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VOL 29 / No. 4 2010 INVIERNO / WINTER, ARÍSTIDE: CELIA Y LECUONA ARÍSTIDE: CELIA Y LECUONA ARÍSTIDE: CELIA Y LECUONA ARÍSTIDE: CELIA Y LECUONA ARÍSTIDE: CELIA Y LECUONA Foto / M. Ramos S.

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Santiago “Chago” Rodríguez

VOL 29 / No. 4 2010INVIERNO / WINTER,

ARÍSTIDE: CELIA Y LECUONA ARÍSTIDE: CELIA Y LECUONA ARÍSTIDE: CELIA Y LECUONA ARÍSTIDE: CELIA Y LECUONA ARÍSTIDE: CELIA Y LECUONA Foto / M. Ramos S.

Founded in March 1982 byHeberto Padilla & Belkis Cuza Malé

Publisher and Editor: Belkis Cuza Malé

Assitant Editor: Renë Dayre AbellaWebmaster: Carmen Karin Aldrey

Copyright © 2010

LINDEN LANE MAGAZINE

Prohibida la reproducción total o parcial. Cada colaboraciónrepresenta la opinión del autor, y la revista no es responsablede los criterios emitidos en éstas. Se aceptan manuscritos,pero se ruega -de ser posible- se envíen a través de nuestrocorreo electrónico. No se devuelven materiales, salvo los quevengan acompañados de sobre y sellos con la dirección delautor. El precio de una suscripción anual a

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ISSN 0736 - 1084

It is a publication by

Linden Lane Magazine & PresPara adquirir un ejemplar de LLM:

http://www.magcloud.com/browse/Issue/119776

P.O. BOX 101582FORT WORTH, TEXAS

76185-1582

22

LindenLaneMag@Aol.comwww.lacasaazul.orgwww.lacasaazulcubana.blogspot.com

Este es un número muy especial, elcuarto y último del Volumen 29.Agradezco a Dios en primer término porhaber podido publicar los cuatro del2010. No ha sido fácil, en medio de lasdificultades que acosan a las empresascomo LLM: la falta de recursoseconómicos, la indiferencia general quegenera todo proyecto cultural que no seael del entretenimiento. Pero gracias a latecnología moderna, a esos genios que haninventado un modo nuevo decomunicación, es posible el milagro deLLM. Somos no sólo una publicacióndigital, sino impresa. Gracias a los que han colaborado eneste número, a la generosidad, en primerlugar, del maestro Arístide. Y a DaínaChaviano -- novelista de famainternacional--, por sus hermosos poemas.Y gracias también a las poetas AlinaGalliano y Elena Montes de Oca; a losescritores Félix Luis Viera, Raúl EduardoChao, Armando de Armas, Baltasar S.Martín, Ena ‘La Pitu’ Columbié (tambiéncon estupendas fotos) y Félix Anesio. Y aClara Morera, por su espléndida obrapictórica. No necesitaría hacerlo, pero quieroseñalar que la decisión de publicar laentrevista a esa artista universal que esAlicia Alonso, ha sido un acto de justicia,más allá de las consideraciones políticasque suelen empañar los juicios de loscubanos de ambas orillas. Alicia Alonsono puede ser ignorada. Sus opinionespolíticas no la invalidan como una de lasgrandes bailarinas del mundo. Y comonunca hemos censurado en LLM, podránleer aquí la entrevista que Baltasar S.Martín le hizo en Nueva York, ilustradacon dos fotos bellísimas de Delio Regueral. Este es el número de invierno, y portanto, de Navidad. No quiero terminar sinenviarles felicitaciones a todos yrecodarles que Jesús es la razón de estacelebración. Y que Dios es Amor yperdón.

Muchas gracias y bendiciones,

Belkis Cuza MaléDirectora

Estimados amigos:

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BALTASAR S. MARTIN

He tenido el privilegio de recibir a Arístide –asíes como firma sus obras, omitiendo esa “ese”final que a los cubanos nos encanta comernoscuando hablamos– en el taller de murales de laFundación APOGEO, y lo primero que me vienea la mente cuando escribo sobre él y suscaricaturas es que su trabajo tiene una graninfluencia matancera, porque nació en Madruga,que es un pueblo muycercano a nuestra “Atenas”.Donde quiera que hayanacido, Arístide es uncreador en toda la extensiónde la palabra, que ha hechodel pentagrama el granmotivo, entre los tantos quehan movido su pincel, paraahora regalarnos esta seriede caricaturas al fresco denueve íconos de la músicacubana e internacional:Ernesto Lecuona, RitaMontaner, Benny Moré,Celia Cruz, Gonzalo Roig, Olga Guillot, Bola deNieve, y La Lupe, precedidos todos por laVirgen de la Caridad del Cobre, patrona deCuba, con el Trío Matamoros en lugar de losTres Juanes, muestra ello también de esajocosidad que lo distingue.Baltasar S.Martín: Voy a empezar mi entrevistaprovocándote: eres un caricaturista “neo-renacentista” que empezó como bongocero, y noun bongocero que dibuja caricaturas, como túmismo has afirmado, ¿qué me respondes?Arístide: Tanto como “neo-renacentista” no,pero surrealista sí; eso, un caricaturistasurrealista, si me pides una clasificación. Creoque es porque nací en el medio, en Madruga,entre Matanzas y La Habana, y entonces siempre

sueño en medio de las dos bahías, y eso hagocon mi caricatura, una fusión de sueños demúsica con sueños de plástica.Baltasar S. Martín: De los seis aspectos en que

tú y yo hemos concordado que debe satisfacer unartista para que su obra trascienda (talento,oficio, sello propio, mensaje, renovación y

ética), ¿cuáles cumples, cuáles no, y en quémedida?

Arístide: La vida es un eterno intentar cumplircon esos aspectos, y eso hago. Como decía el

escritor santiagueroJosé Soler Puig,

“trabajo todos losdías para que cuando

llegue la musa, meencuentre

trabajando”Baltasar S. Martín:

Publicaste tuscaricaturas en

Combate, el diariodel Directorio

Revolucionario; en elsemanario Palante;

en la revistaBohemia, y fuiste director artístico de la revista

Opina; todas voceras, quieras que no, delrégimen castrista: ¿consideras que pudiste pasar

por el fango sin mancharte?Arístide: Bueno…, difícil no enfangarse con

tanto barro…, pero como los perros cuando sezambullen y luego se sacuden el agua…., yo

también me sacudí el fango.Baltasar S. Martín: ¿Avalas mi afirmación de

que tu personaje Subdesarrollo Pérez fue algo asícomo tu alter ego, heredero del Liborio y del

Loquillo de la etapa prefidelista?Arístide: No, no, no…, Subdesarrolo Pérez nofue mi alter ego; del Liborio sí heredó laidentificación gráfica del costumbrismo cubano,

ARÍSTIDE

pero del Loquillo noheredó nada. Enverdad,Subdesarrollorepresenta a losmiles de cubanosque para sobreviviren la Isla nos vimosobligados a manejaruna doble, triple, yhasta una cuádruplemoral. Por esoterminamos los dos,personaje y autor,“congelados” para laprensa por ocholargos años.Baltasar S. Martín:¿Cuál considerasque fue tu mayorlogro artístico dentro de Cuba?Arístide: Creo que haberlogrado que SubdesarrolloPérez esté inscrito en lahistoria gráfica delcostumbrismo cubano. Elpersonaje es resultado ysíntesis de esa fusiónsurrealista del antes del ‘59,con su medalla de la Virgen delCobre en su pecho y el tabacoen la boca; y del después del‘59, con sus botas, pantalón demilicia y su hablar demagógicoy populachero; fusión que lepermitió serpentear por algúntiempo la censura oficial. Unalto dirigente del gobierno queen una ocasión visitó elsemanario Palante y Palante,donde aparecía Subdesarrollo,dijo: – “El mejor personajehumorista de este momento esSubdesarrollo Pérez, pero en loque falla es que critica pero noda la solución”; como siSubdesarrollo hubiera podidodar solución a lo que elgobierno era incapaz deresolver.Baltasar S. Martín: ¿Ha sidoel exilio para ti un

elemento adverso oenriquecedor para tuobra?Arístide: Enriquecedor,el exilio ha sidoenriquecedor para mí;me ha dado otradimensión, al tenerdistancia emocional ylibertad de expresión.Pintar La Habanaviendo los cerros deBogotá es unaexperiencia divina dememoria y de amor. Hepodido en la distanciadibujar al cubano y a laCuba que siempre hevisto y he querido.Baltasar S. Martín:

¿Qué te motivó a aceptar conese entusiasmo tan juvenil elproyecto de Roberto y YeneyRamos, del Centro CulturalCuba Ocho, y de la FundaciónApogeo, de hacer una galeríade caricaturas al fresco de losíconos de la música y de lacultura cubanas?Arístide: Primero, agradecer a

Cuba Ocho y a la FundaciónApogeo por haber pensado en

mí para el proyecto; ysegundo, porque me ha

parecido una muy buenaoportunidad para seguir con

mi fusión de sueños demúsica y de plástica…; gracias

por permitirme trabajarcreando esta galería de

caricaturas de grandes músicoscubanos para emplazarlas en la

fachada de este importantecentro cultural miamense.

Baltasar Santiago Martín,escritor y periodista, ha publicado

recientemete Una vida, un tren, unviaje, y es director de la Fundación

APOGEO para el arte público.

Aristide. foto/ Alberto Romeu

Arístide: Benny Moré

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DAÍNA

ChavianoCIUDAD SIN DUENDE

Esta ciudad no logra retener sus fantasmas.Sus piedras son muros que caen cada díaen un verano prematuro y castoNo puedo amar sus yermos rincones sin historia,ni sus puentes de cristal helado.Esta ciudad se muere al menor soplo,pero no como mi Habana que agoniza de abandono,sino como un plato de algas rarasque nunca se deja probar.Esta ciudad me duele cuando pienso en aquélla

rota y esquizoide como una princesa hambrienta.No me sangran los ovarios cuando pronuncio su nombre(¡y tengo cada abortos si recuerdo la mía!)Esta ciudad me sabe a sal desconocida.No me toca, no se deja penetrarpor mi memoria vaginísima.Estas calles nunca sudan: sólo reverberan.

Las miroy se me abre un desierto en el corazón,una noche oscura y sin mar.Esta ciudad me tienta, pero no logra hechizarme.Jamás batirá su cinturacon ese jadeo animal con que gozaba la mía.Nunca abrirá sus piernas a los augurios del trópico.Sus plazas no verán el diluvio final.Esta ciudad nunca será mía.Es demasiado anglo esta ciudad.

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Un fantasma se asoma al espejo,sonríe y sonríesu boca de mefisto al proponer un pacto:apaga las ventanas y cierra tus afectos.Lleva en brazos los versos que mañana escribiré.¿En qué sitio del pasado dejé mi corazón?Dibujo a saltos un libro,un talismán de luz para explorar otros tiempos.¿Cuándo cerré mis alas y caí sobre esta silla?A veces pienso que estoy vivay salgo a la calle con algún disfraz.El de mujer triste requiere unos ojos oscuros,grandes para impresionar.El de mujer hermosa lleva un chal sobre los hombrosy unas campanas de vida en torno a la cintura,los pies descalzos para beber la lluviay una oración de gozo en cada oreja.Pero todo es apariencia,¿En qué rincón del mundo he perdido mi sombra?(¿Fue enterrada por descuido junto a algún poeta

enfermo?)El fantasma del espejo vuelve a llamarme por señas,sonríe y sonríecomo si el destino existiera.

FANTAS

MA DE MUJER

Clara Morera: mujer Orisha

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DAÍNA CHAVIANO: Publicó en Cuba varios libros de fantasía y ciencia ficción,convirtiéndose en la autora más vendida de ambos géneros en la isla. Tras abandonar supaís, en 1991, inició la escritura de su ciclo novelístico «La Habana oculta», compuestopor El hombre, la hembra y el hambre (1998), Casa de juegos (1999), Gata encerrada

(2001) y La isla de los amores infinitos (2006). Ganadora del Premio Azorín de Novela(España, 1998) y la Medalla de Oro al Mejor Libro en Lengua Española (Florida Book

Awards, EE.UU. 2006), entre otros. Ha sido traducida a unos treinta idiomas. Sitio Web:www.dainachaviano.com

EL DIOS DE AGUA

Mesías del fuego,boca perdida en el silencio del agua:tú sabes del pozo antiguo de las inundaciones,de los trópicos sepultos en mi cuerpo.Soy un gesto de luz,una pálida fiebre en tu costado.Me arrimo a tu lengua en secretoy muerdo tu sonrisa de lujosa porcelana.Nadie sabe que mi piel es un muestrario de tus manos.Un sagrario pondría en tu vientre de perla.Mis reliquias son tus besos, mi dios pálido y antiguo.Si muero,quiero que me entierren bajo tus ojos cerrados.

Clara Morera: El hombre del maíz

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Clara Morera: detail-Saint-Bird-1

72El cristal de los vasos desintegra la mesano hay aire a contra labio,un plato de distancias sobre el mantel,

descansa,sólo un verbo decanta en la pupila,los reflejos se mecen simplementedesarreglando el cielo o las cisternasy lo desconocido en mí pare sus símbolos.Con qué sonido estrenaré la medulapara poder llamar lo vivamente vivoentre el coral de una navaja y este inviernohasta que el corazón converse diente a diente.¿Quién puede ser en esta noche un filo ventana?¿quién un trozo del Hudson

quebrándome los ojos?¿quién podría borrarme las huellas

digitalesy escribirlas quizás sobre otros cuerpospara poder nombrarlos eliminando

esas muertesque cuelgan de los hombros?Mido el olor y mido la ternura y

mido el espacio de lo brevey no es posible entender a volumentanta respiración sobre el planeta,porque nunca es posible desplazar la conscienciade lo que sin respiración nos acontecey nos dice que un pino también puede guardarnosdesde una sombra más densa e inoportuna a seis pies de insalvables lejaníaspara el beso o la risa entre las sábanas.

AliNa GAlliano

Clara Morera: detail-Saint-Bird-2

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Alina Galliano nació en Cuba y reside en los Estados Unidos. Ha publicado entre otros, Entre el párpado y lamejilla, Colombia, 1980, y Hasta el presente (Poesía casi completa), España, 1989. Su obra La geometría de loincandescente (en fija residencia) ganó el premio “Letras de Oro” (1990-1991) en el género de poesía. Estos poemaspertenecen a un libro en el que actualmente trabaja, Los días que ahora tengo. En Marzo del 2010 fue parte de lecturade poesías en Barnard College.

79El corazón descansa en el presente, algunas veces,regresa a esos perfiles que guarda la memoria.Las únicas fotografías que conservo,si quiero conversar con lo que ha sido o lo que puede ser,desde estos tiempos donde los cambios son tan inminentescomo una taza de café o un cigarrillo después que me levantoa un pulso transparente sobre el día.Nunca he aprendido a verme definida en instantáneasque develen mis viajes, mis amores, las despedidas,las circunstancias que me salen al

paso aquí en Manhattan.Me doy cuenta que devorando el paisaje,las pausas del vivir, los kilómetros

dejados entre abrazos y ciudades,pausas que saben mis reseñas

a cotidianos momentosfuera de los relojes y las expectativas,pausas que saltan como liebres

diseñando el planeta,sus guerras o las posibles democraciasque para hablar descuartizan de

raíz la razón y resultan ser tan feroces, como un golpe rompiéndote

las vísceras.Los rostros que he querido me

atrapan los párpados,me sorprenden a esquinas de ternura y saben caminar abiertamente

esa brújula antigua donde guardo a una pura emoción

el sentimientode seres que no están pero persistenlo mismo que un aroma entre mis huesos

Clara Morera: Primer santo pájaro de La Habana Vieja

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3¡hágase la luz sobre esa puerta!¡qué desangrada pared!¡qué inútil tiempo de morir se esparce!escribe, huye, pregunta, mientrasel carcelero estruja tu cuello.¡vayan despacio estas manos furiosas porque seha levantado la luz!el breve tiempo ama sin nosotros.

9raída en la memoria surge la casaalbercas y tinajas que ya no cantanel esplendor del agua.bocas secas las ventanaspor donde la muerte anidahay que ofrecerle un tilo.quizás para que vuelva aquella Nochebuena.hay que darle cepillo a los zapatosquitar la telarañaofrecerofrecerle a la casala antigua alegría de la lámpara.

elena MONTESDE OCA

Clara Morera: La esquina de la tormenta

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16te llevaré a pasear por las calles del mundo.irás con un sombrero blanco.yo solo llevaré un pez en la solapa.en una tarde roja de Altamirapondré una pluma blanca en tu sombreroserá una pluma eternaun extraño amuletoque un náufrago olvidó junto a una flecha.he de mirar tus ojos en el desiertojunto a las catacumbas y los jardinesque un rey construyó para su amor.encontraré tu nombre escrito en otras lenguasen el batir de un alaen el olor de un frescocuya textura evocaré en tu piel.hechicera del barrono lances la flecha que el solitario cazadordejó en tu umbral.mira mejor el gesto que yace enamorado.déjame serdéjame ser ese pan empezadola sombra que espera.tan solo unos instantes surcarás el tiempoy harás blanco en las calles de mi pecho.pero si vienes no olvides la estación.ven certera mi amor, lanza la flecha.recuerda la blanquísima pluma en tu sombrero.

Elena Montes de Oca, nació en Cubaen 1950. Es poeta Trabaja en un nuevolibro: Obrapía del canto, al cualpertenecen estos poemas. Vive en MiamiBeach.

Clara Morera: Cristómano

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un poeta que fuemi abuelo

Armando de ArmasHe tenido la grandísima suerte de ser el presentador de losdos últimos libros publicados por mi amigo, el poetaArmando Álvarez Bravo: Cuaderno de Campo y Poemaspara la Princesa. En el libro anterior, en la presentacióndel libro anterior, me daba gusto, regusto, recalcando lacondición irreverente, incorregible, incorrecta, políticamenteincorrecta, conservadora en suma, de la vida y la obra denuestro autor. Hablaba también aquella vez, aquella noche,que en ocasiones, la mayoría de las ocasiones en verdad, lacercanía nos impideapreciar las cosas, a laspersonas, la verdaderadimensión de las cosas ylas personas, de laspersonas y sus obras,decía, recuerdo, que nose dejen engañar por lacercanía, pues lacercanía suele ser malaconsejera, y que por esoen la antigüedad loshombres de poder, losreyes, tomaban distanciade sus súbditos y aún desus consanguíneos, miraral rey a la cara eraterrible, era tabú, un tabúcuya violación pagabacon la vida el indiscreto y aún el distraído, y que superadoese tiempo, el tiempo de esa precaución, la cercanía empezóa minar, distorsionar las relaciones entre los hombres,rectifico, entre el hombre marcado por la excepcionalidad,del poder o de las musas, dos formas de poder en definitiva,y el resto de los comunes mortales.

Este libro, esta presentación, quizá no se preste paraabundar en la andadura, pensamiento conservador del poeta.Pero, sólo en apariencia, pues si algo hay que empezar porpreservar, conservar, en los tiempos que corren, quizá entodos los tiempos, ello es la familia, tan atacada,impunemente atacada, diríamos, por la comparsabullanguera de la corrección política, de esos que hablan,digamos, a favor de la unidad, bienestar y desarrollo de lafamilia latinoamericana, y nada a favor de la unidad,bienestar y desarrollo de la familia en concreto, patria menory esencial, compuesta por un padre, una madre y su prole.Luego, en el orden natural de las cosas está que un poeta,un pensador de la índole incorrecta, conservadora, haga

poemas a la familia, a los integrantes de su familia. Algunoshan criticado a nuestro bardo por este libro, Poemas parala Princesa, dedicado a su nieta Ana María, y por unoanterior, La belleza del físico mundo, dedicado a su nietoJoseph Armando, según los críticos, severos ellos, seríantextos ñoños que no estarían a la altura (como si la alturadel poeta no estuviese también, y sobre todo, a ras de mundo)de obras como Órbita de Lezama Lima, de El azoro, Juiciode residencia, y de la ya mencionada Cuaderno de Campo,de títulos y nombramientos tan rotundos como Miembro denúmero de la Academia Cubana de la Lengua,correspondiente de la Real Academia Española y laAcademia Norteamericana de la Lengua Española, miembrovitalicio de la American Translators Association y expresidente del PEN CLUB de Escritores Cubanos en elExilio. Olvidan que para un poeta no hay temas de altura demayor o menor altura, que el poeta, sí lo es, torna en alturalo que toca, lo que trabaja, el poeta es la altura, no los temasque trata.

Por supuesto, no esfácil hacer poesíadedicada a la madre, a lospadres y, menos aún, a losnietos, pero, los poetas,los hombres, están paralos riesgos, para correrlos,y si por algo merece lapena correr riesgos, quizálo único que lo merezca,eso vendría a ser lafamilia, y sobre todo, losmás pequeños de lafamilia. Bueno, están losriesgos y el ver cómosalimos de esos riesgos.Creo que Álvarez Bravosale airoso, y lo lograporque muchos de los

poemas del libro que hoy presento a ustedes no son poemaspara nietos, son poemas, algunos de ellos dotados de unagran profundidad. Por ejemplo, en el poemaRecomendaciones a Ana María leemos:

Haz todo lo que quieras hacer,que, aunque no lo comprendas,Siempre es lo que debes hacer.

Y más adelante en el poema, El Juego, podemos leer losiguiente:

Todo lo que eresY todo lo que serásestá en tus juegos.Dos fragmentos, flechazos que muestran la

paradoja, luego, la profundidad de pensamiento en muchosde los poemas de este libro. Acá se le habla a una niña, se letraza un mapa de conducta futura, pero no se le subestima,no se atenta contra su inteligencia, no se le hiere suinteligencia, la niña ha de estar alerta, muy alerta, sabiendoque ha de atravesar un bosque verde vestida de rojo, un

Clara Morera:Parabán

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bosque donde, además, merodea un lobo que si no es ferozcomo en el cuento, al menos, seguro, no traerá la mayoríade las veces las buenas intenciones. Complejidad que noha impedido que la poesía de Álvarez Bravo este dotada,bien dotada diría yo, de júbilo, inocencia, celebración delo bueno y de lo bello, del juego, de la iluminación de ladicha y de los sueños y de los deseos, y muy importante,de entrega familiar.

El mismo Armando ha dicho en relación con estelibro que presentamos hoy: “En mis poemarios siemprehe dado testimonio de mis vivencias, pensamientos,reflexiones, certidumbres, fe, patria, paisajes, cotidianidad,deseos, sueños, obsesiones y pasiones, ganancias ypérdidas, deslumbramientos ante la naturaleza y las cosasy todas las preguntas que no dejo de hacerme conconstancia en mi a ras de mundo. Así, mis poemas puedenverse como mareas en que el conocimiento de la plenitudy de su reverso son un absoluto. Dan minuciosa cuentadel hombre que soy, yo que creo que un poeta es un hombreque quiere ser todos los hombres.

“En mi poesía, la inocencia es un factor central.Y la infancia un indescriptible, mágico territorio que meafano en precisar, rescatar y preservar. La inocencia es laclave de la salvación. En tiempos terribles, la inocenciade mis pequeñas hijas, Liana y Lourdes, me dio fuerzaspara soportar lo insoportable. Tantos años después, en estostiempos, que en ocasiones pueden también ser difíciles,debo esa inmensa gracia a mis nietos, Joseph Armando yAna María”.

Acá en lo dicho por el poeta hay algo que quierodestacar, puntualizar: “La inocencia es la clave de lasalvación”. Esto me lleva a Cristo, a algo que dicen quedijo Cristo, en Mateo 18:3, en la versión Reina Valera de

la Biblia, 1909, se puede leer: “De cierto os digo, que si no osvolviéreis, y fuéreis como niños, no entraréis en el reino delos cielos”. Aquí, quizá, además de la presencia de lo cristianoen la obra de Armando, bueno la presencia de lo cristiano estáen todo Occidente, es todo Occidente, pero me refiero a laespecial presencia de lo cristiano en la obra de Armando,además de esa especial presencia, aquí, en la inocencia comoclave, encontramos quizá la razón fundamental por la cualJoseph Armando y Ana María cuentan cada uno con supoemario. Alertaba al inicio de esta presentación de Poemas parala Princesa, y en la anterior, en la de Cuaderno de Campo,acerca de los peligros de la cercanía, de no tomar la debidadistancia para ver la verdadera dimensión de las cosas y laspersonas, de las personas y sus obras. Creo, repito, que es unpeligro que Armando Álvarez Bravo ha sabido sortearadecuadamente, pero, hay un segundo peligro a sortear, no yapor el poeta, sino por los niños Joseph Armando y Ana María,niños que pronto ya no lo serán, que pronto se adelantaránpor los atajos de la adultez con todo lo que ello significa, elpeligro de no entender la dicha que un día tuvieron, no ya detener un abuelo que les escribía poemas, sino que la dichaestuvo en tener un poeta a mano, en la casa, un poeta quesupo ver, detectar en ellos materia prima moldeable, obraalquímica, para sus poemas. Así que, ojo, muchachos, nadade decir mañana, yo tuve un abuelo que fue poeta, no, nadade eso, acá el orden es importante, digan, deberán decir, yotuve una vez un poeta que fue mi abuelo.

Armando de Armas (Cuba, 1958), escritor, ensayista yperiodista, licenciado por la Universidad Central de Las Villas,tiene varios libros publicados, entre los que destacan Mitosdel antiexilio y su novela La tabla. Vive en Miami.

Armando AlvarezBravo

Poemaspara la PrincesaEdiciones UniversalLIBRERIA UNIVERSAL 3090 SW Calle Ocho, Miami 33135

(305) 642 3234

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La calle San Vicente cruzaba este-oeste una buenaparte de aquella ciudad de Santa Clara, curiosamente connacimiento en uno de sus dos ríos venerables, el Cubanicay,y término en el otro, el Bélico (o también, claro, se podríadecir que a la inversa); larga, atravesaba lo dicho en estrictalínea recta.

A las tres de la tarde está ardiendo la calle SanVicente en el verano calcinante de Santa Clara: un braseroen la piel. Pero Robertón lo decidió desde ayer: Vamos aterminar de una vez con ese trabajito más bien por caridad,que la pobre mujer.

La mujer vive en el extremoeste de San Vicente, más o menos apar de cuadras del Bélico, y estápriorizada por la EmpresaConsolidada de Reparación deTelevisores. Pero la Consolidada nocuenta con un bombillo llamado RQ-6y la mujer está desde hace mucho sintelevisor. “Yo puedo más que laConsolidada –le había dicho Robertóna la hermana de la mujer cuando lavisitamos por primera vez, ella lo habíamandado localizar con decenas depersonas–: yo le busco el bombilloese”. Quién sabe de cuál aparatodesahuciado pudo el maestro al finsustraer el bombillo. “Ya tengo el RQ-6 canalla ese –me dijo ayer–, y se loponemos mañana por la tarde a lapobre mujer, pues recuerda que por lamañana tenemos unos cuantoscompromisos”. Por la mañana hicimoslas visitas a televisores en un carro dealquiler de la ANCHAR (AsociaciónNacional de Choferes de AlquilerRevolucionarios) que le había prestadoun socio a Robertón. Así, de paso, éldespista. Parece que estamos dandoservicio de carreras de alquiler y, porlo tanto, anda el maestro trabajando enlo que tiene permiso del Gobierno..

Ya lo he dicho: en este trabajosoy, aún más que en los otros, sólo elayudante. “Agarra ahí”. “Tráeme acá”.

“Hala aquí”. “Desenrosca aquí”. Me dice el maestro. O lebusco en la bolsa de herramientas destornilladores, trocitosde goma, lijas, bombillos viejos, el amperímetro, y se losalcanzo. Él me iba explicando lo que hacía, pero, aunquejamás se lo dije, nunca entendí algo ni remotamente.

Hubo que entrar hasta el cuarto de la mujer. Tieneel pelo crespo, pero la piel blanca. Debe ser por el montónde años que lleva sin salir a la calle; el pelo se le ha quedadode mulata, pero la piel se le ha hecho blanca. El televisor sehalla frente a la pielera de la cama. La mujer, sin dejar demirarnos, nos dice angelitos si pudieran arreglármelo yagrega que tiene a muchísima gente buscándole el RQ-6 encasi todo el país, pero no aparece, ¿me comprenden?...Esque es mi principal entretenimiento, estoy desesperada. Hayun orinal y una escupidera junto a la cama y una palanganasobre una mesita en un rincón. El cuarto da a la calle y tieneuna ventana enrejada, ancha, y larga casi de techo a piso.Esta ventana debe ser la frontera entre ella y el mundo. Enla casa viven además la hermana de la mujer con su maridoy cuando fuimos por primera vez la hermana dijo: A ver,por la Virgen, si se lo arreglan, mi marido paga lo que sea,consigue el dinero que sea.

¿Y por qué sudas tanto?, mepregunta la mujer. Mucho calor poresta calle, le respondo. Ella mira ala calle como si mirara por lapantalla de un televisor a Finlandia,allá tan lejos. Sus ojos sonencuevados, oscuros. Se hallatapada hasta el pecho. Entre una yotra operación la observo, y sumirada, angustiada, está yendo denuestras manos a los lugares dondeéstas se meten.

Robertón saca una canequita yse da un trago de ron y me brindasin mirarme; yo, antes de dármelo,vuelvo la vista hacia la mujer: ellame está mirando y, al ver mivacilación, sonríe levemente, sinmostrar los dientes.

Debimos halar hacia delante eltelevisor, que más bien parece unarmario y pesa casi lo que tal, desdela pared, contra la que se hallabapegado, hacia delante para quitarlela tapa trasera y hacer el trabajo; lopusimos con el fondo hacia laventana, para aprovechar la luz.Íbamos a llevarlo para la sala. “No.Aquí”, dijo la hermana. Estamosmás o menos a un metro de lapierna izquierda de la mujer, o dedonde debe estar su piernaizquierda bajo la sábana.

Esta mujer nunca ha caminado

El corazón delRey

FÉLIX LUIS VIERA

Arístide: Bola de Nieve

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por las calles de Santa Clara –pienso–, ni por calle alguna,nunca ha amado a ningún hombre ni ha sido amada porhombre alguno ni jamás se ha puesto un uniforme nuevopara ir a la escuela ni ha ido nunca a la escuela, no ha tenidola lengua de un hombre agarrada con la suya ni ha esperadoa hombre alguno en una esquina ni la masturbaron ni se hamasturbado ni la desvirgaron ni ha bailado ni ha cocinadolos frijoles ni buscado un mandado a la tienda ni se ha puestoun vestido nuevo que mandó hacer ni ha esperado ese vestidocon la ansiedad incauta de las mujeres que esperan un vestidonuevo que les están cosiendo para ir el sábado a la fiesta,nunca fue un domingo al Parque Vidal a dar vueltas y vueltasen sentido contrario a las vueltas y vueltas que dan loshombres en espera de que aquel que le sonrió al cruzarsecon ella en la vuelta anterior vuelva a cruzarse en el mismopunto en esta vuelta y le diga adiós belleza y adiós flor deabril y adiós petalito de mayo o quizás adiós ricura o adiósbárbara o adiós belleza asesina y se detenga y se emparejecon ella en la vuelta número diez o doce y siga y la vayaenamorando hasta la casa y le compre un helado durante elcamino y queden en verse mañana en una esquina cercana,nunca, nunca enamorada ha mirado a la Luna ni a Venus nia estrella alguna desde un banco anochecido en un parqueni nunca ha tenido una mano de hombre en la suya ni se leha humedecido la vagina durante un encuentro en las lunetasde un cine, nunca unos dedos trepándole por los muslosque finalmente habría ido abriendo más y más hasta aceptar

el rozamiento del clítoris y el estallido entrepierna. “¡Agarraahí, muchacho!”, me dice Robertón, “... que hoy estás mediozonzo, chico, seguro por el calor”, y sonríe mirando a lamujer como para disculparse por el tono áspero.

Cojo el destornillador y le alcanzo una tira de teipey el maestro sigue remendando. Los televisores quereparamos –o más bien repara él– por dentro parecenpantalones zurcidos. Robertón enchufa el cable altomacorriente y veo que los ojos de la mujer se avivan,esperan el fuetazo de luz en la pantalla; todas las lealtades,traiciones y esperanzas amorosas todas las peleas con elmarido que no tuvo toda la ropa que nunca le lavó a loshijos que nunca engendró todos los frijoles que se lepudieron quemar por un olvido y todos los coitos que habíallevado a cabo en su vida están ahí, en esa pantalla; lo puedoasegurar al mirar a sus ojos cuando el trabajo de nosotrosparece prosperar; lo he visto en un temblor momentáneo,espasmódico, apenas perceptible, en las partes de la sábanabajo las que deben estar sus manos. De vez en cuando entraalguna lasca de aire por la gran ventana. Yo sigo sudandoen exceso. Por la mujer. No por el calor, que aquí adentrono es tanto. Pero no se ilumina la pantalla. “Carajo”,murmura Robertón.

Ya él le ha puesto ese bombillo RQ-6, le hatrasteado todo el circuito y metido varios empates, y nada.Los ojos de la mujer se cierran y se abren y miran a Finlandia,por la ventana, ladeando ligeramente la cabeza, como sólo

A R S M A G A Z I N E Adquiéralos en

http:www.magcloud.com/browse/Issue/131440Zoé Valdés / Gustavo Valdés

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puede hacer. “¡Ah, ya!”, exclama Robertón a seguidas deun resoplido. “Ya, ya sé lo que es”. Saca un manual,mugroso, desbordado de acotaciones con lápiz, me explicados o tres asuntos con un tono optimista que le hace irradiarsus ojeras y digo “perfecto” aunque sólo he entendido quizásun diez por ciento. “Verás ahora, carajín”, masculla, “estoqueda piano ahora”, y me pide materiales e instrumentos dela bolsa. Y arremete.

¿Y qué hace la mujer cuando la televisión no estátransmitiendo? Le leen. Le leen revistas y periódicos ycualquier cosa, me había contestado eldía antes Robertón. Pero no es lomismo. Hay montones de revistas,periódicos y libros en cualquier ángulodel cuarto. Pero no es lo mismo. En sucaso no es lo mismo porque ella necesitaver gente hablando y accionando ydrama y vida en imágenes, ver ver verlo que no ha vivido en persona. No lebasta con una página, con hileras deletras escuchadas, necesitaba estar estarestar en la figura, en la risa y la muecay en el gesto con el vaso a los labios yentre una multitud que patina y tras unaspiernas que saltan y mediando entre unbofetón y un rostro y mirando cómosubrepticiamente dos bocas se pasan susjugos y esquivando una flecha o unabala que finalmente parte el pecho deldestinatario, y sólo con esa caja de luzque Robertón está intentando repararpuede conseguirlo. ¿Y desde cuándoestá así la pobre mujer? Desde los dosaños de edad, me había contestado eldía anterior Robertón. Ahora tienecincuenta y dos y está así desde unaccidente a los dos años de edad. Sucuerpo se halla muerto hasta el cuello.Si la arrearan en silla de ruedas habríaque amarrarla como a un saco hasta loshombros y, aun así, en buena medida su cabeza se iría haciaun lado, hacia el otro, hacia atrás, hacia el frente. Desde quetuvo uso de razón se negó. Ni un paseíto así. Para que no sele pudran partes del cuerpo a ratos la ponen de un costado,del otro, semibocarriba, semibocabajo, la reclinan, y leaplican mucho talco luego de lavarla. La cama tiene rueditas,pueden llevarla hasta la sala, nada más. Pero ya hace muchotiempo que ella no quiere que la muevan. Ni que le hablen.Ni que la miren.

Robertón mete el brazo y ajusta algo allá en lasentrañas del televisor. Miro a la mujer: sus ojos encuevadosy oscuros van directamente hacia el brazo de Robertón yhay un temblor momentáneo, casi imperceptible, en esa zonade la sábana bajo la cual debe estar su mano izquierda, yuna gota de sudor le baja por la frente, tan blanca. ¡TRAC!Ha enchufado Robertón y ¡TRAC!, se enciende la pantallacon el patrón de pruebas. La mujer me envía otra sonrisa,

pero ahora enseña una línea de los dientes; sus ojos se abren,parecen soltarse de sus cuevas. Se altera su respiración: lasábana cimbra, ligeramente, a la altura del pecho.

Robertón suelta un suspiro y dice “perfecto” luegode darse un toque de la canequita, cuando está llegando lahermana de la cocina. Él comprueba cambiando de canal ydándole al volumen y al brillo y al contraste “¿ven?”,“¿ven?”, “perfecto”, diciendo a ambas. La hermana preguntacuánto nos debe. Robertón y yo estamos recogiendo losinstrumentos y materiales y nos miramos de medio lado,

agachados. “Nada”, responde él. ¡Cómoque nada!, exclama la hermana. Nada.Vuelve a responder Robertón, nada, nada,nada, nadita, señora, nada, enfatiza. Lahermana dice pero cómo puede ser eso,con tanto trabajo que pasaron paraconseguir ese bombillo, con tanto que hanhecho ahora en fin, cómo puede ser.Como son las cosas cuando son del alma,responde Robertón sonriendo.

La hermana dice ah, los de laConsolidada los pobres que estánbuscando el dichoso bombillo por todaspartes y de seguro en cuanto lo tenganvendrán a ponerlo, pero ya el televisorestá reparado. No se equivoque, señora–dice Robertón rastrillando el dedoíndice de la mano derecha hacia lahermana–: si vienen los de la EmpresaConsolidada con el bombillo usted lesdice que se lo pongan, que el que tieneahora se lo prestó un amigo, y entonceséste lo deja de repuesto, mire que estatragedia socialista cubana no tiene paracuando acabar, señora. Entonces dice“muchas gracias, que Dios y todos lossantos se lo paguen” la voz de la mujer.Nos volvimos hacia ella ambos diciendo“no hay de qué” mientras la hermana nosinvita a la cocina a tomar café.

La voz de la mujer se transformó completamenteal darnos las gracias. Las once palabras de “muchas gracias,que Dios y todos los santos se lo paguen” parecieroneternizarse: la cadencia, el timbre de la voz de la mujer aldecir esta frase tenían algo que no parecía ni del más acá nidel más allá. Llegaron como alguna melodía que podríaacrisolar todas las voces hermosas por mí escuchadas. “¿Ya ti qué coño te pasaba que estabas como medio zonzo alládentro, que ni siquiera atendías a mi hacer y decir?”, mepregunta el maestro arreando ya hacia arriba por la calleSan Vicente, que aún arde bastante. “¿A mí? Nada, nada”,le respondo.

Arístide: Rita Montaner

Félix Luis Viera (Cuba,1945), poeta, cuentista ynovelista. Su Con tu vestido blanco fue premio de novelaUNEAC 1987). Tiene varios libros publicados. Vive enMéxico, donde recién vio la luz El corazón del Rey.

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SantiagoMartín

Unavida,un

tren

Baltasar S. MartínDesde 1940 hasta 1948 Alicia Alonso formó

parte del entonces Ballet Theater de Nueva York. En1943 hizo su genial debut enGiselle, y en 1946 fue ascendidaa primera bailarina de lacompañía. Aunque una crisistransitoria del BT a mediados de1948 propició que Alicia,Fernando y Alberto Alonsopudieran realizar su tan carosueño de fundar en su Cuba nataluna compañía de balletprofesional –el hoy renombradoBallet Nacional de Cuba–, Aliciacontinuó regresando a bailar conel colectivo neoyorquino –nombrado a partir de 1955 comoAmerican Ballet Theater– hasta1960. Veinte años en total defructífera colaboración, queenriquecieron no sólo la historiapersonal de la prima ballerinaassoluta cubana, sino el nivel yel acervo de la compañíanorteamericana.

Cuando Alicia comen.-zó a tener problemas serios consu vista, en lugar de desistir debailar, esta mujer nacida para ladanza se crece ante laadversidad, construyendo nosólo su leyenda personal, sinotambién la del Ballet Nacional de Cuba, que con 62 añosde fundado está considerado entre los mejores del mundo.

la eterna Giselle,cumplió noventa:

ALICIAALONSO

BALTASAR S. MARTÍN: Alicia, su padre eramasón como lo fue también José Martí, pero a usted labautizaron como Alicia Ernestina de la Caridad del CobreMartínez del Hoyo: ¿cómo logró su madre convencer a supapá para que accediera a ese tercer nombre “de la Caridaddel Cobre”, tan católico?

ALICIA ALONSO: Mi padre, aunque laico porexcelencia, era un hombretolerante y comprensivo.Amaba mucho a mi madre,y nunca fue un obstáculopara que ella fuera unacatólica practicante. Inclusomi hermana y yo noseducamos en un colegio demonjas, en el ColegioTeresiano, y mis hermanosen el colegio La Salle.

BSM: Se diceque usted es una gran amantede la naturaleza y de losanimales, sobre todo de losperros, ¿recuerda usted a quéedad tuvo su primeramascota, y cómo la llamaba?

AA: Elrecuerdo más lejano es el demi perrito Truly, pero noestoy segura de mi edad enesa época, quizás 6 ó 7 años.

BSM: Ustednació el 21 de diciembre de1920, el día del año en quese produce el solsticio deinvierno, un acontecimientomuy impor-tante para losceltas y para los masones, en

el que el sol renace y la vida se renueva en la tierra. ¿Estáusted consciente de la singularidad de la fecha de su

Foto/ Delio Regueral

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Banes: La piel de la memoria/

LindenLanePressP.O. Box 101582Fort Worth, TX [email protected]

cumpleaños?AA: Esas coincidencias me sorprenden, y me dejan

pensativa. Hay otras predicciones que coinciden con esafecha, como la de los mayas, que creo marcan el inicio o elfin de una etapa, precisamente un 21 de diciembre. No tengouna explicación lógica para estas cosas.

BSM: ¿Recuerda usted la hora exacta en que seprodujo su nacimiento?

AA: ¿Sabe usted que no me acuerdo? Me gustaríaque hubiera sido con la luz de la mañana, en un día claro ycálido.

BAS: A propósito dela fecha que estamoscelebrando, el crítico de balletRoger Salas afirma que ustednació en 1917, en vez de en1920. Pero yo por supuesto nole creo, porque, entre otrascosas, en el horóscopo chinousted cumple las característicasdel mono y no las de laserpiente. ¿Qué puede decirmeal respecto? AA: Las especulacionessobre el verdadero año en que nací hace tiempo forman partedel “folklore” del mundillo artístico. Creo que ha contribuidoa ello mi larga carrera, y los errores de los diccionarios. Lasversiones de que nací antes de 1920 me halagan en vez demolestarme, porque quiere decir que con esa edad memantengo más joven. La edad de las damas no deberíamencionarse mucho por los caballeros.

BSM: Según el horóscopo orisha, su signo

Sagitario se corresponde con San Lázaro, Babalú Ayé, quees su protector: ¿tiene usted fe en este santo como intercesorante Dios, el Todo, si es que usted es creyente?

AA: No soy creyente, pero tengo un gran respetopor esas figuras del culto popular, porque expresan ladevoción de amplios sectores de nuestro pueblo.

BSM: Su debut en Giselle en Nueva York seprodujo el 2 de noviembre de 1943, el mismo día en queAnton Dolin, su partenaire, debutó como bailarín en Londresen 1921; día además de los muertos o de los fieles difuntos.

En el segundo acto, Giselle es unespíritu, una muerta. ¿Pensó usteden ello ese día, y le ve hoy algúnsignificado cabalístico o eso-térico?

AA: De nuevo nos sorprendenlas coincidencias. El día quedebuté en Giselle sólo pensaba enel personaje, en bailar. No conocíanada sobre esa fecha, ni le heconferido después un significadomístico. Pero no deja de sercurioso haber bailado por primeravez la historia de un amor más allá

de la muerte, el día de los fieles difuntos.BSM. El 16 de febrero de 1941 el destino la

enfrentó por primera vez con su tocaya Alicia Márkova, enel estreno de la versión de Anton Dolin del Grand pas dequatre, donde le tocó interpretar a Carlota Grisi, la primeraGiselle, en tanto que Alicia Márkova hizo el papel deMadame Taglioni. Pero después usted no quiso volver ahacer la Grisi sino siempre la Taglioni: ¿hubo alguna razón

Foto/ Delio Regueral

RenéDayreAbella

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en específico, o fue algo sin motivo aparente?AA: Me gustó mucho bailar el papel de la Grisi, y

me hubiera encantado seguir bailándolo. Pero prontodecidieron los directores y coreógrafos que yo debíainerpretar el rol de Taglioni, a la que suele conferírseleespecial autoridad y categoría, porque era la mayor y másfamosa entre las cuatro grandes estrellas del romanticismoque integran el Grand pas de quatre.

BSM: ¿Quién ha sido su partenaire más solícito ycon quién se sintió mejor bailando?

AA: He tenido la suerte de compartir la escena congrandes partenaires durante mi carrera. Con muchos de ellostuve una gran compenetración. Pero si tengo que mencionara uno, sería sin dudas Igor Youskévitch.

BSM: Desde 1943 hasta 1948, en que funda enCuba su propia compañía, usted fue la bailarina favorita dela crítica y del público neoyorquinos, así como de varioseminentes coreógrafos como George Balanchine, endetrimento de Márkova y Tamara Toumanova, queprácticamente “huyeron” a Europa ante su competencia.¿Cuál fue su reacción ante este hecho, que de seguro legeneró animadversión por parte de estas dos colegas, y desus seguidores?

AA: Nunca vi las cosas de esa forma. Es ciertoque el público y la crítica de los Estados Unidos fueronsiempre muy cariñosos y entusiastas conmigo. Y no sólo enla etapa que usted señala, sino también mucho después.Recuerde que bailé regularmente en el American BalletTheatre hasta 1960, también actué algunos años con losBallets Rusos de Montecarlo, y bailé en Estados Unidos

con el Ballet Nacional de Cuba. Por lo demás, todas lasestrellas hemos tenido nuestro público.

BSM: ¿Tuvo usted algo que ver con el viaje delcoreógrafo George Balanchine a Cuba en el otoño de 1946?

AA: Directamente, no. Pero tuvimos una excelenterelación con Mister B., y casi seguro que sus primerasmotivaciones hacia Cuba tuvieron que ver con nosotros.

BSM: Alicia, usted ha reiterado en varias ocasionesque espera vivir 200 años. ¿En qué se basa usted para tenerese convencimiento?

AA: En mi amor a la vida, y en el conocimiento deque el arte nos trasciende más allá de límites temporales.

BSM: ¿Cuál considera que ha sido su mayor logro?AA: Eso mejor lo dicen los demás. Hay quien opina

que mi arte como bailarina, otros que el Ballet Nacional deCuba, otros que “la escuela cubana de ballet”, etc…El tiempolo dirá.

BSM:¿Algún consejo para los jóvenes que sededican o piensan dedicarse al ballet, y para nuestros lectoresen general?

AA: Que amen la danza y le den sus mejores horas,sus mayores esfuerzos. Si no están dispuestos a hacerlo,mejor que cambien de profesión. En general, creo que todosdebemos encontrar en el mundo lo que más nos gusta, yluchar por ello.

Baltasar Santiago Martín: (Matanzas, Cuba, 1955),novelista, poeta y promotor cultural,publicó recientementeUna vida, un tren, un viaje. Dirige la Fundación Apogeo.Reside en Miami.

PadillaCigars

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Sobre Poetas yMemorias de

CubaRaúl Eduardo Chao

Como muchos de los lectoresde Linden Lane, yo pertenezco auna generación de cubanos quedesde la niñez no podían ignorarla importancia de la poesía en susvidas. La poesía que disfrutá-bamos los niños cubanos era,ante todo, para escucharla y nosolo para leerla. Más aun, era unaépoca en que la poesía, mejor querecitarse, se declamaba, con todala entonación y el porteadecuados; recitar es decir versosen voz alta. Recitar y declamarno son lo mismo. En Cuba nodábamos gran cosa por losrecitadores; nuestro gusto seenardecía en la presencia de unbuen declamador. Era al oírla deun declamador que la poesíacobraba existencia. De la mismaforma que un ballet solo existe enrealidad cuando está siendointerpretado en un escenario. Mis coetáneos conocían biena los grandes declamadores depoesía de Cuba: CarminaBenguría, que abría el añoescolar recitando hermososversos patrióticos desde las tablasdel Teatro Martí; EusebiaCosme, hija de una cocinera,exquisita declamadora, residía en los EEUU pero visitabaa Cuba frecuentemente las poesías de Emilio Ballagas yde Nicolás Guillen. ¡Ñeque, que se vaya el ñeque!,¡Güije, que se vaya el güije! “Eusebia Cosme —decía

Juan Ramón Jiménez—parecía una empinada ola negra,una especie de Josefinita Baker de la declamacióndesgarrada. Cuando la vi en presencia y figura, vi que lomulato auténtico era también suave y delicioso,deslizante, escapado; vi que Eusebia Cosme era una rosacanela cultivada”; Dalia Iñiguez, que dio a conocer enCuba la poesía de Gabriela Mistral y fue la recitadoraoficial del Centenario del nacimiento de José Martí; LuisCarbonell, el acuarelista de la poesía antillana,reconocido como el rey de los declamadores. (Elproblema del vestido / lo tengo resuelto ya: / un modelito

precioso: / será de organza rosá /con un escote muy bajo / y confalda acampaná. / Florita etábien p´a arriba, / pero p´abajo,matá); Jorge Guerrero, eldeclamador que popularizó a JoséÁngel Buesa, y Otto Sirgo, elmás serio de los declamadoresrománticos cubanos. En la radiocubana no puede dejarse demencionar a Alberto GonzálezRubio y a Eduardo Casado,como también al español casicubano Miguel Herrero, del cualnadie podrá olvidar aquello de«Toito te lo consiento menosfaltarle a mi madre... que madreno hay más que una, y a ti... a tite encontré en la calle», deRafael de León.

Según Federico García Lorca«los declamadores cubanos,olvidándose del desprecio que laburguesía rica sentía por lapoesía popular, llevaron la musacampesina a teatros, universi-dades, la radio y el cine deEstados Unidos, México, elCaribe y todos los países deAmérica Latina». Fue así comoen mis años cubanos se oían porCMQ, Radio Progreso y RHC, lasemisoras de Amado Trinidad,Goar Mestre y Gaspar Pumarejo,y sobre todo en El Rincón Criollo

de CMQ, a dos declamadores: Nena Cruz y MiguelAlfonso Pozo, que nadie conocía por sus nombres sinopor sus apodos de La Calandria y Clavelito. En muchascartas a la emisora se agradecían las gracias concedidas al

Arísitide: Celia Cruz

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famoso vaso de agua milagroso sobre el aparato de radio.La Comisión de Ética Radial, forzó a que el programafuera suspendido un 5 de agosto de 1952.

En lo personal me acuerdo de niño lasexcursiones de los Padres Escolapios a Mulgoba, el Pande Guajaibón, Viñales, las Cuevas de Bellamar, Varadero,la Ciénaga de Zapata, Batabanó… en la guagua 4 delColegio. Siempre íbamos pidiendo poesías a nuestrosdeclamadores escolares. Allí aplaudíamos éxitos comoEl Seminarista de los Ojos Negros, de Miguel RamosCarrión y el Romance Sonámbulo de García Lorca, entremuchas otras poesías.

Desafortunadamente al ponerse en crisis laexistencia de la República en 1952, se fue apagando elcultivo de la poesía declamada. Fue una época en que lospadres mandaban con cierto temor sus hijos a la escuela;

época donde dejaron de existir las grandes excursionespara conocer nuestra tierra. Peor aún, al desaparecer laRepública en 1959, se esfumaron las empresaspublicitarias y los comercios que patrocinaban ladeclamación de la poesía en la radio y el teatro. Soloquedó la poesía escrita. Una vez establecido el exilio, porotra parte, las escuelas del gran país donde se refugió unabuena parte de la nación cubana estimularon más laparticipación en equipos deportivos y conjuntos decheerleaders que en las asignaturas que desarrollaban elarte de la declamación. ¿Qué declamadores nos han acompañado o se handesarrollado en el exilio cubano? Por suerte gente muygenerosa y comprometida con la poesía como ManoloCoego, Bertila del Pozo, Gabriel Casanova, ChazMena, Humberto Estenoz, Orlando González Esteva,

TRES LIBROS IMPRESCINDIBLES EN TODA BIBLIOTECA CUBANA

Contramaestre, Raúl Eduardo Chao, 309 páginas.Los años de mocedad de Carlos Manuel de Céspedes en el Paris de la Monarquíade Julio (1839-1844), años antes de alzarse en armas en Cuba, lanzando laGuerra del 1868…

Poetas y Memorias de Cuba,Raúl Eduardo Chao, 458 páginas.

Un recorrido histórico de 500 años depoesía cubana y el entorno en que

vivieron los poetas. Más de 600 fotosdan testimonio de la vida en Cuba hasta

la desaparición de la República...

Baraguá, Raúl Eduardo Chao, 412 páginas

Los años del exilio en Nueva York —Miguel deAldama, Francisco Vicente Aguilera y muchosotros— colaborando con los patriotas que enCuba lucharon en la Guerra de 1868 —AntonioMaceo, Calixto García, Carlos Manuel deCéspedes y Máximo Gómez, entre muchosotros…

De Venta en: LIBRERIA UNIVERSAL 3090 SW Calle Ocho, Miami 33135 - (305) 642 3234

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ArmandoAlvarezBravo

EDICIONES UNIVERSAL / MIAMI

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“La poesía es esencialmente unmilagro...”, Armando Alvarez Bravo.

Hada Béjar, Orlando Rossardi y Ramón GonzálezCuevas, por mencionar algunos.

Mi intención al recopilar los datos yanécdotas de Poetas y Memorias de Cuba ha sido poneruna fuente adicional de información sobre nuestra culturaen manos de nuestros hijos y nietos, que no pudieron sertestigos del desarrollo de la poesía en Cuba. Poetas yMemorias de Cuba es un estudio hecho desde el puntode vista del lector y no del poeta odel erudito. Presenta hermosas yconmovedoras poesías, popularesen su tiempo, que generalmentetuvieron detrás una historia que lashizo interesantes, apasionantes oenternecedoras. Como autor me heentusiasmado en escribir este librosimplemente como un amateur de lapoesía cubana, en el sentido queutilizan la palabra los franceses:Amateur, no como el que hace algosin pago ni adiestramiento formal,sino como el que hace algomotivado por el amor, cariño ypasión por lo que hace.En Poetas y Memorias de Cuba sepresentan, entre muchos otrosautores hasta llegar a 160:Santiago de Pita (1693-1755), elpoeta que, en El PríncipeJardinero, utilizó por primera vezla décima Espinela en Cuba (laestructura formalizada por VicenteGómez Espinel (1550-1624);

Manuel de Zequeira yArango (1760-1846), compositorde la famosa Oda a la Piña, quemurió, creyendo que al ponerse uncierto sombrero desaparecía;

Juan Francisco Manzano(1797-1854), el primer esclavo dela historia que publicó un libro depoesías siendo aun esclavo;

José María Heredia y Heredia (1803-1839),primer Poeta Nacional de Cuba, que decepcionado porlos abusos y descalabros políticos y sociales de las reciéninauguradas republicas suramericanas, se refugió enMéxico en 1836 y allí murió de tristeza;

Gabriel de la Concepción Valdés–Plácido(1809-1844), Francisco Poveda Armenteros (1796-

1891), y José Joaquín Palma (1844-1911), los primerospoetas cubanos que practicaron el repentismo, el arte demantener una controversia improvisando décimasalrededor de un tema decidido por los jueces a últimahora. Según Lezama Lima, «en las sitierías, bailongos yguitarreos de nuestros guajiros, los encuentros entrePobeda y Plácido eran derroches de una extraordinariafineza de la palabra y una revelación prodigiosa de verbo

poético, donde generalmentePlácido se llevaba la rosa deoro»; José María de Heredia yGirard (1842-1905), primo deHeredia y Heredia, electo en1894 al asiento número 4 de laAcademia Francesa de laLengua, prevaleciendo sobreEmile Zola (1840-1902), y PaulVerlaine (1844-1896). Su poemaLos Trofeos, de 118 sonetos, hasido aclamado por la críticafrancesa como «los máshermosos versos jamás creadosen la historia de las letrasfrancesas ».

De igual importancia enCuba fue la obra de Julián delCasal, 1863-1893, segundo ygran Poeta Nacional de Cuba.Casal murió el 21 de Octubre de1893 durante una cena en suhonor cuando uno de loshuéspedes hizo un chiste —nadadivertido según otrosasistentes— pero que Casalencontró muy cómico. Al estallarde risa rompió un aneurisma enel pulmón y se ahogó en supropia sangre. Así murióriéndose el más melancólico delos poetas cubanos.Otros de los 160 poetaspresentados en Poetas y

Memorias de Cuba son: Regino Boti (1878-1958),Agustín Acosta (1886-1979), tercer Poeta Nacional deCuba; Enrique Serpa (1898-1968), José Angel Buesa(1910-1982), autor del entrañable Poema delRenunciamiento y José Lezama Lima, 1910-1976, elinefable vecino de Trocadero 162, fundador de la RevistaOrígenes en 1944. «La mejor revista literaria de América

Arístide: Trio Matamoros

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Latina», en la opinión de Octavio Paz, que acogió en suspáginas a Paul Claudel, Octavio Paz, Juan RamónJiménez, María Zambrano, Gabriela Mistral, T.S. Eliot,Thomas Merton, Jorge Guillén, Paul Valery, LuisCernuda, Rainier María Rilke, Alfonso Reyes, PaulEluard, W.H. Auden, Luis Aragón, Aimé Cesaire, RobertAltmann, Vicente Alexander, JoséBergamín, Carlos Fuentes, WilliamCarlos William y Efraín Huerta, entreotros.

En medio de tanta hermosapoesía, es bueno reconocer que poesíay música, la palabra y el sonido,siempre han ido mano a mano y es casiimposible hablar de una sin mencionarla otra. En sus comienzos la poesía oralera generalmente creada para sercantada. De ahí que José María Herediareclamara una lira al comienzo de su“Oda al Niágara.” Los poetas cubanos,a lo largo de los años, sustituyeronfelizmente la guitarra criolla por la lirade los griegos.

También vale señalar que larima, a pesar de faltar en la poesíacontemporánea, ha sido siempre desuma importancia para la memoria y elrecuerdo; una juventud aprende versoscuando se reiteran ciertas sílabas. Lapalabra verso, de por sí, significarepetición, re-hechura, el retorno a unasonoridad ya utilizada, o sea laseguridad que ofrece al itinerante laregularidad de una rima. No existe yaen nuestro entorno alguien que trate de aprenderse unapoesía moderna; cuando se oye o se lee, se pierde casiinstantáneamente; de ahí que esté desapareciendo poco apoco el arte de la declamación.

Un punto interesante es que estamosacostumbrados a respetar la poesía como texto, es decir,como escrito deliberado y minucioso. La poesía juglar, ladécima guajira improvisada, la tendemos a menospreciarcomo producto más que nada juguetón, malabarista eingenioso. Sin embargo, existió poesía antes de queexistieran los libros y la imprenta. La improvisación fueposiblemente el estado natural de la poesía durantemilenios. Puede argumentarse que es una hazaña másardua improvisar una buena poesía que trabajarla concalma antes de reducirla al papel. No creo, sin embargo,que haya en nuestros tiempos muchos y muy buenos

poetas consagrados que aprecien ese estilo de atletismopoético.

Por último, la historia ha hecho evidente que unapoesía fustigada y regulada es una poesía condenada a ladecadencia y el ocaso. La mejor poesía cubana, paradeleite o desdicha nuestra, ha sido casi siempre una

poesía de exilio. Prueba de ello son:José María de Heredia, expatriado ycondenado a morir fuera de Cuba; lospoetas de mediados del XIX quehicieron famosos sus versos en ElLaúd del Desterrado; La Avellaneda,que aunque nunca exiliada, recibió lainspiración fuera del país; Martí,primordialmente un exiliado vitaliciodesde los 16 años; Julián del Casal,que volcó toda su elegancia enpoemas llenos de añoranza por lalejanía. En tiempos modernos muchosde los poetas de las generaciones de1915, 1933 y 1950 comenzaron a salirde Cuba para producir libremente supoesía: Eugenio Florit, GastónBaquero, Agustín Acosta, JoséÁngel Buesa, Eduardo Manet, JustoRodríguez Santos, Ángel Gaztelu,Ángel Cuadra, Belkis Cuza Malé,Heberto Padilla, José Kozer,Reinaldo Arenas, Nivaria Tejera,Orlando Rosardi, Juana Rosa Pita,Raúl Rivero, Zoé Valdés y muchosotros; hoy en día casi puede aseve-rarse que la mejor poesía cubana se haescrito y vive fuera de Cuba.Ya sea

dentro o fuera de Cuba, nuestra poesía ha sido una urnade paredes transparentes que exhibe resguardadamentetodos los rasgos buenos y malos de nuestro carácternacional. Para los cubanos que desafortunadamentehemos sido forzados a vivir desterrados en todas lasépocas de nuestra historia, la poesía cubana ha sidosiempre la evidencia de que la nación aun existe y sepuede rescatar. Destacar ese punto ha sido, muyhumildemente, mi propósito al condensar casi 500 añosde poesía cubana en Poemas y Memorias de Cuba.

Raúl Eduardo Chao recibió su PhD en John HopkinsUniversity, Baltimore. Sirvió durante 18 años en el mundoacadémico,y fue Director de Departamento en lasuniversidades de Puerto Rico y Detroit. Es el autor deContramaestre, y Baraguá. Vive entre París y Coral Gables,

Arístide: Gonzalo Roig

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S u s a nParodanFÉLIX ANESIO

Hay un tramo de tierra, de varios kilómetros deextensión, que corre paralelamente a unaautopista cercana, donde sobresalenescuálidos, deformes y cenicientos troncosde árboles a ambos lados de los autos quepasan vertiginosamente. Esta tierra no tuvosiempre tan horrendo aspecto: la tormentala hizo así. Kilómetros y kilómetros depálida y mórbida fealdad emergen a lolargo del trayecto, mientras nadie deseaecharles siquiera una simple mirada. Estatierra está marchita, diría yo, erosionadapor la vesanía del viento, la lluvia, el truenoy el tiempo.

Era el veintitrés de agosto de1992. Todas las ventanas en la ciudadhabían sido tapiadas, las puertas selladas,los refrigeradores repletos, las veladoraslistas, innumerables cerillas yencendedores en todas las gavetas, lasbaterías colocadas en los fustes de laslinternas amarillas, las latas cruzadas conabridores, los radios portátiles convenien-temente dispuestos en las salas; hijos ehijas y madres y padres sentadosrígidamente, como cuerpos momificados,frente a las pantallas de los televisores; elojo se apostaba cada vez más y más y máscerca, mientras las casas semejaban lassombrías barracas de un inmensocampamento sitiado.

Era un poco antes de las 4:30 dela tarde. El cielo lucía aún radiante, bajouna especie de dorada perspicacia;pequeñas nubes calaban el cielo y algunasaves dispersas emprendían su precipitadapartida hacia el Norte.

Las sirenas de la policía ululabande continuo. Los perros nerviosos ladraban sin cesar. Enmuchos cruces de caminos, la policía guiaba el consternadotráfico. En los ya abarrotados comercios, los últimos clientescompraban las temporales provisiones, percatándose de quesu terquedad los había demorado. Los reporteros infestaban

las esquinas de las calles más transitadas de la ciudad,avisándole a la gente dónde hallar un refugio seguro. En losno muy distantes campos roturados, los surcos eranabandonados a su suerte. En las playas cercanas, los guardiasde seguridad increpaban a los intrépidos jóvenes quecontinuaban nadando y practicando surf entre las olas quelentamente se exacerbaban

¡Hey! ¡Miren! ¡Déjennos nadar por un rato más!¡Miren esas olas! ¡Miren ESAS OLAS!

Pero ellos no permitieron que los jóvenes soñadoresjugaran por más tiempo en las ya agitadas aguas. Era muyarriesgado: podían morir arrastrados por la mar de leva, opor el acechante ojo.IIIIOOIIIIOOIIIIOOIIIIOO y lucescambiantes en las esquinas; cha-chin-cha-chin-cha-chin enlos mercados; lubb-dub lubb-dub lubb-dub dentro de los

nerviosos pechos. Respiración jadeante dentro de las casas.Pies arrastrados a través de las calles, sayas voladas porsúbitas ventoleras. La ciudad lucía como un ajetreado circo. Las familias de los vecindarios más pobres acudían alos refugios designados, usualmente una escuela

Clara Morera: detalle-cabeza

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secundaria, o un viejo auditorio. Ojos amedrentados y sinlustre contemplaban el panorama de otros, que como ellos,sólo esperaban a que el temporal pasara. Literas, camastros,sábanas de algodón barato remetidas bajo los duroscolchones, insulsas paredes, bocinas escandalosas, botellasde agua, y latas de comida insípida dispersas entre ellos…todos esperando, silenciosos y serenos.

Las ráfagas de viento se hicieron más intensas,empujando las nubes hacia el Oeste, nubes que semejabanlas pálidas sábanas de los refugios, dispersas ahora por todoel ensombrecido firmamento.

Las ramas de los árboles se mecían fuertemente enconjunción con los semáforos, las señales de tránsito, labasura flotando en medio del aire, las marquesinas de lasgasolineras balanceándose como débiles sombrillas frenteal viento; puertas y ventanas traqueteando…

Eran las cinco menos cuarto.Yo vivía muy cerca de Homestead, y tenía el

presentimiento de que la acuciante situación de la tormentasembraría la devastación sobre el pueblo…, sobre todo anuestro alrededor. Fue entonces que decidí llamar a mi amigoJohn Mulney, quién tercamente había desistido de evacuar,y esperé, no sin cierta aprehensión, a que él levantara el…“¡Hola, John! ¿Estás bien?” Le pregunté apresurada,mientras sentía, al mismo tiempo, la sacudida de un dolormuy fuerte serpenteando entre mis caderas.

“¡Tan fresco como un pepino!”“¿Estás seguro?”“¡Ajá! ¿Qué pasa?”

“Nada. Es que he tenido un mal presentimiento…”“Oh, no será nada, ya lo verás. Verás… ”El me preguntó si estaba en casa, o en alguna otra

parte. Yo titubeé...“¿Dónde estás?”“¿Qué ocurre ahora, mujer?”“Es que..., es que tengo que ir primero a un lugar…

¿Puedes...?”Quince minutos después escuché a alguien tocando

fuertemente en mi puerta. “¡Abre ya, sinvergüenza!”El cielo se fue tornando plomizo, como si estuviera

cubierto por un millón de polillas grises.Abrí la puerta con cierto recelo. El me miró de un

modo extraño, aunque plácido. El estaba allí, en mi portal,delineando el fondo gris del cielo a sus espaldas. Le tendími mano, la cual tomó con el ceño fruncido. “Tengo que ira un lugar,” repetí. Presionó mi mano suavemente. “Irécontigo…”, replicó resuelto.

No estaba tan oscuro aún cuando conducía por laautopista. Ambos podíamos percibir la humedad del aireque resollaba sobre el parabrisas, tornándolo empañado yopaco. Varios carros de policía pasaron a nuestro lado consus vertiginosos resplandores de intensos azules y rojos. Yomanejaba con prudencia, a veces con desespero, y de nuevocon prudencia. A intervalos colocaba mi mano a tientas enla parte posterior de mis caderas. Tenía un persistente dolorque se iba tornando cada vez más violento. Desde ladistancia, aquellos enormes y verdes pinos sobresalían enaquel tramo de tierra, como enormes agujas de unaimponente catedral gótica. La punta de los árboles trazaban

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lLalalalalaLuna línea irregular que delineaba el perfil del repulsivo yhumillante horizonte. Mulney nunca preguntó sobre estadiligencia que requería del escrutinio de esta tierra. Dehecho, él no sabía nada; tampoco preguntó nada. El estabaquieto, sólo mirando hacia afuera al mundo exterior, alresplandor y la distorsión de los árboles que cruzábamos,donde todo o nada parecía converger…

Detuve el auto en un punto de la autopista. Latormenta mostraba evidencias tangibles del inminente caos.Me hice a un lado sobre el hombro de la vía, y le pedí aMulney que permaneciera dentro del auto. “¡Tranquila,mujer!”, dijo, sonriente y dócil como un buen perro. “¡Hmm,Susan, sabes que el mundo se va aacabar de cualquier manera!”

Tiré la puerta condeterminación y firmeza; miré hacialos dos o tres autos que pasabanveloces en dirección contraria; lospasajeros se preguntarían proba-blente por qué ibamos en ladireccion equivocada. Al otro ladode la autopista, había una pequeñay antigua cafetería. “Ah, todavíaesta ahí,” pensé. No había policiaso guardabosques a la vista. Al fin,aprovechando esa situación fuirápidamente hacia al maletero de miviejo wagon negro y lo abrí.Caminé con mis manos apoyadas enla cadera, respirando con rapidezpor la boca, haciendo una mueca amedida que el dolor se iba haciendoinsoportable. “Llevo ya tres díascon este maldito dolor, desde queapareció la alerta en losnoticieros…” Hurgué con mismanos dentro del maletero hastaque encontré el botiquín y tométodos los algodones y vendajesdisponibles. De nuevo volteé lacabeza hacia ambos lados de la vía.Estaba segura. Me sentía segura.

Mientras alzaba mispiernas sobre la baranda metálicade protección de la vía, descendí elpequeño declive, y al dar mediavuelta, encontré que Mulney estaba dormido dentro del auto.Estaba rendido… Parecía incluso que ni siquiera respirabao se movía. La ventanilla de su lado rezumaba humedad.“¡Miren eso!” pensé.

Eran las seis menos cuarto. El aire se tornó másdenso, como un fuerte y pesado aliento.

Al principio el suelo era cenagoso, luego se tornómás seco hasta sentirlo ya, como tierra más firme bajo mispies. El tupido bosque de pinos me recibió con lahospitalidad de su quietud y luego con un rápidoestremecimiento a medida que me adentraba en él. El aroma

de la yerba, del suelo, y de los pinos…; siempre estuvependiente del peculiar sonido de las frágiles hojas bajo misplantas; hojas casi podridas que permanecían, de algún modoaún vivas, sólo para ser holladas por unos pies; mis pies.

Caminé tranquilamente entre los árboles, buscando,mirando primero a un punto, y luego hacia otro, sintiendola grisura descender lentamente desde lo alto hacia el bosquey escuchando el lejano trinar de algunos pájaros que habíanquedado atrás, a causa de su propia indiferencia. “Haceveinte años anduve por estas tierras,” recordé. Marchando,a un infinitamente doloroso paso, finalmente divisé, a lolejos, una vieja y chamuscada cabaña de guardabosques.

Levanté mi brazo derecho a todo lolargo, y cerrando mi mano hastaapuntar con el pulgar a la arruinadacabaña, cerré el ojo derecho, luego elizquierdo, de nuevo el derecho, luegoel izquierdo, y entonces medí ladistancia que me separaba de ella.“Tengo que ir rumbo Este, quizásalgunos cientos de pies…” El dolorparecía contraerse y expandirse dentrode mi cintura…

“Este suelo es buen suelo. Le davida a las cosas que antes nunca latuvieron; alza y eleva los espíritus…Es suelo poderoso…”, él había dicho.Tambaleando sobre raíces y arbustos,y montones de hojarasca, por pococaigo sobre una roca que aflorabapuntiaguda. Traté de mantener elequilibrio, caminando despacio ycontando cada paso, aún cuando eldolor desmantelaba mis entrañas.Súbitamente, la ira se apodero de mí;ira por haberme sentido débil,denigrada, inepta. Una repentina furia,como una expansiva ráfaga de vientodentro de mí, aceleró mis pasos haciala búsqueda…

Sentí ruidos estridentes,cataclísmicos; como el de un pénduloenorme viniendo por la izquierda,girando bruscamente a la derecha, denuevo hacia la izquierda, de nuevo ala derecha. Era la tormenta silbando

sobre mí. El dulce olor de los pinos fusionándose con lahumedad del aire…

Después de pasar frente a la cabaña, seguí por unsendero estrecho entre dos filas de árboles y al atravesar unsúbito claro del bosque, el dolor me golpeó de nuevo. Algovieron mis ojos. Un círculo de piedras. “Aquí está; éste es…”

Instintivamente, me puse en cuclillas y alzándomeun poco la saya, sentí súbitamente los espasmos de un agudoe insoportable dolor. Con mis manos temblorosas logrécomponer un pequeño lecho de algodones y vendas sobreel suelo, justo delante del círculo de piedras; luego vinieron

Arístide: Ernesto Lecuona

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LALALAL los quejidos, al principio ligeros, con un tono grave, comosi cantara en un apacible coro; luego los gritos fueronsubiendo de tono hasta convertirse en aullidos disonantes.Mis manos presionaban las caderas, luego las ingles, lascaderas, luego las ingles, gritando y aullando y bramando amedida que el intenso dolor desgarraba mis entrañas, hastaque sentí un mórbido flujo, que como una torrencialdescarga, cayó encima de las vendas y algodones sobre elsuelo. Halando la rama más cercana como apoyo, con elrostro y todos los músculos tensos, sentía que más y mássangre fluía de entre mis piernas. De repente miré hacia elsuelo y ví que todo estaba anegado en sangre. “No”, sollozé.La tierra y los algodones todos manchados por la rojísimasangre. Sobre la cama de vendajes y algodones yacía unhuevo unido al cordón que corría hasta la placenta, aúndentro de mi vientre. “No,” sollocé de nuevo.

Nada quedó en mi vientre.Recogí el pequeño huevo, cubierto de venas y

sangre y placenta, y deslizé mis dedos suavemente sobre ély lo acaricié. No estaba formado aún, era como una grangota de agua cayendo… “Una niña. Oh, iba a ser una niña,”pensé, mientras las lágrimas caían y se unían a la sangre enel suelo, sobre el lecho de algodones. La sangre y laslágrimas comenzaron a mezclarse con la fría llovizna quehabía comenzado a caer. Después de acariciar el huevo,comencé a arrullarlo, a mecerlo entre mis brazos, como sifuera un recién nacido. Acunado entre mis manos, pensé en

una nana, canté una nana, meciendo tiernamente al pequeñohuevo para dormirlo. Era tan suave, más suave que elterciopelo. Finalmente el dolor se había marchado.

Un sonido seco, lubb-dub lubb-dub lubb-dub,parecía latir dentro del huevo. Sosteniéndolo contra mi oído,pensé dolorosamente, “Oh, si es el mío propio.”

El rayo y el trueno comenzaron. Cavé rapidamentecon mis dos manos en la tierra pelada en medio del círculode piedras hasta que el hueco era lo suficientemente hondopara depositar el huevo y los algodones y los vendajes y lasangre y la placenta y el cordón. Mis manos llagadas, misuñas quebradas. “Ahora estás en el centro del círculo, ahorate podrás elevar hacia lo alto…” señalando hacia el cielogris ya comenzaba a reinar la tormenta.

“¿Ya terminaste? Me preguntó John Mulneymientras me sentaba en el auto. El estaba como resucitandode su sueño, bostezando y estirando sus largos brazos y sucara blanca y carnosa. Se rascó la tupida y rojiza barba detres días. Encendí el motor con vehemencia. “Si, ya está.Volvamos a casa.”

En el camino de regreso, los goterones chocabancontra el parabrisas y todos los objetos afuera se agitaban,aquí y allá. Mulney me observó nuevamente con el ceñofruncido, y mientras tocaba el rosario de plata que colgabadel espejo retrovisor dijo: “Esto es historia, ¿sabes?”

“A que te refieres?” pregunté con una mezcla deindiferencia y curiosidad.

Isabela

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Alfredo Domínguez

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“A todo esto. Todo esto es historia. No podemosvivir sin ella, ¿sabes? Esta tormenta no es nada, absolutamentenada. Vendrá; pasará. Todo ocurre así. Puede que haya unacalamidad; puede que no. De todas formas, necesitamos lascalamidades; ellas nos humanizan. Todo el que se queja deque esta ciudad carece de historia, o que este es un país casisin historia… bueno, esto es historia. Es la memoria y todolo demás, todo lo que se necesita y que aún anda perdido…”

“¿Por qué dices que lo estamos perdiendo?”refunfuñé.

“No lo digo yo; otros lo dicen. Pero quizás coincidocon ellos...”

Cuando llegué a la entradade mi casa, Mulney balbuceó:“¡Cuídate!”

“¿No te vas a quedar aquíconmigo?”

“Bueno… No, SeñoritaParodan… Sabes que no puedo…¡Y no me mires de ese modo! Nome eches esa ojeada maliciosa…Sabes que no debo… pero escucha,quiero que… necesito que te cuidesmucho.”

“¡John, todo tu malditovecindario ha sido evacuado ya!”

“Eso no importa ahora.Necesito permanecer allí…” dijoapuntando hacia Homestead.

“¡Necesito ser parte de lahistoria! ¿No es asi?” dijo con unairónica sonrisa.

Se bajó del auto. Loobservé desde dentro de mi wagon,el motor aún vibrando, lasescobillas del parabrisas aúnmoviéndose, hacia un lado, al otro,un lado, al otro, aunque habíaparado de lloviznar momentánea-mente. Volteó la espalda y me dijoadiós con la mano. Detrás de él todoera oscuridad. Quise gritarle que sequedara conmigo, que sólo estaríaseguro conmigo, pero el únicosonido que asomó a mis labios fueun inaudible sonido gutural.

Entró en su camioneta, ypartió inexorablemente. Mi cabeza,que sentía ligera y pesada a la vez,se apoyó sobre el timón. Sequé misojos rapidamente y apagué el motor. Al abrir la puerta, mequedé contemplando las llaves entre mis dedos. Observé una,su forma y su tamaño, su significado, su propósito…“¿Cuantas puertas me quedarían aún por abrir? Sólo Diossabe cuántas habrían de ser…” “Mejor me voy adentro,”sollocé, y entré.

El colchón se sentía muy duro aquella noche, como

si estuviera hecho de madera o de piedra.No podía conciliar el sueño; no lo lograría. La

prisa atronadora, y la chispeante fuerza de la tormentagolpeaba sobre la puerta, las ventanas, las tejas, el garage,la tierra. Todo se estremecía y vibraba. A eso de las tres ymedia de la madrugada se fue la luz. Aparté las sábanas deencima de mi cuerpo sudado y las lancé a los pies de lacama. Me levanté y me senté en una pequeña silla de cedroal lado de mi máquina de coser Singer y me fumé varioscigarillos mientras afuera la tormenta continuaba barriendoparte de la ciudad como si fuera polvo.

Los ruidos eran aterradores.Chocantes sonidos metálicos.Gritos súbitos. Sonidos golpeantesy luego los centelleantes aguaceros.Arboles y postes eléctricos cayendoy partiéndose y golpeando los autos,las casas…

Los eventos de ese díacentellearon sobre mí como losrayos de un potente faro. Mulney ysu resuelta disposición, la autopista,los pinos, el círculo de piedras... Meencontré a mí misma a los pies delemblemático círculo, excavando latierra con mis propias manosdesnudas, colocando el huevodentro del hueco que habíacavado… y muchos años antes elmekko[1] Seminole …

Encendí el último cigarillo.La casa se tambaleó un poco,

mi corazón se paralizó; retuve elaliento. Algunos cuadros quecolgaban contra la pared cayeron yse rompieron en mil pedazos. Losadornos resbalaron de las repisas ycayeron al piso, estrellándose.Comencé a respirar aceleradamente;pero cuando recordé el enterra-miento también pensé cuán seguraestaría ella allí…

El ojo estaba cerca.

Era un día plácido, dorado ydespoblado de nubes, y los rayos delsol eran filtrados por un tamiz depinos en parches irregulares. Laserventía estaba cerca; el sonido deun cervatillo sobre la hojarasca se

escuchó en la cercanía. Esto ocurrió veinte años atrás y lorecuerdo como si fuera ayer.

“Hey, Susan, hey, no te alejes. Hey, Jefe, no lequites el ojo de encima”, dijo mi padre, un cazador nato.

“Ella estará bien. Ella se puede cuidar por símisma. ¿No es así, señorita Parodan?”

Miré al Seminole con ojos soñolientos, mientras

Arístide: Olga Guillot

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jugaba con la muñeca de palmetto que él me había regalado.El día era tan fresco y apacible que invitaba a una brevesiesta. “Ahí está, señor Parodan. Es toda una belleza. Unpequeño cervatillo,” declaró el Seminole; sus ojos eran ojossabios. Su sonrisa era una sonrisa sabia. “El papá ciervodebe estar cerca…” Recorrió con la vista todo el terreno conuna actitud magnánima. Casi puedo recordarlo como si fueraayer.

Caminamos a través del bosque de pinos hasta queestuvimos a una cierta distancia. El Seminole nos aconsejópermanecer quietos, colocando su rústico dedo sobre loslabios y mirando detenidamente a mi padre quien –con susojos agrestes— estaba apostado cargando la escopeta consu habitual destreza. Los tres nos agachamos detrás de losarbustos. La sorpredente presencia del ciervo emergía sobresu joven y tambaleante cría. Con gestos silenciosos de lacabeza y las manos, ellos dos decidían cual sería el próximopaso.

Le disparó al ciervo. Falló. El cervatillo corrió.“Pareces disgustado…”“No, no lo estoy. Realmente, no lo estoy, cariño.”“Bien, papá”.El Seminole me observó entonces, y él vió algo en

mí, y yo percibí también algo en él. La negrura de sus largoscabellos se cernía sobre sus hombros.

“Esperen por mí aquí los dos. Será más fácil si voyyo solo tras la presa. No deben estar muy lejos.”

“Oh, bien señor Parodan,” dijo suave yserenamente.

Tomando el rifle con un compulsivo y espasmódico

tic en el rostro, salió por el caminito persiguiendo a su presa.“¿Qué tiempo le tomará?”“Bueno, conociendo a tu padre, diría que podrá

estar de regreso en una hora, quizás dos…”“¡La última vez que vinimos a cazar, no le tomó

mucho tiempo!”“¡Hay días de suerte para el cazador, pero también

días de infortunio!”Después de permanecer inmóvil por unos

segundos, el Indio, aún en cuclillas, murmuró suavemente:“Ojalá no lo alcance…”“¿Quién?”“Nadie, Susie. Ven, que quiero mostrarte un sitio

en el que nunca has estado antes.”Retrocedimos por el sendero por donde habíamos

venido, y súbitamente seguimos un estrecho caminito quenos llevaba esta vez hacia la izquierda, hacia un tupidomatorral. El bosque era aquí toda una verde espesuraencantada. Caminamos por unos quince minutos, hasta quede repente hicimos un alto.

“¿Ves aquello al fondo del caminito?”, preguntóel Seminole, apuntando hacia allá.

“¿Ajá, qué es eso?”, pregunté mirando hacia dondeseñalaba con su enorme y rústico índice. “¿Era esa tu casa?”

El sonrió complaciente, y dijo: “No. Es una viejay abandonada cabaña de guardabosques.”

“¿Esa cabaña está lejos, verdad?”“¿Cuán lejos? Puedes decirme cuán lejos está de

nosotros?”, me preguntó medio sonriente.“¿No sé. Cómo a cien pies?”

Mabel CUESTA

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jUAN

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“Lo vamos a averiguar ahora mismo…”Me dijo que levantara mi brazo derecho a todo lo

largo, con el puño cerrado, y que apuntara con el pulgarhacia la cabaña. “Cierra ahora tu ojo derecho. Ahora tu ojoizquierdo. De nuevo el derecho. ¿Puedes ver cómo el pulgarse mueve de derecha a izquierda, y así?¿Cuántos pulgares caben en ese espacio?”

“Bueno, casi seis pulgares…”“¡Uhm, estamos entonces a 300

pies de la cabaña!”“¿Cómo lo sabes?”“Verás, tú misma lo vas a

comprobar. Contaremos los pasos hastaallá…” Mentalmente contamos ymedimos nuestros pasos, uno por uno, hastaque llegamos al pie de la desvencijadacabaña. Yo exclamé: “¡Increíble! Conté mispasos. Tenías toda la razón, sabías ladistancia…”

“Esa es la regla del pulgar,”observó. “Apréndetela; y nunca la olvides,sobre todo si un día te extravías en elbosque estando sola.”

“¿Hey, y si me coge la noche enmedio del campo?”

“Te guiarás por la estrella másbrillante en el cielo oscuro; la EstrellaPolar.”

“¡Ajá, ahora entiendo!”Entonces miré la cabaña con un

gesto de desagrado: ¿Hey,qué pasó aquí? ¿Le cayó un rayo?

“No.”“¿Qué pasó? ¿Qué pasó,

entonces?, insistí.Se rascó la cabeza, y elevando las

cejas como ante un acertijo, y no sabiendocómo comenzar a explicarme, finalmentedeclaró: “¿De veras lo quieres saber?Bueno, un mal día, el guardabosque quetrabajaba aquí se quitó la vida. Se prendiófuego él mismo y a toda la cabaña. Habíaperdido su familia en una terrible tormenta.”

“Pobre hombre…”“Nadie más quizo nunca trabajar aquí… Los

blancos son tan supersticiosos como nosotros. De todasformas nadie se ocupó nunca más por estas tierras…”

“¿Entonces estamos aquí solos? ¿No pasa nadiepor aquí…?”

“No, Susie, nadie pasa.”Los árboles que rodeaban la destartalada cabaña

estaban chamuscados y cenicientos. Continuamoscaminando. La espesura dió paso a un claro del bosque;observaba la espalda del indio, a su larga cabellera queintermitentemente golpeaba su espalda a medida quecaminaba hacia el claro.

Jugando con mi colorida muñequita de palmetto,

no me percaté de su súbita parada para voltearse a mostrarmealgo, y continué la marcha hacia adelante... Lo próximo quesupe fue que yacía bocabajo sobre el piso; había tropezadoy caído de bruces. Aturdida por lo abrupta caída, y con lamente nublada, miré al Seminole, quien me observaba

parado delante mí. Hacia detrás y hacia arriba de él las copasde los árboles se mecían extrañamente. “¡Diablos, meduele!” El me ayudó a levantarme.

No me había percatado de que una roca sobresalíadel suelo contra la cual tropecé. “Oh, me caí…”

“¿Estás muy golpeada?”“No, creo que estoy bien. Estoy bien,” dije,

sacudiéndome las piernas y los brazos, limpiándome la tierray la hojarasca adherida a mi cuerpo como si buscaran unanueva vida. “¿Qué lugar es éste? ¿Dónde estoy? Me parecíahaber sido transportada hacia otro bosque. Aún estábamosen el claro, el mismo claro del bosque que habíamoscomenzado a atravesar; pero todo parecía haberse tornadoen una nueva y secreta atmósfera. Las miradas que echéalrededor del claro fueron de espanto.

Clara Nirera: angel

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“Tropezaste contra una roca sagrada…”Observé todo un círculo de piedras que habían sido

colocadas con precisión en la tierra, y que estaban recubiertaspor un colchón de hojas delicadas y muertas. El diámetrodel círculo era como de unos diez pies. El círculo estabaformado por huecos cubiertos por blanquísimas ypuntiagudas calizas y otros fragmentos de rocas que,sorprendentemente, eran de oscuro basalto. “Veo otras rocas.Veo un círculo de rocas…”

Escuchamos un disparo de rifle en la distancia. Eleco sorprendió mis oídos. Agarré la muñequita de palmettoque había caído junto a mí.

“Me pregunto si finalmente habrácazado al ciervo.”

“No, aún no.”“¿Debo estar aquí, Jefe? Siento como

si no debiera estar aquí…”“Claro que puedes estar aquí. Yo te

he traído para que veas, y aprendas…” Miréde nuevo hacia el círculo sobre el cual habíacaído, y sentí un extraño temblor recorrer micuerpo. Mis manos estaban embarradas detierra.”Lo creas o no, este es el lugar másseguro de la tierra… Es un lugar místico, llenode energía. ¿Sientes la energía?,” me preguntó.“Me siento extraña, sí, extraña…”

“No tienes por qué preocuparte… yate acostumbrarás…”

Después de un corto lapso de tiempo,se sintieron dos disparos. “Lo ha cazado. Estiempo de regresar…,” dijo con voz nasal, ypronunció algunas palabras en Creek.“…eco…”

“¿Qué es ‘eco’?”“Significa ‘venado, Susie’. Ahora,

regresemos…”Antes de abandonar el claro del bosque, declaró,

cogiendo un puñado de tierra del círculo y disfrutando desu olor: “Este suelo es buen suelo. Le da vida a las cosasque antes nunca la tuvieron; alza y eleva los espíritus… Essuelo poderoso…” Se quedó quieto, con los ojos cerrados,con la cabeza elevada hacia el cielo, y los brazos en alto.“Recuerda y atesora todo lo que has aprendido hoy; másque nada, recuerda siempre este lugar, y nunca lo abandones;nunca. Si algún día necesitas darle vida y espíritu a algo,ven aquí y busca el círculo: y cava, y entierra tus penas, tuspesadillas, cualquier cosa. ¡Recuerda! Quizás nunca máspueda volver,” exclamó, mientras yo notaba por primeravez una extraña palidez sobre su rostro aindiado. “Quizásnunca más me vuelvas a ver…”

Yo suspiré y…

La tormenta llegó; y pasó; y con ella tomó lasúltimas llaves de la esperanza y el último espejo de felicidad.No todos habíamos perecido, pero los que perecieron, lohicieron bajo la despiadada mirada de algo que era máspreponderante que nosotros, algo más abismal que nosotros.

John Mulney había sido aplastado por su propiacasa. Se había venido abajo sobre él durante la noche,mientras permanecía refugiado dentro de su closet. Variasvigas de madera le habían perforado el estómago, el cuelloy las piernas.

Lloré mucho ese día fatal. En la mañana, despuésque la tormenta había partido completamente, empujé y abríla puerta de mi casa, toda desvencijada y solo sujeta poruna bisagra, y ví las calles vestidas de escombros y despojos.Tantas cosas arruinadas yacían sobre las calles; la precariaposición de los autos, aplastados bajo los árboles y los postesde luz ... todo tirado y volteado…

Y entonces cuando supe lo de John, tambiénlloré. Las líneas telefónicas estaban caídas, ymi auto, por fortuna, estaba intacto, excepto poralgunas rajaduras en el parabrisas y un espejotorcido. Desesperadamente manejé hasta su casaen Homestead. Era casi imposible manejar: unrío de ramas y cables eléctricos y escombroscubrían las calles. Muchas veces tuve quedesviarme a causa de los troncos de los árbolescaídos que parecían cubrir casi todos loscaminos.

La luz del sol saturaba Homestead bajoun aura de destrucción. Tanta destrucción yviolencia pululaba ahora la otrora humilde yapacible ciudad. Manejando hacia el derruídovecindario de Mulney, con casi todas las casasde la cuadra niveladas sobre el suelo; detuvemi auto en la misma esquina. Había trozos decasas arruinadas por doquier. Agarrandofuertemente el rosario de plata, y metiéndolocon fuerza dentro del bolsillo, me bajé del auto.En la distancia, dos ambulancias se par-quearonapresuradamente frente a los restos de la entradade su casa. Policías y bomberos emergían de

sus vehículos. Todo daba la impresión de estar en medio deun campo de batalla. Los paramédicos entraron con rapidezentre las ruinas de la casa de Mulney. Unos minutos despuésde haber buscado aquí y allá, lo sacaron de toda esadestrucción. Momentáneamente tuve esperanzas cuando losparamédicos lo llevaban hacia la ambulancia. Pero al instanteobservé las profundas heridas y los hilos de sangre queemanaban de los costados de su cuerpo, que ahora parecíael de una extraña criatura sin huesos y sin forma. Gemí dedesesperación.

Corrí frenéticamente con una mueca estúpida haciael cuerpo de John Mulney. Los paramédicos, policías ybomberos me agarraron de inmediato por el brazo y meavisaron que tuviera cuidado con los escombros esparcidospor todos lados; que me quedara quieta. Trajeron desde laambulancia un saco negro de nylon.

“Señora, ¿lo conoce? ¿Es algún familiar suyo? Mepreguntó un policía con cierta compasión.

“Es solo un amigo,” logré susurrar en respuesta.Depositaron su cuerpo en la camilla, pero no antes

de que yo me pudiera acercar, y casi desvanecida lograra

Clar

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me preguntó como si se dirigiera a una niña; a una bebita dechupete.

“Bien,” fue la tersa respuesta.“Tenga cuidado ahora, Señorita Parodan, ¿está

bien? Ahora puede ir,” dijo como quién concede un permiso.“Bueno”. La niña, que parecía estar soñolienta y

como en las nubes, le preguntó al hombre fornido, su padre,al mismo tiempo que subían a su camioneta, “quién es ella,papá?”

“Es una pobre lunática. Pobre criatura. Ella vienea este mismo sitio una o dos veces por semana, y camina

dentro de ese desierto de árbolesmuertos,” dijo señalando hacia el bosquecon cierta repulsión. “Ella es inofensiva.Solo camina por ahí durante una hora, odos. Algunas veces comienza a rezar enalta voz, persistentemente, llevandoentre sus dedos un gastado rosarioplateado, invocando Dios sabe qué…Dice que va en busca de su hija. Luego,comienza a balbucear algunas extrañaspalabras indias...”

La niña me miró, antes de queyo cruzara la barrera metálica ydescendiera por el declive que meconducía hacia el bosque sin vida. “¿Estáloca entonces? ¡Pobre señora! Papá, ¿notienes miedo de que haga algo malo ahí?Prender un fuego, o algo?”

“¿En ese pedazo de nada? No,mi niña, no lo haría…”

Los dos se despidieron a la vezmoviendo sus manos a medida que lacamioneta se alejaba en direcciónopuesta.

Hay un tramo de tierra, de variaskilometros de extensión, que correparalelamente a una autopista cercana,donde sobresalen escuálidos, deformesy cenicientos troncos de árboles a ambos

lados de los autos que pasan vertiginosamente. Esta tierrano tuvo siempre tan horrendo aspecto: la tormenta la hizoasí.

Y ahora, ahora, yo estoy deambulando a través dela quietud de un bosque desconocido y muerto, buscandomi tesoro entre los escuálidos, deformes y cenicientostroncos de árboles que nadie desea ni siquiera mirar.

[1] “Jefe” en lengua Creek.

[2] “Hola”, en lengua Creek.

tocar su carne inerme, esperando ansiosamente por unarespuesta suya. Sostuve con mis manos mi vientre vacío, yle dije: “Debí habértelo dicho antes. Hubiera sido unaniña…”

Coloqué mis manos sobre su pecho, y le acariciéla tupida barba rojiza, y un torrente de sentimientosreprimidos se agolparon vertiginosamente, y se adueñaronde mi mente. “Te me has escapado, bribón. Una vez penséque te odiaba. Pero ahora me doy cuenta que estabaequivocada. Debí habértelo dicho antes… Este malditohuracán me ha hecho ver toda esa fealdad dentro de mí…”Me sentí de repente como una huérfana,observé como introducían su cuerpo en elsaco de nylon negro; y una vez depositadodentro de la ambulancia, cerraron laspuertas traseras, y la ambulancia partió.

El mismo oficial se me acercó, yme preguntó: “¿Tenía esposa o algún hijo?”

“Sí. Tenía esposa y un hijo. Peroellos evacuaron desde ayer en la mañana,”contesté con apatía, palpando el rosario enmi bolsillo, “lo dejaron atrás…”

Los helicópteros volaban encimade mí; los reporteros corrían a mi alrededor;al igual que los sobrevivientes de latormenta. Había una gran confusión pordoquier…, y muy pronto me perdí entre elenorme barullo y entre todos los que merodeaban y tendían sus brazos hacia mí alver en mi rostro el reflejo de su propiaangustia y desolación. Todos a mi alrededorestaban desolados. Escuchaba palabras deprofunda compasión; dudé si las merecía ono; incluso abracé a la gente, y lloré conellos. La gente de las otras casas derruídasemergían de su propio infierno y seagrupaban y se consolaban los unos a losotros. La furia de la tormenta había cedidoel paso a la ternura…

Dieciocho años. Dieciocho años,y entre entonces y ahora, la marea y la corriente de ladesesperanza y la fatiga… Durante toda mi vida muchaspuertas habían sido cerradas; muchas puertas habían sidoabiertas.Manejé por toda la autopista, mirando hacia lospinos que ya no eran verdaderos árboles, sino largos dedosblancos y desnudos, totalmente consumidos por la tormenta.Me hice a un lado, y detuve el auto sobre el hombro de lavía. Al otro lado pude ver la pequeña y reconstruída cafetería,desde donde emergía un hombre fornido de mediana edad,junto a una niña de cabello rojizo con dos grandes trenzas yel rostro lleno de pecas, que sostenía una muñequita deplástico en una de sus manos. El hombre usaba uniforme deguardabosques.

El hombre me saludó con la mano, mientrascruzaba la autopista.

“Istonko,”[2] lo saludé.“Hola, Señorita Parodan, ¿cómo se siente hoy?”,

Arístide: La Lupe

Félix Anesio, escritor cubano, nacido en Guantánamo, segraduó de ingeniero geólogo en la Universidad de Oriente.Ha publicado un libro de cuentos, Los aldeanos. Reside enMiami.

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En 1796 se fundó el poblado de Santa Catalinade Guantánamo, apartir de ese momento,no pararon lasconstruccionesinfluenciadas pordiferentes estilos dearquitectura: elcolonial, en granmedida el francés, mástarde el norteamericanoy otros, queconformaron unaciudad ecléctica. Notemo asegurar que lasconstrucciones másbellas de Guantánamotuvieron que ver con elarquitecto e ingenierocivil José Leticio deJesús Salcines yMorlote —uno de losmás importantesmaestro de obras deinicios del siglo XIX enCuba— pero la másfamosa de todas, es sindudas la que llevó acabo para fines devivienda familiar, entre los años 1916 y 1918, y que elpueblo ha querido bautizar como El Palacio Salcines.Esta construcción se encuentra ubicada en el mismo cascohistórico de la ciudad, y en estos momentos es “El Centrode Artes Visuales”, donde debería conservarse gran partede la memoria artístico-plástica de la zona, pero que porsu deterioro y la falta de una verdadera restauración no

LAGUANTANAMERA MÁS ALTA

Ena “LaPitu” Columbié

puede guardar ni su propia memoria.Como todossabemos elgobierno defidel (insistoque no es unerror, se escribecon minúscula),interviene nosólo losnegocios, sinotambién lascasas de laspersonas quesalen del paísen busca delibertad, y lohace desde queel primerpreclarodecidió irse dela cárcelgrande, allá porel año 59. Puesbien, cuandolos habitantesde El PalacioSalcinessalieron rumbo

al exilio —historia repetida hasta el cansancio en todaslas ciudades cubanas— fue ocupado ilegalmente porvarias familias depredadoras, que destruyeron susvitrales, mosaicos, azulejos, madera preciosa, mármolesde Carrara, frescos, y toda una infraestructura que loconvertían en una joya de la arquitectura ecléctica conmuchos elementos del Art-Noveau. Más adelante el

Ena Columbié, “LaPitu”

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gobierno logró rescatar la planta baja que funcionó pormás de veinte años como correo de la ciudad. Después decerrarlo y mantenerlo muchos años en ruinas y olvidado,Patrimonio Provincial lo agarró y haciéndole unmaquillaje que no duró más de cinco años lo convirtió enuno de los centros más importantes del pueblo; pero en laactualidad, comouna gran parte delos monumentosarquitectónicosimportantes de lasciudades delinterior cubano, secae en pedazos.La mayor atracciónde esa construcciónes la escultura quese erige en sucúpula peraltada, yque puedeapreciarse desdelos cuatro puntoscardinales de laciudad. Una figurade mujer alada quedirige las notas desu trompeta oclarín a los moradores de su villa: La Fama.

Según el poeta latino Virgilio, La Fama es “lavoz pública”, un ser mitológico que da la transición de loprivado a lo público, “el rumor que corre”, y la describecomo una figura alada que permanece insomne atisbandoel horizonte, vigilando desde los techos. La Fama es larepresentante del poder demoníaco de la publicidad;aparece como un monstruo en los versos 173-97 de sufamosa epopeya nacionalinconclusa, La Eneida.Virgilio fue el primerescritor —del que tengoconciencia— que hizoaparecer en la literatura aesta figura mitológica, ydebido a su enormeinfluencia en las letraslatinas y occidentales otrosescritores arrastraron elmito.

Yo soy el piadosoEneas, que trae en susnaves los penatesarrebatados alenemigo y cuyonombre La fama haextendido hasta loscielos. [Virgilio, LaEneida. 1.378]

Ovidio es otro de los poetas latinos nacido antesde Cristo que la representaba como un monstruohabitando en un palacio de bronce en el centro de latierra. Pero realmente La Fama es la divina diosamensajera de Júpiter (Zeus) que publicaba las noticiasdesde los lugares más altos, sus templos se encuentran en

Grecia y Roma, ypese a losinfortunios queprovoca en losseres humanos,éstos la aman y sele someten, porquecreen que sólo ellapuede propiciar lainmortalidad y lacelebridad despuésde la muerte.

La Fama deGuantánamo es laescultura quecorona la cúpuladel PalacioSalcines, está hechaen cemento armadoy fue realizadaexpresamente a

petición del arquitecto al escultor italiano Américo J.Chini, que para esos años radicaba en La Habana. Sepresume que es la única figura de su tipo en la Isla.Parienta de la también solitaria Giraldilla capitalina,permanece en su cúpula pendiente a la intimidad de losprovincianos, para publicar sus triunfos y derrotas. Estagloriosa deidad que tiene el poder de transformar lasvidas de los hombres, es el símbolo de una ciudad que no

Ena Columbié, “LaPitu”

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Ena Columbié, “LaPitu”: Guantánamo, Cuba. Poeta, ensayista, crítica, narradora y artista. Licenciada en Filología. Haobtenido numerosos premios en crítica literaria y artística, cuento y poesía. Ha publicado los libros: Dos cuentos (Narrativa. Cuba1987), El Exégeta (Crítica literaria. Cuba 1995), Ripios y Epigramas (Poesía Cuba 2001) y Ripios (Poesía. USA 2006) y en lasantologías: Lenguas Recurrentes (1982), Lauros (Cuba 1989), Epigramas (Cuba1994), Muestra Siglo XXI de la poesía en español(USA 2005), La Mujer Rota (México 2008). Dirige la editorial, Ediciones EntreRíos. Reside en Miami. Este testo fue publicadopreviamente en el blog Gaspar, El Lugareño, de Joaquín Estrada Montalván, donde Ena mantenía una columna semanal, “Con laVerdad a Cuestas”.

la ignora, que permanece muy alertas para cuando aparececon una tonada escandalosa. A ella le cantó el poetaRegino E. Boti:

La Fama de Chini

Creada a golpe de cincelen la propia eminencia y bajo el sol,vuelas sin tener alas, porque—aunque terrena—eres lo ideal.Grácil, ingrávida, serena,tu helénica euritmia redimede venal mercantilismo—pregonando su gesta—a mi aldea natal. Ena Columbié, “LaPitu” Foto /

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