yourcenar spinoza

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Marguerite Yourcenar representa a Spinoza como el hombre anónimo espectador de los acontecimientos más importantes de su tiempo pero que pasa inadvertido. - “Pienso como vos sobre todos esos puntos -dijo inesperadamente el filósofo-. Las pasarelas de los teoremas y los puentes levadizos de los silogismos no llevan a ninguna parte, y quizá lo único que consigan alcanzar sea la Nada. Pero es hermoso. (...) - Y -prosiguió Belmonte, cuya ronquera parecía haber disminuido con la cerveza- he aquí el por qué de las demoras que lamenta Gerrit Van Herzog, cuyas razones se le escaparían, aunque yo me rebajase a dárselas. Tras haber, según unos, homologado el universo y, según otros, demostrado la existencia de Dios o, al contrario, su inutilidad (todos esos necios merecen formar parte del mismo grupo), heme aquí con el culo en el desnudo suelo y - por encima de mi cabeza- mis perfectos silogismos y mis demostraciones incontrovertibles, colgados a demasiada altura para que yo pueda, con un impulso, llegar hasta ellos. Una vez que la lógica y el álgebra han realizado sus obras maestras, ya no me queda sino recoger en la palma de la mano un puñado de tierra sobre la que me arrastro desde que me hicieron... Y de la que estoy hecho... Y de la que vos también estáis hecho. Y el terrón más pequeño de esa tierra es más complicado que todas mis fórmulas. Pensé en recurrir a la fisiología, a la química, a todas las ciencias del interior de las cosas. Pero en la primera hallé abismos y contradicciones escondidas, lo mismo que en nuestros cuerpos, de los que tan pocas cosas sabe la fisiología... En la segunda, volvía otra vez a las generalizaciones y a los números... Si en alguna parte hubiera un eje, parecido a una cucaña, por el que yo pudiera trepar hacia lo que las gentes suponen ser “lo de arriba”... O bien, si pudiese encontrar un agujero, y bajar por él hacia no sé qué clase de divinas antípodas... Y aun siendo esto posible, sería preciso que ese eje, o ese agujero, se hallasen en el centro, fueran un centro. Pero desde el momento en que el mundo (aut Deus) es una esfera

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Page 1: Yourcenar Spinoza

Marguerite Yourcenar representa a Spinoza como el hombre anónimo espectador de los acontecimientos más importantes de su tiempo pero que pasa inadvertido.

- “Pienso como vos sobre todos esos puntos -dijo inesperadamente el filósofo-. Las pasarelas de los teoremas y los puentes levadizos de los silogismos no llevan a ninguna parte, y quizá lo único que consigan alcanzar sea la Nada. Pero es hermoso.

(...)

- Y -prosiguió Belmonte, cuya ronquera parecía haber disminuido con la cerveza- he aquí el por qué de las demoras que lamenta Gerrit Van Herzog, cuyas razones se le escaparían, aunque yo me rebajase a dárselas. Tras haber, según unos, homologado el universo y, según otros, demostrado la existencia de Dios o, al contrario, su inutilidad (todos esos necios merecen formar parte del mismo grupo), heme aquí con el culo en el desnudo suelo y -por encima de mi cabeza- mis perfectos silogismos y mis demostraciones incontrovertibles, colgados a demasiada altura para que yo pueda, con un impulso, llegar hasta ellos. Una vez que la lógica y el álgebra han realizado sus obras maestras, ya no me queda sino recoger en la palma de la mano un puñado de tierra sobre la que me arrastro desde que me hicieron... Y de la que estoy hecho... Y de la que vos también estáis hecho. Y el terrón más pequeño de esa tierra es más complicado que todas mis fórmulas. Pensé en recurrir a la fisiología, a la química, a todas las ciencias del interior de las cosas. Pero en la primera hallé abismos y contradicciones escondidas, lo mismo que en nuestros cuerpos, de los que tan pocas cosas sabe la fisiología... En la segunda, volvía otra vez a las generalizaciones y a los números... Si en alguna parte hubiera un eje, parecido a una cucaña, por el que yo pudiera trepar hacia lo que las gentes suponen ser “lo de arriba”... O bien, si pudiese encontrar un agujero, y bajar por él hacia no sé qué clase de divinas antípodas... Y aun siendo esto posible, sería preciso que ese eje, o ese agujero, se hallasen en el centro, fueran un centro. Pero desde el momento en que el mundo (aut Deus) es una esfera cuyo centro está en todas partes, como lo afirman los entendidos (aunque yo no veo por qué no podría ser un poliedro irregular), basta con excavar en cualquier sitio para sacar Dios, como cuando estamos a la orilla del mar y sacamos agua, al excavar en la arena... Excavar con las uñas, con los dientes y con el hocico, en esa profundidad que es Dios... (Aut nihil, auto forte Ego). Ya que el secreto consiste en que estoy excavando dentro de mí, puesto que en este momento me encuentro en el centro: mi tos, esa bola de agua y lodo que sube y que baja por mi pecho y me ahoga, el desvío de mis entrañas, estamos en el centro... Ese esputo que circula dentro de mí, estriado de sangre, esos intestinos que me atormentan como jamás me atormentarán los de otro y que, sin embargo, son de la misma carne que los suyos, la misma nada, el mismo todo... Y ese miedo a morir, cuando aún siento latir la vida con pasión hasta la punta del dedo gordo del pie... Cuando hasta con una bocanada de aire fresco que entra por la ventana para henchirme de gozo, como un odre...”

Marguerite Yourcenar, Como el agua que fluye. Narrativa Actual, nº 43. RBA editores, Barcelona, 1993.