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8. Orientaciones filosóficas Irving Zeitlin (1982). Ideología y Teoría Sociológica. Buenos Aires: Amorrortu editores Parte III: El Manantial Marxista La filosofía sitiva de Comte, como hemos visto, fue un intento consciente e esacre. itar _y repudiar lo que_él y otros positivistas lIainaron filosofía «negativa». La filosofía crítico-negativa que surgió y tomó fórhiá - tdir–el Iluminismo había demostrado ser un arma formidable en manos de la burguesía naciente, en su lucha contra las viejas clases del orden teológico-feudal. Finalmente, esta lucha desembocó en la Revolución Francesa y la disolución del viejo orden. Desde tal punto de vista, la filosofía negativa había cumplido, aun para Comte, una función histórica provechosa. Pero con el establecimiento del orden burgués, Comte creía que esa filosofía negativa, legado iluminista, había sobrevivido a su utilidad. En ese momento, cuando la tarea principal era la conso- lidación del nuevo orden burgués-industrial y la creación de una sociedad verdaderamente orgánica e integrada, la filosofía negati- va solo conducía a la división, el conflicto y el desorden. Agitaba la imaginación y las esperanzas del proletariado y estimulaba el conflicto de clases. Los proletarios, en lugar de ubicarse en la nueva sociedad orgánica y ajustarse pacíficamente a ella, como deseaba Comte, se movilizaban para luchar por la transformación de la sociedad existente. Pero Comte no dejaba de percibir la ne- cesidad de mejorar la situación de esta clase; justamente, insistía siempre en el mejoramiento. Consideraba imprescindible cada etapa evolutiva de la nueva so- ciedad orgánica; por ello, la clase trabajadora debía adecuarse al período presente. El mejoramiento había de producirse orgáni- camente, a medida que la sociedad progresara de manera armo- niosa de una etapa a otra. La revolución —es decir, la mudanza íntegra del sistema social— era inconcebible. Unicamente podía tener consecuencias negativas; solo habría sacudido el orden exis- tente sin traer aparejado ningún cambio fundamental en la situa- ción de la gran mayoría del pueblo. La mejor manera de asegurar el progreso no era mediante la crítica, el conflicto de clases y la actividad revolucionaria, sino reconciliando las tendencias y las clases antagónicas, educando a todas las clases de la sociedad —y en particular, a las clases inferiores— para que ocuparan el lugar que les correspondía en la nueva sociedad jerárquicamente orga- nizada y se resignaran a su situación. Esto es lo que enseñaba la nueva ciencia positiva, y tal debía ser su1~incipalz-lograr un orden social orgánico y libre de conflictos. Si con Comte se produce, pues, un renunciamiento completo al legado del Iluminismo (y la Revolución Francesa), con Marx se 97

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8. Orientaciones filosóficas

Irving Zeitlin (1982). Ideología y Teoría Sociológica. Buenos Aires: Amorrortu editores

Parte III: El Manantial Marxista

La filosofía sitiva de Comte, como hemos visto, fue un intento consciente e esacre. itar _y repudiar lo que_él y otros positivistas lIainaron filosofía «negativa». La filosofía crítico-negativa que surgió y tomó fórhiá- tdir–el Iluminismo había demostrado ser un arma formidable en manos de la burguesía naciente, en su lucha contra las viejas clases del orden teológico-feudal. Finalmente, esta lucha desembocó en la Revolución Francesa y la disolución del viejo orden. Desde tal punto de vista, la filosofía negativa había cumplido, aun para Comte, una función histórica provechosa. Pero con el establecimiento del orden burgués, Comte creía que esa filosofía negativa, legado iluminista, había sobrevivido a su utilidad. En ese momento, cuando la tarea principal era la conso-lidación del nuevo orden burgués-industrial y la creación de una sociedad verdaderamente orgánica e integrada, la filosofía negati-va solo conducía a la división, el conflicto y el desorden. Agitaba la imaginación y las esperanzas del proletariado y estimulaba el conflicto de clases. Los proletarios, en lugar de ubicarse en la nueva sociedad orgánica y ajustarse pacíficamente a ella, como deseaba Comte, se movilizaban para luchar por la transformación de la sociedad existente. Pero Comte no dejaba de percibir la ne-cesidad de mejorar la situación de esta clase; justamente, insistía siempre en el mejoramiento. Consideraba imprescindible cada etapa evolutiva de la nueva so-ciedad orgánica; por ello, la clase trabajadora debía adecuarse al período presente. El mejoramiento había de producirse orgáni-camente, a medida que la sociedad progresara de manera armo-niosa de una etapa a otra. La revolución —es decir, la mudanza íntegra del sistema social— era inconcebible. Unicamente podía tener consecuencias negativas; solo habría sacudido el orden exis-tente sin traer aparejado ningún cambio fundamental en la situa-ción de la gran mayoría del pueblo. La mejor manera de asegurar el progreso no era mediante la crítica, el conflicto de clases y la actividad revolucionaria, sino reconciliando las tendencias y las clases antagónicas, educando a todas las clases de la sociedad —y en particular, a las clases inferiores— para que ocuparan el lugar que les correspondía en la nueva sociedad jerárquicamente orga-nizada y se resignaran a su situación. Esto es lo que enseñaba la nueva ciencia positiva, y tal debía ser su1~incipalz-lograr un orden social orgánico y libre de conflictos. Si con Comte se produce, pues, un renunciamiento completo al legado del Iluminismo (y la Revolución Francesa), con Marx se

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vuelve a una vehemente refirmación de ese legado. Marx restable, ce y emplea hábilmente -las mismas premisas filbS-ai-Eiá que Com- , te-dé-testaba con tanta intensidad. La rim de esas premisas era la perfectibilidad del hombre.

arx sustentaba un concepto derih-ó-m-bié-natural»-----del ser humano individual, de sus necesidades y de su potencialidad para el desarrollo— que no era diferente del de Rousseau y, en gene-ral, del de los pensadores iluministas. Aunque expresa esa con-cepción más explícitamente en sus primeros escritos, la misma siguió siendo durante toda su vida la base del análisis y la crítica que efectuó del sistema capitalista, y de las esperanzas que abrigó de construir una sociedad verdaderamente humana. ~Dre, creía Marx, como antes los philosophes, es infinita-ne.nre_llerfectilDl leal --fac-uTtades esenciales del lióin-bre---=S-us facultades humanas latentes y potenciales— tienen una capacidad ilítiiitada_de_desarrallo-Si_el hombre es ahora nada más que una bestia de trabajo, no es necesario_que_permanezca en esta -situa-ción; puede alcanzar las formas más altas de la creatividad el pensamiento -V-1a acción, Estos son los conceptos subyacentes con los que Marx juzgaba y evaluaba los sistemas sociales. Las facul-tades creadoras latentes del hombre se hallaban sofocadasy_repri-- mi as pol ciedades_clo.sisas. El sistema existente, el capitalismo,_no-solo_-estaba_irapidiéndole réalizar sus potencialidades humans,sino__que__hastg lo despojaba de sus necesidades animales:_el_ aire fresco, el alimento el sels_o,_. etréteTo:-El-ha-i-ar-e- , por ejemplo, no se experimentaba como re-

- Siilra-d-o-de condiciones externas y naturales ni simplemente como una fase del recurrente e inevitable ritmo del metabolismo huma-no. Por el contrario, el hambre era una condición de privación impuesta por otros hombres. Así, Marx condenaba el sistema capitalista por sus efectos sobre los seres humanos individuales. Este enfoque halla su expresión más clara y coherente en una de las primeras obras filosóficas de Marx: Los manuscritos económi-cos y filosóficos de 1844, que ahora pasamos a considerar. Ofendía a la concepción del hombre que tenía Witxxel hecha_de que el sistema industrial-capitalista lb hubiera reducido a un ani-trierri~ns «un-a-bestia limitada a las más estrictas necesidades CortióráTel». 1 La¿ «necesidades» de los obreros se hallaban enton-ce-s-errtijrilVel más precario y miserable de la subsistencia física», y su actividad durante la mejor parte del día era un movimiento mecánico tedioso y repetitivo. El nivel de vida y de actividad más bajo posible se había convertido en la norma general, y se despo-jaba a los hombres no solo de sus necesidades humanas, sino también de sus necesidades animales.

1 Karl Marx, Economic and Philosophic Manuscritos of 1844, Moscú: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1961, pág. 30. (Las referencias siguien-tes a esta obra serán citadas entre paréntesis, después del pasaje citado.) (Manuscritos de 1844 — Economía política y filosofía, Buenos Aires: Aran-dú, 1968. Traducido por Hugo Acevedo de la versión francesa de Emile Bottigelli.)

Hasta la necesidad de aire fresco cesa para el obrero. El hombre vuelve a vivir en una caverna, pero contaminada ahora por el hálito mefítico de la peste que exhala la civilización, y que conti-núa ocupando solo precariamente, pues es para él una vivienda extraña que le pueden quitar cualquier día, un lugar del cual, si no paga, puede ser arrojado al momento. Debe pagar por este an-tro mortuorio. Una morada con luz, que el Prometeo de Esquilo señaló como una de las mayores dichas y mediante la cual convirtió al salvaje en ser humano, deja de existir para el obrero. La lúz, el aire, etcétera —el más simple aseo animal— ya no son una necesi-dad humana. La suciedad, ese estancamiento y putrefacción del hombre —la cloaca de la civilización (en términos totalmente literales)— se convierte en el elemento de la vida para él. El más completo y antinatural abandono, la naturaleza en descomposición, llega a constituir su elemento vital. Ninguno de sus sentidos existe ya, no solo en su forma humana, sino tampoco en su forma inhumana y, por ende, ni siquiera en su forma animal (pág. 117 ).

Evidentemente, Marx tenía una imagen de lo que podía y, por consiguiente, debía ser el hombre, pero lo que él vio y describió estaba a mucha distancia de esa imagen. Lejos de desarrollar sus facultades humanas esenciales, se rebajaba y se deformaba al hom-bre, que se convertía así en algo menos que un animal. En esos escritos filosóficos, Marx contemplaba la deshumaniza-

-WeT-E&bn re como una consecuencia de la attéliac76-ii.-Eáta ices, aunque dé origen hegeliano, sufrió una transformacióri fun-damental en manos de Marx. La alienación era para Hegel, al igual que sus otras construcciones_teóricas, un férió -me-rio-Ex-vamente mental. - Los 11eg-eWii&S- de izquierda modificaron mucho ese pero siguió siendo en esencia una noción filosófica, a saber, una condición en la que las propias facultades del hombre aparecen como fuerzas p..XICIttdidés jiialvendientes que controlan sus acciones. Feuerbach, .. por ejemplo, había utilizado el concepto dé alienación para explicar los fenómenos religiosos y consideraba los seres extramundanos como una invención del hombre_mismo: los seres superiores creados por las fantasías religiosas del hom-bre eran, sin que él lo supiese, los reflejos fantásticos de su propia elériCia. Marx fue más allá de Feuerbach y no trató ya la aliena-ción como mí fenómeno estrictamente filosófico-psicológico. Por el contrario, 'analizó la alienación como un fenómeno social mani-fiesto, abordándolo enel contexto de relaciones sociales específi-cas y en un -11sTe-M-alsocióhistórico también específico. (Como Ve-teñíos, Mir-X nunca abandonó su interés por el problema de la alienación, aunque en sus escritos posteriores las menciones ex-presas del término se hagan cada vez menos frecuentes.) Ade-más, ya en esos primeros escritos va desplazándose de los concep-tos predominantemente filosóficos a los de la economía política. Se preocupa por asegurar al lector que ha llegado a sus conclusiones vpor medio de un análisis totalmente empírico, basado en un con-cienzudo estudio crítico de la economía política» (pág. 15). Su

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examen parte de hechos económicos reales, no, como veremos, para resignarse a ellos, sino para cambiarlos. Marx empleó el término «alienación» con diversos sentidos, y es pp-iibIe comprender mejor los significados que asigne -n- b- ncepto si atendemos a las dos palabras alemanas que más f -recuentemen e iffilizo en sus referencias al fenómeno: a) entaussern (ver o, en su forma nominal, Fntaulserung; y bLentfremden (ver 'Y-Entfremdung (sustantivo). La primera de ellas si • nific prenderse», «renunciar a», « • mo o • serva e tr. ~In - uscri tos— también itnp lea « arerse exterior a sí mismo». El sustantivo Entausserung se define asimismo explícitamente como alienación (de la propie-dad). La segunda palabra alemana„q tamblén_suele _traducirse al castellano como «alienar», indicarimewnente_a_dos personas que se distancian una de otra. Así, el término «alienación» se re-fiere a un proceso complejo' que presenta varios aspectos. Este y sus consecuencias fueron descriptos por Marx con gran detalle, como veremos en un examen posterior de El capital. Aquí lo resumiremos en términos generales.

<pi proceso comienza con la separación de los hombres con res-pecto a sus medios de producción -3-7 st-711 sistencia _(como sucedió en t--- cuan os -n1 aterra ctr o-t -1-ábradores fuer-on expulsados de sus tie-rras después de la aprobación de los diversos Edictos de Cerca-miento). Los hombres son alienados de su propiedad y, por lo tanto, para evitar morirsesiembre_s convertirse en vagabundos se ven obligacios a vender su fuerza de trabajo a los empresa-tioscapiralistás, que estánesPerándolos2:Las dos partes, el. caPi-talista y el trabajador, entran así en una relación esencialmente tu71-trumefitaTTEI estábleciinto de este vine-tilo es y sigue siendo un acto de conveniencia, y las dos partes permanecen ajenas una a otra porque la relación se basa en intereses antagónicos y con-diciones de vida fundamentalmente diferentes. Apenas entra en este trato, el obrero comienza a consumir sus energías enlaW.o L-dic-Ción de objetos; su fuerza de trabajo se obje-tiviza en mercancías sobre las que no tiene ningún -coritiót-Ea este sentido, cuanto más produce tanto más pobre es.

Todas estas consecuencias están contenidas en la definición según la cual el obrero se relaciona con el producto de su trabajo como con un objeto extraño. Pues sobre la base de esta premisa es claro que cuanto más se desgasta el obrero tanto más poderoso se hace el mundo objetivo extraño que crea contra sí mismo, y a medida que él mismo —su mundo interno— se vuelve más pobre, me-nos le pertenece como algo propío ( ) El obrero pone su vida en el objeto; pero ahora su vida ya no le pertenece a él, sino al objeto. Por ello, cuanto más grande es esta actividad, tanto ma-yor es la carencia de objetos del obrero. Sea cual fuere el producto de su trabajo, él no lo es. Por lo tanto, cuanto mayor es este producto, tanto menos es él mismo. La alienación del obrero con respecto a su producto no solo significa que su trabajo se convier-

te en un objeto, una existencia externa, sino también que existe fuera de él, independientemente, como algo ajeno a él y que se transforma en un poder autónomo que lo enfrenta; significa que la vida que ha conferido al objeto se le opone como algo hostil y ajeno (pág. 70).

El obrero no tiene control alguno sobre el proceso de producción ó sus resultados; su trabajo es una actividad alienante no solo porque pierde el productóm.el_que_hacosificado_un_a_pattede sí mismo, sino también porque_todo_e_l_proceso_produ_c_tivo es_ terno a 6T r a sus necesidades humanas. En «su trabajo no se afiVin—a, pues, sino que se niega a sí Mismo, no es feliz sino desdi-chado, no desarrolla libremente su energía física y mental sino que mortifica su cuerpo y arruina su mente. Por ello, el obrero solo se siente él mismo fuera de su trabajo, y en su trabajo se ve como fuera de sí mismo. Está cómodo cuando no trabaja, y cuando trabaja no lo está. Su trabajo, por ende, no es voluntario sino--

coercitivo; _es trabajo forzado. No es, por consiguiente, la satis-TaCción de una necesidad; es un simple inedio para satisfacer ne-e-e-sida- des externas a su Iabor. -E1 -carácter alienado de la misma emerge claramente en el hecho de que, tan pronto como deja de existir una compulsión física o de otro tipo, huye del trabajo como de la peste» (pág. 72). Por consiguiente, experimenta el proceso de la producción como una actividad opresiva, como una pérdida de libertad.

Ya no se siente libremente activo más que en sus funciones ani- males: comer, beber, procrear ( ) Y en sus funciones humanas ya no se siente más que un animal ( ) Por cierto, comer, be- ber, procrear, etcétera, son también funciones genuinamente hu-manas; pero en la abstracción que las separa de la esfera de toda otra actividad humana y las convierte en fines exclusivos y últi-mos, son animales (pág. 73).

El hombre, como obrero, se ha convertido en algo menos que humano porque está separado de sus cualidades humanas poten-ciales. _o animal, dice Marx, es directamente idéntico a su activi-dad vital; el hombre, en cambio, tiene la capacidad -de hacer de su actividad vital el objeto de su voluntad y su conciencia. Esto es lo que le permite alcanzar grados cada vez mayores de libertad. F.Lanimal sólo produce cuando está dominado por sus necesidades físicas inmediatas; el hombre,- en cambio, puede producir «aunque esté libre de la necesidad física y solo produce verdaderamente cuando está libre de ella» (pág. 75). Esta situación se invierte en las condiciones del trabajo alienado, en las que todo el ser cons-ciente y la actividad vital del hombre, «su ser esencial [se vuelve] un simple medio para su existencia». Así, hallamos una alienación inicial de los medios de producción que obligan a un hombre (el obrero) a entrar en una relación enajenada con otro hombre (el empleador). La actividad misma,

rivarse o arse de»

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que ahora realiza para la subsistencia, es una actividad alienante, pues el producto permanece ajeno al obrero y el proceso mismo de producción sigue siendo externo a su conciencia y a sus nece-sidades y deseos humanos. El hombre se aliena cada vez más de sí mismo, hecho que se expresa en su enajenación con respecto a otros. Vemos por qué a Marx no le impresionaba la «puja por los salarios» y otras medidas de mejora similares que no altera-rían las relaciones básicas subyacentes en las condiciones de la alienación y «no serían más que un pago mejor para el esclavo y no conquistarían para el obrero o para el trabajo su condición y su dignidad humanas» (pág. 81). Pero no solo el obrero está sujeto_ a la alienación, sino que tam- bién

_ _ lo estáel que no lo es (aunque en una forma diferente y en

grados distintos ). Todo «...lo que aparece en el obrero como una actividad de alienación, de enajenación, aparece en el no obrero como un estado de alienación, de enajenación» (pág. 83). El capitalista, que considera como un lujo

enajenación» ro que el obrero

desea más allá de sus más elementales necesidades físicas, también está sujeto, aunque en menor medida que el obrero, a la negación y la carencia. Para la economía política, negación y carencia, fru-galidad y ahorió,----étáir-virtudes-futida-mentales del capitalista y del obrero. «Esta ciencia de la portentosa industria es simultáneamen-te la ciencia del ascetismo, y su verdadero ideal es el avaro ascético pero opresor y el esclavo ascético pero productivo ( ...) Así, la economía política, a pesar de su apariencia mundana y frívola, es una verdadera ciencia moral, la más moral de todas las ciencias. La autonegación, la negación de la vida y de todas las necesidades__ humanas, es su doctrina cardinal. 'Cuanto menos comáis, bebáis y

^ leáis libros; cuanto menos vayáis al teatro, al baile, a la fonda; cuanto menos penséis, améis, teorizéis, cantéis, pintéis, disputéis, etcétera, tanto más ahorraréis vuestro capital, tanto mayor será vuestro tesoro, que ni las polillas ni el polvo devorarán. Cuanto menos sois, tanto más tenéis; cuanto menos expresáis vuestra propia vida, tanto mayor es vuestra vida alienada, tanto mayor es el-cúmulo de vuestro ser enajenado» (pág. 119).

ab011r esta condición general, consecuencia de---ittátiones y procesos so---d-a-11-- espeefficos--,-para h-Cím-

c-óriarción—V-dradéiarriérité --humana. Para Marx, esto soTo era póbTe en virtud de la energía práctica de los hombres» (pág. 109). Para que los hombres desarrollaran sus facultades humanas esenciales, para que se per-feccionaran, debían ante todo suprimir las condiciones de su malestar presente. Esto había de ser un proceso, un movimiento. Por lo tanto, el establecimiento de lo que Marx llamaba «comu-nismo» no era un fin, sino un medio para que el hombre alcanzara una mayor libe—rtía y, por ende, una mayor humani. «El co-munismo —escribió Marx en otra

cIZde sus primeras obras, La

ideología alemana— no es para nosotros un estado estable que deba ser implantado, un ideal al que la realidad haya de ajustarse. Llamamos comunismo al movimiento real que suprime el presente

estado de cosas. _Las condiciones de este movimiento resultan de las -premisas que existen- actualmente.» 2 El comunismo no utopía estática que los hombres deben pugnar por alcanzar, sino un movimiento crítico y revolucionario. «El comunismo ( . ) es la fase real necesaria de la próxima etapa de desarrollo histórico, en el proceso de la emancipación y la recuperación humanas.» 3 Es evidente, pues, que Marx tenía una concepción acerca del ser humano tal como podía ser, y que esa concepción era su patrón de medida - para evaluar los sistemas existentes. Las facultades creadoras- dél hombre, su capacidad para la autoperfección y la autorrealización, son prácticamente ilimitadas, supuesta la aboli-ción de esas relaciones y condiciones que hasta ahora han impe-dido de manera drástica el desarrollo. El hombre es un producto de las condiciones sociales que él mismo ha creado, pero no es necesario que permanezca prisionero de tales condiciones. Para comprender cómo, según opinaba Marx, los hombres podrían cons-truir la historia más conscientemente de lo que nunca lo hicieron, debemos examinar otro aspecto del legado iluminista: el pensa-miento crítico-negativo, cuya forma dialéctica aprendió Marx di-rectamente de Hegel, pero transformó en sus aspectos funda-mentales.

Estilo de pensamiento

Para Hegel, como se recordará, la razón abarcaba la totalidad del universo. Todos sus ámbitos: el inorgánico tanto como el orgáni-co, la naturaleza lo mismo que la sociedad, estaban gobernados por la Idea y su lógica dialéctica. La razón era una fuerza inma-nente que se expresaba en el desenvolvimiento de la realidad. En el reino natural, el desarrollo y el cambio —los procesos por los que las cosas llegan a ser realmente lo que siempre fueron en potencia— se producían «de una manera directa, sin oposiciones y sin obstáculos». Se trataba de un proceso pacífico y de ciega necesidad. No sucedía lo mismo en el ámbito humano, donde la historia había demostrado que el desarrollo era un proceso de antagonisincis que dependía de la conciencia y la voluntad del hombre. La estructura racional del ser podía ser aprehendida por la mente humana, y esta era una condición necesaria de la liber-tad: la realización de las potencialidades inherentes a la realidad. La «verdad» no era estrictamente una función de proposiciones formales; el criterio de la verdad era la realidad en proceso. Her-bert Marcuse ha explicado bastante bien esta idea de Hegel: «Algo es verdadero si es lo que puede ser, realizando todas sus posibili-

2 Karl Marx y Friedrich Engels, The German Ideology, Nueva York: International Publishers, 1960, pág. 26. (La ideología alemana, Montevi-deo: Pueblos Unidos, 2a. ed., 1968.) 3 Karl Marx, op. cit., pág. 114.

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dades objetivas.» 4 Por ejemplo, si un hombre es esclavo, conserva sin embargo cierta libertad para cambiar su condición. Siempre ha de verse la posibilidad de negar la relación implícita en el enun-ciado «un hombre es un esclavo». Para Hegel, la forma en que una cosa se manifiesta directamente no constituye aún su forma verdadera. Lo que se ve en primera instancia es una condición negativa, no las potencialidades reales de la cosa. Algo llega a ser verdadero «solamente en el proceso de superar esta negatividad, de modo que el nacimiento de la verdad exige la muerte del estado dado del ser ( ) Todas las formas son atrapadas por el movimiento disolvente de la razón, que las anula y las altera hasta que llegan a adecuarse a su no-ción» . 5 Por consiguiente, hay un aspecto revolucionario en la filo-sofía de Hegel. Los hechos dados, tales como aparecen, nunca pueden ser más que una verdad temporaria y parcial, pues solo representan una fase negativa en el desenvolvimiento de la verdad que se revela, precisamente, a través de la destrucción y la supe-ración de esta fase. Esta concepción dialéctica de la realidad, que uede hacerse re-montar hasta Aristóteles y aun hasta ciertos i oso os presocráticos, influyó de manera definitiva en_ el- pensamiento de Marx acerca_de

los fenómenos sociales .° El d-o-ininio de lo que les» siempre debe ser criticado y_puesto en tela de juicio-para-revelar-sus-posibilida-des intrínsecas. El orden fáctico existente es una negatividad tran-sitoria que -déhé- ser trascendida. No se puede comprender el orden existente, y menos aún liberar sus posibilidades,_si_no_sele_hace frtit--e—C-ríticamente y por úl-timo- se lo trasciende. Los datos no son «pc5-1-ifEros» ni el ordena fáctico cid-á-fe-Me es irii--dc-able.Tor el Coríti:ái15 puesto que este orden impone a los hombres una con-di-a-6n- subhumana de existencia, y_ ellos son por lo tanto menos de lo _que _pueden ser, deben luchar para cambiarlo.

ste eil se_cepone-al-del_positimismo.,_que considera loilechos como verdaderos en lajorma-en _que se -dan-inmediatnmente. Al rechazar Ios conceptos universales y reducir la verdad a lo obser-vable y v-iiifiabie - eñ-Tórma inmediata, los positivistas excluyen «del . dominio del conocimiento todo lo que todavía no puede, ser unhecli-o».7-1\11-ark, ----e-onio Hegel —al menos hasta cierto punto, en él—sisrema de este último—, se negaba a limitar la verdad a lo «dado» particular; creía firmemente «que las potencialidades de los hombres y las cosas no se agotan en las formas y relaciones dadas con las que puedan aparecer en la realidad...»

4 Herbert Marcuse, Reason and Revolution, Boston: Beacon Press, 2a. ed., 1954, pág. 25. 5 Ibíd., pág. 26. 6 Al respecto, Hannah Arendt ha observado que la «influencia de Aris-tóteles sobre el estilo de pensamiento de Marx me parece tan característica y decisiva como la influencia de la filosofía de Hegel». The Human Con-dition, Nueva York: Anchor Books, 1959, pág. 365. (Las bastardillas son mías.) 7 Marcuse, op. cit., pág. 113. 8 Ibíd., pág. 113.

Por supuesto, no debe interpretarse que para Marx «los hechos» no tenían ninguna utilidad o importancia; esto sería manifiesta-mente falso y absurdo. El caso es, por el contrario, que él siempre tenía presente el carácter transitorio de los hechos, que solo eran momentos negativos de un proceso histórico incesante. El presente orden fáctico del capitalismo, por ejemplo, debía ser esiiidia -do-- en detalle;- aunque solo fuera para aprender a negarlo. Lá poáibilidád de- revolución se basaba en ciertas condiciones económicas y polí-ticas manifiestamente objetivas, que era factible captar mediante un análisis de la estructura y las tendencias del capitalismo. Solo con este conocimiento fáctico podía Marx elaborar (como era su intención) una teoría general capaz cW91entar la acción revolu-cionaria de la clase obrera. Además, uña vez que llegaba a una generalización empírica o a una proposTón teórica que conside-raba verdadera, siempre aludía a lás condiciones históricas especí-ficas -a las -que se aplicaban. Por ejemplo, la afirmación de que las «relaciones de producción ► determinan el carácter de los hombres, incluyendo su conciencia, es estimada por Marx como un hecho sociocultural; pero esto es precisamente lo que él interpreta como una condición alienada del hombre. Por lo tanto, al mismo tiempo que describe el hecho, expone la naturaleza materialista del orden vigente, en el cual son en particular las relaciones de producción las que forman y deforman las relaciones humanas y despojan al hombre de su carácter humano. Así:

La afirmación de Marx es crítica, pues implica que la relación vigente entre la conciencia y la existencia social es una relación falsa, que debe ser superada antes de que la relación verdadera pueda manifestarse. La verdad de la tesis materialista debe, pues, realizarse en su negación. Marx subraya una y otra vez que su punto de partida materialista te ha sido impuesto por el carácter materialista de la sociedad que analiza .°

La comprensión errónea de este punto ha conducido a las peores deformaciones de la teoría de Marx, en las que se le atribuye exactamente lo contrario de lo que él creía, a saber, que su ideal era una sociedad materialista. En realidad, su ideal era invertir la relación prevaleciente entre el ser social y la conciencia social. En efecto, lo que Marx quería decir cuando hablaba de abandonar el dominio de la «necesidad ► para entrar en el de la «libertad», era que los hombres podían entonces comenzar a determinar de una manera consciente su propio destino. sti5---es---lo qu-E-Manr-sos, tuvo no solo en sus primeros escritos fi osóficos, sino también en su madurez. En El capital escribió:

producción El proceso material, no se despoja de su velo mítico hasta que no vital de la sociedad, que se basa en el proceso de la

9 Ibíd., págs . 273-74.

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se lo trata como la producción de hombres libremente asociados, que es conscientemente regulada por ellos de acuerdo con un plan establecido." Sún esto, como señalamos antes, Marx no consideraba el so-cialismo o el comunismo como fines en s

e a • ro • iedad • rivada a soca • acion • e os me os -de pro • ucción son los primeros pasos en-Ta_ábblición del

bajo a ena o. o es en m o aTguno inevítáble que esto conduzca a «una asociación en la cual el libie desarrollo de cada uno sea la co-ridiciót. el libre_desarroll&de todos». Elki-déPériderá ---creib que los hombies hagan con los recürsós socializados. Si los hom-bres no se asocian libremente y utilizan esos recursos para satis-facer sus necesidades humanas y promover su desarrollo humano, entonces la socialización de los medios de producción simplemente sustituirá una forma de sujeción por otra. Marx preveía este pe-

E ligro y prevenía contra la cosificación de la «sociedad» _y su en-frentamiento con el . _

Lo ue hay que evitar sobre todo es el restablecimiento de la « ocie , a » _como una abstracción frente aldís iniduo. Ériri u". 6---

es el ser „social. SU vida ( es, pues, una e xpr esión y usiia-con-firmación de la vida social.11

Por consiguiente, las necesidades y la libertad del individuo tienen una importancia básica en el ideal de Marx- condena, por ello, a`ro-d- sociedad que imponga una división del trabajo sin consi-derar la neEelida-d-de-hienestar yde máxima realización de-todos y cada uno de loflildivanos. Esta .es su principal crítica contra la sociedad de clases: crea una situación en la que todo el destino de un individuo está determinado - por la clase a la que-_pertenece y la función que se le ha asignado en el sistema de producción. Marx aclaró- en un pasaje famoso la diferencia entre esta situación y la que soñaba para el futuro:

La división del trabajo nos ofrece el primer ejemplo de cómo, mientras el hombre permanece en la sociedad natural [esto es, go-bernado por leyes inexorables, como las leyes de la naturaleza, sobre las que los hombres no tienen ningún control], es decir, en tanto existe un abismo entre el interés particular y el interés co-mún —y, por consiguiente, mientras la actividad no está dividida en forma voluntaria sino natural— los mismos actos del hombre se convierten en un poder extraño que se le opone, esclavizándolo en lugar de ser controlados por él. En efecto, tan pronto como se distribuye el trabajo, cada hombre tiene una esfera particular y exclusiva de actividad, que se le impone a él y de la que no puede escapar. Es cazador, pescador, pastor o un crítico criticón, y debe

10 Karl Marx, El capital, Moscú: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1954, vol. I, pág. 80 (El capital, México: Fondo de Cultura Económica, 3a. ed., 3 vols., 1965.) 11 Karl Marx, Economic and Philosophic Manvcripts, pág. 105.

seguir siéndolo si no quiere perder su medio de subsistencia. En cambio, en la sociedad comunista, donde nadie tiene una esfera exclusiva de actividad, sino que cada hombre puede realizarse en el ámbito que elija, la sociedad regula la producción general y, de este modo, me permite hacer una cosa hoy y otra mañana, cazar durante la mañana, pescar en la tarde, apacentar ganado al anoch'ecer y ser crítico después de la cena, según lo desee, sin convertirme por ello en cazador, pescador, pastor o crítico."

De Hegel, pues, tomó Marx el énfasis en el pensamiento crítico negativo, que integró a su conciencia intelectual. 13 Con Marx, sin embargo, el pensamiento dialéctico no es solo crítico y revolucio-nario, smo también empirico y socioTólES: -E-xplici- el -c-onflicio, por ejemplo, no abstractamente, sino en términos de relaciones salates concréTis y específicas. Una clase posee los mecnos de producción, mientras que la otra no los posee; esta es la base de las diversas formas de conflicto entre ellas. Marxi considera al sistema capitalista en su totalidad como basado en principios y tendencías antagónicos: existen «contradicciones» entre el carácter social de la producción y la institución de la propiedad privada, o entre el crecimiento de las «fuerzas productivas• y las «relaciones de producción» existentes; entre la producción para el uso .y la producción para el beneficio; entre la producción y el consumo y otras más, a todas las cuales llega Marx inductivamente. Para él, estos principios antagónicos tienen sus raíces en relaciones sociales definidas, y su razonamiento dialéctico es, por ende, to-talmente opuesto al sistema ontológico cerrado de Hegel. El pen-samiento de Marx es en todo aspecto un orden de verdad diferente del de Hegel y no se lo debe interpretar en términos de los con-ceptos filosóficos de este último. Para comprender esto es nece-sario examinar con mayor detalle la obra de Marx.

12 Karl Marx y Friedrich Engels, op. cit., pág. 22. 13 Sin embargo, a diferencia de su mejor amigo y colega, Friedrich En-gels, Marx no hizo ningún intento para codificar el razonamiento dialéctico en un sistema rígido igualmente aplicable a la naturaleza y a la sociedad. Una crítica a la concepción de Engels de la dialéctica y sus vacilaciones entre el hegelianismo y el positivismo puede hallarse en George Lichtheim, Marxism: An Historical and Critical Study (Nueva York: Frederick A. Praeger, 1962), y en el libro de Sidney Hook Reason, Social Myths and Democracy (Nueva York: The John Day Company, 1940). También se encontrará un breve examen crítico de la manera en que Engels trata la dialéctica, a veces como una ontología y a veces como un recurso heurís-tico, en mi estudio, publicado recientemente, Marxism: A Re-Examination (Princeton, New Jersey: Van Nostrand, 1967).

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9. De la filosofía social a la teoría social

Marx el oró su propia teoría de la relación entre la existencia socia y la conciencia social —la llama a concepción_ materialista -&-la-ifistoria—, en oposicióiialiecta a_la_concepci& idealista que sustentaba Hegel de dicha relación. Durante toda su vida, Marx reconoció su deuda intéTectual con ese «gran pensador», al co-quetear constantemente con el modo hegeliano de expresión. Sin embargo, creía que el pensamiento dialéctico había sufrido una mistificación en manos de Hegel. «El lo apoya sobre la cabeza. Es necesario darlo vuelta para descubrir el núcleo racional den-tro de la envoltura mística.» 1 ¿Cuál era este núcleo racional? «En su forma racional —escribía Marx— [la dialéctica] es un es-cándalo y una abominación para la burguesía y sus maestros doc-trinarios, porque en su comprensión y reconocimiento afirmativo del estado de cosas existente incluye también el reconocimiento de la negación de este estado, de su necesario derrumbe; porque concibe toda forma social desarrollada históricamente como en movimiento fluido y, por ende, toma en consideración tanto su naturaleza transitoria como su existencia momentánea; porque no se deja imponer nada y es esencialmente crítica y revolucionaria.» 2 En Hegel, además, el «estado de cosas existente» aparecía como una expresión de la Idea o Espíritu; al parecer, su concepto de la relación entre existencia y conciencia estaba invertido. Esto hizo repetir a Marx lo que ya había dicho en su juventud.

Mi método dialéctico no solo es diferente del hegeliano, sino que está en directa oposición a él. Para Hegel, el proceso vital del cerebro humano, esto es, el proceso de pensamiento, que —con el nombre de «la Idea»— él llega a transformar incluso en un sujeto independiente, es el demiurgo del mundo real, y este último no es sino la forma exterior, fenoménica, de «la Idea». Nta mí, por el contrario, el mundo ideal no es más que el mundo material reflejado por la mente humana, - y traducido a formas de pensam-lento.5-

Este era el punto de vista al que Marx había llegado en 1843, si no antes, después de desarrollar los rudimentos de su propia teoría en oposición crítica no solo a Hegel, sino también a los

1 Karl Marx, El capital, Moscú: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1954, vol. T, pág. 20. 2 Ibíd., pág. 20. 3 Ibíd., pág. 19.

hegelianos de izquierda o jóvenes hegelianos. Uno de estos, Bruno Bauer,_ había escrito dos ensayos sobre la llamada «cuestión ju-día», en los qué su - análisis de las causas de la persecución a los Indios y la solución que proponía se mantenían dentro de un marco teológico. En efecto, Bauer argüía que los judíos debían superar su parroquialismo religioso, abandonar su judaísmo, como requisito para su emancipación política y social. En respuesta, Marx sostenía que la religión no es la base sino la -manifestación de condiciones seculares. «No afirmamos que [los hombres] de-ban trascender su estrechez religiosa patálibératse -tle-stis limita-

cidria-Ia es. ular Sostenemos que trascenderán sti estrechez reli-

_ _ glosa cuando hayan superado sus limitaciones seculares. No ._ cónYertirmos las cuestiones seculares en cuestiones teorógieas; transformamos las cuestiones teológicas en cuestiones seculares.» 4 Como Bauer era un implacable enemigo de la religión, al igual que los otros hegelianos de izquierda, la solución que proponía era la crítica religiosa. Bauer, observaba Marx, simplemente había dado a la cuestión teológica: ¿quién tiene mayores probabilidades de alcanzar la salvación, un judío o un cristiano?, una forma más esclarecida: ¿quién es más capaz de emanciparse, un judío o un cristiano? Bauer no proponía que los judíos abandonaran el ju-daísmo por el cristianismo, sino que postulaba que cambiaran su credo por el cristianismo en disolución. Debían unirse para negar al cristianismo; habían de ser críticos y esclarecidos, y de este modo contribuir a la «humanidad libre». Así, para Bauer, la eman-cipación de los judíos era una cuestión de crítica religiosa. Ar-gumentaba que, puesto que es el cristiano, como cristiano, quien halla ofensivo el judaísmo, dejaría de considerarlo de este modo cuando dejara de ser cristiano. Por lo tanto, adoptando una ac-titud crítica y esclarecida hacia la religión cristiana, contribuyendo a disolverla, los judíos ayudarían a eliminar la causa de su perse-cución. El judío carga así con una doble responsabilidad; además de su propia labor, debe realizar también la labor del cristiano: la «crítica de los Evangelios», de la «vida de Jesús», etcétera.

rEAaespi,Awsta arx--exnone su enfoque, que es al mismo dempa_sociol ógico _y_revnbiridn rio Sociológico, 061-qtie postula la existencia de una_ condición social subyacente en el T¿riómenodel judaísmo, y revolucionario, porque es precisamente esta condición la que débé --abolirse para que el fenómeno desaparezca. 1V1earx intenta de este modo escapar a la formulación te -dIógica del pro-blema transformándolo en un problema secular, sociológico. ¿Cuál es la base secular del «judaísmo»? El autointerés, el egoísmo, el comercio, el dinero; en una palabra, el capitalismo. Explota aquí el doble significado de judentum, que en la lengua de la época significaba «comercio» tanto como judaísmo. 5

4 Karl Marx, Early Writings, traducido por T. B. Bottomore, quien tuvo a su cargo la edición; Londres: C. A. Watts and Co., Ltd., 1963, pág. 10. (Incluido en Marx-Engels, Obras escogidas, Moscú: Ediciones en Len-guas Extranjeras, 2 vols., 1950.) 5 En su estudio clásico From Hegel to Marx, Sidney Hook observó a este

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Marx aprovechó la oportunidad que le brindaron los ensayos de Bauer para exponer sus propios puntos de vista a los que había arribado recientemente. La esencia del sistema social vigente_era el comercio; el valor humano se medía por el valor de las mer-cancías de cada uno. En el sentido en, que_Marx usaba el tétlio jildentum, toda -15. so .tviLestaba, pues, doiminarli_por-un

tritu practico. Parafrasea un pasaje de Men and Manners in Ni-iica(Hombres y costumbres de América del Norte) de Thomas Hamilton, para demostrar en qué medida Mammón se había convertido en el ídolo del devoto habitante de Nueva In-glaterra: «A sus ojos, la tierra no es más que una Bolsa, y está convencido de que no tiene otro destino en este mundo que el de llegar a ser más rico que sus vecinos. El comercio se ha apoderado de todos sus pensamientos y no conoce más diversión que cam-biar objetos. Cuando viaja, lleva a cuestas sus mercaderías y su mostrador, por así decir, y solo habla de intereses o beneficios. Y cuando aparta la vista por un momento de sus negocios, solo lo hace con el fin de espiar los negocios de sus rivales.»° Para Marx, pues, la tarea de la época era emanciparse del comercio y el dinero. «Una organización social que aboliera las condiciones del comer-cio y, por ende, la posibilidad misma de él, haría imposible el judío.» 7 El judío, al igual que otros, debe reconocer esto. «En último análisis, la emancipación de los judíos es la emancipación de la sociedad del judaísmo», o de lo que él iba a llamar más tarde capitalismo. Al eliminar el comercio y sus condiciones, ya no es posible la conciencia comercializada. Marx criticaba a Bauer por permanecer en el ámbito del pensamiento puro y no reconocer el vínculo entre las formas de la conciencia religiosa y las condicio-nes reales de la vida social. En esencia, era la misma crítica que Marx dirigía a la concepción de Hegel. Inst._____ACLÍlica a la jilosofíadeLdeleHegel,* escritar la misma época que_ la_ respuesta__ Bauer, Marx trata la religión como un estadode alienación_yexpone las premisas de su propio punto de vista, algunas de las cuales podemos citar aquí:

La base de la crítica irreligiosa es la siguiente: el hombre hace la rerikiir, no la religión al hombre. La religión es, en verdad, - la auroconciaida y el autdseritir del hombre que aún no se ha en-contrado a sí mismo o que ha vuelto a perderse. Pero el hombre

respecto: «Aunque Marx estaba libre de prejuicios antisemitas, por des-gracia no era demasiado sensible al uso del término "judío", a menudo con adjetivos desabridos, como epíteto insultante.» Espero que sea super-fluo señalar que, al presentar el argumento de Marx tal como él lo for-mula, no estoy defendiendo esta costumbre. Los judíos habían desempe-ñado un papel manifiesto en el comercio europeo desde la Edad Media, y por esta razón la palabra «judío» se convirtió en sinónimo de «comer-ciante». Sobre este punto, se recordará que Werner Sombart atribuyó un papel fundamental a los judíos en la formación del capitalismo. 6 Karl Marx, Early Writings, pág. 35. 7 Ibíd., pág. 34. * Buenos Aires: Ediciones Nuevas, 2a. ed., 1965.

no es un ser abstracto, que se agazapa fuera del mundo. El hom-bre es el mundo humano, el estado, la sociedad. Ella [la religión] es la realización fantástica del ser humano mientras el ser humano no posee una realidad verdadera. El sufrimiento religioso es, al mismo tiempo, expresión del sufri-miento real y una protesta contra este. La religión es el suspiro de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón, el alma de condiciones desalmadas. Es el opio del pueblo. La abolición de la religión como felicidad ilusoria de los hombres ea-lá exigencia de una felicidad real. Pedir el abandono de sus ilu-siones acerca de su condición es pedir el abandono de una condi-ción que necesita de ilusiones. La crítica no ha quitado las flores imaginarias de las cadenas para que el hombre soporte a estas últimas sin fantasías ni con-suelo, sino para que se despoje de ellas y recoja la flor viva. La crítica de la religión desengaña al hombre a fin de que piense, actúe y modele su realidad como hombre que ha perdido sus ilu-siones y reconquistado su razón... Por lo tanto, la tarea de la historia, una vez disipado el otro-mun-do de la verdad, es establecer la verdad de este mundo. La tarea inmediata de la filosofía, que está al servicio de la historia, es desenmascarar la autoalienación humana en su forma secular, una vez que haya sido desenmascarada en su forma sacra. Así, la crí-tica del cielo se transforma en la crítica de la tierra, la crític—a de la religión en la crítica del derecho, y la crítica de la teología en la crítica de la política.8

Ya en este temprano ensayo, y algo más adelante, Marx esboza lo que iba a ser luego su teoría del cambio social y la revolución, y del papel que le cabe en ella a la clase obrera. 9 Esta breve revisión de los primeros escritos de Marx confirma el hecho de que elaboró su propia teoría en oposición crítica a los hegelianos, tanto viejos como jóvenes. Con excepción de Feuer-bach, cuyo gran avance, creía Marx, había sido hacer de «la rela-ción social "del hombre con el hombre" el principio básico de su teoría», ninguno de los hegelianos jóvenes había ido conceptual-mente mucho más allá de Hegel. Pero Feuerbach_había cometido un tipo diferente de error, el de los materialistas mecanicistas: había ignorado el aspecto dinámico y creador de la actividad hu-mana práctica. Por ello, la teoría de Marx (que toma en conside-ración este aspecto dinámico-1 no puede ser entendida apropiada-mente como un materialismo en - él seritido tradicional. Su —d-o-n ceoctón, tal comes él la caractetU6,«I -della distinguirse del idealis-mo y del materialismo, «a la par que constituye la unificación de la verdad de ambos» 1° Pasaremos ahora a examinar esta concep-ción, como teoría del hombre, la sociedad y la historia.

8 Ibíd., págs. 43-44. 9 Véase ihíd., en particular págs. 52, 58-59. 10 Karl Marx, Economic and Philosophic Manuscripts of 1844, Moscú: Ediciones en Lenguas Extranjeras, 1961, pág. 151.

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La teoría general

Las premisas de las que parte Marx son los seres humanos reales, de carne y hueso. Ante todo, estos hombres reales son organismos físicos, con necesidades físicas reales. Al igual que otros organis-mos, los hombres, para sobrevivir, deben entrar en una relación metabólica con la naturaleza. Los hombres sobreviven y se de-sarrollan solo interactuandp con la natunle_za, y esta interacción, al—s-érr1~-dé- su proceso vital, es indispensable en todas las circunstancias sociales. Esencialmente, pues, como en el caso de otros animales, la actividad principal y más importante del hom-bre, el trabajo, es la producción de vida, el mantenimiento del proceso vital. «Al producir sus medios de subsistencia, los hom-bres producen indirectamente su propia vida material.» " Sin embargo, a diferencia de todos los otros animales _no toman sim-préineritee la naturaleza lo que necesitan_ para el mantenimiento dé su vid

-da: ellos producen sus medíos de subsistencia. Si bien es

cierto' que aquello que producen y el modo como lo producen dependen en grados diversos «de la naturaleza de los medios reales que encuentran y que tienen que reproducir», es igualmente cierto que los hombres pueden modificar esos medios y de hecho lo hacen, con lo cual reducen su dependencia inmediata de las condiciones naturales. Así, pues, la actividad laboral de los hom-bres no es una mera adaptación a la naturaleza, sino una trans-formación consciente e intencional de las condiciones naturales. Los hombres se apropian de los materiales de la naturaleza y, mediante su modificación, crean un mundo superorgánico de ar-tefactos hechos por ellos. El hombre no es solo un animal labo-ran.s. sino también un horno Dber , que vive y actúa en dos mundos simultáneamente: el artificial y el natural. Para Marx, el proceso de trabajo no es , solo natural sino también

los hombres no producen aislados unos de los otros, sin_ o interactuando y cooperando entre sí. Los hombres actúan sobre la náliiraleza interactuando con otros hombres. «El hecho es —es-cribía Marx— que individuos determinados que son productiva-mente activos de una manera definida entran en ( ) relaciones sociales y políticas delimitadas.» Los individuos «producen mate-rialmente y son activos dentro de límites materiales, presuposicio-nes y condiciones determinados, independientes de su voluntad»." Los «límites materiales» se refieren tanto a las condiciones natu-rales como sociales que se imponen a los hombres. Si bien, en última instancia, es posible ampliar esos límites y cambiar las condiciones, en un momento dado los hombres nacen y actúan dentro del marco de las condiciones materiales existentes. Con palabras de Marx, el

11 Karl Marx y Friedrich Engels, The German Ideology, Nueva York: International Publishers, 1960, pág. 7. 12 Ibíd., pág. 13.

...modo de producción no debe ser considerado simplemente como la reproducción de la existencia física de los individuos. Más bien, es una forma definida de actividad de estos individuos, una forma definida de expresar su vida, un modo definido de vida. Tal como los individuos expresan su vida, así son. Lo que son, pues, -coincide con su producción, tanto con lo que producen cómo con el modo de producirlo. La naturaleza de los individuos depende, por consiguiente, de las condiciones materiales que de- _ terminan su producción."

El «modo de producción» es el concepto general que empleó Marx para abarcar el complejo proceso por el cual los hombres interactúan simultáneamente con la naruraleza y entre sí. Hay- una re-ración dialéctica entre los dos tipos de condiciones: la inter-acción de los hombres con la naturaleza determina el carácter de sus relaciones sociales, mientras que el carácter de sus relaciones sociales determina su modo de interacción con la naturaleza. Es-tas afirmaciones no son dogmas para Marx. Por el contrario, in-siste en que es necesario «poner de manifiesto empíricamente y sin ninguna mistificación y especulación el nexo de la estructura social y política con la producción')." Al emplear los conceptos de «fuerzas productivas» y «relaciones de producción», Marx es-tableció las proposiciones básicas de su teoría general en su pre-facio a la,_ Contribución a la crítica de la economía política:

En la producción social que llevan a cabo, los hombres entran en relaciones definidas, que son necesarias e independientes de su voluntad; estas relaciones de producción corresponden a una etapa determinada de desarrollo de sus fuerzas materiales de produc-ción. La suma total de estas relaciones de producción constituye la estructura económica de la sociedad, el fundamento real sobre el cual se elevan las superestructuras jurídicas y políticas y al cual corresponden formas definidas de conciencia social. El modo de producción de la vida material determina el carácter general de los procesos sociales, políticos y espirituales de la vida. No es la conciencia de los hombres lo que determina su existencia, sino, por el contrario, su existencia social la que determina su concien-cia. Al llegar a cierta etapa de su desarrollo, las fuerzas materiales de producción de la sociedad entran en conflicto con las relaciones existentes de producción, o —lo que solo es la expresión jurídica del mismo hecho— con las relaciones de propiedad en cuyo marco habían actuado antes. De formas de desarrollo de las fuerzas de producción, esas relaciones se convierten en trabas de las mismas. Se inicia entonces un período de revolución social. Con el cambio del fundamento económico, toda la inmensa superestructura se transforma más o menos rápidamente. 15

13 Ibíd., pág. 7. 14 Ibíd., pág. 13. 15 Karl Marx, Contribution lo the Critique of Political Econonty, Chica-go: Charles H. Kerr and Company, 1904, págs. 11-12.

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Por «fuerzas materiales de producción», que aquí llamaremos `,«Ii—erías productivas», Marx entiende la actividad productivalos Individuosreales en sus_relaciones de cooperación- Una «fuer-za productiva» es, pues, primero y ante todo, una fuerza_losial. jEfirrie de-m- o—s por social la cooperación de varios individuos, sean cuales fueren las condiciones, la manera y el fin de dicha coope-ración. Se sigue de esto que un cierto modo de producción, o etapa industrial, se combina siempre con un cierto modo de cooperación, o etapa social, y este modo de cooperación es en sí mismo una "fuerza productiva". » 16 Los hombres producen —se apropian y transforman los materia-les de la naturaleza— solo

. . . cooperando de cierta manera e intercambiando sus activida-des. Para producir, establecen entre sí relaciones y vínculos socia-les definidos, y solo dentro de ellos actúan sobre la naturaleza, solo dentro de ellos se efectúa la producción. Estas relaciones sociales en las cuales entran los productores, las condiciones bajo las que intercambian sus actividades y participan en el acto total de la producción, varían, naturalmente, según el carácter de los medios de producción."

Marx ejemplifica esto último, el hecho de que las relaciones va-ríen según los medios de producción, del siguiente modo: «El trabajo se organiza y se divide de manera diferente según los ins-trumentos de que se disponga. El molino de mano presupone una división diferente del trabajo que el molino de vapor.» 18

Por consiguiente, no hay nada místico en la expresión «fuerza productiva» tal como la utiliza Marx. Incluye, ante todo, la fuerza de trabajo real de los hombres que trabajan. Es la fuerza social de estos trabajadores vivos, mediante la cual producen los medios para satisfacer las necesidades naturales y sociales de su existen-cia. Por lo tanto, incluye a los trabajadores, a los instrumentos de producción que emplean y a la forma definida de cooperación, condicionada por los instrumentos y medios de producción. Todo lo que aumenta la productividad de la potencia humana de trabajo aumenta las «fuerzas productivas» de la sociedad. Por consiguien-te, si bien este concepto denota el dominio de la naturaleza por el hombre tal como se expresa en el avance de la técnica, la ciencia y los instrumentos de producción, también incluye la organización social de la producción, esto es, la cooperación y la división del trabajo entre los hombres. Aunque pueden surgir, y de hecho

16 Karl Marx y Friedrich Engels, op. cit., pág. 18. (Las bastardillas son mías.) 17 Karl Marx, «Wage Labor and Capital», en Marx y Engels, Selected Works, Moscú, Ediciones en Lenguas Extranjeras, vol. I, 1950, pág. 83. (Incluido en la vers. cast. de las Obras escogidas de Marx y Engels, antes citada.) 18 Karl Marx, The Poverty of Philosophy, Moscú: Ediciones en Lenguas Extranjeras, pág. 127. (Vers. cast.: Moscú, 1954.)

surgen, problemas técnicos como resultado, por ejemplo, de lo inapropiado de una determinada organización del trabajo para ciertos instrumentos de producción, no es esto lo que Marx quería significar cuando escribió que, en determinada etapa de su desa-rrollo, las fuerzas productivas entran en conflicto con las «rela-ciones de producción» existentes. La_frase «relaciones de producción», cómo él mismo declnaasocró,

\ día a las «relaciones de propiedad» Fundamentales de_ u dad. En el proceso de la producción, los hombres trabajan con otros hombres, pero también trabajan para otros hombres, Bajo el capitalismo, los que poseen y controlan los medios _de produc-ción tienen gran Poder sobre quienes no los poseen ni controlan; estos, que han sido separados de sus medíos de producción y que —por ende— solo poseen su fuerza de trabajo, sirven y obede-cen: Así, el concepto de relaciones de propiedad se convierte en el punto de partida de la teoría de las clases de Marx. Pero es también un concepto importante en su teoría del cambio social y de la revolución. En la primera fase del desarrollo de un sistema, las relaciones de propiedad facilitan el crecimiento constante de las fuerzas pro-ductivas. En las fases pósteriores de su desarrollo, las relaciones de propiedad existentes retardan y _traban el crecimiento de las fuerzas productivas. Es necesario «hacer estallar» estas relaciones de propiedad para permitir el crecimiento posterior de las fuerzas productivas. Los obreros, actuando como clase, liberan las fuerzas que existen potencialmente en el trabajo social mediante su ac-ción revolucionaria En este sentido, la revolución de los obreros es un acto constructivo, porque libera la productividad social de las ataduras impuestas por las relaciones de propiedad capitalistas. La teoría de Marx, por tanto, no es meramente tecnológica. La tensión entre fuerzas productivas y relaciones de propiedad no es una mera falta de ajuste entre las innovaciones técnicas y su aplicación social. De acuerdo con dicha teoría, es imposible medir con exactitud las fuerzas productivas de una sociedad fuera de las relaciones sociales formales en cuyo marco operan; no es fac-tible evaluar las fuerzas productivas exclusivamente en términos de las ciencias de la naturaleza y la tecnología. A lo sumo, se puede hacer solo una estimación razonable de cuál sería el po-tencial de una tecnología determinada bajo diferentes relaciones de propiedad. Los meros cambios técnicos son, pues, inadecuados para la liberación de las fuerzas productivas. Así, Marx considera que el «modo de producción» se compone de—dos-partes: relaciones de propiedad y fuerzas productivas. Las reraCiones de propiedad pueden promover o trabar el crecimiento de las fuerzas productivas. No puede medirse el potencial de estas fuerzas solo por un cálculo tecnológico; en cambio, se lo puede liberar mediante la eliminación de relaciones de propiedad anti-cuadas. Con la supresión de estas relaciones de propiedad y el establecimiento de formas de organización nuevas y más flexibles, se facilita el ulterior desarrollo de las fuerzas productivas y de

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nuevas formas de actividad humana. A medida que cambia el «modo de producción», se modifican de manera concomitante otras esferas de la conducta social (o subsistemas), por ejemplo, la jurídica, la política y la ideológica. Así formulada, no hay ambi-güedad alguna en la teoría de Marx. Afirma inequívocamente que la estructura económica cambiante de una sociedad determina trans-formaciones en su estructura social como un todo, y en la con-ciencia de sus miembros. Para Marx, pues, las ideas y las concepciones, lejos de tener una existencia independiente, están íntimamente vinculadas con la ac-tividad material y el intercambio social de los hombres reales. La religión, la moral, la filosofía y el derecho —en una palabra, la ideología— no tienen historia o desarrollo propios. Cuando se habla de la historia de la religión, del derecho, etcétera, se abs-traen las ideas de la vida real; se cosifican conceptos que no tienen ninguna existencia separados de los hombres vivos. Las ideas no existen ni cambian. Son los hombres vivos quienes cam-bian, junto con las condiciones materiales de su existencia, y también cambian «su pensamiento y los productos de su pensa-miento». Para aclarar el vínculo entre la existencia social y la conciencia social, Marx postula una etapa en la que constituían una unidad. Antes de toda división del trabajo entre las actividades materiales y mentales de los hombres, su «hacer» y su «pensar» estaban es-trechamente entrelazados. Así, aunque toda la actividad humana tenía lo que podríamos inclinarnos a considerar, por ejemplo, como aspectos políticos, religiosos y jurídicos ( es decir normati-vos) estos aún no constituían esferas separadas y distintas. Eran, según palabras de Marx, «la emanación directa de su conducta material»." En estas circunstancias, no había individuos particu-lares que fueran practicantes profesionales de la política, el dere-cho, la religión, etcétera. La actividad mental, aún no divorciada de la actividad general del hombre, todavía no había adquirido siquiera el aspecto de una existencia autónoma. Las relaciones so-ciales existentes entre los individuos se expresaban simultánea-mente como relaciones políticas y jurídicas. Sin embargo, con una nueva división del trabajo, entre actividades materiales y menta-les, las relaciones políticas y jurídicas

. deben asumir una existencia independiente frente a los indi-viduos. En la lengua, tales relaciones solo pueden expresarse como conceptos. El hecho de que estos universales y conceptos sean aceptados como poderes misteriosos es una consecuencia necesaria de la existencia independiente que han asumido las relaciones reales de las que son expresión. Además de su aceptación en la conciencia cotidiana, estos universales adquieren además especial validez y llegan a un ulterior desarrollo por obra de los científicos de la política y los juristas, a quienes, como resultado de la divi-

19 Karl Marx y Friedrich Engels, op. cit., pág. 14.

sión del trabajo, se les asigna el culto de esos conceptos y quienes ven en ellos, y no en las relaciones de producción, la verdadera base de las relaciones de propiedad reales."

La nueva división del trabajo dio origen a una variedad de esferas ideológicas distintas, cada una de ellas con sus propios profesio-nales, interesados entonces en mantener sus respectivas esferas. No obstante ello, Marx considera que estas esferas dependen aún en grados variables —en cuanto a su carácter, su cambio y su desarrollo— de las relaciones de producción existentes. Por ejem-plo, Marx afirma que las ideas dominantes en toda época sonAas ideas cte-TáZtáse dorniñan'te. Esta cláSe, al - tener a su disposición los Medios de la producCión material, controla también los medios de la producción mental y, de este modo, trata de imponer sus ideas sobre aquellos , que no poseen ní controlan naja—Las_ideas dominantes no son nada más que la expresión mental de las re-laCiones dominan–tes. -La clase gobernante no necesita ocuparse personalmente de desarrollar o difundir estas ideas. La división del trabajo ha creado un grupo especial de ideólogos cuya tarea principal y fuente de vida es desarrollar y perfeccionar las ilusio-nes de la clase acerca de sí misma y defender ideológicamente sus intereses. Pero no debe suponerse que hay una relación biunívoca entre la clase y sus voceros. Por el contrario, siempre es posible que se produzca un distanciamiento, hostilidad y hasta oposición entre ambos. Sin embargo, hay ciertos límites objetivos para tal distan-ciamiento. En una de sus primeras conceptualizaciones de este pro-blema, Marx afirmaba que, en el caso de una colisión entre la clase y sus voceros, capaz de amenazar los intereses de aquella, estos finalmente prevalecerán. El distanciamiento desaparecerá, y con él la ilusión de que las ideas dominantes no eran las ideas de la clase dominante y tenían poder independientemente de ella. 21

La división del trabajo, en general, como se recordará, era para Marx una condición negativa, pues si bien aumentaba la fuerza productiva de los hombres, también los aprisionaba en estrechas esferas de actividad de las que no podían escapar sin perder sus medios de vida. La base material de la futura emancipación hu-mana, el desarrollo de las fuerzas productivas, costaba mientras t`alito un precio muy alto. Marx exploró este proceso detallada-mente en su obra principal: El capital.

20 The German Ideology, citado en T. B. Bottoraore y Maximilien Rubel, Karl Marx: Selected Writings in Sociology and Social Philosophy, Londres: Watts and Company, 1961, pág. 78. 21 Karl Marx y Friedrich Engels, op. cit., págs. 39-43.

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10. La sociología marxista del trabajo alienado

Das Kapital, o El capital podría haberse titulado con igual pro-piedad Die At-Wqr rEl trabajo); pues, en toda su extensión, y paiticülarrnéñte en' --el primer volumen, es un estudio sociológico daitruii- 6- &él trabajo alienado. Al mismo tiempo, Marx explora -allí con detalle los aspectos que considera fundamentales del sis-tema capitalista en expansión: sus fuerzas productivas en desarro-llo y sus relaciones de producción básicas. El capital es, pues, un cuidadoso examen de las condiciones existenciales cambiantes de los hombrés y, siiiiiittlfié-a-Frie—nle; Te-- su car-ácter y conciencia en ¡SKS-ceso -de cambio. Es-la -documentación desu tesis de que en el 15i-beeso -de la prbducción material los hombres modifican, junto Con las condiciones de su existencia, toda su estructura psico-lógica. Marx llamaba a la primera fase del desarrollo de las fuerzas pro-ductivas en el modo capitalista de producción, «cooperación sim-ple». Si bien la cooperación es una característica de toda producción en gran escala, la cooperación simple predomina durante el perío-do en el cual el capital opera en gran escala, pero la división del trabajo y la maquinaria desempeñan un papel secundario. «Un_ número mayor de operarios que trabajan juntos, al mismo tiempo y en el -mismer -lug-ar, ---p-áfá- producir el mismo tipo de mercancía bajo las órdenes de un capitalista, constituye, histórica y lógica-mente,- el punto de partida de la producción capitalista.» 1 La cooperación de esta especie se encuentra principalmente en la ma-nufactura en sentido estricto, es decir, en la producción manual. Así, en estas primeras etapas, la producción solo se distingue de la producción artesanal de las corporaciones por el mayor número de obreros que emplea en forma simultánea uno y el mismo capitalista. Aquí, se hace hincapié_en la , fuerza socialmente pro-ductiva que surge al agrupar a muchos hombres para que traba-jen uno al lado del otro y cooperen entre sí. El capitalista paga a cada obrero su fuerza de trabajo individual y percibe más de lo que ha pagado. Obtiene entonces su ganancia en forma directa de la cooperación, de la nueva fuerza socialmente productiva. El capitalista no podía ganar tanta plusvalía empleando doce hom-bres aislados, cada uno de los cuales trabajara doce horas, como empleando doce hombres que trabajaran juntos y cooperaran du-

1 Todas las citas de este capítulo (cuyas páginas se hallarán después de cada cita) están tomadas de Karl Marx, El Capital, Moscú: Ediciones en Len-guas Extranjeras, vol. I, 1954. Esta frase aparece en la página 322.

rante doce horas. Además, sin que nadie lo percibiera, el incre-mento de la escala de producción, junto con el estrechamiento de la «liza» —es decir, la reunión de muchos obreros bajo el mismo techo— creó los requisitos para el posterior desarrollo de las «fuerzas productivas», algo imposible de lograr cuando los obre-ros y los medios de producción están aislados y dispersos, como sucede en el sistema de pequeñas industrias domésticas (cottage system), por ejemplo. Para Marx, esta forma de cooperación , caracterizó a la _ .primera fá%-é--d-e-1 capitalismo y fue una importante fuerza productiva nue-va. Era novedosa, no porque no hubieran existido antes en la historia ejemplos de cooperación simple, sino a causa de que la utilización y el crecimiento de esta fuerza productiva dependían ahora de «relaciones de producción» específicas. La existencia de grandes reservas de capital se convirtió en un requisito para la cooperación de muchos obreros. Estos solo podían cooperar si eran empleados simultáneamente por el mismo capitalista. En el caso específico del capitalismo inglés del período considera-do, se impusieron esas «relaciones de producción»: por una parte capitalistas con medios de producción apropiados y dinero, y por la otra, obreros sin unos ni otro. En esta fase, pues, las «relacio-nes de producción» aún no se habían convertido en cadenas, y las «fuerzas productivas» todavía no habían entrado en conflicto con ellas. Por el contrario, las relaciones existentes brindaron el mar-co dentro del cual podían continuar desarrollándose las fuerzas productivas. La concentración de los medios de producción en manos de los capitalistas se convirtió en el requisito para la co-operación de muchos obreros, y la medida de su cooperación de-pendió del grado de concentración. Todo el proceso se basó en las relaciones de producción o relaciones de propiedad capitalistas. Si la primera fase de la manufactura se caracterizó por una forma relativamente simple de cooperación, la fase siguiente se basó en tina división del trabajo más compleja. La manufaCtúra —suigé del artesanado, en algunos casos uniendo los oficios que antes eran independientes y en otros agrupando a los miembros de un mis-mo oficio. Y esta unión de los oficios que los funde en una misma organización Pioductiva cuyas partes son seres humanos es lo que distingue a la manufactura como fase nueva en el crecimiento de lás fuerzas productivas. Dicha fase mantiene un carácter artesanal porque cada operación todavía se realiza a mano y, por lo tanto, depende de la habilidad y destreza del trabajador individual en el manejo de las herramiéntas. Pero, puesto que ahora solo realiza una operación simple, el tra-bajador se aliena de algunas de las prerrogativas creadoras que tenía antes. Todo su cuerpo se convierte en una «herramienta automática y especializada para esa operación» (pág. 339). Lo que pierde en posibilidad creadora lo gana en eficiencia. El obre-ro emplea ahora menos tiempo en realizar la operación específica que el artesano que debe realizar sucesivamente la serie com-pleta de operaciones. La división del trabajo entre muchos obre-

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ros., cada uno de los cuales tiene su operación especializada, es la base del si5tPlna, productivo lIgniaclo manufactura nueva orga- nización bajo la cual se incrementa la fuerza de trabajo socialinen-

tiva. Bajo el sistema capitalista se logra esta nueva fuer-za productiva en la manufactura concentrando la potencia ya exis-tente en la sociedad en su conjunto. Así, la manufactura, según Marx, «... produce la habilidad del trabajador de detalle, repro-duciendo y llevando sistemáticamente hasta el fin, dentro del ta-ller, la diferenciación natural de los oficios ya establecida en la sociedad» (pág. 339). Ya en esta temprana etapa del desarrollo del capitalismo, el em-presario capitalista comprendió que todo lo que interrumpe el «flujo constante» del proceso de trabajo reduce también sus be-neficios. La producción de mercancías en un tiempo de trabajo mínimo, cuestión que no era tenida en cuenta para nada bajo el sistema de las corporaciones, adquirió entonces fundamental _im-portancia. Disminuir el tiempo de trabajo necesario para la pro-ducción de mercancías era imposible mientras el obrero tuviera que realizar una serie de operaciones parciales que le exigían, al mismo tiempo, cambiar de lugar y cambiar de herramientas. Estos traslados interrumpían el flujo de trabajo, produciendo blancos en la jornada laboral que debían ser llenados atando al obrero a la misma operación durante todo el día. Según Marx, el relleno de esos blancos logrado por la manufactura dio como resultado un nuevo aumento en la potencia productiva del trabajo, en las fuer-zas productivas, bajo el capitalismo. La concentración de la producción de los diversos oficios e in-düstrias en un taller también hizo necesario efectuar cambios en las herramientas utilizadas. A diferencia del artesano, que usaba unas pocas herramientas para realizar muchas operaciones, el obre-ro empleó una herramienta especial para cada operación especiali-zada. Al respecto, dice Marx: «La manufactura se caracteriza por la diferenciación de los instrumentos de trabajo, diferenciación por la cual los instrumentos de un tipo determinado adquieren formas fijas, adaptadas a cada aplicación particular; y por su especialización, cada instrumento especial alcanza su plena utili-dad solo en manos de un trabajador parcelario específico» (pág. 341). Marx consideraba que este avance fue importante por una serie de razones. Constituía en sí mismo una nueva revolución de los medios de producción. Además, provocó cambios radicales en el mundo del trabajo. Las viejas formas sociales estaban en descom posición y sus elementos se convirtieron en partes de una nueva organización social del trabajo. La transformación del obrero en trabajador parcelario no podía prZatiCifle-, -"Ereli"Marx, sin origi-nar al mismo tiempo importantes cambios en el carácter y la p-EFIóriaTida- d del obrero. La división del trabajo cada vez más compléja alienaba al obrero de sus facultades creadoras y, por cotiligitiente, lo disminuía como ser humano. La mayor producti-vidad de la nueva organización del trabajo era posible, precisa-

mente, por la división, la clasificación y el agrupamiento de los obreros según sus funciones específicas. Se da a la organización todo lo que se quita al obrero en cuantd–ahabilidad artisttca, capacidad creadora y facultades reflexivas -._Las deficiencias del segundo se convierten en las virtudes .de la primera. La organi-zación se ha enriquecido como totalidad alienando al obrero de sus facultades individuales. Además, la manufactura crea una jerarquía del trabajo. Si bien los obreros están ahora encadenados a funciones limitadas, se ubica a estas en una jerarquía y se las distribuye entre aquellos de acuerdo con sus habilidades socialmente adquiridas. En la parte inferior de la jerarquía se hallan los que realizan las mani-pulaciones más simples, las que cualquiera puede efectuar. Aquí, en contraste con la producción de los gremios, la manufactura da origen a una clase de obreros no especializados, clase desconocida en la producción artesanal. Al describir este cambio, Marx escri-bió: «Si por una _parte [la manufactura] desarrolla una especia-lidad m-onofacética hasta la perfección; a expensas de la - Caliaérd-ad total de trabajo del hombre, por otra comienza a convertir en una especialidad la ausencia de todo desarrollo. Junto a la grada-ción jerárquica, establece la simple división de los trabajadores en especializados y no especializados» (pág. 350). Marx quiere destacar el crecimiento de la fuerza de trabajo social-rñente productiva, su dependencia de las relaciones de propiedad capitalistas y el precio que el obrero individual paga por este aumento de la productividad. Para él, las tendencias principales del sistema capitalista se afirman en este período. En primer tér-mino, la expansión del capital concomitante con su concentración en unidades cada vez mayores ya se manifiesta con claridad en la fase manufacturera. En segundo término, este proceso, junto con la fragmentación de los viejos oficios y la conversión de los artesanos en trabajadores parcelarios, tiene como consecuencia la alienación del obrero de sus facultades creadoras humanas. . El conocimiento, el juicio y la voluntad, que antes eran funciones —al menos hasta cierto punto— de los artesanos individuales, se convierten ahora en funciones de la organización productiva como un todo. El obrero se «enfrenta con las potencias intelectuales del proceso material de la producción como con la propiedad del otro, como con un poder dominante» (pág. 361). El proceso que comenzó en la cooperación simple, donde el capitalista represen-taba para el obrero el poder y la voluntad del trabajo asociado, se hizo más pronunciado en la manufactura, que redujo al obrero a la condición de trabajador parcelario. Si en la manufactura la revolución en los medios de producción comenzó con la organización de la fuerza de trabajo, en la indus-tria moderna se inició con los instrumentos de producción. Para Marx, la maquinaria y su empleo en la industria moderna es la fase más importante del desarrollo del modo capitalista de producción. Aunque en sus comienzos se funda totalmente en la manufactura, la producción mecánica se aparta luego del sistema anterior.

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En contraste con la manufactura, donde el proceso productivo se a-d-ji-Dfiba-á-la-s-hagi-lidades - del obrero, el sistema . mecánicoobligó al obrero a adaptarse a la máquina. Desaparece el principio sub-jetivo y se examina objetivamente todo el proceso. Se divide la producción en una sucesión de fases, y se resuelve cada una de estas fases por medio de máquinas. Ahora se considera al sistema total más eficiente cuanto más continuo es el proceso, cuanto menos interrupciones hay entre sus diversas fases y cuanto mayor es el uso que se hace de la maquinaria para pasar de una fase a otra, en lugar de efectuar el cambio manualmente. En su examen del desarrollo del modo capitalista de producción, Marx fue uno de los primeros que describió en forma detallada el cambio del papel del obrero y los efectos de la máquina sobre él. Explicó, por ejemplo, cómo la vieja división del trabajo, aun-que desplazada por la maquinaria, se mantenía en la fábrica bajo una «forma más horrible» aún. «La especialización vitalicia en el manejo de una misma herramienta , seconviéTtéáhóra en la espe-cjalización vitalicia en él cuidado de una misma máquina.-»-De esta manera, la dependencia del obrero con respecto a la fábfica y, por lo tanto, al capitalista es completa. En la manufactura, -eroWero usaba la herramienta; en la fábrica, la máquina lo usa a 0.--Erréias circunstancias, las facultades intelectuales del obrero se- vi—iél-v-éri siiISEffluai y desaparecen ante las gigantescas fuerzas Iísicas de 'a organización fabril total y la mente que tras ella se oculta. Marx considera crítica esta fase del desarrollo del modo capita-lista de producción. En el curso de ella, la industria moderna acelera la concentración del capital y conduce al predominio ex-clusivo del sistema fabril. Destruye todas las formas anteriores de producción y las reemplaza por la moderna forma capitalista y por el poder directo y manifiesto del capital. Pero dicho proceso, según Marx, también engendra la oposición directa al imperio del capital. El proceso que lleva al poder del capital también lleva a «las contradicciones y antagonismos de la forma capitalista de producción, con lo cual crea, junto con los elementos necesarios para la formación de una nueva sociedad, las fuerzas para destruir la vieja» (pág. 503). Resulta claro, pues, que para Marx el desarrollo de las fuerzas pi-oductivas bajo el capitalismo, desarrollo que es la base social y técnica de la futura emancipación del hombre, era, hasta enton-ces, una manifestación de la creciente alienación de este. El hom-bre pierde cada vez más el control del proceso de producción. Solo con la pérdida creciente de sus facultades humanas dado-ra-s7-Córifribilye el obrero al incremento de la organización produc-tiVi.Por lo tanto, lejos de abandonar el concepto de alienación, Marx aguzó y concreto su significado: lo vinculó con la desbuma-nii.ición cada día mayor del hombre en las condiciones del capi-talismo industrial. La réplica revolucionaria de Marx a esta situación es bien cono- cida: si bien nunca podrá abolirse totalmente el trabajo —pues es el proceso por el cual los hombres producen y reproducen su

vida misma— en cambio puede eliminarse de la experiencia hu-mana el trabajo alienado, la explotación y la opresión. Quienes sufren más directamente por estas condiciones, los trabajadores, tarde o temprano las juzgarán intolerables y arrancarán el capital y el poder de las manos de sus opresores. A partir de entonces, y-con la posterior abolición de las clases y de los conflictos de clases, los hombres podrán algún día llegar a una situación en la que «el libre desarrollo de cada uno conduzca al libre desarrollo de todos>. A los ojos de la posteridad, pues, y aunque sus contemporáneos no las hayan juzgado de igual modo, las ideas de Marx fueron las más acuciantes de todas las expuestas en el transcurso del siglo xix. En nuestro siglo se hicieron revoluciones en su nombre, y formas diversas de «marxismo» continúan agitando a grandes masas humanas en todo el mundo. En este libro no podemos ni siquiera comenzar a estudiar dicho fenómeno ni la relación de los diversos «marxismos» con el original. En cambio, nos con-centraremos en' la reacción intelectual frente a Marx (y al mar-xismo), que tuvo lugar después de su muerte en los diversos círculos académicos de Europa. Esto nos lleva al segundo tema de este libro: la reacción crítica frente a Marx; pues de igual modo que la «sociología» surgió en el siglo xIx como parte de la reacción conservadora frente a la filosofía del Iluminismo, así también en el siglo xx una gran por-ción de la sociología tomó forma en el choque crítico con las teorías de Karl Marx.

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