(warhammer) la marca del caos - anthony reynolds

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Anthony Reynolds

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  • El ao 2302, ms de doscientos aos antes del reinado del emperador Karl-Franz, fue un tiempo de horror. Tuvo lugar la Gran Guerracontra el Caos, y en el norte, el ataque ms grandioso de las fuerzas del Caos que el mundo hubiese visto hasta entonces.

    El Imperio estaba fracturado y dividido, y los diferentes estallos batallaban entre s en amargas guerras civiles. Pero gracias a los esfuerzosdel grandioso caudillo Magnus el Piadoso el Imperio no fue invadido. Magnus uni a los estados y encabez una gran coalicin que se encaminal norte para enfrentarse con el enemigo en Kislev. La batalla se prolong durante varios aos, pero al fin los ejrcitos del Imperio salieronvictoriosos. Las fuerzas del Caos, comandadas por el seor de la guerra Asavar Kul, quedaron deshechas.

    Con la muerte del caudillo del Caos, las tribus se dispersaron y comenzaron a luchar entre s unas aniquiladas en las grandes batallas, perootras huyeron. Muchas se retiraron a sus tradicionales tierras de origen, situadas en el norte, para retomar las luchas constantes contra los suyos,pero otras se adentraron en los bosques y montaas de los alrededores del propio Imperio.

    El Imperio haba vencido, pero tambin era un territorio quebrantado.Las dcadas de guerra civil haban sedimentado una profunda enemistad entre los estados, y muchos nobles recayeron en las antiguas

    rivalidades intolerantes. Abundaba la plaga, y la poblacin se hallaba al borde de la inanicin. La Gran Guerra contra el Caos haba agotado loscofres, y muchos de los ejrcitos regulares de los condes electores haban sido diezmados. La amenaza del Caos haba sido repelida, pero lastribus dispersas continuaban haciendo incursiones en las ciudades y los poblados septentrionales, y no haba soldados suficientes para defenderlosde los ataques. Fue una poca funesta para los habitantes del Imperio.

  • CAPTULO 1

    Abri los ojos, pero slo vio oscuridad. Un hedor ftido le colm las fosas nasales y sufri una arcada; tena el estmago revuelto. Los labios le sabana bilis. Senta los brazos dbiles y pesados, y le dolan los msculos, pero empuj con todas sus fuerzas el peso que lo aplastaba y grit a causa del esfuerzo.Una luz roja le hiri los ojos y le oblig a parpadear de dolor. Con las ltimas energas que le quedaban se incorpor e hizo rodar el peso que tena sobre elpecho, que cay junto a l. Al mirarlo, vio un par de ojos fros, inexpresivos, muertos. Grit de horror y se apart del cadver de mirada fija, pero seencontr ante otro muerto que tena el rostro cubierto por el largo cabello negro. Se retir otra vez, retrocediendo, y se encontr sobre el pecho de otrocadver ensangrentado que tena la boca abierta.

    Le haban rebanado la mitad de la cabeza. Lo gan el pnico: se encontraba en lo alto de una gran pila de muertos.Entonces, comenzaron los tambores. Era un sonido infernal, como el latido del corazn de un dios maligno que reverberara en torno a su cabeza;

    proceda de todas partes y de ninguna. Senta que el sonido lo golpeaba, lo aporreaba como un peso enorme que erosionaba su voluntad de vivir. Seacurruc en posicin fetal, con la cabeza entre las manos, e intent vanamente aislarse del monstruoso sonido. Le corran lgrimas por la cara y senta quelas entraas se le retorcan y anudaban. Crey que oa risas, espadas que entrechocaban, rugidos de mastines demonacos y alaridos y gritos de agonizantesy vencedores. Estoy muerto pens> y esto es la infernal vida ultraterrena.

    Tena los ojos cerrados y, sin embargo, vea destellos de imgenes odiosas, violentas, enloquecedoras. Vio al demonio de ojos de fuego mirar el interiorde su alma mientras los msculos ondulaban y se flexionaban en el enorme pecho rojo surcado por cicatrices rituales.

    Los aborrecibles labios de la criatura se retrajeron y dejaron a la vista colmillos manchados de sangre. Por los enormes cuernos curvos que coronabansu cabeza, tambin corran gruesos regueros de sangre que sinti gotear sobre su rostro, y percibi el odio que emanaba de la criatura cuando sta tendilas manos hacia l.

    Con un torturado alarido ahogado, Hensel despert. Estaba baado en sudor y apretadamente envuelto en las sbanas de la cama plagada de pulgas; se sentacomo un cadver acabado de amortajar por los sacerdotes de Morr. Agit frenticamente brazos y piernas, y se libr a patadas de las sbanas al mismo tiempo queintentaba borrar de la mente el inquietante pensamiento. El fro aire de la noche lo refresc casi al instante.

    Se sent, pos los pies en las glidas tablas deformadas del suelo y se pas las callosas manos por la cara sin afeitar. El corazn an le lata a lo loco, y respirprofundamente para intentar calmarse. Haca ms de un ao que tena esas pesadillas.

    No pasaba una sola noche sin que las aterrorizadoras visiones perturbaran su sueo. Las nicas ocasiones en que lograba un poco de bendito descanso, sinsueos, era cuando beba hasta caer en un sopor, cosa que haba estado haciendo cada vez con mayor frecuencia durante los ltimos meses.

    Hensel pens que ojal se hubiese emborrachado esa noche, pero la bebida costaba dinero, algo de lo que andaba particularmente escaso. La buena voluntad delos propietarios de El Bizco Firken, la taberna ms barata de Bildenhof, tambin se haba agotado. Y no era que se lo reprochara, ya que llevaba varias semanas sin uncntimo.

    Resignado a pasar la noche en vela, Hensel se levant del camastro infestado de bichos y se visti con rapidez; se ech una camisa sucia sobre los poderososhombros y se sujet a la cintura su posesin ms valiosa, la espada, que qued colgando a un lado. Se puso el pesado y largo abrigo, abri de un tirn la deformadapuerta de la habitacin y sali a la noche.

    Al alzar la mirada, vio brillar la luna plateada, Mannslieb, que estaba en lo alto del cielo, parcialmente cubierta por nubes finas. An no era medianoche, y habadormido poco menos de una hora. Avanz con dificultad por el pegajoso fango de la desierta calle principal de Bildenhof. El suelo estaba cubierto por una ondulanteniebla baja, fra y hmeda, que se deslizaba por debajo de las puertas y se filtraba por las ventanas rajadas. Levant los ojos hacia ias ventanas y sinti envidia de lagente que dorma.

    Los edificios de Bildenhof estaban sucios y maltrechos; los tablones se vean rajados, y las daadas vigas, cubiertas de moho a causa de la humedad que ascendadesde el suelo. No haba ni una sola ventana o marco de puerta que fuese uniforme, pues tenan los ngulos torcidos y deformados. Los tejados eran irregulares yruinosos, y siempre haba que tener cuidado cuando se pasaba por debajo de los inclinados aleros porque la probabilidad de que cayeran tejas era muy alta.

    Al igual que el propio Imperio pens Hensel, la ciudad est podrida y se deshace; se encuentra justo al borde del derrumbamiento.Recorri el puente cubierto que cruzaba el arroyo lastimosamente fangoso que atravesaba la pequea ciudad, y sus pasos resonaron con fuerza en el espacio

    cerrado. Ascendi por la pequea pendiente del otro lado del puente y se acerc al puesto de guardia.Se trataba de una construccin tosca, que haban erigido haca unos meses. Poco ms que un cajn de madera montado sobre el grueso tronco retorcido de un

    anciano roble seco, le proporcionaba al centinela una visin clara de la ladera norte, que ascenda hasta la oscura lnea de los rboles. Las bestias del bosque habanatacado tres aldeas cercanas a lo largo de los ltimos meses y, como respuesta, el consejo de Bildenhof haba ordenado que se construyeran ocho puestos de vigilanciacomo se en torno a la periferia de la ciudad. Alrededor de la base del puesto de guardia haban clavado una veintena de estacas afiladas, y haba una escalerillaapoyada contra un lado. Hensel neg con la cabeza.

    Subi sigilosamente por la escalerilla y lleg a lo alto sin apenas hacer ruido. Alz la cabeza con cuidado para mirar al interior, donde vio una figura inmvil yacuclillada que le daba la espalda y miraba hacia el norte, junto al guardia haba un par de ballestas apoyadas contra la pared.

    Buenas noches dijo Hensel. El centinela se sobresalt visiblemente y lanz un grito ahogado al or la inesperada voz a su espalda. La verdad es quedeberas subir la escalerilla, sabes? Eso impedira que la gente te pillara desprevenido.

    Sigmar de los cielos, hombre! Qu demonios te pasa? pregunt el guardia. Tomar por sorpresa de ese modo a un hombre!Lo siento, Mathias se disculp Hensel, en cuya ojerosa mirada destellaba el humor. La oportunidad era demasiado buena para desperdiciarla.Ya, apuesto a que s replic Mathias, al mismo tiempo que sacuda la cabeza.Ests solo? Quin debera estar de guardia contigo? pregunt Hensel mientras entraba a gatas y se sentaba junto al centinela.Konrad. Se escabull har una hora para entrar un poco en calor; ya sabes a qu me refiero.Ah! De quin se trata esta vez? pregunt Hensel.De Magritte.Hensel ri a carcajadas.Maldicin, pero si es popular entre los hombres de esta ciudad!S que lo es. Dejar de serlo si llega a pillarla el padre. La enviar al templo de Wolfenburgo si alguna vez se entera de las actividades nocturnas de la moza.Es una suerte para ella que el padre tenga el sueo pesado, eh?S, ya lo creo dijo Mathias, que hizo una pausa momentnea y frunci el ceo. Cmo sabes t que tiene el sueo pesado?

  • Y t, cmo lo sabes? pregunt Hensel, a su vez, con una ancha sonrisa.Mathias se ech a rer a carcajadas y se dio una palmada en un muslo con una mano carnosa. Los dos guardaron silencio durante un rato, con la mirada fija en la

    noche.Otra vez no podas dormir, eh? Las pesadillas? pregunt Mathias.El hombre de ms edad asinti lentamente con la cabeza.Desde Kislev dijo con un suspiro.Mathias no pregunt nada ms, lo que Hensel le agradeci.Ambos guardaron silencio otra vez, sumidos en sus propios pensamientos.Un sonido penetrante que reson en la noche rompi la quietud: una campana repicaba frenticamente. Era un ataque.Se encendieron luces en las casas de la ciudad, y Hensel oy gritos apagados cuando la gente, atemorizada, sali a las calles.Hensel y Mathias cogieron las ballestas, las cargaron con precipitacin y observaron la noche. Pasaron los minutos, y Hensel ya comenzaba a pensar que se

    trataba de una falsa alarma cuando, a su lado, Mathias se tens.Mir al joven soldado y vio que tena los ojos muy abiertos y cargados de terror. Sigui la mirada del muchacho, penetrando la oscuridad hasta la lnea de los

    rboles. Al principio no vio nada; slo vagos movimientos en las tinieblas.Y luego, los distingui. Las oscuras figuras quedaban casi completamente ocultas por las sombras de los rboles. Eran varias decenas.Entonces, comenzaron a sonar los tambores.El rtmico toque, grave y potente, recorri Bildenhof. Con su pulso lento, como el gigantesco corazn de una antigua criatura monstruosa, el sonido pareca

    proceder de todas partes al reverberar en las colinas que rodeaban la ciudad.El infernal ruido resucit las pesadillas de Hensel. Ese mismo odioso toque de tambores haba plagado sus sueos durante ms de un ao, acompaado por

    imgenes de matanza y derramamiento de sangre, de cadveres amontonados sobre cadveres y de gigantescas pilas de crneos que ascendan hacia el cielo. El sonidolo golpeaba como si se tratara de martillazos, y todo su cuerpo se encoga a cada atronador toque.

    En lo alto de la cuesta, una figura solitaria surgi de la lnea de rboles. Incluso desde esa distancia se vea claramente que era enorme, y Llensel la contempl conprofundo horror porque la reconoci. Era el malvado, odioso demonio que lo persegua en las pesadillas. Conoca cada detalle del bronce que conformaba la armadurarojo sangre de la criatura, y al instante identific los descomunales cuernos curvos de bano que nacan del yelmo que ocultaba el rostro del demonio. La pesadaarmadura ornamentada lo cubra todo salvo los brazos de enormes msculos, decorados con anillas que le perforaban la piel y toscos tatuajes. Llevaba cadenasenvueltas en los antebrazos, y Hensel reconoci la capa de piel negra que tapaba los gigantescos hombros del demonio, hecha con el pellejo de alguna bestia del norte.Aunque no poda ver los ojos de la criatura desde la distancia que los separaba, saba que el fuego infernal arda en las crueles pupilas y que tena los dientesmanchados de sangre, afilados y crueles. Ese ser haba matado a miles con el hacha, y matara a miles ms. Junto al demonio, se encontraba una figura calva, tandescomunal que empequeeca incluso al guerrero de la armadura roja, y que sostena en alto un tosco estandarte montado sobre dos palos en cruz. Del estandartecolgaban cabezas sujetas por el pelo y crneos enhebrados en grandes sartas mediante tendones que pasaban a travs de las cuencas de los ojos.

    La mirada de Hensel iba rpidamente desde el portaestandarte al guerrero de roja armadura. El demonio alz en el aire su gigantesca hacha de doble filo y bramun salvaje rugido desafiante. Ese rugido contena la infernal promesa de la carnicera y el derramamiento de sangre que se avecinaban. Se le unieron los alaridos y gritosguturales de centenares de gargantas, y Hensel supo que tanto l como Bildenhof estaban condenados.

  • CAPTULO 2

    Los soldados ataviados con la librea prpura y amarilla de Ostermark se apartaron precipitadamente del camino cuando el corpulento capitn ascendi por lacolina con expresin colrica en uro recorrido por horribles cicatrices. Avanzaba con pesados pasos por el fango, entre centenares de tiendas y estacas, en medio de lavasta muchedumbre del ejrcito de Ostermark. Las risas y las bromas cesaban bruscamente cuando el capitn apareca a la vista, momento en que los hombresbajaban la mirada y se apartaban. Un soldado lo salud animadamente, pero el capitn no repar en l.

    Dej atr s hileras y ms hileras de grandes y elegantes caones, cuyos brillantes tubos eran meticulosamente lustrados y aceitados por los atentos artilleros bajo elojo vigilante de un ingeniero de mediana edad y ceo fruncido. Con el casco sujeto con firmeza bajo el brazo izquierdo y la mano derecha posada sobre el pomo de laespada, el capitn continu avanzando con pesados pasos y gesto ceudo. Sus ojos estaban clavados en la grandiosa tienda prpura y amarilla que se alzaba en la cimade la colina, coronada por elegantes pendones triangulares que ondeaban perezosamente por efecto de la suave brisa.

    En la entrada de la tienda haba un par de guardias en posicin de firmes y con las alabardas ante ellos. Uno de los guardias asinti para saludar al capitn cuandoste se aproxim.

    El gran conde de Ostermark hace un rato que os espera, capitn Von Kessel.Bien fue la escueta rplica del capitn, que apart a un lado la tela de la entrada y penetr en la esplndida tienda.El interior estaba en penumbra, mal iluminado. El gran conde era un anciano enfermo, y la luz brillante daaba sus ojos aquejados de cataratas. El viciado aire

    resultaba sofocante. Unas figuras sin rostro, ataviadas con ropones, balanceaban de un lado a otro, incensarios de los que manaba un humo de olor repugnante. Elmovimiento causado por Von Kessel al entrar en la tienda haba agitado el humo, que entonces giraba en remolinos.

    Stefan? Es Stefan quien entra? inquiri una voz que lleg desde el otro extremo de la humosa tienda en penumbra.S, lo es, mi seor declar el capitn con voz enrgica.Avanz hasta el centro de la elegante tienda y dej el casco sobre una ornamentada mesa de madera sembrada de mapas; lo hizo con tal brusquedad que saltaron

    las copas y los instrumentos de escritura que haba sobre ella.El gran conde Otto Gruber, flanqueado por una veintena de consejeros y cortesanos, se recostaba contra el respaldo de una silla de cuero. Contempl a Von

    Kessel con ojos hmedos, impertrrito ante la ceuda mirada del capitn. El conde era un hombre enorme, grande en todos los sentidos. Su cuerpo llenaba ladescomunal silla de tal modo que pareca ridculamente pequea para l, y se remova de forma incmoda cada pocos segundos. Tena una cara bulbosa y carnosa, ysobre la plida cabeza llevaba una peluca de apretados rizos empolvados.

    Sudaba profusamente, y un joven le enjugaba la cara y el cuello con un pao hmedo. Varios aos antes, el conde haba sufrido una virulenta enfermedad cutnea,y tena llagas abiertas en las regordetas manos y en los pliegues de grasa del cuello. En torno al ojo izquierdo parcialmente cerrado, con los prpados pegados yenrojecido, se vean ampollas, algunas de las cuales haban reventado y exudaban.

    Dnde estaban mis malditos refuerzos? pregunt Kessel a bocajarro. Aborreca el hedor enfermizo de la tienda.El conde comenz a hablar, pero sucumbi a un ataque de tos flemosa. La cara se le puso roja, se le hincharon alarmantemente las venas de la nariz y las mejillas,

    carraspe y gargare, y luego escupi en un cuenco que le present un sirviente.Otro criado le limpi la flema de los flojos labios.Una figura que haba permanecido de pie en las sombras que haba tras la silla del conde avanz un paso. Se trataba de un hombre de veintitantos aos, con

    aspecto feroz y esqueltico.Iba vestido con prendas negras y sencillas, pero obviamente costosas, y su mentn luca una barbita pulcramente recortada en punta. Stefan lo reconoci porque

    era Johann, sobrino nieto del conde y su nico pariente vivo. Gruber se haba casado dos veces, pero ninguna de sus esposas le haba dado hijos, as que Johann era elnico heredero del conde.

    Tenais orden de retener el paso. Desobedecisteis una orden directa del conde elector, capitn dijo Johann, que casi escupi la ltima palabra.Sin apartar los ojos del conde, Kessel se trag una rplica hiriente antes de responder.Estoy hablando con el gran conde dijo con tono glido.Desgraciado irrespetuoso gru el joven ataviado de negro al mismo tiempo que avanzaba un paso y aferraba con una mano la ornamentada empuadura del

    estoque.Alto, alto! jade el conde elector de Ostermark a la vez que agitaba ante l una mano cargada de anillos. Ya basta, Johann. Atrs.El ceudo joven apart la mano del estoque y retrocedi, aunque sus ojos brillaban peligrosamente.Los refuerzos, s. Qu sucedi con los refuerzos? Anchos?Un consejero tileano de piel cobriza inclin la cabeza hacia Von Kessel.Fueron enviados los mensajes, mi seor, como vos solicitasteis.Sin duda, el enemigo los intercept. Un contratiempo desafortunado y lamentable dijo, sin vacilar, en un reikspiel perfecto, con apenas un rastro de acento.

    Parpade cuando Von Kessel buf con desprecio.S, muy desafortunado, s dijo el conde, que volvi la hmeda mirada hacia Von Kessel. As que desobedecisteis mis rdenes. Explicaos. Todos los

    ojos de la tienda se fijaron en Von Kessel.Segu la mejor lnea de accin, dadas las circunstancias replic el capitn, tenso.Tenais orden de retener el paso Profundo insisti Gruber con voz ronca y aseguraros de que ni un solo enemigo avanzara hacia la desprotegida ciudad de

    Ferlangen o las estribaciones de las Montaas Centrales.Y ningn enemigo lo ha hecho. Los derrot en su propio campamento y mat personalmente al caudillo.Pero no permanecisteis en la posicin, como se os orden.Mis hombres habran acabado muertos. Nos superaban en nmero por cinco a uno. No contaba con los soldados suficientes para retener el paso. Podran

    habernos rodeado y haber organizado una matanza con nosotros. Cuando me di cuenta de que los refuerzos no iban a llegar, tuve que improvisar, o estaba perdido.Decid salir a luchar contra el enemigo y atacarlo antes del alba.

    El anciano conde elector pareci distraerse de repente. Lade la cabeza para observar a un tro de moscas que volaban tardamente, describiendo crculos en loalto. Por la floja comisura de la boca le caa baba espumosa, y el perezoso ojo izquierdo se le puso en blanco. El joven del pao avanz un paso, inclin la cabeza conrespeto y limpi la boca del conde. La repulsin y la lstima que senta Stefan se vieron claramente en su rostro.

    No os cri para que improvisarais declar Gruber, de pronto. Os cri para que fuerais un leal sbdito de Ostermark, a pesar de vuestra traidora herencia.

  • Ferlangen y el paso Profundo son nuestros gru Von Kessel. Mi lealtad est ms all de toda duda.Eso decs vos; as que regresis de modo triunfal, tras haber matado vos mismo a un caudillo. Hroe una vez ms, eh, Stefan? Os consideris un valiente

    triunfador?No soy ningn hroe, mi seor, y no he regresado triunfalmente. He regresado para averiguar por qu no se enviaron los mensajes para pedir refuerzos!Los mensajes se enviaron, no es cierto, Andros?El consejero asinti con la cabeza.As es, mi seor. Los mensajes se enviaron.Ya lo veis declar Gruber. Estis equivocado. La orden fue enviada. Tened cuidado con lo que decs, Von Kessel dijo el conde elector en tono

    amenazador; podrais tener un futuro brillante y, hasta ahora, yo os he protegido tanto como he podido. Habis demostrado vuestra destreza en la guerra, una y otravez, pero en los momentos como ste me recordis a vuestro abuelo. Tened cuidado con lo que hacis. No nos insultis ni a m ni a mi sobrino nieto, ni pongis enduda mi palabra. Mi palabra es ley, y la vuestra es slo la palabra de un capitn condecorado y competente, el nieto de un perro traidor y adorador de demonios.

    Ninguno de los miembros de la corte de Gruber respir siquiera, en espera de la reaccin del joven capitn, cuyo rostro ceudo miraba fijamente a Gruber.Gruber, sin que aparentemente se diera cuenta de la mirada que el otro le diriga, se sac algo del bolsillo de la chaqueta y se puso a acariciarlo. Stefan vio que se

    trataba de un sapo que haba muerto haca mucho y que estaba rgido. Gruber le acariciaba con ternura el lomo lleno de bultos, y comenz a rer para s mismo con unarisilla tonta, aguda y afeminada.

    Acaso no es cierto, Boris? Su abuelo era un perro traidor y adorador de demonios.Varios de los cortesanos se movieron con inquietud e intercambiaron miradas. Uno de ellos avanz y se inclin para susurrar algo al odo del conde.Qu? Estoy bien, aprtate dijo Gruber al mismo tiempo que agitaba una regordeta mano hacia el hombre. Mir a Stefan. Sabis dnde est mi mdico?El capitn observ a los consejeros del conde, que evitaban mirarlo a los ojos.No, mi seor, no s dnde est Heinrich. Desapareci hace algunas semanas, no es as? pregunt Von Kessel, desconfiado.Ah, s!, es verdad, no es cierto? No importa. Es probable que ese viejo estpido ande perdido por alguna parte. El enfermo tosi. Podra haberos

    hecho estrangular cuando nacisteis, ya lo sabis, por los crmenes de vuestro abuelo. Queran que lo hiciera. La gente tena miedo de que vos tambin os convirtieraisen un traidor, que tuvierais tratos infernales. No los tenis, verdad?

    No, mi seor. Cada amanecer le rezo a nuestro seor Sigmar para pedirle su proteccin.Bien, bien, eso est bien; pero la plegaria no siempre es suficiente. Recordad siempre que fui yo quien os salv, Stefan Gruber hizo una pausa para toser

    antes de continuar. Ojal pudiera haber salvado a vuestro querido abuelo! Era un hombre bueno, un amigo querido y un orgulloso y noble conde elector. El pueblode Ostermark lo quera, y tambin yo dijo Gruber con melancola, sonriendo dbilmente. Luego, la sonrisa se desvaneci.

    Eso slo sirve para demostrar que la contaminacin del Caos es seductora, peligrosa. La contaminacin tena que estar en l desde el nacimiento, pero bienoculta. Permaneced siempre vigilante, Stefan, porque tambin podra estar en vos.

    As lo har, mi seor replic Stefan, incmodo. Durante un momento no dijo nada, y el silencio le pareci desagradable y tenso. Con vuestro permiso,debo marcharme.

    Stefan, con expresin lbrega en el rostro marcado por las cicatrices, gir sobre los talones y sali de la tienda. Se maldijo en silencio; no haba confirmadoninguna de sus sospechas. La custica mirada de Johann lo sigui mientras se marchaba.

  • CAPTULO 3

    La escalerilla, Mathias! Sube la maldita escalerilla! grit Hensel mientras cargaba la pesada ballesta con manos temblorosas.Los enemigos estaban saliendo de entre los rboles y sus gritos de guerra inundaban la noche. Guerreros ataviados con pieles corran colina abajo a travs de la

    ondulante niebla que giraba en torno a sus piernas. El gigantesco guerrero de roja armadura de las pesadillas de Hensel encabezaba la carga; mientras corra, ruga conla gigantesca hacha sujeta a dos manos por encima de la cabeza.

    Hensel alz la ballesta y apunt precipitadamente a la figura rojo sangre. La saeta sali zumbando hacia el guerrero, en direccin al pecho. Aunque parecieraimposible, el guerrero la desvi a un lado con un barrido del hacha. Hensel abri ms los ojos al mismo tiempo que maldeca, y manote en busca de otra flecha.

    La escalerilla, maldicin!Mathias apart la aterrorizada vista de los incursores que se acercaban y gate hacia la escalerilla. Cuando la cogi, un puo cubierto por un guantelete se le

    estrell en la cara y lo lanz hacia atrs con la nariz sangrante. En lo alto de la escalerilla apareci un burln incursor, que enseaba los dientes en una mueca feroz.Mientras desenvainaba la espada corta, Hensel se lanz hacia l y clav profundamente la hoja de acero en la garganta del invasor.La sangre corri, burbujeante, por la espada, pero el guerrero no cay. Con los ojos brillantes de odio, el incursor extendi los brazos y cogi a Hensel por el

    cuello. La fuerza del hombre era asombrosa, y Hensel luch frenticamente contra aquella potencia demoledora. Mediante un gran esfuerzo, rot la espada y, de lamortal herida, man un gran borbotn de sangre. Pero el guerrero continuaba sin aflojar la presa letal, y la visin de Hensel comenzaba a volverse borrosa. Al ser sucuerpo rpidamente abandonado por la vida, el brbaro del Caos fatalmente herido cay hacia atrs desde lo alto de la escalerilla y arrastr consigo a Hensel. Fue unacada de cuatro metros y medio que concluy con un demoledor impacto contra el suelo.

    El golpe dej sin aliento a Hensel, que luchaba por librarse de las manos que le aferraban el cuello. El guerrero, que haba quedado debajo de l, estaba muerto,ya que la cada hizo que la espada penetrara an ms en el cuello y casi lo haba decapitado, pero las contradas manos muertas continuaban estrangulndolo.

    Cuando logr retirar los dedos uno a uno, Hensel inspir profundamente varias veces. Tras arrancar la espada del cuello del guerrero muerto, se puso de pie conprecario equilibrio.

    Un hacha descomunal se le clav en el pecho y le parti las costillas. La sangre le subi por la garganta, y Hensel cay de rodillas, con la vista fija en los ojos delasesino. Ante l se alzaba el enorme guerrero de roja armadura, cuyos insondables globos oculares rielaban con fuego interior. Le ense los puntiagudos dientes y elsemblante se le contorsion de jbilo cuando la sangre empez a manar. Arranc el hacha del pecho de Hensel, y el soldado imperial se desplom.

    El guerrero alz el hacha hacia los cielos y rugi en su impo idioma. Las palabras eran incomprensibles para el agonizante Hensel, que yaca, herido, en el fango.El rayo ilumin la noche con una serie de brillantes destellos. Mientras la oscuridad lo consuma, a Hensel le pareci que los destellos eran los Dioses Oscuros, queexpresaban el placer que sentan ante la obra de sus siervos.

    Sangre para el Dios de la Sangre! le rugi Hroth a los cielos, al mismo tiempo que alzaba en alto el hacha ensangrentada para que los dioses vieran el tributoque les renda.

    El corazn le lata con fuerza a causa de la emocin, y sabore la ola de energa y poder que lo invada desde que se haba trabado la batalla. Hroth saba que elgran dios Khorne, el Seor de las Batallas y Coleccionista de Crneos, lo contemplaba desde lo alto, y senta que el dios estaba satisfecho. Las venas de losvoluminosos brazos de Hroth se tensaban de poder a medida que la furia creca dentro de l.

    Al volver la mirada hacia la condenada ciudad del Imperio, Hroth vio que la gente sala corriendo de las casas con el terror en el rostro y lanzando lamentos queascendan hacia el cielo. A los dioses les gustara ese sonido. Con un rugido, ech a correr directamente hacia la ciudad. Docenas de guerreros corrieron detrs de l, aun paso de distancia. Pertenecan todos a la tribu de los khazags, procedentes del lejano nordeste, a meses y meses de distancia a caballo, y todos lo habanreconocido como jefe mediante juramento de sangre. La enorme y calva figura de Barok corra a su izquierda, con el estandarte de Hroth en alto, y a la derecha ibaOlaf el Berserker, con un par de espadas en los carnosos puos.

    Mientras bajaban por la fangosa ladera, Hroth vio que haba guerreros enemigos que se movan entre el caos y apartaban rudamente de su camino a los pobladorAl ver que Hroth y sus guerreros descendan a toda velocid I por la ladera hacia ellos, se detuvieron. Las primeras filas pusieron de rodillas y se llevaron al hombro lasarmas de fuego. Los que estaban detrs blandan alabardas, que inclinaron a un mismo tiempo para formar una ondulante barrera de pas de acero.

    Se les unieron otros soldados, hasta cerrar por completo la calle.Hroth gru de placer al ver enemigos dispuestos a plantarles cara y luchar, y aceler el paso. Los guerreros corran a su lado, entre gritos y alaridos. Se oyeron

    disparos, y Hroth sinti que una lacerante bala de plomo le rozaba una mejilla y haca manar sangre. Varios khazags cayeron bajo la primera descarga, pero a l no leimport.

    Al acercarse ms, vio que los insignificantes guerreros enemigos intentaban con frenes volver a cargar sus armas de cobarde. Varios de ellos alzaron el arma unavez ms y dispararon directamente hacia los guerreros del Caos, y luego Hroth cay sobre ellos.

    Con un barrido del hacha apart a un lado tres alabardas dirigidas hacia l, y la maniobra arranc las armas de las entumecidas manos de los hombres. Con elgolpe de retorno decapit a un soldado. La hoja del hacha sigui de largo hasta clavarse en la cabeza de otro, al que le aboll el casco de acero en medio de unafuente de sangre y hueso.

    Al estrellar el puo de revs contra la cara de un tercero y sentir que el crneo se parta bajo el impacto, Hroth se puso a rer. Avanz hasta el centro de laformacin enemiga mientras barra el aire con el hacha. Con cada barrido mora otro hombre. En aquel espacio estrecho, las alabardas enemigas eran intiles, as quelos soldados cogieron espadas cortas y dagas.

    Cada arma que avanzaba hacia Hroth era detenida por una fuerza brutal que cercenaba brazos, hunda pechos y destrozaba cabezas hasta transformarlas ensanguinolentos despojos. Las hojas que s lo alcanzaban se partan contra su piel o eran desviadas por la armadura. Olaf el Berserker haba dejado caer las armas o lashaba perdido, y le arranc la garganta a un hombre con las manos desnudas. Los otros khazags asestaban tajos con abandono, y las brutales hachas y espadasdiezmaban con facilidad a los hombres del Imperio. La sangre baaba a Hroth, que senta el metlico sabor en los labios. Se regocijaba en la matanza mientras asestabatajos a diestra y siniestra.

    Con un rugido, alz el hacha por encima de la cabeza con ambas manos y la descarg sobre un hombro de un soldado enemigo; el golpe hizo que atravesara petoy hueso, y cort al hombre por la mitad. Tras apartar el cuerpo de una patada, Hroth gir sobre s mismo en busca de otro enemigo, pero no pudo hallar ninguno. Sequed de pie, empapado en sangre, con la respiracin agitada. El suelo estaba sembrado de extremidades cercenadas y soldados del Imperio destrozados, y el aire,cargado del hedor de la muerte. Haban muerto varias docenas de soldados y slo tres de los suyos. Resisti el impulso de arremeter con el hacha contra un khazagque se encontraba cerca de l.

    Hroth pas por encima de los soldados muertos hacia los cuerpos de los hombres de su tribu que haban cado. Uno de ellos an viva, y Hroth se arrodill ante l

  • al ver la creciente mancha roja que tena en el vientre.Tu sangre alimentar esta noche a Khorne, guerrero de los khazags dijo Hroth.El guerrero, con la cara plida y ojerosa, asinti, impertrrito, sin permitirse un solo gemido de dolor, porque si lo haca demostrara debilidad ante el jefe y los

    dioses. Hroth se irgui y descarg un golpe del hacha que decapit al guerrero. Tras coger la cabeza por el pelo, se la lanz a un corpulento salvaje barbudo quellevaba un casco hecho con el crneo de un lobo.

    Tu hermano fue un valiente guerrero, Thorgar gru Hroth. Su crneo te dar poder.El barbudo cogi con ambas manos la cabeza decapitada del hermano y se toc la frente con ella.Sonaron ms disparos de arma de fuego en la noche, y Olaf se volvi hacia el sonido al mismo tiempo que grua y de sus labios goteaba espuma. Sin pronunciar

    una sola palabra, Hroth y su horda echaron a correr y se adentraron ms en la ciudad, en direccin a los disparos.

  • CAPTULO 4

    As que le habis dicho cuatro verdades al viejo gordo?No enviaron los refuerzos, verdad? pregunt Albrecht.El canoso sargento se encontraba de pie debajo de un toldo que lo protega de la llovizna. Fumaba en pipa y el humo gris azulado ondulaba en el fro aire del

    anochecer.Stefan, que avanzaba con pesados pasos hacia la tienda, bajo la lluvia, mir al sargento con el ceo fruncido.Haris que os cuelguen por hablar as del conde.Qu va! Ninguno de los chicos que tenemos aqu hablara contra m. Verdad, muchachos? gru Albrecht al mismo tiempo que se volva hacia el grupo de

    soldados de Ostermark que jugaban a dados detrs de l, y que murmuraron en voz baja. Por supuesto que no. Saben que, si lo hicieran, hara que sus vidas fuesenmucho ms dolorosas. Adems, fueron sus culos los que estuvieron en peligro ah fuera cuando no vinieron los refuerzos, junto con el vuestro y el mo.

    S, ya lo creo. No s si enviaron los refuerzos o no. El anciano conde est perdiendo la razn. Tal vez los enviaron, pero l los llam de vuelta. Quin sabe?Pero no hay absolutamente nada que nadie pueda hacer para remediarlo.

    Hace aos que est perdiendo la razn. Es demasiado viejo, con mucho. Supongo que es culpa de la enfermedad de consuncin, contra la que ha estadoluchando desde la infancia.

    Es un linaje dbil. Es lo que sucede cuando nobles se casan con nobles durante generaciones. Los miembros de esa familia tienen entre ellos un parentesco algoexcesivo, ya sabis a qu me refiero.

    Ah fuera perdimos demasiados buenos hombres innecesariamente, pero qu se puede hacer? Decirle que es un mentiroso?Decirle que es un viejo estpido producto de la endogamia, que est perdiendo la razn? Me ahorcaran antes de que acabara de pronunciar la ltima palabra!

    Sabis tan bien como yo que a los condenados cortesanos les encantara verme colgado.Bueno, a m me pareci una maldita misin suicida.Por qu el viejo iba a querer verme muerto despus de tantos aos? Podra haberse librado de m cuando le hubiese dado la gana. Le debo la vida, Albrecht.Tal vez. Ciertamente, l no deja pasar la oportunidad de recordroslo.Bueno, si se dio una contraorden o la orden no se dio nunca, podra ser culpa de algn otro. De ese tileano hijo de puta, Andros, para empezar. Ese tipo es tan

    de fiar como una serpiente.O Johann. Estaba all ese enano flaco?S que estaba, y con ganas de pelea, incluso ms de lo normal replic Stefan.Tal vez sea un duelista pasable, pero eso no le servira de nada en un verdadero campo de batallasentenci Albrecht. Tampoco le habra servido de nada

    en el paso de montaa si hubiera estado all. Habra sido uno de los muertos que picotean los cuervos mientras hablamos; que Morr los asista.S, probablemente tengis razn; pero es carne y sangre del conde, y nosotros somos slo soldados replic Stefan con un encogimiento de hombros.

    Estoy muerto de cansancio. Me voy a la cama.Que descansis, capitn dijo Albrecht, al mismo tiempo que le daba unas palmadas en un hombro a Stefan, que era ms joven que l. Lo observ mientras

    se alejaba a paso majestuoso e hizo un anillo de humo en el aire.Es cierto eso, sargento? Pensis de verdad que nos enviaron all a morir? pregunt un soldado joven, que alz la mirada del juego.No lo s con seguridad, muchacho. Es poltica. Sin embargo, el capitn es un diablo astuto. Ser difcil que lo pillen con la guardia baja, y no es un hombre al

    que me gustara tener como enemigo replic Albrecht, pensativo; aunque, definitivamente, es posible que nos enviaran a morir, dado que el conde no tiene hijos, ytodo eso. El capitn es un rival para cualquiera que quiera reclamar el trono cuando Morr se lleve al conde.

    Un rival? Cmo es eso, sargento?Su abuelo era el elector. Por tanto, si no hubiese un heredero indiscutible, podra reclamar el trono. Aunque no creo que jams lo haga.De verdad? Pensaba que eso era slo una historia! As que las cicatrices que tiene en la cara se las hicieron como recordatorio de la vergenza de su abuelo!S, se las hicieron a fuego cuando era un recin nacido.Es un demonio sin corazn el hombre capaz de tocarle la cara a un neonato con un hierro al rojo blanco.No significa eso que el capitn est maldito, sargento?pregunt el joven soldado. Que est contaminado?Los soldados que lo acompaaban se quedaron petrificados y dejaron de jugar. Albrecht se volvi a mirar al muchacho y entrecerr los ojos.El capitn es un hombre mejor que cualquiera de los que estamos aqu. En l no hay contaminacin ninguna, y le cortar personalmente el cuello a cualquiera

    que sugiera que la hay gru el sargento. Eres nuevo en nuestro regimiento, verdad?El joven soldado asinti con los ojos muy abiertos.Con sus acciones, el capitn ha salvado la vida de todos los hombres que estamos aqu. En el caso de la mayora, ms de una vez. Ni uno solo tiene duda

    alguna acerca de l. Ser mejor que aprendas con rapidez a respetar a tus superiores, soldado, o la vida te resultar muy difcil aqu. Muy difcil de verdad.Albrecht chup colricamente la pipa, con los ojos clavados en la noche.Lo siento, seor. No quera ofender a nadie dijo el soldado, mientras evitaba las feroces miradas que le dirigan los que se encontraban en torno a la mesa de

    juego.Albrecht gru. Lo que acababa de decir era verdad. Stefan, mediante sus acciones y decisiones estratgicas en el campo de batalla, haba salvado a sus hombres

    de una muerte segura una y otra vez. Ciertamente, la noche anterior, en el paso Profundo, habran sido todos masacrados de no haber sido por el osado ataqueordenado por el capitn.

    Los recuerdos de Albrecht se remontaron hasta el da en que haba conocido a su superior. Al principio, haba abrigado dudas respecto a l. Stefan von Kesselera joven por entonces, y no tena el grado de capitn. No, era un joven asustado que perteneca al regimiento de Albrecht, y las horribles cicatrices del rostro lodestacaban entre los otros reclutas de piel tersa.

    Era callado y reservado, y demasiado sensible para la vida de soldado. Albrecht lo haba acosado sin piedad para descubrir si tena algo de dureza en el fondo: orenunciara, o hallara en su interior la fuerza necesaria para convertirse en un soldado de xito.

    Las cicatrices que tena en la cara eran un gran peso para Von Kessel por entonces, y Albrecht saba que an lo eran, aunque esos sentimientos estaban ocultostras las impenetrables barreras que el capitn haba construido a lo largo de los aos. Tres lneas atravesaban la cara de Von Kessel, unidas por una lnea curva queparta desde encima de la ceja izquierda, le atravesaba la frente y, pasando junto al ojo derecho, bajaba por el pmulo hasta acabar en la lnea de la mandbula. Eran

  • lneas de poco ms de un centmetro de ancho, plidas sobre la piel bronceada. Se trataba de la cuarta parte de una rueda que, de haber continuado, habra estadodividida por ocho lneas concntricas.

    Era una marca maligna, una marca de mal agero.Por esa razn, el joven Von Kessel haba sufrido el aislamiento por parte de sus compaeros, que lo haban evitado como portador de infortunio. Ninguno de

    ellos, salvo el propio Albrecht, estaba al corriente de su maldita herencia. Albrecht maldeca despiadadamente a Von Kessel, hasta que, finalmente, lleg el da en queel joven le plant cara al sargento y le dio un puetazo en plena mandbula. Por supuesto, Albrecht le haba devuelto el golpe y lo haba dejado sin sentido. A pesar detodo, a partir de entonces, nadie le dio ms disgustos al muchacho, que, lentamente, sali de s mismo y se convirti en camarada de armas de los dems soldados.Aunque siempre tendra dificultades para expresarse y no contaba con ningn amigo ntimo, Von Kessel se convirti en alguien en quien los otros soldados confiaban demodo implcito y a quien llegaron a respetar enormemente.

    Haba ascendido poco a poco, hasta que, con cierta reticencia, haba llegado a capitn. A Albrecht no le molest ver que Von Kessel lo aventajaba, porquereconoca la brillante inteligencia que posea el joven, aunque l mismo no la aceptara.

    No, se senta orgulloso de servir al capitn y lo quera como a un hermano.Stefan haba dicho que estaba en deuda con Gruber por haberlo protegido cuando era un beb. Albrecht pens que el gordo bastardo haba estado presente

    cuando la rueda al rojo blanco haba sido aplicada a la cara del recin nacido. Stefan era entonces tan pequeo que slo una cuarta parte de la marca haba quedadoestampada en su rostro. Crecer con semejante seal de vergenza en la cara no era manera de crecer. Era cierto que Gruber podra haber hecho que ahogaran al bebsi lo hubiese querido, todo a causa de la traicin del abuelo de Stefan, pero, en opinin de Albrecht, nadie que quemara la cara de un inocente recin nacido deberaser considerado como un salvador.

    Buf y volvi a chupar largamente la pipa.Mientras se alejaba, Stefan haba odo que el sargento deca:En l no hay contaminacin ninguna. Rez para pedir que el sargento tuviera razn.Hroth descarg el hacha contra la espalda de otro de los aldeanos en fuga, y el hombre cay con un alarido. El lastimero grito se cort en seco cuando el guerrero

    descarg un pie sobre el cuello del pattico hombre del Imperio. La noche estaba iluminada por llamas, ya que los khazags haban comenzado a quemar la ciudad hastalos cimientos. Los que se haban ocultado en sus hogares salieron en cuanto las llamas lamieron los edificios. Los mataron en el momento en que huan, gritando, de lascasas incendiadas. Para disgusto de Hroth, muchos haban preferido morir quemados antes que encararse con sus hombres.

    En eso no haba gloria ninguna. Enfrentarse arrojadamente con un enemigo en el ardor de la batalla, mirar sin miedo a la muerte a la cara, sa era una manerahonorable de morir. Los khazags crean que no haba renacimiento para los cobardes que permitan que el miedo dictara una muerte deshonrosa para ellos.

    Las calles de la ciudad eran caticas. Hombres, mujeres y nios aterrorizados huan de los khazags, y sus gritos y alaridos resonaban en el aire. Las llamas estabanllegando a los pisos superiores de los edificios ms altos, y varios comenzaban a desmoronarse al quemarse las vigas que les daban soporte.

    Los khazags los tenan cercados y mataban a tajos a los aldeanos que huan. Se haban tropezado con dos grupos aislados de soldados y los haban matado sincontemplaciones. Hroth haba matado personalmente a una docena de ellos, pero su hacha continuaba teniendo sed.

    Se oy un gruido procedente de una calle lateral, y Hroth se volvi. Una enorme figura peluda salt hacia l con las fauces erizadas de colmillos dirigidas hacia sugarganta. Estrell el hacha contra un costado de la criatura cuando estaba en medio del aire y la lanz contra un edificio, entre gemidos lastimeros.

    La bestia estaba cubierta por un espeso pelaje oscuro, y una cresta de pas le recorra el lomo. El golpe de Hroth haba partido las costillas de la criatura, de cuyaherida abierta sobresalan esquirlas de hueso y manaba sangre. La lengua le colgaba de la boca y tena los ojos muertos.

    La gigantesca figura de Barok se arrodill junto a la criatura.Al apartarle el pelaje de la cabeza, vio una caracterstica marca en forma de espiral.Es uno de los mastines de guerra del zar Slaaeth. Debe de estar cerca de aqu.Bien replic Hroth. Por all dijo al mismo tiempo que sealaba, y ech a correr por la ms oscura de las calles laterales. Pas junto a un cadver que

    haba sido abierto en canal y le haban arrancado las entraas. La presa del mastn de guerra, comprendi. Hroth sonri al pensar en el zar Slaaeth. Haca tiempo queanhelaba el da en que le cortara la cabeza.

  • CAPTULO 5

    Stefan despert al instante y vio que ya tena una afilada hoja contra el cuello de la figura que se arrodillaba junto a l. Dej escapar la respiracin al reconocer alhombre, y apart la hoja de la garganta de Albrecht.

    Gracias dijo ste. He estado a punto de matarme.Qu sucede? pregunt Stefan, al mismo tiempo que se levantaba del camastro y envainaba la daga.Disculpad que os despierte, capitn. Os necesitan en la tienda de Gruber.Qu? Le ha sucedido algo al conde?No, no es por nada parecido, pero de todos modos os necesitan ah arriba. Ha llegado un general, o algo as.Un general?S. No s quin es, pero parece que se ha presentado con un destacamento de caballeros condenadamente numeroso.Tiene que ser alguien importante. Ha llegado desde Nuln. Ha ido directamente a la tienda del conde y ha exigido que se convoque un consejo de guerra.Stefan frunci el entrecejo.Ha exigido? No son muchos los que pueden exigirle a un conde elector que convoque un consejo en plena noche. Qu hora es, por cierto?Est a punto de amanecer.Stefan se frot la cara con una mano para librarse de las ltimas trazas de sueo. Albrecht se dio cuenta de que el capitn ola a alcohol y repar en la botella de

    licor vaca que haba junto al lecho.Os esperar fuera dijo, y sali de la tienda.El capitn apareci pocos minutos despus; iba ataviado con el peto, las grebas y los guanteletes todo muy vapuleado, y con un justillo acuchillado que luca

    los colores prpura y amarillo de Ostermark. Llevaba la celada bajo un brazo. Tena un par de pistolas enfundadas a un lado, junto con la espada.Como siempre, el colgante del cometa de dos colas, el smbolo del dios guerrero Sigmar, le penda del cuello.Vamos dijo.Los dos hombres guardaron silencio mientras avanzaban por el campamento, pendiente arriba, hacia la tienda de Gruber.En torno a la tienda del comandante ardan antorchas, y vieron dos caballos de guerra completamente acorazados. Sobre uno de ellos haba un caballero que

    enarbolaba un estandarte, mientras que un par de mozos de establo sujetaban el corcel.Los caballos eran criaturas enormes, de unos dieciocho palmos menores de altura. Stefan no poda ver la imagen del estandarte que colgaba de una nica asta,

    porque no soplaba la ms leve brisa; tampoco distingua los dibujos de filigrana de las armaduras de los caballos. No obstante, si realmente procedan de Nuln, sededel emperador Magnus, crea saber quines eran esos caballeros, y se sinti muy impresionado.

    Cuando los dos se encontraban un poco ms cerca, una brisa ligera lleg hasta el pesado estandarte y lo agit ligeramente.En ese momento, Stefan vio la imagen que luca. Representaba un crneo tocado con una corona y rodeado de volutas e intrincados dibujos resaltados en oro.

    Era la recientemente formada, aunque ya famosa, Guardia de Reikland[1]. Haban cabalgado junto al emperador Magnus durante la Gran Guerra.Estos caballeros haban invertido el curso de la batalla en Kislev y haban derrotado a las fuerzas del Caos. Stefan y Albrecht intercambiaron una mirada y alzaron

    las cejas. A Stefan lo hicieron pasar al interior de la tienda, y Albrecht se qued en el exterior, pateando el suelo con los pies para defenderse del fro, sin quitarle undesconfiado ojo de encima a los enormes caballos de la Guardia de Reikland.

    El interior de la tienda estaba iluminado por faroles y grandes velas por las que chorreaba cera fundida. Adems de Gruber, tambin haba algunos de loscortesanos. Era obvio que el conde se haba vestido con precipitacin, porque llevaba medio desabotonada la camisa, que dejaba a la vista flcida piel blanca. No sehaba puesto la peluca, y se vea que su blanco pelo era fino y ralo. Tena los ojos hinchados y rojos, y el profundo ceo fruncido manifestaba el disgusto que le causabaque lo hubiesen despertado a una hora semejante.

    Un hombre corpulento, ataviado con armadura completa, dominaba la tienda. Se volvi cuando Stefan entr, y el capitn vio que el caballero era de medianaedad y que luca hilos de plata en el largo cabello atado en una coleta y en los cados bigotes. Su rostro era anguloso y severo, y los ardientes ojos imponan respeto.

    Es ste? El caballero habl con una voz que, aunque no era alta, transmita una autoridad absoluta.Es l. Mariscal del Reik Wolfgange Trenkenhoff, os presento al capitn Stefan von Kessel dijo Gruber.Las cejas de Stefan se alzaron levemente, y fue el nico indicio de la sorpresa que senta. El hombre que tena delante era un hroe viviente del Imperio,

    considerado ntimo amigo y partidario del mismsimo Emperador. Haba fundado personalmente el destacamento de caballera de la Guardia de Reildand y era quiencomandaba los ejrcitos que haban derrotado a las fuerzas del Caos aos antes. En asuntos de guerra, su espada era slo superada por la del Emperador. Los ojos deStefan se encontraron con los del mariscal del Reik, y los mantuvo fijos por un momento, antes de inclinar la cabeza ante el hombre de ms edad.

    Es un honor dijo Stefan con sinceridad.El conde elector de Ostermark dice que no permanecisteis en vuestro puesto cuando se os orden hacerlo dijo el caballero con tono sombro.Stefan se sinti como si le hubiesen dado una patada en el estmago, y su enojo comenz a despertar; no obstante, no permiti que las emociones se le

    manifestaran en el rostro. Sin mirarlo siquiera, perciba el placer que experimentaba el sobrino nieto del conde, Johann.Es verdad? pregunt el caballero, ceudo.Stefan se lami los labios antes de responder, mientras redactaba cuidadosamente la frase.No deseara contradecir a mi conde, seor caballero. Soy un soldado leal a Ostermark y al Imperio.El capitn Von Kessel y los regimientos que tiene bajo su mando fueron enviados al paso Protundo, no es as? pregunt el caballero.As es, seor mariscal del Reik. Era el consejero tileano de dorada piel quien responda all al capitn para impedir que las fuerzas del Caos que haban

    maniobrado en torno a nuestra posicin se adentraran en las montaas.Qu tropas tiene bajo su mando?El consejero tileano mir al conde, el cual le indic, con impaciencia, que continuara.El capitn Von Kessel tiene bajo su mando unos dos millares y medio de infantes alabarderos.Dos mil treinta y siete, despus de ayer intervino Stefan, y otros treinta y cuatro a causa de las heridas.Adems de unos mil fusileros, ochocientos ballesteros y ocho caones de Nuln continu Andros. Tambin cuenta con varios auxiliares irregulares, entre

    los que se incluyen exploradores, batidores y milicianos. Son chusma plebeya, en su mayor parte.Stefan pareci irritado por esa observacin, pero guard silencio.

  • Con eso debera bastar. Y por qu se escogi a Von Kessel para esa misin?Porque estaba disponible y porque era una misin importante. El capitn Von Kessel comanda a los militares de todos los ejrcitos de Ostermark replic el

    consejero con serenidad.As pues, Von Kessel es uno de vuestros capitanes ms autorizados, verdad?S, lo es, entre otras cosas le espet Gruber, que estaba cansndose de la conversacin.As pues, desobedeci una orden que habra causado la masacre de sus soldados, y a pesar de eso, regres victorioso.Los ojos de Gruber se abrieron de conmocin y se puso a barbotear y toser, lo que hizo enrojecer espectacularmente las llagas que tena en el cuello.Esta conversacin va a alguna parte? gru tras recobrarse del ataque de tos. En caso contrario, me retirar a mi cama.Os pido disculpas, gran conde Gruber. Har todo lo posible por no manteneros alejado del descanso durante mucho rato. Como ya sabis, el norte est en

    ruinas, conde. Tambin sabis que el prncipe mago de los elfos, Teclis, est en Altdorf con nuestro buen Emperador, mientras nosotros hablamos.S, s, lo s replic Gruber, organizando unos colegios o algo parecido.Los Grandes Colegios de Magia, s. Bien, pero tal vez no sepis que las flotas del pueblo de Teclis patrullaron el Mar de las Garras durante los ltimos cuatro

    aos de guerra. Nos hacen un gran favor al atacar a los drakars que plagan nuestras costas septentrionales y al prestarnos su ayuda siempre que pueden.Tambin, segn se me ha informado, han estado atacando toda la costa de Norsca. El efecto de esto es que bastantes norses han estado ocupados en su propia

    defensa, y muchos drakars no se hicieron siquiera a la mar para llevar a cabo incursiones durante el ao pasado. Sin los elfos, me temo que podramos haber perdidoNordland y Ostland. De hecho, incluso ahora hay fuerzas de tierra elfas que guardan nuestra costa septentrional.

    La alianza con los altos elfos es vital para nosotros.El aumento de las agresiones de los norses ha obligado a las patrullas elfas a adentrarse ms en el mar y dejar abandonado en nuestra costa norte a un importante

    noble elfo.Y ahora, vayamos a la verdadera razn de que yo est aqu esta noche. He venido a requisar un ejrcito entre vuestras fuerzas, y quiero que lo comande el

    capitn Von Kessel.

  • CAPTULO 6

    Hroth el Ensangrentado y los khazags avanzaban cautelosamente hacia la plaza de la ciudad. El espacio abierto estaba iluminado por la oscilante luz anaranjada delas llamas que consuman los edificios que lo rodeaban. Una gran fuente se alzaba en medio de la plaza, con esculturas de piedra plida sobre un pedestal circularsituado en medio del agua. Hroth no estaba seguro de si se deba a un efecto de la luz del fuego, pero el agua pareca de color rojo sangre. La estatua del centro de lafuente representaba al odiado, cobarde dios del Imperio, Sigmar, de pie y con el martillo en alto. Lo rodeaban once estatuas de seores de la guerra. Mientras Hrothobservaba, un guerrero con casco que se encontraba sobre los hombros de Sigmar balance un pesado martillo a dos manos y arranc de un golpe la cabeza de laestatua. Se oyeron estruendosas aclamaciones.

    Con los brazos y las manos cubiertos de sangre seca, Olaf gru al ver los estandartes que enarbolaban los guerreros que haba al otro lado de la plaza. Hechoscon una sedosa tela negra, lucan los distintivos del campen de la horda.

    Zar Slaaeth sise Hroth, y ech a andar a travs de la plaza abierta.Los khazags se desplegaron detrs de l; eran casi cuatrocientos en total. El empedrado estaba sembrado de cadveres, tanto de plebeyos como de soldados.

    Era evidente que muchos de los habitantes haban huido hacia all, y que los pocos soldados supervivientes haban escogido la plaza para ofrecer la ltima resistencia.Hroth sinti que su enojo comenzaba a aumentar.

    A sos debera haberlos matado l y sus khazags como ofrenda al gran Khorne, y no el zar Slaaeth.Hroth lo haba odiado desde que lo haba conocido, tres aos antes. Frente a las puertas de Praag, Hroth y Slaaeth haban luchado lado a lado, pero slo debido

    al poder y la autoridad del alto zar seor de la guerra Asavar Kul. Hroth nunca haba conocido al alto zar, pero simplemente el miedo que su nombre inspiraba erasuficiente para disuadir de disputas personales a los campeones que luchaban bajo su estandarte. Hroth y Slaaeth haban luchado con ferocidad en Praag y habanhecho una carnicera entre los defensores de Kislev que se les oponan.

    Slaaeth, con su refinada voz y carismtica personalidad, era el que haba sido nombrado zar al concluir las batallas. No haba habido el mismo honor para Hroth, yel hecho de que Slaaeth tambin fuera un khazag resultaba ofensivo. Aquel da, Hroth le haba jurado al gran Khorne que el crneo de Slaaeth sera suyo.

    Las hordas rivales se miraron con desconfianza. A un observador externo, los dos grupos le habran parecido casi idnticos.Ambas tribus eran khazags, y llevaban armas y armaduras similares. Las nicas diferencias aparentes eran los tatuajes y las anillas rituales escogidos por cada uno.

    Mientras que los guerreros de Hroth el Ensangrentado preferan las cicatrices de tajos entrecruzados en los brazos y las mejillas, y muchos se adornaban con tatuajesrojo sangre que indicaban su devocin al Dios de la Sangre, Khorne, los guerreros del zar Slaaeth tendan a lucir pas que les atravesaban las cejas, las orejas y lanariz, y se adornaban con tatuajes de finas lneas en espiral. En cuanto al nmero, ambas hordas estaban igualadas.

    Una alta figura se levant del lugar en que se hallaba sentada, pasando los dedos por entre los cabellos dorados de una mujer inmvil. A su alrededor yacan loscadveres desnudos de al menos una docena de hombres y mujeres. No caba duda de que haban saciado los deseos de Slaaeth, aunque brevemente.

    Esbelto para ser un khazag, el zar Slaaeth era media cabeza ms bajo que Hroth, aunque su delgadez lo haca parecer mucho ms menudo que el corpulentocampen de Khorne.

    Tena un rostro apuesto, y el pelo lacio de un blanco perfecto le caa como una cascada por la acorazada espalda. En la mejilla izquierda llevaba un pequeotatuaje prpura en forma de espiral, una marca del Dios del Placer, Slaanesh. Tena los ojos completamente negros, ya que las pupilas se le haban dilatado hacamucho tiempo.

    Tu poder es cosa del pasado, Slaaeth gru Hroth cuando el campen enemigo avanz hacia l.Las dos hordas formaron semicrculos en torno a los campeones.Saban qu se avecinaba. Ambas hordas haban visto a sus campeones enfrentarse con incontables rivales.El campen de Slaanesh le dirigi a Hroth una sonrisa encantadora y agit el plido cabello.As que piensas que ha llegado tu hora, Hroth el Ensangrentado.Abri la boca y se pas por los dientes la larga lengua afilada de color rosa purpreo.Me dar un festn con tus entraas cuando esto acabe. Te mantendr con vida para que lo sientas Tal vez disfrutes. Por mi parte, s que yo lo disfrutar,

    querido Slaaeth.Voy a hacerte pedazos. A Slaanesh le gusta la sangre de los campeones de Khorne replic Slaaeth con una risilla entre dientes.Entretanto, flexion las manos antes de desenvainar una larga espada curva con la izquierda y coger un negro ltigo rematado por pas con la derecha. El

    ondulante ltigo pareca agitarse con vida propia, como si ansiara infligir dolor.Hroth flexion las piernas; despus, con el hacha aferrada a dos manos, comenz a avanzar hacia el enemigo.Vio que el chamn del zar estaba entre los guerreros y que mova la boca sin emitir sonido alguno. Era un hombre enorme, que llevaba el pecho desnudo y una

    pesada piel sobre los hombros. Cada centmetro visible de la piel del chamn estaba cubierto por intrincados dibujos negros. A cada segundo que pasaba, seenroscaban y retorcan sobre la piel para formar nuevas y variadas formas. En las manos tena un largo bculo que pareca haber sido hecho con varias races derboles antiguos trenzadas unas con otras. En lo alto, las races formaban una estrella de ocho puntas ennegrecida por el fuego. Hroth se dio cuenta de que el chamn,en realidad, no sujetaba el bculo, sino que el bculo pareca aferrarse a l. Las retorcidas races haban envuelto la mano y el antebrazo del hombre, y penetrabanprofundamente en la carne. Slaaeth vio que Hroth entrecerraba los ojos, y se volvi para ver qu miraba el campen de Khorne.

    Veo que te gusta el bculo, eh? Has venido por eso? Has venido a buscarlo para tu amo, como un mastn obediente? Slaaeth volvi a sonrer. S, yaveo que se trata de eso. Te han enviado como a un perro a buscarlo para tu querido amo, Sudobaal.

    Ya s qu busca tu amo, pero creo que me quedar con el bculo.Yo no llamo amo a nadie replic Hroth con tono peligroso.Claro que no, perro lo provoc el zar.Detrs de los campeones rivales, las hordas comenzaron a golpear las armas contra los escudos al unsono, y a gruir cada vez que lo hacan. El sonido resonaba

    en la plaza, y creca a medida que los campeones se movan en crculo, uno frente al otro. Se trataba de un ritual que haba sido ejecutado por los campeones khazagsdurante incontables generaciones, y cada hombre era consciente de que los dioses mismos estaban contemplndolos desde lo alto, ansiosos por ver el espectculo quese avecinaba. Ambos guerreros eran los elegidos de sus dioses, y a cada uno se le haban concedido poderosos dones que los distinguan de los otros hombres de latribu. Ambos haban matado en duelos como se a una docena de otros campeones elegidos.

    El ltigo de Slaaeth restall al salir disparado en busca de los ojos de Hroth, que apart la cabeza y logr que el ltigo de pas slo le rozara una mejilla. Saboresu propia sangre cuando le lleg a los labios; sabore el poder de su interior. Con un rugido, el campen de Khorne salt hacia el oponente al mismo tiempo que

  • trazaba un mortfero arco con el hacha.El esbelto campen de Slaanesh se apart a un lado como un danzarn, con movimientos grciles a pesar de la armadura negra que llevaba. Cuando el hacha de

    Hroth pas zumbando de modo inofensivo ante l, atac con la espada curva. La hoja se clav profundamente en la resistente hombrera roja y bronce de Hroth, atravs de la cual se desliz sin esfuerzo. El campen de Khorne gru de dolor. Al apartarse, Slaaeth hizo restallar el ltigo, y las pas hirieron la piel del cuello deHroth.

    Hroth volvi a moverse en crculos, con los ojos fijos en cada movimiento del oponente. Tras simular un golpe dirigido a la cabeza de Slaaeth, Hroth hizo bajar elhacha para dirigir el tajo a la entrepierna del contrario. El zar se inclin hacia atrs para esquivarlo y lanz la espada contra la cabeza de Hroth, que se agach paraevitar la curva hoja y comenz a avanzar un paso para descargar otro golpe contra el enemigo; pero Slaaeth ya se haba apartado e hizo restallar el ltigo una vez ms.El tiento de cuero del ltigo se enrosc en torno a uno de los cuernos del casco de Hroth, y Slaaeth se lo arranc de la cabeza de un lirn.

    Hroth gru, con los ojos en llamas, y volvi a saltar hacia el gil zar con el hacha silbando en el aire. Slaaeth se apart limpiamente a un lado, pero no pudo evitarel golpe de retorno, y Hroth estrell el mango del hacha contra la cara del oponente.

    El zar retrocedi un paso tambaleando, y slo su rapidez preternatural lo salv del mortfero ataque que henda el aire hacia su cuello.Ambos comenzaron a describir crculos una vez ms. De la herida del hombro de Hroth goteaba sangre, as como de los cortes menores que tena en el cuello y la

    mejilla. La cara de Slaaeth estaba contusa y ensangrentada.Los campeones avanzaron uno contra otro, y hacha y espada destellaron. Slaaeth se mova con soltura y siempre se mantena justo fuera del alcance del guerrero

    de Khorne, ms pesado que l. De vez en cuando, se acercaba con la elegancia de un danzarn para acometerlo, pero la mayora de los ataques eran desviados porHroth, que pareca volverse ms fuerte y rpido al aumentar su clera. Pas un minuto. Manaba sangre de un corte que Hroth tena en un costado.

    Slaaeth le lanz un tajo hacia el costado herido, y Hroth avanz y atrap la mueca del hombre menos corpulento en una presa demoledora. El zar dej caer elltigo, y la mano libre descendi a la velocidad del rayo y volvi a ascender una fraccin de segundo despus con una daga rematada en punta de flecha que clav en elantebrazo de Hroth. La larga lengua de Slaaeth sali rpidamente de la boca y atraves la carne de una mejilla del guerrero de Khorne antes de desaparecer.

    Siseando, Hroth atrajo al zar hacia s y estrell la frente contra la cara del campen de Slaanesh, a quien le parti la nariz.Sin soltar la mueca del zar, le asest un rodillazo en la entrepierna.Tras un segundo golpe de la rodilla acorazada, el enemigo se desplom. Slo entonces abri la mano izquierda al mismo tiempo que alzaba el hacha por encima

    de la cabeza.El zar rod hacia atrs, y el ltigo sali volando otra vez.Hroth sujet el hacha en alto con una sola mano mientras con la otra aferraba el tiento de cuero del ltigo que iba hacia l y le daba un tirn que haca perder el

    equilibrio al zar. Luego, descarg el hacha sobre el cuello del zar. La cabeza, con el blanco cabello tras de s como una estela, vol por el aire, y al caer, rod por elsuelo.

    Hroth se arranc la daga del antebrazo y la arroj al suelo.Dio media vuelta y avanz hacia el chamn del zar. Los otros miembros de la horda de Slaaeth se apartaron del hombre, que comenz a hablar con rapidez a la

    vez que alzaba las manos con gesto defensivo ante s. Sin ceremonia alguna, Hroth descarg el hacha sobre la cabeza del chamn y se la abri desde la coronilla a lamandbula. El hombre cay al suelo. Los zarcillos leosos que lo unan al bculo se retrajeron para soltarse de la carne muerta, y dejaron agujeros en la mano y elantebrazo del chamn. De una patada, Hroth apart del cadver el retorcido bculo y se irgui en toda su estatura para posar una mirada ponzoosa en la horda deSlaaeth que lo rodeaba.

    Cualquier hombre que desee unirse a m puede hacerlo.Cualquiera que no lo desee que hable ahora mismo y se enfrente conmigo.La plaza qued en silencio. Hroth avanz hasta el guerrero de Slaaeth que tena ms cerca, un hombre que llevaba una estrella de ocho puntas en la frente,

    formada por cicatrices de tajos. Hroth tendi una mano hacia la daga del hombre y la sac de la vaina. Alz una mano y se abri un tajo en la palma.La sangre que man de la herida burbuje como si hirviera.Pos la herida sobre la cara del hombre, de modo que le cubriera la boca y la nariz. El hombre dio un respingo al sentir el contacto de la sangre burbujeante.

    Hroth apart la mano.Ests unido a m por la sangre. En este da, te has convertido en uno de mis hermanos de batalla dijo Hroth.El hombre alz las manos con las palmas hacia arriba e inclin la cabeza ante el nuevo jefe. Mir a Hroth con pasmo reverencial; el elegido de Khorne saba que

    el guerrero haba saboreado en su sangre el poder del dios.Los otros guerreros comenzaron a reunirse en torno a Hroth, con el fin de convertirse tambin en miembros de la tribu.

  • CAPTULO 7

    La ltima semana haba sido un torbellino de actividad para Stefan von Kessel. Estaba cansado y le dolan los pies, pero cada noche dorma mejor de lo que lohaba hecho en aos. Una penosa marcha de catorce horas diarias, seguida de las tareas necesarias para plantar el campamento donde dorman, seis horas de descansocon tres turnos de guardia cada noche y el desmantelamiento del campamento antes del amanecer del da siguiente conformaban una actividad extenuante.

    El ejrcito del capitn haba aumentado, porque el mariscal del Reik haba requisado ms soldados del conde. Los efectivos incluan un nmero mayor de tropasregulares de Ostermark, Eran hombres de origen humilde, prcticos y sencillos, pero de corazn valiente y con habilidades de cazador que resultaban tiles porquecada anochecer llevaban al campamento carne fresca.

    Adems del ejrcito del capitn, el mariscal del Reik y doscientos caballeros de la Guardia de Reildand cabalgaban junto a los efectivos de Ostermark.Constituan figuras que inspiraban reverencia a los soldados plebeyos, y no eran ni lo bastante altivos ni lo bastante arrogantes como para no mezclarse con lossoldados de infantera de Ostermark al final de la jornada de marcha. A Stefan le complaci descubrir que no se trataba de adinerados caballeros de clase alta quehaban pagado con oro su ingreso en la orden por razones polticas.

    No, eran curtidos guerreros, cada uno veterano de una docena de batallas. Todos haban luchado en la Gran Guerra contra el Caos, y todos estaban en el campode batalla el da en que Magnus haba cabalgado junto a ellos para derrotar al enemigo en las afueras de la gran ciudad de Kislev. Eran hombres rsticos, escogidos porsu valor y destreza en la batalla.

    Von Kessel se enter de que esa orden recin fundada era nica porque sus caballeros haban sido seleccionados entre los mejores de todas las otras rdenes decaballera para formar una unidad de lite. Todos eran hroes, y se senta honrado de marchar con ellos. Su mente se remont a la tienda de Gruber una semana antes.

    Quiero que la comande el capitn Von Kessel.La tienda haba permanecido en silencio mientras los presentes asimilaban las palabras. La cara de Johann se contorsion de clera. Gruber se qued

    boquiabierto. El conde fue el primero en hablar.Esto es, esto es inaceptable haba tartamudeado.Creo que lo encontraris perfectamente aceptable, gran conde Gruber replic con frialdad el mariscal del Reik Trenkenhoff.Pero Von Kessel es mo! Os aseguro que es inadecuado para el puesto. No, su sitio est aqu.Tal vez l sea vuestro hombre, pero vos sois hombre del Emperador, y aqu y ahora, yo soy la voz del Emperador. No podis desafiarme, conde.Mariscal del Reik dijo Stefan. Todos los ojos se volvieron a mirarlo, ya que la mayora haba olvidado que estaba all. Me siento honrado por esto, pero

    pienso que no soy digno de ese honor.Ya veis! Ni siquiera el muchacho piensa que sea buena idea! proclam Gruber.Trenkenhoff volvi su acerada mirada hacia Von Kessel.Por qu pensis que no sois digno de la misin que os exige el Imperio?Conocis la historia de mi abuelo?S. Y qu tiene que ver?Bueno, pens que la deshonra que llevo conmigo sera comenz Stefan, pero el mariscal del Reik lo interrumpi.Me importa un ardite quin fue vuestro abuelo o lo que hizo. Esta no es una misin sobre la que podis decidir si aceptis o no. Soy portador de la palabra del

    Emperador. Os supero en rango, seor conde, y ciertamente tambin os supero a vos, capitn. Si el Emperador exige vuestros servicios, lo serviris sin rechistar, oseris ahorcados.

    Preparad a vuestros hombres, capitn. Partiremos a medioda de maana, y la marcha ser dura. Aseguraos de que estn bien aprovisionados. Dicho eso, elmariscal del Reik gir sobre los talones y sali precipitadamente de la tienda.

    Stefan sonri y neg con la cabeza al recordar aquella extraa noche. Cuando la primera luz del alba haba comenzado a baar el campamento, el mariscal delReik Wolfgange Trenkenhoff haba ido a hablar con l.

    En la tienda dije la verdad le haba dicho. No me importa qu vergenza pensis que llevis sobre vos. No tiene inters ninguno para m. Lo nico que meimporta es que comandis bien a vuestros soldados. Lo que demostrasteis en el paso Profundo fue iniciativa y fe en vos mismo. Sabais que el ataque contra elcampamento del Caos iba a salir bien, no es cierto? Stefan haba asentido con la cabeza. Actuasteis con rapidez y serenidad, evaluasteis la situacin yreaccionasteis con osada. Eso es algo raro, Von Kessel; algo raro de verdad.

    El Imperio se form gracias a acciones audaces como sa, y su supervivencia depende de ellas. Si Magnus no hubiese dado el osado paso de atacar en el nortea las fuerzas del Caos en lugar de hacer lo que deseaban los electores y esperar dentro de los castillos y ciudades como nios atemorizados a que cayera el mazazo,creo que el Imperio habra sido arrasado por completo.

    Si el poder de Asavar Kul no hubiese sido desbaratado en las llanuras de Kislev, quiz en este mismo momento estara invadiendo nuestra ciudad capital, Nuln, yasesinando a nuestra gente por decenas de miles.

    Recordad siempre esto, Von Kessel. Actuad reflexivamente, actuad con inteligencia y actuad con osada, pero nunca olvidis actuar! Porque hacer algo, aunqueresulte ser una equivocacin, es mucho menos peligroso que no hacer nada el mariscal del Reik hizo una pausa momentnea antes de volver a hablar.

    Y si alguna vez vuelvo a oros dudar de vos mismo en pblico, os matar con mis propias manos.

  • CAPTULO 8

    En el suelo de la cueva haba ocho crculos formados por polvo rojo alrededor de una figura arrodillada, que iba ataviada con un ropn negro. Cada uno de loscrculos se superpona sobre los dos colindantes, y en el centro de cada uno haba una ofrenda para los dioses. En uno haba un pequeo montn de huesos, mientrasque otro contena una piedra rojo sangre cubierta de venas rojo prpura que palpitaban y latan con luz.

    En el centro de otro de los crculos haba un crneo con cuernos que le nacan de la frente, y con un mentn alargado que se bifurcaba en otro par de cuernos dehueso. En el interior de un cuarto crculo, yaca un hueso de muslo de una bestia enorme que tena todo el largo cubierto de intrincadas espirales talladas.

    En el centro del crculo situado justo delante de la figura arrodillada, haba un pesado icono de latn que luca la estrella de ocho puntas del Caos, y en otro habauna pequea piedra blanca, perfectamente redonda. El aire rielaba en torno al blanco guijarro. La ltima ofrenda era un corazn latiente que descansaba sobre unabandeja dorada. Un crculo estaba vaco.

    En la cueva entraba poca luz, y la figura arrodillada tena la capucha echada muy hacia adelante y le ocultaba el rostro. Los brazos le colgaban laxamente a loslados, y las manos, como las de un cadver y parecidas a zarpas, tocaban el fro suelo de piedra. Se contrajeron espasmdicamente y los brazos comenzaron amoverse. Alz las manos y se apart el ropn negro del pecho, con lo que dej a la vista un torso magro, muy musculado y cubierto de cicatrices. La piel del torso erade un color plido enfermizo y tan traslcida que se vean las venas azules de debajo.

    Desde las sombras, otra figura avanz hacia la que estaba arrodillada. Con movimientos torpes y grotescos, se desliz por el suelo y fue a detenerse justo fuera delos crculos de polvo rojo. La deformada cara de beb estaba situada en lo alto de una cola parecida a un gusano, y se desplazaba impulsndose con un par deextremidades parecidas a tentculos. Tena ojos alargados como los de una serpiente, de un color amarillo brillante.

    Tras erguirse con cierta dificultad, extendi un tentculo por encima del polvo rojo, y luego otro. Con la cara fruncida de concentracin, desplaz cuidadosamenteel peso hacia adelante, inclinndose hacia el lado de la cara, y a continuacin pas la cola por encima del crculo. Con tiento, repiti la maniobra hasta situarse ante lafigura arrodillada. Se irgui todo lo posible sobre la cola, al mismo tiempo que abra la boca sin emitir sonido alguno y dejaba a la vista dientes afilados.

    La figura cubierta por el ropn extendi un brazo para coger a la desfigurada criatura, y la hizo girar en redondo, de modo que le tocara el vientre con la cola. Elser se retorci y rechin los dientes, y comenz a penetrar en la carne de la figura.

    Tambin los tentculos empezaron a meterse profundamente dentro del vientre de la plida figura y a arrastrar a la criatura cada vez ms adentro del cuerpo delhombre de negro ropn. Al cabo de poco rato, todo lo que poda verse de la criatura era la monstruosa cara, y luego tambin sta fue engullida por la carne. El colorcomenz a volver al plido cuerpo de la figura arrodillada, y las azules venas desaparecieron.

    Tras cerrarse el ropn, la figura se puso de pie. Con una mano barri el aire, y un brusco viento penetr en la cueva y dispers el polvo rojo. Los crculosdesaparecieron, y la figura sali de la cueva para recibir al campen victorioso.

    Hroth estaba satisfecho con el nuevo elemento que luca en su estandarte. La cabeza de Slaaeth, colgada por el largo cabello blanco, miraba fijamente hacia elfrente. La boca del elegido estaba abierta y laxa, y de ella colgaba la lengua, de casi treinta centmetros de largo. Por mucha aversin que le tuviera al campen deSlaanesh, no caba duda de que los dioses lo haban favorecido, al menos durante un tiempo. La cabeza era un digno aadido para los trofeos de Hroth elEnsangrentado.

    Mientras avanzaba pesadamente a travs del denso sotobosque y apartaba del camino retorcidas ramas que pareca que intentaran cogerlo, evoc las palabras deSlaaeth. Te han enviado como a un perro haba dicho, a buscar el bculo para tu amo. Buf. Nadie es mi amo, pens al mismo tiempo que pateaba fuera desu camino un tronco podrido.

    Odiaba los oscuros y densos bosques del Imperio. Saba que eran ventajosos para l, ya que los hombres del Imperio no podan patrullar cada kilmetrocuadrado de los enormes bosques que cubran sus tierras, ni siquiera cuando los ejrcitos contaban con toda su potencia. Haba cosas oscuras que acechaban en lasocultas profundidades que no pisaba hombre alguno, y millares de hombres bestia infestaban las zonas ms profundas de los bosques. No obstante, Hroth detestabasentirse tan encerrado. Los rboles eran gigantes retorcidos que, al crecer, haban adoptado toda clase de formas contorsionadas.

    Las ramas, muy en lo alto, se entretejan para formar un dosel impenetrable que no poda atravesar ni el ms minsculo rastro de luz. Un espeso manto de hojaspodridas cubra el suelo, y la fina capa de hielo que se haba formado sobre l cruja mientras Hroth avanzaba a travs de la oscura regin salvaje.

    La oscuridad en s no le molestaba. No, estaba habituado a ella. En las tierras de origen de los khazags, a meses de camino hacia el lejano nordeste, la oscuridadreinaba durante casi la mitad del ao porque el sol apenas si se alzaba por encima del horizonte. La tierra natal de los nmadas khazags era abierta y estaba casicompletamente desprovista de vegetacin. Era una tierra de buenos jinetes. Las laderas estaban cubiertas de oscura roca puntiaguda y afilada. Entre algunos de losrocosos picos se encontraban humeantes estanques de agua rica en azufre que, de vez en cuando, hacan erupcin como enormes giseres cuando los dioses estabanenfadados. Era el paisaje en el que se senta cmodo, con cielos abiertos en lo alto, nunca con un techo sobre la cabeza.

    Otra cosa que detestaba era ocultarse en las sombras. Saba que tambin eso era necesario porque, aunque su horda iba en aumento, no era lo bastante grandecomo para permitirle atravesar abiertamente el Imperio. A pesar de todo, lo afliga.

    Enfrentarse con el enemigo en el campo de batalla, eso era lo que anhelaba. Enfrentarse de cabeza con el poder del enemigo y triunfar, se era el estilo deKhorne.

    Hroth entr en el claro con paso majestuoso. El suelo estaba ennegrecido por el fuego y haba un grupo de guerreros en el centro. Vieron al campen de Khorney la horda que se aproximaban, y se volvieron a mirarlos. Uno de ellos, recubierto por una negra armadura, avanz para recibirlos. A travs de las rendijas del casco sevea un resplandor rojo mortecino que emanaba del interior. Se detuvo ante Hroth, que cruz los brazos y lo mir con dureza antes de asentir con la cabeza a modo desaludo.

    Te veo, Hroth de los khazags dijo el guerrero con la voz apagada por el casco.Te veo, Borkhil de los dolganos.As que has vencido t. No estaba muy seguro de que tuvieras el poder necesario para acabar con el zar Slaaeth.Me alegro de haber hecho que te equivocaras gru Hroth. El Dios de la Sangre est conmigo.Al igual que el Prncipe Oscuro estaba con Slaaeth. Pero el Seor de los Placeres es un inconstante; se aburre con facilidad de aquellos a los que antes ha

    favorecido.No debe confiarse en el tortuoso dijo Hroth.Se haba encontrado con Borkhil en varias ocasiones, porque nunca estaba lejos de Sudobaal. Borkhil y sus despiadados guerreros de negra armadura eran

    absolutos devotos del brujo, ya que procedan de la misma tribu y reconocan el poder que esgrima. Por encima de un hombro de Borkhil, Hroth mir a los otrosguerreros. Dos eran jefes kurgan a los que conoca, guerreros poderosos ambos. Otro era un alto jefe de los norses, de anchos hombros, con penetrantes ojos azules y

  • amuletos y fetiches atados al largo cabello rubio. El ltimo era un hombre ms bajo, que iba cubierto con gruesas pieles y no llevaba coraza sobre el pecho. Tena la pielcubierta de toscos dibujos, y un crneo bestial le ocultaba el rostro. Otro jefe kurgan, dedujo Hroth. Repar en que las piernas del hombre acababan en pezuashendidas.

    Encontraste lo que te envi a buscar nuestro seor Sudobaal? pregunt Borkhil.Hroth reprimi una rplica colrica.Le he trado a vuestro seor lo que quiere, s.Eso es bueno. Puede hacerse correr la voz entre las tribus dispersas. Nuestro gran xito y el ascenso de nuestro seor Sudobaal se acercan cada vez ms.Dnde est el brujo? pregunt Hroth con sequedad.La acorazada figura negra de Borkhil guard silencio por un momento, sin dejar de mirar al ceudo campen de Khorne que tena delante.Eres un jefe poderoso, Hroth el Ensangrentado de los khazags. Tus victorias son muchas, y todos pueden ver que cuentas con el favor de los dioses. Has sido

    bendecido porque te has convertido en elegido. Has demostrado ser un valioso aliado del seor Sudobaal.Pero recuerda siempre que l es ms poderoso. Su dominio de la Lengua Oscura es igual al que tienen los ms favorecidos chamanes de las tribus del remoto

    norte. Supera las habilidades de cualquier brujo de los khazags. Cuando habla en la Lengua Oscura, los propios dioses lo oyen porque es su orculo, y le concedenenorme poder. Es comandante de una docena de poderosos jefes. T slo eres uno de ellos, recurdalo.

    Nunca permitas que tu estpido orgullo te convierta en su enemigo.Antes de que pudiera responder, Hroth vio que la figura de negro ropn de Sudobaal descenda por la rocosa ladera abrupta que ascenda al otro extremo del

    claro. Not que se le erizaba el pelo de la nuca al aproximarse el brujo, y sinti en la boca el acerbo sabor elctrico de la magia. Odiaba la sensacin, pero reprimi eldesagrado.

    El brujo es poderoso, s le gru Hroth a Borkhil cuando el brujo an estaba fuera del alcance auditivo, pero un da ser incluso ms poderoso que l. Eseda te matar, Borkhil, y le ofrecer tu crneo al Dios de la Sangre.

    Si ese da llegase, agradecer la oportunidad de enfrentarme contigo, Hroth de los khazags declar la figura de negra armadura antes de apartarse a un ladopara dejar pasar a su seor Sudobaal. Los otros jefes inclinaron la cabeza al acercarse el brujo.

    Sudobaal se ech atrs la capucha y dej a la vista el anciano rostro chupado. Tena facciones duras, crueles y feroces a pesar de la edad, y exudaba amenaza. Elpoder manaba de l en palpitantes oleadas, como si los invisibles y omnipresentes vientos de la magia respondieran a cada latido de su corazn.

    En la piel de las mejillas tena cicatrices en forma de sigilos grabados con profundos cortes, runas de poder que a Hroth le causaban dolor en los ojos. Losamarillos ojos de serpiente no parpadeaban ni transmitan emocin ninguna, y la boca tena una permanente mueca severa.

    Tienes el bculo? pregunt el brujo con profunda voz sepulcral.Aunque Hroth meda una cabeza y media ms que el brujo, ste destilaba amenaza y poder. Hroth senta que el poder del brujo lo golpeaba para obligarlo a

    ponerse de rodillas. Con los dientes apretados, agit una mano para indicarle al guerrero Thorgar que avanzara. Llevaba una pesada piel de animal en los brazos. Trasdepositarla en el suelo, Thorgar apart la piel y dej a la vista el retorcido bculo que ocultaba, con cuidado de no tocarlo. El interior de la piel estaba chamuscado yde olla ascenda olor a pelo quemado.

    Sudobaal contempl el bculo sin parpadear, y en su boca apareci una sonrisa salvaje. Avanz con ansiedad, se acuclill junto al bculo y extendi las manospor encima de l para sentir el aire. El enano apenas puede contenerse, pens Hroth al ver que el hechicero se sonrojaba y se le aceleraba la respiracin.

    S susurr el brujo. Es ste.Sudobaal se lami los secos labios y tendi las manos hacia el retorcido bculo. Lo recogi delicadamente con ambas manos y lo sujet en brazos con la dulzura

    de una madre que acuna a un beb. Se puso de pie con los ojos brillantes.El bculo comenz a moverse muy lentamente, y los zarcillos corno races se desenroscaron para envolver la mano y el antebrazo de Sudobaal. El brujo observ,

    embelesado, cmo los afilados extremos de las ramas le hendan la piel y penetraban en sus venas. Sinti un tirn en el corazn cuando su sangre comenz a fluir alinterior del retorcido bculo, ascender por l y palpitar en torno a la estilizada estrella del Caos que lo remataba. De repente, estall en llamas, y un fuego azul y verdeondul y fluctu por todo el bculo. Sudobaal sonri con crueldad cuando lleg a comprender y dominar el bculo. Con un solo pensamiento haca que las llamasverde azulado se avivaran con furia y cambiaran a un rojo purpreo oscuro que iluminaba todo el claro con demonaco resplandor. Con otro pensamiento haca que lasllamas desaparecieran casi por completo y que su fluctuacin fuese prcticamente imperceptible.

    Has obrado bien, elegido dijo Sudobaal, cuyo rostro era de nuevo severo.Se volvi hacia Borkhil y los otros jefes presentes en el claro que contemplaban con pasmo reverencial el espectculo, y habl con voz profunda y tono

    autoritario.Dentro de poco, mis planes se vern culminados. Torben Partecrneos, llvate a tus guerreros hacia el noroeste esta noche.Viaja por el camino y acaba con cualquier enemigo que encuentres.Prende fuego a todos los edificios que halles y mata a cualquiera que est dentro. En una semana te enviar mensaje.Dharkon Gar, t y tu primo llevaris a vuestras tribus hacia el sur. Saquead y robad todo lo que podis; convertos en una herida en el cuerpo del Imperio que no

    se pueda pasar por alto. Dispondrn algunas fuerzas para que se encarguen de vosotros, porque vuestros guerreros son muchos, demasiados para que puedan hacercaso omiso de ellos.

    Los dos jefes kurgan asintieron con la cabeza. Sudobaal se volvi a mirar al jefe ms bajo, el que tena las piernas rematadas en pezuas hundidas.T, Ghorbar de las Bestias, recorrers los senderos oscuros del nordeste que se encuentran a dos semanas de marcha desde aqu. Busca a las tribus de bestias

    que se ocultan en la zona.Prepara el rbol horca para mi llegada. El jefe inclin la cabeza y se march con paso desgarbado al mismo tiempo que ladraba rdenes.Sudobaal se volvi hacia Hroth y Borkhil, y guard silencio durante un momento. Lade la cabeza como si oyera una voz que nadie ms perciba. Luego, asinti

    para s y habl.Hroth el Ensangrentado, t y tu horda me acompaaris.Te nombro mi seor de la guerra, jefe entre mis jefes. Has demostrado tu vala y los dioses te favorecen.Dicho eso, Sudobaal gir sobre los talones y se alej para volver a ascender por la rocosa ladera en direccin a la cueva.Borkhil hinc una rodilla ante Hroth.Mi espada es tuya, seor de la guerra declar el guerrero de negra armadura. Los jefes que quedaban hicieron lo mismo.Hroth el Ensangrentado sonri y dej a la vista los afilados dientes. Sus ojos llameaban con ferocidad. S pens, he demostrado mi vala.

  • CAPTULO 9

    Durante dos arduas semanas de dura marcha, los soldados de Ostermark avanzaron penosamente hacia la costa norte del Imperio. Las tierras que atravesabanhaban sufrido mucho durante los anteriores tres aos de la Gran Guerra. Aunque en ese tiempo la parte principal de las fuerzas del ejrcito de Asavar Kul no habanllegado a atravesar las fronteras de Kislev hacia el interior del Imperio, s que lo haban hecho cientos de hordas enviadas a sembrar el terror y la disensin entre lapoblacin.

    Mientras Asavar Kul marchaba al interior de Kislev a la cabeza del ms grandioso ejrcito del Caos que el mundo haba visto jams, esas hordas atacabanaislados pueblos y pequeas ciudades rurales, los quemaban hasta los cimientos y sacrificaban a los habitantes a los Dioses Oscuros. El Imperio, dividido porcuatrocientos aos de luchas intestinas y guerra civil, no reaccion de modo organizado. La profunda divisin existente entre provincias haca que no hubiese unadefensa unificada, y mientras cada elector actuaba por su cuenta y haca lo que consideraba mejor para s mismo, las fuerzas del Caos medraban dentro de los oscurosbosques.

    Durante los cuatrocientos aos anteriores, mientras la guerra civil y la inquietud debilitaban al Imperio, los condes electores haban descuidado el deber de acabarcon las malignas criaturas que acechaban en los bosques que rodeaban las ciudades, as que, cuando las fuerzas del Caos comenzaron el ataque, se les unieronincontables millares de hombres bestia de los bosques.

    Las filas fueron engrosadas an ms por aquellos que haban sido proscritos de sus ciudades por tener tratos con los Poderes Oscuros o por ser incapaces deocultar monstruosas mutaciones ante la sociedad en la cual vivan. Muchos que haban desaparecido en la oscuridad se alzaron entonces, ansiosos por derribar aquienes los haban oprimido. Haban permanecido al acecho durante generaciones, esperando que les llegara el momento de salir y asesinar a aquellos de los que sehaban ocultado.

    Haca mucho tiempo que la brujera y la hechicera haban sido prohibidas en el Imperio, y todos los que practicaban esas peligrosas artes o eran acusados dehacerlo eran perseguidos y torturados y moran en la hoguera. Los que teman ser perseguidos tambin corran a esconderse en la oscuridad de los bosques. Lamayora eran asesinados por los seres que acechaban en ellos, pero otros sobrevivan porque sus talentos mgicos eran autnticos. Estos maestros y brujos tambin sealzaron cuando las olas de energa del Caos llegaron desde los remotos desiertos del norte, y atacaron al Imperio desde dentro de sus propias fronteras junto con lashordas de guerra del Caos, los mutantes, los adoradores de los cultos y las incontables bestias del bosque.

    Las tierras por las que haban pasado mostraban an las seales de la devastacin. Pasarn generaciones antes de que sanen las heridas, pens Stefan, aunquedudaba de que el Imperio tuviera un futuro de generaciones. Se haba ganado la Gran Guerra, pero en sus momentos ms pesimistas, se preguntaba si el final