voces de la valentía: mujeres en primer plano...

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En 2007, Consorcio para el Diálogo Parlamentario y la Equidad Oaxaca AC, junto con otras organizaciones editó el documento titulado Voces de la Valentía en Oaxaca. Violaciones a los derechos humanos de las mujeres en el conflicto social y político. Allí se dio cuenta de la importante participación que las mujeres tuvimos en el movimiento de 2006. Esta serie es, de alguna manera, la continuación de aquél interés por escuchar y visibilizar a las mujeres que marcan el rumbo de nuestro estado. Con la serie Voces de la valentía: Mujeres en primer plano queremos contribuir a posicionar las historias, viviencias y aspiraciones de grupos de mujeres diversas que día a día aportan a la construcción de la sociedad oaxaqueña y del reconocimiento y ejercicio de los derechos humanos y cuyas voces, frecuentemente son silenciadas. Nuestro esfuerzo está encaminado a interpelar a la sociedad en su conjunto y a las instituciones de gobierno a quienes les corresponde atender las necesidades de las colectividades sociales de mujeres que, número con número, irán apareciendo en esta serie. Aspiramos a sensibilizar a la población respecto a las ideas, demandas, sabidurías y aspiraciones de estos grupos de mujeres. Voces de la valentía: Mujeres en primer plano es en síntesis, un espacio en el que las y los lectores podrán conocer a quienes, -a través de entrevistas, descripciones, análisis, e imágenes- nos compartirán una parte de su vida y su lucha. Usted tendrá la posibilidad de dialogar con ellas y consigo mism@, reconfigurando o reafirmando sus creencias, hermanándose, dudando, dejándose sentir. Como en todo texto, quien lee tiene la última palabra y la capacidad para reinventar y reescribir la historia. Ese es nuestro sueño. Consorcio para el Diálogo Parlamentario y la Equidad Oaxaca AC VOCES DE LA VALENTÍA: MUJERES EN PRIMER PLANO SANADORAS No. 4 , julio 2017

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En 2007, Consorcio para el Diálogo Parlamentario y la Equidad Oaxaca AC, junto con otras organizaciones editó el documento titulado Voces de la Valentía en Oaxaca. Violaciones a los derechos humanos de las mujeres en el conflicto social y político. Allí se dio cuenta de la importante participación que las mujeres tuvimos en el movimiento de 2006. Esta serie es, de alguna manera, la continuación de aquél interés por escuchar y visibilizar a las mujeres que marcan el rumbo de nuestro estado.

Con la serie Voces de la valentía: Mujeres en primer plano queremos contribuir a posicionar las historias, viviencias y aspiraciones de grupos de mujeres diversas que día a día aportan a la construcción de la sociedad oaxaqueña y del reconocimiento y ejercicio de los derechos humanos y cuyas voces, frecuentemente son silenciadas.

Nuestro esfuerzo está encaminado a interpelar a la sociedad en su conjunto y a las instituciones de gobierno a quienes les corresponde atender las necesidades de las colectividades sociales de mujeres que, número con número, irán apareciendo en esta serie. Aspiramos a sensibilizar a la población respecto a las ideas, demandas, sabidurías y aspiraciones de estos grupos de mujeres.

Voces de la valentía: Mujeres en primer plano es en síntesis, un espacio en el que las y los lectores podrán conocer a quienes, -a través de entrevistas, descripciones, análisis, e imágenes- nos compartirán una parte de su vida y su lucha. Usted tendrá la posibilidad de dialogar con ellas y consigo mism@, reconfigurando o reafirmando sus creencias, hermanándose, dudando, dejándose sentir. Como en todo texto, quien lee tiene la última palabra y la capacidad para reinventar y reescribir la historia. Ese es nuestro sueño.

Consorcio para el Diálogo Parlamentario y la Equidad Oaxaca AC

VOCES DE LA VALENTÍA:MUJERES EN PRIMER PLANO

SANA

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SNo

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ulio

2017

“Que la tierra se una a la planta de tu pie, y te mantenga firme, que sostenga tu cuer-po cuando éste pierda el equilibrio. Que el viento refresque tu oído y te dé a toda hora la respuesta que cure todo aquello que tu

angustia invente. Que el fuego alimente tu mirada y purifique los alimentos que nutri-

rán tu alma. Que la lluvia sea tu aliada, que te entregue sus caricias, que limpie tu cuerpo y tu mente de todo aquello que no le perte-

nece”.

(Bendición Náhuatl)

Caminaré de nuevo. Levantaré las ruinas de mi casa y las ruinas de mi corazón. Me

vestiré de alas y de soles, de presencias amadas. Hallaré en otros labios aguas para mi sed y en otros ojos prolongaré caminos.

Yo signada de viento desafiando conjuros…ceñiré nuevamente mi relámpago.

(Amparo Osorio, Colombia)

Voces de la valentía: Mujeres en primer plano es una publicación de Consorcio para el Diálogo Parlamentario y la Equidad Oaxaca A.C.

Ana María Hernández CárdenasYesica Sánchez MayaPilar Muriedas JuárezEquipo Directivo

Nallely Guadalupe Tello MéndezAna María Hernández CárdenasCoordinación editorial y redacción

Juan José Herrera GallegosIlustraciones

Consorcio para el Diálogo Parlamentario y la Equidad Oaxaca AC

Dirección: Pensamientos No. 104, Col. Reforma, Oaxaca,México. C.P. 68000Teléfono: (01 951) 132 89 96http://www.consorciooaxaca.org.mx

Opiniones, comentarios y sugerencias: [email protected]

Se permite la reproducción total y parcial de este documento siempre y cuando se cite la fuente. Julio, 2017

VOCES DE LA VALENTÍA SANADORASIN

TR

OD

UCCIÓ

N La labor de defensa de los derechos humanos en México y en otras partes del mundo, implica

un riesgo y desgaste permanente para las personas defensoras y sus organizaciones. Los contextos actuales, caracterizados por el incremento de los feminicidios, la diversificación de las formas de violencia en la sociedad, el avance de las transnacionales en el despojo de la tierra y territorio, la precarización de los empleos o el desempleo, la impunidad y la falta de justicia, así como el autoritarismo que priva en los gobiernos, configuran un escenario complejo y altamente peligroso. Dichos contextos nos demandan atender una multiplicidad de necesidades que desborda, en muchas ocasiones, nuestras energías, lo que suele generar percepciones y sentimientos de coraje, impotencia, enojo, preocupación, agobio, miedo, terror, desesperanza y soledad.

Aunado a ello, “[…] las amenazas constantes, los ataques, el acoso sexual y las campañas de difamación contra las activistas provocan altos niveles de estrés, cansancio, depresión, ansiedad, migrañas e incluso diagnósticos de cáncer cada vez más frecuentes” que provocan que la salud y el bienestar de quienes defienden derechos humanos se vean afectados. De hecho, en México, el 91% de las defensoras de derechos humanos vivimos con estrés de manera cotidiana.

Dicho estrés no sólo se genera por los riesgos que enfrentamos al interior del movimiento social o por ataques o amenazas del Estado, empresas, narco u otros actores, sino también por las condiciones precarias en las que realizamos la labor de defensa de los derechos humanos, pues el 80% de las defensoras en nuestro país, no reciben un salario por este trabajo

al que le dedican más de ocho horas diarias y por lo cual deben buscar otros empleos para sufragar sus gastos cotidianos, lo que eleva no solo sus cargas de trabajo sino su desgaste físico, mental, emocional, energético y psicológico.

En 2010, en Consorcio Oaxaca, empezamos a trabajar e impulsar el tema del autocuidado y cuidado colectivo entendiéndolo como una estrategia de protección integral que genera bienestar, acompañamiento y respeto mutuo a nuestros

cuerpos, a nuestras compañeras y a otras organizaciones lo que, sin duda, posibilita la sostenibilidad de los movimientos sociales de los que somos parte. Nuestra experiencia de atención a mujeres víctimas de violencia y a defensoras en riesgo y desgaste crónico, cuyas historias nos impactaban en lo personal y en lo colectivo, nos llevó a mirarnos internamente y a encontrar en esta estrategia una posibilidad para seguir andando. Nos sumamos a consolidar redes de apoyo que nos han ayudado a entender y atender a personas, colectivos u organizaciones que buscan un equilibrio entre su labor

de defensa o activismo y su vida cotidiana en el ámito familiar y comunitario. De esas redes de apoyo hemos aprendido y, por eso, este número de Voces de la Valentía, está dedicado a las Mujeres que Sanan, ellas que han acompañado nuestro caminar, compartiendo su sabiduría y curando a muchas mujeres defensoras de sus dolores físicos y del alma también nos han enseñado a resignificar el bienestar, la salud y el acompañamiento amoroso con lo que reafirmamos que el primer territorio a habitar y respetar es nuestro cuerpo y que lo personal es político. Atender la dimensión del cuerpo, el cuidado del colectivo y sus integrantes y fortalecer los movimientos sociales es una apuesta política que transgrede los mandatos de género y cuestiona las relaciones de poder neoliberales y patriarcales.

La historia de Las Lulús y de la Tía Licha tienen en común no sólo el uso de la medicina tradicional en sus distintas formas, sino también la sororidad entre mujeres y, en ambos casos, la presencia y sabiduría de sus abuelas y abuelos. En estas historias reconocemos también el trabajo de muchas mujeres que desde sus comunidades han rescatado conocimientos milenarios y se esfuerzan día a día por preservarlos.

En los pueblos de Oaxaca, tras recorrer caminos o veredas y abrir las puertas que resguardan las casas arboladas, de patios anchos, de braceros al fuego, podemos encontrar a mujeres sabias, que inspiran y que curan. Con este número de Voces de la Valentía, queremos decirles que les reconocemos y que su trabajo, constancia, valentía y amor por la vida motivan nuestro quehacer.

SANADORAS

Las Lulús son contundentes: “nos acercamos a la me-dicina tradicional a partir de nuestra propia enferme-dad”.

Fueron catequistas desde los 11 años y, poco a poco, se dieron cuenta de la violencia que existía no sólo en su pueblo si no en otras partes de Oaxaca. Junto con este “abrir los ojos” se preguntaron qué podían hacer y empezaron a dar cursos de corte y confección en varias comunidades del estado como una manera de apoyar a las mujeres. Ahí una de las Lulús enfermó, pues todos los días les daban “comida de fiesta” a la que no estaban acostumbradas; la misma gente de las poblaciones en las que impartían sus talleres las cura-ban con caldeadas (calentar un ladrillo y ponerlo en el estómago) y tés.

Fue en una de esas comunidades en donde conocie-ron a Centolia, una promotora de salud y líder, quien les recomendó tomar el chaparro amargo, una planta medicinal que alivia el dolor de estómago. Ella misma les invitó a aprender medicina tradicional y a curar por medio de la oreja (auriculoterapia) y le cedió a una de las Lulús su lugar en un taller al respecto. De dicha capacitación también recuerdan que les invitó a preguntarse “cómo estás tú como curadora antes de preguntar cómo están las personas que buscan ayuda”.

Las Lulús entraron en una nueva crisis de salud que hizo que regresarán a su pueblo y dejarán su labor en otras partes del estado, esto las llevó a aprender ori-noterapia, al principio con susto porque creían que la orina no servía, que era sucia, pero al sanar con ella cambió su percepción y aprendieron que “cuando es-

tás triste la orina sabe insípida y cuando estás enojada sabe amarga”.

Luego de curarse con orinoterapia decidieron regre-sar a las comunidades. La primera que visitaron fue Santiago Camotlán, en la Sierra Norte, a doce horas de camino, la menor de las Lulús señala: “en ese viaje lloré, quería regresar porque apenas me había medio repuesto y eran muchas horas de viaje y ya me dolía la espalda, pero al llegar y descubrir enfermedades gra-ves de mujeres pensé ‘me estoy ahogando en un vaso de agua´ y a partir de ahí puse más atención en cómo ayudar a la gente”.

“En Villa Alta, me dijo una curandera: ´tú no vas con fe, tú ya quieres llegar. Que tu camino sea tu curación’. Ahí me fui dando cuenta que hay mucha sabiduría en la gente de las comunidades y tú lo que tienes que ha-cer es poner atención y darte […] Escuchar, observar, sentir, porque eso no lo dan en ninguna clase, lo da el caminar con mujeres curanderas de cada región por-que cada región es diferente”.

Las Lulús, tienen una visión integral de la salud: re-lacionan los malestares físicos con los emocionales y consideran que lo personal y lo social son algo indiso-luble. Al respecto apuntan: “No solamente es tu salud como persona sino también conocer el ambiente que viven las comunidades, hay que preguntarles ¿cómo está el agua, está a la intemperie, se la orinan los ani-males?” Explicarles: “Si tú no tienes un sanitario don-de poner el excremento llega la mosca, esa mosca se va a tu taco y ese taco tú te lo llevas a la boca”. Con la determinación que también es una de sus característi-

Las Lulús, como les conocemos, son las primeras dos de cinco herma-

nos. Aunque crecieron con sus padres, recuerdan con alegría las estancias en la casa de sus abuelos maternos, en donde había cuches, vacas, gallinas y muchí-simas plantas y árboles (cilantro, pere-jil, cebollas, yerba santa, aguacatales, nogales, entre otros), por eso, señalan: “desde niñas nos gustó el contacto con las plantas y aprendimos el respeto a los alimentos”. Afirman que para su abuelo, sobretodo, era importante que, tanto las personas como los animales, comieran a la hora precisa. De no ser así, él les im-ponía castigos que en ese momento ellas no entendían, pero que con el tiempo re-conocerían como parte de las cosas que les hicieron formarse hábitos, que valo-ran positivos en la vida.

En sus recuerdos, nos acercan a su abue-la haciendo trueque en la tienda con aguacates, maíz o rosita de cacao. Reme-moran sus juegos en los que con pipes y lodo imitaban el batir del chocolate. Quizá son éstas imágenes de su pasado las que hacen cálidas sus miradas o tal vez son las historias que guardan en su corazón las que transmiten una sensa-ción de ternura.

Las Lulús

VOCES DE LA VALENTÍA

cas, señalan: “No queremos atender enfermedades so-lamente, también hay que concientizar a las personas”.

Comentan que atienden a más mujeres que a hombres pero que quienes llegan a buscarlas en su mayoría son personas que ya han agotado la parte médica (alo-patía) y que aunque la medicina tradicional está mal vista en la ciudad la gente recurre a ella como última opción sin saber que puede serles de gran ayuda. Ellas están convencidas que hay cosas que los estudios no detectan, por ejemplo, la relación entre las emociones y las enfermedades y que mientras no se traten am-bas será difícil salir de éstas últimas. Por ello, también se han formado en terapia Gestalt, lo que les ha per-mitido explorar más a profundidad las vivencias de las mujeres.

Al respecto comparten que, entre sus aprendiza-jes más significativos está el que los seres humanos no reconocemos que atrás de un mal físico hay una emoción, por ejemplo, afirman que la diabetes es una manifestación de la soledad, la tristeza y el enojo: “el colmo de ser una persona dulce en tu sangre es que te falta dulzura en los afectos”, señalan con una mueca de inconformidad, como si ellas mismas no quisieran aceptar esta verdad.

El no ver esa relación hace que mucha gente solo quie-ra curar su cuerpo pero no lo que produce realmente su malestar y, por eso, “les decimos a las mujeres, yo no puedo ayudarte más porque la que no se quiere ayudar eres tú. No somos médicas que curan sino que ayudan. Yo no tengo esa facultad de quitarte todo, tú eres también restauradora de tu propio organismo en la medida en que tu comas bien, que tus pensamien-tos, que tus emociones se equilibren, que el exceso de

preocupaciones no hagan que tengas una gastritis o estés ardiendo por dentro”.

Las Lulús también han aprendido terapia craneosa-cral, hacen limpias tradicionales, curan con ventosas, realizan diagnósticos bioenergéticos y son educado-ras populares de salud, pero siguen dispuestas a ad-quirir nuevos conocimientos porque reconocen en la medicina tradicional su pasión de vida. Sin embargo, han tenido que ponerse límites a sí mismas:

“A veces decimos hoy no vamos a checar a pacientes, a veces aunque nos duela el corazón no damos consul-ta. Hemos llegado al grado, a veces, de irnos de casa porque la gente nos busca y llega aunque no tenga ci-tas. Esto ha sido necesario porque tenemos que darnos un chance para nosotras mismas, porque también nos afectan las historias que escuchamos o las energías que cada cuerpo trae. No estamos salvas y tampoco somos todopoderosas pero sí necesitamos estar empoderadas y a veces decir no quiero, hoy no quiero, estoy cansada”.

Ríen, como dos niñas traviesas pero hablan en serio: “Hemos aprendido que para eso tenemos la mano de-recha y la izquierda: una para dar y la otra para re-cibir. Ese es un aprendizaje nuestro que quisiéramos transmitirle a los pacientes: que se den el chance de recibir”.

Las Lulús son oídos de múltiples historias, pero inten-tan cotidianamente, mantener un equilibrio, a eso nos llaman a través de su palabra, de su mirada, de su pre-sencia: a ir a buscarnos dentro de nosotras mismas y reconocernos como merecedoras del bienestar que queremos para otras.

La tía Licha, no sabe su edad con exactitud. Se ríe nerviosa ante la pregunta por sus años de vida

pero recuerda su niñez con mucha claridad: “fue de mucho sufrimiento, de mucho trabajo, toda mi vida ha sido de mucho trabajo, trabajo y trabajo. Me iba con mi abuela Amalia a hacer tamales, pelar nopalitos, manojear flor de pajarito, flor de nardo, a criar puercos, a sembrar, a bajar aguacate, a bajar níspero, nos íbamos a vender al mercado, regresábamos a cortar pastura para los animales…” Vivió más con su abuela que con sus padres porque éstos tuvieron ocho hijos (cinco mujeres y tres hombres) por lo que todos tenían iguales carencias: poca comida y hartos regaños.

Mientras comienza a contar su historia se ocupa de una de sus más grandes pasiones: la cocina. “Cada domingo tiene un nuevo antojo por eso aunque trabaja tanto nunca tiene dinero” señala una de sus hermanas. Ambas están preparando tamales de flor de calabaza. La tía Licha mezcla la masa, la salsa (perejil, epazote, hierba santa, chile verde), el asiento y las flores de

calabaza. Es una mujer joven –ambas hermanas han llegado a la conclusión que debe tener entre 51 y 53 años- aunque parece mayor a falta de dientes.

A “duras penas” terminé el tercero de primaria porque “no me gustó la escuela, me gustaban los centavos y la deje de plano, ya de que fui creciendo mi mamá me dijo que tenía que ayudarla a ir a vender al mercado”. La tía Licha señala que en una de esas idas y venidas conoció al papá de su primer

hijo: Albino. Aquel hombre, la dejó con su chamaco y ella tuvo que buscar cómo ganar más dinero para mantener al niño. Se fue a trabajar a la Ciudad de México y dejó a Albino al cuidado de sus hermanas –a veces se arrepiente, dice-. Allá trabajó en tintorerías, en restaurantes como lavatrastes y luego como ayudante de cocina. También limpiaba la casa de los dueños de una empresa de té y ahí aprendió algo de las propiedades medicinales de las plantas.

Regresó a Oaxaca después de 14 años y luego de tener a su segunda hija: “estaba batallando mucho porque no tenía quién la cuidara y tenía que trabajar para pagar la renta de mi departamento, y bueno, mi mamá me hablaba y me decía que me viniera, que me iba a echar la mano y aquí estoy”.

Al volver encontró trabajo con un señor que la contrató de “moza” para cortar zacate, deshojar la mazorca, limpiar sus gallineros y su jardín pero ella empezó a juntar hierbas y aguacate criollo para ganar un poco más de dinero. Se los daba a vender a otra

La Tía Licha

VOCES DE LA VALENTÍA SANADORAS

Pero la tía Licha tiene muchas tristezas, una de ellas es la muerte de su primer hijo hace cuatro años: “Mi muchacho viajaba mucho porque armaba el escenario de varios grupos musicales. A veces todavía creo que anda de viaje y que un día va a regresar. A veces que estamos como ahorita, cocinando, me digo, chingao, si estuviera aquí ya me estaría diciendo que esto no tiene chile o que hubiera hecho mejor otra cosa para comer. Perder a un hijo es algo que no se lo deseo a nadie, ni a mi peor enemigo, de verdad”.

Toma su tina con tamales y se va rumbo al bracero. En su rostro asoman lágrimas. Su hermana toma la palabra: “Pobre, ha sido muy difícil pero ahí va, poco a poco. Durante el entierro vieran como gritaba y se pellizcaba como para “despertar”. Pensé que se volvería loca pero hubo mujeres que la vinieron a acompañar, que la bañaron en el río para que el agua se llevará el susto, que le hicieron limpias para que nada negativo se le quedara en el alma. Eso la ayudó mucho […] Aun así, no deja de ir a los ministerios públicos, pero no le resuelven nada, como no tiene pelos en la lengua, ya les ha dicho: “Así se me acaben mis huaraches de tanto andar, de tanto ir y venir, aquí me van a tener hasta que yo sepa quiénes y por qué mataron a mi hijo”. Yo quisiera que ya no anduviera en eso, porque sufre. Ya Dios le hará justicia, pero es muy terca, necia y sé que seguirá yendo”.

De alguna manera, el mercado la ha ayudado a salir adelante. Muchas clientas le han dado consuelo o han llorado con ella al revivir tragedias similares. Ha tenido que ser su propia sanadora y para ese dolor del alma se ha recetado el herbijil, un compuesto para la tristeza y depresión que lleva valeriana, siete azares, tila, manita de león, flor de corazón, zapote blanco, damiana de california y pasiflora. Son la palabra y sus hierbas lo que la mantienen en pie.

Al volver, con su tina vacía y sus ojos secos, retoma la plática con un cambio de tema: “a base de que las propias personas traen su aprendizaje de lo que la planta les hizo y te cuentan cómo se fueron curando, es que valoras qué maravillosa es la planta porque esa persona empieza a sanar con ella después de haber sido desahuciada por el médico y viene contigo y

señora pero pronto decidió que lo mejor era ir a ofrecerlos ella misma. Tenía dos hijos que mantener y alternaba la venta con lavar ropa ajena en el río de su pueblo.

Toma una cuchara grande de madera y en los totomoxtles que previamente ha remojado comienza a vaciar la masa ya mezclada. Luego de juntar algunos, coloca sus envoltorios en la tamalera que está puesta sobre su bracero.

La tía Licha tiene un puesto en la Central de Abastos donde vende distintas hierbas, paga por él cuatro pesos diarios a la administración del mercado de quien reniega pues no les han garantizado a las y los vendedores ni limpieza, ni agua. Ella necesita rociar sus hierbas para que no se marchiten por lo que a veces tiene que comprarla en garrafones.

Se levanta a las cinco de la mañana y se va al mercado en donde la vida comienza a “buenas horas” según dice. Vende, regatea, compra o revende hierbas como hasta las cuatro de la tarde, hora en la que sale de la Central y toma algún transporte rumbo a San Agustín, Santo Domingo, Telix, Huitzo o cualquier otra comunidad del valle de Etla para subirse a los árboles y trozar hoja de aguacate o caminar por las orillas de las zanjas a recoger berros o cola de caballo. Así le pueden dar las 9 o 10 de la noche.

El mercado es muy demandante. Es diariamente una lucha por ganar y mantener clientes: “tienes que estar al diario porque si tu clientela te busca y no te encuentra se va con otros. Pierdes también tu gente si no estás. Tienes que mantener bien surtido tu puesto. Es una buena inversión también. No es fácil, pues”.

Con alegría en la mirada apunta: “Vendo plantas medicinales, hierbas para sabores de las comidas, vendo compuestos de tés para todo tipo de problemas del organismo, por decir, tengo kinoa que es desinflamatorio, que es para limpiar la sangre, para desintoxicarse; tengo lovariton para problemas difíciles como canceres, quistes, miomas; tengo riñosan que es para el riñón, cálculos, piedras, arenilla. Tengo la herbina que es para los nervios, estrés, depresión, presión alta.

VOCES DE LA VALENTÍA SANADORAS

sana, con lo que tú le das. Me ha tocado gente que ya orina sangre, que ya su riñón dijo el médico que no funciona o ya no le dan una garantía de vida y vienen y toman la planta y es ahí donde te admiras de todo lo que hacen las plantas. La gente debería aprovechar el tiempo y tomarlas porque son una maravilla que ha venido salvando a mucha gente a lo largo de más de miles de años”.

La tía Licha es una mujer que escucha. Tiene una expresión de fortaleza en el rostro pero es muy amable y ha aprendido que cada cliente tiene una personalidad distinta y que, a veces, nuestras enfermedades nos avergüenzan aún sin razón: “Por ejemplo, las mujeres, a veces si ven a un hombre en mi puesto lo que hacen es pasarse y decirme que ahorita regresan porque quieren platicar conmigo y no quieren que nadie más se entere. Yo ya no me admiro, tanta gente que me llega con cada malestar: que la piel, que heridas, que cólicos, que abortos, que diabetes. De todo. Pero tengo que oirles, es parte de mi trabajo”.

Un trabajo del que dice estar enamorada porque “ese me viste, ese me calza, ese me da de comer. Veo mi dinero fresco, tengo mucha clientela, la gente me admira, me felicita, me echa muchas bendiciones, la gente dice que me hacen oraciones para que yo siga sanando a más”.

Los primeros tamales cocidos están servidos en la mesa, a donde la tía Licha nos llama a comer. Mientras nos sentamos saca de su

costal unos panes que reparte entre sus cinco perros. Desde siempre le han gustado mucho, pero ahora ha aprendido que es necesario tener uno negro en casa: “si alguien nos quiere hacer alguna maldad, este animal es el primero que va a recibirla. Por eso lo quiero, porque me protege”. Es una mujer sencilla, que camina cansada pero con determinación. Aun a su jornada dominical le resta la lavada de su ropa sucia y de la estufa. Se ríe ante la insinuación de que lo deje para otro día o de que le pague a alguien para que lo haga: “No te digo que me voy a las cinco de la mañana y regreso a las 10 u 11 de la noche? Y no me alcanza para pagarle a alguien más, lo que vendo es para la escuela de mi hija”.

Karen estudia Educación Especial pero todas las tardes y fines de semana vende en el mercado con su mamá. Ha estado ahí desde muy pequeña –ahora tiene 21 años- por lo que ya receta algunas plantas y comparte sus propiedades: “Mira, para cólicos menstruales está el mostranzo, te lo tomas tres días antes de que te baje tu regla, además de los cólicos te va cortar por completo el dolor de cintura y espalda. Solo tienes que poner tres ramitas en un litro de agua, que te vas a tomar como agua de tiempo. También puedes usar la buena-sana, ésta es muy fuerte y es especialmente para limpiar la matriz y eliminar quistes. Tiene una sustancia muy fuerte y es muy amarga por eso solo debes usar dos ramas para una taza que hay que beber en ayunas”.

A ella no le gusta el mercado y aunque ha aprendido bastante de hierbas no desea dedicarse a eso, aunque su madre afirma: “ya le he dicho que igual come el que estudia como el que no estudia. Aquí va a tener un

dinero seguro y además el día que yo me muera no me gustaría que mi negocio se echara a perder porque me ha costado mucho trabajo realzarlo, hacer clientelas; pero bueno, ya ella decidirá”.

La tía Licha, bebe lento el agua de tuna que acompaña los tamales y mientras acaricia a uno de sus perros dice: “voy a seguir trabajando mientras Dios diga, el mercado no lo pienso dejar. Aunque mi hija logre una carrera yo voy a seguir en mi trabajo porque no me puedo quedar estancada ni estar atenida a ella. Es lo que me gusta y sé hacer”.

Cabecea cinco minutos, mientras su hermana aprovecha para susurrar: “Es una mujer muy luchona, a veces la regaño. Creo que no debe trabajar tanto, que necesita descansar pero ese trabajo también le ayuda a distraerse, sobre todo a partir de lo de su hijo. Toda la semana anda en friega y, aunque está muerta de cansancio, así es cada domingo, va y viene por la casa con sus manos llenas de ingredientes, de colores, de aromas mientras platica, ríe, comparte: resucita”.