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    RODOLFO WALSH

    El violento oficiode escribir

    Obra periodstica (1953-1977)

    Espejo de la ArgentinaPLANETA

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    ESPEJO DE LA ARGENTINA

    Diseo de cubierta: Mario Blanco,sobre una ilustracin de Tulio de Sagastizbal

    Diseo de interiores: Alejandro Ulloa

    Segunda edicin: enero de 1998 1995, Herederos de Rodolfo Walsh

    Derechos exclusivos de edicin en castellanoreservados para todo el mundo:

    1995, Editorial Planeta Argentina S.A.I.C.

    Independencia 1668, 1100 Buenos AiresGrupo Editorial Planeta

    ISBN 950-742-616-7

    Hecho el depsito que prev la ley 11.723Impreso en la Argentina

    Ninguna parte de esta publicacin, incluido el diseo de la cubierta, puede serreproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por ningn medio,ya sea elctrico, qumico, mecnico, ptico, de grabacin o de fotocopia, sin

    permiso previo del editor.

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    PRLOGO

    EL PERIODISMO DE WALSH

    Rogelio Garca Lupo

    El periodismo de Rodolfo Walsh contina siendo una lectura apasionante, treinta o cuarenta aos despusde haber sido escrito y aunque la actualidad sea cada vez ms remota, o haya desaparecido por completo paralos lectores jvenes.

    La explicacin de que Walsh fue un gran escritor puede llegar a confundir. Grandes escritores no pudieronsuperar la muerte de su prosa periodstica una vez que perdieron actualidad.

    Tal vez la clave se encuentra en que Walsh jams renunci a la regla del periodismo, y la informacinsigue siendo uno de los resortes que despiertan el inters del pblico. La informacin de Walsh vuelve aatrapar a pesar de que los protagonistas estn muertos, que los conflictos son diferentes y han cado nacionesy sistemas polticos.

    Walsh no poda escribir de otra manera que como lo hizo siempre, extraordinariamente bien, pero noredact sus artculos de prensa pensando que estaba labrando una obra literaria. Escriba rpido, sobre todoen la poca de la agencia Prensa Latina, cuando las teletipos de La Habana engullan centenares de pginascada hora. Correga poco porque saba que las entrelineas y los remiendos molestaban a los operadores de lasmquinas. Y a causa de estas urgencias y de su obsesin por la exactitud, cuando Walsh escriba, aunquefuera una pgina, su poder de concentracin desconcertaba, hasta poda herir a los dems. Para l, haba quedepositar la misma dosis de inteligencia y pulcritud en una narracin literaria y en un breve despacho "de lamesa", ese mundo de las redacciones de diarios y agencias donde a menudo tropiezan la noticia con el

    idioma, la emocin, el sentido comn.Es conocida la irona que Walsh empleaba al referirse a los diversos oficios que desempe en su vida, la

    mayora por temporadas cortas, y a menudo producto de circunstancias tan originales como las que lollevaron al comercio de antigedades. Pero el ncleo resistente de su personalidad fue el periodismo; hastaextremos de tensin que, de vez en cuando, le imponan una temporada de descanso en otros oficiosterrestres, y que tambin es la explicacin de la asombrosa vitalidad de lo que para millares de periodistas esapenas trabajo cotidiano, textos condenados al olvido.

    Volver a leer el periodismo de Walsh es encontrarse con una mirada sobre su tiempo, a menudo generosa,frecuentemente cida, pero nunca recargada por el discurso.

    Escribi con una franqueza que en su poca causaba tanto estupor como ahora, al releerlo.

    En un manual de estilo para novatos que escribi en 1959, Walsh afirma que "las dos cualidadesesenciales del periodista son exactitud y rapidez". Y agrega: "Este orden correlativo no excluye que ambas seejerciten al unsono".

    Un gran periodista, que como Walsh escribi inolvidables narraciones, cuentos policiales y artculos dediarios que pueden leerse y releerse una y otra vez, el jesuta Leonardo Castellani, que tanta influenciaejerci sobre nuestra generacin, escribi en la dedicatoria de un libro:

    "Para el espejo de periodistas y argentinos Rodolfo Walsh".

    Fue el 1 de enero de 1959. Walsh, que admiraba a Castellani, solamente ley la mitad de ese libro, porqueese mismo da la victoria de la revolucin cubana lo arranc de uno de sus oficios terrestres para colocarlootra vez en su lugar, all donde la exactitud y la rapidez deban practicarse al unsono.

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    Se presentan aqu las notas periodsticas publicadas por Rodolfo Walsh. La seleccin ha sido realizada conel siguiente criterio:

    * Slo se tuvieron en cuenta los artculos publicados con la firma de Rodolfo Walsh, sus iniciales (R.W., oR.J.W.) o seudnimo (Daniel Hernndez). Muchos de los partes de ANCLA y Cadena Informativa yseguramente varias notas de Noticias quedaron excluidos de este libro y la nmina final de artculos de

    Walsh.* De las series de artculos que integran sus grandes investigaciones (Operacin Masacre, Quin mat a

    Rosendo? y Caso Satanowsky) slo se incluyen ejemplos aislados porque stos eran necesarios para dar unavisin ms o menos fiel del "progreso" de la obra periodstica de Walsh. Esas notas debern integrar unaedicin crtica de esas investigaciones, cuya publicacin en estos momentos se planifica.

    * Los artculos y prlogos que podran considerarse de crtica literaria tampoco se recogen aqu (salvo tresexcepciones), a la espera de un libro que los contenga ms adecuadamente.

    * No se consideran periodsticos los escritos ntimos (como la "Carta a Vicki" o la "Carta a mis amigos"),que aparecern prximamente en un volumen separado.

    * No se consideran periodsticos los escritos polticos (como los documentos a la conduccin de

    Montoneros). Tanto temtica como retricamente estos textos no guardan relacin con el resto de losartculos. De todos modos, aparecen consignados en el repertorio incluido al final de este libro.

    Del conjunto de artculos as acotado, hemos optado por publicar la totalidad del material conocido (y estosignifica que la lista est incompleta por definicin), con la sola excepcin de algunas poqusimas notas yamuy reproducidas o cuya debilidad temtica las haca escasamente interesantes para el criterio deorganizacin de este libro.

    Las referencias de cada uno de los artculos debe buscarse en la nmina que figura al final del libro. Cadatanto, he intercalado notas que pretenden contextualizar los artculos. Espero que esas notas no distraigan la

    atencin del lector.

    Este libro se llama El violento oficio de escribir porque Walsh, en un texto autobiogrfico, escribi: "En1964 decid que de todos mis oficios terrestres, el violento oficio de escritor era el que ms me convena".Otra nota, sobre Hemingway, fue titulada como "El comn oficio del periodismo". Ambas formulacionescitan irnicamente la clebre consigna de Raymond Chandler, "el simple arte de matar".

    Hace diez aos Patricia Walsh recibi de m una carpeta que, con el ttulo de "Aqu cerraron sus ojos",pretenda ser una primera antologa de la obra periodstica de su padre, Rodolfo Walsh. Desde entonces hastaahora, muchas personas contribuyeron a completar el nmero de artculos. Brbara Crespo, RobertoBaschetti y Roberto Ferro son quienes ms pasin demostraron en la localizacin de textos y revistas, perosin la tenacidad de Patricia este libro no existira. Yo (casualmente) soy el editor de esta "Obra periodstica",ellos son sus constructores. Rogelio Garca Lupo, Horacio Verbitsky, Lilia Ferreyra, Jorge Lafforgue, JosFernndez Vega y Chiquita Constela de Giussani abrieron generosamente sus bibliotecas y Rodrigo Peirettiimpacient a cientos de recepcionistas para conseguir lo inhallable. Slo queda la splica, para quien tenga oconozca la localizacin de una nota de Walsh sobre Iguaz publicada en Extra que nos lo haga saber. Sloeso nos separa del Cielo.

    D.L

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    RODOLFO WALSH NACI EN 1927. A los 17 aos est ya trabajando en Hachette, donde permanecerhasta el 15 de diciembre de 1950 con el cargo de "Auxiliar de ediciones propias". Corrector de pruebas,traductor, editor de antologas y autor premiado de esa casa: nada de lo que tiene que ver con laconstruccin material del libro le fue ajeno. En 1950, "Las tres noches de Isaas Bloom" recibe una mencinen el Primer Premio de Cuentos Policiales que Vea y Lea y Emec organizan y que la revista publica. Al

    ao siguiente, cuando ha cumplido ya los 24 aos, Walsh comienza a publicar cuentos en Leopln. "Losnutrieras" es el ttulo del cuento que publica en 1951 y que encabeza la lista. En 1953, el ao en queaparece el artculo que se reproduce a continuacin, su primera nota para Leopln, publica adems laantologa Diez cuentos policiales argentinos y su libro de relatos Variaciones en rojo, que obtendra elPremio Municipal de Literatura. Esa es, pues, la "obra " de un joven escritor de 26 aos sin fortuna

    personal ni respaldo familiar, que tiene adems una esposa (Elina Tejerina, con quien se cas en 1950) ydos hijas de tres y de un ao, que no simpatiza con el gobierno de Pern (al que califica con los lugarescomunes intelectuales de la poca) y que aspira a que su discreta fama le permita vivir un poco mejor de loque ha podido hasta entonces. Antes de su casamiento, Walsh comparta el cuarto de una pensin con suhermano. Casado, vive primero en otra pensin con su mujer hasta que ella (maestra, estudiante de letras)es designada como directora de una escuela para ciegos en La Plata, a donde se trasladan. Un escritor,

    digamos, mdico y con pretensiones seguramente nada mdicas, que tal vez sabe que un "gran autor" sereconoce, aos despus, por la manera de relacionarse con los autores cannicos de la literatura. Y Walsh,entonces, "descubre " a Ambroce Bierce y lo propone para el canon.

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    LA MISTERIOSA DESAPARICIN DEUN CREADOR DE MISTERIOS

    UN FAMOSO ESCRITOR DESCONOCIDO

    Nombrar a Ambrose Bierce es evocar la memoria ilustre de Edgar Allan Poe. Ambos cultivaronasiduamente el horror en literatura; ambos padecieron el desprecio o la incomprensin de suscontemporneos. Ambos murieron misteriosa muerte. En 1842, Poe haba dado una receta famosa paraescribir cuentos. Lo esencial, segn l, era buscar "un efecto nico", ya fuera de horror, de misterio, de"suspenso", y atenerse estrictamente a l. De los escritores posteriores a Poe, Bierce es quien sirve msfielmente esa regla: sus cuentos producen siempre una impresin definida, a menudo desagradable, amenudo terrible, casi siempre memorable. Posee elementos de tcnica que Poe desconoce: el finalsorpresivo, el incisivo humorismo, la lcida facultad descriptiva. Para algn crtico, es Poe resucitadodespus de medio siglo y equipado con todos los sutiles perfeccionamientos que se han ido aadiendo al

    gnero.Y con todo, Ambrose Bierce es casi un desconocido, no slo en el extranjero, sino tambin en su propio

    pas. Las antologas transmiten dos o tres de sus cuentos, los crticos de mala gana le reconocen talento,estilo brillante, invencin feliz, pero su obra slo se lee en reducidos crculos. Segn Arnold Bennet, Biercees uno de los ejemplos ms sorprendentes de lo que l llama "celebridades subterrneas". Famoso, sin duda,pero slo entre unos pocos.

    Naturalmente, no faltan motivos para esta indiferencia, que en vida del escritor fue algo ms:resentimiento y aun odio. Ambrose Bierce no se preocup por hacerse querer de sus contemporneos, nitampoco de la posteridad. (Dej una expresa maldicin, a la que espero escapar, para quienes se ocuparan deescribir su biografa o trazar de l una mera semblanza periodstica.)

    Haba empezado su carrera "literaria" en San Francisco, estampando inscripciones terroristas en lasparedes de la Casa de Moneda. All mismo ejerci durante ms de veinte aos el periodismo, provocandodescomunales polmicas, sin que nadie escapara al latigazo de su stira. "Su pluma", dice George Sterling,"estaba empapada en hiel y cido, sus ataques eran ms temidos que el cuchillo y el revlver". El anatema deBierce contra la ciudad de San Francisco merece un lugar aparte en la historia de la invectiva. "Es el parasode la anarqua, la cobarda y la ignorancia. Necesita otro terremoto, otro incendio, y, por sobre todas lascosas, un buen bombardeo. Moralmente, es una colonia penal, la peor de las Sodomas y las Gomorras delmundo moderno."

    No es extrao que ms adelante los editores de la ciudad as vapuleada se negaran a publicar sus libros decuentos, que corrieron igual fortuna en el resto del pas. Uno de ellos trae la siguiente nota aclaratoria: "La

    publicacin de este libro, al que las principales editoriales del pas han negado el derecho a la existencia, sedebe al seor E. L. G. Steele, comerciante de esta ciudad. La mayor ambicin del autor es que la obrajustifique le fe del seor Steele en su propio juicio y en su amigo, A. B."

    Esta proscripcin de la obra de Bierce, como es natural, trasciende las fronteras de su patria. Para loslectores de habla castellana es desconocido, salvo por la traduccin de dos o tres de sus cuentos.

    Bierce escribi cuentos de misterio, cuentos de terror y otros simplemente truculentos. Se han sealadosus defectos: es sensacionalista, a veces es retrico, no ahorra el pormenor espantoso, la alusin macabra. Y,sin embargo, en algunos de sus relatos alcanza la difcil perfeccin del gnero. En uno de ellos nos presenta aun espa en trance de ser ahorcado, describe las atroces formalidades de la ejecucin, que se realiza en unpuente, sobre un ro: los soldados inmviles, la soga en el cuello, el puntapi que abre la trampa fatal. En eseinstante, que debiera ser el ltimo, la cuerda se corta, el prisionero cae al ro. Desata sus ligaduras, huye anado, perseguido por las balas del piquete. Se interna, ya a salvo, en un bosque. Camina interminablemente.Llega despus de mucho tiempo a la entrada de su casa, ve el prtico blanco, ve a su mujer que sale a

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    recibirlo con una sonrisa, siente un golpe lacerante en la nuca, ve una luz blanqusima que lo ciega, yentonces todo ha terminado. Est muerto. La soga no se ha cortado. Toda la aventura no ha sido ms que unafugaz ensoacin desarrollada en los dos o tres segundos previos a la muerte.

    VIDA

    Ambrose Bierce naci en 1842, en el estado de Ohio. Al estallar la guerra civil se enrola en las filas,donde alcanza el grado de mayor. Esta experiencia guerrera se refleja en muchos de sus relatos. Finalizada lacontienda, se radica en San Francisco, donde colabora en distintas publicaciones. En 1872 se traslada aLondres, donde publica, con seudnimo, una brillante serie de fbulas satricas: "Telaraas de un crneovaco". A propsito de seudnimos, los emple en abundancia, y aun ahora no ha sido posible rastrearlos atodos. Siempre lo posey el gusto por la intriga, por la mistificacin. Lleg a comentar sus propios libros y aentablar polmicas consigo mismo. Pero lo mejor de su obra est contenido en dos breves tomos de cuentos.

    En 1876 volvi a San Francisco. En 1893 haba dejado de escribir cuentos. Sin embargo, aun cultivaba el

    periodismo. Hemos dado una imagen del escritor: un hombre solitario, amargado, cnico. Daremos ahoraotra, diametralmente opuesta, la que nos presenta Van Wyck Brooks en su semblanza de Bierce. Nos diceque en sus ltimos aos Bierce es un hombre apacible y bondadoso, rodeado de discpulos, a quienescomunica desinteresadamente las experiencias artsticas que ha recogido en su vida. Deja una vastacorrespondencia en la que explica, compara, aconseja y juzga sin acritud, con benevolencia. Sin embargo, noha perdido del todo el gusto por la mistificacin, por el escndalo. En 1899, en complicidad con CarrollCarrington y Hermann Scheffauer, hace publicar un poema de este ltimo, atribuyndolo a Poe, con laclsica historia del manuscrito encontrado por casualidad. El poema no es malo, y poda haber sido escritopor Poe. Lo cierto es que nadie protesta. Nadie se pronuncia. Bierce publica un artculo en el que se declaraescandalizado por el escaso eco que ha tenido el hallazgo; no garantiza dice la autenticidad del mismo,pero opina que debera haber despertado un poco ms de inters en los crticos. Y paradjicamente es aqu, alcomentar una fbula elaborada por l mismo, donde Bierce afirma que "el arte es la nica ocupacin seriaque hay en la vida".

    MUERTE?

    En 1913 Bierce tiene setenta y un aos. Es un anciano. Olvidado de sus contemporneos, resignado con sudestino, se dira que lo nico que puede hacer es esperar tranquilamente el momento de su muerte. Y, sinembargo, detesta la idea de "esa muerte por vejez, por enfermedad o por una cada en la escalera del stano".

    Ha llevado una vida de permanente accin. Ha sido soldado, ha sido uno de los escritores ms agresivos yagredidos de su poca, ha glorificado en relatos inolvidables la muerte en el combate, el herosmo, laabnegacin.

    Por aquella poca, Mxico es teatro de sangrientas luchas internas. En noviembre de 1913 Bierce escribediciendo que se va a Mxico, que lo lleva un propsito bien definido, pero no expresa cul es ese propsito.

    Lo que sucedi despus es uno de los mayores misterios de nuestra poca. Bierce desapareci sin dejarrastros, y hasta el da de hoy no se tuvieron noticias ciertas de l.

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    "PARKER ADDERSON, FILSOFO"

    En "Parker Adderson, filsofo", uno de sus cuentos, Bierce haba tenido, quiz, la prefiguracin dealgunos instantes de su muerte. Es la historia de un espa federal, en la Guerra de Secesin, que cae en poderdel enemigo. Antes de ser fusilado, el general lo interroga: Cul es su nombre?

    Puesto que he de perderlo al alba responde el prisionero, no vale la pena ocultarlo. Parker Adderson.Su grado?

    Muy humilde. Los seores oficiales son demasiado valiosos para confiarles misiones de peligro. Soysargento.

    De qu regimiento?

    Perdn. No he venido para dar datos sobre nuestras fuerzas, sino para averiguarlos sobre las suyas.

    Reconoce, pues, haberse infiltrado bajo un disfraz en nuestro campamento para obtener informes sobreel nmero y la moral de mis tropas?

    Sobre el nmero. La moral, ya la conozco. Es desastrosa. Y as sucesivamente. El espa sabe que ser

    fusilado al amanecer, pero se re de la muerte.El general firma la sentencia. Afuera llueve.

    Mala noche dice el general.

    Para m, s responde el prisionero.

    Piensa usted ir a la muerte sin dejar de bromear? No sabe que la muerte es asunto serio?

    Cmo habra de saberlo? No he estado muerto en toda mi vida.

    La muerte es, por lo menos, la prdida de la felicidad que hayamos alcanzado.

    Una prdida de la que no tenemos conciencia puede soportarse con serenidad, y esperarse sin temor.

    Si el estar muerto no es condicin desagradable dice el general, el acto de morir ha de serlo.

    El dolor es desagradable, sin duda. Pero quienes ms larga vida alcanzan son los que ms lo padecen. Loque usted llama la muerte es simplemente el ltimo dolor. La muerte no existe. Suponga que yo intentoescapar. Usted levanta el revlver que tiene escondido sobre las rodillas y dispara. Yo me desplomo, peroan no estoy muerto. Despus de media hora de agona, digamos, estoy realmente muerto. Pero en cualquiermomento dado de esa media hora, he estado vivo o muerto. No hay trminos medios. La naturaleza es muysabia.

    La muerte es horrible exclama el general, a pesar suyo.

    Para nuestros salvajes antecesores, s. No tenan inteligencia bastante para separar la idea de concienciade la idea de las formas fsicas en que se manifiesta.

    Transcurren las horas. Parker Adderson sigue filosofando con la mayor ecuanimidad. Es el general, y no

    l, quien parece el condenado a muerte. Nada puede alterar la lucidez de su inteligencia, la certera viveza desus rplicas.

    Pero al fin ha llegado el momento. El general llama a un oficial y le ordena:

    Tome un piquete, lleve al prisionero y fuslelo.

    Y entonces ocurre lo inesperado. Ese hombre que ante la mera idea de la muerte ha conservado unaadmirable sangre fra, ante la muerte actual, verdadera, se derrumba como un mueco. Trata de huir, iniciauna lucha insensata, es reducido, y, sin cesar de gemir y suplicar, es llevado al sitio de la ejecucin donde esmuerto como un perro.

    Algunos aseguran que Ambrose Bierce fue fusilado por los guerrilleros de Pancho Villa. Lo que nunca sesabr es si supo conservar hasta el fin el razonado valor primero de Parker Adderson, el filsofo, o si, como

    l, tuvo miedo en el ltimo instante.

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    HASTA 1955 WALSH PUBLICA en Leopln notas sobre literatura. El ao anterior ha cumplido con unsecreto anhelo al publicar un artculo en el prestigioso matutino La Nacin, en su carcter de experto enliteratura policial. A partir de 1955, con el triunfo de la Revolucin Libertadora, abandona el terrenoespecficamente literario para incursionar en lo que se hoy se llamara "inters general" o "informacingeneral" y que haba constituido el sello de publicaciones como Leopln: faits divers. Interesado por los

    personajes excepcionales, Walsh escribe sobre el mundo de la poltica con notas que exaltan el herosmocomo las que se reproducen a continuacin. Su propio hermano era piloto de la Armada y amigo deEstivariz, a quien Walsh decide homenajear. Es hoy difcil saber si se trataba, entonces, de un acto dereparacin personal o de una intervencin en la poltica interna de esa fuerza. Lo cieno es que la Marinavet su preocupacin y sus palabras. Walsh, en este momento crucial de su carrera, abandona el lugar deliterato ms o menos liberal y se pone a discutir con las instituciones. Comienza, al mismo tiempo, a escribirnotas en serie. Esta es, pues, su primera serie periodstica.

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    2-0-12 NO VUELVE

    Cuando se escriba la historia de la revolucin de setiembre, la base aeronaval Comandante Espora

    ocupar un lugar destacado. Se comprobar entonces que el papel de la aviacin naval en el sur de laprovincia de Buenos Aires fue tan decisivo como la accin del ejrcito y la aeronutica en Crdoba yMendoza, o la presencia de la flota en el Ro de la Plata. El pas tiene cierta conciencia de esto, aunqueignore los detalles; tampoco el autor de la presente nota ha podido conocerlos sin vencer cierta resistenciaa la publicidad, que honra indudablemente a quienes supieron cumplir su obligacin en el terreno de lasarmas. La misin periodstica, si bien lo hace responsable de su versin de los hechos, slo le permitesilenciar los nombres, la mayora de los nombres, de quienes forjaron all el triunfo y algunos actosindividuales de herosmo que haran honor a cualquier fuerza armada del mundo.

    A tres meses de esos episodios, sin embargo, el fin principal de la nota que sigue reside en un carcter dehomenaje a una de las figuras ms limpias del movimiento revolucionario, que fue tambin el oficial de msalta graduacin de todas las fuerzas armadas muerto en combate: el capitn de corbeta aviador navalEduardo Estivariz.

    En uno de los hangares de la base aeronaval de Espora hay un gran pizarrn donde se registra elmovimiento de aviones: tripulacin, hora de salida, misin, hora de llegada. Multitud de maanas apacibleshan presenciado este ritual.

    El 18 de setiembre un ritmo febril preside las anotaciones. Nunca en la historia de la base, han entrado nisalido tantas mquinas.

    La explicacin es simple: se est combatiendo desde hace tres das. Al trmino de la jornada se habrnefectuado ms de doscientos cincuenta salidas en misin de guerra.

    Los aviones que despegan van cargados de bombas y cintas de balas para las ametralladoras. Los quevuelven traen seales del combate: desgarraduras del acero o de la tela, perforaciones ntidas que admitenuna repentina vislumbre de cielo en una carlinga cerrada.

    A las once de la maana han salido dos Grumman J2F5. Uno de ellos se ver obligado a un aterrizaje de"emergencia". Ms tarde se le contarn veintids perforaciones en un pequeo sector del ala solamente.

    El otro el que lleva la identificacin 2-0-12 no volver nunca.*

    Los pilotos de la base han tenido su bautismo de fuego el 16, sobre el quinto regimiento. Esa tarde,vencidos todos los plazos, se comunica a su jefe que ser bombardeado en el trmino de dos minutos.

    A las 18.45 se imparte la orden y Baha Blanca presencia el primer bombardeo areo de su historia.

    Eran nueve o diez aviones nos dice un testigo, a unos mil metros de altura.

    *Junto con el capitn Estivariz y el suboficial Rodrguez muri en accin el teniente de corbeta Miguel Irigoin. Su

    hermano, guardiamarina, tripulaba el otro aparato derribado en Saavedra. Un tercer hermano, aviador naval como

    ellos, se encontraba entonces exilado en Montevideo, despus de haber participado en el movimiento del 16 de junio.

    La base de Espora se haba sublevado el 16 de junio. Algunos de sus efectivos participaron en la lucha, otros

    regresaron cuando se confirm el fracaso de la intentona. En la escuadrilla de observacin, el teniente Irigoin fue el

    primer piloto que asegur al jefe de la misma su incondicional adhesin. En los tres meses intermedios el camarote del

    teniente Irigoin fue centro de reunin de los jvenes oficiales que, dentro de su jerarqua, participaban de las ideas

    revolucionarias a las que aqul ofrendara su vida. Su recuerdo merece tambin el homenaje agradecido de los

    argentinos.

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    De pronto veo uno que se desprende de la formacin, gira sobre un ala y desciende como una flecha.Llevaba las bombas prendidas a las alas.

    Se oyen las explosiones, y en los intervalos las ametralladoras del regimiento. Una bala alcanza a unpiloto: un teniente de navo. El aparato se aleja a escasa altura en direccin a la base, donde conseguiraterrizar.

    A las 23.45 un vivo resplandor ilumina la zona. Es un Catalina que acaba de lanzar una bengala. Enseguida se oye una explosin que sacude la ciudad.

    A la maana siguiente se obtienen impactos directos en los edificios. Despus flamean banderas blancas:el regimiento se rinde.

    A pesar de este xito inicial, la situacin se agravar en los das posteriores. Por todos los caminos seacercan tropas leales: de Azul, Olavarra, Tres Arroyos, Santa Rosa, Neuqun. Una columna de tanquesllegar a setenta kilmetros (Tornquist).

    En total, son ms de ocho mil hombres. Y el da 18 ser decisivo para el destino de la revolucin en el sur.

    A las siete y media de la maana, varias escuadrillas atacan con bombas y ametralladoras a una columnade treinta vehculos con artillera antiarea, en el camino de Sierra de la Ventana a Tornquist, y consiguen

    dispersarla producindole grandes daos.A las ocho, un Catalina localiza en Ro Colorado dos trenes que llevaban tropas. Volando a baja altura

    obtiene blancos directos, que destruyen tambin la estacin y el puente sobre el ro. Una hora despus, dosBeechraft completan el bombardeo. Las bajas son insignificantes, pero los daos materiales implican laparalizacin momentnea de los seis regimientos all concentrados. Y en un dramtico mensaje al ministeriode Ejrcito, el general Boucherie comunica que no podr avanzar de da si no cuenta con apoyo areo. Losrebeldes de Baha Blanca, agrega segn los informes de que dispone, dominan el aire con una fuerza desesenta a cien aviones.

    Por el camino de Laprida a Coronel Pringles avanzan cincuenta micros con tropas, protegidos por artilleraantiarea. El ataque a esta columna, en oleadas de aviones, dura todo el da, y al fin se consigue retardar su

    avance, causndole gran destruccin de material.Otra columna es sorprendida entre la Sortija y Coronel Pringles, y dispersada con bombas y fuego de

    ametralladoras. Gran parte de los treinta vehculos que la componen se incendian.

    Son innumerables las operaciones de menor envergadura, los ataques en vuelo rasante a trenes ycamiones, las voladuras de puentes y caminos.

    Al anochecer de este da interminable, la aviacin naval puede hacer balance. Con una fuerzarelativamente escasa, ha realizado centenares de salidas forzando el material y los hombres a lmitesextremos. Ha contenido al enemigo en todo el frente, permitiendo que la infantera de Marina, sin entrar encombate por el momento, refuerce las defensas de Baha Blanca y Puerto Belgrano. La ofensiva de lasfuerzas leales, si no paralizada del todo esa noche se alertarn las patrullas civiles en la ciudad del sur, ha

    sido demorada el tiempo necesario para que, al da siguiente, la flota de mar, apostndose frente a Mar delPlata y Buenos Aires, haga valer el peso decisivo de su fuerza.

    Y antes de que concluya la jornada se ha pagado en sangre el precio de la victoria.

    La tripulacin de uno de los aviones perdidos regres antes de la noche.

    El piloto refiere que fue alcanzado por artillera antiarea. Consiguen descender en las inmediaciones.Desmontan la ametralladora del avin, apostndose al borde de un camino, resueltos a defenderse. Entoncesven a una camioneta que se acerca a toda velocidad. Son dos pobladores del lugar que han presenciado loshechos y acuden en su ayuda, a pesar de estar ocupada la zona por tropas gubernamentales. Los proveen deropas civiles y los llevan a Espora. Merece recordarse este acto de arrojo.

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    Un tercer Grumman enviado durante la tarde a sobrevolar la zona, ha vuelto con impactos en el tanque decombustible. El piloto viene herido. Informa que el fuego antiareo es intenso. Agrega que no ha visto a lamquina desaparecida.

    El piloto de la misma es el capitn Estivariz, comandante de la escuadrilla. La noticia de su muerte llegarms tarde.

    En el laconismo de los partes oficiales, "el capitn Estivariz fue derribado en ataque a baja altura sobreuna seccin blindada de doce tanques", en las proximidades de Saavedra.

    Una de las contingencias previstas de la guerra, sin duda. Pero hay algo ms, algo que se recoge hablandocon quienes mejor lo conocieron. La figura de Estivariz pierde entonces sus rasgos casi annimos, se recortacon perfiles extraordinarios como uno de los jefes ms brillantes de un arma que ha dado sobradas muestrasde altivez.

    Su muerte es la prdida individual ms alta que podamos haber sufrido nos dice alguien que hacombatido a su lado.

    Ser acaso la amistad dolorida, el recuerdo vivo y lacerante del compaero muerto lo que palpita detrsde esas palabras?

    Veamos su foja de servicios. Abanderado de la Escuela Naval el alumno ms brillante de su promocin,toda la carrera de Estivariz confirma este galardn inicial. Se especializa en los Estados Unidos, en Canad.Registra el primer vuelo en helicptero a Ushuaia y desempea papel principalsimo piloteando una de esasmquinas en el memorable rescate de una patrulla del Ejrcito aislada por los hielos en la base ms australdel mundo. Sus conocimientos en materia aeronutica llegan a ser vastsimos. Hay ms: fechas,calificaciones, ascensos. Pero de algn modo estas cifras, estas constancias, estos adjetivos no nos devuelvenla imagen que buscbamos. Ser necesario que indaguemos en las relaciones humanas, en las lneasdefinitorias de un carcter, en la ancdota y el recuerdo personal, para que las palabras arriba citadas seconfirmen en su plenitud y la figura de Estivariz surja ante nosotros como la de un hombre excepcionalmenteaustero, excepcionalmente capaz, excepcionalmente valeroso.

    Para l, la revolucin no es un juego, no es una aventura. Sabe que no puede hacerse sin violencia, yprimordialmente sin violencia ntima, porque toda su vida ha girado en torno a la inflexible ley militar. Slose decidir cuando est convencido de la absoluta justicia de su causa. Y aun entonces medirescrupulosamente las consecuencias que puede traer un fracaso. No las rehuir, pero las tendr presentes.Conoce tambin la exacta dimensin del peligro personal. No es un impulsivo, est perfectamente centrado.

    Slo en una oportunidad, quizs, el instinto se sobrepone en l a la pausada reflexin.

    Est al frente de la escuadrilla de observacin, despus del 16 de junio, cuando el gobierno peronistacastiga la base prohibiendo rigurosamente los vuelos. Esta prohibicin es subrayada por la orden de entregarlos timones. Estivariz se niega, simplemente.

    Lo separan del mando y lo pasan a disponibilidad.

    Pero quien lo suceda dejar sobre el escritorio del despacho, en todo el perodo pre-revolucionario, elcartel con la leyenda: "Capitn de corbeta Estivariz, comandante de la escuadrilla de observacin". Y all seencuentra todava, como el ms alto homenaje de sus compaeros de armas, como afirmacin de queEstivariz sigue presidiendo simblicamente el destino de sus alas.

    El 15 de setiembre se halla en Buenos Aires, ya enterado del estallido inminente. En la maana del 16 lorescatar de una estancia prxima, aterrizando en pleno campo, un avin de la Marina.

    La revolucin est en marcha. Cuando llega a Espora, su sucesor le ofrece la escuadrilla. Estivariz insisteen actuar como subordinado. Ms tarde consentir en impartir las rdenes por intermedio del comandantedesignado. Y por ltimo, la simple gravitacin de los hechos los hombres acuden instintivamente a l enbusca de instrucciones lo restituye al puesto donde se cumplir su destino.

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    El domingo 18 de setiembre, al amanecer, la escuadrilla recibe orden de bombardear a las fuerzas leales enSierra de la Ventana. Debe ser precedida por aviones de ataque, encargados de hostigar y disminuir laresistencia antiarea. Por circunstancias diversas, esos aviones llegan un poco ms tarde. Y al trasponer uncerro, volando en escaln, los pesados Grumman reciben en pleno el fuego de las bateras.

    El cerro pareca haber entrado en erupcin nos dice un piloto. Veamos pasar las trazadoras en todas

    direcciones.El capitn Estivariz inicia el bombardeo. Llegan luego los aviones de ataque y la lucha se vuelve furiosa.Las mquinas se entrecruzan con inminente peligro. Algn avin vuela tan bajo que las esquirlas de suspropias bombas le perforan las alas.

    Cualquiera que hubiese alcanzado un camin con municiones, no contara el cuento dice alguien.

    Cuando los Grumman aterrizan en Espora, a las nueve y media de la maana, casi todos han recibidoalgn impacto.

    Y sin embargo, el capitn Estivariz no est conforme. Una hora ms tarde vuelve a salir.

    Si es necesario dice a un compaero al despegar por ltima vez, volaremos rozndoles las cabezas.

    Es una decisin razonada y consciente. Sabe que hay que parar a cualquier precio los tanques que avanzan

    sobre Baha Blanca, que estn cada vez ms cerca, que llegarn a ponerse a pocas horas de marcha.Para comprender, sin embargo, lo que esas palabras significan cuando se habla de accin de guerra,

    conviene tener en cuenta que el Grumman J2F5 es un pesado anfibio que no se utiliza con fines de ataque,pues se trata de un avin de observacin. Su visibilidad es psima. Maniobra, mala. Velocidad reducida:unos 200 kilmetros. Armamento pobre: 130 kilos de bombas, sin ningn elemento de puntera, y unaametralladora con sector de fuego muy reducido y de funcin puramente defensiva, pues slo puede dispararhacia los costados.

    Desde luego nadie mejor que l, comandante de la escuadrilla, conoca estas caractersticas. Su decisinde volar a baja altura sobre una columna blindada, rozando las bocas de los caones antiareos, habla de unextraordinario espritu de sacrificio y una desesperada voluntad de contener la avalancha.

    Ya antes, en tiempos de paz, alguien que tema por l le haba manifestado su inquietud ante el hecho deque volara en esos aparatos.

    Son viejos respondi, pero son fieles.

    He visto los hierros monstruosamente retorcidos y quemados del 2-0-12. De algn modo atestiguan esafidelidad. Es cierto que lo llev a la muerte, pero muri con l.

    Se estrell contra un galpn de material y se incendi completamente. Alrededor haba campo. En otrascircunstancias el piloto habra efectuado un aterrizaje de emergencia. Es evidente que ya estaba herido demuerte y haba perdido el control de la mquina.

    Con l fallecieron el teniente de corbeta Miguel Irigoin y el suboficial primero Juan Rodrguez.

    Hay un episodio conmovedor, que bien puede servir como epilogo para esta nota periodstica, porqueilustra como pocos la singular relacin entre jefe y subordinado, que no es dependencia mecnica, sino unvnculo humano, surgido en la accin comn de todos los das.

    Se pensaba que el suboficial Rodrguez, hombre de tierra adentro, poda ser adicto al gobierno depuesto.Quiz lo fuera. No siempre un rtulo poltico basta para definir a un hombre, para abarcarlo en toda suprofundidad. Alguien sugiri a Estivariz que acaso no convena llevarlo a bordo, detrs del puesto del piloto.Lo seguira en el momento decisivo?

    A m respondi con simplicidad ejemplar me seguir.

    No era una jactancia. No era un homenaje a s mismo. Era un homenaje al hombre leal y sencillo que,literalmente, lo sigui hasta la muerte. Que ms all no puede acaso un hombre seguir a su jefe.

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    En el avin que nos traa de Baha Blanca, rondaban mi memoria las lneas de un poema ledo muchotiempo atrs, en otro idioma. Las escribi durante la primera guerra un soldado, antes de morir en unatrinchera de Francia. En ellas la misteriosa visin de la muerte presentida se mezclaba a la nostalgia de lahermosa estacin ya cercana:

    ...Cuando la primavera vuelva con sus sombras y murmullos

    y las flores del manzano perfumen la maana.

    Qu me haca recordar estas lneas patticas dentro de una chaquetilla ensangrentada, en un pas remoto,hace muchos aos? Mil metros ms abajo los caminos eran lneas grises. Das antes los haban pobladotropas, tanques, las bocas de los caones verticales rumbo al sur. Y las explosiones, las rojas trazadoras, elhumo y el esplendor del combate.

    Tengo una cita con la muerte

    cuando azules das la primavera traiga,

    volvan, desmadejadamente traducidas, las lneas del poema. Abajo se recortaba el tablero de cuadrosverdes y amarillos donde se haba jugado un ajedrez fatdico. En una de esas casillas un viejo avin habaquebrado sus alas. Tres hombres haban muerto.

    Y sin embargo la tarde era increblemente azul y difana. Y sin embargo, era primavera. Setiembre 18 desetiembre y casi primavera.

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    AQU CERRARON SUS OJOS

    A UN AO DE LA GLORIA Y DE LA MUERTE

    SAAVEDRA

    Una muchedumbre silenciosa y recogida se congreg en la luminosa maana de este 18 de setiembre enlas inmediaciones de Saavedra, pequea localidad del sur bonaerense. La reunin se efectu en pleno campo,en torno a una pirmide truncada, de base cuadrangular, construida con piedras de los cerros cuyos speroscontornos se divisaban hacia el norte, dulcificados por la pincelada azul de la distancia. En una de las carasdel monolito resaltaba la hlice trpala de un Grumman. Ms abajo una placa de bronce propona a la gloriatres nombres:

    Capitn de fragata Eduardo A. Estivariz.

    Teniente de fragata Miguel E. Irigoin.Suboficial mayor Juan I. Rodrguez.

    A menos de cincuenta metros de distancia un tosco galpn de ladrillos mostraba an vestigios del estragoque, un ao atrs y exactamente a la misma hora, causara al estrellarse contra l la mquina piloteada por lostres aviadores navales cuyo recuerdo ahora se evocaba.

    A una reducida representacin oficial sumse la espontnea presencia del pueblo. Se haba anunciado queira el contralmirante Rojas y el coronel Bonnecarrere, mas no pudieron hacerlo. Asistieron en cambioautoridades de los municipios cercanos, delegaciones de aeroclubes y sobre todo vecinos de la zona que unao atrs presenciaron, con aterrada impotencia, uno de los episodios ms trgicos de la revolucin.

    Estaba tambin el contraalmirante Rial, hombre clave en la preparacin del movimiento de setiembre yjefe del Comando Revolucionario del Sur, establecido en la base aeronaval de Comandante Espora en lahistrica madrugada del 16. Aviador naval l mismo, a sus rdenes directas haban combatido los pilotosinmolados.

    Al orse el solemne toque de silencio con que se inici la ceremonia, todos los que all estaban debieronrecordar que en esos cielos del Sur, ahora tan lmpidos, sobre esos campos que dilataban ya el imperio de laprimavera y entre los vericuetos de aquellos cerros grises, se haba librado una de las fases ms duras de lalucha y se haba jugado el destino mismo de la revolucin.

    Porque no eran "restos dispersos de un regimiento", como dice un matutino al recordar la tragedia deSaavedra, las fuerzas que aquel 18 de setiembre de 1955 iban a sofocar la revolucin en el Sur. Y tampoco es

    del todo exacto que "en frustrados intentos de converger sobre Baha Blanca y sin constituir una amenazaseria ocultbanse en los montes vecinos".

    Por motivos accidentales la atencin del pas en aquellos momentos y los comentarios posteriores secentraron particularmente en la lucha desarrollada en Crdoba, sin duda heroica, y en la espectacular ydecisiva intervencin de la flota de mar.

    ASI HABLABA

    "Ms an: un Jefe con nocin del deber es una semilla que dar siempre frutos, sea cual fuere el lugar dondecayese..." "...Y as hasta el ltimo de nuestros das, que Dios quiera sea glorioso, y al cual llegaremos con la grata

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    certeza de haber cumplido ampliamente nuestros deberes, pudiendo repetir como Nelson en su agona: A Dios

    gracias he cumplido con mi deber

    (Prrafos de un discurso pronunciado por el teniente Irigoin en la Escuela Naval Militar, siendo cadete de 4 ao,

    en 1951.)

    La verdad es que las fuerzas que amenazaban a Baha Blanca eran numricamente superiores a las que

    atacaban a Crdoba. Y que mientras stas no slo no estaban derrotadas al renunciar Pern, sino queocupaban posiciones amenazantes en la ciudad misma, aqullas en tres das de accin slo pudieron situar suvanguardia a setenta kilmetros del objetivo propuesto.

    Un periodista enviado por una publicacin norteamericana calcul que los efectivos que debi enfrentar elgeneral Lonardi ascendieron en cierto momento a siete mil hombres.

    Las llamadas fuerzas de represin del Sur oscilaban entre nueve y diez mil, segn el sobrio clculo de losoficiales de Marina. Pero el propio Molinuevo, que las conduca, declar, al ser apresado e interrogado, quel comandaba dieciocho mil quinientos hombres. Las fuerzas de infantera de Marina que podan resistirle enla zona estaban en el mejor de los casos en proporcin de uno contra diez; y quiz de uno a veinte. Elcontacto, afortunadamente, no se produjo. Pero ello no fue obra de la casualidad.

    Es indudable que las tropas de Molinuevo y las de Boucherie, que venan desde el sur con la sextadivisin, habran ocupado Espora y Baha Blanca, para asediar luego Puerto Belgrano, de no mediar laaviacin naval, que durante tres das martill incesantemente las columnas en marcha. Los nmeros expresanmejor que los adjetivos lo que fue esa Batalla del Sur: el total de horas voladas ascendi a ms de mil cien.Se realizaron incontables ataques de hostigamiento con ametralladoras y se lanzaron 646 bombas. Lospilotos que volaron fueron sesenta y seis.

    El 18 de setiembre la situacin militar en la zona poda calificarse de muy grave. Baste sealar que lavanguardia blindada de las fuerzas de represin se haba situado a dos o tres horas de marcha de BahaBlanca, que en esta ciudad se movilizaban ya las patrullas civiles, como ocurriera en Crdoba, y que en lapropia base de Espora hubo esa noche un principio de evacuacin de las familias de oficiales.

    Solamente si la ubicamos en este panorama cobra un verdadero sentido la temeraria hazaa de Estivariz,Irigoin y Rodrguez, al volar repetidas veces a baja altura y en una anticuada mquina sobre un regimientomecanizado.

    Hablamos con un testigo y ms tarde actor principal de los hechos. Caracterizado vecino de la zona, elseor Carlos Mey recuerda con emocionada palabra aquella lgubre maana del 18, en que las fuerzasrepresivas ocuparon Saavedra.

    A la madrugada nos informa lleg el regimiento escuela de tanques de Ciudadela. Estaba formado porseis tanques Sherman y seis unidades blindadas que venan por ferrocarril, adems de otros vehculos contropas. Tomaron el pueblo sin hallar resistencia.

    "A las nueve comenzaron a desembarcar los tanques. Media hora despus apareci el primer avin naval."

    Era un Beechraft. Bombarde la estacin, destruyendo una locomotora y un vagn, pero sin alcanzar a losSherman.

    A las once y media aparecieron dos Grumman. Uno de ellos era el que piloteaba el capitn Estivariz, jefede la escuadrilla. Haba decolado de Espora a las 10.48.

    Hizo varias pasadas sobre la zona de la estacin ferroviaria, lanzando bombas y ametrallando nos diceMey. Me pareci que cada vez volva a ms baja altura. Era evidente su deseo de no causar daos a lapoblacin civil. Este humanitario afn de precisin fue quiz lo que les cost la vida.

    "Al cruzar el pueblo por ltima vez, la mquina fue alcanzada por una barrera de fuego tendida por dostanques y dos carros blindados. Empez a incendiarse por la mitad del fuselaje y perdi altura. El pilotoreaccion acelerando a fondo, pero el Grumman pic bruscamente y se estrell contra un galpn de material

    que se alzaba ya en pleno campo. Estallaron la nafta y las dos bombas que llevaba."

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    Mey se dirigi apresuradamente al lugar de la catstrofe para intentar un desesperado y sin duda intilrescate de los pilotos del avin cuyos restos ardan fragorosamente. Las fuerzas ocupantes le cerraron elpaso. Ms tarde pidi permiso para extraer los cadveres. Parece increble, pero le fue negado.

    Y as, aquellos despojos gloriosos quedaron abandonados en la inmensidad de la noche. Slo las estrellasvelaban.

    A la maana siguiente el seor Mey, su abnegada esposa y el prroco del pueblo pudieron al fin retirar loscuerpos, identificarlos y colocarlos en sus respectivos atades. La polica les previno que no los tuvieran ensu casa, "para no despertar la irritacin popular". Horas ms, sin embargo, y la revolucin triunfaba en todoel pas.

    Nuestro informante se obstina en que no mencionemos su nombre. Se lo prometemos. Pero se es elcompromiso que los periodistas violamos ms fcilmente cuando nos encontramos ante los atributos delcoraje civil.

    Estivariz, Irigoin y Rodrguez no alcanzaron a ver el triunfo.

    Ninguna apreciacin serena de la gravsima situacin militar les hubiera dado base para sospecharlo.

    Y, sin embargo, estamos seguros de que les habra bastado, para intuirlo con la tranquila certeza de los

    hroes, la mera conciencia del valor alucinado que les crispaba las manos en torno a los comandos y lasarmas de una mquina que vertiginosamente los conduca a la muerte.

    "No slo el sacrificio del acto heroico construye los grandes edificios de la humanidad. Esoshechos son tan slo los firmes cimientos; las paredes y los techos deben ser levantados poco a poco,por los peones de ese intrincado damero que somos el pueblo.

    "En esa tarea estamos y por esa faena debemos luchar y sacrificarnos.

    "La piedra de los cerros cercanos, los pastos del suelo que pisamos, la luz del cielo que nos cubre,los mismos testigos que hace un ao contemplaron con lgrimas el rodar de la sangre, sern tambinlos testigos de nuestro obrar.

    "Los tres hombres que aqu cerraron sus ojos, y los muchos que en toda la extensin de nuestraPatria donaron su vida, ya sea por la causa del bien, ya sea equivocados o engaados por el mal,todos ellos sern nuestros jueces.

    "Seores:

    "Aqu cayeron vuestros hermanos, vuestros hijos, vuestros maridos, nuestros amigos; cayeron porla causa del bien, aunque la honra que ellos desearon es tan slo nuestra correcta norma de conducta;permtannos ellos eternizarlos en el mundo con el monumento sencillo que aqu, en Saavedra, harperdurar nuestro sentir ms all del hoy, cuando el bosque cubra la llanura, cuando el mar invada elcontinente y cuando ya no haya vida en este universo de Dios.

    "Permtaseme imitar las palabras de la ms hermosa plegaria cristiana, como oracin, comosalutacin, diciendo: Hermanos nuestros que estis en los cielos, glorificados sean vuestros nombres,hgase vuestra voluntad aqu en la Tierra. El obrar nuestro de cada da ddnoslo hoy, as comonosotros daremos a nuestros herederos vuestro ejemplo, ahora y en la hora de nuestro sacrificio,amn."

    (Oracin fnebre pronunciada por el seor Carlos A. Mey, presidente de la Comisin de Homenaje a laMemoria de los Aviadores Navales cados en Saavedra.)

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    1956ES EL ENCUENTRO con el destino literario y poltico para el que Walsh se preparaba. "Hay unfusilado que vive", le dicen. "Yo quera ganar el Pulitzer", recordara l aos ms tarde. En los apndicesincluidos en la edicin de Operacin Masacrepublicada por Planeta puede leerse la historia completa de la

    preparacin de ese libro. Durante enero, febrero y marzo de ese ao, Walsh public una serie de notas (laprimera de las cuales es la que sigue) en Revolucin Nacional: el embrin de un libro que, de todos modos,

    no le dara el Pulitzer.

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    "YO TAMBIN FUI FUSILADO"

    LA ODISEA DE UN OBRERO ARGENTINO VCTIMA DE CRIMINAL VESANA

    EVIDENCIA LA CORRUPCIN, EL DESORDEN Y LA IRRESPONSABILIDAD

    DEL APARATO REPRESIVO DEL ESTADO.

    Transcribimos ntegramente la relacin de hechos de la dolorosa odisea de Juan Carlos Livraga. LaJusticia bonaerense ha tomado intervencin en este penoso asunto y est pendiente de esclarecimiento.Desde el fondo de nuestro corazn de argentinos esperamos el brillar de la verdad para el bien de todos. Ala Justicia, pues, referimos la ltima palabra sobre las graves imputaciones. Tenemos que confiar, no nosqueda otro remedio que confiar. No puede atentarse permanentemente contra el pueblo, contra sus hijoshumildes, con toda impunidad. Repudiamos el caso del estudiante Bravo, del mdico Ingalinella, del obrero

    Aguirre, del estudiante Manchego. Ahora nos vuelve a estrujar el corazn la tragedia inhumana. Creemosque la opinin pblica debe permanecer informada, estamos convencidos que cumplimos con nuestro deber.Para que se extirpe para siempre de entre nosotros este tipo salvaje de procedimientos. Para que nuestras

    querellas y diferendos tengan un cauce de soluciones ms acorde con nuestra criolla hidalgua y no con laalevosa y brbara prepotencia del mandn que siente un desprecio absoluto por la personalidad humana.Para que desaparezcan en el castigo y en el oprobio esos miserables que pretenden "hacer mritos" sobre latortura, el asesinato aleve y la persecucin indiscriminada e implacable. Por eso, con toda la crudezanecesaria cumplimos con nuestro deber de informar, y aclaramos nuestra espera en la justicia de la queaguardamos su palabra final.

    Un caso nico en los anales de la Justicia tiene en sus manos en este momento un magistrado de laprovincia de Buenos Aires. Juan Carlos Livraga, un fusilado durante la asonada peronista del 9 al 10 de junioacaba de presentarse para denunciar a los responsables de su fusilamiento. No es un fantasma, es un hombre

    de carne y hueso, que hasta el momento de escribir estas lneas sigue viviendo y afirmando su absolutainocencia de todo delito.

    Si la denuncia resulta probada y lo ser, a juzgar por la abrumadora evidencia que el autor de esta nota havisto, nos hallaremos ante una atrocidad comparable a las ms clebres hazaas de la Gestapo. Porque adiferencia de Livraga y de una o acaso dos personas que tambin salvaron milagrosamente la vida,cayeron otras siete, y existen pruebas en algunos casos, y fuertes indicios en otros, de que todas ellas o lamayora eran inocentes de cualquier delito o actividad subversiva.

    Todo permite suponer que en la madrugada del 10 de junio, a unas doce cuadras de la estacin Jos LenSurez (F.C. Mitre), se cometi uno de los asesinatos en masa ms brutales que registra la historia argentina.

    EL CASO LIVRAGA - LOS HECHOS

    Juan Carlos Livraga es un joven obrero de la construccin domiciliado en Florida (F.C. Belgrano),provincia de Buenos Aires. Cumpli 24 aos el 14 de junio, cuando quienes ineficazmente lo ajusticiaronseguan persiguiendo su muerte. Las dos cicatrices que muestra, una en la fosa nasal izquierda, otra en lamandbula derecha orificios de entrada y salida de un fallido tiro de gracia no han conseguido destruir laserenidad de un rostro bien proporcionado, de ojos pardoverdosos. Otras dos cicatrices de bala, de trayectoriamuy oblicua, tiene en el brazo derecho. La espeluznante experiencia que ha vivido comn a muy pocoshombres tampoco ha logrado deformar su juvenil optimismo y una fe en el bien y en la justicia que resultan

    alternativamente muy conmovedores e incompresibles. Y repite de la manera ms enftica que nunca ha

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    tenido el ms mnimo antecedente policial, gremial ni poltico, que nunca ha actuado en poltica, que jamsestuvo afiliado a un partido.

    La noche del 9 de junio refiere sali de su domicilio alrededor de las diez y cuarto en direccin al barque frecuentaba. En el camino se encontr con un amigo, Vicente Rodrguez (ahora muerto), quien lo invita escuchar por radio una pelea de box en casa de unos conocidos, a quienes present someramente apenas

    entraron.Mientras Rodrguez y esos tres conocidos organizaban una mesa de chinchn, cuyos puntos anotaban en elmargen de un peridico, Livraga sintoniz la radio en la estacin que transmita la pelea de Lausse con elchileno Loayza, que describe vvidamente.

    La pelea estaba programada para las once dice. Segn yo recuerdo, Lausse noquea a Loayza a los dosminutos del tercer round. Dos rounds de tres minutos, dos minutos de descanso y los dos minutos finaleshacen un total de diez.

    La pelea debi terminar, pues, a las once y diez.

    Escuch la transmisin de Fioravanti y los comentarios de Perrito, que habrn durado unos cincominutos. La audicin pudo concluir entre las once y cuarto y las once y media, dejando un margen de

    tolerancia para posibles retrasos en el programa.En todo el tiempo que Livraga permaneci all, no oy ninguna conversacin sospechosa. Tampoco vio

    armas, distintivos ni proclamas. De Vicente Rodrguez, obrero portuario, haba sido amigo durante nueveaos. En ese lapso no le conoci actividades subversivas, polticas o gremiales.

    Terminada la audicin radial, convers unos momentos con los presentes y luego anunci su intencin deretirarse y se despidi. En ese momento, segn declara, seran entre las once y media y las doce menoscuarto. Ni haba estallado el motn, ni imperaba la ley marcial.

    Apenas apoy la mano en el picaporte, la puerta fue abierta con violencia desde afuera e irrumpieron en lacasa policas de uniforme y de civil, con armas largas. El que los encabezaba a quien llamaremos el Jefe,para mayor comodidad del relato es descripto por Livraga como "un hombre alto, grandote, ms bien

    morocho, con voz apurada y ronca, como de borracho", que imparta rdenes con impresionante autoridad ya quienes todos trataban de "seor". Vesta una campera verde, como las que actualmente se usan en elEjrcito, pantalones claros y empuaba una pistola 45 en la mano derecha.

    La descripcin coincide punto por punto con la de otro testigo detenido en uno de los numerososprocedimientos que, segn consta en los diarios de la poca, se efectuaron esa noche en la zona. All el Jefehabra entrado preguntando:

    Dnde est Tanco?

    Impartida la orden de arresto, se les hizo salir de uno en uno. Livraga fue el ltimo en hacerlo, seguido porel Jefe del grupo. Caminaron hacia la esquina ms prxima, donde haba varios vehculos, entre otros unacamioneta policial celeste y un colectivo. All el Jefe se encar con l y golpendole fuertemente el estmago

    con el can del arma le dijo:As que vos ibas a hacer la revolucin? Con esa facha?

    Livraga neg tener conocimiento de que existiera una revolucin. Entonces el Jefe, sin soltar la automticale aplic con la mano izquierda un fuerte puetazo en el rostro. A continuacin le hicieron subir al micro,donde ya haba otros doce detenidos, los que por ese medio fueron llevados a la Unidad Regional SanMartn. El Jefe, entretanto, haba desaparecido de la escena, quiz para dirigir otros procedimientossimilares.

    Segn los clculos de Livraga, llegaron frente a la Unidad Regional San Martn algo despus de las doce,porque pudo observar que estaba saliendo la gente del cine situado a media cuadra de all. Transcurrieronentre quince y treinta minutos, hicieron bajar a los trece detenidos y los llevaron a una pieza situada al fondo

    del local que estaba en refacciones, donde haba varios bancos de plaza, verdes, en los que tomaronasiento, quedando una custodia a la puerta.

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    Largo rato despus, uno de los detenidos, al ser acompaado al bao por un agente, supo de boca de steque haba estallado una revolucin, decretndose la ley marcial y comunic la noticia a los dems. Livragainsiste en que se fue el primer indicio que tuvo de lo que estaba pasando. Y entonces, por primera vez,sinti una sombra de temor. Dirigindose a su amigo Vicente Rodrguez, que estaba a su lado, le pregunt:

    Gordo, ests metido en algo vos? Rodrguez se encogi de hombros.

    S tanto como vos repuso.Los detenidos pasaron a prestar declaraciones individualmente, aunque en dos tandas: una iba a la oficina

    del oficial informante, otra al despacho del comisario, Livraga procur no separarse de Rodrguez, y cuandoste regres de la oficina del oficial informante se adelant hacia all sin esperar que lo llamasen. Quera serinterrogado por la misma persona, para que el testimonio de su amigo le sirviera de descargo.

    A pesar de las numerosas preguntas que le hicieron, la declaracin de Livraga qued reducida finalmente aunas pocas lneas de mquina en la que constaban muy resumidos algunos de los hechos anteriores.Entretanto, sin embargo, pudo leer la declaracin de Rodrguez, dactilografiada en la misma hoja. Esta hoja,que era muy larga, colgaba por detrs de la mquina y aunque en la posicin en que se hallaba (frente aldactilgrafo) debi descifrar los renglones invertidos, pudo hacerlo sin mayor dificultad. Cabe sealar que

    Livraga ha sido durante varios aos oficinista de la Aeronutica. La declaracin de Rodrguez dice erasustancialmente idntica a la suya. En ambas se negaba participacin en cualquier acto subversivo.

    Terminadas las declaraciones, se hizo subir a diez de los detenidos a un vehculo policial de los llamadoscarros de asalto, en cuyo interior se ubican luego, frente a ellos," uno diez policas con armas largas.Colocadas las cortinas, el vehculo se puso en movimiento. Era alrededor de las 5.30 de la madrugada del 10de junio.

    Los vigilantes tenan aspecto de gran fatiga. Uno coment que haban estado acuartelados varios das. Lamayor parte de ellos cabeceaban semidormidos frente a los prisioneros. stos, sin embargo, no intentaronnada contra ellos. No sospechaban ni remotamente por lo menos Rodrguez y Livraga lo que iba asucederles.

    Recorrieron algunos kilmetros en una direccin que Livraga no pudo precisar, por lo menos, en esemomento. De pronto el carro de asalto se detuvo.

    Bajen seis! orden una voz.

    LOS ASESINOS TITUBEAN

    Livraga fue uno de los seis que bajaron. Se hallaban sobre una ruta pavimentada, frente a un descampadoy en plena oscuridad. La luz ms prxima estaba a unos cien metros. Detrs del carro de asalto se habadetenido una camioneta policial en la que viajaba el que pareca mandar el grupo, quien pareci estudiar el

    terreno.

    Ac no, ms adelante! orden de pronto.

    Fueron subidos nuevamente al carro de asalto. Recorrieron un trecho que Livraga calcula en trescientosmetros antes de producirse una nueva detencin. Otra vez bajaron los seis. Entre ellos se encontrabanLivraga, Rodrguez y un tal Giunta, a quien Livraga slo ms tarde conoci por ese nombre. La luz prximaestaba ahora a unos doscientos metros.

    A la derecha de la ruta haba un camino de tierra, que de un lado tena una hilera de eucaliptus y del otroun extenso yuyal. Se ordena a los prisioneros que echen a caminar por el camino de tierra. Muchos de elloscomprenden recin ahora lo que est sucediendo. Se desarrolla un dilogo breve e impresionante.

    Qu nos van a hacer? dice uno.Camine para adelante! le responden.

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    Nosotros somos inocentes! gritan varios.

    No tengan miedo, no les vamos a hacer nada le contestan.

    Los vigilantes los arrean como a un rebao aterrorizado. La camioneta ha entrado en el camino de tierra ylos sigue, alumbrndoles las espaldas con sus poderosos faros.

    Los prisioneros adivinan ahora que los van a matar, pero una remotsima esperanza de estar equivocados

    los mantiene caminando.Es entonces cuando Livraga obra con la lucidez y una serenidad esplndida. Mientras los dems se

    desesperan, l, paso a paso, gradualmente va deslizndose hacia la izquierda del camino, donde hay unazanja no muy profunda. Llega un momento en que milagrosamente se encuentra fuera del haz luminoso delos faros y como la noche es oscura y l viste de negro empieza a abrigar una desatinada esperanza desalvacin. En ese momento, casi simultneamente, suceden dos cosas terribles. La primera es que oye a suespalda el golpe de manivela de los museres y sabe que ha llegado el momento decisivo. Dos o tres pasos loseparan ahora de la zanja. Va a tirarse all de cabeza. Pero entonces otro de los condenados, Giunta, lo ve,comprende en un relmpago la infinitesimal posibilidad de salvacin que tiene ahora Livraga y pretendecompartirla. Corre hacia l gritando y agitando los brazos, salva la zanja de un salto y se interna en el yuyal.

    Urgente y furiosa parte de la camioneta la orden: Trenles!Hay quizs un momento de vacilacin, de estupor en los vigilantes, no acostumbrados a matar gente.

    Livraga, en cambio, no titubea. Se arroja al suelo y en la posicin en que cae, as se queda tirado a lo largo,de espalda, la cara apoyada en el hombro derecho. La descarga de fusiles pasa por encima de l sin tocarlo.Y Giunta sigue corriendo por el campo, cada vez ms lejos, agitando los brazos y perforando la noche consus gritos de posedo.

    Entre los cuatro prisioneros que quedan en el camino, hacia donde los policas vuelven ahora sus armas, seha desencadenado el pnico ms elemental y primitivo. Dos se abrazan llorando. Otro insulta a los vigilantes.Otro est de rodillas y pide que por su madre, por su madre, no lo maten.

    Pero los matan. La primera descarga voltea a los cuatro. Sobre esos cuatro bultos alumbrados por los faros

    flotan algunos gemidos. Una segunda descarga parece concluir con ellos. Pero de pronto, Livraga que sigueinmvil, e inadvertido a un costado del campo, oir la voz desgarradora de su amigo Rodrguez que dice:

    Mtenme! No de me dejen as! Mtenme! Y ahora s, tienen piedad de l y lo ultiman.

    EL MINISTERIO DEL MIEDO

    Por un momento Livraga pudo pensar que se haba salvado. No tiene un rasguo y la camioneta da marchaatrs para volver a la ruta. Pero al hacerlo vira lentamente y con tan mala fortuna que sus faros barren elcostado izquierdo del camino de tierra. Livraga siente de pronto sobre los ojos cerrados el chorro vivsimo deluz. Por un reflejo que no logra impedir, parpadea.

    Al instante brota la orden:

    Dele a ese, que todava respira!

    Oye tres detonaciones. Siente un dolor lacerante en la cara y la boca se le llena de sangre.

    Al ver ese rostro partido y ensangrentado, la polica se aleja. Creen que he han dado el tiro de gracia, queya ha recibido otras heridas cuando tiraron contra Giunta. Y no saben que se (y otro que le dio en el brazo)son los primeros balazos que le aciertan.

    Ni se acercan a verificar su muerte. Una vez ms los asesinos titubean; aun en esos espritus embrutecidospor el sueo y la fatiga que slo quieren terminar pronto, debe flotar terrible el fantasma del asco.

    No saben, no sospechan, no imaginan que Livraga va a sobrevivir. Por lo menos, hasta el momento en queescribimos estas lneas.

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    La masacre no ha terminado, sin embargo. Todava quedan en el carro de asalto cuatro prisioneros que hanagotado todas las instancias del pnico. Matar a stos es ms fcil, ya casi estn muertos. Antes de que lestiren y los dejen ah noms, al borde de la ruta de donde ms tarde recoger sus cadveres una ambulancia.

    El tiro de gracia que le aplicaron a Livraga le ha atravesado la cara de parte a parte destrozndole eltabique nasal y la dentadura, pero sin interesar ningn rgano vital. Este hombre joven, de buen estado

    atltico, no pierde el conocimiento en ningn momento, aunque el rostro se le ha hinchado y le duele mucho.El intenso fro de la helada parece mantenerlo despierto. Escucha la segunda ejecucin, oye alejarse losvehculos policiales. Pero todava no se mueve. Espera. Slo cuando han transcurrido varios minutos trata deincorporarse. Apoya el brazo derecho en el suelo, y recin entonces, siente en l un intenso dolor. Ah tieneotro balazo.

    A partir de aqu empieza un calvario infinito en que el miedo y el sufrimiento fsico se sucedern, yllegarn a identificarse. Habr algn momento en que Livraga lamentar haberse salvado.

    Logra incorporarse. Camina. Se interna en el yuyal por donde escap Giunta, buscndolo. Hay algo deinsensato y de pattico en esa bsqueda. Es como si ya no pudiera creer ms en nadie de este mundo, comosi el nico en quien pudiera confiar fuese aquel hombre que ha pasado por la misma experiencia. (Muchodespus, en el presidio de Olmos, encontrar por fin a Giunta, y nacer entre ellos una singular amistad.)

    Despus de un largo rodeo a campo traviesa, vuelve a la ruta. Va dejando un reguero de sangre. Se acercaa un poblado. Hay algunas luces. Ve el letrero de una estacin ferroviaria: Jos Len Surez. Una personatrata de interrogarlo, pero l sigue sin responder. Est exhausto. Va a caer. Alguien alcanza a tomarlo entresus brazos.

    Es un oficial de polica.

    En ese momento debi pensar Livraga en una pesadilla infinita donde fuera cclicamente arrestado,fusilado, arrestado, fusilado.

    EL FIN DE LA ODISEA

    Sin embargo, se haba encontrado con un ser humano autntico.

    El oficial cuya descripcin omitiremos ni siquiera le pregunt por qu estaba herido. Lo cargapresuradamente en un jeep, puso un vigilante a su lado para que lo cuidara y, colocndose ante el volante,sali disparando rumbo al hospital ms prximo.

    En la ruta pasaron ante los cadveres. El oficial detuvo la marcha y orden al agente que bajara ainvestigar.

    Estn muertos anunci el polica. El oficial se volvi a Livraga.

    Decme la verdad, pibe, qu pas?En vez de contestar, Livraga vomit una bocanada de sangre. El oficial no titube ms. Dejando al agente

    parado en la ruta, apret el acelerador a fondo y condujo al herido al Policlnico San Martn. En la sala deguardia del Policlnico le hicieron a Livraga las primeras curas. Despus lo condujeron a la sala derecuperacin, situada en el tercer piso. Y una abnegada enfermera se encarg de llamar por telfono a supadre.

    Una ola de desgracias azotaba en ese momento el hogar de este muchacho. Por si fuera escaso, le tocaba asu madre estar internada en un hospital; a su hermana casada le faltaba poco para dar a luz. En la casa sloqued un chico de once aos, su hermanito, cuando el padre corri a ver a Juan Carlos, en compaa de dosprimos y del cuado de ste. Y estas cuatro personas firman en el libro de entradas foliado del Policlnico

    una declaracin en la que consta que han visto con vida a Juan Carlos y que su estado, aunque de ciertagravedad, no permite suponer en absoluto un "agravamiento" ni un desenlace fatal.

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    Acertada presuncin. Porque esa tarde un cabo de la polica viene a asumir su custodia y al hallarse frentea l, lo mira y remira fijamente como si no pudiera creer que est vivo.

    El cabo es comunicativo. Comenta con las enfermeras.

    A este lo van a llevar de nuevo. No se lo digan, pobre!

    Pero las enfermeras, desesperadas, se lo dicen. Y recomienza el suplicio.

    Recomienza? No. Porque a las diez y media de la noche, cuando lo ponen en una camilla y unaenfermera le dice llorando: "Pibe, te llevan", ya est vencido. Ya no resiste, ya no protesta. Tanto penar paramorirse uno,pudo haber dicho con el poeta espaol que algo supo de esto.

    Y lo llevan. Pero no lo fusilan. Lo llevan a la comisara primera de Moreno, donde lo tiran completamentedesnudo en un calabozo, sin asistencia mdica y casi sin alimento. Quieren que se muera solo. Veintitrs daspermanece all Livraga. Y no se muere. Y no se muere!

    Y entretanto alguien ha intervenido por l, aunque sea a medias. El 3 de julio es trasladado un espectroal penal de Olmos, donde se le cura y se le trata humanamente.

    Y el 16 de agosto, ya recuperado, se le pone en libertad por falta de mritos.

    TRES TELEGRAMAS Y TRES PREGUNTAS

    Los telegramas:

    1 - Telegrama colacionado nmero 1533, despachado desde Florida a las 19 hs., del 11/VI/56, recibido alas 19.15 hs., dirigido al Excelentsimo Seor Presidente de la Nacin, general Pedro Eugenio Aramburu,Casa de Gobierno, Buenos Aires. EN MI CARCTER PADRE JUAN CARLOS LIVRAGA FUSILADOMADRUGADA DA 10 SOBRE RUTA OCHO PERO QUE SOBREVIVI SIENDOPOSTERIORMENTE ASISTIDO POLICLNICO SAN MARTN DE DONDE FUERA RETIRADO

    DOMINGO ALREDEDOR 20 HORAS DESCONOCIENDO NUEVO PARADERO RUEGOANSIOSAMENTE SU HUMANA INTERVENCIN PARA EVITAR SEA NUEVAMENTEAJUSTICIADO ASEGURNDOLE SE TRATA CONFUSIN PUES ES AJENO A TODOMOVIMIENTO. COLACINESE. PEDRO LIVRAGA.

    2 - Telegrama N 1185, despachado de Casa de Gobierno el 12/VI/56 a las 13.23 hs. y recibido 20.41,dirigido a Pedro Livraga, Florida. REFERENTE TELEGRAMA FECHA 11 INFORMO SU HIJO JUANCARLOS FUE HERIDO DURANTE TIROTEO ESCAPADO. POSTERIORMENTE FUE DETENIDO YSE ENCUENTRA ALOJADO COMISARA MORENO, JEFE CASA MILITAR.

    3 - Telegrama N 110, despachado de Casa de Gobierno el 2/VII/56 a las 19.30 hs., recibido 20.37 hs.,dirigido a Pedro Livraga, Florida. ESTADO DE SALUD DE SU HIJO BIEN EN OLMOS LA PLATA

    PUEDE VISITARSE DA VIERNES 9 A 11 O DE 13 A 17 HS. SLO PADRES, HIJOS O HERMANOSMUNIDOS DE SUS CORRESPONDIENTES DOCUMENTOS DE IDENTIDAD.

    Las preguntas:

    1) "Herido durante tiroteo", dice la informacin oficial. Ahora bien cmo es posible que un heridodurante "tiroteo" el 10 de junio sea puesto en libertad absoluta el 16 de agosto?

    2) Cmo es posible que un herido durante "tiroteo" tenga cicatrices de bala que an al ms profanoindican que esos proyectiles fueron disparados desde arriba y de muy corta distancia, cuando la vctimaestaba tendida de espaldas en el suelo, con la cara apoyada en un hombro, es decir, inerme?

    3) Cmo es posible que un herido durante "tiroteo" en ningn momento haya sido procesado? Quecuando el padre de Juan Carlos fue a verlo a la comisara de Moreno se le negara que estaba all? Hubo

    otro?

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    Un pequeo detalle permite formular la posibilidad de que los escapados al siniestro pelotn aquellamadrugada del 10 de junio hayan sido tres y no dos.

    En efecto, cuando a Livraga se le hacan las primeras curas en la sala de guardia del Policlnico escuchuna conversacin de la que resultaba lo siguiente: alguien acababa de llamar por telfono pidiendo que sedespachara una ambulancia a la ruta para levantar siete cadveres.

    Siete. Pero los detenidos eran diez. Dos escaparon: quedan ocho.Si realmente existe ese tercer fugitivo, si no se trat de un simple "error de contabilidad", debe presentarse

    inmediatamente al juez ms prximo y ponerse bajo su proteccin.

    Su vida corre peligro. Nadie est del todo seguro en las madrugadas bonaerenses.

    Cosas incomprensibles estn sucediendo en la provincia de Buenos Aires. Y es un hombre insospechable,representante en la Consultiva del partido ms adicto a la revolucin, quien ha tenido el coraje dedenunciarlo, al transmitir a dicho cuerpo las denuncias oportunamente formuladas por el Dr. Doglia, ex jefede la Divisin Judicial de la Polica provincial.

    "Si las denuncias sobre irregularidades policiales denunciadas por el Dr. Jorge Doglia, ex jefe de laComisin Investigadora de la Polica de la Provincia y ex jefe de la Divisin Judicial de esa misma

    institucin, resultaran comprobadas, configuraran un cuadro horroroso de sadismo que pareca para siempreborrado de nuestra Repblica.

    "Este hecho se encuentra agravado por las acusaciones que formula de haber sido amenazado en su propiavida por el funcionario ms altamente colocado en la administracin policial."

    La lista de torturas presentada es abrumadora, como lo son tambin las pruebas. Y en lo que atae al casoLivraga, expres:

    "Durante los das posteriores a la asonada del 9 y 10 de junio se mat porque s, sin ton ni son. Algn dahabr de rendir cuentas".

    Pero ese da ha llagado. Lo que ocurri y ocurre en la provincia de Buenos Aires debe esclarecrselo. Esnecesario que se sepa de una vez por todas quin dispone esas atrocidades. Es necesario que de una vez y

    para siempre se desenmascare a los culpables para bien de la Nacin y de la Humanidad.

    Acontecimientos muy recientes pueden ser ilustrativos. En la madrugada del 11 de este mismo mes elfamoso torturador Doro, condenado a perpetua, pero que misteriosamente estaba en libertad, se "suicid" alpaso de un tren. Era o no era este hombre un testigo valioso contra la camarilla de torturadores.

    Si los responsables de estas atrocidades creen que en el caso Livraga pueden repetir la hazaa, la respuestaser fulminante. Podrn eliminar uno o dos testigos: quedarn cien. Podrn eliminar una o dos pruebasmateriales, quedarn mil.

    Las declaraciones que el Sr. jefe de Polica formul ante periodistas el 21 del corriente han alarmado atoda la ciudadana. En el orden nacional, se anunci y no discutimos la medida que las fuerzas del ordenreprimiran a los saboteadores por las armas "en caso necesario". En el orden provincial se omiti esa

    indispensable salvedad. El "caso necesario" est configurado por la resistencia armada del saboteador: nomediando sta, no habr ya represin sino simple asesinato.

    Pero mucho ms lejos fue el jefe de Polica de la Provincia.

    Amenaz con las armas no slo a los saboteadores, sino "a quienes los oculten o amparen" y "a quienestengan en su poder elementos explosivos", no especificando que esa represin se ejercer solamente en casode resistencia comprobada. Esto es una ley marcial tcita.

    Pero es mucho ms que una ley marcial. Es algo que nunca se ha visto en el mundo civilizado porque laamenaza de la represin armada se hizo extensiva a quienes "por cualquier medio provoquen pblica alarmao depriman el estado pblico".

    Ante la tremenda depresin del estado pblico que el conocimiento de estos hechos seguramente causar,quien esto publica se considera incluido en la amenaza y se dirige al Gobierno de la Nacin solicitandoplenas garantas.

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    Llega asimismo el momento de imitar la sabia conducta de los familiares de Livraga cuando firmaron ellibro de entradas del Policlnico. Juan Carlos Livraga est vivo y sano, en libertad, sin que pese sobre ldenuncia ni proceso alguno, posedo de la alegra y la vitalidad de la juventud, acentuadas por el hecho dehaber escapado a una tragedia atroz, de hallarse trabajando a gusto como siempre lo hizo, de no tenerpreocupaciones econmicas y de estar prximo a casarse con una muchacha joven y animosa como l.

    Si Juan Carlos Livraga llegara a ser vctima de alguno de los rarsimos "accidentes" o "suicidios" queestn ocurriendo en las madrugadas bonaerenses, sobre todo en las proximidades de las vas frreas, laopinin pblica sabr como interpretarlo.

    Y si Juan Carlos Livraga llega a desaparecer sepan los culpables que no habran destruido una sola de laspruebas que lo acusan pues todas ellas han escapado a su control.

    Y si a Juan Carlos Livraga llega a pasarle algo, cualquier cosa, aun la simple interrupcin del contacto quese tiene con l, no slo lo sabrn los familiares y amigos; lo sabr todo el pas, lo sabr toda Amrica, losabr todo el mundo. Se han tomado infinitas precauciones para ello.

    Sepan pues todos los que estn directa o indirectamente vinculados a estos trgicos acontecimientos queno hay en este momento en todo el territorio de la nacin una vida ms intocable que la de este muchacho

    argentino.

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    3120-5699- 1184

    (LENGUAJE UNIVERSAL CIFRADO)

    por DANIEL HERNNDEZ

    A mediados de setiembre ltimo los diarios locales publicaron una noticia curiosa. Tratbase de unlenguaje universal creado por dos profesores italianos, los doctores Allioni y Boella, quienes asignando acada palabra un nmero intentaban quebrar en forma sorprendente las barreras idiomticas que hasta ahoradividen a los hombres.

    Agregan los cables, fechados en Turn, que dichos investigadores haban publicado ya cdigos de unmillar de palabras en distintos idiomas, y preparaban otros con el objeto de lograr la difusin mundial delsistema.

    As nos enteramos en este pas del intrigante enfoque de un problema que durante siglos ha preocupado agramticos y fillogos.

    Lo curioso es que podamos habernos enterado antes. Porque el verdadero creador del sistema es argentinoy vive en La Plata.

    All acudimos a verlo. El profesor Salvador de Luca es un hombre de aire modesto y hablar pausado,catedrtico de cosmografa y matemticas, y autor de numerosos trabajos de su especialidad.

    Llegan con ms de tres aos de retraso dice refirindose jovialmente a los lingistas italianos (y quiztambin a nosotros). Luego nos aclara:

    Las bases del sistema las expuse a comienzos de 1953 en un folleto que se titulaba, precisamente, "Sobreun Lenguaje Universal Cifrado".

    Atribuye usted a simple coincidencia preguntamos el hecho de que los profesores italianos anuncien

    como propio el descubrimiento?Qu otra cosa podra ser? Es probable que el principio que me sirva de base, que "las ideas son comunes

    a todos los pueblos de la tierra", se haya vuelto contra m. Sin embargo, creo que la prioridad que mecorresponde est suficientemente documentada, no slo por los folletos que publiqu en 1953 y loscomentarios periodsticos locales que aparecieron ese ao, sino tambin por la numerosa correspondenciaque he recibido de universidades extranjeras a las que remit mis trabajos. Y finalmente, porque la iniciativaest registrada a mi nombre en la UNESCO con fecha julio de 1953 y espero que sea tratada en alguna de lasprximas reuniones de ese organismo.

    En qu consiste su mtodo? inquirimos.

    Es muy simple. Desde la torre de Babel y la confusin de las lenguas, que nos refiere la Biblia, los

    hombres vienen buscando un medio de expresin que sea comn a todos. Los esfuerzos realizados en esecampo son numerosos. El ms conocido es el esperanto, creado por el ruso Zamenhof. Pero hubo otrosanteriores, como el volapuk. La verdad es que todos ellos han fracasado.

    A qu atribuye tal fracaso?

    A que son creaciones artificiales. Y si bien estn basadas en un impulso natural, el deseo decomunicacin, contraran otro impulso natural que ha demostrado ser ms fuerte: la adhesin a la lenguamaterna, consustanciada con la adhesin al suelo nativo.

    Pero objetamos, no es acaso imposible establecer una lengua universal sin que todos renunciemosprecisamente a nuestros idiomas particulares?

    No. Ese idioma universal puede establecerse sin que nadie renuncie al propio ni aprenda otro nuevo. No

    ocultamos nuestra sorpresa.

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    Es muy simple repite sonriendo. Lo que pasa es que ese idioma universal ya existe, slo que nosotrosle damos una aplicacin limitada. Es el antiqusimo lenguaje del nmero. Ms precisamente el nmeronatural, escrito en smbolos arbigos.

    "Sostengo y ste es uno de los fundamentos de mi trabajo, que para obtener un lenguaje de carcteruniversal hay que prescindir en absoluto del sonido, o de la palabra hablada. En otros trminos, dicho

    lenguaje slo puede ser escrito. Pero no es necesario inventar los smbolos de tal escritura, puesto que yadisponemos del nmero arbigo, familiar a todos los pueblos del planeta.

    "Si por ejemplo escribimos el nmero 7, cualquier habitante del mundo, a menos que sea analfabeto,entender lo que quiere decir. Pero no sucede lo mismo con la palabra escrita en su forma literal, puesto quesi escribimos manzana, vgr., no nos entender un francs que ignore el castellano; para l esa fruta se llama

    pomme,para un ingls se llama apple, etctera.

    "Ahora bien, es posible reemplazar cada palabra escrita en forma literal por un nmero que equivalga aella en cualquier idioma.

    "Dicho de otro modo, las ideas o conceptos son comunes a todos los pueblos de la Tierra. Lo que difiereson las palabras que los expresan. Numerar las ideas o conceptos es crear un lenguaje universal."

    Cmo se logra eso?Basta asignar un mismo nmero a las palabras de distintos idiomas que designen una misma cosa. Por

    ejemplo, atribuir el nmero 133 a las palabras manzana, pomme, apple, etc., que en castellano, francs,ingls, etc., nombran la fruta que todos conocemos.

    El nmero 133 sera as el equivalente de "manzana" en cualquier idioma conocido.

    Sera necesario, entonces, crear una tabla de equivalencias?

    Naturalmente.

    Nos muestra el primer ensayo de tablas publicadas por l en marzo de 1953. Abarcaban el castellano,ingls, francs e italiano y constaban de doscientas nueve palabras. Posteriormente el profesor De Lucaelabor tablas ms completas en los idiomas antedichos. Constan de seis mil vocablos.

    Para poner en prctica el sistema es conveniente elegir un idioma "director". En la tabla correspondiente al, o tabla "directriz", las palabras se hallan ordenadas alfabticamente y sus equivalentes numricos siguenel orden progresivo normal, en este caso de 1 a 6.000. Suponiendo que el idioma director sea el castellano,extractamos algunas equivalencias para que sirvan de ejemplo.

    a (letra) ............1

    a (preposicin).2

    abajo................3

    .........................

    amo..................375amonaco ........376

    amor ...............377

    .........................

    fanatismo.........2597

    fantasa ............2598

    .........................

    pampa. .............4298

    pan...................4290

    .........................y (conjuncin) .5936

  • 8/12/2019 Walsh Rodolfo - El Violento Oficio de Escribir.pdf

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    R o d o l f o W a l s h E l v i o l e n t o o f i c i o d e e s c r i b i r

    30

    zurdo................6000

    Si escribimos, pues:

    4290 -377 - 5936 -2598

    y consultamos la tabla castellana, obtenemos: "Pan, amor y fantasa", ttulo de una pelcula que elegimos

    con fines de simplificacin.La tabla directriz es nica y equivale a lo que se llama en criptografa un "cdigo ordenado". En cambio,

    para los otros idiomas, hace falta una tabla doble. La primera o tabla cifrante es para transmitir mensajes;tiene las palabras ordenadas alfabticamente y los nmeros que les corresponden no conservan, por supuesto,el orden progresivo. La segunda, o tabla descifrante, tiene ordenados los nmeros y no las palabras; sirvepara interpretar los mensajes recibidos. El conjunto de ambas es lo que llaman los criptgrafos un cdigo btons rompus ("sin ton ni son"). Supongamos que un italiano quiera interpretar el texto numrico arribacitado. Consultar su tabla descifrante y hallar:

    4290........................pane

    ........................................

    375.....................padrone

    376...............ammoniaco

    377........................amore

    ........................................

    5938 ....o (congiunzione)

    ........................................

    2598 ...................fantasa

    El resultado le permitir una inmediata (e intil) evocacin de Gina Lollobrigida...

    Estas tablas preguntamos al profesor De Luca, no seran demasiado voluminosas e incmodas?

    Un cdigo de seis mil palabras ocupara el lugar de una libreta de bolsillo nos respondeinmediatamente.

    Aun as objetamos, no es mejor un simple diccionario de bolsillo, un diccionario bilinge?

    No, porque usted necesitara un diccionario bilinge para cada idioma ajeno al suyo, y hay varioscentenares... La tabla tiene justamente el carcter de un diccionario universal. Con ella usted podra hacerseentender por escrito tanto en Francia como en Japn, en Inglaterra como en la India, porque en todos esospases, un mismo concepto sera expresado por un mismo nmero.

    Cul sera la utilidad concreta de este mtodo, en caso de que fuera aceptado internacionalmente?Supongamos que usted se halla en Londres, y no sabe una palabra de ingls, pero lleva consigo su

    libreta-cdigo en castellano. Un agente de trnsito provisto de otro similar, en ingls, interpretar en pocoss