¿y la política exterior?

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¿Y la política exterior? 10/05/2012 Arturo Magaña Duplancher Twitter: @duplancher [email protected] Durante el debate que sostuvieron los candidatos presidenciales en México un tema de la mayor importancia –muy presente en los debates presidenciales alrededor del mundo y concretamente en el más reciente en Francia– fue olímpicamente omitido. Más allá de referencias aisladas a los migrantes y la necesidad de seguir a “El Brasil” (sic) en una serie de reformas, el debate se desarrolló durante dos horas sin que hubiera necesidad de abordar la política exterior. Es cierto que desde el principio se conocía la ausencia de este tema en el programa y, sin embargo, se esperaba que aquí y allá, en la discusión sobre desarrollo sustentable, seguridad o economía, el tema se asomara con mayor fuerza. ¿Qué explica esta ausencia en el debate presidencial de la décimo tercera economía del mundo? Desde mi perspectiva hay al menos tres razones fundamentales. La primera tiene que ver con lo parroquiana que es la clase política en México. Ya lo decía Andrés Manuel López Obrador cuando en su denuncia a la corrupción sentenciaba: “No habrá más viajes internacionales”. Lo decía fundamentalmente porque son caros pero, además, porque el exterior representa, para la enorme mayoría de los políticos mexicanos, una amenaza que están muy lejos de entender cabalmente. Hace sentido entonces que Peña Nieto admire y tenga como referencia al ex presidente Ruiz Cortines –quien sólo viajó dos veces al extranjero durante su administración, una de ellas volviendo el mismo día al territorio nacional– y que hasta hace poco fuera motivo de orgullo para el candidato de las izquierdas no contar con un pasaporte vigente. De acuerdo con esta narrativa, viajar al extranjero es una frivolidad frente al desastre nacional. La empresa de reconstruir al país se hace desde dentro y no hay razón para distraerse en actividades internacionales –exuberantes y suntuosas– que guardan una sospechosa relación con el desarrollo nacional. Con AMLO, México vive en el aislamiento del siglo 19. Con Peña, en el pináculo del

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Columna de opinión / Zócalo de Saltillo

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¿Y la política exterior? 10/05/2012

Arturo Magaña Duplancher

Twitter: @duplancher

[email protected]

Durante el debate que sostuvieron los candidatos presidenciales en México un tema de la mayor

importancia –muy presente en los debates presidenciales alrededor del mundo y concretamente en

el más reciente en Francia– fue olímpicamente omitido. Más allá de referencias aisladas a los

migrantes y la necesidad de seguir a “El Brasil” (sic) en una serie de reformas, el debate se

desarrolló durante dos horas sin que hubiera necesidad de abordar la política exterior.

Es cierto que desde el principio se conocía la ausencia de este tema en el programa y, sin embargo,

se esperaba que aquí y allá, en la discusión sobre desarrollo sustentable, seguridad o economía, el

tema se asomara con mayor fuerza. ¿Qué explica esta ausencia en el debate presidencial de la

décimo tercera economía del mundo? Desde mi perspectiva hay al menos tres razones

fundamentales. La primera tiene que ver con lo parroquiana que es la clase política en México. Ya lo

decía Andrés Manuel López Obrador cuando en su denuncia a la corrupción sentenciaba: “No habrá

más viajes internacionales”. Lo decía fundamentalmente porque son caros pero, además, porque el

exterior representa, para la enorme mayoría de los políticos mexicanos, una amenaza que están muy

lejos de entender cabalmente. Hace sentido entonces que Peña Nieto admire y tenga como

referencia al ex presidente Ruiz Cortines –quien sólo viajó dos veces al extranjero durante su

administración, una de ellas volviendo el mismo día al territorio nacional– y que hasta hace poco

fuera motivo de orgullo para el candidato de las izquierdas no contar con un pasaporte vigente.

De acuerdo con esta narrativa, viajar al extranjero es una frivolidad frente al desastre nacional. La

empresa de reconstruir al país se hace desde dentro y no hay razón para distraerse en actividades

internacionales –exuberantes y suntuosas– que guardan una sospechosa relación con el desarrollo

nacional. Con AMLO, México vive en el aislamiento del siglo 19. Con Peña, en el pináculo del

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modelo autárquico de sustitución de importaciones. En general, para ninguno de los cuatro, el tema

parece relevante y esto tiene consecuencias graves para la manera en que se les percibe no como

aspirantes a ser jefes de Estado sino, en el mejor de los casos, a la alcaldía de Atlacomulco,

Huixquilucan o Macuspana.

La segunda razón, desde mi perspectiva, tiene que ver con la supina ignorancia de los cuatro

candidatos sobre asuntos internacionales. Todos participan alegremente de la competencia sobre

quién sabe más de economía, de seguridad o de ecología. Aunque cuenten con asesores en todas

esas materias, bajo la lupa está siempre su conocimiento sobre ellas, especialmente en un debate.

Nadie, sin embargo, se pregunta qué tipo de política exterior instrumentará Josefina Vázquez Mota.

¿Tiene un proyecto de cambio o de continuidad en la materia?; ¿qué significaría la creación de una

Subsecretaría para el Migrante?; ¿piensa acaso cambiar la política mexicana de no participación en

Operaciones de paz de las Naciones Unidas? Todos estos temas, de una u otra manera, están en su

plataforma. Y, sin embargo, ¿qué le impide hablar de ellas con mayor soltura sino sus limitados

conocimientos al respecto? La elite mexicana se ha preocupado por prepararse en una serie de

temas cruciales para la vida pública nacional, pero claramente el de la política exterior no es uno de

ellos. Esta ignorancia –compartida por los cuatro candidatos presidenciales, insisto– es

especialmente funesta frente a la creciente complejidad de la interacción entre México y el mundo.

¿Qué piensan de la crisis financiera internacional, sus efectos y sus soluciones?, ¿Qué harán para

mejorar las relaciones con los Estados Unidos?, ¿Cuál es su visión sobre la Iniciativa Mérida?, ¿Cuál

es su posición frente a la Primavera Árabe?, ¿Cómo se proponen mejorar la imagen de México en el

mundo? o bien, en una palabra, ¿Cuál será su prioridad en materia de política exterior? Todas ellas

son cuestiones relevantes para quien aspira a la Presidencia de la República pero, al mismo tiempo,

asuntos que requieren de información, de nociones más amplias del mundo, de experiencias propias

de los candidatos en el exterior, y un largo etcétera. No sorprende, por ello, la expresión de sorpresa

y quizá temor del candidato Quadri el 25 de abril en su cuenta de Twitter: “¿Que los candidatos se

pronuncien con respecto al último golpe de Estado en Guinea-Bissau...!?”.

La tercera razón tiene que ver con esa noción de política exterior como el ámbito infértil de la

actividad pública que nunca dará (o quitará) votos. Según esta noción, de la política exterior se

encargan unos expertos, una comunidad epistémica, el Servicio Exterior Mexicano y el círculo rojo.

La política exterior, a diferencia de la interior, puede marchar en piloto automático y siempre será

mejor no hacer olas con ella y mantenerla como si fuera una mezcla entre el protocolo y las

relaciones públicas. Total, al último a las masas de electores no les importa mayor cosa. La jarciería

del gobierno, diría De Gaulle, en su máxima expresión. Ojalá para el segundo debate, esta actitud

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cambie radicalmente. De otra manera, en efecto, seguiremos viendo aspirantes a la titularidad del

Poder Ejecutivo, comportándose como los gerentes que siempre han sido.