zandanel- el general en su laberinto

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    DISCURSO HISTRICO-DISCURSOFICCIONAL: SIMN BOLVAR, DE LAVISIN MTICO - LEGENDARIA A LAPARODIZACIN ESPERPNTICA DEL

    HROE?

    Mara Antonia Zandanel de Gonzlez

    Universidad Nacional de Cuyo

    "En la poesa hay ms verdad que en la historia",Aristteles

    Uno de los rasgos fuertemente caracterizadores de la LiteraturaHispanoamericana de todos los tiempos, desde los orgenes hastanuestros das, es su grado de compromiso o su fuerte apego a la rea-lidad, que deviene de la necesidad de apresar, por medio de un len-guaje que ya desde los comienzos le result insuficiente paracaracterizada, el prodigio que los ojos extraados de sus cronistasprimero y de sus narradores despus, observaron. Reproducirliterariarnente la maravilla y tornar el discurso verosmil para aque-llos a quienes estaba destinado, fue un imperativo y a la vez unmodo de fonnalizar los respectivos discursos ya desde los escritosalborales.

    Este afincamiento en lo real o textualizacin de la realidad, laha dotado de un perfil fuertemente caracterizador que ha signadogran parte de sus producciones narrativas ms memorables. Ellla-mado referente traza sus coordenadas a punto tal que, inclusivecuando los nexos espacio-temporales estn deliberadamentedistorsionados o cortados, el lector puede reconocer y reconocerse,hasta en la diversidad de expresiones que la Amrica de hablahispana postula, en

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    ese mbito y en esa problemtica conocida, que son los suyos pro-pios.

    Hemos sealado ya en otra oportunidad de qu manera la His-toria y la Literatura, lo poltico y lo literario; lo real y o fabuloso,han estado entrelazados en nuestras letras, a punto tal de conformar

    una misma e inseparable realidadl. Desde la visin maravillada delos primeros cronistas que observaban con ojos deslumbrados la be-lleza y la exuberancia de la tierra americana, esto es, mostraban unanueva realidad para ellos desconocida y sentan la necesidad de re-presentarla, hasta expresiones ms recientes, es posible observar estadiferenciada focalizacin tanto en el objeto del discurso como en lospropios sujetos responsables de esos discursos. La praxis polticacontamina y enriquece el pensamiento latinoamericano, a punto talde llegar a conferirle uno de sus rasgos ms persistentes, verdaderaconstante que habr de permanecer y perdurar a lo largo de los si-glos. Fuera de este singular tejido que la determina y le confiere surasgo ms caracterstico, nuestra literatura dejara de ser lo que en

    esencia es. Descontextualizarla sera, por lo tanto, negar su propiarazn de ser y negar, adems, la significacin de su propia entidad entanto produccin humana deliberada y conciente.

    Estos trasvasamientos entre Historia, Literatura y Poltica sqnno una excepcin, sino una caracterstica propia de nuestras letras2.La mediacin desde otros saberes, en este caso el de la historia, parala conformacin de un discurso propio, es un componente indisolu-ble de lo literario sin menoscabo de su propia esencia.

    Es ms, podramos agregar que es desde la complejidad de es-tos intertextos que la determinan fuertemente, que nuestra l.iteraturaalcanza su indiscutida mismidad y esencialidad. Desafectarla deellos, ignorar o minimizar la incidencia de lo histrico o de lopoltico es el camino ms seguro para no comprender en profundidadsus implicancias3.

    Delineados aunque someramente estos principios esenciales ydesde la particular tensin que se establece a partir del discurso histrico y su proyeccin literaria, el llamado discurso ficcional y, entreambos, como lazo unitivo, la presencia de la imaginacin que los

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    hace posibles o crebles, hasta recalar en la llamada reescritura de lahistoria, caracterizada por una reconstruccin libre de una parceladeterminada del pasado, donde una visin no unvoca sino mltipledel fenmeno, nos mostrar no la Historia sino las historias, las dife-rentes versiones que emanan de ella, tantas como miradas contem-

    plan y testimonian esa porcin de pasado, en este caso, el americano.Una realidad y una concepcin del mundo fragmentada y par-

    celada slo permite como necesario corre lato, una lectura parcial,incierta, difusa, ambigua, en ltima instancia, de esa realidad que sepretende representar. La intencin ser, ~n la 'forynulacin de estos.discursos, enjuiciar la llamada cultura oficial hegemnica, por me-dio de procedimientos retricos que socaven la credibilidad mismadel relat04. La irona y la parodia, junto a la desrealizacin provoca-da por el uso del grotesco, la caracterizacin esPt?rPntica Y la pon-deracin hiperb6lica de la realidad, a la par que generan en el lectorseveras dudas acerca de lo que la digesis testimonia, ponen en telade juicio los conceptos tradicionales de verdad y ficcin.

    La percepcin de lo histrico, desde las coordenadas del pre-sente, no resultar de ninguna manera ajena a esta intencin, corrosi

    va de suyo, que pretender supeditar a un singular proceso de.,ficcionalizacin los hechos ms relevantes del pasado americano ytambin someter a un enjuiciamiento pardico a sus figuras ms re-levantes, sobre todo cuando se trate de cuestionar el concepto dehroicidad ~I cual ser frecuentemente procesado por el tamiz de laparodia. Esta nueva mirada sobre el pasado estar caracterizada poruna voluntad dialogante que procurar, en todo caso, poner en tela dejuicio la pretendida verdad de los sucesos ficcionalizados.

    No es casual que los actuales escritores hispanoamericanos acu-dan con insistencia a nuestra historia fundante para extraer de all sumateria, ni es casual que lo hagan al crear novelas. Es este gnero elque, por su misma naturaleza integradora y libre, puede permitir unacercamiento al pasado en verdadera actitud dialogante, esto es, ni-veladora: se trata de despojar a la historia anterior de su jerarquadistante y absoluta para atraerla hasta un presente qe slo esclare-cindola consolidar un punto de partida hacia el futuros.

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    Las distorsiones de los hechos y de los personajes, o el acentopuesto en la precariedad del discurso o de las conductas, tienden aparcializar la confianza de todo aquello que estas novelas textualizan, o, por lo menos, acentuar hasta el paroxismo la idea de que lahistoria no es una y nica, sino que de hecho pueden coexistir tantas

    versiones de la historia como lectores e intrpretes de esa realidadexistan.

    Por el contrario, las primeras conformaciones discursivas sea-ladas, aquellas que recogan el canon de la novela histrica romnti-ca, cuyo constructo narrativo se resolva desde la formulacin de unaapropiacin mimtica de la realidad, producciones novelescascaracterizadas por una clara intencin del escritor de bucear en laHistoria, en el pasado, en este caso Americano, para encontrar alllos fundamentos del presente, y poder as evitar los errores cometi-dos en ese pasado prximo o lejano. Cobraba as verdadera relevan-cia y significacin aquel viejo axioma que consideraba y llamaba a

    "la Historia, maestra de la vida".Esos viajes al pasado llevaban implcitas una forma de conoci-miento y aun de reconocimiento de los espacios temporales recrea-dos en los diversos constructos. Pese a su intrnseca contradiccin,podemos en rigor liamar cannicamente "novelas histricas" a estecorpus novelstico, en tanto el acento estaba puesto en sealar laconfianza del escritor en la recuperacin de ese pasado histrico y enla voluntad de recrearlo para nosotros sus potenciales lectores, aldestacar profusamente la significacin de la funcin referencial.

    Desde una a otra posicin que podramos llamar extremas, en-contramos diversas variables de estas expresiones discursivas queponen como eje y centro del proceso de ficcin al llamado discurso

    histrico, con todas las salvedades y objeciones que dicha formula-cin pueda de momento sugerimos.

    Hay en las ltimas dcadas un nuevo florecimiento de esta te- .mtica que mostrar, paralelamente, desde los procedimientos, y enun nmero verdaderamente significativo de obras, un admirablemuestreo de los diversos procesos de ficcionalizacin de la materiahistrica. A partir de estos intentos de formalizacin narrativa de los

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    diversos episodios de la Historia de nuestra Amrica, los perodos delos que preferentemente se ocupan estas novelas son los del des-cubrimiento, la conquista, la colonizacin de.la Amrica Hispana ysus luchas por la Independencia, o, en su defecto, cuando se trate deun personaje o de un perodo no tan conocido por el lector, la escri-tura correspondiente buscar la recreacin de hombres destacadospor una actuacin singular que atraiga el inters del lector.

    Para confrontar los dos modos de entramar historia y ficcin ymarcar las notas caracterizantes de cada uno de ellos,centraremos nuestra propuesta en torno a la evocacin de uno de loshombres ms clebres y destacados de la Independencia de nuestraAmrica. Nos referimos a la figura del General Simn Bolvar. Paraello atenderemos a dos novelas, la primera del venezolano ArturoUslar Pietri, titulada Las lanzas coloradas6y publicada en 1931; lasegunda, ms conocida hoy, pertenece al Premio Nobel colombianoGabriel Garca

    Mrquez,El general en su laberinto7de 1989..

    Desde este lugar de observacin, trataremos de delinear, aunquesea brevemente, las diferentes formas de articulacin del discursohistrico, los juegos textuales que caracterizan a ambas confor-maciones discursivas, los procedimientos retrico s que las hacenposibles y los diversos efectos que ambas narraciones habrn de des-pertar en el lector.

    Debemos sealar que hemos caracterizado posiciones extremasa: los efectos de un intento de aproximacin, pero que las novelasaqu revisadas no ocupan puntos totalmente equidistantes como losde las formulaciones que hemos pretendido perfilar. El General deGarca Mrquez, si bien es presentado desde una ptica particular, entanto asistimos a la desacralizacin del personaje histrico por mediode una serie de operaciones ficcionales que tienen su gnesis en lasubjetivacin de una conciencia, la de uno de los hombres mspoderosos de la Amrica Latina, se asienta en hechos histricos ab-solutamente verificables en sus lneas fundamentales.

    El personaje de raigambre histrica tiene como rasgo funda-mental de su identidad el hecho de tratarse de un ser de existenciareal, ubicable en el tiempo a travs de registros anteriores que

    .L

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    textualizan su accionar a lo largo del tiempo. De alguna manera per-manecen inalterados en su conformacin por cuanto se fijan en lamemoria colectiva a travs de un racimo de rasgos que se tornansignos de su identidad y que nos permite reconocerlos por cuanto su

    solo nombre pone en acto la competencia cultural del lector.Seyrnour Chatman configura a los personajes como un "paradigmade rasgos"8 siguiendo la tradicin aristotlica, que aluden a lasumatoria de rasgos que caracterizan a una persona.

    En la novela de Garca Mrquez ese paradigma de rasgos com-pite entre la decadencia fisica del hombre y las hazaas gloriosas delhroe legendario que quedan un tanto opacadas por el infausto pre-sente.

    Discursivamente podramos decir que la decadencia fisica esla nota primordial en la reconstruccin y en la desacralizacin delpersonaje histrico: se insiste por ejemplo en los vmitos (p. 17); lafiebre, el delirio (p. 18); las ventosidades (p. 24); el insomnio (p.

    33); los ojos de loco feliz (p. 34); la tos (pp. 37 Y 199); su figurafantasmal (p. 49); la extrema debilidad (p. 112); las nuseas y losretortijones de las guayabas (p. 119); el derrumbe fisico (p. 142); elcuerpo estragado (p. 187); la vejez prematura (p. 193); su aparienciade muerto (p. 198); la supuracin dellagrimal (p. 235); las grietas dela memoria (p. 238); el ser espectral (p. 248). .

    Podramos sealar que ms que en la ficcionalizacin de loshechos de la historia, cuyo marco referencial, creemos, est sufi-cientemente custodiado, Garca Mrquez puso el acento, segn re-gistra la crtica, en lo que podramos llamar la "humanizacin" delhroe lo cual implica necesariamente el cuestionamiento del con-cepto de heroicidad, y en la presencia de figuras no documentadas en

    la exploracin historiogrfica.Este registro del hroe, ms prximo al del hombre comn, con

    sus miserias y con sus actos de genuina grandeza, se consigue a partir del proceso de deconstruccin de esa precIara figura sacralizadapor la historia y, a partir de all, por la construccin de un personajemucho ms cercano al hombre comn, limitado, camal, dbil, vul-nerable, humano, por encima de su posible estatura mtica. Tal vez

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    mucho ms frgil, es cierto, que el personaje histrico, y por esomismo mucho menos heroico.

    Todo esto que sealamos la distancia de la novela de UslarPietri por cuanto el acento aqu est puesto tanto en la estatura mticadel hroe de la Independencia americana cuanto en la grandiosidadque le confiere el imaginario colectivo. Desde la recepcin, ladistancia desde donde se observa o se focaliza la figura de Bolvar yla significacin de sus espordicas apariciones, transfiere al lectoruna mayor sensacin de credibilidad con referencia a los hechosnarrados.

    Ms de 50 aos transcurren entre ambas publicaciones y eltiempo, que no ha pasado en vano, cede a las presiones de unarrollador sistema de representacin que en el plano literario hapermitido la evolucin y el cambio de los correspondientesparadigmas novelescos a punto tal de mostramos el notorio viraje delpersonaje histrico desde esa estatura mtica que le confiere el

    imaginario, ya sealada, a ese otro que, en el ocaso de su vida,marcha hacia el exilio rodeado de sus afectos ms profundos perotambin acosado y perseguido por los latigazos de la incomprensin,por el fantasma siempre presente en esta evocacin de su vidapasada, del fracaso de su obra de emancipacin y la utopa de laintegracin latinoamericana constantemente presente en suspensamientos, la patria nica, grande y unida en pos de los mismosideales.

    J

    Sus motivos, como de costumbre, tenan un aliento prof-tico: maana, cuando l no estuviera, el propio gobierno queahora peda apoyar hara venir a Santander, y ste regresara

    coronado de gloria a liquidar los escombros de sus sueos, lapatria inmensa y nica que l haba forjado en tantos aos deguerras y sacrificios sucumbira en pedazos, los partidos sedescuartizaran entre s, su nombre sera vituperado y su obrapervertida en la memoria de los siglos (p. 150).

    En lneas generales podemos destacar como rasgoscaracterizantes de ambos registros el ajustado equilibrio entrelos datos reales y los ficcionales, la presencia de un mundolejano pero

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    reconocible para el lector o por lo menos factible de ser rpidamentereconstruido, la actuacin de personajes destacados de la historiaamericana, la presencia de dos planos claramente diferenciados: elnovelesco y el histrico que se imbrican en forma admirable ajustn-dose al arte de narrar que ha caracterizado la obra de Garca

    Mrquez. con ese tono inconfundible, la conformacin y el espesorde un mbito espacial que enmarca y da sentido a los hechosnarrados.

    En lo que respecta a las diferencias, la primera que podemosestablecer entre ambas novelas pertenece al orden temporal, pues alos efectos de tensar el tono de cada una de las propuestas narrativas,los autores habrn de centrar sus relatos en dos momentos muy im-portantes pero tambin distantes en el tiempo, de la historia del li-bertador. Las lanzas coloradas, por una parte, nos ofrece hacia elfinal del relato y despus de narrar los avances y retrocesos de lagesta bolivariana. las victorias y las derrotas, la alternancia entre losaciertos y los errores, la visin del general en sus momentos de ma-

    yor esplendor, el de las luchas armadas entre las fuerzas que propo-nen la Independencia americana y las fuerzas realistas, leales al reyde Espafia, durante el perodo 1810-1814. Su figura se erige concaracteres picos, vistos desde la mtica grandeza que le confiere elimaginario social. Mediante las analepsis temporales se evocarn losorgenes de la familia Fonta y el viaje en busca de El Dorado, for-malizados a partir del racconto tradicional, o de ciertas acronas quehabrn de anticipar tambin uno de los temas histricos predilectosde la novelstica de Uslar Pietri: el de la leyenda del mtico pas deoro, presuntamente escondido en la selva amaznica.

    Garca Mrquez, en cambio, elegir centrar el tiempo de la his-

    toria durante los ltimos das de vida del libertador, para acompa-arlo durante su viaje por el Ro Magdalena hasta Cartagena de In-dias. Una primera analepsis temporal permitir al escritor colombia-no los juegos textuales a los que toda su narrativa anterior nos tieneacostumbrados. No es ya el hroe mximo de la IndependenciaAmericana sino un anciano enfermo, casi irreconocible detrs de unamscara que acenta los rasgos de una prematura y definitiva senilidad, difamado y fustigado, quien emprende el lti?Io viaje, aquel

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    que lo conducir a la muerte, y lo hace por el ro desde donde, heridopor la incomprensin de sus adversarios, consumido por las fiebres,devorado por la tuberculosis, arrastrando una lenta agona, iniciarsu voluntario exilio hacia Europa. La ubicuidad temporal se logratambin por medio de las acronas, esto es al decir de Genette9, por

    las diferentes formas de discordancia entre el orden de la historia yel orden del relato. Prolepsis y analepsis narrativas que nos remontana diferentes puntos de la vida del general, para traemos el recuerdode sus relaciones amorosas, de las intrigas polticas, de las luchas porel poder, de amistades y traiciones, de momentos de herosmo perotambin de inesperadas cobardas.

    La constante transgresin de la linealidad temporal, rasgo inhe-rente al llamado tiempo cronolgico, es una de las caractersticasesenciales deEl general en su laberinto.

    Los frecuentes "flashbacks" transgreden la nocin del tiempocomo una lnea, transportando al lector a pocas de antao, paracompletar la biografia de los personajes o relatos de las gloriasanteriores del general, las que al amontonarse crean la sensacin deestar escribiendo no un libro sobre Bolvar, sino ms bien El Librode BolvarIO.

    Los procedimientos retricos, en este caso, estn utilizadospara mostramos todo el proceso de ficcionalizacin de una vida queagoniza, derrotada y enferma, pero plenamente conciente de lamagnfia grandeza de la gesta realizada y con la ms plena lucidezde la importancia de ese sueo de integracin latinoamericana quealentara sus momentos ms dificiles. La utopa del libertador,aquella que lo llevara a soar una Amrica libre, consolidadapolticamente y unida, esto es, sin escisiones internas y sin luchas

    intestinas, nosmuestra la grandeza del pensamiento bolivariano y la importancia desu mirada integradora.

    A la visin mtica del hroe en su momento de mayoresplendor que nos ofrece Uslar Pietri enLas lanzas coloradas, oponeGarca Marquez la visin fantasmal del General; al tono mgico-realista del primero, el tono desacralizador del segundo, aunque muylejos delesperpento valleinclanesco. Ambas visiones estn fuertemente im

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    pregnadas de un profundo sentimiento de veneracin y respeto quela figura del hroe de la Independencia Americana despierta en am-bos escritores. Ms frgil, pero a la vez ms humano, el uno, mstodopoderoso y lejano, ms "histrico", si se quiere, el otroll.

    El mayor ajuste a la verdad histrica que podemos percibir en

    la obra del escritor venezolano, en tanto se limita ste a una observa-cin a la distancia del general, se contrapone con un tratamientomucho ms libre de la misma, a nivel del discurso, en el autor co-lombiano, al mirar al protagonista desde la subjetividad de sus pro-pios procesos de conciencia. La discontinuidad o ruptura temporalpermite algunas licencias al narrador, que salta episodios, los con-densa, suprime otros, calla ciertas interpretaciones, devela pensa-mientos del general que slo l pudo acunar, penetra en ciertas inti-midades amorosas que solamente los actores pudieron conocer. Estaparticular y hasta cierto punto sutil alteracin de los referentes, hasido observada por Graciela Maturo quien nos dice respecto de estepunto:

    Pueden variar los referentes histricos, pero los unificauna misma conformacin tica, un mismo temple americano,una idntica disposicin al estoicismo, el vivir.~on coraje, l~aceptacin del destino y de la muerte, la fe en la supervivenciay en el triunfo del Bienl2.

    En cuanto al efecto de lectura o a la recepcin que como lecto-res hacemos de ambas formas discursivas en tanto "discurso histri-co", en el primer caso vemos de qu manera el uso de la narracinen tercera persona provoca el necesario distanciamiento propio del

    relato histrico, con el objetivo de volver verosmiles los hechos na-rrados. La Historia se constituye, simplemente, en el teln de fondo,marco necesario donde se desarrollan los hechos ficticios, dondetanto los personajes histricos (Bolvar, Miranda, Boves), como lospersonajes de la ficcin (Fernando Fonta, Presentacin Campos,doa Ins), son claramente identificables y diferenciados, desde laperspectiva del lector.

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    En la novela del colombiano el efecto de lectura, debido alconstante entrecruzamiento de ambos discursos, deja una. sensacinde ambigedad hasta poner en peligro la competencia cultural de sus

    lectores, que necesitan rpidamente de la confrontacin con eldjs

    ...

    curso historiogrfico. La deliberada intencin de focalizar la narracin desde la perspectiva de la~rimera persona, esto es, desde elpunto de vista del libertador, a pai\ir de un inteligente juego con losnarradores, muestra la voluntad de fQrmalizar la escritura como unareescritura. La novela ahondar en l' pensamientos, ideales, utopas,fobias, temores, obsesiones, es dec' en todos aquellos estratos,inclusive los ms ocultos e impenetrables del yo que narra la histo-ria, y desde los cuales los acontecimientos n presentados al lector.

    Resulta importante sealar que si bien novela est narrada entercera persona, lo cual de alguna manera le confiere estatuto deverdad a lo contado, hay en el reporte de la igesis misma un desdo-blamiento del personaje narrador que va s all del simple recuento

    diegtico. Nos referimos al personaj de Jos Palacios, "su servidorms antiguo", verdadero alter ego ien se esconde detrs de unasupuesta tercera persona para contar esde dentro del personaje, pe-netrando hasta en sus pensamietyos ms recnditos, como slo sepuede contar desde la primer~persona.

    Pero, como para desmentirlo, habr de aparecer uno de losjuegos textuales caracterstico del estilo del autor; para debilitar estaidentificacin afirma el mismo Jos Palacios: "Lo que mi seorpiensa, slo mi seor lo sabe" (p. 22), aunque el lectorinmediatamente intuye que esto no es as. Hacia el final de la novela,llega hasta el extremo de exclamar: "Lo justo es morimos juntos" (p.267) como si ambos formaran una sola entidad. Podemos hablar, siaceptamos el juego textual que la novela nos propone, de unaprimera persona narradora, la de Jos Palacios, que se esconde detrsde la tercera tal como el entramado discursivo, en tanto que discursohistrico, le exige.

    Parece confirmarse aqu la teora de un desdoblamiento acci-dental de quienes, seor y mayordomo, han caminado juntos miran-do los acontecimientos vividos desde una misma perspectiva12. Pormomentos pareciera que quien posee un mayor cenocimiento acerca

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    de los sucesos narrados es el propio Jos Palacios, quien encarna lamemoria del General Simn Bolvar. Carmen Bustillo, por su parte,propone una tesis diferente:

    Bolvar sigue siendo Bolvar adems de ser una invencingarca-marquiana, y la mirada de la contemporaneidad se man-tiene enmascarada tras el tono de crnica que le permite al na-rrador construirlo desde miradas ajenas que apenas se asomana la interioridad del personaje. El recurso de presentarlo-unavez ms- en la antesala de la muerte, desde la que se recrea ensiete meses mltiples momentos claves de su vida, agudiza anms la contextualizacin en su propio tiempo!3.

    Hay una apropiacin del narrador tambin desde ese particularproceso de la conciencia que le permite saltar de un incidente a otrosin tener en cuenta para nada la causalidad del relato, aspectos estosverdaderamente relevantes cuando de la transgresin de la digesishistrica se trata. Y si bien el quebrantamiento de los hechos o delsuceder no es significativo ni relevante, es precisamente en estosaspectos escriturales que la novela postula su alejamiento ms signi-ficativo del modelo tradicional del discurso histrico. Sin embargopara Cristina Pifia la obra del colombiano no hace sino repetir losviejos esquemas constructivos, copiando sin ms los rasgoscaracterizadores de la novela histrica decimonnica:

    [u.] el autor somete imaginacin y lenguaje a las marcasdiscursivas propias de la historiografia liberal, lo cual determi-

    na que literariamente, este 2 relato (el histrico), que por des-gracia es el hegemnico, adopte todas las convencioneslingsticas temporales y de presentacin del espacio y los per-sonajes, propia de la novela decimonnical4.

    No podemos aceptar esta perspectiva crtica por cuanto enten-demos que la novela muestra un interesante viraje, en algunosaspectos, en relacin a los modelos cannicos anteriores a~mque eldiscur

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    so respete la inclusin del referente dentro de la textualizacinficcional. La perfecta articulacin entre el relato histrico y los he-chos que devienen de un planteo puramente ficcional estn hablandoa las claras de un novedoso desvo hacia nuevas fonnas de novelar la

    materia histrica, aquellas a las que Seyrnour Menton ha denomina-do "Nuevas Novelas Histricas"ls, y ha procedido luego a caracteri-zar con acierto. Pero ni el mismo Menton se ha atrevido a ubicar aElgeneral en su laberinto como una nueva novela histrica:

    A pesar de su protagonista histrico [...] el retrato de Bol-var sigue ms o menos de cerca el retrato hecho por los histo-riadores; el autor no se deja tentar por los anacronismos y lasotras distorsiones exageradas; la re-creacin de la poca no estsubordinada a la presentacin de conceptos filosficosatemporales; no se cultiva ni la metaficcin ni los conceptosbajtinianos de lo dialgico, lo carnavalesco, la parodia y laheteroglosia. Sin embargo [agrega Menton], no cabe duda quees una de las novelas histricas ms sobresalientes de los tresltimos lustros ...

    El mismo autor acota ms adelante que no es necesario que todoslos elementos sealados se den Juntos en un mismo registro. A estaafirmacin nosotros oponemos el hecho de que hay grados en la

    ftansgresin del discurso histrico, ms o menos importantes en las, .'

    distintas novelas, y que s estamos ante una ruptura de paradigmarespecto de la novela histrica tradicional.

    La estructura espiralada o laberntica, como la llama GracielaMaturo, revierte tambin la concepcin lineal destacada en el dis-curso histrico tradicional. Se quiebra aqu la representacin de unregistro que siga en una lnea temporal convencional los hechos his-tricos que la novela planteal6. El discurso flucta segn el caprichode una conciencia errtica que acerca o aleja ciertos episodios, sedetiene en fonna ponnenorizada en algunos o vuela rasante sobreotros que, en algunos casos, sern retornados ms adelante. Pese aello la novela hace gala de una unidad orgnica, son ocho captulos

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    no numerados que corresponden a un casi igual nmero de escalasen el viaje final desde Santa Fe de Bogot hasta Santa Marta. Eldiseo estructural juega al ritmo que le confiere la amplificatio. Elcaptulo primero funciona como un antetexto que delinea y sintetiza

    el discurso que se profundizar y completar en las partes restantes.No obstante la historia entera del general cabe desde el principio alfmal en esta admirable sntesis de su vida:

    Era el fin. El general Simn Jos Antonio de la SantsimaTrinidad Bolvar y Palacios se iba para siempre. Haba arreba-tado al dominio espaol un imperio cinco veces ms vasto quelas Europas, haba dirigido veinte aos de guerras para mante-nerlo libre y unido, y lo haba gobernado con pulso firme hastala semana anterior, pero a la hora de irse no se llevaba nisiquiera el consuelo de que se lo creyeran. El nico que tuvo

    bastante lucidez para saber que en realidad se iba, y para dndese iba, fue el diplomtico ingls que escribi en un informeoficial a su gobierno: "El tiempo que le queda le alcanzar aduras penas para llegar a la tumba". (pp. 44-45).

    Por otra parte, las claves de lectura de la novela estn especifi-cadas en el paratexto titulado "Gratitudes", posiblemente el entrete-jido documental y ficcional ms significativo de todo el relato, desdedonde el autor, adems de enunciar la gnesis de la obra y las deudasque la misma ha generado, torna posibles dos mediaciones impor-tantes, desde el punto de vista de la lectura: en primer lugar, la mani-pulacin del lector a los efectos de condicionar la interpretacin, por

    cuanto para Garca Mrquez su novela es una autntica biografa,contraria a la versin de los hechos que podramos llamar "oficial";y, por otra parte, en franco contraste con esta postura, la preocupa-cin por ceirse a la veracidad histrica, "en la primera versin delos originales descubri media docena de falacias mortales y anacro-nismos suicidas que habran sembrado dudas sobre el rigor de estanovela" (p. 274).

    En este juego textual que oscila entre la insistencia en remarcar

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    la bsqueda de la veracidad de los hechos (puesta de relieve en elparatexto), por una parte, y por otra, la negacin de lo verosmil, o uneventual descrdito de la verdad histrica propiciado a partir deciertos juegos discursivos que son ya caractersticos de su estilo de

    novelar, o por lo menos la sospecha de la falta de veracidad de cier- @tos hechos, hay una nueva vuelta de tuerca al tratar de dejar un pe-queo resquicio para que se piense en ella, simplemente, como obrade ficcin: "Sin embargo, -finaliza- no estoy muy seguro de que debaagradecer estas dos ayudas finales, pues me parece que semejantesdisparates habran puesto unas gotas de humor involuntario y tal vezdeseable- en el horror de este libro" (p. 274).

    Para Garcia Mrquez no es una cuestin menor aquella que pre-side la gnesis misma de la obra a partir de una mencin paratextualque aparece en la propia tapa y que llama Novela al discurso queofrece a la consideracin del lector. Esta denominacin enmarca

    cualquier otra apreciacin que el lector pretendiera hacer de lossucesos textual izados y que tienen al hroe de la independenciaamericana como personaje principal.

    El carcter absolutamente ficcional del relato, pese al respetuo-so apego al universo referencial que la novela postula, condicionadesde el principio mismo de la obra del escritor colombiano el actode la lectura.

    .. / Otra nota caracterstica de esta novela es la profusin deparatextos que programan para los destinatarios del texto el ejerciciomismo de la lectura. Ms all de la reiterada intencin de remarcar elcarcter ficcional del relato bolivariano est la preocupacin por es-tablecer los andariveles por los cuales habr de desplazarse la lectu-

    ra: un mapa esquemtico del ltimo viaje de Bolvar, 1830, que ayuda al lector a seguir las alternativas del mismo por tierra americanahasta su destino fmal; una sucinta cronologa de Simn Bolvar, ela-borada por Vinicio Romero Martnez, que procura convencer al lec-tor de la veracidad de los hechos histricos; finalmente, el ya co-mentado paratexto titulado "Gratitudes", desde donde GarcaMrquez producir una quiebra a nivel discursivo, al voltear con unguio pardico y jugar, en ltima instancia, una ltima eartaapostada no al

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    rescate de lo histrico sino a un remate que propone unjuego predo-minantemente ficcional.

    Aunque las ideas que aqu exponemos sean un simple esbozodel modo en que lo histrico y lo literario se intertextualizan en for-

    ma permanente en nuestra literatura, creemos que los ejemplos ele-gidos sern suficientes para visualizar de qu manera ambas formasde escrituras se entrelazan, se entretejen, realizan apropiaciones delotro mbito, que derivar en un nueva conformacin discursiva, con-taminada y delineada con caracteres propios de cada uno de los dis-cursos, para dar como resultado una visin absolutamente nueva dela Historial7 que ha llevado a varios pensadores a predecir la muertede sta a causa de su fragmentacin en mltiples historias. No obs-tante, una lectura detallada y cuidadosa dejar al descubierto el res-petuoso apego al marco referencial, sobre todo en los pasajes a los"'que podemos llamar ms propiamente histricos. El discurso no al-tera ni cambia la referencia, la registra a su manera desde el modo de

    contar propio del colombiano. Tal vez s ms que manipular el dis-curso consagrado durante siglos por la historiografa podamos con-signar el hecho de silenciar en ciertos momentos algunos aspectosdel mismo. .

    La novela se limita a sugerir entre bambalinas nuevas posibili-dades de formalizar estas conformaciones discursivas de neta rai-gambre romntica. Esta crisis del pensamiento y del discurso hist-rico est expuesto por Foucault, a propsito de su estudio sobre elpensamiento de Nietzsche en un fragmento que por s mismo podraalentar una nueva discusin sobre el tema que nos ocupa, pero quedeseamos dejar simplemente insinuada:

    El sentido histrico implica tres usos que se oponen uno auno a las tres modalidades platnicas de la historia. Uno es eluso pardico y destructor de realidad, que se opone al tema dela historia-reminiscencia o reconocimiento; otro es el usodisociativo y destructor de identidad; que se opone a la histo-ria-continuidad o tradicin; el tercero es el uso sacrificatorio ydestructor de verdad, que se opone a la historia.-conocimiento18.

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    y si bien debemos aceptar la influencia del pensamientonietzscheano en el espacio que nos ocupa y considerar que esos tresusos por l sealados aparecen con frecuencia en la concepcin y enel sustrato mismo de las llamadas "Nuevas Novelas Histricas"

    comoaspectos esenciales de estos relatos, no encontramos ninguna dees- ~tas marcas en El general en su laberinto y mucho menos en Laslanzas coloradas. A saber: no se percibe en la obra de GarcaMrquez la intencin de destruir la realidad, o la de negar la verdadhistrica, ni la de ignorar la identidad americana. El eventual gestopardico que la novela podra en algn momento insinuar quedadesvirtuado de inmediato al no observar el lector la intencin desocavar la credibilidad de los hechos narrados para sostener yafirmar un "mundo al revs"19 que ponga en tela de juicio o nieguelas escrituras anteriores o los registros historiogrficos consagrados

    durante siglos y consagratorios de la figura del Libertador.

    RESUMEN

    Podemos observar en la produccin escritural de nuestra Amrica

    diversas variables discursivas que ponen como eje y centro del proceso deficcin al llamado discurso histrico, con todas las salvedades y objecioneSque dicha formulacin pueda sugerirnos. A los efectos de confrontar los

    modos de entramar historia y ficcin y marcar ciertas notascaracterizadoras de ambas posturas, centraremos nuestra propuesta en

    torno a la evocacin de uno de los hroes mximos de la gesta de la Inde-pendencia, el general Simn Bolvar. Para ello atenderemos a dos novelas

    que textualizan una parcela de nuestra historia y que lo tienen como perso-naje central: Las lanzas coloradas, (1931), de Arturo Uslar Pietri y El ge-neral en su laberinto, (1989) de Gabriel Garda Mrquez.

    El objetivo. de este trabajo ser delinear las diferentes formas de

    articulacin del discurso histrico, los juegos textuales que caracterizan a

    ambas conformaciones discursivas, los procedimientos retricos que las

    hacen posibles y el efecto que ambas habrn de despertar en el lector.

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    11 Graciela Maturo. Amrica latina en su laberinto. Una aproximacin her-menutica a la novela El general en su laberinto, de Garda Mrquez. Bue-nos Aires, Centro de Estudios Latinoamericanos, Coleccin Ensayos Bre-ves, N 29, p. 13.

    12 Ibid., p. 15. Maturo afIrma que Jos Palacios "nos proporciona el puntode vista ms prximo al per.sonaje, al ser quien lo observa en suintimidad", para agregar ms adelante que en un segundo nivel "El segundocapitulo tiene enlaces alegricos entre sefior y mayordomo".

    13 Carmen Bustillo. "Personaje y tiempo en La tragedia del generalsimo"de Denzil Romero". En: Revista Iberoamericana, N 166-167, Vol. LX,enero-junio 1994, Nmero especial dedicado a la Literatura Venezolana, p.302.

    14 Cristina Pifia. "En el laberinto". En:La Gaceta. Tucumn, 14-V-89, p. 34.

    IS Seymour Menton. La Nueva Novela Histrica de la Amrica latina, 19791992.Mxico, Fondo de Cultura Econmica, 1993, p. 147.

    16 Graciela Maturo. Op. cit.,p. 16.

    17 Celia Femndez Prieto.Historia y Novela: Potica de la Novela Histri.,00. Pamplona, EUNSA, 1998. Sefiala lo siguiente: "La competencia de loslectores no slo importa en relacin al argumento histrico concreto recrea-do en la digesis narrativa, sino tambin en relacin al concepto de Histo-ria, y de la narrativa historiogrfIca con sus pilares: la sucesin lineal, lacronologa, la causalidad como principio explicativo y ordenador, la fIdeli-dad a los hechos, la verdad" (p. 178).

    lB Michel FoucaultNietzche, la genealoga, la historia. Valencia, Pre-textos,1988.

    19 Angelo Marchese y Joaqun Forradellas.Diccionario de retrica, crticay terminologa literaria. Barcelona, Ariel, 1986, p. 331.