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UNIVERSIDAD NACIONAL AUTONOMA DE HONDURAS EN EL VALLE DE SULA
CARRERA DE PEDAGOGIA
Catedrático:Lic. Hernán Corrales Quiroz
Asignatura:Ética Profesional
Tema: Ética y Valores
Sección: 1300
Integrantes del Grupo No. 2:Loendy Biviana Martínez….…20112005638……….45Ana Ruth Trejo.……….……..20112006298………..46
Karen Julissa Reyes….....……..20112005183……….42Sindy Fabiola Rivera…….....….20091302001..…..….21Karla Melissa Núñez…………20052300115...…..…41
San Pedro Sula, 20 de Febrero de 2013
INDICE
INTRODUCCIÓN................................................................................1
OBJETIVOS........................................................................................2
ÉTICA.................................................................................................3
CONCIENCIA ÉTICA............................................................................5
LA CONDUCTA ÉTICA........................................................................8
LOS VALORES..................................................................................10
EDUCACION EN VALORES...............................................................12
VALORES FAMILIARES.....................................................................13
CONCLUSIONES...............................................................................30
BIBLIOGRAFIA.................................................................................31
INTRODUCCIÓN
Ética es la ciencia que se encarga del estudio de las normas morales de cada
individuo, normas que son muy necesarias para lograr equilibrio y armonía en la
convivencia entre todos y cada uno, así como ante una sociedad de individuos que
se rige por su propia moral.
Cuando llega el momento que como personas individuales decidimos “vivir nuestra
vida”, no solo somos responsables de nuestra vida biológica, sino también física,
mental, psicológica, y moral y es aquí, en lo moral en donde se practican los
juicios de valor para lograr ser como humano más humano, y así tener todas las
posibilidades de vivir en un mundo en donde la realización es el objetivo principal,
no podremos vivir en paz personal, familiar y social sin proponérnoslo y sin un
esfuerzo.
El hombre crece en humanidad cuando tiene el valor de esforzarse por crecer y
ese crecimiento se da poco a poco, los valores que su familia(que es el eje central
de la sociedad) le enseño durante la infancia, niñez, adolescencia y juventud,
serán bien aprendidos y duraran toda la vida, estos le marcaran el camino y
moldearan sus actos, durante adulto tiene la capacidad de adquirir más valores en
base a lo ya aprendido, así que el desarrollo y crecimiento del individuo depende
mucho de sus actos morales, esto es el objetivo de estudio de la Ética. La ética es
una reflexión racional sobre qué se entiende por conducta buena y se
fundamentan los juicios morales.
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OBJETIVOS
Determinar el papel fundamental que juega la ética y los valores en la
sociedad.
Enumerar el punto de acción de los valores en la sociedad.
Identificar cuando y como se deben poner en práctica los valores y a la vez
hacer uso de la ética ya que estos dos van de la mano.
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ÉTICA Y VALORES
ÉTICA
Seguramente alguna vez has escuchado decir que el comportamiento de alguna
persona no es ético o que alguien actuó o no con ética. ¿Qué quiere decir esto? A
primera vista, parecería que una, conducta ética es buena y que una conducta no
ética es mala. Ejemplo:
Decir mentiras no es ético y es algo malo; por el contrario cumplir con nuestras
obligaciones es ético y es algo bueno.
En efecto, la ética se ocupa de lo que es bueno o malo, y de lo que es justo o
injusto. Su derivación es de términos cuyo significado es costumbre o conducta.
La ética es un saber práctico, de nada sirve saber mucho de ella si no la ponemos
en práctica.
Objeto de estudio de la ética:
"El objeto de estudio de la ética, no es todo tipo de conducta, sino sólo aquellas
que rigen por normas morales. Ejemplos:
I.- Conductas que no son objeto de estudio de la ética.
a. Los alumnos saludan a la bandera.
b. Una persona observa una pintura.
c. Practicar un deporte.
d. Escuchar música, o platicar.
II.- Conductas que son objeto de estudio de la ética.
a. Un maestro humilla un alumno.
b. Robar es malo.
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c. Decir mentiras no es correcto.
d. Sobornar a alguien es malo.
Llamamos normas morales a los principios que en una sociedad regulan el
comportamiento de los seres humanos en función de lo que se considera bueno,
justo o correcto.
La ética, también se le llama Filosofía de la moral.
La filosofía de la moral, tiene como objeto de estudio: La conducta humana, pero
sólo cuando esta es susceptible del juzgarse moralmente: Ejemplos:
a. Cuando te parece justa una situación.
b. Cuando das tu opinión sobre una situación o conflicto.
c. Cuando no sabes que hubieras hecho en x conflicto moral, religiosos, ético o de
valor.
Las múltiples experiencias que has tenido durante toda tu vida han contribuido a
que formes tu criterio, veas la realidad de cierta manera, valores algunas cosas y
dejes otras en segundo lugar también te han ayudado a comprender el momento
que vives, a enfrentar los desafíos y tomar decisiones; han influido en la forma
como te relacionas con otras personas y en la manera como participas en el medio
que te rodea.
Esto significa que la filosofía de la moral siempre ha estado, y estará presente en
tu vida "sin embargo, dada la importancia que este vocablo tiene en el lenguaje
trataremos de precisar brevemente su significado".
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CONCIENCIA ÉTICA
Es muy importante tener una idea clara sobre lo que es la conciencia ética y lo que
ha de hacerse para desarrollarla. En primer lugar debes enterarte de que esta
conciencia no se forma memorizando normas o reglas por el estilo de aquellas que
comienzan: “no debes hacer esto” o “no debes hacer aquello”; “haz esto” o “haz lo
otro”. Estas reglas o mandatos se olvidan en la práctica y eso nos lleva a que
frecuentemente hagamos lo contrario de lo que ordenan. Padres y maestros nos
abruman con predicas de este tipo. Yo no hare lo mismo porque la experiencia me
dice que tal camino es equivocado cuando se trata de alcanzar una firme
conciencia ética. ¿Qué es, pues, esa conciencia? según mi punto de vista, es la
interiorización de los valores éticos, de tal manera que, gracias a ello, podemos
distinguir claramente lo bueno de lo malo y llevar a cabo unas acciones y rechazar
otras, tomando siempre en cuenta los efectos que nos reportan.
La conciencia ética, pues, no consiste en un conocimiento doctrinario que
aplicamos frente a cada situación que se nos presenta, a pesar de que la palabra
latina conscientia significa conocimiento. No es, para el caso, que al sentir el
impulso de llevar a cabo una acción, vienen a mí una serie de informaciones de
tipo intelectual previamente adquiridas, con las cuales determino si el acto que se
me presenta como posible es bueno o malo. En realidad, ninguno de nosotros
recita lecciones de moral para decidir su conducta ante una circunstancia
determinada. La conciencia ética es un modo de ser o una actitud que se logra al
interiorizar los valores éticos o sea al incorporarlos a nuestra propia esencia
humana. De esa manera, volviendo carne de nuestra carne y sangre de nuestra
sangre los valores éticos, asumimos una conducta buena en forma natural,
permanente y libre, de modo que, con unas pocas consideraciones sobre los
efectos buenos o malos de una determinada acción, acordamos realizarla o
evitarla.
¿Deseas saber cómo se adquiere la conciencia ética? Primero formando la
conciencia social o sea interiorizando los valores de la sociedad donde vivimos, es
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decir, haciendo nuestro todo aquello que es bueno para el grupo social al que
pertenecemos. Después de lo anterior o sea después de que tenemos una
conciencia clara de lo que favorece o perjudica a nuestra sociedad y, por ende, a
nosotros mismos, formamos la conciencia ética recurriendo para ello la
interiorización de los valores respectivos. Esto es así porque, siendo la ética una
disciplina del hombre socialmente organizado, la conciencia ética no es otra cosa
que la misma conciencia social, pero cualificaba por la acentuación de los valores
éticos interiorizados. ¿y cómo se interiorizan esos valores o como se adquiere una
conducta buena que sea natural, permanente y libre? Dicha interiorización no se
logra con mandatos, las prohibiciones o códigos morales. Los mandatos, las
prohibiciones o códigos éticos salen sobrando si no hay conciencia ética. En
cambio, si dicha conciencia existe, la persona actúa moralmente, aunque no haya
mandatos o códigos éticos. A causa de ellos es frecuente escuchar a los niños o a
los muchachos decir palabras como las siguientes: “no hago esto o aquello porque
me castigan mis padres o mis maestros”; “hago esto o lo otro porque de tal acción
recibo un premio de mis padres o de mis maestros”. Los mismos ocurren con
quienes se guían por una ética religiosa. Estos dicen: “no actúo de tal manera
porque me castiga Dios”; “actuó de tal otra porque de ese modo me gano un
puesto en el Paraíso”. Tomando en cuenta la fuerza coactiva de la divinidad en la
conducta humana, es común que en los Seminarios o en los Conventos las
autoridades correspondientes pongan letreros del siguiente tenor en los rincones
más apartados de los edificios: Deus videt, Dios te ve. ¿Qué ocurre, entonces,
cuando la persona le pierde el miedo al castigo o ya no le importa el premio?
¿Qué ocurre cuando está seguro de que nadie lo ve: ni sus padres, ni sus
maestros, ni los policías, ni DIOS mismo, a quien ya no teme? En esos casos el
sujeto actúa sin control alguno, sin freno alguno, y es capaz de conocer todos los
desafueros posibles.
Con razón afirma el filósofo holandés del siglo XVII, Benito Spinoza, lo siguiente
sobre este punto en su libro Ética: “El que, dirigido por Temor, hace lo que es
bueno para evitar un mal, no obra bajo el gobierno de la Razón”. Para quienes
practican la ética intraconsciente, es decir, que tiene la autoridad moral en la
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conciencia misma y no fuera de ella. En este caso las personas afirman: “no hago
esto o no hago aquello porque mi conciencia me dice que no lo haga”. Hay dos
métodos para lograr la interiorización de los valores éticos:
1- ). El desarrollo de actividades que nos vinculen con actos buenos (practicar
deportes, organizarse en grupos creativos, visitar centros culturales, hacer
amistades edificantes).
2- ). Tomar de la vida lo que esta nos ofrece a manos llenas como bueno (leer
biografías de grandes hombres, comentar las noticias de hechos plausibles y de
hechos condenables, hablar con distintas personas acerca de la vida, ver lo que
pasa a otros cuando siguen una conducta al margen de la ética y lo que les ocurre
a quienes marchan conforme a ella). La conciencia ética, cuando está bien
sustentada, cuando es firme, constituye una buena garantía de que ni actuaremos
mal voluntariamente sino que actuaremos bien. En cambio, cuando la conciencia
ética registra debilidades, cuando tiene grietas, puede fallar ante las invitaciones
que nos presenta la vida para llevar a cabo actos inconvenientes. Por supuesto, la
persona que no tiene ninguna conciencia ética, ni débil, no se detiene ante los
actos censurables si los mismos le ofrecen determinadas ventajas. Pero, debemos
decirlo, hay una diferencia entre el que actúa mal sin tener conciencia ética y el
que lo hace teniendo esa conciencia, ya sea fuerte o débil. El primero procede así
porque una conducta frecuentemente mala lo lleva a actuar mal; el segundo lo
hace, no porque sea malo, sino por flaqueza momentánea o por error.
Estas son las atenuantes que el derecho penal considera en casos de delitos de la
última especie. A causa de lo anterior, el que comete una acción sin tener
conciencia ética, no se arrepiente de ello, no sufre interiormente a causa de lo
que ha hecho, sino que más bien se muestra frio, tranquilo y hasta dispuesto a
repetir la acción. En cambio, el otro, el que tiene conciencia ética y actúa por
debilidad o por error, se arrepiente una y mil veces porque algo interior-conscientia
vox-le reprocha el acto que ha cometido. Lo más seguro es que éste piense dos
veces en cometer la misma falta.
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LA CONDUCTA ÉTICA
Se llama conducta, a la forma cómo actúa una persona en el seno de la sociedad.
Dicho de otra manera, la conducta es el conjunto de actos que se realizan para
darle curso a la vida social. Está claro, que algunas personas sus actos son
predominantemente plausibles, por lo que se dice de ellas que tienen una
conducta buena; en cambio, en otras personas dominan los actos condenables, a
causa de lo cual la gente afirma de las mismas que tienen una conducta mala.
La conducta ética, por tanto, es aquella forma de actuar, por parte de una persona,
en la que dominan las acciones buenas, mientras que la conducta antiética es la
que se caracteriza por el mayor peso de las acciones reñidas con la moral.
Esto significa, que no basta un solo acto bueno o un solo acto malo para calificar
toda la conducta de una persona en un sentido u otro. Se requiere más bien la
reiteración de actos buenos o actos malos para que alguien merezca cualquiera
de los dos calificativos. Resulta curioso recordar el origen de la palabra conducta.
Esta procede del latín y se forma del verbo conducere o conducir. En la antigua
roma se llamaba conducta a la recua o al carro que llevaba monedas de un lado a
otro, pero especialmente la que se requería para los gastos de los césares. Por
comparación, pues, ahora dicha palabra significa como llevamos nosotros los
actos de nuestro comportamiento: si los llevamos bien o si los llevamos mal; si son
“monedas” de curso aceptable o lo son de curso inaceptable.
Los actos que forman la conducta humana, se suelen dividir en dos clases: actos
voluntarios o conscientes y actos involuntarios o inconscientes.
Los primeros, como comprenderás, son los que se hacen deliberadamente o sea
que los controlamos nosotros. Los segundos, en cambio, son aquellos que
escapan a nuestro control y, en tal virtud, no son producto de nuestra decisión.
Los actos voluntarios se llevan a cabo en pleno juicio y de los mismos somos
totalmente responsables. Los involuntarios, en cambio, se efectúan bajo estados
no lúcidos a poco lúcidos, como la locura, el sueño o la pérdida momentánea de la
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conciencia. De ellos no somos responsables o lo somos sólo indirectamente. Es
claro que, los actos voluntarios o conscientes solo los que forman la conducta
humana y, por tanto, los que pasan a ser materia de la ética. En cambio, los actos
involuntarios no forman conducta humana y quedan al margen de la ciencia que
nos ocupa.
De lo anterior se desprende que hay actos éticos, no éticos y anti éticos. También
se les suele llamar actos morales, amorales e inmorales.
Los primeros son los que están de acuerdo con las condiciones que establece la
conciencia ética para la conducta buena; los segundos son los que se partan de
esa conciencia, pero sin violentarla; y los terceros son los que se oponen a ella o
la niegan abiertamente.
La conducta ética se define como aquella forma de actuar que nos convierte en
sujetos activos en elevación y en la garantía permanente de la vida, sea la nuestra
o los de más. La conducta no ética es la contraria, es decir la que se compromete
o rebaja nuestro ser o el ser de otros. Lo anterior significa una cosa: la conducta
ética nos pide, por una parte, no ser el mal en contra nuestra o en contra de vidas
ajenas, y por otra hacer el bien a favor nuestro y también a favor de otros.
Una conducta ética que no hace el mal, pero tampoco hace el bien es incompleta
o coja.
Hombre o mujeres buenas para sí mismo pero que no lo son para los demás,
aunque no perjudique tiene un pobre desempeño en la vida.
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LOS VALORES
Los valores son principios que nos permiten orientar nuestro comportamiento en
función de realizarnos como personas. Son creencias fundamentales que nos
ayudan a preferir, apreciar y elegir unas cosas en lugar de otras, o un
comportamiento en lugar de otro. También son fuente de satisfacción y plenitud.
Nos proporcionan una pauta para formular metas y propósitos, personales o
colectivos. Reflejan nuestros intereses, sentimientos y convicciones más
importantes.
Los valores se refieren a necesidades humanas y representan ideales, sueños y
aspiraciones, con una importancia independiente de las circunstancias. Por
ejemplo, aunque seamos injustos la justicia sigue teniendo valor. Lo mismo ocurre
con el bienestar o la felicidad.
Los valores valen por sí mismos. Son importantes por lo que son, lo que significan,
y lo que representan, y no por lo que se opine de ellos.
Los valores son convicciones profundas de los seres humanos que determinan su
manera de ser y orientan su conducta. La solidaridad frente a la indiferencia, la
justicia frente al abuso, el amor frente al odio.
Los valores involucran nuestros sentimientos y emociones. Cuando valoramos la
paz, nos molesta y nos hiere la guerra. Cuando valoramos la libertad nos enoja y
lacera la esclavitud. Cuando valoramos el amor y lastima el odio.
Valores, actitudes y conducta están relacionados. Los valores son creencias o
convicciones de que algo es preferible y digno de aprecio. Una actitud es una
disposición a actuar de acuerdo a determinadas creencias, sentimientos y valores.
A su vez las actitudes se expresan en comportamientos y opiniones que se
manifiestan de manera espontánea.
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Los valores se jerarquizan por criterios de importancia. Cada persona construye su
escala de valores personales. Esto quiere decir que las personas preferimos unos
valores a otros.
Los valores más importantes de la persona forman parte de su identidad. Orientan
sus decisiones frente a sus deseos e impulsos y fortalecen su sentido del deber
ser.
Por ejemplo, una maestra responsable hará todo lo que esté en sus manos para
que sus alumnos alcancen los objetivos educativos del ciclo escolar, se sentirá
mal consigo misma si por razones claramente atribuidas a ella, los niños no
reciben las oportunidades de aprendizaje que debieran. Solo sentimos pesar al
hacer algo incorrecto cuando el valor en cuestión es parte de nuestro ser.
Los valores se aprenden desde la temprana infancia y cada persona les asigna un
sentido propio.
Cada persona, de acuerdo a sus experiencias, conocimientos previos y desarrollo
cognitivo, construye un sentido propio de los valores. Aunque a todos nos enseñen
que la honestidad es algo deseable, y aunque todos lo aceptamos como cierto, la
interpretación que haremos de este valor, el sentido que le encontraremos en
nuestra vida, será diferente para cada persona.
Los valores y su jerarquización pueden cambiar a lo largo de la vida. Los valores
están relacionados con los intereses y necesidades de las personas a lo largo de
su desarrollo. Los valores de los niños pequeños están definidos en buena medida
por sus necesidades de subsistencia y por la búsqueda de aprobación de sus
padres: sustento biológico, amor filial. Los adolescentes guían sus valores
personales por su necesidad de experimentación y autonomía: amistad, libertad.
Mientras que en la edad adulta se plantean nuevas prioridades: salud, éxito
profesional, responsabilidad. Algunos valores permanecen a lo largo de la vida de
las personas.
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EDUCACIÓN EN VALORES
La referencia a los derechos humanos apunta a valores de una alta significación
ética que se constituyen en formas de vida ideales y en comportamientos
deseables. Los valores que emanan de la dignidad humana hacen referencia a la
libertad, la igualdad y la fraternidad. Estos bienes comparten la premisa de que las
personas son valiosas en sí mismas, que requieren trato digno y libertad para
realizarse como seres humanos plenos.
A lo largo de su vida, las personas se adhieren a valores de distinto tipo, lo cual es
parte de su desarrollo y libertad personales. Para alcanzar un marco ético de
convivencia plural y armónica, basado en unos valores deseablemente
compartidos por todos, la escuela puede y debe educar en aquellos que derivan
de los derechos humanos y, por ello, considerados universales.
En ese sentido, los valores que aborda el Calendario se basan en el respeto a la
dignidad humana. Son incluyentes, porque en un diálogo que apele a la razón,
difícilmente encontraríamos detractores a los mismos; son valores de los que
todos queremos disfrutar, independientemente de nuestra cultura, religión o
convicción política.
Son valores universales también porque son operacionales que no declinan,
aparecen siempre como imperativos indispensables, casi esenciales de la
naturaleza humana. no es concebible una época en la que la amistad, la
tolerancia, la solidaridad no sean condiciones deseables para nuestra existencia.
Actitudes como el esfuerzo y la autorregulación son requisitos necesarios para
realizar los valores compartidos por la humanidad.
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VALORES FAMILIARES
Los Valores familiares entre los miembros de una familia se establecen relaciones
personales que entrañan afinidad de sentimientos, de afectos e intereses que se
basan en el respeto mutuo de las personas.
La familia es la comunidad donde desde la infancia se enseñan los valores y el
adecuado uso de la libertad. Las relaciones personales y la estabilidad familiar son
los fundamentos de la libertad, de la seguridad, de la fraternidad en el seno de la
sociedad. Es por esto que en la familia se inicia a la vida social.
Es en la familia donde se enseñan los primeros valores; valores que serán
sustento para la vida en sociedad y a lo largo de la vida de la persona. Entre otros
destacan los siguientes:
La Alegría: La alegría es un valor que se siembra primeramente en el seno
familiar. Es en el núcleo familiar donde se procura que los miembros se ayuden
unos a otros en sus necesidades, en la superación de obstáculos y dificultades,
así como el compartir los logros y éxitos de los demás.
En el fondo lo que se fomenta es dejar el egoísmo a un lado, buscando el bien y
compartir con el otro. Cuando nos centramos en nuestras preocupaciones y no
estamos dispuestos a ayudar a los que nos rodean somos egoístas. El egoísta no
suele ser una persona alegre. Es en este darse a los demás miembros de la
familia donde se obtiene la alegría.
La alegría no depende de las circunstancias o de las facilidades que puede
presentar la vida y tampoco consiste en tener cosas. Este valor tiene su
fundamento en lo profundo de la persona, no es sino la consecuencia de una vida
equilibrada, de una coherencia entre lo que pensamos y lo que hacemos, el tener
una mente y un cuerpo sanos.
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La Generosidad: La generosidad es uno de los valores que se fomentan en la
vida familiar. Entendiendo por generosidad el actuar en favor de otras personas
desinteresadamente y con alegría. Hacer algo por otras personas puede traducirse
de diferentes maneras, por ejemplo, dar cosas, prestar juguetes, dar tiempo para
escuchar y atender a otro miembro de la familia, saludar, perdonar.
Se notará una actitud generosa en una persona que se esfuerza por hacer la vida
agradable a los demás miembros de la familiar.
El Respeto: El respeto hacia los demás miembros es otro de los valores que se
fomentan dentro de la familia, no sólo respeto a la persona misma, sino también a
sus opiniones y sentimientos. Respeto hacia las cosas de los demás miembros,
respeto a su privacidad, respeto a sus decisiones, éstas, por supuesto, adecuadas
a la edad de la persona. Es en la familia donde el niño aprende que tanto él o ella
como sus ideas y sentimientos merecen respeto y son valorados.
La Justicia: La justicia se fomenta en el seno de la familia al establecerse lo que
corresponde a cada miembro de la misma. Recordemos que la justicia consiste en
dar a cada uno lo que les corresponde. Una persona que se esfuerza
constantemente por respetar los derechos de los demás y le da a cada uno lo que
debe, tiene la virtud de la justicia.
La Responsabilidad: La responsabilidad supone asumir las consecuencias de los
propios actos, no solo ante uno mismo sino ante los demás. Para que una persona
pueda ser responsable tiene que ser consciente de sus deberes y obligaciones, es
por ello, de gran importancia que los hijos tengan sus responsabilidades y
obligaciones muy claras. Por ejemplo, el niño debe tener claro que es su
responsabilidad la calidad y el esfuerzo en sus estudios, que debe poner el mayor
trabajo y empeño en esta actividad, en beneficio propio y en respuesta a la
oportunidad que le brindan sus padres.
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El desarrollo de la responsabilidad en los hijos es parte del proceso educativo,
esto con vistas a la participación de los hijos en la vida familiar primero, y a la vida
en sociedad después, de una manera responsable y autónoma.
La Lealtad: La lealtad surge cuando se reconocen y aceptan vínculos que nos
unen a otros, de tal manera que se busca fortalecer y salvaguardar dichos
vínculos así como los valores que representan. La aceptación y el reconocimiento
de este vínculo no se centran hacia el futuro, como una posibilidad, sino que es
una realidad actual. Este vínculo no pasa con el tiempo, es profundo, suele
madurar y fortalecerse a la larga.
Es en la familia donde surgen y se fortalecen este tipo de vínculos, por ejemplo, un
niño pequeño aprende a ser leal al esforzarse por ayudar a los demás, al procurar
hacer todo lo que pueda para cumplir con lo que sus padres le dicen que es
bueno. Se muestra lealtad entre los hermanos al apoyarse, defenderse y ayudarse
ante las dificultades, ante la amenaza de personas o circunstancias ajenas a la
familia.
Conviene aclarar que ser leal a los papás, por ejemplo, no significa aprobar una
conducta errónea de los mismos, sino el respetar y cuidar su buen nombre, se
trata de ser sincero con ellos, además de ayudarlos a superar las dificultades.
Lo mismo ocurre al ser leal a la patria, esto no supone ocultar o negar los males y
deficiencias que en ella puedan existir, sino el proteger, reforzar y participar en la
vivencia de los valores de la misma.
La Autoestima: La autoestima es uno de los valores fundamentales para el ser
humano maduro, equilibrado y sano. Este valor tiene sus raíces y fundamentos en
el núcleo familiar.
Se entiende por autoestima la visión más profunda que cada persona tiene de sí
misma, influye de modo decisivo en las elecciones y en la toma de decisiones, en
consecuencia conforma el tipo de vida, las actividades y los valores que elegimos.
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Desde niños vamos construyendo el concepto de nosotros mismos de acuerdo a
los mensajes recibidos de nuestros padres, hermanos, familiares, amigos y
maestros. Es la suma de la autoconfianza, el sentimiento de nuestra valía personal
y de nuestra capacidad. Ésta se basa en la variedad de pensamientos,
sentimientos, experiencias y sensaciones que hemos ido acumulando a lo largo de
nuestra vida, pero principalmente a lo largo de nuestra infancia y adolescencia.
Si queremos construir una personalidad fuerte y equilibrada, es de vital
importancia que como padres hagamos sentir a nuestros hijos que son dignos de
ser queridos con un amor incondicional, es decir, no condicionado a su
comportamiento, calificaciones o actitudes.
Elevar la autoestima de nuestros hijos es de vital importancia, ya que contribuimos a que
desarrolle la convicción de que es estimado y valorado, que es competente para enfrentarse a la
vida con confianza y optimismo, y que es merecedor de la felicidad.
La Honestidad: Es aquella cualidad humana por la que la persona se
determina a elegir actuar siempre con base en la verdad y en la auténtica
justicia (dando a cada quien lo que le corresponde, incluida ella misma).
Ser honesto es ser real, acorde con la evidencia que presenta el mundo y
sus diversos fenómenos y elementos; es ser genuino, auténtico, objetivo. La
honestidad expresa respeto por uno mismo y por los demás, que, como
nosotros, "son como son" y no existe razón alguna para esconderlo. Esta
actitud siembra confianza en uno mismo y en aquellos quienes están en
contacto con la persona honesta.
La honestidad no consiste sólo en franqueza (capacidad de decir la verdad)
sino en asumir que la verdad es sólo una y que no depende de personas o
consensos sino de lo que el mundo real nos presenta como innegable e
imprescindible de reconocer.
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Lo que no es la honestidad:
-No es la simple honradez que lleva a la persona a respetar la distribución
de los bienes materiales. La honradez es sólo una consecuencia particular
de ser honestos y justos.
-No es el mero reconocimiento de las emociones "así me siento" o "es lo
que verdaderamente siento". Ser honesto, además implica el análisis de qué
tan reales (verdaderos) son nuestros sentimientos y decidirnos a ordenarlos
buscando el bien de los demás y el propio.
-No es la desordenada apertura de la propia intimidad en aras de "no
esconder quien realmente somos", implicará la verdadera sinceridad, con las
personas adecuadas y en los momentos correctos.
-No es la actitud cínica e impúdica por la que se habla de cualquier cosa con
cualquiera… la franqueza tiene como prioridad el reconocimiento de la
verdad y no el desorden.
Hay que tomar la honestidad en serio, estar conscientes de cómo nos afecta
cualquier falta de honestidad por pequeña que sea… Hay que reconocer
que es una condición fundamental para las relaciones humanas, para la
amistad y la auténtica vida comunitaria. Ser deshonesto es ser falso, injusto,
impostado, ficticio. La deshonestidad no respeta a la persona en sí misma y
busca la sombra, el encubrimiento: es una disposición a vivir en la
oscuridad. La honestidad, en cambio, tiñe la vida de confianza, sinceridad y
apertura, y expresa la disposición de vivir a la luz, la luz de la verdad.
La Puntualidad: El valor que se construye por el esfuerzo de estar a tiempo
en el lugar adecuado. El valor de la puntualidad es la disciplina de estar a
tiempo para cumplir nuestras obligaciones: una cita del trabajo, una reunión
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de amigos, un compromiso de la oficina, un trabajo pendiente por entregar.
El valor de la puntualidad es necesario para dotar a nuestra personalidad de
carácter, orden y eficacia, pues al vivir este valor en plenitud estamos en
condiciones de realizar más actividades, desempeñar mejor nuestro trabajo,
ser merecedores de confianza. La falta de puntualidad habla por sí misma,
de ahí se deduce con facilidad la escasa o nula organización de nuestro
tiempo, de planeación en nuestras actividades, y por supuesto de una
agenda, pero, ¿qué hay detrás de todo esto?
Muchas veces la impuntualidad nace del interés que despierta en nosotros
una actividad, por ejemplo, es más atractivo para un joven charlar con los
amigos que llegar a tiempo a las clases; para otros es preferible hacer una
larga sobremesa y retrasar la llegada a la oficina. El resultado de vivir de
acuerdo a nuestros gustos, es la pérdida de formalidad en nuestro actuar y
poco a poco se reafirma el vicio de llegar tarde.
En este mismo sentido podríamos añadir la importancia que tiene para
nosotros un evento, si tenemos una entrevista para solicitar empleo, la
reunión para cerrar un negocio o la cita con el director del centro de
estudios, hacemos hasta lo imposible para estar a tiempo; pero si es el
amigo de siempre, la reunión donde estarán personas que no frecuentamos
y conocemos poco, o la persona –según nosotros- representa poca
importancia, hacemos lo posible por no estar a tiempo, ¿qué más da...?
Para ser puntual primeramente debemos ser conscientes que toda persona,
evento, reunión, actividad o cita tiene un grado particular de importancia.
Nuestra palabra debería ser el sinónimo de garantía para contar con nuestra
presencia en el momento preciso y necesario.
Otro factor que obstaculiza la vivencia de este valor, y es poco visible, se da
precisamente en nuestro interior: imaginamos, recordamos, recreamos y
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supuestamente pensamos cosas diversas a la hora del baño, mientras
descansamos un poco en el sofá, cuando pasamos al supermercado a
comprar "sólo lo que hace falta", en el pequeño receso que nos damos en la
oficina o entre clases... pero en realidad el tiempo pasa tan de prisa, que
cuando "despertamos" y por equivocación observamos la hora, es poco lo
que se puede hacer para remediar el descuido.
Un aspecto importante de la puntualidad, es concentrarse en la actividad
que estamos realizando, procurando mantener nuestra atención para no
divagar y aprovechar mejor el tiempo. Para corregir esto, es de gran utilidad
programar la alarma de nuestro reloj o computadora (ordenador), pedirle a
un familiar o compañero que nos recuerde la hora (algunas veces para no
ser molesto y dependiente), etc., porque es necesario poner un remedio
inmediato, de otra forma, imposible.
Lo más grave de todo esto, es encontrar a personas que sienten
"distinguirse" por su impuntualidad, llegar tarde es una forma de llamar la
atención, ¿falta de seguridad y de carácter? Por otra parte algunos lo han
dicho: "si quieren, que me esperen", "para qué llegar a tiempo, si...", "no
pasa nada...", "es lo mismo siempre". Estas y otras actitudes son el reflejo
del poco respeto, ya no digamos aprecio, que sentimos por las personas, su
tiempo y sus actividades
Para la persona impuntual los pretextos y justificaciones están agotados,
nadie cree en ellos, ¿no es tiempo de hacer algo para cambiar esta actitud?
Por el contrario, cada vez que alguien se retrasa de forma extraordinaria,
llama la atención y es sujeto de toda credibilidad por su responsabilidad,
constancia y sinceridad, pues seguramente algún contratiempo importante
ocurrió.
Podemos pensar que el hacerse de una agenda y solicitar ayuda, basta para
corregir nuestra situación y por supuesto que nos facilita un poco la vida,
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pero además de encontrar las causa que provocan nuestra impuntualidad
(los ya mencionados: interés, importancia, distracción), se necesita voluntad
para cortar a tiempo nuestras actividades, desde el descanso y el trabajo,
hasta la reunión de amigos, lo cual supone un esfuerzo extra -sacrificio si se
quiere llamar-, de otra manera poco a poco nos alejamos del objetivo.
La cuestión no es decir "quiero ser puntual desde mañana", lo cual sería
retrasar una vez más algo, es hoy, en este momento y poniendo los medios
que hagan falta para lograrlo: agenda, recordatorios, alarmas...
Para crecer y hacer más firme este valor en tu vida, puedes iniciar con estas
sugerencias:
-Examínate y descubre las causas de tu impuntualidad: pereza, desorden,
irresponsabilidad, olvido, etc.
-Establece un medio adecuado para solucionar la causa principal de tu
problema (recordando que se necesita voluntad y sacrificio): Reducir
distracciones y descansos a lo largo del día; levantarse más temprano para
terminar tu arreglo personal con oportunidad; colocar el despertador más
lejos...
-Aunque sea algo tedioso, elabora por escrito tu horario y plan de
actividades del día siguiente. Si tienes muchas cosas que atender y te sirve
poco, hazlo para los siguientes siete días. En lo sucesivo será más fácil
incluir otros eventos y podrás calcular mejor tus posibilidades de cumplir con
todo. Recuerda que con voluntad y sacrificio, lograrás tu propósito.
-Implementa un sistema de "alarmas" que te ayuden a tener noción del
tiempo (no necesariamente sonoras) y cámbialas con regularidad para que
no te acostumbres: usa el reloj en la otra mano; pide acompañar al
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compañero que entra y sale a tiempo; utiliza notas adheribles.
-Establece de manera correcta tus prioridades y dales el lugar adecuado,
muy especialmente si tienes que hacer algo importante aunque no te guste.
Vivir el valor de la puntualidad es una forma de hacerle a los demás la vida
más agradable, mejora nuestro orden y nos convierte en personas digna de
confianza.
La Compasión: Por lo general, la capacidad de conmovernos ante las
circunstancias que afectan a los demás se pierde progresivamente, parecería ser
que la compasión sólo se tiene por momentos aleatorios. En este sentido,
recuperar esa sensibilidad requiere acciones inmediatas para lograr una mejor
calidad de vida en nuestra sociedad.
La compasión supone una manera de sentir y compartir, participando de los
tropiezos materiales, personales y espirituales que atraviesan los demás, con el
interés y la decisión de emprender acciones que les faciliten y los ayuden a
superar estos problemas.
Los problemas y las desgracias suceden a diario: las fuerzas naturales, la
violencia entre los hombres y los accidentes. La compasión, en estos casos tan
lamentables, nos lleva a realizar campañas, colectas o prestar servicios para
ayudar en las labores humanitarias.
Sin embargo, no debemos confundir compasión con lástima, ya que no son lo
mismo. En este sentido, podemos observar las desgracia muchas veces como
algo sin remedio y sentimos escalofrío al pensar que sería de nosotros en esa
situación, sin hacer nada, en todo caso, pronunciamos unas cuantas palabras para
aparentar condolencia.
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Por otra parte, la indiferencia envuelve paulatinamente a los seres humanos, los
contratiempos ajenos parecen distantes, y mientras no seamos los afectados, todo
parece marchar bien. Este desinterés por los demás, se solidifica y nos hace
indolentes, egoístas y centrados en nuestro propio bienestar.
No obstante, aquellas personas que nos rodean necesitan de esa compasión que
comprende, se identifica y se transforma en actitud de servicio. Podemos
descubrir este valor en diversos momentos y circunstancias de nuestra vida,
quizás resulten pequeños, pero cada uno contribuye a elevar de forma significativa
nuestra calidad humana:
-Realizar una visita a un amigo o familiar que ha sufrido un accidente o padece
una grave enfermedad: más que lamentar su estado, debemos estar pendientes
de su recuperación, visitarlo a diario, llevando alegría y generando un clima
agradable.
-Si somos padres, debemos tener una reacción comprensiva ante las faltas de
nuestros hijos, ya sean por inmadurez, descuido o una travesura deliberada.
Reprender, animar y confiar en la promesa de ser la última vez que ocurra...
-Si somos profesores, debemos ser conscientes de la edad y las circunstancias
particulares de nuestros alumnos, corrigiendo sin enojo pero con firmeza la
indisciplina, y a su vez, poniendo todos los recursos que se encuentran a nuestro
alcance para ayudar a ese joven con las dificultades en el estudio.
-Toda persona en la oficina que roba tiempo a sus ocupaciones para explicar,
enseñar y hacer entender a sus compañeros las particularidades de su labor,
conocedor de su necesidad de trabajo y de la importancia del trabajo en conjunto.
Viviendo a través de la compasión reafirmamos otros valores: como la
generosidad y el servicio por poner a disposición de los demás el tiempo y
recursos personales; la sencillez porque no se hace distinción entre las personas
por su condición; solidaridad por tomar en sus manos los problemas ajenos
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haciéndolos propios; comprensión porque al ponerse en el lugar de otros,
descubrimos el valor de la ayuda desinteresada.
Aunque la compasión nace como una profunda convicción de procurar el bien de
nuestros semejantes, debemos crear conciencia y encaminar nuestros esfuerzos a
cultivar este valor tan lleno de oportunidades para nuestra mejora personal:
-Evita criticar y juzgar las faltas y errores ajenos. Procura comprender que muchas
veces las circunstancias, la falta de formación o de experiencia hacen que las
personas actúen equivocadamente. En consecuencia, no permitas que los demás
"se las arreglen como puedan" y haz lo necesario para ayudarles.
-Observa quienes a tu alrededor padecen una necesidad o sufren contratiempos,
determina cómo puedes ayudar y ejecuta tus propósitos.
-Centra tu atención en las personas, en sus necesidades y carencias, sin
discriminarlas por su posición o el grado de efecto que les tengas.
-Rechaza la tentación de hacer notar tu participación o esperar cualquier forma de
retribución, lo cual sería soberbia e interés.
-Visita centros para la atención de enfermos, ancianos o discapacitados con el
firme propósito de llevar medicamentos, alegría, conversación, y de vez en cuando
una golosina. Aprenderás que la compasión te llevará a ser útil de verdad.
La compasión enriquece porque va más allá de los acontecimientos y las
circunstancias, centrándose en descubrir a las personas, sus necesidades y
padecimientos, con una actitud permanente de servicio, ayuda y asistencia,
haciendo a un lado el inútil sentimiento de lástima, la indolencia y el egoísmo.
La Paciencia: Actualmente, nuestras vidas se desarrollan a un ritmo acelerado. A
tal punto que todo pasa por hacer y llegar con prisa, también para resolver
nuestros asuntos personales y del trabajo, surgiendo muchas veces roces con
personas que a lo mejor pudiéramos evitar.
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Lo que ocurre es que todo lo que queremos tiene que ser “ya”, ocasionando que
nuestra vida cotidiana no tenga sensatez y uno sea menos amable hacia los
demás. Tal es así, que todos estamos inmersos en una época denominada “prisa”.
Aquí debemos detenernos y pensar un poco sobre el valor de la paciencia, ya que
si no nos sentiremos cada vez más molestos con esa carrera que llevamos, y que
es nuestra propia vida, y que es única.
Por lo tanto, podemos definir a la paciencia como el valor que nos hace como
personas: tolerar, comprender, padecer y soportar los contratiempos y las
advertencias con fortaleza y por ende sin lamentos; esto es posible porque uno
aprende a actuar acorde a cada circunstancia, moderando las palabras y la
conducta en esos momentos.
De igual manera no debemos confundir lo que se llama indiferencia e
insensibilidad con las actitudes de paciencia. Esto siempre ocurre cuando nos
encontramos con personas que a nuestro criterio son molestas y fastidiosas, y
escuchamos aparentando tener una actitud paciente y efectivamente lo que
buscamos es evadir de esa situación lo más rápido posible. Y obviamente tratando
de que no se den cuenta, para no herir sus sentimientos.
Por otra parte, el no detenerse a considerar las posibilidades reales de éxito,
tiempo y esfuerzo que se necesitan para alcanzar un determinado fin, es el
principal obstáculo del desarrollo de este valor y se denomina impaciencia. Tal es
así, que uno debe moderarse y entender de nuestros alcances para evitar
cargarse de demasiados compromisos que posiblemente no los podrán efectuar.
Por ejemplo, el ahorrar puede ser una forma de medir nuestra paciencia, pero si
quitamos de vista nuestro objetivo, nuestra meta será cada vez más inalcanzable y
lejana. O bien la paciencia para educar a nuestros hijos, ya que son más traviesos
de lo que uno muchas veces se espera, pero el verdadero reto es tener la
habilidad para educarlos tolerantemente y de la mejor manera posible.
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Sin embargo, podríamos decir que el hecho de soportar y tolerar las
contrariedades más inesperadas, también constituyen retos, aunque de menor
importancia pero que hacen al desarrollo de la paciencia. Tal es el caso de
sobrellevar inclemencias del tiempo, ser comprensivos en la realización de tareas
junto a otras personas, ante la falta de sus experiencias, conocimientos para
realizarlas efectivamente, entre otras. Si en cualquiera de ellos nos obsesionamos,
el resultado puede ser totalmente el opuesto al deseado, por lo que se recomienda
ser pacientes, ya que ella nos enseña la manera por la cual debemos hacer las
cosas.
Recuerda, ten buena predisposición para acudir a aquellos lugares donde siempre
para ti son pérdidas de tiempo, porque ello puede disgustarnos innecesariamente.
Otra cuestión es no mostrar impaciencia y hacer cosas de mala gana, ante el
pedido de favores. Ante ello se recomienda que esa actividad se cuente como fija,
dentro de nuestro tiempo y quehaceres, ya que de esa manera será posible
realizarla de manera agradable.
Las reacciones espontáneas no tienen una finalidad precisa, por lo cual se
recomienda tomarse un tiempo para escuchar, razonar y en el momento más
indicado actuar o emitir la opinión más acertada a la circunstancia. Si nos
olvidamos de esto, nos ganará la desesperación.
Pero, ¿cuáles son los verdaderos estímulos que ganamos de ser pacientes? La
verdad es que son múltiples, desde el mantenimiento y mejora relacional con
nuestra pareja, hijos y compañeros de trabajo; hasta las amistades más
duraderas.
Así la persona que vive pacientemente, logra comprender mejor la naturaleza de
los sucesos, creando paz y armonía a su alrededor. Es decir, que posee la
sensibilidad para afrontar todas aquellas contrariedades conservando la calma y
por ende, su equilibrio interior.
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Tal es así, que una vez conocida o presentida una dificultad que es preciso
superar o algún bien deseado que tarda en llegar, soportaremos las molestias
presentes con serenidad. Y nos ayudará a moderar los excesos de tristeza y a
esperar con calma el bien deseado.
El Perdón: Existen momentos en que la amistad o la convivencia se fracturan por
diversas causas, las peleas y las rupturas, originan sentimientos negativos como
la envidia, el rencor, el odio y el deseo de venganza. En estas situaciones, las
personas pierden la tranquilidad y la paz interior, y al hacerlo, los que están a su
alrededor sufren las consecuencias de su mal humor y la falta de comprensión.
De esta manera, debemos saber que los resentimientos nos impiden vivir
plenamente, quizás un acto que provenga del corazón puede cambiar nuestras
vidas y la de aquellos que nos rodean. Así, es necesario pasar por alto los detalles
pequeños que nos incomodan, para alcanzar la alegría en el trato cotidiano en la
familia, la escuela o la oficina. Es más, debemos evitar que estos sentimientos de
rencor nos invadan, por el contrario, es necesario perdonar a quienes nos han
ofendido, como un acto voluntario de grandeza, disculpando interiormente las
faltas que han cometido otros.
En ciertos momentos, podemos sentirnos heridos por acciones o actitudes de los
demás, pero también existen ocasiones en que nos sentimos lastimados sin una
razón concreta, por nimiedades que lastiman nuestro amor propio.
Queda claro que al ser susceptibles, creamos un problema en nuestro interior, y
tal vez juzgamos a quienes no tenían la intención de lastimarnos. Debemos tener
en cuenta, que hay conductas y pautas de acción, que al ponerlas en práctica,
construimos herramientas para saber perdonar.
Ahora bien, si efectivamente hubo una causa real o no tenemos claro qué ocurrió,
debemos estar dispuestos para aclarar o arreglar la considerar lo siguiente:
Buscar el momento Buscar la manera de llegar a un acuerdo. Situación adecuado
para plantear la situación, hacerlo con calma y tranquilidad, sobre Al escuchar
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hacerlo con paciencia, buscando entender todo de nuestra parte. Dar a conocer
nuestras razones y llegar a un acuerdo. Los motivos que hubo. Olvidar el
incidente, como si nada hubiera pasado. El perdón fortalece al corazón, porque le
otorga mayor capacidad de amar, si perdonamos con prontitud y sinceramente,
podemos comprender faltas de los demás, ayudando para que las corrijan. Puede
llegar a ocurrir, que los sentimientos negativos (resentimiento, rencor, odio o
venganza) pueden ser mutuos debido a un malentendido. En este sentido,
encontramos a familias que están sumergidas en un torbellino de odios
injustificados: “Nosotros no perdonamos porque los otros no perdonan”. En este
caso, es necesario romper ese círculo vicioso comprendiendo que "Amor saca
amor". Debemos entender que una actitud valiente de perdón y humildad, obtiene
lo que la venganza y el odio nunca pueden: lograr restablecer la armonía.
También debemos tener en claro que una sociedad, una familia o un individuo
lleno de resentimientos impiden el desarrollo hacia una esfera más alta. Perdonar
resulta mucho más sencillo de lo que parece, todo está en buscar la manera de
lograr y mantener una convivencia sana, de la importancia que le damos a los
demás como personas y de no dejarnos llevar por aquellos sentimientos
negativos.
La Sinceridad: A veces, atravesamos malas experiencias... ¿Alguna vez has
sentido la desilusión de descubrir la verdad?, ¿esa verdad que descubre un
engaño o una mentira? El sentirnos defraudados provoca incomodidad, esta
experiencia nos lleva a procurar que nunca nos suceda lo mismo, y a veces, nos
impide volver a confiar en las personas, aún sin ser las causantes de nuestra
desilusión.
Sin embargo, como los demás valores, la sinceridad, no es algo que debemos
esperar de los demás, es un valor que debemos vivir para tener amigos, para ser
dignos de confianza.
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La sinceridad es un valor que caracteriza a las personas por su actitud
congruente, que mantienen en todo momento, basada en la veracidad de sus
palabras y acciones.
Si queremos ser sinceros necesitamos decir siempre la verdad... esto que parece
tan sencillo, resulta una tarea muy dificultosa para algunas personas. ¿cuántas
veces utilizamos esas mentiras piadosas en circunstancias que consideramos
poco importantes?: como el decir que estamos avanzados en el trabajo, cuando
aún no hemos comenzado, por la suposición de que es fácil y en cualquier
momento podemos estar al corriente. Obviamente, una pequeña mentira, llevará a
otra más grande y así sucesivamente hasta que nos sorprenden.
Incluso, podemos inventar defectos o hacerlos más grandes en una persona, o
cuando ocultamos el enojo o la envidia que tenemos. Cuando con aires de ser
"franco" o "sincero", decimos con facilidad los errores que comenten los demás,
mostrando lo ineptos o limitados que son.
No obstante, la palabra no constituye el límite único y visible de este valor,
también se evidencia en nuestras actitudes. Como, por ejemplo, cuando
aparentamos ser una persona que no somos, (normalmente es según el propósito
que se persiga: trabajo, amistad, negocios, círculo social), existe una tendencia a
mostrar una personalidad ficticia: inteligentes, simpáticos, educados, de buenas
costumbres... En este momento viene a nuestra mente el viejo refrán que dice:
"dime de qué presumes y te diré de qué careces"; gran desilusión causa el
descubrir a la persona como era en la realidad, alguna vez hemos dicho o
escuchado: "no era como yo pensaba", "creí que era diferente", "si fuese sincero,
otra cosa sería".
Esto nos demuestra que no sólo debemos decir la verdad para ser sinceros, sino
también actuar conforme a la verdad. Ello resulta un requisito indispensable para
la sinceridad.
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Si nos mostramos tal cual somos en la realidad, nos hace congruentes entre lo
que decimos, hacemos y pensamos. De esta manera, logramos el conocimiento y
la aceptación de nuestras cualidades, pero también de nuestras limitaciones: los
demás nos quieren y aceptan como somos.
Puede ocurrir que faltemos a la Sinceridad por descuido, utilizando las típicas
frases "creo que quiso decir esto...", "me pareció que con su actitud lo que
realmente pensaba era que..." tal vez y con buena intención, opinamos sobre una
persona o un acontecimiento sin conocer los hechos. Para ser sincero, debemos
ser responsables en lo que decimos, evitando dar rienda suelta a la imaginación o
haciendo suposiciones.
Para ser sincero también se requiere "tacto", esto no significa encubrir la verdad o
ser vagos al decir las cosas. Cuando debemos decirle a una persona algo que
particularmente puede incomodarla, debemos ser conscientes que el propósito de
nuestro comentario es "ayudar", no hacerlo por disgusto o porque "nos cae mal";
además debemos buscar el momento y lugar adecuados para decírselo, esto
último garantiza que la persona nos escuchará y descubrirá nuestra buena
intención de ayudarle a mejorar.
De esta manera, la Sinceridad requiere valor, nunca se justificará el dejar de decir
las cosas para no perder una amistad o el buen concepto que se tiene de nuestra
persona. Si por ejemplo, es evidente que un amigo trata mal a su esposa o a sus
empleados, tenemos la obligación de decírselo, señalando las faltas en las que
incurre y el daño que provoca, no solamente a las personas, sino a la buena
convivencia que debe haber.
Actuar de forma sincera implica decir la verdad siempre, en todo momento,
aunque le cueste, sin temor al qué dirán. Vernos sorprendidos en la mentira es
más vergonzoso.
Además, si somos sinceros aseguramos nuestras amistades, demostramos ser
honestos con los demás y con nosotros mismos, convirtiéndonos en personas
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dignas de confianza por la veracidad que hay en nuestra conducta y nuestras
palabras. A medida que pasa el tiempo, esta norma se debe convertir en una
forma de vida, una manera de ser confiables en todo lugar y circunstancia.
CONCLUSIONES
En conclusión podemos decir que ética es aquello que se ocupa de lo que es bueno o malo de lo que es justo o injusto, por eso decimos que ética es un saber práctico, de nada sirve saber mucho de ella, si no la ponemos en práctica.
Los valores valen por sí mismo, son importantes por lo que son, lo que significan y lo que representan y no por lo que se opine de ello. Los valores no se han perdido sino más bien es que no los estamos utilizando ni llevando a la práctica.
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BIBLIOGRAFIA
www.monografias.com/trabajos16/etica.../etica-actitudes.shtml
www.funadeh.org/etica-y-valores/
www.slideshare.net/gladishernandez/diapositivas-etica-y-valores
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