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    VOCES Y SILENCIOSLA PRENSA ARGENTINA Y LA DICTADURA MILITAR

    (1976-1983)

    Jorge Saborido y Marcelo Borrelli

    (coordinadores)

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    EudebaUniversidad de Buenos Aires

    1 edicin: octubre de 2011

    2011Editorial Universitaria de Buenos AiresSociedad de Economa MixtaAv. Rivadavia 1571/73 (1033) Ciudad de Buenos Aires

    Tel: 4383-8025 / Fax: 4383-2202www.eudeba.com.ar

    Diseo de tapa: Silvina SimondetComposicin general: Eudeba

    Impreso en ArgentinaHecho el depsito que establece la ley 11.723

    No se permite la reproduccin total o parcial de este libro, ni su almacena-miento en un sistema informtico, ni su transmisin en cualquier forma opor cualquier medio, electrnico, mecnico, fotocopia u otros mtodos,sin el permiso previo del editor.

    Voces y silencios : la prensa argentina y la dictadura militar 1976-1983 /coordinado por Jorge

    Saborido y Marcelo Hernn Borrelli. - 1a ed. - Buenos Aires : Eudeba, 2011. 400 p. ; 23x16 cm. - (Temas/Comunicacin)

    ISBN 978-950-23-1875-2

    1. Historia Poltica Argentina. I. Saborido, Jorge, coord. II. Borrelli, MarceloHernn, coord. CDD 320.982

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    NDIC

    E

    IntroduccIn.............................................................................................7

    1. LosdIarIos

    Una batalla ganada: Clarny la compra de Papel Prensa (1976-1978),Marcelo Borrelli....................................................................................19

    El diario de Massera: Conviccindurante la dictadura militarMarcelo Borrelli y Jorge Saborido........................................................... 55

    Entre la guerra sucia y la guerra de Malvinas, la guerra que no fue.Los medios y el conflicto del Beagle (1977-1982)

    Csar L. Daz, Mario J. Gimnez y Mara M. Passaro...........................83

    El choque de los paradigmas y la muerte del diario La Opininde Jacobo Timerman. Una historia que contina

    Fernando J. Ruiz.................................................................................119La Naciny Clarnfrente a la violencia poltica (1976-1980).Dos casos de periodismo hermesiano

    Csar L. Daz..................................................................................... 153

    2. LasrevIstas

    2.1. LaprensacatLIca

    Por la Nacin contra el Caos. La revista Cabildoy el Procesode Reorganizacin Nacional

    Jorge Saborido.....................................................................................185

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    Criteriofrente al golpe de Estado de 1976: una apuestaa la salida institucional,

    Marcelo Borrelli..................................................................................225

    Esqui-Colorante el proceso de apertura poltica (1981-1982):de la democracia tutelada a la reconciliacin nacional

    Mercedes A. Gonzlez........................................................................251

    2.2. LaprensapoLtIca

    El informe de la CIDH y su repercusin en la prensa poltica

    (1979-1980). Los casos de Confirmado, Redacciny ExtraDamin Daz y Mercedes Saborido......................................................277

    Ascenso y cada de un interlocutor vlido: Confirmado(1976-1978)Mara Sol Porta..................................................................................299

    Somosy Gentefrente a la guerra de Malvinas: dos miradasen una misma editorial

    Mara Paula Gago y Jorge Saborido.....................................................335

    referencIasbIbLIogrfIcas....................................................................359

    notassobreLosautores.......................................................................377

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    Introduccin8

    sensacionalista que enfatice los hechos negativos y minimice las conquistaspositivas (La Nacin, 15/12/1976).

    La declaracin antes mencionada de Videla contena implcitamenteuna referencia a la autocensura que en trminos generales los mediosescritos estaban ejerciendo sobre su propia tarea, y que era funcional ala estrategia de desinformacin y ocultamiento de la dictadura: esa res-ponsabilidad a la que haca referencia el dictador, en funcin de la cual,deca, la prensa gozaba de libertad, estaba directamente vinculada con lasomisiones deliberadas que, principalmente en los grandes diarios nacionales,se realizaban da a da en torno a la represin clandestina, a las descarnadas

    disputas interfuerzas y a toda aquella informacin que pudiera poner enriesgo la estrategia de desinformacin que se implementaba desde el poderestatal. Desde el golpe, la dictadura haba puesto en prctica diferentesmecanismos censores, en el marco del disciplinamiento general que imponael terrorismo de Estado, tanto aquellos legales algunos heredados de la ad-ministracin peronista de 1973-1976, como la Ley N 20.840 de SeguridadNacional o el Decreto N 1.273 de 1975 sobre Agencias Noticiosas comootros ms informales: comunicados, memorandos, recomendaciones,

    advertencias, sugerencias o listas negras que conformaron una formaparticular de censura, amplia pero difusa. En el caso de la prensa escrita,estos mecanismos, ms la voluntad de las empresas periodsticas respectode no confrontar con el rgimen, fueron consolidando en los primeros aosdictatoriales una poltica de autocensura en relacin a los temas sensiblesque pudieran afectar seriamente el capital poltico de las Fuerzas Armadas.

    Ese favoritismo inicial de los medios de prensa hacia los militares habarespondido a diversas razones convergentes, no siempre explicitadas: la pro-

    mesa del rgimen de restaurar el orden frente a una realidad que se juzgabacatica; el consenso hacia la necesidad de soluciones drsticas sobre elproblema subversivo; la posibilidad de un reencauzamiento econmico einstitucional del pas; la pertenencia de los dueos de los medios de prensaa un sector del empresariado que se senta asediado por la violencia de losextremismos; el encono que se haba generado hacia la administracinperonista en los aos previos; las convicciones ideolgicas de quienes con-ducan los medios escritos; el horizonte de un cambio revolucionario en

    trminos conservadores que finalizara con el desborde populista y serafavorable para los intereses empresariales; el inicio de una etapa de discipli-namiento de los trabajadores en general y que en particular ira en desmedro

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    de los trabajadores de prensa, entre otras motivaciones que fundamentabanel apoyo inicial al gobierno militar.

    La complacencia de los medios con la dictadura cont adems con algu-nas expresiones abiertamente apologticas para con su impronta autoritaria yen defensa de la guerra contra la subversin (tal vez el caso ms recordadoen ese sentido sean las revistas pertenecientes a la editorial Atlntida); omomentos de exaltacin nacionalista atizados por la prensa como duranteel Mundial de ftbol 78; el conflicto con Chile por el Beagle, la visita alpas de la Comisin Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) de laOrganizacin de Estados Americanos (OEA) en septiembre de 1979, y el

    conflicto por Malvinas durante abril-junio de 1982, que fueron tambinfuncionales a la estrategia interna del rgimen para rechazar las denunciasque desde el exterior se realizaban en torno a la violacin de los derechoshumanos, que para la dictadura y sus voceros oficiosos se trataba de unacampaa antiargentina.

    Ahora bien, luego del consenso inicial con el rgimen, la poltica edito-rial de los medios de prensa no fue homognea. En primera medida, muchosmedios tomaron conciencia que su apoyo inicial no los dejara indemnes

    frente a la extensin del terrorismo de Estado y a cierta autonoma represi-va que demostraban los jerarcas militares y los grupos de tareas a su cargo.Prontamente qued en evidencia la contradiccin entre los objetivos pro-clamados por el rgimen militar, a los que en trminos generales apoyaban,y la prctica concreta signada por mtodos criminales y disputas facciosas.Y, por ejemplo, si bien las empresas periodsticas se mostraban comprensiblescon las limitaciones vinculadas a un tiempo de guerra, reivindicaban elfundamento y el ejercicio de la libertad de prensa, y en ese punto al menos

    no se mostraban dispuestas a tolerar una total inflexibilidad del rgimen.De manera que, luego de los primeros aos, cada medio se ir posicio-

    nando frente a la dictadura segn el entrecruzamiento de diversas variables:sus convicciones ideolgicas, las alianzas y simpatas hacia grupos y tradi-ciones polticas previas, el peso de sus intereses econmicos y empresariales,los apoyos circunstanciales a alguna de las facciones de poder en que estabadividido el Proceso, la adecuacin permanente frente a la amenaza deuna mayor restriccin a la labor de la prensa y la necesidad de renovar el

    contrato de lectura con los lectores, entre otras circunstancias.En particular, a partir de la segunda parte de 1978, y ya ms claramente

    durante 1980, la dictadura se desliz hacia un proceso de prdida de capitalpoltico, mientras fracasaba en su intento de recrear las bases de legitimacin

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    que haban dado sustento al golpe militar y apostaba todas sus fuerzas al planeconmico de Martnez de Hoz, que generaba resistencias en la mayorade los sectores de la vida nacional. Los medios acompaaron este procesorenovando su apoyo en trminos amplios a la Fuerzas Armadas en el poder,pero elevando su voz sobre los aspectos que juzgaban ms crticos: la pre-ocupacin por la situacin econmica y el anquilosamiento del rgimen; lademora en viabilizar un dilogo poltico efectivo con la dirigencia polticay civil tngase en cuenta que las Fuerzas Armadas sostenan pblicamenteque su objetivo ltimo era la restauracin de una democracia slida ymadura, aunque no estaba claro con qu actores polticos se concretara

    ni en qu plazos; una demanda mayor de explicaciones oficiales sobre lasituacin de los desaparecidos y otros aspectos vinculados a la violacin delos derechos humanos (a la vez que se criticaba la injerencia internacionalen el tema y se defenda lo actuado por las Fuerzas Armadas en la guerracontra la subversin); la referencia crtica hacia la cerrazn autoritaria enaspectos culturales o educativos, y la necesidad de dar por cerrado el captulode lucha contra la subversin para restaurar el estado de derecho. Todoello con diferencias segn el medio que se tratara y, por lo general, sin que

    tales admoniciones se tradujeran en una oposicin abierta a la dictadura.Al menos esto fue una constante hasta la derrota en Malvinas en junio de1982, cuando los militares comenzarn el proceso de entrega del poder enmedio de mltiples demandas de la sociedad civil.

    Este breve repaso introductorio no deja de ser una mencin general yparcial sobre posicionamientos editoriales que tuvieron matices segn cadacoyuntura y que deben ser analizados en detalle. En ese sentido, este librose presenta como un intento de pensar histricamente la complejidad de

    la relacin entre prensa y dictadura, con el objetivo de explicar las actitu-des de los medios de difusin escritos durante el periodo. Para ello se haelegido analizar el posicionamiento editorial de diversos diarios y revistasfrente a acontecimientos de mxima relevancia, entendiendo al espacioeditorial como la forma de periodismo de opinin e interpretacin a travsde la cual se expresa el punto de vista personal de quien dirige un medio, ode la empresa a travs de un equipo de editorialistas especializados en losdistintos campos de la realidad (Castelli, 1991: 193), y donde se sistematiza

    explcitamente la posicin institucional y la lnea poltica e ideolgica deese medio (Borrat, 1989: 33).

    La mayora de las investigaciones aqu presentadas han sido fruto del tra-bajo realizado desde el ao 2001 hasta el 2010 en el marco de tres proyectos de

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    investigacin UBACyT dirigidos por el Prof. Jorge Saborido: Por la Nacincontra el caos: la revista Cabildo(1976-1991)(2001/2003UBACyT CS60); Voces y silencios: la prensa catlica durante el Proceso de ReorganizacinNacional (1976-1983) (2004/2008UBACyT 070) y Consenso, sumisino disenso? La prensa poltica durante el Proceso de Reorganizacin Nacional(1976-1983)(2008-2010-UBACyT S047). Adems, cuenta con el aportede destacados investigadores provenientes de otras casas de estudio que hansido convocados especialmente para la ocasin, como el caso de FernandoRuiz, Csar Luis Daz, Mario Jorge Gimnez y Mara Marta Passaro.

    El libro se divide en dos apartados; uno referido a los diarios, que cuenta

    con cinco trabajos; y otro referido a las revistas, constituido por seis captulos,que a su vez se encuentra subdividido en la prensa catlica y la prensapoltica. Hemos realizado esta distincin para que el lector pueda identificarms rpidamente los captulos de su inters, como as tambin porque laslgicas de produccin, circulacin y lecturas para diarios y revistas, si biensimilares como parte del mbito de la prensa escrita, se diferencian en rela-cin a las caractersticas particulares de cada espacio periodstico (pblicodestinatario, repercusin en la opinin pblica, lgicas informativas, etc.).

    El primer captulo de Marcelo Borrelli analiza la posicin editorial deldiario Clarnfrente a un emprendimiento clave para la conformacin de estaempresa periodstica: su asociacin al Estado nacional en la papelera PapelPrensa S.A. junto a los diarios La Naciny La Raznen 1977. Para dar cuentade su posicionamiento editorial, se revisa minuciosamente la historia delproyecto, que data de la dictadura de la Revolucin Argentina (1966-1973),hasta la inauguracin de la planta productora de papel en septiembre de1978. La entrada en el negocio de los tres diarios fue directamente impulsada

    por un sector del gobierno militar, encabezado por Videla y su ministro deEconoma Jos Alfredo Martnez de Hoz, y gener profundas diferenciasentre los diarios nacionales. Clarn, adems de ser un beneficiado directo,defendi la puesta en marcha de la papelera con argumentos vinculados asu prdica desarrollista que ensalzaron el paso positivo que significaba parael pas en relacin a la sustitucin de importaciones, la grandeza de lanacin y, tambin, al avance para el ejercicio de la libertad de prensa.

    El segundo captulo, de Marcelo Borrelli y Jorge Saborido, presenta

    la historia y el pensamiento editorial del diario Conviccin, un medio cuyaparticularidad excepcional fue su vinculacin con el entonces almiranteEmilio Eduardo Massera y con la Marina. El peridico se lanz al pblicomasivo en agosto de 1978 antes haba tenido una existencia como boletn

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    informativo militar en tanto plataforma periodstica para el lanzamiento delproyecto poltico de Massera, que aspiraba a alinear detrs de s a parte delperonismo y erigirse como un heredero del Proceso en el nuevo escenariopoltico post-dictatorial. Pese a su ntima relacin con un sector del podermilitar, el diario tambin tuvo objetivos vinculados a la prctica profesionaldel periodismo y cont con la participacin de destacados profesionalesdel oficio. La historia de este medio de prensa, sus posiciones editorialesy adscripcin ideolgica, revela las feroces disputas entre las Fuerzas Ar-madas por el poder y las complejas tramas de asociacin cvico-militar quesurcaron el periodo.

    En el tercer captulo, Csar Luis Daz, Mario Jorge Gimnez y MaraMarta Passaro realizan un anlisis comparativo de los diarios La Prensa,LaNacin,The Buenos Aires Herald,El DayClarnfrente a la disputa entreArgentina y Chile por la soberana sobre el canal de Beagle que atravestodo el periodo dictatorial con la amenaza cierta de convertirse en unenfrentamiento blico. La disputa por los lmites entre ambos pases, quese remontaba al siglo XIX, tuvo una peligrosa reedicin en estos aos quedespert actitudes nacionalistas y chauvinistas en ambas poblaciones,

    atizadas por los respectivos regmenes militares que vean all una bazapara consolidar su poder interno. Los diarios argentinos jugaron un rolfundamental en esa deriva en pos de la defensa de la soberana nacional,aunque tambin se registraron ciertos matices que son destacados por losautores. Adicionalmente, el conflicto dej ms expuesta ante la opininpblica aquellas diferencias que existan hacia dentro de la dictadura militarargentina entre los sectores moderados y duros.

    El texto de Fernando Ruiz analiza los avatares del diario La Opinin

    de Jacobo Timerman durante la dictadura militar, hasta su intervencinen 1977, luego de la detencin por parte del rgimen de su director y otroscolaboradores del diario en el marco del Caso Graiver. El autor proponeun anlisis de dos paradigmas que constituyeron la labor de la prensa duranteestos aos: el paradigma de la seguridad nacional vinculado a la defensadel orden constituido en Latinoamrica contra la avanzada populista orevolucionaria, y el de la liberacin cuyo objetivo era el reemplazo delsistema de dominacin en base al capitalismo, y entiende que la aparicin

    de La Opininpuso en entredicho ambos paradigmas, en tanto el diariohizo explcito su vocacin de actor poltico al unsono que puso el nfasisen su vocacin profesional y comercial. Por otra parte, el autor recrea elescenario de los grandes diarios nacionales durante la dictadura para dar

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    Introduccin14

    aos 1981 y 1982, momento en el cual la dictadura vio crecer paulatina-mente la accin de los partidos polticos que queran retomar el centro dela escena ante la frustracin que estaba significando el Proceso. El ttulodel captulo De la democracia tutelada a la reconciliacin nacional refierea la posicin de esta revista, que en trminos generales se mostr comouna defensora de lo actuado por las Fuerzas Armadas en el poder, y en esesentido apoy la eventualidad de una institucionalizacin de stas en lademocracia que ya en esos aos apareca en el horizonte cercano. Ante lacada en desgracia de los militares, la apuesta se orient hacia la reconci-liacin, con todo lo que ello implicaba en torno a las secuelas abiertas por

    la represin ilegal. El captulo repasa la historia del emprendimiento y cmose fue verificando este viraje discursivo.En el espacio dedicado a la prensa poltica, Damin Daz y Mercedes

    Saborido realizan un anlisis comparado de las revistas Confirmado,RedaccinyExtra ante la repercusin de la visita de la CIDH en septiembre de 1979y la posterior difusin de las conclusiones de su informe sobre los derechoshumanos en el pas, que contena una denuncia explcita contra la dictaduramilitar al sealarla como la principal responsable de las violaciones de los

    derechos bsicos de los ciudadanos del pas. Pese a la relevancia que, vistaen perspectiva, tuvo la intervencin de la comisin, en su momento fuecuestionada por la mayora de los medios de prensa nacionales en virtudde considerarla como una injerencia externa y porque se le endilgaba nohaber realizado un juicio ecunime de lo sucedido en el pas en torno a laviolencia poltica y a la guerra interna padecida. Desde diferentes estilosy con los matices que sealan los autores, las tres revistas objetaron la tareade la comisin y presentaron anlisis que tendieron a preservar el rol de las

    Fuerzas Armadas.Por su parte, Mara Sol Porta repasa la historia de la revista Con-

    firmadoen los primeros aos dictatoriales, cuando intent posicionarsecomo un interlocutor vlido frente al rgimen, que en esas instanciasmantena un canal de dilogo con representantes de los partidos polti-cos conservadores para crear una herencia del Proceso. Justamente,su director, el dirigente federalista de la provincia de Crdoba HoracioAgulla, intent influir en la interna militar para lograr que los proyectos

    de los sectores ms moderados triunfaran sobre los duros, ademsde distinguirse por su apoyo abierto al ministro Martnez de Hoz. Segndiversas fuentes, su asesinato en 1978 por esbirros de la Armada sevincul al rol que pretendan tener l y su revista. El artculo de Porta

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    desglosa minuciosamente estos detalles y da cuenta del posicionamientopoltico de Confirmadoen la coyuntura.

    Por ltimo, Mara Paula Gago y Jorge Saborido repasan las posturas dedos emprendimientos de la editorial Atlntida frente a la guerra de Malvinas:las revistas Gentey Somos. Pese a que ambas se destacaron por su defensa delrgimen militar, en muchos casos haciendo uso de estrategias sensacionalistasy de fuerte impacto pblico, en el caso de Malvinas mostraron posicionesdiferenciadas, primando en Somoscierta cautela frente a lo que aparecacomo una aventura poco racional, mientras que Genteprivilegi la derivanacionalista y triunfalista, dentro de un discurso apologtico que sin duda

    ha quedado marcado en el recuerdo colectivo que evoca aquellos aos.Este libro surge en un momento histrico donde el rol de los medios decomunicacin social en Argentina es profundamente discutido, as comotambin sus actitudes durante la poca dictatorial. Lamentablemente, elacercamiento ms frecuente respecto del rol de la prensa durante la dicta-dura se ha reducido a una visin maniquea que, bajo un discurso ancladoen la denuncia y el sealamiento de la complicidad, intenta determinarquines fueron los buenos y los malos de la historia reciente nacional y

    reduce las motivaciones de los rganos de prensa nicamente a fines siempreinconfesables ligados, por lo general, a su inters pecuniario u a otros pocotransparentes. Sin negar la existencia de estas cuestiones, esta perspectiva,en ltima instancia, no propicia un ejercicio de pensamiento histrico quereflexione sobre la labor de la prensa revisando la complejidad de la poca,con sus ambigedades y matices; las trayectorias ideolgicas de los mediosy sus alineamientos con ciertas doctrinas polticas; las dinmicas de apoyoy distanciamiento que fue generando la propia dictadura con sus prcticas;

    o las cambiantes circunstancias que atraves el pas durante los casi ochoaos en que las Fuerzas Armadas estuvieron en el poder. Es nuestra inten-cin, entonces, que este libro sea un aporte para integrar estas variablesde anlisis al campo de estudios de la prensa durante la etapa dictatorial.

    Por ltimo, confiamos que este trabajo contribuya a alumbrar siquieraparcialmente una poca signada por los efectos del terrorismo de Estado,la impronta autoritaria en diversos campos de la realidad nacional y el de-terioro socioeconmico de una gran mayora de la poblacin; aos donde

    la prensa tuvo un rol prioritario para legitimar o deslegitimar las prcticasde quienes gobernaron de forma autoritaria.

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    Una batalla ganada: Clarny la compra

    de Papel Prensa (1976-1978)*

    Marceloborrelli

    Introduccin1

    El 27 de septiembre de 1978 se concret uno de los acontecimientosms importantes para la historia del diario Clarn: la inauguracin de la

    planta productora de papel para diarios de la empresa Papel Prensa S.A.,de la que haba pasado a ser accionista en enero de 1977 junto a los diariosLa Razny La Nacin, gracias a la promocin de la operacin por parte dela dictadura militar. El primer paso para la realizacin de este negocio sehaba dado el 2 de noviembre de 1976, cuando los tres diarios compraron elpaquete accionario mayoritario que estaba en manos del Grupo Graiver, quehaba sido creado por el banquero y empresario David Graiver, fallecido el7 de agosto de 1976 en un sospechoso accidente de avin en Mxico. Con

    esa compra, los diarios pasaron a ser socios del Estado en el emprendimien-to, ya que ste era propietario de un 25% de las acciones de Papel Prensa.

    * Remedamos el ttulo del editorial de Clarndel 27 de septiembre de 1978, da de la inauguracinde la planta productora de papel de Papel Prensa S.A (Papel Prensa: una batalla ganada; Clarn,27/9/1978). El ideario desarrollista hizo de la metfora blica uno de sus lugares comunes paraenfatizar el salto cualitativo y cuantitativo que necesitaba el pas para dejar de ser subdesarro-llado. Clarnhar uso recurrente de esta fraseologa durante la poca.1. Este captulo es parte de la tesis doctoral del autor titulada El diario Clarn frente a la polticaeconmica de Martnez de Hoz (19761981), presentada como finalizacin del Doctorado en

    Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (defendida el 21 de marzo de 2011), en elmarco de una beca de postgrado otorgada por el CONICET. Asimismo, el captulo constituye unaversin ampliada y revisada del artculo Una batalla ganada: el diario Clarnfrente a la comprade Papel Prensa por parte de los diarios La Nacin, Clarny La Razn(19761978), publicado enla revista Papeles de trabajo, del Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacionalde General San Martn (ao 2, n 4, diciembre de 2008).

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    1. Los diarios20

    Prontamente, la transaccin se vio ensombrecida por las sospechas querodearon a lo que en ese momento se conoci como el caso Graiver, enrelacin a las detenciones ilegales que, a inicios de 1977, orden la dictadurasobre miembros de ese grupo econmico a quien acusaba de relaciones conla subversin.

    En este trabajo abordaremos en detalle la historia del emprendi-miento Papel Prensa, pero el principal objetivo ser analizar en formaminuciosa cul fue la posicin editorial que hizo pblica Clarndesde elmomento en que se conoci el traspaso accionario a fines de 1976 hastala puesta en marcha de la planta productora de papel en septiembre de

    1978. Concrecin que, como analizaremos, fue presentada como ungran avance para el pas que coincida con los objetivos desarrollistasque postulaba el diario.

    No puede dejar de mencionarse la relevancia que tuvo que diariosindependientes como Clarny La NacinLa Raznresponda directa-mente a los intereses del Ejrcito hayan obtenido este beneficio estatal,situacin peculiar en cualquier circunstancia, pero ms an en el contextodel accionar del terrorismo de Estado y de la cruzada refundacional de la

    dictadura militar, donde la manipulacin y deformacin de la informacin,y la autocensura que se impuso la prensa nacional, fueron condicionesfundamentales tanto para el ocultamiento de los crmenes de la represinclandestina como de las turbias disputas interfuerzas.

    Clarnhacia 19762

    El diario Clarnlanz su primer nmero al pblico el 28 de agosto de1945. Su fundador fue el poltico Roberto J. Noble, quien dirigi el diariohasta el da de su fallecimiento, el 12 de enero de 1969. Luego se hizo cargode la direccin su esposa, Ernestina Herrera de Noble, funcin que continaejerciendo en la actualidad.3

    Clarntuvo una carrera ascendente desde sus inicios. Durante el primerperonismo, aument sus ventas y su popularidad, creci econmicamente

    2. Siguiendo los planteos tericos de Borrat (1989: 10), entendemos al peridico como un actorpoltico que tiene la capacidad de afectar al proceso de toma de decisiones en el sistema poltico,

    y cuyo rol distintivo es la capacidad de ejercer influencia en la opinin pblica.3. Sobre la vida del fundador de Clarn, vase Ramos (1993).

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    y fue forjando una posicin autnoma del poder poltico peronista.4Haciafinales de la dcada del 40, era el diario La Prensael que tena la mayorcirculacin nacional e influencia en la opinin pblica, adems de captaruna gran proporcin de los avisos clasificados. Pero la expropiacin de LaPrensapor parte del gobierno peronista en 1951 benefici directamente aClarn. Paulatinamente, el diario de Noble capt el flujo de lectores y deavisos clasificados que haban pertenecido a La Prensa, transformndoseposteriormente en el diario de referencia de una clase media dinmica y encrecimiento. Tambin se beneficiara de las restricciones que los militaresque derrocaron a Pern le impusieron al diario El Mundo, que en 1955 an

    conservaba una nutrida cantidad de clasificados que fluirn tambin haciaClarn. En 1958, Clarnya era el primer matutino y el segundo diario delpas, detrs del vespertino La Razn, el cual luego ira declinando en sutirada por la generalizacin de la televisin en los hogares que perjudic alos vespertinos de todo el mundo.

    A fines de los aos 60, la tirada promedio de Clarnera de 340 milejemplares diarios (La Razny Crnicallegaban a 500 mil sumando todassus ediciones), y en 1968 recibi un beneficio adicional por el cierre de El

    Mundo, en paulatino declive desde 1945. Durante los aos 70, Clarnfueel nico diario que creci al ritmo del incremento demogrfico, mientrasque sus competidores perdieron lectores en forma sostenida (Muraro,1987: 27).5El avance puede captarse en las cifras comparativas de sutirada: el promedio de venta de 1957 fue de 274 mil ejemplares; en 1965fue de 342 mil ejemplares; en 1973 de 380 mil ejemplares y en noviembrede 1981 fue de 536 mil ejemplares (Llonto, 2003: 125; de Rssovich yLacroix, 1986: 18). Un estudio de la Unin de Trabajadores de Prensa

    de Buenos Aires (UTPBA) citado por Getino (1995: 91) indica que en1970 Clarnvenda 425.900 ejemplares, mientras que en 1980 la ventaascendi a 539.800. En ese lapso, ostent un aumento de la venta neta ydel porcentaje sobre el total del consumo, pasando del 22% en 1970, al

    4. Noble y su diario mantuvieron una relacin ambigua con el peronismo durante las primeras dospresidencias de Pern. En la primera etapa, Clarnadhiri fervientemente a la Unin Democrticaa la que apoy en la campaa electoral de 1946, pero luego se acerc al peronismo atrado por

    su veta nacionalista aunque Noble despreciaba la figura de Evita (Ramos, 1993).5. A inicios de la dcada del 70, una pequea porcin de los lectores de Clarnhaba migradohacia el diario de Jacobo Timerman, La Opinin, aparecido el 4 de mayo de 1971 (para un estudioen particular, vase el captulo de Fernando Ruiz en este libro). Cuando apareci La Opinin,Clarnvenda un promedio de 400 mil ejemplares cada maana, y al siguiente semestre su ventadescendi a 358 mil ejemplares (Ulanovsky, 2005: 23).

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    31% en 1980.6Tngase en cuenta que este crecimiento se realiz a pesarde los vaivenes econmicos que padeci el pas desde 1975.

    Paralelamente, fue consolidando una organizacin independiente, avan-z en la integracin vertical gracias a su participacin en la papelera PapelPrensa y desarroll una infraestructura industrial propia que le permitiracceder a informacin de ltimo momento.

    Una alianza clave: Clarny el desarrollismo

    Desde fines de la dcada del 50, y hasta inicios de los aos 80, Clarnabraz el ideario poltico del desarrollismo vernculo encabezado por Roge-lio Frigerio y Arturo Frondizi. Esta vinculacin se concret en una alianzaideolgica, poltica y financiera con el Movimiento de Integracin y Desa-rrollo (MID), el partido poltico que desde 1963 aglutin al pensamientodesarrollista nacional (Llonto, 2003: 155; Lpez, 2008: 34-36; Ulanovsky,2005: 30-31).

    Noble se acerc a Frondizi y a Frigerio a mediados de los aos 50 y,

    especialmente con este ltimo, entabl una slida amistad afincada en elideario comn. La prdica desarrollista prontamente se volver una con lade Clarn, como lo aseguraba el propio Noble en referencia al gobierno deFrondizi (1958-1962): No es que Clarncoincida con este gobierno, sinoque al revs, este gobierno es el que coincide en sus finalidades con la previaprdica de Clarn (cit. por Lpez, 2008: 35).7

    El vnculo se expres en el pensamiento editorial del matutino y, trasla muerte de Noble en 1969, en la presencia de hombres del desarrollismo

    que trabajaron en la redaccin de Clarnejerciendo un verdadero control

    6. Segn el mismo estudio, otros diarios de circulacin nacional bajaron ostensiblemente su cir-culacin o se mantuvieron en trminos similares durante el periodo: La Raznvenda 480.600 en1970, mientras que en 1980 se redujo a 304.800; La Nacinvenda 235.700 en 1970 y aumentlevemente a 248.300 en 1980; La Prensase redujo visiblemente de sus 213 mil ejemplares en1970 a los 80 mil de 1980.7. Segn Llonto (2003: 155), durante la primera etapa de la alianza corran rumores sobre que laligazn tan ntima tambin era porque durante el gobierno de Frondizi el Banco Nacin le haba

    otorgado un crdito a Clarnpara que comprara sus primeras rotativas (tambin se rumoreaba queFrondizi y Frigerio tenan acciones en Clarn). A partir de all, y hasta fines de 1981, el partidohabra obtenido apoyo econmico de Clarn. Por el contrario, Lpez (2008: 168) asegura queHctor Magnetto, gerente general del diario en esos aos, no recordaba haber individualizadoaportes econmicos de Clarnal MID, ms all del vnculo laboral que una a varios de sus refe-rentes con la redaccin.

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    ideolgico de la lnea editorial y las notas sensibles en relacin a la econo-ma y la poltica.8La cercana de Noble con los desarrollistas fue tal que leaconsej a su esposa Ernestina Herrera de Noble que confiara en Frigeriopara llevar adelante los asuntos del diario, y as lo har la flamante directoraluego del fallecimiento del fundador (Ramos, 1993: 119).

    Fruto de la ligazn entre Clarny el desarrollismo, se incorporaron haciainicios de los aos 70 en las reas de direccin y administracin tres jvenesamigos entre s que haban compartido estudios de Ciencias Econmicasen La Plata y que tendrn una gran responsabilidad en el crecimiento dela empresa: Hctor Magnetto, quien militaba en la juventud desarrollista

    de La Plata e ingres a instancias de Frigerio el 2 de marzo de 1972 comoadscripto a la Direccin y el 15 de noviembre de ese ao fue nombradogerente general; poco tiempo despus, se incorporaron sus compaeros JosAranda, que se ocup de los temas financieros, y Lucio Pagliaro, como sn-dico y a cargo de proyectos especiales (Lpez, 2008: 50-52). Llegaban parareorganizar e impulsar las partes comercial, administrativa y financiera queestaban sufriendo serios desbarajustes luego de la muerte del fundador,adems de terminar de transformar a Clarnde un emprendimiento basado

    en la persona de Noble a una empresa moderna.Prontamente, Magnetto se convirti en uno de los principales estrategasde Clarn. Pese a su filiacin partidaria, la relacin con el desarrollismo dentrodel diario fue tensa; segn Ramos (1993: 119): Magnetto se llev siempremal con el partido. Lo acusaban de escasa identificacin con el MID.

    Ahora bien, pese a esta estrecha relacin del matutino con el desarrollis-mo, es preciso afirmar que al analizar su posicin editorial deben articularsesu adopcin de la doctrina desarrollista con sus propios intereses como

    8. Uno de los primeros desarrollistas en ejercer el secretariado de redaccin fue Oscar Camilin (enel diario desde 1965 hasta 1972), y a partir de 1969 se integraron paulatinamente otros hombresligados al desarrollismo como Octavio Frigerio hijo de Rogelio, que colaboraba desde 1966 en laseccin Agropecuarias y que tomar un rol ms preponderante en la redaccin, Carlos Zaffore,Gonzalo DHers, Osvaldo Trocca, Isidro Odena, Marcos Merchensky, Ramn Prieto, Juan JosReal (para la trayectoria de los ltimos cuatro, vase Lpez, 2008: 80-81), Antonio Salonia, AlbinoGmez, ngel Mario Herrera, entre otros. Ms tarde, Octavio Frigerio ejerci la doble funcinde secretario general del diario y supervisor de la lnea editorial segn los intereses desarrollistas.Pero a inicios de 1974 fue suplantado en la jefatura de redaccin por Zaffore, que formaba parte

    del equipo de colaboradores de Rogelio Frigerio. Hacia 1976, la direccin periodstica recay enmanos de Marcos Cytrynblum, quien de todas formas no era un cuadro orgnico del desarro-llismo, mientras que Octavio Frigerio seguir manteniendo su rol como hombre fuerte del ncleodesarrollista para los asuntos del diario, pero desde fuera, en las famosas, para los periodistasdel diario, oficinas del abogado Bernardo Sofovich de la calle Alem, casi esquina Crdoba, desdedonde se bajaba la lnea editorial.

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    empresa periodstica. El desarrollismo nutri a Clarnde un perfil ideol-gico definido y coherente durante los aos que dur el maridaje, hasta losltimos meses de 1981. En un clima de poca que favoreca e impulsaba lapolitizacin de diversas esferas de la vida social, exhibir un ideario polticocoherente en s mismo, consolidado, prestigiado y cercano a figuras polticasvaloradas le otorg a Clarnun rdito simblico para posicionarse dentro delcampo periodstico y poltico, as como frente a la opinin pblica. Era undiario que representaba una forma de pensar los problemas de la Argentinay que tena soluciones concretas para esos problemas. Sus enunciacionesse basaban en una experiencia histrica, como haba sido el gobierno de

    Frondizi, y en planteos con basamento intelectual y cientfico que sepresentaban como ideolgicamente consistentes.Pero la perspectiva de ir consolidndose como una importante empresa

    periodstica durante la dictadura militar eje de un futuro grupo econ-mico puso en tensin los intereses comerciales de la empresa, que eranrepresentados por su gerencia general, con los polticos e ideolgicos deldesarrollismo. Asimismo, el ocaso paulatino del desarrollismo en la polticanacional y su enclaustramiento en un ideario dogmtico y cerrado sobre s

    mismo puso a Clarnfrente al peligro de reducir sus posibilidades empre-sariales al quedar asimilado a un ideario extremadamente faccioso que lecomenzaba a generar ms problemas que rditos. El particular encono conel que el desarrollismo trataba a sus adversarios polticos iba en desmedrodel tipo de alianzas, vinculaciones y negociaciones con el poder que un grandiario deba realizar para ampliar su capacidad de negocios. Por lo tanto, unahiptesis de trabajo, sobre la que existen slidos argumentos para su planteo,es que el alejamiento de los hombres del desarrollismo y el fin de la relacin

    decidido por la directora Herrera de Noble se vincul con la inconvenienciaque supona mantener la relacin para la futura consolidacin de la empresaeditora.9Es que a esa altura, Clarn, antes que un partido poltico y que unatribuna doctrinaria, era una empresa (periodstica).

    Clarndurante los primeros aos de la dictadura (1976-1978)

    En marzo de 1976, en el marco de la desafeccin general de la socie-dad civil hacia el proceso poltico encabezado por el peronismo y hacia la

    9. Vase la explicacin de Magnetto sobre la ruptura en Lpez (2008: 163-166).

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    coincidi con el discurso liberal clsico y le demand a la conduccin eco-nmica mayor congruencia con ese ideario que deca enarbolar. Por ejemplo,Clarnfue muy crtico de lo que se denominaba el sobredimensionamientodel Estado y demand reducir las responsabilidades estatales para eliminarsu hipertrofia y lograr una administracin ms eficiente. Desde antesdel golpe militar haba solicitado en forma recurrente que se ejecutara unareduccin de la plantilla estatal, se vendieran empresas estatales y se hicieradel Estado un organismo ms eficiente. No era casual. La concepcindesarrollista planteaba la necesidad de contar con un Estado fuerte y efi-ciente que regulara el proceso de inversin productiva, y para cumplir con

    ese objetivo el Estado deba reducirse para concentrarse en tales menesteres(Acua, 1984; Nosiglia, 1983). Otro punto de encuentro con la conduccineconmica, no reivindicado por el diario, era la tendencia tecnocrtica yeficientista que caracterizaba al desarrollismo, que tendi a coincidir conel discurso eficientista del Palacio de Hacienda (para analizar los puntos deencuentro entre el liberalismo y el desarrollismo, vase Acua 1984: 87).

    Pero a partir de las reducciones arancelarias aplicadas a fines de 1976 ha-cia rubros de la pequea y mediana industria nacional, y ms especialmente

    luego del primer trimestre de 1977, cuando el ministro ofreci seales msevidentes sobre su poltica en perjuicio de la pequea y mediana industria yla promocin de la nueva valorizacin financiera, las objeciones del diarios apuntaron tanto a la filosofa de las medidas de Martnez de Hoz como asu figura y la de otros integrantes del Ministerio de Economa.

    En relacin a la cuestin de los derechos humanos o la violenciasegn el lenguaje de la poca fue un elemento muy poco tratado en suseditoriales durante los aos 1976-1978. Cuando lo hizo, defendi de manera

    cerrada la lucha antisubversiva y rechaz la intromisin extranjera enlos asuntos internos en relacin al tema derechos humanos; pero tambinle demand al Estado que monopolizara el uso de la fuerza legtima sindejarla en manos de bandas irregulares y que esa guerra no se encarasesolamente en su faceta militar, sino que se concibiera dentro en un plan msamplio que eliminara el subdesarrollo, que era la causa que daba pbulo ala subversin (para un anlisis en particular, vase el captulo de CsarL. Daz en este libro).

    una poltica para estimular las industrias bsicas y, hacia fin de ese ao, en las primeras rebajasarancelarias que afectaron, an levemente, a sectores de la industria nacional.

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    En trminos generales, puede afirmarse que frente a los millares de se-cuestros y desapariciones ocurridas durante los primeros aos dictatoriales,Clarnmantuvo un silencio editorial estratgico,11slo quebrado en situa-lo quebrado en situa-lo quebrado en situa-ciones excepcionales. En esa lnea, la poltica editorial frente a informacionesvinculadas a la represin durante los aos ms crudos fue la de autocensurarsey respetar las restricciones que haba impuesto la Junta Militar.12

    El nacimiento de Papel Prensa

    A inicios de la dcada del 70, Argentina ocupaba el primer lugar en

    Amrica Latina en consumo de diarios y revistas, e importaba casi la totali-dad del papel que consuma. Esto implicaba una erogacin en divisas de msde 100 millones de dlares anuales, entre papel y pasta celulsica (Getino,1995). La produccin nacional de papel prensa era un anhelo largamentedeseado por los diarios nacionales y, de concretarse, conformara un granbeneficio econmico para sus balances, as como posiblemente una mayorautonoma con relacin al poder poltico.13

    11. Como seala Borrat (1989: 139): Sera muy comprometedora para el diario si cada da tuvieraque concretarse en una opinin sobre los hechos polticos del propio pas: como todo actor delsistema poltico, el peridico necesita combinar sus silencios estratgicos con sus mensajes deapoyo, demanda o denuncia.12. La primera referencia editorial explcita sobre el tema derechos humanos fue realizada el16 de septiembre de 1976, al condenar un atentado guerrillero. All aprovechaba para sealarel anlisis intencionadamente parcial de cierta prensa extranjera que haba elegido comoblanco a la Argentina con el pretexto de que sus autoridades no respetan los derechos humanos,entre otros argumentos que resaltaban lo que consideraba como una opinin injusta que recibael pas desde el exterior que no meda adecuadamente el tipo de agresin subversiva que habasufrido (Clarn, 16/9/1976). Un mes despus, a raz de las denuncias de exiliados ante un comit

    parlamentario estadounidense, se expresaba para desacreditar las denuncias que afluan desde otrospases advirtiendo sobre la intromisin en los asuntos internos nacionales (Clarn, 6/10/1976).La primera vez que Clarndemand informacin concreta sobre personas desaparecidas en suespacio editorial fue el 18 de agosto de 1978 en el editorial Los derechos humanos. All reconocasu preocupacin por lo que defina como el recrudecimiento de la desaparicin de personas,utilizando literalmente la palabra desaparicin en su espacio editorial (aunque la mitad deleditorial tena una vocacin apologtica y justificatoria de lo actuado por las Fuerzas Armadasen la lucha contra la subversin). En particular, aluda a casos no resueltos como el de JulinDelgado, director de la revista Mercadoy del diario El Cronista Comercial, desaparecido el 4 dejunio de 1978 (probablemente por los grupos de tareas de la Marina; Salomone, 1999: 267); a ladesaparicin del corresponsal de Clarnen Neuqun, Enrique Esteban ms tarde reaparecido por

    la presin que ejerci, entre otros, el propio Clarndesde sus pginas; y la de tres miembros dela Asociacin de Psiclogos de Buenos Aires, entre los que estaba su presidenta, Beatriz Perosio,desaparecida desde el 8 de agosto de 1978.13. El primer gobierno de Pern haba presionado a la prensa independiente con la disponibilidadde papel para imprimir, en un contexto donde la mayora del papel se importaba. A fines de ladcada del 40, los nicos tres diarios que se manejaban con autonoma frente al peronismo eran

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    El primer paso para la concrecin de un emprendimiento de este tipolo dio el gobierno de factodel general Juan Carlos Ongana al decretar el11 de agosto de 1969, a travs del Decreto-Ley N 18.312, la creacin delFondo para el desarrollo de la produccin de papel prensa y celulosa.Junto a l, sancion el Decreto N 4.400, que organizaba la aplicacin dela norma y llamaba a un concurso internacional de antecedentes para larealizacin de un estudio de inversin de unaplanta de papel prensa (elproyecto era una propuesta de su ministro de Economa, Jos Mara Dagni-no Pastore). El fondo destinado a financiar a la empresa adjudicataria delconcurso se conformara con el producido de un arancel del 10% sobre toda

    importacin de papel desde el 1 de agosto de 1970. En ese momento, laAsociacin de Entidades Periodsticas Argentinas (ADEPA) la institucincreada en 1962 por los grandes diarios y que agrupaba a las principalesempresas periodsticas de la Argentina se opuso a la aplicacin del arancelporque interpretaba que encarecera a las publicaciones y condenaba quelos fondos as obtenidos pudieran ser utilizados por el Estado para parti-cipar como capitalista en el emprendimiento (Cecchini y Mancinelli,2010: 36). Pese a las quejas, el 10% fue pagado por todos los diarios del

    pas ya que el mayor porcentaje de papel prensa era importado hasta lapuesta en marcha de la planta en 1978. Con estos primeros pasos legalesse iniciaba un camino plagado de irregularidades y prerrogativas ofrecidaspor el Estado a intereses privados.

    El 31 de marzo de 1971, mediante el Decreto N 43, el flamante gobier-no del presidente de factoAlejandro Agustn Lanusse, asumido el 26 de marzode ese ao, aprob el pliego del concurso y llam a licitacin internacionalpara la presentacin de proyectos para la instalacin y explotacin de una

    o ms plantas productoras de papel prensa, con una capacidad total inicialque, en conjunto, no deba ser inferior a 220 mil toneladas de produccinanual efectiva, para llegar a los dos aos a una produccin total no infe-rior a 340 mil toneladas. A diferencia de la propuesta de Pastore, que eraslo para unaplanta, la adjudicacin no impeda la instalacin en el pasde otras plantas productoras. El pliego obligaba tambin a que el 51% del

    La Nacin, Clarny La Prensa. En ese momento, el Estado tena el monopolio del papel porqueconceda los permisos de importacin y otorgaba cuotas de compra a los diarios segn el nmerode pginas. Luego de la intervencin de La Prensadecretada por Pern en 1951, se increment laarbitrariedad en la cuota a favor de los medios que eran afines al gobierno (Clarnfue crtico deestos manejos). Por otra parte, en editoriales de los aos 1975 y 1976 manifest su preocupacinpor los altos costos de la importacin del papel (Clarn, 25/9/1975; 3/2/1976).

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    capital social de la empresa estuviera constituido por capital nacional, coneventual participacin financiera del Estado. Las acciones que formaranparte de esa porcin ordinarias nominativas de un voto slo podan sertransferibles a personas o empresas argentinas, siempre que lo consintieranlas tres cuartas partes de los accionistas. Quien resultara adjudicatario ensu inicio gozara de privilegios fiscales.

    El 19 de abril de 1971 la Secretara de Industria y Comercio Interiorllam a concurso segn esas bases por el trmino de 180 das. De las ofer-tas realizadas ninguna cumpla con los requerimientos tcnicos y slo unapoda ser calificada como una oferta, segn un decreto del 3 de marzo

    de 1972 firmado por Lanusse (la objecin a esa oferta se apoyaba en tresobservaciones: volumen de produccin, tecnologa a utilizar y precio deventa del producto terminado). Se trataba del oferente denominado Proinpa,integrado por Csar Augusto Civita, dueo de la editorial Abril,14CsarAlberto Doretti de Fabril Financiera y Celulosa, Luis Alberto Rey pro-de Fabril Financiera y Celulosa, Luis Alberto Rey pro-pietario de la constructora que tendra que edificar la planta y la propiaEditorial Abril.15Luego de la apertura de los sobres, este grupo mejor losalcances de su propuesta en enero de 1972 y el 8 de mayo de ese ao el

    entonces presidente Lanusse y los tres integrantes de la Junta Militar de laRevolucin Argentina brigadier Carlos Rey, vicealmirante Carlos Coday general Carlos Casale tomaron dos determinaciones: por medio delDecreto N 1.309, declararon desierto el concurso pblico internacionalpara la instalacin de la fbrica, pero al unsono autorizaron la contrata-cin directa con la empresa en formacin Papel Prensa (con la garantamancomunada y solidaria de Civita, Doretti y Rey), para la instalacin deuna planta de papel prensa con una capacidad de produccin de 105.600

    toneladas anuales de papel que era menos de la mitad de lo que hubieracorrespondido segn el pliego original, a erigirse en la margen derechadel ro Paran, al sur de San Nicols, provincia de Buenos Aires, con unainversin total de 62 millones de dlares. Finalmente, el 6 de octubre de

    14. Civita era un poderoso editor italiano que al momento de presentarse a licitacin publicabaen Argentina algunas revistas de relevancia como Claudia, Panorama, 7 Das, Corsa, entre otras.

    15. Lpez (2008: 98) recuerda que Jos Alfredo Martnez de Hoz fue integrante titular del primerdirectorio de Proinpa. Doretti, uno de los socios de Proinpa, era amigo de Martnez de Hoz yllevaba sus temas jurdicos al estudio de abogados de quien luego fuera ministro de Economa dela dictadura. Martnez de Hoz posteriormente fue reemplazado en el directorio por Pedro MartnezSegovia, su socio, que, como veremos, ser director de Papel Prensa desde diciembre de 1973hasta enero de 1977, puesto all por David Graiver.

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    1. Los diarios30

    1972 se firm y aprob el acuerdo entre el Estado y el grupo mediante elDecreto N 6.959.16

    Para la constitucin de la sociedad, en el artculo 7 del contratofirmado entre el Estado y Papel Prensa se consignaba la emisin de cincotipo de acciones, conforme a las siguientes proporciones del capital social:el 26%, clase A; el 25%, clase B; el 20%, clase C; el 10%, clase Dy el 19%, clase E. Las ms importantes para el control de la compaaeran las de clase A y las de clase B. Las A seran suscriptas por el grupofundador la firma Papel Prensa, que estaba en formacin; las B seranpropiedad del Estado.17

    A pesar de las restricciones que haban sido estipuladas en torno a latransferencia de acciones clase A, al poco tiempo el grupo fundadorcomenz a transferir por medio de cesiones privadas de derechos y accio-nes el control del paquete accionario entre los propios socios y hacia nuevosaportantes. En poco ms de un ao de la suscripcin original de acciones,Civita, Rey y un nuevo accionista, Alberto Selasco, posean ms del 80% delpaquete accionario clase A. Y el 26 de diciembre de 1973 Rey le compr aCivita, a Editorial Abril y a otros accionistas ms de 2 millones de acciones,

    pasando a poseer ms de 3 millones y medio de acciones y decretando ladesvinculacin de esos accionistas vendedores de Papel Prensa. Ese mismoda, integrantes del Grupo Graiver le compraron a Rey las acciones adqui-ridas, lo cual haca suponer que Rey haba actuado como intermediario otestaferro de ese grupo (Molinas y Molinas, 1993: 232).18La transferenciade acciones de Civita a Graiver se habra pactado en 4 millones de dlares(Seoane, 2003: 293).

    16. Junto con la autorizacin que dio lugar al nacimiento de Papel Prensa, el gobierno de Lanussedispuso llamar a otro concurso internacional con iguales condiciones que el aprobado en marzode 1971, pero con un volumen de produccin que cubriera la diferencia entre las 105.600 tone-ladas anuales a cargo de Papel Prensa y las 340 mil que fijaba como objetivo el concurso original.17. Las C seran suscriptas por los usuarios habituales de papel de diario, quienes tenan derechoa elegir, como mnimo, un director de la sociedad (esa participacin tena como finalidad controlareventuales posiciones monoplicas y de prcticas discriminatorias); las D seran ofrecidas alpblico en general, y las E a proveedores de materia prima, locadores de obras y servicios ycontratistas de Papel Prensa, los que podran suscribirlas compensando el precio de sus servicios.Al no presentarse ni usuarios de papel prensa, ni proveedores, locadores o contratistas, las ac-

    ciones reservadas a stos las clase C y E quedaron equiparadas a las acciones D, aquellasofrecidas al pblico en general (Molinas y Molinas, 1993: 231). Esas acciones conformaron el49% restante que se distribuy entre 30 mil particulares.18. Compraron en esa ocasin Rafael Ianover, que era testaferro de Graiver; la empresa IngenieraTauro, de la cual era presidente Selasco y, segn Seoane (2003: 293), perteneca a Rey y Doretti;Pedro Martnez Segovia, como dijimos, socio de Martnez de Hoz y Papelera Pedotti S.A.

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    La aparicin de Graiver en el negocio ser decisiva para el futuro dePapel Prensa durante la dictadura. Desde que se haba iniciado en el mundode los negocios hasta su muerte, Graiver haba conformado un verdaderoemporio empresario, que creci ntimamente vinculado a las prebendas delEstado, a las operaciones financieras y comerciales al borde o directamentetraspasando la legalidad, y a sus contactos con el poder militar, poltico yempresarial. Segn Ramos (1993: 172): Graiver fue un tpico caso argen-tino de enriquecimiento rpido, usando al Estado. Graiver, adems, us elcargo pblico para ese fin. Desde principio de los aos 70, sus negociosse haban diversificado en varios rubros: finanzas, inmobiliario, editoriales,

    emprendimientos industriales, medios de comunicacin, entre otros.En efecto, los entretelones del traspaso de acciones de Civita a Graiverse vinculan con las relaciones de ste con el en ese entonces ministro deEconoma de Pern, Jos Ber Gelbard. En 1973, Gelbard y Graiver quetena un lugar en el directorio del Banco Central como representante de laConfederacin General Econmica estaban asociados en diferentes inver-siones y Graiver cont con la ayuda de Gelbard para ampliar sus negocios(Gasparini, 2007: 35; Seoane, 2003: 292-293). Segn Seoane (2003: 292),

    Graiver le haba ofrecido a Gelbard la participacin en el negocio de PapelPrensa con un porcentaje cercano al 15% y la colocacin en el directoriode un testaferro. Gelbard quien le otorgaba gran relevancia al poder de losmedios de comunicacin y a su control no quiso tener acciones, pero habraaceptado recibir comisiones por favorecer a sus amigos. Y Graiver le habrapedido a Gelbard que presionara al Grupo Civita para que le vendiera lasacciones de Papel Prensa (Seoane, 2003: 290), por lo cual Gelbard, con lavenia de Pern, mantuvo conversaciones con Civita y sus asociados Do-

    retti y Rey logrando finalmente la aceptacin para que Graiver adquirierala parte accionaria. Segn Gasparini (2007: 35), tambin habra impuestoun ahogo reglamentario sobre el grupo Civita para obligarlo a entregarsu 26% de participacin en Papel Prensa a Rey quien, como vimos, luegose las vendi a Ianover, testaferro de Graiver.19Otra prueba del favori-tismo de Gelbard hacia Graiver es que ste compr las acciones con unprstamo del Banco Industrial promovido por el ministro (Seoane, 2003:

    19. Cecchini y Mancinelli (2010: 22) aseguran que segn otras fuentes Civita no estaba presio-nado por el Ministerio de Economa, sino que haba apostado a la continuidad de Lanusse y queel fracaso poltico de ste lo decidi a mudar su negocio a Brasil. Ramos (1993: 167) sugiere quese fue del pas por el fuerte accionar de la guerrilla, y se radic en Brasil porque all ya estabainstalada su familia.

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    293; Mochkofsky, 2004: 203). Ms tarde, sera favorecido por un decretofirmado por Gelbard y Pern que declaraba prioritaria la produccin depapel fibra larga y productos afines, y en agosto de 1974 Gelbard lograraque la empresa obtuviera beneficios impositivos por acogerse a la Ley dePromocin Industrial N 20.560 (Seoane, 2003: 293).

    Una vez concretada la transferencia accionaria en diciembre de 1973,la participacin de Graiver en Papel Prensa se ampli entre 1974 y 1976mediante la compra de parte de las acciones que Rey mantuvo en su po-der, de la de los otros accionistas y la realizacin de aportes de capital a laempresa a cuenta de futuras suscripciones de acciones que fueron impu-

    tados en beneficio de diversos intermediaros a travs de los cuales, haciaoctubre de 1976, el Grupo Graiver controlaba casi todas las acciones dePapel Prensa. Principalmente, Graiver adquiri esas acciones por medio dela firma Galeras Da Vinci20y de su testaferro Ianover (los pormenores deestas operaciones en Molinas y Molinas, 1993: 233-237).

    Un detalle importante: la transferencia de las acciones clase A a Grai-ver se realizaron de facto, sin la aprobacin de las tres cuartas partes de losaccionistas prevista en el contrato original que implicaba la aprobacin del

    Estado, factor clave para la historia de Papel Prensa posterior a la muertedel banquero y empresario.Para mayor complejidad, mientras Graiver ampli su participacin en

    Papel Prensa recibi dinero sucio de la agrupacin Montoneros, quien leconfi parte del pago millonario que haba obtenido del secuestro extorsivode los hermanos Born en 1974 y del directivo de Mercedes Benz, HenrichFranz Metz. Segn Gasparini (2007: 40), Graiver recibi 16 millones y 825mil dlares, 14 millones del secuestro de los Born y el resto correspondiente

    al otro secuestro. Tambin Molinas da por probado que Montoneros le dio

    20. Segn Seoane (2003: 292-293), Galeras Da Vinci sociedad propietaria de las galeras comer-ciales del mismo nombre domiciliadas en la Avenida Santa Fe 1638 del barrio norte de la CapitalFederal estaba integrada por diferentes personas vinculadas a Graiver: su mujer Lidia Papaleo,quien tena un rol destacado en el directorio (Gasparini, 2007: 53); el contador Ianover, primohermano de Lidia Brodsky quien a su vez era cuada de Graiver, porque estaba casada con suhermano Isidoro y Yolanda Rubinstein, cuada de Julio Broner, titular de la Confederacin Ge-neral Econmica que suscribiera al Pacto Social en 1973, y hermana del abogado Jorge Rubinstein,

    quien era presidente de Egasa S.A. (Empresas Graiver Asociadas), el holding que manejaba todaslas propiedades de Graiver. Galeras Da Vinci se haba constituido en junio de 1970, y en abril de1975 el Grupo Graiver se hizo de la totalidad de su capital (Secretara de Comercio Interior, 2010:37). La cara visible de esta sociedad era Martnez Segovia, y todos los integrantes de Galeras DaVinci pasaran a formar parte del directorio de Papel Prensa, que desde diciembre de 1973 tenacomo presidente a Martnez Segovia y a Ianover como vicepresidente.

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    a Graiver aproximadamente 10 millones de dlares, y que gran parte deesos fondos provenan del secuestro de los Born (Molinas y Molinas, 1993:258). Segn este fiscal, Gravier haba utilizado el dinero de Montonerospara completar la compra accionaria de Papel Prensa, lo cual cubra a latransaccin de un manto de ilegalidad.21Hacia fines de 1976, entre capitale intereses, los Graiver le deban a Montoneros unos 17 millones de dlares(Gasparini, 2007: 249; Molinas y Molinas, 1993: 244).

    La compra del paquete accionario de Papel Prensa por parte

    de los diarios Clarn, La Naciny La Razn

    El 7 de agosto de 1976, Graiver falleci en un sospechoso accidente deavin en Mxico segn la investigacin de Gasparini (2007) fue un crimenplanificado por un organismo de seguridad estadounidense. Su desaparicinfsica constituy el puntapi inicial de los problemas financieros para el grupoeconmico que haba creado, y ante las nuevas circunstancias el gobiernomilitar hizo saber que consideraba que los mejores compradores para las ac-

    ciones de Papel Prensa eran los cuatro diarios de mayor circulacin del pas:La Nacin, Clarn, La Razny La Prensa(este ltimo rechaz el negocio).22La decisin sobre a qu sector se adjudicara el negocio de Papel Pren-

    sa fue una prenda ms de disputa entre los militares. Los diarios eran loscandidatos de Videla y Martnez de Hoz, conscientes de la necesidad deganarse el consenso de los grandes diarios para su refundacin; en cambio,Massera quera que el negocio quedara en manos del banquero Jos RafaelTrozzo, dueo del Banco de Intercambio Regional (BIR) (Seoane y Muleiro,

    2001: 271).23Finalmente, el tndem Videla-Martnez de Hoz se impuso. Y,

    21. Luego de la recuperacin democrtica en 1983, el fiscal Ricardo Molinas, al frente de la Fis-cala Nacional de Investigaciones Administrativas, investig los orgenes de Papel Prensa hastala venta de acciones del grupo Graiver a los tres diarios, a partir de una denuncia judicial deldiputado nacional Norberto Imbelloni de fecha 2 de abril de 1984. Public su dictamen el 2 demarzo de 1988, donde informaba varios aspectos vinculados a la historia del emprendimiento.All da por probado que: la organizacin Montoneros entreg a David Graiver inmediatamentedespus de cobrar el rescate de la familia Born, una suma de dinero superior a los U$S 10.000.000

    y que, contemporneamente con dicha entrega, David Graiver compr a su nombre o a nombre

    de integrantes del Grupo Graiverlos paquetes mayoritarios, entre otras empresas, del AmericanBank and Trust, del Centuryy de Papel Prensa S.A (Molinas y Molinas, 1993: 259).22. Vase las posibles motivaciones del rechazo en Llonto (2003: 140); Ramos (1993: 190-191);Lpez (2008: 99).23. Massera estaba interesado en manejar medios de comunicacin para su propio proyectopoltico ya tena bajo su rbita la estratgica Secretara de Prensa de la Presidencia y ms tarde

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    segn reconociera en 2002 Patricio Peralta Ramos, el director de La Raznen 1976, el gobierno militar le propuso a La Nacin, Clarny La Raznqueabandonaran el proyecto propio para construir una papelera (Fapel) y se hi-cieran cargo de Papel Prensa, que ya estaba en construccin, tena asignadoscrditos oficiales, participacin y avales del Estado (Mochkofsky, 2011: 75).

    En efecto, los tres diarios mencionados haban dado indicios de su in-ters por participar en la produccin de papel para diarios cuando crearonen marzo de 1975 la citada firma Fapel, que en 1976 slo tena una exis-tencia formal.24La empresa haba sido promovida por Clarn, ya que desde1974 Magnetto tena un abierto inters en que el matutino entrara en el

    negocio del abastecimiento de papel, que consideraba una cuestin funda-mental para la autonoma del diario (Lpez, 2008: 104). En efecto, segnlo reconoce su bigrafo, debido al obstculo que supona para el diario estadependencia del insumo importado, Magnetto se concentr a partir de 1974casi obsesivamente en disear un estudio de factibilidad para construiruna papelera, aprovechando en ese momento la posibilidad de un nuevollamado a licitacin de Gelbard (que luego fue declarado desierto) (Lpez,2008: 102). De esa experiencia que encar en soledad, el gerente aprendi

    la leccin: un proyecto de ese tipo necesitaba de manera imprescindible unaalianza entre los principales diarios. Luego de ello naci Fapel.Para que la venta a los tres diarios se concretase, los herederos de

    Graiver sus padres, Juan Graiver y Eva Gitnacht; su esposa, Papaleo (quetambin actuaba en nombre de la hija de dos aos que haba tenido con

    impulsara la creacin del diario Conviccin(Borrelli, 2008b, vase tambin el captulo de Borrelliy Saborido en este libro) y entendi como una derrota el apoyo del gobierno militar para que la

    venta se realizara a los diarios. Luego, en 1977, aprovechando el manto de sospecha que se possobre la operacin durante la difusin del caso Graiver, sopes en parte ese traspi al ubicar enPapel Prensa a un interventor para examinar la transaccin accionaria.24. La empresa Fbrica Argentina de Papel para Diarios (Fapel) tena como objeto la construc-cin, instalacin, puesta en marcha y explotacin de plantas industriales celulsicopapeleras queelaboren papel para diario que respondan a las bases y condiciones establecidas en el llamado alicitacin y pliego de condiciones aprobados por la Resolucin 558 del 10 de julio de 1974 del Mi-nisterio de Economa, Secretara de Estado de Desarrollo Industrial. Esa Resolucin se enmarcabadentro del rgimen de promocin industrial para nuevas actividades y expansin de las economasindustriales ya existentes sancionado por la Ley N 20.560, promulgada por el presidente Pernel 10 de diciembre de 1973. Pero luego de la muerte de Pern, en julio de 1974, el giro liberal y

    conservador del gobierno de Isabel Pern haba eliminado estas polticas de promocin, por locual Fapel naci en un momento donde el gobierno no tena pensado impulsar esas industrias debase, lo que permite dudar sobre el objetivo ltimo de su conformacin. En efecto, hacia 1976la empresa tena una mera existencia formal y segn Cecchini y Mancinelli (2010: 43-54), sureal finalidad era intervenir en el negocio vinculado a la produccin de papel de diario, y en esemomento el nico proyecto existente era Papel Prensa.

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    Graiver en 1974) y el testaferro de David en Papel Prensa, Ianover de-ban vender. Desde que haba fallecido David, la familia se encontraba enapuros financieros por el desbarranco de los negocios del Grupo, la quiebrade sus bancos en el exterior y la demanda de varios acreedores que, segnel hermano de David, Isidoro Graiver, rondaban los 67 millones de dlares(Clarn, 25/8/2010).

    Los problemas financieros y las sospechas sobre el Grupo por las rela-ciones de Graiver con los factores de poder vinculados al gobierno pero-nista iniciado en 1973 eran pblicos, ya que se estaban ventilando por losdiarios nacionales y algunas revistas desde septiembre de 1976, luego de

    la quiebra del banco BAS en Blgica, que perteneca al Grupo. De hecho,Clarn, en octubre de 1976, public varias notas en torno a las sospechas deirregularidades sobre el Grupo, y en un editorial del 22 de octubre (Unainvestigacin necesaria) demand una prolija investigacin por la quie-bra de los bancos de Graiver en el exterior a los que se asociaba con lapoca de las transacciones clandestinas y el dinero en negro que erablanqueado al remitirlo al exterior y que habran sido depositados en losbancos ahora objeto del escndalo, por el control que el Grupo que haba

    protagonizado esas maniobras tena de bancos y empresas en Argentinay, adems, porque la investigacin se impona debido a las evidentesconexiones existentes entre ese grupo y altos funcionarios del gobiernoanterior (Clarn, 22/10/1976).

    Paralelamente al asedio financiero, segn los dichos de Papaleo en2010 a la Justicia que trascendieron periodsticamente y algunas investi-gaciones periodsticas (Gasparini, 2007; Ottaviano y Alonso, 2010; RuizNez, 1988), la esposa de Graiver recibi diversas presiones de parte del

    rgimen militar para realizar la transaccin.25Y segn qued constatado enla declaracin de Isidoro Graiver ante el fiscal Molinas, la familia Graiversaba, desde agosto de 1976, que la Junta vea con agrado la venta de las

    25. Por ejemplo, segn declar Papaleo, el director de Papel Prensa, Martnez Segovia, le hizosaber a mediados de octubre de 1976 que la venta no poda efectivizarse a un grupo extranjeroni a personas de la colectividad juda (Ottaviano y Alonso, 2010: 3; Ruiz Nuez, 1988: 26). ParaGasparini (2007: 254), Martnez Segovia fue la persona que aconsej, en forma de presin po-ltica, a Papaleo a firmar la venta de las acciones. En el marco de la investigacin judicial sobre la

    venta de Papel Prensa que se inici en 2010, Papaleo ratific las presiones recibidas para la venta(Pgina 12, 27/8/2010), y en una carta voluntaria dirigida al Secretario de Comercio Interior enagosto de 2010 declar que Martnez Segovia deca hablar en representacin de Martnez de Hoz.Tambin en esa carta, Papaleo afirm que haba recibido amenazas annimas de muerte contraella y su hija Mara Sol para que vendiera las acciones (carta dirigida al Secretario de ComercioInterior, 2/8/2010, p. 4).

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    confirmado y ampliado por el general Jos Villarreal, ex secretario generalde la Presidencia de Videla, que asegur en 1998 y en 2002 que la Juntasaba de la conexin de Graiver con Montoneros desde el propio inicio delgobierno militar (Mochkofsky, 2011: 73-4). En este contexto, la intencindel poder militar era que el Grupo se disolviera por sus conexiones con lasubversin que recin se hicieron pblicas en abril de 1977, pero paraeso previamente deba vender Papel Prensa. En efecto, visto en perspectiva,es evidente que la dictadura presion para que la transaccin se realizaraantes de que se pusieran en marcha las investigaciones que caeran sobre elGrupo Graiver y que devendran en la detencin de los familiares de David

    y otros colaboradores (ocurridas entre marzo y abril de 1977) y, junto conello, en la incautacin de las propiedades del Grupo que pasaran a laComisin Nacional de Recuperacin Patrimonial (CONAREPA). En esenuevo escenario hubiera sido imposible la venta de Papel Prensa; de hechosu venta fue la nica permitida por la Junta Militar de las empresas quepertenecan al grupo Graiver. Como asegurara el fiscal Molinas: la JuntaMilitar ocult todo lo referente a la vinculacin Graiver-Montoneros, hastala finalizacin de la transferencia del paquete accionario de Papel Prensa

    S.A., impidiendo la actuacin de los rganos pertinentes del Estado quehubiesen podido demostrar la ilegitimidad de los bienes administrados porGraiver (Molinas y Molinas, 1993: 251).29

    Finalmente, la transaccin a Fapel se concret el 2 de noviembre de1976, tras una vertiginosa serie de acontecimientos. Debido a la crisis fi-nanciera que transitaba el Grupo Graiver, y a que deba revisarse la formaen que haban comprado la mayora de las acciones clase A, se habaconvocado a una Asamblea Extraordinaria de accionistas de Papel Prensa

    para el mircoles 3 de noviembre de 1976 al medioda. Con anterioridad,el gobierno hizo saber a los accionistas que no dara qurum a la reunin yde esa manera no aprobara la compra de acciones que haba hecho Graiverdurante el periodo 1973-1976. Tambin el secretario de Desarrollo Industrialy representante del Estado en Papel Prensa, Raymundo Podest, le hizollegar un mensaje a Ianover por medio del presidente de Fapel, ManuelJos Benito Campos Carls, para que no se presente y de esa manera noquedara en evidencia la intencin estatal de dejar sin qurum la Asamblea.

    La familia Graiver fue avisada de la intencin del rgimen militar de no dar

    29. Al terminar la dictadura, Videla fue procesado por los delitos de encubrimiento reiterado, abusode autoridad y administracin fraudulenta en perjuicio del Estado por el traspaso de las accionesde Papel Prensa (no fue condenado por prescripcin de la causa) (Seoane y Muleiro, 2001: 271).

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    qurum por medio del abogado de Anchorena. Era evidente que la Juntajams avalara la compra de los Graiver porque, de hacerlo, el Estado setransformara en socio de un grupo sospechoso por sus conexiones con elgobierno peronista y sus turbios manejos financieros y porque el podermilitar ya saba de su conexin con la subversin, aunque, como dijimos,no haba trascendido masivamente. Esta certeza, ms la posibilidad quelos dems accionistas se aprovecharan de la situacin para desapoderar alos Graiver, pona en riesgo el patrimonio que el Grupo haba invertido enPapel Prensa y abra la posibilidad de que no se le reintegrara el dinero. Laseal para la familia era clara: haba que vender.

    El 2 de noviembre, los tres diarios propusieron una reunin urgentepara hacer una oferta por la compra de acciones aviso que de Anchorenale hizo llegar a Isidoro Graiver. Finalmente, ese da por la noche en la sededel diario La Nacin, en Florida 343, entre Corrientes y Sarmiento, en laCapital Federal, los padres de David Graiver, Papaleo tambin en repre-sentacin de su hija y Ianover firmaron la venta de las acciones a FapelS.A. (tanto Papaleo como Ianover afirmaron en 2010 que desconocan losdetalles del contrato que estaban firmando; Clarn, 27/8/2010; 23/9/2010).

    La compraventa se encontraba sujeta a la condicin de que fuera aprobadaen una Asamblea de accionistas de Papel Prensa y que, en el caso de lasacciones clase C y E, hubiera aprobacin judicial de parte del juez quellevaba la sucesin de Graiver, debido a que involucraba a una menor, la hijade Graiver y Papaleo. Pero si no haba aprobacin, el contrato no impedaque la compraventa quede realizada (Cecchini y Mancinelli, 2010: 49). Enefecto, no fue autorizada y luego esas acciones pasaron a la CONAREPAal serle incautados los bienes a los Graiver en 1977.30

    30. Sobre el precio acordado de la venta hay diferentes versiones. Si se suman los montos quesugiere el informe de la Secretara de Comercio por la compra de las acciones A, C y E, nollegara a los 5 millones de dlares. En cambio, diferentes fuentes sostienen que fueron 8 millonesde dlares aproximadamente Gasparini (2007: 253) asegura con precisin que fueron 8,3 millo-nes de dlares; Lpez (2008: 108) sostiene que fueron 8 millones de dlares; Ruiz Nez (1988:26) acuerda con esa cifra; Capdevila (1984: 10) afirma que se deca que 8 millones haba sidoparte de lo recibido por los Graiver. En octubre de 2009, Clarnaseguraba que la operacin sehaba efectivizado en 8,3 millones de dlares (Clarn, 8/10/2009), y lo mismo haca La Nacina travs de su periodista Adrin Ventura en abril de 2010 (La Nacin, 4/4/2010). Sin embargo,

    el Grupo Clarn, en un fascculo publicado en 2010 para denunciar la estrategia oficial contralos medios del gobierno de Cristina Fernndez de Kirchner, aseguraba: 7,8 millones de dlaresfue el monto pagado por un proyecto paralizado, cuya planta recin comenzaba a construirse

    y que tena pasivos por 22,8 millones de dlares (Grupo Clarn, 2010: 27). Posteriormente, elprecio de la venta fue objetado por el representante del Ministerio Pblico en el juicio sucesoriode David Graiver, lo que motiv que nueve aos despus de la venta sta no estuviese aprobada

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    1. Los diarios40

    Finalmente, el 10 de noviembre Fapel transfiri las acciones clase Apor partes iguales a los tres diarios, y lo mismo hizo con las acciones claseC y E el 16 de ese mes. El 18 de enero de 1977 se convoc a una nuevaAsamblea donde se aprob la venta, con la aquiescencia del representanteestatal.

    El acuerdo final sobre Papel Prensa incluy el visto bueno por parte delgobierno militar para no realizar estudios tcnicos sobre cmo los diariosfinanciaran el proyecto, ni la imposicin de plazos de obras o la solicitudde avales de patrimonios personales (Llonto, 2003: 141). Tambin contcon la extensin de crditos para la construccin y equipamiento de la

    planta productora a construirse a 7 kilmetros de la localidad de San Pe-dro, provincia de Buenos Aires, la exencin de impuestos nacionales pordiez aos, la reduccin de tarifas de energa y la aplicacin de aranceles dehasta un 53% a la importacin de papel (Getino, 1995; Ruiz Nez, 1988).En este contexto, es de suponer que los diarios habrn comprendido queestaban en deuda con un gobierno que los haba beneficiado voluntariay directamente.

    La cuestin de los aranceles a la importacin fue significativo por la con-

    tradiccin que supuso en relacin al discurso eficientista y de libremercadoque esgrima la conduccin econmica encabezada por Martnez de Hoz yla rebaja arancelaria que decret para otras producciones. Tradicionalmenteel papel para diarios haba ingresado sin abonar aranceles y era de los pocoscasos que se haba establecido que luego de la puesta en marcha de la produc-cin local la proteccin sera del 20%. Sin embargo, luego de la iniciacin deoperaciones de la planta de Papel Prensa en septiembre de 1978, el Ministeriode Economa elev el arancel al 45%, redoblando la queja de los dems

    (Clarnmaneja el 49% de las acciones, La Nacintiene el 22,5% y el Estado un 27%). El 24 deagosto de 2010, la presidenta de la Nacin Cristina Fernndez de Kirchner present el informePapel Prensa, la Verdad (confeccionado por la Secretara de Comercio Interior, a cargo de Gui-llermo Moreno), donde se denuncia que la familia Graiver fue presionada por el gobierno militaren el marco del terrorismo de Estado para vender sus acciones en connivencia con los tres diarios.El 21 de septiembre de 2010, la Secretara de Derechos Humanos se present como querellanteante el Juzgado Federal 3 de La Plata, denunciando el presunto delito de lesa humanidad enel proceso de apropiacin del paquete accionario de Papel Prensa, indicando que habra existidouna asociacin ilcita entre la dictadura militar y los propietarios de los diarios. Por su parte, los

    diarios rechazaron esta acusacin sealando que se trataba de una aberracin moral y jurdica,carente de todo sustento fctico, en base a una historia inventada en el contexto del ataquedel gobierno a los medios independientes (Clarn, 24/8/2010; 22/9/2010). Paralelamente a lapresentacin del informe, el gobierno nacional ha enviado un proyecto de ley al Parlamento paradeclarar de inters pblico la fabricacin, comercializacin y distribucin de pasta de celulosa

    y de papel para diarios, de manera que pueda ser regulado por el Estado.

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    Voces y silencios. La prensa argentina y la dictadura militar (1976-1983) 41

    diarios que no participaban de la empresa. En 1980, el Decreto N 2.729desestim los reclamos de los otros diarios sobre ese incremento del papely confirm la proteccin con argumentos que contrastaban abiertamentecon la poltica econmica oficial (Schvarzer, 1986: 186-187). Se trataba deuna verdadera proteccin estatal discrecional que acarreara controversiaspolticas con otros funcionarios del gobierno, como por ejemplo el secretariode Hacienda, Juan Alemann, que durante 1979 hara pblica su oposicina que se mantuviera ese privilegio (Sidicaro, 1993: 404 y 422). Ya durante1978, algunos de los diarios que quedaron fuera del negocio hicieron or sudescontento: La Prensa,mbito Financiero, The Buenos Aires Herald, El Da

    (de La Plata). Y las diferencias llegarn a tal punto que en marzo de 1979los tres diarios que controlaban Papel Prensa se retirarn de ADEPA, ya queesta institucin se haba situado a la vanguardia de los reclamos en contradel beneficio que estaba recibiendo Papel Prensa con la suba del arancel ala importacin de papel que perjudicaba a los diarios no socios del Estadoen el emprendimiento (Daz y Passaro, 2009c).34

    La voz editorial de Clarn. El papel: una batalla ganada

    La noticia sobre la compra de las acciones de Papel Prensa fue tapa deClarnen la edicin del 11 de noviembre de 1976. El da anterior, cuando se

    34. En efecto, las concesiones que el gobierno militar otorg a los grandes diarios se articulandentro de lo que Castellani (2004) denomina como el funcionamiento de un mbito privilegiadode acumulacin durante la ltima dictadura militar a travs del cual la accin del Estado bene-durante la ltima dictadura militar a travs del cual la accin del Estado bene-

    fici a grandes grupos econmicos industriales. El funcionamiento de estos mbitos determinque ciertos grupos obtuvieran cuasi rentas de privilegio, originadas en las regulaciones estatalesque le permitieron a las empresas fijar posiciones oligoplicas en sus mercados. En el caso dePapel Prensa, la cuasi rentade privilegioestaba asegurada por una poltica estatal de promocinindustrial, de manera que esta empresa pasar a ser parte de la fraccin empresaria vinculadaal complejo econmico estatal privado(Castellani 2004: 201-213). Hacia el final del Proceso seconstata que durante la dictadura militar las empresas vinculadas haban obtenido tasas derentabilidad mayores a aquellas que no lo haban estado (Castellani, 2004: 202). En 1983, PapelPrensa registraba la posicin nmero 76 dentro del listado de las empresas argentinas que esta-ban vinculadas al complejo (Acevedo, Basualdo y Khavisse, 1990: 26; Castellani, 2004: 192),

    y constituir un oligopolio sobre la produccin de papel que perjudic a diarios de circulacin

    menor (Muraro, 1987: 28; sobre la proteccin diferencial que recibi la empresa, vase Azpiazuy Basualdo, 1990; Acevedo, Basualdo y Khavisse, 1990; 2004; Schvarzer, 1986). Por otra parte,el grupo empresario que manejaba al diario Clarny a Papel Prensa pas de controlar una solaempresa en 1976 a tener doce empresas vinculadas al grupo en 1983, mientras que sus sectoresde actividad se diversificaron: editorial, inversora, inmobiliaria, agropecuaria, agencia de noticias

    y fabricacin de papel (Acevedo, Basualdo y Khavisse, 1990: 26).

  • 8/9/2019 Voces y Silencios. La Prensa Argentina y La Dictadura Militar 1976-1983 - Jorge Saborido y Marcelo Borrelli (Coords.)

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    1. Los diarios42

    haba efectivizado el traspaso de acciones clase A de Fapel a los tres diarios,los representantes de los peridicos oficializaron la compra en un acto enla sede de ADEPA, donde dieron a conocer un comunicado informandosobre los beneficios de la transaccin. All se destacaba la importancia dela operacin para la sustitucin de importaciones, ya que implicara unahorro de divisas para el pas, y mencionaba que era voluntad de las empre-sas involucradas participar en el esfuerzo a todos los diarios que quisieransumarse, en tanto se trataba de un beneficio para la prensa en general.En esa lnea, sealaba que todos los diarios argentinos podran producirsecon papel nacional, consolidando la libertad de prensa. Tambin haca re-

    ferencia al esfuerzo econmico que supondra el emprendimiento para losdiarios involucrados, pero se mencionaba que se encaraba con optimismodentro del proceso abierto por las Fuerzas Armadas que desafiaba el in-genio y la iniciativa de todos aquellos compatriotas decididos a sumarse alas causas nobles y trascendentes que el pas reclama para la consolidacinde su destino (Clarn, 11/11/1976).35

    En forma idntica, la tapa de Clarnpresentaba la cesin de accionescomo un logro para la sustitucin de importaciones. El titular informaba:

    Sustitucin de importaciones. Los diarios elaborarn su propio papel(Clarn, 11/11/1976). Aunque la transaccin accionaria no cont ese dacon una opinin en la seccin editorial, la evaluacin