¡ya no existe troya!

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Folleto informativo sobre la novela de Alicia Esteban Santos "¡Ya no existe Troya!". Podrás encontrar las primeras páginas de la novela, una breve biografía de la autora y algo más de información

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Page 1: ¡Ya no existe Troya!

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Todos los idiomas Distribución-Importación-Exportación

[email protected] www.arcobaleno.es

Distribuciones

exclusivas en español 2011

¡Ya no existe Troya!

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Arcobaleno 2000 S.L. Santiago Massarnau, 4 28017 Madrid Tel 91-4079845 Fax 91-4075682 [email protected] www.arcobaleno.es www.arcobaleno2000.blogspot.com Facebook Arcobaleno

Page 3: ¡Ya no existe Troya!

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¡Ya no existe Troya! Alicia Esteban Santos

FORMATO: Rústica

TAMAÑO: 13x20

EDITORIAL: Dhyana Arte

PÁGINAS: 187 páginas

ISBN: 9788493578251

PRECIO: 14,50 + IVA

Troya ha sido cantada desde antiguo por los poetas. Así, Homero,

el más grande que haya existido, embelesa a su auditorio con la rememoración de los sobrecogedores sucesos de entonces. Él, uno

de los protagonistas de este relato, es quien, en el transcurso de una travesía, va narrando los hechos, los fundamentales de su obra. Porque en esta apasionante novela se toma como eje central la esencia del contenido de la Ilíada de Homero para desarrollar de forma imaginativa una trama emocionante y cautivadora, con la que aporta la autora una visión novedosa y original de este tema eterno de la Literatura universal.

Links de interés

Editorial Dhyana Arte

Entrevista a Alicia Esteban Santos

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ALICIA ESTEBAN SANTOS

Nació en Madrid. Doctora en Filología Clásica por la Universidad Complutense de Madrid en 1979, es Profesora Titular de

Filología Griega en dicha Universidad, en donde imparte clases desde 1974. Es autora de diversos trabajos de

investigación en el campo de la Filología Griega, entre otros, algunos sobre poesía épica, sobre tragedia griega, sobre mitología, sobre iconografía, que han sido publicados por la Universidad Complutense, por Editorial Gredos, Ediciones Clásicas, en libros colectivos, en revistas especializadas, en Liceus, Portal de Humanidades, E- Excellence y en la Página Web del Seminario de Estudios Iconográficos de la UCM. Es,

además, coautora de una colección de libros de cuentos (nueve publicados hasta la fecha) que se inspiran en diversos mitos y otros temas del mundo griego (Cuentos de la Mitología griega, etc.), publicados por Ediciones de la Torre, en los que se conjuga la creación literaria y la fantasía con el interés didáctico. De sus seis obras teatrales representadas en el Paraninfo de la Facultad de Filología de la UCM y en otros diversos centros, una de ellas, No, Ulises nunca regresó, ha sido publicada por Ediciones Clásicas.

Respecto a otras actividades relacionadas, es fundadora y

directora de las “Jornadas Homéricas” de la UCM, un ciclo anual de conferencias (en el pasado curso 2008-9 se celebró la sexta sesión) impartidas por diversos profesores especialistas, con las que se pretende profundizar en los estudios homéricos -examinados desde las más diversas perspectivas- y que están asociadas a la puesta en escena de obras de tema mitológico.

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OTROS LIBROS DEL AUTOR

A continuación les ofrecemos el primer capítulo de

¡Ya no existe Troya! con el permiso del autor

Afrodita y el amor

ISBN: 9788493578237

143 pp, 12x17, rústica, 2010

Género: Teatro

PVP: 9 € + IVA

Mujeres enamoradas

Mujeres terribles

ISBN: 9788493578220

176 pp, 12x17, rústica, 2010

Género: Teatro

PVP: 10 € + IVA

Vuelve, Ulises… ¡Vuelve! No, Ulises nunca regresó

ISBN: 9788493819507

199 pp, 12x17, rústica, 2010

Género: Teatro

PVP: 11,54 € + IVA

Troya Los horrores de la guerra

ISBN: 9788493578244

161 pp, 12x17, rústica, 2010

Género: Teatro

PVP: 9,57 € + IVA

Iconografía de la mitología griega Ciclo troyano I

ISBN: 9788493578268

100 pp, 14x21, rústica, 2010

Género: Didáctico

PVP: 12,02 € + IVA

Iconografía de la mitología griega Ciclo troyano II

ISBN: 9788493578275

84 pp, 14x21, rústica, 2010

Género: Didáctico

PVP: 12,98 € + IVA

Iconografía de la mitología

griega Ciclo troyano III

ISBN: 9788493578299

140 pp, 14x21, rústica, 2010

Género: Didáctico

PVP: 13,46 € + IVA

Iconografía de la mitología

griega Ciclo troyano IV

ISBN: 9788493819514

132 pp, 14x21, rústica, 2010

Género: Didáctico

PVP: 14,42 € + IVA

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¡YA NO EXISTE TROYA!

-Fue por aquí, en una de estas costas.

Llegaban después de una larga travesía y ya se sentía la tierra a lo lejos.

-Pero ¿conoces el lugar exacto? ¿Estuviste tú cuando aquella guerra?

El viejo se rió ante la pregunta del chico. -¡Qué ignorante eres, muchacho! Si eso sucedió hace ya cientos

de años. -Tanto tiempo! –exclamó el chico, extrañado y avergonzado-

Como eres tan viejo pensé que quizás… El otro volvió a reírse. El chico siguió hablándole, ahora con

admiración. -¡Pero te sabes tan bien toda la historia, y hasta los más

mínimos detalles! Nunca me canso de oírtela contar. -Es porque a mí me la narró muchas veces mi padre, que la

conocía a la perfección por habérsela escuchado a mi abuelo, y éste a

su padre, y él, al suyo, a su vez… ¡Hasta yo qué sé cuántas generaciones!

Y el primero que la contó, ¿ése sí estuvo allí luchando? - Él sí. Fue uno de los pocos supervivientes.

-¡Qué terrible guerra! -¡Terrible! Sí ¡Terrible! Y ¿qué guerra no es terrible?

-Pero ninguna ha sido nunca tan famosa como la guerra de Troya.

Hubo un silencio. Parecía que el propio nombre, la propia palabra, Troya, al expandirse por el aire, lo hacía irrespirable y lo

envenenaba. También callaron todos los que se hallaban alrededor, que habían estado escuchando. Les recorrió un escalofrío.

¡Troya! Pareció oler a sangre. Pareció percibirse ruido de armas, edificios desplomándose, crepitar del fuego, griterío, gemidos. Pero

eran sólo las gaviotas, el viento…

-¿Vamos a desembarcar? –El joven (aún casi un niño) era el único que se rehízo enseguida. Se sentía excitado y entusiasmado.

-Desembarcar aquí ¿para qué? –dijo el capitán de la nave- Esto es un desierto.

-¿No quedó nada de Troya? –preguntó el chico muy asombrado. -Nada en absoluto –contestó el capitán- Está enterrada bajo

las arenas. Por eso nadie conoce la localización concreta. -¡Nada de aquel esplendor! ¡Nada de lo que fue Troya! ¡Ya no

existe Troya! Ni el más leve vestigio de Troya –Murmuró el anciano, y de sus ojos ciegos brotaron casi las lágrimas.

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El niño estaba desencantado.

-Yo creí… Esperaba ver las ruinas de los palacios incendiados y derrumbados, de los que tú nos hablabas… Restos del enorme

caballo… -Volviéndose hacia el viejo, en tono de súplica, zalamero-

¡Homero! Cuéntanos al menos la historia otra vez, mientras seguimos navegando. Danos más detalles; lo que antes no nos hayas dicho.

Háblanos también de otros personajes, y de sus hazañas y amores. Escarba bien en tu memoria. -Suspira- Ya que no puedo ver los

lugares, quiero imaginármelo todo… Quiero (como tú haces con todas las cosas) verlo con mis pensamientos, ya que no con mis ojos. Y

desearía, igual que tú, algún día poder contárselo a otros que me escuchen fascinados.

El anciano Homero sonrió y acarició la cabeza del muchacho. Después salió un momento y, cuando volvió, traía consigo su cítara,

tan vieja casi como él. Todos los tripulantes de la nave se congregaron en torno a él.

Se sentó cada cual donde pudo, intentando estar lo más cerca posible para no perderse ni una sílaba. Como Orfeo –el poeta de antaño-

cautivaba a las fieras, así él a esos hombres rudos que, sin embargo,

ahora no pestañearían ni aunque el mar comenzara a bramar presagiando tempestad.

Homero tañía las cuerdas de la cítara, muy dulcemente. Al cabo de unos momentos empezó, cantarina y clara, a fluir su voz…

Sí, aquí fue. En las costas de Asia Menor, muy al norte. Hace

cientos de años. Pero igual podría ocurrir en otro tiempo, en otro lugar. Porque aquella historia no tiene por qué ser esencialmente

diferente a otras historias posibles. El lugar y el tiempo apenas cambian nada. Apenas tienen importancia.

Fue una historia de guerra. Pero también de amor. O –mejor dicho- de amores. Porque son diversas historias de amor que se

entremezclan las que entretejieron la compleja trama de esta guerra. Y una historia de celos, una historia de rencores, de soberbias

enfrentadas, de ambiciones también enfrentadas…

¡Historias de siempre! ¿Y sus protagonistas? Grandes guerreros, grandes héroes. Y,

aún más grandes que ellos, los dioses, que igualmente tuvieron intervención muy importante. Pero con frecuencia los dioses se

portaban como los humanos, y a veces, de manera incluso más mezquina que ellos.

Y, al lado de los grandes, gente “pequeña”: mujeres, niños, esclavos. Asimismo de éstos resultó relevante la participación, tanto

activa como pasiva. Todo había empezado mucho antes… Pero vayamos ya a los

días próximos al desenlace: ¡los últimos días de Troya! Esta vez, como me ha pedido el chico, voy a contar además historias que

nunca antes he contado, historias particulares dentro de la general que ya conocéis.

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1ª PARTE: LOS GRIEGOS (EN TORNO A AQUILES)

CAPÍTULO I

HISTORIA DE DOS CAUTIVAS: CRISEIDA

Junto al mar. Las cóncavas naves de los aqueos se veían desde el campamento. Constituían el recuerdo permanente de su lejanía

originaría; de que no pertenecían a esa tierra en la que llevaban anclados ya más de nueve años.

Pero ahora el campamento estaba vacío. Tumulto. Retumbar de múltiples pisadas, y voces: cantos, ayes,

gritos. Regresa el ejército de una de sus escaramuzas. <<Vienen

cantando>>. Vienen triunfantes y traen espléndido botín de los poblados saqueados. Entre otras adquisiciones, numerosos cautivos,

o mejor dicho, cautivas, porque apenas han sobrevivido varones. Ellos –los griegos, los vencedores- regresan cantando; ellas –

las troyanas, cautivas- llegan llorando. Aunque ni lágrimas tienen

muchas, ni fuerzas ya para llorar. Han presenciado el asesinato de sus padres, de sus hermanos, de sus esposos o hijos incluso. Y ellas

mismas… La que ha sido respetada por los soldados es porque -¡tan hermosa!- está reservada para los jefes, que la han reclamado para

sí. Estas mujeres han dejado atrás toda su vida, que ya no es

vida, pues sólo queda la muerte tras de ellas y una tierra arrasada por el incendio. ¡Nunca volverán a pisarla! Y la vida a partir de ahora

probablemente no sea ya digna de ser vivida. Delante de todos, altaneros, majestuosos, rezumando soberbia,

borrachos de sangre, de codicia, de lujuria, van los jefes, en sendos carros: los príncipes de los ejércitos, los grandes héroes, cuyos

nombres la leyenda aún recuerda, y recordará siempre. Les sigue la masa anónima de guerreros.

A la cabeza, aguerrido, espléndido en su madurez, Agamenón.

Rey de reyes. Casi un Zeus en la tierra. Es de entre todos el más altanero, el más majestuoso, el más soberbio, el más codicioso,

lujurioso, ávido de sangre y de poder. Le sigue inmediatamente, casi a la par, su apuesto hermano…

¡El hermanito cornudo!... ¡Perdón! El rey Menelao, que sufre por celos de una esposa adúltera.

Aquí Homero se había dejado llevar por la rabia y la sorna,

perdiendo casi su mesura y su objetividad habituales, como es cualidad imprescindible de un buen narrador. En realidad, el tono de

su relato se iba volviendo menos solemne y épico, porque ahora se sentía hablando entre amigos, y no como un aedo profesional ante

los grandes señores, amenizando los banquetes en sus palacios, o, durante las fiestas públicas, en la plaza ante toda la ciudad.

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A continuación, los demás príncipes. Bien los conocéis. De entre todos destaca Aquiles, por su talla y su gallardía, magnífico como un

dios. Le acompaña su fiel amigo Patroclo. Y los otros grandes héroes:

Diomedes, Ulises, los dos Ayantes, el anciano Néstor, y un largo etcétera.

Ya en el campamento es el momento crítico de repartir las recompensas de manera equitativa. Tiene que haber para todos, y

para cada uno según su rango y mérito. Los guerreros se apresuran a reclamar esto o aquello de entre

las joyas, monedas, objetos preciosos, víveres, esclavos. Pero tanto Agamenón como Aquiles ya habían hecho su elección

de antemano y la habían apartado para sí. Cada uno de ellos había puesto su mirada en una cautiva determinada. Por fortuna, cada uno

en una diferente. Si llega a ser que ambos se encaprichan de la misma mujer…

Son dos jovencitas bellísimas. ¡Naturalmente! Especialmente encantadoras han de ser aquellas de las que tan encumbrados

señores se dignen encapricharse.

La de Agamenón se llama Criseida; Briseida la de Aquiles. ¿Será por casualidad que se parecen tanto sus nombres? ¿O será el

destino, pues ya estaba fijado que se mezclarían con trágicas consecuencias?

Agamenón se acercó a Criseida. Era el de siempre: el rey arrogante y despótico. Agamenón nunca deja de ser Agamenón.

Llegó a ella, la cogió por la muñeca y se la llevó con él. También Aquiles se aproximó a Briseida y, tomándola de la muñeca, la condujo

a su tienda. Pero su ademán no era tan imperioso ni había tanta brusquedad. La miró a los ojos, tras levantar con suavidad su rostro y

acariciarlo, y le dijo: “Ven conmigo. No tengas miedo”. Y parece que ella le siguió con menos repugnancia.

Homero detuvo su relato. Miró al auditorio. Quería dar más

interés e intriga a las intimidades que iba a referir, Todos estaban

expectantes y se impacientaron mucho cuando se interrumpió el orador.

-¿Qué ocurre, aedo? ¿Por qué no sigues? ¿Qué ocurrió después? El aedo fingió recato

-Pero ¿queréis que nos metamos con ellos en sus tiendas? O, mejor, dejo pasar por alto esos pormenores demasiado íntimos y

escabrosos. Protestaron los otros. Todos, unánimemente, estaban de

acuerdo en ahondar en el tema. -Queremos cada uno de los detalles, sin omitir ninguno.

Déjanos entrar en la “cámara nupcial”. Haznos ver a esas preciosas jóvenes desnudas. No te lo guardes para ti solo y resulte que, siendo

tú ciego, seas el único que puedas contemplar esas delicias.

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Se rieron a carcajadas, pero contuvieron sus bromas para que

Homero prosiguiera la narración.

Pues bien –continuó él- entró Agamenón con Criseida en su

tienda y, por supuesto, sin más se dispuso a desnudarla. Pero, extrañamente (eso al menos es lo que a mí me han contado), no

llegó a conseguirlo. Ella se puso como loca. Lloraba desesperada y se abrazaba a sus rodillas pidiendo que la respetase, que era virgen

todavía. Invocaba a Zeus, protector de los perseguidos, y, muy en particular, a Apolo. Y no es que esos problemas y súplicas de una

muchacha indefensa hayan preocupado nunca a Agamenón. Él no hacía caso y seguía forcejeando con ella. Pero -¡algo inexplicable!-,

siendo el hombre infinitamente más fuerte, no pudo someterla. Un poder superior lo impedía… Después se supo el por qué. <Sin duda el

dios Apolo intervino.> Fatigado ya el rey, la dejó esa noche por imposible.

-Bien, esta noche queda en paz. Esta noche. Y reflexiona mientras sobre tu nueva condición. Porque mañana no te librarás. –Y

añadió en tono muy amenazante, con enorme rabia, frustrado en su

furor lascivo- Si no, va a ser aún mucho peor para ti… Te echaré a mis soldados para que acaben con tus remilgos y contigo en una

noche. ¡Y habrías deseado mil veces haberte abierto de piernas tú misma ante mí solo! Demasiado tarde querrías haberme dado por tu

propia iniciativa más placer que todas las rameras de Troya. Por encima de cualquiera yo te he preferido a ti; pero ya valdrías menos

que la más arrastrada de ellas. Piensa en eso. Y mañana quiero verte sumisa y complaciente.

Ésa fue –según me contaron- la primera noche de Agamenón y Criseida.

Al día siguiente se dedicó Agamenón a sus diversas ocupaciones, que le llevaron todo el tiempo. Hasta que llegó la noche

y cesaron las actividades en el campamento. Se retiró a descansar. Se acordó entonces de Criseida y se sintió excitadísimo. No tenía en

su mente ya ni lucha, ni honores, ni riquezas. Únicamente pensaba

en la troyana y en su cuerpo, y en los deleites que le aguardaban. Porque la feroz resistencia de ella no había hecho sino acrecentar la

ferocidad de la lujuria de él y de su temperamento. Pero la doncella no se encontraba en su tienda, en donde había

ordenado a sus sirvientes que permaneciese hasta su vuelta. No la encontró tampoco entre las otras cautivas, ni en ninguna parte.

-¿Cómo puede haber huido? –bramó- Si todas las salidas están llenas de centinelas y no hay modo de escapar a su control. Tiene

que haberse refugiado en algún lugar dentro del campamento. ¡¡Que la busquen!! ¡Que la traigan ante mí inmediatamente! ¡Que la traigan

a rastras! Y se excitaba cada vez más pensando en ella. Necesitaba

poseerla en ese instante mismo, allí mismo, donde la encontrara. Pero no logró encontrarla.

Page 11: ¡Ya no existe Troya!

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A Criseida, evidentemente, la protegían los dioses. Y es que su

padre, Crises, era sacerdote de Apolo, muy grato al dios. Había sobrevivido a la matanza porque casualmente estaba ausente del

poblado. En cuanto supo la desgracia de su hija, esclavizada por los

enemigos, rogó a su dios, que le escuchó. Se presentó al anochecer de ese segundo día en el campamento

de los aqueos, transportando todas las riquezas de que pudo disponer. Numerosas guardaba el templo de Apolo, y éste se las

donaba gustoso a su fiel servidor para tan grave asunto. Se admiraron los griegos de que se metiera en la boca del lobo,

voluntariamente, un enemigo: un anciano indefenso y cargado de presentes. ¡Qué osado!

El troyano apeló al honor de los griegos, que les obligaría a respetar las leyes de la hospitalidad.

Pidió ser llevado ante Agamenón, y se postró ante él. -Señor, mi hija… Es tu cautiva. Ella es una doncella inocente y

casta. Te pido humildemente –y se abrazó a sus rodillas e intentó tocarle la barbilla, en gesto propio del suplicante. Le ahogaban los

sollozos-, te imploro que me la devuelvas. Es el único bien de este

pobre anciano. A cambio de su persona aquí te traigo todo lo que poseo, que me ha entregado para ti el soberano Apolo.

Agamenón le miraba, primero atónito, molesto, poco a poco cada vez más indignado y, al fin, casi divertido de lo que le parecía

una situación completamente grotesca. -¿Qué me estás diciendo, viejo insolente y temerario? Me

ofreces esas bagatelas que yo mismo podría coger con toda facilidad y crees que te voy a dar por ellas a la chica.

Soltó una carcajada. El angustiado padre insistió. -Reflexiona. El dios Apolo, al que yo sirvo, es poderoso. Es

mucho más poderoso que tú. Él escucha mis ruegos. De la risa, Agamenón pasó a la ira. Se removió en su trono y

dio un golpe en el suelo con el cetro, su magnífico y sólido cetro de oro, que casi nunca abandonaba.

-¿Me amenazas? ¿Te atreves? Si no te mato ahora mismo es

porque eres demasiado insignificante, y me resultaría además, un deshonor, habiéndote presentado a mí indefenso. Pero a tu dios no le

temo más que a ti. Que sepas que a tu hija… La voy a desflorar en cuando la tenga en mis manos. Mucho la deseo. Ni por todos los

tesoros la libero antes de haberla poseído –pensando y entusiasmándose con el recuerdo de la bella- Ni tampoco después.

Me gusta demasiado. La quiero como esclava personal, como concubina. La llevaré conmigo de vuelta a casa, a Argos, y será allí

mi compañera de cama favorita. ¡Cuánto mejor ella que mi esposa! –Se sonríe con sarcasmo- Clitemestra ya estará demasiado madura

cuando yo regrese, y su carácter es áspero, algo varonil incluso. Prefiero las dulzuras y la lozanía de Criseida. Así que lárgate, viejo.

No esperes ver más a tu hija. Resígnate.

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Los soldados tuvieron que llevarse a la fuerza, a rastras, al

desdichado padre, que lloraba amargamente y seguía suplicando. Pero Agamenón no le escuchaba, ni se preocupaba de él, sino que

seguía pendiente de hallar a Criseida, más y más ansioso de ella con

cada nuevo incidente que le oponía obstáculos. Agamenón se disponía ya a buscarla él en persona, por cada

rincón. Pero la gravedad de los acontecimientos que sucedieron entonces se lo impidió.

De pronto los hombres empezaron a verse aquejados de súbita y fatal enfermedad. Eran guerreros fornidos, resistentes a las

mayores penurias, y en pocos minutos, sin razón aparente, se debilitaban y caían como fulminados. Se acumulaban los cadáveres

en el campamento. Resultaba absolutamente inexplicable. No mostraban heridas;

pero, de repente, con gesto de inmenso dolor, lanzaban un grito y se tocaban alguna parte del cuerpo, como si les hubiera alcanzado un

invisible dardo…. Y, en efecto, así sucedía: eran las saetas de efecto

infaliblemente mortífero del Flechador Apolo, el que dispara de lejos.

El dios estaba vengando el tremendo ultraje inferido a su sacerdote y a él mismo, cuya autoridad divina se había

menospreciado. ¡Los mortales son a menudo absurdamente insensatos! ¿Cómo llegan a la locura de desafiar a los dioses? ¿Cómo

su soberbia les ciega hasta el extremo de creerse capaces de pasar por encima de ellos? ¡Superar a los propios dioses!

La soberbia –la soberbia de tan infinitos matices- es por ello el más grave pecado, el que conduce a las mayores atrocidades y actos

desmesurados. Rompe los límites, de lo justo y de lo lógico. Ciega a la hormiga y la hace verse más grande incluso que el elefante. Tales

son los efectos de la soberbia. Y contra los dioses –los más soberbios de entre los seres, y conscientes de su auténtica superioridad- es

inútil luchar, o intentar engañarlos o ignorarlos. Con su enorme “pie” aplastan a la hormiga que es para ellos el hombre. Ya Agamenón

debería saberlo, porque no era la primera vez que chocaba contra

ellos y había sido duramente castigado por esa causa. ¿Es que no se acordaba de lo que había ocurrido con su hija Ifigenia? Pues no era

para olvidarlo. Y las últimas, espantosas consecuencias, aún habría que esperarlas…

El aedo se había puesto un poco en plan “filósofo” y se estaba

dejando llevar, vehementemente, por sus reflexiones más profundas, en las que las intensas experiencias de sus vida, ya avanzada, le

sumían con frecuencia. Se dio cuenta de que quizás estaba aburriendo a su auditorio,

porque le pareció (sólo le pareció) oír algún bostezo. Así que se detuvo en sus lucubraciones y se dirigió a sus compañeros

directamente. También quería además contrarrestar en parte la mala imagen que estaba dando del rey Agamenón:

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-Perdonad si me he vuelto demasiado solemne, como es a

veces costumbre por mi oficio. Quizás Agamenón es un héroe que me irrita en exceso. Pero, al fin y al cabo, es un héroe muy principal, y

también tiene cualidades positivas: fue un gran estratega y valiente

guerrero, y muy amado por sus hijos, ya se lo mereciera o no… Su historia supongo que la conocéis todos bien. En otro momento, más

adelante, la recordaremos. Ahora no es la ocasión. Retomemos el hilo de nuestro relato.

Estas son solo las primeras páginas… Si te ha gustado, atrévete con el libro entero.

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Superando orillas Lectura intercultural de la narrativa

de Concha López Sarasúa

Mohamed Abrighach

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Género: Novela

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Afrodita y el amor Alicia Esteban Santos

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Mujeres enamoradas:

mujeres terribles La mujer, el monstruo, el laberinto… y el héroe. Alicia Esteban Santos

ISBN: 9788493578220 176 pp, 12x17, rústica 2010

Género: Teatro

PVP: 10,00€ + IVA

Troya

Los horrores de la guerra Alicia Esteban Santos

ISBN: 9788493578244 161 pp, 12x17, rústica, 2010

Género: Teatro

PVP: 9,57€ + IVA

Vuelve, Ulises... ¡Vuelve!

No, Ulises nunca regresó Alicia Esteban Santos

ISBN: 9788493819507 199 pp, 12x17, rústica, 2010

Género: Teatro

PVP: 11,54€ + IVA

¡Ya no existe Troya! Alicia Esteban santos

ISBN: 9788493578251 187 pp, 13x20, rústica, 2009

Género: Novela

PVP: 14,50€ + IVA

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El ciclo Troyano I Los antecedentes de la guerra de Troya ISBN: 9788493578268 100 pp. 14x21, rústica. Año ed. 2010 Género: Didáctico

PVP 12,02€ + IVA El ciclo Troyano II En la guerra (Episodios de la Ilíada)

ISBN: 9788493578275 84 pp. 14x21, rústica. Año ed. 2010 Género: Didáctico

PVP 12,98€ + IVA

Iconografía de la mitología griega es una nueva colección de

libros puramente didácticos de temas monográficos de mitología e iconografía, con exposición de los mitos, referencia a las fuentes literarias y muestra de pasajes relevantes, abundantes imágenes en color, comentario de éstas y bibliografía.

El ciclo Troyano ocupa los primeros 5 tomos de la colección, y aborda un tema tan fascinante como el de la guerra de Troya, muy rico y variado en contenido. Las imágenes plasman los distintos episodios de la guerra, y son acompañadas por sustanciosos comentarios, con la explicación de los mitos

correspondientes y relación de las principales fuentes literarias griegas, de las que se presentan algunos pasajes relevantes.

El ciclo Troyano V El regreso de Ulises

(Episodios de la Odisea) ISBN: 9788493819521 145 pp. 14x21, rústica. Año ed. 2010 Género: Didáctico

NOVEDAD

PVP 14,66€ + IVA

El ciclo Troyano III La caída de Troya

ISBN: 9788493578299

140 pp. 14x21, rústica. Año ed. 2010

Género: Didáctico

PVP 13,46€ + IVA

El ciclo Troyano IV El regreso de Agamenón (Historia de una familia sangrienta) ISBN: 9788493819514 132 pp. 14x21, rústica. Año ed. 2010 Género: Didáctico

NOVEDAD

PVP 14,42€ + IVA

Page 17: ¡Ya no existe Troya!

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