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“El hecho de que estén experimentando sus 15 minutos de fama no cambia que Pussy Riot sean extremadamente radicales. El apoyo de famosos, de gobiernos occidentales y de organizaciones internacionales con sus propias agendas no cambia eso. Vamos a callarnos un minuto y escuchar a lo que tienen que decir Pussy Riot para averiguar cómo podemos apoyar su lucha.”

Tobi Vail, ex Bikini Kill y activista riot grrrl

Lo que nos querían contar las Pussy Riot(Ágata Timón y Marta G. Franco / Ladyfest Madrid)

Ya han pasado tres semanas desde que las Pussy Riot fueron condenadas a dos años de cárcel por delito de vandalismo, pero seguimos mirándolas. No han desaparecido del escaparate mediático desde febrero, cuando irrumpieron en la Catedral de Moscú rogando a la virgen que les salvara de Putin, pero, pese a todo, puede ser que nadie les esté escuchando. Más allá de los pasamontañas de colores, el discurso radical de Pussy Riot corre el riesgo de pasar desapercibido.

“El catolicismo no coincide con el feminismo y sus valores no se sitúan en la misma línea que los feministas. En las sociedades modernas las relaciones entre las personas de distinta nacionalidad y religión se deben basar en respeto mutuo e igualdad, por lo que la idea de que un movimiento político pueda ser superior a otro es lo que abre la puerta a odios entre ambos”, reflexionaba la magistrada Marina Syrova en su veredicto final el día del juicio.

Ilustración de la pag. anterior: Ironna

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Al margen de la discusión de cuál de los dos bandos empezó antes las ofensas, la jueza refleja claramente la naturaleza del asunto: es un conflicto entre el feminismo de Pussy Riot y el cristianismo imperante de la sociedad Ortodoxa rusa (y, por extensión, contra todas las creencias que impongan sistemas patriarcales).

No hará falta que expliquemos que Maria Alyokhina, Nadezhda Tolokonnikova y Yekaterina Samutsevich han sido declaradas culpables de “perpetrar un acto vandálico motivado por odio religioso” por realizar una performance de protesta, nada menos que un concierto punk dentro de la Iglesia del Cristo Redentor en Moscú. En la letra de su canción mandan a la mierda a Putin y también a la KGB y al patriarca de la Iglesia Ortodoxa. Pero este ataque directo a todo lo que huele a Estado y autoridad en Rusia, que les va a costar dos años de cárcel a cada una, ha sido simplificado en demasiados entornos en una única dirección: oposición al gobierno de Vladimir Putin.

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Ilustración de Iris Encina

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Un síntoma muy claro: el día en que se leía el veredicto del juicio, la imagen del opositor estrella, Garry Kasparov, siendo detenido a las puertas de juzgado dio la vuelta al mundo. Muy poca gente vio que también detuvieron a otras 60 personas, muchas activistas feministas y transexuales y la mayoría participantes en movimientos de base. Mientras las Pussy Riot se autodefinen como “colectivo feminista”, en los periódicos prefieren titular “grupo anti-Putin”.

Política de bloques

El primer argumento que se emplea en su defensa es innegable: el castigo impuesto es excesivo. Tras la famosa acción en la Iglesia del Cristo Redentor fueron arrestadas y estuvieron retenidas durante cinco meses antes de ser sometidas a juicio y ahora tienen que cumplir una condena de dos años. Puede sonar excesivo, sí, pero el Código Penal de España, por no ir más lejos, prevé un año de cárcel por “ofender los sentimientos de los miembros de una confesión religiosa” y hasta seis si se hace interrumpiendo una ceremonia. Los representantes gubernamentales de países con Reino Unido o EE UU que han lanzado más o menos formalmente quejas contra esta pena también deberían repasar sus códigos penales, así como mirar la cantidad de presos políticos que hay dentro de sus cárceles.

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Estos detalles se suelen pasar por alto no solo en los medios mainstream, sino también en internet, entre las numerosas campañas de apoyo que se han lanzado, y, cómo no, entre los personajes públicos que se apuntan siempre a la causa de moda, desde Madonna hasta Sting (que el mismo día que declaraba “Free Pussy Riot” cantó en la fiesta de cumpleaños de la hija de Putin). El despiste se extiende también hacia los márgenes, a determinados espectros reaccionarios de la izquierda. Un ejemplo: los héroes de la chavalada comunistoide, el grupo de hip hop Los Chikos del Maíz, llegaron a llamar a Pussy Riot “zorras anticomunistas” que “no son trigo limpio” porque les apoya la OTAN (les sentó muy mal que alguien hiciera una pinta en la que se leía “Free Pussy Riot” tras mearse sobre una estatua de Lenin). Es decir, estas últimas semanas hemos visto a demasiadas personas aplicar esquemas bipolares ridículos en los que, por supuesto, no hay hueco previsto para encajar el mensaje de unas feministas antiautoritarias.

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Ilustración de Lobas Furiosas

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Capítulo aparte merece la utilización de su imagen. Que ellas hayan jugado sus cartas mediáticas, dándole a la prensa lo que hacía falta en cada momento para maximizar su repercusión (por ejemplo, lanzaron un nuevo single el mismo día en que se leyó el veredicto), no significa en principio nada malo; eso se llama guerrilla de la comunicación. Lo horrible ha sido la recepción en demasiados casos. Nos quedamos con un ejemplo que pudimos leer en The Guardian, diario supuestamente progre que ha cubierto con especial dedicación todo el juicio: “Son tan jóvenes, están tan nerviosas y avergonzadas por la atención, que ni siquiera saben cómo sentarse o qué deberían decir”. Íbamos explicar que esto es un comportamiento parternalista, pero ya lo dice esta misma periodista explícitamente: “son las hijas que cualquier padre querría tener”. Puagh. (“Pussy Riot: will Vladimir Putin regret taking on Russia’s cool women punks?”, publicado el 29 de julio). Esta basura ha ido normalmente ilustrada con la foto de la que más se ajusta a los cánones de belleza habituales, Nadezhda Tolokonnikova, destacando su sonrisa sobre el “No pasarán” de su camiseta.

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Ilustración de Marta Rubín Pitarch

Escucharles a ellas

Frente a todo esto, los varios textos escritos por las propias Pussy Riot que se pueden encontrar por internet nos recuerdan que su ataque va contra el Gobierno ruso, sus políticas más y más conservadoras, y sus guiños a la Iglesia, pero mira más allá de querer destronar a Putin. Quieren terminar con cualquier tipo de dominación.

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“Necesitabamos cantar desde el altar, un sitio en el que la entrada de las mujeres está terminantente prohibida, y no en la calle frente al templo”, cuentan Schumacher, Garaja, Seraphim, Cat y Washe, miembros del colectivo, en su declaración tras la performance, publicada en la web freepussyriot.org. (Por cierto, las tres chicas encarceladas son solo parte del par de decenas que participan en el colectivo, y ni siquiera se sabe quiénes fueron exactamente las que se subieron al altar). “La iglesia Ortodoxa Rusa está promoviendo valores extremadamente conservadores que no encajan con ideas como la libertad de elección, la formación de una identidad política, sexual y de género, el pensamiento crítico, el multiculturalismo y la atención a la cultura contemporánea”, prosiguen.El uso de Putin como blanco de una protesta concreta es un discurso inmediato capaz de ser asimilado y secundado por mucha gente, pero su mensaje es rico y complejo. Explicaba Yekaterina Samutsevich en su alegato final en el juicio, en el que por supuesto las tres supieron muy bien qué debían decir, que Putin da tanta importancia a la Catedral porque está ligada al apogeo de la Rusia imperial, cuando el poder surgía de dios y no de fenómenos terrenales tan indeseables - para él - como elecciones democráticas justas.

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Samutsevich aprovechó ese momento para dar un golpe al imaginario imperial: “Con nuestra inesperada aparición musical nos atrevimos, sin la bendición del Patriarca, a combinar la imagen visual de de la cultura ortodoxa y de la cultura de protesta, dando a entender a la gente inteligente que la cultura ortodoxa no pertenece únicamente a la Iglesia Ortodoxa rusa sino que también puede ponerse del lado de la desobediencia civil, la rebelión y la protesta.” Ninguna de las tres mostraron ningún gesto de arrepentimiento y el colectivo Pussy Riot continuará funcionando mientras ellas estén en la cárcel.

Parece ser que quien mejor lo ha entendido es Vadim Niktin, periodista conocido por sus ideas reaccionarias que escribió esto en New York Times, en un intento por alertar a la opinión pública yankee de que quizá no fuera tan buena idea apoyarles: “Lo que Pussy Riot quiere es algo igualmente terrorífico, provocador y amenazante para el orden establecido tanto en Rusia como en Occidente (como lo ha sido desde hace tiempo inmemorial): liberarse del patriarcado, del capitalismo, de la religión, de la moralidad convencional, de la desigualdad y del todo el sistema corporativo estatal”. Así es.

Edición de un artículo publicado en pikaramagazine.com

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Ilustración de Sophie Aguilera

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La victoria de Pussy Riot(Laura Gaelx / Ladyfest Madrid)

Las integrantes del colectivo Pussy Riot están dando una lección de honestidad a todo el mundo. Su único crimen, además de ser mujeres jóvenes contestatarias, es hacer una crítica a la situación política de su país –por desgracia muy extendida y común a todas las llamadas democracias occidentales–, en donde la separación entre Iglesia y Estado es tan solo un supuesto, un prerrequisito ideal. Denunciar las injerencias entre las esferas civiles y eclesiásticas se reprime bajo la acusación de blasfemia. En definitiva, se utiliza la ley bíblica, tamizada por los intereses terrenales, para dictar sentencias en los tribunales civiles y reprimir cualquier crítica al statu quo.

Ilustración deClaudio Jimenez

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Éste no es, en esencia, un grupo de música. Antes de su detención, cuando sus performances empezaron a acaparar la atención de la prensa internacional, uno de estos reportajes finalizaba con un involuntariamente irónico “Pussy Riot descarta grabar un disco”. Pussy Riot son un colectivo que practica la desobediencia civil y la acción directa. Como tal, ya han conseguido, en parte, su objetivo: denunciar la corrupción de los poderes político y religioso, señalar la falsedad de la separación entre Iglesia y Estado y criticar el carácter autoritario de una sociedad patriarcal.

Quienes las desautorizan acusándolas de ser enviadas del Pentágono para minar el poder de Moscú, en una especie de guión de espionaje durante la Guerra Fría en versión post-punk, parecen minusvalorar este tipo de movimientos autónomos de base que se alejan del imaginario tradicional de la izquierda revolucionaria y su gusto por la imagen del militante siempre hombre, siempre serio, siempre sacrificado. Pussy Riot nos han recordado que existen muchas formas de incidir en el cambio social, y la que toma la forma de canción o cualquier otra manifestación cultural aparentemente festiva no es, necesariamente, más blanda o superficial ni menos eficaz.

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Ilustración de Estación Espacial Mir

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También se ha criticado que su caso y su condena se consideren producto de la situación específica de Rusia, de su historia política y cultural reciente. Sin embargo, no están solas en este tipo de lucha. Miles de personas anónimas en todo el mundo están embarcadas en un proyecto emancipatorio radical, feminista, laicista y de reivindicación de la presencia y potencia femenina en los escenarios y vida cultural y política de una sociedad.

Tampoco la reacción del poder ante su provocación es ajena a sociedades con una teóricamente mayor salud democrática. Pussy Riot han sido juzgadas y condenadas por “vandalismo y odio religioso”, una acusación similar a la que el pseudosindicato Manos Limpias interpuso contra las mujeres que realizaron una acción simbólica de protesta enla capilla de la universidad pública, y supuestamente laica, Complutense de Madrid. Bajo las figuras jurídicas de “ofensa a los sentimientos religiosos” se disfraza la ademocrática alianza entre el poder eclesiástico y el civil (ya sea el ejecutivo o académico), además de una fuerte misoginia y lesbofobia características de una institución tan patriarcal –también en su sentido más literal– como la Iglesia.

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En definitiva, Pussy Riot han dado a conocer internacionalmente los quiebros que los grupos feministas independientes e impredecibles hacen día a día, en todas las ciudades del mundo, al sistema patriarcal y sus más firmes instituciones. Como ellas mismas dicen, a pesar de la sentencia condenatoria y del exilio político al que se han visto empujadas las otras integrantes del colectivo, hemos ganado. El eco de lo que ellas cantaron en una catedral se extiende por todo el mundo y ocupa espacios en las ondas radiofónicas, en las salas de conciertos, en los periódicos y fanzines. Y, por supuesto, en nuestras mentes y gargantas. ¡No pasarán!

Edición de un artículo publicado en diagonalperiodico.net

Ilustración de Asor

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unabuenabarba.com

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Ilustración de Aida Moratón

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Ilustración de Javi Txuela

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Ilustración de Andrea Galaxina

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Sobre Ladyfest Madrid

Ladyfest Madrid es un colectivo mutante que organiza saraos y celebra la cultura feminista. En algún momento de 2013 montaremos un festival de música y aventuras riot grrrls. Mientras, hacemos fiestas benefit que sirven, además de para bailar, para conseguir dinero.

Está pasando y mientras pasa nos lo estamos inventando. Lo que tenemos claro es que es feminista y autogestionado. Si quieres participar, puedes escribirnos o pasarte por nuestras asambleas. La próxima será el jueves 13 de septiembre, a las 20h en la plaza de Pontejos.

[email protected]

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Sobre Una Buena Barba

Una Buena Barba es una revista sobre arte y cultura queer basada en la inclusividad radical. En sus viajes digitales ha pasado por Serbia, Dinamarca, México, Reino Unido y Rusia. Su próximo destino es El Espacio, con el que explorará el terreno del papel por primera vez. Lo celebrarán el 27 de octubre con una fiesta espacial en la sala Siroco en la que habrá música galáctica y sorpresas. unabuenabarba.com

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Han organizado esta fiesta tributo a Pussy Riot:Sala Siroco (Madrid)Explosión MusicalLadyfest MadridRevista Una Buena Barba

Muchísimas gracias a todas las personas que han colaborado en la elaboración de esta fiesta, y este fanzine así como todxs lxs asistentes.

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