xxxi pregón taurino - realmaestranza.com · — 11— el excelentísimo ayuntamiento y la real...

117
XXXi PREGóN TAURINO SEVILLA 2013 Víctor Gómez Pin

Upload: trinhtuyen

Post on 07-Oct-2018

216 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

XXXi PREGóN

TAURINO

SEVILLA 2013

Víctor Gómez Pin

© Real Maestranza de Caballería de Sevilla.

© Víctor Gómez Pin. Texto Pregón Taurino.

© Hernán Cortés. Cartel Toros en Sevilla 2013.

© José Manuel Navia. Cartel del XXXI Pregón Taurino de Sevilla 2013.

© Hélène Zwingelstein. Traducción francés.

Cubierta: Orla de Juan de Valdés (Siglo XVIII).Biblioteca de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla.

Imprime: Cuatro Impresores, S.L.I.S.B.N.: 978-84-937894-8-0Depósito Legal: SE 878-2013Sevilla 2013

XXxI

Pregón Taurino

de Sevilla

REAL MAESTRANZA DE C ABALLERíA DE SEVILL A

Cartel Toros en Sevilla, 2013. Obra del pintor Hernán Cortés Fotografía Claudio del Campo

— 11 —

El Excelentísimo Ayuntamiento y la Real Maestranza deCaballería organizan cada año el Pregón Taurino quese celebra la mañana del Domingo de Resurrección

en su escenario habitual: el Teatro Lope de Vega de Sevilla.

Este año, en su trigésima primera edición, fue pronun-ciado el día 31 de marzo por el filósofo y Catedrático de laUniversidad Autónoma de Barcelona, don Víctor Gómez Pin,que fue presentado por la Defensora del Pueblo y ExAlcaldesa de Sevilla, doña Soledad Becerril Bustamante, quedefinió al pregonero como “uno de los más relevantes pen-sadores de la España actual”.

El profesor Gómez Pin nos ofreció un pregón profundo,con argumentos filosóficos sólidos en defensa de la Fiesta delos Toros. Un texto excelente, ajeno a los tópicos, y que seráun placer leer pausadamente.

Se incluyen también en esta edición las palabras pronun-ciadas por don Gregorio Serrano López, Teniente AlcaldeDelegado de Empleo, Economía, Fiestas Mayores y Turismodel Excelentísimo Ayuntamiento de Sevilla; el cartel de latemporada taurina 2013, un excelente retrato del toreroJuan Belmonte, obra de don Hernán Cortés; y el cartelanunciador del propio pregón, basado en una fotografía dedon José Manuel Navia.

El acompañamiento musical del Pregón Taurino corrió acargo, como siempre, de la Banda Sinfónica Municipal deSevilla, dirigida por don Francisco Javier Gutiérrez Juan, queinterpretó con maestría los pasodobles Pepita Creus ySuspiros de España.

Espero que disfruten con su lectura.

El Marqués de Puebla de CazallaTeniente de Hermano Mayor de la Real Maestranza

de Caballería de Sevilla

— 12 —

Cartel del XXXI Pregón Taurino, Sevilla 2013. Fotografía José Manuel Navia. Diseño gráfico Mauricio d’Ors.

PRESENTACIóNDEL PREGóN TAURINO Por

d. Gregorio serrano lópezteniente de alcalde DELEGADo DE EMPLEO,

ECONOMÍA, FIESTAS MAYORES Y TURISMO

DEL EXCMO. AYUNTAMIENTO DE SEVILLA

Excelentísimo Sr. Alcalde Excelentísimo Sr. Teniente de Hermano Mayor de la RealMaestranza de Caballería de Sevilla Autoridades Civiles y Militares Sra. Presentadora del Pregonero, querida SoledadSr. Pregonero Sras. y Sres.:

Permítanme un breve quite muy pegadito a las tablas,para saludarles un año mas, en nombre de la MuyNoble, Muy Leal, Muy Heroica, Invicta, Mariana,

Torera y Maestrante ciudad de Sevilla.

Sevilla está inmersa en sus días indescriptibles.

El esplendor de la Semana Santa en los rincones de la ciu-dad, deja paso a una Resurrección que, como ocurre año trasaño, culmina en la plaza soñada, para celebrar el rito de lacorrida de toros.

Si la tauromaquia es un arte en la mayor expresión de lapalabra, el toreo en Sevilla es algo más, porque en el mejormarco posible, la plaza de toros de la Real Maestranza, losmejores toreros y las mejores ganaderías, se entregan para

— 17 —

que los aficionados más entendidos del mundo saboreen lalidia en plenitud.

Y como resumen de todo ello, la emoción indescriptibledel buen toreo y del ganado bravo.

La corrida de toros es un hecho singular de España, queen Sevilla alcanza su máxima representación.

Es posible que no haya mejor marco que la plaza sevilla-na para la expresión del toreo.

Y hemos llegado a ese día mágico del estreno.

Aunque es Domingo de Resurrección, para los aficionadosa los toros hoy es como un Domingo de Ramos.

Es un día de sueños, esperanzas, ilusiones y de estrenos.Todo es igual que siempre y vuelve a parecer nuevo.

Esta tarde hay toros en la Real Maestranza, la primera delaño, un cartel de tronío y un revuelo en las esquinas, quecomentan que puede ser la fecha para ver lo nunca visto, quetodo está preparado para que sea una jornada torera inolvi-dable.

— 18 —

— 19 —

Como prólogo a una nueva Feria de Abril, la más impor-tante del orbe torero, esa que todos los que se visten de lucesdeberían torear porque es la que los llena de prestigio.

Como ya viene siendo una costumbre inveterada, nos hemosreunido en este sevillano teatro Lope de Vega, para escuchar elanuncio de que ya ha llegado la fiesta taurina a la ciudad, queabril ha comenzado y que Sevilla vibra con sus tradiciones, entrelas que de forma principal figura la corrida de toros.

Es el día del pregón taurino, que será la señal de que todoestá a punto de comenzar.

Es necesario recordar que no son momentos fáciles paralos toros. Por la propia dinámica actual, el toreo vive momen-tos de incertidumbre.

Han aparecido detractores por todas partes, dotados deuna notable capacidad para difundir su negativo mensaje.

Se une a ello la actual situación económica, al tiempo,todo hay que decirlo, una cierta atonía en el desarrollo de lascorridas.

El mejor pregón para el toreo es la propia grandeza de laFiesta. El mayor revés para quienes intentan frenar la cele-

— 20 —

bración de las corridas son los grandes espectáculos, que sebasan en buenos toros y magníficos toreros. Esa debe ser lameta de todos los que amamos nuestra querida tradición delarte del toreo.

Contra la depresión de la crisis, contra la monotonía, con-tra las corridas sin interés, el mundo del toreo debe esforzar-se para celebrar grandes festejos.

Los que nos sentimos taurinos no podemos dejar queimpere la desidia. Y aquí estamos todos, llamados a ponernuestro grano de arena para el mayor esplendor de la Fiesta.En este sentido les recuerdo, que el Ayuntamiento de Sevilla,al que me honro en pertenecer, no cejará en su empeño deproteger y promocionar a los toros.

Hace ya algunos años se declaró a la Tauromaquia comoFiesta Mayor de Sevilla, así como Bien de Interés CulturalInmaterial.

En un paso más, les anuncio en el día de hoy la creaciónpor parte del Ayuntamiento de Sevilla de un premio especialque estará destinado a reconocer la trayectoria profesional depersonas vinculadas a la fiesta de los toros en nuestra ciudad,y que será entregado anualmente por el Alcalde de Sevilla.

— 21 —

A partir de hoy, y luego durante toda la Feria, la plaza de

toros será el escenario de las gestas de estos héroes que son

los toreros. Se anuncian gestos de indudable trascendencia.

En cualquiera de las corridas anunciadas puede surgir la

emoción incontenible, que debe presidir siempre este rito

maravilloso, en el que un animal bravo es lidiado por un

hombre dotado de un valor y un arte, sólo al alcance de unos

pocos privilegiados.

Será la creación de la belleza, surgida de la lucha entre las

embestidas del toro y el dominio del hombre. Todo eso

comienza hoy sobre el albero maestrante, y tendrá su conti-

nuidad en los días de la Feria.

Sevilla en abril es luz, color, alegría, bulla y toros.

La fiesta de la primavera sevillana no tendría sentido sin la

celebración de los festejos taurinos. Los toros son parte de la

esencia de Sevilla, son consustanciales a su forma de celebrar

la Feria.

Para quien les habla, es una ocasión especial para recor-

dar que Sevilla es torera.

Y esa torería tiene su reflejo en cada momento del día, en

su forma de expresarse, de moverse y manifestarse. La ciudad

nos lo recuerda a cada paso. En la Alameda, la escultura de

Chicuelo; en Triana, Belmonte en su Altozano; en el Paseo de

Colón, Manolo Vázquez, Pepe Luis y Curro Romero… Y sigan

por sus calles y en cada rincón hay un recuerdo o un motivo

taurino, que ya en sus comercios, establecimientos hoteleros,

bares y tabernas, la presencia del toro es de obligado cum-

plimiento.

Es verdad, Sevilla es torera.

Como torero será el pregón que Víctor Gómez Pin nos va

a ofrecer como pórtico de estos días en los que la ciudad se

viste de sus galas mayores, entre las que el toreo forma parte

fundamental.

Ahora entre Suspiros de España y Pepita Creus, escuchare-

mos la Presentación de doña Soledad Becerril, nunca se acer-

tó más con la elección de la presentadora del Pregonero

Taurino de Sevilla, pues es la Defensora del Pueblo Español la

más indicada para ejercer esta labor, en estos momentos

donde la Fiesta Nacional necesita de la defensa de todos los

españoles.

— 22 —

— 23 —

Dijo Juan Belmonte que para torear bien hay que olvidar-se que se tiene vida, y es cierto, pero también lo es que, paratorear bien en la Maestranza no hay que olvidar que se estáen Sevilla.

Muchas gracias.

PRESENTACIóNDEL PREGONERO A CARGO DE

dÑA. SOLEDAD BECERRIL bustamante

Excmo. Sr. Alcalde de Sevilla, D. Juan Ignacio Zoido ÁlvarezExcmo. Sr. Marqués de Puebla de Cazalla, Teniente deHermano Mayor de la Real Maestranza de Caballería deSevilla Excmo. Sr. General Jefe de la Fuerza Terrestre, D. JoséIgnacio Medina CebriánExcmo. Sr. Consejero de Justicia e Interior de la Junta de Andalucía,D. Emilio de Llera Suárez-Bárcena Excmo. Sr. Rector Magfco. de la Universidad de Sevilla,D. Antonio Ramírez de Arellano Ilma. Sra. Subdelegada del Gobierno en Andalucía,Dª. Felisa Panadero RuzIlmo. Sr. Delegado de Empleo, Economía, Fiestas Mayoresy Turismo del Ayuntamiento de Sevilla, D. GregorioSerrano LópezProfesor D. Víctor Gómez PinSeñoras y señores:

Nunca pensé tener ocasión de volverme a subir a esteescenario. Lo hice en el pasado para escuchar prego-nes o entregar premios. No como presentadora, y

menos de un pregonero taurino. Pero una acaba haciendo cosasextrañas aunque no creo que vayan a constar en los anales de lahistoria de Sevilla como aquellos de D. Justino Matute y Gaviria.

— 27 —

— 28 —

El honor de estar aquí se lo debo a la Real Maestranza de

Caballería de Sevilla, a su Teniente de Hermano Mayor, a

quien no le pediré como hizo Rafael El Gallo, tras torear una

corrida benéfica, que le “apuntara” como maestrante, al

Alcalde de mi ciudad y a mi antigua amistad con el filósofo

Víctor Gómez Pin.

Este honor, esta invitación para subirme aquí, me trae

recuerdos dulces, hubo otros amargos, de una etapa de mi

vida en la que me dediqué con afán, no sé si con acierto, a

esta ciudad que elegí como mía y que ella me eligió como su

Alcaldesa. A ellos, a las personas antes mencionadas, les agra-

dezco mucho su generosidad, y el que se hayan acordado de

mí para este menester.

Es muy atrevido, por mi parte, presentarles a ustedes a

uno de los más relevantes pensadores de la España actual,

pero sería todavía más grave el que yo les hablara a ustedes

de tauromaquia. El profesor sevillano y presentador, en este

mismo lugar, del pregonero Bartolomé Bennasar, Antonio

García Baquero, a quién desgraciadamente perdimos, dijo

que esta es “una situación pintoresca” en la que se invierte el

orden natural, pues solía ser el presentador quien con su

prestigio y buen nombre introducía al pregonero.

Sí es verdad que algo de pintoresca tiene esta extrañapareja, el filósofo y yo misma, que hoy se sube al estrado. Yo,tiempo atrás, estudié filosofía pero mi vida ha estado, funda-mentalmente, ligada a la cosa pública, alejada, por tanto, dela especulación filosófica. La filosofía requiere rigor y deduc-ción, argumentaciones concatenadas y conclusiones cohe-rentes. La política exige improvisación, resoluciones inmedia-tas, respuesta al adversario contumaz y cotidiano, si se puedecon agudeza y algo de maldad. Es cierto que también requie-re, hoy más que nunca, ejemplaridad pública para muchos,incluidos los que imparten doctrina de cualquier índole, yrequiere ese imperativo kantiano de la voluntad. Voluntad dehacer las cosas bien, creo yo, y de servir a la sociedad.

A mí me gustaría hacer las cosas tan bien como VíctorGómez Pin lo ha hecho en su ámbito, y haber sido capaz dediscurrir tanto. Sus argumentaciones no son fáciles de seguir,ni en la tauromaquia ni en otros campos en los que se aden-tra, y van acompañadas de una verdadera pasión y de unverbo tan rápido que uno podría pensar que tiene antece-dentes genéticos andaluces.

Yo conocí a Víctor hace mucho tiempo en Ronda. Eraamigo, amigo de verdad, de Antonio Ordóñez, y con elmaestro disertaba no sólo sobre toros sino sobre las cosas másvariopintas. Yo sé bien que Antonio le quería mucho, mucho,

— 29 —

— 30 —

y sé que Víctor sufrió con las vicisitudes de la rodilla deAntonio. Además la ciudad de Ronda le ha reconocido comohijo adoptivo, hecho bien singular. De aquellos tiempos datanuestra amistad; también la que me une a otro ilustre prego-nero, profesor y pensador sevillano, creador de teorías y doc-trinas bien interesantes sobre el nacimiento de la tauroma-quia, Pedro Romero de Solís.

La tauromaquia, denostada hoy desde diversos foros y tri-bunas, necesita defensas inteligentes. Desde luego, de losmatadores de toros, de los ganaderos, de los empresarios yde los aficionados; está necesitada de sólidos argumentosque reivindiquen el valor de una fiesta tan antigua comoúnica. Pero además hay que saber defenderla en los forosintelectuales, ante contrincantes bien pertrechados. Y esto eslo que sabe hacer y ha hecho el profesor Gómez Pin.

Víctor Gómez Pin estudió Filosofía en la Sorbona, dondeobtuvo el grado de Doctor de Estado con una tesis sobre elorden aristotélico, orden del que derivan muchos de los prin-cipios que hoy rigen en las sociedades democráticas.

Actualmente es investigador en la Universidad ParísDiderot, y catedrático de la Universidad Autónoma deBarcelona donde ha impartido “Teoría del Conocimiento oFilosofía y Matemáticas”, además de “Ontología”.

— 31 —

En París colabora con el filósofo Francis Wolf, quién le pre-cedió en este pregón en la Sociedad Internacional deFilosofía y la Ecóle Normal Superieure. Es, también, directordel Congreso Internacional de Ontología que reúne a rele-vantes científicos (entre ellos a dos premios Nobel), bajo elpatrocinio de la UNESCO.

Entre sus publicaciones destacan “Filosofía. Interrogacionesque a todos conciernen”, “El legado de Aristóteles y la cienciacontemporánea” y “El hombre, un animal singular”. Su voca-ción universitaria le llevó a fundar la Facultad de Filosofía delPaís Vasco, de dónde procede su amistad con otro pensador ytambién pregonero taurino, Fernando Savater, al que muchosapreciamos por sus conocimientos, y también por ser la vozvaliente que tantas veces se ha levantado contra el terror y eldolor que nos ha producido el terrorismo.

La filosofía siempre ha tenido lazos estrechos con la músi-ca. Y de ahí proceden los vínculos de Víctor Gómez Pin conla música y la ópera. A él se deben los Cursos de laUniversidad Internacional Menéndez y Pelayo, en Sevilla,que contaron con la presencia de Raimondi, el MaestroZeda, Alfredo Kraus, Carreras, Victoria de los Ángeles y otrosmás. Y en Ronda, ciudad a la que vuelve y vuelve, dirigedesde hace años, un seminario anual, sobre Música yFilosofía, junto con el compositor Tomás Marco.

— 32 —

Su obra, como puede comprobarse, es muy extensa, y suslecciones han sido impartidas por medio mundo porqueVíctor es un filósofo peripatético, un filósofo ambulante o iti-nerante, como lo eran los de la Escuela de Aristóteles, si bienlas distancias que recorre son algo más extensas que las queaquellos recorrían en Atenas.

Lo que le trae hoy aquí, creo yo, es su inteligente defensade la fiesta. Su intervención en defensa de la misma en elParlamento de Cataluña fue brillante, y parte de aquellosargumentos los vamos a escuchar ahora.

En su ensayo “La escuela más sobria de vida: la tauroma-quia como exigencia ética” compara el trabajo del toreo conla apuesta de los grandes de la escritura y esgrime argumen-tos para afirmar que en días privilegiados el toreo respondea lo que Marcel Proust considera condición mínima de lacreación literaria: que para el escritor el arte sea “lo auténti-camente real, la escuela más sobria de la vida y el verdaderojuicio final”.

Su pasión por la fiesta es directamente proporcional a laintensidad de su expresión, a la multiplicidad de sus argumen-tos, a la velocidad de sus razonamientos, a la audacia y rotun-didad de sus conclusiones. Es difícil encontrar hueco para inte-rrumpir sus disertaciones y para rebatir sus argumentos.

— 33 —

Sabemos que el ser un orador excepcional, un pensadorbrillante no significa, hoy en día, en una sociedad que recla-ma mensajes breves a favor o en contra, transmisibles coninmediatez, sin matices ni dudas, que todo el personal mues-tre su conformidad. Es más fácil triunfar o arrasar con argu-mentos bien simples, afirmaciones rotundas, sin excepciones,que descalifican una posición o teoría, que desmenuzar lasrazones o sinrazones de toda una argumentación.

El público de hoy, en este teatro Lope de Vega, es unpúblico bien convencido y también entendido. Por esomismo es exigente, y pienso que esperará añadir luz a ladefensa de una fiesta que levanta suspicacias, dudas y hastarechazos.

Víctor, pregonero, amigo: esto de hoy no es fácil porquelos críticos y los aficionados esperan, seguramente, del pre-gonero de este año los argumentos que de un buen maestrode filosofía se pueden esperar: lógica, deducción, certezas,especulación. Pero estoy segura que se verán satisfechos yque sabrán premiar el amor a la sabiduría. Esto último es lotuyo; también nosotros aspiramos a ello.

Muchas gracias.

víctor gómez pin

XXxIPREGóN TAURINO

SEVILLA, 2013

TEATRO LOPE DE VEGA31 DE marzo DE 2013

RESURRECCIÓN

— 39 —

Pues todo ha de retornar, como está escrito en las bóvedasde San Marco y como lo proclaman, bebiendo en las urnasde mármol y de jaspe de los capiteles bizantinos, las avesque significan a la vez la muerte y la resurrección.(À la Recherche du Temps perdu, III, 871).

ANTE EL ANATEMA

En su pregón de 2012 Lord Garel-Jones, el orador británi-co al que este año tengo el honor de suceder, leía un admi-rable párrafo del filósofo austríaco Ludwig Wittgenstein, quecitaré en su momento. Ello me dio ánimo para empezar yomismo con las palabras de otro grande del espíritu, el escri-tor francés Marcel Proust, palabras que tendré también oca-sión de retomar al final de esta lectura.

Permítanme ahora que presente un aspecto de mi biogra-fía que puede ser relevante para entender qué hago hoy yoaquí, es decir, por qué me atrevo a asumir el compromiso dehacer este discurso:

Conducido por mis tareas de profesor de filosofía a refle-xionar sobre las especies animales, los rasgos que permitendistinguir a unas de otras y sobre todo la abismal distanciaque, como resultado de la evolución, separa a esa especieanimal a la que pertenecemos de todas las demás, he topa-

do con una posición filosófica radicalmente contraria, la cual,por causas diversas, ha encontrado en la tauromaquia unaconcreción de lo que ella repudia, hasta el punto de conver-tirla en primer objetivo de una suerte de cruzada, exigiendotanto su erradicación de las costumbres, como su legal aboli-ción.

Dándose la circunstancia de que yo soy taurino, el frenteera para mi inevitable: confrontación filosófica doblada deconfrontación relativa a la significación y legitimidad de lafiesta de los toros. Diatriba conducida a veces por separado ya veces de manera conjunta, sin saber en ocasiones cual delas dos vertientes del adversario servía de coartada a cual. Lapostura adversa ha tenido múltiples intérpretes con presenciaen variadísimos ruedos y con público más o menos predis-puesto a protestar al primer gesto por mi parte de acudir alenvite. Una de las plazas menos receptivas ha sido sin dudala del Parlament de Cataluña, foro en el que expuse mis argu-mentos en contra de la prohibición, con el éxito nulo queustedes bien conocen. Pese a este rotundo fracaso, los res-ponsables de la organización de este acto, tan simbólicamen-te cargado para los que amamos la tauromaquia, han tenidoa bien que yo les dirija hoy a ustedes la palabra. Esto sí quees dar una segunda oportunidad, que desde luego agradezcoprofundamente. Pero no les canso con más preliminares yabordo directamente la cuestión:

— 40 —

— 41 —

Sabido es que en el caso de la prohibición de los torosen el Parlament de Cataluña, había razones digamos polí-ticas (de hecho todo lo que se debate entre seres huma-nos es, de una u otra manera, político), más o menosencubiertas por aquellas que oficialmente se esgrimieron.Sin embargo no es útil hacer proceso de intenciones, nipreguntarse por lo que cada cual pensaba en su interior.Hubo una propuesta, un debate, se votó y unos perdi-mos, esto es todo. Lo que cuenta hoy no son los even-tuales motivos ocultos de los que en el Parlament deCataluña votaron la abolición, sino los argumentos explí-citamente avanzados, y ello en razón de que son los mis-mos que se esgrimen en otros lugares dónde la tauroma-quia se ve amenazada, desde Quito, al Mediodía francés,o Bogotá. No es razonable concentrar las fuerzas en unfrente hipotético, cuando hay un frente importantísimoclaramente abierto y en el que el adversario avanza apaso de carga. Pues en efecto:

Los que piden la clausura de la plaza Santamaría de lacapital colombiana, o los manifestantes que en el exterior delas Arènes de Nimes perturbaban con su griterío hace dosaños el desarrollo de un festejo (en este caso comportándosecomo auténticos desaprensivos ante la escultura del lloradoNimeño II) sólo esgrimen, con mayor o menor habilidad dia-léctica, un argumento: la tauromaquia ha de ser abolida por

constituir un festejo en el que los animales son objeto deescarnio y maltrato, ante espectadores que se complacen enesta situación. Argumento que esgrimen en los más diversosforos políticos, jurídicos, académicos y culturales, desde elParlamento Europeo al Consejo de Estado de Francia, pasan-do por la Sorbona y organizaciones de defensa del medioambiente. Ciertamente hay contrapunto:

Los argumentos legitimadores de la tauromaquia, desdeel punto de vista no sólo estético sino también ético, hansido avanzados por personas de elevada talla intelectual,entre otras, con apabullante rigor demostrativo, por miamigo y compañero en tareas filosóficas el profesor de lasuniversidades parisinas Francis Wolff. Desgraciadamente,en general, estos argumentos han merecido escasa aten-ción por parte de los detractores que, en ocasiones, pare-cen más motivados por la defensa de dogmas que por laconfrontación de criterios. Un admirable y admiradoescritor español me ponía hace menos de un año a caldopor haber esgrimido en el diario El País (coincidiendo conla polémica en Cataluña) opinión contraria a la abolición.A veces el repudio llega hasta el insulto, la anatematiza-ción en terrenos profesionales, de entrada sin vínculo conel asunto, y en algún caso hasta sugerir lo conveniente quesería para uno enmendar, cambiar de bando, pasando asía ser reconocido por los que se complacen en sentirse del

— 42 —

buen lado, dignos ciudadanos de una Europa consideradapulcra y trabajadora. Sigue al respecto siendo de absolutaactualidad la parábola del fariseo: gracias te doy Señor porno ser como ese.

***

Pero no hemos de quedarnos con la caricatura. Pues cier-tamente algunos de nuestros adversarios llegan a aceptar queefectivamente el espectador de toros no se complace en elsufrimiento del animal, de la misma manera que no lo haceaquel que introduce viva en la olla la cigala con la que acom-pañara la copa de cava, o de manzanilla, en el rito del aperi-tivo; llegan a aceptar que el sufrimiento es digamos el precioa pagar por un ritual de alto contenido simbólico. El proble-ma lo tenemos precisamente en estos interlocutores abiertosde espíritu, que ven sinceramente a la tauromaquia como unritual desfasado, incompatible con el progresivo sentimientoecológico, cuyo cimiento reposaría en la conciencia agudiza-da de nuestra pertenencia a la animalidad, y la necesidad deextender la consideración de la que es merecedor el serhumano a otras especies animales. Como les decía, se tratade un problema con aristas filosóficas que no abordaré entérminos negativos, o sea, rebatiendo los anatemas del con-trario, sino afirmativos, es decir, poniendo el listón del idea-rio ético y simbólico del ser humano muy alto y mostrando

— 43 —

que la disposición subjetiva, consciente o inconsciente, que

mueve a los aficionados responde a tal ideario. En suma,

aprovecho la oportunidad que hoy se me ofrece para dirigir-

me a los que de manera juiciosa son adversarios de la tauro-

maquia, defendiendo la siguiente tesis:

En el envite filosófico relativo a cual ha de ser la relación

entre el animal que el ser humano constituye y los demás ani-

males filogenéticamente cercanos, los taurinos respondemos

espontáneamente, sin necesidad de reflexión explícita, a una

posición consistente, sensata y asumible por toda persona

razonable en la que la animalidad es plenamente reconocida

en el papel esencial que juega en la vida de los hombres.

En consecuencia de ello, lejos de ser adversarios de posi-

ciones ecológicas coherentes, los taurinos somos radicalmen-

te ecologistas. Diré más: somos el modelo de una disposición

subjetiva ante el orden natural y las especies animales, que

repudia instintivamente toda perturbación arbitraria de ese

orden. En suma: ecologistas somos desde luego nosotros, y

por ello, además de profundamente injusto, es un sinsentido

que se nos quiera abolir en nombre de la ecología.

— 44 —

LA NATURALEZA CONCRETA QUE EL HOMBRE PROTEGE

Permítaseme evocar un episodio bíblico perteneciente alantiguo testamento:

A fín de salvaguardar las especies animales de la catástro-fe anunciada, Noé introduce en su arca representantes de lasmismas, los cuales, tras el diluvio, son devueltos al medionatural. ¿Quiere ello decir que estos animales retornan exac-tamente al estado natural que era el suyo antes de entrar enel arca? Obviamente no, o al menos no en todos los casos.Para los animales hasta entonces no sometidos al hombre, laentrada en el arca, la convivencia con Noé y su familia, supo-ne ya un principio de domesticación. El arca no es la natura-leza, sino un fruto de la techne, término griego que vincula loque nosotros llamamos técnica y lo que llamamos arte, y ental marco, que la naturaleza nunca hubiera producido espon-táneamente, es el hombre quien les procura alimento y quieneventualmente intercede para que no impere entre especiesdiferentes la rivalidad y el combate por la subsistencia.

Ello no significa que las facultades naturales de estos ani-males son reducidas, sino simplemente que son sometidas ycanalizadas con vistas a la salvaguarda del orden humano queha de imperar en el arca. Noé instrumentaliza al cuervo parasaber si las aguas han descendido (el retornar del ave una vez

— 45 —

y otra es signo de que no encontró lugar dónde posarse) y lomismo hace con la paloma. Mas, obviamente, si la paloma yel cuervo hubieran perdido en el arca la capacidad de volarno hubieran sido útiles a Noé para su objetivo.

Tenemos aquí una metáfora del delicadísimo equilibrioque ha de mantener el hombre en relación a las especies ani-males. Equilibrio que conocen bien los ganaderos de reses decombate, a los que luego me referiré.

Amar de manera concreta la naturaleza nunca debe serdesear que permanezca en un estado puro o salvaje. Deentrada, porque ello equivaldría al amor de una quimera. Lanaturaleza nunca es para nosotros pura. Para afirmarse enesta convicción ni siquiera es necesario remitirse a lo que hoyson casi tópicos digamos cuánticos de la cultura general (rela-tivos a la inevitable perturbación que conlleva la simple con-templación del hombre a través de instrumentos, ya seansimplemente los ojos). Basta considerar el hecho de que cadavez hay menos aspectos de nuestro entorno que no se hallende una manera u otra mediatizados por la potencialidad téc-nica del ser humano:

Considérese por ejemplo el concepto de parque natural.Se trata del estricto fruto de una selección que mantiene unámbito de la naturaleza artificialmente protegido de las

— 46 —

influencias del contexto. De alguna manera cabría decir quenada hay menos natural, al menos si nos atenemos a la eti-mología de la palabra griega, physis, traducida por naturale-za, que hace referencia a la actualización o despliegue (ven-ciendo eventualmente condiciones adversas) de una poten-cialidad intrínseca, lo cual obviamente poco tiene que vercon la situación de hallarse protegida desde el exterior. Dehallarse protegida la naturaleza ha dejado de ser tal, cabríadecir, lo cual no significa que la causa del hombre no pasepor una intervención en la naturaleza; intervención que lasalvaguarda de la propia acción del hombre, mas también delas contingencias de la naturaleza misma. Pues para la causadel hombre lo que cuenta no es tanto una naturaleza puracomo una naturaleza buena, es decir, susceptible de poten-ciar el despliegue de nuestras facultades generales como ani-males que somos, y de nuestras facultades específicas, comoseres de razón y de palabra.

Todo ser humano que ama su propia especie tiene unafavorable disposición hacia la naturaleza y a las especies ani-males que la habitan y la constituyen. Asunto en el que sinembargo conviene matizar.

La base de toda ética digna de tal nombre es que todo serhumano es interpar en dignidad con todo otro ser humano,y por ello un ser humano no debe ser instrumentalizado, no

— 47 —

debe ser reducido a útil para la obtención de otros fines. Eneste imperativo de no instrumentalización consiste la esenciadel respeto del que todo ser humano es merecedor por sumera condición, sin que para ello sea óbice que el efectivocomportamiento pueda ser reprobable, en razón precisa-mente de que sus acciones son medidas en base a suponerque, como ser de razón, tiene capacidad para distinguir elbien del mal. Por ello, extender a individuos de especies ani-males que por carencia de razón no puede garantizar la reci-procidad la exigencia de ser tratados como fin y no como ins-trumentos constituye simplemente un error filosófico.

Y que, en nombre de un pretendido ideario ecológico, seerija tal extensión en criterio para determinar el grado demoralidad de nuestro comportamiento con los animales esun peligroso corolario de tal error. Pues el paso lógico inme-diato es aspirar a que se legisle en consecuencia, erigiendoasí la errónea convicción en amenaza para las libertades deseres perfectamente razonables, tales los aficionados a lostoros. En ello estamos, como ejemplo clarísimo de que lasdiatribas en el terreno filosófico nunca son vanas, de que lafilosofía es una disciplina del espíritu que a todos concierne.

Un ideario moral que sustituyera el imperativo de no ins-trumentalizar en ningún caso la vida humana por el impera-tivo de no instrumentalizar en ningún caso la vida animal,

— 48 —

tendría como precio la desaparición de la única especie sus-ceptible de aplicarlo, pues la propia vida es consumo de vidaajena y hasta el respirar de uno supone el sacrificio de ele-mentales formas de la vida...

La ética en el comportamiento con los animales no pasapor tratar de homologar a otras especies animales con laespecie humana erigiendo a los representantes de las mismasen paradójicos sujetos de derechos sin deberes. La ética en elcomportamiento con los animales pasa más bien por una elu-cidación clara de la función de cada especie y una pondera-ción del grado en el que esta especie es beneficiosa para lasalud del orden natural, que a su vez es condición necesariade un sano recrearse de la especie humana en el ciclo de lasgeneraciones.

Y así, mientras todo nacido humano tiene derecho a lasubsistencia, tratándose de los individuos de las demás espe-cies unos serán sacrificados y otros conservados, sin que ellosignifique violentar el orden natural de las cosas. Y entre losanimales conservados algunos son objeto de afección, siem-pre sobre la base de que amar a un animal no es tratarlocomo a un hombre sino ante todo reconocerlo en su especi-ficidad. Está por un lado el cariño del campesino por el guar-dián de su casa y por su caballo o vaca, cariño que sin embar-go nunca confundirá con el cariño, imbuido de respeto y de

— 49 —

exigencia de reciprocidad, del que es merecedor un niño deesa misma casa.

Y en realidad (aquí sí avanzo una sospecha filosófica) nopuede excluirse que el motor inconsciente que anima a algu-nos de los que homologan la especie humana con otras espe-cies filogenéticamente cercanas sea un radical nihilismo, unrepudio de la propia condición más que un amor a la natu-raleza animal en su diversidad. Al respecto es desde luegosignificativo que los animales que mayormente han sido eri-gidos en casi interpares nuestros, los animales respecto a loscuales sí se ha hecho efectiva esa extensión del deber de noinstrumentalizar, sean animales desprovistos de función y casidesprovistos de las características de su especie. Permítanmeque me detenga un momento sobre este extremo con unaglosa sobre la historia de los lazos entre hombres y animales,concretamente entre hombres y lobos.

DOMESTICAR NO ES REDUCIR

Los etólogos han puesto de relieve que los lobos son,como nosotros, cazadores sociales que tienden a jerarquizarlas relaciones entre ellos. Es de señalar que en esta jerarqui-zada sociedad lobuna tenga gran peso tanto el sentido de laresponsabilidad como el sentimiento de solidaridad (lo cualinvalida, desde luego, la tesis popular de que la “maldad” del

— 50 —

— 51 —

lobo se reflejaría en el hecho de ser el animal que, precisa-mente, come carne de lobo).

Importantísimo es ese momento en el que el hombre nose propuso destruir a su enemigo, sino vencerlo, a fin desometerlo a su voluntad, canalizar su energía y en definitivareducirlo. Pero al igual que el verbo domesticar, el verboreducir es equívoco. En ocasiones se entiende por tal la eli-minación de las propiedades superfluas, de tal manera que loreducido gana en intensidad, tal es el caso de la condensa-ción de una substancia en sus componentes esenciales; otrasveces sin embargo la reducción supone aminoramiento enrasgos claves por distintivos. En el caso de los animales, y con-cretamente de los animales en cuyo devenir biológico haintervenido el hombre, la distinción entre ambos tipos dereducción es muy clara.

Temeroso el hombre ante la fuerza del lobo... acaba poradmirarlo, a la vez que se apercibe del provecho que puedesacar del mismo. Y obviamente lo que el hombre admira enel lobo es su potencialidad específica, no su genérica perte-nencia a la animalidad. Admira aquello que es susceptible deser canalizado en la propia lucha de hombre contra otrasfuerzas naturales: sus prodigiosos olfato y oído que le hacenpercibir con gran acuidad la presencia de una presa o de unpeligro; su fuerza y destreza en la confrontación, lo incisivo y

temible de su dentadura. Esta admiración es obviamente lamotivación subjetiva que llevó al hombre a intentar el tre-mendo proceso de domesticación de canis-lupus. Si el lobofuera un frágil depredador de sus bienes lo habría aniquiladosimplemente, en modo alguno habría intentado incorporarlo.

En la domesticación, canis-lupus fue perdiendo cierta-mente algunas características, alimentarias por ejemplo (elcan doméstico de nuestras ciudades es, a imagen de su amo,un animal casi omnívoro), pero conservaba lo esencial y pre-cisamente por ello ha sido tan precioso y preciado a lo largode la historia de las sociedades humanas. Y, desde luego, estambién gracias a la conservación de lo esencial que juegaaun un papel predominante en las sociedades agrarias denuestro tiempo. Pues para ser eficaz vigilante de las tierras oel rebaño, como para ser auxiliar en la caza, el can ha de per-manecer tal, ha de mantener la agudeza de sus facultades, hade responder a su condición específica. Así concebida, lareducción de canis-lupus no constituye atentado alguno con-tra una naturaleza sana y humanizada.

***

Cosa totalmente diferente es la reducción mediante lacual el retoño del lobo o de otro animal fiero es confinado enun ámbito de exposición, cuando no, más frecuentemente,

— 52 —

en un angosto espacio urbano. Imaginemos por un momen-to que uno de estos perros de hogar americano, que reciberegalos navideños y es llevado a la peluquería, fuera trans-portado a un medio rural y se intentara que llegara a realizaralguna de las tareas que habitualmente se encomienda a suscongéneres. Obviamente sería muy difícil que se aclimatara;cabría decir que es ahora un animal desarraigado.Desarraigado, curiosamente, cuando ha retornado al lugardónde cabría que se desplegaran aun las potencialidades desu especie. ¿Su especie? Carente como se muestra de los atri-butos que eran corolario de la puesta en marcha de sus facul-tades específicas, puede a veces hacerse difícil afirmar sufiliación.

Parece tratarse de un individuo efectivamente reducido,es decir, no aminorado en rasgos superfluos respecto a suespecificidad, sino en rasgos que son corolario de sus atribu-tos esenciales. Y es que no sólo ya no despliega las potencia-lidades de la especie, sino que en ocasiones procede yade quien tampoco las desplegaba. Convertido en animalliteralmente de compañía, parece carecer de función propia.Erigido en sustituto asténico de la compañía humana, enimposible paliativo de esa soledad para la que solo la com-plicidad en la palabra y el relevo de la misma en el ciclo delas generaciones constituye adecuada medicina. Animales nosólo domesticados, sino de alguna manera mutilados, anima-

— 53 —

les que eventualmente comparten la mesa de los humanos

(tal cosa ocurre en ciertos hogares de Estados Unidos) pero

que de su especie sólo conservan la forma, dientes o garras

que nunca servirán para defensa y piernas que nunca corre-

rán tras presa alguna. Animales, en suma, de juguete, que

sólo serán preferidos a los animales de verdad por aquellos

que, ignorantes de lo que es el universo de los cargueros, de

los barcos de pesca o de los navíos de guerra, usan con

impostura la expresión “puerto de mar” para referirse a un

paisaje de embarcaciones de recreo.

No enfatizaré aquí el hecho tremendo de que la erección

en seres no instrumentalizables de estos animales de juguete,

la extensión a los mismos de los derechos humanos, tiene

lugar cuando miles de millones de seres humanos son priva-

dos de tales derechos. No es que no sea este el lugar para tra-

tar del asunto, es que simplemente ello exigiría un tiempo del

que no dispongo. No pasaré sin embargo de señalar la para-

doja de que sean los mismos que consideran plenamente

normal esta reducción de la animalidad a juguete los que

nos dan lecciones de conservación de la naturaleza y

nos anatematizan por no haberlas aprendido con diligencia,

sumándonos al repudio de la fiesta de los toros en nombre de

la ecología.

— 54 —

NI MERA CARNE, NI ANIMAL DE LABOR, NI ANIMAL DECOMPAÑÍA

Retornando al cariño de un campesino por el animal quegarantiza su subsistencia o cuida sus bienes, es necesario pre-cisar que efectivamente no sólo de pan vive el hombre y queincluso la humanidad en cada uno de nosotros es corolariode asumir que el pan, siendo la base, no es lo principal. Sinlas condiciones materiales que garantizan la subsistencia nohabría ciertamente hombres ( y por eso debemos cuidar dela naturaleza), pero el hombre usa su subsistencia para otracosa. Usa incluso su salud para otra cosa y a veces la salud esde agradecer sobre todo porque facilita precisamente esaotra cosa, la cual es de orden espiritual, o sea, generada porla razón y la palabra e impuesta como exigencia o imperati-vo por esa misma razón y palabra. Esa otra cosa constituyesiempre un reto, reto al que el hombre sano de pensamientoy cuerpo se enfrenta con severidad y templanza. “En cadauna de las líneas del Viaje al fondo de la noche me dejé lapiel” dice un escritor francés (despreciable, señalaré de paso,por muchas otras cosas que hizo además de escribir).Ninguna exigencia de subsistencia obligaba a ese escritor a lainmersión en el fondo de la noche. Lo que le llevó a ello erauna radical apuesta: la de que tal tiniebla sería transmutadaen luz, precisamente por el poder redentor de su escritura.

— 55 —

Ninguna exigencia de subsistencia mueve al torero (aun-que él mismo crea en ocasiones que así es). El motor de sutarea es una radical confrontación consigo mismo. Y para estaconfrontación necesita un animal. Un animal que no está lla-mado a alimentar al hombre (aunque por añadidura tambiéntenga este destino), tampoco a servirle como instrumentopara la subsistencia, y menos aun a ser paliativo para laausencia de compañía humana. ¿Llamado pues a qué ?Llamado a que el hombre pueda cumplir su función de mos-trar en acto que la vida y la subsistencia no lo es todo, que loimportante es ser reconocido por los demás como plena yradicalmente humano.

Por eso la dehesa es un habitat plenamente humanizado ypor eso la vida de los hombres que circundan la dehesa escasi un paradigma de amor al orden natural. Amor al ordennatural por escrupuloso respeto de los hombres. Las reseshan de mantener su fuerza y agresividad, pues de lo contra-rio enfrentarse a ellas no tendría sentido. Mas precisamentepor tener como objetivo final el combate, esta potenciaintrínseca ha de ser canalizada, lo cual en ocasiones es feliz-mente logrado, tras años de tarea, en ese espacio de la dehe-sa, en esa naturaleza tanto más admirable cuanto que mayor-mente se ha impregnado de la presencia del hombre y de sutécnica. Espacio en el que el animal (que quizás embestiráfiera y repetidamente hasta provocar el estupor de los espec-

— 56 —

tadores) convive de manera que me atrevo a llamar armóni-ca, no sólo con la fauna local no lesiva para su especie, sinoincluso con el hombre, eventualmente ese mayoral que con-fiado (y precisamente por estarlo) se aproxima para ofrecerlecuidado y atención. De esta serena atmósfera, que da testi-monio de la posibilidad real de que el hombre, precisamen-te por su singularidad de ser de palabra, se sienta prolonga-do en la naturaleza a la que por su propia esencia está lla-mado a proteger, tengo un recuerdo personal que me permi-tiré relatar.

“EN EL AMOR DEL HOMBRE POR LA NATURALEZA...”

Me encontraba con el maestro Antonio Ordoñez en lacasa de la finca denominada Los Tinahones (hoy propiedadde la ganaderia de Dolores Aguirre). A un momento dado, elMaestro propuso hacer un paseo por la dehesa, en uno deesos vehículos llamados entonces “todo- terreno”. Montamoscuatro personas, entre ellas un muchacho de once años,nieto menor del gran torero, en el que éste veía una suertede elegancia y disposición naturales para el toreo, aunque elinteresado decía siempre con guasa que eso de torear “no meinteresa nada”. El vehículo circulaba adelantado o flanquea-do por el mayoral Sebastián que, a caballo, se movía cerca-no a las reses con admirable soltura. A un momento dado,Sebastián se detuvo junto a un ejemplar de tres hierbas, que

— 57 —

apenas se inmutó ante su presencia, y el vehículo hizo lomismo. Al mostrarle mi sorpresa ante esta pasividad de la res,el Maestro me dijo: “puedes bajar y acercarte ”. La absolutaserenidad de su tono tuvo en mí un efecto de contagio, ycuando me disponía a descender, el muchacho ( que llegaríaa ser matador de toros, pese a sus prevenciones de entonces)exclamó: “Si Víctor baja, yo también”. Sebastián había des-cendido del caballo y muy cercano a la res nos dijo a ambos:“podríais hasta tocarlo, no os hará nada”.

Siempre atribuí la templanza con la que efectivamente elmuchacho y yo nos acercamos al novillo como un efecto,compartido por ambos, de la palabra combinada del mayo-ral Sebastián y del Maestro. Esa palabra no resonaba en nos-otros como expresión de una opinión subjetiva (que podíaeventualmente estar equivocada) respecto a algo exterior a lapalabra, sino del lazo mismo entre la disposición del hombrey el comportamiento de la naturaleza (en este caso el com-portamiento de un animal potencialmente lesivo), converti-dos ambos -hombre y naturaleza- en polos tan intrínseca-mente vinculados como los del metal imantado, opuestos, noconfundidos, pero indisociables.

Por eso hubo, tanto en el muchacho como en mí, algomás que mera confianza moral en la buena disposición dequienes nos animaban: hubo certeza (apodíctica certeza diría

— 58 —

un filósofo) de que efectivamente nada ocurriría caso deposar la mano sobre el animal. Cuando el hablar y aquello deque se habla son polos de una cuerda tensada al extremo,entonces en aquel que habla se imantan también su exteriory su interior y ( se trate de moral, de conocimiento o denarración) el oyente tiene entonces el sentimiento de estarescuchando de nuevo, como en una platónica reminiscencia,el sonar denso y verídico de las palabras de la infancia.

***

Es casi una exigencia imperativa de la disposición poéticael alcanzar esta correlación del hablar y de aquello de que sehabla, y es un problema filosófico mayor el determinar si talobjetivo es posible y bajo que condiciones . Mas si me atre-vo a traerlo hoy a colación es obviamente por el hecho deque si alguna vez tuve el sentimiento de que este objetivo eraalcanzable fue en ese día singular. En ocasiones el hablar delos hombres esta marcado por una suerte de necesidad, y tales el caso cuando se trata de un quehacer que supone escru-pulosa atención a la naturaleza y cuidado de la misma, unquehacer como ese trabajo concreto que Sebastián y elMaestro de Ronda (ganadero en ese día) realizaban encomún en la dehesa. La dehesa... marco natural destinado ala cría de animales llamados a ser ocasión de que el hombreponga a prueba su entereza (la andreia de los griegos que vol-

— 59 —

veré a mencionar dentro de un rato), ocasión de que el hom-

bre responda a un reto esencial consigo mismo. Y tratándose

de un envite radical, no hay espacio para la vacuidad, por eso

allí la palabra del hombre se hace necesariamente plena. Y

completaré ahora la frase de Hegel con la que daba título a

este apartado: “En el amor del hombre por la naturaleza...

hay como una inmanencia de lo infinito en lo fínito”.

Volviendo al novillo al que nos acercamos en la dehesa.

Supe después por el Maestro que había mostrado en el ruedo

una gran casta y proporcionado el triunfo de su matador,

aunque no llegó a ser indultado. De haberlo sido, muy pro-

bablemente Sebastián hubiera seguido acercándose a él sin

temor, manifestándole esa afección que, como decía, todo

ser humano bien nacido tiene por los animales que contribu-

yen al perdurar de nuestra especie, una especie animal mar-

cada por relaciones simbólicas, una especie para la cual la

mera subsistencia no puede constituir nunca un fin en sí. La

inclinación natural a subsistir no es en el caso del hombre

razón última de su comportamiento precisamente porque el

hombre es, no ya un ser de razón, sino el ser de razón, el ser

que además de sentirse vivo en su cuerpo se siente vivo en

sus símbolos y perdura mientras estos no desaparezcan.

— 60 —

MUERTE Y RESURRECCIÓN

Lord Garel-Jones señalaba que los que habíamos tenido lasuerte de ver a Antonio Ordóñez en uno de sus sobrios des-plantes sabemos (o al menos carecemos de coartada para nosaber, añado por mi cuenta), que lo esencial de la vida esafrontar con dignidad la muerte y hacerlo sin perderle la cara.Por mi parte no podía dejar de ser particularmente receptivoal hecho de que, además de evocar a Antonio Ordóñez, LordGarel-Jones apoyara su tesis en este tremendo párrafo deLudwig Wittgenstein: Ahora tengo la oportunidad de ser unapersona decente, pues estoy cara a cara con la muerte. Es sólola muerte lo que da a la vida su significado. El miedo en la carade la muerte es el síntoma más claro de una falsa vida, es decirde una mala vida.

Pido excusas por osar introducir un matiz en las palabrasdel gran filósofo: lo que es síntoma de una mala y falsa vida,no es tanto el miedo a la muerte como la ausencia de ente-reza que supone el que ese miedo determine el comporta-miento. Uno de los toreros que durante años se halló identi-ficado a este domingo de resurrección lo decía con sabiaguasa: ”El miedo... es libre”. Libre el miedo, y libre tambiénel hombre que responde plenamente a su condición, queresponde a la andreia u hombría, que yo prefiero traducir porentereza, a fin de poner de relieve que es deber de todo ser

— 61 —

de razón, sea éste hombre o mujer, el mantener esa andreia,definida por Aristóteles precisamente como la virtud consis-tente en no perder la compostura cuando surge el inevitabletemblor ante la muerte.

No es sin embargo la metáfora de la muerte y ni siquierala de la promesa de vencerla, que la tauromaquia representatan paradigmáticamente, lo que quiero poner de relieve eneste día vocacionalmente luminoso. Pues asociada a la ideade la muerte se halla también la idea de la resurrección y elloen el interior o en el exterior de la simbología cristiana, de locual es indicio la composición musical de Richard Strauss queasocia estas dos palabras.

Por circunstancias nunca de verdad aleatorias, la espiri-tualidad universal se diversifica en las diferentes culturas,siendo una de sus manifestaciones la rememoración, estedomingo, de un episodio mayor en la secuencia cimentado-ra del cristianismo. Con tal motivo, somos hoy en Sevilla con-vocados a una fiesta que, seguro, se da en toda civilizaciónbajo una u otra modalidad, pero que entre nosotros tomaforma de una sobria confrontación entre un hombre y un ani-mal. Así, en esa fiesta que nos espera esta tarde, celebrare-mos también, con nuestro propio rito y reconociéndonos enla figura siempre frágil del torero, el hecho de que subsistir noes para el hombre la razón de ser, celebraremos que ser

— 62 —

— 63 —

humano es no querer vivir a cualquier precio y que precisa-mente por ello, la finitud, que marca el destino de todo servivo, cuando se trata de los hombres, no lo dice todo; cele-braremos la emergencia de luz tras un momento de sombra;celebraremos en suma que la lápida no clausura definitiva-mente el sepulcro, cuando el que allí reposa es un ser depalabra:

Pues todo ha de retornar, como está escrito en las bóvedasde San Marco y como lo proclaman, bebiendo en las urnas demármol y de jaspe de los capiteles bizantinos, las aves que sig-nifican a la vez la muerte y la resurrección. (Proust M. A larecherche du temps perdu, tome III. Bibliothèque de laPléiade, Paris, 1988, p.871).

XXxI

ANNONCE TAURINE

SévillE 2013

REAL MAESTRANZA DE C ABALLERíA DE SEVILL A

— 67 —

La Mairie de Séville et la Real Maestranza de Caballeriaorganisent tous les ans l´Annonce taurine. Celle-ci ci sedéroule chaque matin du dimanche de Pâques dans le

Théâtre Lope de Vega de Séville.

Cette année, pour sa trente et unième édition, l´Annoncefut prononcée le 31 mars par le philosophe et professeur del’Université autonome de Barcelone, Monsieur Víctor GómezPin, lui-même présenté par Madame la Défenseur du Peupleet précédemment Maire de Séville, Madame SoledadBecerril Bustamante qui a défini l’intervenant comme "l’undes penseurs les plus importants de l’Espagne actuelle".

Le professeur Gómez Pin nous a offert un discours pro-fond, composé d’arguments philosophiques solides pour ladéfense de la fête taurine. Il sera bon de lire posément cetexcellent texte qui rompt avec les stéréotypes.

— 68 —

Cette publication inclut également le discours prononcépar Monsieur Gregorio Serrano López, adjoint au maire deSéville délégué à l’Emploi, à l’Économie, aux Festivités et auTourisme; l’affiche de la saison taurine de 2013, un superbeportrait du torero Juan Belmonte, œuvre de Hernán Cortés;ainsi que l’affiche annonçant la présente Annonce taurine,basée sur une photographie de José Manuel Navia.

L’accompagnement musical de l´Annonce a été confié,comme de coutume, à l’Orchestre Symphonique Municipaldirigé par Francisco Javier Guttiérrez Juan. L’orchestre a inter-prété avec brio les paso-doble Pepita Creus et Soupirsd’Espagne.

Vous souhaitant une agréable lecture,

Le Marquis de Puebla de CazallaAdjoint à Sa Majesté le Roi d’Espagne, Grand Maître de la

Real Maestranza de Caballería de Séville

Présentationde l´Annonce taurine par

m. Gregorio serrano lópezAdjoint au Maire de Séville

délégué à l’Emploi, à l’Économie,

aux Festivités et au Tourisme

— 71 —

Son Excellence le Maire de Séville Son Excellence Adjoint à Sa Majesté le Roi d’EspagneGrand Maître de la Real Maestranza de Caballería de Séville Autorités civiles et militaires Mme la Présentatrice de l’Annonciateur, chère Soledad. M. l’Annonciateur Mesdames et Messieurs,

Permettez-moi tout d’abord un humble quite –unmodeste avant-propos– afin de vous saluer une annéede plus au nom de la très noble, très loyale, très héroï-

que, invaincue, mariale, torera et maestrante ville de Séville.

Séville s’immerge à présent dans ses jours indescriptibles.

La splendeur de la Semaine Sainte dans les quartiers de laville laisse place à la célébration de la Résurrection, qui,comme chaque année, culmine dans les arènes du rêve àtravers le rite de la corrida.

Si la tauromachie est un art dans le sens le plus noble duterme, sa pratique à Séville l’est plus encore puisqu’ici selivrent entièrement, dans le meilleur cadre possible, les arè-nes de la Real Maestranza, les meilleurs toreros et les mei-

lleurs élevages, afin que les aficionados –les amateurs decorrida– les plus connaisseurs au monde puissent savourerpleinement le combat qui leur est donné à voir.

Et comme quintessence de tout ceci, l’émotion indescrip-tible qui naît du beau toreo –cet art qu’est toréer– et de l’a-nimal brave.

La corrida est un fait propre à l’Espagne qui atteint àSéville sa représentation paroxysmique.

Il est possible qu’il n’y ait pas de plus beau cadre que lesarènes de Séville pour son expression.

Et voici venu à présent ce jour magique de la grande pre-mière.

Ce dimanche de Pâques ressemble pour les aficionados àun dimanche des Rameaux.

C’est un jour de rêves, d’espérances, d’attentes et de pre-mières. Tout est comme toujours et tout paraît pourtant nou-veau.

Cet après-midi, pour la première fois de l’année, il y acorrida dans les arènes de la Real Maestranza: l’affiche est

— 72 —

magnifique et l’agitation règne aux coins des rues où il semurmure qu’aujourd’hui on verra peut-être ce qui n’a enco-re jamais été vu, que tout est prêt pour une journée inou-bliable.

C’est un prologue à une nouvelle feria d’avril, la plusimportante de l’univers taurin, celle où tous ceux qui s’habi-llent de lumière se doivent de toréer puisque c’est celle quiles couvre de prestige.

Comme de coutume désormais, nous voilà réunis dans cethéâtre sévillan, le Lope de Vega, pour écouter ce discoursqui nous annonce que la fête taurine arrive dans la cité, qu’a-vril a commencé, que Séville vibre avec ses traditions et avecla principale d’entre elles, la corrida.

C’est le jour de l’Annonce taurine, le signal que tout est surle point de commencer.

Il est nécessaire de rappeler que le secteur taurin ne vitpas des jours faciles. En raison de la dynamique actuelle, lemilieu traverse des moments d’incertitude.

Des détracteurs apparaissent de tous côtés, dotés degrands moyens pour diffuser leur message critique.

— 73 —

À ceci s’ajoute une situation économique difficile etactuellement, pour tout dire, une certaine atonie dans l’orga-nisation des corridas.

Le meilleur discours en faveur de la tauromachie est lapropre grandeur de la fête. Les beaux spectacles qui s’ap-puient sur de bons taureaux et de magnifiques toreros cons-tituent la meilleure réponse à ceux qui essaient d’empêcherla célébration des corridas. C’est ce vers quoi nous devonstendre, nous tous qui aimons notre chère tradition.

Face à l’abattement dû à la crise, la monotonie, les corri-das sans intérêt, le monde taurin doit s’efforcer de célébrerde grandes festivités.

Nous, taurins, ne pouvons pas laisser la facilité l’emporter.Nous sommes tous ici appelés à porter notre pierre à l’édifi-ce, et ce pour la plus grande splendeur de la fête taurine.C’est précisément pour ceci que la Mairie de Séville, à laque-lle je suis fier d’appartenir, ne ménagera pas ses efforts pourprotéger et promouvoir la corrida.

Cela fait déjà plusieurs années que la tauromachie a étéélevée aux titres de Fête principale de Séville et de Bienimmatériel d’Intérêt culturel.

— 74 —

Plus encore, je vous annonce que la Mairie de Séville créeaujourd’hui un prix spécial, qui sera remis tous les ans par leMaire de Séville, destiné à honorer la carrière de profession-nels liés à la fête taurine de notre ville.

À présent, à partir d’aujourd’hui, et durant toute la Feria,les arènes seront le théâtre des actes de ces héros que sontles toreros. S’annoncent d’ores et déjà des gestes d’indubita-ble transcendance.

Dans chacune des corridas affichées pourra surgir l’irré-pressible émotion qui devrait toujours présider à ce mervei-lleux rite durant lequel un homme, doté d’un courage et d’unart que seuls peu de privilégiés possèdent, combat un animalbrave.

Ce sera alors la création de la beauté surgie de la lutteentre la charge du taureau et la domination de l’homme. Toutceci commence aujourd’hui, sur le sable de cette arène, etcontinuera durant la Feria.

Séville en avril est lumière, couleur, joie, foule et taureaux.La fête du printemps sévillan n’aurait pas de sens sans les

festivités taurines. Celles-ci participent de l’essence deSéville, sont inhérentes à la célébration de sa Feria.

— 75 —

C’est pour moi l’occasion spéciale de rappeler que Sévilleest torera, taurine dans l’âme.

À chaque moment du jour, dans sa façon particulière des’exprimer, de se mouvoir et de se manifester, à chaque pas,la ville reflète cette âme: c’est à la Alameda la sculpture deChicuelo; à Triana, Belmonte qui s’élève; le long de laPromenade de Colón, Manolo Vázquez, Pepe Luis et CurroRomero... Et ainsi dans toutes les rues et dans chaque quar-tier se trouvent un souvenir ou un thème taurin, puisque jus-que dans les commerces, les établissements hôteliers, les barset les tavernes de la ville, le taureau est présent.

C’est vrai, Séville est torera.

Et l’Annonce taurine que va prononcer Víctor Gómez Pinle sera également, en tant que passerelle vers ces jours durantlesquels la ville revêt ses plus beaux atours dont l’art de toré-er constitue la pièce centrale.

Dans quelques instants, entre les paso-doble Soupirsd’Espagne et Pepita Creus, nous entendrons la présenta-tion de Madame Soledad Becerril. Jamais le choix de laprésentatrice de l’Annonciateur taurin de Séville n’a étéplus à propos. La Défendeur du peuple espagnol sembleen effet la plus indiquée pour cette tâche dans cette

— 76 —

période où la fête taurine nécessite la défense de tous lesEspagnols.

Juan Belmonte a déclaré un jour que pour bien toréer, ilfallait oublier sa propre vie. C’est certain, tout comme il estessentiel, pour bien toréer ici, dans les arènes de laMaestranza, de ne pas oublier qu’on est Séville.

Merci de votre attention.

— 77 —

Présentationde l’Annonciateur par

Mme SOLEDAD BECERRIL bustamante

Son Excellence le Maire de Séville, M. Juan Ignacio Zoido Alvarez Son Excellence le Marquis de Puebla de Cazalla, Adjoint àSa Majesté le Roi d’Espagne, Grand Maître de la RealMaestranza de Caballería de Séville,Son Excellence le général en chef des Forces Terrestres, M.José Ignacio Medina Cebrián,Son Excellence le Conseiller de Justice et de l’Intérieur dela Junte d’Andalousie, M. Emilio de Llera Suárez-Bárcena Son Excellence le Recteur de l’Université de Séville, M.Antonio Ramírez de Arellano Illustre Sous-déléguée du Gouvernement d’Andalousie,Mme. Felisa Panadero Ruz Illustre Adjoint du maire de Séville délégué à l’Emploi, àl’Économie, aux Festivités et au Tourisme, M. GregorioSerrano López Professeur Víctor Gómez Pin Mesdames et Messieurs,

Je n’aurais jamais pensé avoir l’occasion de remonter surcette estrade. Par le passé, j’y ai déjà écouté des discoursou remis des prix, mais pas en tant que présentatrice, et

encore moins d’un annonciateur taurin. On se surprendsoi-même à faire des choses étonnantes, même si je nepense pas que cela restera dans les annales de l’histoire deSéville – telles celles de Justino Matute y Gaviria.

— 81 —

L’honneur d’être ici, je le dois à la Real Maestranza deCaballería de Séville, à son adjoint au Grand Maître (à qui jene demanderai pas la même chose que Rafael El Gallo quiréclama après avoir toréé une corrida de Bienfaisance àSéville qu’on l’inscrive comme membre de la Maestranza),au Maire de ma ville et à ma longue amitié avec le philoso-phe Víctor Gómez Pin.

Cet honneur, cette invitation à monter ici même, meramène à de doux souvenirs, à d’autres plus amers, d’unepériode de ma vie durant laquelle je me suis consacrée avecforce, je ne saurais dire si ce fut avec succès, à cette ville quej’ai choisie comme mienne et qui à son tour m’a choisiecomme Maire. À tout cela, aux personnes précédemmentmentionnées, j’adresse un profond remerciement pour leurgénérosité et pour s’être souvenues de moi pour tenir ce rôle.

C’est un défi très audacieux pour moi de vous présenterl’un des penseurs les plus importants de l’Espagne actuelle,mais il serait encore plus osé que je vous parle de tauroma-chie. Antonio García-Baquero, qui nous a malheureusementquittés, professeur sévillan et présentateur en ces lieux mêmede l’Annonciateur Bartolomé Bennassar, disait que c’est "unesituation pittoresque" où s’inverse l’ordre naturel des choses,puisque c’est le présentateur, muni de son prestige et de sonnom, qui annonce l’orateur.

— 82 —

Il est vrai que ce couple étrange –le philosophe et moi-même qui monte aujourd’hui sur l’estrade– a quelque chosede pittoresque. Certes, j’ai étudié par le passé la philosophie,mais ma vie a été fondamentalement liée à la res publica,éloignée en ce sens de la réflexion philosophique. La philo-sophie requiert rigueur et déduction, des arguments desynthèse et des conclusions cohérentes. La politique exigeimprovisation, décisions immédiates, réponses quotidiennesface à un ennemi tenace, le tout avec parfois du tranchant,voire une part de malice. Aujourd’hui plus que jamais, ellerequiert de beaucoup l’exemplarité publique, et notammentde ceux qui véhiculent des doctrines de tous types, toutcomme elle requiert cet impératif kantien de la volonté:volonté de faire les choses bien et de servir la société.

J’aimerais savoir faire les choses aussi bien que VíctorGómez Pin les a accomplies dans son domaine et j’aimeraisavoir été capable de penser aussi profondément que lui. Sises arguments ne sont pas faciles à suivre, en ce qui concer-ne la tauromachie ou les autres domaines qu’il étudie, ils sontportés par une véritable passion et un verbe si prompt qued’aucuns pourraient penser qu’il a des antécédents généti-ques andalous.

J’ai connu Víctor il y a bien longtemps à Ronda. Il étaitalors l’ami –véritable ami– d’Antonio Ordoñez avec qui il dis-

— 83 —

sertait non seulement de taureaux, mais de bien d’autressujets. Je sais qu’Antonio l’aimait beaucoup, beaucoup, et jesais que Víctor souffrait des vicissitudes du genou d’Antonio.J’ajoute, car c’est un fait unique, que la ville de Ronda l’areconnu comme fils adoptif. Notre amitié remonte à cetteépoque, celle-là même qui me lie également à un autre illus-tre Annonciateur, professeur et penseur sévillan, auteur dethéories et doctrines très intéressantes sur les origines de latauromachie, Pedro Romero de Solís.

La tauromachie, attaquée aujourd’hui depuis diversforums et tribunes, a besoin de défenses intelligentes, toutd’abord, bien évidemment, de la part des toreros, des éle-veurs, des entrepreneurs et des aficionados. Elle a besoind’arguments solides qui affirment la valeur de cette fête aussiancienne qu’unique. Mais il faut de plus savoir la défendredans les forums intellectuels contre des adversaires bien pré-parés. Et c’est exactement ce que sait faire et ce qu’a déjàdémontré le professeur Gómez Pin.

Víctor Gómez Pin a étudié la philosophie à la Sorbonne oùil a obtenu le titre de Docteur d’État avec une thèse portantsur la question de l’ordre aristotélicien, ordre duquel dériventaujourd’hui beaucoup des principes qui régissent les sociétésdémocratiques.

— 84 —

Il est actuellement chercheur à l’université de Paris-Diderot et professeur de l’Université autonome de Barceloneoù il administre les cours Théorie de la connaissance ouPhilosophie et mathématiques et Ontologie. A Paris il colla-bore avec le philosophe Francis Wolff, qui l’a précédé ici entant qu’Annonciateur taurin, à la Société Internationale dePhilosophie et à l’École Normale Supérieure. Il est égalementdirecteur du Congrès International d’Ontologie qui réunit degrands scientifiques (dont deux prix Nobel) sous le parraina-ge de l’UNESCO.

Parmi ses publications, il est important de mentionner“Philosophie. Interrogations qui nous concernent tous”,“L’héritage d’Aristote et la science contemporaine” et“L’homme, un animal singulier”. Sa vocation universitaire l’aconduit à fonder la Faculté de philosophie du Pays Basque,d’où provient son amitié avec un autre penseur et égalementannonciateur taurin, Fernando Savater, dont beaucoup d’en-tre nous apprécient le savoir et l’action courageuse en tantque voix levée contre la terreur et la douleur causées par leterrorisme.

La philosophie a toujours entretenu des liens avec la musi-que. De là vient la relation de Víctor Gómez Pin avec la musi-que et l’opéra. C’est à lui que les cours de l’UniversitéInternationale Menéndez Pedayo, à Séville, doivent la pré-

— 85 —

sence de Ruggero Raimondi, du Maestro Zeda, d’AlfredoKraus, de Carreras, de Victoria de los Angeles et de bien d’au-tres encore. Ainsi à Ronda, ville dans laquelle il retourne etretourne toujours, il dirige depuis des années un séminaireannuel portant sur la musique et la philosophie, en coopéra-tion avec le compositeur Tomás Marco.

Son œuvre, nous venons de le voir, est très vaste, et sescours ont été donnés dans plus de la moitié du monde puis-que Víctor est un philosophe péripatétique, un philosopheambulant, itinérant, comme l’étaient ceux de l’Écoled’Aristote –même si les distances qu’il parcourt sont plusétendues que celles que l’on parcourait jadis à Athènes.

Ce qui le porte ici, je le crois, c’est l’intelligence de sadéfense de la fête taurine. Son intervention en défense decelle-ci au Parlement catalan fut brillante et nous en enten-drons aujourd’hui une partie des arguments.

Dans son essai “L’école la plus sobre de la vie : la tauromachiecomme exigence éthique”, il compare le travail du toreo –l’art detoréer– au défi auquel font face les grands écrivains. Il affirmeque, certains jours fastes, toréer répond à ce que Marcel Proustconsidérait comme la condition sine qua non de la création litté-raire: pour l’écrivain, l’art doit être "l’authentiquement réel, l’éco-le la plus sobre de la vie et le véritable jugement final".

— 86 —

Sa passion pour la corrida est directement proportionnelleà l’intensité de son expression, à la multiplicité de ses argu-ments, à la rapidité de ses raisonnements, à l’audace et laprécision de ses conclusions. Il est difficile de trouver desangles d’où remettre en cause ses discours ou réfuter sesarguments.

Cependant, nous savons qu’il ne suffit pas de nos joursd’être un orateur exceptionnel, un penseur brillant, pour sus-citer l’adhésion de tous dans une société qui réclame desmessages brefs, des "pour" ou des "contre", une communica-tion immédiate, sans nuance ni doute. Il est plus facile detriompher, d’écraser, avec des arguments simplistes, des affir-mations définitives qui ne laissent pas de place aux excep-tions, qui discréditent une position ou une théorie, plutôt quede débattre les raisons ou les non-raisons de toute une argu-mentation.

Le public d’aujourd’hui, dans ce théâtre Lope de Vega, estun public convaincu autant que connaisseur. C’est pour cetteraison qu’il est exigeant, et je pense qu’il espère apporter dela lumière à la défense d’une fête qui éveille parfois les soup-çons, les doutes ou même le rejet.

Víctor, annonciateur, mon ami, ce que tu dois faire aujour-d’hui n’est pas simple car les critiques et les aficionados atten-

— 87 —

dent certainement de l’intervenant de cette année les argu-ments d’un bon maître de philosophie: logique, déduction,certitudes, réflexion. Je suis certaine qu’ils seront satisfaits etqu’ils sauront apprécier cet amour du savoir qui est tien etauquel nous aspirons tous.

Merci beaucoup.

— 88 —

víctor gómez pin

XXxIAnnonce taurine

SÉVILLe, 2013

Théâtre Lope de Vega31 mars 2013

Résurrection

"Car tout doit revenir, comme il est écrit aux voûtes de SaintMarc, et comme le proclament, buvant aux urnes de mar-bre et de jaspe des chapiteaux byzantins, les oiseaux quisignifient à la fois la mort et la résurrection" (Proust M., Àla recherche du temps perdu, tome III, Bibliothèque de laPléiade, Paris, 1988, p. 871)

FACE À L’ANATHÈME

Lors de son discours en 2012, Lord Garel-Jones, l’orateurbritannique auquel j’ai l’honneur de succéder aujourd’hui, alu un admirable passage du philosophe autrichien LudwigWittgenstein, que je citerai en temps venu. Cela m’a encou-ragé à commencer moi-même aujourd’hui avec ces motsd’un autre grand esprit, l’écrivain français Marcel Proust,mots que je reprendrai à la fin de cette conférence.

Permettez moi à présent de vous exposer un aspect demon histoire personnelle qui pourra permettre de mieuxcomprendre la raison de ma présence ici, autrement dit, cequi me porte à honorer cet engagement et à prononcer cediscours.

Mon travail de professeur de philosophie m’a conduit àréfléchir sur les espèces animales, sur les traits qui permettentde les distinguer les unes des autres, et plus particulièrement

— 93 —

sur la distance abyssale qui, fruit de l’évolution, sépare cetteespèce animale à laquelle nous appartenons de toutes lesautres. Ce faisant, j’ai rencontré un point de vue philosophi-que radicalement contraire, qui, pour diverses raisons, a trou-vé dans la tauromachie une incarnation de ce qu’elle rejette,au point de convertir le sujet en cible principale d’une sortede croisade et d’exiger tout autant son éradication des cou-tumes que son abolition légale.

En tant que taurin, l’affrontement était pour moi inévita-ble dans une confrontation philosophique doublée d’uneconfrontation concernant la signification et la légitimité de lafête taurine. Ces diatribes ont parfois été menées séparémentet parfois de manière conjointe, sans savoir même quelque-fois laquelle servait d’alibi à l’autre. La partie adverse s’estexprimée par diverses voix, devant de nombreuses assistan-ces et un public plus ou moins prédisposé à protester dès queje manifestais l’intention de répondre aux invectives. LeParlement de Catalogne fut sans doute l’un des lieux lesmoins réceptifs lorsque j’y ai exposé mes arguments contre laprohibition, avec l’absence de succès que vous connaissez.Malgré ce cuisant revers, les responsables de l’organisation del’événement d’aujourd’hui, si symbolique pour nous tous quiaimons la tauromachie, ont jugé bon que je vous adresse cemessage. Ceci constitue réellement une seconde chance et jeleur en suis profondément reconnaissant. Mais je ne vous fati-

— 94 —

guerai pas avec davantage de préliminaires et j’aborderaidirectement la question.

Nous savons que l’interdiction de la corrida au Parlementde Catalogne fut déterminée par des raisons, dirons-nous,politiques (de fait tout ce qui se discute entre êtres humainsest, d’une manière ou d’une autre, "politique"), plus ou moinsmasquées par les raisons officielles avancées. Cependant, iln’est pas utile de faire des procès d’intention ni de se deman-der ce que chacun pensait dans son for intérieur. Il y eut pro-position, débat, vote, et certains ont perdu, voilà tout. Ce quicompte aujourd’hui, ce ne sont pas les éventuelles intentionscachées de ceux qui ont voté l’abolition au Parlement deCatalogne, mais les arguments ouvertement avancés, puisquece sont les mêmes qui sont utilisés aujourd’hui dans d’autreslieux où la tauromachie est menacée, de Quito au Midi de laFrance ou encore à Bogota. Il ne serait pas rationnel de con-centrer nos forces contre un front hypothétique quand il exis-te un front majeur et clairement affiché qui avance au pas decharge.

En effet, ceux qui demandent la fermeture des arènes deSantamaria de la capitale colombienne ou les manifestantsqui perturbent bruyamment depuis deux ans le déroulementdes spectacles à l’extérieur des arènes de Nîmes (en s’atta-quant sans vergogne à la sculpture du regretté Nimeño II) n’a-

— 95 —

vancent, avec plus ou moins de talent dialectique, qu’un seulargument: la corrida doit être interdite car elle constitue unspectacle durant lequel les animaux font l’objet de mauvaistraitements, cruels, devant des spectateurs qui se complaisenten cela. L’argument est repris dans les différents forums poli-tiques, juridiques, académiques et culturels, depuis leParlement européen jusqu’au Conseil d’État français en pas-sant par la Sorbonne et par les organisations de défense envi-ronnementales. Il y a évidemment des réponses à cela.

Les arguments qui légitiment la corrida, du point de vuenon seulement esthétique, mais encore éthique, ont étédéfendus par des personnalités de grande stature intellectue-lle, parmi lesquelles, avec une magistrale rigueur démonstra-tive, mon ami et collègue en travaux philosophiques, le pro-fesseur des universités parisiennes Francis Wolff.Malheureusement, ces arguments n’ont en général reçu quepeu d’attention de la part des détracteurs qui semblent par-fois plus intéressés par la défense de dogmes que par lesdébats d’idées. Un grand écrivain espagnol très admiré m’atrès vertement critiqué il y a moins d’un an pour avoir expri-mé dans le journal El País (au moment de la polémique cata-lane) une opinion contraire à l’abolition. Parfois le rejet vajusqu’à l’insulte, l’anathémisation dans certains domainesprofessionnels, même sans lien avec le sujet, et à l’occasionjusqu’à suggérer qu’il serait bon de s’amender afin d’être

— 96 —

mieux considéré par ceux qui se complaisent à se sentir du"bon côté", dignes citoyens d’une Europe considérée commeirréprochable et travailleuse. Dans ces circonstances, la para-bole du pharisien continue d’être d’une grande actualité : "ÔDieu, je te rends grâces de ce que je ne suis pas comme cetautre".

***

Nous ne devons cependant pas en rester à la caricature.Certains de nos adversaires arrivent à accepter que le specta-teur de corrida ne se complaît effectivement pas dans la souf-france de l’animal, pas plus que ne s’y complaît celui qui jettevivante dans l’eau bouillante la langoustine qui accompagne-ra la coupe de vin pétillant ou de manzanilla durant le rituelde l’apéritif. Ils arrivent à accepter l’idée que la souffrancepuisse constituer, d’une certaine façon, le prix à payer pourun rituel au riche contenu symbolique. Le problème tient jus-tement dans ce que ces interlocuteurs ouverts d’esprit voientsincèrement dans la corrida un rituel anachronique, incom-patible avec la croissante prise de conscience écologiquedont le ciment reposerait sur une conscience aiguisée denotre appartenance à l’animalité et sur la nécessité d’étendrela considération dont l’être humain est digne aux autres espè-ces animales. Comme je vous l’annonçais, il s’agit ici d’unproblème aux contours philosophiques que je n’aborderai

— 97 —

pas en termes négatifs, en réfutant les anathèmes des contra-dicteurs, mais en termes positifs, c’est-à-dire en proposantune haute conception éthique et symbolique du genrehumain et en montrant que la disposition morale subjective,consciente et inconsciente, qui anime les aficionados répondà cette conception. En somme, je profite de l’opportunité quim’est donnée aujourd’hui pour m’adresser à ceux qui sont lesadversaires sensés de la tauromachie, en défendant la thèsequi suit.

À la question philosophique qui interroge la relation entrel’animal qu’est l’être humain et les autres animaux phylogé-nétiquement proches, nous, taurins, répondons spontané-ment, sans qu’il soit nécessaire de réfléchir explicitement, parune prise de position solide, sensée et appréhendable partoute personne raisonnable, que l’animalité doit être pleine-ment reconnue dans le rôle essentiel qu’elle joue dans la viedes hommes.

En conséquence de quoi, loin de nous constituer enadversaires des positions écologiques cohérentes, nous tau-rins, sommes radicalement écologistes. Je dirai même plus:nous sommes l’exemple d’une conception de l’ordre naturelet des espèces animales qui rejette instinctivement toute per-turbation arbitraire de cet ordre. En somme, nous sommesévidemment écologistes, et c’est en cela que vouloir nous

— 98 —

abolir au nom de l’écologie n’est pas seulement profondé-ment injuste, mais devient un non-sens.

LA NATURE CONCRÈTE QUE L’HOMME PROTÈGE

Permettez-moi d’évoquer un épisode biblique de l’AncienTestament. Afin de sauvegarder les espèces animales face à lacatastrophe annoncée, Noé en fait entrer dans son arche desreprésentants qui, après le déluge, vont retrouver le milieunaturel. Cela veut-il dire que ces animaux retournent exacte-ment à l’état qui était le leur avant d’entrer dans l’arche ? Évi-demment non, ou du moins pas dans tous les cas. Pour lesanimaux jusqu’alors non soumis à l’homme, l’entrée dansl’arche, la vie en commun avec Noé et sa famille, supposentdéjà un principe de domestication. L’arche n’est pas la natu-re, mais un fruit de la technè –terme grec qui concilie ce quenous appelons technique et art– que, dans un tel contexte, lanature n’aurait jamais produit spontanément. C’est l’hommeen effet qui procure de la nourriture à ces animaux et quipeut-être même intercède afin que ne règnent pas la rivalitéet le combat pour la survie entre les espèces.

Cela ne signifie pas que les facultés naturelles de ces ani-maux soient réduites, mais simplement qu’elles sont subor-données et canalisées en vue du maintien de l’ordre humainqui doit présider dans l’arche. Noé utilise la corneille pour

— 99 —

savoir si les eaux sont descendues (le retour de l’oiseau deuxfois consécutives est le signe qu’il n’a pas trouvé d’endroit oùse poser) puis fait de même avec le pigeon. Bien évidem-ment, si le pigeon et la corneille avaient perdu la capacité devoler dans l’arche, ils n’auraient pas été utiles à l’objectif deNoé.

Nous avons ici une métaphore du délicat équilibre quel’homme se doit de maintenir dans ses relations avec lesespèces animales. Un équilibre que connaissent bien les éle-veurs de taureaux de combat auxquels je me réfèrerai plusavant.

Aimer de manière concrète la nature ne signifie en aucuncas qu’on désire la laisser dans un état intact ou sauvage. Enpremier lieu parce que ceci équivaudrait à aimer une chimè-re. La nature n’est en effet jamais entièrement intacte pournous. Pour appuyer cette affirmation, il n’est même pasnécessaire de se référer à ce qui est devenu aujourd’hui dansla culture générale quasiment un cliché quantique (relatif àl’inévitable perturbation qu’induit déjà en soi la seule utilisa-tion par l’homme d’instruments pour l’observation, ne serait-ce que ses yeux). Il suffit de prendre en considération le faitqu’il subsiste de moins en moins d’aspects de notre environ-nement qui ne soient pas médiatisés d’une façon ou d’uneautre par les capacités techniques de l’être humain.

— 100 —

Prenez par exemple le concept de parc naturel. Il s’agit dustrict produit d’un choix qui préserve "artificiellement" unespace délimité et le protège des influences de son environ-nement. D’une certaine façon, il serait possible de dire qu’iln’y a rien de moins "naturel", tout du moins si nous nous entenons à l’étymologie du mot grec, physis, traduit par "natu-re", qui réfère à l’adaptation ou au déploiement, parfois dansdes conditions adverses, d’une potentialité intrinsèque, cequi n’a bien évidemment pas grand chose à voir avec unesituation "protégée" de l’extérieur. Il serait possible de direqu’en tant que protégée, la nature a cessé d’être telle, ce quine signifie pas par ailleurs que la cause de l’homme ne passepas par une intervention sur la nature, intervention en vue dela sauver de la propre action de l’homme plus encore que descontingences de la nature même. De fait, ce qui compte pourla cause de l’homme n’est pas tant une nature "intacte" qu’u-ne nature "bonne", c’est-à-dire susceptible de permettre ledéveloppement de nos facultés génériques, en tant qu’ani-maux que nous sommes, et de nos facultés spécifiques, entant qu’êtres rationnels et dotés de parole.

Tout être humain qui aime sa propre espèce se doit d’a-dopter une disposition favorable envers la nature et les espè-ces animales qui l’habitent et la constituent. Il s’agit là d’unpoint qu’il convient bien entendu de nuancer.

— 101 —

La base de toute éthique digne de ce nom est que toutêtre humain est "égal" en dignité avec tout autre être humain,raison pour laquelle un être humain ne doit être ni instru-mentalisé, ni réduit à devenir "utile" pour l’obtention d’autresfins. C’est dans cet impératif de non instrumentalisation queréside l’essence du "respect" que chaque être humain méritedu fait de sa seule condition, sans que cela empêche que lecomportement effectif de chacun puisse être sujet à réproba-tion, en raison précisément du fait que ses actions sont fon-damentalement mesurables puisque, être de raison, il a lacapacité de distinguer le bien du mal. En cela, étendre cetteexigence d’être traités comme fin et non comme instrumentaux individus de toutes les espèces qui, dépourvues de rai-son, ne peuvent pas garantir une réciprocité, constitue sim-plement une erreur philosophique.

Ériger une telle extension en critère afin de déterminer ledegré de moralité de notre comportement envers les animaux, enraison d’un prétendu idéal écologique, est un dangereux coro-llaire de cette erreur. L’étape logique immédiatement consécutiveserait d’aspirer à légiférer en conséquence, transformant ainsicette conviction erronée en menace pour la liberté d’êtres parfai-tement rationnels, comme le sont les aficionados. Nous en som-mes là. La limpidité de cet exemple montre que les diatribes dudomaine de la philosophie ne sont jamais inutiles, que la philo-sophie reste une discipline de l’esprit qui nous concerne tous.

— 102 —

Une aspiration morale qui substituerait l’impératif den’instrumentaliser dans aucun cas la vie humaine par l’impé-ratif de n’instrumentaliser en aucun cas la vie animale, auraitpour conséquence la disparition de l’unique espèce suscepti-ble de l’appliquer, puisque la vie en elle-même est consom-mation d’autres vies, jusqu’à la respiration qui suppose lesacrifice de formes élémentaires de vie...

Dans notre comportement envers les animaux, l’éthiquene consiste pas à les traiter comme des homologues, à égali-té avec l’espèce humaine, les érigeant paradoxalement ensujets de droits sans devoirs. Dans notre comportementenvers les animaux, l’éthique passe plutôt par un inventairede la fonction des espèces et une pondération de la condi-tion dont chacune d’entre elles doit être bénéficiaire pour labonne marche de l’ordre naturel, lui aussi nécessaire à unesaine organisation de l’espèce humaine dans le cycle desgénérations.

Ainsi, alors que tout être né humain a droit à la subsistan-ce, certains individus des autres espèces seront sacrifiés etd’autres sélectionnés, sans que cela signifie violenter l’ordrenaturel des choses. Parmi les animaux sélectionnés, certainsseront objets d’affection, aimer un animal ne voulant pas direpar principe qu’on le traite à l’égal d’un homme, mais avanttout qu’on le reconnaît dans ses spécificités. Il s’agit ici par

— 103 —

exemple de l’affection du paysan pour le gardien de sa mai-son, pour son cheval ou sa vache, affection qu’il ne confon-dra jamais par ailleurs avec l’affection pénétrée de respect etd’exigence de réciprocité dont sera digne un enfant de samaison.

En réalité (et j’énonce ici un doute philosophique), il n’estpas possible d’exclure que le moteur inconscient qui animecertains de ceux qui assimilent l’espèce humaine avec d’au-tres espèces phylogénétiquement proches ne soit pas un nihi-lisme radical, un rejet de notre propre condition plus qu’unamour de la nature animale dans sa diversité. Il est à ce titreévidemment significatif que généralement les animaux quiont presque été érigés comme nos égaux, les animaux pourlesquels cette extension du devoir de ne pas instrumentaliserest devenue effective, soient des animaux dépourvus defonction et quasiment dépourvus des caractéristiques de leurespèce. Permettez-moi d’illustrer ici ce cas extrême par uneglose concernant l’histoire des liens entre les hommes et lesanimaux, plus exactement entre les hommes et les loups.

DOMESTIQUER NE SIGNIFIE PAS DIMINUER

Les éthologues ont montré que les loups sont, tout commenous, des chasseurs sociaux qui tendent à hiérarchiser leursrelations entre eux. Il est important de signaler que les senti-

— 104 —

ments de responsabilité et de solidarité pèsent lourdementdans la société hiérarchisée des loups (ce qui invalide la cro-yance populaire selon laquelle la méchanceté du loup rési-derait dans le fait qu’il serait l’animal qui, précisément, man-gerait de la viande de loup).

Le jour où l’homme décida, non plus de détruire sonennemi mais de le vaincre afin de le soumettre à sa volonté,de canaliser son énergie et au final de le "réduire", fut essen-tiel. Cependant de même que le verbe "domestiquer" estéquivoque, le mot "réduire" l’est tout autant. En certainesoccasions il désigne l’élimination de propriétés superflues, detelle façon que ce qui est réduit gagne en intensité, commela condensation d’une substance en ses composantes essen-tielles. D’autres fois cependant la réduction suppose uneminoration des traits principaux car distinctifs. Dans le casdes animaux, et concrètement des animaux pour lesquelsl’homme est intervenu dans l’évolution biologique, la distinc-tion entre les deux types de réduction est très claire.

Craintif devant la force du loup, l’homme finit pourtantpar admirer cette même force en même temps qu’il voit lebénéfice qu’il peut en tirer. Ce que l’homme admire alorschez le loup, c’est évidemment sa potentialité "spécifique",non pas son appartenance générique à l’animalité. Il admirece qui est susceptible d’être canalisé dans sa propre lutte

— 105 —

d’homme contre les autres forces de la nature: son odorat pro-

digieux, tout comme son ouïe, qui lui permettent de percevoir

avec une grande acuité la présence d’une proie ou d’un dan-

ger, sa force et sa dextérité dans l’affrontement, sa dentition

incisive et redoutable. Cette admiration est certainement la rai-

son subjective qui pousse alors l’homme à tenter l’impression-

nante domestication de canis-lupus. Si le loup n’avait été qu’un

faible prédateur de ses biens, il l’aurait tout simplement détruit,

sans chercher en aucune façon à l’incorporer.

Au cours du processus de domestication, canis-lupus a

perdu certaines de ses caractéristiques, alimentaires par exem-

ple (le chien domestique de nos villes est, à l’image de son maî-

tre, un animal pratiquement omnivore), mais il a conservé l’es-

sentiel, ce qui explique pourquoi il s’est montré si utile et pré-

cieux tout au long de l’histoire des sociétés humaines. Et, bien

évidemment, c’est également grâce à la conservation de cet

essentiel qu’il joue encore un rôle prédominant dans les socié-

tés agraires contemporaines. En effet, pour être le gardien vigi-

lant des terres ou du troupeau, tout comme pour aider à la

chasse, le chien se doit de rester tel, il doit maintenir l’acuité de

ses facultés, il doit correspondre à sa condition spécifique. Ainsi

conçue, la réduction de canis-lupus ne constitue pas une quel-

conque attaque contre une nature saine et humanisée.

— 106 —

***La manière par laquelle les descendants du loup ou d’un

autre animal féroce ont été réduits et se retrouvent confinésdans des espaces d’exposition, si ce n’est, le plus souvent,dans un espace urbain réduit, illustre une autre réalité.Imaginons un instant que l’un de ces chiens de compagnieaméricains, qui reçoivent des cadeaux de Noël et vont chezle coiffeur, soit transporté dans un environnement rural etqu’on lui demande de réaliser l’une des tâches qui échoienthabituellement à ses congénères. Il lui serait évidemment trèsdifficile de s’acclimater: cela revient à dire qu’il est aujour-d’hui un animal déraciné. Déraciné, curieusement, lorsqu’ilrevient là où les potentialités de son espèce devraient sedéployer. "Son espèce"? Il est même difficile d’affirmer sa filia-tion puisqu’il lui manque, ainsi que nous venons de le voir,les attributs qui seraient corollaires au fonctionnement de sesfacultés spécifiques.

Il apparaît alors comme un individu effectivement réduit,c’est-à-dire non minoré des traits superficiels de sa spécifici-té, mais des traits qui sont corollaires de ses attributs essen-tiels. Cependant le plus signifiant n’est pas seulement qu’il nedéploie pas les potentialités de son espèce, mais encore qu’ilprocède parfois d’un individu qui, déjà, ne les déployait plus.Converti en animal de, littéralement, compagnie, il semblemanquer de fonction propre, élevé en substitut asthénique

— 107 —

de la compagnie humaine, en impossible palliatif de cettesolitude contre laquelle seule la complicité dans la parole etle passage de relais de celle-ci dans le cycle des générationsconstitue une médecine adéquate. Animaux, non seulementdomestiqués, mais d’une certaine manière mutilés, qui par-fois partagent la même table que les humains (de telles cho-ses se produisent dans certains foyers des États-Unis) maisqui, de leur espèce, ne conservent que la forme, des dents oudes griffes qui ne serviront jamais pour défendre, ou des pat-tes qui ne courront jamais après une proie. En somme, desanimaux de jeu, préférés aux vrais animaux par les mêmesqui, ignorants de ce qu’est l’univers des cargos, des bateauxde pêche ou des navires de guerre, emploient mal à proposl’expression "port maritime" pour désigner un paysage d’em-barcations de plaisance.

Je ne soulignerai pas ici le fait que l’accession de ces ani-maux de jeu au statut d’êtres non instrumentalisables, l’ex-tension des droits humains à leur égard, s’instaure alors quedes millions d’êtres humains se voient privés de ces mêmesdroits –non pas que ce lieu ne soit pas adéquat pour aborderce sujet, mais simplement parce que ce dernier exigerait untemps dont je ne dispose pas. Je ne passerai pas sous silenceen revanche ce paradoxe: ce sont ceux-là mêmes qui consi-dèrent comme pleinement normale cette réduction de l’ani-malité à l’état de jouet qui donnent des leçons sur la conser-

— 108 —

vation de la nature et nous reprochent de ne pas les avoirapprises avec assez de diligence, nous rejetant, au même titreque la corrida, au nom de l’écologie.

NI SIMPLE VIANDE, NI ANIMAL DE TRAVAIL, NI ANIMALDE COMPAGNIE

Revenons à l’affection du paysan pour l’animal qui garan-tit sa subsistance ou prend soin de ses biens: il est nécessairede préciser ici que l’homme ne vit pas seulement de pain etque l’humanité en chacun de nous implique de prendreconscience que le pain, tout en constituant une base de notresubsistance, n’en est pas l’essentiel. Sans les conditions maté-rielles qui garantissent la subsistance, il n’y aurait certaine-ment pas d’hommes (et c’est pour cette raison que nousdevons prendre soin de la nature); mais l’homme emploieson existence à tendre vers un autre objet. Il investit jusqu’àsa santé dans la quête de cet autre objet, et sa santé sert par-fois de moyen essentiel pour atteindre cet autre objet. Cetobjet est d’ordre spirituel, c’est-à-dire généré par la raison etla parole et défini comme exigence, ou impératif, par cesmêmes raisons et parole. Cet autre objet constitue un défiauquel l’homme sain d’esprit et de corps se confronte tou-jours avec gravité et tempérance. "Dans chacune des lignesde Voyage au bout de la nuit, j’ai laissé ma peau" a déclaréun écrivain français (indigne, soit dit au passage, en raison

— 109 —

d’autres faits que son écriture). Aucune exigence de subsis-tance n’obligeait l’écrivain à cette immersion dans le fond dela nuit. Ce qui l’y a poussé tenait dans un pari radical: celuique ces ténèbres pourraient se transformer en lumière, pré-cisément par le pouvoir rédempteur de son écriture.

Aucune exigence de subsistance n’anime le torero (mêmes’il le croit lui-même parfois). Le moteur de son acte résidedans une radicale confrontation avec lui-même. Et pour per-mettre cette confrontation, il faut un animal. Cet animal n’estpas destiné à alimenter l’homme (même s’il aura égalementcette fin) ni à lui servir d’instrument de subsistance, et enco-re moins à constituer un palliatif à l’absence de compagniehumaine. À quoi est-il donc destiné? Son destin est de per-mettre à l’homme d’accomplir son rôle, celui de montrer enacte que la vie et la subsistance ne sont pas tout, que l’im-portant est d’être reconnu par les autres en tant que pleine-ment et radicalement humain.

C’est pour cette raison que la dehesa –les pâturages dutaureau de combat– est un habitat pleinement humanisé etque la vie des hommes qui gravitent autour de la dehesareprésente quasiment un paradigme de l’amour de l’ordrenaturel: amour pour l’ordre de la nature du fait du respectscrupuleux des hommes. Les bêtes doivent conserver leurforce et leur agressivité, car sinon les affronter n’aurait pas de

— 110 —

sens. Plus précisément, puisque leur fin est le combat, leurpuissance intrinsèque doit être canalisée –et cet objectif estparfois atteint après des années de travail– dans cet espacequ’est la dehesa, dans cette nature d’autant plus admirablequ’elle s’est imprégnée de la présence de l’homme et de satechnique. L’animal (qui répétera peut-être sa charge avectant de force qu’il provoquera la stupeur des spectateurs)cohabite dans ce lieu d’une manière que j’ose nommer har-monieuse non seulement avec la faune locale, qui ne mena-ce pas son espèce, mais aussi avec l’homme, comme cemayoral –chef de l’équipe de travail de l’élevage– qui s’ap-proche confiant (précisément parce qu’il l’est) pour procurerdes soins et de l’attention. De cette atmosphère sereine (quitémoigne de la possibilité réelle pour l’homme, du fait préci-sément de sa singularité d’être de parole, de se prolongerdans une nature qu’il est appelé à protéger de par sa propreessence), je garde un souvenir personnel que je me permet-trai à présent de relater.

"DANS L’AMOUR DE L’HOMME POUR LA NATURE... "

Je me trouvais alors avec le maestro Antonio Ordoñezdans la maison de la finca –domaine rural– appelée LosTinahones (propriété actuelle de l’élevage Dolores Aguirre).Le maestro proposa alors de se promener dans la dehesa dansl’un de ces véhicules qualifiés de "tout-terrain". Nous montâ-

— 111 —

mes à quatre, dont un jeune garçon de onze ans, le plusjeune petit-fils du grand torero dans lequel celui-ci percevaitl’élégance et la disposition naturelle à toréer, même si l’inté-ressé répondait toujours effrontément "toréer ne m’intéressepas du tout". Le véhicule circulait, flanqué du mayoralSebastián qui, à cheval, se déplaçait au milieu des bêtes avecune admirable adresse. Puis, Sebastián s’arrêta devant unjeune taureau de trois ans qui ne se troubla qu’à peine de saprésence. Le véhicule fit de même. Montrant ma surprisedevant la docilité de la bête, le maestro me dit : "Tu peux des-cendre et t’approcher". L’absolue sérénité de son ton fut con-tagieuse et alors que je me disposais à sortir, le jeune garçon(qui deviendra matador malgré ses précédentes dénégations)s’exclama : "Si Víctor y va, moi aussi!". Sebastián qui était des-cendu de cheval et se trouvait tout près du taureau nous dità tous deux : "Vous pourrez aller jusqu’à le toucher, il ne vousfera rien".

J’ai toujours attribué le calme avec lequel le garçonnet etmoi-même nous approchâmes effectivement du jeune ani-mal comme un effet, que nous partagions tous deux, de laparole combinée du mayoral Sebastián et du maestro. Cetteparole ne résonnait pas en nous comme l’expression d’uneopinion subjective (qui aurait pu être erronée) concernantquelque chose d’extérieur à cette parole, mais comme le lienmême entre la disposition d’esprit de l’homme et le compor-

— 112 —

tement de la nature (dans ce cas précis le comportementd’un animal potentiellement dangereux), convertis –hommeet nature– en pôles intrinsèquement liés, de la même maniè-re que ceux d’un métal aimanté, opposés, non confondus,mais indissociables.

Il y eut pour cette raison, tant pour le jeune garçon quepour moi, quelque chose de plus que de la simple confiancemorale en la bonne disposition de ceux qui nous encourage-aient: il y eut "certitude" (certitude apodictique dirait un phi-losophe) qu’effectivement rien ne se produirait si nousposions la main sur l’animal. Quand l’expression et le conte-nu de ce qui se dit constituent les pôles d’une même cordetendue à l’extrême, alors s’aimantent en la personne de celuiqui parle à la fois son extérieur et son intérieur (qu’il s’agissede morale, de connaissance ou de discours). L’auditeuréprouve alors le sentiment d’entendre à nouveau, commeune réminiscence platonicienne, le son dense et véridiquedes paroles de l’enfance.

***

Cette corrélation entre l’expression et le contenu de cequi se dit illustre un impératif de la disposition poétique, etc’est un problème philosophique majeur de déterminer si untel idéal est réalisable et à quelles conditions. Pourtant, si

— 113 —

j’ose aujourd’hui vous conter ceci, c’est parce que, s’il y abien un jour où j’ai éprouvé le sentiment que cet objectifétait atteignable, ce fut en ce jour singulier. En certaines occa-sions, l’expression des hommes est frappée d’une forme denécessité. C’est le cas lorsqu’il s’agit de porter une attentionscrupuleuse à la nature et d’en prendre soin, une tâche à l’i-mage de l’œuvre concrète que Sebastián et le maestro deRonda (en qualité d’éleveur ce jour là) réalisèrent en com-mun au cœur de la dehesa. La dehesa... ce cadre naturel des-tiné à l’élevage d’animaux qui permettent à l’homme de met-tre à l’épreuve sa force morale (la andreia des Grecs surlaquelle je reviendrai dans un moment), occasion pourl’homme de répondre à un défi essentiel face à lui-même.Puisque la mise est radicale, il n’y a pas de place pour l’in-consistance, en cela la parole de l’homme se fait ici néces-sairement pleine. Et j’ajouterai alors la phrase de Hegel qui adonné son nom à ce passage : "Dans l’amour de l’hommepour la nature... il y a comme une immanence de l’infini dansle fini".

Revenons au taurillon dont nous nous approchâmes dansla dehesa; je sus plus tard par le maestro qu’il avait démon-tré une grande caste dans l’arène et permis le triomphe deson matador, même s’il n’avait pas été gracié. S’il l’avait été,Sebastián aurait probablement continué de s’approcher delui sans crainte après son retour dans la dehesa, lui manifes-

— 114 —

tant cette affection que, comme je l’indiquais, tout êtrehumain bien né a pour les animaux qui contribuent à la per-pétuation de notre espèce, cette espèce animale inscrite dansles relations symboliques, une espèce pour laquelle la seulesubsistance ne peut en aucun cas constituer une fin en soi.L’inclinaison naturelle à subsister n’est pas pour l’homme laraison ultime de son comportement, précisément parce quel’homme est, non pas un être de raison, mais l’être de raison,l’être qui en plus de se sentir vivre dans son corps, se sentvivre dans ses symboles et perdure tant que ceux-ci ne dis-paraissent pas.

MORT ET RÉSURRECTION

Lord Garel-Jones soulignait que ceux d’entre nous qui onteu la chance de voir Antonio Ordoñez braver le taureau enface dans l’un de ses sobres desplantes savent (j’ajouteraisqu’ils manqueraient tout du moins d’alibi pour ne pas savoir)que l’essentiel de la vie est d’affronter la mort avec dignité, etde le faire sans perdre la face. J’ai été particulièrement sensi-ble au fait que, en plus d’évoquer Antonio Ordoñez, LordGarel-Jones a appuyé sa thèse sur cette citation impression-nante de Ludwig Wittgenstein: "À présent j’ai l’opportunitéd’être une personne décente puisque je suis face à face avecla mort. C’est la mort, et elle seule, qui donne son sens à lavie. La peur en face de la mort est le symptôme le plus carac-

— 115 —

téristique d’une fausse vie, c’est-à-dire d’une mauvaise vie".Veuillez m’excuser d’oser nuancer les mots du grand phi-

losophe: ce qui représente le symptôme d’une mauvaise etfausse vie n’est pas tant la peur de la mort que l’absence decourage qui induit que cette peur détermine notre compor-tement. Un torero, identifié pendant des années à ceDimanche de Résurrection, le disait avec une sage imperti-nence: "La peur... est libre". Libre la peur et libre égalementl’homme qui répond pleinement à sa condition, qui répondà la andreia ou "hombría" –qualité d’homme véritable– que jepréfère traduire par "force morale" car c’est un devoir de toutêtre de raison, qu’il soit homme ou femme, de maintenircette andreia qu’Aristote définit précisément comme la vertuconsistant à ne pas perdre contenance lorsque surgit l’inévi-table tremblement devant la mort.

Ce n’est cependant pas la métaphore de la mort, ni mêmela promesse de la vaincre, que la tauromachie incarne defaçon tellement paradigmatique, que je souhaite mettre enévidence en ce jour lumineux par essence. En effet, l’idée dela mort s’accompagne de l’idée de la résurrection, aussi bienà l’intérieur qu’en dehors de la symbolique chrétienne.L’œuvre musicale de Richard Strauss, qui associe ces deuxmots, en est indicatrice.

Par un jeu de circonstances, jamais vraiment aléatoires, la

— 116 —

— 117 —

spiritualité universelle se diversifie à travers les différentes cul-tures. Ce Dimanche en constitue l’une des manifestations àtravers la remémoration d’un épisode majeur de la séquencefondatrice du christianisme. C’est pour cette raison que noussommes convoqués aujourd’hui à une fête qui, certainement,se donne dans d’autres civilisations sous une autre forme,mais qui pour nous prend celle d’une confrontation entre unhomme et un animal. Ainsi, durant cette festivité qui nousattend cet après-midi, nous célébrerons nous aussi, avecnotre propre rite et en nous reconnaissant dans la figure tou-jours fragile du torero, le fait que subsister n’est pas pourl’homme sa raison d’être, nous célébrerons le fait qu’êtrehumain "n’est pas vouloir vivre à tout prix" et que précisé-ment pour cela, la fin, qui reste le destin de tout être vivant,ne dit pas tout quand il s’agit des hommes. Nous célébreronsl’émergence de la lumière après un moment d’ombre, nouscélébrerons en somme le fait que la pierre tombale ne fermepas définitivement le sépulcre quand celui qui y gît est unêtre de parole :

"Car tout doit revenir, comme il est écrit aux voûtes de SaintMarc, et comme le proclament, buvant aux urnes de marbreet de jaspe des chapiteaux byzantins, les oiseaux qui signifientà la fois la mort et la résurrection" (III, 871)

Este libro se terminó de imprimir el día 25 de Julio de 2013

festividad de Santiago Apóstol, Patrón de España

LAUS DEO