yáñez v, a. y guerra t, r. (compiladores) - heidegger, martin - caminos.pdf

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  • Martn Heidegger : Caminos Titulo Yez Vilalta, Adriana - Compilador/a o Editor/a Guerra Tejada, Ricardo - Compilador/a o Editor/a

    Autor(es)

    Cuernavaca, Morelos LugarCentro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias/UNAMUNAM, Universidad Nacional Autnoma de MxicoCRIM

    Editorial/Editor

    2009 FechaColeccin Multidisciplina, no. 5 ColeccinMetafsica; Nazismo; Platn; Racionalidad; Filosofa; Heidegger, Martn; Terico; TemasLibro Tipo de documentohttp://bibliotecavirtual.clacso.org.ar/Mexico/crim-unam/20100503124646/Heidegger.pdf

    URL

    Reconocimiento-No comercial-Sin obras derivadas 2.0 Genricahttp://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/2.0/deed.es

    Licencia

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    Latin American Council of Social Sciences (CLACSO)www.clacso.edu.ar

  • artn HeideggerCaminos

    M

  • Universidad Nacional Autnoma de MxicoCentro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias

    Coleccin Multidisciplina, nm. 5

  • Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias/unam Facultad de Filosofa y Letras/unam

    Centro de Investigacin y Docencia en Humanidades del Estado de Morelos,Cuernavaca, Morelos, 2009

    Ricardo Guerra TejadaAdriana Yez Vilalta

    Coordinadores

    artn HeideggerCaminos

    M

  • Catalogacin en publicacin: Martha A. Fras/Biblioteca del CRIM

    Diseo de cubierta: Patricia Luna

    Primera edicin: 2009

    D.R. Universidad Nacional Autnoma de Mxico Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias Av. Universidad s/n, Circuito 2, Col. Chamilpa

    C.P. 62210, Cuernavaca, Morelos, Mxico Facultad de Filosofa y Letras

    Universidad Nacional Autnoma de Mxico Ciudad Universitaria, 04510 Mxico, D.F.

    Centro de Investigacin y Docencia en Humanidades del Estado de Morelos

    Av. Morelos Sur 154 Col. Las Palmas

    C.P. 62050, Cuernavaca, Morelos, Mxico

    Correo electrnico: [email protected] Sitio en Internet: http://www.crim.unam.mx

    ISBN: 978-970-3-22151-6

    Impreso y hecho en Mxico

    Martn Heidegger. Caminos. / Ricardo Guerra Tejada, Adriana Yez Vilalta, coordinadores. Cuernavaca, UNAM, Centro Regional de Investigaciones Multidisciplinarias; Facultad de Filosofa y Letras; Centro de Investigacin y Docencia en Humanidades del Estado de Morelos, 2009. 304 p. ISBN: 978-970-3-22151-6

    1. Heidegger, Martn-1889-1976. 2. Ontologa. 3. Metafsica. I. Guerra Tejada, Ricardo, coordinador. II. Yez Vilalta, Adriana, coordinadora

    B3279H464M37

  • Para Adrin

  • CONTENIDO

    Introduccin. 13Adriana Yez VilaltaHeidegger y la Edad Media. Su lectura de Duns Escoto. 15Mauricio BeuchotHeidegger y el problema de la tcnica. 23Felipe BoburgEl oscuro humus de la tierra. 33Alberto ConstanteEl sueo de los dioses. 41Elsa CrossHistoricidad y temporalidad en el pensamientode Heidegger. 49Juan Manuel del MoralHacia una nueva racionalidad? 57Elisabetta Di Castro S.Heidegger y la pregunta por el tiempo. 63Francisco Gmez-ArzapaloPoesa y pensamiento en Heidegger. 73scar Gonzlez CsarHeidegger y el problema del nazismo. 87Juliana Gonzlez ValenzuelaHabitar el asombro. 95Crescenciano Grave

  • Ontologa: ser, lenguaje e historia. 105Ricardo Guerra TejadaHeidegger y la tcnica o de cmo la metafsica ilumina el ocaso del segundo milenio. 119Edith GutirrezHeidegger, guardin del ser. 123Ricardo HornefferHeidegger y Herclito. 129Enrique Hlsz PicconeMartn Heidegger, la poesa y el silencio. 135Jaime LabastidaLa potica metafsica de Martn Heidegger. 141Josu LandaHeidegger: en camino a la poesa. 155scar MartiarenaHeidegger y Wittgenstein. El ser, la angustia, el habla, el silencio. 167Martha MassaPor el sentido de Heidegger. 181Graciela A. Mota BotelloCura y praxis. 193Marco Eduardo MuruetaEl ser, entre los parajes del silencio y la palabra. 201Fernanda NavarroHeidegger y Hlderlin. 207Ral QuesadaDe la experiencia de pensar a Heidegger. 215Greta Rivara KamajiVerdad, filosofa y expresin. 223Paulina Rivero Weber

  • El problema de la tica en Heidegger. 233Luis Csar SantiestebanLa lucha contra los malentendidos. 247Juan Manuel Silva CamarenaUn recodo en el camino de M. Heidegger: del abituriententraum a la libertad. 253Luis TamayoLa lectura heideggeriana de Platn. 261Alfredo Troncoso M.Crtica y hermenutica. 279Ambrosio Velasco GmezLos seminarios de Zollikon de Martn Heidegger. 289ngel Xolocotzi YezHeidegger y Hlderlin. Caminos. 297Adriana Yez Vilalta

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    IntroduccinAdriana Yez Vilalta

    Este libro rene ensayos de ms de treinta filsofos sobre Martn Hei-degger. La lectura de cada uno de ellos nos abre las puertas del pensar: arte, ciencia, ontologa, metafsica, dilogo con la tradicin, poesa, len-guaje y verdad. Encontramos en estos textos un nuevo camino para comprender mejor lo que siempre preocup a Heidegger, lo que fue el centro y el ncleo de su filosofa, porque toda su obra gir en torno a un solo problema: la pregunta por el ser, el problema del ser: qu es pensar? Heidegger es quien determina el rumbo de la filosofa del siglo xx. Ms an, podemos afirmar que Heidegger es el pensador del siglo xx. Recordemos que, como toda ontologa, la de Heidegger trata de describir el ser en s, el ser en cuanto ser. Y la regin ontlogica del ser es la regin de la existencia humana. Aqu encontrar el lector no solamente una fuente del saber, sino tambin del sentido de su propia existencia. Leer a Heidegger es tener una experiencia de lo otro, de lo inde-cible, de una nueva manera de pensar, vivir y actuar. Ms all de la razn, de las etiquetas y de las escuelas. La verdad filosfica es comunicable. La prueba la tenemos en el inters que la obra de Heidegger ha despertado durante generaciones. Nada ms lejano del sentido comn que pretende poseer una superioridad bien definida frente a la pregunta del pensa-miento interrogador. La poesa, la filosofa, la pintura o la msica nunca han sido dis-tantes de la propia ontologa. Wege, nicht Werke. Caminos, no obra. Eso fue lo que quiso decir Heidegger en el centro de su filosofa. Y por eso seguimos enfrentndonos al pensamiento que cuestiona. Eleg para la portada un cuadro de Paul Klee: La flecha ante el jardn. Un jardn imaginario donde tropezamos por caminos en el de-

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    INTRODUCCIN

    sierto, buscando la plenitud en la arena. Los colores dorados nos atraen como el caos y el infinito. Como el vaco. Un vaco cercano a la religio-sidad. Dnde est el concepto? Dnde la direccin? Brillante, ausente de color, oscura como la sombra, la flecha marca el camino. La respuesta est en el camino, en lo oscuro de la flecha, inamovible, impenetrable. En el jardn catico, slo la flecha indica una direccin, nos orien-ta sobre los diferentes signos grficos. Tringulos, cruces, crculos, espi-rales, claves de sol, sugieren vegetales, balaustradas, marquesinas, jardi-nes colgantes, todos elementos de una villa imaginaria, construida en forma de escalera. Esta multitud de pequeos motivos nos obliga a la lectura atenta, anloga, de una partitura musical. Estamos ante una concepcin orgnica de la imaginacin. Un universo encantado, a la vez humorstico y mtico, donde se mezclan la botnica, la arquitectura, la geologa y el pensar. Esta asociacin de lo imaginario con lo preciso traduce la influen-cia del romanticismo alemn, en una mezcla de msica, pintura, filoso-fa y poesa. La fuerza que representa la flecha es lo oscuro de la imagi-nacin. El origen de la flecha es el pensamiento: Cmo entender la lle-gada hasta all? Ms all de este ro, de este lago, de esta montaa? La contradiccin entre la fuerza vital y nuestra facultad para dirigir la vo-luntad por medio del pensamiento, los dominios terrestres y el mundo suprasensible, se encuentra en el origen mismo de lo trgico humano.

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    Heidegger y la Edad Media.Su lectura de Duns Escoto

    Mauricio Beuchot

    En lo que sigue me centrar en la obra que Heidegger dedica a la gram-matica speculativa medieval, en su extenso escrito de habilitacin (Habi-litationschrift) de 1916, uno de sus primeros trabajos. Primero trat de ver por qu le interes esa obra atribuida a Juan Duns Escoto que, poco despus, en 1922, se comprobara que era de Toms de Erfurt, bastante posterior a Escoto. De hecho, encontr un inters muy grande de Hei-degger por la teora de las categoras de Escoto, ya que no se basa para ellas en ese escrito apcrifo, sino en otras obras del Doctor Sutil, princi-palmente su tratado De praedicabilibus. Por lo tanto, hay un inters es-pecfico por Escoto. Y tambin encontr un inters particular de Heide-gger por la grammatica speculativa medieval, ya que le parece que, por su orientacin hacia la teora de la intencionalidad, abre camino a lo que, segn l mismo, debe ser una autntica filosofa del lenguaje, inclusive en la actualidad. Pero tambin creo encontrar que esos escritos, los de Escoto y los del pseudo-Escoto, es decir, Toms de Erfurt, prejuiciaron a Heidegger para que viera omnipresente el univocismo en la escolsti-ca, de modo que, por olvido de la analoga del ser (analoga que se pro-fes en la corriente tomista, la escuela de Toms de Aquino), lleg a unificarlos a todos en su acusacin de onto-teologa, de prdida de la distincin ontolgica y de olvido del ser. Esta es mi hiptesis. Tratar de apoyarla y, sobre todo, de hacer que nos brinde alguna compren-sin de los ataques de Heidegger a la metafsica escolstica, no siempre fundados ni justos, y a los que, por lo tanto, tenemos que buscarles su justo lugar. Es evidente, pues, que Heidegger se interes por la Grammatica Speculativa, que en su momento corra a nombre de Duns Escoto, aun-

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    MAURICIO BEUCHOT

    que era falsa esa atribucin.1 En efecto, el erudito medievalista Martin Grabmann demostr que era de Toms de Erfurt (M. Grabmann, 1922: 273-277). Pero creo que lo importante aqu no es la autenticidad de esa obra, sino el inters que tuvo Heidegger tanto por la grammatica specu-lativa ms famosa de la Edad Media como por Duns Escoto y algunos elementos de su doctrina. Eran las dos cosas. Y lo que ms importa es la interpretacin que Heidegger supo hacer de esa obra, por cierto, una interpretacin muy precisa y acertada. Comencemos por el inters que tuvo hacia la grammatica specula-tiva. A qu se debera ste? La gramtica especulativa era algo muy importante. Era, en primer lugar, una gramtica filosfica, el entrecruce de dos corrientes, a saber, de los gramticos de la escuela latina, como Guillermo de Conches y Pedro Helas, y los filsofos escolsticos, que vean el lenguaje desde la lgica, como Rogelio Bacon y Pedro Hispano. Era, pues, una gramtica lgica, que buscaba la forma lgica del lengua-je, la estructura profunda debajo de la estructura lingstica superficial. De manera muy semejante a Husserl, Frege, Russell, Wittgenstein y Chomsky. Por lo menos, Heidegger supo encontrar en ella el parecido de lo que buscaba su maestro Husserl. Adems, la gramtica especulativa fue antecesora de la gramtica universal de los modernos. De alguna forma se afanaba por lo mismo: los universales lingsticos, las estructuras fundamentales del lenguaje. Pero, a diferencia de esa lingstica cartesiana, como la llama Chomsky, buscaba los elementos del decir que tambin fueran los del ser. Era, por tanto, no slo una gramtica lgica, sino adems una gramtica ontol-gica o metafsica. Tal vez por eso interes tanto a Heidegger. En efecto, la gramtica especulativa estudiaba los modos de decir o significar (modi significandi), que tenan que recoger los modos de conocer o entender (modi intelligendi), y stos, a su vez, reflejaban los modos de ser (modi essendi). Por estudiar esos modos, estos gramticos eran llamados modis-tae (M. Beuchot, 1991: 169 y ss.).

    1 El texto latino de la obra atribuida a Escoto se encuentra en la edicin de las obras de ste (Pars, Ed. Vives, 1891-1895). Tambin se encuentra en T. de Erfurt (1972).

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    HEIDEGGER Y LA EDAD MEDIA

    Segn la grammatica speculativa, los trminos tienen significacin y consignificacin, como ya lo deca Aristteles. La significacin es la capacidad de representar algo al intelecto, la consignificacin es el sen-tido sintctico que adquiere el trmino en el contexto de la oracin. Los modi significandi surgen tanto de la significacin, que es una propiedad absoluta del trmino, como de la consignificacin, que es una propiedad relacional suya. Los modos de significar son dos: uno activo y otro pa-sivo. El activo es la accin de significar una cosa; el pasivo es la capaci-dad que tiene la cosa de ser significada por la palabra. Heidegger trata de verter la teora medieval de la significacin a los moldes de la lgica neokantiana y de la teora husserliana de la intencionalidad. El mismo Husserl haba hablado de una gramtica universal en sus Investigaciones lgicas (vol. ii, parte I, invest. 1-4). Heidegger interpreta el modus signi-ficandi passivus como el contenido intencional del acto de la significa-cin (p. 262) o como el contenido noemtico (p. 252) o como el corre-lato objetivo (p. 251). Es el objeto intencional significado. El modus essendi rei es la objetividad referida por el sentido noemtico, esto es, lo que es experienciable en general (p. 260). El modus intelligendi activus es la caracterstica intencional del intelecto (p. 258), y el modus intelligendi passivus no es otra cosa sino el modus essendi en cuanto objetivado por la conciencia (p. 259). En la interpretacin que hace Heidegger de las categoras y los trascendentales hay una presencia de la obra de Brenta-no sobre Asitteles (R. M. Stewart, 1979: 374, nota 2). Y el mismo Heidegger dice que para poder entender estas doctrinas medievales hay que estudiar su contexto cultural y, dentro de l, a los telogos y a los msticos, como el Maestro Eckhart.2 Esta alusin al contexto cultural de un pensamiento, para poder entenderlo, posiblemente recoge sus lectu-ras de Dilthey, cuya obra conoci por Carl Braig, profesor de teologa en Friburgo (Stewart, 1979: 372). En la parte de la teora del significado, donde aborda los concep-tos de la grammatica speculativa tanto de Erfurt como de Escoto, Hei-degger hace, como hemos visto, la traduccin de dichos conceptos a los de la fenomenologa husserliana. Se empea en mostrar que el

    2 Esto lo dice Heidegger en el captulo suplementario a su escrito de habilitacin (pp. 350-351). Sobre ello, cf. J. D. Caputo (1974: 101-117).

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    MAURICIO BEUCHOT

    pseudo-Escoto tena unas intuiciones muy cercanas a las de la fenome-nologa: el antipsicologismo en la lgica, la introduccin de la inten-cionalidad en la misma, el esencialismo resaltado en la epoj del esse o de la existencia, y otras cosas semejantes. Mas a pesar de esa transposi-cin husserliana de las ideas medievales, Heidegger es, en el caso de este escrito sobre el pseudo-Escoto, un comentarista muy cuidadoso y serio. Cita muchas de las obras principales de ste. Aduce los textos ms relevantes y hace una exposicin muy ceida a los mismos. En cuanto al inters de Heidegger por Escoto, l mismo dice, en la introduccin a su escrito, que es el ms sutil pensador de la escolsti-ca (M. Heidegger, 1972: 145). Pero no se reduce a eso su inters. Esco-to fue uno de los ms metafsicos, tuvo una metafsica muy sutil, sobre todo sus comentarios a la Metafsica de Aristteles, que Heidegger cita con profusin aqu. La sutileza metafsica de Escoto le vali el apelativo de Doctor Subtilis. Encontraba caminos por donde nadie los vea. Encontraba un tertium quid donde los otros slo encontraban dos. Ha-llaba una muy sutil pero certera va media donde nadie atisbaba nada ms. Pero era una metafsica univocista, no analgica. Yo creo que la verdadera sutileza se da en el buen manejo de la analoga y que una sutileza que se da en la univocidad todava no es completa ni perfecta. Una sutileza unvoca encuentra algo distinto por medio de la tensin externa que provoca en los conceptos; una sutileza analgica aprovecha la tensin que se da al interior de los mismos conceptos. En fin, era la de Escoto una metafsica univocista y sta fue la que impresion a Heidegger y lo marc en cuanto a su concepcin y estima-cin de la metafsica escolstica. Le dej una cierta impresin de univo-cidad injusta respecto de ella. Sembr en l semillas de perspectiva un-voca. Que la metafsica de Escoto era unvoca quiere decir que vertebraba su doctrina por los cauces del sentido unido del ser, sin resal-tar en l la pluralidad de sentidos que haba sealado Aristteles y que puso de relieve Santo Toms, como ms tarde lo hara Brentano en un clebre estudio. Quisiera resaltar la importancia de esta presencia de la univocidad en la metafsica de Escoto. La univocidad, la equivocidad y la analoga son tanto modos de significar como de predicar o de categorizar. Por eso vendran muy a cuento en un trabajo, como el de Heidegger, sobre

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    HEIDEGGER Y LA EDAD MEDIA

    la teora de las categoras y de la significacin. Pues bien, la univocidad pretende prescindir de las diferencias, quedarse lo ms posible en la identidad. En cambio, su opuesto, la equivocidad, se hunde en la dife-rencia irreductible, absoluta, que no puede sino llevar a la disgregacin. Inclusive al relativismo y, a la postre, al nihilismo. En el caso de los pre-socrticos, la univocidad est del lado de Parmnides y la equivocidad del de Herclito. En cambio, la analoga, la analogicidad, trata de pre-servar la diferencia sin renunciar a la identidad, esto es, conseguir lo ms que se pueda de identidad respetando la diferencia. Pretende no traicio-nar las diferencias que hay en el mundo. Creo que el rechazo y abando-no de la analoga fue una gran prdida para la filosofa. Lo fue para la misma filosofa medieval, que cada vez ms se endureci en la univoci-dad, tanto por obra del escotismo como del nominalismo, hasta desem-bocar en la modernidad. Se perdi la gran riqueza de la diferencia que no abandona el sustento de la identidad. Fueron muchos los medievales que hicieron esto. El mismo To-ms de Erfurt, a quien pertenece la grammatica speculativa que comen-t Heidegger, ya estaba muy influenciado por Escoto; no en balde le fue atribuida esa obra. Ya se haba perdido mucho del pensamiento analgico, defendido por Santo Toms y se haba propiciado mucho el univocismo. Tal vez se deba a eso que Heidegger hiciera la acusa-cin del olvido del ser, la prdida de la diferencia ontolgica entre el Ser y el ente. Haba demasiado univocismo en los escotistas y en los nominalistas. En Toms de Erfurt se encuentran presentes tanto el escotismo como el nominalismo, reunidos por diferentes aspectos. En cuanto al escotismo, su presencia es indudable, por la explicacin que da de los modos de ser y de conocer y de significar mediante las formalidades escotistas o rationes formales. En cuanto al nominalismo, su presencia tambin es indiscutible, por cuanto que la gramtica especulativa se encontr muy a gusto en el mbito de la lgica terminista, que tena mucho de los desarrollos ockhamistas.3

    3 Precisamente en la cuestin de la correspondencia de los modi essendi con los modi intelligendi y los modi significandi se vea el problema de los universales, y algunos lo respondan de manera realista; otros, como Erfurt, de manera nominalista. M. Grab-mann (1948: 19).

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    MAURICIO BEUCHOT

    En su exposicin de la grammatica speculativa, Heidegger mencio-na la univocidad, la equivocidad y la analoga que se atribuan a los di-ferentes trminos. Habla de la analoga, pero slo expositivamente, y sin darle mayor importancia, a diferencia de la univocidad, que considera indispensable para poder elaborar un discurso filosfico y cientfico. Es la que posibilita la utilizacin plena de la racionalidad. Y la equivocidad es lo que a toda costa hay que evitar. No queda lugar importante para la analoga. Inclusive dice bien que la analoga se acerca ms a la equivo-cidad que a la univocidad. Tal vez por ello tambin la deja de lado, al igual que a aqulla (M. Heidegger, 1972: 197-199, 223-224, 270-278 y 350-351). El que Heidegger haya acusado de la prdida de la diferencia on-tolgica a la onto-teologa de los escolsticos creo que ya estaba en muy buena parte gestado en su contacto con Duns Escoto. Este ltimo acep-taba la analoga en la fsica, pero no en la metafsica. Por eso deja poca posibilidad de distinguir entre el ente y el ser y tiene que acudir cons-tantemente a Dios, a la teologa, para lograrlo. Cosa que no ocurre pre-cisamente con Santo Toms de Aquino. La teologa que hace el joven Heidegger, y que publica en algunas revistas catlicas, est en una lnea tal que lo llevar a culminar con el escotismo. Lo hace ver Caputo, con bastante exhaustividad ( J.D. Caputo, 1993: 170-174). Esta ser la onto-teologa a la que Heidegger se referir despus, la misma que l conoci y cultiv durante un tiempo. Aunque la grammatica speculativa no es de Escoto, traa la huella escotista, su influencia, as como del nominalismo ockhamista. Era la bsqueda de la univocidad de la lgica en el mbito del lenguaje; pero eso supona una univocidad tambin en su base ontolgica, metafsica. La recuperacin de la analoga hubiera abierto ms las puertas para una recuperacin de la temporalidad y la historicidad en el seno de la onto-loga misma. Aun cuando Heidegger cita a Escoto diciendo que la analoga se da en el mundo real, por comparacin con el mundo lgico, donde se da la univocidad (M. Heidegger, 1972: 224), se trata del mundo real que estudia la fsica, no el de la metafsica. Realza el carcter intencional del pensamiento de Escoto y cita a H. Siebek, quien dice que Escoto es el iniciador de esa nueva psicologa intencional. Adems, expresa que el

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    HEIDEGGER Y LA EDAD MEDIA

    que introdujo la epoj no fue Toms de Aquino, sino Duns Escoto (ibid.: 225-226). As pues, a pesar de que Heidegger ve que Escoto y Erfurt men-cionan la analoga, como no la aplicaban a su metafsica, no lleg a apreciar el valor que poda tener en la construccin de la misma, en el conocimiento metafsico. Y su tratamiento de este tema a propsito de Santo Toms es muy pobre. O no lleg a conocer bien esa doctrina, o si la conoci no le dio el peso y la importancia que poda y deba tener. Muchas de las crticas a los escolsticos por el olvido del ser y de la di-ferencia ontolgica, as como la acusacin de estar haciendo onto-teo-loga en lugar de ontologa, se podan haber resuelto de otra manera. La analoga en la ontologa de Toms de Aquino no se da slo, como se ha credo las ms de las veces, entre el ente creado y el Ente Creador, de manera que se pueda hablar de onto-teologa, sino que a nivel ontol-gico se da propiamente entre el ente y su ser, es decir, la estructura n-tica frente a la funcin ontolgica, que es su acto de ser, su esse o actus essendi, ni siquiera su existencia, como otra versin muy extendida lo establece. De esta manera, no se la puede acusar de onto-teologa, ni de prdida de la diferencia ontolgica, ni, por ende, tampoco de olvido del ser. En cambio, hay muchos equvocos que Heidegger ha propiciado en cuanto a esto. Yo acepto que, acertadamente, Heidegger estuvo preocupado por salvaguardar la ontologa de la onto-teologa, en la que se identi-ficara el Ser con Dios, que es un tipo de ser. Pero esto slo poda ocurrir en la metafsica de Duns Escoto, en la que el Creador y la creatura son unvocos, en el mismo tipo de conocimiento y de signifi-cacin. Tambin tuvo razn en pedir que no se perdiera la diferencia ontolgica entre el Ser y el ente. Pero esto slo poda ocurrir en una metafsica univocista, como la de Duns Escoto, en la que ambas di-mensiones se funden y no admiten diferencia consistente, slo ficticia y hecha por la razn. Igualmente estuvo en lo cierto al preocuparse del olvido del ser en la ontologa, olvido del ontos del logos; pero creo que, al olvidarse de la analoga, le pas lo inverso: olvid el logos del ontos, su camino metodolgico propio de acceso y de desenvolvimiento. Pero, de todos modos, eso fue lo que Heidegger estuvo pidiendo con insistencia; por lo cual, recuperar la analoga para nuestra metafsica

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    MAURICIO BEUCHOT

    actual es algo muy en la lnea del propio Heidegger y acaso el mejor homenaje a su obra y a su recuerdo.

    Bibliografa

    Beuchot, Mauricio (1991), La filosofa del lenguaje en la Edad Media, 2a. ed., Mxico, unam.

    Caputo, J.D. (1993), Demythologizing Heidegger, Bloomington, Indiana University Press.

    (1974), Phenomenology, Mysticism and the Grammatica Speculativa: A Study on Heideggers Habilitationsschrift, en The Jo-urnal of the British Society for Phenomenology, 5, pp. 101-117.

    Erfurt, T. de (1972), Grammatica Speculativa, ed., tr. y comentario de G. L. Bursill-Hall, Londres, Longman. Hay trad. al espaol: T. de Er-furt, Grammatica Speculativa, tr. de L. Farr, Buenos Aires, Losada, 1947.

    Grabmann, M. (1922), De Thoma Erfordiensi, auctore Grammaticae quae Joanni Duns Scoto adscribitur, speculativa, en Archivum Franciscanum Historicum, pp. 273-277.

    (1948), El desarrollo histrico de la filosofa y lgica me-dioevales del lenguaje, en Sapientia, 3, p. 19.

    Heidegger, M. (1972), Die Kategorien und Bedeutungslehre des Duns Scotus, en Frhe Schriften, Frankfurt/m., Klostermann.

    Stewart, R.M. (1979), Signification and Radical Subjectivity in Heideggers Habilitationsschrift, en Man and World, 12/3.

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    Heidegger y el problema de la tcnicaFelipe Boburg

    Sin duda, si hay un tema tratado por Heidegger, que le d profunda actualidad y relevancia a su pensamiento, ese es el tema de la tcnica. Pero quiz tambin sea el ms polmico. A mi modo de ver, la trascen-dencia e importancia de lo dicho por Heidegger sobre la tcnica es si-milar a la trascendencia e importancia de lo dicho por Marx acerca del trabajo. Sin embargo, crticos y detractores de Heidegger le reprochan el haberse quedado en una meditacin abstracta, especulativa, cuando no mstica. Si acaso, le reconocen el haber puesto el dedo en la llaga al sub-rayar la importancia de la tcnica para nuestro mundo y el haber convo-cado a que la filosofa se planteara la tcnica como problema, pero le critican el haberse quedado corto en relacin con las exigencias de los problemas tcnicos: contaminacin, experimentacin con seres huma-nos, manipulacin de las conciencias con los medios de informacin, polticas tecnocrticas, etc. Para sus crticos Heidegger no va al fondo de la cuestin de la tcnica que, segn ellos, consiste en encontrar el modo de reencauzarla para ponerla al servicio del hombre y no el hombre al servicio de la tcnica. Al pnico producido por la deshumanizacin de la tcnica se le agrega el horror ante el nihilismo campeante por el mundo entero. Por lo que se exige con urgencia que en lugar de buscar la Gelassenheit, la serenidad, como recomienda Heidegger al final de su vida, mejor se di-see una tica que proponiendo valores contrarreste el nihilismo y per-mita orientar el uso de la tcnica. La preocupacin por las consecuencias para la vida humana de parte de los avances tecnolgicos es perfectamente justificada; Heideg-ger mismo participaba de estas preocupaciones, pero su concepcin de

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    FELIPE BOBURG

    la filosofa o, para ser ms exactos, su concepcin de la esencia del pen-sar basada en una interpretacin profunda y detenida del desarrollo de la historia de la filosofa occidental, desde sus orgenes hasta nuestros das, le lleva a la conclusin de que primero debemos pensar en ver-dad la tcnica, lo cual quiere decir pensar la verdad de la tcnica, y para ello es indispensable liberarse del enfoque tcnico de la tcnica, es decir, liberarse del afn de dominar o controlarla para ponerla al servicio del hombre, porque en la medida en que planteamos la tcnica como un problema tcnico, y eso es lo que se hace cuando se le pretende dominar o controlar, ms se reafirma el dominio de la tcnica sobre nosotros. Heidegger no pretende menospreciar los problemas originados por la tcnica, al contrario, pero l piensa que la tcnica no es algo sojuzgable a nuestro arbitrio, no es algo que podamos manipular a nuestra volun-tad; la tcnica es un destino (Geschick), en el sentido en que Heidegger hablaba en El Ser y el tiempo acerca del sido del Dasein, del ser-ah, es decir, es algo que hemos heredado, que en cuanto fue gestado y prepa-rado en el pasado no lo podemos borrar sin borramos a nosotros mis-mos. Es decir, primeramente hay que reconocer que la tcnica es algo que ya est aqu con nosotros, nos guste o no, y que no apareci por la pura y espontnea iniciativa del hombre, por lo que tampoco desapare-cer ni se someter a su voluntad. Quiz esta idea sea una de las que ms choca a los crticos de Heidegger, porque si la tcnica no es fruto de nuestra iniciativa, si sta no nace por la voluntad humana, entonces resulta difcil que se la pueda dominar. Significa esto una negacin de la libertad humana? No, pero s implica reconocer un lmite o un condicionamiento. Lo que siempre condiciona al hombre es lo que Heidegger llama el ser. Pero entender ese condicionamiento, esa relacin entre el hombre y el ser, ha sido, precisamente, el motivo principal de todo el pensamiento de Heidegger y es a la luz de ese motivo que slo puede entenderse su planteamiento de la tcnica. Por esta razn, lo dicho por Heidegger en El ser y el tiem-po es fundamental para entender lo dicho sobre la tcnica. De ninguna manera hay una ruptura entre lo dicho en su magna obra publicada en 1927 y la conferencia La pregunta por la tcnica, pronunciada en 1953. Treinta aos separan estos dos textos, tres dcadas de profundizacin en la pregunta por el ser.

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    HEIDEGGER Y EL PROBLEMA DE LA TCNICA

    En efecto, la ontologa fundamental, elaborada en El ser y el tiempo, cuestiona esos dos conceptos que, precisamente Hegel, en el prlogo a la Fenomenologa del espritu, haba sealado como las dos formas de pensar lo absoluto: substancia y sujeto. Heidegger denuncia que estos dos con-ceptos, claves para todo el pensamiento occidental, se sustentan en la supuesta identidad entre el ser y lo presente. Tanto la idea de substancia como la de sujeto tienen su origen en una interpretacin del ser como ante los ojos (Vorhandenheit), que ser tambin el origen de la nocin de objeto. Pero esta interpretacin pasa por encima de la experiencia ms primaria u originaria del ser y que Heidegger piensa haber descubierto. Para describir esta experiencia es indispensable, como ensea la fenomenologa, poner entre parntesis diversas nociones, no slo las de sujeto y substancia, sino tambin las de hombre como animal racional o creatura; por eso Heidegger seala que no vamos a hablar del hombre sino de nosotros mismos, tomados en la ms originaria inmediatez, y llama a eso que somos nosotros mismos Dasein, expresin alemana, co-mn y corriente, que Heidegger escoge por su composicin morfolgi-ca: da = ah, sein = ser, y con ello quiere destacar la conexin que hay entre nosotros y el ser, conexin consistente en que tenemos una com-prensin del ser, pero no se trata de una comprensin en sentido inte-lectual, la cual no es negada sino que es derivada de una comprensin ms original. Para explicarla Heidegger acua la expresin: ser-en-el-mundo, con la que apunta a una relacin anterior a la de sujeto-objeto y que posibilita sta. El Dasein, nosotros mismos, como repite insistente-mente Heidegger, somos-en-el-mundo antes de conocerlo y eso signi-fica que nuestra relacin original con el ser y los entes es un habitar y no una relacin epistemolgica. Esta nocin no slo no ser abandonada por el Heidegger pensador de la tcnica, sino que ser fundamental, porque la tcnica es para Heidegger una forma de habitar. Podramos decir que para Heidegger el hombre occidental habita tcnicamente el mundo, parodiando el verso de Hlderlin que Heidegger comenta: po-ticamente habita el hombre esta tierra. As pues, el camino que dirige el pensamiento de Heidegger a la cuestin de la tcnica se inaugura desde El ser y el tiempo. No es casual que en esa obra precisamente Heidegger escogiera para aclararnos su nocin de mundo a ese ente tan prximo a nosotros, que es el til o

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    FELIPE BOBURG

    utensilio. El til, en la experiencia que tenemos de l al usarlo, al tener-lo guardado, al buscarlo porque lo necesitamos, etc., jams se nos da como un ser-ante-los-ojos, nunca es un objeto, y nosotros, el Dasein, en cuanto usuarios de tiles, tampoco nos comportamos como sujetos epistemolgicos. El til siempre est en algn contexto, en algn mun-do, que precisamente se estructura a partir de nosotros, del Dasein. Y aqu s es necesario observar que Heidegger, al abordar la tcnica, tendr que hacer una correccin, mejor dicho, tendr que abandonar esta des-cripcin del Dasein habitando un mundo de tiles, porque en la era de la tcnica ya no podemos identificar, como an lo haca El ser y el tiempo, al Dasein como el principio estructurador del mundo. El Dasein pierde su lugar central, el artefacto es otra cosa que un ser a la mano del que dispone el Dasein, y el mundo entretanto ha dejado de ser una encruci-jada flexible de referencias para convertirse en un rgido sistema que emplaza a todos los entes, incluyendo aquel que se cree el sujeto dueo y seor de la tcnica, es decir, nosotros, a convertirse en algo que est listo para ser usado. Esta idea ms o menos apareca descrita en Sein und Zeit, como constitutivo del til, pero en el mundo tcnico, que Heideg-ger llama Gestell y que ha sido traducido por estructura de emplaza-miento, ha habido un cambio. Para captar este cambio es conveniente referimos a lo dicho por Heidegger en una clebre conferencia que dict en 1935: El origen de la obra de arte. El origen de la obra de arte es su esencia y Heidegger se pregunta por ella. Repite su cuestionamiento de los conceptos ontol-gicos que haba puesto ya en tela de juicio en 1927. Los conceptos heredados de la ontologa tradicional nos encubren la obra de arte ms que mostrrnosla. As como con las nociones de sujeto y objeto no se puede entender el habitar ni el ser del Dasein; de esta manera, con las nociones de materia y forma tampoco se puede mostrar el ser de la obra de arte, slo que curiosamente desecha estas nociones porque, a partir de ellas, se interpreta la obra de arte teniendo en mente la ma-nufactura de utensilios, es decir, se piensa la obra de arte como una manufactura sin utilidad. Entre 1927 y 1935 Heidegger parece haberse percatado de que su descripcin del ser-en-el-mundo haba sido dema-siado reduccionista: en nuestro mundo no slo hay utensilios, tambin hay obras de arte, y no slo en los museos. En el mundo griego haba

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    HEIDEGGER Y EL PROBLEMA DE LA TCNICA

    templos, paradigmas de obras de arte, no porque los griegos fueran muy exigentes en materia de esttica sino que con sus templos ellos habita-ban el mundo y este habitar consista en ensamblar en una lucha perma-nente el mundo y la physis, que Heidegger llama, a partir de este mo-mento, Tierra. Este es otro tema, que en El ser y el tiempo haba sido descuidado, aunque no ignorado: la physis. Este tema aparece por vez primera en el curso de Introduccin a la metafsica y para traducir la ex-presin physis, Heidegger hace una parfrasis diciendo, ms o menos, que la physis es aquello que emergiendo se sostiene a punto de sucumbir. Esta parfrasis pretende decir la experiencia que el griego expresaba con la palabra physis; se trata de una experiencia potica que la traduc-cin naturaleza es incapaz de decir. En El ser y el tiempo, la naturaleza tambin se entenda como un ser a la mano; el sol era primariamente aquello con lo que se meda el tiempo, el bosque era fuente de madera, etc. Cualquiera que lea por primera vez El ser y el tiempo percibir el reduccionismo de tomar la naturaleza como ser-a-la-mano. As pues, el ser-en-el-mundo tal como se le describe en la obra de 1927, no ha tomado en cuenta ni la obra de arte ni la naturaleza. La nocin de ser-a-la-mano es insuficiente. En la conferencia, a la que ahora me refiero, no slo muestra la pobreza de la nocin del ente como til para entender la obra de arte, sino que en un giro genial, Heidegger nos propone abordar el ser del til, pero ahora desde la obra de arte y toma un cuadro de Van Gogh, el de las botas de una campesina. Quiz sea este unos de los pasajes ms bellos y sublimes que haya escrito Hei-degger. Ah se muestra el til de una forma diferente a como lo mostr El ser y el tiempo. Si bien el cuadro no revela el ser a la mano, sin embargo dice algo ms, algo que no era descubierto en su primera obra: en las botas gastadas y estrujadas, dice Heidegger, se ve la humedad del campo, la soledad de los senderos al atardecer, la maravilla del grano regalado y el inexplicable fracaso de no haber obtenido fruto del campo invernal. Esto es lo que Heidegger nombra el llamado de la Tierra. Pero, adems, en las botas tambin est plasmado el sufrimiento de la campesina, que tiene que levantarse todas las madrugadas para ganarse el pan; se ve, como dice Heidegger, la silenciosa alegra por haber vencido una vez ms la miseria, la angustia ante la llegada del parto y el temblor ante el

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    acecho de la muerte. Esto es, la lucha cotidiana del hombre por conser-varse vivo, su enfrentamiento con la finitud, el sobrellevar a cuestas la pesada carga de la muerte, en fin, lo que en El ser y el tiempo designaba con la expresin de que al Dasein le va el ser. Las botas pintadas por Van Gogh mantienen la vida humana, con todas sus alegras y tristezas, sus ilusiones y frustraciones, junto a ese elemento que acompaa al hombre en su vida, elemento del que el hombre no puede disponer, que en oca-siones lo premia y que a veces lo castiga. El cuadro pinta la lucha de Mundo y Tierra. Heidegger no niega que el til sea a la mano como haba dicho en El ser y el tiempo, pero el cuadro de Van Gogh nos ha revelado algo ms del til, lo que Heidegger llama: la confiabilidad. Los tiles son nues-tros compaeros cotidianos, contamos con ellos para sobrellevar la car-ga de nuestro ser. Pensemos en los lentes viejos, desbalanceados y pega-dos con tela adhesiva, que el anciano no cambia no slo porque no tiene dinero sino principalmente porque confa en ellos, porque entre l y sus lentes se ha establecido una simbiosis, porque estn amoldados a l des-pus de tantos aos de llevarlos puestos, de tal modo que otros le cau-saran incomodidad y desadaptacin. Por las botas, dice Heidegger, la campesina est amoldada al llamamiento de la Tierra y se puede mover en su Mundo. En el instrumento se aproximan Mundo y Tierra. Con esto podemos entender el cambio que se produce en el mun-do de la tcnica, en el Gestell. El artefacto tecnolgico no posee la con-fiabilidad, en l ya no se da el juego de Mundo y Tierra, que expone la obra de arte. El mundo ha dejado de ser un conjunto de vas o caminos flexibles que dejan espacio para el azar y la libertad y se ha convertido en un sistema o estructura de referencias rgidas, que exige una adapta-cin rpida del hombre. Pero adems, al usar el artefacto tecnolgico ya no es propiamente el hombre el que lo usa sino que es usado porque el hombre es una pieza requerida para el funcionamiento del Gestell. Por eso los hombres se convierten en recursos humanos. Este emplazamien-to de todos los entes a recursos o almacenes de energa es lo que Heide-gger llama Bestand, que ha sido traducido al espaol por existencias, en el sentido de que se habla por ejemplo de que hay un libro en existen-cias o que ya no se tiene cierto artculo en existencias. El ente en ge-neral, incluyendo al hombre, se vuelve un recurso que debe ser adminis-

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    HEIDEGGER Y EL PROBLEMA DE LA TCNICA

    trado racionalmente. Cuando se pide una tica de la tcnica, Heidegger piensa que en realidad lo que se busca es perfeccionar la tcnica, es decir, hacer ms racional y eficiente su administracin. Uno podra preguntar tiene algo de malo esto? Heidegger dira que nada, salvo que eso es contribuir a que se reafirme ms el dominio tcnico y con ello que crez-ca el peligro de obturar la abertura del hombre al ser, abertura que cons-tituye su esencia. Qu es esa abertura del hombre al ser? Por qu la tcnica ame-naza con obturarla? Este es uno de los temas ms importantes del pen-samiento de Heidegger y es bsico para entender su cuestionamiento de la tcnica. Me estoy refiriendo al tema de la verdad. Desde El ser y el tiempo, Heidegger inicia una revisin del concepto tradicional de ver-dad, entendida como adecuacin o concordancia entre la proposicin y la cosa o entre el entendimiento y la cosa. Lo que lleva a Heidegger a cuestionar este concepto es que la palabra verdad, que proviene del latn veritas, pretende ser la traduccin de la palabra griega altheia y Heide-gger observa que esta palabra ms bien quiere decir desocultamiento o mejor desencubrimiento (Unverborgenheit). Ms que negar la posibili-dad de la adecuacin entre la proposicin y la cosa, Heidegger destaca que esta adecuacin supone el desencubrimiento. Por ejemplo, si yo puedo decir que el cuadro que cuelga sobre la pared est inclinado es porque as se me muestra y si alguien puede comprobar la adecuacin de mi proposicin es porque se le muestra el cuadro. Este mostrarse que no se funda en la proposicin es lo que Heidegger llama desencubri-miento. Parece una perogrullada e incluso una ingenuidad; sin embargo, no es tal, ya que la teora del conocimiento desde Descartes, y aun antes, hasta Husserl, ha pasado por alto que el desencubrimiento no lo funda el acto de conocer sino que el conocer es posible por este desencubri-miento. En ltima instancia, lo que Heidegger nos quiere decir es que un ente es lo que es por su articulacin en un mundo; les entes son en el mundo, lo cual significa que estn al descubierto, y no quiere decir otra cosa sino que tienen sentido. Ahora bien, el desencubrimiento de los entes se funda en el des-encubrimiento primario del ser, que en El ser y el tiempo era identificado con la comprensin del ser constitutiva del Dasein.

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    En 1929, en su leccin inaugural como catedrtico sustituto de Husserl, que a la sazn haba sido jubilado en 1928, titulada Qu es metafsica?, Heidegger nos habla de un distanciamiento entre el Dasein y los entes. Este distanciamiento es fundamental, ya que sin l los entes no podran aparecer como tales, no habra mundo, no habra desencubrimiento. Este distanciamiento se revela en la angustia, tema ya tratado en El ser y el tiempo, pero esta conferencia apunta y precisa ms este concepto. La importancia de este distanciamiento se revelar en otra conferencia: De la esencia de la verdad, dictada en 1930 pero publicada con correcciones en 1943, en la cual Heidegger define que este distanciamiento es la libertad y puesto que el desencubrimiento se basa en sta podemos decir que la libertad es su esencia, pero esto no significa fundar el mundo en el capricho del hombre porque tambin el hombre aparece en el mundo, tambin l est al descubierto en el mundo. En El ser y el tiempo se deca arrojado o yecto en el mundo. La conferencia sobre la verdad radicalizar este estado de arrojado, al grado de que por esta razn Heidegger llega a decir que si la libertad funda el desencubrimiento, habr entonces que reconocer que la liber-tad no es una propiedad del hombre sino que ms bien el hombre pertenece a la libertad. Es justo aqu donde se inicia el giro del pensamiento de Heideg-ger. Es a partir de este momento que Heidegger comenzar a hablar de la historia del ser. El mundo del Dasein es el desencubrimiento del ente; ahora bien, slo cuando este desencubrimiento se traduce en la pregun-ta por qu es el ente y no ms bien la nada?, es cuando nace la filoso-fa. A partir de este momento comienza la historia del ser, que no es otra cosa que la historia de la cultura occidental. Esto podra ser malinter-pretado como expresin de una soberbia europocentrista; sin embargo, hay que tomar en cuenta que Heidegger no dice que slo sea mundo el mundo occidental, l slo dice que el desencubrimiento caracterstico de Occidente se expresa en la pregunta por qu es el ente y no ms bien la nada?, y agrega que esta pregunta despus se interpret como: qu es el ente?. Y es propiamente con esta pregunta con la que se inicia la metafsica. Pero en la medida en que precisamente se olvida la pregunta original en la que se conectan el ente con la nada, en esa medida se olvida el ser. Esto significa que el desarrollo de la pregunta

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    HEIDEGGER Y EL PROBLEMA DE LA TCNICA

    metafsica (qu es el ente?) es el desarrollo del olvido del ser. Este olvi-do llega a su mxima expresin en la era de la tcnica, que es en la cual el ente ha sido despojado de todo misterio, en la que el ente ciertamen-te est al descubierto, pero de una forma si se quiere obscena, tan slo como un recurso, que se agota en su utilidad y del que hay que sacar el mximo provecho. La verdad del Gestell se caracteriza por este desencu-brimiento o desnudamiento violento que busca obtener el mximo pro-vecho del ente. Un ejemplo muy elocuente es el caso de lo que sucede con la basura; sta se recicla, tambin se aprovecha. En la era de la tc-nica nada queda sin usar, no queda ningn desperdicio. Con ello el ente ya no tiene nada de extrao, nada hay en l indisponible. Para expresar la verdad de la tcnica, su desencubrimiento violen-to, podemos acudir a la diferencia que no s si slo aqu en Mxico ha-cemos entre desnudar y encuerar. Pues bien, podemos decir que la tcnica se caracteriza porque encuera al ente, y al hacerlo no deja nada oculto, nada enigmtico, pero justo eso oculto y enigmtico fue lo que motiv la pregunta por qu es el ente y no ms bien la nada? Pero hoy ya no tiene sentido esta pregunta, no hay espacio alguno en el que se cobije an lo enigmtico. As, por ejemplo, la muerte, que en El ser y el tiempo era fundamental para replantear la pregunta por el ser, se le tri-vializa, se le reduce a un trmite, y por eso las agencias funerarias ven-den planes que prevn todos los gastos y trmites, para que ni los sobre-vivientes ni el muerto se tomen molestias. Hasta de la muerte se puede sacar provecho. La era de la tcnica es el momento de mximo olvido del ser. Cunto durar este olvido? Nadie lo sabe, pero no sera difcil que durara al menos lo que tard en gestarse, es decir, otros 2 500 aos. No obstante esta oscura, pattica o apocalptica descripcin, Hei-degger nos dice, y este es uno de los rasgos ms sorprendentes de su meditacin sobre la tcnica, que justo ah donde est el peligro crece lo que salva..., citando un verso de Hlderlin. Cmo es posible esto? Reparemos en que la fuerza del Gestell puede tomarse como una purga que expulse de nosotros el sueo de la subjetividad domeadora del ser y esto entraa que se abra la posibilidad de una experiencia del ser ms originaria que ya no lo tome como ante los ojos. De alguna forma el Gestell manifiesta, de manera negativa, la co-pertenencia del hombre y

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    FELIPE BOBURG

    del ser. Pero la co-pertenencia originaria es lo que Heidegger llama Ereignis, que en el alemn usual quiere decir evento o acontecimiento, pero que Heidegger escoge, como escogi Dasein, por su morfologa: el prefijo er y la terminacin eignis, que se vincula con eigen, que signi-fica propio. Ereignis es el nombre que expresa la relacin de mutua per-tenencia del hombre y del ser. En la medida en que desencubramos la tcnica como un destino y pensemos su intrnseca violencia, en esa medida nos liberaremos del deseo de dominarla y nos prepararemos para pensar ya no tcnicamen-te. Para Heidegger es fundamental esta preparacin porque la posibili-dad de que el ser se le muestre de otra forma se puede dar y lo peligroso es que el hombre no est listo y deje pasar esa posibilidad; ese es el pe-ligro del Gestell. Por eso Heidegger concibe, al final de su vida, que su misin de pensador es la de preparar un pensamiento futuro que est listo para corresponder al llamado del ser. Pero preparar ese pensamien-to no significa planearlo o calcularlo, sino tan slo guardar como un tesoro la pregunta original, la pregunta por el ser. Si alguien espera de la meditacin de Heidegger indicaciones tc-nicas sobre cmo encaminar la tcnica para ponerla al servicio del hom-bre, seguramente se sentir decepcionado. Pero para Heidegger, si el pensamiento original quiere sobrevivir, debe rehusarse a asumir tareas que no le corresponden. La peor perversin sera construir filosofas de la productividad, de la empresa, etc.; eso es rendirle culto al pensamien-to calculador, equivaldra a creer que pensar slo es planear y calcular. Para Heidegger el futuro de la filosofa est en la fidelidad a su origen, en su fidelidad a la pregunta, totalmente intil y de la que no se puede sacar ningn provecho: por qu es el ente y no ms bien la nada?.

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    El oscuro humus de la tierraAlberto Constante

    Conseguirn las dcadas venideras crearleun suelo y un espacio a la filosofa...?

    Martn Heidegger

    Primero unas imgenes; para explicar cmonacen las imgenes en el espritu. Despus,

    palabras aplicadas a las imgenes. Por ltimo,conceptos slo posibles a partir de las palabras...

    F. Nietzsche

    A partir del semestre de invierno 1950-1951, Martn Heidegger pudo volver a tener una actividad docente de manera oficial: haba sa-lido del destierro y haba sido rehabilitado. Sin embargo, desde 1949, en el Club de Bremer, los oyentes a las conferencias se agolpaban alre-dedor de Heidegger. Por ejemplo, Wer ist Zarathustra? y Der Satz vom Grund fueron pronunciadas en el Club de Bremer el 25 y 26 de marzo de 1950, justo en el momento en que la Universidad de Friburgo esta-ba decidiendo su suerte; las mismas conferencias fueron repetidas en el Balneario de Bhler Hhe, un lugar mundano y algo esnob, donde el pblico que rodeaba al filsofo era de lo ms heterogneo. Pero lo que verdaderamente le dio fama a Heidegger fue la conferencia ber das Ding, organizada por la Academia de Bellas Artes de Baviera, en Mu-nich, en el verano de 1950. En esa conferencia, como preludiando aquella estrofa del primer coro de la Antgona de Sfocles que lo acompa siempre y que dice:

    Siempre en caminosin experiencia ni salidallega a la nada.Slo para la muerte

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    ALBERTO CONSTANTE

    no ha encontrado evasinpor mucho que lograra esquivar hbilmentelas ms temibles enfermedades.

    Heidegger recuerda aquella palabra que escribiera a propsito de Carta sobre el humanismo: la apatridad, la apatridad del hombre mo-derno. Para Heidegger el hombre tiene patria cuando habita en la cerca-na del ser y se convierte en aptrida cuando olvida el ser. El ltimo pensador que experiment la apatridad fue Nietzsche, por su nihilismo. Nietzsche intent buscar salida en el mbito metafsico y no encontr otra forma que la inversin de la metafsica tradicional. Heidegger re-cuerda los esfuerzos que hiciera un solitario poeta: Hlderlin. En su elega Heimkunft, Hlderlin se esfuerza en orientar a sus compatriotas para que encuentren su camino, su insercin en el destino occidental, un Occidente que en Hlderlin es visto histricamente desde su origen y que tiene con el Este relaciones misteriosas que el poeta ha entrevisto en algunos poemas y nosotros no hemos comenzado a pensarlas an. La patria de ese habitar histrico es la cercana del ser. La apatridad del hombre consiste en que los mortales no han aprendido a habitar. Para el hombre ser es habitar. Heidegger, que ya en Ser y tiempo entenda el ser-en-el-mundo como un habitar (Woh-nen), en su madurez prefiere este trmino al primero, ms tcnico, para expresar el ser del hombre. A pesar de ser su esencia el habitar, el hom-bre de hoy, dice Heidegger, no habita; tal vez el hombre no ha habitado nunca. Se trata de recuperar la patria. Para ello, hay que comenzar por lo ms humilde: las cosas. Al hombre moderno las cosas no le son cosas. En la Edad Moderna las cosas han quedado aniquiladas. Es el peligro del modo de conocer que impera en la tcnica; mientras nos apodera-mos de las cosas, se nos escapa su ser. El hombre de hoy, que ha superado todas las distancias, no est con las cosas. Las cosas son lo prximo y esto nos hace sospechar que todos los medios de acortar distancias de nuestra poca no acaban de satisfacer lo que es necesidad perentoria del hombre: la de la cercana. Lo que no hace mucho consuma semanas y meses de viaje, se realiza hoy en una noche de vuelo.

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    EL OSCURO HUMUS DE LA TIERRA

    Noticias que el hombre tardaba aos en conocer o no llegaba a conocer nunca, hoy capta al instante por radio o televisin. Los procesos tecnolgicos son tan vastos que podemos asistir en unos minutos al desarrollo de una planta que cumple su ciclo a lo largo de las estaciones del ao. En la revolucin tecnolgica, sobre todo en las reas de infor-mtica y de las telecomunicaciones, la desaparicin de la lejana es total. Slo que la mera supresin de la lejana no nos da la proximidad, no nos da por resultado la cercana. La cercana no consiste en la indistancia. Lo ms cercano puede sernos lo ms lejano y lo ms lejano puede sernos lo ms cercano. Ni el acortar distancias es cercana ni la gran distancia es lejana. En rea-lidad, con el simple acortamiento de distancias las cosas no nos que-dan ni cercanas ni lejanas, sino simplemente neutras, indiferentes. A pesar de la supresin de las distancias, en nuestra poca falta la cerca-na. En este sentido la devastacin de las guerras inteligentes es cosa de poca monta: la supresin de la cercana es la aniquilacin de las cosas. La esencia de la cercana, nos dice Heidegger, no se nos revela directamente; slo a travs de lo que nos est cerca. Lo que nos est cerca es eso que solemos llamar cosas. Pero es el caso de que hasta ahora los hombres nos hemos enterado tan poco de lo que son las cosas como de lo que es la cercana. Todava no se ha pensado lo que es la cosa como cosa. Qu es una cosa? Heidegger toma una cosa cualquiera, un Krug, un cntaro, una jarra, y lleva a cabo con ella una operacin que es ejemplo de su mtodo: la describe, y en esa pura descripcin va anudando a ella todo, tierra y cielo, hombres y dioses. Una jarra es un recipiente, gracias a su base y a sus paredes. Como recipiente, la jarra es algo que subsiste en s; por tanto, algo indepen-diente. En cuanto independiente, se diferencia la jarra de un objeto. Una cosa independiente puede convertirse en objeto cuando lo repre-sentamos, sea en percepcin inmediata, sea por la actualizacin del re-cuerdo. Pero la coseidad de la cosa no consiste en ser objeto representa-do, ni puede determinarse a partir de la objetividad del objeto. La jarra sigue siendo jarra, la representemos o no. Subsiste en s. Pero qu quie-re decir subsistir en s?

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    ALBERTO CONSTANTE

    El subsistir en s es lo que da a la jarra su carcter de cosa. Pero resulta que ese subsistir es consecuencia de un previo ser producido, fabricado. El alfarero moldea el cntaro con arcilla seleccionada y pre-parada. De barro est hecho el cntaro, por eso puede sostenerse en el suelo, pero es claro que no basta tomar el cntaro as como un recipien-te fabricado, para concebirlo como cosa; sera slo objeto (Gegenstand), aunque no mero objeto representado; un objeto que gracias a haber sido fabricado estara ante y frente a nosotros, pero la objetividad no ofrece ningn camino para llegar a la coseidad de la cosa. Efectivamente, el haber sido fabricado no constituye la esencia, no presta la mismidad al cntaro en cuanto recipiente. El cntaro no es un recipiente por haber sido fabricado, sino al revs, ha tenido que ser fa-bricado porque es este recipiente. Ciertamente, la fabricacin es lo que hace que el cntaro alcance su mismidad, pero sta no es efecto de la fabricacin. Ni consiste la mismidad del cntaro en esa aparicin previa, en ese mostrarse (eidos, idea) en que el recipiente est ante el alfarero antes de su confeccin. Mediante ese aspecto o idea no puede pensarse el cntaro como cntaro, como cosa. Es Platn quien concibi la pre-sencia de una cosa presente desde la idea o aspecto, con ello estuvo tan lejos de pensar la esencia de la cosa como lo estuvieron Aristteles y dems pensadores posteriores. Platn, de una forma decisiva para el futuro, con-cibi todo lo presente como objeto producido. Heidegger, en este punto, prefiere decir aqu, en vez de objeto, pro-ducto (Herstand). En el producto se incluyen dos elementos del pro-ducir: el momento del brotar de, sea desde s mismo o desde otro, y el momento de salir a la luz lo presente, la patentizacin de lo presente. Pero al representarnos algo como producto, todava no lo pensamos como cosa. Qu es el cntaro? Es un recipiente, sin duda. El recipiente recibe el lquido gracias a la base, las paredes, que son a lo ms aquello en vir-tud de lo cual el recipiente es capaz de contener el lquido, hacerse im-penetrable o impermeable. Pero tampoco consiste en la impermeabili-dad el ser del recipiente. Es ms bien el vaco, esa nada en el cntaro, lo que constituye el cntaro en cuanto recipiente. Si el recipiente consiste ante todo en el vaco, entonces el alfarero que moldea base y paredes no confecciona propiamente el cntaro; slo moldea la arcilla, o mejor,

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    EL OSCURO HUMUS DE LA TIERRA

    moldea el vaco mediante la arcilla, da forma al vaco; da forma tambin al barro, pero es para el vaco, en el vaco y desde el vaco. La coseidad del recipiente de modo alguno descansa en la materia de que consta, sino en el vaco en cuanto capaz de contener. Para la fsica no hay tal recipiente vaco, sino que est lleno de aire. Cuando vierto vino en el cntaro, el vino no llena un vaco sino que desplaza el aire, un lleno sustituye a otro. Esta y otras puntuaciones de la fsica son exactas; pero la fsica, lejos de darnos la realidad de la cosa, la aniquila; la fsica reduce el cntaro de vino a un espacio ocupa-do por un lquido, y el cntaro vaco a un espacio lleno de aire. He aqu, dice Heidegger, la universal aniquilacin de las cosas, anterior y ms esencial que las que pueden ocasionar las explosiones nucleares. Dejando de lado las consideraciones de la fsica, Heidegger se pregunta qu es ese vaco en que consiste la jarra? Es un vaco que contiene, contiene en cuanto que toma y retiene lo que se ha convertido en l; el vaco contiene de doble manera: recibiendo y reteniendo. El contener en ese doble aspecto tiene su unidad en su ordenacin al es-canciar, que es un regalar, un donar. La esencia del contener de la jarra es regalo, el regalo del escanciar. En el agua ofrecida est presente el manantial, en el manantial est la roca, el oscuro humus de la tierra que recibe la lluvia y el roco del cielo; en el agua del manantial se perpetan las nupcias del cielo y la tierra; tambin en el vino, fruto de la cepa, en que la fuerza nutricia de la tierra y el sol mutuamente se confan. En el regalo del agua y el vino perduran cielo y tierra, y como el regalo el que acontece en el acto de escanciar constituye la jarra como tal, en la esencia de la jarra perma-necen y se anudan tierra y cielo. Pero hay ms. El agua o el vino se hacen regalo como bebida de los mortales: apagan su sed, recrean sus ocios o alegran la compaa. Pero a veces el lquido del recipiente se regala en forma de ofrenda; ya no se destina a apagar la sed, sino a hacer fiesta: es la libacin ofrecida a los dioses inmortales. Derramar, verter, es, pensado esencialmente y hasta el final, ofrendar, ofrecer en sacrificio y, por ello, regalar. En el regalo de la bebida estn presentes los mortales y en el rega-lo de la libacin asisten a su modo y hacen acto de presencia los divi-nos que reciben el regalo como ofrenda. En el simple acontecimiento

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    ALBERTO CONSTANTE

    que es escanciar intervienen, cada cual a su modo, mortales y divinos en presencia de tierra y cielo, se encuentran juntos tierra y cielo, morta-les y dioses, los cuatro trminos que originariamente se implican; pre-sentes en toda existencia, quedan unificados en un solo cuarteto (Geviert). Estn presentes y permanecen, pero se trata de una permanencia (verweilen) que no se reduce a la mera constancia de algo que simple-mente est ah (das blosse Beharren eines Vorhandenen), sino la duracin del acontecer originario (Ereignis), que es lo que confiere a los cuatro su mismidad. Lo que constituye la jarra en su esencia es su condicin de regalo, don, donacin; el regalo como tal rene en s todos los momentos de la jarra: el doble contener, el continente, el vaco y el escanciar como ofrenda, y esos momentos, reunidos en el regalo, se renen a s mismos en la permanencia del cuarteto. Por lo tanto, la reunin simple y ml-tiple a la vez constituye la esencia de la jarra. A la pregunta qu es la cosa? Heidegger contesta: la esencia de la cosa consiste en reunir, actualizando el acontecer del cuarteto y su per-manencia en esta, en aquella cosa. Reunin es precisamente lo que sig-nifica cosa en el antiguo alemn (thing). Aqu podramos preguntar-nos si es la etimologa la que subrepticiamente ha guiado todo el anlisis de Heidegger, es decir, si es que se trata de una interpretacin caprichosa levantada sobre la punta de un alfiler de un juego etimol-gico. A Heidegger no se le oculta que tal es el sentir de muchos de sus oyentes y de muchos de sus crticos. El mtodo de Heidegger consisti-ra, ms que en el examen objetivo de la realidad, en el uso masivo del diccionario. En realidad, el diccionario nada sabe de lo que hay que pensar detrs de las palabras; el pensamiento no vive de la etimologa; simple-mente la etimologa nos remite a lo que est por pensar y hay que pensar. Con el trmino cosa, el antiguo alemn significa reunin, con-cretamente la celebrada para el tratamiento de un negocio, de un caso discutido; thing y ding pasan de ah a significar el asunto mismo, todo aquello que interesa, importa y afecta al hombre y de que se habla. Lo que es objeto de conversacin y discusin lo denominaron los romanos res, del griego ero (rets, rtra, rma), que a su vez significaba hablar, tratar sobre algo; res publica no designaba el Estado, sino aquello que

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    EL OSCURO HUMUS DE LA TIERRA

    interesaba a todo el pueblo y por eso se trataba pblicamente: el asunto, el caso discutido, el caso. Los romanos usaron tambin el vocablo causa, que no significaba causa sino caso y que, por serlo, poda ser casual o azaroso; slo en un segundo momento pasaba a expresar la causa en el sentido de la causalidad eficiente; la romnica cosa deriva de causa (cosa, chose). El profesor Heidegger nota que el ingls thing conserva el primitivo signi-ficado romano de asunto: he knows how to handle things (saber tratar los asuntos). Pero ninguno de estos sentidos de res, Ding, cosa, chose, thing es decisivo; ninguno de ellos expresa la cosa como cosa. Por de pronto, la experiencia de la cosa como lo interesante, como importancia, no ha pasado a concepto entre los romanos; la realitas de la res ha sido pensada desde la filosofa griega tarda: res sera ens, lo presente, en el sentido de lo que est ah como efectuado y representado. En la Edad Media res pasa a significar todo ente en cuanto tal, todo lo que es de alguna manera, aun lo meramente representado y el ens rationis. Heidegger, en unas lecciones de 1935-1936, publicadas en 1962 con el ttulo Die Frage nach dem Ding, hace una historia minucio-sa de las interpretaciones de la cosa en la metafsica occidental, espe-cialmente en Kant. Sin entrar en este anlisis, podemos adelantar que ninguno de esos sentidos de cosa nos sirve. Slo el antiguo thing dice reunin, pero dejando en total oscuridad la ndole de tal reunin. La cosa es reunin en cuanto lugar de cita de los cuatro; por ello, puede decir Heidegger:

    La tierra es lo que sostiene y fructifica, criando aguas y roca, plantas y animales... El cielo es el salir del sol, el curso de la luna, el brillo de las estrellas, las estaciones del ao, la luz y el crepsculo del da, la oscuridad y claridad de la noche, la bonanza y destemplanza del tiempo, el correr de las nubes y la azul profundidad del ter... Los divinos son los mensa-jeros que traen seales de la divinidad, a travs de la cual aparece Dios en su esencia, que se sustrae a toda posible comparacin con lo existente... Los mortales son los hombres. Son mortales porque pueden morir, ser capaces de muerte como muerte. Slo el hombre muere. El animal acaba; no lleva la muerte ante s ni tras de s. La muerte es el relicario de la nada, de esa nada que no es ningn ente, pero que est presente en todo ente como el secreto del ser mismo. La muerte guarda en s como relicario de

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    ALBERTO CONSTANTE

    la nada la esencia del ser... Los mortales son la esencial relacin al ser como ser...

    Tierra y cielo, divinos y mortales se pertenecen en una unidad originaria, como en un juego de reflejos. Cada uno es lo propio, es lo que es, mantiene su mismidad en su referencia a los otros tres. A esa unidad originaria le da Heidegger el nombre de mundo. Desde la puesta en escena de Sein und Zeit, el mundo no es ningn ente ni regin de entes, sino simplemente el mbito del ser, ms exactamen-te la apertura del ser. Por ello, la cosa es cosa en cuanto hace perdurar el cuarteto que es el mundo. La cosa rene el mundo y slo pensando as la cosa respetamos su esencia. Slo respetando la cosa como cosa habitamos la cercana, el mundo como un juego de reflejos (Spiegelspiel) del cuarteto. En este sentido, pertenece a la esencia de la cosa el acercar, tam-bin lo lejano; la cercana guarda la lejana, guarda las distancias. En cambio, con la supresin de distancias de la actual tcnica, al convertir-se todo en indistante, queda destruida la cercana, porque la cosa como cosa es anulada. La recuperacin de las cosas no depende de la mera accin humana. Pero tampoco tendr lugar sin el estado de alerta del hombre, de los mortales. El primer paso para ello es un paso atrs: del pensar explicativo al pensar pensante. Cosas son, dice Heidegger, el cntaro y el banco, la pasarela y el arado. Pero tambin son cosas a su modo el rbol y el lago, el riachuelo y la montaa. Como tambin lo son la garza y el corzo, el caballo y el toro, e igualmente el espejo y el broche, el libro y el cuadro, la corona y la cruz: pequeas cosas; las cosas son, si se quiere, pequeas y pocas, en comparacin con el sinnmero de objetos con los que trata el hom-bre como ser viviente. Pero es el hombre como mortal y no como ser viviente quien es capaz de habitar el mundo, y el mundo es mundo en las cosas, lo mismo que stas son cosas desde el mundo.

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    El sueo de los diosesElsa Cross

    Para Juan Carvajal

    En su conferencia Hlderlin y la esencia de la poesa Heidegger dice que el exceso de claridad arroj al poeta a las tinieblas. La forma en que lo expres el propio Hlderlin, desde su estado de locura, fue: Como se dice de los hroes, puedo muy bien decir que soy un herido de Apolo. En el mito, otro herido de Apolo el Radiante, el joven Jacinto, al jugar con el dios recibe en la frente el golpe mortal del disco divino. Sobre l hablan Eros y Tnatos en el dilogo llamado La flor, dentro de los Dilogos con Leuc, de Cesare Pavese. Dice Eros: Jacinto ha muerto. Ya lo lloran las hermanas. La intil flor salpicada con su sangre constela ya todos los valles del Eurotas. Es primavera, Tnatos, y el muchacho no la ver. Tnatos responde: Por donde pasa un inmortal siempre brotan estas flores. Los mortales dicen que fue una desgracia dice Eros despus. No se ponen a pensar que el Radiante nunca falla sus golpes. Y ms adelante agrega: Y t tambin lo sabes: cuando un dios se acerca a un mortal, siempre sobreviene algo cruel. Qu son los dioses? Heidegger no lo explica. Qu es aquello a lo cual el hombre le da los nombres de los dioses? Cualesquiera sean las potencias internas o externas representadas en ellos, los dioses cierta-mente tienen que ver con la creacin artstica, como tambin los espa-cios ms secretos del propio ser del hombre. Una de las definiciones de la poesa que da Heidegger en ese tex-to, despus de decir que la poesa es la fundacin del ser por la palabra de nuestra boca, refiere la esencia de la poesa a ser un nombrar fun-dador de dioses y fundador tambin de la esencia de las cosas. Y agre-

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    ELSA CROSS

    ga: Morar poticamente significa, por otra parte, plantarse en presen-cia de los dioses y hacer de pararrayos a la esencial inminencia de las cosas. Aunque Heidegger dice que la fundacin del ser est vinculada a los signos de los dioses, esta segunda definicin de la poesa, que he ci-tado, desplaza su resonancia desde el ser hasta ese mbito que abarca tanto a los dioses como a las cosas: Desde Brahm hasta una hoja de hierba, como dicen los hindes cuando quieren referirse a lo que des-criben como realidad fenomnica, de la cual los dioses forman parte. Ms adelante, la poesa queda, para Heidegger, entre las leyes de los signos de los dioses y de la voz del pueblo. Dioses y cosas, dioses y hombres. En seguida hablar tambin de los dioses y el Dios. Los dioses estn siempre presentes, pero el espacio que habita la poesa es un do-minio intermedio. Hacia el final del texto, siempre con referencia a Hlderlin, Hei-degger se refiere al tiempo de la indigencia, un tiempo peculiar en el que Hlderlin pone en poesa la esencia de la poesa, y se trata del tiempo de los Dioses idos, y del Dios por venir. Y es este tiempo de indigencia dice porque se halla en una doble carencia y con un doble no: en el no ms ya de los dioses idos, en el an no del Dios por venir. A esta reflexin se agrega otra en la que Heidegger afirma que la esencia de la poesa que funda Hlderlin es en grado sumo un aconte-cimiento histrico porque es anticipacin de un tiempo histrico y por ser esencia histrica es la nica esencia esencial. Mientras Hlderlin repensaba lo pasado, es decir los dioses, y aguardaba lo venidero, o sea el Dios, bien pudo dedicarse dice Heidegger a dormir en ese aparen-te vaco. Empero aade se mantuvo firme en la Nada de esta No-che. Mientras el poeta se mantiene as, consigo mismo, en suprema so-ledad, bien atenido a su destino, es cuando crea, como representante del Pueblo, la Verdad, y la crea en verdad para su Pueblo. Antes, Heidegger ha descrito como tinieblas la locura de Hl-derlin. Umnachtung (anochecimiento?) fue lo que declar uno de los diagnsticos mdicos. Pero Heidegger se refiere con la Nada de esta noche slo al lapso de la espera entre los dioses y el Dios. En lo personal, no s si los poetas o el propio Hlderlin son representantes del pueblo, ni tampoco si crean la verdad; Platn opina-

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    EL SUEO DE LOS DIOSES

    ba justamente lo contrario. Tampoco s si la esencia de la poesa se funda como un acontecimiento histrico o es anticipacin de otro. Me pregunto si querer anclar en lo histrico y lo temporal ese lapso de es-pera entre los dioses y el Dios no anula una dimensin ms profunda de los dioses mismos, desplazndola hacia una exterioridad que no toca lo que ha podido ser para los artistas la experiencia de esa entidad lla-mada los dioses. Ms que las ideas, me atraen dos imgenes en este texto de Hei-degger: la de los dioses mismos y la de la Nada de la noche, aun desde un ngulo ajeno a su perspectiva.

    Los dioses

    La literatura de Occidente est llena de referencias al pantheon helni-co; sus dioses se aparecen lo mismo en los poemas buclicos que en textos filosficos. Sin embargo, no puede decirse que hayan tocado a todo el que los nombra. Ni hoy ni en los tiempos antiguos. Qu son esos dioses? Fueron ms reales los dioses antes que ahora? S, como objetos de culto en determinadas religiones y sociedades; pero ste es el aspecto que menos interesa. Si se trata de considerarlos como visiones o estados internos, como revelacin de cierta realidad o de cierta veta de la realidad, tal vez sea diferente. Algo que puede observarse es que quiz son pocos los mortales que tanto ahora como entonces se hayan acercado impunemente a los dioses. Fue tambin un disco violento la respuesta a las invocaciones de Hlderlin, Nerval y Nietzche, ms all de toda etiologa o taxonoma particular de la locura. Hablo de invocaciones porque difcilmente pueden considerarse otra cosa las interminables referencias, evocaciones, llamados que, a su manera propia, cada uno de estos autores dirigi a sus dioses. Y acaso desde el punto de vista de los dioses mismos, la locura no fuera sino un don, una manera de distinguir a los mortales que se les aproximan, al hacerles romper para siempre el cerco de una existencia sumida en la banalidad de lo inmediato y lo temporal.

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    ELSA CROSS

    El poeta sin duda apresa en el tiempo lo permanente, como dice Heidegger, detenindolo en una palabra. Es en concreto lo que han hecho los mayores poetas. Pero tambin es cierto que algunos se salen del tiempo, incursionan en otros rdenes de realidad y tocan de muchas maneras el mbito de los dioses. Heidegger dice: Cuando los dioses ponen a nuestro Dasein en trance de palabra, entramos de golpe en ese imperio donde se decide si nos daremos, dando nuestra palabra, a los dioses, o si nos negaremos y renegaremos de ellos . Pero tal parece que el darse a ellos, no el renegar, es lo que entraa el mayor riesgo. Las irrupciones de luz o de sombra son por igual signos de esa presencia de los dioses. Habr que agregar que son uno de los ms poderosos detonantes de la creacin artstica? Son lo que rompe el orden no slo de lo coti-diano, sino de lo existente, con la amenaza o promesa siempre via-ble de la desintegracin de ese orden. El artista y el poeta en lo particular que reniega de los dioses es como el cazador mtico que trata de extender el terreno de su cacera mgica a confines cada vez ms distantes, como una forma de conjurar el caos, de alejar sus lmites. El poeta que se da a esos dioses se hunde en el caos mismo. Caos es la presencia de los dioses. Los que Nietzsche invoc, de distinto modo otorgan el mismo don: la locura. Apolo, tal vez como un castigo por traspasar los lmites de lo humano. Dionysos, como una gracia, para participar su propio estado, su locura divina.

    El caos

    Qu es ese caos? Tal vez la confrontacin sbita de dos rdenes de realidad: el de lo permanente y el de lo transitorio, el de lo divino y el de lo humano, sin disponer de los elementos para integrarlos o para acceder a ese desconocido orden divino sin violencia, sin el desgarra-miento consecutivo de dos impulsos que tiran en direcciones opuestas y que en otro ngulo representaran la esencia de lo trgico. Qu ocurre cuando alguien que no ha abandonado sus lmites humanos, su visin sujeta a un sentido del tiempo, el espacio y la causa-

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    EL SUEO DE LOS DIOSES

    lidad, de la forma y los nombres definidos, mira de pronto con el ojo de un dios, para el cual no hay diferencia entre estar vivos o muertos, entre un antes y un despus, entre un lugar y otro; donde no tiene sen-tido ningn orden moral, ningunas leyes, que son slo reglas de un juego insignificante, el de los hombres? Los inmortales estn libres del sufrimiento y de la muerte; del devenir y de la necesidad. Su mirada hacia el tiempo no viene del tiem-po, sino de lo eterno. Su presencia irrumpe entonces en el sistema de signos habituales y precipita en el caos. El caos es quiz ese lugar intermedio entre los dos rdenes. En otro dilogo de Pavese, El inconsolable, ttulo con una referencia evi-dente al soneto de Nerval, el desdichado Orfeo, el viudo, que al salir del Hades se vuelve a mirar a Eurdice intencionalmente, perdindola una segunda vez, le dice a la Bacante con la que conversa: Todas las veces que invocamos a un dios conocemos la muerte. Y descendemos al Ha-des para arrebatar algo, a violar un destino. No se vence a la noche y se pierde la luz. Dices cosas malas, le responde la Bacante. Esta es la Nada de la noche y no parece extenderse en ninguna espera, sino que es lo que sobreviene al enfrentar a los dioses. Qu son, si no un espacio de la muerte? Un espectro al borde de un barranco, la forma insinuada que lleva a dar un paso de ms. Son el despeadero, el abismo todo esto de cara al orden de lo humano. Pero tambin son la indiferencia con que el ngel terrible de Rilke otra imagen de los dioses desdea destruirnos. Si la palabra asegura que el hombre pueda tener historia y ser histrico, como dice Heidegger, de aqu se sigue que acceder a ese es-pacio, donde pierde sentido cualquier dimensin de la historia, entraa el silencio como una condicin radical. Pero no estamos hablando del silencio. Jugando con la idea de Heidegger de ver la poesa como un nom-brar fundador de dioses y fundador tambin de la esencia de las cosas, vuelvo a Pavese cuando hace que Tiresias le diga a Edipo lo siguiente: T eres joven, Edipo, y como los dioses jvenes t mismo esclareces las cosas y las nombras. Todava no sabes que bajo la tierra hay roca y que el cielo ms azul es el ms vaco. Pero para quien no ve, como yo, todas la cosas son un choque, nada ms.

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    ELSA CROSS

    La poesa se gesta, se nutre del caos, naufraga en l. Pero el caos es un espacio donde la poesa no ocurre. Puede surgir en el camino de ida o en el de regreso, pero no all. All no hay nada, ms que la Nada de la noche. La palabra es desde luego un elemento ordenador: nombra, pro-duce a los dioses mismos, que emergen, tambin ellos, de ese caos. Es un salir de all hacia el orden de las cosas y las palabras nico donde es posible una existencia habitable, en trminos de lo histrico. La otra alternativa, la locura o la muerte, frecuentada por muchos creado-res, incluso Pavese, el suicida a quien he citado tanto, es quiz la conse-cuencia de la transgresin de ese orden, no por castigo, sino por la inca-pacidad de resistir, al igual que Semele, el poder total de Zeus, un orden cuya fuerza nos rebasa. Hlderlin dice en Pan y vino: el hombre no soporta ms que por instantes la plenitud divina. Y en la vspera de su viaje a Burdeos escriba a un amigo que estaba abierto al relmpago divino y slo tema terminar como Tntalo, que haba tenido de los dioses ms de lo que poda digerir. Quiz slo pueden enfrentar este orden divino algunos msticos y chamanes, cuando se han despojado completamente de su persona, cuando han roto no tanto los lmites de su orden habitual como los de su identidad propia, con su red de referencias e identificaciones. Los msticos hablan de un desasimiento de s, un desapego que es acaso la nica salvaguarda para cruzar seguros y protegidos al otro lado. Cuan-do no se es nada se puede serlo todo, como recomienda San Juan de la Cruz. No se puede decir, sin embargo, que tal sea la finalidad de estos poetas. Volviendo a los dioses, puede decirse que en el universo de estos poetas los dioses son tan poderosos en su presencia como en su ausen-cia. Regresarn los dioses por los que siempre lloras, dice Nerval en su quimera dlfica, mientras Hlderlin llama a los dioses germanos dioses borrados y lamenta haber llegado tarde. Bajo una u otra forma, ausen-tes o presentes, los dioses constituyen el elemento que hace posible una poesa trgica. Y pienso en la Ilada y la tragedia griega, lo mismo que en Rilke o en Nerval. Aunque Rilke no tuvo, para fortuna suya, un des-tino tan aciago como el de Nerval o el propio Hlderlin, estuvo tambin ante el ngel terrible.

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    EL SUEO DE LOS DIOSES

    El sentimiento de la prdida de los dioses o de lo divino, como una clave capital de la propia vida de estos autores, y que se expresa como la inexistencia o la muerte de los dioses o de Dios, es acaso el punto ms oscuro del caos, el vrtice que succiona a la razn, que quie-bra el vnculo de la inteligencia con los distintos rdenes, pues el prin-cipio ordenador se experimenta slo como ausencia. Dice Nerval en El Cristo de los olivos:

    Busqu el ojo de Dios y vi slo una rbitavasta, negra, sin fondo, desde donde su nocheirradia sobre el mundo y se espesa sin fin.Un extrao arco-iris sombro cerca del pozo.Umbral del caos antiguo cuya nada es la sombra,la espiral devorante de los Mundos y Das.

    Es posible que sea necesaria la pureza y el desasimiento del msti-co para leer en esa nada y esa sombra a Dios mismo. El Dios oscuro, el Dios como desierto, como vaco, o bien como caos y que es una etapa en el camino mstico. No hace falta traer a cuento las noches oscuras de San Juan de la Cruz. Ms all de la hybris que lleva al hroe trgico a extralimitarse en su poder o sus aspiraciones, al poeta lo desgarra la condicin misma de su arte. Al acceder al lugar donde se encuentra la raz misma, la ple-nitud de su canto, el poeta es despedazado, como Orfeo. Por qu? Un rasgo comn en todos los poetas que se han mencionado aqu, y muchos otros, es justamente el impulso trgico de su poesa. Para m sta es la esencia de la poesa. Por trgico quiero implicar ese espacio intermedio, esa Nada de la noche, no donde dejamos o esperamos a unos dioses, sino donde dejamos los lmites de lo humano para acceder al orden o al caos de lo divino.

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    Historicidad y temporalidad en el pensamiento de Heidegger

    Juan Manuel del Moral

    Sin duda alguna uno de los pensamientos claves del siglo xx es el de Heidegger. Esto se debe a que la preocupacin fundamental de la filo-sofa heideggeriana es la situacin del hombre contemporneo. Toda la obra de Heidegger gira en torno de esta cuestin. Se formula por pri-mera vez en Ser y tiempo, a raz de la justificacin de la necesidad de volver a hacer hoy en da la pregunta que interroga por el Ser y se sigue planteando en los escritos tardos dedicados a la pregunta por la esencia de la tcnica. La insistencia de Heidegger en que la metafsica entra en su esta-do final, en la consumacin de su esencia, bajo la configuracin moder-na de la racionalidad cientfico-tcnica; su constante reiteracin de que la tcnica no puede pensarse dentro de ella misma, de que la ciencia no piensa y de que en la esencia de la tcnica se aloja el sentido del ser del mundo contemporneo, ponen de manifiesto la actualidad del pensa-miento de Heidegger. Pero precisamente porque l piensa que el mun-do contemporneo est trazado por la tcnica y que sta pertenece en esencia a la historia de la metafsica, todas estas cuestiones estn estre-chamente conectadas con el problema de la determinacin ontolgica del ser de lo histrico. Desde Dilthey, la preocupacin por llevar a cabo una investiga-cin sobre los caracteres bsicos de la historicidad figura como una cuestin decisiva en el mbito de la filosofa de las ciencias sociales. El esfuerzo de Dilthey por sustituir el puro sujeto cognoscente por el hombre entero en su condicionalidad histrico-social,1 es un empeo

    1 En Los borradores para la llamada Carta a Althoff , Dilthey dice textual-mente: Por las venas del sujeto cognoscente construido por Locke, Hume y Kant no

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    JUAN MANUEL DEL MORAL

    semejante al de Heidegger por abandonar la ontologa tradicional del sujeto en favor de la analtica existenciaria del Dasein. El propio Heidegger da varias veces testimonio de su reconocimiento a la obra de Dilthey; exalta, en principio, la importancia ontolgica del todo de la vida humana (del hombre entero) en su conexin estructural y evo-lutiva, pero cuestiona a su vez la insuficiencia del lenguaje metafsico tradicional de la conceptualizacin del hombre como ser corpreo-an-mico-espiritual. Para Heidegger no basta sustituir al sujeto puro del conocimiento por el sujeto psicofsico tomado en la unidad de la totali-dad de sus facultades. En Ser y tiempo el concepto existenciario de historicidad corres-ponde a la estructura del ser, del gestarse de la existencia humana. Este concepto se obtiene a partir de su contraste con la comprensin vulgar de la historia. Heidegger pone de manifiesto que la idea de la historia como un acontecer que va con el pasar mismo del tiempo se rige de acuerdo con el modelo del tiempo lineal, uniforme e irreversible. Lo que va con el pasar del tiempo es lo que deviene pasado. Al conoci-miento histrico le concierne el pasado. El presente es el punto de re-ferencia para la interpretacin del pasado. As lo pone de manifiesto el hecho de que la tarea que se propone la historiografa como ciencia sea la explicacin del lazo de continuidad entre el pasado y el presente en trminos de la relacin causa-efecto, con lo que el pasado se concibe esencialmente como una dimensin en la que se pretende constatar nuestra experiencia del mundo actual, en virtud del nexo objetivo que da cuenta de su procedencia. El pasado, comprendido de esta manera

    corre sangre verdadera, sino la tenue savia de la razn como mera actividad intelectual... Mi preocupacin histrica y psicolgica por el hombre entero me llev a poner tambin a este hombre en toda la diversidad de sus facultades, a este ser que quiere, siente y re-presenta como base de la explicacin del conocimiento y sus conceptos... Y as resulta que los principales elementos de nuestra imagen y nuestro conocimiento de la realidad, como la unidad de la vida personal, el mundo externo, los individuos fuera de nosotros, su vida en el tiempo y su interaccin, pueden todos explicarse a partir de esta totalidad de la naturaleza humana, en la que el querer, el sentir y el representar no constituyen ms que aspectos distintos de su proceso real de vida. Las preguntas que todos hemos de dirigir a la filosofa no podr responderlas el supuesto de un rgido a priori de nuestra facultad cognitiva, sino slo la historia evolutiva que parte de la totalidad de nuestro ser. M. Dilthey (1986: 40).

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    HISTORICIDAD Y TEMPORALIDAD EN EL PENSAMIENTO DE HEIDEGGER

    es, dice Heidegger, mero objeto de nuestra re-presentacin. La his-toriografa como ciencia se inscribe en el dominio del pensamiento como re-presentacin y de la verdad como exactitud del representar, como objetividad; es decir, de acuerdo con la comprensin del ser en su acep-cin moderna. El problema de la determinacin ontolgica del ser de lo histrico no puede, segn Heidegger, plantearse en el terreno de la historiografa como ciencia de la historia; antes bien, el adecuado planteamiento de los problemas epistemolgicos de la historiografa depende en gran me-dida de la aclaracin del ser de lo histrico. Heidegger hace hincapi en que la representacin del tiempo lineal como una sucesin de instantes que pasan y vienen, y cuyos caracteres son la homogeneidad y la conti-nuidad, no puede servir para comprender la estructura temporal de la historia. La idea de un tiempo nico como registro universal de todo acontecer fenomnico es vlida en la esfera del pensamiento y de la re-presentacin de la naturaleza fsica, pero resulta obstaculizante para la comprensin del tiempo propio de la historia como unidad teleolgica del obrar humano. Primariamente histrico es el ente humano, dice Heidegger. Slo en un sentido secundario lo son los dems entes, la naturaleza misma en cuanto suelo de la historia. El ser histrico originario no es, entonces, el mundo pasado tal como viene al presente en cuanto objeto de nuestra re-presentacin; lo originariamente histrico es la existencia humana como tal. Slo en un sentido derivado los dems entes entran en la historia; su historicidad depende del fenmeno primario de que el mundo al que pertenecen estos entes es originariamente abierto con la existencia humana. Por el contrario, en la comprensin vulgar de la his-toria se encuentra en estrecha conexin con la idea del pasado, entendi-do como objeto de re-presentacin, la tendencia a concebir la historia a partir de lo secundario; quedando, as, completamente oculto el funda-mento ontolgico original de la historicidad. sta, como forma tempo-ral de ser del Dasein, slo se deja captar sobre la base de lo que Heide-gger denomina temporalidad original. El tiempo original es lo que hace posible la composicin de la cura como existenciariedad, factividad y cada. En el tiempo original el sido y el advenir no corresponden respectivamente al pasado y al futuro, a lo

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    JUAN MANUEL DEL MORAL

    que ya no es y a lo que todava no es, sino a los horizontes desde donde es posible la existencia como estado de yecto y proyeccin. En el tiempo original el sido y el advenir configuran juntos y en igual medida que el presente la unidad original de la estructura del ser del ser-ah. El tiempo es el que aporta la unidad de la existencia como estado de yecto, presen-te y proyeccin. Pero se trata de un aportar muy peculiar porque no se refiere en manera alguna a la existencia humana concebida en un senti-do natural, como realidad psico-fsica, sino al yo soy tomado en un sen-tido fenomenolgico como fctico ser-en-el-mundo. Aqu el tiempo no fi-gura como dimensin perteneciente al complejo unitario de la naturaleza fsica. Y precisamente porque no se trata del tiempo fsico como dimensin dentro de la cual se comprende la existencia de los entes naturales, tampoco se trata del yo soy como un ente intratemporal. Para Heidegger el mutuo alcanzarse de los tres xtasis del tiempo es precisamente lo encubierto y desfigurado por la representacin ordina-ria del pasar sin fin de instantes que vienen y desaparecen. Por eso es que los caracteres del llamado tiempo original son com-pletamente ajenos a los del tiempo vulgar. El tiempo original no es unidimensional, justo porque no se refiere a la sucesin de ahoras, me-dible y calculable. La relacin de orden en el que entran el sido, el pre-sente y el advenir no es la de lo anterior, lo actual y lo posterior: donde el ahora (lo actual) representa lo nico verdaderamente real. Cuando Heidegger dice que la temporalidad se temporaca completa desde los tres xtasis,2 se remite a una relacin de orden en la que el sido, el p