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    ENSEAR HOYUna introduccin a la Educacin en Tiempos de Crisis

    Contra el desamparoPerla Zelmanovich

    En la Argentina, ms de la mitad de los chicos viven bajo la lnea de pobreza. Losmedios de comunicacin revelan cifras que alarman, inquietan, asustan. Muestrana jvenes de trece, catorce, quince aos que roban, se roban y a los que les robansus jvenes vidas.En un aula de capacitacin, una docente increpa a su profesora:"Primero resolveme el hambre y despus hablamos. [...] Es que ahora no se tratade que trabajemos con chicos pobres, ahora nos toc a nosotros tambin; tambin

    nosotros somos pobres".Escenas de hambre, de violencia y de desamparo, escenas en las que convivenchicos y grandes, nios, jvenes y adultos, todos "igualmente" vulnerables. S eldesamparo, como reza el diccionario, es la "falta de recursos para subsistir", a lafalta de comida, de techo, de salud, de seguridad, se suman la fragilidad y lainconsistencia de los discursos que sostienen el vnculo social. Todos, grandes ychicos, son testigos del debilitamiento de un tejido simblico que estructura losideales y las creencias. As, la contingencia dramtica de los acontecimientos seve potenciada en sus efectos por el empobrecimiento de las significaciones quebrindan el amparo necesario frente a lo incomprensible.Pero la posibilidad de dar sentido a lo que se ubica en los confines de la

    racionalidad, se hace factible si hay un Otro' que mantiene algn grado deintegridad para situar en una trama significativa lo que irrumpe de la realidad. EseOtro es, por ejemplo, el personaje del padre en la* Perla Zelmanovich es licenciada en Psicologa (Universidad de Buenos Aires) y egresada delposgrado en Capacitacin Docente de la Facultad de Psicologa (USA). Desarroll tareas de gestin ydiseo de proyectos y materiales para la capacitacin docente a nivel nacional y de la Ciudad deBuenos Aires.' El uso de la mayscula para nombrar al Otro intenta dar cuenta del peso significativo que tiene parael nio la palabra del adulto de quien depende.

    pelicula de Roberto Benigni, La vida es bella, quien sostiene para su hijo una

    escena ldica que pone un velo de significaciones a esa realidad inexplicable delos campos de concentracin, a la que tambin l se halla sometido.' Velo que seconvierte en proteccin y amparo para el nio. Esto nos hace pensar que, inclusoen las condiciones ms penosas, el recurso de dar sentido posee una fuerza vitalextraordina ria al ejercer con eficacia una funcin de velamiento, no en el sentidode la mentira, sino en el sentido de una distancia necesaria con los hechos, quepermite aproximarse a stos sin sentirse arrasado por ellos. Se trata de unaespecie de pantalla, de trama que hace las veces de intermediacin, capaz de

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    generar condiciones mnimas para una posible subjetivacin de la realidad, unadelgadsima malla que recubre la crudeza de los hechos, que le brinda laposibilidad a quien la padece, de erigirse como sujeto activo frente a lascircunstancias, y no mero objeto de stas. As, la organizacin de ideales o lailusin de un proyecto permite atemperar el sinsentido.

    Qu posibilidades tiene hoy la escuela de tejer esa trama de significaciones queatempera, que protege, que resguarda y que posibilita por esa va el acceso a lacultura, cuando la realidad se presentacon la virulencia que conocemos? Qu mrgenes tenemos hoy los adultos quehabitamos las escuelas de constituirnos en "esos Otros que mantienen algngrado de integridad" para tejer una trama significativa que aloje lo que irrumpecomo una realidad, muchas veces irracional, cuando tambin nosotros noshallamos vulnerados por las mismas circunstancias?2 La pelcula italiana La vida es bella muestra desde una historia de ficcin cmo en una situacin deextrema vulnerabilidad -como es la experiencia de los campos de concentracin- un padre elige, enmedio de su propio desconcierto, privilegiar el cuidado del nio. Este cuidado se expresa en elesfuerzo que realiza por ponerse en el lugar del pequeo, luego de que los soldados nazis los llevande su casa a un campo. En adelante, el padre construye para el nio una escena imaginaria, con unsignificado soportable y explicable de esa realidad que irrumpe en sus vidas con toda la furia.Construye para su hijo una escena ldica y tramita su propia incertidumbre con otros adultos. Lapelcula plantea un caso extremo y nos permite sostener la idea de que el adulto tiene laresponsabilidad de preservar al nio.

    .A falta de respuestas acabadas, quisiera retomar algunas cuestiones que puedenconstituirse en hilos que aporten al armado de la trama. Me refiero a esascuestiones que hacen la diferencia entre lo que es ser un nio de cinco, siete odiez aos, un joven de catorce o diecisiete y un seor o seora de treinta y pico enadelante. Me refiero a aquello que hace diferencia entre unos y otros en cuanto asu forma de participar, al valor de experiencia que para cada uno tienen las

    mismas escenas, al modo en que se hallan concernidos por los mismos hechos,los unos y los otros. Es en esa diferencia en la que quisiera detenerme, en esadiferencia que hace a las posibilidades de implicacin en los acontecimientos, alas posibilidades de responder, de asumir los actos y sus consecuencias, es decir,de asumir la propia responsabilidad. Me refiero tambin a la diferencia en cuanto alas posibilidades que tienen unos y otros, de tejer ese velo protector que seconstruye sobre la base de significaciones.Detenernos en estas diferencias entre nios y jvenes por un lado, y adultos por elotro, no pretende desconocer las responsabilidades diferenciales en el universomismo de los adultos, llmese el Estado, los funcionarios de gobierno, losdocentes, los padres y las madres. Slo pretende incursionar en una zona que

    contribuya con evitar que los adultos en las escuelas incrementemos eldesamparo que padecen los ms jvenes fuera de ellas, y el que deviene de supropia condicin de nios y adolescentes. Detenernos en esas diferencias, que noson otra cosa que las diferencias generacionales, tal vez nos permita ubicar laspotencialidades que tiene una institucin, la escuela, con adultos a disposicin delos chicos y de los jvenes, para ponerlos al amparo del sinsentido.

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    Nios que crecen al amparo de los adultosSi afirmamos que son chicos los que habitan las calles, los que juntan su alimentoen las bolsas de basura, los que estudian ingls y computacin, los que juegan alhockey, los pequeos murgueros, las nias modelos, los chicos cartoneros, los

    que participan en olimpadas, es porque existe una frontera que, aunque a vecesse desdibuje, marca diferencia y distancia con los adultos. Podemos seguir elrastro de esa diferencia en el desamparo originario, en la completa dependenciadel Otro que inaugura la vida del cachorro humano. All encontramos la huella quehace de la relacin con los adultos una relacin asimtrica necesaria y facilitadoradel crecimiento, de la que necesitan servirse los pequeos, sea cual fuere sucondicin. Necesidad de un Otro que tiene una funcin constituyente para elsujeto, en tanto no se erija omnipotente.Es esa diferencia, esa distancia, esa asimetra con los adultos que habitamos lasescuelas la que resulta imprescindible reactualizar y ejercitar en tiempos deconmocin social, en tiempos en que los adultos, de quienes dependen esosnios, se encuentran ellos mismos vulnerados. Se trata de reactualizar esadiferencia en su faz de amparo y de proteccin, no de omnipotencia ni deautoritarismo. Pensar las dificultades que tenemos los adultos para sostener laasimetra cuando la conmocin tambin nos toca, constituye un recaudo en tantoque obviar esa distancia pone en riesgo de potenciar y duplicar el desamparo dequienes portan, adems, la vulnerabilidad propia de su condicin infantil. Se tratade evitar que los chicos queden librados a su propia suerte, no hacindoles faltaresa distancia en la que una trama de sentidos pueda alojarse bajo la forma depalabras, de nmeros, de relatos, de pinceles y de juegos.Las transformaciones que desde hace algunas dcadas se vienen produciendo enlas relaciones entre generaciones han abierto el debate acerca del fin de lainfancia (Postman, 1984, citado en Narodowski, 1994). Chicos con apariencias,gestos y actitudes adultas, chicos que desafan cualquier autoridad, que accedena la misma informacin por medio de imgenes y lecturas que los adultos, quetrabajan junto a sus padres, que ponen en cuestin su propia condicin de nios y,en ese mismo movimiento, la condicin del adulto como tal hacen vislumbrar unasuerte de borramiento de las fronteras. Chicos que despliegan una violencia queirrumpe muchas veces incontrolable, que escupen en clase mientras la profesoraexplica, que insultan, gritan, se pelean, que agreden y desafan a sus maestros,que se tornan "ineducables".Pero leer en esas fronteras desdibujadas la desaparicin de estas mismas es almenos riesgoso, por la cuota de abandono de responsabilidades a la que puedearrastrar. Resulta preferible, en todo caso, leer estos fenmenos como procesosde alteracin de las fronteras entre nios y adultos. Hablar de alteracin y no deborramiento puede ayudar a no olvidar que hablar de nio significa pensar en unasubjetividad en vas de constitucin, qe no est dada desde el vamos. Significapensar en una subjetividad que se. constituye en el discurso de los adultos, querequiere de alguien que le acerque al nio la lengua y la cultura, y que, al mismotiempo, le ofrezca espacios de proteccin que le posibiliten aprehenderla. Significano llamarnos a engao, no desconocer esa otra vulnerabilidad, a veces disfrazada,

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    que le es propia al nio por ser tal. Disfrazada bajo las ropas de una prepotenciaque esconde esa otra prepotencia de la desproteccin (Arendt, 1996).3Esta perspectiva nos lleva a la necesidad de poner siempre por delante lavulnerabilidad del nio, entendiendo que no es equiparable a la del adulto. Pensaresta condicin particular de vulnerabilidad en la infancia es reconocer que el

    aparato psquico del sujeto infantil est en constitucin. Que requiere de ciertascondiciones para poder poner la realidad en sus propios trminos, para poderarreglrselas con ella, para poder soportarla. Condiciones que le permitan ponerdistancia para ordenarla, para otorgarle sentido. Si hay pura realidad, y ms ancuando sta se presenta despiadada y no hay posibilidad de significarla, se correel riesgo de que la vulnerabilidad se imponga, que conmocione de tal manera alsujeto que dificulte seriamente el ingreso de estos chicos desprovistos de unadulto en el universo de la cultura.En este sentido, es posible sostener la idea de que a los adultos en las escuelasnos cabe la funcin, la responsabilidad de preservar' En "La crisis en la educacin", Hanna Arendt establece una estrecha ligazn entre la crisis de la

    educacin en EE.UU., en la dcada de 1950, y la lucha por igualar o borrar las diferencias entrejvenes y viejos, entre personas con talento y sin talento, entre nios y adultos y, en particular, entrealumnos y profesores.

    al nio ejerciendo, ejercitando nuestro papel de mediadores con la realidad,porque esa mediacin opera como pantalla protectora. Ejemplos elocuentes deesa mediacin son la respuesta al pedido del cuento que hace el nio antes dedormir, o el padre de La vida es bella, cuando inventa un juego que media entre suhijo y la realidad de los campos de concentracin, o la seorita Alicia quien,cuando llega Marian de muy mal talante al aula de tercer grado y les pega einsulta a sus compaeros, media ponindole un limite al desborde, sindesentenderse del padecimiento que sufre en su hogar con un padre desocupadoy una madre que trabaja de la maana a la noche, pero ofrecindole "ocasiones"de encontrarse con buena literatura, aunque al comienzo siempre la rechace.Para cualquier chico, el juego, los diferentes mundos que la ficcin le ofrece enpelculas, relatos, textos, en los que se pueden vislumbrar las vicisitudes de otrosnios, las letras, los nmeros, las maravillas de la ciencia, ms an si vienen de lamano de un adulto, son un alimento indispensable. Tan indispensable como elplato de comida que muchos vienen a buscar, y que merecen que les demos,aunque no hayamos sido llamados, en principio, para cumplir esa funcin. Y enesa mediacin armada con platos -de comida, con una oreja disponible, conhistorias de dioses, prncipes, princesas, nmeros, trazos o melodas va laasimetra que permite construir significados y pone distancia con una realidad queirrumpe anrquica y descarnada. Distancia que posibilita construir narrativassingulares en el marco protegido del juego sostenido por un adulto, en lainstitucin llamada escuela. Si ellos no pueden transcurrir por estos espacios deproteccin, es difcil que puedan aprehender la cultura, que es mucho ms que elconocimiento pragmtico o el que se despliega en los contenidos curriculares. Talvez nos frustremos si no aprenden cunto es 2 + 2. Pero si logramos llegar a elloscon un buen relato, si logramos encender la chispa de su curiosidad, si logramos

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    que puedan avizorar que hay otros mundos posibles, sabremos que esos niostendrn ms chances de "crecer en la cultura" y, tal vez as, conquistar el 2 + 2.Los adultos que habitamos las escuelas -"ltimo bastin donde es posibledemandar y encontrar que sa es la ventanilla donde se puede recibir unarespuesta", al decir de una directora- jugamos un rol estratgico como pasadores

    de la cultura, como mediadores. As como los chicos no pueden procurarse solosel alimento cuando nacen, tampoco pueden procurarse solos los significados que,al tiempo que protegen, son un pasaporte a la cultura.Esto nos lleva a pensar que lo que se juega hoy entre un educador y un alumno,para que se logr una transmisin, es el ofrecimiento de esas referencias, de esossignificados que le permitan al alumno construir su diferencia, que es su propiapalabra. Y en ello va la asimetra, la proteccin y el reconocimiento de lavulnerabilidad del nio. De all la necesidad de pensar y operar sobre lasdificultades que tenemos hoy los adultos para sostener esa asimetra frente a loschicos, que constituye, en definitiva, el soporte de esa trama de significados queampara y que protege.

    Jvenes que enrayan al amparo de los adultosLa actualidad de la violencia compromete de manera particular a los adolescentes,a los jvenes. En sus explosivas expresiones se deja ver y escuchar la ausenciade un por-venir, dimensin constitutiva de la subjetividad en esa etapa de la vida.Su ausencia se hace evidente en el exabrupto, en esos pasajes anticipados porrealizar "actos", por actuar intempestivamente. Actos que hablan de esa falta dedimensin del porvenir como guardin del presente. Actos que nombran losefectos subjetivos desestructurantes de esa falta de porvenir e irrumpen por fuerade una trama de saber acerca de un futuro posible.La transgresin de normas elementales en la sociedad y las manifestaciones deabuso y de corrupcin dan cuenta de la conmocin del contrato social que impactaespectacularmente en los ms jvenes, desprotegidos de propsitos y expuestosa la deriva de. una violencia, de la que se apropian, extraviada en el snsentido.Frente a este panorama, a los adultos que habitamos las escuelas y queexperimentamos en carne propia el rigor del desamparo social nos cabesostenerles a los jvenes un lugar para la emergencia de un deseo singular.Habilitar la bsqueda de un proyecto posible puede cobrar una potenciaconstructiva ante el naufragio social de ideales y de utopas, en tanto rehabilita ladimensin del por-venir.Asistimos diariamente al espectculo variopinto de esas "bandas de jvenes",fanticos del rock o del ftbol, pibes chorros, bailanteros, hackers, fanticos de lascomputadoras, militantes del boleto estudiantil, drogadictos, anorxicas, lolitas,estudiantes con uniforme, estudiantes con guardapolvo, estudiantes.Seguramente, no nos alcanzan las categoras para nombrarlos y nombrarlas.Nombres que dan cuenta de que todos y cada uno de ellos se encuentranatravesando un "drama subjetivo".Si trocamos todos esos nombres por "personajes de un drama subjetivo",podremos pararnos de un modo diferente frente a ellos. En tanto los nombres

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    sugieren que se trata de sujetos cuyo destino ya est jugado, es decir, "son"aquello que los nombra, la palabra drama da cuenta de vicisitudes por las que estatravesando un sujeto que est en vas de constitucin, que est "ensayando"cmo procurarse un lugar desde donde pararse para afrontar el mundo de losadultos. Ensayos que refieren al drama subjetivo que se est jugando, ensayos

    que le permiten al sujeto entrar y salir de ese mundo hasta que se pueda instalar"de verdad", esto es, hasta poder sostener en trminos propios la escena delmundo, asumiendo y afrontando las consecuencias de sus actos.En estos tiempos, cuando la sociedad discute la necesidad de bajar la edad deimputabilidad de los jvenes, resulta elocuente el relato de un fiscal de menores,quien seala la necesidad de saber en qu medida los jvenes a quienes interrogason conscientes, reconocen y comprenden la transgresin que han cometido.Asumir la transgresin que conlleva el hecho cometido implica sostener entrminos propios la escena del mundo, situacin que en esta edadde la vida se encuentra en vas de ser conquistada, y que el fiscal admitereconocer en sus interrogatorios.4' El 17 de junio de 2002, el diario La Nadn public una nota de opinin de Roberto A. Durn, fiscalnacional de menores, respecto de la comprensin del delito por parte de los menores. La nota estdisponible en Internet: (requiere registracingratuita); fecha de consulta: 17 de marzo de 2003.

    Ahora bien, sostener en trminos propios la escena del mundo requiere de undeseo propio que, a su vez, la sostenga. Este deseo tambin constituye algo porconquistar, para lo cual los ensayos que implican transitar por los deseosdiversos de otros, adultos y pares son una condicin necesaria. Detrs de la jovendeportista o modelo afamada, de la joven actriz, del pibe chorro, de los cuerpostatuados, de los rostros cubiertos de aros en lugares que despiertan asombro,miedo, risas o rechazo es necesario vislumbrar un deseo por conquistar para, apartir de l, afrontar la escena del mundo. Vislumbrar la posibilidad de un deseo esabrir una dimensin en la que algo por venir es posible.Estas reflexiones nos convocan a considerar con toda la seriedad del caso los asllamados ensayos, ms an cuando la situacin se presenta, muchas veces,bordeando ciertos lmites tolerables para la mirada del adulto y hasta para laconvivencia social. Se trata de leer all al personaje que asumen, ms que a unadulto que ya es aunque ellos mismos as se lo crean. Leer all un personaje esaceptar que hay un sujeto que est constituyndose, personaje que, cuando sepresenta como una suerte de Frankestein, no debe hacernos olvidar que tiene uncreador, que siempre es la sociedad de los adultos.Una vez ms, y en consonancia con el planteo realizado respecto del lugar quenos cabe con relacin a los chicos, esta edad de la vida vuelve a plantearnos lanecesidad de tener en cuenta al joven en su situacin particular y en suscondiciones de vulnerabilidad, para facilitar su entrada en la cultura. Tambin aquse trata de no incrementar el desamparo al que la realidad social y su propiacondicin adolescente lo exponen.La aptitud adquirida por el organismo para la reproduccin marca una diferenciasustancial con la niez, pues el organismo denuncia que ya no todo es juego, queel sujeto est habilitado para cumplir funciones que les caben a los adultos, por

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    ejemplo, la procreacin. Pero esto no debe confundirnos. Que est habilitado yaun que lo ponga en acto, como la adolescente embarazada o la que se haconvertido en madre, no significa que ya es adulto. Est transitando por losavatares de la adolescencia, que implica subjetivar lo que el cuerpo denuncia yhabilita, implica sostener en trminos propios a ese hijo, ubicndolo en relacin

    con un deseo propio, lo cual puede significar que, en este caso, la "madreadolescente" sea el ensayo de un personaje, aunque tenga consecuencias en larealidad, como es la presencia del hijo. Convertirse en madre, y convertir al beben hijo, ser algo por conquistar, si entendemos que esta nia, esta adolescente,se salte los pasos del ensayo y se precipit al acto.En trminos subjetivos, convertirse en madre implica que aquello que en lainfancia significaba ubicarse en la estructura, con una escena propia, con unanovela familiar propia, en el marco protegido del juego sostenido por un adulto,ahora es poner en acto la estructura, es decir, salir del juego para entrar en larealidad de los adultos. Pero esto requiere de una gradualidad y de un procesoque acontece en ese drama subjetivo en el que transcurren los sucesivosensayos; gradualidad que la realidad muchas veces atropella y que le cabe a laescuela sostener. Cmo entender, si no, que ese mismo sujeto que por la tarderoba, por la maana va a la escuela a "buscar algo diferente"; all puede aprendero rebelarse, all puede ser escuchado o castigado, all puede habilitazse un lugarms protegido donde ensayar sea ledo como tal.No abandonar la asimetra en la escuela, en el caso de los jvenes, implicaentender que estamos cada vez ms frente a un sujeto que anticipadamente poneen acto su estructura, es decir, su personaje en una escena real. La asimetraimplica en este caso, no olvidar que all est jugado un personaje, no creer que eldestino est jugado, lo cual no significa quitarle crdito a sus actos. Es trnsito ypresente al mismo tiempo, y es en ese presente que se abre la posibilidad dedesalienarse de un posible personaje. Es en lo imaginario de esta identificacindonde es posible operar, intervenir, poniendo al personaje en esa clave,participando de la puesta en escena.Si el adulto se limita a confrontar al adolescente con la realidad de ese"personaje", con aquel en que el chico se encuentra alienado,no lograr gran cosa, esto es, no conseguir ms que reforzar la alienacin. Setrata de no ponerlo en evidencia y de "entrar en el juego". Es una manera demantener la asimetra para protegerlo, reconocindolo vulnerable.Estos tiempos encuentran a muchos jvenes produciendo respuestas fallidas porfuera o en los mrgenes, configurando fugas como respuestas a la pregunta:"quin soy?". Estas fugas encubren una posicin expulsiva del adulto, quien ledificulta al adolescente una salida transicional. As, las fugas representan cierresanticipados de una identidad frgil, en los que se expresa que no pudo sersoportado el tiempo de construccin de un nombre propio, ensayos mediante. As,Martn es reemplazado por drogadicto, Mariana por madre adolescente, Julieta poranorxica. As, en lugar de ser significantes abiertos, se cristalizan en un signocerrado, en un "yo soy".Se trata de que los adultos que habitamos las escuelas no olvidemos que sonensayos y que all sigue habiendo un adolescente o una adolescente inmersos enun proceso vinculado con las identificaciones, que hace que transcurran por un

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    estado "pasajero' de vulnerabilidad, tanto por la labilidad y hasta la fractura de loslazos sociales y familiares, como por la puesta en suspenso, cada vez msprolongada, de su ingreso al circuito productivo. Una grave consecuencia quesuele sobrevenir es que lo que poda ser una fuga hacia una identidad anticipadase convierte por efecto de la sancin del discurso social, del discurso de los

    adultos, en una supuesta identidad definitiva, en un destino acabado.Resulta necesario darnos la oportunidad, en la escuela, de sealarle aladolescente que an no eligi su destino. Se trata de no creer que ste ya est

    jugado, esto es, de darle margen para que pueda seguir ensayando. Tanto lasmodalidades discursivas desafiantes y silenciosas como las salidas anticipadaspueden ser pensadas como un llamado, una apelacin al adulto para que noaumente el desamparo.Si tenemos en cuenta la necesidad de darle al adolescente lugar a ensayos en losque diferentes personajes puedan aparecer en escena, tambin podremos pensaren una escuela que le d oportunidades para ensayar, con adultos que puedanacompaar ese proceso,que hagan diferencia con lo que acontece afuera de ella. Se trata de ofrecer al

    joven mltiples oportunidades, que podrn tener su expresin, tambin, en elofrecimiento de espacios optativos en el campo curricular. Opciones que abren laposibilidad de que un deseo personal se ponga en juego.La institucin escolar puede sostener algn ideal que trascienda los marcosfamiliares de los que el joven necesita sustraerse. Puede asumir una funcin deproteccin y de responsabilidad y contribuir con que el sujeto no quede totalmentemarginado del mundo, abrindole las puertas a la cultura. Pero para ello la escueladebe modificar sus estrategias. La escuela puede funcionar como un adultoalternativo, esto es, como un lugar propiciatorio para la construccin de lasubjetividad, de la identidad, va identificaciones, como un espacio de apoyo quepuede operar como apuntalamiento del psiquismo, dando lugar a los ensayosnecesarios.Se pueden ofrecer a los alumnos espacios donde se agrupen para descubrir

    juntos, expresarse e inventar alrededor de la msica, la representacin teatral, lacocina, la literatura, el cine o la ciencia. La organizacin de la escuela como "lugarde vida" puede ayudar a los jvenes a transitar sus personajes. En este sentido, laescuela puede ofrecerse como resguardo porque tiene la posibilidad de mediarcon los saberes, con los pinceles, con la puesta en escena de una obra.de teatro,con la cultura.

    Adultos al amparo de una apuestaPensar una escuela para nios y jvenes en un marco social complejo como elactual, merece finalizar con tres consideraciones, al menos.La primera consideracin es que los adultos, en estos tiempos, al estar msvulnerables, corremos el riesgo de equiparar la vulnerabilidad de nios y jvenescon la nuestra. Un signo de esta equiparacin es la inversin de la vulnerabilidad,esto es, que se entienda que la vulnerabilidad del adulto es mayor que la del nioo se la ponga por delante.

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    La segunda consideracin es que esta inversin o equiparacin arroje comoconsecuencia que el adulto deje de ofrecer a los nios y a los jvenes sumediacin para significar la realidad, con los efectos que esto puede generar, encuanto a las dificultades para soportarla, as como para acceder a pautas ynormas de la cultura. Suele ocurrir que este proceso culmine con la culpabilizacin

    del nio o del joven "que no se deja educar". El,.riesgo que se corre en estostiempos es que adultos vulnerables dejen a los nios expuestos a la crudeza de lacrisis, con la carga adicional de su culpabilizacin, que llega, en casos extremos, ala criminalizacin (Gamsie, 2000).La tercera consideracin es que, a raz de los riesgos mencionados, estos tiemposconvocan a una mayor responsabilidad de los adultos con respecto al cuidado delos nios y jvenes en las escuelas. La pregunta que cabe formularnos es: cmolograr no transferir la propia vulnerabilidad al nio o al joven? Tal vez, se trate desostener la "apuesta" de que tenemos algo para dar y, de ese modo, mantenernuestro lugar de mediadores con la sociedad y con la cultura, habilitando espaciosde proteccin que conviertan a nios y jvenes en sujetos de la palabra. Tal vez,esto requiera que encontremos cmo y dnde sostenernos nosotros, entreadultos, en una suerte de "dependencia recproca" que nos ampare frente a lainestabilidad del presente.El socilogo Richard Sennett subraya que el vnculo social surge bsicamente deuna sensacin de dependencia mutua y que, por el contrario, todos los dogmasdel nuevo orden del capitalismo neoliberal tratan la dependencia como unacondicin vergonzosa. Una de las consecuencias de estos repudios a ladependencia es que no se promueven vnculos fuertes que ayuden a compartir. Elataque al Estado de bienestar se realiza a partir de la sospecha de que los quedependen del Estado son parsitos sociales, ms que personas verdaderamenteindefensas (Sennett, 2000).Por su parte, el filsofo Paul Ricoeur plantea que "porque alguien depende de m,soy responsable de mi accin frente al otro". Seala, tambin, que es posiblemantener esa responsabilidad imaginando constantemente que hay un testigopara todo lo que decidimos y hacemos, y que ese testigo es alguien que confa ennosotros. Para ser fiables, tenemos que sentirnos necesitados. Tiene que haberun Otro en situacin de carencia. La pregunta "quin me necesita?", sufre uncambio radical en el capitalismo moderno. El sistema irradia indiferencia en tantono hay razn para ser necesitado. Lo hace a travs de la reestructuracin deinstituciones en las que la gente es tratada como prescindible. Esto hace quedisminuya brutalmente la sensacin de importar como persona, de ser necesariopara los dems. La falta de confianza y de compromiso mutuos amenaza elfuncionamiento de cualquier empresa colectiva. Cuando la gente desconfa de sernecesitada, puede estar decididamente ms desconfiada con los dems (R.icoeur,1992).John Bolwby seala que una persona adulta autnticamente independiente,sanamente independiente, puede depender de otros cuando la ocasin lo requierey tambin puede discernir en quin le conviene confiar, a diferencia de lo queindican los estereotipos culturales respecto de qu es ser un adulto independiente,autosuficiente (Bolwby, 1993).

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    Es interesante pensar estas cuestiones en el mundo de las relaciones queacontecen entre docentes en una escuela y con los adultos que comparten con losdocentes el cuidado de los nios y de los jvenes, en sus familias. Estasrelaciones se producen en un marco en que las incertidumbres generadas por laflexibilidad, la ausencia de confianza y de compromiso, la superficialidad del

    trabajo en equipo, el fantasma de no conseguir hacer nada en el mundo, dehacerse una vida mediante el trabajo, todas ideas generadas por el capitalismomoderno, suelen despertar un deseo de comunidad. Pero cabe alertar aqu sobreun posible malentendido. Tal como lo seala Sennett (2000), ese deseo decomunidad es defensivo y a menudo se manifiesta como rechazo, por ejemplo, alos inmigrantes y a otras "personas de afuera". "Nosotros" puede ser una falsapalabra cuando se convierte en un punto de referencia contra el mundo exterior.Esta realidad nos toca tambin en las escuelas, cuando un "nosotros" se presentacomo un modo de autoproteccin frente a la irrupcin de familias que buscan enese espacio -ltimo bastin del Estado benefactor- un lugar donde construir unsentido que no encuentran en el mundo del trabajo. Es interesante preguntarnos,en este punto, qu sucedera si trocramos ese "nosotros" por otro "nosotros" enel que una dependencia pueda ser pensada como una oportunidad para construiruna nueva narrativa colectiva, entre los docentes en las escuelas y entre lasfamilias y las escuelas. Algo as como "adultos con adultos", al amparo de losnios y de los jvenes.La vergenza de reconocer la necesidad mutua, redunda en la vulnerabilidad de laconfianza entre colegas y con las familias, lo que acrecienta la vulnerabilidad delos docentes para afrontar las duras condiciones en que se desarrolla la tarea.Hasta aqu algunas ideas que no pretenden ser respuestas a la pregunta con laque inici este apartado acerca de "cmo lograr no transferir la propiavulnerabilidad al nio o al joven", pero pueden ser orientadoras para encontrarcanales que nos permitan pensar colectivamente, para encontrar espacios quenos convoquen como adultos y, desde algn entusiasmo, poder transmitir el deseode saber, ofrecernos como mediadores de la cultura. No se trata de asumir toda laresponsabilidad social, se trata de encontrarnos los adultos en una mismaapuesta, la de encarnar para nuestros alumnos a un Otro disponible, que puedaejercer funciones subjetivantes. Una apuesta a ofrecer un espacio abierto capazde suscitar el deseo del sujeto que, en el caso del nio es el juego, la narrativa, laficcin, y en el caso del adolescente son los ensayos y la posibilidad de construiruna ilusin, un proyecto. Una apuesta a construir una asimetra siempre necesariaaunque difcil, por tratarse de estos tiempos en que los lazos sociales y legalesque sostienen las filiaciones se hallan debilitados, de padres desocupados ohiperocupados, de informacin masiva y simultnea para adultos y nios, dedocentes desautorizados o desprestigiados, de escuelas que merecen repensarseen tiempos de profundo desamparo.Bibliografa citadaARENDT, H. (1996), "La crisis en la educacin", en: Entre elpasadoy el futuro.Ocho ejercicios bre la reflexin poltica. Barcelona, Pennsula.BOLWBY, J. (1993), La separacin afectiva, Barcelona, Paids.

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