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“Y los envió de dos en dos” Itinerario de aprendizaje para discípulos – misioneros 1

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“Y los envió de dos en dos”Itinerario de aprendizaje para

discípulos – misioneros

JUAN PABLO ESPINOSA ARCE

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© 2017 JUAN PABLO ESPINOSA ARCE

Está permitido a otros compartir esta obra, siempre y cuando se indique su título y autor.

Sobre el autor:

Juan Pablo Espinosa Arce. Es Licenciado en Educación y Profesor de Religión y Filosofía por la Universidad Católica del Maule. Es Magíster en Teología Fundamental por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Profesor Universitario de Ética y Filosofía (Instituto Profesional Santo Tomás, Sede Rancagua). Ha desarrollado actividades de Tutor y Ayudante en la Facultad de Teología de la Universidad Católica. Autor de numerosos artículos sobre temas de Teología y Educación. Pastoralmente trabaja en la Diócesis de Rancagua, en donde ha sido Secretario Ejecutivo de la Pastoral Juvenil Diocesana, Miembro del Equipo Diocesano de Catequesis y Formador en el Instituto Iván Caviedes.

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ÍNDICE

Presentación....................................................................................................................................4

1. Fundamentos bíblicos de la Misión...................................................................................6

1.1 La misión en los Evangelios Sinópticos.............................................................................6

1.1.1 Discípulos para la misión..................................................................................................6

1.1.2 Dinámica del envío............................................................................................................7

1.1.3 Discípulos y discípulas en el sentido amplio de la palabra..........................................8

1.2 Textos evangélicos sobre el discipulado y la misión........................................................9

1.2.1 Evangelio de Mateo.....................................................................................................9

1.2.2 Evangelio de Marcos.......................................................................................................12

1.2.3 Evangelio de Lucas.........................................................................................................15

2. La Espiritualidad Misionera..................................................................................................17

2.1 Fundamentos bíblicos de la espiritualidad misionera....................................................17

2.1.1 Antiguo Testamento........................................................................................................17

2.1.2 Nuevo Testamento..........................................................................................................19

2.2 Características de la Espiritualidad Misionera................................................................21

2.2.1 Dimensión cristológica de la espiritualidad misionera................................................22

2.2.2 Dimensión pneumática de la espiritualidad misionera...............................................23

2.2.3 Dimensión eclesiológica de la espiritualidad misionera.............................................23

2.3 Desafíos a la espiritualidad misionera.............................................................................24

3. Anotaciones Magisteriales sobre la Misión....................................................................25

3.1 El Vaticano II y la Misión....................................................................................................25

3.2 El paradigma eclesiológico del discipulado – misionero de Aparecida.......................26

3.2.1 Itinerario del Discipulado Misionero..............................................................................30

3.3 El Magisterio del Papa Francisco y la Misión Cristiana.................................................32

3.3.1 El encuentro con el otro como exigencia de la misión cristiana................................33

3.3.2 La Pastoral en clave de misión......................................................................................34

4. Bibliografía selecta............................................................................................................36

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Presentación

El dossier que a continuación presentamos, pretende entregar a las comunidades

cristianas elementos de formación básicos, reflexiones y directrices teológico-

pastorales en relación a la temática del discipulado misionero. Dicha dinámica

evangelizadora tiene como objetivo que la Iglesia entre en un estado permanente

de misión, asumiendo que debe convertirse en Madre de misericordia, de acogida,

diálogo y fraternidad. Nuestro desarrollo está ‘latinoamericanamente’ situado, y

particularmente está pensando para la Iglesia Chilena que ha venido desarrollando

distintas actividades de misión en sintonía con la Misión Continental impulsada por

la Iglesia de Latinoamérica luego de la V Conferencia del Episcopado

Latinoamericano celebrada en Aparecida, Brasil (2017). Este dossier de formación

tiene dos áreas que se complementan entre sí:

Fundamento bíblico de la Misión Cristiana. Esta área contempla un primer

momento en el cual se volverá sobre los textos bíblicos, sobre todo los Evangelios

Sinópticos. En ellos encontramos las primeras claves para comprender quién es

Jesús, cómo lo podemos comprender como misionero del Padre. Jesús vive por el

envío del Padre. Y también conoceremos quiénes son los discípulos, cuáles son

sus actitudes, espiritualidad y cuál es la misión encomendada por Jesús. Una vez

realizado este primer y necesario paso, se leerán los textos bíblicos en los cuales

Jesús escoge y envía a los discípulos, asumiendo que esto es el núcleo de toda

evangelización que quiera llamarse cristiana. Finalmente, algunas anotaciones a la

espiritualidad que le es propia a los discípulos misioneros.

Anotaciones magisteriales y pastorales. Esta área se quiere comprender como

la puesta en práctica de la Palabra de Dios. Queremos re leer los textos

Magisteriales del Vaticano II, de Aparecida (V Asamblea del CELAM, Conferencia

Episcopal Latinoamericana) y del Magisterio de Francisco desde una óptica

basada en el paradigma del discipulado – misionera. En esta segunda parte se

consignan algunos escritos con los cuales se colaboró con la Iglesia Chilena el

año 2014 en ocasión de la Misión Territorial. Esperamos que estas líneas puedan

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ayudar a los laicos, agentes pastorales y consagrados a caminar más y mejor

anunciando a Jesús de Nazaret, Hombre y Dios verdadero.

Al finalizar este material de formación dejamos una sección a la Bibliografía

seleccionada para confeccionar este trabajo. Hemos recurrido a ella y la hemos

presentado en este trabajo. Y también invitamos a los que usen este material a

que, en la medida de las posibilidades, puedan conocer los textos que finalmente

ofrecemos.

Dios quiera que el trabajo que el lector tiene en sus manos pueda ser utilizado

para renovar nuestras prácticas pastorales, misioneras y evangelizadoras. Vivimos

en tiempos convulsionados, pero es justamente en esa cultura, que a veces nos

resulta paradójica o contraria al cristianismo, en donde hemos de anunciar el

Evangelio. Que el Espíritu Santo, Señor de la historia y de la Iglesia nos anime en

el caminar, en la peregrinación que se realiza de dos en dos.

El autor15 de Agosto de 2017

Solemnidad de la Asunción de la Virgen

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1. Fundamentos bíblicos de la Misión1.1 La misión en los Evangelios Sinópticos1.1.1 Discípulos para la misión¿Qué entenderemos por discípulo? Es el que se pone voluntariamente bajo la dirección

de un maestro y comparte sus ideas. Etimológicamente viene del verbo latino disco que

traducido al castellano tiene el sentido de aprender. El discípulo es el que aprende. El

resumen del discipulado cristiano se puede leer en Juan: “No son ustedes los que me

eligieron a mí, sino yo el que los elegí a ustedes” (Jn 15,6).

La enseñanza de Jesús rompe con las enseñanzas rabínicas, que instruían en la Toráh y

en las leyes y preceptos judíos. Por el contrario, Jesús habla y anuncia el Reino de Dios y

la práctica que él supone.

El “Sígueme” de Jesús es lo que desencadena el discipulado cristiano y la misión. Jesús

es el que tiene la iniciativa y elige. Se es discípulo por tanto cuando se es llamado por el

mismo Jesús. Los discípulos no venían recomendados por un mérito personal. Pensemos

por ejemplo en Mateo. Era un recaudador de impuestos y por lo tanto traidor a la patria

para los judíos. Otros eran pescadores, sin preparación mayor que su tecné. El llamado

de Jesús está en relación a la búsqueda que Dios hace del hombre y de la mujer y con

esto se verifica que en el llamado se comprende cuál es la revelación divina.

El llamado de Jesús supone el envío posterior, la misión. El discipulado cristiano y la

misión tienen como objetivo hacer retroceder las fuerzas del anti Reino. Los enviados

deben ser signos del Reino (Lc 9,2; 10,9). Jesucristo da el poder a los discípulos de hacer

signos que anuncian que el Reino está en medio de la historia (Mc 1,14-15).

El discipulado cristiano tiene como exigencia la ruptura con todo lo demás: “Pues de igual

manera, cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes no puede ser discípulo

mío” (Lc 14,33). En el momento del sígueme, los pescadores y todos los demás dejan

todo y siguen a Jesús (Mc 1,16-20; 2,14; etc). El abandonar todo, quiere expresar la fe

puesta en Jesús y en el Reino. Lo que da fuerza es el envío de Jesús. Con el Reino de

Dios entramos en la dinámica de una nueva realidad.

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El discipulado significa entrar en una relación vital con Jesús. Así, el discípulo debe

incorporar en su persona todo lo que aporta Jesús, no solamente su enseñanza. Se debe

colocar la vida en sintonía con la vida de Jesús y con la dinámica del Reino. Esta relación

vital también incluye correr los mismos riegos del Maestro: “No está el discípulo por

encima del maestro, no el siervo por encima de su amo. Ya le basta al discípulo ser como

su maestro, y al siervo ser como su amo. Si al dueño de casa le han llamado Beelzebul

(demonio), ¡cuánto más a los de su familia!” (Mt 10,24-25). La posibilidad del rechazo y

del martirio está dentro de las exigencias y consecuencias del discipulado y de la misión

cristiana.

La relación vital también se comprende y en palabras de Benedicto XVI como el nosotros

de la nueva familia, que está fundada en el núcleo de los doce. Vemos así el texto de

Marcos: “Llegan su madre y sus hermanos y, quedándose fuera, les envía a llamar.

Estaba mucha gente sentada a su alrededor. Le dicen: ¡Oye!, tu madre, tus hermanos y

tus hermanas están fuera y te buscan. Él les respondió ¿Quién es mi madre y mis

hermanos? Y mirando en torno a los que estaban sentados en corro, a su alrededor, dice:

Estos son mi madre y mis hermanos. Quien cumpla la voluntad de Dios, ése es mi

hermano, mi hermana y mi madre” (Mc 3,31-35). Esto es lo que se conoce como la

familia escatológica. Jesús rompe las relaciones normales de la familia e inaugura la

nueva familia que tiene como característica el cumplir la voluntad de Dios, es decir, ser

discípulos del enviado.

A pesar de la fragilidad personal y de la posibilidad del sufrimiento y del martirio, los

discípulos experimentan desde ya la felicidad del Reino futuro: “Pedro se puso a decirle:

Ya ves, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido. Jesús dijo: Yo les aseguro:

nadie que haya dejado casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos o tierras por mí y

por el Evangelio, quedarán sin recibir el ciento por uno; ahora, al presente, casas,

hermanos, hermanas, madres, hijos, tierras, con persecuciones, y en el mundo venidero,

vida eterna” (Mc 10,28-31).

1.1.2 Dinámica del envíoJesús comisionó a los doce para enviarlos, es decir, para que participasen de su propia

misión. Ahora bien, ¿cuál es la misión?

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- Jesús es el enviado del Padre (Jn 3,16), que a su vez envía a los doce a continuar

la misión hasta la consumación del mundo (Mt 28,19-20).

- Los apóstoles son los enviados de Cristo para continuar la misión.

- El mismo poder de Cristo es transmitido a los discípulos, con lo cual se comprende

que el Espíritu del Resucitado acompañará y garantizará la misión hasta la

consumación de los tiempos (Lc 4,16-21; Jn 20,21). El poder de Cristo se traduce

en los siguientes elementos: a) Participación en el ministerio profético; b) Regir a

la Iglesia; c) Misión y participación sacerdotal = Funciones de Cristo dadas en el

Bautismo.

1.1.3 Discípulos y discípulas en el sentido amplio de la palabra

En el Evangelio se habla de discípulos en un sentido amplio, ya que el discipulado se

componía tanto de simpatizantes que apoyaban y aceptaban el proyecto del Reino pero

sin abandonar sus ocupaciones cotidianas. Son redes de familia vinculadas al movimiento

de Jesús que sirvió a la expansión del mensaje. En este grupo, podemos encontrar a:

- Zaqueo el publicano (Lc 19,1-10)

- Miembros del Sanedrín como José de Arimatea (Mc 15,42-47)

- Familia de Betania (Marta, María y Lázaro) (Jn 12,1-8; Lc 10,39-42)

Están también los Doce, que componen el núcleo de la comunidad de Jesús, aunque

también se encuentran otros discípulos que también son llamados por Jesús, entre los

cuales se encuentran Natanael (Jn 1,45-51), José y Matías (Hech 1,21-22) y también las

mujeres que acompañan a Jesús desde Galilea (Lc 8,1-3).

Con esto, vemos una ruptura en relación al discipulado rabínico y al discipulado cristiano.

Los rabinos judíos sólo contaban con varones entre sus filas, al contrario de Jesús que

llama a varones y mujeres por igual. El discipulado cristiano es inclusivo e igualitario,

aunque organizado.

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1.2 Textos evangélicos sobre el discipulado y la misión

La noción fundamental es que el signo primordial del Reino de Dios y de la nueva

sociedad que inaugura es la elección de doce discípulos. Eclesiológicamente se asume

que un hecho del que históricamente no se puede dudar y que afecta a la voluntad

innegable de Cristo de reunir en torno a sí al nuevo pueblo mesiánico es la institución de

los doce.

Una advertencia previa que es imprescindible para conocer el mensaje de los cuatro

evangelios canónicos. Los evangelios no pretenden ser biografías de Jesús en el sentido

estricto de la palabra, sino que son relatos de fe de una determinada comunidad cuyo

mensaje se dirige a un grupo determinado de cristianos. Así, el Evangelio de Mateo está

escrito para judíos convertidos al cristianismo; Marcos a cristianos de Roma; Lucas a

cristianos del mundo helénico; Juan a un grupo cristiano que reflexiona su fe venido

desde el mundo judío que fueron expulsados de la Sinagoga, samaritanos y griegos.

Lo que haremos en este apartado no será leer todo el Evangelio o todas sus

características (cristológicas, teológicas, escatológicas, literarias, eclesiales, etc), sino que

sólo nos enfocaremos en las palabras sobre el discipulado cristiano, textos que

fundamentarán nuestra acción misionera.

1.2.1 Evangelio de Mateo

El Evangelio de Mateo muestra a Jesús como un Maestro, como el nuevo Moisés. Vemos

que sube al monte y enseña las bienaventuranzas (Mt 5, 1-12). Además, el Evangelio de

Mateo está compuesto por cinco grandes discursos que van acompañados por imágenes

y palabras sobre el Reino de Dios: a) Discurso Evangélico (Mt 5-9); b) Discurso Apostólico

(Mt 10-12); c) Discurso Parabólico (Mt 13-17); d) Discurso Eclesiástico (Mt 18-23); e)

Discurso Escatológico (Mt 24-25). Estos cinco discursos nos permiten comprender el ser

Nuevo Moisés de Jesús, ya que sus palabras componen la nueva y definitiva Toráh, el

Pentateuco pleno.

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Los discursos mateanos que nos interesan son el Apostólico y el Eclesiástico. Mateo es el

evangelista más ha desarrollado la reflexión sobre la ekklesía. Esto tiene como motivo la

ruptura de los cristianos con la sinagoga. ¿Cómo entiende Mateo a la Iglesia? La ekklesía

es el nuevo Israel, el pueblo de Dios escatológico: “Por eso os digo: Se os quitará el

Reino de Dios para dárselo a un pueblo que rinda sus frutos” (Mt 21,43). Jesús predicó

primero a Israel que el Reino de Dios estaba llegando (Mt 10,6), pero Israel lo rechazó, lo

cual está prefigurado tanto en el rechazo de Herodes y Jerusalén que rechazan al recién

nacido y que solo es reconocido por los paganos representados en los Magos. Por ello se

convoca al nuevo pueblo que es enviado en misión universal (Mt 28,19-20). La Iglesia es

la heredera de la herencia y de la alianza, comunidad que se caracteriza por la íntima

unión con Jesús.

Lo que hace Mateo es proponer en los cristianos de su comunidad un ejemplo de vida

cristiana. Las características del discipulado cristiano de Mateo son la fe y la comprensión

de las enseñanzas de Jesús. Ellos viven un aprendizaje progresivo de la fe hasta llegar a

comprender todo: “¿Habéis comprendido todo esto? Dícenle: Sí. Y el les dijo: Así todo

escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una

casa que saca de su arca cosas nuevas y cosas viejas” (Mt 13,51-52). Este diálogo quiere

expresar la comprensión que los discípulos tienen de los misterios del Reino y que

pueden discernir entre lo viejo y lo nuevo, entre las promesas y el cumplimiento. La

relación con Jesús, su fe en él y la comprensión de su enseñanza, son el fundamento de

la pertenencia a la Iglesia.

Una de las características principales de la comunidad cristiana debe ser el servicio: “El

mayor entre vosotros será vuestro servidor. Pues el que se ensalce, será humillado y que

se humille será ensalzado” (Mt 23,11-12). Lo que acá se presenta es la oposición a la vida

de la sinagoga que se basaba en el poder y en el prestigio: “Hacer, pues, y observad todo

lo que os digan; pero no imitéis su conducta, porque dicen y no hacen. Atan cargas

pesadas y las echan a la espalda de la gente, pero ellos ni con el dedo quieren moverlas.

Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres” (Mt 23, 3-5). Los discípulos

deben ser servidores a ejemplo de Jesús que vino a servir y no a ser servido (Mt 20,28).

En el discurso eclesiástico (Mt 18), Mateo ha diseñado las dos actitudes fundamentales

de la vida comunitaria y de la misión cristiana:

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- Atención a los más pequeños (Mt 18,1-14). La ética de los discípulos de Jesús se

evidencia en lo que se hace a los pobres (Mt 25,35-40).

- Perdón y corrección fraterna (Mt 5,21-26; 6,12.14-15; 18,21-35).

- Ambas actitudes están orientadas por la oración común, la cual expresa la

presencia de Jesús en medio de la Iglesia.

Finalmente una mención al lugar de Pedro en la comunidad estructurada. El texto de Mt

16,13-20 funciona como bisagra en el Evangelio, ya que la primera parte desemboca en la

revelación de la identidad de Jesús como Mesías, identidad que llegará a su clímax en el

Misterio Pascual. La comunidad cristiana no es informal o anárquica, sino que está

estructurada teniendo a Pedro como base, el primero entre los hermanos.

Textos a considerar:

1. Las Bienaventuranzas (Mt 5,1-12). Los discípulos serán felices y dicha felicidad

será escatológica, es decir, plena. Esta felicidad viene por la participación en el

Reino de Dios.

2. Ser sal y luz de la tierra (Mt 5,13-16). El discipulado no es un sentimiento egoísta,

sino que deben irradiar lo que Jesús irradió sobre ellos. La luz es para iluminar, la

sal es para dar sabor. La condición misionera es inherente al discipulado, así

como la luminosidad a la luz y el sabor a la sal.

3. Vicisitudes del seguimiento (Mt 8,18-27). Los discípulos son enviados como ovejas

en medio de lobos, y deben contar con la posibilidad del martirio. El discipulado

implica renunciar a las seguridades y seguir a Jesús por el camino de la cruz.

4. Ir por todo el mundo para hacer discípulos (Mt 28,19-20). Los discípulos son

llamados a participar en una misión. El llamado tiene una finalidad ser pescadores

de hombres (Mt 4,19) y ser sal y luz del mundo (Mt 5,13-14). La misión universal

es asistida continuamente por el Espíritu del Resucitado que permite comprender y

llevar a la verdad plena a los discípulos. La Trinidad está proyectada sobre la

Iglesia.

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1.2.2 Evangelio de Marcos

Jesús es el protagonista principal de todo el Evangelio. Este relato tiene una estructurada

llamada Cristofánica, es decir, hay una revelación progresiva de su persona, la cual se

oculta deliberadamente por Jesús en el llamado secreto mesiánico, esto para no crear la

expectativa de que es un Mesías Triunfalista sino que es el Mesías Crucificado, lo cual se

puede apreciar en los tres anuncios de la pasión (Mc 8-9-10).

Junto a Jesús aparecen sus discípulos, salvo en el momento del arresto en el cual todos

lo abandonan. Por ello, junto con develar la identidad de Jesús se quiere identificar quién

es el discípulo. Para comprender qué es el discipulado para Marcos y cómo se funda la

misión cristiana, presentaremos cuatro criterios que a nuestro parecer son fundamentales.

1. Llamados a seguir y conocer a Jesús . En contraposición de las muchedumbres

que por cuenta propia van a Jesús, los discípulos son llamados expresa y

explícitamente por Jesús. En la iniciativa de Jesús se ve reflejado el llamado

soberano de Dios en el Antiguo Testamento (1 Re 19,19-21). La llamada de Jesús

es categórica y supone el abandono de las preocupaciones y la ruptura con los

lazos familiares, es decir, quedar a su disposición en la totalidad de su persona y

de su tiempo (Mc 1,16-20).

El discípulo es para el evangelista el que sigue a Jesús y permanece junto a Jesús

no con la mera finalidad de aprender una determinada doctrina, así como sucedía

con los discípulos de los rabinos y de los helenistas ni tampoco con la pretensión

de formar una comunidad de segregados sino que con el objetivo fundamental de

quedar vinculado a la persona del maestro y entablar con él una comunión de vida.

En esta comunión de vida se favorece la comprensión de la persona y del mensaje

de Jesús.

2. Llamados a ser pescadores de hombres: La convivencia y enseñanza de Jesús

están al servicio de la misión de anunciar la Buena Noticia y la necesidad de

conversión (Mc 6,6-13), lo cual también se aprecia en la expulsión de los

demonios y el ser pescadores de hombres (Mc 1,17). El ser pescadores de

hombres es modelo de toda vocación cristiana, de todo discípulo y creyente. La

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llamada de Jesús por tanto queda unida indisolublemente a la misión posterior. El

tema de la pesca es usada muchas veces en el Antiguo Testamento y en la

comunidad de Qumrán. Hay profetas que expresan la pesca escatológica “Yo

mandaré muchos pescadores, oráculo del Señor, que los pescarán” (Jer 16,16).

Los discípulos tendrán la misión de reunir y congregar lo que estaba disperso. La

vocación finalmente se juega tanto en la fe y en la conversión (Mc 1,15),

socorriendo al necesitado (Mc 6, 34-44; 8,1-8), acogiendo a los marginados (Mc

9,36-37), evitando lo que puede escandalizar y poner en peligro la fe de los demás

(Mc 9,42).

3. Llamados a una convivencia regida por la actitud de servicio: El tema de

servicio funda la comunidad cristiana (Mc 9,33-37; 10,35-45). La actitud del

servicio que es mandada a los Doce se hace extensiva a todos los creyentes.

Frente al servicio debe evitarse la actitud de poder o dominio (Mc 10,41-45). La

autoridad debe reflejarse en que los jefes deben servir.

4. Llamados a una vida de renuncia y lealtad sin condiciones: Se le exige al

discípulo renuncia y lealtad. Esto se refleja en Mc 8,34 “Si alguno quiere venir

detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue su cruz y que me siga”. ¿Qué

significa esto?

a. Renunciar a sí mismo: Implica afrontar con valor las dificultades y

sacrificar las propias apetencias o los criterios personales, confesar y

conservar en todo momento la vinculación con Jesús. Siempre vivido en

libertad. Se necesita una disposición constante a decir no a uno mismo

para ser capaz de decir sí a Dios, lo cual supone un abandono radical de

todo tipo de egolatría y autosuficiencia.

b. Cargar con su cruz: Esta exigencia amplía la precedente subrayando la

disposición a aceptar de buen grado todas las tribulaciones y cruces que

conlleve un seguimiento fiel de Jesús, sin excluir ni siquiera la muerte. El

martirio ha de entrar en la perspectiva del discípulo

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Leemos en el texto de Marcos:

“Subió al monte y llamó a los que el quiso; y vinieron junto a él. Instituyó Doce, para que

estuvieran con Él y para enviarlos a predicar, con poder de expulsar los demonios.

Instituyó a los Doce y puso a Simón el nombre de Pedro; a Santiago el de Zebedeo y a

Juan, el hermano de Santiago, a quienes puso por nombre Boanerges, es decir, hijos del

trueno; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el de Alfeo, Tadeo, Simón el

Cananeo y Judas Iscariote, el mismo que le entregó” (Mc 3, 13-19).

¿Qué nos dice el texto?

- La institución se realiza de manera solemne. Es un monte, lugar de las grandes

manifestaciones divinas (Sinaí, Horeb, Tabor, etc).

- Es una llamada gratuita: … llamó a los que Él quiso. Es un engendramiento

realizado en oración, en el monte. La elección es el comienzo del discipulado,

elección que tiene iniciativa al mismo Jesús.

- Hizo doce: creación del nuevo pueblo santo – esperanza escatológica de Israel

- Doble finalidad de la llamada y del seguimiento con la posterior misión: a) estar

con Jesús; b) enviarlos a predicar. Formación y Misión, contemplación y acción,

escucha y proclamación.

- Doce discípulos que son el nuevo y pleno Israel.

- Los Doce constituyen un grupo bien definido, orgánico, estructurado. El concepto

de los Doce es más antiguo que el de Apóstoles, ya que éste corresponde a la

calificación post pascual, ya que significa enviado.

Textos a considerar1. El mayor es que el sirve (Mc 9,33ss). En el contexto social el término servidor

(doulos, diákonos) indicaba a una persona menospreciada o bien despreciada.

Jesús rompe los parámetros sociales y los últimos son los primeros. El orden

social queda trastocado por el Reino de Dios.

2. Modelo de servicio y discipulado es Jesús mismo (Mc 10,45). El modelo que

cada discípulo tiene ante los ojos es el mismo Maestro. Él se hizo servidor de los

demás entregando su misma vida como rescate por la multitud.

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1.2.3 Evangelio de Lucas

Hemos visto que la iniciativa del llamado siempre corresponde a Jesús (Lc 5,1-11; 6, 12-

16). Pero este seguimiento tiene condiciones.

- En primer lugar, hay que dejarlo todo para seguir a Jesús (Lc 14,33). Es un

cambio de vida radical que exige no poner la confianza en las riquezas sino que en

la persona de Jesús.

- En segundo lugar los discípulos están al servicio del Reino de Dios. Esto se ve en

el número simbólico de los doce, imagen de las tribus del primer Israel y en el

llamado a ser pescadores de hombres (Lc 5,10). La misión evangelizadora que

anuncia el Reino y el tiempo de salvación (kayrós) es una tarea urgente que

requiere disponibilidad y audacia. El testimonio de vida de los discípulos es la

mayor prueba de que el Reino ya está en medio de la historia.

- Una tercera exigencia radica en que los discípulos deben ser conscientes de que

correrán los mismos riesgos de Jesús, es decir, serán llevados a tribunales (Lc

21,12), serán rechazados incluso por las familias (Lc 21,16) y serán odiados (Lc

21, 17), pero a pesar de ellos saldrán vencedores (Lc 21, 19). Que sean

vencedores que confían en el nombre de Jesús, les promete un futuro pleno en

Dios.

Otro punto interesante en el tercer evangelio es la presencia de grupos de discípulos. En

primer lugar encontramos a los doce, los cuales conforman el grupo más íntimo. Antes

hablamos del simbolismo del número doce. Con Jesús se forma la comunidad

escatológica, es decir, el nuevo Israel, la Iglesia, que es plenitud del Israel de la primera

alianza. Junto a este primer nivel de personas, encontramos a los simpatizantes del

movimiento de Jesús, los cuales acogían a Jesús y a los doce en sus casas y en su

cotidiano vivir experimentaban el mensaje del Reino. En este grupo encontramos a

Zaqueo (Lc 19,1-10) y a las hermanas Marta y María (Lc 10,39-42). Finalmente el grupo

de las mujeres, pero esto lo veremos a continuación con más profundidad.

La presencia de mujeres en el movimiento de Jesús es una radical novedad. Las escuelas

y grupos rabínicos eran exclusivos de hombres y la misma sociedad judía vivía del

machismo. Un adagio popular de la época decía que era mejor que la Ley de Moisés se

consumiera en las llamas de un incendio antes que una mujer la tomara en sus manos

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para salvarla. La mujer pertenecía a la categoría de los ptojoi, concepto arameo que

identifica a los pobres que eran excluidos de la vida social, política, económica y religiosa

de Israel. Pero Jesús al instaurar el Reino y su mensaje que tiene como primeros

destinatarios a los pobres, acoge a las mujeres en la comunidad. Así lo vemos en Lucas

8, 1-3 en donde se da una larga lista de mujeres que vivían con Jesús y prestaban

servicios al grupo. La misma imagen de María es señal de la importancia femenina en el

tercer evangelio. Finalmente es de notar que son las mujeres las primeras testigos de la

Resurrección (Lc 24, 1-8).

1. Es necesario ser testigos (Lc 24,48; Hech 1,8): Lucas destaca de una manera

especial que la predicación a todas las naciones es parte integrante de la obra

mesiánica (Lc 24,46-47). Por esa razón reitera que los discípulos son enviados a

todas las naciones (Lc 24,47). En este acontecimiento tiene lugar de relevancia el

Espíritu Santo. Los discípulos son enviados como testigos, porque deben predicar

a todas las naciones lo que vieron y escucharon. Aquellos que no fueron testigos

oculares del Resucitado, si pueden encontrarse con Él en la Eucaristía y en la

Palabra proclamada. Las comunidades fundadas por los discípulos muestran los

rasgos del Reino de Dios que comienza a hacerse presente en este mundo.

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2. La Espiritualidad Misionera2.1 Fundamentos bíblicos de la espiritualidad misionera 2.1.1 Antiguo Testamento

Desde el primer instante de la creación, vemos la presencia del Espíritu en lo creado. Así

leemos que “en el principio creó Dios el cielo y la tierra (…) y un viento de Dios aleteaba

por encima de las aguas” (Gn 1,1.2c). El espíritu también lo vemos en el segundo relato

de la creación del hombre: “entonces Yahvé Dios formó al hombre con polvo del suelo, e

insufló en sus narices aliento de vida y resultó el hombre un ser viviente” (Gn 2, 7). El

concepto que el autor sagrado tiene en mente es el de ruah, que es femenino (la ruah). Es

la acción creadora vital de Dios que es puesta en la material para darle forma, es decir,

para hacer de él un ‘ser viviente’1. La ruah es la noción teológica y antropológica central.

Brevemente diremos que Dios ha creado al hombre por la palabra (y Dios dijo… y fue) y

es por esto que espera del hombre y de la mujer una respuesta. Así, la ruah posibilita que

el sujeto pueda escuchar y responder, vivir en diálogo constante de un Yo con un Tú que

forman un Nosotros. Así, la presencia del Espíritu de Dios en lo creado y en la creatura

que es imagen de Él, favorece el sentido comunitario y por tanto el misionero.

Veamos ahora cuál es el lugar de la espiritualidad y del Espíritu en la vocación profética.

Consideramos la experiencia de los profetas como aquella que expresa de mejor manera

la psicología del elegido que es enviado. Si uno recorre brevemente los relatos de

vocación profética, vemos que la primera reacción del elegido es de resistencia. Moisés

es tartamudo y no quiere ir (Ex 4,10), Isaías dice que es un hombre de labios impuros (Is

6,5) y Jeremías argumenta que es un niño incapaz de expresarse (Jer 1,6). Es la primera

reacción y claramente natural. Pero a pesar de esto, Dios continúa haciendo su obra por

medio del espíritu profético. Rescataremos un texto que a nuestro parecer es clave en

nuestra Misión Territorial:

1 En la antropología hebrea, tres conceptos son los fundamentales para hablar del hombre y de la mujer como unidades psicosomáticas, cuerpos animados o almas encarnadas: a) basar, que expresa la condición terrena del hombre, la carne de cualquier ser vivo, el hombre entero que es social; b) el nefes, que designa al propio ser viviente, la personalidad y la idiosincrasia; c) ruah, el hálito vital de Dios que es dado gratuitamente al hombre. Estos tres conceptos tienen esta última cualidad común: es gratuito. El Espíritu que Dios da a lo creado y en ello al hombre, centro de la creación, es un don fundado en el amor desinteresado del Creador por lo creado. Cf. RUÍZ DE LA PEÑA, José Luis, Imagen de Dios, antropología teológica fundamental. Sal Terrae, Santander, 1988, pp. 20-27

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Encuentro de Elías con Dios (1 Re 19,9-18): El texto se enmarca en la persecución del

Rey Ajab contra Elías. Éste último debe esconderse en el Horeb o en el Sinaí que es el

mismo monte. Los montes en el pensamiento bíblico son los lugares privilegiados de

encuentro con Dios (se creía que entre más alto más cerca de Dios se estaba). En este

ambiente se provoca la teofanía o la manifestación de Dios. Se presenta primero un

huracán, un terremoto y un fuego, pero Yahvé no estaba en ellos. Pero luego viene “el

susurro de una brisa suave. Al oírlo Elías, enfundó su rostro con el manto, salió y se

mantuvo en pie a la entrada de la cueva” (1 Re 19,12-13).

¿Qué extraemos de este texto y que incide en nuestra acción misionera?

- La nota de la Biblia de Jerusalén al versículo 12 dice: “el susurro de una suave

brisa simboliza la espiritualidad de Dios y la intimidad de su trato con sus profetas”.

Volvemos a ver la presencia del Espíritu, en este caso es simbolizado en la brisa.

El misionero y la misionera han de vivir, como condición básica, la intimidad con

Dios, pero no el intimismo. Nuestra fe es comunitaria y la intimidad ha de vivirse en

sintonía con la totalidad del Pueblo de Dios. El misionero y la misionera son

finalmente profetas, testigos del otro mundo posible que anuncian en su

evangelización.

- La suave brisa es un signo sencillo, humilde. Dios no estaba en los grandes signos

precursores. La acción de los misioneros y de las misioneras ha de responder a

esta sencillez. Jesús les decía a los discípulos que habían de ser sencillos como

palomas y astutos como serpientes (Mt 10,16).

- “Elías oyó y salió de la cueva”. La escucha es una actitud de los discípulos (Is

50,4; 1 Sam 3,10). Francisco en Lumen Fidei dedica un importante apartado a la fe

como escucha. El oído atento ha de ser una característica de los misioneros y de

las misioneras. A aquellos que somos enviados esperan de los que lleguen a sus

casas que les escuchen. Puede ser que en esas historias esté presente la suave

brisa. El Espíritu es el radicalmente libre. Actúa dónde, cuándo y cómo quiere.

Dejemos que Él nos hable y nosotros permitamos escucharle.

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2.1.2 Nuevo Testamento

La literatura ubicada entre ambos testamentos era enfática en decir que el espíritu

profético había sido quitado del Pueblo de Israel esto a causa de la infidelidad al

verdadero espíritu de los profetas (Cf. Za 13,2). La apocalíptica y la escatología

intertestamentaria presagiaban que el Espíritu volvería a resonar, esta vez en el Ungido,

en el Mesías enviado por Dios. En Jesucristo las promesas se cumplen. Vemos que la

presencia del Espíritu en Él está presente desde su misma Encarnación (Cf. Mt 1,20; Lc

1,35), en el bautismo (Cf. Mt 3,16-17; Mc 1,10; Lc 3,21-22; Jn 1,32-34); en el comienzo

del ministerio público (Cf. Lc 4,16-21); en la muerte de Jesús (Cf. Jn 19,30) y luego en la

Resurrección envía el Espíritu sobre los discípulos (Cf. Jn 20,21).

El mensaje de Jesús se centraba en el anuncio del Reino de Dios, el cual poseía una

espiritualidad totalmente revolucionaria. Pensemos en el anuncio de Marcos sobre la

irrupción del Reino: “El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios ha llegado, conviértanse

y crean en la buena noticia” (Mc 1,15). Antonio Bentué en relación a esto sostiene:

“Dios se ha acercado a toda la gene de la calle. Es decir, Dios no es lejano, reacio

a la cercanía de los hombres y las mujeres normales, tal como son en su vida

habitual, sino que, fiel a su propia esencia (misericordia), se ha acercado a todos

ellos (…) en esta buena nueva de la cercanía del Reino de Dios a toda la gente de

la calle”

Estas palabras de Bentué iluminan nuestra Misión Territorial. Dios se acerca radicalmente

a todos y a todas. Dios va a las periferias existenciales y geográficas haciendo lío. Es un

Dios eminentemente escandaloso que se ha encarnado en nuestra propia y frágil historia.

El Reino y su Enviado, Jesucristo, son así sus máximas presencias históricas y a la vez

metahistóricas (trascienden la historia). Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo son

los primeros y mayores misioneros

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Queremos presentar un texto en el que la espiritualidad misionera de Jesús se manifiesta

con fuerza. Es el texto del inicio del Ministerio Público de Jesús en Lucas (Lc 4,16-21)

Viene a su aldea de origen (Nazaret) y entra un sábado en la Sinagoga y lee al profeta

Isaías: “El Espíritu del Señor sobre mí; porque me ha ungido para anunciar a los pobres la

Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los

ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (Lc

4,18-19). Luego devuelve el rollo de la lectura y declara: “Esta Escritura que acabáis de

oír se ha cumplido hoy” (Lc 16,21). Veamos las repercusiones de este texto para la

espiritualidad de la misión:

- Jesús anuncia su misión en su contexto, en su lugar vital. La Misión Territorial no

es una misión en la cual iremos a otros continentes u otros países. El primer lugar

en el cual hemos de misionar es nuestro propio sector parroquial. Hemos de

“volver a nuestros propios Nazaret”. De allí la exigencia de que en el momento del

discernimiento pastoral miremos la realidad y escuchemos sus clamores.

- El Espíritu del Señor está sobre mí. Jesús relee el texto de Isaías. ¿Qué pasaría si

hacemos el siguiente trabajo? Cambiemos el “mí” por el “nosotros”. El texto

quedaría de la siguiente manera: “El Espíritu del Señor SOBRE NOSOTROS;

porque NOS HA ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, NOS HA enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la

libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. Con este sencillo

pero significativo cambio, el sentido del texto se amplía a cada uno de nosotros,

misioneros y misioneras. Nosotros somos aquellos que hemos recibido el Espíritu

en nuestro bautismo y confirmación, en la vida eclesial y pastoral. Nosotros somos

los enviados por Dios para anunciar, liberar, dar vista, y proclamar las buenas

nuevas de Dios, y que como hemos visto antes, es testimoniar el Reinado de Dios.

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2.2 Características de la Espiritualidad Misionera

No existe teología sin espiritualidad. Ambas están profundamente imbricadas. Esta es la

primera convicción que hemos de tener en vista al momento de hablar de espiritualidad.

En palabras de Gustavo Gutiérrez: “a una perspectiva espiritual le sigue una reflexión

sobre la fe – una teología – tal como es vivida en aquella”. La vivencia del Espíritu de Dios

significa que el sujeto se ha encontrado con una Persona que ha trastocado

drásticamente su vida. Es como el encuentro de Jesús con los primeros discípulos en el

Evangelio de Juan. Ellos le siguen y quieren ver donde vive Jesús y Él los invita a

quedarse con ellos (Cf. Jn 1,35-36). Esos discípulos luego serán enviados. Veamos ahora

cuáles son las características propias de la espiritualidad misionera.

¿Qué es la espiritualidad? G. Gutiérrez la define como un “caminar en libertad según el

Espíritu de Dios”. Él asume los siguientes presupuestos para vivir una verdadera

espiritualidad:

- Búsqueda de Dios

- Encuentro con Jesús

- Seguimiento de Jesús (discipulado)

- Camino hecho en libertad

- Experiencia comunicable a los demás (contagio de la fe y experiencia misionera)

Estas dimensiones a su vez se pueden condensar en dos grandes conceptos: Envío y

Enviado. El primer concepto misionero significa: “generación de un movimiento de amor

más allá de las fronteras del que es enviado para compartir la fe con otros areópagos”.

Los nuevos areópagos son aquellos lugares en donde las nuevas culturas urbanas,

rurales, ideológicas, sociales, etc., están reuniéndose y hablando un código común. Allí

somos enviados en esta Misión Territorial. Ahora bien, ¿quién es el enviado o la enviada?:

“Apóstol en movimiento de amor más allá de sus fronteras de fe o de cultura, para

compartir su fe con otros grupos, areópagos, culturas”. La misión siempre es dinámica

porque el Espíritu de Dios es dinámico “El viento sopla donde quiere: tú oyes su voz, pero

no sabes de dónde viene ni adónde va” (Jn 3,8). Así como Elías en el Horeb, hemos de

sentir el susurro de la brisa y salir de la cueva. En palabras de misión, hemos de escuchar

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los signos de los tiempos que son las grandes voces de Dios en nuestra historia y hemos

de salir de nuestras parroquias, capillas, movimientos, colegios.

Así como Jesús en Nazaret hemos de anunciar la liberación de los últimos, sabiendo que

el Espíritu está en movimiento y está ungiendo a los misioneros y misioneras de manera

constante. Luis Castro Quiroga, haciendo eco de las palabras de Juan Pablo II en la

Encíclica Redemptoris Missio (RM) sobre la validez permanente del mandato misionero,

sistematiza el tema del Envío y del Enviado en el siguiente cuadro sinóptico:

BASES EXIGENCIAS CONSECUENCIASCRISTO ENCARNACIÓN DIÁLOGO

ESPÍRITU SANTO VALENTÍA CREATIVIDADAMOR UNIVERSAL DESAPEGO PACIENCIA

¿Cómo comprender el cuadro anterior?

2.2.1 Dimensión cristológica de la espiritualidad misionera

El comienzo de la espiritualidad misionera tiene lugar en Cristo, el cual y que por su

Encarnación es capaz de entrar en diálogo e implicarse con la totalidad de la realidad

humana. Esto es lo que Juan Pablo II expresó con las siguientes palabras: “nota esencial

de la espiritualidad misionera es la comunión íntima con Cristo; no se puede comprender

y vivir la misión si no es con referencia a Cristo, en cuanto enviado a evangelizar” (RM 88)

El misionero y la misionera tienen como exigencia el encarnarse también su realidad

(volver a Nazaret y anunciar en su propia aldea, ciudad, población, cuadra, etc) y dialogar,

no imponer por la fuerza, aquello que constituye el núcleo de su mensaje: Jesucristo y el

encuentro con Él, camino como hemos visto se hace en libertad. En cuanto a la labor de

nosotros misioneros, Juan Pablo II expresa: “al misionero se le pide renunciarse a sí

mismo y a todo lo que tuvo entonces y a hacerse todo para todos (…) precisamente

porque es enviado, el misionero experimenta la presencia consoladora de Cristo que lo

acompaña en todo momento de su vida" (RM 88).

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2.2.2 Dimensión pneumática de la espiritualidad misionera

El Espíritu Santo fue capaz de provocar que el temor y el huir de los discípulos luego de la

Cruz se transformarse en valentía creativa, siendo capaces de lanzarse en la misión tanto

para el mundo judío como para el mundo greco romano. Juan Pablo II nos dice: “la

espiritualidad se expresa ante todo, viviendo con plena docilidad al Espíritu; ella

compromete a dejarse plasmar interiormente por él, para hacerse cada vez más

semejante a Cristo (…) el emblemático caso de los Apóstoles (…) el Espíritu los

transforma en testigos valientes de Cristo y preclaros anunciadores de su palabra” (RM

87). El misionero y la misionera deben escuchar al Espíritu y manifestar valentía como

conditio sine qua non de su acción misionera. Si los misioneros no somos valientes la

creatividad no surgirá y el Espíritu no será escuchado. Terminaremos confinándonos en la

seguridad y no podremos lanzar las redes mar adentro. Juan Pablo II dice a los

misioneros: “También la misión sigue siendo difícil y compleja como en el pasado y exige

igualmente la valentía y la luz del Espíritu (…) como entonces, hoy conviene orar para que

Dios nos conceda la libertad de proclamar el Evangelio, conviene escrutar las mías

misteriosas del Espíritu y dejarse guiar por él hasta la verdad plena” (RM 87).

2.2.3 Dimensión eclesiológica de la espiritualidad misionera

El amor y el envío universal (Cf. Mt 28,19-20), es el propósito de la misión. Exige el

desapego, salir a las fronteras, a los nuevos lugares de cultura. Exige no quedarnos en lo

cómo ni en lo fácil. Pero requiere también paciencia, ya sea porque nos contarán una y

otra vez una determinada experiencia, porque tendremos que encontrarnos con hermanos

que nos cierren la puerta, porque quizás no encontraremos los frutos que esperamos. El

amor a la misión y a Jesucristo deben ser el antídoto para los problemas naturales que la

misión presenta. Juan Pablo II nos dice:

“el misionero (y la misionera) son las personas de la caridad; para poder anunciar a todo

hombre que es amado por Dios y que él mismo puede amar, debe dar testimonio de

caridad para con todos, gastando la vida por el prójimo. El misionero es el hermano

universal, lleva consigo el espíritu de la Iglesia, su apertura y atención a todos los pueblos

y a todos los hombres, particularmente a los más pequeños y pobres. En cuanto tal,

supera las fronteras y divisiones de raza, casta e ideología: es signo del amor de Dios en

el mundo, que es amor sin exclusión ni preferencia” (RM 89).

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2.3 Desafíos a la espiritualidad misionera

Hemos revisado los principales lineamientos de aquello que constituye el núcleo de la

espiritualidad misionera. Comprender que el encuentro con Jesús desencadena el

discipulado misionero, es una tarea constante de discernimiento y de oración. La

espiritualidad cristiana no puede vivirse en el solipsismo, es decir, no puede ser una mera

relación entre yo y Dios, sino que ha de ampliarse al nosotros y especialmente a aquellos

que constituyen nuestro auditorio, a los hermanos a los que comunicaremos este mensaje

revolucionario. La cristología, la dimensión pneumática y la eclesiología de la

espiritualidad misionera, nos exigen además escuchar el susurro y salir de la cueva. Nos

exigen encarnarnos en nuestra realidad a ejemplo del Verbo Encarnado. Nos interpela a

ampliar nuestro amor a lo universal, de manera de vivir la misión no como una anécdota,

sino como un desafío permanente. Que María, la mujer que escuchó ‘con los pies’, que se

pone en camino en actitud de servicio y anuncia la misericordia de Dios con los últimos,

nos acompañe en este proceso de revitalizar la misión en la Iglesia, servidora del hombre,

de la mujer y del mundo.

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3. Anotaciones Magisteriales sobre la Misión3.1 El Vaticano II y la Misión

Es un hecho que el Concilio Vaticano II representa un acontecimiento revolucionario en el

orden de lo eclesial. De un paradigma eclesiológico jerarcológico o jerarcocéntrico, se da

paso a una Iglesia de comunión bajo la comprensión de Pueblo de Dios. Esta Iglesia

quiere entrar en diálogo con el mundo y con la persona humana. Una de esas formas de

relación es la actividad misionera, la cual ocupa un lugar de relevancia dentro de los

documentos finales del Concilio. Esta acción eclesial es presentada con fuerza en el

Decreto sobre la Actividad Misionera de la Iglesia Ad Gentes (07/12/1965). Sabiendo que

este documento se dirige en su núcleo a la misión que se realiza en territorios no

cristianos, hay elementos que son transversales a nuestra propia Misión Territorial. A

continuación procederemos a detallar cuáles son dichos elementos.

a) “… la Iglesia, por exigencia radical de su catolicidad, obediente al mandato de su

Fundador, se esfuerza en anunciar el Evangelio a todos los hombres” (Proemio).

b) “La Iglesia peregrinante es, por su naturaleza misionera, puesto que toma su

origen de la misión del Hijo y de la misión del Espíritu Santo, según el propósito de

Dios Padre” (AG 2). Con esto, se asume que la Iglesia misionera es imagen de la

Trinidad. La misma acción Ad Extra de la Trinidad se puede comprender en clave

misionera.

c) “La razón de esta actividad misionera se encuentra en la voluntad de Dios que

quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”

(AG 7) Lo que la Iglesia realiza, no lo hace por su propia voluntad, sino que

responde a la consecución universal de la economía salvífica que tiene a Cristo

como plenitud.

d) “El tiempo, pues, de la actividad misionera discurre entre la primera venida del

Señor y la segunda (…) La actividad misionera es, en última instancia, la

manifestación del propósito de Dios o epifanía y su realización en el mundo y en la

historia, en la que Dios, por medio de la misión, perfecciona abiertamente la

historia de la salvación” (AG 9). El anuncio del Evangelio se comprende como uno

de los signos de la presencia del Reino y del tiempo final (tiempo de la Iglesia que

va desde la Ascensión hasta la Parusía). La misión en clave escatológica supone

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no desatenderse de las realidades terrenas, sino que por el contrario, se debe

contribuir en el objetivo de la plenificación de la persona humana.

e) “… a todo discípulo de Cristo incumbe la tarea de propagar la fe según su

condición” (AG 23) El ser misionero constituye una dimensión propia del cristiano.

Dicho fundamento es animado constantemente por el Espíritu Santo. El ser

misionero constituye una vocación que tiene a Dios como aquél que toma la

iniciativa.

Por su parte, la Constitución Pastoral Gaudium et Spes sobre la Misión de la Iglesia en el

mundo actual sostiene: “La misión propia que Cristo confió a su Iglesia no es de orden

político, económico o social. El fin que le asignó es de orden religioso. Pero precisamente

de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir

para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina” (GS 42). La GS

constituye una revolución en el orden de las Constituciones, ya que es primera vez que un

documento de tal relevancia toma el calificativo de Pastoral, y lo Pastoral quiere significar

la actitud de la Iglesia que entra en diálogo con el mundo actual apoyada en principios

doctrinales. La acción que los misioneros han de efectuar en el mundo debe procurar la

animación espiritual en medio de una sociedad fragmentada y necesitada de la Palabra

de Dios. Con ello, no hay nada humano que no pueda entrar en diálogo con lo divino, esto

fundado en el principio de la Encarnación del Verbo. La comunidad humana debe recibir

la acción de la Misión Cristiana, como exigencia de la economía salvífica proyectada por

Dios sobre el mundo.

3.2 El paradigma eclesiológico del discipulado – misionero de Aparecida

Como vimos anteriormente, el Vaticano II provocó un cambio de paradigma eclesiológico.

Pero qué entendemos por paradigma. Es la forma de hacer una determinada acción, un

modelo, una determinada praxis y comprensión de lo que el imaginario social tiene de una

determinada comunidad, en este caso de la Iglesia. América Latina experimentó a sí

mismo una recepción radicalmente novedosa y transformadora de lo que fue el Vaticano

II.

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Cuentan las crónicas que mientras los Padres Conciliares estaban reunidos en Roma, los

Latinoamericanos liderados por el brasilero Hélder Cámara y el chileno Manuel Larraín,

acordaron la creación del CELAM, de manera de actualizar las decisiones del Vaticano II

en la realidad latinoamericana. Este acuerdo se conoce como el “pacto de las

catacumbas". Gracias a estas “reuniones de pasillo” tuvo lugar la Segunda Conferencia en

Medellín, Colombia el año 68’. Lo que ocurre en esta Conferencia fue el escuchar el

clamor sordo de los pobres y explotados del continente, en los cuales la Iglesia ve un

signo de los tiempos, es decir, una voz cierta del Espíritu que gemía en la historia y en la

Iglesia y le pedía a esta última una voz profética.

Medellín así mismo fortalece la conciencia de la Iglesia local (Diócesis) de manera de

hacerse Iglesia de los pobres así como Juan XXIII lo expresó tanto en la preparación

como en el primer momento de desarrollo del Concilio. La Iglesia latinoamericana así

asume un rol protagónico adulto, ya que no espera que Europa proceda a actuar en el

Continente latinoamericano, sino que ella misma propone y discierne la actual

transformación de América Latina a la luz del Concilio, tal como aparece en el título del

Documento conclusivo de Medellín. En palabras del mismo documento se quiere

presentar “el rostro de una Iglesia auténticamente pobre, misionera y pascual, desligada

de todo poder temporal y audazmente comprometida en la liberación de todo hombre y de

todos los hombres” (Medellín, Juventud 15).

El cambio de paradigma hasta lo que hoy tenemos, la Conferencia de Aparecida, ha

traído consecuencias positivas y negativas, pero sobre todo el testimonio de santos

varones y mujeres que fueron testigos del otro mundo posible. El asesinato de Monseñor

Romero en el Salvador, de teólogos y sacerdotes tanto en el extranjero como Ignacio

Ellacuría SJ, así como en Chile Joan Alsina, André Jarlán, entre otros. Mujeres profetizas

que supieron escuchar al Señor que pedía la radicalidad misionera que hemos visto en el

tratado sobre la misión en los Evangelios. Comprendemos así las palabras de Tertuliano a

principios de la Iglesia cuando sostenía que la sangre los mártires era semilla de nuevos

cristianos. Es necesario hacer memoria agradecida de ellos y de la Teología

Latinoamericana de la Liberación, primera reflexión propiamente latinoamericana. A

Medellín le siguió Puebla (1979) y Santo Domingo (1992). Comprendemos que algo

nuevo ha nacido en el continente luego del Concilio Vaticano II.

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Teniendo este contexto eclesial e histórico, veamos cuál es el lugar de Aparecida en este

cambio de paradigma eclesiológico. Aparecida provocó una apertura en el diálogo que la

Iglesia quería sostener con nuevas realidades culturales. Dicha actuación y cambio de

paradigma eclesiológico se asume desde el discipulado misionero como categoría

fundamental de Aparecida, el cual deja al creyente referido necesariamente a su Señor y

al encuentro que ha tenido con Él, encuentro que ha suscitado la fe y la respuesta

misionera, es decir, en la comunidad de los creyentes y de los no creyentes. Dicha

dimensión eclesiológica está unida a otras dimensiones:

- Cristológica, basada en el encuentro con Jesús y en la opción preferencial por los

pobres, la cual es implícita a la fe en Jesucristo: “También lo encontramos (a

Jesús) de un modo especial en los pobres, afligidos y enfermos (Mt 25,37-40), que

reclaman nuestro compromiso y nos dan testimonio de fe, paciencia en el

sufrimiento y constante lucha para seguir viviendo (…) el encuentro con Jesucristo

en los pobres es una dimensión constitutiva de nuestra fe en Jesucristo” (DA 257).

Junto con ello, se pueden distinguir las siguientes etapas en el proceso cristológico

del paradigma del discipulado misionero:

o Llamados al seguimiento de Jesucristo (DA 129-135): a) Dios ha

hablado al mundo por medio del Hijo; b) el llamamiento de Jesús es

radicalmente novedoso, novedad que radica en el encuentro con Él y en el

compartir su vida (vincularse radicalmente a su Persona), relación que es

de amigos y de hermanos; c) El poseer esta condición de amigos y

hermanos de Jesús nos hacemos discípulos misioneros, lo cual se verifica

en el llamado a intensificar nuestra respuesta de fe y a anunciar a Cristo y

su salvación a todos, lo cual significa entrad en la dinámica del Buen

Samaritano.

o Configurados con el Maestro (DA 136-142): a) El llamado de Jesús

requiere una respuesta libre del discípulo misionero, a quien ha llamado

por su nombre; b) El Espíritu abre al discípulo el misterio de la salvación,

nos enseña y nos une como hermanos; c) la configuración con el Maestro

está fundamentada en el amor que es don de sí para los demás, siendo la

característica de la Iglesia y en las bienaventuranzas que nos muestran el

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estilo de vida del mismo Jesús (amor y obediencia al Padre manifestada en

la cercanía a los pobres). Amor y bienaventuranzas constituyen el destino

compartido entre Jesús y los discípulos, destino ya recorrido por

numerosos cristianos y cristianas en el continente.

o Enviados a anunciar el Evangelio del Reino de la Vida (DA 136-142): a)

El Misterio Pascual desencadena el envío misionero de la Iglesia, la cual

camina esperanzada a la plenitud del Reino. El Misterio Pascual es la

entrega del Padre al Hijo y del Hijo al mundo en obediencia y amor

formando la nueva alianza de la que nace el nuevo pueblo; b) El envío

misionero postpascual es anunciar el Evangelio del Reino a todas las

naciones, con lo cual se comprende que todo discípulo es misionero, esto

por ser testigos de la Pascua del Señor. Dicha misión consiste en compartir

aquello que experimentando en el encuentro con Jesús. Dicha vocación se

hace en camino de santidad.

- Pneumatológica (DA 149- 153). El Espíritu es el que conduce a Jesús a lo largo

de su Ministerio Público y una vez resucitado lo envía a los discípulos. En

Pentecostés la Iglesia experimenta la presencia del Espíritu del Resucitado, el cual

otorga carismas que sirven para la evangelización, es decir, son puestos al

servicio de la comunidad. Así, la Iglesia queda marcada y sellada con el Espíritu

Santo de manera de continuar la obra del Mesías por medio del testimonio de los

discípulos misioneros, los sacramentos especialmente por el Bautismo y la

Confirmación y como lugar central la Eucaristía que es el principio y proyecto de la

misión cristiana.

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3.2.1 Itinerario del Discipulado Misionero

La primera gran convicción es que ser discípulos y misioneros de Jesucristo es haberse

encontrado con Él. Dice el DA “El acontecimiento de Cristo es, por lo tanto, el inicio de

ese sujeto nuevo que surge en la historia y al que llamamos discípulo: no se comienza a

ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino en el encuentro con un

acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida, y, con ello, una

orientación decisiva” (DA 243) Este primer momento de la experiencia del discípulo(a)-

misionero(a) es lo que constituye el centro y el impulso para realizar toda la misión

posterior. Hay un cambio en la vida del hombre y la mujer que han adherido libremente a

Cristo y su proyecto, decisión en la que se juega la posterior tarea evangelizadora, la cual

se debe ir aceptando paulatinamente desde el discernimiento, la formación y la acción

concreta posterior.

La segunda característica del discípulo(a)-misionero(a) es que el encuentro con

Jesucristo supone una experiencia de alegría: “En el encuentro con Cristo queremos

expresar la alegría de ser discípulos del Señor y de haber sido enviados con el tesoro del

Evangelio (…) La alegría que hemos recibido en el encuentro con Jesucristo, a quien

reconocemos como el Hijo de Dios encarnado y redentor, deseamos que llegue a todos

los hombres y mujeres heridos por las adversidades” (DA 28 – 29). La alegría, así

adquiere una triple dimensión: es teologal por venir como respuesta del hombre a la

revelación de Dios. Es eclesial por ser anunciada en la comunidad y como mensaje para

la comunidad, y es también pneumatológica por ser inspirada por el Espíritu de Dios como

fuego que arde dentro del creyente. Con esto, comprendemos a su vez que la alegría

figura como un signo profético, ya que es escuchada por el discípulo y anunciada a los

demás. Es una experiencia de fe, de amor y esperanza. Se hace y debe hacerse

fundamento del ministerio de la Palabra a partir de aquello que hemos visto y oído.

En un tercer momento, el discípulo(a)-misionero(a) que se ha encontrado con Jesús es

llamado a seguirle: Ser discípulo(a)-misionero(a), “conlleva seguirlo (a Jesús), vivir en

intimidad con Él, imitar su ejemplo y dar testimonio” (Discurso inaugural, 3). , a lo que se

agrega: “en el seguimiento de Jesucristo, aprendemos y practicamos las

bienaventuranzas del Reino, en el estilo de vida del mismo Jesucristo: su amor y

obediencia filial al Padre, su compasión entrañable ante el dolor humano, su cercanía a

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los pobres y a los pequeños, su fidelidad a la misión encomendada, su amor servicial

hasta el don de su vida” (DA 139). El seguimiento por tanto no es una mera actitud

teórica, sino que comporta una profunda dimensión vivencial. Vivir en intimidad con Jesús

es aprender de él, implicarse en su proyecto que tiene como destinatarios a los pobres, a

los marginados. Esta implicancia exige de los líderes cristianos ser compasivos, es decir,

compartir el dolor, hacerse uno con el sufrimiento del otro desde el amor.

Una cuarta característica de los discípulos(as)-misioneros(as) es la vida comunitaria:

“la vocación al discipulado misionero es con-vocación a la comunión en su Iglesia. No hay

discipulado sin comunión. Ante la tentación, muy presente en la cultura actual, de ser

cristianos sin Iglesia y las nuevas búsquedas espirituales individualistas, afirmamos que la

fe en Jesucristo nos llegó a través de la comunidad eclesial (…) la fe nos libera del

aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión. Esto significa que una dimensión

constitutiva del acontecimiento cristiano es la pertenencia a una comunidad concreta” Es

sólo en la comunidad en donde el discípulo puede realizar de mejor manera su actividad.

Es una comunidad en donde co-existen ricos y pobres, hombres y mujeres, jóvenes y

viejos, etc., pero es en medio de ella en donde se comprende de verdad lo que es ser

discípulo(a)-misionero(a) del más encarnado de los hombres. El discipulado misionero se

comprende por tanto a la luz del Misterio de la Trinidad, comunidad de comunidades por

excelencia.

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3.3 El Magisterio del Papa Francisco y la Misión Cristiana

El Papa Francisco representa en la Iglesia una fuerza renovadora en cuanto al paradigma

eclesiológico que trae el ex Cardenal Bergoglio. Vale recordar que el Ex Arzobispo de

Buenos Aires Jorge Mario Bergoglio encabezó la comisión de redacción final del

Documento Conclusivo de Aparecida. En sintonía con sus profundas raíces

latinoamericanas, y en su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium (EG), Francisco titula

a esta nueva comprensión eclesial como la “Iglesia de salida”. Para Francisco la Iglesia

de salida “es la comunidad de discípulos misioneros que primerean, que se involucran,

que acompañan, que fructifican y festejan” (EG 24) El primerear es un neologismo

utilizado por Francisco y que quiere expresar la dinámica del amor dado por Jesús hasta

el extremo, amor que exige que la comunidad tome la iniciativa de salir sin miedo al

encuentro de los lejos y excluidos. Es la exigencia de involucrarse, de encarnarse

siguiendo la dinámica de la Encarnación del Verbo que primereo, se involucró, acompañó,

fructificó y festejó con sus hermanos y hermanas. Así, “la comunidad evangelizadora se

mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja

hasta la humillación si es necesario y asume la vida humana, tocando la carne sufriente

de Cristo en el pueblo” (EG 24).

Francisco continúa en su definición de la Iglesia de salida y sostiene “La Iglesia en salida

es una Iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia los demás para llegar a las periferias”

(EG 46). Dicha salida se fundamenta en la experiencia del pueblo de Israel en el éxodo y

en la vocación dinámica que su fe posee ya que el mismo Dios bíblico es uno que va de

camino, que se mueve y que hace su centro vital en medio de los pobres y desterrados.

También esta dinámica responde a la invitación misionera de Jesucristo en su “vayan y

hagan discípulos a todas las naciones” (Mt 28,19-20). En esto sostiene Francisco “fiel al

modelo del Maestro, es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en

todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco, sin miedo. La alegría del

Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie” (EG 23).

La práctica de Jesús favorece la inclusión, la cercanía y el encuentro con el otro. Si la

Iglesia excluye a uno sólo de sus hijos está haciendo oídos sordos al mensaje de su

fundador. Es más, actualmente vivimos como si muchos rostros del macro y del micro

tejido social no existieran. En el tiempo de Jesús los leprosos, las prostitutas, los

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endemoniados, los locos eran marginados y debían asentarse en los cementerios y en los

lugares desiertos para así evitar que contaminaran a los ‘sanos’ de la pureza ritualista

judía. Se experimentaba y legitimaba una línea simbólica de la marginación. Si hoy nos

preguntásemos cuáles son esos mismos rostros mutilados, hemos de decir sin temor a

equivocarnos que son las minorías sexuales, las mujeres, los estudiantes, los mapuches,

las madres solteras, los divorciados, y los jóvenes. Muchos de estos rostros siguen siendo

como tabú. Es peligroso hablar de ellos. Sin embargo y gracias a la nueva forma de ser

Iglesia, hemos ido paulatinamente interpretado el Evangelio desde las exigencias

actuales. Desde ya agradecemos a aquellas comunidades que han incorporados a todos

esos rostros en los cuales el Hijo de Dios se oculta esperando ser discernido desde la fe

(Cf. Mt 25,35-50)

3.3.1 El encuentro con el otro como exigencia de la misión cristiana

Anteriormente decíamos que la forma de comprender el mundo y la realidad está

experimentando vertiginosos cambios. Uno de esos cambios es la pérdida de lo

comunitario. Francisco sostiene que “el individualismo posmoderno y globalizado favorece

un estilo de vida que debilita el desarrollo y la estabilidad de los vínculos entre las

personas, y que desnaturaliza los vínculos familiares” (EG 67). Frente a este escenario, la

Iglesia, que apuesta en su esencia por los vínculos interpersonales, debe volver a levantar

su voz profética para anunciar que el verdadero desarrollo y sentido humano no se logra

sino viviendo y sintiéndose comunidad.

Para hablar de las relaciones interpersonales, Francisco asume el concepto del “otro” y

sostiene que “el Evangelio nos invita siempre a correr el riesgo del encuentro con el rostro

del otro, con su presencia física que interpela, con su dolor y sus reclamos, con su alegría

que contagia en un constante cuerpo a cuerpo. La verdadera fe en el Hijo de Dios hecho

carne es inseparable del don de sí, de la pertenencia a la comunidad, del servicio, de la

reconciliación con la carne de los otros. El Hijo de Dios, en su encarnación, nos invita a la

revolución de la ternura” (EG 88) Las expresiones ‘correr el riesgo del encuentro’,

‘Encarnación del Hijo de Dios’ o ‘revolución de la ternura’, nos exigen ser fieles al Misterio

de la Encarnación del Verbo, acabando con el individualismo y entrando decididamente

en la lógica del Pueblo de Dios y de la comunidad creyente que ‘callejea la fe’

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convirtiéndonos así en una Iglesia de salida que anuncia el Reino que fue discernido en

medio de los signos de los tiempos.

Este encuentro ‘cuerpo a cuerpo’, fundamenta también la dimensión social del Evangelio.

Esta dimensión nos irá ayudando a superar la ‘psicología del tumba’ (EG 83), la cual

“convierte a los cristianos en momias de museo” (EG 83), es decir, creyentes encerrados

en viejas y egoístas estructuras. El llamado a la renovación misionera y a la conversión

pastoral que propone Aparecida y que es asumida por Francisco en buena parte de su

Exhortación Apostólica, exige de parte de los creyentes salir de sí mismos en busca de

los rostros de las periferias, de los “no ciudadanos, los ciudadanos a media o los

sobrantes urbanos” (EG 73). Debemos pues aprender a ser compañeros de camino,

miembros de la Iglesia de salida.

3.3.2 La Pastoral en clave de misión

Francisco asume que la conversión pastoral es una exigencia actual de la Iglesia y pide

que todas las comunidades avancen en este camino junto a la renovación misionera, ya

que “no pueden dejar las cosas como están” (EG 25). Francisco comprende la renovación

y la pastoral de conversión a la luz del Concilio Vaticano II y sostiene que es “la apertura a

una permanente reforma de sí por fidelidad a Jesucristo” (EG 26). Frente a la renovación

eclesial surge como opción clara la opción misionera, la cual es “capaz de transformarlo

todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura

eclesial se convierta en un cause adecuado para la evangelización del mundo actual más

que para la auto preservación” (EG 27). Con lo anterior se quiere romper con siglos de

tradición de la Iglesia de Cristiandad, es decir, con la conciencia de una Iglesia más

impositiva que del diálogo, una Iglesia que quería más poder (político, social, religioso)

que ser servidora de la humanidad especialmente de los pobres. Ya no estamos en el

tiempo de la auto preservación (Iglesia de Cristiandad) sino que son los tiempos de la

transformación de la praxis eclesial mediante un nuevo paradigma eclesiológico nacido

del Concilio y con inspiración latinoamericana.

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La Pastoral en clave de Misión por tanto “pretende abandonar el cómo criterio pastoral del

siempre se ha hecho así. Invito a todos a ser audaces y creativos en esta tarea de

repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los método evangelizadores de las

propias comunidades” (EG 33). El tema de la creatividad es recurrente en el magisterio de

Francisco. La creatividad es una forma de cambio forma que es propia de los seres

humanos ya que es él quien se plantea proyectos y metas que necesitan herramientas

para lograr los objetivos propuestos, herramientas que necesariamente se deben ir re-

creando. Ser creativos es una exigencia ‘ontológica’, es decir, viene incorporada en

nuestro ser humanos. Siempre estamos buscando nuevas soluciones frente a demandas

específicas.

Así, “una pastoral en clave misionera no se obsesiona por la transmisión desarticulada de

una multitud de doctrinas que se intenta imponer a fuerza de insistencia. Cuando se

asume un objetivo pastoral y un estilo misionero, que realmente llegue a todos sin

excepciones ni exclusiones, el anuncio se concentra en lo esencial, que es lo más bello, lo

más grande, lo más atractivo y al mismo tiempo lo más necesario” (EG 35). Junto con la

creatividad, se asume la necesidad de lo bello que tiene que ver con la verdad y con el

bien. La belleza misionera es inclusiva y fiel al mensaje del Evangelio de Jesús. Es una

belleza armónica y transformadora de estructuras caducas, del porque se hace así

siempre. El amor y belleza para Francisco tiene su síntesis en el “amor salvífico de Dios

manifestado en Jesucristo muerto y resucitado” (EG 36). Y ese amor salvífico tiene una

concreción histórica en el tiempo de la Iglesia que está fundamentada en el que la Iglesia

se encarna en los límites humanos: “los pobres son los destinatarios privilegiados del

Evangelio y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús

vino a traer” (EG 48). El llamado final de Jesucristo y que Francisco no se cansa de

repetir: “Salgamos, salgamos a ofrecer todos la vida de Jesucristo” (EG 48).

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