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L os lectores de POLÍTICA EXTE- RIOR sin duda habrán observado que, de un tiempo a esta parte, cada vez resulta menos políticamente correcto manifestar opiniones favora- bles sobre ese proceso histórico que hemos dado en denominar “transicion política española”. Tan es así que, de dar crédito a las voces más críticas, re- sultaría que, lejos de ser un episodio histórico globalmente positivo y fecun- do, cabría atribuir a la transición todos los males, supuestos y reales, del ac- tual sistema político, e incluso de la sociedad española en su conjunto. A ciertos nostálgicos de la “ruptu- ra democrática” no parece importar- les el hecho de que, según numerosas encuestas, más del 80 por cien de los españoles valoran positivamente la transición y sus resultados. Tampoco les impresionan los trabajos de José María Maravall, quien, tras analizar en perspectiva comparada muchos de los procesos democratizadores ocurridos desde los años setenta del siglo pasa- do, ha concluido que la correlación entre el modelo de transición y la na- turaleza del sistema democrático re- sultante es sorprendentemente débil. Lamentablemente, a los revisio- nistas tampoco les hará cambiar de pa- recer la lectura de esta interesante bio- grafía de Francisco Fernández Ordóñez, cuya carrera política resume y encarna, como pocas, los retos y los logros del proceso democratizador es- pañol. Estamos ante un original traba- jo de investigación, basado en los do- cumentos depositados en el archivo personal del biografiado, y concebido desde la admiración aunque sin caer en la hagiografía. Nacido en 1930 en el seno de una familia burguesa madrileña, razonable- mente acomodada, su paso por el cole- gio de El Pilar, sus estudios de Dere- cho y su ingreso en la carrera judicial parecían predestinarle para una exis- tencia sosegada, ajena a la actividad política. Sin embargo, su destino en la POLÍTICA EXTERIOR, núm. 118. Julio / Agosto 2007 Charles Powell es subdirector del Real Instituto Elcano y profesor de Historia de España en la Universi- dad CEU-San Pablo (Madrid). Libros Vivir la transición Fernández Ordóñez, las bases de la política exterior Charles Powell Francisco Fernández Ordóñez. Un político para la España necesaria, 1930-1992 Santiago Delgado Fernández y Pilar Sánchez Millas Madrid: Biblioteca Nueva 2007, 530 págs.

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Los lectores de POLÍTICA EXTE-

RIOR sin duda habrán observadoque, de un tiempo a esta parte,

cada vez resulta menos políticamentecorrecto manifestar opiniones favora-bles sobre ese proceso histórico quehemos dado en denominar “transicionpolítica española”. Tan es así que, dedar crédito a las voces más críticas, re-sultaría que, lejos de ser un episodiohistórico globalmente positivo y fecun-do, cabría atribuir a la transición todoslos males, supuestos y reales, del ac-tual sistema político, e incluso de lasociedad española en su conjunto.

A ciertos nostálgicos de la “ruptu-ra democrática” no parece importar-les el hecho de que, según numerosasencuestas, más del 80 por cien de losespañoles valoran positivamente latransición y sus resultados. Ta m p o c oles impresionan los trabajos de José

María Maravall, quien, tras analizar enperspectiva comparada muchos de losprocesos democratizadores ocurridosdesde los años setenta del siglo pasa-do, ha concluido que la correlaciónentre el modelo de transición y la na-turaleza del sistema democrático re-sultante es sorprendentemente débil.

Lamentablemente, a los revisio-nistas tampoco les hará cambiar de pa-recer la lectura de esta interesante bio-grafía de Francisco FernándezOrdóñez, cuya carrera política resumey encarna, como pocas, los retos y loslogros del proceso democratizador es-pañol. Estamos ante un original traba-jo de investigación, basado en los do-cumentos depositados en el archivopersonal del biografiado, y concebidodesde la admiración aunque sin caeren la hagiografía.

Nacido en 1930 en el seno de unafamilia burguesa madrileña, razonable-mente acomodada, su paso por el cole-gio de El Pilar, sus estudios de Dere-cho y su ingreso en la carrera judicialparecían predestinarle para una exis-tencia sosegada, ajena a la actividadpolítica. Sin embargo, su destino en la

POLÍTICA EXTERIOR, núm. 118. Julio / Agosto 2007

Charles Powell es subdirector del Real Instituto Elcano y profesor de Historia de España en la Universi-dad CEU-San Pablo (Madrid).

Libros

Vivir la transición

Fernández Ordóñez, las bases de la política exterior

Charles Powell

Francisco Fernández Ordóñez. Un políticopara la España necesaria, 1930-1992 Santiago Delgado Fernández y Pilar Sánchez Millas Madrid: Biblioteca Nueva2007, 530 págs.

Audiencia Provincial de Huelva le per-mitió descubrir una realidad marcadapor la pobreza y la desigualdad, des-pertando en él un afán por la mejoradel bienestar social de sus congéneresque ya no le abandonaría. Ello no impi-dió que en 1959 opositara a inspectorde Hacienda, coincidiendo con la apro-bación del Plan de Estabilización quehabría de revolucionar el devenir eco-nómico del país, y en cambio explicatanto su proximidad a Izquierda De-mocrática, el grupo político lideradopor Joaquín Ruiz Giménez, como el te-nor de sus esporádicas contribucionesa Cuadernos para el Diálogo.

En un episodio que refleja perfec-tamente el modus operandi del régi-men autoritario durante su fase tecno-crática, en 1969 Alberto MonrealLuque le ofreció la secretaría generaltécnica del ministerio de Hacienda –alque también se incorporaron por aquelentonces, Miguel Boyer, Carlos Solcha-ga, Luis Ángel Rojo y Mariano Rubio–a pesar de conocer su escaso afectopor la dictadura. Más adelante, Ordó-ñez fue subsecretario de Economía Fi-nanciera y, ya en 1974, presidente delInstituto Nacional de Industria, puestoque abandonó al destituir Carlos AriasNavarro a Pío Cabanillas y a su minis-tro, Antonio Barrera de Irimo.

El hecho de haber servido al Esta-do con lealtad y entusiasmo en vida deFranco no fue obstáculo para su mili-tancia cada vez más explícita en las fi-las de lo que Juan J. Linz ha denomina-do la “semi-oposición” al régimen,primero en Fedisa y luego en diversasformaciones de ideología socialdemó-crata. Esta rápida transición personalle permitió formar parte de la famosa“Comisión de los Nueve” surgida paranegociar la transición con el primergobierno de Adolfo Suárez, a pesar delo cual no tardaría en ingresar en

Unión de Centro Democrático (UCD),la coalición electoral capitaneada poraquél. Probablemente, ya entonces hu-biese preferido unirse al PSOE, peroen 1977 el partido de Pablo Iglesias ha-cía alarde de un radicalismo que leprovocaba rechazo. Así pues, la elec-ción estaba clara: “O nos subimos altren del poder, que nos paga el billete,nos señala el asiento y nos dice a dón-de ir, o decimos adiós desde el andén ynos vamos a casa”.

Como bien señalan los autores, loque mejor define a Fernández Ordó-ñez como político, no es tanto su ads-cripción a una ideología concreta co-mo su pasión por la modernizacióneconómica y social de España. A me-nudo se olvida que toda transición a lademocracia implica, en mayor o me-nor medida, un nuevo contrato social,que suele tener en la política fiscaluno de sus elementos definitorios. Co-mo ministro de Hacienda (1977-79), ycon la inestimable ayuda de EnriqueFuentes Quintana, dedicó sus mejoresesfuerzos a la reforma tributaria conla que él y otros técnicos del ramo so-ñaban desde hacía años y que, no obs-tante el impulso proporcionado porlos Pactos de la Moncloa, no se imple-mentaría por completo hasta la déca-da siguiente. A nivel más técnico, tam-bién cabe recordar su empeño porracionalizar el gasto público, que lepermitió presentar en 1978 el primerpresupuesto consolidado en la histo-ria de la administración pública espa-ñola. En ambos casos, estuvo muypresente la necesidad de adaptar lasestructuras y procedimientos naciona-les a los hábitos que imperaban en laEuropa comunitaria en la que se pre-tendía ingresar desde 1977.

El biografiado ha sido acusadocon frecuencia de oportunismo y des-lealtad política, crítica que los autores

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pretenden refutar con el argumento deque eran los demás quienes se movían,mientras él permanecía siempre fiel asus esencias. Aunque aparentementesimplista, esta línea de defensa resultabastante plausible. Tras las eleccionesde 1979, no quiso formar parte delnuevo gobierno por entender que, unavez cerrada la etapa del consenso,Suárez carecía de un proyecto aptopara la fase post-constituyente, lo cualle permitió recuperar una cierta auto-nomía política, de la que hizo gala des-de su escaño en el Congreso, con susaceradas críticas a la Ley Orgánica deEstatutos Docentes.

Si regresó al ejecutivo en septiem-bre de 1980 como ministro de Justiciafue porque, tras la moción de censuradel PSOE contra Suárez y la famosareunión de la “casa de la pradera”, elpresidente entendió que era mejor te-ner a los “barones” de UCD entreteni-dos en tareas de gobierno, que pade-

cer sus intrigas cuando se hallaban de-socupados. Sin embargo, los autoresde esta biografía no aclaran por quéfue nombrado, a pesar de que su pre-decesor, Iñigo Cavero, advirtió a Suá-rez de que seguramente modificaría laley del Divorcio que él había elabora-do, como así ocurriría en efecto, hastael punto de que cuando se aprobó, enjunio de 1981, menos de la mitad delos diputados de UCD la apoyaron.Inevitablemente, este episodio dionuevos argumentos a quienes sostení-an que UCD promovía políticas de iz-quierdas con los votos de la derecha.En cambio, para Fernández Ordóñez,vino a confirmar que había llegado elmomento de abandonar no solo el go-bierno, sino también una UCD supues-tamente “derechizada”, lo que hizo ennoviembre de 1981, arrastrando consi-go a otros nueve diputados y siete se-nadores, ninguno de los cuales renun-ció a su escaño. Leopoldo

Compromiso con Europa, acercamiento al Mediterráneoy entendimiento con EE UU, ejes de Fernández Ordóñez en Exteriores

ARCHIVO FRANCISCO FERNÁNDEZ ORDÓÑEZ

Calvo-Sotelo, que había tenido ciertadebilidad por él, escribiría dolido que“en Paco el transfuguismo es esencia,es naturaleza… por eso da la impre-sión de que está constantemente apunto de irse”.

Aunque nunca se hizo ilusionessobre la viabilidad de una fuerza polí-tica situada a la izquierda de UCD y ala derecha del PSOE, en enero de 1982Fernández Ordóñez lideró la creacióndel Partido de Acción Democrática(PAD). En opinión de muchos, el PADno fue sino una plataforma desde lacual negociar mejor la presencia desus dirigentes en las listas del PSOEen las siguientes elecciones generales,pero es interesante constatar que, aun-que ya entonces aspiraba a la carterade Asuntos Exteriores, su jefe de filashubo de conformarse con la presiden-cia del Banco Exterior de España.

Recuerdo que, cuando acudí a sudespacho oficial a mediados de 1984para entrevistarle sobre su papel en latransición, se mostraba entusiasmadocon la trepidante actividad culturalque comenzaba a desplegar la Funda-ción del Banco Exterior, y transmitíala sensación de haber abandonado de-finitivamente la actividad política. Sinembargo, su segunda carrera política,al frente del ministerio de Asuntos Ex-teriores –sin duda la que más satisfa-ción le proporcionó– estaba a puntode comenzar.

Las claves de su nombramiento,en julio de 1985, son suficientementeconocidas. Una vez firmada la adhe-sión de España a la Comunidad Euro-pea, Felipe González prescindió conalivio de Fernando Morán, sustituyén-dolo por un atlantista moderado ypragmático capaz de ayudarlo a ganarel referéndum sobre la OTAN. El nue-vo ministro hubiese preferido aho-rrarse esta consulta, ya que traslada-

ba a los ciudadanos una responsabili-dad que realmente le correspondía algobierno pero, a diferencia de Morán,entendía que la presencia en la Alian-za no mermaba la posibilidad de ac-tuar en otros ámbitos, como AméricaLatina o el mundo árabe, y que ade-más reforzaba el papel de España enla Europa comunitaria.

Cabe preguntarse, en este con-texto, si Fernández Ordóñez realizóuna aportación propia a la definicióny puesta en práctica de la política ex-terior española durante los años1986-92, o si se limitó a ejecutar lasinstrucciones emanadas de la presi-dencia del gobierno. El historiador (yantiguo colaborador de Morán) ÁngelViñas ha escrito que “a pesar de todala experiencia que adquirió (…) estriste recordar que, salvo alguna queotra excepción, no legó planteamien-tos doctrinales de importancia o quepudieran afrontar el paso de losaños”. Este juicio, aparentemente se-vero, no lo es tanto si se recuerdaque el único ministro de Asuntos Ex-teriores de la etapa democrática quepretendió hacerlo –recuérdese U n apolítica exterior para España: unaalternativa socialista– se vería obli-gado a desarrollar políticas que pocotenían que ver con sus planteamien-tos originales. Ciertamente, Fernán-dez Ordóñez no era un experto enpolítica exterior, pero aportó al pues-to una notable inteligencia práctica,una apreciable formación cultural,un don de gentes inigualable y unaenergía a prueba incluso de la máscruel de las enfermedades.

Como explica González en su pró-logo a la biografía, Ordóñez no dedica-ba mucho tiempo a la lectura de losdocumentos oficiales, porque le sobra-ba intuición y porque lo que más legustaba era pensar en voz alta. Desde

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una postura menos ideologizada que lade su antecesor, y actuando siempreen estrecha sintonía con un presidentede fuerte personalidad política y nota-ble proyección exterior, procuró sim-plemente transitar por lo que él mismodenominó “las grandes rutas del des-pliegue internacional español” (Euro-pa, el Mediterráneo, América Latina yla relación transatlántica, fundamen-talmente), con resultados que tampo-co cabe menospreciar.

Su atlantismo, por ejemplo, no fueobstáculo para una durísima renego-ciación del acuerdo sobre las basesnorteamericanas, que dio paso a unnuevo Convenio de Cooperación parala Defensa en 1988 que permitió la reti-rada del Ala Táctica 410 de Torrejón yde los aviones cisterna de Zaragoza. Elacuerdo supuso un giro capital en larelación bilateral, al romper definitiva-mente con la filosofía que la inspirabadesde 1953, y facilitó además la apro-bación de las directrices generales pa-ra la contribución española a la OTAN.

En el ámbito europeo, bajo su ba-tuta se transitó rápidamente de unapolítica centrada en la incorporacióndel acervo comunitario (proceso ace-lerado por la entrada en vigor del ActaÚnica Europea, en 1987) a otra cre-cientemente proactiva, que comenzó avislumbrarse durante la presidenciaespañola de 1989 y adquirió plenaconsistencia durante la negociacióndel Tratado de la Unión Europea, fir-mado en Maastricht en 1991. El reno-vado prestigio internacional de Espa-ña también se reflejó en unasrelaciones bilaterales más fluidas conlos principales países europeos, in-cluido Reino Unido, cambio al que nofueron ajenos la simpatía personal y elolfato político del ministro, de cuyaexcelente relación personal con Mar-garet Thatcher, deja divertida constan-

cia su buen amigo, Diego Hidalgo, enel prólogo de este libro.

Desde Exteriores también se im-pulsó la creación de la ComunidadIberoamericana de Naciones, quecontribuyó a sentar las bases de unanueva relación política con AméricaLatina, más acorde con la nueva iden-tidad interna y externa de España. Fi-nalmente, y a pesar de haber apoyadola presencia de tropas españolas en laprimera guerra del Golfo tras la inva-sión de Kuwait por Irak en 1990, lacomunidad internacional no dudó enencargarle la organización de la Con-ferencia de Paz celebrada en Madridun año después. Un legado nada des-deñable, en suma, y difícilmente atri-buible al mero azar o a la improvisa-ción, por muy brillante que ésta fuera.

La lectura de este excelente librome suscita una última reflexión: Si losfanáticos de la “lustración” política sehubiesen salido con la suya tras lamuerte de Franco, nuestro protagonis-ta seguramente se habría visto obliga-do a dejar la actividad pública paradedicarse a la empresa privada. Sea-mos serios: ¿Tan mal se hizo la transi-ción democrática en España?

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