrave saba el puente en són de guePra ,ya con su luz dudosa y fugitivadoraha el so l lo s picos de la sierra ,y lentamente por la mústia alfombrade los o teros y cañadas , ibasubiendo y espesándo se la sombra .

—Era ese instante d e suprema calma

en que se extingue de la. tarde e l Pu do

y en sus tristezas se recoge el alma .

Cuando e l grave y patético te ñido

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1 68 N U N EZ D E A R C

LA VISIÓ N D E F R A Y M A R T Í N .

C A N T O I .

E n una noche destemplada y tristeDel invierno aterido . LentamenteLa nieve silenciosa descendiendoDel alto cielo en abundante s copos ,Como sudari

_

o fúnebre cubríaLa amortecida tierra . Cierzo heladoAzotaba lo s áPbo les desnudosDe verde pompa, per o no de escarcha,Y, conmovido s por el recio choque ,Parecían lanzar en las tinieblasLos duPo s troncos

,lastimeros ayes .

La ciudad descansaba . De repenteTurbó su sueño -el lúgubre tañidoDe la campana, que con voz sonoraDesde la toPPe á la 0 Pa ción llamando ,En sus vibrantes notas conteníaTodo el siniestro horror de aquella noche,Negra y glacial como el ingrato olvidoDe la muj er amada .

E n la horaDe lo s maitines en el viej o temploDe PadPes Agustinos . TaciturnosY soñoh

'

ento s, la capucha vueltaSobre la faz rugosa, y con los brazosEn la s ñ otantes mangas escondidos ,POP el ótico claustro del conventoLos fPa

'

es avanz aban há.cia el coro .

Las moribundas lámparas que ardía.n

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p omu ¿ s 1 60

De trecho en trecho , el claustro iluminabanCon esa claridad tibia y confusa

,

Más espantab le que la misma sombra ,Y allá lej os , muy lej os , en el puntoDo se perdían sus inciertos rayos

,—Como en el lap so , pem eptible apenas ,En que la luz crepuscular se extingueY cede el paso si las nocturnas horasPróximo a l muro , tosco crucifij oDe colosal tamano descollaba

,

Despertando en el alma eso s terroresYane s, pero invencibles , que el silencioForj a en la oscura soledad .

El claustroQuedó poco después desierto y mudo,Y entonces un humilde religio soDe su celda salió . Cua l s i cedieseA irresistible impulso , ante la. imagenDel Santo R edent0 P, que en la. penumbraSus enclavados brazos extendía,Con sorda agitación cayó de hinoj os ;Ronco gemido levantó su pecho ,Como levanta las dormidas olasDel maP la tempestad ; copioso lla ntoRodó por sus mej illas descarnadas ,Y reclinando en la. marmórea piedraSu d emacrado Po stP0 , oró un momento .

El preludio del órgano, inseguro ,Débil y torpe cual la vo z del mno

Que la palabra indómita b a lbuce ,Súbitamente interrumpió el reposoDel sagrado retiro , y la profundaContemplación del añigido hermano.Sacudió la cabeza cual sacudeE l caminante su nevada capaCuando a l hogar hospitalario llega,Y arrojando de sí lo s pertinacesRecuerdos

,suspiró , besó contrito

La helada losa, y penetró en el coro .

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1 70 N U $J E Z DE ARCE

E l faltaba no más . Saludó el aPaCon fe devota, y ocupó su asientoEn la esbelta y tallada silleriaDonde esculpió la primorosa manoDe hábil artista el tPágico poemaDe nu estPa santa Redención . La roj aY amortiguada llama de lo s ciPio s,Que j unto a l facisto l se consumíanCon áspero y tenaz chispor roteo ,A 1umbxaba la augusta ceremonia .

E l óPgano hasta entonces vacilante,Rompió , como ruidosa catarata,En raudales de mistica armonía,Y cual aves que salen de su s nidosA I l lamad as el sol, ágile s notasEn tropel la alta bóveda inundaron,

Ya graves , ya sumisas , ya imponentes .

Después el 1 ezo comenzó .

¿ Quien oye

Sin aitera1 s e, el recogido acento,El unísono cántico que elevanA Dios las almas puPa s, olvidadasDel mundo y de sus locas vanidades ?¿Quién no siente de lágrimas henchidosLos ojos ? ¡ Quién no tiembla y s e estPemcceCuando en la nave colosal retumbaCon la terrible maj estad del trueno ,Ese coro magnífi co y sublime ,Mitad impreca cíón, mitad sollozo,En que parece que palpita y lloraAbrazado el dolo r á la esperanza,Como un esposo al cuePpo inanimadoDe la mujeP á quien amó rendido !

Los salmos de David son como el viento,Q ue apacible y sutil el campo orea ,GPana la mies , y en melodiosas arpasLos 0 0 Ppu lento s árboles convierte .

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1 72 N U N EZ D E ARCE

La fe, s e ofus ca la. razón ,y pliega

La esperanza su s alas,como el ave

Ya próxima á espira P ; los que del fondoD el pensamiento, en tan horrib les hoPa s,Sent1 s nacer la alborotada idea

,

Grande como Luzbel , como él impia ,

Tentadora y rebelde ; lo s que en luchaTenaz con la conciencia amedmntada ,Vei s lentamente o scurecers e el cieloY pasar en revuelto torbellinoLas ilusiones y 0 Peencia s , unaTras otra, cual las

'

chispas fugitivasDe ardiente hierro sometido a l yunque ;Vosotros , ay l en el medroso acentoY en el fePV0 P acongojado y hondoCon que —el misem fraile 21 Dios l lamaba,Sentido hubiera is palpitar la duda,La duda insana, la. ansiedad supremaDel náufrago infe liz que , an ebatado

POP la s rugientes y encrespadas olas,Mira á lo lej o s la

risueña playa ,Insensible á su mal . —Mas de imp1

º

ovisºCalló fij ando lo s turbados ojosEn el gótico altar, que en lo profundoDel templo opacamente aparecía .

Y creyó ver que en la desierta naveC omo negro vapov se condensabanLas palabras del salmo, lo s acordesA Pmonioso s del ói'gano , su mismaVoz

,de zozobras llena, y hasta el eco

Que r esonaba en los macizos muPo s .

Los bíblico s lamentos , lo s dol ientesAyes y lo s ver s ículo s sublimesQue del coro monástico surgían ,D íjéra se que en m udas espiralesIban á hundirse en la profusa niebla,E spesándo la más . Luego del senoDe aquella masa lóbrega, conjuntoDe quej as , y suspiros, y clamoresEn concertado son , cada gemido ,Cada plegaria

,cada voz, cobrando

SéP, cuerpo y expresión de un pensamiento,De una muerta memoria 6 de una pena,En mezcla tumultuosa á la miradaD el aturdido fraile se mostraron .

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Poblóse la ancha bóveda de informesY fantást

_icos seres , que en horrenda,

Vertiginosa danza , en incesanteGiro, en continuo

'

movímiento , comoN octum a s aves por el aire vago,Agitaban sus alas no sentidas .Las recónditas ansias , las pasionesDorm idas , lo s recuerdos importun0 s ,Que hasta del claustro en el retiro hum1 -deRompen la paz de la exi stencia humana

,

En la insondable sombra revivieron ;Y cuantos v icio s escondidos yacenEn lo oscuro del alma, alli en confusoTur bión, tomando caprichosas formas,Cru zaban cual relámpagos . La. gula

,

La codicia , el Pen0 0 P, la hipocresía,“

Larvas de humano Po stPo serpeabanCon cárdeno fulg0 P en las tinieblas .

Y la pálida envidia , el vil recelo ,La iPacunda ambición , el hondo hastío,M onstPuo s disformes de aceradas garras

,

Avidas fauce s y órbitas de lumbre,

Con inquieto fuPOP se retorcían .

Como indeciso rayo de la lunaEn tormentosa. noche , contrastandoCon las visiones l ívidas, que el miedo,La pasión despechada, acaso el crimenEn la espantosa soledad engendranLa fe sencilla y crédula que buscaSu patria celestial , de luz vestida,Los tenebrosos ámbitos surcaba.

A llí la voz en que el amor profanoSe revuelve ignorado y contenido ,Como el fuego volcánico en las durasE ntra ña s de la tierra , revestíaGallardas formas de muj er. ¡ Cuán fácilM o strába se a l amor, desnudo el senoY palpitante, la febril miradaIncitando a l placeP, y la entreabiertaBoca ofreciendo al corazón lascivoU n ósculo sin ñu como el deseo !Desgreñadas orgias

,imposibles

Sueños de la abstinencia, abrumadores

178

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N UN E Z D E ARCE

Votos de castidad que en la s vigiliasDel claustro bPindan en don de. copa.

A la sed de las almas hiel hirviendo,

Con satánica buPla le acosaban .

Allí la pena, y el am0 P, y e l odioLlom ban en silencio ; allí la culpaSe destrozaba el opñ mido pecho .

E l gesto y la expresión de aque lla huesteDe siniestm s visiones daba espanto :Lleno estaba el espacio de sol lozosQue se quebm ban _

sin soua P ; ni un grito ,N i un su spím , ni un ¡ ay ! la interminab le

Y fantástica ronda intew umpia n.

E l fn* a ile , j adeante y con fundidoCual s i tomara en la incesante Pueda.Pa Pte activa también, la deslumbm daVista alej ó de la imponente nave

,

C lavándo la en el suelo . ¡ A y ! PePo nuncaHiciera tal . Homº ipilante cua dm ,

Que heló su s angre , y de sud0 P de muerteC ubPió sus miem bros rígidos , de montoHirió su tPa st0 Pnada fantasia .

FP1'

OS y descarnados esqueleto sRecién salido s de sus tumbas

,mudos

,

Inmóviles y a b so ¡ * to s , con los braz osTendidos , en la iglesia s e agolpabanDe espaldas al ¿ …en mirando al coro ,Y animaba sus mustias ca lavePa sMueca infernal , incompmnsib le , o scuPa

¿ L10 Paban? ¿ Se reían ? ¿ A quel gestoEra de escarnio de do lo P ? VedadoE stá e l misterio 21 la Pa z ón de l homb 1ºe .

¿ Quién intem oga á lo s sepulcm s ? NadieSabPá j amás lo que en su abismo enciePran.

¿ E s la vida ? ¿ E s la muerte ? ¿ E s el p l'111 0 1p10 ?

¿ E s el fin? ¿ E s la nada ?… E tem o enigma !¡ E s to es el mundo ! E l véi

º tigo en su altura ;Abaj o , la bu llente podredumbre,Y en el altar, la sombPa .

Ante el medroso1 10 Pmigue l

'

o de espectP0 s , que ofuscaba

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Que te abrace otra vez . ¿ Qu1en este nudoPodrá ya desatar ? ¡Vén ! Te he besadoY ya eres mio , ¡para siempre mío !

X IV .

El com , en tanto, sus pausadas pPecesAlzaba á Dios ; el óPgano en cr escendo

Solemne y grave, el templo estPemecía ,Y la vision radiante á cada sa]moContestaba con otro

,cual contestan

E l eco a l grito y el do loP al golpe .

C OR Ó D E FRA ILE S .

¡A y ! Bienaventum doE l varón que se humilla

Y no escucha el consej o del ma1vado,

N i en la manchada sillaD e ciegos burladores s e ha sentado .

LA VISIÓN .

S i en s eguirme consientes ,P ide, y mi amor te colma rá fecundo

De dones y presentes ;Tuyos serán los términos del mundo

Y te daré po r heredad las gentes

C OR O D E FR A ! LE S.

Párate , que resbalas ;La tentación desprecia

Y huye de falsas y mentidas galas ;Que si el peligro a PPecia ,

Te esconderé en la sombra de mis aias.

LA VISIÓN .

¿Va cilas ? Ten aliento ,Y no e l torpe recelo te confunda ,

Eleva el pensamiento ,Y libre como el pájaro en el viento,Quebranta. tu cadena y tu coyunda .

Rigido , incierto , atormentado acasoPOP ocultos deseos , hasta entoncesNunca sentido s, _ y que el leve acentoDe la visión en su interior movía ,Volvió se el fraile, y preguntó az orado

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p omms ¡ 77

—¿Quién eres? ¿Qué pm tendes ? ¿Por qué alteras

Mi 0 Pa ción y mi pa z ?—¿ N o me conoces ?Le respondió , atrayéndole afanosa

Yo soy, mirame bien , al o que viveY algo que ha muerto en t . Soy una llamaQue sn e de improviso en el abismo

tu inquieta ra zón. ¡ Yo soy la duda !A l 0 iP esto , irguióse el sacerdote,Y acometido de mortal desmayo,Quiso escapar de alli, ma s v ino 21 tiePra

Como la encina rota por el rayo .

CAN TO I I.

Mientras lo s frailes , á piedad movidos ,E l cuePpo de su hermano recogíanL ívido , mustio, cual si el soplo heladoDe la implacable muePte hubies e rotoSu frágil existencia , el alma libreAbandonaba su pri sión oscuraBPeves instantes nada más , y asidaA la ñotante túnica enluta daDe la hermosa visión, llena de asombroSe preparaba á levanta P el vuelo .

Del mismo modo que el metal fundidoR ecibe y guarda la impPesión del moldeQue inflamado y rugiente le contuvo,E l alma ínco r ruptible conservabaLa forma corporal , y como el PayoDe luz

,que aún flota en la inñnita es fera

Después de extinto el astro esplendom so

De cuyo seno se escapó , la imagenDel SeP, al mismo SeP sob reviVía .

Obedeciendo á superior impulsoComo la débil hoja que árr ebataAura otoñal y el remolino lleva ,A pa rtóse del cuerpo inanimado

N u ñ ez de A r ce .

—1 2

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1 78 N U R E Z D E ARCE

Do refugiada estuvo, que en el coroInePte y cadavérico yacía ;No sin fijar en él tierna miradaDe lástima y amor .

IV .

Hasta el cautivoLle ga á cobrar cariño á la cadenaQue le suj eta el pié, si al duro pesoLe aco stumbran lo s ano s ; hasta el aveQue encar celada y entre hiePro s vive,Cuando qu ebranta su prisión, l a llora,Y sola, tri ste , sin amor, sin nido ,Lamenta, agonizando , en la espesuraSu inútil libertad . ¿ Cómo podríaE l alma desterrada , cuando vuelveA su patria inmortal , dej a r gozo saAI companero humilde que en la t ierraPr estóle amparo y le ofreció un as 1 10 ?E l compartió con la infeliz proscritaSu pobPe lecho , e l único que pudoCederla en su miseria, y el esca soPan de sus bPev es alegrias ; siempreSumiso -y dócil le brindó sus oj osPa r a 110 P3. P, paPa sentir sus nervios ,Pa r a pensar su mente, y su palabra ,Y su sangre, y su acción ; sin él la idea,Como Titan paralizado , nuncaEl monte que la a gobia rompería :Fuera un impulso sin obj eto , un rayoDel sol ahogado po r la noche , un mundoEn el seno del caos . Cuando le alientaD el entu siasmo de la fe la llama,Combate s in cesar, y si es forzo soM orir, s e entrega al sacrificiº , y mue l *e .POP él tiene su mártires la augustaVerdad , sus nobles v íctimas la ciencia,La caridad sus héPo es , y el crimenSus tePP0 Pes profundos ; él se a rrojaSin temor, convencido resignado ,A las fieras dex Circo , á las borrascasDel mar, las

_angu stias de la vida.Y á lo s abismos de lo ignoto . ¡ Oh frágilY deleznable arcilla donde moraE l alma contenida , mas no esclava !

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1 80 J E E Z D E A RCE

Ambas tendieronHasta el confín de la penumbra inmensaLa vi sta audaz, desde el tajado picoPor cuyas quiebras con fragor caían

,

Como torrente de espumosas ondas,

Lo s siglos despeñados de la cumbre ;E impasibles y absorta s , del linaj eDe Adán el rumbo incierto contemplaron .

Era la marcha fatigosa : agudasZ arzas , angostos precipicio s ,

"

tristesDesfiladeros , páramos incultos ,Sin un arroyo 1ímpido y serenoEn que templar la sed , sin un abrigoDonde buscar reposo , embarazabanLa senda, que enr o scándo se subíaPor el agrio peñón, como escamosaY gigantesca sierpe . Inquieta , torpe,Dej ando impreso por do quier el rastroEnsangrentado de sus pies desnudos ,0 á cada paso en las br eno sa s puntasSu desgarrada carne, aquel caminoLa humanidad seguía , y avanzabaCayendo' y levantando ; pero siempreLa vista ñja en la inmutable lumbreQue ir radiaba del monte .

Horrendas luchas ,Impensadas catástrofes y fierasVenganzas la díez maban de contino .

En tribus dividida, y en naciones ,Y en imperio s , y en razas, ¡ cuántas vecesLas tribus, la s naciones , lo s imperiosY las razas enteras , cual rebañoQue ciego se derrumba y precipita,Se despeñaban en tropel ! ¡Y cuántasD espa recían por completo , comoLa débil nave que la mar sepulta !Todo

,todo se hundía en la insondable

Vorágine del tiempo . Leyes , usos ,Monumentos y

gloria , hasta lo s mismoº

Dioses , temblan o de pavor, rodabanA l fondo de la sima , nunca llena .

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POEMA S

Los siglos a rr o llaban á lo s siglosEn turbulento curso , cual las o lasA rro llan á las olas , y su pasoEra raudo y fugaz, que en su potenteFermentación , naturaleza activaAbsorbe cuanto crea, y cuanto absorbeVuelve á crear infatigable . TodoE ra efímero allí, menos el Verbo,E i luminoso Verb o , la. palabraHumana, que flotaba sobre el mundo ,C omo al romperse el caos , sobre los mar e:Aún mudos y dormidos , el inmensoEspíritu de Dios . Cuando los vastos1mper iom ucumbían ; cuando el hondoAbismo devoraba las nacionesY las podridas razas ; cuando vientoDe tempestad , en polvo convertidosDerribaba lo s dioses , el radianteVerbo , sobrena dand0 , trasmitíaLa herencia, el pensamiento y la memoriaDel pueblo muerto al pueblo que llegaba .

X .

Pálida,sigi losa, descargando

Certeros go lpes por do quiep , la muerteEn pugna eterna con la vida, el aireE nvenenab a con su helado aliento ,Y en pos

,blandiendo sus cortantes hoces,

Iban sus hijas , la ambición , la peste ,E l hambre y la discordia . Sin reposoSobre la humana especie revo laban,Como bandadas de voraces buitresQue acuden al festín de la pelea,Y perseguían con perenne furiaLa vida hasta en el átomo impalpable .

Pero extremaban su rencor en vano ;Pues cual simiente que en el fértil surcoCae y germina, cada ser vencidoE n la revuelta lid , de nuevos seresOrigen era

,y parecida á Anteo,

La disuelta materia r enacía

A I tocar en la tierra…, más puj ante,Más rica

, ¡más espléndida, más varia.

1 8 1

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1 82 N U R E Z D E ARCE

¡ Oh genero sa vida, que conviertesHasta el sepulcro en cuna y sólo entregasA la in saciable destrucción

,la forma

Perecedera y ruin , ¡mil veces salve !¡Mil veces salve ! Tu ánfora divinaNunca s e agota . Pueblas el espacioDe incalculables mundos , y lo s mundos_De incalculables seres , que revistenLas más diversas formas ; tú fecundasLo pequeno y lo grande, lo finitoY lo infinito , el átomo y el cielo .

¡Vida, aliento de Dios , mil veces salve !

Desde la enhiesta y solitaria rocaContemplaba el espíritu del monjeEl viviente espectáculo, que apenasLlegaba á comprender. Extrañas gentes,De distinto color, de opuestos ritosY múltiples costumbres , añuíanA I áspero sendero

,como afluyen

Los ríos á la mar . A l lí el etíope,El escita , el que acampa en los desiertosDel A frica recóndita , el que bebeLas turbias aguas del sagrado Ganges,E l indio errante sin hogar m

'

patria,

Que al través de las selvas primitivasSu ley

,su Dios y hasta sus muertos lleva ;

E l que milita en la escogida huesteDe Cristo

, e1 que le niega 6 l e de sdoraY da su vida en holocausto impuroA I triunfal carro de mentidos diosesPor el error vencido po r el miedo ,E n la escabro sa senda se agolpaban .

Pero ¡ oh misterio incomprensible ! aquel]aVaria y revuelta multitud , que á impulsosl ) o opuesta fe, de símbolo s distintos ,Y de contrarias religiones , iba ,Siempre en interna y perdurable luchaE l humano raudal acrecentando ;Su afán , sus esperanzas , sus temores ,Sus pensamiento s íntimos , fund

_

í aEn una sola aspiración ¡E l

¡ Patria soñada de las almas , tronoDe un Dio s excelso á nuestra vista cculto ,

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1 84 N U R E Z D E ARCE

Se doblegaba á su poder supremo !La fe le daba apóstoles y esclavo s ,La religión fervientes defensores ,E l atroz fanatismo sus verdugos ,Sus fantasmas el miedo , sus angustiasE l corazón cú lpado ó receloso .

Nada en el o rb e amedrentado habíaMás alto que ella ; su invencible signoSobre la áurea corona de lo s reyesSe levantaba abrumador ; la torreSobre el hogar, sobre la tierra el cielo .

¡ E l cielo , cuyas puertas de diamanteSe abren ó cierran el su vo z ! La s antaY redentora Cruz era el amparoDel débil, el valor del oprimidoY el espanto del réprobo . Po r ella ,Febril e insomne el déspota orgullo soS e revol

'

caba en su dorado lecho ;Por ella el triste, el mísero , el desnudo,E I perseguido , el siervo , abandonabanLa ingrata vida sin odiar al hombre,N i renegar de Dios único y trino .

XV .

Sobrecogida el alma de respeto ,O raba , viendo la Ciudad EternaQue dirigía el movimiento humanoAgitarse á sus pies . Pero de prontoSe estremeció de horror : roj o s vaporesDe sangre hácia la cúspide a scendían ,en el aire espesándo se , tomaban

De alado espectro la terrible forma.

La bestia apocalíptica que en PatmosVíó el inspirado J uan , la bestia enormeDe hirsuto s pies , de co r onada s astasY bocas de blasfemia, s obre RomaSe dilataba como nube ardienteSu siniestro fulgor reverberandoEn la ciudad monumental y excelsa,La iluminaba cual voraz incendio ,Y á su roj izo resplandor, los muros ,A rcos, pórticos , templos y obelisco sQue en su recinto amontonó la g loria ,D esta cábanse negros , cual si fuesenLas calcinadas vértebra s de un monstruo

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POEMA S

Por el fuego celeste devorado .

Buscaba el alma con creciente anheloLa Cruz por todas partes , y por todaLa vió rota ó volcada ; parecíaQue la Ciudad adúltera en su cultoR eintegr a ba á lo s dioses decaídos .

¿ Dónde estaba Jesús ? ¿ E n dónde estabaM aría, madre del dolor humanoY estrella de los mares procelosos ?¿ E n dónde estaba la verdad ? ¿ E n dónde ?La erudición infatigable ; el arteHermoso , pero idólatra ; la cienciaIncrédula ó rebelde ; lo s deseosComo sátiros

,sueltos , s e rendían

A la más ciega admiración pagana.Uniendo el sacrilegio á la torpez a,De M o isés baj o la austera formaJúpiter palpitaba ; la afroditaVenus baj o las tocas virginalesDe la Madre de Dios , si es que el lascivoPintor la imagen de su amor profanoA su lienzo immortal no trasladaba .

Las estatuas desnudas , lo s obscenosC uadros , lo s libro s licenciosos , eranMás que ornamento , escándalo y ludibrioDe la mansión pontifical ; sus muros ,Donde tan sólo resonar debíanMísticas oraciones , con el coroDe vergonzosas farsas r etumbaban.

Rito s , co stumbresf cer emonia s, usosDe la Roma gentílica , surgiendoDe sus clásicos antros removidos ,Cual el hedor. que de las tumbas sale,A pesta ban la tierra , y lentamenteI ban velando el resplandor fecundoDe la gloriosa C ruz .

XVI .

De espanto llena.

V1 0 e l alma por los ámbitos sombríosHosco cruzar y lívido el espectroDel papa Borja, con crispada manoSacudiendo su túnica empapadaDe hirviente sangre, y vió que cada gotaEn lúgubre fantasma convertida,

185

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1 86 N U R E Z D E A RCE

Iba aumentando la legión siniestraD e vengadoras víctim as que al monstruoCon sordos anatemas acosaban .

Descubrió luego la iracunda sombraD el papa J ulio , de áspero semblanteY mirada tenaz , que revestidoDe milanesa mm y férreo casco ,Con belicoso ardor, en li l sañuda,Rezaba y combatía

,al propio tiempo

Bendiciendo y ma tando con su e spada .

Y oyó tras esto e l eco estrepitosoD e la s b rutales risas con que RomaAcogió to rpe la piedad severaDel pontífice A driano ,

… fugitivoRayo de 1 1 2 , que i luminó un momentoAquel antro de crímenes y orgías .

XVII .

Ante este cuadro de ignomini a, el alm aA I cielo alzó la s impalpables manos ,Cayó de hinoj os en la roca viva,Escondiendo su faz , y con acentoQue en su conciencia r cs rmó tan sóloCual queja acu sa do r a z ¡Oh Roma l duo

¡ R oma ! ¿ Q ué ha s hecho de mi Dios ?

XVIII

E ntonces ,Como si su patético gemidoDies e a l fantasma portentosa vida,La visión imponente de la DudaC reció , se irguió , s e dilató cual nubeQue el claro espacio de improvi so invade¡Y de sus oj os desbordó la sombraComo una

* inundación ; fij ó su tristeY amorosa mirada en el confusoE spíritu del monj e, que en la duraY estéril pena oraba prosternado ;Y un silencio mortal reinó en la altura .

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1 88 N U N EZ D E A RCE

A trévete , y derribaCon indignada manoE l ídolo que usurpaSu trono á la virtud .

Quebranta las cadenasD el pensamiento humano

,

Y rompe de las almasLa torpe esclavitud .

Despierta las concienciasQue embrutecidas duermen .

Y el mundo a lbo z o r a do

Se postrará á tus pies .

En el profu_

ndo surcoA rroja el vivo germen ,Y los futuros siglo sRecogerán la m ies .

No es digno de ser hombreQuien en silencio llora .

¿Por qué no s e aventuraTu fi rme voluntad ?Airado busca el cieloLa espada vengadoraQue ataj e la gangrenaDe la presente edad .

La. imprenta infatigableTe prestará su ayudaContra el poder que eclip seLos timbres de la C ru z .

Que el Verbo , antes hundidoEn servidumbre muda ,Por Guttemberg libradoYa es voz , ariete y luz .

El mal en sus entr aña s

Oculto el cáncer lleva ,Y al más ligero impulsoDeshecho ro dará .

Que si en la muerte 5610La corrupción se ceba,Todo 10 que aparecePodrido , muerto está .

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POEMA S

Calló la voz , el alma consternadaSintió , vencida en interior combate,Su fe heredada vacilar

,cual suele

Peñón movible en eminente sierraR etemb la r por los vientos sacudido .

¡ A y , que no es fácil arrancar del fondoD el corazón humano , las memoriasDe la edad infantil ! Sencillas precesQue amante madre en su regazo tiernoNo s enseñó á rezar, ¿ quién os olvida ?E l templo augusto do por vez primera,Con religiosa admira ción , a lz ám0 sEl pensamiento á D ios ; la pila, el ara,El Crucifij o humilde, santa herenciaDe la :£amilía , que en el trance duroDe la. agonía, el po strimer alientoDe lo s que fueron recogió ; la torreDe la natal a ldea , á cuya sombraSe cobijan lo s rústicos hogares ,Cual tímidos po l luelo s en su nido ,Baj o el a 1a materna ; la solemneY monótona vo z de la campana ,Que en otro tiempo al despuntar la auroraY al declinar la tarde , parecíaInvitam os á orar, — dulces recu erdo sSon de la casta infancia, y sobrevivenA la. extinguida fe ; que puede el rayoEchar por tierra el centenario rob le,Mas no arrancarlo de raiz .

II .

¡ Cuán fiero ,Cuán amargo es el tránsito del almaQue dej a e l seno de la fe, y se acuestaEn el lecho de espinas de la duda !P enas , insomnios , sombras y terroresLe a sa1tan en montón, y son sus díasNegros como el pesar ; la sed le abrasaY no encuentra raudal que la mitigue ;Su pensamiento es un puñal que 11evaEn la conciencia hundido , y tiembla y llora .

Quiere rezar y su rebelde labioSe niega -la oración , alza los ojosY ve el cielo s in luz, demanda auxilioY muerto el eco á su clamor parece :

. 89

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1 90 N U R 3 2 D E A RCE

E s como nave náufraga perdidaEn proceloso mar y noche oscura

,

A punto ya de sucumbir. El tri steY atormentado espíritu del fraileS intió esta angustia punz ador a . En vanoQuiso escapar del riesgo : fuerte nudoLe suj etaba a l empinado riscoCual s i arraigase en él . Sobre su frenteLa visión melancó lica extendíaSu abrumadora diestra, á cuyo pesoLa débil alma s e doblaba , comoEndeble ramo baj o el propio fruto .

Con hondo horror del polvo de los siglosA 12 a r se vió las o samentas rotasDe cien generaciones , que en r evue1 toY animado tropel le amenazaban ,

en él sus órbitas vacíasY gritando con ira inextinguible :¡ A póstata, traidor !

III .

Baj o el induj oDe tan contra rio s sentim ientos , ciegaY trastornada el alma soñadora

,

Perdió el ºso stén, y con pasmoso estruendoRodó de la alta cumbre en que s e erguíaDe roca en roca , como alud que baj aDe inaccessible monte derrumbado

,

Con ímpetu cayó no conocidoHasta lo s bordes de la inmensa sombraQue llenaba el abismo pavorosoBaj o sus pies abierto . ¡ Oh perdurableY terrible caída, que recuerdaLa. de Luzbel desvanecido ! ¡NuncaLlegará el alma despeñada al fondoDe la. insondable sima ! ¿Tiene acasoLa duda fin y límite el anhelo ?En vano el monj e en la s cortantes grietasBuscaba apoyo , y contener queríaSu rápido descenso como el aveQue herida en el espacio y moribunda,C on las últimas ansias aletea .

A la presión d e su insegura manoLos eña sco s cediendo , con medrosoE str pito tras él se de sprendían ,

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1 92 K U R'EZ D E A RCE

Se halló otra vez , absorto y confundido .

En el humilde lecho de su celdaPostrado estaba el mí sero , y los monje sCon so1ícito afán le rodeaban .

Inco rpo róse con terror, clavandoEn el lo s la mirada escr utador a ,

Como el que, salvo del peligro , empiezaA

'

darse cuenta de él . — ¿Dónde estoy, dónde ?T1mido preguntó … Sereno y graveLlegósele e l Gu ardián z—D a d , hi_jo mío ,Gracias á Dios — le respondió apacibleQ ue os apartó del borde de la fo sa .

Ha beis estado como muerto .—Y muerto

Estuve ! ¡ oh Padre ! el infeliz repuso¡Ya no soy 10 que fuí! Pesa en mis hombrosLa grosera cogul la , y me avergiíenz a

Mi antigua sumisión . ¡ R ompo mis lazos¡ Cobro mi libertad ! ¡ Nazco á la vida. !C alla

,blasfemo ! el superior g ritóle

Con alterada voz,mientras dudosos

Los frailes se alejaban repitiendo :¡L

_

oco debe de estar !— Mudo y sombr í

Inclinó el triste la rugo sa frenteY quedó en su dolor como abismado .

Hasta que al fin alzando de improvisoLa vista hácia el Guardián , que al pié del lechCon pate rna inquietud le contemplaba,—¡Padre , — le dij o — e1 hábito me quema

Y le arranco de mi! ¡ D io s me i lumina !Despavorido y trémulo el ancianoCon voz entrecortada por el l loro ,—¿ Q ué intentas , di?— le pregun tó .

— Y el fraIrguiendo la cabeza en són de lucha ,¡Vencer á R oma I— contestó .

—¡ Eso quiero !

El venerable religioso entonce sTendió sobre él

_

la mano temblorosaY con torvo ademán gritó : ¡Anatema !Ya que indomable orgullo te desligaDe nuestra santa fe , ¡siglos y siglosLa maldición del cielo te persiga !

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PO EMAS 1 98

LA P E SC A .

¡ Cuántas veces sentado en tu ribera ,¡ Oh mar ! como sí oyera

La abrumadora voz de lo infinito ,Ha despertado en la conciencia mía

Honda melancolía,Tu atronador, tu interminable-grito !

Todo enmudece y cae en el inisterioEl poderoso imperio

Que la tierra a so ló con sus batallas ;Hasta los dioses que de polo á polo

Temidos son ; tú sóloSientes rodar los siglos , y no callas .

III.

No callas , y hasta el al to firmamentoSube tu ronco acento,

Y cuando r evo lviéndote en ti m1 5m0Ruges furioso , en tu s entr ana s late

El horror del combateQue empena el huracán con el abismo .

IV.

Sólo alcanza poder tan sóberano ,El pensamiento humano

Como tu grande, como tú profundo,Que alz ando sin cesar su voz de trueno,Forja en su ardiente senoLas glorias y catástrofes del mundo .

¡ A y s i decir pudieras cuanto sabes ! …¿Qué hiciste de las naves

C on gue sum ó tu inm ensidad , la aciagaY tragica ambición ? ¿Adónde han ido ?

Como el mortal olvidoTu oscuro fondo hasta el recuerdo traga .

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_

1 94 N U $¡ E Z D E A RCE

Todo perece en ti sin dej ar - huella zEl barco que se estrella

Contra el peñón , la armad a que devoras,Lo s continentes que iracundo invades,

Las sordas tempestadesQue avanzan en tus olas bramadoras.

La tierra; en cuyo seno . te r ec]ina s,Mantiene en pié las ruinas

Que las ciegas catástrofes dejaron.

Tú, con desd én soberbio , las rechazasPor ti pueblo s y razas

Como sombras efímeras pasaron ;

E l furor de los tiempos , que venciste,Sólo tu voz resi ste :

Tu acento fue, como clamor de guerra,El que la humanidad oyó prime

'

ro ,¡A y ! y será el postreroQue en su agonía escuchará la tierra .

Pero más, mucho más que cuando inmo lasY abismas en tu s olas

La insolencia del fuerte á quien humillas,Mi espíritu conturbas y enaj enas

Con la s tristes escenasQue esparcen el terror en tus orillas .

No lej os de un penón agrio y salvajeQue con recio oleaje

El cantábrico mar bate y socava,AI través de lo s—árboles blanquea

Casi ignorada aldea ,Sobre la. costa inabordable y brava .

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1 96 NU N EZ D E A RCE

Y al dilata rse por el mar, divisaEn la línea indecisa

Do se juntan las nubes y las olas ,Raudo vapor, que con la crin al v iento ,Acelera el mom entoD e arribar á las costas españolas .

XVII .

Luego, á medida que la. luz desmaya,Con rumbo hácía la playa

Cuyos contornos b orra la neblina,Se ven llegar las pescadoras naves ,

Como tímidas avesQue a l nido vue lven , cuando el sol declina .

XVIII .

El faro , al descender la noche oscura,En la empinada altura

De negro promontorio centellea,Y su destello intermitente oscila

Cual la roj a pupilaDe un Titán, que en las sombras parpadea

E stán , desde la cúspide del monte,El mar y el horizonte

A la absorta mirada siempre abiertos,

Y a l otro lado , en la vertiente opuestaDe la escarpada cuesta,

Recl inado el lugar entre sus huertos .

Silvestres hayas y robusto s pinosDe lo s cerros vecinos

Orlan y ciñen la brumosa frente ,Por cuyas quiebras rueda y se desata

,

Como líquida lata,El sonoro raudal e alguna fuente .

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POEMA S

Y allí, donde de pronto se despliegaLa pintoresca vega

,

Siguiendo los contornos desigualesDe la verde montaña

,resguardado

Por el peñón tajadoDe recio s y furiosos vendavales ;

XXII .

Baj o el amparo de la Iglesia santa,

Sobre la cual levantaSencill a cruz sus brazos redentores ,Sin que la sed de la ambición le aflija,

Humilde se cobij aAquel pueblo de honrados pescadores .

XXIII .

Por entre lo s repliegues de una loma,Rústico albergue asoma

A l margen de un arroyo cristah'

n0 ,

Cuyo limpio caudal , abriendo callePor el fondo del valle ,

Mueve después las piedras de un molino .

XXIV .

Fresca arboleda en sus orillas crece,Y cuando el viento mece

Con leve impulso su s tup1da s frondas,Parece

,reflejándose en el río ,

Que el ramaj e sombr 1 0En el espacio tiembla y en las ondas.

XXV.

Junto a l arroyo que lamiendo pasaLa s tapias de la casa,

U mjoven pescador de piel curtidaPor el viento del mar , áspero y rudo,

Iba nudo por nudoRecorriendo su red

,al sol tendida,

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N U N EZ D E A R CE

XXVI .

Para coger lo s puntos de la malla,Que en su postrer batalla

Rompió , saltando el pez , vencido y presoEn la jornada del pasado d ía

,

Cuando la red cruj íaDe la copiosa pesca baj o el peso .

XXVII .

Agraciada muj er , viva y morena,En la ingrata faena

Le acompañaba, y con secreto gozo,A menudo , ligera como el rayo ,

Mirándole al soslayoOrgullo sa pensaba z—¡ E s un buen mozo !

XXVIII.

Y él , al fij arse, de impaciencia ll eno ,En el redondo seno

Que el ceñido jubón reprime y tapa ,Suspendiendo de pronto su trabaj o

,

Decía por lo baj oCon aire vencedor : ¡ E s q ue eres guapa !

XXIX.

E ntonces , dibuj ándose indecisaEn sus labio s la ri sa

,

C ontemplába se, muda de embeleso ,La dichosa parej a enamorada,

Y era aquella mirada,Una promesa, una caricia, un beso .

Lo s dos nacieron para amarse . E s Ro s a,Como su nombre, hermosa :

A rde en sus oj o s del placer la llama.

Su fresca boca, que a l halago brinda,E s dulce cual la guinda

Que el pájaro voraz pica en la rama .

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NU N EZ D E A RCE

XXXVI .

Nunca mo la cantábrica montaña,Honor y prez de E spaña

,

Dos almas en sus gustos más unidas ,N i con tan casto ardor el himeneo

En un mismo deseoFundió dos corazones y dos vidas .

XXXV II.

En su hogar desliz ábanse velocesLas horas y los goces .

Ignoraba lo s uso s cortesanosSu amor tan inocente como vivo :

Pero el beso fur tivo ,La franca risa, el apretón de manos,

XXXVI I I .

E l íntimo y verboso cuchicheo,Semejante gorj eo

D e alegres aves , el falaz desvíoDe que mimada j oven a lar dea ,

Sóíé: Q—J. tiempo que empleaEn decir su amador z—¡ Dulce bien mio !

XXXIX .

La voz,el gesto, la eXpreswn, el modo

De contemplarse, todoTr a stornab a su s almas , pues ¿ qué idiomaPor inculto que sea y por grosero,

Para el amor sinceroNo es tierno como arrullo de paloma ?

Junto s en deleitable companiaTrabaj an á porfia

Repasando la. red,y tan molesta

Como pesada operación sazonaLa burla retozona,

La aguda chanza ó la atrevida ñesta .

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POEMAS

R econcetrado s en su amor profundo¿ Qué les importa el mundo ?

Los suenos de ambición dan al olvido .

A su car1no sm temor se entreganY juegan , como juegan

Los pájaros incautos en su nido .

XLII .

No lej os , en el término de un pradoDonde manso ganado

C on la hierba otoñal su gula aplaca,La madre de Miguel

,l impia y msuena ,

Tranquilamente ordeñ a

La s llenas ubres de fecunda vaca.

XLIII .

Con frecuencia, á hurtadillas , clava en elloTan j óvenes , tan bellos

Y tan rendidos á su mutuo encanto ,Lo s dulces oj os , que la edad apaga,

Y por sus labio s vagaLeve sonrisa, tierna como el llanto .

XLIV .

¡ Con qué_

inefab le pa z la_

pobre viej a,A qu1 en tan solo dej a

Vanas memorias la cansada vida,Con qué intenso y profundo r egocuo

Siente y ve en aquel hij oR everdecer su juventud perdida !

XLV.

E l la hace recordar tiempos mej ores, _

Con sus castos amores,Sus ansias , su s placeres y congojas .E s como tronco roto , que aún resiste,

Y el mes de mayo vis teD e nuevas ramas y de nuevas hojas .

20 1

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N U R'E Z D E A RCE

X LVI .

Fíjóse en ella embebecido el mozo,Y desbordando el gozo

Q ue en su s plácidos oj o s centellea ,Dij o, llamando la atención de Rosa :

Mirala qué hacendosaY entretenida está . ¡ Bendita sea !

X LVII .

—¿Qué puede apetecer ? ¡Nos ve felices !Rosa exclamó : B ien dices .

R espondióla Miguel : ¡ Quieran los cielosPara colmar la dicha de esa anciana,

C once_

der le mañanaInocentes y hermosos netez uelo s !

XLVIII .

La j oven , con el seno paipitante,Mostrando en su semblante

El vivido color de la amapola,A l cuello se colgó de su marido,

Y murmuró su oídoU na timida frase ¡ una tan sola !

M a s de poder tan penetrante y hondo ,Que removió hasta el fondo

E l alma de Migue] , como la ardienteLumbre del so l que las campiñas dora

Hace, germinadora,Estallar en el surco la. simiente .

¡Madre ! ¡madre l—gritó falto de al iento

Y pronta a l llamamiento .

Con creciente ansiedad la anciana vino .

¿ Q ué es esto ?—preguntó sobresaltada.

—¿ Qué es esto ? ¡Pues es nad

C ontestóle Miguel fuera de tino .

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N U ñ E Z nn A RCE

Y anadió enternecido, sonriendo¡ Si casi le estoy viendo

Con su carita colorada y fresca,

Y sus gracias alegres y sencillas,

Sentars e en mis rodillasPara escuchar lo s lances de la pesca !

LVII .

¡Verás cómo retoza por la playa.Cuando á buscarme vaya !

Y cuando se aco stumbre, a l lado mio ,AI olor del carbón y de la brea ,

¡Verás cómo gateaPor los pal o s y j arcias de un navío !

LVIII .

Será siguio di ciendo sati sfecho ,U m mozo de provecho

Más resistente y firme que una entena .

Iremos junto s , y s e hara á. mis mamas.

—¡Hij o de mis entr ana s !

Rosa le interrumpió con susto y pena .

¡E l , expuesto al peligro de los mares !…

¿No bastan los pesaresQue me añigen por ti ? ¡Vaya un empeño !No lograrás vencerme, te lo digo ,

Harto sufro contigoS in que nueva inquietud me robe el sueñº .

¡Bravo!—exclamó Miguel : ¡Famosa idea !Pues ¿ qué quieres que sea ?

Y mirándole Rosa con ternura ,¡ Cura ! le respondió . ¡ Cómo ! repusoE l pescador confuso .

¡ Y un mozo tan cabal ha de ser cura !

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POEMAS

¡Si, si! Para que ruegu e noche y díaA la Virgen M aria,

Respondió con tiernisim0 arrebato ,Por cuanto s mueren en la mar traidora

,

Por la infeliz que lloraSu mísera viudez . … y por ti ¡ ingrato !

LXII .

—Pues no me harás cejar .—N i á mi tampo co .

Vayamos poco á pocoDIJ O , cortando la incipiente u na

La ma dre de Miguel . —Pues yo no pasoPor que _ apuréis el caso

Sin contar con el huésped . ¿Y si es niña ?

LXIII .

Q uedóse el pescador mudo y perplej o :A rrugó el entrecej o

Contrariado tal vez : pero de pronto ,A compás de ruidosa carcajada

Prorrumpió : ¡Nada, nada,Madre tiene razón ! ¡ E s que soy tonto !…

LK ! .

—S i es niña, ya sabe1 s , no la recibo,Aún cuando sea el vivo

Retr ato de mi adusta morenita .

Y con franca efusión abrazó á Rosa,

Que entre esquiva y gozosaDij o , evitando sus carm o s z—¡ Quita !

LXV.

¿Quién ve tanta ventura. indiferente ?¡ Santa y perenne fuente

Del amor paternal, que en nuestro anheloEn misteriosas ondas repartida,

Para endu lzar la vidaY templar nuestra sed, baja s del cielo !

205

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N U $íE Z nn: A RCE

LXVI.

¡ Sentimiento purísimo del alma,Que turbas nuestra calma,

Y con ritmo jamás interrumpidoDespiertas lo s estímulos que duermen,

Haces vibrar el gérmen,

Subir la savia y palpitar el nido !

LXVII

A tu voz la inmortal naturalezaSuspende la fiereza

D el o so hurano y del león hirsuto ,Y tu fuego vivaz que do quier arde,

Ímpetu dá al cobarde,Vigor a l d ébil y razón al bruto .

LXVIII .

Todo , suj eto á inexorable norma,S e muda , s e trasforma,

Y en este inmenso impenetrable abismoQue la inñnita variedad encierra

,

Tan sólo tú , en la tierra,En el cielo y el mar, eres el mismo .

LXIX .

Pero ¡ oh suerte importuna ! En el momentoDe su mayor contento ,

Asomando al través de los maizalesQue encubren la vereda del molino ,

U n marinero vinoA turbar sus ensueños paternales .

LXX .

Era Roberto , amigo y camaradaDe Miguel . A lma honrada

Que á su"

esar apasionado cultoConsagra Rosa ; amor inofensivo ,

Pero punzante y vivo ,En lo más hondo de su pecho oculto.

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N U FYE Z D E A RCE

LXXVI .

Quién de los celo s pertinaces sientaLa mordedura hambrienta ,

Y finj a indiferente y satisfechoVer su imposible bien en otro s brazos

,

Mientras quiere á pedazosE l coraz ón saltár sele del pecho ;

LXXVII .

Quién amando en silencio hasta el delirio ,No tenga en su martirio

N i aún el tri ste consuelo de la quej a,Podrá tan sólo comprender el ñer o

Pesar del marinero ,Ante el placer de la gentil pareja .

LXXVIII .

Miguel de pronto proñr 1 0 : A I avio !Con desenvu elto brío

La fuerte red plegando . Diligente ,Y según su co stumbre ca rm o sa ,

Iba á ayudarle Rosa,Cuando él le dij o amedrentado : ¡Tente !

LXXIX .

¡Por Dios ! ¿Qué vas á hacer ? Pues buenoQue un esfuerzo cualquiera . .

¡No me des qué sentir ! Y ¿Lmás , te aviso,!

Que hoy la felicidad me presta aliento .

¡Hasta capaz me sientoD e cargar con la barca, s i es preciso !

LXXX .

Entre risas,y plácemes y fiestas

Miguel echóse cuestasLa recogida red , diciendo : ¡Vaya !Nada hacemos aquí . — Y él y Roberto

,

En íntimo conciertoTomaron el sendero de la playa .

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2 1 0 N U N EZ D E A RCE

LXXXVI .

Desde all í s e divisan de repente,Su grandeza imponente ,

Su augusta calma su furor sublime,

Y con su regia maj estad á solas,

Oyese de sus olasLa voz tonante que amenaza gime .

LXXXVII.

En coloqu io j ov ial entretenidosVan, de la mano asido s ,

E deia donde , á merced de la mareaQue su ancha curva en la s arenas raya,

Cual reina de la playaLa barca de Miguel se balancea .

LXXXVIII .

¡ Qué es ven a , el separarse de la orilla,Con atrevida quilla

Surcar graciosa el líquido elemento ,Y mar afuera, inquieta y juguetona ,

Tender la blanca lonaA las caricias pérfidas del viento !

LXXXIX .

¡ Qué es ver cómo al peligro s e aventura,Cuando la sombra oscura

Se precipita sobre el mar de Atlante !Y cuando viento duro el golfo t iza,

¡ Qué es ver cual s e deslizaPor la espalda ondulosa. del gigante !

Nunca ex men imprevisto la acobarda,Y hiende tan gallarda

La ínmensidad _del piélago bravi0 ,

Q ue no dej a tras sí , rápida y suave,N i aún la huella que un ave ,

R ozando con el ala, abre en el rio .

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P O EMAS

E l noble pecho de Miguel se ensanchaAnte la airosa lancha

Que su fortuna y su ambición encierra ,Y le presta solicito el cuidado

Con que el bravo soldadoMima y atiende á su corcel de guerr a .

XCII .

U n mancebo , que estaba de atalaya,Gritó á los de la playa :¡E l patrón ! Y anim o sa la. cuadrilla

A la dura jornada se dispuso .

Sólo absorto y confusoU n pescador permaneció en la orilla .

X C IIL

Senta do en un montón de húmeda arena,Extraño á la faena

Ocultaba "

su rostro entre las manos,Mostrando sólo en su actitud doliente

La ancha y curtida frenteOrlada á tr echos de ca bell os canos .

XCIV.

Cual no maduro fruto , que la heladaM alogra, su hij a amada

Cayó marchita al soplo de la muerte,Y se le sale , sin sentir, del pecho

E l corazón deshecho,En la s a cerbas lágrimas que vierte.

XCV.

Quién ha sufrido la morta l congoj aQ ue, sin piedad, deshoja

Como agostada fior nuestra venturaEn ese instante de terrible prueba,

En que voraz se llevaParte de nuestro sér , la sepultura

2 1 1

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2 1 2 N U5IEZ D E ARCE

XCVI .

Cuando con lenta gr ada 0 1on se apagaLa luz dudosa y vaga

Que co lora la faz del moribundo,

¡ A y i y á medida que en sus oj os creceLa sombra, no s parece

Q ue va cayendo en lobreguez el mundo ;

XCVII .

Cuando vencidos en estéril lucha,

Nuestra impotencia es cuchaEl tremendo estertor de l a agonía

,

Y con angustia alborotada y locaPosamos nuestra boca

Sobre otra boca descompuesta y fria,

XCVIII .

Casi cerrada en su letal reposoA l ritmo fatigoso

Que el pecho cadavérico l e presta ,Y que ya de la muerte baj o el peso

,

N i al anhelante beso ,N i al tierno abrazo , ni la voz contesta ;

XCIX .

Cuando,aún tibio s lo s míseros despojos

,

_ Ve'

mos con turbios oj osToda nuestra ilusión desvanecida ,Y en medio del pesar que nos destroza

Sentimos cuál se gozaTraidor recuerdo en enconar la herida ;

Cuando envuelto en su fúnebre mortaj a,

Negra y medrosa caj aEl bien amado para siempre encierra

,

Y siente el corazón despavoridoEl ruido , el sordo ruido

Que hace al cubrir el féretro la tierra

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2 1 4 N UD EZ D E ARCE

¡ A y ! de pronto exclamó con ceño adusto¡Mentira ! Dios no es justo

Cuando se goza en aumentar mi cuita.

Tienen en buena paz muchos bribonesTierras , barcos , millones

¡Yo , una pobre y me la quita !

CVII .

¿Qué mal hacia la infeliz doncella ?¿ C ómo vivir sin ella ?…

Y se apagó la voz en su garganta .

Mas sin justicia ni razón me quejo,

Gimió el honrado viej o :—¡No nació para el mundo ! ¡Era una santa !

Miguel, tendiendo al a ñigido ancianoLa encallecida mano,Vuelve casa—le dij o—y llora y reza

J unto á la amada prenda que perdiste .

¡No ! contestóle el tri steMoviendo gravemente la cabeza .

Aunque me falta el sol de la alegria,Conservo todavía,

Gracias 25. Dios , mi voluntad de hierro .

¿Por qué te he de mentir, si eres mi amigo ?Saldré á la mar contigo .

¡Necesito el j ornal para su entierr o ?

Quiero comprarle, si tenemos suerte,Las galas de la muerte :

Una cruz,un sudario y una palma.

Guardó breve silencio el desdichadoY luego desolado

Clamó con bronco acento : ¡Hua del alma ]…

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POEMAS 2 1 5

Su misma voz , que reprimir no pudo ,Como puñal agudo

C lavóse1e en el pecho,y tan activa

Creció en su corazón la angustia fi era,Cual la insaciable hoguera

,

Q ue cuanto más devora,más se aviva .

CXII .

Enternecido ante infortunio tanto,

Y conteniendo el llantoMiguel le respondió :— Tu pobre JuanaTendrá lo que tu anhelo solicita :

La humilde cruz bendita,

La palma virgen y el sayal de lana .

CXIII .

Pero vuelve si tu hogar, porqué no quieroQue un bravo compañero

A su propio tormento contribuya .

No serás , si te niegas , buen amigo,Y atiende á lo que digo :

Hoy pesco para ti. ¡Mi parte es tuya !

CXIV .

Cayó , cual dulce bálsamo , la ofertaSobre la herida abierta

Del tri ste ancian o,y mitigó su duelo

Llanto reparador, tranquilo y suave .

Siempre para quien sabeSentir, la gratitud es un consuelo .

—¡ Que Dios te colme de mercedes, hij o !Con blando acento dij o ,

Las lágrimas secando en su mej illa,Miguel para ocultar su Sentimiento ;

Ligero como el vientoA la barca saltó desde la oril la .

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2 16 N UN EZ D E ARCE

CXVI.

Toda su gente al tráfago dispuesta,Con ansia manifi esta

Esperaba no más la vo z de mando .

D ióla el patrón ; y con vigor supremo ,E l resistente remo

En la s arenas de la playa hincando ,

CXVII.

Puso á flote la lancha embarrancada,Que lenta y sosegada

Siguió después po r la canal angosta,Unica via , franca y descubierta,

Entre la barra inciertaY las tajadas penas de la costa .

CXVIIT.

La roca, á. modo de ciclópeo muro ,Inabordable, oscu ro ,

Desde la playa misma se adelanta,Hasta la punta del siniestro Cabo

Do el mar potente y bravoCon sorda intermitencia s e quebranta .

CXIX .

Varias cruces sencillas de máder a ,En pavorosa hilera

Resaltan del peñón de trecho en trecho,

Señalando en el áspero arrecife,El sitio en que un esquife

Quedó , á los golpes de la mar, deshecho .

Recuerda cada cruz alguna escenaDe horror y espanto llena .

Más de un pobre marino halló su fosaEntre el medro so y formidable estruendo

De la borrasca , oyendoLos desolados ayes de su esposa .

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N U N EZ D E ARCE

CXXVI .

Del tiempo , más que del trabajo , avara ,La gente s e prepara

,

El remo suelta, y su esperanza fundaEn la corriente azul del O ceano

,

Como el dolor humano,

A marga, si, pero también fecunda.

CXXVII .

Tres veces por el ámbito marinoCon provechoso tino

Tiende la fuerte red , y las tres vecesAI recogerla, a bril lantó su trama,

La. refulgente escamaQue en vivido montón lucen lo s peces .

CXX VIII .

¡Te 10 anuncié , Miguel ! Ya ves si es cierto .

Dice alegre Roberto ,Mientras que suj etando por la. agallaCon diligente mano desenreda

A I pez, que preso quedaEn lo s hilo s nudosos de la malla .

CXXIX.

Y con aire triunfal alz ando pulsoU n sello , que convulso

Entre sus férreos dedos s e torcia,Regocij ado exclama ¡ Brava presa !

No se pone en la mesaDel rey , cosa mej or. ¡Este es gran dia !

CXXX .

E l sol empieza á. declinar . La gente,A medida que siente

Su ganancia crecer, r edobla el celo,Y sm cej ar un punto en su tarea,

Quién en la red se emplea,Quién

,sentado en la borda, echa un anz uelo ,

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POEMAS

CXXXI

Quién al enorme pez , que agonizanteC olea, en un instante

Con implacable actividad remata ;Y de la pesca el acre olor parece

Que alienta y fortaleceAI marinero en su existencia ingrata .

CXXXII .

A poco, tenue y vaporoso veloFue enturbiando del cielo

La limpia claridad . Oscura nubeDesde el confín remoto se avecina ,

Sorbiendo la neblinaQ ue de las ondas impalpable sube .

CXXXIII .

A medida que llega va aumentando :E l mar p lácido y blando

Por momento s se encrespa y alborota .

E stremécese el viento , antes dormido ,Y hácia el agreste nido

Tiende el medroso vuelo la gaviota .

CXXXIV .

De improviso un racha fugitivaDel oleaj e aviva

E l ímpetu naciente . Las espesasNubes mar chan en giro apresurado,

Y. al fin rompe el nubladoEn gotas tan escasas como gruesas .

CXXXV .

—¡Hum !—exclama frunciendo el entrecejo'

Un pescador ya vi ej o :¡E l tiempo muda, la borrasca avanz a !

Y otro añade después : aguó la ñesta !

¡ A h, cobardes contestaMiguel en tono de amisto sa chanz a

2 1 9

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¡ U N E Z D E ARCE

CXXXVI .

¿Os asusta una nube de verano ?¡Si!

—responde el anciano .

¡La galerna está encima !—No discutoLe interrumpe el patrón .

—Mas J nana ha muertoY yo no vuelvo al puerto

S i no llevo á su padre para el luto .

CXXXVII .

Y la pesca sigu io con mayor brío,Sin que del mar bravío

La sorda turbación los contuviera .

Pues ¿ quién fuerza al lebrel cuando en la pistaLa ansiada res avista,

A pararse en mitad de su carrera ?

CXXXVIII.

M a s de golpe la lluvia s e desataCual rauda catarata ;

E l huracán sus ráfagas sacudeC omo un corcel la crin ; al llamamiento

D el alterado viento,La ola, bramando de furor acude .

CXXXIX.

Y s e empena otra vez con recio embateE l eterno combate

Que presencian los siglos confundidos ,En que, después de trágicos horrores ,

Los fi ero s gladiadoresCeden cansados , pero no vencidos .

CXL .

Quedase muda de estupor la gente .

N egra , inmensa, rugienteRueda la tempestad : con ciego empuj eCual fogoso bridón que se desboca,

La ola adelan ta, chocaContra la. ba rca, retrocede y ruge .

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N U N EZ D E ARCE

CX LVI

Luego el tropel desordenado y varioInvade e l santuario

Que la escarpada cúspide corona,

Donde al pié del altar, una y cien vecesCon dolorosas preces ,

Pide auxi lio á su—celica Patrona.

CXLVII .

Joven esposa sus cabello s mesa,O tra, en silencio besa

Desesperada á un párvulo inocente ,U n debil niño en su pueril despecho ,

Golpeándose el pecho,En el polvo del templo hunde su frente ,

CX LVIII .

O tro ofrece á la. Virgen con devotoFervor, sencillo voto ;

Y del concurso general , movidoPor el temor, la. angustia y el deseo,

El alto clamoreo ,¡ A y ! más que una oración, es un gemido .

CXLIX .

En el lugar más a'

rduo de la co sta,

Hácia la boca angostaDel canal , siempre al marinero aciaga,Bulle otra multitud, dando á los vientos

Sus ayes y lamento s ,Q ue el recio són del temporal apaga.

Pintándose en su fa z el extravío,Por medio del gentío ,

La madre de Migue l, como una sombra,

Se mueve sin cesar . C orre , pregunta,Reza, las manos junta,

Y al hij o amado, inconsolable nombra .

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POEMA S 2 23

Rosa trémula y muda la acompaña ;C ºpió so llanto hana

Sus claros oj os que oscurece el dueloTiene el livido rostro de una muerta,

Y la razón cubiertaDe tormentosas nubes como el cielo .

Todos enternecidos la abren paso .

¿ Conocerán acasoLa noticia fatal ? La incertidumbreDe Rosa, surge á tan horrible idea,

Y con terror paseaSu vista por la absorta muchedumbre .

CLIII .

Aquel silencio lúgubre la. mata.

Frenética, insensata,A una amiga se acerca z—¿Dónde, dóndeEstá Miguel ? ¡Ten 1ástim a, l— solloza .

La sorprendida mozaMir a la estupefacta, y no responde .

CLIV .

—¡Ha muerto ! —añade acongojada . ¡Ha muerto !Pero un marinero experto

En los trances del mar , compadecidoDe la atroz inquietud que la enaj ena,

Para templar su penaD icele con amor :—¡ Cobra el sentido !

¿A qué viene apurarse de esa suerte ?¿Qué sacas con ponerte

En el últimº extremo ? Cuando tardaLa barca en presentarse, conj etu ro

Que ya en lugar seguro ,Tan sólo el fin del temporal aguarda

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2 4 N UN EZ D E ARCE

CLVI .

¡ E a ! Enjuga tus lágrimas : no llores ,Porque riesgo s mayores

Ha vencido Miguel, que es tan resuelto .

M a s ¿ le viste volver ?— pregunta RosaTurbada y anhelosa

,

Y le contesta el pescadºr : No ha vuelto .

C LVI I .

Entonces trepa á la escarpada cima,;A l borde se aproxima

D el saliente eñón, como una idiota,Y expuesta … peligroso paroxismo

,

Avanza hácia el abismoLa descompuesta faz , que el viento az ota .

CLVIII .

En medio del pesar que la anonada,

La atónita miradaHunde en la inmensidad, y es su porfíaTan profunda y tenaz, que si pudiera,

La mar rebelde y fi eraCon sus ávido s oj os sor bería .

CLIX .

¡ A y ! ¡ si lograse traspasar la

¡ Si entre la blanca espumaViese al mortal por quien suspira yCuando divisa un barco en lontananz a,

R enace su esperanzaY clama, llena de ansiedad : ¡Ya llega !

¡ Estéril impaciencia ! ¡Vano empeño !¿ E u dónde está su dueno

Que no acude á su voz ? ¿Po r qué no viene ?Su amante madre la acaricia y calma .

¡ Compadeced al almaQ ue da consuelo s ¡ ay l y no lo s tiene !

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226 N UN EZ D E ARCE

Cien veces con impávido heroísmo,B esunte del abismo

Obediente á la mano que la guia .

Ninguna voz en su interior se escucha,Que el riesgo de la lucha

Tiene una maj estad muda y sombria .

CLXVI I .

¡ Oh ! ¡ van á per ecer l— ¿ Querem seguirme ?Con vo z entera y ñrme

Pregunta el cura . ¡A vuestro amor apelo lArrancaremos á la. mar su presa

,

Y s i en tan santa empresaM orimos, ¿ qué es morir ? ¡Ganar el cielo !

CLXVIII .

El religio so impulso que le mueveSu aliento dobla, leve

Cual fornido mancebo, al bote salta .

E l peligro conoce y no le esquiva :Pues ¿ á quién, s i arde viva

La fe en su pecho , el ánimo le falta ?

CLX IX .

Todo s se aprestan á seguir su suerte,

Que aquel combate á muerteDe generosa emulación lo s llena.

¡ Oh humanidad, tan pronta a l . sacriñcio ,Podrá mancha rte el vicio

y ofuscante el error ; pero eres buena !

CLXX .

E l bote listo ya , con seis remero sHábiles y ligeros ,

Abrirs e paso hácia el canal ensaya.

¡Vana ilusión ! ¡ La mar embravecidaCon fuerte sacudida,

Pedazos hecho le arrojó á la playa !

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PO EMAS

CLXX I .

—¡Senor l Tus alto s J U ICIOS no escudriño !Llorando como un 11 1 11 0 ,

Gimió en su angustia el viejo venerable .

—Pero no hay tiempo que perder . ¡Subamos ,Hij o s ! Ta l vez podamos

Desde el mismo peñón echar un cable .

CLXX II .

Respondiendo á su voz , según costumbre,A la empinada cumbre

E l grupo corre, y con empeño lanzaE l recio cabo á. la corriente ciega ;

Mas ¡ ay ! que nunca—ll egaA l náufrago bate] . ¡No hay esperanza !

CLXX II I .

¡No hay esperanza ! El cura consternadoIncr ep a a l ma r airado .

S in freno alguno que su empuj e venza,La temp estad incontrastable brama .

Y el noble anciano exclama :¡Hijos mios ! ¡Yo acabo , y Dios comienz a !

CLXXIV .

¡No hay esperanza ! Y la barquilla aún dotaDesgobernada y rota.

Aún lo s pobres remeros , más audacesCu anto más la borrasca s e acrecienta,

Lidian con la tormentaDesesperados, s í, pero tenaces .

CLXXV .

¿Dónde tender la salvadora amarra ?¿ Cómo cruzar la barra

Que el paso cierra del canal estrecho,Si ya tiene la barca pescadora,

Quebrantada la prora,El casco hendido V el timón deshecho ?

Z Z

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N UN E Z D E ARCE

CLXXVI .

El avar iento mar la presa ansia .

¡Ya es suya ! Todavia,Resi stiendo en los frágiles des ojosDel roto barco , en su ansieda suprema

,La gente rema, rema ,

Rema, y nub1a'

n la s lágrimas sus oj os .

CLXXVII .

¿Qué busca ? ¿A dónde va ? ¿Por qué se afana ?Su resistencia es vana .

¡ A y ! la esperanza a l corazón se aferraEn lo s c

_

aso s adversos é infelices.

A ún más que las raicesA la s duras entrañ a s de la tierra .

CLXXVIII .

—¡ J uan , lárgame una estaéha !—grita el bravoMiguel , y por un cabo

Atala pronto y bien, que si consigoCon el otro nadar hasta la orilla,

Podrá nuestra. barquillaEn la gruta del faro hallar abrigo .

CLXX IX .

Dobló la frente oscurecida y grave .

¿ E n qué pensaba ? ¿ CabeDudarlo un punto ? En el eden perdido,En su infeliz mujer, en el risueño

A ngel, que vió en un sueno ,Huérfano ¡ ay triste ! aún antes de nacido .

CLXXX .

De pronto grita Juan :—¡ A hi va la estacha !

M iguel la frente agachaPa ra esquivar el golpe : ma s Roberto,Cogiéndola en el aire de improviso ,

Prorrumpe : No es preciso :Yo lleg aré á la costa. vivo ó muerto .

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N U S'

E Z D E ARCE

CLXX XVI.

Ante aquel espectáculo de muerte,Desencajada , inerte,

De pie sobre la. mole de granitoQue sacude la mar tempestuosa

,

Lanzó de pronto RosaU n grito aterrador . ¡ Q ué horrible grito !

CLXXXVII

El zay ! desgarrador, como una espada,De quien no espera nada ;

¡ A y ! que del corazón en lo más hondoLas heces am a rguisim a s remueve

Del cáliz en que bebeLa humanidad, para el dolor sin fondo .

CLXXXVIII .

Cual mies que cede al ímpetu del viento,Convulsa , sin aliento ,

Levantando sus manos , ya inactivas ,La. humilde multitu d se postre. en tierra,,

Y con fervor que aterraE leva á Dios sus preces añ ictiva s .

CLXXX IX .

¡ Oh momento solemne ! Austero y tri steLa maj estad reviste

De su augusta misión el sacro anciano,Y humedeciendo el llanto sus mejillas,

Se dobla de rodillasAnte la inmensidad del Oceano .

Su mano extiende trémula y cansada,Levanta la mirada

A la celeste bóveda, testigoMudo de tanto horror, y con acento

Parecido á un lamento :—¡Hij os !—grita ,—¡O s absuelvo y os bendigoi

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CX CI .

¿ Qué n o después la“

multitud ?,Ver pudo

E l cielo siempre mudo ,Desierto el mar, la barca destruida,Y una hermosa muj er, rígida y yerta,

Lo mismo que,una muerta,

E n el estéril penascal tendida .

CX CII .

U n ano haí'

,tra scurrido . La. alta cumbre

Con su postrera lumbreBaña fúlgido sol desde el ocaso,Y en hora tal ,de paz y de misterio.

—A l santo cementerioUna débil muj er dirige el paso .

CX CII I .

¡ Cuán sola está, cuán pobre, cuán cambiada !Rosa de pronto

_ajada

En mitad de su alegre primavera,Baj o el vivaz recuerdo que la excita ,

Aquella flor marchita

¡N i sombra es ya de 10 que"

entonces fuera !

CX CIV

Abraza y besa con febril cariñ oA un escuálido niño

Nacido entre miserias"ytrabajo s .

E i—5hatillo de un dia.Soñó la fantasía.

Del infeliz Miguel, era de andrajos.

CXCV .

R ecrudeciendo el duelo que la enerva,Entre la fresca hierba

Dos fosas busca, se prosterna y ora.

Y cobrando calor de un seno amante,E l desvalido infante

Sus manecitas mueve , y tambien llora .

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232 M ISEZ D E ARCE

CXCVI.

¡A y ! ¿Podrá ser que el 1eno de la selvaA enga lana r se vuelva ?

¿ Renovara sus cánticos el aveQue dej ó la borrasca, herida y muda ?

¿La infortunada viudao lvidará algún día ? ¡Dios lo sabe !

CX CVII .

Todo lo gasta y borra el tiempo ingrato :E l ardiente arrebato

Del amor, la ilusión que se deshoja,La fe que espina , el gozo y el tormento :

Que el hondo pensamiento ,Como el mar, sus cadáveres arroj a .

CXCVIII .

M a s cuando alguno en nuestra mente queda ,Cuando tenaz s e enreda.

A l débi l corazón , y en é l dilataSu raiz , como hiedra trepadora,

Entonces no s devora,Porque _

e1 tri ste recuerdo , 6 muere mata .

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uvñmz D E ARCE

sur gid de mi pasado, y luego hundíosen el profundo abismo de mis penas

,

como la s ondas claras y serenasque ' en el inmenso ma r

,vuelcan los rios .

Rasgad la negra noche"

de mis males,

cual atraviesa repentino lampolas nubes más cerradas y .

_

sombria s.

Y sed como la s lluvias otoñales,

que hacen brotar e'

n '”el desnudo campo,quemado por el sol, flores tardías.

Huyeron ya'

misíaño s de pelea,y de la ardiente lucha retraído,sólo á mis vagos pensamiento s pidola calma que mi espíritu desea .

Soy como el veterano que, en la a ldea.donde ignorado vive y escondido

,

en contar los azares que ha. corridosus veladas inútiles emplea.

¿ Quién o s puede borrar de la memoria,

sueños de la ambición, locos des lices ¿de la edad juvenil y ansias de gloria.

si,como las honrosas cicatrices,

para siempre fijál s en nuestra historiael recuerdo de tiempos más felices ?

Quiero buscar reparador abrigobaj o mi antigua y olvidada tienda,que intervenir en la social contiendano es ya honor para mí, sino castigo .

¿ E n dónde, en d ónde están lo s que conmigose aventuraron en la lid tremenda ?Dej ando voy por la escarpada senda,uno tras otro, al deudo y a l amigo .

Fue nuestra vida atormentada y triste,amargo el pan y lax labor penosa ;pero el templo que a l z ámos aún subsiste.

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POEMAS dom o s

Y una voz inefable y misteriosame dice ya z— Con tu deber cumpliste .

Tienes derecho a descansar ; reposa .

Viviré, ni envidioso m'

envidiado ,en la quietud que el cielo me conceda,y nada habrá que impor tunarme puedacomo 10 que he sentido y he pensado .

¿ A qué seguir con paso acongoj adode la fortuna la mudable rueda ?Toda mi vida si mis espaldas queday flota, como un sueno, en lo pasado .

¿Por qué, teniendo a l fin de la j ornadala luz detrás, la lobreguez delante,no tornar á otros tiempos la mirada ?

Vuelva hácia ti mi corazón amante¡ oh aurora de mi Vida, inmaculada,más luminosa cuanto más distante !

De mi niñez la dócil compañera,abrasada en la fe de sus mayores,iba

,llena de místico s temores ,

á recibir su comunión primera .

La luz de anticipada. primavera,quebrándo se en lo s vidr ios de colores ,con nimbo de irisado s resplandorescoronaba su rubia cabellera .

Cuando a l pie del altar , con la crecienteexa lta ción de su cristiano celo ,rindióse á. Dios la Virgen m o cente,

me pareció que en sosegado vuelo,agolpándose en torno de su frente,la besaban lo s ángeles del cielo .

283.

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N U$ EZ D E A R C E

Nunca go z ó la tierra castellanamás gentil y perfecta criatura .

E ra su tez tan sonrosada y puracomo el nítido albor de la mañana .

Tenia su mirada soberanael brillo de un lucero en noche ob scura,y exhalaba su pubera hermosurael fresco a roma de la dor temprana .

C omó el gorjeo haiagador del aveque canta en libertad

,era su acento ,

á un tiempo mismo,arrebatado y suave .

¿Qu1 en competía, en el r isueno corode alegres niñas , con aquel portentode oj os azul es y cabello s de oro ?

Aj enos a l temor y á la tristez acrecimo s cual lo s fruto s de una rama,y aún alumbra el confuso panorainade mi vida, su cándida belleza.

M a s cuando la inmortal Naturalezadice 21 la juventud : ¡Despierta y ama !y alcanzamos la edad en que la llamade la pasión á embravecerse empieza,

su genio se volvió , para mi daño,cayendo en singulares extravíos ,suspicaz , melancólico y huraño .

Ya extremaba, impaciente, sus desvíosy ya , sumida en estupor extrañ o,no apartaba sus oj os de lo s mios .

A veces se escapaba de su pechoforzado gozo y sin razón reia ;otras

,entre sus manos escondía

su hermoso ro stro , en lágrimas deshecho .

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238 N U ñ E Z D E ARCE

Pero ¿ cómo ofenderme su desvio ,si el amor, asomándose á sus oj os ,51 tra icmn me entregaba su albedrío ?

¡ A y ! ¡No era para mi ventura tanta !Tenaz dolencia a r r ebatóme alev ede mi tierna ilusión la dicha breve

,

que aún muerta en mi memoria se levanta .

Del seno virginal de aquella santa,

como nube de incienso nudosa y leve ,voló el alma tan pura, cual la nieveque no manchó j amás humana planta .

Cuando en su casto lecho , con profundorecogimiento , el pan de eterna vidarecibió , desp1diendo se del mundo ,

clavó en mi su mirada entorpecidacon el supremo afán del mombundo ,y quedó, al parecer, como dormida .

XIII .

Han pasado lo s año s, y aún la. veo .

Aún ; dej ando tras s í radiante huella,surca la. obscuridad su - imagen bellacomo fulguración de mi de seo .

Cuando en la lucha del deber ña que0y el brutal desengano me atropella ,fijo el cansado pensamiento en el la

y , como en tiempos venturosos , creo .

Hoy que , ceñido el corazón de espinas ,del sol pon1ente a l resplandor escaso ,me s1 ento a meditar sobre ml s numas ,por vez postrera

,apresurando el p aso ,

¡ A y i Llega con sus tintas m atutinasá templar las tris tezas de mi ocaso .

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POEMAS CORTOS

E LÚN IC O D ÍA D E L PARAISO

En la bóveda azul , antes sombria,el fulgor de la. gloria reverbera

,

y es el mundo en su breve primaverato do amor , todo paz, todo armonía .

¡ Con qué infantil y extática alegriaalzan su vista á. la insondable esferaEva y Adán, cuando por vez primeraabren los Ojºs º

á la luz del día !

Rinden a l hombre, sa z pnado frutola tierra, el cielo su vital fluido,música el bosque y obediencia el bruto .

Todos vienen á un signo de su dedo,

que, en brazos del dolor, aun no ha nacidode las entraña s de la. culpa el miedo .

Despliega el sol, que por Oriente asomacon regia. maj estad , su intensa llamay el calor de la. vida desparramapor la extendida vega y fértil loma.

Gustando , incautos , la madura pomacuyo jugo su sfpico s embalsama,juntos se posan en la misma ramael ha lcón y la tímida paloma .

Por el llano, feraz sin que la rej a.le desgarre inclemente, en paz benditapastan el lobo y la sufrida ovej a.

Y en el Eden florido, que palpitacomo un seno fecundo, se reñejala calma de lo s cielos inf1m

'

ta .

239

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N U N EZ D E ARCE

E va , que aspira en el jardin amenoel húmedo frescor de la. alborada,ve su casta hermosura retratadade manso arroyo en el cristal serenº .

Céfiro besa, de perfumes lleno ,su cabellem , como el sol, dorada,que cae en leves ondas desatada.sobre el ebúrneo y delicado seno .

Quedase un punto atónita , indecisa,quiere luego abrazar la imagen puraqu e en la corriente tremula divisa,

y , a l ver rota en el agua su figura,

lanza á los ecos su vibrante risaperdiéndose a l través de la. espesura .

La muda soledad del firmamento,

como un lago , tranquila y transparente,el murmullo apacible de la fuente,la. rumorosa ondulación del viento ,

de la vida el

perpetuo movimiento

que Adán , embe esa do , admira y siente,todo sume su espíritu inocenteen grave y religioso arrobamiento

Con el llanto agolpándose á sus ojos,sobrecogido ante grandeza ta nta,póstra se, en tierna adoración, de hinoj os .

Y es, baj o el solio del espacio inmenso,la primera oración que á D IOS levanta ,pura cual nube de oloroso incienso .

E va , por la serpiente seducida,cede a l funesto ardor que la devoray vuelve á Adán, confusa y tenta dora,de su belleza virginal vestida .

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242 N U 5Í E Z D E ARCE

Salid, hasta que en hora venidera,el pie de una. muj er inmaculadala frente aplaste de la sierpe artera

Dij o , y blandiendo su fulminea espada,el ángel del Señor echólo s fueradel mustio E dén, y 1es cerró la. entrada .

La tarde empieza á declinar . Con pasomedro so y torpe, la infeliz parej ade aquel lugar de perdición se alej a,dirigiendo su rumbo hácia el caso .

E l tímido pudor ante el fracasode la ventura humana, huye y los dej a,y con rigida piel de blanca ovej acubren su cuerpo macilento y laso .

Cada vez es más áspero el camino :difusa franja de matices roj osarrebola. el celaj e vespertino .

Avanz an , y al través de lo s abroj oscon susto ven , del animal damnoque está en acecho

,relucir lo s oj os .

La rencorosa culpa que con ellosmarcha invisible, sus conciencias muerdepara que el bien pasado les recuerdeel dolor, y s e ericen sus cabello s .

Ya la tierra , á lo s pálidos destello sde amortiguada luz , sus galas pierdey no muestran el monte , ni la v erdese1va , ni el cielo azul tonos tan bello s .

La tristeza aumentando del paisaj eoyen , po r donde van , lúgubre y quedala vo z de su delito que los nombra .

Y 1ej o s , por lo s troncos y el follaj ede la intrincada y tétrica arboledav en Go ta n lo s fa nta sm a s de la s om b r a

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POEMAS C O R TOS

El sol, al trasponer la última cumbre,su disco agranda y por instantes crece,y está tan encendido que pareceel roj iz o horizonte un mar de lumbre .

—¡Oh Dios ! Baj o su enorme pesadumbre

se precipita el sol . ¡Todo fenece !Eva temblando grita y desfallece,presa de su mortal incertidumbre .

¡ E s el incendio , es el incendio !—gimedesesperado Adán .

—¡ Tal vez la. llama

que purifica el alma y la redime !

Y alzando al alto cielo que se indamala faz inquieta, en su terror sublime,—¡DIOS que ofendi, misericordia !— clama .

Rendidos por la angustia y el espantoca en en honda congoja, y mientras dur asu lánguido sopor, la noche obscuracubre los cielos con su negro manto .

¡A y ! a l volver de su estupor, ¡ con cuántoafán, mezcla de asombro y de pavuna,clavan en las tinieblas de la alturasu mirada tenaz, que ciega el llanto !

Con el aura que calla el ruido expira.

U n astro sin calor, por el sombríoy mudo espacio , amarillento gir a .

Y, abrazándose á Adán eu . su extravío ,Eva b albuce sollozando : ¡Mira !¡ E s el 5 0 1 que se muere ! ¡ Siento frio !

Y la celeste bóveda enl uta daes para su creciente desconcierto ,u rna de un mundo desquiciado y muertoque toca en los confines de la nada…

248

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2 44 N U S'

E Z D E ARCE

Llenós de horror, con la razón turbaday el semblante de lágrimas : .cubiertopor aquel vasto y lóbrego desierto"an á tientas siguiendo su j ornada.

Su propio pensamiento lo s hostiga,l a sombra todo sf,lo s caminos cierra ,y es mayor por momento s su fatiga.

Hasta que el susto emba rgg su s sentidosy dan , como cadáveres . en tierrapor su medrosa ofuscación vencidos .

¡Oh claridad del alba, precursorade untdia. inesperado ! Tú vinisteá li bertar á Adán de aquella tristenoche;3

',como el pecado, abrumadora.

Desp1 ertase la vida, el sol colors.la. tierra , el cielo de fulgor s e Vi ste,y en jubilo so coro cuanto existecanta el himno sublime de la aurora .

Desde que , envu elto en santa poesia,un rayo matinal tenue y fecundocahnó de nuestro s padres la agonía .

para el m ísero , el pobre , el moribundo,en el primer destello de aquel d ía,¡ tú, Esp eranza inmortal, bajaste a l mundo !

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'

¿ 4º N UN EZ D E ARCE

vu elve el viaj er o , no tu r ba r a el j u z'

cz'

o ,

ha ciénd onos su fr ir el m a l p r esente,

a ntes q u e en bu sca z'

r deíl0 ignorado ?

SHAKE SPE ARE (Ham let, a cto II, escena I ) (1 )

¿ Qui en, sin morir, en el obs curo abismode 10 ignorado penetrar pudiera,saber la suerte del torrente humanoque el impulso del tiempo , hora por hora,vuelca en la muda eternidad , y luegovolver al mundo , iluminar las almasy disipar la tenebrosa dudaen que, siglo tras siglo, s e consumen?Mas Dios no quiere que mortales oj osprofanen

,atrevido s, el misterio

donde, como en un templo , están ocultosel

principio y el fm de cuanto alienta .

Y la manera con que frágil orla.de leve arena el ímpetu contienedel proceloso mar

, a si la tumbadice a l soberbio y loco pensamiento—¡ N o pasarás de aqui !

S'

E-¡jno“arr aigara

en nuestra mente la tenaz ideade un m á s a llá sin fondo y sin orillas

,

do reparten el premio y el castigola. Justicia absoluta, el Bien supremoy la excelsa Verdad ; si nuestra vidafuese como el relámpago , que nacey muere en las entr aña s de la nube,sin dejar de su paso huella alguna,y no tuvieran ulterior destinoni el bien ni el mal , ni e l sacrificio santo,ni la torpe ambición ; si el mismo suenodurmiesen en el lecho de la nada,

(1 ) Me he permitido co pia r el monólogo de H a mlet,po rque más se a justa al texto origina l , de la exce lente traduccique ha hecho de las o b ras d ra mática s de $ 11

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POEMA S GOR I OS

indiferente, inalterable y ciega,el déspota y el siervo , el noble mártiry el verdugo feroz , el alma puray el corazón dañado , no serias¡ oh Sumo Dios , en quien adoro y creo !ordenación , y providencia, y ej edel universo que en tu amor descansa

.

Pero es , Senor , tan grande la tragediade los hijos del hombre, tan profundoé incurable su mal , y la aparentecomplicidad de los callados cieloscon tal pujanz a á la razón se impone ,que á veces ¡ ay ! hasta la fe más v ivavacila temerosa y desespera

,

semejante á la. roca que , azotadapor el ivaivén continuo de los mares

,

r etiembla en sus cimientos de granito.

Cuando desde las cumbres de la Historiael abatido espiritu, rompiendola densa lobreguez de lo pasado

,

contempla absorto la intrincada rutaque , manchada de lágrimas y sangre,la humanidad ha recorrido , sientecomo un vago terror, y en el silenciode la noche, en las p áginas del librosobre el cual, melancólico, medita,piensa escuchar, como el fragor confusode un mar, oculto á la mirada, el roncogrito de espanto, el lúgubre lamentode cien generaciones ya sepultas .

Desde que3el hombre amaneció en la tierra,hácia la huesa … inescrutab le y fría.revueltos van esclavos y senorestor ciéndoseº de angustia , atormentadosde misterioso afán y siendo todo s

,

en la incesante y bárbara pelea,

á la vez vencedores y vencidos .Allá van los asiáticos imperioscon su abominación ; con sus cruelesiniquidades , sus atroces fiestasy sus infamias la cesárea R oma .

A llá van razas , tribus y nacionesa l fraude y á la fuerza sometidas

,

y en 10 más hondo de su negro seno,

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N UN EZ D E ARCE

sin 'pan el pobre, sin clemencia el rico,sin el alivio de su pena el triste,y todos sin amor . A si ¡ oh desdicha !fueron y van, tras la impalpable sombrade su ilusión , lo s mísero s mortales,arrastrando en su curso tumultuosohácia el voraz sepulcro , sus ensueñosde gloria, sus quiméricas grandezas ,las breves y ostentosas creacionesde su incierta razón , hasta lo s vanosdioses , que en las catástrofes del mundo ,incrusta el miedo en la fia quez a humana ;tal como lleva desbordado río,entre sus turbias aguas , los despoj o sde—1as comarcas fértiles que a suela .

A si fueron é irán, hasta que el tiempotoque en su plenitud y el sol se apague

,

todos lo s seres de muj er nacidos,

siempre elevando el pensamiento , y siemprecayendo en un dolor sin esperanza .

¡ R evuélcate en tu inmundo e ster co lero ,Job sin paciencia ni virtud , y llora !¡Llora, pues nunca te dará la tierrala soñada ventura que persigues !¡Viniste sólo si combatir, combatey sangra sin cesar, hasta que lleguela muerte redentora y ,

te desnudede la gran podredumbre de la vida !

M a s ¿ y después ? ¡Después !… La luz excelsapara e l ciego , la paz consoladorapara el vencido , el lauro pa r a el mártiry el eterno dolor para el verdugo .

¡ N o , Dio s , mil veces no ! ¡Tú no has creadoel espacio infinito en donde girancon firme ritmo innúmera s estrellas ,para entregar á la s monstruosas faucesde un insaciable azar, tanta hermosura !N i has ornado de vivo s resplandoresel pabellón cerúleo , que cobij ala humilde tierra, ni con franca manodas á lo s prados floreciente alfombra,verdor á las frondosas arboledas ,ondas de plata diáfana á lo s rios ,nieve á las cumbres y olas á. lo s mares,

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N U E E Z D E“

ARCE

LA ESF IN G E .

La caravana por camino inciertocon recelosa indecisión avanza,temiendo 25. cada paso la asechanzade las nómadas tribus del Desierto .

Por todas partes el espacio abiertose pierde en fatigosa lontananza,y donde quiera que la vista alcanzatodo está triste, desolado, muerto .

N i verde selva , ni azulado monteel mar limitan de infecunda arenaen que el dócil camello hunde su planta,

y sólo al fin del d 1a fano horizonte,brillando al sol , inmóvil y serena,la misterio sa Esfinge se levanta .

Sembrado está de huesos , que calcinasol inclemente, el árido contorno,y por el aire, ardiente como un horno,no cruza ni una humilde golondrina.

Alza polvo sutil densa neblinade la cansada caravana en torno ,que , rindiéndose al peso del bochorno ,con soñolienta postración camina .

Nada su sed inextinguible a laca,antes se irrita más , cuanto un s finjegratos oa sis el febril anhelo .

Y en la remota línea se destacala. gigantesca mole de la Esfinge ,impenetrable y muda como el cielo .

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POEMAS CORTOS

Buscando alivio á sus atroces penasen su camello el árabe dormita ;mas ¡ ay ! de pronto se incorpora , y grita,y siente hervir la sangre de sus venas .

E s que el simum , rompiendo sus cadena s .

obscurece la bóveda infinitay con terrible convulsión agitael vasto mar de libica s arenas .

El monstruo a so lador todo 10 arrasaa r r o lia en desatado torbellinola caravana sin ventura, y pasa .

Y cuando vuelv e á so segar se el llano,allá ciega y brutal como el D estinº ,corta la Esfinge el término lejano .

G R AN D EZ A H U MAN A .

¿Quién contr amí? Con elmisterio en guerra ,nada resiste á mi potente anhelo :E sclaviz o la luz , escalo el cielo,baj o al fondo del mar, reino en la tierra .

De los secretos que Natura encierravoy desgarrando el tenebroso velo

,

y cuando , en mi ambición , remonto el vuelo ,Dios no me espanta ui el dolor me aterra.

¡ Cuán grande soy ! Dispongo del estrago .

Lo s'¿m l smo s dioses que adore en mi aurora,hoy, con desdén sacri1eg0 ,

¡Bah ! No tu loco orgullo se desmande :el átomo invisible que devoratu vida y tu soberbia, ése es más grande .

251

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252 N ÚE E Z D E ARCE

A U N AG ITAD O R .

En vano mueves la opinion, y en vanotu palabra de fuego centellea .

Para que llegue á germinar la idea.que arroj aste en el surco, aún es temprano .

Fundiendo el tiempo en un crisol humanorazas y tribu s , las naciones crea .

¿ Hay, por ventura, alguna que no sea

lenta labor de su invisible mano 2

Por más que ceda á la pr emon del hecho ,no sacriñca un pueblo dócilmentesu fe , su tradición y su derecho .

Y cual r io caudal, cuya corrientecambiando avanza po r su antiguo lecho ,siempre es el mismo y s1 empre diferente .

Cuando la nieve que el invierno frioen las abruptas cumbres aglomera,licuada po r la tibia primavera,baj a de peña en peña al valle umbrío ,e l revuelto turbión

'

que añuye a l r iomárgenes rompe, y la corriente fiera,dilatando el estrago por doquiera ,lánz a se a l mar con indomado brío .

El soberbio raudal devasta el llano,arrebata lo s rústico s ; hogar es ,descuaj a el bosque y la ciudad inunda :

hasta que Dio s , con inñexible mano.le reduce á sus cauces seculares ,y la s campiñas que asolo, fecunda

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25 4 íN D IC E

E l Vértigo .

La. Selva oscu 1 a .

Hernan el Lo b o .

La. Visión de Fray M a rtin .

La.

P oem a s C o r to s .

E n el C repúscu lo vespertino

E l U nico D ia. del Pa ra iso

Leyendo el Monólogo de Hamlet .Miniatu ra .

La. E sñnge.

Grandez a humana

A un ag itador