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-35- y. Mr. Ernesto Wiison.—Barranquilla y los vapores.Viaje de Ronda ¿ Bogotá. Las malas y los peones--Posada de la primera noche, sus peripecias, miserias--Segunda jornada; espantoso camino de cabras--Guaduas; su vista. y su topografla--Tercera jornada--Mala (6 de los arrieros y hospitalidad de una pebre madre- -Villeta--Cansancio, fatiga y anate- mas --Agua]arga--Sabana de Bogotá- -Facatativí y loe 6mnibus--Lle- gada £ Bogotá. Pero volvamos la foja, y, si hemos visto laa riquezas y ventajas admirables de nuestra Patria ) veamos ahora, como la tienen y cuan mal parada la holgazanería y la política su hija natural. Mas, para no fatigar £ los lectores y para presentar más de bulto 4 su vista el vergonzoso atraso de) país, me con- cretaré á describir el viaje que es preciso hacer para llegar á Bogotá y 4 las capitales de las demás repúblicas hermanas que tienen el mismo origen y el mismo tiempo de existencia que nosotros. Semejante estudio, no lo dudo y este es mi objeto, excitará 4 más de uno 4 trabajar con anhelo y constancia en desterrar de la Patria esas dos endémicas y epidémicas enfer- medades, que tan atrasados nos mantienen y tanto nos desa- creditan en el extranjero con dolor de los buenos ciudadanos. ¿ Cómo se viene 4 Bogotá desde la Costa ? Ved ahí una pregunta 4 la que dá vergüenza responder; por eso cedeS la palabra al viajero yankee Mr. Wilson. Para abreviar no tra- duciré sino la descripción do Barranquilla y el viaje en mula de Honda 4 Bogotá. "Barranquilla, dice, está situada en un suelo bajo, plano y aranoso; tiene calles sin empedrar y las c.aaa son, en su ma- yor parte, de barro con techo de paja. El suelo pelado sirve, por lo general, de pavimento, excepto en las de mejor apariencia; una banca de madera es la mesa, algunos banquitos, 6 sillas, do cuero sin curtir, forman el amueblado; una estora, tendida

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Page 1: y. Las malas y los peones--Posada de la primera noche, sus ... · de la silla de uno de los compañeros. Se convino en que él montase en mi mula, pues fuó la primera que se pudo

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y.

Mr. Ernesto Wiison.—Barranquilla y los vapores.Viaje de Ronda ¿ Bogotá.Las malas y los peones--Posada de la primera noche, sus peripecias,miserias--Segunda jornada; espantoso camino de cabras--Guaduas;su vista. y su topografla--Tercera jornada--Mala (6 de los arrieros yhospitalidad de una pebre madre- -Villeta--Cansancio, fatiga y anate-mas --Agua]arga--Sabana de Bogotá- -Facatativí y loe 6mnibus--Lle-gada £ Bogotá.

Pero volvamos la foja, y, si hemos visto laa riquezas yventajas admirables de nuestra Patria ) veamos ahora, como latienen y cuan mal parada la holgazanería y la política su hijanatural. Mas, para no fatigar £ los lectores y para presentarmás de bulto 4 su vista el vergonzoso atraso de) país, me con-cretaré á describir el viaje que es preciso hacer para llegar áBogotá y 4 las capitales de las demás repúblicas hermanas quetienen el mismo origen y el mismo tiempo de existencia quenosotros. Semejante estudio, no lo dudo y este es mi objeto,excitará 4 más de uno 4 trabajar con anhelo y constancia endesterrar de la Patria esas dos endémicas y epidémicas enfer-medades, que tan atrasados nos mantienen y tanto nos desa-creditan en el extranjero con dolor de los buenos ciudadanos.

¿ Cómo se viene 4 Bogotá desde la Costa ? Ved ahí unapregunta 4 la que dá vergüenza responder; por eso cedeS lapalabra al viajero yankee Mr. Wilson. Para abreviar no tra-duciré sino la descripción do Barranquilla y el viaje en mulade Honda 4 Bogotá.

"Barranquilla, dice, está situada en un suelo bajo, planoy aranoso; tiene calles sin empedrar y las c.aaa son, en su ma-yor parte, de barro con techo de paja. El suelo pelado sirve, porlo general, de pavimento, excepto en las de mejor apariencia;una banca de madera es la mesa, algunos banquitos, 6 sillas,do cuero sin curtir, forman el amueblado; una estora, tendida

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en el suelo por la noche, es lo que generalmente se usa comolecho en las de barro y paja. Hay grandes y cómodas casas,aunque poco numerosas. Debimos esperar en la ciudad siete díaspara tener vapor en que subir el rió, vapor que se parece á losdel Misisipí. Nos hallamos, pues, a.l embarcarnos en un bu-que construido en Inglaterra y traído en pedazos al país. Tieneel piso inferior abierto y colocado solo 6 18 pulgadas del agua.En él están las calderas tubulares, al centro, y los dos cilin-dros de vapor 6 popa. Debajo de esta cubierta se halla estiva-da la carga. Encima hay otro piso ocupado por un largo salón,que sirve de comedor, ¿en dos filas de camarotes 6 cajones depino, sin muebles, fuera de un platón y jarra de peltre oxida-do y de un catre de lona que ocupa la mitad de su espacio. Elpasaje cuesta $ 40 y el camarote $ 10. En la popa están 108

comunes y el !uart.o de baño con una sola tohalla para todoslos pasajeros. La navegación debíaÍ durar ocho días, de solasdoce horas pues el río estaba crecido."

Ea preciso añadir, que nuestra más importante arteriay la única que sirve para el comercio de casi todo el país sehallaba en el mas completo abandono, cuando la atravesó Mr.Wilson en noviembre de 1877; más tarde, se estableció en éluna draga, más como todo lo nuestro, esta se hallaba ociosa6 inactiva, cuando yo subí el Magdalena en noviembre de1883, y oí decir repetidas veces, que la tal draga no hacia másque percibir sueldos, y que el rio muy poco había mejoradocon ella. Pero, dejemos ee espléndido y descuidado rio, paraemprender con Mr. Wilson la subida de Honda 6 Bogotá;api1 nos aguarda la epopeya más bochornosa, cuyos protago-nistas son la pereza y la política.

"Al día siguiente, do nuestra llegada, tomamos mulas yemprendimos nuestro>iaje de cuatro jornadas de camino haciala capital. Pos estudiantes de medicina debían ser los compa-

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fieros de expedición; para los tres pedimos siete bestias: ásaber, tres de sillas y cuatro de carga, sí diez fuertes cada ¡nula.(*) El propietario de las bestias nos aseguró, que todaseran de superior calidad y, á juzgar por el general talante delas mulas de carga que llevan sí Bogotá fardos de mercancías,nos inclinábamos á creerle."

"Do Honda, apenas 600 pies (180 metros) sobre el niveldel mar, hasta la más alta cumbre de los montes, de dondedebíamos bajar ála sabana, hay trece leguas, y en esta distan-cia nos era forzoso subir 6 una altura de nueve mil piés sobreel nivel del mar (2,745 tu.) por un camino fragoso de mulas,que, dicen, ser la mejor vía pública del país, y por el que to-das las mercancías para la capital son trasportadas. Desde lacumbre, arriba mencionada, una buena carretera desciende sí

la llanura, situada unos 500 pies (152 m.) más abajo y la atra-viesa hasta Bogotá distante ocho leguas.. .No pudimos salirantes de las tres de la tarde. El sendero al principio serpenteaescabroso por las faldas de los montes que se levantan desdela misma orilla del río, una legua más allá de las Bodegas de

Bogotá, situadas cerca de dos millas (3 kilómetros) abajo deHonda en la orilla opuesta ú oriental.

"E! jinete no iniciado y poco al corriente de las seguraspisadas de la útil mola, pronto y con frecuencia ) se asustacuando ve al auimal trepando por un abrupto precipicio yluego en el bordo de otro, sí donde se debe bajar siguiendo elúnico sendero formado en la blanda arenisca del rápido decli-ve por los cascos de las mulas. Cautamente el paciente bruto

() Las cuatro jornadas so reduciran á cuatro horas y los

$ 30 que, por lo muy menos cuesta el taje de cada persona, conun par de haute; bajarían hasta $ 4 si hubiésemos hecho el ferro-carril, desde ahora 38 años por el tratado do Poncet.

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va descendiendo con la destreza de una cabrá montaüés, y es,sin duda, maravilloso el que las mulas de carga suban y bajencon sus pesados fardos SIII caer frecuentemente para su ine-vitable pérdida. Una carga pesa 250 libras (10 arrobas) y confrecuencia más. Hemos visto vacilar las mulas bajo sus pesa-dos tercios, áun en camino plano, y tan fatigadas que se echa-ban en tierra para descansar; mas sus instintos de propia con-servación las impide ceder en tau peligrosos pasos."

"Seguimos el camino hasta que la oscuridad nos obligóá buscar el primer abrigo pasable; una casa de barro dondeunas 50 mulas habían sido descargadas y conducidas dentrode un potrero cubierto de matorrales y cercado, no lejos de'camino. Nuestro equipaje envuelto como se acostumbra aquíen encerados para defenderlo de los aguaceros que puedencaer durante el viajo, fué descargado y amontonado bajo losalares del rancho de paja, y nuestras monturas guardadasdentro de la choza donde fuimos bien recibidos como los úni-cos huéspedes que esa noche debían acomodarse en 8(1 únicapieza; si exceptuamos otra do cuatro aseis piés separada conun tabique, donde so vende el Guarapo á los arrieros. Sír-vese á cuartillo la totuma, al través de un agujero cuadradohecho en la pared y llamado Guarapera. Beta os la razón deser de casi todos los ranchos diseminados por el camino real.Unos 10 ó 12 arrieros hacían fogatas pequeüas, al aire libre y0a frente, para cocinar y repartirse la escasa cena tras de lacual fumaron sus tabacos y se acostaron, acomodandose sobrelas cargas ó sobre la tierra desnuda, expuestos al aire que eshúmedo y frio 6. causa de las nieblas condensadas en aquelclima ardiente. Como las bestias que arrean, según ) parece nosufren nada con tan abandonada exposición 6. la intemperie.nuestro único arriero llevó las siete mulas de la caravana a'potrero, y nosotros nos pusimos á recorrer los departamentos y

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¿preguntar, qué clase de alimentos se nos podrían prepararpara la la cena."

"Cuatro desnudas paredes de barro sin blanquear, decerca de diez piés en cuadro, con puertas abiertas al frentey á la espalda, sin jambas 6 abras, y, otra tercera que conduce la Guarapera antes descrita; un pavimento de tierra desnudapero bien pisada, una banca demadera sin pulir sirve de mesa;dos banquitos rotos y un palo, puesto al través de una de la8esquinas y á dos piés del suelo y en el que habla dos gallinas,componían el alojamiento. Las gallinas eran un buen anunciopara hambrientos caminantes, pues nos daban la idea de hue-vos y, tal vez, pollos; mas eso no debía ser sino tristísimailusión. Una taza de pobre sopa, un pedazo de tasajo, que ledió la sustancia, algunos plátanos fritos y una botella de cer-veza fué el único consuelo en estos espantosos sitios; pero, unbuen apetito le hizo loe honores."

"Cuando terminamos la cena y se retiraron las tatas, ex-tendimos una estera sobre la mesa la que, apesar de ser máscorta que el individuo, era menos peligrosa que el húmedosuelo.. .Nuestros compañeros acababan de extender las suyasen el suelo con el desenfado de gente acostumbrada 6. dormirasí, cuando entró el arriero á decirnos muy apurado que unade nuestras mulas de silla se había huido y regresado al come-dero. Esta desagradable noticia en tan peligroso camino ha-cia imposible el salir á buscarla de noche; como solo noshallábamos cuatro horas distantes do Pescaderías, olmos sinconsternamos la noticia. El dueño del rancho colgó esteraspara tapar las puertas, y nos dispusimos ¿ pasar la noche. Alhacerlo le preguntamos al patrón, si no podríamos acercar lamesa al ángulo de la pared con el fin de impedir que nuestraalmohada se cayera durante el sueño; pero, las gallinas y sugallinero corno también un montón de esoombros, que había

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debajo de la mesa, impidieron se practicase la propuesta me-jora; además, el huésped fl08 dijo, que el contacto con la paredpodría exponernos á que nos picase algun alacrán 6 ciempiés,lo que fué eficaz para que dejásemos la mesa como estaba. Meabotoné, pues, mi sobretodo, me calé el gorro de seda, meenvolví en la cobija, encoji las piernas que salían fuera de lamesa, y de hecho, me dormí, despertando, por supuesto, variasveces para dar descanso 4 los adoloridos huesos ) volt4ndomedel otro lado. (*)

"La mañana siguiente pudimos procurarnos una exce-lente taza de chocolate y supimos que la mala escapada era lade la silla de uno de los compañeros. Se convino en que élmontase en mi mula, pues fuó la primera que se pudo coger'y volvi6se en busca de la fugitiva mientras que nosotros leaguardábamos. Después de su partida fuimos al potrero paraver coger las bestias do carga, las que pasaban, una 6 una, de-lante del patron de la posada, quien recibía un real por elpastaje de cada una. Este real diario es el único gasto queocasionan esos pobres animales á sus dueños, mientras quellevan sus pesados fardos, desde muy de mañana hasta el ano-checer, sin pasar bocado. Cuando desfilaban advertí que lastres cuartas partes de ellas tenían grandes mataduras que lesliabia abierto en los lomos las ásperas enjalmas. No podía-

() Descripciones como esta, las de Mr. Gabriac, Mr. Holtony demás viajeros, hacen que en el extranjero so nos tonga porsalvajes, imposibilitan la emigración y nos desacreditan enorme-mente. ¿ Qué extraño, pues, que en Europa y los Estados Unidosnos pregunten repetidas veces, si andamos vestidos de plumas ysi sabemos manejar el arco y la flecha? Aunque yo hago ver lasgrandes ventajas, riquezas y bendiciones de nuestra tierra; contodo solo escribo para los colombianos y no quiero que este mitrabajo salga del país.

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mes menos de figurarnos cuales serían los snf-rimientos de esosmudos exciavos, cuando, durante la jornada de todo un dia,marchaban vacilantes bajo tamaños pesos en esa tan horriblesituación.. .Una de nuestras mulas había caído varias voces,el día antes, bajo su pesado fardo y fué por ello maltratadapor el arriero, quien, haciendo eso, se mostraba apenas supe-rior £ los brutos. Cada arriero cuesta siete reales y medio aldía, pero él se mantiene."

"Ya cargadas las ¡nulas, se pusieron en camino, á las ochodo la mañana, y nosotros nos ocupamos en recorrer las poso-Bienes del posadero, después de habernos sentado un rato ámatar el tiempo en el banco de madera que estaba en frentedel cuarto, mientras que volvía el compañero. La otra mula dosilla que estaba atada á un poste no se manifestó tan contentacomo nosotros con la partida do las cargas, sitio que se pusoforcejear para romper el grueso rejo que le ataba el cuello yel hocico. Tan violentos y continuados oran los tirones que da-ba que temimos se deenucáso 6 rompiese el rejo,y se escapase,causándonos mayores y más desagradables molestias. En con-secuencia persuadí £ mi nompaaero, aunque con gran dificultadpues estaba asustado con la furia del animal, que montase ysiguiese á las cargas; que yo me quedaría solo á esperar alotro camarada. Era casi medio día cuando este llegó al fin, ysobre h marcha DOS pusimos en camino."

"Continuamos trepando hácia la cumbre del Sargento, altravés de quebradas y de precipicios, desde luego; en seguida,formando agudos zigzags, fuimos trepando tan escarpadas pe.ñas que nuestras sillas se fueron escurriendo hasta las ancasde las mulas. Nos vmos,pues,obligados á detenernos para com-poner las monturas y asegurarlas apretando las duchas y ponién-doles pretales de cabuya. De cuando en cuando nos deteniames para gozar por cortos instantes de la extensa vista que se

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abría A la espalda; luego, apurabamos el paso, siempre subien-do por un camino intransitable; ya al través de zanjones for-mados por las aguas corrientes durante las lluvias; ya sobre elmedio desecho y grosero empedrado colocado expresamentepara evitar semejantes zanjones. Trepábamos admirados 'le lapasmosa resistencia de las mulas que no se demostraban can-sadas con tan ruda faena. A las veces el camino se hallabaobstruído por recuas que bajaban cargadas con quina; mas,después de una corta parada, proseguíamos la marcha. A lasveces una densa niebla nos rodeaba advirtiéndonos que nospusiesemos los encauchados, porque la lluvia no tardaría endesgajarse. Vanamente preguntábamos en todas las chozas delcamino si se nos .podía preparar algo con que almorzar; hastaque por último, ti las cuatro de la tarde, en medio de una 11ubia desecha llegamos á la posada que tenia el expresivo nom-bre de El Oonauelo, donde descansamos una hora y almorza-mos malísimamente...

"Volvimos é montar cuando cesó la lluvia, y seguimostrepando. La cuesta por donde iba el camino formaba un án-gulo de casi 45 grados con la horizontal, y el sendero resbalosoque por ella serpenteaba, unos 25. Este, en los puntos másfragosos estaba toscamente empredrado para impedir los de-rrumbes; pero, las mulas preferían meterse por el lodazal quehabia al-lado del empedrado. La atmósfera estaba cargada y108 gritos do los adelantados arrieros nos llegaban, desde arri-ba, de cuando en cuando. Estábamos andando cerca ya de lasnubes que nos envolvían impidiéndonos ver el espléndido pa-norama que se extendía grandioso y variado al frente y ¿daespalda."

"Cerca de las seis de la noche nos hallábamos ya sobrelas nubes y, al mirar hAcia adelante divisamos un valle descnbierto, cercado • de montes y con el aspecto de una grande

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cuenca; un pequeño rio, que se abre paso al través de los mon-tes, explica porque no es un lago ese valle.. .En el fondo Gua-duas ostentaba sus tejados que miraban nuestros ojos compla.cido8. Todavía nos faltaban dos leguas que las cansadas mulasharían en dos faetidiosísimas horas, bajando precipicios y sen.cleros intransitables antes de llegar."

"Estaba ya completamente oscuro, cuando entramos en losarrabales deis ciudad. Entonces olmos, de en medio de las lucesdesparramadas 1 lo largo del camino, un saludo en el que reco-nocimos la voz de nuestro compañero que so adelantan en lanula resabiada. Este animal habla llegado hasta allí y habíarehusado rotundamente pasar adelante, sin que fuesen eficaceslos más violentos medios de coacci6n inventados para el efecto,Nuestro amigo, víctima de la situación, desensill6 y sentóeemodestamente en el suelo 6 esperarnos, para que le sacásemosde su humillante situación. La posada todavía estaba mediamilla distante; era preciso, en consecuencia, obligar á la cul-pable á proseguir. La trajeron y la ensillamos, esperando quela compañía de sus conjéneres bast4.ee 4 suavizar su pertinaciay á inducirla Á tener la amabilidad de acompañarnos hasta elcentro de la población. No fuimos burlados en esa esperanza,y pudimos llegar al vecino alojamiento sin más osbt.áculos."

Guaduas es, por cierto, una import cinte ciudad para estepaís; tiene varias calles empedradas, tres 6 cuatro mil almas,una plaza pública 44 ; pero su clima cálido, por estar en elfondo de una cuenca. Nuestra cena y cuarto en la posada noshizo olvidar todas las fatigas del día en brazos de tranquilo yagradable sueño. No habíamos podido alcanzar las cargas; po-ro era esto mejor para nosotros. Dijimos antes, que todas lasmercancías son trasportadas de Honda á Bogotá en mulas. Es-ta regla tiene su excepción. Como es natural, los objetos muyabultados, como pianos, & no pueden sor así tra8laddoB, sino

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en hombros, de carguerosy también cargueras, que se dedican iteste penoso trabajo por siete reales y medio al día. Ordinaria..mente gastan dos semanas en el viajo ocho peones, quienes vauarmados de una orquet.a en la cual hacen descansar el fardo itcada corte espacio que caminan. Cuando el bulto puede serl levado it espaldas de pean ó peona, pues no parece haber di-ferencia en los dos sexos para el ejercicio de la fuerza, se ase-

gura por medio de una fuerte amelia it la frente. Curioso essor it estas pobies gentes, cuando trepan la montsüa, descan-sará cada cinco minutos sobre alguna roca del camino. No secrea que pertenezcan las peonas it la más abatida clase de laraza humana; no: advertimos, que varias de ellas, apesar deer fuertes y fornidas, no carecían de hermosura, y se mostra-

ban muy agradecidas it las atenciones que les manifestábamos (*)."A la tnaflana del siguiente día tomamos café y empren-

dimos la marcha por los montes, alcanzando cerca de las nue-ve it los arrieros en una chichería, en donde, segdn informes,nos podian preparar un miserable almuerzo; pero, los arrierosnos aseguraron que lo encontraríamos más arriba mejor. Ini.

(*) Esto confirma lo que dije arriba sobre la inteligencia denuestro pueblo. No sucedo lo mismo en los demas paises de Amé-rica donde es muy dificil encontrar hermosura, despaparjo 6 inte-ligencia en las más bajas clases de la sociedad. En todos mis viajessolo he visto en Colombia 4 las mujeres cargando grandes pesosy esto hecho debe avergonzar a los hombres, pues es propio solode las tribus calvages tener 4 las mujeres agobiadas bajo el trabajomientras los hombres duermen, se embriagan, conversan 6 se di-vierten. Es este un rasgo característico do nuestro país y comprue-ba lo que hemas dicho acorv-.a de la espantosa y muy especial hol-gazanería que domina entro los hombres. Solo aqui y entre 108 sal-vagos la mujer hace oficios que no son adecuados 4 su sexo, y nopocas veces para mantener al hombro y sostener vicios innobles'hijos de la vagamundcria. Proh pudor!

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prudentemente les creímos y continuamos trepando; las horaspasaban y on vano indagábamos en las chozas del camino, siera posible que se nos preparáse de almorzar. Ni un huevo, Dj

un pollo, ni un pedazo de pan 6 queso se pudo encontrar ánná peso de oro. Ibamos pensando en la pillería de los peones,mientras que ambrientos seguiamos la repechada. De cuandoen cuando veíamos con gozo alguna recua de mubs; pues,tal vez, sus arrieros nos podrían decir cuánto dista la posada:ya está cerca; tnuz media hora, era la constante respuestaque obteníamos; pero, cada vez desconfiábamos más de esasgentes, al ver que las horas trascurrian y nosotros seguiamostrepando sin que se realizasen las esperanzas."

"Eran las dos de la tarde, y ya veíamos 4. nuestros piesotro valle semejante al de ayer; era el do Villeta; intermina-ble bajada nos separaba todavía del pueblo, 4. donde no podía-mos llegar antes de las diez y media, y ya perecíamos de ham-bre. Apenas hablamos descendido un poco, cuando tres 6 cua-tro muchachos, de caras alegres y casi del mismo tamaño, ubellamaron la atención hácia una poquefia choza vecina al cami-no, compuesta de un techo de paja sobre cuatro horcones. Alacercarnos á elia, un chiquillo de fisonomía inteligente y decerca de doce años nos correspondió el saludo; la madre convi-no afablemente en prepararnos algo de comer. Ten ¡a tres hue-vos, que nos podía freir, según nos dijo, en compañia de unosplátanos, un pedazo de tasajo y algunas papas. Aceptamos yalmorzamos con los dedos en un plato de madera; porque lossoldados en la pasada revolución de los conservadores, al pa-sar por allí, so habían llevado todos los platos, después de reci-bir la bondadosa hospitalidad que ella les diera. La sincera bue-

na voluntad de la pobre mujer nos agradó. Mientrws llenábamosnuestros hambrientos estómagos nos rodearon los gozques dela choza y siete muchachitos, de los cuales el mayor tenis ape-

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nas doce años, única fortuna de la madre, y se pusieron fi. con-versar con noeotroa (*). -

"Ella y sus hijos languidecen de miseria en la falda de lamontaña, cultivando algunos vojetales y criando un puñado depollos, mientras el marido gana unos pocos reales en su oficiode arriero. Usted lo debe haber encontrado en el camino, me de-cía la mujer al propio tiempo que se esforzaba en darme su filía-ci6n. Parecía contenta viénd000sgozar de su almuerzo,y cuandopreguntamos el precio de lo que nos habíamos comido los tres,nos respondió; tres reales. Demasiado ridículo nos pareció elprecio de semejante almuerzo. (t) Así es que dimos diez, los quenos agradeció mucho, y luego nos couvidó á que tomásemos unpoco de cerveza, que no quisimos aceptar. A las cuatro llega-mos á Villeta, pueblo de unas dos mil almas, y propusimoslos camaradas pasar alli esa noche, por no exponernos, másadelante, á. las malas posadas. Como ellos ya habían transitadootras veces por este camino, nos invitaron £ andar dos horas

• (') Esto no sería fácil en las otras repúblicas donde las clasemis bajas estén lejos de tener la inteligencia y hospitalidad de lasnuestras. Aquellos infelices, tan dignos de mejor suerte por ser laparte más sana y moral del país, son la viotima en la.s luchas delos partidos y de la eterna politiquería do los gamonales. ¡ Cuántono se podría haber hecho en favor de estos infelices con los muchosmillones que se han dilapidado en pelear y en disputarse los pues-tos públicos!

(t) En una ocasión semejante alojéine con otro compañero enuna choza, distante quince leguas de Lima. Se nos dió xnalfeiznacomida, dormimos pesimamente sobre una mesa, pues no pudimostomar el tren de La Oroya, porque una galga 6 derrumbo habíadañado la carrilera. Cuando al otro din, preguntamos al casero,

cuánto debíamos, nos respondió ; que ¡res fuertes por cada uno de

kedot

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mía, con el fin de irnos 4 quedar en un sitio que nombraron,para alcanzar al ómnibus del miercoles en Facatativá. Conve-nimos y picamos las mulas ya cansadas. Muy poco abanzabanen las dos mortales horas en que seguimos trepando con la espe-ranza de encontrar la suspirada venta. Mas, allí no pudimosalojarnos porque acababa de morir el patrón.

"Completamente fatigados nosotros y las mulas, no nosquedaba más recurso que arrastrarnos hasta donde, por merbuena fortuna, hallásemos un hospitalario abrigo. Eran las sie-te de la noche; apenas nos podiamos tener sobre la silla y lasbestias vacilaban completamente exhaustas; mas, no aparecíahabitación alguna humana. Un largo y escabroso sendero ser-peaba al frente, formando agudos zigzags. Parlamentamos conlos arrieros quienes, como las mulas, ansiaban por un merecí-do descanso, y lee prometimos que en la prim ora choza, que en-contráramos, pernoctaríamos. En su virtud juntamos en un es-fuerzo final todas nuestras fluctuantes irresoluciones. Por todoel camino las mulas daban traspiés subiendo tan empinadacuesta; ya nos remordía la conciencia, figurándonos que ellasnos afeaban tan grande falta de compasión; pero, no era posi-ble encontrar pastos en esas montañas cuajadas de árboles, si-no hasta donde hallásemos un espacio limpio en el que se 1evantáse algún rancho. De manera que nosotros solo éramoscrueles con las pobres bestias, muertas de hambre, para poderllegar s un sitio donde encontrá.sen pasto. Llegamos, por fin,4 las ocho de la noche 4 un rancho parecido al que ocupamosel primer día que salimos de Honda; con la excepción de que laspulgas eran aquí más numerosas, si es posible, y deque un pa-rroquiano, de tosca facha, durmió debajo de la mesa, ocupandoel sitio de los escombros de allá."

"Nos hallábamos 6 más de siete mil piós (2,135 ca.) sobreel nivel del mar, y el Eno nos hizo cambiar la ropa de lino por

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otra de lana. Al siguiente día tomarnos un pozillo de chocolatey seguimos trepando el ultimo repecho. Las bestias, 4 estabanya del todo cansadas, 6 necesitaban más diestros y avezadosjinetes, y no querían marchar al paso de las cargas que ibanarreadas por los peones acostumbrados á urgirlas hasta el úl-timo aliento. Nuestras simpatías por su desdichada suerte, tanvivas al principio, vinieron prónto á. decaer, cuando nos vimosobligados al fatigante trabajo de espolearlas á cada paso, parapoder andar en junta de las mulas de carga que llebaban máspesados fardos,. Ayer nomas !aetitn4barnonos delasuert.sde esosmudos exelvos nacidos para arrastror miserable existencia tre-pando por tan horrorosos caminos. ¿ Pero no habían descansa-do durante la noche? ¿no estaban menos cargadas?¡ Pues áun lado simpatías por estos caprichosos brutos que ya no lasmerecen! Tan proterva indiferencia perla propensióu á treparque nosotros mostrabamos á cada dos 6 tres segundos co ncrueles espolazos, merecía, por cierto, nuestra suprema indig-nación. Más, la soma do los mulas excedia ya toda longamini-dad,' y sai nos vimos obligados á buscar consnelo exhalando,n oclamorosas como los arrieros, pero si profundos anatemas con-tra el miserable que nos habia alquilado tan detestables malas.(*) Al mismo tiempo agotamos todo nuestro talento para hallarel medio do encontrar alivio en tan penosa manera de viajar.después de madura reflexión, adoptarnos el expediente de colo-car nuestras mulas bajo la férula de los peones, ni más nimenos que si nosotros mismos fuésemos humildes cargas. Este

() En mi reciente viaje de la costa, me tocó una mula tauresabiada que se iba entrando en todas las diosas, de donde debiaser cabresteada por una media onadra hácia adelante, pues, ni lasespuelas, que debi comprar en el camino, ni el foet.e podían venoerla resistencia del animal. Al último un pasajero la enlazó del pes-cuezo y la fuá cabresteando hasta Guaduas.

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arbitrio nos salió bien, y pudiendo adelantar así, nos pusimos6 estudiar loe caractéres geoh5gicos de la comarca"

"En Isa cumbres del Aserradero almorzamos, ceros, delas once, en Agualarga, y volvimos allí á ver ruedas que ha-biamos perdido de vista desde Barranquilla. El declive for-mado por la última cima es allí bastante suave para facilitarla buena carretera que ha sido construida, y las mercan-cías son descargadas aquí de las mulas y llevadsa Á Bogotá encarros. El clima es vivificante, aunque la falta de presión at-moeférica se deja ya sentir; los arroyos que alegres y cristali-nos murmuran rodando sus chispeantes aguas por la cuesta delmonte, producían en nosotros una sensación deliciosa. Por el mo-mento olvidamos todos nuestros percances para absorvernosen el éxtasis que nos causaban tan poéticos parajes. Nos puci-mos de exquisito humor. Teníamos un buen camino para lorestante de la jornada y el 6mnibna nos tomaría dos leguasmás adelanto, cuando saliésemos del cerro y entrásemos en lallanura. Las nubes se condensaron bautizándonos con un chapa-rrón muy frio. A las doce nos hall*bamoa en la cumbre, nuevemil piés sobre el nivel del mar, (2,745 itt) no lejos de la cues-ta nos aguardaba el ómnibus. Entramos 6 Facatativá por uncallejón de barro, flanqueado por casas de bahareque, y nosalojamos en el Hotel que tiene regular fachada de dos pisos.En pequefio patio circuído de unos treinta cuartos de hués-pedes, tomamos una cómoda habitación esperando el ót-nibus que no partiría sino al día siguiente, a las doce............Tomamos asiento en un carruaje medio desvencijado, patarecorrer siete leguas más, al través da la sabana y de oeste £este. El 6mnibus estaba adornado por dentro con flores, casas,pájaros &, pintados de colores chillones. Un pavo dibujadosobre una casa de dos pisos arrastraba su brillante cola hastael suelo y la cabeza levantada 6 igual altura. El camino esba-

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tanto bueno, aunque muy barrialoso en algunas partes, dondelos caballos no podían desatascar el carruaje, obligándonosvarias veces 6 desmontarnos y meternos entre el barro... A.las cinco de la tarde del cuatro de Dicembre de 1877 llega-mos á la plaza de San Victorino, y nos salieron con la ocu-rrencia de que no entraban coches 4 la ciudad. Buscados unpeón que se echó al hombro la maleta y nos fuimos ¿buscarel hotel. Nuestro equipaje había sido trasladado, en Facatati-vá, á un carro tirado por bueyes, y debía llegar al día siguien-te. Hablamos gastado cuatro días en un viaje de 22 leguas;

con todo, nos habíamos adelantado diez días al telegrama queenviamos de Honda á Bogotá para anunciar nuestra llegada."

VI.

De Sabanilla á Bogotá, distancia, vehSculos y gestos. Veracruz y su puerto.Edificios, coites y plazas--Castillo de Uluá--TÑn para México--Latierra caliente— Atoyac y Córdoba--Barranca de Metite, sus puentesy túneles--Orizaba y el Ingenio--El Encinal,lnfiernillo y Maltrata--Tiposnacionales--Cuesta de Acukingo--Túneles y viaductos--Laco.mida--La altiplanicie del Anáhuac y sus poblaciones--Otumba y 'Peo-tihuacan--El valle de México- -Llegada á la Capital--El ferrocarril deGirardot y el de Veracruz--Historia del ferrocarril de Veracruz.

De Sabanilla 4 Bogotá se emplean en las más ventajosascircunstancias doce días para hacer 202 leguas; cuatro en ca-mino de hierro, setenta y seis en los vapores del rio y 22, enmulas por malos y muy descuidados caminos. 1 Espléndidotriunfo de nuestras luchas politicas y de tanto bregar de lospartidos en setenta y cuatro años de independencia! Mr. Wil-son gastó en solo trasporte lo siguiente: seis fuertes personay equipaje en el ferrocarril de Sabanilla; cincuenta y dos enloe vapores del Magdalena y veintiseis en las mulas, arriero,