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DOCUMENTO DE APARECIDA 1.- ELEMENTOS GENERALES PARA COMPRENDER EL “DOCUMENTO DE APARECIDA” P. Julio C. Cumbe Pastoral Misionera 1.1.- APARECIDA: LA NUEVA PROPUESTA PARA LA IGLESIA EN AMERICA LATINA La historia cuenta que en el año 1717, el gobernador de Sao Paulo y Minas Gerais, Don Pedro de Almeida y Portugal, Conde de Assumar, pasó por la villa de Guaratinguetá camino a villa Rica. Por tal motivo, los pobladores del lugar, queriendo agasajar al invitado, solicitaron a tres pescadores, Domingos García, Felipe Pedroso e João Alves, una provisión de peces. Estos hombres se encontraban en el río Paraíba, arrojando sus redes en el agua, cuando de repente al levantar una de ellas, encontraron una figura rota de terracota de la Virgen de la Concepción, de tan solo 36 cm. Primero hallaron el cuerpo y al arrojar otra vez la red lograron ubicar la cabeza. Luego del suceso, la pesca, que hasta ese momento había sido escasa, fue tan abundante, que tuvieron que volver a la costa por el peso que tenían sus pequeñas embarcaciones. Uno de los pescadores llevó la imagen a su casa y le realizó un pequeño altar, unos años después crearon un oratorio, lugar que era visitado por todos los lugareños. El 5 de mayo de 1743, se comenzó a construir un templo, que se inauguró el 26 de julio de 1745, venerando a la Virgen bajo la invocación de “Nuestra Señora Aparecida” . El pueblo de Nuestra Señora de Aparecida se encuentra a unos cuantos kilómetros de Guaratinguetá, villa del estado de Sao Paulo. Se ignora completamente como es que la imagen fue a parar al río, pero si se conoce su autor, un monje de Sao Paulo, llamado Fray

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DOCUMENTO DE APARECIDA

1.- ELEMENTOS GENERALES PARA COMPRENDER EL “DOCUMENTO DE APARECIDA”

P. Julio C. Cumbe

Pastoral Misionera

1.1.- APARECIDA: LA NUEVA PROPUESTA PARA LA IGLESIA EN AMERICA LATINA

La historia cuenta que en el año 1717, el gobernador de Sao Paulo y Minas Gerais, Don Pedro de Almeida y Portugal, Conde de Assumar, pasó por la villa de Guaratinguetá camino a villa Rica. Por tal motivo, los pobladores del lugar, queriendo agasajar al invitado, solicitaron a tres pescadores, Domingos García, Felipe Pedroso e João Alves, una provisión de peces.

Estos hombres se encontraban en el río Paraíba, arrojando sus redes en el agua, cuando de repente al levantar una de ellas, encontraron una figura rota de terracota de la Virgen de la Concepción, de tan solo 36 cm. Primero hallaron el cuerpo y al arrojar otra vez la red lograron ubicar la cabeza. Luego del suceso, la pesca, que hasta ese momento había sido escasa, fue tan abundante, que tuvieron que volver a la costa por el peso que tenían sus pequeñas embarcaciones.

Uno de los pescadores llevó la imagen a su casa y le realizó un pequeño altar, unos años después crearon un oratorio, lugar que era visitado por todos los lugareños. El 5 de mayo de 1743, se comenzó a construir un templo, que se inauguró el 26 de julio de 1745, venerando a la Virgen bajo la invocación de “Nuestra Señora Aparecida”. El pueblo de Nuestra Señora de Aparecida se encuentra a unos cuantos kilómetros de Guaratinguetá, villa del estado de Sao Paulo. Se ignora completamente como es que la imagen fue a parar al río, pero si se conoce su autor, un monje de Sao Paulo, llamado Fray Agostino de Jesús quien la moldeo en el año 1650. La Virgen es de color moreno y esta vestida con un manto grueso bordado, sus manos se ubican en el pecho en posición de oración, fue coronada solemnemente en 1904, por Don José de Camargo Barros, obispo de Sao Paulo. El 16 de julio de 1930, Pío XI la declaró a Nuestra Señora Aparecida patrona de Brasil. El día 4 de julio de 1980, el Papa Juan Pablo II visitó el santuario y le dio el título de Basílica[footnoteRef:1]. [1: Autor: EWTN | Fuente: EWTN.com http:ww.ewtn. ]

1.2.- LA V CONFERENCIA DE APARECIDA - BRASIL

EL AMBIENTE DE APARECIDA

Llevar la Conferencia a la Basílica Nacional de Aparecida tuvo profundas implicaciones sobre todo su desarrollo y sus resultados. Las anteriores conferencias estuvieron en lugares que no dejaron mayor huella en los documentos. Así aconteció con el Concilio Plenario realizado en el Colegio Pío Latinoamericano de Roma. Se repitió con la II Conferencia, efectuada en las afueras de Medellín, más allá de la zona de barriadas miserables de Loreto, en una colina donde se podía divisar la ciudad, apartado del bullicio y de la agitación de la vida urbana, lejos de sus ruidos y de los problemas sociales. En Puebla aislados detrás de los muros del Seminario Palafoxiano. En Río de Janeiro, la I Conferencia fue acogida en las dependencias del Sagrado Corazón de Jesús, un colegio de religiosas francesas volcado hacia la formación de la élite femenina de la ciudad, construida en el elegante barrio de Laranjeiras. En Santo Domingo, para escándalo de muchos, los obispos fueron alojados en hoteles de lujo, y se reunían en las dependencias rígidamente protegidas y aisladas de la casa de los cursillos de Cristiandad. En Aparecida se repitió la decisión de alojar a los obispos en hoteles, aunque de carácter más modesto, típicos de una ciudad de romerías, con excepción de los obispos brasileños hospedados en el predio del Seminario Buen Jesús. Decisión más crucial aún fue, la de romper el aislamiento en la esfera litúrgica impuesto a los participantes de las anteriores conferencias. Los obispos en esta ocasión, fueron tocados por aquel flujo continuo de peregrinos que llegaban cantando y rezando en la madrugada, o que transitaban lenta y pacientemente, en silencioso cortejo, subiendo la rampa detrás del altar para pasar delante de la pequeña imagen negra de la Virgen, rezando con el cuerpo, las manos o apenas con la mirada agradecida y suplicante, en gesto de muda presencia[footnoteRef:2]. Por eso los obispos dijeron: “Nos hemos sentido acompañados por la oración de nuestro pueblo creyente Católico, representado visiblemente por la compañía del Pastor y los fieles de la Iglesia de Dios en Aparecida, y por la multitud de peregrinos de todo Brasil y otros países de América al santuario, que nos edificaron y evangelizaron” (D.C.A. 3)[footnoteRef:3]. Jesús invita a todos a participar de su misión. ¡Que nadie se quede de brazos cruzados!. Éste ha sido el “grito de guerra” emanado de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, celebrada del 13 al 31 de mayo del 2007 en Aparecida (Brasil). Después de 3 semanas de trabajo, sus 266 participantes, 162 obispos con derecho a voz y voto, más 81 “invitados”, 8 “observadores” y 15 “peritos”, todos ellos con derecho únicamente a voz, llegaban al cierre, esperanzados, el que puede considerarse el primer fruto de la asamblea, puesta en marcha de una “gran misión” de evangelización de ámbito continental[footnoteRef:4]. En 19 jornadas de intensa oración, intercambios y reflexión, dedicación y fatiga, nuestra solicitud pastoral tomó forma en el documento final, que fue adquiriendo cada vez mayor densidad y madurez. El Espíritu de Dios fue conduciéndonos, suave pero firmemente, hacia la meta (D.C.A. 547)[footnoteRef:5]. Esta V Conferencia, recordando el mandato de ir y de hacer discípulos (cf. Mt 28,20), desea despertar la Iglesia en América Latina y el Caribe para un gran impulso misionero. No podemos desaprovechar esta hora de gracia. ¡Necesitamos un Nuevo Pentecostés! ¡Necesitamos salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir del don del encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de sentido de verdad y amor, de alegría y de esperanza!. No podemos quedarnos tranquilos en espera pasiva en nuestros templos, sino que urge acudir en todas las direcciones para proclamar que el mal y la muerte no tienen la última palabra, que el amor es más fuerte, que hemos sido liberados y salvados por la victoria pascual del Señor de la historia, que Él nos convoca en iglesia, y que quiere multiplicar el número de sus “discípulos y misioneros” en la construcción de su Reino en nuestro Continente. Somos testigos y misioneros en las grandes ciudades y campos, en las montañas y selvas de nuestra América, en todos los ambientes de la convivencia social, en los más diversos areópagos de la vida pública de las naciones, en las situaciones extremas de la existencia, asumiendo ad gentes nuestra solicitud por la misión universal de la Iglesia”. (D.C.A. 548)[footnoteRef:6]. [2: J. BEOZZO, “Aparecida: Renacer de una esperanza”, en Fundación Amerindia, Aparecida (2007), 41-44.] [3: V. Conferencia general del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, Aparecida – Mayo 2007, San Pablo, Bogotá 2010, 34. A partir de ahora se citará D.C.A. ] [4: J. RIVARES, “América Latina se sitúa en misión permanente”, en Misioneros Tercer Milenio 76, Madrid (2007), 27.] [5: D.C.A, 271.] [6: D.C.A, 271-272. ]

1.3.- CONTEXTO GENERAL DEL DOCUMENTO DE APARECIDA

El documento se divide en 554 numerales, distribuidos en una introducción (nn. 1 a 18); tres grandes partes y una conclusión (nn. 547 a 554). En esta V Conferencia los obispos reunidos expresaron que el Espíritu Santo habló a la Iglesia. Que habían recibido un “Nuevo Pentecostés” que los impulsaba a una reevangelización en Latinoamérica y el Caribe. Comentarios hechos por los obispos dicen que luego de haber sido publicado el documento conclusivo de Aparecida, los lectores recibieron un nuevo ardor para evangelizar. Es sensible a las necesidades materiales y espirituales de nuestros pueblos que carecen de un nivel de desarrollo que les permita forjar su propio destino, por eso la Iglesia no quiere estar en una posición cómoda, sino comprometida en la búsqueda de una verdadera justicia social, que vaya elevando el nivel de la vida de los ciudadanos, para que puedan ellos desarrollarse como individuos prósperos.

El Protagonista: Es la “Trinidad” que es la fuente, el modelo y la meta del misterio de la Iglesia.

Tema: “Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que en Él nuestros pueblos tengan vida”, gira en torno a la vida en situación de riesgo, amenazada, o indigna y dañada, sobre todo empobrecida injustamente en nuestros pueblos. Una vida que es creada a imagen de Dios, herida por el pecado, y liberada por Cristo Salvador.

Se destaca la vocación de los “discípulos – misioneros”, que necesitan retomar aliento y espiritualidad, formación constante y gran valentía, para brindar su servicio desde todas las vocaciones, y en permanente comunión eclesial, que con amor y responsabilidad cristiana hacia esos pueblos, les ofrecen vida y vida en abundancia.

Su esquema: característico de Latinoamérica: “ver – jugar – actuar”.

Nuestra intención no es dar cuenta cabal de lo ocurrido, ya que el documento es muy amplio y rico en su contenido, aquí se rescatará la parte de la “Espiritualidad”, de manera especial para el sacerdote de hoy, por tanto hablaremos del documento a nivel general.

La Primera parte se titula “La vida de nuestros pueblos”, aquí se considera, brevemente, al sujeto que mira la realidad y que bendice a Dios por todos los dones recibidos, en especial, por la gracia de la fe que lo hace seguidor de Jesús y por el gozo de participar en la misión eclesial. El Capítulo I tiene el tono de un himno de alabanza y acción de gracias, se denomina “Los discípulos misioneros”[footnoteRef:7]. En el Capítulo II, el más largo titulado “Mirada de los discípulos y misioneros sobre la realidad”, se analizan varios procesos históricos en los niveles socio - cultural, económico, político, étnico y ecológico, y se disciernen los grandes desafíos como la globalización, la injusticia estructural, la crisis en la transmisión de la fe y otros. En este contexto, se considera la difícil situación de nuestra Iglesia en esta hora de desafíos, haciendo un balance de signos positivos y negativos[footnoteRef:8]. Hoy se sobrevalora al individuo, lo cual deja de lado la preocupación por el bien común para dar paso a la realización inmediata de los deseos individuales. La cultura del consumo descontrola el deseo de niños, jóvenes y adultos. La publicidad conduce ilusoriamente a mundos lejanos y maravillosos, donde todo deseo puede ser satisfecho. [7: D.C.A, 43-51.] [8: D.C.A, 53-83.]

La segunda parte “La Vida de Jesucristo en los discípulos misioneros”, indica la belleza de la fe en Jesucristo como fuente de vida para los hombres y mujeres que se unen a Él y recorren el camino del discipulado misionero. En el Capítulo III muestra “La alegría de ser discípulos misioneros para anunciar el evangelio de Jesucristo”, llamados a anunciar el evangelio, con todas sus repercusiones como “Buena Noticia” en la persona y en la sociedad[footnoteRef:9]. El Capítulo IV “La vocación de los discípulos misioneros a la santidad” que parte desde nuestro compromiso bautismal que hemos recibido los que seguimos a Jesús, al ser configurados con Él y estar animados por el Espíritu Santo[footnoteRef:10], es un llamado a la santidad como ya lo dice el Vaticano II en la Lumen Gentium 39. En el Capítulo V “La Comunión de los discípulos misioneros en la Iglesia”, es la comunión de todo el pueblo de Dios, que desde la perspectiva discipular y misionera invita a ser protagonistas en la Iglesia, invita además a la apertura al diálogo ecuménico, en vínculo con el judaísmo y otras religiones[footnoteRef:11]. En el Capítulo VI “Es el encuentro con Jesucristo”, donde se plantea “El itinerario formativo de los discípulos misioneros” considerando como riqueza espiritual de la piedad popular Católica, además aquí se habla directamente de una “Espiritualidad Trinitaria”, Cristo céntrica y Mariana de estilo comunitario y misionero, y los variados procesos formativos, con sus criterios y sus lugares según los diversos fieles cristianos, prestando especial atención a la iniciación cristiana, la catequesis permanente y la formación pastoral. Todo esto busca revitalizar la vida de los bautizados para que permanezcan y avancen en el seguimiento de Jesús[footnoteRef:12]. [9: D.C.A, 85-96. ] [10: D.C.A, 97-105.] [11: D.C.A, 107-139.] [12: D.C.A, 141-185. ]

Aquí destacamos 5 aspectos fundamentales:

a.- El encuentro con Jesucristo: Es el Señor quien llama (Mt 9, 9: “Sígueme”).

b.- La conversión: Es la respuesta de quien ha escuchado al Señor, cree en Él por la acción del Espíritu y se decide a ser su amigo, cambiando su forma de pensar y de vivir.

c.- El discipulado: Profundiza en el misterio de Jesucristo, su ejemplo y su doctrina.

d.- La comunión: No puede haber vida cristiana sino en comunidad: sea las familias, las parroquias, las comunidades de base, otras pequeñas comunidades y movimientos.

e.- La misión: El discípulo, a medida que conoce y ama a su Señor, experimenta la necesidad de compartir con otros su alegría de anunciar a Jesucristo y de servir a los más necesitados.

En la Tercera parte, conforme al tema se la fórmula con el título “La vida de Jesucristo para nuestros pueblos”, podemos decir que este Capítulo VII con el tema “La misión de los discípulos al servicio de la vida plena” es el núcleo del documento, donde la misión debe estar al servicio de la vida. Aquí se da la gran opción de convertir a la Iglesia en una comunidad más misionera, se invita a una verdadera conversión pastoral de las Iglesias particulares, de las comunidades eclesiales y de los organismos pastorales, impulsando así la “gran Misión Continental” que tendría por agentes a las diócesis y a los episcopados[footnoteRef:13]. Esta iniciativa de la misión tiene cuatro etapas básicas, la misma que se proyectan al futuro como “una misión permanente”, estas han comenzado a llevarse a acabo en cada país, con mucho entusiasmo, compromiso y sobre todo con gran creatividad, aunque se debe reconocer que no todos han entendido la riqueza que esto implica. En el Capítulo VIII con el tema “Reino de Dios y la promoción de la dignidad humana” se confirma la opción preferencial por los pobres y excluidos que muy bien lo remarcó Medellín en su espacio y en su momento histórico, donde se parte de la persona de Cristo, que se hizo pobre para enriquecernos con su presencia, de igual manera se reconocen nuevos rostros de los pobres hoy, se promueve una justicia y una solidaridad internacional[footnoteRef:14]. En el Capítulo IX se resalta el tema de: “familia, personas y vida”, donde prima la dignidad del ser humano, creado a imagen y semejanza de Dios, además se promueve la cultura del amor en el matrimonio y en la familia, en el respeto a la vida en la sociedad; al mismo tiempo se desea acompañar pastoralmente a las personas en sus diversas condiciones: niños, jóvenes; adultos mayores, mujeres y varones, se llama al cuidado del medio ambiente considerándola como “casa común de toda la humanidad”[footnoteRef:15]. Finalmente en el Capítulo X se llama a valorar a: “nuestros pueblos y la cultura”, continuando con las opciones que Puebla y de Santo Domingo señalaron en su debido tiempo, además se insiste en la pastoral de la educación y la comunicación, que son los nuevos areópagos de este tiempo, se promueve a la pastoral en las grandes ciudades, la pastoral de cristianos en la vida pública, especialmente en el compromiso político, por una ciudadanía plena en la sociedad democrática, la solidaridad con los pueblos indígenas y afro descendientes, y una acción evangelizadora que señale caminos de reconciliación, fraternidad e integración entre nuestros pueblos[footnoteRef:16]. [13: D.C.A, 189-200.] [14: D.C.A, 201-219. ] [15: D.C.A, 221-242.] [16: D.C.A, 243- 270.]

1.4.- MIRADA SOBRE LA REALIDAD DE NUESTROS PUEBLOS EN APARECIDA

Para los obispos, las condiciones de vida de los millones de abandonados, excluidos e ignorados en su miseria y en su dolor, contradicen el proyecto de Padre y desafían a los cristianos a un mayor compromiso en favor de la cultura de la vida. El Reino de la vida que Cristo vino a traer es incompatible con esas “situaciones inhumanas”. Cerrar los ojos estas realidades significa no defender el reino de la vida. El que no ama permanece en la muerte. (1 Jn 3,14). Existe una inseparable relación entre el amor de Dios y el amor al prójimo, invitando a todos a suprimir las graves dificultades sociales y las enormes diferencias que hay en cuanto al acceso de los bienes. Tanto la preocupación por desarrollar estructuras más justas como por transmitir los valores sociales del evangelio, se sitúan en este contexto de servicio a la vida digna. (D.C.A. 358)[footnoteRef:17]. Como discípulos de Jesucristo, nos sentimos interpelados en discernir los “signos de los tiempos”, a la luz del Espíritu Santo, para ponernos al servicio del Reino, anunciado por Jesús, que vino para que todos tengan vida y “para que tengan en plenitud” (Jn 10,10)[footnoteRef:18]. [17: A. Brighenti, La desafiante propuesta de Aparecida, San Pablo, Bogotá 2008, 7-8.] [18: D.C.A, 53.]

En esta situación muchos miraban a América Latina como la reserva espiritual de la Iglesia Católica, como una “Amazonía Católica”, pulmón oxigenante para la Iglesia, en medio de la asfixia secularizante del primer mundo. A los 15 años de Santo Domingo, Aparecida 2007, vuelve a partir de la realidad y habla de discípulos y misioneros, de una Iglesia en estado de misión, de pasar de una pastoral conservadora a una pastoral misionera. ¿Qué ha pasado? ¿Dónde está la Amazonía católica? Tanto el discurso inaugural de Benedicto XVI como el documento de Aparecida constatan que, a pesar de las realizaciones positivas de la Iglesia en América Latina (D.C.A. 98-99), hay una crisis y un debilitamiento de la fe cristiana, una fe que se erosiona (D.C.A. 13-38), hay mucho individualismo, una débil pertenencia a la Iglesia, sacramentalismo, poco compromiso de los laicos, disminución de vocaciones ministeriales y religiosas, marginación de la mujer, clericalismo, materialismo, falta de sentido de la trascendencia, abandono de las prácticas religiosas, es el tiempo del paso a otros grupos religiosos, agnosticismo (D.C.A. 100). El continente con mayor número de católicos reviste la mayor desigualdad social (D.C.A. 527). Se advierte a una fe reducida a prácticas de devoción fragmentadas, participación ocasional de algunos sacramentos, repetición de principios doctrinales y moralismo, no resistirá, a la larga al embate del tiempo (D.C.A. 12)[footnoteRef:19]. [19: V. Codina, “Misión en Aparecida”, en Spiritus 195, Quito (2009), 102-103.]

1.5.- LA SITUACIÓN SOCIO - CULTURAL

En estos tiempos se habla de una crisis cultural, por un lado como crisis de sentido y, por otro, como fundamentalismo con sus ramificaciones en las grandes religiones y en las ideologías filosóficas y políticas. La disolución del sentido de la historia humana en una mera historia natural, y la afirmación del sentido único como negación del reconocimiento del otro y del pensamiento diferente, que recibe apenas un estatuto de hecho, más no de palabra, o viceversa, representan un potencial permanente de guerra y violencia[footnoteRef:20]. Se constata que vivimos un “cambio de época” que se manifiesta, sobre todo, en el ámbito cultural. Se deshace la concepción integral del ser humano, en su relación con el mundo y con Dios, y surge una supervaloración de la subjetividad individual. El individualismo debilita los vínculos comunitarios de fraternidad, p.e., hoy se da más importancia al celular, al internet, que la comunicación personal, donde cada uno parece encerrarse en su propio mundo, no decimos que es malo, reconocemos que es una ayuda para una comunicación eficaz, pero se sienten las consecuencias. Se deja a un lado la preocupación por el bien común, suplantándola por la realización inmediata de los deseos personales (D.C.A. 44). A través de los medios de comunicación se trasmite una determinada visión de la realidad y de la felicidad, y un lenguaje que se quiere imponer como auténtica cultura (D.C.A. 45). Ésta lleva a las personas a vivir solamente el presente, el momento, sin proyectos a largo plazo, sin preocupación por la ética (D.C.A. 47), por tanto, sin compromisos con el otro, la familia y la comunidad (D.C.A. 46). Por otro lado el consumismo despierta sueños irrealizables, confundiendo la felicidad con el bienestar económico y la satisfacción hedonista (D.C.A. 50). [20: E. KRAUTLER, “Evangelización: Comunidad misionera para la Humanidad”, en Ponencias CAM 3 comla 8, Quito (2008), 61.]

A pesar de todo esto, aparece el valor fundamental de la persona, de su conciencia y experiencia, en la búsqueda del sentido de la vida y de su trascendencia (D.C.A. 52). Surge también la defensa de la diversidad cultural de nuestros pueblos, penetrada de ricos valores: culturas indígenas con su apego a su tierra, a la vida comunitaria y a la búsqueda de Dios; culturas afro – americanas, marcadas por la expresividad corporal, el arraigo familiar y el sentido de Dios; comunidades campesinas con su cultura ligadas al ciclo agrario, comunidades mestizas, resultado de la convergencia de las culturas originarias en una historia compartida (D.C.A. 56); culturas urbanas, híbridas, dinámicas y cambiantes; culturas sub – urbanas, fruto de migraciones, con problemas de identidad, pertenencia y relación (D.C.A. 58). A éstas se unen las comunidades de migrantes, que llegan con culturas y tradiciones de sus tierras de origen, marcadas por el cristianismo y otras religiones (D.C.A. 59). Estas culturas de tradición coexisten, de manera desigual, con la llamada cultura globalizada que se impone a través de los medios de comunicación. Esto exige de ellas dinamismo e interacción permanente con las diferentes propuestas culturales, so pena de desaparecer (D.C.A. 57)[footnoteRef:21]. [21: A. Brighenti, La desafiante propuesta de Aparecida, San Pablo, Bogotá 2008, 9 -10.]

1.6.- LA SITUACIÓN SOCIO – ECONÓMICA

La polarización económica de la sociedad mundial, en una concurrencia feroz, donde no impera aquel que es más humano, sino aquel que produce más barato. Crecimiento y expansión se tornarán en dos palabras mágicas, apoyadas por tecnologías cada vez más sofisticadas al servicio de la sustitución de trabajadores[footnoteRef:22]. Aparecida afirma que la globalización tiene su lado positivo como el acceso a nuevas tecnologías, mercados y finanzas, pero también su lado negativo, como el riesgo de acrecentar los grandes monopolios y convertir el lucro en un valor supremo. Por ello el Papa Benedicto XVI enfatiza que, como en todos los campos de la actividad humana, la globalización debe regirse también por la ética, poniendo todo al servicio de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios (D.C.A. 60)[footnoteRef:23]. Así, el mercado absolutiza el lucro en un valor y convierte la globalización en promotora de iniquidades e injusticias (D.C.A. 61). Desde el punto de vista social, la globalización concentra el poder y la riqueza en manos de unos pocos, incluso el conocimiento y las nuevas tecnologías, produciendo el grave fenómeno de la exclusión, aumentando las desigualdades y la pobreza de las multitudes (D.C.A. 62). En este sentido, la globalización sin solidaridad afecta los sectores más pobres, generando nuevos rostros de pobreza en nuestro sub – continente, tales como: comunidades indígenas y afro – americanas tratadas indignamente y en desigualdad de condiciones; mujeres excluidas por razones de sexo, raza o situación económica; jóvenes con educación de baja calidad, sin posibilidades de entrar en el mercado laboral y de formar una familia; pobres desempleados, migrantes, desplazados, sin – tierra, que tratan de sobrevivir en la economía informal; niños sometidos a la prostitución infantil y al aborto; millones de personas y familias que viven en la miseria, muchas de ellas pasando hambre; drogadictos, discapacitados, portadores del SIDA, tuberculosis y fiebre palúdica, excluidos de la convivencia familiar y social; secuestrados, víctimas de la violencia, del terrorismo, de conflictos armados y de la inseguridad urbana; ancianos excluidos del sistema de producción y, muchas veces, rechazados por sus propias familias; presos en situación inhumana. Ya no se trata del fenómeno de la opresión, sino de algo nuevo, de la exclusión social. Los excluidos no son solamente “explotados”, sino “superfluos” y “desechables” (D.C.A. 65)[footnoteRef:24]. Para Aparecida, en el seno de la globalización, los tratados de Libre Comercio entre economías asimétricas no benefician a los países más pobres, además de permitir el derecho de patente sobre la vida en todas sus formas, como ya sucede con la manipulación de organismos genéticamente modificados (D.C.A. 67). En América Latina y en el Caribe, el subempleo llega al 42% de la población, el desempleo al 9% y el trabajo informal afecta casi a la mitad de la población. El trabajo normal está sometido a la carencia de óptimas condiciones de empleo y a la presión constante de la subcontratación, debilitando los sindicatos (D.C.A. 71). Los agricultores, en su mayoría, están en la pobreza, sin tierra, al lado de grandes latifundios en manos de pocos (D.C.A. 72). Uno de los fenómenos más importantes en nuestros países es el de la movilidad humana, donde millones de personas se ven obligadas a migrar dentro y fuera de sus respectivas naciones. Las causas se deben a la precaria situación económica, a la violencia y a la falta de oportunidades para el desarrollo profesional. La explotación del trabajo hace de la situación de muchos emigrados una verdadera esclavitud. Por otra parte, el envío de divisas de los migrantes a sus países, se ha convertido en una importante y, a veces, insustituible fuente de recursos para muchos de los que quedan (D.C.A. 73)[footnoteRef:25], pero últimamente esta fuente está en crisis, por el fenómeno de la crisis que también es global. [22: E. KRAUTLER, “Evangelización: Comunidad misionera para la Humanidad” en Ponencias CAM 3 comla 8, Quito (2008), 61.] [23: D.C.A, 63.] [24: A. Brighenti, La desafiante propuesta de Aparecida, San Pablo, Bogotá 2008, 10-11.] [25: A. Brighenti, La desafiante propuesta de Aparecida, San Pablo, Bogotá 2008, 11-12.]

1.7.- LA SITUACIÓN SOCIO - POLÍTICA

Después de que se hicieran guerras para la implantación de la democracia, hoy esa democracia liberal se encuentra en una profunda crisis estructural por la confusión de los poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) y por ética. La democracia liberal no permite la participación satisfactoria del pueblo, sobretodo de los pobres y de los excluidos. Los que tienen el poder económico consiguieron reducir el Estado, a un estado mínimo, que no interfiere en sus intereses y que favorece a las élites, no consigue controlar la acumulación del capital en las manos de pocos, ni la corrupción, ni los medios de comunicación que divulgan la ideología del “costo – beneficio”, como si fuera el primer mandamiento de un código éticamente correcto[footnoteRef:26]. Aparecida constata que un hecho positivo en nuestro sub – continente es el fortalecimiento de los regímenes democráticos (D.C.A. 74), con su búsqueda de una democracia participativa de la sociedad civil y la irrupción de nuevos sujetos sociales como los indígenas, los afro – americanos, las mujeres y los sectores marginados (D.C.A. 75). Después de una época de debilitamiento de los Estados, por la aplicación de ajustes estructurales de la economía recomendados por organismos financieros internacionales, se ve un esfuerzo estatal para definir y aplicar políticas públicas en los campos de la salud, la educación, alimentación, la previsión social, el acceso a la tierra y a la vivienda, la generación de empleo, y leyes que favorezcan las organizaciones solidarias (D.C.A. 76). Un factor de esperanza es la creciente búsqueda de integración latinoamericana, favorecida por la proximidad cultural, lingüística y religiosa (D.C.A. 82). Pero un factor negativo es el recrudecimiento de la corrupción en la sociedad y en el estado, un alimento diario de una política, mejor dicho de políticos que se compran y se venden por intereses personales, que involucran los poderes legislativo, ejecutivo y judicial, generando impunidad y favoreciendo el descrédito del pueblo. Debido a eso, sobre todo entre los jóvenes, crece el desencanto por la política y, particularmente, por la democracia (D.C.A. 77). La vida social, en convivencia armónica, se está deteriorando con el crecimiento de la violencia que se manifiesta en robos, asaltos, secuestros y asesinatos (D.C.A. 78)[footnoteRef:27], pan diario ahora en nuestros pueblos. [26: E. KRAUTLER, “Evangelización: Comunidad misionera para la Humanidad”, en Ponencias CAM 3 comla 8, Quito (2008), 61.] [27: A. Brighenti, La desafiante propuesta de Aparecida, San Pablo, Bogotá 2008, 12-13.]

1.8.- LA SITUACIÓN DE LA CRISIS ECOLÓGICA

Nuestros antepasados la llamaban y aún hoy nuestros indígenas (Paccha mama[footnoteRef:28] – Madre tierra). La responsabilidad de esa dilapidación de la naturaleza, de la devastación de nuestra floresta y de la biodiversidad “coloca en peligro la vida de millones de personas”, en especial la de los “campesinos e indígenas, que son expulsados hacia tierras improductivas y para las grandes ciudades, para vivir amontonados en los cinturones de miseria” (D.C.A. 473)[footnoteRef:29]. Las instituciones financieras y las empresas transnacionales se fortalecen hasta el punto de subordinar las economías locales, sobre todo debilitando los estados, los cuales se vuelven cada vez más impotentes para implementar proyectos al servicio de su población. En esta perspectiva, con frecuencia se subordina la preservación de la naturaleza al desarrollo económico (D.C.A. 66), la naturaleza está siendo agredida; la tierra saqueada; el agua es tratada por las empresas como negocio, o disputada por las grandes potencias, como en el caso de la Amazonía[footnoteRef:30] (D.C.A. 84), herida en la dignidad de sus pueblos (D.C.A. 85) y amenazada por la internacionalización (D.C.A. 86)[footnoteRef:31]. En esta misma línea de la ascesis se comienza a tener el respeto por la ecología como dimensión social de la misma. Se trata de evitar una explotación de la naturaleza para enriquecimiento y poderío sin interesarse por otros grupos humanos de hoy y de mañana, sometiendo la creación con una orientación antropocéntrica y con proyección social. “La mejor forma de respetar la naturaleza es promover un ecología humana abierta a la trascendencia que respetando la persona y la familia, los ambientes y las ciudades, siguiendo la indicación Paulina de recapitular todas las cosas en Cristo y de alabar con Él al Padre (cf. 1 Co 3,21-23). El Señor ha entregado el mundo para todos, para los de las generaciones presentes y futuras. El destino universal de los bienes exige la solidaridad con la generación presente y con las futuras. Ya que los recursos los son cada vez más limitados, su uso debe estar regulado según un principio de justicia distributiva respetando el desarrollo sostenible[footnoteRef:32]. Hablando del cuidado del medio ambiente se menciona la necesidad de ejercer responsablemente el dominio humano sobre la tierra y los recursos “educando para un estilo de vida de sobriedad y austeridad solidarias”[footnoteRef:33]. [28: Término quechua “Paccha mama”, que designa la “Madre Tierra”, tierra fecunda que nos alimenta, que da la vida con la cual el ser humano está llamado a vivir en armonía. En esta línea hay que entender a San Francisco de Asís, cuando la llama “Hermana tierra” en su cántico a las criaturas. ] [29: E. KRAUTLER, “Evangelización: Comunidad misionera para la Humanidad”, en Ponencias CAM 3 comla 8, Quito (2008), 61.] [30: La Amazonía panamericana ocupa un área de 7,01 millones de kilómetros cuadrados y corresponde al 5% de la superficie de la tierra, 40% de América del Sur. Contiene 20% de la disponibilidad mundial de agua dulce no congelada. Abriga el 34% de las reservas mundiales de bosques y una gigantesca reserva de minerales. Su diversidad biológica de ecosistemas es la más rica del planeta. En esa región se encuentra cerca del 30% de todas las especies de la fauna y flora del mundo. ] [31: A. Brighenti, La desafiante propuesta de Aparecida, San Pablo, Bogotá 2008, 12-13.

] [32: D.C.A, 95.] [33: D.C.A, 241. ]

Preguntas para reflexión personal y grupal:

1.- Después de haber tenido una breve introducción al Documento de Aparecida.

¿Cuál es su criterio de Iglesia como comunidad de comunidades?

¿Cómo ser Discípulos y misioneros en el mundo de Hoy?

¿Cómo hacer que nuestras comunidades, sean discípulas y misioneras?

2.- DISCIPULOS MISIONEROS RECORREN EL CAMINO DEL DISCIPULADO PARA PERMANECER Y AVANZAR EN EL SEGUIMIENTO DE JESUS

JESÚS FORMADOR DE DISCÍPULOS MISIONEROS

Introducción

“El mismo Señor me ha dado una lengua de discípulo, para que yo sepa reconfortar al fatigado con una palabra de aliento. Cada mañana, él despierta mi oído para que yo escuche como un discípulo. El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví atrás.” (Is 50,4-5). “Entonces, dejando a la multitud, Jesús regresó a la casa; sus discípulos se acercaron y le preguntaron…” (Mt 13,36).

“El acontecimiento de Cristo, es, por lo tanto, el inicio de ese sujeto nuevo que surge en la historia y al llamamos discípulo: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva»”.

“La naturaleza misma del cristianismo consiste, por lo tanto, en reconocer la presencia de Jesucristo y seguirlo. Ésa fue la hermosa experiencia de aquellos primeros discípulos que, encontrando a Jesús, quedaron fascinados y llenos de estupor ante la excepcionalidad de quien les hablaba, ante el modo cómo los trataba, correspondiendo al hambre y sed de vida que había en sus corazones.” La comunidad cristiana nace y se configura de la relación entre Jesucristo como Maestro y sus discípulos.

Partiendo de lo que Jesús fue y es para sus discípulos y discípulas, estudiaremos lo que hizo y dijo, el contenido que surge de su actuar y hablar (1ª parte); y lo que los discípulos aprendieron en la convivencia con él y después, bajo la guía del Espíritu Santo prometido. Lo que aprendieron viendo y escuchando de lo que Jesús hacía y decía y lo que hicieron y dijeron los primeros discípulos (2ª parte). En la 3ª parte propondremos algunas sugerencias de cómo puede ser la Iglesia y la formación de discípulos y discípulas.

2.1. Las motivaciones de este texto

La realización de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y Caribeño, en Aparecida (São Paulo, Brasil, mayo de 2007), abrió los ojos y el corazón de la Iglesia en América Latina y en el Caribe sobre una realidad antigua y nueva: El cristiano como discípulo misionero. Creemos que ésta será la característica de la Iglesia para las próximas décadas. La visión tradicional del “concepto y la práctica del ser católico” ya no responde a las exigencias de los tiempos actuales. Es preciso dar un paso a más. Caminar “rumbo a la madurez en Cristo” (Ef 4,13) para ser un verdadero y auténtico cristiano discípulo misionero. Esa realidad no es fruto del simposio de una ciencia que cambia de terminología y utiliza resultados aplicativos para redimensionar sus rumbos. El ser discípulo misionero brota de la propia vida, acción, gestos, misión y palabras de Jesús. Jesús es modelo de formador de los discípulos y discípulas.

En los Evangelios, encontramos a Jesús siempre rodeado de discípulos, enseñando por medio de parábolas. Ese hecho refleja el cuadro cultural de su tiempo, con una pedagogía que le es propia. Las enseñanzas son transmitidas en forma oral y por eso requieren la asimilación y memorización de lo que fue oído.

Ese artículo se dirige, de modo especial, a los catequistas de América Latina y el Caribe, para que, a ejemplo de Jesús formador de discípulos misioneros y a la luz de la V Conferencia de Aparecida, pueda ayudar a los catequistas y catequizandos a hacer un camino de seguimiento de Jesús. Y, en este proceso, hacer la experiencia de encuentro con Cristo vivo, insertándose en una comunidad y asumiendo los compromisos de cristiano en la familia, en la comunidad y en las diversas profesiones llevadas a cabo en la sociedad.

2.2. Abriendo horizontes

Si trasladamos al pasado nuestra manera de entender hoy las palabras “formador de discípulos”, ciertamente no vamos a comprender a profundidad lo que ellas representan en la actividad de Jesús. Tenemos que profundizar y entender lo que significa formar, formador, maestro, rabí y discípulo o discípula, tomando como criterio de interpretación lo que Jesús hizo y dijo y la experiencia de los que lo siguieron.

La figura del Maestro en la tradición bíblica está estrictamente ligada a la Tora. No existe Maestro sin la Tora. Élla es la razón de su existencia, de su función de Maestro. Jesús, fiel a su tradición, procura formar un grupo de discípulos que sea capaz de transmitir, con su vida, la plenitud de la Tora que es el propio Jesús. “La verdadera novedad del Nuevo Testamento no reside en nuevas ideas, sino en la propia figura de Cristo que da carne y sangre a los conceptos”.

Algunos fariseos y doctores de la ley se preocupaban por preparar al alumno en el estilo escolar, asociado al rigor del legalismo. Jesús se dedica a la formación humana integral. De ahí la importancia de comprender que la relación que Jesús establece entre el maestro y el discípulo no está ligada al estudio dentro del tiempo de preparación, sino a un contacto personal y a una verdadera participación de uno en la vida del otro, lo que constituye un servicio.

Por tanto, Jesús no es un maestro como los fariseos, ni como el “maestro de la justicia” de Qumrán, ni como los rabinos, ni como los maestros de las escuelas filosóficas. Su manera de actuar y formar es diferente de todo lo conocido en aquella región y en aquel tiempo entre los judíos, gentiles y filósofos.

Los discípulos de Jesús no son alumnos de una escuela o seguidores de un líder; ni miembros de un grupo revolucionario; no están llamados a fundar una comunidad al estilo de Qumrán, ni una nueva religión, ni a integrarse en la disciplina del grupo zelota, ni a formar un grupo político.

Jesús es un pedagogo en el modo de actuar y formar a sus discípulos. Clemente de Alejandría resalta que el “Pedagogo es el propio Jesús y la comunidad de los cristianos forma el cuerpo de sus discípulos, el Pedagogo nos educa con los ejemplos de su vida, con su Evangelio y a través de los Sacramentos de su Iglesia”.

En Orígenes se da el mismo procedimiento. Él destaca “que Dios tiene para con su mundo y para con sus criaturas una actitud pedagógica. Es por este mismo amor que Él, viendo su imagen deformada en el ser humano por el pecado, envía a su Hijo como modelo a ser imitado. Jesús, como Hijo, imita al Padre y los cristianos como discípulos deben, en primer lugar, oír sus enseñanzas y ponerlas en práctica. Jesús, como imitador del Padre y modelo de imitación para el ser humano, se manifiesta explícitamente a los ojos del mundo en el misterio de la Encarnación, como Hijo de Dios; y los hombres toman consciencia del propio Dios, que les envía un modelo, de naturaleza humana y divina, según la comprensión de ellos para ser imitado. La Iglesia, según Orígenes, es la gran imitadora de Jesús porque se mantiene fiel a la práctica y a la transmisión de sus enseñanzas. Ella se mantiene en una posición relacional de discípula y de maestra al mismo tiempo”.

“El llamado que hace Jesús, el Maestro, conlleva una gran novedad. En la antigüedad, los maestros invitaban a sus discípulos a vincularse con algo trascendente, y los maestros de la Ley proponían la adhesión a la Ley de Moisés. Jesús nos invita a encontrarnos con Él y a vincularnos estrechamente a Él porque es la fuente de la vida (cf. Jn 15, 5-15) y sólo Él tiene palabras de vida eterna (cf. Jn 6, 68). En la convivencia cotidiana con Jesús y en la confrontación con los seguidores de otros maestros, los discípulos pronto descubren dos cosas del todo originales en la relación con él. Por una parte, no fueron ellos los que escogieron a su maestro. Fue Cristo quien los eligió. Por otra parte, ellos no fueron convocados para algo (purificarse, aprender la Ley…), sino para Alguien, elegidos para vincularse íntimamente a su Persona (cf. Mc 1, 17; 2, 14). Jesús los eligió para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar” (Mc 3, 14), para que lo siguieran con la finalidad de «ser de Él» y formar parte «de los suyos» y participar de su misión. El discípulo experimenta que la vinculación íntima con Jesús en el grupo de los suyos es participación de la Vida salida de las entrañas del Padre, es formarse para asumir su mismo estilo de vida y sus mismas motivaciones (cf. Lc 6, 40b), correr su misma suerte y hacerse cargo de su misión de hacer nuevas todas las cosas”

La propuesta de Jesús es diferente de lo que se ha visto hasta el momento. Propone vivir la radicalidad del Proyecto de Dios, el Reino. Busquen el Reino de Dios, que ya está presente entre ustedes y su justicia, que no es como la de los fariseos y pecadores (cf Mt 6,33).

Su método de convocatoria o llamado es muy diferente a las maneras habituales. No es reclutamiento, ni solicitud del discípulo, más bien, es llamado e invitación al seguimiento: “Vengan y vean” (Jn 1,39). “Esa invitación permanece en la historia como síntesis única del método cristiano” . En las palabras de Juan Pablo II implica “procurar, seguir y permanecer”. Incluye, como actitudes fundamentales, la comunidad de vida con Él, el compartir, el compromiso con el Reino de Dios y el proyecto de vida para todos.

Jesús fue para los discípulos, un profeta de Dios, un maestro de vida y para la vida. Maestro que enseña con su propia vida. Enseña con autoridad (Mt 7,29) y enseña lo más importante: a entregar la vida. Él tenía como objetivo “que todos tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10), pues, “viendo el gentío, se compadeció” (Mt 9,36). “Jesús fue a la provincia de Galilea y empezó a proclamar la Buena Nueva del Reino de Dios” (Mc 1,14). “Cuando Jesús terminó de instruir a sus doce apóstoles, se fue de ahí a predicar y a enseñar en las ciudades judías” (Mt 11,1).

Lo que Jesús hace es alzar al máximo los ideales humanos de amor – Él amó hasta el fin” (Jn 13,1)–, de entrega –como el grano de trigo (Jn 12,24) – de fraternidad – “todos ustedes son hermanos” (Mt 23,8) , “Así reconocerán todos que ustedes son mis discípulos” (Jn 13,35) – y de una manera especial, de lo que Dios quiere y hace.

La práctica de Jesús revela su contenido: “Vayan y cuéntele a Juan lo que han visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan sanos, los muertos resucitan, y la buena nueva llega a los pobres…” (Mt 11,4-5). “Jesús recorría toda la Galilea enseñando en las sinagogas, predicando la Buena Nueva del Reino” (Mt 4,23). Él es Abbá (Mc 14,36; Rm 8,15; Gal 4,6).

La práctica de Jesús se convierte en criterio de discernimiento para la evangelización y para el actuar catequético, pastoral y formativo. Es de su actuar que vamos aprendiendo lo que debemos vivir y hacer. Las preguntas más importantes a hacer para aprender de Jesús y percibir su método formativo son: ¿Qué hizo Jesús? ¿Qué dijo Jesús? ¿Qué enseñó a hacer y decir a sus discípulos?

Jesús tenía una profunda convicción de su misión, de su hablar, ser y actuar: “Yo vine a servir” (Mt 20,28), “Yo soy el Pan de Vida” (Jn 6,35), “Yo soy la luz del Mundo” (Jn 8,12), “Yo soy el Agua Viva” (Jn 4,14), “Yo soy el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas” (Jn 10,11), “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6), “Sólo tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6,68). Su persona, su presencia, sus acciones y sus palabras son fuente de vida y proceso formador de discípulos.

2.3. ¿Quién fue Jesús para sus discípulos?

2.3.1 Es el Hijo de Dios e hijo de María.

En el actuar de Jesús, se perciben las experiencias fundadoras de su vida. Dos son fundamentales: la experiencia de Hijo –obediencia, fidelidad, servicio, entrega, confianza, amor, oración– y la experiencia de la vida de su pueblo –trabajador, pobre, Galileo, en la periferia del mundo, judío fiel, conocedor de la vida y de la historia de su pueblo–. Él es Hijo de Dios que se hace servidor para salvar, compadeciéndose, sanando, compartiendo, entregando la vida y devolviendo la esperanza a un pueblo cansado y abatido.

2.3.2 Es un hombre apasionado y firme en sus convicciones.

Él encanta por su relación con Dios y con las personas, por su libertad delante de los poderes y tradiciones, por la defensa de los pecadores y por la grandeza de sus propuestas. Él encanta por su decisión inalienable, como afirmaba el profeta sobre el Siervo de Yavé: “No se dejará quebrar ni aplastar, hasta que reine el derecho en la tierra” (Is 42,4).

El amor-donación de Jesús es el Abbá, el Padre, el Reino de Abbá, los pobres, los pecadores. Las motivaciones de su vida son el amor al Padre y la compasión por los pequeños. Su estilo de vida podría ser descrito como “pasión compasiva”, amor misericordioso realizado con “pasión”. El objetivo es que todos conozcan el Padre: “Santificado sea tu nombre, venga tu Reino, hágase tu voluntad” (Lc 11,2-3).

2.3.3 Jesús no actúa solo.

Llama para vivir con Él a un grupo de discípulos, escogidos entre los pescadores, gente del pueblo, cobradores de impuestos, e incluso zelotas. Los llama para seguirlo y los envía “como corderos en medio de lobos” (Lc 10,3) para que “produzcan fruto, y este fruto permanezca” (Jn 15,16).

“Tanto amó Dios el mundo que entregó su Hijo Único, para que todo el que crea en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Jn 3,16), “Yo vine para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10), “Así como el Padre me envió a mí, así los envío a ustedes” (Jn 20,21), “Vengan a mí los que se sienten cargados y agobiados, porque los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, porque soy paciente de corazón y humilde, y sus almas encontrarán alivio” (Mt 11,28-29). “Les he dado ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes” (Jn 13,15). Así Jesús enseña con la propia vida y por la práctica de sus palabras, gestos y convicciones en contraste con otros tipos de maestros. Los discípulos de Emaús, refiriéndose a Jesús recuerdan que Él “se manifestó como un profeta poderoso en obras y en palabras, aceptado tanto por Dios como por el pueblo” (Lc 24,19).

2.4. ¿Qué hizo y dijo Jesús?

2.4.1 ¿Qué hizo y dijo Jesús sobre Dios?

Dios es Abbá (Padre). La expresión Abbá significa el “papito” en quién se puede confiar. Él siempre escucha y ofrece escuchar todo lo que le pidan. Él dará mucho más de lo que ustedes le piden (cf. Lc 11,5-13).

En relación al Padre, Jesús está unido en oración constante. Él busca la oración con intensidad, con total confianza. En los momentos de alabanza, ora al Padre diciendo: “Yo te alabo, Padre, Señor del Cielo y de la tierra, porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y prudentes y las revelaste a la gente sencilla” (Mt 11,25). Entra en comunión con el Padre “para que mande obreros para hacer la cosecha” (Mt 9,38). Él suplica para que “el mundo crea” (Jn 17,8.21). Ora en los momentos de toma de decisiones, por ejemplo, para escoger a los apóstoles (Lc 6,12-19) y en las dificultades, como en Getsemaní (Lc 22,39-46).

4.2Jesús enseña que el Padre es el dueño de la vid. Él es el Patrón bondadoso que no quiere que nadie pase hambre. Es el Abbá que pide a todos entrar y participar del banquete del Reino (Lc 14,15- 24). Él enseña que santificar el nombre de Dios es reconocer su identidad, su actividad en favor del pueblo y de todos los pueblos.

2.4.2 ¿Qué hizo y enseñó Jesús sobre las personas y la sociedad?

2.4.2.1 Con las personas

La manera de tratar a las personas recuerda las experiencias más profundas de Jesús: el amor de Dios Padre por los pequeños y pecadores; la voluntad de recuperar todo lo perdido; la confianza en la recuperación de las personas y el perdón de los pecados; la ofrenda de esperanza para los que no la tienen; la promesa futura de inclusión en la fiesta del Reino.

Recordando la actitud de Dios, “yo quiero misericordia y no sacrificios” (Cf. Is 1,11; Os 6,6; Mt 9,13). Jesús muestra la misericordia de Dios en acción. Él se entrega por entero por la salvación de la humanidad. Hace todo lo que es preciso para perdonar y libertar a su pueblo de todas las esclavitudes personales, políticas, religiosas y les anuncia la vida, la salvación, la fraternidad, el camino del seguimiento, el discipulado. Enseña así la manera cristiana de vivir con los hermanos y hermanas la relación con Dios, el Abbá.

2.4.2.2 En las relaciones de convivencia

Las palabras de Jesús sobre las relaciones humanas –“ustedes son hermanos” (Mt 23,8), hijos de un único Padre misericordioso, ustedes son mis amigos; el amigo da la vida por el amigo (cf Jn 15,13)– revelan la propuesta de una novedad total: nueva familia, nueva comunidad, nueva sociedad, un modo de vivir la religión basada en la misericordia.

2.4.2.3 Una sociedad de personas comprometidas con la misericordia y el servicio

Teniendo compasión de la multitud que estaba cansada y abatida como ovejas sin pastor, Jesús pide a Dios que envíe obreros (Mt 9,36-37) e invita a los discípulos y discípulas a que busquen el Reino de Dios y su justicia (Mt 6,33). Indica así que los hombres y mujeres no solo reciban de Dios los dones con gratitud, sino que se conviertan en discípulos misioneros, llamados a tener compasión y pregonar-realizar el Reino…

2.4.3 ¿Qué dice Jesús que quiere Dios?

El objetivo de su actividad y su predicación es que todos conozcan al Padre, que el mundo sea salvo por Él (cf. Jn 3,17) y que todos tengan vida: “Santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad”. Quiere así mostrar la misericordia del Padre (Lc 15,11-32), para quién nadie está perdido y quiere la salvación para todos, la recuperación de los perdidos, la realización de la fraternidad universal, donde todos sean hijos/as, hermanos/as y Dios sea el Padre.

Los discípulos son invitados a entrar en la dinámica del Reino. La invitación es para todos. El Reino es de gracia y ya está presente en aquellas acciones que Él realiza: predicación, sanaciones, acogida, oraciones, visitas, el comer con los excluidos, el compartir la vida, la liberación de los pobres y pecadores de todos los poderes que les oprimen. A todos ofrece un cambio de vida, un camino de seguimiento, perdón de los pecados y una vida nueva. Lo que Dios quiere es que “todos se salven” (1Tim 2,4) y “que todos tengan vida y vida en abundancia” (Jn 10,10).

2.5. Los conflictos

¿Cómo enfrenta Jesús los conflictos y enseña a sus discípulos a vivir en medio de los conflictos? La propuesta de salvación de Jesús es refutada por los poderes constituidos, tanto políticos como religiosos. Persiguen a Jesús como falso profeta que atrae multitudes.

Los conflictos no son creados por Jesús. Pero quien sufre las consecuencias es el pueblo. La multitud está cansada y abatida, como ovejas sin pastor. Ante esta realidad, Jesús presenta la Buena Nueva: Dios es Padre y ustedes son hermanos, y presenta una nueva manera de vivir la relación con Dios, una nueva manera de vivir la relación con las personas, una nueva sociedad.

A partir de Jesús, las personas no son más ovejas perdidas, sino salvadas y acogidas. Jesús enseña que es preciso vivir la comunión con los hermanos, compartir el pan y cargar unos los fardos de los otros; siendo mansos y humildes de corazón (Mt 11,25).

La respuesta de Jesús delante del conflicto es el amor, la fidelidad al Padre y la entrega de la vida para salvar a todos. Él propone un nuevo modo de vida con la parábola del rico y del pobre Lázaro (Lc 16,20-31) y del Buen Samaritano (Lc 10,25-37).

Es preciso resaltar el contraste de la manera de actuar y hablar de Jesús con lo que se vivía y se enseñaba en su tiempo. Jesús nos era un predicador acomodado. La pasión de Jesús fue por el Abbá, por el Reino, por el pueblo, por los discípulos, por los pecadores y por los necesitados. Tenía un amor fiel, constante y fuerte que enfrentó todo y a todos para defender y recuperar a los pequeños y traerlos a la fiesta, a la convivencia con El y con el Padre.

Su estilo de vivir, de hacer y de hablar, resultó chocante a las multitudes, a los poderosos e incluso a los propios discípulos. Con eso, aparece más claro el amor invencible de Dios: su compasión es por los pequeños y pecadores y, sobre todo, para que tengan vida y vida en abundancia (Jn 10,10), pues Él es el Buen Pastor, que abre las puertas, lleva al pastoreo, defiende del lobo y da la vida por las ovejas (Jn 10,1-11). Así se realiza el designio del Padre: Salvar a todos.

2.6. Los discípulos

Jesús llama la atención por el modo de escoger, llamar, vivir y enseñar a sus discípulos. ¿Cómo Jesús consiguió entusiasmar a humildes pescadores, a sufridos agricultores galileos y llevarlos consigo? Jesús caminó con ellos y formó a sus discípulos con su modo de actuar. Los hizo observar. Los hizo sentir el sufrimiento del pueblo. Fue al encuentro de las distintas realidades. Se sentó con ellos. Caminó. Fue a la montaña, a la orilla del lago, a los campos, a los pueblitos y a las ciudades. Fue al encuentro de los leprosos y de los enfermos. Enseñó con gestos, palabras, ejemplos, actitudes. Así, lentamente, los discípulos fueron siendo imbuidos de los sentimientos de Jesús. Pero, muchas veces, ellos dieron señales de no entender nada. Discutían sobre quién sería el mayor (Mc 9,33-37).

Criaron intrigas. Amenazaron con abandonarlo. Pero, con todo esto, los discípulos reconocieron que estaban en un camino nuevo. “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6,68).

“Jesús es el maestro que forma discípulos, los hace enamorarse de Jesús, los educa para que escuchen su Palabra, a fin de que contemplen su rostro; los conforma a su humanidad bienaventurada. Humanidad pobre de espíritu, sedienta de justicia, misericordiosa, pura de corazón, pacifica, perseguida por causa de la justicia… de ese modo Jesús se torna la “Vía” en la cual camina el discípulo”.

Jesús seduce a los discípulos con una propuesta singular: El Reino de Dios ya está en medio a ustedes y es para todos. Consiste en anunciar la vida, la salvación, la esperanza para todos, en especial para los pequeños, los dolientes, pecadores y marginados. El sueño de Dios es que la humanidad viva como un pueblo nuevo, como una familia unida, cuidando de los necesitados, amándose y perdonándose, trabajando juntos e incluyendo a todos en la fiesta. Jesús ofrece una propuesta vital y no contenido doctrinal. Y los invita a encajarse en el Proyecto del Padre.

Jesús anuncia y realiza el Reino de Dios, que ya está aquí, creando una nueva manera de vivir y relacionarse. Los milagros recuperan a las personas en su dignidad de criatura como “imagen y semejanza de Dios”; el perdón de los pecados recupera la dimensión de “hijo pródigo”, una comunidad nueva: el compartir de la vida, las nuevas relaciones realizan la vida fraterna, donde Dios es Padre y todos son hermanos, una sociedad nueva con la propuesta de servicio contra la ambición del poder y de ser el primero. El misterio de la Encarnación realiza una nueva manera de vivir en comunidad, donde reina la justicia y el derecho. Las acciones de Jesús muestran esa presencia del Reino.

2.7. Método formativo de Jesús

Jesús es el maestro de la vida: “aprendan de mí, que soy paciente de corazón y humilde” (Mt 11,29). Él enseña que el “discípulo no es más que su maestro” (Mt 23,8-12). Y dijo con firmeza: “Si yo, siendo el Señor y Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos de los otros” (Jn 13,14). Por eso “Ámense unos a los otros como yo los he amado” (Jn 15,12-17).

Jesús es el Maestro de la vida. Él realiza esto, viviendo de una manera muy especial. Él está siempre haciendo el bien y se preocupa, sobre todo, con la vida, la salud, vestuario, la acogida de los migrantes (cf. Mt 25,31-46). Como método, Jesús camina con sus discípulos, los hace ver, actuar, atiende los necesitados, camina para diversas regiones y realidades. Habla con el lenguaje sencillo con pescadores, agricultores, comerciantes y con los enfermos. Él siempre actúa e instruye a partir de su acción, envía, propone, cuestiona, entusiasma.

Se aprende el método formativo de Jesús a través de los textos bíblicos. En Lc 24,13-35, Jesús hace arder el corazón de los discípulos que estaban desanimados y los reanima para la misión caminando con ellos. En Jn 4,1-42, Jesús realza una mujer samaritana desilusionada de la vida y ayuda a los discípulos a tener una nueva manera de mirar la persona humana. En Jn 6,22-71, Jesús parte de la realidad de hambre para anunciar el “Pan de la Vida”. En Jn 9,1-40, Jesús, a partir de la realidad del ciego y en un proceso reflexivo, hace percibir que Él quiere que todos vean y se levanten como personas. En Jn 10,21, Jesús se presenta como un paciente pastor que va al encuentro de la oveja perdida y muestra como debe ser y actuar de sus seguidores. En Jn 11,1-44, Jesús, a partir de la realidad de la pérdida y de la muerte, quiere mostrar la victoria de la vida. Muestra a los discípulos, el proceso de comprensión de la fe y de la resurrección en su encuentro con Marta e María.

En Lc 10,1-9, Jesús instruye a los discípulos sobre el modo de evangelizar personas importantes, personas que están con el corazón y la mente arriba de los otros. Utiliza el método del anuncio directo y de propuesta concreta: ir a una casa. Es Zaqueo quien toma la iniciativa de cambiar de vida, de bajar del árbol, de igualarse como hermano. En Jn 13,1-20, Jesús muestra a los discípulos como debe ser el ser y el actuar de los discípulos. Explicita, por la práctica, que una nueva manera de vivir las relaciones entre las personas está aconteciendo. El Maestro lava los pies de los discípulos. En Jn 20,19-29, Jesús hace a los discípulos percibir cual debe ser la actitud cuando alguien duda, cuando quiere pruebas materiales de la fe. En Mt 25,31-46, Él instruye a los discípulos sobre asuntos complejos: juicio, eternidad, cielo, infierno. Jesús utiliza el método de citar actitudes concretas de quien ayuda o no ayuda a un hambriento, a un peregrino, a un doliente…

“La formación es un camino largo que requiere itinerarios distintos, respetuosos de los procesos personales y de los ritmos comunitarios, continuos y graduales”.

2.8. Contenidos de la predicación de Jesús

El lenguaje de Jesús expresa palabras que moldean su modo de ser y que se transforma en contenidos: Reino, vida en abundancia, pobres, fiesta, comer, beber, excluidos, pecadores, dolientes, con espíritus impuros, extranjeros, niños, viudas y sus discípulos. La enseñanza de Jesús parte de una práctica, de un gesto, de un clamor. En media a la realidad del cotidiano, Jesús anuncia la voluntad del Padre, el camino de salvación y la vida nueva.

Son contenidos que revelan el mirar misericordioso de Dios que se compadece, perdona y que envía su Hijo para demostrar todo su amor.

2.9. El Reino

Jesús quiere revelar el verdadero rostro del Padre y su plan salvador para todos. Es una exigencia total, poner la mano en el arado y no mirar para atrás (cf. Lc 9,62). Hace una promesa firme: “daréis muchos frutos y vuestros frutos permanecerán” (cf. Lc 6,44).

Las parábolas del Reino son procesos pedagógicos de formación de discípulos. “Cuando Jesús habla, en sus parábolas, del pastor que va en busca de la oveja perdida (cf. Lc 15,1-7); de la mujer que procura la moneda (cf. Lc 15,8-10); del padre que sale al encuentro del hijo pródigo y lo abraza (cf. Lc 15,11-32), no se trata apenas de palabras, pero constituyen la explicación de su propio ser y actuar”. Jesús anuncia, promete y realiza la misión con frutos, para transformar la vida.

2.10. ¿Qué aprendieron los discípulos?

“Serán mis testigos” (Hch 1,8). El mejor método para saber lo que aprendieron es ver lo que hicieron los apóstoles después de la resurrección y cómo vivían las primeras comunidades (cf. Hch 2,42-47). Llenos del Espíritu Santo los discípulos partieron en misión. Anunciaron al Resucitado, formaron comunidades, organizaron ministerios, adhirieron multitudes a la fe, celebraron la memoria de Jesús, sufrieron persecuciones y fueron detenidos, multitudes solicitaban el bautismo. Eran discípulos formando discípulos, pues “no podemos nosotros dejar de hablar de lo que hemos visto y oído” (Hch 4,20). “No tengo ni oro ni plata, pero lo que tengo te lo doy: ¡Por el nombre de Jesucristo de Nazaret, camina!” (Hch 3,6). “Un número cada día mayor de hombres y de mujeres se unían al Señor mediante la fe” (Hch 5,14). “El número de los discípulos en Jerusalén aumentaba considerablemente” (Hch 6,7).

Así quieren repetir en su vida personal y comunitaria el estilo de vida de Jesús. La fidelidad a Jesús se convierte en objetivo de la vida de las comunidades y de los discípulos.

2.11. ¿Y los discípulos hoy?

El ejemplo de Jesús repercute en los días de hoy. ¿Qué aprender de Él? ¿Cómo la Iglesia, hoy día, forma sus discípulos misioneros? ¿Qué nuevos pasos se exigen en los tiempos actuales? ¿Por qué una multitud de cristianos abandona lo que aprenden en la familia, en la catequesis y en la comunidad? ¿Nuestro modelo de catequesis ofrece solamente informaciones sobre Jesús o lleva a un verdadero encuentro con Él, a una experiencia de discipulado? La V Conferencia de Aparecida procuró dar algunas indicaciones.

La formación de los discípulos misioneros es un proceso gradual, de maduración de la fe, de encuentro con Jesucristo, de inserción en la comunidad, de compromiso en la misión de salvación y de formación para esa comunidad y su misión. El Documento de Aparecida ofrece caminos para el proceso de formación de los discípulos. Es preciso tomar en cuenta:

a) El encuentro con Jesús. Es una experiencia viva, ser seducido por la persona del Señor, un acontecimiento que toca y transforma nuestra vida. La invitación “Vengan y verán” (Jn 1,39) expresa el encuentro de fe con la persona de Jesús.

b) La conversión. “Conviértanse y crean en la Buena Nueva” (Mc 1,15). Es un cambio: de mentalidad y de vida, de acción y de compromiso, pasar de la ley a la fe; de obras de la ley a la fe en Jesús. Es el abandono del pecado y de muchas cosas que son contrarias a los valores del Evangelio. El objetivo de la conversión es “sean misericordiosos como es misericordioso el Padre de ustedes” (Jn 6,36). Y como él, Jesús, es misericordioso “aprendan de mí, que soy paciente de corazón y humilde” (Mt 11,29).

c) El discipulado. Es el seguimiento de Jesús que se profundiza y lleva a vivir en el Espíritu y a ser perseverante en la amistad con el Señor. “El seguimiento es fruto de una fascinación que responde al deseo de realización humana al deseo de vida plena. El discípulo es alguien apasionado por Cristo, a quien reconoce como el maestro que lo conduce y acompaña”. Es testigo y no solamente un repetidor del actuar de Jesús.

d) La comunión eclesial. El cristiano es, ante todo, un hermano que hace comunión fraterna en la familia, en la Iglesia, en la vida. Es la vivencia de la fraternidad y de la solidaridad.

e) La misión. Ir al encuentro del pueblo, de las personas, de las casas, de las comunidades y más allá de las fronteras. Discipulado y misión son inseparables, son dos caras de una misma moneda.

2.12. Las características de la Iglesia discípula.

a) Iglesia de atracción: La Iglesia crece por atracción. Cuanto más amor, comunión y unidad haya, tanto más la Iglesia será atrayente comunidad de amor (159).

b) Iglesia Samaritana: Es la Iglesia sensible y abierta a los pobres, sacramento de amor, de la solidaridad y de la justicia (26).

c) Iglesia casa y escuela de comunión: lugar de participación, Iglesia-familia, casa de los pobres (395), comunidad de Dios (164).

d) Iglesia abogada de la justicia y de los pobres: Iglesia defensora de los pobres, profética, compañera de los pobres (395).

e) Iglesia Bíblica: a partir de la Lectura Orante de la Biblia (249). Es preciso dar formación bíblica, enseñar la lectura orante y promover la pastoral bíblica. El pueblo debe tener acceso a la Biblia.

f) Iglesia que vive de la espiritualidad de comunión: (154-160) que consiste en formar pequeñas comunidades, incentivar las Comunidades Eclesiales de Base, integrar los movimientos y nuevas comunidades, abrirse al ecumenismo y al diálogo religioso, buscar los alejados.

g) Iglesia Eucarística: La Eucaristía es fuente y culminación de toda la vida de la Iglesia. Una Iglesia de la Eucaristía da testimonio de la alegría, promueve la adoración y la vida en Cristo; busca los alejados, respeta la pastoral diocesana y la religiosidad popular, educa para el valor del domingo, día del Señor. La comunión es para la misión y, por otro lado, la misión refuerza la comunión.

h) Iglesia al servicio del Reino de la Vida (395): Lucha por estructuras justas, promueve vida digna, sabe discernir las señales de los tiempos, realiza la evangelización con la promoción humana y la verdadera liberación.

i) Iglesia que ofrece formación permanente (292): La formación comienza con la iniciación cristiana, esto es, con el encantamiento por Jesús, la conversión constante, la vivencia comunitaria, el compromiso misionero.

j) Iglesia que permanece en la escuela de María: La madre de Jesús es la discípula, ejemplo de fe y obediencia, mujer libre y fuerte, mujer profética.

2.13. Caminos para el discipulado.

Los numerales entre paréntesis se refiere al documento de Aparecida

a) Realizar un encuentro vivo, persuasivo y decisivo con Jesús: No se comienza a ser cristiano por una decisión ética, ni por una gran idea, sino por un encuentro, un acontecimiento, una experiencia con Jesús.

b) Tener admiración y fascinación por Jesús (136, 244, 277): Jesús precisa ser encontrado, seguido, amado, adorado, anunciado y comunicado (14). La mayor fascinación de la humanidad es Jesús. El discípulo es alguien fascinado por Jesús.

c) Sentir atracción, vinculación, intimidad y vivir el seguimiento de Jesús (131-134, 140): Para ser discípulo requiéranse estos cuatro pasos: atracción, vinculación, intimidad y seguimiento de Jesús. Tratase de una experiencia personal, profunda y decisiva.

d) Asumir el estilo de vida, el destino, la cruz y la gloria de Jesús (299): El discípulo se asemeja al Maestro. La vida de Jesús, su manera de vivir, sus sentimientos, como también la cruz y la gloria del Señor son destinos del discípulo.

e) Compartir con los otros la experiencia del encuentro con Jesús (287). El discípulo lleva a la misión. Jesús envía los discípulos a la misión. Toda vocación es para la misión. No hay misión sin discipulado, ni discipulado sin misión.

f) Ser discípulo en la comunión eclesial (156): Discipulado y comunidad eclesial significan que el discípulo debe estar inserto en la comunidad, vinculada a la Iglesia, encajado en la vida de la comunidad. Esto evita el intimismo, el individualismo y la separación o alejamiento de la Iglesia.

g) Asumir la formación para el discipulado: Aprendemos a ser discípulos. La formación del discípulo consiste en reconocer, acoger, interiorizar y desarrollar la experiencia del encuentro (279). El discipulado es una escuela, un aprender continuo que requiere iniciación y formación permanente. Quien ama quiere conocer siempre más lo amado o la amada.

h) La vida en Cristo comporta la liberación integral, la humanización, la reconciliación y la inserción social (359). Ser discípulo implica transformar la sociedad. El discípulo es sal, luz y levadura del mundo. El cambio del corazón lleva a la transformación social.

i) No hay otro tesoro, otra felicidad, otra prioridad en vuestras vidas que ésta: ser discípulos misioneros. Es lo mejor que puede acontecer en nuestras vidas, Es la mayor alegría de la vida.

j) Ser discípulo misionero apasionado al servicio de la vida. El discípulo y la misión están a servicio de la vida. La finalidad y el objetivo de la misión del discípulo es la vida plena de la persona humana. El discipulado y la misión están a servicio de la vida digna.

Fuente CELAM [email protected]

Preguntas para reflexión personal y grupal:

1.- ¿He tenido una experiencia personal con Jesús?

2.- ¿En mi vida personal Jesús es mi maestro?

3.- ¿En nuestra vida de comunidad, nos sentimos como discípulos de Jesús?

3.- LUGARES DE ENCUENTRO CON JESUCRISTO

LUGARES DE ENCUENTRO CON JESUCRISTO MISIONERO DEL PADRE

3.1. EN LA SAGRADA ESCRITURA.- “Palabra de Dios escrita por inspiración del Espíritu Santo”, es con la tradición, fuente de vida para la Iglesia y alma de su acción evangelizadora. Desconocer las Escrituras es desconocer a Jesucristo y renunciar a anunciarlo. De aquí la invitación de Benedicto XVI: “Al iniciar la nueva etapa que la Iglesia misionera de América Latina y el Caribe se dispone a emprender, a partir de esta V Conferencia General en Aparecida, es condición indispensable el conocimiento profundo y vivencial de la Palabra de Dios. Por esto, hay que educar al pueblo en la lectura y la meditación de la palabra: que ella se convierta en su alimento para que, por propia experiencia, vea que las palabras de Jesús son espíritu y vida (cf. Jn 6,63). De lo contrario, ¿cómo van a anunciar un mensaje cuyo contenido y espíritu no conocen a fondo? Hemos de fundamentar nuestro compromiso misionero y toda nuestra vida en la roca de la Palabra de Dios”(D.C.A. 247)[footnoteRef:34]. Se hace, pues, necesario proponer a los fieles la Palabra de Dios como don del Padre para el encuentro con Jesucristo vivo, camino de “auténtica conversión y de renovada comunión y solidaridad”. Esta propuesta será mediación de encuentro con el Señor si se presenta la Palabra revelada, contenida en la Escritura, como fuente de evangelización. Los discípulos de Jesús anhelan nutrirse con el Pan de la Palabra: quieren acceder a la interpretación adecuada de los textos bíblicos, a emplearlos como mediación de diálogo con Jesucristo, y a que sean alma de la propia evangelización y del anuncio de Jesús a todos. Por eso, la importancia de una “pastoral bíblica”, entendida como animación bíblica de la pastoral, que sea escuela de interpretación o conocimiento de la Palabra, de comunión con Jesús o oración con la Palabra, y de evangelización inculturada o de proclamación de la Palabra (D.C.A. 248)[footnoteRef:35]. [34: D.C.A, 144. ] [35: D,C,A, 145.]

3.2. EN LA EUCARISTÍA.- En esta Iglesia está Jesús en “La Eucaristía como lugar privilegiado del encuentro del discípulo con Jesucristo”. Con este Sacramento, Jesús nos atrae hacia sí y nos hace entrar en su dinamismo hacia Dios y hacia el prójimo. En cada Eucaristía, los cristianos celebran y asumen el misterio pascual, participando en él, por tanto, los fieles deben vivir su fe en la centralidad del misterio pascual de Cristo a través de la Eucaristía, de modo que toda su vida sea cada vez más vida eucarística. La Eucaristía, fuente inagotable de la vocación cristiana es, al mismo tiempo, fuente inextinguible del impulso misionero. Allí, el Espíritu Santo fortalece la identidad del discípulo y despierta en él la decidida voluntad de anunciar con audacia a los demás lo que ha escuchado y vivido” (D.C.A. 251)[footnoteRef:36]. Se entiende, así, la gran importancia del precepto dominical, del “vivir según el domingo”, como un necesidad interior del creyente, de la familia cristiana, de la comunidad parroquial. Sin una participación activa en la celebración eucarística dominical y en las fiestas de precepto, no habrá un discípulo misionero maduro. Cada gran reforma en la Iglesia está vinculada al redescubrimiento de la fe en la Eucaristía. Es importante, por eso, promover la “pastoral del domingo” y darle “prioridad en los programas pastorales” (D.C.A. 252). Ellas pueden alimentar su ya admirable espíritu misionero participando de la “celebración dominical de la Palabra” que hace presente el Misterio Pascual en el amor que congrega (cf. 1 Jn 3,14), en la Palabra acogida (cf. Jn 5, 24-25) y en la oración comunitaria (cf. Mt 18,20). Sin duda, los fieles deben anhelar la participación plena en la Eucaristía dominical, por lo cual también los alentamos a orar por las vocaciones sacerdotales (D.C.A. 253)[footnoteRef:37] [36: D.C.A, 146. ] [37: D.C.A. 146-147.]

3.3. EN LA RECONCILIACIÓN.- Por otro lado tenemos en la Iglesia la riqueza del sacramento de la reconciliación el lugar donde el pecador experimenta de manera singular el encuentro con Jesucristo, quien se compadece de nosotros y nos da el don de su perdón misericordioso, nos hace sentir que el amor es más fuerte que el pecado cometido, nos libera de cuanto nos impide permanecer en su amor, y nos devuelve la alegría y el entusiasmo de anunciarlo a los demás con un corazón abierto sincero y generoso (D.C.A. 254)[footnoteRef:38]. Este tema lo ampliaremos cuando nos referiremos al Sacerdote hombre de la misericordia de Dios. [38: D.C.A, 147. ]

3.4. EN LA ORACIÓN.- La oración personal y comunitaria lugar donde el discípulo, alimentado por la palabra y la Eucaristía, cultiva una relación de profunda amistad con Jesucristo y procura asumir la voluntad del Padre. La oración diaria es un signo del primado de la gracia en el itinerario del discípulo misionero. Por eso, “es necesario aprender a orar, volviendo siempre de nuevo a aprender este arte de los labios del maestro”(D.C.A 255), ya que Jesús está presente en medio de una comunidad viva en la fe y en el amor fraterno. Allí Él cumple su promesa: “Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20) (D.C.A. 256)[footnoteRef:39]. Santa Teresa de Ávila maestra de oración y doctora de la Iglesia dice con respecto a la oración: “Pues hagamos cuenta que está ya hecho esto cuando se determina a tener oración un alma y lo ha comenzado a usar. Y con ayuda de Dios hemos de procurar, como buenos hortelanos, que crezcan estas plantas y tener cuidado de regarlas para que no se pierdan, sino que vengan a echar flores que den de sí gran olor para dar recreación a este Señor nuestro, y así se venga a deleitar muchas veces a esta huerta y a holgarse entre estas virtudes. Pues veamos ahora de la manera que se puede regar, para que entendamos lo que hemos de hacer y el trabajo que nos ha de costar, si es mayor que la ganancia, o hasta qué tanto tiempo se ha de tener. Paréceme a mí que se puede regar de cuatro maneras: O con sacar el agua de un pozo, que es a nuestro gran trabajo, o con noria y arcaduces, que se saca con un torno; yo lo he sacado algunas veces: es a menos trabajo que este otro y sácase más agua; o de un río o arroyo: esto se riega mucho mejor, que queda más harta la tierra de agua y no se ha menester regar tan a menudo y es a menos trabajo mucho del hortelano; o con llover mucho, que riega el Señor sin trabajo ninguno nuestro y es muy sin comparación mejor que todo lo que queda dicho”[footnoteRef:40]. La Santa menciona que es necesario ponerse en camino, comenzar despacio, sentir que Dios va guiando la vida. Orar es hablar filial y amorosamente con Dios Padre, en uni, recordemos que la oración es un diálogo amoroso con Dios Padre, en unión con su Hijo, a impulsos del Espíritu. Santa Teresa escribe: “No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino trata de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama”[footnoteRef:41]. Una niña un día dijo de manera más sencilla: “Orar en conversar con Dios”, y para eso es necesario que los sacerdotes aprendamos en el camino de la vida, tal vez estudiar un poco de espiritualidad y ser verdaderos maestros de Oración. [39: D.C.A, 147.] [40: T. ÁLVAREZ, “Santa Teresa Obras completas”, Monte Carmelo, Burgos 2009, 109-110. ] [41: J. GONZÁLEZ, Estimulación Espiritual, Ediciones del Teresianum, México 2002, 59.]

3.5. EN LA COMUNIDAD DE FE.- Hay que señalar que Jesús está presente en medio de una comunidad viva en la fe y en el amor fraterno. Allí Él cumple su promesa: “Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20). Está en todos los discípulos que procuran hacer suya la existencia de Jesús, y vivir su propia vida escondida en la vida de Cristo (cf. Col 3,3). Ellos experimentan la fuerza de su resurrección hasta identificarse profundamente con Él; “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (cf. Ga 2,20). Está en los Pastores que representan a Cristo mismo (cf. Mt 10,40; Lc 10,16). Los Obispos han sucedido, por institución divina, a los Apóstoles como Pastores de la Iglesia, de modo que quien los escucha, escucha a Cristo, y quien los desprecia, desprecia a Cristo y a quien le envío (L G.20). Está en los que dan testimonio de lucha por la justicia, por la paz y el bien común, algunas veces llegando a entregar la propia vida, en todos los acontecimientos de la vida de nuestros pueblos, que nos invitan a buscar un mundo más justo y más fraterno, en toda realidad humana, cuyos límites a veces nos duelen y agobian (D.C.A. 256). También lo encontramos de un modo especial en los pobres, afligidos y enfermos (cf, Mt 25,37-40), que reclaman nuestro compromiso y nos dan testimonio de fe, paciencia en el sufrimiento y constante lucha para seguir viviendo. ¡Cuántas veces los pobres y los que sufren realmente nos evangelizan!. El encuentro con Jesucristo en los pobres es una dimensión constitutiva de nuestra fe en Jesucristo. De la contemplación de su rostro sufriente en ellos y del encuentro con Él en los afligidos y marginados, cuya inmensa dignidad Él mismo nos revela, surge nuestra opción por ellos (D.C.A. 257)[footnoteRef:42]. Al igual que las primeras comunidades de cristianos, hoy nos reunimos asiduamente para “escuchar la enseñanza de los apóstoles, vivir unidos y participar en la fracción del pan y en las oraciónes” (Hch 2, 42), la comunión de la Iglesia se nutre con el Pan de la Palabra de Dios y en el Pan del Cuerpo de Cristo. Por eso la Iglesia debe ser entendida como: “casa y escuela de comunión”, donde los discípulos comparten la misma fe, esperanza y amor al servicio de la misión evangelizadora (D.C.A. 158). Uno de los anhelos más grandes que se ha expresado en las Iglesias de América Latina y El Caribe, con motivo de la preparación de V Conferencia General, es el de una valiente acción renovadora de las Parroquias (Parroquia comunidad de comunidades) a fin de que sean de verdad. “Espacios de la iniciación cristiana, de la educación y celebración de la fe, abiertas a la diversidad de carismas, servicios y ministerios, organizadas de modo comunitario y responsable, integradoras de movimientos de apostolado ya existentes, atentas a los proyectos pastorales y supra parroquiales y las realidades circundantes”[footnoteRef:43]. [42: D.C.A, 148. ] [43: ECCLESIA IN AMÉRICA, 41. ]

3.6. EN LA PIEDAD POPULAR.- El Santo Padre destacó la “rica y profunda religiosidad popular, en la cual aparece el alma de los pueblos latinoamericanos”, y la presentó como “el precioso tesoro de la Iglesia católica en América Latina”. Esta manera de expresar la fe está presente de diversas formas en todos los sectores porque su piedad “refleja una sed de Dios que solamente los pobres y sencillos pueden conocer”. La “religión del pueblo latinoamericano es expresión de la fe católica. Es un catolicismo popular”, profundamente inculturado, que contiene la dimensión más valiosa de la cultura latinoamericana (D.C.A. 258). Las fiestas patronales, las novenas, los rosarios y vía crucis, las procesiones, las danzas y los cánticos del folclore religioso, el cariño a los santos y a los ángeles, las promesas, las oraciones en familia. Destacamos las peregrinaciones, donde se puede reconocer al Pueblo de Dios en camino. Cristo mismo se hace peregrino, y camina resucitado entre los pobres. La decisión de partir hacia el santuario ya es una confesión de fe, el caminar es un verdadero canto de esperanza, y la llegada es un encuentro de amor (D.C.A. 259). La piedad popular se vive en una multitud, no es una “espiritualidad de masas” (D.C.A. 261). Por eso, el discípulo misionero tiene que ser “sensible a ella, saber percibir sus dimensiones interiores y sus valores innegables” (D.C.A. 262). La piedad popular es una manera legítima de vivir la fe, un modo de sentirse parte de la Iglesia y una forma de ser misioneros, donde se recogen las más hondas vibraciones de la América profunda. Es parte de una “originalidad histórica cultural” de los pobres de este continente, y fruto de “una síntesis entre las culturas y fe cristiana” (D.C.A. 264)[footnoteRef:44]. Es el Dios pequeño en la religiosidad popular. Este es el sentido que tiene la religiosidad popular cuando presenta al niño Jesús, porque Dios hecho sencillez, pequeñez, ternura, dispuesto a comprender al pequeño. O mejor aún, cuando nos presenta al crucificado, cercano a nuestros propios sufrimientos y nosotros a los de Él. Dice Aparecida: nuestros pueblos se identifican particularmente con el Cristo sufriente, lo miran, lo besan o tocan sus pies lastimados como diciendo: este es el que me amó y se entregó por mí (Ga 2,20). Muchos de ellos golpeados, ignorados, despojados, no bajan los brazos. Con su religiosidad característica se aferran al inmenso amor que Dios les tiene y que les recuerda permanentemente su propia dignidad. También encuentran la ternura y el amor de Dios en el rostro de María. En ella ven reflejado el mensaje esencial del Evangelio (D.C.A. 265)[footnoteRef:45]. [44: D.C.A, 148-151. ] [45: L. CASTRO, “Metáfora y Misión”, Paulinas, Bogotá 2010, 201.]

3.7. EN MARÍA DISCÍPULA Y MISIONERA.- No podemos dejar de lado a la Virgen de Nazaret, quien, tuvo una misión única en la historia de salvación, concibiendo, educando y acompañando a su Hijo hasta su sacrificio definitivo. Luego perseverando junto a los apóstoles a la espera del Espíritu (cf. Hch 1,13-14), cooperó con el nacimiento de la Iglesia misionera, imprimiéndole un sello mariano que la identifica hondamente. En María, nos encontramos con Cristo, con el Padre y el Espíritu Santo, como asimismo con los hermanos (D.C.A. 267). Como en la familia humana, la Iglesia – familia se genera en torno a una madre, quien confiere “alma” y ternura a la convivencia familiar. María, Madre de la Iglesia, además de modelo y paradigma de humanidad, es artífice de comunión (D.C.A. 268). María es la gran misionera, continuadora de la misión de su Hijo y formadora de misioneros. Ella, así como dio a luz al Salvador del mundo, trajo el Evangelio a nuestra América. En el acontecimiento guadalupano, presidió, junto al humilde Juan Diego, el Pentecostés que nos abrió a los dones del Espíritu (D.C.A. 269)[footnoteRef:46]. Miramos a María como madre de Jesús y madre nuestra. Después de Dios, en ella ponemos nuestra confianza y nuestra esperanza. Nuestra Latinoamérica se caracteriza por ser un pueblo eminentemente Mariano, en su totalidad está cubierta de “Santuarios” dedicadas a ella, como signo de gratitud, por habernos presentado al Salvador. [46: D.C.A, 152-153. ]

3.8. EN LOS APÓSTOLES Y LOS SANTOS.- También los apóstoles de Jesús y los santos han marcado la espiritualidad y el estilo de vida de nuestras Iglesias. Sus vidas son lugares privilegiados del encuentro con Jesucristo (D.C.A. 273). Nuestros pueblos nutren un cariño y especial devoción a José esposo de María, hombre justo, fiel y generoso que sabe perderse para hallarse en el misterio del Hijo. San José, el silencioso maestro, fascina, atrae y enseña, no con palabras sino con el resplandeciente testimonio de sus virtudes y de su firme sencillez (D.C.A. 274). Nuestras comunidades llevan el sello de los apóstoles y, además, reconocen el testimonio cristiano de tantos hombres y mujeres que esparcieron en nuestra geografía las semillas del Evangelio, viviendo valientemente su fe, incluso derramando su sangre como mártires. Su ejemplo de vida y santidad constituyen un regalo precioso para el camino creyente de los latinoamericanos y, a la vez, un estímulo para imitar sus virtudes en las nuevas expresiones culturales de la historia. Los cristianos de hoy recogemos su herencia y nos sentimos llamados a continuar con renovado ardor apostólico y misionero el estilo evangélico de vida que nos han trasmitido (D.C.A. 275)[footnoteRef:47]. [47: D.C.A, 155- 156. ]

3.2.- ENCUENTRO DE JESÚS EN EL ROSTRO HUMANO

3.2.1. EN LA FAMILIA.- Es uno de los tesoros más importantes de los pueblos latinoamericanos y caribeños, y es patrimonio de la humanidad entera. Por eso en nuestra condición de discípulos y misioneros de Jesucristo, estamos llamados a trabajar para que esta situación sea transformada, y la familia asuma su ser y misión en el ámbito de la sociedad y de la Iglesia (D.C.A. 432). Está fundada en el sacramento del matrimonio entre un varón y una mujer, signo del amor de Dios por la humanidad y de la entrega de Cristo por su esposa, la Iglesia. Desde esta alianza de amor, se despliegue la paternidad y la maternidad, la filiación y la fraternidad, y el compromiso de los dos por una sociedad mejor (D.C.A. 433), ya que “la familia es imagen de Dios que, en su misterio más íntimo no es una soledad, sino una familia”. En la comunidad de amor de las tres Personas divinas, nuestras familias tienen su origen, su modelo perfecto, su motivación más bella y su último destino (D.C.A. 434)[footnoteRef:48]. Jesús dijo a sus discípulos: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5,14). Las palabras del Señor se aplican de modo especial a la familia. La luz, después de todo, lleva a cabo su misión (calienta e ilumina), simplemente siendo lo que es. Igual que la misión del sol es brillar, la de la familia es ser ella misma. Juan Pablo II lo recordaba: “Familia, sé lo eres”. ¿Cuál es la luz que irradia desde la familia, como los rayos salen del sol? Escuchemos al Papa: “Dado que, según el designio divino, está constituida como “íntima comunidad de vida y de amor” (...) la esencia y el cometido de la familia son definidos en última instancia por el amor. Por eso la familia recibe la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor, como reflejo vivo y participación real del amor de Dios por la humanidad y del amor de Cris