y j. - core · 2019. 11. 11. · general a participar en ella. este canon es un manifiesto. es...

2
6 Un canon de arquitectura moderna (1900-2000) Antonio Miranda Cátedra, Madrid, 2005 460 pp. ISNB 84-376-2250-6 EL CANON Y EL ESPANTO Es el arquitecto, el analista Antonio Miranda Regojo-Borges quien ha asumi- do el riesgo: he aquí. ya entre nosotros, como una custodia o un estertor, dis- puesto a completar por sí solo una biblio- teca, Un canon de arquitectura moder- na (1900-2000), un catálogo de la mejor arquitectura occidental del siglo inme- diato. Él se ha atrevido a hacer público su inventario razonado, su lista de obras llamadas a esta exposición secular, su nómina de arquitecturas admitidas al purgatorio. Purgatorio y no cielo porque es, según se aclara en el prólogo, una nómina aún provisional, un lugar de trán- sito del que, quizá en una próxima edi- ción, quizá en una improbable revisión de los criterios de admisión, algunas obras podrían ser excluidas y otras, muy pocas, incorporadas. Era necesario en el escuálido panora- ma de la crítica arquitectónica actual un li- bro como este: un libro negro y ambicioso, firme en la exposición de sus postulados y riguroso en el método, etimológicamente obsceno y divergente, tan alejado de la gastronomía organoléptica como de la apática y desmemoriada y vigente e in- discriminada anorexia. En este tiempo de pensamientos fláccidos y de sociedades lí- quidas, de apareamientos impíos entre sus- tantivos y adjetivos que no vienen a cuen- to, son de agradecer las posturas erguidas y los estados sólidos, la intransigencia en la propuesta que esté preñada de razones y en la defensa argumental de algunas ideas. Tal vez sean de nuevo necesarios los estilitas, los simones del desierto capaces de subirse y resistir encima de la columna dos tentaciones al menos. No todo puede ser aceptable, comestible, publicable, edi- ficable: algún límite ha de tener la domes- ticación de la especie, la capacidad de ingestión de propaganda y de basura ar- quitectónica por aquellos mismos que la producen o de algún modo la protagonizan. Alguien tiene que negarse comer un día a, que atreverse a vomitar en público, que subir a la montaña a denunciar de nuevo a Moore por sus obras, a insultar merecida- mente a P.Johnson, a cuestionarse Ron- champ o los museos Guggenheim que se reparten el mundo. Me parece oír que Mi- randa anuncia el advenimiento de una nue- va época de la náusea; que nos incita a la beligerancia crítica; que nos advierte de la inminencia de una tumultuosa entrada en el templo de los mercaderes con el látigo y la espada desenvainada y, si se presta aten- ción, se oye claramente la recomendación general a participar en ella. Este canon es un manifiesto. Es canon según /a cuarta acepción DRAE. Es una selección de 542 obras proyectadas o construidas entre los años 1895 y 2000, desde la Estación de Metro en la vienesa Karlsplatz, de Otto Wagner, hasta /a leño- sa Mediateca de Toyo Ito en Sendai. Sal- vo detalles, matices, desacuerdos parcia- les, fobias y filias personales, la selección es escasamente discutible, mayoritaria- mente aceptable por cualquiera que se ha- ya ocupado de este tema. En cualquier ca- so es «su» canon soberano (sometido sólo a las decisiones de su propia va/untad), su elección aristocrática (de los más aptos entre los mejores ejemplares), y no «el» canon, la determinación universal de lo sa- grado. Yo, por ejemplo, en caso de que fue- ran cromos, por jugar, cambiaría dos Pe- ter Eisenmann por un Álvaro Siza. Pero lo más relevante del libro quizá no sea estrictamente el canon, es decir, la in- clusión o la exclusión de unas u otras obras concretas en ese grupo, sino el ca- non como lo define la primera acepción DRAE: un conjunto de reglas o de precep- tos que, para pertenecer al grupo o a la or- den, han de ser observados. El canon tras- cendente de Miranda es la enunciación de los criterios que ha seguido para hacer la selección internacional de las figuras, la explicación de las pruebas a las que se somete cada caso: el desvelar las normas de lo que a veces, en algunas antologías solo propagandistas, parece más parece un Juicio de Paris, o un estúpido ranking. Lo más importante de este ensayo es, a mi entender, el texto inaugural, la exposición de motivos, la rotundidad con la que se ex- tienden sobre la mesa los criterios para poder detectar la calidad de una obra ar- quitectónica. Enunciar, redactar, ordenar los principios es lo que se me antoja más eminente; pronunciar las máximas, que es como de acuerdo con Immanuel Kant el escritor prefiere lIamarlas, esos cedazos que debieran ser útiles para discernir lo

Upload: others

Post on 06-Aug-2021

0 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: y J. - CORE · 2019. 11. 11. · general a participar en ella. Este canon es un manifiesto. Es canon según /a cuarta acepción DRAE. Es una selección de 542 obras proyectadas o

6

Un canon de arquitecturamoderna (1900-2000)Antonio MirandaCátedra, Madrid, 2005460 pp. ISNB 84-376-2250-6

EL CANON Y EL ESPANTOEs el arquitecto, el analista Antonio

Miranda Regojo-Borges quien ha asumi-do el riesgo: he aquí. ya entre nosotros,como una custodia o un estertor, dis-puesto a completar por sí solo una biblio-teca, Un canon de arquitectura moder-na (1900-2000),un catálogo de la mejorarquitectura occidental del siglo inme-diato. Él se ha atrevido a hacer públicosu inventario razonado, su lista de obrasllamadas a esta exposición secular, sunómina de arquitecturas admitidas alpurgatorio. Purgatorio y no cielo porquees, según se aclara en el prólogo, unanómina aún provisional, un lugar de trán-sito del que, quizá en una próxima edi-ción, quizá en una improbable revisiónde los criterios de admisión, algunas

obras podrían ser excluidas y otras, muypocas, incorporadas.

Era necesario en el escuálido panora-ma de la crítica arquitectónica actual un li-bro como este: un libro negro y ambicioso,firme en la exposición de sus postuladosy riguroso en el método, etimológicamenteobsceno y divergente, tan alejado de lagastronomía organoléptica como de laapática y desmemoriada y vigente e in-discriminada anorexia. En este tiempo depensamientos fláccidos y de sociedades lí-quidas, de apareamientos impíos entre sus-tantivos y adjetivos que no vienen a cuen-to, son de agradecer las posturas erguidasy los estados sólidos, la intransigencia enla propuesta que esté preñada de razonesy en la defensa argumental de algunasideas. Tal vez sean de nuevo necesarios losestilitas, los simones del desierto capacesde subirse y resistir encima de la columnados tentaciones al menos. No todo puedeser aceptable, comestible, publicable, edi-ficable: algún límite ha de tener la domes-ticación de la especie, la capacidad deingestión de propaganda y de basura ar-quitectónica por aquellos mismos que laproducen o de algún modo la protagonizan.Alguien tiene que negarse comer un díaa, que atreverse a vomitar en público, quesubir a la montaña a denunciar de nuevo aMoore por sus obras, a insultar merecida-mente a P.Johnson, a cuestionarse Ron-champ o los museos Guggenheim que sereparten el mundo. Me parece oír que Mi-randa anuncia el advenimiento de una nue-va época de la náusea; que nos incita a labeligerancia crítica; que nos advierte de lainminencia de una tumultuosa entrada enel templo de los mercaderes con el látigo yla espada desenvainada y, si se presta aten-ción, se oye claramente la recomendacióngeneral a participar en ella.

Este canon es un manifiesto. Es canonsegún /a cuarta acepción DRAE. Es una

selección de 542 obras proyectadas oconstruidas entre los años 1895 y 2000,desde la Estación de Metro en la vienesaKarlsplatz, de Otto Wagner, hasta /a leño-sa Mediateca de Toyo Ito en Sendai. Sal-vo detalles, matices, desacuerdos parcia-les, fobias y filias personales, la selecciónes escasamente discutible, mayoritaria-mente aceptable por cualquiera que se ha-ya ocupado de este tema. En cualquier ca-so es «su» canon soberano (sometido sóloa las decisiones de su propia va/untad), suelección aristocrática (de los más aptosentre los mejores ejemplares), y no «el»canon, la determinación universal de lo sa-grado. Yo, por ejemplo, en caso de que fue-ran cromos, por jugar, cambiaría dos Pe-ter Eisenmann por un Álvaro Siza.

Pero lo más relevante del libro quizá nosea estrictamente el canon, es decir, la in-clusión o la exclusión de unas u otrasobras concretas en ese grupo, sino el ca-non como lo define la primera acepciónDRAE: un conjunto de reglas o de precep-tos que, para pertenecer al grupo o a la or-den, han de ser observados. El canon tras-cendente de Miranda es la enunciaciónde los criterios que ha seguido para hacerla selección internacional de las figuras,la explicación de las pruebas a las que sesomete cada caso: el desvelar las normasde lo que a veces, en algunas antologíassolo propagandistas, parece más pareceun Juicio de Paris, o un estúpido ranking.Lo más importante de este ensayo es, a mientender, el texto inaugural, la exposiciónde motivos, la rotundidad con la que se ex-tienden sobre la mesa los criterios parapoder detectar la calidad de una obra ar-quitectónica. Enunciar, redactar, ordenarlos principios es lo que se me antoja máseminente; pronunciar las máximas, que escomo de acuerdo con Immanuel Kant elescritor prefiere lIamarlas, esos cedazosque debieran ser útiles para discernir lo

Page 2: y J. - CORE · 2019. 11. 11. · general a participar en ella. Este canon es un manifiesto. Es canon según /a cuarta acepción DRAE. Es una selección de 542 obras proyectadas o

bueno de lo malo, para separar en ellabo-ratorio el trigo de la paja, y la paja de losescrúpulos.

Sus ocho máximas duplican y en algoconmemoran a aquellos cuatro principiosque para eludir la incertidumbre formu-ló Descartes en su Recurso del método(1637), aquel primer intento de establecerlas bases racionales del método analíti-co. La elusión de la incertidumbre me-diante la prueba de la duda; la búsquedade la autenticidad, de la "calidad poéticade la arquitectura", es el objetivo últimode este ensayo. El libro de Miranda es ca-si un manual para detectar esa complejay extraña calidad en cualquier obra, qui-zá con independencia de cuál sea sutiempo (atemporal).

. Así, el trabajo que acomete es el de for-mular la "ley que permita distinguir la bue-na arquitectura de la mala", esa ley queya demandaba Ruskin, como en el libro secita, en Las piedras de Venecia. Esta exi-gencia ahora atendida por el catedráticode la ETSAM ha sido otras veces plante-ada: quizá nunca pueda ser del todo cum-plida. Ya Juan Caramuel, el más alucina-do de todos los tratadista s, en la secciónXI de "La Architectura Practica" de su tra-tado Arquitectura civil recta y oblicua(1678) exigía, para poder alabar la buenay condenar la mala arquitectura, que sediferenciara entre las fábricas "buenas,útiles y bien ordenadas" y las obras "ma-las, inútiles, desconcertadas y edificadasen falso"; entre las fábricas y los edificiosen los que "con mano pródiga desperdi-ciaron sus tesoros Príncipes, insensatosy ricos, sin otro premio que ser tenidos enel Mundo por locos" y los edificios justosy ordenados. Ya entonces el jerarca ecle-siástico de Vigevano, como algunos otrosantes y después, por motivos en esenciano del todo dispares a los de Miranda (ladesaprobación del despilfarro y la igno-

rancia, la exigencia de lo austero, la cen-sura de lo convencional y lo abyecto, la re-primenda al arribismo, el elogio del ordennatural, la exaltación del silencio, etc.), pe-día que se distinguiera entre los aciertosy los fracasos, entre las arquitecturas sin-ceras y las fraudulentas.

La empresa de Antonio Miranda haconsistido en realizar un análisis taxonó-mico, en examinar y en otorgar o denegarun «sello de autenticidad» a las obras dearquitectura occidentales del siglo xx "pormedio de la crítica inorgánica o libre", enpresentar "como auténticas arquitecturasaquellos productos que superan ciertaspruebas de calidad preestablecidas", en"intentar definir la buena arquitectura mo-derna al modo científico" según va insis-tiéndole al lector en las ciento treinta y dospáginas primeras. Al final, tras el índicecanónico, hay dos índices necesarios: unode arquitectos, con algunos datos biográ-ficos y ¿arquitectográficos?, y un índicede lugares -por países- y obras.

No debe extrañarle a sus lectores queel autor de Ni robot ni bufón (1999) hablede la arquitectura en términos de produc-to, como tampoco que se detenga a des-cribir, por ejemplo, la mesa de decantaciónque es la "placa vibrátil" o esa sensorialmáquina para detectar de mentiras (comolo era el molinillo de chocolate de El granvidrio de Marcel Duchamp) y otro instru-mental (más o menos quirúrgico) de su la-boratorio poético. Al fin y al cabo, como elconde de Lautréamont, el ensayista sabeque sin estridencias puede colocarse unparaguas o un rinoceronte de cristal sobreuna mesa de operaciones. El ensayistaasume la imposibilidad de ser objetivo, larelatividad implícita al método científicocuando se aplica a estos asuntos. Acep-ta la misión (casi evangélica) de la denun-cia (casi religiosa, al menos ecuménica)de la falsedad y de la impostura, de la in-

famia, de la mendacidad, de la incompe-tencia. No nos equivoquemos: no hay(quien conozca sus obras sabe que no pue-de haber) ningún tufo mesiánico, ningunajurisprudencia sobre lo verdadero, ningúnpatrimonio exclusivo sobre los criterios dela verdad. Es el ejercicio del derecho a lla-mar, acaso gritando, a cada cosa por sunombre. Es la necesidad de construir unsistema de defensa personal (no en vanotodo comenzó en 1882 con una ametralla-dora automática), de redactar un nuevoproyecto docente.

Si el libro se gestó en un aula universi-taria, si fue ser útil como guía de viaje suprimer cometido, si el ámbito docente esuno de sus lugares naturales, no debe serlo académico su único auditorio. No seajusta al patrón editorial de los catálogosilustrados (por cierto que un texto, al fin yal cabo, tan lírico como este se merecía,aun sin atentar contra el "desprecio por ellujo y el despilfarro", preservando la "aus-teridad sin avaricia", que las imágenes delinventario, que los dibujos y fotografías quelo ilustran, hubieran sido impresas con ma-yor nitidez) ni se atiene a lo que es clási-camente ni un libro de consulta, ni un atlas,ni un prontuario, ni un vademécum. Creoque en la cuestión de qué tipo de libro esy cómo debe ser usado está más próximoal concepto de manualtal y como lo enten-dieron M. Cioran en Manual de podredum-bre (al que otros traductores llamaron Bre-viario de descomposición), Saramago ensu Manual de pintura y caligrafía o J. R.Sierra en su Manual de dibujo, etc. Librosque también podrían ser sometidos con éxi-to a los ensayos de calidad poética que An-tonio Miranda propone en su ya obligato-rio en todas las bibliotecas poéticas de

arquitectura Un canon de arquitectura mo-derna (1900-2000).

7

José Joaquín Parr1 8añón