vivir en la pedrera

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Entre el riesgo y la voluntad divina Ana Silvia Ortiz Gómez José Luis Ramos Ramírez Coordinadores

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Vivir en La Pedrera: entre el riesgo y la voluntad divina es el primer resultado de la investigación: «Representaciones sociales de género sobre el riesgo ambiental, la vulnerabilidad social y la participación comunitaria en el Distrito V, San Salvador», coordinado con dedicación y profesionalismo por el antropólogo Dr. José Luis Ramos Ramírez, de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), de México, y la antropóloga Mtra. Ana Silvia Ortiz Gómez, del Instituto de Estudios Históricos, Antropológicos y Arqueológicos (IEHAA) de la Universidad de El Salvador (UES). Los autores nos relatan de forma sencilla, pero profunda, la vida de una comunidad del Distrito V del municipio de San Salvador, representativa de la problemática de la gestión del riesgo a inundaciones y deslaves que enfrentan anualmente. El equipo de investigación demuestra la importancia de la mirada, el análisis y propuestas de las ciencias sociales y, en este caso específico, de la antropología.

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  • Entre el riesgo y la voluntad div

    ina

    Ana Silvia Ortiz GmezJos Luis Ramos Ramrez

    Coordinadores

  • VIVIR PEDRERAEN LA

  • Entre el riesgo y la voluntad divina

    VIVIR

    PEDRERAEN LA

    Ana Silvia Ortiz GmezJos Luis Ramos Ramrez

    Coordinadores

  • Primera edicinEl Salvador: Instituto de Estudios Histricos, Antropolgicos y Arqueolgicos de la Universidad de El Salvador (iehaa-ues)/Mujeres por La Dignidad y La Vida (Las Dignas)/Mxico: Escuela Nacional de Antropologa e Historia (enah)San Salvador, El Salvador, 2015

    363.349 2V858

    SV

    Ana Silvia Ortiz Gomz/Jos Luis Ramos Ramrez, 2015

    Instituto de Estudios Histricos, Antropolgicos y Arqueolgicos de la Universidad de El Salvador (iehaa-ues)

    Correccin de estilo: Miroslava Arely Rosales VsquezDiseo y diagramacin: Gabriela Morn

    ISBN: 978-99923-996-2-0 (E-Book)

    Publicacin del Instituto de Estudios Histricos, Antropolgicos y Arqueolgicos de la Universidad de El Salvador (iehaa-ues), bajo licencia Creative Commons Atribu-cin-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional.

    Vivir en La Pedrera : entre el riesgo y la voluntad divina [recurso elec-trnico] / coordinadores Ana Silvia Ortiz Gmez, Jos Luis Ramos Ramrez ; correccin de estilo Miroslava Rosales ; diseo y diagrama-cin Gabriela Morn. 1.a ed. San Salvador, El Salv. : Instituto de Estudios Histricos, Antropolgicos y Arqueolgicos de la Universidad de El Salvador (ues), 2015.1 recurso electrnico (79 p.) : col.

    Datos electrnicos (1 archivo : pdf, 571 kb.). www.ues.edu.sv/iehaa/

  • PrlogoAmrica Romualdo y Jorge Jurez IntroduccinAna Silvia Ortiz y Jos Luis Ramos Ramrez

    Un gallo para mis tamalesVanessa Alvarenga

    Da a daFtima Martnez

    Los nuevos vecinosAna Travers

    Mirada de un forasteroJordan Palma

    ndice

    11

    13

    17374965

  • 11

    Tenemos el honor de presentar el libro de relatos etnogrficos Vivir en La Pe-drera: entre el riesgo y la voluntad divina. Hemos sido testigos del profesionalismo y dedicacin con que el antroplogo Dr. Jos Luis Ramos Ramrez de la Escuela Nacional de Antropologa e Historia de Mxico (enah) y la antroploga maestra Ana Silvia Ortiz Gmez del Instituto de Estudios Histricos, Antropolgicos y Arqueolgicos (iehaa) de la Universidad de El Salvador (ues) han conducido la investigacin: Representaciones sociales de gnero sobre el riesgo ambiental, la vulnerabilidad social y la participacin social en el Distrito v, San Salvador, de la cual se desprende este primer resultado.

    Sin pretensiones literarias, Ana Travers, Ftima Martnez, Jordan Palma y Va-nessa Alvarenga, estudiantes de la Licenciatura en Antropologa Sociocultural de la Universidad de El Salvador, nos relatan de forma sencilla, pero profunda, la vida de una comunidad del Distrito v de la ciudad de San Salvador, representativa de la problemtica que estudian: la gestin del riesgo a desastres. Las personas lectoras podrn acercarse a travs de estos relatos, a su espacio de vida, teniendo la segu-ridad de que han sido elaborados mediante la investigacin etnogrfica, con un trabajo de campo minucioso y responsable.

    El equipo de investigacin nos demuestra con este libro la importancia de la mirada, el anlisis y propuestas de las ciencias sociales, y en este caso especfico de la antropologa, ante un tema con aparente exclusividad de las ciencias naturales.

    Otra enseanza que nos deja este proyecto de investigacin es lo fructfero y estratgico de la colaboracin entre instancias acadmicas (iehaaues y la enah) y la sociedad civil organizada, en este caso la Organizacin No Gubernamental fe-minista Las Dignas, para la comprensin de los problemas apremiantes de nuestra

    Prlogo

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    sociedad y la accin poltica a favor de las mujeres participantes en los procesos de gestin del riesgo a desastres.

    Albergamos la esperanza de que en este mundo lleno de incertidumbres y contingencias como en el que vivimos, el presente libro contribuya a que la socie-dad salvadorea piense en cmo asumimos y nos enfrentamos al riesgo a desastres y encuentre las posibles soluciones.

    Amrica RomualdoCoordinadora rea de Investigacin y

    Formacin de Las Dignas

    Jorge Jurez vilaDirector del Instituto de Estudios Histricos, Antropolgicos

    y Arqueolgicos

  • 13

    Introduccin

    Cada ao omos en la radio, o vemos en la televisin salvadorea, acerca de las consecuencias lamentables de las lluvias torrenciales que se abaten sobre la capital. Tambin escuchamos continuas declaraciones de las autoridades en turno remitindose a los posibles apoyos por ofrecer, como a determinadas re-comendaciones de evacuacin. Sin embargo, aparece una y otra vez la idea de considerar la posibilidad de atender a esta problemtica de otra manera, sin ofre-cer mayores pistas. nicamente se escuchan las voces de los especialistas que explican el evento solo como un acontecimiento natural, para el cual se requiere de medidas exclusivamente tcnicas. Y, surge la pregunta: qu pasa con las per-sonas que viven y padecen las inundaciones y deslaves, acaso no es un asunto importante dentro de sus vidas?

    A las respuestas de las y los ingenieros, gelogos, meteorlogos, etc., cabe su-mar otras, propias de los cientficos y cientficas sociales, que refieran directamente a los sujetos sociales, a su vida, a su pensamiento. Y en este contexto surge un pro-yecto de investigacin antropolgica1 amparado por tres instancias: el Instituto de Estudios Histricos, Antropolgicos y Arqueolgicos de la Universidad de El Salvador (iehaa-ues), la Escuela Nacional de Antropologa e Historia (enah), de Mxico, y la Organizacin No Gubernamental feminista Mujeres por La Dig-nidad y La Vida (Las Dignas). Estudio cuyo objetivo central es conocer de cerca lo que piensan las propias personas sobre estos acontecimientos, unas veces cotidia-

    1 El proyecto se titula Representaciones sociales de gnero sobre el riesgo ambiental, la vulnerabilidad social y la participacin social en el Distrito v, San Salvador.

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    nos y otros ms urgentes.2 Cmo viven y enfrentan estos eventos; acercarnos a su mirada, a sus aflicciones, pero tambin a sus anhelos. Es decir, lograr una perspec-tiva ms social y humana.

    Horizonte que no es completamente negro o blanco, sino que est lleno de ma-tices, as como es su vida, llena de contradicciones, pero que pocas veces nos dete-nemos a escuchar o siquiera a imaginar. Con la presente publicacin pretendemos crear este puente de acercamiento, que complemente el conocimiento necesario para fincar mejores polticas sociales y al mismo tiempo sirva de portavoz de las personas que amablemente compartieron su cotidianidad y nos regalaron su confianza.

    Por lo regular, los resultados de investigacin, en cualquier ciencia, corren dentro de los crculos acadmicos, de especialistas, y en pocas ocasiones llegan a ser difundidos en mbitos no especializados. Su utilidad social nicamente se cie a la propia ciencia, quedando pendiente su traduccin o empleo en los espacios ms pblicos, institucionales u organizacionales. Situacin que representa un pro-blema de comunicacin, para el cual es menester imaginar posibles alternativas de solucin. Una, entre muchas, lo representa el presente libro de relatos etnogr-ficos,3 donde sumamos la informacin socioantropolgica, obtenida a travs de un trabajo ordenado y sistemtico como lo indica la profesin, y la literatura para dirigirnos a un pblico ms amplio y diverso.4

    Nos interesa perfilar una mirada ms social, cultural, histrica y humana de las personas de carne y hueso que han ido aprendiendo a sortear las vicisitudes que les toc vivir. Para que quien lea esta obra, pueda pensar en alternativas de apoyo y colaboracin profesional, social y poltica, para resolver de mejor modo los problemas que enfrentan la poblacin capitalina que habita en las cercanas de los ros Acelhuate e Ilohuapa y sus afluentes. Entender un poco mejor las mltiples contradicciones y los conflictos en las relaciones sociales, dadas las dinmicas de

    2 Otro objetivo del proyecto es crear un espacio extracurricular para contribuir a formar profesionales en antropologa con perspectiva de gnero, empleando a la investigacin como una estrategia didctica; es decir, promover la participacin directa de un grupo de estudian-tes en el proyecto bajo la orientacin continua de dos profesores.

    3 Ana Travers, Ftima Martnez, Jordan Palma y Vanessa Alvarenga, estudiantes de la Licen-ciatura en Antropologa Sociocultural (Universidad de El Salvador), participaron de manera comprometida a lo largo de la primera etapa del proyecto. Como uno de los resultados han sido los relatos etnogrficos que aparecen en la presente publicacin.

    4 Agradecemos al Lic. Pablo Bentez por el apoyo recibido a travs del taller Voz y escritura en las Ciencias Sociales, que ofreci al grupo de estudiantes del proyecto.

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    poder en que se inscriben por razones de gnero, edad, estatus familiar, entre otros. Saber que existen importantes relaciones de solidaridad entre estas personas, pero tambin hay temores y desconfianza ante propios y extraos, en sus diferentes ver-siones: autoridades, partidos polticos, organizaciones, profesionales. Que luchan y se esfuerzan por vivir mejor, por ser felices, pero tambin hay encono y envidias. Que cada decisin que toman est pautada por historias de carcter personal, fa-miliar y del lugar, acompaadas por el azar y tambin por una fe religiosa que les da seguridad, tranquilidad y esperanza.

    Esperamos que las personas que lean estos relatos encuentren una mirada dis-tinta, que las acerque a la vida de estas mujeres y hombres; que al finalizar la lectu-ra, sus reflexiones las aromaticen con ese caf calientito que acompaa el rumbo de los das.

    San Salvador, octubre de 2012

    Ana Silvia Ortiz GmezInvestigadora del IEHAA-UES

    Jos Luis Ramos RamrezInvestigador de la ENAH

  • Un gallo para mis tamales / Vanessa Alvarenga 19

    Amaneci sin prisa, el triunfante aviso del alba permanece oculto tras los trazos grises de espesas nubes; despus de una velada unsona y res-plandeciente los resultados son ms que evidentes, el agua contina descendiendo en forma de llovizna y el suelo saturado por la humedad ha abierto espacio a pequeos charcos. Hay neblina. La aparicin espordica de chubascos nocturnos ha prolongado el refrescante encanto del invierno en gran parte del territorio salvadoreo.

    Sobre un horcn de madera posa Kiko, el gallo raqutico de Rebeca. Qui-quiriqu-co!, eleva su canto como si fuera a desplumarse con cada grito. En casa de la familia Membreo, los ruidos armonizan con la actividad de la maana: en la cocina, el constante hervir del caf impone el tempo, el rechinar de los huevos en el aceite y el aroma a tomate frito agregan el sabor. No hay cumbia ni reggaetn a estas horas del da, pero si hay musicalizacin.

    Los huacalazos1 de agua que suenan en el bao despertaron a un chucho2 que dorma cerca, le han sacado una guinda3 que se ha llevado de encuentro las latas de soda que recicla Antonio. Parada frente a la estufa, se encuentra Rebeca cocinando el desayuno, retira el caf del fuego y se dispone a calentar las tortillas que sobraron del da anterior.

    Carlitos, ya est el desayuno! dice desde la cocina.Adormitado, luciendo una tpica lnea blanca de saliva en una de sus mejillas,

    sale Carlitos de uno de los cuartos; se restriega los ojos y espanta al gato que des-cansa sobre una de las sillas del comedor.

    1 Sustancia acarreada por un recipiente circular.2 Perro.3 Carrera.

  • Vivir en La Pedrera20

    Qu hay de comer? pregunta.Lo mismo de siempre, as que com y cerr el pico responde Rebeca,

    mientras acomoda el plato con comida en la mesa.Carlitos, an aturdido por el sueo bosteza, agarra el tenedor y empieza a

    comer; hace una pausa para hablar con su madre:Mami, est haciendo friyito.4 Me vas a calentar el agua para baarme?Fastidiada por la cantidad de cosas que faltan por hacer y el poco tiempo que

    le resta para salir a trabajar, ella responde con un no, tan firme y decidido que hizo callar al cipote5 por el resto del rato.

    La puerta del bao se abri. Carlos Membreo sali envuelto hasta la cintura con una toalla. Sin prestar atencin a lo que suceda en el comedor, se dirigi al cuarto y se encerr. Rebeca apresur el paso, sirvi otro plato con comida, una taza de caf, tres tortillas tostadas y una semita; todo lo cubri con una manta. Corrien-do agarr una toalla y se dirigi al bao recin desocupado.

    Eran las 6:30 de la maana cuando la puerta del cuarto de Rufina y Antonio se abri. Arrastrando sus sandalias negras de plstico y cubierto con un suter sali el segundo, se acerc donde su nieto, lo salud y dio el bendito; busc una taza, se sirvi caf y se sent a la par del muchachito. Seguidamente apareci Rufina, vena peinando su largo cabello cano. Lleg donde Carlitos y lo salud con un beso en la frente y le dijo:

    Dios le bendiga papayito6 lindo. Cmo amaneci?A todo esto Carlos sala del cuarto. Con menos palabras que entusiasmo sa-

    lud y se sent a desayunar.Vieja, te tomaste la pastilla? pregunt Antonio a Rufina.Hjole! exclam ella y regres al cuarto.Carlitos termin de desayunar, levant su plato, lo dej en el lavadero y se fue

    a baar. Rebeca terminaba de arreglarse en el cuarto.En una repisa poblada por imgenes y figuras de santos y vrgenes, Rufina

    buscaba aquella pastilla amarilla de sabor amargo que debe tomar todos los das a las 6:30 a.m., ya no recuerda cual de todos sus padecimientos alivia, pero si es consciente que no puede dejarla.

    Viejo la inyeccin! exclam con preocupacin.

    4 Fro.5 Nio.6 Variacin del diminutivo de pap.

  • Un gallo para mis tamales / Vanessa Alvarenga 21

    Antonio dej el pan con caf a medias, y se fue donde Rufina inmediatamen-te. Ambos haban despertado tarde y haban olvidado los veinte y seis miligramos de insulina que ella debe recibir diariamente por las maanas.

    En el pasillo que constituye la cocina, el comedor y el bao, Rebeca corra a contra tiempo, faltaban diez minutos para las siete y ella an no haba salido de casa.

    Carlos, decile a ese muchachito que se apure por el amor de Dios! Que no ves que ya es bien tarde! Si no sale a tiempo te lo vas a tener que llevar vos dijo Rebeca con tono alterado.

    Carlos termin su desayuno y se levant del comedor dejando los utensilios sucios en la mesa, se acerc a la puerta del bao y toc tres veces; sin necesidad de gritos y palabras, el nio comprendi que era hora de salir. Se fue corriendo, en-vuelto de pies a cabeza con su toalla.

    El reloj segua moviendo sus agujas indiscriminadamente y a Rebeca se le ha-ca cada vez ms tarde.

    Bueno, me tengo que ir. Carlos ah llevas a ese zope a la escuela. Carlitos encogi los hombros esperando la segura chamarreada7 de parte de

    su madre.S ya me fij que baado de zope te has hecho, segn vos yo nac ayer; gran

    botasn8 de agua que haces de puro gusto. Como si fuera regalada la cosa!Finalmente Rebeca cogi su cartera y se despidi.Hoy s ya me agarr la tarde. Adis, don Too. Adis, Rufina. Nos vemos

    ms tarde Quieren que les traiga algo del centro?Ay s, mamita, acrquese le voy a dar un mandado dijo Rufina.Rebeca con mucho respeto entr al cuarto.Mire, mamita, le voy a dar este dlar para que me traiga unos chufles,9 es que

    fjese que ya se me estn acabando y a Antonio le gustan agreg Rufina.Est bien, yo se los traigo. Nos vemos ms tarde dijo Rebeca, agarr el

    dinero y se fue.As transcurra la maana en este pintoresco hogar. Lugar en el cual habitan sie-

    te personas: tres descendientes masculinos de Rufina y Antonio, y dos de sus nueras.Rufina y Antonio tienen ms de dos dcadas de vivir en esta casa. Llegaron a

    la colonia durante la primera mitad de la dcada de 1980. Para ese entonces la colo-

    7 Regao o llamado de atencin.8 Derramar y/o desperdiciar.9 Inflorescencia de planta tropical que crece en la regin.

  • Vivir en La Pedrera22

    nia era un terreno indmito, el zacate alcanzaba casi un metro de altura; haba una sola calle de polvo, algunos arroyuelos atravesaban las pequeas veredas. El lugar era todo un paraso para las cotuzas10 y otros animales salvajes.

    Haban transcurrido un par de horas y la casa permaneca en silencio, solo una persona segua durmiendo en casa.

    Roberto es el hijo mayor de Daniel Membreo, el segundo hijo de Rufina y Antonio. l emigr a los Estados Unidos cuando Roberto era an muy peque-o. Por azares de la vida, o por resultado de decisiones difciles, a los cinco aos, Roberto tuvo que mudarse con sus abuelos. Actualmente, es un adolescente de diecisis aos que abandon sus estudios luego de acompaarse con Nancy, otra estudiante que es un ao menor que l.

    l pasa parte de la maana en casa durmiendo, sale despus de almuerzo y regresa muy tarde por la noche. No tiene empleo y los vecinos le acusan de estar vinculado a una pandilla. Tiene su propio cuarto en la casa. Nancy est cursando noveno grado en una escuela pblica de la zona. Al terminar las clases se dirige sin escalas a un centro comercial cercano en el cual trabaja como cajera.

    Chilla la puerta de la habitacin de la joven pareja. Silencioso como un fan-tasma, sale de l Roberto, se acerca a unos percheros que estn en la pared y hala una camisa cuadriculada de botones, camisa que Nancy haba planchado la noche anterior; se la pone sobre un centro blanco que tiene el smbolo en color negro de Nike11 al centro del pecho, todo lo combina con unos jeans azul y unos zapatos Nike cortez12 tambin negros. Camina hacia el espejo que est en la pared del bao, de una repisa de madera saca un bote de Moco de Gorila13 y comienza a estirar su ca-bello en forma de pas. Cepilla sus dientes y sin pronunciar una sola palabra se va.

    En el jardn se encuentra Rufina buscando entre sus matas de gisquil un par de frutos para la sopa del almuerzo. A su espalda pasa Roberto, y ella solo alcanza ver de reojo su sombra.

    Que la virgencita me proteja a este muchachito susurra.Continu en su tarea. En lo alto de la ramada, estaba un gisquil tan verde

    como una esmeralda, grande y muy tierno; intent alcanzarlo con su vara, pero su

    10 Roedor de pelaje castao, mide aproximadamente de 40 a 60 centmetros de largo. No tiene cola.11 Marca de ropa, zapatos y accesorios deportivos.12 Marca y estilo de zapatos que con frecuencia utilizan los pandilleros. 13 Gel para el cabello.

  • Un gallo para mis tamales / Vanessa Alvarenga 23

    rodilla derecha no le permite sostenerse tanto tiempo con ambos brazos extendi-dos hacia arriba. En las bolsas de su delantal ya tiene cuatro hermosos gisquiles, su intencin es bajarlos todos para que no se floreen, caigan o se pudran.

    Viejo! grita. Antonio ven, por favor!Antonio estaba a pocos metros de all, aplastando unas botellas de plstico. l

    las recoge y guarda en un gran saco para luego venderlas a empresas recicladoras. Al escuchar la voz de Rufina dej su trabajo y camin hacia ella.

    Qu pas? le pregunt.Mira que chulo ese gisquil14 que est all arriba, bajmelo, por favor, es que

    yo no puedo. Vieras que me amaneci doliendo la canilla,15 quiz lo fresco de la maana me hizo dao.

    Antonio agarr la vara, se par sobre un tronco y hal con fuerza, el gisquil se desprendi y mientras caa lo pesc en el aire; lo revis cuidadosamente y le dijo a su esposa:

    Mir, ya estaba floreando. Lo dejamos para sembrarlo?En lo que Rufina se acerc a ver, uno de los gisquiles que carga en las manos

    se le cay. Al mismo tiempo, salt de entre las hojas un bulto amorfo. Es el intrpi-do Kiko, que en un santiamn picote el vegetal.

    Shu, shu, shuuuu! Gallito este! exclam. Mira, este Carlitos bandi-do, lo ms seguro es que no le ha dejado comida al pobre animal. As fue el otro da, ah andaba por el barranco rompiendo unos pampers16 sucios; como esta gente chuca17 lo ha agarrado de basurero, el gallito lo menos que puede hacer es aprove-char dijo dirigindose a su esposo. Y mira el palito de chiles. Todo se lo vol! Ya le vamos a torcer el pescuezo a este maloso.

    Antonio solo sonre ante las palabras de su esposa. Por la calle del pasaje viene caminando Rosario, una vecina, amiga muy que-

    rida de la familia; al ver los gisquiles le pidi a la pareja que le vendiera un par. Rufina se acerc y le dijo que se llevara tres, que eran regalados. Muy agradecida Rosario, los tom y camin hacia su casa.

    Son las once de la maana. El firmamento se ha despejado y el sol brilla con gran vigor. Rufina se sienta en una de las sillas del comedor y comienza a limpiar la

    14 Hortaliza de fruto verde tambin conocido como chayote.15 Pierna.16 Paales desechables.17 Sucia.

  • Vivir en La Pedrera24

    flor de izote; ya ha encendido el fuego de la hornilla que ella misma construy en el patio, solo necesita llevar el perol con agua y los ingredientes.

    Antonio sigue afanado cortando los gisquiles. Desde el pasaje son un silbi-do, es el Sharky, tambin vecino que vive a pocas casas de ah. Se ofreci a ayudarle a cambio de un par frutos.

    Buenos das, don Toito, dijo est bien cargada la matita. No quiere que le ayude? Tal vez conseguimos algo para el almuerzo agreg refirindose a s mismo.

    S, hombre! Si aqu lo que faltan son manos para cargarlos. Tom, llevate estos tres que tengo aqu dijo Antonio, mientras le entregaba los gisquiles.

    La pareja cree firmemente que la generosidad es un don y una bendicin. Lo primero porque, no todas las personas pueden ser dadivosas; y lo segundo, porque al obsequiar se recibe ms de lo que se da. Ambos han sido muy generosos, nunca han negado el alimento o bebida a quien lo necesita; esto se debe a que son catlicos muy devotos y tratan de poner en prctica da a da los valores que profesa su religin.

    Ya estn limpias estas florcitas dijo Rufina. Agarr varios pares de chufles y otros vegetales y los deposit en un recipiente; agreg cebolla en rodajas y otras plantas aromticas y las llev al patio.

    Desde su infancia, Rufina se acostumbr a cocinar en hornilla. Aprendi de su abuela el acucioso arte de escoger la lea, sacar la ceniza, atizar el fuego, mante-ner la brasa. Esta prctica prolongada le rob parcialmente la vista y le oblig a usar lentes a sus treinta aos de edad. En su hogar tiene una estufa que funciona a base de gas, pero la alterna una o dos veces por semana, especficamente cuando cocina frijoles; as, segn ella, economiza el gas.

    Mientras se traslada al patio, observ algo en las caeras de agua potable que despert su atencin.

    Mir, viejo, ha nacido una gua de pastes18 en las tuberas. Se detuvo un par de segundo para apreciar mejor, y agreg: Hjole, esas voladas van a termi-nar cayndose! Es de ir buscando quien las repare o las bote porque vos as como pass con esos tus dolores en la espalda, es mentira que lo vas a poder hacer.

    Rufina sigui con su tarea, acomod el recipiente con los ingredientes sobre el fuego y empez a soplar; busc un trozo de cartn y lo utiliz como abanico. Con-tinu conversando sobre el tema de las tuberas y se dirigi nuevamente a su esposo:

    Deberamos desarmar la estructura y guardar las piezas tiles; de todas for-mas de nada nos sirve esa alambrera ah colgada. Ya no usamos el agua del conta-

    18 Planta cuyo fruto fibroso es empleado como esponja de bao.

  • Un gallo para mis tamales / Vanessa Alvarenga 25

    dor de Jos y desde que compramos las mangueras y nos pasamos al contador de Argentina ya ni volvimos a platicar de la reparacin

    Cmo decs? le pregunt Antonio. l estaba distrado moviendo unas lminas en el barranco que se encuentran en el ala sureste de la propiedad.

    Mir dijo Antonio ignorando la conversacin de las tuberas y enfocn-dose en una preocupacin mayor. Va haber que limpiar el barranco, la tormenta de anoche arrastr hojas, y unas matas de bamb ya estn a punto de irse para abajo; peligroso en un temporal se desbarranquen encima de la casa de Camilo.

    Dios ni lo quiera respondi Rufina. Si viene Robertito temprano le decimos que nos ayude y hablando de eso continu ya viste cmo est el lado de la crcava. Ese volado de all da miedo vos! No ves que el agua se ha carco-mido la tierra y ha dejado la plancha de cemento en el aire! Yo le digo a Marcos que est pendiente, porque Dios no quiera en un invierno fuerte se vayan con todo y casa en ese hoyo. La ltima vez le ped que me acompaara a traer plstico al mop19 y crees que quiso? All como solo cipotes viven agrega. Mir, yo ah tengo bien guardaditas las quince yardas que me dieron y esto me recuerda que ya va siendo hora de que cambiemos esas viejas que estn todas rotas

    Rufina camin unos cuantos pasos y cort el nico chile que sobrevivi al ataque del gallo, lo aplast con una cuchara y lo deposit en la sopa. Entonces record algo:

    Ahora es la reunin con la promotora de la alcalda, verdad? S, es a las dos de la tarde respondi Antonio. l contina imbuido estudiando las formas de evitar que el terreno siga ero-

    sionndose; no es una preocupacin que circule a menudo por su cabeza, pero ya experiment las primeras tormentas y eso le indica que el invierno est a la vuelta de la esquina.

    La sopa de Rufina ya emana sus exquisitos aromas. Su empeo y dedicacin le mantienen revolviendo ocasionalmente, adicionando sal y diferentes tipos de espe-cias al manjar. Cuando cocina, Rufina sufre una metamorfosis, sus ojos brillan con ardor, sus manos se mueven con mayor agilidad, sus sentidos del olfato y el gusto se agudizan; es como una vieja pasin que siempre regresa.

    Te acords cuando se nos hundi el barril? pregunta Rufina. Aguarda un rato. Con la mano derecha extrae sopa del recipiente, sopla y vierte un poco so-bre su mano izquierda, lo prueba, saborea por un par de segundos y agrega: Si

    19 Ministerio de Obras Pblicas.

  • Vivir en La Pedrera26

    vos ni estabas ese da! Bien me acuerdo yo, fue para aquella mentada tormenta Ida cuando hubo aquel tremendo deslave. Ese fin de semana llovi toda la noche, yo pas en vela y vos roncando ni te movas.

    No pues s, con ese friyito bien rico dorm responde con una sonrisa, Antonio.

    Cuando te quede la casa de sombrero vas a dormir ms rico dijo Rufina con un tono ms serio. Qu barbaridad de agua cay esa noche! Yo estaba aden-tro de la casa, vos ya te habas ido a trabajar, cuando de repente escucho la gran tro-nazn en el patio. Dios mo qu ser eso?, pens y sal a ver y qu diantres!! No se haba hundido completito el barril! Cuando vos regresaste don Chepe ya tena bien avanzado el relleno. Ms vale que no encementamos20 todo el lugar, imaginte ni cuenta nos hubiramos dado; ah estuviramos como con la crcava, caminando sobre el puro concreto.

    Antonio sonrea ante las palabras de su esposa; no obstante, esa sonrisa era una mscara de seguridad bien elaborada. Saba que las palabras de Rufina eran ciertas y que de una manera u otra sus vidas estaban en las manos de un poder mayor.

    Hay que encomendarnos a Dios mujer, l siempre nos ha protegido y ben-decido con su grandeza; est en sus planes divinos si esta casa se cae o no. Cuando las cosas son para uno, no hay quien se las quite de encima; sino, record lo de la difunta Estelita, que Dios la tenga en su gloria.

    Ambos retomaron sus tareas en silencio.Se hizo la hora de almorzar. En casa solo estn Carlitos, Antonio y Rufina.

    Esta ltima sirvi tres platos rebosantes de sopa; ansioso y hambriento Carlitos espera por las tortillas. En la escuela solo haba comido unos churritos y soda.

    Papito, vaya a quitarse el uniforme y se lava las manos, por favor dijo Rufina.

    Carlitos se levant haciendo pucheros, corri a su cuarto, se quit su unifor-me de escuela, se puso una camiseta blanca y una calzoneta.21 Volvi a la mesa y comenz a comer.

    Todo est en absoluta tranquilidad y orden: las tortillas calientes sobre la mesa, el queso fresco servido en hojas de huerta y la gente comiendo. Ni los chu-chos ni el gato estn velando comida, ellos tambin meriendan cada cual en su

    20 Aplicar una capa de cemento sobre una superficie.21 Pantaln corto.

  • Un gallo para mis tamales / Vanessa Alvarenga 27

    plato; pero falta alguien, a quien no se le ha visto ni una sola de sus escuetas plumas desde el incidente del gisquil.

    Kiko, el nico gallo que servir para tamales, ha entrado sigilosamente al cuar-to de su duea, rompi el saco donde almacena el maicillo y se est dando la fajada del ao. Estando dentro, decide curiosear un rato, tal vez probar algunas de las exquisiteces que habitan en la casa. Su suerte ah estaba: sobre la pared, a unos cuantos centmetros por encima del tocador descansa un suculento saltamontes. El gallo trepa en bsqueda de su platillo favorito, despliega sus alas y en un salto lanza su ataque Chingln!, suenan los perfumes de Rebeca cuando se estre-llan contra el suelo.

    Virgen Santsima! Qu fue eso?! Segurito que es Kiko exclam Rufina , y agrega: Carlitos, no cerraste la puerta cuando saliste del cuarto, verdad? Anda saca ese gallo y revisa que no haya quebrado nada. Tu mam va a estar bien enojada cuando venga.

    Carlitos camina hacia la escena del crimen en bsqueda del malhechor. El gallo an est en el lugar intentando cazar al invertebrado, voltea su cabeza para enfocar bien a su vctima, se prepara para el segundo asalto, esta vez ser la definiti-va: se acurruca, engrifa sus canutillos, afila su pico sobre la madera

    Detrs de l camina Carlitos en puntillas,22 trata de atraparlo a traicin. Kiko, el sutil ladrn, aborta la misin saltamontes y emprende una nueva: huir; para lo-grarlo da un brinco que provoca un escndalo que se escucha hasta en el comedor. El resultado: el nio sale victorioso, carga su trofeo por las alas y sin pensarlo dos veces lo traslada al patio.

    Qu te pas, papa? pregunta Rufina.Sin responder, Carlitos entra y se lava las manos. No se ha fijado que result

    herido en batalla, tiene un rasguo en una de sus mejillas que sangra dbilmente. Rufina se fija y preocupada le dice:

    Santo nio de atocha!, qu gallito ms malcriado! Mir lo que te hizo papa! Si por m fuera, hoy mismo despescuezo esa chulada. Gallo ms feo ni plu-mas tiene! Ven, te voy a limpiar esas heridas antes de que se te infecten.

    Vuelve la mirada a su marido y dice:Cubrime la comida que andan un montn de moscas y esas bandidas son

    ms vivas que vos y yo juntos.

    22 Caminar sobre las puntas de los pies.

  • Vivir en La Pedrera28

    Nadie ha terminado de almorzar. Antonio permanece en la mesa ingiriendo sus alimentos. Rufina est en su cuarto limpiando las heridas de Carlitos con alco-hol. La puerta de la entrada suena, es Roberto. Camina dentro de la casa, saluda a su abuelo, busca con la vista a Rufina y al no encontrarla pregunta:

    Y mami Fina?Est en el cuarto, con Carlitos responde Antonio.Roberto asiente con la cabeza y se dirige a la habitacin donde estn Carlitos

    y Rufina.Buenas tardes, mamita dice al verla.Buenas tardes, papayito. Va a comer?S responde.Espreme un ratito, solo voy a terminar de curar a este cipote. Limpia bien las heridas y cierra la operacin con un beso en la frente. Carlitos

    regresa al comedor; Rufina va a la estufa, ah ha dejado la comida, sirve un plato colmado de sopa y lo lleva hasta la mesa donde espera Roberto.

    As transcurre la hora de almuerzo en casa de la familia Membreo. Luego de comer, Rufina recoge los platos, los deposita en el lavadero. Antonio se va a ver las noticias al cuarto, Roberto a dormir y Carlitos a ver caricaturas en el cuar-to que comparte con su madre y padre. Rufina inicia la tarea de limpieza, pero recuerda que hay otros trastos cerca de la hornilla. Cuando sale aprovecha para darle una espiadita a la crcava. La deforestacin, la suciedad y el alto grado de erosin del terreno le hizo reflexionar sobre el aspecto del lugar, record que no se pareca nada a como estaba el da que se mudaron a la colonia. All se detuvo por un momento a contemplar los fantasmas del pasado, aquellas pocas rebo-santes en tristezas y necesidades.

    Rufina Ventura de Membreo naci el siete de junio de 1934. Su alumbra-miento fue muy tradicional, sin hospitales ni anestesia ni antibiticos; todo estuvo a cargo de su abuela paterna. Su recibimiento fue saboteado por un temporal que la historia designa como La ruina del 34. La partera no logr llegar al lugar a causa de las inundaciones y deslaves que bloquearon las calles ms importantes del pueblo donde viva. As naci Rufina, entre mujeres conocidas, a la sombra de un crudo invierno.

    Vivi, creci y se cas en su pueblo natal. Se mud por primera vez a los pocos meses de casada. Antonio alquilaba la casa de un primo en un cantn muy cercano de all. En ese lugar naci su primer hijo. Cambiaron tantas veces de hogar, alqui-lando o compartiendo casa con otros familiares, que a veces prefiere no pensar ms

  • Un gallo para mis tamales / Vanessa Alvarenga 29

    en ello. Cuando llegaron a San Salvador, las cosas se agravaron, en varias ocasiones no les alcanzaba ni para el alquiler y eso les llevaba, especialmente a ella, a convivir con personas que la humillaban y le maltrataban a sus hijos; incluso un familiar lejano intent clavarle un cuchillo.

    Un buen da, un amigo cercano le coment a Antonio sobre la venta de unos terrenos en una nueva lotificacin llamada La Pedrera l ya haba comprado uno y mencion que an haba otros lotes baratos cercanos al suyo. Sin pensarlo dos veces, Antonio decidi ir a conocer. Al llegar se llev una muy buena impre-sin, especialmente del clima; resolvi comprar un pedacito. El precio era ac-cesible, con razonables facilidades de pago: 35 colones mensuales por diez aos. El trato les recort el presupuesto, pero los esfuerzos extras valan la pena: Por fin tendran un lugar propio! Comenzaron viviendo en una champa23 en la que Antonio trabaj personalmente en la construccin. Rufina, estando embarazada por cuarta vez, laboraba vendiendo tamales. Se mudaron en el ao 1982.

    As termin sus labores Rufina: acogida por un enjambre de recuerdos y sen-timientos, traspasando las barreras de la distancia y el tiempo.

    Faltan quince minutos para las dos y la pareja debe prepararse para ir a la re-unin que la promotora de la Alcalda de San Salvador ha programado. Rufina se tom sus pastillas, cambi el delantal por una camisa limpia, desenred su cabello, lav sus dientes y despert a Antonio, quien luego de ver las noticias haba tomado una siesta. Salieron de casa a las dos en punto.

    La Alcalda Municipal, en coordinacin con la directiva de la colonia, est llevando a cabo la construccin de una canaleta que recorre el pasaje El Bambular, y beneficia a ms de veinticinco familias. Las negociaciones no fueron fciles, pero luego de varias semanas de debates y deliberaciones ya han concretado el plan e iniciado la obra; ahora solo deben realizar una asamblea general para informar los detalles y avances a los dems habitantes del lugar.

    Rufina y Antonio llegaron con cinco minutos de retraso (el paso de la edad les hace peso en la columna y debilita su andar). La asamblea ha tomado lugar en una curva espaciosa de la calle principal, cerca de la tienda ms grande y prspera de la colonia. Se han dispuesto sillas y bancos en forma de arco, all esperan aproxima-damente de veinte a treinta personas. La promotora pasa lista persona por persona.

    Ella es una seora vivaz, de 35 aos de edad, tiene facilidad de palabra, se-guridad y firmeza en sus decisiones. No ganara el premio de Miss Simpata si de

    23 Casa provisional construida a partir de materiales mixtos.

  • Vivir en La Pedrera30

    su popularidad dentro de La Pedrera se tratase, pero, al fin y al cabo, qu fun-cionario del Gobierno lo hace? Definitivamente tiene un espacio en el corazn de la poblacin.

    Rufina y Antonio se acomodan en una banca, saludan a sus amigos y herma-nos en religin, recuerdan que el grupo de oracin se llevar a cabo en casa de Dora al finalizar la asamblea. Geraldina, la presidenta de la directiva, se acerca a ellos; en seal de cario y respeto, abraza a Rufina y da la mano a Antonio. Les agradece por atender la convocatoria y enfatiza en lo significativo de su participacin. Tambin les recuerda que deben invitar a ms familiares, principalmente a las y los jvenes.

    Se da inicio a la sesin con un par de minutos de retraso. La concurrencia guarda silencio y se arranca con el primero de los dos puntos anotados en agen-da: brindar informacin del proyecto que se lleva a cabo en el pasaje El Bambu-lar. El saludo es dirigido por Geraldina, luego toma la palabra la promotora y se dispone a traducir algunas de las formalidades contempladas en el documento oficial del proyecto: su duracin, el presupuesto, compromisos adquiridos y los beneficios para las y los habitantes. Habiendo explicado esto, solicita encarecida-mente que vigilen la zona donde se est llevando a cabo la obra, pues los albailes le han informado en dos ocasiones sobre la desaparicin del plstico que cubre la grava y la arena.

    Me extraa que estn sucediendo este tipo de cosas aqu, yo conozco a esta colonia como un lugar sano, poblado por personas honradas; les pido de favor que vigilen los materiales, el bien es para ustedes mismos. Organcense, hagan patrulla-jes, altrnense la responsabilidad dice la promotora.

    Antonio la interrumpe y le dice que en la zona ni siquiera hay iluminacin, que en esas condiciones cualquier bandido o borracho puede llegar a llevarse los materiales. A esto ella responde:

    Se me ha informado que se est llevando a cabo una gestin que cubre la iluminacin completa de la colonia, pero mientras sucede, por favor, colaboremos.

    Una voz grave suena entre los asientos del fondo y dice:No s por qu se nos est atribuyendo esa responsabilidad [de vigilar los

    materiales]; yo he trabajado como albail en obras de ese tipo y djeme decirle que la empresa encargada incluye en el presupuesto sueldos para vigilantes, incluso de alquiler de bodegas. Si las cosas estn desapareciendo, por qu no alquilan una bodega y/o contratan un vigilante? Esos gastos ya vienen estipulados en el monto. Mire, si de haber querido, ah est la casa de Esteban que solo es ganas, bien podan alquilarla para guardar las cosas.

  • Un gallo para mis tamales / Vanessa Alvarenga 31

    La promotora se qued meditabunda, dej el tema del patrullaje y dijo que iba a solicitar que la alcalda le enviara por lo menos a un agente del cam,24 para que vigilase los materiales de construccin.

    Despus de esta intervencin las personas presentes se sintieron ms en con-fianza y comenzaron a buscar solucin a sus problemas. Quienes tienen carro soli-citaron la pronta reparacin de la calle principal; una seora pidi que mandaran a especialistas a talar un rbol de amate que est a punto de daar el tendido elc-trico en su propiedad, dos personas ms se quejaron por unos hoyos en sus pasajes. La promotora cort las quejas con una sola observacin:

    Seoras y seores, djenme recordarles que aqu se han perdido muchos proyectos porque an no se han actualizado los estatutos de la directiva. No son las instancias gubernamentales las que estn negando los servicios, son ustedes mis-mos quienes se cierran las oportunidades. Llevo ms de un ao de estarles presio-nando para que trabajen en la formacin de una nueva directiva porque a esta ya se le venci el plazo. Necesitamos como mnimo veintids personas que se compro-metan, que aparten tiempo y lo dediquen a la colonia.

    El ambiente se puso tenso, las miradas se cruzaron en bsqueda de personas que pudieran asumir los cargos; despus de un rato, las esperanzas se asentaron, casi a nadie le interesa un puesto en la directiva. Siempre los ojos y labios apuntan a las mismas personas, mujeres y hombres que sucumbieron ante el desencanto de los conflictos que conlleva tal responsabilidad. El voluntariado est en peligro de extincin en La Pedrera.

    Con los nimos desinflados, la promotora pasa a hablar de detalles logsticos de la inauguracin de la obra, agenda una reunin para echar a andar la renova-cin de la directiva y pasa al segundo y ltimo punto de la asamblea: presentar la oportunidad de participar en la media beca para el estudio y/o aprendizaje de un oficio que ofrece un centro de formacin laboral. Esta parte de la reunin fue la ms corta, pocas personas se anotaron en las listas. Como la mayora de presentes eran adultos, la promotora incit a que llevaran la noticia a familiares jvenes. La reunin se dio por finalizada.

    Eran las cinco de la tarde, empezaba a oscurecer, un viento amenazante arras-traba las hojas en los pasajes, el sacudir de los rboles alimentaban un eco espanto-so entre las profundidades de la crcava; la ropa tendida jugaba mica con las mu-

    24 Cuerpo de Agentes Metropolitanos.

  • Vivir en La Pedrera32

    jeres que corriendo llegaron a los tendederos. Faltaban dos horas para el grupo de oracin. Antonio y Rufina regresan a casa para cenar y tomarse sus medicamentos.

    Entre cada paso, revolotean las naguas floreadas de Rufina. Le han declarado la guerra. Se agitan de un lado a otro, se abultan como sombrilla extendida; el pu-dor le sonroja las mejillas, aunque no hay nadie en la calle, ella siente vergenza de haber exhibido el fustn. Se agarr la falda con una mano y continu avanzando.

    Las luces comienzan a iluminar el juego de algunos muchachos, nias y nios. Entre ellos est Carlitos, sostiene entre sus manos una hermosa ondilla25 tallada en madera; con mucha firmeza apunta a un chucho que est rompiendo una bolsa de basura. Est a punto de disparar, pero le interrumpen los gritos de su abuela. Ella le dice que devuelva el artefacto, pues, de camino a casa, se encontraron unos policas que andaban buscando al culpable de haber roto los vidrios de un carro. Asimismo, lo llam y le orden que se fuera con ellos para la casa.

    Cuando por fin el nio se acerc Rufina, dijo:Mire, tenga mucho cuidado, se lo van a llevar preso por andar jugando con

    esas cosas. Ah andaban unos policas buscando a un muchacho que rompi los vidrios de un carro. No ve que es peligroso? Otra cosa, Dios no quiera, le da un mal golpe en el sentido26 a otro nio, hasta lo puede matar. No, papayito, con la vida y las cosas ajenas no se juega.

    El nio la mir fijamente, agach el rostro y la abraz. Llegaron a casa.La luz del da languidece y, a diferencia de los crepsculos claros de verano, la

    tarde se ha arropado prematuramente con su velo nocturno. Adentro de la vivien-da los espacios son iluminados artificialmente por varios pares de focos de colores amarillos y blancos.

    Rebeca coloca un guacal en las esquina del lavadero, coge de este un par de camisas blancas que luego comienza a lavar. Carlos, su esposo, lee el peridico en una silla que est ubicada cerca del comedor. Al entrar, Rufina y Antonio saludan e inmediatamente se dirigen a su recmara a buscar sus respectivas pastillas; Carlitos emocionado de ver a su madre en casa, corre y le da un fuerte abrazo.

    Se acerca la hora de la cena y las mujeres de la casa dejan de lado cualquier otra actividad que estn realizando. Rebeca manda a Carlitos a la tienda a comprar hue-vos y otros complementos, le ordena que lleve sombrilla porque la lluvia lo puede

    25 Arma artesanal hecha de madera. Utiliza la tensin de dos bandas elsticas para proyec-tar piedras u otros objetos redondos.26 Sien.

  • Un gallo para mis tamales / Vanessa Alvarenga 33

    sorprender en el camino. Siguiendo la recomendacin de su madre, el nio baja un paraguas negro que cuelga de un alambre de tender ropa y sale corriendo.

    Rufina se acerca a la estufa con un pichel lleno de agua, enciende un quemador y lo deja ah. Camina hasta el refrigerador y saca una cacerola con frijoles, la tiende en otro quemador y se dedica a revolver. Lado a lado se mantienen dos generacio-nes de atenciones y cuidados. Rebeca y Rufina comparten el legado de una misma empresa, no lo problematizan ni aoran, simplemente aprenden a sobrellevarlo. Estas mujeres con distintos apellidos han convivido tanto como para construir y compartir una familia, ms no lo suficiente para ser de la misma sangre. Son esos breves momentos de complicidad las que fortalecen esa unin.

    Se hicieron las seis de la tarde y la cena est servida. Rufina enciende el tele-visor y sintoniza el canal nacional de su preferencia. La familia come sin prestar mucha atencin. La conmemoracin del veinticinco aniversario del terremoto de 1986 y la expulsin del secretario general del PP (Partido Popular) no parece lla-mar tanto su atencin; todo cambia cuando se anuncia que la alerta verde emitida el viernes pasado se prolongar. Antonio toma el control y sube el volumen: La decisin fue tomada luego de analizar la susceptibilidad del terreno en algunas zo-nas del pas, donde se prev que se registren lluvias en las prximas horas, cierra su informe el reportero.

    Bueno, va a seguir lloviendo expresa Rebeca. Qu es una alerta verde, mami? pregunta Carlitos.Una alerta verde significa que va a seguir lloviendo y que la cantidad de

    agua acumulada puede ocasionar el desbordamiento de ros o quebradas, generan-do as daos en los cultivos o casas responde.

    Y eso significa que no hay clases? agrega Carlitos con una sonrisa de oreja a oreja.

    No te alegres, que no es para tanto manifiesta Carlos, integrndose a la conversacin.

    Dios quiera que esto no pase a ms cierra Rufina.El noticiero est finalizando, los comensales se estn levantando y afuera el

    clima se mantiene indeciso. Rufina y Antonio dejan los trastos en el lavadero, to-man sus medicamentos, cepillan sus dientes y se preparan para salir. Con la biblia en una mano y la sombrilla en la otra, parten hacia el grupo de oracin.

    En la casa de oracin un cuarto condicionado en el terreno de Cecilia ya esperan ms de veinte personas; todas lucen muy joviales y dispuestas a iniciar el convivio religioso. El esposo de Cecilia dirige la reunin. Inicia con una breve

  • Vivir en La Pedrera34

    oracin y contina con las notas alegres de alabanzas; Oswaldo y su hijo menor tocan las guitarras, mientras Jos les acompaa con el cuatro, instrumento musical que el mismo Oswaldo dise y elabor. Con las manos alzadas, movindolas de lado a lado, a veces girando, en otras saltando o acurrucndose, as se danza esta noche. Los minutos pasaron como el aleteo de un colibr, el crculo religioso dio por finalizada su sesin.

    Las gotas de lluvia comenzaron a desprenderse del gajo turbulento de nubes. Antonio y Rufina apresuran el paso; las calles y pasajes se vacan segn estas arre-cian. La gente corre despavorida buscando refugio, otras extienden sus paraguas. La calle principal brilla como el lomo azabache de una serpiente.

    Estando cubiertos por el techo de su hogar, Antonio y Rufina se disponen a pre-parar todo para dormir; algo les impide volar hacia su nido, Roberto no ha llegado an. Ambos se sientan en un banco a esperar pacientemente el regreso del muchacho. No pas mucho tiempo cuando cruz la puerta empapado. Felices de verle regresar con bienestar, la pareja se dirige a su habitacin con la intencin de descansar.

    Con pastillas en mano y completamente empijamada,27 Rufina toma un vaso con agua y termina con el ciclo farmacutico. Antonio acomoda las almohadas, aparta las sbanas y ayuda a su esposa a tenderse en la cama; apaga la luz y se acuesta a dormir. Todo permanece en silencio. Los animales ocupan el pasillo de dormi-torio, debajo de unas bancas se encuentran los chuchos, sobre el silln los gatos y en los brazos de una carreta de aluminio el desdichado pollo, al cual la gentica lo castig con un decadente abrigo de plumas.

    El vibrante sonido del telfono irrumpe la serenidad de la noche. Dormitada, Rufina alza su mano para atender.

    Al dijo con un poco de preocupacin.Mami Fina? pronunci una voz femenina del otro lado de la lnea.S, qu pas, mamita?Casi no tengo saldo, le llamaba para decirle que to Ernesto est grave y mi

    mami quiere saber si puede venir maana temprano a ayudarle a cuidarlo.S, mamita, dgale que ah voy a estar tempranito.Gracias, Mami Fina, pase feliz noche.Termin la llamada. Rufina aprendi con el paso de los aos que las llamadas

    a altas horas de la noche raras veces resultan de cosas buenas.

    27 Vestida con su ropa de dormir.

  • Un gallo para mis tamales / Vanessa Alvarenga 35

    Quin era? pregunta Antonio.Gabrielita. Dice que Neto est malito... responde Rufina y contina con

    un suspiro: mi hermanito no pasa de esta semana. Tanto que ha sufrido el pobre con ese cncer! Bueno, mejor es dormir agrega maana salgo tempranito para all.

    El firmamento cubri la noche con un velo turbulento. Las y los habitantes de La Pedrera no tienen idea, pero la lluvia anuncia un visitante que viene desde el ocano Pacfico; la depresin tropical Doce-E est a punto de tocar sus puertas.

    Quiquiriqu-co! anuncia Kiko con su peculiar canto. El pobre gallo dur-mi bajo la mata de gisquil y ha amanecido empapado. Qui-quiquiriqu-co! canta titiritando.

    En el hogar de la familia Membreo, las maanas son iguales: huacalazos de agua en el bao, chuchos y gatos correteando, el hervir del caf, el silbido del aceite en las cacerolas Rufina despert temprano, ya ha tomado su ducha, desayuno y se dispone a partir. Una congoja hace un nudo en su pecho, toma una aspirinita28 por si las dudas; empaca todos sus medicamentos y se marcha de ah.

    La lluvia cae incesante al igual que la tristeza que embarga el corazn de Rufina. Dentro del bus, ella siente su camino eterno. No es nada el bullicio provocado por el musicn,29 el llanto de los bebs, las conversaciones, carcajadas y ronquidos; el calor del encierro Es la cruda realidad: el sufrimiento, la enfermedad y la muerte.

    Cuando Rufina llega a casa de Ernesto se encuentra con una terrible noticia: l ha fallecido. Familiares y amigos cercanos permanecen en casa esperando a que el personal de la funeraria embalsame el cadver. Candelaria, hermana menor de Rufina y madre de Gabriela, se mantiene en constante movimiento; por un lado, coordina la hora de la misa, invita a un coro que anime con sus alabanzas la vela-cin; por otro, encarga centenares de pan dulce y tamales El da recin empieza y ambas mujeres deben tomar el control.

    Dos das han pasado. El trajn y el desvelo del funeral han hecho que Rufina pierda nocin del tiempo. Comienza a anochecer y afuera la lluvia est arreciando, Rufina toma un merecido descanso, se sirve un par de tamales y antes de empezar a comer decide marcar a su casa para saber cmo les est yendo con los derrumbes y las inundaciones.

    Antonio le informa que el temporal ya ha ocasionado tres desprendimientos de tierra, dos pequeos y uno de importancia; debido al incremento del caudal del

    28 Pastilla para nios.29 Se dice de la msica cuando se escucha a alto volumen.

  • Vivir en La Pedrera36

    ro, las personas que habitan en sus orillas han sido evacuadas y se han alojado en la casa de oracin. Tambin le cuenta un suceso que capt su especial atencin.

    Geraldina sali a inspeccionar el funcionamiento de las canaletas. Camina-ba a lo largo de la que est por la casa de Cecilia, cuando de repente sin un por qu ni para qu se detuvo a contemplar el recorrido del agua; ah estuvo embelesada por unos segundos hasta que el ruido de un derrumbe la despert. Unos metros adelante, justamente por donde ella deba pasar, se haba desprendido un montn de lodo y piedras. Yo digo que eso es una obra de Dios. l la entretuvo para que no le pasara nada malo dijo Antonio.

    Rufina, quien escuchaba atentamente, rompi su silencio con un amn.Te cuento que Rebeca tuvo una prdida agreg Antonio.Dios mo. Qu pas? pregunt Rufina.Kiko se ahogVaya vos, no te digo! Ya me habas preocupadoLuego de conversar con su esposo y ponerse al tanto de la situacin, Rufina

    cort la llamada y se dedic a comer Al revisar los tamales que tiene en el plato murmura:

    No digo, pues! Uno paga por tamales de gallina y solo papa traen estas babosadas30 Ay, hombre! Yo aqu con ganas de pollo y all que se ahoga el Kiko.

    30 Algo inservible o defectuoso.

  • FTIMA MARTNEZ

  • Da a da / Ftima Martnez 39

    Despunta la maana en las casas de la orilla del ro Los Tecomates.1 Hay un tibio sol y nubes grises que se apian en el horizonte. Son das como este en el que vuelve la preocupacin de las familias que habitan ese lugar. La llegada del invierno les recuerda que sus vidas pueden cambiar de un momento a otro, ya que la corriente puede crecer de tal manera que el cauce se pueda desbordar llevndose todo lo que tienen.

    La familia de Rosa es una de ellas. Aunque con otro peligro adicional: su casa podra quedar soterrada ante el derrumbe de los paredones de tierra que la circun-dan. Su vivienda es una de las tantas que se acumulan al final de la colonia La Pedrera. S, la famosa Pedrera. Su bien ganada fama se debe a lo peligroso que es transitar por sus estrechos pasajes en los que se mantienen grupos de muchachos, algunos adoles-centes y otros, desde hace rato, hombres hechos y no tan derechos.

    Antes del amanecer Rosa ya est de pie. Es la primera en hacerlo de manera casi ritual. Cuando el cansancio casi la convence de dormir un poco ms, recuerda que su madre, una campesina viuda que viaj a la capital y a fuerza de trabajo y ms que trabajo, cri a su numerosa prole.

    La tenue luz del sol comienza a asomarse por las rendijas de la casa, sus des-calzos pies sobre el fro cemento le causan escalofros, se restriega los ojos, lanza un ltimo bostezo y se apresura al lavadero ubicado en un rincn de la cocina. Lava su cara intentando deshacerse del desgano, del cansancio rezagado de aos. Mientras se seca dirige su mirada hasta el reloj que cuelga de la pared que alguna vez fue blanca. Escucha el ronquido de sus hijos en el pequeo cuarto al lado del suyo. La habitacin de sus hijos es estrecha, apenas y caben el viejo camarote y un perchero en el que cuelgan la ropa.

    1 Especie de calabaza de cuello estrecho y corteza dura, de la cual se hacen vasijas.

  • Vivir en La Pedrera40

    Bichos,2 ya es tarde! No se van a levantar?Como no, ya voy, es que la alarma no son responde con la voz ahogada

    en un bostezo alguien desde el interior.Aprense porque les va a agarrar la tarde! Rosa se dirige con pasos apresurados a la cocina a preparar el desayuno de

    Mario y Jos, sus hijos varones, su tesoro. Espera que ellos tengan un futuro mejor que el de ella. Sus sueos de juventud se fueron al traste, cuando abandon sus es-tudios y sali de su casa de infancia en compaa del hombre que le rob el sueo con promesas sin cumplir, con besos que pronto dieron paso a hirientes palabras. Parir a dos hijos no bast para que una maana la abandonara. Se fue hace aos, 12 quizs, con otra mujer ms joven dijeron la comadre y sus vecinas. Ella no sabe, o no quiere saber, se lo deja a Dios, ya que qu puede hacer ella?

    A esta hora de la maana, calentar los frijoles, hervir agua para el caf, tostar tortillas son movimientos casi mecnicos. Rosa piensa en cmo pedirle fiado a la nia Menche una cora3 de crema para acompaar las papas que guisar para el al-muerzo. Rosa no tiene empleo, pero se rebusca para ganar dinero, ya sea lavando y planchando ajeno; ofreciendo maquillaje por catlogo entre las vecinas; vendien-do yuca frita, pastelitos y empanadas frente a la escuela de la colonia o fruta con alguashte4 y chile los domingos en la cancha de ftbol. El pisto que logra reunir apenas y alcanza para cubrir los gastos.

    Sentada a la mesa, espanta las moscas de los platos servidos y recuerda que los recibos de agua y luz no tardarn en llegar; ms tarde decidir cul de los dos quedar sin pagar este mes. No le gusta comer sola, as que, mientras espera a que Carlos y Jos se acerquen a la mesa y apresuradamente tomen su desayuno, hace una lista mental de lo que deber comprar este da en el mercado. Rosa llama a sus hijos a la mesa:Aprense, se les va a enfriar la comida y van a llegar tarde.

    Ya vooooy contesta Carlos mientras se acerca. Qu hay de comer?Lo mismo de siempre, hijo. Qu ms va haber?El ltimo sorbo de caf acompaa su Dios los bendiga, mientras las silue-

    tas de los jvenes cruzan el umbral de la desvencijada puerta.

    2 Nio o muchacho.3 Moneda de 25 centavos de dlar (quarter).4 Semilla molida de ayote.

  • Da a da / Ftima Martnez 41

    Los hermanos toman un bus, que en 15 minutos los deja en el centro hist-rico. Con un rpido choque de palmas y de puos se despiden. Carlos se pierde en el mar de gente, apresurado recorre varas cuadras, tropezando con la basura o algn indigente a quien apenas ve, ya que la pobreza no le inmuta, pues convive con ella desde que tiene memoria. Le gusta pasar por La Avenida, observar los encuentros casuales a cambio de dinero. Aprieta el paso, no le conviene llegar tarde a la empresa telefnica donde trabaja ofreciendo celulares en las calles; su sueldo depende de lo que venda, hay quincenas en las que apenas gana para su pasaje y almuerzo.

    Jos es aprendiz en un taller de mecnica automotriz cerca del excine Majes-tic. Trabaja de lunes a sbado: repara llantas, ajusta puertas, desmonta motores, ordena las herramientas.

    Los domingos ambos van a la cancha, les gusta jugar ftbol con sus amigos y vecinos de la colonia. Jos dej sus estudios hasta noveno grado. Su madre le rog que no se arriesgara a ir al bachillerato en el Instituto Fray Pedro de Gante, puesto que la pandilla que controla esa zona es contraria a la que domina en la colonia La Pedrera. Aunque l no tiene nada que ver con ellos, fue amenazado para que no se acercara al lugar. Carlos estudi hasta octavo grado, pero recibi las mismas amenazas que su hermano. No obstante, l si espera retomar sus estudios en algn momento.

    En casa, Rosa lava los trastes mientras recuerda que hoy a las diez de la ma-ana tiene que ir a la reunin del comit vecinal, as que no ir a vender fruta a la escuela. Rosa es una de las fundadoras del comit; lo crearon con otras mujeres luego de la primera inundacin en La Pedrera, hace 6 aos. Piensa que hay que organizarse para enfrentar el invierno que inicia. Le gusta ir a esas reuniones, ah se encuentra con su comadre Esther, que es la presidenta del comit; la vieja Juana y a esa vecina nueva que rpidamente demostr mucha disposicin para colaborar.

    La maana es fresca y el cielo luce preado de nubes. Al terminar sus queha-ceres, Rosa sale de su casa, ahuyenta a Rocky con unas piedras (su perro de raza indescifrable), camina unos pasos y regresa: ha olvidado la manta de las tortillas. Al salir, saluda a la vecina y se apresura, se dirige a la casa de oracin, ah se rene el comit vecinal.

    Al pasar frente a la virgen de La Pedrera, se persigna. Recuerda que ya no hay aceite, arroz ni azcar, tendr que ir al Mercado Central. Y ella sin pisto!

    Sus vecinas la esperan. Son siete personas las que han llegado. Hoy es la presen-tacin del nuevo promotor de la Naturalia, la ong que est colaborando en la pre-

  • Vivir en La Pedrera42

    vencin de deslaves e inundaciones en la colonia. Sustituye a Miriam, la promotora que trabaj en la comunidad tres meses. A Rosa no le parece extrao que se marche en tan poco tiempo, ya se acostumbr a la situacin, no es la primera persona que las deja a medias; ya es ganancia que la ong siga presente, porque tambin se ha dado el caso de que la organizacin ya no manda a nadie y el trabajo se interrumpe.

    Al observar al joven promotor, Rosa piensa en que ojal y sea accesible y tome en cuenta sus propuestas para mejorar la comunidad, ya que cree que quienes ha-bitan la colonia son los ms indicados para hacerlo. Especialmente a ella le interesa que con el cambio de promotor se retome el tema de la legalizacin del comit, de que Naturalia les apoye con el dinero faltante que les piden para el trmite. La le-galizacin les permitir gestionar fondos propios para hacer muros de contencin y canaletas que encaucen el agua lluvia.

    Tras la primera inundacin, hace seis aos, la primera promotora de Natura-lia se acerc a La Pedrera y les propuso que organizaran a un comit vecinal para poder enfrentar los problemas que trae el invierno. Una parte de las personas que conformaban la junta directiva pas a formar parte del comit. Sus expectativas de ayuda econmica por parte de Naturalia no se cumplieron. En su momento, la tcnica aclar que la institucin podra apoyarles con capacitacin y donacin de equipo (botiquines, capas, botas, machetes, palas) para realizar un plan de eva-cuacin y atencin en caso de desastres, pero que dinero no poda otorgarles. En todo caso, la colonia tendra que rebuscarse para reunir el dinero para legalizar su comit vecinal, y as autogestionar ayuda para la comunidad.

    Emprender la legalizacin del comit vecinal ha sido difcil. Signific conver-sar con Las Doas, otra ong que les visita, para que les apoyaran con la contra-tacin de un abogado para llevar el proceso, el cual se detuvo cuando no se cont con el dinero suficiente para pagar el trmite ante el Ministerio de Gobernacin. Durante un ao recaudaron fondos haciendo rifas, organizando paseos y, por lti-mo, pidiendo una cuota mensual a las familias de la comunidad para completar el dinero. Hace dos aos que el dinero se complet y se le entreg al abogado, quien desapareci con el dinero y su confianza.

    Da inicio la reunin cuando Esther, la presidenta del comit, toma la palabra para presentar a Adrin, el nuevo promotor. A Rosa el joven le parece amable, no tan arrogante como otros que ha conocido.

    Buen da! Si nia Esther me lo permite, quera que cada uno de ustedes se fuera presentando dijo Adrin en voz alta. Podemos empezar por las perso-nas de mi lado derecho?

  • Da a da / Ftima Martnez 43

    Rosa se pone nerviosa, no se considera muy buena hablando en pblico, as que cuando llega su turno se pone de pie, dice su nombre y se vuelve a sentar rpi-damente, a diferencia de sus vecinos que le han dado la bienvenida al promotor y le han mostrado sus inquietudes.

    La reunin est a punto de finalizar. Esther pide la aprobacin de los dems para confirmarle a Adrin que se reunirn el prximo sbado para hacer una agen-da de planificacin. Rosa suspira. Se siente presionada a decir que s, aunque por su mente pasan los quehaceres del hogar que desatiende al asistir.

    Rosa sale de la casa de oracin y con todo y pena se dirige a la tienda de la nia Menche a pedirle fiada la crema. Son casi son las 12 y el almuerzo est sin preparar. Al doblar la esquina ve a Jos que viene a comer. Con la mano, le dice que se apure. Cuando la alcanza, le extiende la manta y le entrega dos coras para que compre las tortillas. Lo bueno es que las papas se cuecen rpido en el fogn de lea!

    Durante el almuerzo, Rosa le comenta a Jos que Mara, su ahijada, probable-mente llegue a visitarlos el prximo fin de semana. Mara vive con su marido y sus pequeas hijas en Ciudad Delgado. Cada invierno viene por la comadre Esther y le insiste a Rosa que se vaya con ellas y que deje a los muchachos cuidando la casa. Jos se va de nuevo a su trabajo, almuerza siempre en su casa porque le sale ms barato pagar el bus que comer en un comedor que le cobra $1.50 por el plato de comida.

    Rosa recoge los platos y los deja en el lavadero. Un gran trueno la apresura a meter la ropa a medio secar. Ve el reloj y ya casi son las dos de la tarde, se aflige: to-dava hay que ir al Mercado Central a comprar! Entra al cuarto para cambiarse de ropa y sale rpidamente a la calle con su bolsa del mercado colgando del hombro.

    Al cruzar el puente que separa a su pasaje del resto de la colonia, recuerda cuando este colaps hace seis aos. Desde entonces, con el invierno se asoman emo-ciones que no le gustan. Con amargura recuerda como la creciente del ro arrastr ramas, troncos, enormes piedras y dos casas de adobe que estaban a la orilla del ro. La fuerza del agua era impresionante, pero ms impresionante fue ver cmo unos sinvergenzas, que en lugar de ayudar a la gente a rescatar sus pertenencias o trasladar a sus pequeos a un lugar seguro, se afanaron en conseguir cuerdas, para sacar del agua los electrodomsticos que eran arrastrados por la corriente. Pasaron horas antes de que un cuerpo de socorro se acercara al lugar. Las familias afectadas por la crecida y aquellas que temieron un deslave durmieron en colchonetas en una iglesia cercana. Recibieron agua embolsada, con el logo de un partido poltico; tomaron su primer alimento caliente muy tarde en la noche. Por el da, volvieron a La Pedrera, a resguardar sus casas, por temor a que las saquearan. Pas una semana

  • Vivir en La Pedrera44

    para que llegara la maquinaria de la alcalda a retirar el lodo de la calle principal de la comunidad, el mal olor y los mosquitos eran insoportables, sin embargo es-tuvieron ah para que sus casas no fueran saqueadas completamente aunque no les quedaba casi nada.

    No son ni las tres de la tarde y frente a la tienda de la nia Menche se renen los muchachos, beben cerveza. Algunos, desde la oscuridad del cibercaf contiguo a la tienda, piropean a las jovencitas. Sus risas estruendosas se calman cuando el ms alto de los jvenes saluda:

    Buenas, ta Rosa! Buenas! Mir, hijo, decle a la Toa que me mande las revistas, la otra se-

    mana viene la Mary y se las va a llevar para hacer el pedido y todava me falta ense-rselas a la Vero y ella siempre pide algo, oste?

    Ella agradece a la providencia que sus hijos, con quienes solan jugar estos cipotes,5 trabajen y anden por buen camino.

    Al subir la cuesta que lleva a la carretera pavimentada hacia La Purificacin, zona turstica localizada en una de las crestas de la cordillera El Blsamo, Rosa observa las crcavas de uno y otro lado de la calle. Hace 10 aos cuando el Viceministerio de Obras Pblicas construy la carretera, colocaron un ducto que capta el agua de lluvia y la deposita en una de las crcavas; con el tiempo esta se fue ensanchando, a tal punto que ha sido necesario colocar yardas y yardas de plstico negro para evitar que el agua deslave an ms las orillas y se deslice la tierra. Hace cuatro aos, nadie se preocupaba por ello, hasta que una madrugada de lluvia torrencial, tras un gran estruendo, los gritos de los vecinos alertaron que la casa de nia Estela haba quedado soterrada. La parte alta de la crcava del pasaje Las Magnolias se derrumb. La gente corra pidien-do lmparas, palas, pitas, baldes y brazos, pero fue hasta las 5 a.m., poco despus del amanecer, que encontraron el cuerpo de la anciana. Como comit hicieron la peticin a la alcalda para que realizaran obras de mitigacin, las cuales consisten en limpiar los escombros, ramas, piedras y lodo que caen a un lado de las casas o caminos.

    Este es un da lleno de pesimismo para Rosa. Esos recuerdos le hacen pregun-tarse para qu se esfuerza tanto. La mayora de sus vecinas y vecinos no se interesa por el peligro que ella intuye que corren, son siempre las mismas personas las que se renen tanto para la junta directiva comunal como para el comit vecinal, pero se responde a s misma que sera peor si ella no hiciera nada.

    5 Nio o nia, hombre o mujer joven.

  • Da a da / Ftima Martnez 45

    Al llegar a la carretera, el pito del bus le avisa que la espera, pero que se apure. Sube rpidamente y el cobrador, tras recibir la moneda, la acomoda en un asiento atrs del motorista. Al llegar al Centro de San Salvador, Rosa inicia su recorrido habitual entre los puestos de afuera del Mercado Central, ah siempre se compra ms barato. El poco dinero y las nubes cada vez ms negras hacen que su visita sea ms breve de lo usual.

    De regreso, toma el bus hacia La Purificacin. Apretada y con la bolsa de las compras colgada del hombro, grita al motorista: Aprese, maitro,6 que esto ya va lleno. Un rumor de voces y chiflidos apoyan a Rosa.

    Las primeras gotas la reciben al bajar del bus. La lluvia volvi y con ella la in-certidumbre. Cmo ha cambiado La Pedrera! Hace 30 aos, cuando lleg a vivir aqu, ver llover era una bendicin. Cuesta abajo su andar es ms rpido. Su cara se ilumina cuando ve la puerta de su casa entreabierta, sus hijos ya estn de vuelta. Rocky la recibe con ladridos y volteretas. Carlos se asoma y rpidamente le quita a Rosa la bolsa del mercado y la pone en la mesa. Llega justo antes de que se desate la tormenta. La mujer busca unas tortillas heladas, las parte y se las arroja al chucho,7 que las cacha en el aire.

    Cuando llega a casa lo primero que desea hacer es dormir. Pero no puede, antes que nada debe hacer la cena. Calienta la comida que qued del almuerzo y sirve los tres platos.

    Rosa rasca su cabeza y piensa dos veces si planchar ahora la ropa que sus hijos ocuparn maana o lo har temprano, al despertar. Decide hacerlo ya y pronto. Recoge los platos de la cena, los coloca en el lavadero y les echa agua. Con un trapo limpia la mesa, sobre ella pone una sbana doblada para que el calor de la plancha no la deteriore ms e inicia la labor.

    La lluvia impide que sus hijos salgan a conversar con sus amigos, como lo hacen cada noche.

    Buen gevazo de agua el que est cayendo, M! le dice Jos al prender el viejo televisor.

    Pon Cuatro Visin le dice Rosa y se queda pensativa. Todava no son la siete, prese!. Quiero ver si repiten el partido de apertu-

    ra: el Vista Hermosa contra la Universidad de El Salvador.

    6 Maestro, seor, hombre.7 Perro.

  • Vivir en La Pedrera46

    Que pongas el cuatro, te digo!, mono8 este! refunfua mientras conti-na afanada planchando una camisa de manga larga.

    la Depresin Tropical 12E traer lluvias moderadas y fuertes afectando principalmente la cadena volcnica y la zona costera anuncia el noticiero.

    Es sbado. Han pasado siete das y la lluvia no ha amainado. El pas se en-cuentra en alerta roja, en emergencia nacional, pero la rutina de Rosa apenas y se ha visto alterada. Con la escuela cerrada ha tenido que salir a vender la fruta en las colonias aledaas. Ya est atrasada, pues no encuentra el nylon negro con el que tapa su canasto. Rocky ladra y desde afuera se oye: Buenasssssss!.

    Buenas grita Rosa, qu la trae debajo del aguacero comadre? Pase, pase rpido que se puede enfermar le dice a Esther. Observa bien y nia Chana y nia Martha la acompaan.

    Mira Rosa, es que estamos pensando en que se debera evacuar a la gente que est cerca de los paredones. No vaya a ser que vuelva a pasar lo de la nia Este-la! Adems, el riyo9 est que rebalsa y!!

    Mmm. Segura? dice Rosa sacudiendo el nylon que estaba en un rincn de la cocina. Es que esta gente no se va a querer salir. Acordte que los malillas se meten a las casas a sacar lo que pueden!

    Pues por lo menos que saquen a los bichos y a la gente grande. Que se queden cuidando los hombres! Es que mira, ya anda aqu el mentado Adrin de Naturalia, y si no ve que evacuamos, va a decir que es por gusto tanta capacitacin. As que vengo por usted para que me acompae, tal vez nos hacen caso.

    Ay no! piensa Rosa otro da sin venta. Vamos, pues! dice viendo resignada el canasto que se quedar en la mesa.

    Las mujeres con lmpara en mano y con capas donadas por Naturalia van de puerta en puerta dicindoles a las personas que hay que evacuar, que el refugio tem-poral est en la casa de oracin. Son muchas las negativas, aunque de tanto insistir algunas mujeres y nios se han instalado en el refugio.

    Rosa vuelve a su casa pasadas las 7:00 pm, est cansada. A diferencia de otras noches, hoy no siente miedo de caminar por los pasajes oscuros de la comunidad, hay presencia policial y militar.

    Maana debe despertarse an ms temprano para poder ayudar en la casa de oracin y a todos los vecinos. Mucho trabajo le espera y le angustia de que maana

    8 Nio, muchacho.9 Ro.

  • Da a da / Ftima Martnez 47

    ser otro da en el que no vender la fruta que le ayuda a obtener los ingresos de la comida diaria. Pasa su mano sobre la frente y se consuela pensando en que eso no ser tan grave si reciben ayuda de la alcalda y las ong por lo menos con la alimentacin.

    Cuando la lluvia cesa todos vuelven a casa, la rutina vuelve a sus vidas. Rosa vuelve a tener ms tiempo para vender fruta y antojitos, para ofrecer su catlogo de cosmticos a sus vecinas y para los quehaceres domsticos, esos que siempre ha realizado desde que dej su hogar de la infancia y form el suyo.

  • Los nuevos vecinos / Ana Travers 51

    Es ms fresco ac pens Carla al bajar del camin que su padre haba prestado para la mudanza y que ahora estaba parqueado1 frente a la que sera su nueva casa. Carla Quezada es una joven de 19 aos que hace poco haba comenzado a ir a

    la universidad. Antes viva junto a su madre, padre y abuela en una colonia donde tena varios amigos y amigas de su edad; sin embargo, su familia haba sido forza-da a mudarse porque estaban construyendo una carretera que pasara justamente encima de su casa.

    Ayud a tu pap a bajar las cajas! grit su madre desde dentro de la nue-va casa.

    Ya voy! respondi de mala gana. No le agradaba la idea de dejar todo lo que ella conoca y comenzar desde cero en un lugar que por el momento era desco-nocido. Adems las cajas estaban pesadas.

    Mientras iba y vena con las cajas, miraba alrededor para reconocer el lugar donde vivira a partir de ahora. Era una casa modesta, pero acogedora, y estaba ubicada en el pasaje San Antonio (el 4. pasaje de arriba hacia abajo sobre la calle principal). Tiene dos habitaciones, un bao, sala, cocina y un patio. Lo nico que le molestaba era que frente a su casa haba un paredn de tierra. Por lo menos no es tan alto pens. Pero esto no la consol, porque al ir y observar su patio se dio cuenta de que este terminaba siendo uno que amenazaba con derrumbarse sobre las casa que se encontraban ms abajo.

    Su padre la observ acercarse al borde del patio y mirar hacia abajo con cara de preocupacin. No se cae tan fcil la tierra. No se preocupe!, adems est algo

    1 Estacionado.

  • Vivir en La Pedrera52

    lejos de la casa, nos da tiempo de salir corriendo dijo en tono burln mostrando una amplia sonrisa para tranquilizar a su hija. Mejor vaya para adentro a ayudar a su mam y a su abuela a sacar las cosas de la caja, yo voy a acomodar los muebles.

    En estas labores transcurri su primer da como los nuevos de la colonia La Pedrera.

    La maana siguiente su abuela le pidi que la acompaara a la tienda que haba visto sobre la calle principal. Al ir caminando ambas se dieron cuenta de que no solo en su pasaje haba paredones de tierra sino que casi en toda la colonia. Ya viste en donde nos vino a meter tu tata,2 en cualquier momento nos cae encima ese poco de tierra. Primero Dios no nos pase nada!

    Carla no hizo ningn comentario, trataba de no pensar en eso para no angus-tiarse, as que se concentr en ver las dems casas y a las personas que transitaban en la calle. Su mirada se dirigi hacia el final de la calle principal donde un grupo de hombres hablaban y beban animadamente, su abuela tambin se fij en ellos. Tan temprano y ya estn chupando, han de ser malillas, le expres con una mirada seria. Ojal no sean mareros3 murmur.

    Al llegar a la tienda, el seor que las atendi se dio cuenta de que eran nuevas vecinas y comenz a platicar con ellas.

    Ustedes son las que se pasaron a una casa de la Pilar? se anim en pre-guntar el seor.

    S, desde ayer estamos ac. Mucho gusto, soy Cecilia y ella es Carla res-pondi su abuela, quien al mismo tiempo volte su mirada hacia el final de la calle al escuchar las escandalosas risas de los hombres.

    Mucho gusto, yo soy Roberto, pero me pueden decir don Tito respon-di amablemente. No se preocupe, ellos no son peligrosos, solo son bolitos,4 a los dems de all s debe tenerles ms cuidado dijo sealando un grupo de casas apiadas ubicadas al final de la calle principal.

    Por qu? se atrevi a pregunta Carla.Es que dicen que ah s hay mareros, no andan todos tatuados, pero nadie

    puede ir a esa zona por la noche porque dicen que no lo dejan pasar o si entra a saber si logra salir asegur el seor.

    2 Pap o padre.3 Pandilleros.4 Ebrios o borrachos.

  • Los nuevos vecinos / Ana Travers 53

    Bueno, no nos asomamos por ah entonces, verdad? dijo mirando a su nieta. Por dnde podemos comprar tortillas? pregunt cambiando rpida-mente de tema.

    En este pasaje de arriba seal el seor.Mientras iban camino a comprar las tortillas, Carla pensaba en lo que su abuela

    haba dicho sobre su padre. Adnde nos has venido a meter pap, si no nos matan los mareros, nos morimos en un deslave deca para sus adentros. Seguramente el amigo que le vendi la casa no le dijo nada acerca de esto Puchica!5 pens.

    El verano haba sido inusualmente largo. Octubre y hasta entonces comenza-ba a llover! Pero eso mantena a Carla ms tranquila porque el ro estaba casi seco y ni siquiera llega a tocar el muro de contencin que tena en parte de su orilla.

    Su familia poco a poco se haba ido adaptando a La Pedrera. Al ser su abuela la que pasaba ms tiempo en casa haba logrado hacerse de varias amigas de su edad, las cuales la invitaron al grupo de oracin y tambin la llevaban a capacitaciones y talleres que daban las ong que trabajaban en La Pedrera, pues ellas tambin perte-necan a la directiva comunal.

    Esa noche de viernes caa una de las primeras lluvias, su abuela contaba ani-mada lo que haca durante el da con sus nuevas amigas, cmo estaba aprendiendo nuevas cosas por medio de las ong y lo importante que sera que gente joven se uniera para proponer nuevas ideas. Aunque esto no le llamaba mucho la atencin a Carla, mientras lavaban los platos, su abuela insista en que la acompaara a las reuniones y a las capacitaciones.

    Vamos, hija, acompeme, ah pasa la maana dormida, mejor venga con-migo maana temprano vamos a tener una reunin con Naturalia, dicen que es para planificar el trabajo de prevencin de inundaciones y deslaves, dicen que hay que apurarse que con estas lluvias nunca se sabe. Mire, esas reuniones son bonitas, sobre todo las capacitaciones, pues dan comida rica y dinero para los pasajes agreg entusiasmada la anciana.

    Carla replic: Maana tengo clases en la Universidad por la tarde, de 3 a 5, abue. Pero

    para que vea, voy a ir. Har un esfuerzo!, pero si me aburro ya no vuelvo a ir sen-tenci la joven.

    5 Expresin que denota admiracin, sorpresa o igualmente puede significar inconformidad o protesta.

  • Vivir en La Pedrera54

    El sbado por la maana amanece nublado. Durante la reunin Carla observ que haban asistido varias personas, pero la mayora eran seoras de la edad de su abuela. Llegaron dos promotores, una mujer y un hombre, ambos tenan puesta una camisa con el logo de Naturalia. La promotora explic que el hombre que la acompaaba sera el nuevo promotor que atendera a La Pedrera.

    El promotor, a pesar de ser un hombre joven, le pareci un poco arrogante. Qu credo se ve, como que se cree ms que todas las dems personas que esta-mos ac pensaba mientras lo escuchaba y senta que l hablaba como si estuviera frente a un grupo de nios.

    Volvi a ver a su abuela, quien estaba seria escuchando al joven. Finalmente la reunin solo fue para presentar a este nuevo promotor y que-

    dar de acuerdo el prximo sbado para planificar el trabajo para la prevencin de deslaves e inundaciones.

    Al finalizar la reunin acompa a su abuela a platicar con un grupo de se-oras y seores que pertenecen a la directiva comunal y a un comit vecinal que, segn le cont su abuela, estaba para prevenir desastres en poca de lluvia, pero que an no estaba legalizado.

    Ese bicho6 no sabe nada de cmo vivimos ac y viene a querer proponer cosas expres con desagrado una seora con delantal rosado.

    Es que ese es su trabajo, es mejor aprovechar que por lo menos alguien est pendiente de nosotros respondi un seor con espeso bigote.

    Pero tampoco se puede venir a decir a todo que s, porque al final nos puede salir el tiro por la culata coment su abuela.

    Geraldina, presidenta de la directiva, y Esther, presidenta del comit, am-bas tienen que negociar los proyectos y las otras cosas que se van a hacer ac, pero la nia Geraldina no quiere ir a los talleres de la ong sino que solo a los de la al-calda, porque es del partido Frente Socialista Nacional, o sea el fsn. No ven que ni siquiera estuvo en esta reunin, eso nos termina perjudicando a todos dijo de manera molesta el mismo seor.

    Es que ella dice que no le hacen caso porque ya saben que le va a otro parti-do enunci una seora de cabello blanco.

    Ya deberamos elegir otra junta directiva y que la persona que quede en la presidencia no sea izquierdosa propuso el seor del bigote.

    6 Joven, muchacho o nio.

  • Los nuevos vecinos / Ana Travers 55

    Nadie dijo nada despus de este comentario, se despidieron y se fueron cada quien para sus casas. En el camino, Carla no aguant la curiosidad y le pregunt a su abuela quin era el seor que haba propuesto elegir nueva junta directiva. Es un seor que vive en el pasaje Beln, el que tiene la casa que es bien grande. A l no le cae bien la presidenta porque l es del partido Alianza Nacionalista Salvadore-a, el ans, y siempre que puede anda metindole cizaa a la gente contest su abuela, y agreg: Usted no se tiene que dejar lavar la cabeza con lo que l diga. La presidenta es una buena seora que se esfuerza mucho para conseguir proyectos para la colonia, ese seor es as porque no va a la iglesia y no le han enseado a amar a su prjimo repuso con seriedad. Cuando llegaron a la casa ya casi era hora de almuerzo. Apurada Carla comi y se march a la universidad.

    El siguiente sbado amaneci lloviendo. Haca ms fro de lo normal y eso provoc que Carla le costara ms levantarse e ir a baarse para ir a reunirse con unos compaeros de clases para hacer una tarea. Era su primer ao estudiando administracin de empresas en la Universidad Nacional, a la cual le haba costado entrar porque la primera vez no consigui suficiente nota para ser aceptada, pero el ao pasado logr pasar el examen de ingreso en la segunda vuelta.

    Vena molesta en su regreso de la universidad, pues a pesar de que llevaba pa-raguas se haba mojado la ropa y tema que sus cuadernos tuvieran la misma suerte. Caminando hacia su casa logr escuchar el ro, se asom a verlo y not que este haba crecido y corra con fuerza arrastrando ramas y rocas pequeas, an no desbordaba, pero solo le faltaba un metro para rebasar el muro de contencin. Haba estado llo-viendo de vez en cuando, pero en los ltimos das la lluvia haba sido ms constante.

    Al llegar a su casa, encontr a su madre frente a la tele con cara de preocupacin.Qu le pasa?, por qu tiene esa cara? pregunt mientras encenda la

    estufa con un fsforo. Tena hambre, as que calentara la sopa de res que caa muy bien con esos fros.

    Es que estn diciendo en las noticias que entrar una depresin tropical y que va a llover por lo menos una semana y ya en algunos lugares se ha decretado alerta roja contest su madre sin dejar de ver la televisin.

    Ay no! exclam Carla con tono alto. Ya nos va a caer un poco de tierra o all abajo vamos a terminar cuando se caiga el patio.

    Nia, no diga eso! dijo su mam exaltada. Ya vas a ver que primero Dios no nos va a pasar nada.

    En ese instante su pap entraba a la casa, luego de un da pesado reparando la maquinaria de la fbrica donde trabaja desde hace 20 aos.

  • Vivir en La Pedrera56

    Qu les pasa a ustedes dos? Desde afuera puede or sus gritos pregunt su padre en tono de broma mientras se acercaba a saludar a su esposa.

    Ya viste las noticias? respondi Carla.De qu va a llover sin parar toda esta semana? S dijo con tranquilidad

    mientras tomaba asiento en aquel silln donde solo l se sentaba. S, por eso anda tu hija diciendo que nos vamos a morir soterrados re-

    proch su mam.No ande diciendo esas cosas, hija. Dios nos cuida y si nos pasa algo es que

    l as lo tiene planeado y es su voluntad expres su padre mientras sacaba de su bolsn una pelcula pirata que pondra en el dvd mientras esperaba la cena.

    Es que esta nia tiene poca fe intervino su abuela. Bien me puede acom-paar ahora ms noche a la casa de oracin de la colonia, as aprende ms sobre Dios y no le cae mal una rezadita dijo mirndola.

    Mire, mejor cunteme cmo estuvo la dichosa reunin con el promotor de Naturalia? pregunt Carla para cambiar el tema.

    Pues comenz algo tarde, ya sabe cmo es la gente de impuntual enun-ci, olvidando que ella haba llegado 15 minutos tarde. Cuando todos llegaron nos pusimos a hablar sobre las cosas que tenemos que hacer para que no hayan deslaves e inundaciones por estas lluvias que cada vez estn ms fuertes.

    S, en verdad hay que hacer algo porque dijo Carla.Pero viera7 que feo lo que pas mientras estbamos en la reunin inter-

    vino la abuela interrumpiendo a la joven. Lleg un carro negro y se qued esta-cionado un rato, hasta que la nia Gral se levant y se asom a la puerta se fueron.

    Y esos del carro quines eran? pregunt su mam en tono preocupado.A saber, yo nunca los he visto, pero nia Esther me dijo que son unos hom-

    bres que viven al final de la calle principal, all donde estn el montn de casas apiadas respondi la anciana.

    Tenga cuidado, abue, usted no sabe de lo que son capaces esos hombres aconsej Carla.

    No se preocupe, hija, yo siempre tengo cuidado; adems, creo que se de-tuvieron por el promotor de la ong porque es nuevo y no lo haban visto antes dijo su abuela mientras se retiraba a su cuarto.

    Tres das haban pasado desde que anunciaron la depresin tropical. Las no-ticias decan que haba alerta nacional, porque la lluvia era ms fuerte que cuando

    7 Notara, distinguiera, percibiera.

  • Los nuevos vecinos / Ana Travers 57

    estuvo el huracn Mitch en 1998. Las clases de la universidad, colegios y escuelas se haban suspendido, miles de personas que viven en zonas de alto riesgo haban sido evacuadas, varios derrumbes haban obstaculizado calles y aislado comunidades, tambin pedan donaciones de alimentos y ropa para las personas que estaban en los refugios.

    Las personas pertenecientes a la directiva y su abuela comenzaron a alertar a las familias que viven a orillas del ro para que evacuaran y se refugiaran temporal-mente en la casa de oracin, pero, segn lo que le cont su abuela, nadie quiso salir de sus casas, a pesar de que ya haban dicho en las noticias que la lluvia se prolon-gara cinco das ms y que luego entrara un frente fro.

    Carla sali a la tienda para comprar velas porque su madre, quien haba pedi-do permiso en el trabajo para estar en su hogar en caso de emergencia, tema que se fuera la luz por la noche. Cuando estaba esperando que le dieran su pedido, vio venir caminando a un hombre, aproximadamente de 30 aos; estaba cubierto por una capa impermeable amarilla que tena estampada el logo de una organizacin, el hombre se detuvo y comenz a hablar con el seor de la tienda.

    Buenas tardes don Tito salud cortsmente. Sabe si las personas de la zona verde ya evacuaron? pregunt.

    No, parece que no quieren evacuar, ahora en la maana fueron los de la di-rectiva pero les dijeron que no iban a salir de sus casas respondi tranquilamente.

    Bueno, voy a ir a hablar con la presidenta para ver qu podemos hacer, por-que es peligroso que sigan ah, adems ya avisaron que viene la repunta exclam preocupado.

    Carla observaba curiosa al joven que mostraba preocupacin por la gente de la colonia, pareca ms amable y simptico que el primer da que se present.

    Ella es la nieta de doa Cecilia, la seora que se acaba de mudar hace unos meses dijo don Tito.

    Mucho gusto, yo soy Adrin y soy promotor de Naturalia salud estre-chando su mano y regalndole una amplia sonrisa.

    Un gusto, yo soy Carla contest mientras lo observaba de arriba abajo y pensaba que no estaba tan feo.

    Ambos comenzaron a caminar hacia abajo y el promotor le pregunt a Carla si poda hablar con su abuela. Al llegar a la casa, la anciana salud amigablemente al joven promotor y le explic la situacin de las personas que viven a la orilla del ro. Luego de la conversacin se despidi y se fue rumbo a la casa de la presidenta de la directiva.

  • Vivir en La Pedrera58

    No es tan antiptico, vea? coment Carla.Mmm! replic la abuela. El muchacho es bien responsable. l le habl

    a la presidenta de la directiva para decirle que tenamos que evacuar a las personas que estaban en la zona verde, o sea a la orilla del ro, y llevarlas a la casa de oracin, porque despus l conseguira comida, colchonetas y ropa para atenderlas, pero la gente es necia: no se quiere salir de sus casas aunque eso les cueste la vida dijo en tono molesto.

    Y nosotros tendramos que evacuar? pregunt preocupada la joven.No s, pero est peligroso que nos quedemos aqu con ese paredn de tierra

    enfrente. Es de hablar con tu