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  • Imagen de tapa: Omar Sirena: En memoria de las vctimas de los vuelos de la muerte de la Armada Argentina (2010). Mural en la esquina de Brown y Rosales, Punta Alta.

    Edicin: Primera. Noviembre de 2012

    ISBN: 978-84-92613-87-8

    Copyright: 2012, Mio y Dvila srl

    2012, Pedro Mio

    2012, Edgardo Datri

    Prohibida su reproduccin total o parcial, incluyendo

    fotocopia, sin la autorizacin expresa de los editores.

    Cualquier forma de reproduccin, distribucin, comunicacin

    pblica o transformacin de esta obra solo puede ser realizada

    con la autorizacin de sus titulares, salvo excepcin prevista por

    la ley. Dirjase a CEDRO (Centro Espaol de Derechos

    Reprogrficos, www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear

    algn fragmento de esta obra.

    Diseo: Gerardo Mio

    Composicin: Eduardo Rosende

    Direccin postal: Av. Rivadavia 1977, 5 B (C1033ACC) Buenos Aires, Argentina Tel-fax: (54 11) 3534-6430

    e-mail produccin: [email protected] e-mail administracin: [email protected] web: www.minoydavila.com

  • 9 In Memoriam de Eduardo Rosenzvaig y Candela Rodrguez

    13 Prlogo, por Rubn Dri

    17 Introduccin. La opresin y la crueldad

    30 Captulo 1. La violencia de las mltiples pobrezas

    47 Captulo 2. Derechos humanos y eurocentrismo

    72 Captulo 3. Derechos humanos, patriarcado y trata de personas

    93 Captulo 4. Neoinquisicin: la hoguera donde arden las brujas abortistas

    107 Captulo 5. Derechos humanos y pueblos originarios

    123 Captulo 6. Derechos humanos, marginalidad urbana y crceles

    139 Captulo 7. Estados Unidos y su destino providencial

    161 Captulo 8. La Revolucin de Octubre y la ex URSS

    199 Captulo 9. Derechos civiles y polticos (PIDCP). Derechos econmicos, sociales y culturales (PIDESC)

    210 Captulo 10. Del estadocentrismo al altermundismo

    238 Conclusin Del imperio de la guerra permanente a las identidades plurales

    253 Referencias bibliogrficas

    ndice

  • 259 ANEXOS 261 I. Ejercer la democracia,

    por Augusto Bianco

    274 II. En torno al derecho a aparecer de sobrevivientes y no-sobrevivientes del genocidio argentino, por Carlos Falaschi O.

    280 III. Crnica de una fuga, por Pablo Scatizza

    285 IV. Ser o no ser: DNI o NN, por Marcelo Valko

    305 V. Sobre mis tres ltimos abortos, por Ruth Zurbriggen

    308 VI. Utopas, abundancia y socialismo, por Fernando Lizrraga

    322 VII. Contornos decoloniales, por Mara Eugenia Borsani

    337 VIII. Comisin Carlos Presente, por Sandra Rodrguez

    340 IX. Memoria y pasado reciente: un aporte desde la literatura, por Emilia Alfieri

    358 X. El colectivo de los pueblos y la cultura de masas, por Sandra Carn Contreras y Marcelo R. Vigouroux

    361 XI. Cultura (tecno-)cientfica, poltica y riesgo ambiental. Felicidad colectiva o vulnerabilidad social?, por Edgardo E. Datri y Jorge L. Datri

    392 XII. Entre suplicios, castigos, disciplinamiento y derechos humanos, por Mara Andrea Gauto

    397 XIII. Es posible civilizar la civilizacin? Dilema del pacifismo absoluto, por Edgardo E. Datri

  • Este libro pone en evidencia el proceso del sentido de lo humano, tal como lo fui desentraando hasta ahora. Lo que no evidencia es el modo en que ese proceso se fue enriqueciendo en el (con)vivir con mi hija Ariana y mi compaera Alicia. Tampoco da testimonio de los aprendizajes que he recibido de ami-gxs o maestrxs como Mara Rosa Barrera, Lil Roos, Alfredo Hernndez, Graciela Mandolini, Sandra Contreras, Omar Cabrera, Susana Rotatori, Luis G. Almeida. Sandra Micheln, Martn Racca, Gladys Rodrguez, Juan J. Gonzlez, Carlos Cerdeira, ngeles Crosa, Eduardo Rosenzvaig, Alicia Rodrguez, Fabin Bergero, Miguel Duhalde, Pablo Manzione, Marieta Riviere, Jorge Cardelli, Alicia Orlando, Osvaldo Bayer, Patricia Machado, Pablo Imen, Gladys Rodrguez, Pablo Grisn, Myriam Ortiz, Fede-rico Egea, Laura Nuguer, Mara Trpin, Ins Trpin, Gladys Loys, Santiago Nabaes, Angie Acosta, Anabel Stickar y muchxs otrxs que han colaborado con ste y otros libros, pero que tambin han contribuido a mi comprensin del sentido de lo humano.

    Qu democracia es sta que encuentra para el dolor de millones de seres hambrientos, negados, impedidos de leer la palabra y escasamente capaces de leer su mundo, razones climticas o de incompetencia gentica?

    Paulo Freire (1999): Poltica y Educacin, Siglo XXI, Mxico.

    Por qu CONVIVIO? Porque convivio es el encuentro de mujeres y hombres que habitan un territorio en un mismo espacio-tiempo. Es la conjuncin de presencias e intercambio humano

    directo. Por lo tanto, el convivio es una prctica de socializacin de cuerpos espacio-temporalmente presentes, una prctica comunitaria que se constituye en una actitud de rechazo hacia la desterri-torializacin socio-comunicacional-cultural. CONVIVIO es una invitacin a construir al ser-en

    comn-con otro/a diferente.

  • 9

    Pasaban los das y cada vez que estaba con vos volva a estrenar el mundo; me dejabas en com-pleto desacuerdo con el esp-ritu de estos tiempos vulgares, vacos de pretensiones que dignifiquen a los ms. Tiempos llenos de realidades prefabricadas y estriles. Pero lejos de adoptar un breviario dogmtico y petulante, me devolvas las ganas de trans-formar subversivamente este mundo, hacindolo cada vez ms amable y menos turbu-lento. Un mundo acendrado en el amor a la naturaleza y la potencia de las relaciones sinceras y fraternales con el Otro o la Otra diferente.

    Es verdad que el duro golpe de tu ausencia fsica pudo haber provocado en m o en otras personas algn que otro renunciamiento, mas ahora pensamos que quiz haya sido slo una pausa en la grata tarea de continuar construyendo, descu-briendo y recorriendo con tus valores sen-deros de emancipacin.

    Desde mucho antes de tu afliccin habas logrado mostrarme que la memo-ria no agoniza, que deba estar ms all de la nostalgia para darme cuenta de que los cielos grises se pueden transfor-mar en espejos luminosos. Cielos, bajo

    los cuales es posible renacer cada da, amar cada noche, revolucionar el mundo en cada instante... de la misma manera en que lo hicieron los treinta mil compaeros dete-nidos y desaparecidos durante la ltima dictadura o Carlos Fuentealba.

    Una y otra vez volvas ante cada peticin, y cada requeri-miento era atendido como si se tratara del primer encuen-

    tro: sabiamente, dulcemente, solidaria y fraternalmente; siempre al ritmo de frases de armona perfecta, y en la bsqueda de nuevas sensaciones con las que senta la posibilidad de descubrir tomos de certeza entre tanta incertidumbre.

    Pusiste tus enseanzas y tu corazn al lado del exquisito aroma de los caaverales

    In Memoriam de Eduardo Rosenzvaig y Candela Rodrguez

  • 10

    de tu querido Tucumn, pero en el traji-nar sin fin de tus pasos llegaste a estas tie-rras patagnicas para conmovernos, para hacernos apreciar que por duros que sean los trances, es posible recuperar la dulce fragancia de los ideales que no se compran ni se venden, pues como deca Antonio Machado, el pueblo no los nombra, ni siquiera hace lo propio con la patria, pero la compra con su sangre y la salva.

    Ser escritor, haber recibido tantos elo-gios y premios, nunca te hizo presuntuoso o engredo; s cada vez ms humilde. Tam-bin, y con fortuna para quienes te cono-cimos, nos hiciste percibir el umbral de lo absoluto despus de leer tus estimulantes y pujantes escritos. Alegatos destinados a desafiar a un mundo fatigado por todo tipo de convencionalismos. Epstolas forjadas para romper los muros de la indecisin, la desilusin y la intolerancia.

    No hay dos maneras de exaltar tus dotes de gran escritor; todos los adjetivos que se puedan utilizar para enaltecer la vastedad y excelencia de tus obras litera-rias, no pueden escindirse de tu sentido de lo humano. Fuiste un intelectual atpico, alguien que como pocos supo explorar y denunciar la existencia de los desocupados emocionales, anunciando a la vez que a pesar de la barbarie de la sociedad de mercado, es posible imaginar y construir otros mundos.

    No podr olvidarte, fue mucho lo que me has enseado. Vos, al igual que otros de mis Maestros y Maestras, fuiste La Oruga sobre el Pizarrn; un hombre revestido de gran bondad y coraje. Un hombre que sin ambigedades supo penetrar profun-damente en las entraas de estas tierras patagnicas.

    Querido Eduardo, no necesitar valerme del manido tpico de que los mritos de un escritor son hijos del tiempo y slo con el tiempo se reconocen los valo-res y los lmites de su obra. No lo necesito porque tu celoso compromiso de Maestro, Escritor y Militante para con las causas dignas, nobles y justas son merituables ahora, y lo sern siempre.

    Candela Rodrguez

    Cuntas veces te han matado Candela?Pregntales, hzselos saber!

    Qu han querido hacernos creer de ti?La prensa te evoca, desea conocer tu expe-

    diente;lo hace porque eres una parte ms del espec-

    tculo.Oh!, libertad privada de prensa,

    en nombre de la infraestructura econmicacuntas vilezas se cometen en tu nombre.

    Qu han divulgado sobre tu corta existencia?Hblales a oficiales, fiscales y jueces de tu

    inocencia agraviada.Sabes que parte del periodismo es el juez de

    tu martirio?Quieres saber por qu lo son?:

    por la gente, los vecinos que claman venganza.

    Es la tele, Candela: popularidad, mercanca, pereza intelectual y rating.

    Te han vuelto a matar para poseerte y ven-derte.

    Son los mismos que piden la pena capital,creen que ella refunda el mundo y lo embe-

    llece. Son seres reales, existen, viven en concubinato

    con la TV.En nombre de la seguridad confiscaron tu

    alma.Te exponen porque no hay un protocolo.

    Sabes por qu?: Porque para ellos lo m