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Y les lavó los pies (El reto de la fe en la universidad y en la profesión) ciclo de charlas de Pedro Luis Arias Semana Santa, Palencia, 24, 25 y 26 de marzo de 2005 1. La religiosidad de la juventud actual 2. La identidad cristiana: proceso y tarea 3. Propuestas desde una espiritualidad del seguimiento

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Y les lavó los pies

(El reto de la fe en la universidad y en la profesión)

ciclo de charlas de Pedro Luis Arias Semana Santa, Palencia, 24, 25 y 26 de marzo de 2005

1. La religiosidad de la juventud actual 2. La identidad cristiana: proceso y tarea 3. Propuestas desde una espiritualidad del seguimiento

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Y les lavó los pies (El reto de la fe en la universidad y en la profesión) Semana Santa, Palencia, 24, 25 y 26 de marzo de 2005

LA RELIGIOSIDAD DE LA JUVENTUD ACTUAL

1. INTRODUCCIÓN Este ciclo de tres charlas, con sus ulteriores trabajos por grupos reducidos y puestas en común, pretende ayudar en la reflexión sobre el reto que hoy supone vivir la fe en Jesucristo y, ésta en la Iglesia, en el ámbito de la universidad y en el ámbito de la profesión. En esta primera charla se pretende abordar un análisis de la realidad en relación con la religiosidad de las y los jóvenes actuales. Se trata de realizar un ver que complete los datos, análisis e intuiciones que cada persona participante ya tiene sobre esta cuestión con información sociológica reciente y con experiencias propias de quien suscribe esta ponencia. La mayoría de la información sociológica de partida y, por consiguiente, de las reflexiones que sobre ella se van a presentar se van a referir, como ya se ha indicado a la juventud. Consecuentemente, será de aplicación directa a las y los estudiantes universitarios. Pero también se ha estimado que la realidad de los jóvenes profesionales no difiere sustancialmente en esta temática de quienes acumulan algunos años menos. Con toda lógica se debe considerar que, para las y los profesionales que alcanzaron la edad adulta mediante procesos de socialización bastante diferentes a los que predominan en la actual sociedad democrática y secularizada, su religiosidad puede ser diferente. Aunque una de las características propias de esta postmodernidad en la que vivimos tiene que ver con el intento, en ocasiones patético, de intentar ser eternamente jóvenes, al menos en la imagen exterior y en la imitación de comportamientos y modas juveniles. Acabo esta introducción indicando cuáles han sido mis fuentes básicas de información:

1) “Jóvenes españoles 99”. Javier Elzo y otros. Fundación Santa María, Madrid, 1999.

2) “Valores y enseñanza de la ingeniería en la Escuela Superior de Ingeniería de Bilbao”. Elisa Usategi y otros. Seminario de Pastoral Universitaria de la ETS de Ingeniería de Bilbao y Colegio Oficial de Ingenieros Industriales de Bizkaia, Leioa, 2002.

3) “Jóvenes 2000 y religión”. Juan González-Anleo y otros. Fundación Santa María, Ediciones SM, Madrid, 2004.

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4) “Jóvenes de Deusto y religión”. Javier Elzo y otros. Cuadernos de Teología Deusto nº 32. Publicaciones de la Universidad de Deusto, 2004.

2. UNA TIPOLOGÍA DE LAS Y LOS JÓVENES Siguiendo la clasificación que se propone en la referencia nº 1 de las indicadas (págs. 22-38) la juventud de nuestro país puede clasificarse en cinco grandes grupos:

GRUPO ANTIINSTI-TUCIONAL

ALTRUISTA, COMPROMETIDO

RETRAÍDO SOCIAL

INSTITUCIONAL, ILUSTRADO

LIBRE-DISFRUTADOR

% DE LA POBLACIÓN

JUVENIL

5.00

12.22

28.43

29.67

24.68

Análisis como los de las referencias 2 y 4, que se refieren a población juvenil universitaria del País Vasco, salvo escasas excepciones, muestran que esta tipología y los correspondientes porcentajes no difieren entre la sociedad española en su conjunto y una de sus sociedades particulares, cual es la vasca, para la que podría haber cabido la sospecha de que los resultados podían ser diferentes. No es así. Parece que la globalización homogeneizadora es más potente que las diferencias que se pudieran derivar de problemáticas concretas que llenan los periódicos a diario. Los acontecimientos o dinámicas sociales que provocan estas noticias, sin dejar de ser ciertas, no parece que afectan en lo sustancial a como se configura la sociología juvenil en las diversas nacionalidades y regiones de España. A continuación, y forma somera, se van a resumir las características más significativas que describen a cada una de estas tipologías.

a) Antiinstitucional: - Se trata de aquellas personas jóvenes que se distinguen por

legitimar y justificar el terrorismo y el vandalismo callejero. - No confían en las instituciones públicas. - Son las y los que menos valoran la vida en familia, el trabajo y

los estudios o la formación. - Justifican en alto grado el suicidio y el aborto. - Y junto con el grupo de los libredisfrutadores son los que más

justifican el emborracharse a propósito, no pagar en los transportes colectivos, tomar drogas, hacer ruido molestando al vecindario por la noche, etc.

- Es un mundo mayoritariamente masculino (66 %) y con predominio de orígenes en la clase social media baja.

- En el País Vasco, el mundo del nacionalismo radical ha reunido a buena parte de estos jóvenes. En otros lugares abundan en determinadas peñas futbolísticas, en grupos de ultraderecha o en pandillas violentas.

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b) Altruista, comprometido: - Se trata de aquellas personas jóvenes que colaboran con

ONGs, con asociaciones eclesiales o tienen algún compromiso relacionado con el voluntariado.

- Confían en instituciones como la Iglesia y las organizaciones antes citadas.

- Son el grupo en el que la religión es percibida como más importante para sus vidas.

- Están interesados por la vida en familia, el trabajo, llevar una vida moral y digna, por los estudios y así formarse bien, etc.

- Se sienten contentos con la vida y reconocen disponer de un nivel de libertad razonable y son quienes afirman tener menos conflictos con sus padres.

- c) Retraído social:

- Se caracterizan estos jóvenes por la negatividad: no saben lo que prefieren, no realizan actividades en su tiempo libre, no si confían en instituciones de voluntariado, etc.

- Son lo que menos viajan, los que menos salen de marcha, … pero también los que menos leen.

- Tampoco les interesa la religión ni la política. - Si siguen estudiando, confiesan que lo hacen porque se lo

exigen sus padres, aunque no afirman tener más problemas con ellos que la media de la juventud.

- Son los menos tolerantes con otras personas, especialmente si son vecinos y presentan alguna problemática social: drogodependientes, okupas, etc.

- En este mismo sentido, son los que, con difrerencia, más justifican la pena de muerte.

- d) Institucional, ilustrado:

- Son los que más confían en las instituciones públicas. - También son los que más frecuentan o participan en eventos o

actividades culturales. - Es el colectivo menos hedonista de todos y, por consiguiente,

el que menos justifica emborracharse a propósito, aventuras extramatrimoniales, causar destrozos en la calle, el soborno o evadir impuestos.

- Son los más interesados por la política y, tras los altruistas-comprometidos, por lo religioso en la vida.

- Sin embargo, no suelen colaborar con organizaciones de voluntariado.

- Están contentos con la vida que llevan, con la libertad de la que disfrutan, con los padres que tienen.

- e) Libredisfrutador:

- Se trata de aquellas personas jóvenes para las que lo fundamental es “andar por libre” y “pasarlo lo mejor posible”.

- Tienen poca confianza en las instituciones, incluida la Iglesia.

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- Justifican en alto grado el divorcio, mentir en provecho propio, emborracharse a propósito, tomar drogas o tener aventuras sexuales fuera de la pareja.

- Pero, a diferencia de los antiinstitucionales, no justifican la utilización de la violencia.

- Junto con este primer grupo, son los que afirman disfrutar menos de la vida, pese a que indican tener niveles de libertad altos.

- Son liberales, permisivos y tolerantes para con personas con problemáticas sociales: drogadicción, okupas, enfermos de sida, etc.

- Por último, indican que con quines mejor se sienten es con los amigos.

Resulta significativo que los varones sean la mayoría en los grupos 1º, 3º y 5º, mientras que las mujeres lo son en los grupos 2º y 4º. Por consiguiente, las chicas predominan entre los grupos más solidarios o más integrados y los chicos entre los más violentos y menos integrados.

3. JÓVENES Y RELIGIÓN

El proceso de secularización acelerada de todas las sociedades europeas es también una realidad en España. Aquí, además, el proceso se ha producido con mayor velocidad, dado que se partía de una situación de partida inicial diferente y condicionada hasta finales de los años setenta del pasado siglo por el régimen franquista. Pueden resultar ilustrativos los siguientes datos tomados de la pág. 38 de la referencia 3 de las indicadas en la introducción, para observar este fenómeno en el mundo juvenil (datos en %): Autoidentificación 1975 1984 1989 1994 1999 2002

Católicos practicantes

45 45 45 45 35 38

Católicos no practicantes

23 29 29 32 32 28

No religiosos 29 25 24 22 26 32 Puede, por tanto, describir la situación actual de la juventud española en relación con la religión considerando que ésta se divide aproximadamente en tres tercios: los católicos practicantes, los católicos no practicantes y los no religiosos. Pero el mismo estudio antes citado, realiza una clasificación algo más detallada (pág. 171):

Tipo Denominación % sobre el total 1 Católicos eclesiales 20.6 2 Católicos terrenales 25.6 3 Católicos no eclesiales 25.0 4 Incrédulos hedonistas 9.5 5 No creyentes 19.2

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De nuevo, a continuación, como en el apartado anterior, se van a describir con algún detalle cuáles son los rasgos que caracterizan a cada uno de estos grupos, indicando cuáles son sus rasgos más significativos y aquellos que distinguen a cada grupo:

a) Católicos eclesiales: - Se trata de las personas jóvenes caracterizadas por su

catolicidad, su eclesialidad y su retraimiento en el ámbito de las relaciones entre pares, entre amigos, particularmente cuando de relaciones íntimas se trata.

- Se sienten miembros de la Iglesia católica y piensan seguir siéndolo. No se suelen sentir en desacuerdo con lo que la Iglesia dice o hace.

- Se distancian de la mayoría de los jóvenes al afirmar que no valoran especialmente la amistad, el tener amigos que me comprenden, me ayudan y con los que siempre puedo contar, ni tampoco el amor de una persona que me acepta y quiere de verdad.

- Son jóvenes muy críticos con el consumo de todo tipo de drogas, con la posibilidad de emborracharse a propósito, con el aborto, con la eutanasia o con mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio.

- Se puede afirmar que para este grupo su catolicidad y su eclesialidad tiene más que ver con el cumplimiento de las normas que con lo que la mayoría de la juventud española entiende por ser una persona religiosa: por supuesto creer en Dios, pero también ser una persona honrada, ayudar a los necesitados, marginados y excluídos, tener alguna práctica religiosa, como la Misa, aunque sea de vez en cuando, etc. Estos jóvenes no niegan lo anterior, pero anteponen cuestiones de moral privada y de ética sexual a la dimensión más específicamente religiosa y a las cuestiones de moral social.

- En su inmensa mayoría han sido educados, en la familia y en la escuela, en la fe católica.

- Son el colectivo con una proporción mayor de católicos practicantes (dos de cada tres)

- Se trata de mujeres mayoritariamente, en la preadolescencia y con una presencia de estudiantes entre ellos menor de la media de las cohortes de edad correspondientes.

b) Católicos terrenales:

- Se definen claramente como católicos pero su catolicidad, al contrario que en el grupo anterior, no les aparta del mundo.

- Por consiguiente, la institución eclesial les merece una valoración positiva, pero se muestran más críticos con ella en cuanto que entienden que se aferra en exceso a las tradiciones del pasado y propone ideas anticuadas sobre asuntos como el control de la natalidad y las libertades sexuales.

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- Así, afirman valorar mucho el éxito profesional, el ganar mucho dinero, las actividades de ocio con amigos.

- Destacan por su identificación con la concepción de Dios como un Padre bondadoso que nos cuida y nos ama, así como su revelación en Jesucristo.

- También dan mucha importancia a la práctica religiosa, sea el ir a Misa, aunque sea ocasionalmente o sea el casarse por la Iglesia.

- También en este caso las chicas predominan, hay un mayor porcentaje de estudiantes, pero la edad media es superior.

- Más de la mitad se reconocen como católicos practicantes y una cuarta parte de este grupo afirma ir a Misa semanalmente.

- Al igual que en el grupo anterior, la mayoría indica que ha recibido una educación religiosa.

c) Católicos no eclesiales:

- Se trata de personas jóvenes que defienden que para ser religioso no se necesita seguir las normas de la Iglesia ni pertenecer a ella.

- Son jóvenes que se confiesan creyentes, y muchos de ellos creyentes católicos, pero no eclesiales. Coherentemente afirman no ser practicantes.o serlo de manera muy circunstancial.

- Bastantes han evolucionado desde una adhesión más fuerte a la Iglesia a desapegarse por completo de ella.

- Menos de la mitad afirma haber recibido una formación religiosa, pero no muy profunda.

- Presentan un porcentaje superior de personas que, diciéndose católicos, dice creer en la reencarnación, superando esta creencia a la referida a la resurrección de los muertos.

- En muchas de sus otras características sociológicas se encuentran más cerca de los incrédulos y no creyentes que del resto de quienes se definen como católicos.

d) Incrédulos hedonistas:

- Es un colectivo más reducido y que podría denominarse como el de los “vividores”.

- Destacan por su aceptación de conductas de carácter hedonista: consumo de drogas, tener aventuras fuera de la pareja, causar destrozos en la calle, emborracharse a propósito, etc.

- No suelen justificar teóricamente sus comportamientos, sino que la justificación suele ser de carácter experiencial: me ayudan a sentirme bien.

- Entre sus objetivos vitales está el consumismo, el culto del cuerpo, las “movidas” con amigos y amigas, ganar mucho dinero, asistir a conciertos, etc.

- En general dicen no tanto no creer en Dios cuanto pasar de El y viven un completo desapego hacia la Iglesia, percibiéndola como algo negativo.

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- Dos tercios de este colectivo son chicos cuyos estudios han alcanzado como tope el bachillerato.

- Formados mayoritariamente en centros públicos y un porcentaje pequeño afirma haber recibido una formación religiosa.

- La mitad dice creer en Dios, pero nuevamente los creyentes en la reencarnación doblan a los creyentes en la resurrección de los muertos.

- En general, se puede afirmar que la dimensión religiosa está fuera de sus vidas.

e) No creyentes:

- Se trata de un colectivo que indica con nitidez su condición de no creyentes. Uno de cada cinco jóvenes españoles afirma no creer en Dios.

- Casi antieclesiales, pues ni siquiera valoran las actividades de la Iglesia a favor de los más necesitados.

- De nuevo abundan más los chicos en este colectivo y es el colectivo con una edad media más alta. También hay entre ellos un mayor porcentaje de universitarios.

- Son los que afirman pertenecer a familias en las que no se les ha formado en temas religiosos.

- Curiosamente dicen no ser creyentes pero sólo algo más de un tercio se define como ateo. Algunos pocos incluso dicen ser católicos.

- Además un tercio de ellos indica que probablemente bautizará a sus hijos, pero muy pocos afirma que les ofrecerá formación religiosa.

Una característica que llama poderosamente la atención, especialmente si uno tiene la mente un tanto cartesiana, proviene de las aparentes contradicciones que se detectan en estos estudios sociológicos. Ya se ha indicado como bastantes jóvenes compatibilizan sin problemas el reconocerse como católicos y creer en la reencarnación. Pero existen otros datos igualmente sorprendentes. Según datos de la referencia 3, el 15.0 % de los no creyentes afirma ser católico (lo que puede tener que ver en parte con el peso sociológico que la Iglesia católica ha tenido en nuestro país) o que entre los católicos eclesiales (fieles cumplidores de las normas eclesiales) el 54.0 % indique actitudes negativas hacia la misma Iglesia con la que tanto se identifican Nos encontramos así, “en unos tiempos en los que se ha difuminado un tanto la neta diferencia entre creer y pertenecer, … con la paradoja de creyentes que declaran no pertenecer a la Iglesia e increyentes que dicen pertenecer a ella”1 1 “Renovar nuestras comunidades cristianas”. Carta Pastoral de los Obispos de Pamplona y Tudela, Bilbao, San Sebastián y Vitoria, Cuaresma – Pascua, 2005, nº 23. Editorial Diocesana IDATZ, San Sebastián.

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4. CONCLUSIONES Nos encontramos en una situación en la que las prácticas cultuales de la Iglesia atraen a una minoría exigua de nuestra juventud y disminuye el sentimiento de pertenencia a la Iglesia. Por no haber sido socializados en la familia, en la escuela o en la parroquia en una religiosidad cristiana consistente o por una Iglesia que, con sus declaraciones a nivel jerárquico y debido al testimonio vital de la mayoría de sus miembros, no resulta atractiva para las y los jóvenes actuales. Tampoco el medio social ayuda con su insistencia en el individualismo consumista y su insistencia en disfrutar del presente y olvidar las preguntas serias sobre el sentido último de la vida. Entre nuestra juventud, también abundan los espíritus que, sensibles a la mediocridad, la infidelidad e incluso el escándalo de seglares, clero y/o jerarquía, identifican la Iglesia como algo extraño, caduco y reaccionario, pero no es éste nuestro principal problema:

“La indiferencia no constituye, como pensábamos en otros tiempos, una situación intermedia entre el creyente y el ateo, sino la forma más radical de alejamiento de Dios. Él ha dejado de ser problema: ni ocupa ni preocupa”2

Sin embargo, la religiosidad continúa existiendo con fuerza en nuestra sociedad y entre sus jóvenes. Es una religiosidad poco o nada institucionalizada, fragmentaria. He aquí una oportunidad y un reto para nuestra Iglesia y los jóvenes que con su militancia quieren cambiar el mundo y cambiar a la Iglesia. La Buena Noticia de Jesucristo sigue conteniendo potencialidades inéditas para orientar esos cambios y llenar de sentido genuino la vida de quien confía en que seguirle confiadamente a él es la mejor apuesta vital.

5. PROPUESTA DE TRABAJO Ahora, en grupos pequeños convendría que compartiéramos nuestras reflexiones personales. Un posible guión podría ser el siguiente:

- Al escuchar y releer los diversos tipos de jóvenes que parecen existir en nuestra sociedad, ¿con qué tipo me identifico más?, ¿cuáles son las características, indicadas en esta ponencia o no, que mejor me definen como joven universitario o como joven profesional?

- De igual manera, convendría realizarse las mismas preguntas respecto de con qué tipo de religiosidad me identifico más: ¿Soy católico practicante, terrenal, no eclesial, ….? ¿Cuáles son las características que mejor definen mi religiosidad personal y mi vinculación con la Iglesia?

En la sociedad en la que Jesús desempeñó su ministerio también había un porcentaje elevado de la población considerada fuera de la religión establecida 2 Juan Martín Velasco. “La misión evangelizadora hoy”. Ed. Idatz, San Sebastián, 2002, pág. 66.

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y gravemente pecadora. Pero para Jesús esa dinámica excluyente no es la adecuada. Su propuesta es otra:

“Salió de nuevo por la orilla del mar, toda la gente acudía a él, y él les enseñaba. Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado en su despacho de impuestos y le dice: “Sígueme”. Él se levantó y le siguió. Y sucedió que estando él a la mesa en casa de Leví, muchos publicanos y pecadores estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos, pues eran muchos los que le seguían. Al ver los escribas de los fariseos que comía con pecadores y publicanos, decían a los discípulos: “¿Qué? ¿Es que come con los publicanos y los pecadores?” Al oír esto Jesús, les dice: “No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal; no he venido a llamar a justos, sino a pecadores”.

Mc 2, 13-17

- ¿Qué pautas o criterios me ofrece este texto evangélico para revisar mi religiosidad y mi vinculación eclesial? ¿Me siento entre los llamados por Jesús a seguirle? ¿Entre aquéllos/as a los que él pretende dirigirse?

Pedro Luis Arias Ergueta Palencia, 24 de marzo de 2005 (Jueves Santo)

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Y les lavó los pies (El reto de la fe en la universidad y en la profesión) Semana Santa, Palencia, 24, 25 y 26 de marzo de 2005

LA IDENTIDAD CRISITANA: PROCESO Y TAREA

1. INTRODUCCIÓN Ayer nos aproximábamos a una caracterización de la religiosidad de la juventud española. A través de esa aproximación, pretendimos analizar nuestra religiosidad en cuanto que universitarios/as o profesionales cristianos/as, pero inmersos a la vez, para bien y para mal en la sociedad en la que nos ha correspondido vivir. Si no he captado mal el encargo recibido, me corresponde dar un paso más para compartir con todas las personas presentes en esta sala algunas convicciones personales – la mayoría recibidas como un regalo de otras personas que han acompañado mi aventura personal humana y creyente – alrededor de varias ideas relevantes para los objetivos perseguidos por estos encuentros.

• El carácter de proceso que tiene la construcción de identidades personales y creyentes adultas, maduras, autónomas y comprometidas.

• La importancia clave que para estos procesos de personalización tiene una correcta iniciación a la experiencia adulta de Dios.

• La dependencia de la acción evangelizadora de la Iglesia de Jesús en la universidad y en el mundo profesional de universitarios/as y de profesionales creyentes que hayan avanzado un trecho importante de estos procesos.

2. LA IDENTIDAD DE LA PERSONA CRISTIANA: PROCESO Y TAREA

2.1 La situación de partida El proceso a través del cual una persona de corta edad se convierte en un joven y en un adulto maduro requiere de medios materiales, pero estos no bastan. Se da la paradoja de que en ámbitos geográficos y temporales como los nuestros, se dispone de medios materiales para formar a las futuras generaciones como nunca antes en la historia, pero, a la vez, se detecta una adolescencia cada vez más larga y abundan los procesos de maduración humana gravemente defectuosos. Los padres tienen más dinero pero menos tiempo para la educación de sus hijos. Abundan los profesores profesionales, pero escasean los verdaderos maestros vocacionales. Podemos acceder a cantidades inmensas de información gracias a las nuevas tecnologías, pero éstas no nos han provisto con los criterios para seleccionar y enjuiciar toda esa información. Como

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conseguimos con facilidad muchas metas materiales y bastante ramplonas, no están de moda los horizontes distantes, ambiciosos y que exigen esfuerzos continuados durante largo tiempo. Es más, la sociedad mercantilizada en la que vivimos genera personas excluidas, para las que es misión casi imposible alcanzar una vida autónoma y madura, y personas privilegiadas cuyas vidas se pretende que giren en torno a su desempeño profesional: competitividad, disponibilidad horaria flexible y amplia, etc. Así se generan historias vitales que se corresponden con proyectos fragmentarios3, en los que la familia, el ocio y el trabajo conviven de manera harto problemática y generan más neurosis que maduración humana sana. Sin embargo, la verdadera maduración de una persona capaz de tomar la vida en sus manos es un proceso largo y esforzado. Depende más de relaciones gratuitas que de recursos materiales. Se juega mucho más en el tiempo compartido que en los objetos poseídos. Tiene que ver no sólo con la gratificación sino también con la frustración, el sacrificio y el sufrimiento (siempre que éste no llegue a romper a la persona deshumanizándola). Lo mismo sirve para el crecimiento y el despliegue de la fe en el Dios de Jesucristo como dimensión que vaya impregnando todas las restantes dimensiones de la persona que va madurando. Conseguir iniciarse a la experiencia de Dios exige actitudes de búsqueda esforzada y se apoya más en valores que en verdades. He aquí un gran reto en una sociedad en la que el esfuerzo no está de moda y el relativismo de una libertad, no siempre bien entendida, vacía la vida de verdaderos valores que humanizan a la persona y a quienes con ella interactúan.

2.2 El proceso de personalización Siguiendo las ideas y reflexiones de Javier Garrido, religioso franciscano que lleva muchos años trabajando este tema, podríamos aproximarnos a lo que se entiende por proceso de personalización distinguiendo este tipo de procesos de los que él denomina de asimilación4. En un proceso de asimilación de dan por supuesto unos contenidos teóricos y prácticos, justificados por diversas instancias (por ejemplo, la tradición) que se establecen como el ideal que la persona debe alcanzar si desea concretar un proyecto de vida propio. Quienes actúan como responsables de este proceso deben ofrecer razones, ámbitos, experiencias, etc. que progresivamente vayan madurando a la persona. La garantía de que este tipo de procesos ha tenido éxito es la coherencia de vida entre aquellos contenidos prefijados y el quehacer diario. No se niega la virtualidad de la iniciativa personal, pero la familia, el colegio o el club de tiempo libre son las instancias que garantizan una educación continuada, sin rupturas y de crecimiento en los valores determinados. 3 P. Álvarez de los Mozos. “Perversiones del descanso cristiano”. Sal Terrae, 92, (2004), 495-505.. 4 J. Garrido. “Qué es Personalización. Para educar y evangelizar hoy”. Cuadernos Frontera-Hegian nº 2, 2ª edición, San Sebastián, 1993.

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“La personalización supone un viraje: el centro de la educación no se sitúa en la asimilación de lo dado por la institución, sino en un proceso en que cada individuo se hace sujeto de su propia historia, de modo que aprende a tomar la vida en sus manos, a hacerse persona y a descubrir, desde su propia autonomía”5 su proyecto de vida y, en su caso, la voluntad de Dios en ella. Según este paradigma educativo la identidad personal no es fruto de la asimilación de ideales dados, sino de la generación de una síntesis propia, que exige el desarrollo de una sana capacidad crítica. La actual evolución de los modelos familiares y de las prácticas pedagógicas en el sistema educativo parece indicar que niños, jóvenes y adultos disponemos hoy de mayores cotas de libertad. En general, tenemos menos certezas y, aparentemente al menos, la educación se realiza con menos imposiciones y más libertad. Pero, ¿esto es ciertamente así? o las certezas o valores fuertes que recibían las generaciones pasadas de sus familias y centros educativos han sido sustituidos, en no pocas ocasiones, por las certezas y los valores débiles que recibimos a través de la televisión o de Internet. Educar, madurar, construir una identidad personal exige tiempo y comunicación serena y sin prisas. Estos ingredientes resultan cada vez más escasos y prima la inmediatez al servicio de una productividad y de una competitividad deshumanizadora o la búsqueda de nuevas sensaciones y gratificaciones fáciles e inmediatas. Pudiera parecer que todo lo afirmado en los párrafos precedentes se refiere a los procesos educativos de niños y jóvenes. Sin embargo, creo que puede aplicarse perfectamente a personas adultas. Aunque existen épocas en la vida es las que se evoluciona más y que resultan más críticas para alcanzar una identidad sana y madura, aprender a vivir siendo protagonista de la propia historia personal es una tarea que sólo finaliza con la muerte. Si analizamos el proceso a través del cual una persona configura su identidad creyente, mucho de lo antedicho resulta de aplicación. Para quienes hemos optado por la fe y el seguimiento de Jesús, un mismo camino nos va haciendo avanzar desde la dependencia a cotas crecientes de autonomía, desde la asimilación acrítica hasta la personalización de nuestra identidad psicológica y creyente o desde una situación de inmadurez a la de ciudadanía más plena en la sociedad y a una experiencia de Dios más profunda y a una pertenencia eclesial más corresponsable.

2.2.1 La iniciación como proceso En primer lugar, insisto en que cuando utilizo la palabra iniciación no me voy a referir a la iniciación cristiana propia de la infancia. Mis reflexiones intentan orientarse hacia la iniciación cristiana a una fe adulta desde la clave de la personalización. En este mismo proceso me encuentro yo también. Se trata de una tarea permanente.

5 Ref. nº 2, pág. 6

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Una iniciación en esta clave de personalización no se consigue sólo con una atención individualizada o mediante la internalización de valores mediante tiempos amplios de reflexión. Podríamos estar plantando formas de asimilación sin más.

“Para la personalización es decisivo distinguir entre autenticidad moral y autenticidad existencial. Aquélla se define por una conducta coherente, de acuerdo con referencias objetivas (mandamientos, consejos evangélicos, reglas, …) … La autenticidad existencial radicaliza la libertad situándola más allá del bien y del mal. Entiéndase bien, no en sentido amoral, sino radicalmente moral, como experiencia trascendental de hacerse responsable de ser persona que busca vivir en verdad …. Auténtico es el que toma la vida en sus manos como algo suyo, irreductible, y no subordina su libertad intransferible, por más garantía de objetividad que tengan. Fidelidad a sí mismo, por encima del “rol”, por encima incluso de las normas morales internalizadas en función de la necesidad de autoimagen”6.

Esta autenticidad existencial sólo puede ser fruto de un proceso en el que no se educa desde arriba, sino que se ayuda a que la persona vaya descubriendo desde abajo y desde dentro sus opciones, sin olvidar esa dosis siempre necesaria de sano realismo de que todo no nos es dado ni podemos alcanzarlo. También todo lo relacionado con la trascendencia debe irse percibiendo progresivamente desde dentro y desde debajo de la realidad. Así será posible la apertura a que el sentido de la existencia se ensancha cuando se abre a perspectivas más amplias y alcanza la perspectiva de Dios como Absoluto. La adultez comienza a llegar cuando se enfrentan los ideales de la adolescencia con la dureza y las limitaciones de lo real. De ahí puede salir un buen proyecto personal de vida sino se acota el campo de desarrollo humano (psicológico y creyente) con demasiada ideología o se persevera infructuosamente en voluntarismos enfermizos. De este proceso también puede surgir una identidad corta y calculadora. Pero también puede que la tensión con la incipiente experiencia de Dios madure la fe y resitúe el ideal que se desea como norte en la vida. Un adecuado proceso de personalización debe conducir a una fidelidad para con Dios y para con la propia persona. Y esa fidelidad, si es auténtica no es caprichosa: no es hacer lo que me apetece, no es ignorancia de los demás, no es evitar riesgos y crisis, sino que transforma a la persona, es fuente de conversión para experimentar la realidad descubriendo cada vez que ésta es más profunda y densa de lo que se pensaba con anterioridad. Con esa fidelidad debe vivirse la aventura de la propia vida e intentar vivirla en conexión con el misterio de ese Dios que realizó esa misma aventura mediante la encarnación.

6 Ref. nº 2, págs. 13 y 14

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De igual manera, este proceso debe romper con las imágenes infantiles de Dios que podamos mantener (ídolos relacionados con nuestros deseos imaginarios), debe confrontarnos con la experiencia de que ni la sociedad ni la Iglesia responden a nuestras expectativas, debe permitir nuestro encuentro con el mal y el sufrimiento en sus diversas manifestaciones, debe abrirnos a la lucidez que nos permita ver nuestras contradicciones y pecados, etc. Sin paternalismos protectores, pero contando con el acompañamiento de todas las personas que nos quieren y nos pueden ayudar en el camino. La personalización debe intentar un desarrollo armónico e integral de todas las dimensiones de la persona. Así se puede y se debe ayudar a ir descubriendo una unidad de sentido a partir de los avatares vitales y a discernir como las diversas facetas del desarrollo de la identidad personal pueden ser leídas para descubrir sus múltiples conexiones y los equilibrios que son necesarios entre ellas. De igual manera, se debe intentar que ese proceso de personalización no se conciba, en el caso de la persona creyente, como un logro personal, sino que ese proceso de crecimiento, maduración y conversión sólo ha sido posible gracias al amor infinito con el que Dios nos ha creado, nos mantiene y nos convoca. Amor que no coarta nuestra libertad, sino que es condición de posibilidad para su máxima realización: utilizarla para optar por el Reino, esto es, por los más pobres y necesitados. Por último, el proceso de personalización no presenta su clave fundamental en la confrontación entre individuo y comunidad o entre acción y oración o entre conciencia y vida, sino en la dialéctica entre todo lo anterior y el nivel de interioridad, ese nivel en el que se juega el verdadero proceso de transformación de la persona.

2.2.2 Las fases del proceso de personalización cristiana La psicología social viene constatando como la adolescencia se ha retrasado. Antes se abandonaba entre los 16 y los 18 años, normalmente. Hoy muchos jóvenes con 24 años de edad pueden seguir siendo adolescentes. Ello es debido a que los procesos de identidad son más lentos. Antes el proyecto de vida se elaboraba con mayor rapidez puesto que intervenían menos actores exteriores y todos estaban sintonizados por una misma ideología en la que, además, lo cristiano estaba presente de manera fuerte y evidente. Hoy, sin embargo, un joven recibe códigos diferentes en casa, en la calle, en el centro escolar, en la televisión y, en su caso, en la parroquia o equivalente. Elaborar un proyecto personal de vida frente a esa pluralidad compleja y contradictoria de propuestas resulta más difícil y lento. A la postre se trata de ir realizando opciones, lo que implica apuestas y renuncias, ejerciendo una libertad que nuestra sociedad postmoderna encuentra difícil hasta como definirla. Existe la posibilidad de permanecer sin elegir, dando vueltas en torno a sí mismo y convertirse en un adolescente perpetuo. Además, muchos o la totalidad de esos códigos que se reciben

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pueden no contener ni un solo elemento que haga relación a la fe cristiana o a otro tipo de religiosidad.

“Lo más importante en la personalización es que posibilite mi transformación personal, que se realiza en la interioridad, que no se opone a la exterioridad. Vivir la interioridad es capacidad de vivir la realidad a distintos niveles. Si se trata de la relación con Dios, la afectividad es la capacidad de vivir distintos niveles afectivos de esa relación. Un auténtico proceso de personalización tiene que ir transformándome gradualmente, de manera que vaya madurando humana y espiritualmente, a niveles afectivos cada vez más profundos, para posibilitar con Dios una historia personal muy peculiar de amor. Esta transformación de fondo se realiza a nivel preteologal, del deseo, y al teologal, la fe. Estructurar e integrar son las etapas que del proceso que se refieren al nivel preteologal, al deseo, mientras que la fe pertenece al nivel del Espíritu Santo. Sin embargo Dios nos coge como somos, también como deseo. Con “deseo” se quiere expresar toda la complejidad de lo que es la relación afectiva humana, no entendida, primordialmente, como deseo sexual, sino como atracción o aspiración hacia el otro. El “deseo” es vivirle al otro desde la necesidad pero también desde la significación”7.

Se trata de ir posibilitando que Dios trabaje nuestra afectividad para que no vivamos sólo de aquello que nos interesa, sino también y principalmente del mismo amor que Jesús tiene al Padre. Según J. Garrido, este proceso de transformación tiene varias fases: estructurar, integrar, unificar y fundamentar. Las tres primeras corresponden a la dinámica humana, mientras que la fundamentación exige la participación de una fuente nueva de ser, la gracia de Dios. Gracia que a través de las tres primeras fases se ha ido insertando en el corazón de la persona.

a) Estructurar: es la fase que hace referencia a la puesta en orden de todo ese equipamiento existencial sin el que no es posible construir un proyecto de vida personal. Normalmente hasta los 20 años uno se equipa y estructura los elementos, humanos y espirituales, necesarios. A partir de los 20 inicia o intenta iniciar el proyecto al que le llama su vocación. Vocación cuyo descubrimiento exige discernir con seriedad.

b) Integrar: pero no basta con tener los elementos necesarios, hay que vivirlos de una manera integrada. En esa integración debe entrar con fuerza mi experiencia de Dios. Así hay que integrar ideal y posibilidades reales, experiencia de Dios y compromiso (fe y vida), el amor a Dios y los afectos y amores humanos o la autonomía y la obediencia a mis convicciones y al Reino. Sin esta dinámica no hay crecimiento en la fe.

c) Unificar: para una persona cristiana no es cuestión de alcanzar los equilibrios y compromisos necesarios entre las polaridades citadas. Esos equilibrios sólo están justificados si, una vez alcanzados hasta un cierto nivel en mi vida, entiendo que ésta es para entregarla. La unificación en cristiano es ir caminando hacia una vida en la que nuestro corazón esté totalizado y polarizado por Dios (“donde está tu tesoro, allí está tu corazón”, Mt 6, 21).

7 J. Garrido. “Estructurar e integrar la relación con Dios”. Apuntes nº 15, pág. 11, Instituto de Vida Religiosa, Vitoria-Gasteiz, 2000.

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d) Fundamentar: para ser libres necesitamos madurez y a ella llegamos estructurando, integrando y unificando nuestras vidas, especialmente nuestros corazones o afectividad, pero todo esto no basta. Llega un momento en el que conviene intentar dejar de ser el protagonista de la propia vida y dejar la iniciativa a Dios, para que él nos resitúe toda la realidad. Sólo él me puede hacer verdaderamente libre, sólo desde él puedo amar incondicionalmente, sólo en sus brazos puedo enfrentarme con las experiencias límite del sufrimiento, de la injusticia, de la violencia y de la muerte. Se trata de vivir las contradicciones más radicales de la vida y experimentar que, en medio de ellas, como en la cruz de Jesús, Dios esta presente como vida, como salvación.

2.3 Un proceso permanente: renacer y peregrinar Todo ese proceso que se acaba de describir muy someramente y las fases posteriores para quienes son capaces de entrar en una vida plenamente teologal (“fe del Reino: que es experiencia escatológica de la relación con Dios, El seguimiento: que es entrar en la sabiduría de la cruz y la hora pascual: donde ya nos quedamos sin esquemas”) no sirve para nada sino nos lleva a un renacer y un peregrinar permanentes. Y ello significa8:

a) Vivir a fondo: prefiriendo el riesgo y la verdad a la seguridad, tomado la vida en las propias manos, jugársela – aunque no se acierte siempre -, no confundiendo la subjetividad con el capricho, ni la autonomía con la autoafirmación ni la personalización con el narcisismo.

b) Con esperanza: sabiendo que los conflictos son inevitables, que se crece pagando precio por ello, intentando amar desinteresadamente pero sabiendo que, más allá de aciertos y equivocaciones, está la infinita misericordia de Dios. Él es el que garantiza que nada se pierda y el que sabe que, en la vida, trigo y cizaña (Mt 13, 29-30) no se pueden separar. Apostando porque para encontrar sentido a lo que nos acontece en la vida es más importante confiar en Dios que comprender.

c) Aceptando nuestra fragilidad: porque hay un tiempo para ser niño y un tiempo para ser hombre, un tiempo para ser fuerte y otro para ser débil, un tiempo para la responsabilidad y otro para la gratuidad, un tiempo para tomar la vida en las manos y otro para confiar (Qo 3). Reconociendo el pecado y las resistencias que van poblando mi vida, no para restaurar el estado anterior, sino para experimentar el amor de Dios y con ello continuar creciendo.

d) Confesando que Dios es siempre más grande: aceptando que nos toca trabajar en el mundo por el Reino, pero no somos sus protagonistas, porque Dios respeta la libertad humana pero para él

8 J. Garrido. “Releer la propia historia. Sobre los ciclos vitales y sus crisis”. Cuadernos Frontera-Hegian nº 19, págs. 63-68, 2ª edición, San Sebastián, 2004.

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nuestra debilidad es su fortaleza, el mal ocasión para su dinámica de salvación, el pecado ámbito privilegiado para su amor absoluto, etc.

e) Y cultivando la interioridad: el encuentro con el Dios de Jesús no es posible desde el intimismo, pero sí exige cuidar una espiritualidad – lo que incluye la oración, la eucaristía, … y no excluye otras mediaciones – que aúne la vida (tendencias, sensibilidades, discursos racionales, compromisos, militancias, acontecimientos y experiencias) con lo profundo de la propia persona (creer, esperar y amar).

3. CONCLUSIONES Tras este recorrido, es muy posible que todas las personas presentes, quienes ya somos profesionales y quienes se preparan para ello en las aulas universitarias, hayamos sentido algunos interrogantes. Entre ellos, algunos puede que tengan que ver con el camino realizado para convertirnos en personas adultas, no sólo desde la perspectiva de la edad cronológica, sino también desde el punto de vista de nuestra madurez personal y nuestra capacidad de entrega comprometida y solidaria. Otros interrogantes puede que estén relacionados con la madurez que hemos alcanzado como seguidores de Jesús. En qué medida él es el centro y el horizonte de nuestras vidas y de nuestras apuestas fundamentales. También sería bueno que alguno de estos interrogantes haya tenido que ver con nuestra vinculación eclesial. Descubrir que la Iglesia, además de necesitar de nuestras denuncias y críticas, es también la casa común en la que construir comunidades vivas en las que crecer unidos/as en fe, esperanza y caridad. Comunidades que se abren a la comunión con otras comunidades y que se sienten profundamente parte del mundo y comprometidas con el proyecto humanizador y salvífico de Dios.

4. PROPUESTA DE TRABAJO Una primera propuesta para el trabajo en los grupos más reducidos pasaría por intentar compartir la respuesta a las siguientes preguntas o a otras similares:

- ¿En qué etapa de mi proceso de iniciación cristiana me encuentro? ¿Tengo estructurados ya los elementos fundamentales que preciso? ¿He conseguido una cierta integración de ellos? ¿He sido capaz de alcanzar una cierta unificación, de manera que Dios va siendo el centro de mi vida? ¿Soy lo suficientemente libre como para intentar ir viviendo aquello de Santa Teresa de que “sólo Dios basta”?

- ¿Cómo se refleja la situación concreta hasta donde he conseguido avanzar en mi vida cotidiana? ¿Acepto mis limitaciones a la vez que intento crecer en humanidad? ¿Confío en que las personas y la historia estamos en buenas manos (las

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de Dios) y ayudo para que esta esperanza sea creíble con mi testimonio ilusionado e ilusionante? ¿Cultivo mi interioridad, dejando que la presencia de Dios me descentre y sea Él quien conduzca mis pasos y mis compromisos?

Sobre todas estas cuestiones también tuvo que batallar Jesús con sus discípulos. Llevaban tiempo compartiendo su vida, escuchando sus palabras, siendo testigos de su actividad sanadora y, sin embargo, no acababan, como nosotros/as de entender lo que Jesús deseaba transmitirles y Jesús tiene que confrontarles con fuerza con la verdad::

“Llamando a la gente, a la vez que a sus discípulos, les dijo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero quien pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará. Pues ¿de qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida? Pues ¿qué puede dar el hombre a cambio de su vida? Porque quien se avergüence de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del Hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles”.

Mc 8, 34-38

- Si confrontamos las respuestas o los comentarios suscitados por las preguntas anteriores ¿cuál es la respuesta que surge de nuestro corazón hoy día de Viernes Santo ante estas palabras de Jesús? ¿Las vivimos como una amenaza o como una promesa? ¿Cómo una exigencia pesadísima o como una oportunidad maravillosa?

Pedro Luis Arias Ergueta Palencia, 25 de marzo de 2005 (Viernes Santo)

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Y les lavó los pies (El reto de la fe en la universidad y en la profesión) Semana Santa, Palencia, 24, 25 y 26 de marzo de 2005

PROPUESTAS DESDE UNA ESPIRITUALIDAD DEL SEGUIMIENTO

5. INTRODUCCIÓN En esta tercera charla hemos de aterrizar aún más las reflexiones anteriores. Es verdad que nos hemos preguntado por nuestra religiosidad y por nuestra identidad personal y cristiana sin perder de vista que vivimos en el mundo y en él experimentamos la llamada de Dios. Pero conviene que profundicemos aún más sobre el reto que supone vivir una espiritualidad del seguimiento de Jesús a la hora de analizar el mundo que nos rodea, plantearnos nuestras relaciones con otras personas a las que deseamos hacer llegar el Evangelio y, muy especialmente, cómo vivir, aquí y ahora, el programa de las bienaventuranzas y la moral samaritana. Lo que sigue pretende enlazar con la charla y el trabajo de ayer, pero intentando acercarse a la necesidad de que el seguimiento de Jesús y la experiencia del Dios que se nos revela en Él se realice comunitariamente y se concrete en acciones y compromisos concretos.

6. LA IDENTIDAD CREYENTE: EXPERIENCIA PARA COMPARTIR Como ya advertíamos al principio, en el mundo profesional y en el universitario, nos encontramos con personas cuyo equipamiento y experiencia en todo lo relacionado con lo religioso, y más en concreto con lo cristiano, es inexistente o irrelevante. Anunciar a estas personas a Dios e intentar que acepten el que intentemos compartir con ellas nuestra experiencia como creyentes no es tarea fácil. Sin embargo, el don recibido es para compartir y la luz encendida en nuestro interior ha de ser colocada bien alta para que pueda verse (Mt 5, 15-16; Mc 9, 50; Lc 14, 34-35). La tarea es difícil y en el próximo apartado aportaré algunas ideas en clave más pastoral. Ahora lo que pretendo es poner de manifiesto como una identidad creyente madura y una experiencia de Dios con algún recorrido son elementos indispensables para esa tarea. Para ello igual es más efectivo comenzar hoy en día, no por discutir sobre la existencia de Dios o su identidad, sino por intentar que la gente pueda encontrarse con Él donde nosotros mismos nos lo vamos encontrando9:

9 E.A. Jonhson. “La que es. El misterio de Dios en el discurso teológico feminista”. Págs. 169-173, Barcelona, 2002. Tomado de J. Vitoria. “La experiencia cristiana de Dios en la experiencia del mundo”. Cuadernos Frontera-Hegian, nº 42, págs. 44-45, San Sebastián, 2003.

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• En la contemplación del universo en su inmensidad, de sus secretos que la ciencia va desvelando y de aquellos que permanecen oscuros, en lo que existe más allá de nosotros y dentro de nosotros, …. se puede contemplar al Dios creador o al menos intuirlo como un ciego con su bastón explora sus alrededores.

• Al disfrutar de la belleza de un amanecer, la fuerza del viento y de la lluvia o al conmoverse ante paisajes de montaña o de costa, al ver renacer la vida en la primavera, al recoger los frutos que nos brinda la naturaleza o la elegancia de tantas formas de vida …. se puede escuchar el pregón de Dios.

• Al experimentar la profundidad que puede alcanzar el amor humano cuando es verdadero, al vivir sus frutos como donación de uno mismo y recepción del otro, al reconocer como en esas relaciones somos recreados … se puede sentir que uno ha sido encontrado por Dios.

• Al vivir la angustia por un conflicto que rompe relaciones humanas se puede percibir la ausencia de Dios, pero también su compasión.

• Al reconocerse con voz propia, aunque vacile, al percibir la llamada de la propia conciencia y seguir sus impulsos aunque ello suponga riesgos y complicaciones, al sentir indignación ante el mal y ello motive a resistirse frente a él, al conseguir lanzar alguna denuncia pública profética, … se puede sentir la visita de Dios y su poder humilde que grita con fuerza desde la debilidad.

• Al extasiarse ante el milagro de la vida, la propia y la de hermanos, hijos o padres, al hacerse cargo de la propia vida en libertad con decisiones maduras y responsabilidad, al encontrase en esa misma vida con la desesperación y el miedo sin que hayan conseguido paralizarla, al disfrutar de la amistad y el perdón, al reconciliarse con la finitud y la limitación, al esperar contra toda esperanza, al permanecer en la lucha y el compromiso sin desfallecer, … se acude a la cita con Dios, presente y ausente, como Abraham en Mambré (Gen 18).

• Siempre que una comunidad lucha por sobrevivir y trabaja por su renovación, cuando los cambios buscan la liberación de explotados y marginados, cuando se combate el sexismo, la pobreza y el militarismo, cuando de las espadas se forjan arados y los presupuestos militares se reconvierten en ayuda al desarrollo, cuando los enemigos se reconcilian y viejas heridas se sanan, cuando cesa la violencia y la opresión, cuando se experimenta algún avance en términos de justicia, de libertad y de paz, cuando nos reconocemos diversos y, a la vez, en comunión … entonces se nos ofertan posibilidades, quizás pequeñas, de vislumbrar el Misterio de bendición entre las grietas del mundo y se nos ofrece la posibilidad de entregarnos a Dios como cimiento y posibilidad de una libertad que sobrevive aún frente a las agresiones más brutales.

A la postre, sólo desde experiencias humanas vividas con cierta densidad se puede una persona abrir de los “deseos” al “deseo” trascendente que es nuestra base y fundamento. Y sólo quien ha vislumbrado ese Misterio de Dios puede ayudar a otras personas a recorrer un camino similar, contando con que siempre estará actuando también, y será la protagonista definitiva, la gracia de Dios que se nos ofrece como don gratuito en cualquiera de esas experiencias. Experiencias que nos aproximan a lo más real de nosotros mismos: nuestra

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condición de hijos e hijas de un mismo Padre/Madre que nos convoca a un proyecto definitivo de fraternidad incluyente.

7. ALGUNAS PROPUESTAS DESDE LA ESPIRITUALIDAD DEL SEGUIMIENTO

7.1 Del testimonio de una vida de seguimiento a Jesús

Para los cristianos, en general y, para las y los profesionales y universitarios cristianos, en particular, vivir y contagiar experiencia de Dios desde nuestra identidad personal y comunitaria tiene un modelo radical: el seguimiento de Jesucristo en su Iglesia. Quien reconoce a Dios en el rostro del crucificado resucitado y quien se identifica con su praxis histórica de liberación para todas las personas desde los márgenes de la historia, está en el buen camino para dejarse configurar por el Espíritu como una persona madura humana y espiritualmente y como un testigo fiel y eficaz del mensaje de salvación que Dios regala a toda su creación. El programa a vivir y a testimoniar con la vida se resume en las bienaventuranzas. En ellas Jesús nos confronta con los valores del Reino en los que creyó y que vivió en su cotidianeidad para que los hagamos nuestros. Con las bienaventuranzas Jesucristo se dirige a nuestra inteligencia, para preguntarnos qué nos parece lo que implica cada una de ellas, y también a nuestra libertad, para que decidamos si ese va a ser nuestro programa de vida. De manera sintética podríamos recordar que en ese texto del comienzo del capítulo 5 del Evangelio según San Mateo (o en Lc 6, 20-26) se nos plantean las cuestiones centrales de la vida y se nos indica cuál es el plan de Dios10:

• Condenando la riqueza entendida como acumulación, como tentación y peligro y anunciando la pobreza como lugar privilegiado para el encuentro con el Espíritu. Frente al ídolo del dinero, la afirmación de que sólo se puede servir a un único Señor: Que sólo en el Dios vivo podemos poner nuestra seguridad, pues los otros dioses nos inquietan, preocupan o hunden a los seres humanos en la ruina y en la perdición. En una palabra, Dios nos descubre que hay más felicidad en dar que en recibir (Hech 20,35).

• Previniéndonos frente al poder y la agresividad, ofertándonos la alternativa del servicio y la solución de no eliminar ni excluir, sino la de aceptar la llamada a entendernos sin que nadie pierda su identidad.

• Indicándonos que el dolor y el sufrimiento debemos afrontarlos con paciencia y esperanza. Si no hemos afrontado el mal – paciencia – no es posible abrirse a la esperanza. Una esperanza que no es posible si no se ha madurado a través de la dificultad, pero que está garantizada en el hecho pascual: muerte-resurrección.

• Poniendo de manifiesto que Dios y sus planes son lo único que puede saciar nuestro consumismo y nuestras hambres, deseos e insatisfacciones más profundas, llenando nuestros corazones de lo que

10 A. Chércoles. Materiales para un retiro sobre “Las bienaventuranzas”. Versión de 2002.

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no se apolilla, ni se corroe, ni nos lo pueden robar: la alegría frente a la tristeza, la plenitud frente a la parcialidad, la liberación gozosa de las pequeñas seguridades para abandonarse en los brazos de Dios y dar la vida en vez de blindarla con falsas seguridades.

• Recordándonos que la misericordia de Dios no es desde arriba, hecha de reproches, sino desde abajo, haciéndose cargo de nuestras debilidades. No para culpabilizarnos, pero sí para que abramos los ojos y nos responsabilicemos, para que nuestra debilidad nos ayude a encontrarnos con nuestra verdad y así posibilitar la recuperación y el crecimiento. O dicho de otra manera, que Dios se revela como fortaleza en la debilidad humana y en la pobreza.

• Haciéndonos conscientes que la sencillez, la autenticidad y la limpieza de corazón son condiciones indispensables para que la fraternidad sea posible a nuestro alrededor. Por el contrario, la autojustificación, la incoherencia o los sentimientos de superioridad destruyen la fraternidad.

• Planteándonos que la reconciliación y la paz deben vivirse siempre desde la clave de la fraternidad, pidiendo y no exigiendo, buscando y no dando por supuesto, llamando pero no invadiendo. Nunca desde la buena conciencia ni el desprecio, sabiéndonos ya que paz y reconciliación son regalos y también tareas pendientes.

• Advirtiéndonos que la apuesta comprometida por la justicia conduce inevitablemente al conflicto y a pagar precios, que pueden ser elevados, por defender con coherencia los derechos de los excluidos. Además, que esa defensa de lo que es justo no se puede realizar de cualquier forma, sino desde la perspectiva y con los medios que sean coherentes con todo el programa de las bienaventuranzas.

En este mismo tipo de apuesta vital y de testimonio de amor incondicional, universal y arriesgado podemos profundizar haciendo lectura creyente de la realidad y confrontándola con las parábolas del hijo pródigo (Lc 15, 11-31), para reconocer nuestras limitaciones, y del buen samaritano (Lc 10, 25-37), para sentirnos urgidos a amar sin fronteras, asumiendo los riesgos correspondientes y sin pensar que el amor verdadero puede llegar a ser excesivo.

7.2 A compartir la experiencia de Dios Resulta innegable que tiempos nuevos y paradigmas culturales emergentes diferentes exigen lenguajes nuevos. De ahí el reto y la tarea de encarnar y hacer inteligible la buena noticia de Jesucristo hoy y ahora en nuestras universidades. Pero siendo conscientes que sólo una experiencia adulta de Dios, aunque sea incipiente y deba todavía crecer mucho, es imprescindible para compartirla. No se puede compartir aquello que no se tiene o no se ha vivido. Además, en la medida en la que nuestra experiencia del Dios de Jesús sea más auténtica y más profunda, en esa misma medida podremos compartir y contagiar mucho más lo que para nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en nuestras vidas. A veces podemos correr otro riesgo: confundir el ser intempestivos con el ser cobardes. Por supuesto que debemos ser coherentes entre lo que predicamos

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y como vivimos. Pero nos cuesta mucho menos discutir, colaborar y comprometernos en causas a favor de la justicia, aunque en nuestras vidas haya mucha incoherencia en relación con esa justicia que exigimos para el tercer mundo o para los excluidos cercanos, que plantear abiertamente la razón de nuestros compromisos y la raíz última de nuestro ser y de nuestras apuestas vitales: nuestra fe en el Dios Trinidad (amor y comunión) que recibimos como don en el seguimiento de Jesucristo. Nos lo agradecerán o no, encontraremos más o menos sensibilidad, pero resulta también irrenunciable llevar la comunidad eclesial a la universidad y al mundo profesional y la universidad y el mundo profesional a la comunidad eclesial. En ambos casos no tenemos porque renunciar a nuestra capacidad crítica: hay que purificar la fe y la práctica de la iglesia, como hay que reorientar y cambiar la universidad o el ámbito en el que desempeñamos nuestro trabajo como profesionales. En el interior de la iglesia se percibe un claro déficit de diálogo constructivo y valiente con la postmodernidad, sus valores y contravalores, desde la universidad o el mundo profesional podemos denunciar y ayudar a que se busquen caminos para superar este déficit En la universidad y en el mundo profesional también nos encontramos con personas y grupos con déficit en la búsqueda de sentido y de un proyecto consistente para sus vidas. Es también nuestra responsabilidad que estas personas y grupos puedan encontrarse con una propuesta cristiana encarnada y vivida con hondura. Por consiguiente, no se trata sólo de conseguir encontrar el lenguaje adecuado, sino de generar oportunidades y aprovechar coyunturas favorables:

“Quien vive distraído, disipado en mil ocupaciones, quien vive dominado por el interés, la utilidad, la ganancia, quien vive dominando y explotando, difícilmente podrá abrirse a una experiencia que se caracteriza por la gratuidad. Difícilmente se captará el sentido del lenguaje que anuncia este tipo de experiencias (…). Y, en cambio, quien reconoce en determinados ámbitos de la experiencia humana la presencia de una realidad que sostiene la vida humana y que responde a los interrogantes profundos del ser humano, aunque quizás no la identifique explícitamente con Dios, sin embargo, está en condiciones de captar el sentido del lenguaje religioso”11.

Y por último, en la universidad o el mundo del ejercicio profesional, como en cualquier otro ámbito, dejemos a Dios ser Dios. Esperar y confiar. Como escribió S. Ignacio de Loyola, el objetivo de la experiencia de Dios es llegar a en todo amar y servirle (EE 332). Pero para S. Ignacio Dios no es evasión, sino implicación. Por eso el encuentro con Dios ha de consistir en un amor sorprendido – es desde la oración y la contemplación como hay que alcanzarlo, no desde el esfuerzo – y activo – hay que ponerlo “más en las obras que en las palabras … “ (EE 230)

11 V. Vide. “Hablar de Dios en tiempos de increencia”. Cuadernos de Teología Deusto nº 15, pág. 21, Bilbao, 1997.

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7.3 Intentando concretar más En ocasiones se nos da muy bien formular principios y, tras una ponencia como ésta, se vive la insatisfacción de no haber recibido indicaciones más concretas o propuestas más operativas para la vida cotidiana, sea en la universidad o sea en el campo del ejercicio profesional. A continuación se recogen algunas ideas que tal vez puedan ayudar a alguna de las personas presentes:

- En todo lo relacionado con la austeridad de vida, hay quien propone que tras ajustar adecuadamente el nivel de vida, eliminando lujos y caprichos, al final del año de los excedentes – sean poco o mucho dinero – más de la mitad han debido o deben entregarse a organizaciones o proyectos de solidaridad y menos de la mitad ha de conservarse como ahorro.

- Cuando nos planteamos la dificultad de encontrar momentos para la oración y para cultivar la espiritualidad, no suele ser mala costumbre reservar en la agenda tiempos concretos fijos para esta actividad, con la misma fuerza con la que reservamos tiempos para reuniones, compromisos o actividades de ocio.

- Para vivir con una tensión evangelizadora en el medio en el que nos desenvolvemos, conviene no perder ninguna oportunidad para manifestar nuestra condición de seguidores de Jesús, reconocer que nuestro testimonio debería ser más fiel a ese seguimiento e interpelar a nuestros colegas de aulas o de trabajo cuando se nos brinda la ocasión. Para ello suelen ser ocasiones privilegiadas los acontecimientos vitales fuertes, asociados a nacimientos o defunciones o a ritos de paso, para los cuales mucha gente sigue utilizando los sacramentos correspondientes más por costumbre que por captar la sacramentalidad del rito (la presencia continua de Dios que en esos momentos adquiere una densidad especial).

- En lo que se refiere a los compromisos para acercar la historia humana al proyecto de fraternidad del Reino de Dios, junto a los tradicionales que nos brinda la Iglesia (Cáritas o el acompañamiento en la iniciación y la maduración humana y cristiana de otras personas) o instituciones clásicas (estructuras de representación y participación en la universidad o partidos políticos y sindicatos) van surgiendo otras posibilidades que se puede ayudar a que nazcan o a que se desarrollen. Sirvan de ejemplos iniciativas recientes. Una más propia del ámbito universitario: la participación en la campaña en contra de los presupuestos públicos para actividades de I+D relacionados con el desarrollo de armamento (campaña liderada por la Fundacio per la Pau de Barcelona, www.noalainvestigacionmilitar.org). Otra más propia del ámbito profesional: la implantación y desarrollo de iniciativas de banca ética que, siendo un proyecto sostenible, su objetivo fundamental no sea el beneficio pecuniario para sus accionistas sino el impacto social positivo de sus microcréditos y otro tipo de instrumentos financieros (una iniciativa de este tipo se está ultimando en Bizkaia por parte de la Fundación FIARE ([email protected]).

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- Y tantas otras que seguro desempeñáis con fuerza y compromiso quienes me escucháis. En este ámbito, es seguro que tendría yo que aprender más de vosotras y de vosotros que viceversa.

8. CONCLUSIONES Después de haber utilizado un elevado número de palabras para construir esta ponencia, no está de más realizar alguna autocrítica de la misma. He utilizado un lenguaje conceptual y, tal vez, para el desarrollo de nuestra adhesión al Misterio y de nuestro seguimiento de Jesús, así como para extender toda esta buena noticia que nos ha sido regalada, deberíamos imitar más al propio Jesús. Él utilizó mucho más el lenguaje narrativo que el conceptual. Un lenguaje lleno de parábolas y metáforas con el que ha ido atrayendo hacia el Reino a muchas personas a lo largo de la historia. Quizás convendría hablar más de la mujer samaritana (Jn 4, 5-30), de Zaqueo (Lc 19, 1-10) o de Marta y María (Lc 10, 38-42) y no tanto de conceptos que resultan menos atractivos y relevantes. Y no sólo de estos personajes del Evangelio, sino también narrar todas esas pequeñas historias cotidianas que, adecuadamente leídas, hablan de Dios y de su utopía de fraternidad iniciada ya en el mundo. Otra característica importante para el que vive en cristiano y desea comunicarlo es la alegría. No cualquier alegría rebajada y de corto alcance, sino una alegría existencial nacida de sabernos hijos e hijas queridas de un Dios que es todo amor. Tal vez, y sobre todo al principio, cuando intentamos evangelizar a las personas que nos rodean sea mucho más importante una propuesta que genera alegría genuina que demostraciones rigurosas de que ser hoy creyente es una posibilidad plausible. Por último, una afirmación que puede parecer incoherente frente a todas las palabras que anteceden a estas conclusiones: el silencio también es ocasión para enfrentarse con el misterio y encontrarse con Dios. Por primera vez o dentro de una serie de encuentros en los que se va creciendo experimentándole. Ese silencio, que tan preciado debería ser en una sociedad tan ruidosa como la nuestra y que tanto miedo tiene a la soledad o a la ausencia de palabras, ha de ser condición de posibilidad para recuperar o crecer en la dimensión contemplativa que la experiencia religiosa necesita como uno de sus alimentos. Un silencio que puede ser, en ocasiones, el mejor lenguaje ante el misterio del mal en el mundo, ante tanta injusticia y violencia.

“Sólo sabiendo callar y comprometerse con el sufrimiento de los pobres, se podrá hablar desde su esperanza. Sólo tomando en serio el dolor de la humanidad, el sufrimiento del inocente y viviendo bajo la luz pascual el misterio de la cruz en medio de esta realidad, será posible evitar que nuestra teología sea un discurso “vacío” (Job 16, 3)”12.

12 G. Gutiérrez. “Hablar de Dios desde el sufrimiento del inocente”. Sígueme, 2ª edición, págs. 186-187, Salamanca, 1988.

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9. PROPUESTA DE TRABAJO

Para continuar esta reflexión en grupos, propongo un guión orientativo. Se trata de reflexionar y compartir sobre cómo anda nuestra vida en relación con esa espiritualidad cristiana que, imitando al mismo Maestro, debe reinterpretar hoy las tres propuestas que tradicionalmente la Iglesia ha recomendado para la Cuaresma que acabamos de recorrer: Oración, ayuno y limosna. Así:

- ¿Cómo intento cultivar mi espiritualidad, esto es, mi oración, mi participación en las celebraciones litúrgicas, etc para ser un testigo más auténtico y convincente de Jesucristo en medio de la universidad en la que estudio o en la profesión en la que trabajo?

- ¿Intento vivir con austeridad para evitar que mi pasión por el consumo sustituya o apague mis ansias de una vida más sencilla y con menos impedimentos para que en ella pueda sentir la presencia de Dios en ella?

- ¿Mantengo una tensión seria para compartir con otras personas, especialmente las que más lo necesitan, no sólo mi dinero, sino también mi tiempo, mis preocupaciones y descubro en las otras personas con las que trabajo o para las que trabajo el rostro de Dios?

Jesús insistió mucho a sus discípulos, y lo sigue haciendo ahora, en la necesidad de adoptar una actitud permanente de humildad y de servicio. Uno de los textos del Evangelio que mejor ilustran esta insistencia de Jesús es el que ha servido para titular estas jornadas:

“Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el extremo. Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle, sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y que a Dios volvía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomado una toalla, se la ciñó. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con la que estaba ceñido. Llegó a Simón Pedro; éste le dice:”Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?.Jesús le respondió: “Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora; lo comprenderás más tarde. Le dice Pedro: “No me lavarás los pies jamás”. Jesús le respondió: “Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo”. Le dice Simón Pedro: “Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza”. Jesús le dice: “El que se ha bañado, no necesita lavarse; está todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos”. Sabía quien le iba a entregar, y por eso dijo: “No estáis limpios todos”. Después que les lavó los pies, tomo sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: “Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis `el Maestro´ y `el Señor´, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies

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unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros.

En verdad, en verdad os digo: No es más el siervo que su amo, Ni el enviado más que el que le envía.

Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís”.

Jn 13, 1-17

- ¿Qué toalla me ciño a la cintura, qué palangana de agua llevo en las manos, qué pies lavo y seco con la toalla y el agua en mi vida?

- O, menos metafóricamente, ¿cómo anda mi vida en términos de disponibilidad para el servicio para con las personas que me rodean y para quienes, cerca o lejos, me necesitan para que sus vidas sean más humanas?

Pedro Luis Arias Ergueta Palencia, 26 de marzo de 2005 (Sábado Santo)