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DISCIPULOS Y SERVIDORES DE LA PALABRA DE DIOS EN LA MISION DE LA IGLESIA PRESENTACION “En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea…” (Lc 4,16-19) La Presencia de Jesús entre nosotros es la Presencia de la Palabra del Padre en la Galilea de nuestra humanidad. Un Dios que se torna audible y visible. Dios que crece en sabiduría, en tamaño, en gracia (Lc 2,52), en Nazaret, se torna un hombre de lectura, a tal punto que era de su costumbre levantarse para abrir las Escrituras Abrir el libro, desenrollar el libro, muestra el sentido de su vida y misión. El es capaz de descubrir la acción del Espíritu que lo unge y envía. El no desenrolla solo el libro de la Escritura, desenrolla el sentido de su presencia y abre un nuevo horizonte de lectura para las personas que lo siguen. El-Palabra, nos desvela todas las palabras. El él ahora podemos leer y releer las Escrituras y todas las realidades. Porque en él el Padre nos da a conocer el misterio de voluntad (Ef 1,9-10) La Palabra de Dios no son meras palabras. La Palabra de Dios es una Persona que habla. Y por ser persona, busca establecer una relación “Vos nos amaste primero para que te amemos. No tenés necesidad de ser amado por nosotros, pero no podríamos alcanzar el fin para el que hemos sido creados si no te amaramos” (Guillermo de Saint Terry, Tratado sobre la contemplación de Dios, nn.9-11) Así, desenrollando el Libro en comunidad, la Palabra nos encuentra, haciendo nacer una relación de gratitud y gratuidad, abre nuestros oídos y nuestros ojos, nos concede la grandeza de sentirnos hijos e hijas de Dios, renueva nuestra disposición a servir, nos concede gestos y

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DISCIPULOS Y SERVIDORES DE LA PALABRA DE DIOSEN LA MISION DE LA IGLESIA

PRESENTACION

“En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea…” (Lc 4,16-19)

La Presencia de Jesús entre nosotros es la Presencia de la Palabra del Padre en la Galilea de nuestra humanidad. Un Dios que se torna audible y visible. Dios que crece en sabiduría, en tamaño, en gracia (Lc 2,52), en Nazaret, se torna un hombre de lectura, a tal punto que era de su costumbre levantarse para abrir las Escrituras

Abrir el libro, desenrollar el libro, muestra el sentido de su vida y misión. El es capaz de descubrir la acción del Espíritu que lo unge y envía. El no desenrolla solo el libro de la Escritura, desenrolla el sentido de su presencia y abre un nuevo horizonte de lectura para las personas que lo siguen. El-Palabra, nos desvela todas las palabras.

El él ahora podemos leer y releer las Escrituras y todas las realidades. Porque en él el Padre nos da a conocer el misterio de voluntad (Ef 1,9-10)

La Palabra de Dios no son meras palabras. La Palabra de Dios es una Persona que habla. Y por ser persona, busca establecer una relación “Vos nos amaste primero para que te amemos. No tenés necesidad de ser amado por nosotros, pero no podríamos alcanzar el fin para el que hemos sido creados si no te amaramos” (Guillermo de Saint Terry, Tratado sobre la contemplación de Dios, nn.9-11)

Así, desenrollando el Libro en comunidad, la Palabra nos encuentra, haciendo nacer una relación de gratitud y gratuidad, abre nuestros oídos y nuestros ojos, nos concede la grandeza de sentirnos hijos e hijas de Dios, renueva nuestra disposición a servir, nos concede gestos y palabras, amansa nuestro corazón y nos suelta la lengua enviándonos en misión.

Gracias al Concilio Vaticano II, despertamos a la grandeza de la Palabra de Dios como verdadero alimento, como nos dice San Jerónimo “Siendo la carne de nuestro Señor verdadero alimento y su sangre verdadera bebida, nuestro único bien es comer su carne y beber su sangre, no solo en el misterio eucarístico, sino también en la lectura de la Escritura” (San Jerónimo, carta 53 a Paulina) Somos alimentados e iluminados por la Palabra de Dios con la lectura personal, en familia, la acción litúrgica, en comunidad.

Dios habla con el ser humano porque lo busca y desea dialogar con él. Dialogo que es Palabra-revelación. La manifestación de Dios alcanza su plenitud en la palabra encarnada y viva. Por eso, la comunidad, formada por los hijos e hijas de Dios acoge y testimonia la Palabra. La animación bíblica de la Pastoral, como expresión de la dinámica de la Palabra en la misión de la Iglesia, tiene tres momentos: formación, oración y anuncio.

Alimentarse de la Palabra es el primer y fundamental deber de la Iglesia. De hecho, el anuncio del Evangelio constituye la razón de ser y su misión. Es indispensable que la Iglesia conozca y viva aquello que anuncia. Y es indispensable la promoción de una pastoral fortalecida y creyente en el acontecimiento de la Sagrada Escritura, para celebrar y vivir la Palabra en las comunidades cristianas.

Recibimos la Palabra, el Libro. Y somos invitados a desenrollar el Libro y a leer el Libro “Entonces Jesús les abrió la inteligencia de los discípulos para que entendieran las Escrituras”

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(Hech 12, 24). Desenrollar, leer y releer, meditar, guardar, pesquisar, dialogar, discutir, querer entender, pedir la gracia de creer, no de saber, mas de sabiduría.

La Palabra va desvelando nuestra vocación y misión, abriendo las puertas de la sabiduría y de la identidad humana. En la Palabra encontramos la razón de nuestra esperanza y el sentido de ser y vivir cristiano. Leyendo y releyendo, y siendo obediente a la Palabra, siendo buen oyente. El Espíritu del Señor permanece sobre nosotros, en nosotros, nos unge, nos consagra para anunciar el Reino de la verdad y de la gracia, el Reino de la justicia y de la Paz.

“Hágase en mí según tu Palabra” (Lc 1,38) dice María ante el anuncio recibido de Dios. Por su intercesión materna esperamos que la caminata bíblica, cuyos frutos se hacen presentes en nuestras comunidades, se consolide y se expanda siempre mas como nueva evangelización y posibilite una permanente renovación eclesial.

INTRODUCCION

Toda Escritura es inspirada por Dios y es útil para enseñar, argumentar, corregir, educar conforme a la justicia. Así la persona que es de Dios estará capacitada y preparada para toda buena obra. (2 Tim 3,16-17)

El mensaje conclusivo de la 13ª Asamblea general ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre la Palabra de Dios (2008) ha despertado en nosotros una renovada atención a la voz de la Palabra, a la Revelación. Nos invita a contemplar con más amor el rostro de la Palabra, Jesús Cristo. Nos hace entrar con intensa alegría en la casa de la Palabra, que es la Iglesia. Nos lleva a trabajar con renovado ardor en los caminos de la Palabra, que es la misión.

Bendecimos a Dios por el don que nos ha concedido de vivir tiempos de Gracia y de renovada esperanza por la Palabra de Dios. Ella está muy próxima nosotros, está en nuestra boca y en nuestro corazón para que la pongamos en práctica. (Dt 30,14)

Con entusiasmo y fervor por la Palabra, nuestra Iglesia se torna más atenta en escuchar al Señor, se hace profética en anunciar su Palabra y misericordiosa en servir a todos. Que podamos descubrir en la Palabra de Dios la fuente de nuestra constante renovación y el corazón de toda la acción evangelizadora, en la esperanza de que cada uno de nuestros días sea plasmado por el encuentro renovado con Cristo, Verbo del Padre hecho carne (VD 124)

CAPITULO I LA PALABRA DE DIOS

La gran contribución dada por la Dei Verbum (1965) fue el concepto de revelación en perspectiva de dialogo entre Dios y sus hijos, cuya iniciativa procede de Dios. Mientras el Concilio Vaticano I nos hablaba de la actitud del ser humano ante Dios, que se revela como deber de “plena adhesión del intelecto y la voluntad”, el Concilio Vaticano II habla de esa actitud en términos de acogida y diálogo. Se pasa así de una comprensión instructiva a una comprensión comunicativa de la revelación.

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En otros términos se entiende, desde entonces, no se revela solamente para instruir con respecto a realidades sobrenaturales o doctrinas que la razón debe conocer, más bien para comunicar la salvación en términos de encuentro.

La revelación pasa así a ser vista como evento comunicativo de Dios que por amor entra en diálogo con el ser humano y al se dirige como a un amigo (Ex 33,11) y con él convive a fin de llevarlo a la plena comunicación consigo por medio de su Hijo Jesucristo.

Aquí se encuentra entonces la novedad de la revelación bíblica: Dios se da a conocer en dialogo que revela el amor eterno entre las personas divinas, diálogo que Dios nos deja entender convidándonos continuamente a entrar en comunicación con Él

La Revelación se comprende entonces como un evento comunicativo, dialógico, performativo. Comunicativo porque la iniciativa parte de Dios que por medio de su Palabra quiere revelarse al ser humano. Dialógico porque la revelación se da en forma de un encuentro entre Dios que busca por amor y el ser humano que se deja encontrar por la experiencia de ser plenamente amado. Performativo, porque el encuentro con la Palabra se torna evento, realidad transformadora y por eso mismo la recrea y la conduce a la salvación que en ella se abre por la escucha. Así, la Palabra de Dios, -conforme al significado hebraico dabar –es comprendida como Palabra y acción divina de forma inseparable. Y por ese motivo que la historia divina no hace separación entre lo que Dios dice y hace. Su propia Palabra se presenta como viva y eficaz (Heb 4,12)

Por ser viva y eficaz, la Palabra cumple lo que dice. No nos concede simplemente algo que es transitorio. Nos concede la comunión con el Padre (Ef 2,18) y nos hace participes de su vida divina (2 Pe 1,4). De ahí se entiende que la finalidad de la revelación no puede ser otra que la comunión con el Padre y con su Hijo Jesús (1 Jn 1,3), la gracia del Espíritu Santo. La palabra es escrita en el corazón de los fieles (2 Cor 3,2ss). El Divino Consolador, intérprete amoroso de la Palabra, nos recuerda continuamente que la Palabra revelada (pronunciada una vez por todas en la plenitud de los tiempos), nos guía continuamente, en su presencia en la Iglesia a la comprensión de la verdad plena (Jn 16,13). Por eso mismo no es posible una comprensión autentica de la revelación cristiana fuera de la acción del Espíritu (VD 15)

LA NOVEDAD DE VERBUM DOMINI

La Verbum Domini (2010) nos ofrece una bella percepción de la grandeza y alcance de la Palabra de Dios. Ella trasciende lo que se dice del amor salvador de Dios que se rebeló en la historia humana. La Palabra no es apenas revelación de ese amor, sino también su fundamento. Ante que fuese el principio de todo por la Palabra creadora, ella ya existía (Jn 1,1) y todo lo que fue, fue hecho por ella (Jn 1,3)

Al referirse al concepto “Palabra de Dios”, habla en lenguaje comparativo de una sinfonía a diversas voces. La música es una sola, la única palabra de Dios, porque “un solo es el Verbo que se hace oír en la boca de todos los escritores sagrados”. En el interior de esa sinfonía, aparece aquello que, en lenguaje musical se llama “solo”, un tema confiado a un solo instrumento o a una única voz. El sólo es muy importante, porque matiza melódicamente la comprensión del significado de la obra entera en cuanto totalidad armónica. Este sólo es Jesús “en El se resume la tierra y el cielo, la criatura y el Creador, la carne y el Espíritu. El es el centro del universo y de la historia, porque en Él se unen sin confundirse el Autor y su obra” (DV 13)

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Por ser una sinfonía las varias voces que expresan la palabra de Dios son: la creación, la historia de la salvación, caracterizada por la predicación de los profetas y de los apóstoles, la tradición viva de la Iglesia, la Sagrada Escritura.

A la luz de la teología joanica, particularmente expresado en el prólogo, es que el Santo Padre toma una guía estructurante de la Exhortación, donde se puede vislumbrar metafóricamente, una sinfonía clásica en tres movimientos. El tema central de la melodía es el Verbo de Dios, esa sinfonía posee tres movimientos musicales: la preexistencia, su encarnación, y el retorno al Padre. Habiéndose manifestado en la historia de la salvación, pues era su Voz que resonaba en la Historia Sagrada, el Verbo pasa a tener un rostro en la plenitud de los tiempos por la encarnación. Se hace hombre para conducir a la humanidad al Padre, a fin de que todos tengan vida y vida en abundancia. (Jn 10, 10)

El Papa Benedicto XVI subdivide a Verbum Domini en tres partes: Verbum Dei (Palabra de Dios): en un principio ya existía el verbo, y el Verbo estaba en Dios y el Verbo era Dios… y el Verbo se hizo carne” (Jn 1,1.14); Verbum in Ecclesia (Palabra de la Iglesia) “A todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios” (Jn 1,12); y Verbo del mundo (la Palabra para el Mundo), “Nadie ha visto jamás a Dios, el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre” (Jn 1,18).

Al plantear este esquema se torna evidente el horizonte cristocéntrico de Verbum Domini y del concepto Palabra de Dios. Esa Palabra indica la Persona de Jesucristo, Hijo eterno del Padre hecho hombre, Palabra definitiva del Padre, el Primero y Ultimo (Ap 1,17). Así, siendo la fe cristiana no una religión del libro, sino de la Palabra de Dios, no una palabra escrita y muda, sino del Verbo encarnado y vivo. (VD 7)

No se trata de adherir a las ideas de Jesús, se trata si de adherirse a su persona. Escuchar esa Palabra que es Cristo significa encontrarlo en la Iglesia, casa de la Palabra, donde particularmente celebramos el Misterio Pascual y la Palabra se hace sacramento. De hecho, la Proclamación de la Palabra de Dios en la celebración comporta reconocer que es el propio Cristo que se hace presente y se dirige a nosotros para ser acogido. Él, la Palabra del Padre, realiza el Misterio de Salvación, santifica a los seres humanos y presta al Padre el culto perfecto. Es Cristo ismo que habla cuando se leen las Sagradas Escrituras en la Asamblea Litúrgica, reunida en su nombre para glorificar con El, por El y en El, en la unidad del Espíritu Santo al Padre que está en los cielos

De modo especial, en la celebración eucarística se torna visible y única fuente de Salvación Cristo, que nos alimenta con su Palabra y su Cuerpo. La Iglesia siempre tiene que distribuir a los fieles el pan de vida, que da la mesa de la Palabra de Dios, que da el Cuerpo de Cristo. Es importante entonces considerar que la Palabra de Dios es parte del Misterio Eucarístico, por eso la Iglesia honra con una misma veneración la Palabra, aunque no con el mismo culto. (DV 55)

De este modo, como la celebración litúrgica es un acto eclesial, también debe ser eclesial la interpretación de la Palabra. Es en la Iglesia y solamente en la fe eclesial que se hace posible la autentica interpretación de la Sagrada Escritura, porque la letra del Evangelio también mata si falta la gracia interior de la Fe que cura. (DV 29)

Así, el lugar originario de la interpretación de la Escritura es la vida de la Iglesia, porque el texto sagrado fue escrito por el Pueblo de Dios y para el Pueblo de Dios, por inspiración del Espíritu Santo. Y solo puede ser interpretado según el mismo Espíritu con que fue inspirado, en la Iglesia, casa de la Palabra.

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CAPITULO II NUESTRA RESPUESTA A LA PALABRA

Siendo la revelación comunicación, encuentro y dialogo, en vista a la revelación que Dios quiere establecer con el ser humano, es preciso recordar que el paso fundamental para que esa comunión pueda ser alcanzada, mediante la ayuda de la gracia, es la apertura y adhesión del ser humano. Apertura y adhesión son dos aspectos de una realidad única, que a la luz de Ap 3,20 y Rm 1,5; 16,26; se ve que son inseparables. El texto del Apocalipsis nos recuerda: “Estoy a la puerta y llamo, si alguien oye mi voz y me abre entraré en su casa y cenaremos juntos”. La iniciativa es del Señor que quiere revelarse. El aguarda la apertura y adhesión del hombre, para lo cual se requiere la “obediencia de la fe” (Rm) que significa someterse libremente a la Palabra escuchada.

Por otro lado es preciso recordar que Dios no solo habla al ser humano, también lo busca, es una búsqueda que nace de lo íntimo de Dios y tiene su punto culminante en la encarnación del Verbo. Dios busca al hombre y lo hace por medio de su Hijo y por amor, porque desea crear comunión, a fin de que todos sean hijos por medio de su único Hijo. De nuestra parte, no seriamos capaces de buscarlo si El mismo no hubiera salido ya a nuestro encuentro.

A partir de esta perspectiva, se comprende que la revelación esta eminentemente vinculada a la economía de la salvación. Con afecta, Dios se comunica para ser escuchado, busca para ser encontrado. El es el puente que permite el encuentro entre Dios que busca y el ser humano que se deja encontrar en la fe. Fe que es adhesión, no idea, fe que es un acto simultáneamente personal y eclesial, Fe que es encuentro con una Persona a la que se le confía la propia vida. Es justamente por eso que “el inicio del ser cristiano no es una decisión ética a una gran idea, más un encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da a la vida un nuevo horizonte y de esta forma un rumbo decisivo” (DCE, n1)

Es la dimensión de encuentro que sintetiza perfectamente el principio de la revelación de “Dios que habla” y del “ser humano que responde”. Para aquel que cree, la lectura de la Escritura es el inicio de un Éxodo de sí mismo para ir al encuentro del Otro. Ese itinerario es posible por la escucha. Escucha del Otro que es totalmente Otro, y es presencia que nos acompaña y nos guía, nos precede y nos origina, nos ama incondicionalmente. De la experiencia de comunión con el Otro nace el deseo de participar el amor vivenciado con los otros para también con ellos crear la comunión.

También aquí se torna visible una vez más la centralidad de la Persona de Cristo, cuando se admite que El es el “perfecto sacramento de encuentro” entre Dios y el ser humano. Dios, para revelar a los hombres su rostro de Padre, asume el rostro de hombre, se hace hombre, para divinizar al hombre, se encarna no solamente para revelarse sino para revelar al hombre el ser hombre. (GS 22)

Ejemplos significativos de encuentro con el Señor son los relatos de las vocaciones de los primeros discípulos, según los Evangelios sinópticos (Mt 4,18-22; Mc 1,16-20; Lc 5,1-12) No existe discípulo sin que el Señor le haya dirigido la Palabra y haya encontrado respuesta. Es la Palabra de Jesús que convoca, motiva y define el camino del discípulo. “La admiración por la Persona de Jesús, su llamado y su obrar de amor despiertan una respuesta consciente y libre desde lo más intimo del corazón del discípulo, una adhesión a toda su persona, al saber que es Cristo que lo llama por su nombre (Cfr. Jn 10,3) y es un sí que compromete radicalmente la libertad del discípulo al entregarse a Jesús, Camino, Verdad y Vida (Cfr. Jn 14,6)”(DAp, 136)

También hay una iniciativa del propio Señor que nos busca para que nos dejemos encontrar por El. Jesús se dirige a los primeros discípulos y los invita para el seguimiento en la historia. La

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Palabra de Jesús es así invitación a estar con El (Mc 3,14) tiene un alcance permanente y actual y resuena en el hoy de la vida y la misión de la Iglesia, llamado también este hoy a ser construido como un tiempo de gracia.

Es por este motivo que la relación entre Cristo Palabra del Padre no puede ser comprendida en términos de un acontecimiento simplemente del pasado, se trata de una revelación vital, en la cual cada fiel, personalmente, esta convidado a entrar. Realmente hablamos de la Palabra de Dios que hoy se hace presente. Como el Señor nos prometió: “Estaré con ustedes todos los días, hasta el fin de los tiempos” (Mt 28,20)

La comprensión fundamental de la revelación, vista como encuentro de Dios que habla al ser humano que lo escucha, acontece por intermedio de Jesucristo, Sacramento de ese encuentro, y en el hoy de la historia nace el deseo de una animación bíblica de la Pastoral.

La animación bíblica de la Pastoral, ¿Qué es?

Antes del Concilio Vaticano II era común escuchar que en cuanto la Iglesia católica, se caracterizaba por la centralidad de los sacramentos, en especial la Eucaristía. Nuestros hermanos, cristianos de otras Iglesias, reconocían a la Sagrada Escritura como centro. Así a ella eran dedicadas múltiples iniciativas académicas, pastorales y espirituales, como seminarios, simposios, semanas, encuentros, etc.Con el Vaticano II que amplio el movimiento bíblico que lo precedió, se pasa a estimular la presencia de una “pastoral bíblica” en la Iglesia. Así mismo permanece un notable desafío. La pastoral Bíblica fue asociada a otras pastorales y comprendida como una acción pastoral mas, yuxtapuesta a otras pastorales. De este modo se pensó en la pastoral bíblica como el acto de leer la Biblia en grupo, a través de círculos biblicos, grupos de reflexión, de estudio y de oración.

A la luz del documento de Aparecida, es preciso percibir que el concepto de animación bíblica de la pastoral no puede ser entendido reducidamente como si fuese una pastoral entre otras.

La animación bíblica no se identifica con la Pastoral bíblica, tampoco puede ser confundida. El termino animación no es movimiento eufórico cuyo estandarte es la Sagrada Escritura. El término animación debe ser tomado aquí en su concepción originaria de “acción y efecto de dar alma o vida a algo”. Sobre esta perspectiva se entiende la animación bíblica de toda la pastoral, que busca consiente y continuamente de tener a la Palabra, a la Sagrada Escritura como alma de la misión evangelizadora de la Iglesia, como también debe ser el alma de la teología. Siendo así, Benedicto XVI desea que “la Palabra de Dios aparezca en el lugar central en la vida de la Iglesia, recomendando que se incremente la pastoral bíblica, no en yuxtaposición con otras formas de pastoral, sino como animación bíblica de la pastoral entera” (VD 73)

No es correcto entonces ver la animación bíblica como otra pastoral en la vida y la misión de la Iglesia, es más correcto verla como la sabia que corre por el tronco y da vida y llega a todas las ramas, usando aquí una de las imágenes más preciadas del cuarto Evangelio, sobre como Cristo se relaciona con los suyos. (Jn 15). De hecho, como del tronco llega a las ramas la vida plena por la sabia, así también la animación bíblica de la pastoral ve el recuperar el lugar de la sagrada Escritura como alimento que el Señor ofrece a su cuerpo, la Iglesia y desea formar y testimoniar la unidad continúa entre Cristo Palabra de Dios y la acción pastoral realizada en su nombre, en la Iglesia y en el mundo.

Comprendida como el alma de la vida pastoral de la Iglesia, la Palabra de Dios precisa ser inspiración de todo ser y hacer evangelizador de la Iglesia. Sera realmente pastoral solamente cuando entienda que su identidad se encuentra en la búsqueda constante y permanente de actualizar en la Iglesia y en el mundo el ser y hacer del Buen Pastor, que da la vida por sus

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ovejas (Jn 10,11). De hecho, toda pastoral es la acción de Cristo Pastor. A Él las ovejas lo siguen, porque ellas conocen su voz y porque saben que solamente El concede la vida y vida en abundancia

La Iglesia sume desde esa comprensión la animación bíblica de la Pastoral, como una urgencia en su acción evangelizadora, para verla en el camino indispensable para encontrar a la persona de Cristo, el Buen Pastor, el modelo de todo ser y hacer pastoral.

La animación bíblica de la pastoral, ¿cómo ocurre?

A la luz del documento de Aparecida, podemos comprender la animación bíblica de la pastoral sobre tres textos inspirados en la metáfora del “camino”. Como camino de conocimiento e interpretación de la Palabra, camino de comunión y oración con la Palabra, y camino de evangelización y proclamación de la Palabra. Esos textos pueden ser también vislumbrados, en otros términos, como texto de la formación, de la oración y del anuncio.

Usaremos aquí como plano de fondo para la comprensión el texto de Hech 8,26-40, el encuentro de Felipe y el Eunuco Etíope.En un primer momento el Espíritu conduce a Felipe ante el etíope para explicarle el sentido del pasaje del profeta Isaías que estaba leyendo sin poder comprender. En un segundo momento, a partir de la explicación del sentido de la Palabra por Felipe, el etíope pide ser bautizado. Finalmente, en un tercer momento, después del bautismo, él prosigue su viaje lleno de alegría, característica marcante de aquel que se dejo encontrar por la Palabra.

¿Comprendes lo que estás leyendo? (Hech 8,30)Conocimiento e interpretación de la Palabra- Eje de formación

En la sociedad en que vivimos, marcada por ámbitos de ausencia de sentido y de horizontes es necesario recordar que la persona humana es, en su misma esencia aquel lugar de la naturaleza donde converge la variedad de los significados en una única vocación de sentido. (DAp 42)

La dimensión de la lectura y de la escucha de la Palabra, vinculada a su interpretación a ser realizada en la comunidad eclesial, puede y debe convertirse en camino de encuentro con el Señor para un autentico proceso de comprensión del real sentido de la existencia. En otras palabras, el contacto con la Palabra y la interpretación de su significado no solamente nos lleva a un conocimiento de lo que el texto sagrado quiere revelar, también al conocimiento de nosotros mismos, de nuestra existencia y de la realidad en que vivimos. Por la escucha de la Palabra recuperamos la verdad de nuestro ser y entendemos que nos tornamos personas atentas a los signos de los tiempos y por tanto realistas, solamente cuando reconocemos que el fundamento de todo lo que existe es el Verbo de Dios.

A la luz de esa perspectiva, en medio de una sociedad en la que se valorizan las experiencias subjetivas, muchas veces dirigidas a proyectos personales egocéntricos e individualistas, es preciso crear ambientes que proporcionen una experiencia autentica, definitiva y marcante de encuentro con Aquel que da sentido real a la existencia. Esos ambientes, por otro lado, solamente podrán ser creados por aquellos que poseen familiaridad con el Señor y con su Palabra que, sensibles a los aspectos humanos postmodernos, saben que la respuesta a sus aspiraciones más profundas es Jesucristo.

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A los ambientes propicios para el encuentro con la Palabra y es preciso poner atención en el estudio bíblico. La dimensión del estudio debe ser motivada e impulsada con iniciativas más acertadas. De hecho, San Jerónimo nos recuerda: “La ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo”. Si no conocemos como podremos anunciarlo?. La catequesis como iniciación a la vida cristiana encuentra en el estudio y la meditación de las Sagradas Escrituras, el lugar privilegiado para formar discípulos misioneros de Jesucristo. Ella será tanto más rica y eficaz cuanto más lea los textos biblicos con la inteligencia y el corazón de la Iglesia. (DV 74)

Por otro lado, la dimensión de estudio del texto es la búsqueda de su interpretación, en un primer momento su sentido literal, nos ayudan a recuperar su contexto histórico, como espejo de una época, de una historia y de una cultura. Santo Tomas de Aquino afirma: “Todos los sentidos de la Sagrada Escritura se fundamentan en lo literal”. Dicho esto, la búsqueda de una lectura primeramente literal nos preserva de aproximaciones fundamentalistas e ideológicas

Los fundamentalistas leen la Escritura al pie de la letra. Ellos identifican la letra con la Palabra, materializando la letra y aprisionando la Palabra que, como nos enseña San Pablo, “no está encadenada” (2 Tim, 2,9). No perciben lo que el apóstol ya advertía “La letra mata, el Espíritu es el que da Vida” (2 Cor 3,6). El problema de base de la lectura fundamentalista es que rehusando tener en consideración el carácter histórico de la revelación bíblica, se torna incapaz de arribar plenamente a la verdad de la propia encarnación.

El ideológico, por su parte, impone al texto, a partir de un contexto extraño a su mundo, una comprensión que no posee, a no ser desde un punto de vista eminentemente subjetivista y corporativo. A su vez, la lectura ideológica no entiende el concepto de actualización. Actualizar no significa manipular los textos, porque no se trata de proyectar sobre los escritos biblicos opiniones o ideologías nuevas, sino de procurar sinceramente a la luz de ellos, contemplar el tiempo presente. “NO es el discípulo misionero que indica a la Palabra lo que ella debe decir. Antes bien, el discípulo misionero es un oyente de la Palabra (Is 50,5). El la acoge en la gratuidad deseando apasionadamente interpretarla” (Directrices Generales de la Acción Evangelizadora de la Iglesia del Brasil)

El primer punto de comprensión de la pastoral a la luz de la animación bíblica es el de proporcionar que en la catequesis, en los diversos ambientes eclesiales, la lectura, escucha e interpretación de la Pagina Sagrada alcance su debido lugar. Ahí descubriremos quiénes somos y cuál es el sentido que debemos dar a nuestra vida.

Sin el silencio no es posible la verdadera escucha entendida aquí no solamente como acogida de la Palabra mas, sobre todo, en cuanto comunión con Aquel que es la Palabra. “Si Dios habla al hombre mismo en el silencio, también el hombre descubre en el silencio la posibilidad de hablar con Dios y de Dios” (Benedicto XVI, 46º Día de la comunicación Social). También nos recordaba Benedicto XVI: “Tenemos necesidad de aquel silencio que se transforma en contemplación, que nos hace entrar en el silencio de Dios y así llegar al punto donde nace la Palabra, Palabra Redentora”. Desgraciadamente vivimos en un tiempo de muchas palabras, de muchos ruidos, de falta de certezas y crisis de referencias. Tiempos en que el silencio se torna cada vez más raro en nuestros ambientes. Esta constatación debe ser hecha también en lo que dice, en nuestros ambientes eclesiales.

¿Qué impide que yo sea bautizado? (Hech 8,36)Oración como Palabra de Comunión

La comprensión del sentido del texto en su totalidad, sin fundamentalismos e ideologías, fruto del encuentro con la Palabra, marcado por la escucha y el silencio, genera naturalmente el deseo de que el gusto por el encuentro con el Señor se prolongue en la oración y en un profundo cambio de vida. La oración es el lugar de contacto íntimo y de comunión con El. “El contacto

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interpretativo, orante y vivencial con la Palabra de Dios no forma necesariamente doctores, forma santos”

Surge entonces aquí la preocupación de que las diversas actividades pastorales encuentren especial lugar a la oración con la Palabra de Dios. Que ella tenga un lugar destacado, no solamente espacial, mas, sobre todo, espiritual, en el sentido de que nuestros encuentros alcancen el silencio necesario para que ella sea escuchada. Así nuestros encuentros estarán impregnados por su espíritu y su mensaje.

Particular atención debe recibir la Liturgia “ámbito privilegiado donde Dios nos habla en el momento presente de nuestras vidas: habla hoy a su pueblo, que escucha y responde (DV 52). En la celebración litúrgica el Señor reúne en torno a si la asamblea de su pueblo, elegida y convocada para santificar la actualización del Misterio Pascual de su pasión, muerte, resurrección y gloriosa ascensión. Aquí, especialmente en el día del Señor, el Pueblo es convocado para ser alimentado por la mesa de la Palabra y la Eucaristía.

Al referirnos a la mesa de la Palabra por medio de la cual el Señor también alimenta a su Pueblo, es preciso recordar el primado de la Palabra en el momento litúrgico en que la Asamblea se pone a la escucha de Cristo. El es el centro y la plenitud de toda la Escritura y de toda la celebración, por eso deberán beber de su fuente todos los que buscan la salvación y la vida.

No se puede hablar del primado de la Palabra sin hablar de la importancia del silencio en la escucha. Cuando en nuestras celebraciones falta el silencio falta también la comunión relacional que acoge, por la escucha, no solamente el “decir” del Otro, sino también su ser. El ser humano es relacional y alcanza el vértice de esa comprensión fundamental cuando crea comunión por la palabra y por la escucha. Si la palabra representa el dar-se, la escucha silenciosa representa el acoger.

Por tal motivo, cuando nuestras liturgias son excesivamente marcadas por la palabra, explicaciones y comentarios, no somos tocados por el lenguaje del Misterio, el cual en el silencio nos conduce, como nos recuerda la experiencia del profeta Elías cuando al oír el murmullo de una brisa suave se cubrió el rostro con su manto (1 Re 12,19). No se trata simplemente de la prohibición de ver a Dios en la concepción bíblica expresada en Ex 33,20. Se trata si de una concepción bíblica fundamental y casi olvidadas en muchas de nuestras realidades eclesiales. Para el mundo bíblico, la relación personal con Dios en esta vida tendrá que darse por la escucha de su Palabra. Solamente en la gloria habremos de ver a Dios “cara a cara” (1 Cor 13,12) tal como El es (1Jn 3,2)

Precisamos urgentemente recuperar la espiritualidad de la escucha en nuestros ambientes eclesiales y particularmente en nuestras celebraciones litúrgicas. La escucha es la dimensión por excelencia de la espiritualidad bíblica. En la Escritura no se escucha simplemente con los oídos, más sobre todo, con el corazón. A su vez, el corazón necesita del silencio para acoger solamente lo que merece ser conservado: la simiente que encuentra a la tierra propicia (Mt 13,19)

En la espiritualidad bíblica hay una insistencia sobre la escucha, como nos recuerda el núcleo de Fe del Pueblo de Dios “Escucha Israel” (Dt 6,4). La escucha sobrepone la receptividad a la actividad y, por tanto, la prioridad de la Palabra sobre la imagen y luego, de la audición sobre la visión. San Benito entendió perfectamente esta dimensión cuando inicia a su Santa Regla con estas palabras: “Escucha hijos los preceptos del Maestro e inclina el oído de tu corazón” No se trata solamente de oír, sino de escuchar con el oído del corazón. El oír puede ser simplemente físico, externo. Escuchar es apertura también del corazón. Nos dice San Agustín que es preciso abrir los oídos y ofrecer el corazón. De nada sirve abrir “los oídos de la carne” y tener cerrado el corazón. (Comentario a los Salmos , 33,2)

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Es deber en nuestras celebraciones devolver a la Palabra la primacía que ella merece. Y eso solamente es posible cuando privilegiamos, particularmente el momento de la Liturgia de la Palabra. “Cada vez comprendemos mejor que también el silencio hace parte de la liturgia. Cuando Dios habla, respondemos cantando y orando, cuanto más grande es el misterio que excede todas las palabras, apela al silencio. Con afecto, ese silencio debe ser un silencio pleno, más que ausencia de palabras y de acción. Lo que esperamos de la liturgia es que ella no dé precisamente ese silencio positivo” (Ratzinger, Introducción al espíritu de la Liturgia). De ese silencio, que guarda la interioridad del ser, nace la acogida, el respeto, la gratuidad, la alteridad, el deseo de dialogo fraterno y solidario.

La primacía de la Palabra en la celebración litúrgica encuentra un momento singular en la homilía. Su función en cuanto actualización del mensaje de la Sagrada Escritura, es favorecer una comprensión y eficacia más amplia de la Palabra de Dios en la vida de los fieles a fin de que al salir de las celebraciones puedan vivir la Palabra y se transformen en anunciadores de lo que escuchan y celebran. Por eso mismo, el centro de toda homilía deberá de ser siempre Jesucristo, porque es a El que buscamos en la celebración litúrgica, para alimentarnos de su Palabra y de su Cuerpo y Sangre. Consciente de tal alta tarea, el predicador debe dejarse interpelar primero por la Palabra de Dios que anuncia, porque como dice Sn Agustín, “seguramente queda sin fruto aquel que predica exteriormente la Palabra de Dios sin escuchar en lo intimo”

Una práctica maravillosa, largamente difundida en nuestras comunidades es la celebración de la Palabra. Son admirables sus frutos. Numerosas comunidades que no pueden contar con la celebración eucarística, sustentan su fe mediante esa forma de culto litúrgico. Son ocasiones privilegiadas de encuentro con el Señor “Tal práctica no puede dejar de traer gran provecho a los fieles y debe considerarse un elemento importante de la pastoral litúrgica” (DAp 65). También las peregrinaciones, las fiestas de la Iglesia, los retiros espirituales, las misiones populares, los eventos de religiosidad popular y otras expresiones son oportunidades especiales para la celebración de la Palabra.

Más allá de los momentos litúrgicos, la Verbum Domini dio gran énfasis a la práctica personal y comunitaria de la lectura orante de la Palabra. Para que nuestras comunidades sean marcadas por el espíritu de la animación bíblica de la pastoral, es preciso que en nuestros pequeños y grandes encuentros sea valorizado siempre mas este ejercicio de la lectura de la Palabra que bien practicado conduce al encuentro con Jesús-Maestro, al acontecimiento del misterio de Jesus-Mesias, a la comunión de Jesús Hijo de Dios y al testimonio de Jesús-Señor del universo. (DAp 249). Varían los métodos, el más conocido es el de la Lectio Divina que con sus cuatro momentos (lectura, meditación, oración, contemplación-acción) favorece el encuentro personal con Jesucristo semejante al modo de tantos personajes del Evangelio iluminados y recreados porque se abrieron a la experiencia de la misericordia del Padre, que se ofrece por su Palabra de verdad y vida. No abrirán el corazón para algo del Mesías, mas al propio Mesías” (DAp 249). De hecho, en la base de toda espiritualidad cristiana autentica y viva, esta la Palabra de Dios anunciada, acogida, celebrada y meditada en la Iglesia.

Y prosiguió su viaje lleno de alegría (Hech 8,39)Evangelización y proclamación de la Palabra (Eje del anuncio)

Como se puede observar por la reacción del etíope, su vida se transforma en testimonio y mensaje. Después del encuentro con el Señor, él prosigue lleno de alegría. El anuncio de la Palabra crea comunión y genera alegría. Se trata de una alegría profunda que brota del propio corazón de la vida trinitaria y se nos comunica en el Hijo. SE trata de la alegría como don inefable que el mundo no puede dar. Se pueden organizar fiestas, más no la alegría. Según las

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Escrituras, la alegría es fruto del Espíritu Santo (Gal 5,22) que nos permite entrar en la Palabra y hacer que la Palabra entre en nosotros y fructifique para la vida eterna (DV 123)

Cuando la Palabra de Dios entra en la vida de las personas, se inician procesos de conversión, personal, comunitaria y pastoral que las llevan, consecuentemente a ser testimonio valiente que anuncian lo que el Señor realizó en sus vidas (Mc 5,19) Como es propio del encuentro con Jesucristo vivo, se transforma en un llamado a la misión, la propia vida transformada se convierte en mensaje por medio de la cual los valores cristianos pasan a ser evocados. De ahí la necesidad de que, por el testimonio, sean capaces de generar modelos culturales alternativos para la sociedad actual. Bombardeado en todo momento por cuestiones que le desafían a la fe, a la ética a la esperanza, el discípulo misionero precisa estar de tal modo familiarizado con la Palabra de Dios y con la el Dios de la Palabra que, sacudido por las presiones, continúe sólidamente firme en Cristo Jesús y por su testimonio, convierta a los corazones que lo cuestionan (Hech 16,16-34)

No se puede olvidar que el camino de la Evangelización y proclamación de la Palabra nos exige el compromiso social y la promoción de los valores auténticamente humanos. Esa lectura se fundamenta en el hecho de que la relación frecuente y comprometida con la Palabra de Dios genera la conversión personal, de la cual nacerá la conversión pastoral y consecuentemente, el testimonio elocuente, como fermento en la masa, la transformación de la sociedad.

Otro aspecto es el kerygmatico. Las comunidades cristianas en virtud de su identidad y misión, son llamadas a alimentarse de la Palabra para ser servidoras de esa Palabra y anunciarla con alegría, la verdadera alegría. No una alegría superficial y efímera, sino aquella que brota de la certeza de que solo el Señor Jesús tiene palabras de vida eterna (Jn 6,68). Por eso, la función del evangelizador y proclamado de la Palabra no es solamente revitalizar la fe de los “creyentes rutinarios”, sino también anunciar a Cristo en los ambientes donde es desconocido. Vale mencionar que los dos primeros milagros relatados por el Evangelista Mateo se refiere a un leproso (Mt 8,1-4) y a un pagano (Mt 8,5-13), personas que no estaban en comunión con la comunidad. Y Jesús los inserta en la comunidad.

Otra realidad a ser contemplada es el ecumenismo. La Palabra de Dios, que creo extraordinarias experiencia de unidad entre los oyentes de la primera hora del cristianismo (Hech 10, 34-48), nos interpela igualmente a actitudes valerosas y concretas acerca del dialogo ecuménico. Si los cristianos se dividen por la interpretación de la Escritura, alrededor de su poder se reencuentran. De hecho, en el propio dialogo, la Escritura es un eximio instrumento de la poderosa mano de Dios para la unidad que el Salvador ofrece a todos los hombres. Mucho contribuyen los encuentros con los cristianos de otras confesiones para la oración con la Palabra de Dios. Escuchar juntos la Palabra de Dios, practicar la lectio divina de la Biblia, dejarse sorprender por la novedad que nunca envejece y jamás se agota, superar nuestra sordera ante las palabras que no concuerdan con nuestras opiniones y prejuicios; escuchar y estudiar en la comunión de los creyentes de todos los tiempos, todo esto constituye un camino a recorrer para alcanzar la unidad de la fe, como respuesta a la escucha de la Palabra (VD 46)

En cuanto camino de evangelización y proclamación de la Palabra, la animación bíblica tiene un carácter esencialmente misionero. El episcopado latinoamericano puso énfasis en resaltar la urgencia de la conversión pastoral y la misión continental, destacando que debemos ser una Iglesia en estado de misión. Fue esa experiencia de los primeros discípulos: “recibirán el poder del Espíritu Santo que descenderá sobre ustedes y serán mis testigos…” (Hech 1,8). Así se configuran los primeros cristianos, sus experiencias de comunión se hacen experiencia de misión. Todos se reunían a escuchar las enseñanzas de los apóstoles y participar en la oración, en la comunión fraterna, en la fracción del pan (Hech 2,42) de tal modo que eran reconocidos por sus contemporáneos como comunidad de amor. De hecho así decía el gentío sobre los

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cristianos “miren como se aman” y añadían “como están preparados para dar la vida unos por los otros”

Y justamente por eso que la animación bíblica de la pastoral esta directamente ligada a la dimensión eclesial de la caridad. La mayor caridad que debemos practicar y anunciar es la máxima Palabra de Dios: “Dios es amor”. Correspondemos a ese amor cuando nos empeñamos en un mundo de justicia y solidaridad. Esto comporta una caridad intraeclesial entre pastorales, movimientos, nuevas comunidades y comunidades eclesiales de base, y una caridad extraeclesial, en el corazón del mundo. (VD 99-103)La Conferencia de Aparecida apunta nuevos rostros sufrientes que la caridad eclesial debe acoger y abrazar dentro de su opción preferencial por los pobres. A su vez el Papa Benedicto XVI en Verbum Domini apunta los siguientes compromisos en el mundo: servir a Jesús en nuestros hermanos más pequeños (Mt 25,40) es compromiso con la justicia, reconciliación y paz entre los pueblos, caridad activa, los jóvenes, los migrantes, los dolientes, los pobres y la defensa de los niños. (VD 99-108)

Es la verdad y la caridad que fundamenta el horizonte profético de la Palabra. Como atestiguan las Sagradas Escrituras, fueron los profetas y su fidelidad a la misión que mantuvieron viva, en la historia del Pueblo de Dios, la propia Alianza. Donde faltaba la justicia y el derecho, el Pueblo perdía a Dios como su aliado. Era la voz profética que hacia recordar a Israel el camino de reencuentro y de amistad con su Señor (Os 8,1-6). En tiempo de Jesús, fueron muchos los líderes de su ciudad y de todo el pueblo que no reconocieron los tiempos de salvación anunciados por los profetas (Lc 4,18-24). Un cristianismo sin profecía tiende a vaciar la Palabra. Mas, donde las palabras humanas se tornan impotentes, porque prevalece el trágico clamor de la violencia y de las armas, la fuerza profética de la Palabra de Dios no deja de repetirnos que la paz es posible y que debemos nosotros mismos ser instrumentos de reconciliación y de paz. (VD 102)

LA PALABRA Y LOS CAMINOS DE MISION

En nuestro país, se multiplican las experiencias de servicio misionero sustentadas por la Palabra. Muchas comunidades se conservan vivas y dinámicas alimentadas solamente de la Palabra. El Espíritu Santo sustenta toda esta vitalidad. Lo que nos proponemos es seguir unas líneas de acción orientadas a un nuevo paso: la animación bíblica de toda la pastoral.

Primero, cabe reconocer que los interlocutores de la acción pastoral son sujetos y no solamente destinatarios. De hecho, no reciben la Palabra para guardarla para si mismo, sino para anunciarla (Is 50,4). Como lo recuerda el Señor: “Lo que les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día y lo que escuchen al oído proclámenlo desde lo alto de las casas” (Mt 10,27). Siendo así, interlocutores de la animación bíblica de la Pastoral son todos los miembros del Pueblo de Dios: los laicos, en cuanto presencia de la Palabra de Dios en forma de fermento en la masa, los consagrados en cuanto presencia de la Palabra de Dios en la vivencia de los consejos evangélicos, los ministros ordenados en cuanto presencia de la Palabra de Dios en el ejercicio de la triple misión de enseñar, santificar y gobernar. Todos los miembros del Pueblo de Dios por tanto, son llamados a dar testimonio de la acogida y vivencia de la Palabra

Antes de proponer las líneas de acción es oportuno indicar algunos elementos indispensables sin las cuales las otras acciones vinculadas a la animación bíblica de la pastoral podrían ser perjudicadas. Son las siguientes:

Comisiones: con una organización funcional, que ofrezcan una red de servicios y ayudas practicas, facilitando la efectiva animación bíblica de la pastoral.

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Equipos de asesoría de la animación bíblica de la Pastoral Formación bíblica permanente (en tiempo) sistemática (curricular) y profunda (con

contenidos) para asesores y multiplicadores de la animación bíblica de la pastoral.

LINEAS DE ACCION PARA EL CAMINO DE CONOCIMEINTO E INTERPRETACION DE LA PALABRA (EJE DE FORMACION)

La animación bíblica de la Pastoral en cuanto camino de conocimiento e interpretación de la Palabra encuentra en la catequesis su espacio vivencial, pues la actividad catequística implica siempre afianzarse en las Escrituras y en la fe y la tradición de la Iglesia, de modo que aquellas palabras sean vividas como Cristo está vivo hoy, donde dos o tres personas se reúnen en su nombre ( Mt 18,20). La catequesis debe comunicar con vitalidad la historia de la salvación y los contenidos de la fe de la Iglesia para que cada fiel reconozca que su vida personal pertenece a aquella historia.

Por tanto proponemos:a) Hacer renacer un renovado amor por la Sagrada Escritura, continuando el esfuerzo para

que todo bautizado tenga una Biblia en su casa.b) Favorecer que toda familia cristiana, primera experiencia de catequesis, tenga un

encuentro cotidiano con la Palabra de Dios por la reflexión, oración y vivencia. De hecho, como sería posible vivir sin el conocimiento de las Escrituras, si es por ella que se aprende a conocer al propio Cristo, que es la vida de los creyentes? (S.Jeronimo)

Valorizar la relación entre la Sagrada Escritura y el catecismo de la Iglesia católica, importante expresión actual de la tradición viva de la Iglesia y norma segura para la enseñanza de la fe (VD 74)

Proponemos insistentemente el estudio introductorio a la interpretación bíblica para todos los cristianos a través de formas creativas y múltiples. El pueblo de Dios tiene el derecho de recibir el conocimiento de la Sagrada Escritura para comprenderla, asimilarla y vivirla como discípulos misioneros de Cristo. (VD 75)

Continuar e intensificar el estudio permanente, sistemático y profundo de la exegesis bíblica en los centros de formación teológico-pastorales, según la verdadera tradición eclesial. (VD 75)

Evidenciar la importancia de la Palabra de Dios y de la lectura orante en los grandes encuentros eclesiales. (VD 76)

Fortalecer la exigencia intrínseca de que la Palabra de Dios llama a cada uno en términos personales y que todo cristiano es convocado a profundizar su relación con ella, en su identidad y misión de bautizado, para vivir la santidad según los diversos estados de vida: ministros ordenados, consagrados, laicos.

Proporcionar la lectura orante, principalmente a través del método de Lectio Divina, a todas las instancias pastorales. El texto sagrado debe ser abordado en la comunión eclesial, superando el riesgo de un abordaje individualista. (VD 86-87)

Usar todos los medios de comunicación social (radio, televisión, internet, redes de comunicación, otros) de manera inteligente y cuidadosa para llevar a los fiel al conocimiento y a una mejor interpretación de la Escritura

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Poner a disposición material bibliográfico y otros, simples y fundamentales, para todos los bautizados, en su búsqueda necesaria de formación bíblica.

Elaborar y divulgar lo máximo posible, subsidios biblicos que aborden , en lenguaje kerygmatico y catequético, temas biblicos con interpretaciones actualizadas de la Palabra de Dios. Hay una necesidad enorme de hacer llegar a manos de todos, los recursos para una buena lectura bíblica.

Incentivar una catequesis de iniciación a la vida cristiana con el uso de la Sagrada Escritura acompañando el testimonio de los catequistas, para suscitar el encantamiento y el encuentro con el Verbo encarnado, a ejemplo de los primeros cristianos.

Organizar la formación bíblica en forma de cursos, escuelas, semanas, etc.

Crear cursos de pos-graduación o de extensión universitaria de animación bíblica de la pastoral para formar agentes de pastoral capaces de promover una verdadera renovación bíblica

Favorecer y fortaleces los encuentros ecuménicos de meditación y estudio de la Palabra de Dios.

Promover congresos biblicos diocesanos, regionales y nacionales para valorizar más la Palabra.

LINEAS DE ACCION PARA EL CAMINO DE ORACION CON LA PALABRA Y COMUNION (EJE DE ORACION)

La animación bíblica de la Pastoral en cuanto camino de oración con la Palabra y comunión encuentra en la liturgia su lugar privilegiado, en que Dios continua hoy comunicándose con su Pueblo que escucha y responde. Cada acción litúrgica, por su propia naturaleza, está impregnada de la Sagrada Escritura. En ella, la Palabra de Dios es celebrada como Palabra actual y viva (VD 52).

Por tanto proponemos:

Educar a todos los fieles para saborear el sentido profundo de la Palabra de Dios que está distribuida a lo largo del año litúrgico.

Afianzar la unidad entre Palabra y Sacramento en el ministerio de la Iglesia y el carácter performativo de la Palabra: ella hace lo que dice, ella es viva y eficaz (Heb 4,12) Esa unidad aparece en mayor profundidad en la celebración eucarística cuando se da el debido valor a la Liturgia de la Palabra y a la Liturgia eucarística de tal modo que la mesa de la Palabra y la Mesa de la Eucaristía reciban dignidad propia en el espacio celebrativo, conforme a las normas litúrgicas.

Subrayar la importancia de la Sagrada Escritura en los Sacramentos y sacramentales Comprender, reafirmar y evidenciar la dimensión sacramental de la Palabra de Dios,

educando a los miembros de las comunidades cristianas a escuchar la Palabra de Dios que debe ser bien proclamada

Profundizar el sentido de la sacramentalidad de la Palabra de Dios favoreciendo una mayor comprensión unitaria del Misterio de la revelación en acciones y palabras íntimamente relacionadas (DV 2) para que ella se dé provecho a la vida espiritual de los fieles y a la acción pastoral de la Iglesia.

Dar la debida importancia a la proclamación de la Palabra con el uso del Leccionario y el Evangeliario en las celebraciones litúrgicas. Que la comunidad reunida este mirando al ambón, lugar del anuncio de la Palabra

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Proporcionar a los lectores de las celebraciones la debida preparación bíblica, litúrgica y en el campo de la comunicación.

Valorizar la homilía como parte integrante de la Liturgia, porque ella actualiza el mensaje de la Sagrada Escritura, de tal modo que los fieles sean llevados a descubrir la presencia y la eficacia de la Palabra de Dios en el momento actual de sus vidas.

Difundir en las comunidades eclesiales la oración de la Liturgia de las Horas, forma privilegiada de escucha de la Palabra de Dios en el Oficio Divino de las comunidades, sobre todo en la Oración de Laudes y Vísperas.

Incentivar en las comunidades la celebración dominical de la Palabra de Dios que hace presente el Misterio Pascual en el amor que congrega (Jn 3,14) en la Palabra acogida (Jn 5,24-25) en la oración comunitaria (Mt 18,20). Por tanto, poner atención en la formación permanente de los Ministros de esas celebraciones.

Educar al pueblo en la comprensión del sentido del silencio y de la tranquilidad interior para la recepción de la Palabra.

Acoger las sugerencias y propuestas concretas contenidas en la Verbum Domini en relación a las celebraciones de la Palabra de Dios: Palabra y silencio, proclamación solemne de la Palabra, la Palabra de Dios en el templo que es el cristiano, exclusividad de los textos biblicos en la Liturgia, canto litúrgico bíblicamente inspirado, particular atención a los ciegos y sordos.

Hacer conocer a todos los bautizados del Método de la Lectio Divina (Lectura Orante de la Sagrada Escritura) con sus pasos, lectura, meditación, oración y contemplación-acción.

Incentivar a la lectura orante diaria de los textos de la Biblia. Utilizar los textos biblicos propuestos por la Liturgia como momento de oración y de alimento de la espiritualidad, sea individual o familiar.

Posibilitar condiciones para la Lectura Orante en las reuniones pastorales como momentos de oración y espiritualidad

Organizar retiros con miembros de las pastorales, movimientos eclesiales y nuevas comunidades para la experiencia orante en vista de un encuentro personal y comunitario con el Señor.

Acentuar en la catequesis la centralidad de la Escritura como Palabra de Dios en cuanto camino privilegiado de encuentro con el Misterio, que se hace alimento sabroso en vistas de la “maduración en Cristo” (VD 74)

Elaborar subsidios biblicos para los tiempos litúrgicos que ayuden a los agentes pastorales a animar sus acciones evangelizadoras a partir de la Sagrada Escritura.

Realizar encuentros ecuménicos teniendo la Sagrada Escritura como referencia de comunión. La acción de escuchar y meditar juntos las Escrituras nos hace vivir una comunión real, que felizmente se va haciendo plena.

LINEAS DE ACCION PARA EL CAMINO DE EVANGELIZACION Y PROCLAMACION DE LA PALABRA (EJE DEL ANUNCIO)

La animación bíblica de la Pastoral en cuanto camino de evangelización y proclamación de la Palabra, nos impulsa a la Caridad (2 Cor 5,14). “La misión de la Iglesia no puede ser considerada como una realidad facultativa o adicional de la vida eclesial… Es la propia Palabra que nos lleva hacia los hermanos: es la Palabra que ilumina, purifica, convierte, nosotros somos apenas servidores. Por eso es necesario descubrir cada vez más la urgencia y la belleza de anunciar la Palabra para la Vida del Reino de Dios… NO se trata de anunciar una Palabra

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anesteciante, sino desinstaladora, que llama a la conversión, que hace accesible el encuentro con El, a través del cual florece una humanidad nueva” (VD 93)

Por tanto proponemos:

Recordar continuamente que al anunciarnos el Evangelio nos exhortamos recíprocamente a hacer el bien y a empeñarnos por la justicia, la reconciliación y la paz. Recordemos que el compromiso por la justicia y la transformación del mundo es constitutivo de la evangelización (VD 100)

Llamar la atención para la comprensión de que la evangelización y la Proclamación de la Palabra deben estar al servicio de la vida política y social, en la defensa y promoción de los derechos de toda persona y en la concreción de la reconciliación y de la paz... Compete sobre todo a los fieles laicos formados en la escuela del Evangelio, intervenir en la acción social y política (VD 100)

Traducir en gestos concretos la Palabra escuchada, para que aparezca la ligazón que existe entre la escucha amorosa de la Palabra y el servicio desinteresado a los más pobres, a los inmigrantes, los dolientes, en la defensa de los niños.

Fomentar un renovado encuentro entre la Palabra de Dios y las culturas, generando valores fundamentales, expresiones artísticas magnificas y estilos de vida ejemplares (VD 109). Un ejemplo podría ser la promoción de simposios y seminarios biblicos en las escuelas y universidades.

Incentivar a partir de la Palabra de Dios un fecundo dialogo interreligioso que favorezca la paz y la armonía entre los pueblos.

Promover especialmente a nivel parroquial/comunitario, en seminarios y casas de formación, encuentros para la reflexión bíblica. Esperando que así haya una profundización de la Palabra de Dios en vista de los principios, la mística y los caminos que ella nos proporciona, educándonos para la conversión y el anuncio transformador de la sociedad.

Aprovechar los grupos biblicos, también llamados círculos biblicos, grupos de reflexión, grupos de familia, etc., existentes en nuestras diócesis para ofrecerles recursos biblicos que los guíen hacia la práctica de la lectura orante.

Promover e incentivar eventos biblicos como Mes de la Biblia, celebraciones de religiosidad popular, para que la Palabra de Dios inspire el ser y hacer de los fieles católicos.

Usar los medios de comunicación social para proclamar al Verbo encarnado “por sobre los tejados”

Incentivar a la búsqueda de nuevos lenguajes, de nuevos medios y nuevos métodos de la cultura mediática contemporánea, para llevar la Palabra de Dios a todos.

Fomentar la lectura comunitaria y encarnada de la Palabra de Dios en las Comunidades eclesiales de Base.

Ayudar a las pequeñas comunidades a pautar su vida, espiritualidad y misión teniendo como eje estructurador y dinamizador la Palabra de Dios, fuente de comunión fraterna, de discernimiento y compromiso transformador.

Suscitar un nuevo modo de ver la creación mediante la Palabra de Dios, manifestada en la Sagrada Escritura y en la Tradición viva de la Iglesia, a fin de promover una ecología autentica y desenvolver una renovada sensibilidad teológica sobre la bondad de todas las cosas.

Ayudar a los dolientes, los ancianos y encarcelados a leer la Escritura y a descubrir que pueden en su condición, participar de un modo particular en el sufrimiento redentor de Cristo por la salvación del mundo. La experiencia muestra que benéfico es la lectura y meditación de la Palabra por parte de esas personas.

Motivar a los jóvenes, de manera viva y cautivante, para la lectura de la Palabra de Dios, a fin de encontrar en Jesús el sentido de la vida, luz que los ilumine y el incentivo para soñar y amar, dándose a los hermanos.

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Promover estudios y publicaciones de temas biblicos, buscando educar la conciencia ecuménica de los fieles.

Motivas para que las misiones populares en los santuarios sean espacios privilegiados para el conocimiento, la oración y el anuncio de la Palabra de Dios.

CONCLUSION

“En cuanto a ti, permanece firme en aquello que aprendiste y aceptaste como verdad…”2Tim 3,14-15

Constatamos con gratitud y alegría que el Sínodo sobre la Palabra, Verbum Domini constituye un nuevo Pentecostés para la Iglesia. Que así acontezca también en la acogida y práctica de este documento.

Exhortamos a todos para que estas líneas de acción influyan eficazmente en la vida y misión de la Iglesia, particularmente en la catequesis, en la Liturgia y en el Testimonio de la Caridad, contribuyendo así a la vivencia profunda de la Fe, porque sabemos que la Iglesia se funda sobre la Palabra de Dios, nace y vive de ella. (VD 3)

Somos en verdad consagrados y enviados para anunciar a todos la Palabra que es Cristo. Habiendo escuchado, respondamos en la obediencia de la Fe (Rm 1,5; 16,26) y en la escucha del corazón, a fin de que nuestras palabras, opciones y actitudes, sean cada vez más transparencia del anuncio y el testimonio del Evangelio y vivamos por El.

Tenemos sin duda, una Buena Nueva para anunciar al mundo de hoy: la Palabra de Dios, Jesucristo, que está presente entre nosotros. El es imagen de la salvación y de la vida. Como San Pablo, no queremos saber ni esperar otra cosa sino Jesucristo, para nosotros sabiduría y poder de Dios. (1 Cor 2,2)

Pedimos por tanto la intercesión de María, modelo de quien vive en plena obediencia de fe y escucha con el oído del corazón. Ella es el ícono perfecto de la fe bíblica, de la escucha y del acoger generoso y disponible la voluntad del Señor. “Su fe obediente es el rostro de la iniciativa de Dios plasmada en cada instante de su vida. Virgen en la escucha vive en plena sintonía con la Palabra divina. Ella tiene la vida totalmente modelada por la Palabra.

Contemplándola, somos también llamados a ser fecundos discípulos y servidores de la Palabra, generando a Cristo en nuestras vidas. Como recuerda San Agustín “antes de concebir al Señor en el cuerpo, ella lo había concebido en el alma”. De forma semejante, por la fe, somos llamados a gestar a Cristo por la escucha de la Palabra y la participación en los sacramentos, pues “si en cuanto a la carne, solo existe una Madre de Cristo, en cuanto a la fe, en cambio, Cristo es el fruto de todos” (VD “28)

Que por intercesión de María y de todos los santos, la escucha de la Palabra haga crecer nuestra fe; por la fe, esperemos y esperando, amemos. (San Agustín)