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CómoPastorear

a los Hermanossin

TrabajoDesafío para la iglesia

Serie Diálogo

CertezaArgentinaBuenos Aires 2002

Participaron con ponencias y testimonios: Arturo Baspineiro, Pablo Bedrossian, Nidia Dalfaro, Valdo Ferrari, Jorge Galli, Pablo Garaño, Viviana Montón, Noemí Ojcious, Carlos Zóffoli, Beatriz Buono, Dafne Sabanes de Plou, Adriana Powell. Además hubo aportes y testimonios de Viviana de Olivares, Carlos y Patricia Yabraian, Marta de Gómez, Leonardo Angles, Omar Cabral, Matías Córdoba, Tony y Rosi Hanson, Miguel e Isabel Collie, Cecilia Biagini.

© 2002 Ediciones Certeza Argentina

isbn 950-683-097-5

Queda hecho el depósito que marca la ley argentina 11.723. Prohibida la reproducción total o parcial sin la autorización de los editores.

Las citas bíblicas corresponden a la Versión Reina Valera 1995.

Editora de la Serie Diálogo: Dafne Sabanes de Plou Edición literaria: Adriana Powell Diseño: Miguel Collie

Ediciones Certeza Argentina es la casa editorial de la Asociación Bíblica Universitaria Argentina (abua), un encuentro de estudiantes, profesionales y amigos de distintas iglesias evangélicas que confiesan a Jesucristo como Señor, y que se han comprometido a ejercer un testimonio vivo en las universidades del país. Informaciones en: Bernardo de Irigoyen 654, (c1072aan) Buenos Aires, Argentina. Teléfono y fax: (54 11) 4334-8278, 4345-5931, 4331-5630. Correo electrónico: [email protected]

Impreso en Argentina. Printed in Argentina.

Dice la Biblia que ‘a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien’. En otras palabras: el tiem po de crisis es un tiempo de oportunidad.

No ignoramos que la situación actual de la economía y la sociedad es grave; sin embargo, la Palabra de Dios te invita a reconocer que él puede hacer que esta crisis tenga un efecto positivo y trascendente en tu vida. El secreto está en obe-decer a Dios y en orar, buscando el bien que él quiere darte en medio de estas circunstancias. Pídele que te muestre lo que otros no pueden ver, para que la crisis se convierta en un verdadero trampolín que te impulse hacia lo mejor.

Cómo pastorear a los hermanos sin trabajo te dará herra-mien tas para renovar tu mente, y para obtener logros que, sin esta crisis, jamás hubieras alcanzado. Antes de empezar la lectura, encomiéndate a Dios en oración y pídele que el Espíritu Santo te alcance a través de este libro.

Daniel Gonzalez, Pastor de la Iglesia del Centro,

Buenos Aires, Argentina

Librería Certeza Buenos AiresBernardo de Irigoyen 654, Capital FederalTel./fax: (54 11) 4331-5630, 4334-8278, 4345-5931, email: [email protected].

Librería Certeza Ig. del Centro Estados Unidos 1273, Capital Federal (solo domingos)

CertezaLibreríasLibrería Certeza LomasLoria 127, Lomas de ZamoraTel.: (011) 4244-6426,email: [email protected]

Librería Certeza QuilmesAlem 16, Quilmes Tel./fax: (011) 4257-8960, email: [email protected]

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PrólogoCuando me invitaron a hacer este prólogo, recordé mi for-ma ción en relaciones laborales, mi trabajo en relación de depen dencia, tiempos prolongados sin empleo, iniciativas en micro emprendimientos. Recordé que antes, en algunas iglesias, el hecho de estar sin trabajo era considerado señal de algún problema espi ri tual. Hoy esto suena ridículo.

¡Cuántos cambios han ocurrido y siguen ocurriendo! Por ser ines pe rados y excesivos, nos ponen en crisis. Quizás algu-nos disfrutamos del cambio, por tener sentido de humor y aventura; pero creo que a todos nos cuesta asimilar tantos cambios continuos sin sentirnos afectados psicológica, emo-cional y físicamente. Como iglesia, la situación nos exige re-visar cómo plan teamos la misión, e inte grar la proclama ción del evan ge lio con el testi monio del amor de Dios, nuestro declamado amor al prójimo con el ser vi cio concreto, nuestra alegría en el templo con el dolor en las calles.

No es intención de este libro abrumar con estadísticas; una persona sin empleo es más que una cifra, es un ser hu-ma no que sufre. Es una persona en crisis en una sociedad en crisis. Hoy vivimos un proceso deses truc turante en lo per-sonal y también como iglesia y sociedad. Al mismo tiempo, vivimos un proceso estruc tu rante, la construcción de nuevos

paradigmas. Por eso necesitamos mirar lo que nos sucede desde distintas perspectivas, y entresacar aquello que nos ayude a edificar nuestra comprensión y articular respuestas. La sociedad espera una propuesta realista, espe ran zadora e inspirada por Dios.

¿Qué dice el evangelio a los hermanos sin trabajo, al prójimo y a la sociedad afectados por esta situación? ¿Cuál es el testimonio de hombres y mujeres comprometidos con Jesucristo? ¿Cuáles son los valores del reino de Dios y su justicia para el trabajo? ¿Cuál es la voz de la iglesia hoy?

Estamos llamados a trabajar por la recuperación de la dignidad del ser humano y del valor del trabajo en el orden de Dios. Debemos restaurar la creatividad y la iniciativa, tan to individual como en la iglesia y en nuestros barrios y zonas de influencia.

Cómo pastorear a los hermanos sin trabajo es una herramien-ta que enriquecerá su perspectiva en el servicio cristiano. Espe cialistas laborales, psicólogos, teólogos, periodistas, edu ca dores y pastores de varias iglesias ofrecen aquí un en-foque bíblico y pastoral. Este es un aporte para quien sufre, y espe cial mente para quienes ejercen el ministerio pastoral. Por mi compromiso con los valores del reino de Dios y su jus ti cia, y con quienes están sin trabajo, estaré apoyando las ini cia tivas que apunten a la restauración de todas las cosas, y esta es una de ellas.

Lic. Eduardo Mariani Profesor universitario, conferencista, consultor

privado, asesor gubernamental y director de Ministerios Comunitarios de la Fundación Kairós

Contenido Prólogo 5

1 Trabajo y desocupación en la Biblia 9

2 Temores y esperanzas 23

3 ¿Cómo responde la iglesia? 37

4 Pautas para la tarea pastoral 53

5 Cómo acompañar a la familia en crisis 75

6 No estamos solos 89

7 Obediente, trabajador… y en serios problemas 111

Apéndices

1 Panorama global 121

2 Estudios bíblicos 139

3 Propuestas para grupos 149

4 Mensaje a la nación 165

Notas 173

Bibliografía 175

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Trabajo y desocupación

en la Biblia

CertezaArgentina

Ideas y consejos que te ayudarán a crecer en tu trabajo.

Trabajar no es una maldición, como algunos consi deran. Todo lo contrario, trabajar es una bendición.

Es bueno notar que Dios estableció el trabajo antes de la entrada del pecado. En Génesis 1 y 2 vemos que el plan original de Dios para la huma ni dad garantizaba una vida plena para todos; como parte de ese proyecto, Dios dio a hombres y mujeres el mandato de guardar y labrar la tierra (Génesis 2.15) y de administrar res pon sable mente toda la creación.

Calvino decía: ‘Si tienes trabajo, no pidas otra bendición.’ Es decir, el trabajo es valioso y es un don de Dios. Ese es el concepto bíblico del trabajo. Por ser una bendición de Dios, el trabajo es algo para celebrar. Por eso dice el sabio en Eclesiastés: ‘No hay cosa mejor para el hombre que comer y beber, y gozar del fruto de su trabajo’ (Eclesiastés 2.24). Lutero decía que hay más espiritualidad en la tarea del za pa-tero que trabaja con alegría que en la del ministro reli gioso que se amarga con lo que se hace.

Las fiestas ordenadas por Dios a su pueblo expresaban de manera culminante este concepto, ya que los primeros frutos de cada cosecha se ofrecían a Dios en un clima de al-

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garabía popular. ¡Qué bueno sería disfrutar así en las fiestas que celebran la vendimia y otras cosechas, recono ciendo la bendi ción del trabajo! ¡Qué contraste con la ley de la oferta y la demanda, tal como se practica hoy en el mer cado, donde las primeras uvas o las primeras papas se destinan a lograr el mejor precio de venta!

El trabajo no es sagradoJustamente porque es una bendición que viene de Dios, el trabajo no es un fin en sí mismo. Si bien da significado a la vida personal, no es la base de nuestro valor e identidad. El

fin último de la vida no es trabajar. En ningún lugar de la Biblia se sacraliza al trabajo; se presenta, más bien, como un medio para glo ri ficar a Dios (Efesios 6.5–8), para satis-facer las pro pias necesidades y para tener qué com partir con otros (Hechos 20.34–35).

La vida toda se nos da como una gracia; cada día de existencia es un regalo. Por eso hemos de estar agradecidos si tenemos salud y trabajo hoy.

Porque el trabajo es una bendición, Dios también estableció un día de descanso para que el trabajador disfrute del resul tado de su trabajo y se recupere del esfuerzo. El trabajo fue ins ti tui do para el ser humano pero no para que este entregara su vida al trabajo.

Hoy es común ver a hombres y mujeres que viven sólo para trabajar. Sin saberlo, se han convertido en máquinas

El trabajo es una bendición: > Glorifica a Dios. > Satisface nuestras necesidades. > Nos da qué compartir con otros.

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cuyo fin es sólo producir. El cristiano debe guar dar equilibrio entre trabajo y descanso porque su vida no gira alrededor del trabajo sino de Dios. Él nos dio el trabajo como medio para admi nistrar y cuidar de todo lo creado.1

Por supuesto, no es lo mismo un día de descanso que un día desocupado. Para que el día de reposo realmente sea un día de adoración y gratitud a Dios, de celebración y des canso, es preciso haber tenido trabajo los días previos. Tam poco honra a Dios el que no quiere trabajar o el que lo hace sin responsabilidad. En palabras del rabino Daniel Gold man: La paz del sábado sólo adquiere significado si durante la semana que acaba de pasar la persona pudo desarrollar su potencia creativa y su aporte a la convivencia social; sólo así llena de sentido a la celebración.

La falta de trabajoA la luz de lo que venimos diciendo resulta obvio que la crisis del trabajo atenta contra el plan divino. El que está sin trabajo no sólo padece el sufrimiento material y emocional por no poder sostenerse ni sostener a su familia, sino además el sufri miento espiritual al no tener oportunidad de contri buir al bien de la comunidad y celebrar con ella. Cuando se cierra una fuente de trabajo, se impide a hombres y mujeres desa-rrollar sus dones y habilidades para lograr su propio sustento y contribuir al de otros. Se les impide disfrutar con todos de la ben di ción del trabajo, el servicio y el descanso.

La falta de trabajo es una grave afrenta y constituye la raíz de muchos traumas individuales y sociales. Una evidencia dra má tica es lo que ocurrió en Japón durante 1998, donde se

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Toda crisis contiene riesgos y oportunidades.

suici daron en promedio 90 personas por día, por la vergüen­za y las tensiones causadas por los despidos colectivos o el temor a ser parte de ellos.2 Cada día somos testigos del grave daño personal que sufren hoy miles de personas.

Todo trabajo honesto es dignoEl trabajo, y en particular el trabajo manual, no siempre fue considerado valioso. En otras épocas y culturas era visto como algo degradante (por ejemplo, en la cultura griega o en la Edad Media). En América Latina todavía escuchamos el refrán: ‘El vivo vive del tonto y el tonto de su trabajo.’ En otras palabras, consi deramos más astuto al que gana dinero sin trabajar.

En el otro extremo, que tampoco es bíblico, están quienes sobrevaloran el trabajo y lo transforman en ídolo. El trabajo llega a ser el centro orga niza dor de la vida y el fundamento de su identidad y valor como personas.

Como vimos, los reformadores protes tan­tes nos apor taron un concepto muy rico sobre la dignidad de todo trabajo. Cada per sona recibe una vocación de Dios: sea príncipe, ama de casa, abogado o estier colero, todas las profesiones son igualmente valiosas de­lante de Dios.

Necesitamos preguntarnos a quién ser vi­ mos cuando trabajamos. No debemos endiosar al trabajo ni poner allí nuestra seguridad. Tampoco trabajamos para agradar a los jefes. Necesitamos revisar, desde el punto de vista que Dios tiene sobre el trabajo, cómo nos relacionamos con clientes, con empleadores y em pleados.

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¿Cómo se considera al trabajo en la cultura en que vivi mos? ¿Cuál es nuestra perspectiva personal? Ni el desprecio ni la idolatría del trabajo corresponden a la perspec tiva bíblica. Comprender la perspectiva de Dios nos ayudará a mantener una actitud sana y a entender las con­se cuen cias de la crisis laboral que hoy enfrentamos.

Proteger a los más vulnerables¿Qué le podemos preguntar a la Biblia sobre el tema de la desocupación? En la legislación del Antiguo Testamento en­con tra mos normas en relación con tres grupos sociales que estaban en situación similar a la que hoy se encuentran las per sonas sin trabajo: las viudas, los huérfanos, y los per se­guidos y extranjeros. Como estos no podían proveer su propio sustento, la ley de Moisés incluía normas muy concretas para que la comu ni dad judía diera hospitalidad y cuidado especial a estas personas desam paradas y vulne ra bles. Hoy incluiríamos en esta manera de proteger a los más débiles, a los discapa ci tados y a quienes han perdido la capa ci dad pro duc tiva por enfermedad o por accidente.

A estos tres grupos se agregaba el de los trabajadores rurales y los pequeños productores arrendatarios que, en momentos de enfermedad, guerras u otras crisis personales o sociales quedaban arruinados, como hoy ocurre con los excluidos del sistema laboral. La legislación judía incluía normas para amparar y ayudar a salir adelante a quienes, por cualquier causa, habían quedado laboral y socialmente marginados. La meta era la justicia social.

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Así no habrá mendigos entre los tuyos, pues Jehová te bendecirá con abundancia en la tierra que Jehová, tu Dios, te da por heredad. Deuteronomio 15.4

Mediante la distribución justa de la tierra y el cuidado de los débiles, la comunidad expresaba el amor y la provisión de Dios para todos. Así se evitaba que las oportu ni dades de si gua les llevaran a nadie a la miseria y la desespe ra ción. Esa es la actitud que Dios espera de nosotros hacia quienes más sufren en el sistema económico actual y hacia aquellos que quedan desempleados sin posi bi lidad de reinsertarse.

Una respuesta bíblicaEntre esas leyes protectoras, detalladas especialmente en el libro de Deuteronomio, estaba la ley de la cosecha. Al recoger los frutos o los granos, los trabajadores debían dejar sin cosechar todo lo plantado en las orillas del campo. No de bían sacudir dos veces los olivos ni volverse atrás para reco ger las gavillas o las uvas caídas. Los menos afortunados podían recoger lo que quedaba.

Acuérdate que fuiste siervo en tierra de Egipto, y que Jehová, tu Dios te sacó de allá con mano fuerte y brazo extendido. Deuteronomio 5.15

En otras palabras, la vida y todo lo que tienes es regalo de Dios; recuerda tus aflicciones pasadas y comparte ahora con el que no tiene.

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Dios nos hizo parte de su familia; su amor ha de mostrarse entre nosotros en forma práctica:

Pero el que tiene bienes de este mundo y ve a su hermano tener necesidad y cierra contra él su corazón, ¿cómo mora el amor de Dios en él? Hijitos míos, no amemos de palabra ni de len-gua, sino de hecho y en verdad. 1 Juan 3.17–18

En el Nuevo Testamento vemos cómo se auxilió a quienes sufrían las secuelas de las hambrunas y otras calamidades sociales de la época (por ejemplo, 1 Corintios 8.12–15). Los apóstoles enseña ban claramente que los discípulos de Jesucristo debían ofrecer cuidado espiritual y material a los desamparados y a los oprimidos por la sociedad.

Entre los primeros cristianos se estimulaban lazos de soli daridad voluntaria, no forzada; como resul tado, la iglesia primitiva ofrecía una red de cuidado integral comparable y tal vez superior a la de los seguros sociales en la actualidad.

Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento muestran que la voluntad de Dios es proteger a quienes sufren las conse cuencias de las trage-dias personales y de las injusticias sociales en cada época, y lo hace por medio de una comu-nidad sensible y obediente.

El llamado a la iglesiaLos políticos y los economistas discuten todo tipo de op-ciones para superar la crisis actual: flexibilización laboral,

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condo na ción de la deuda externa, jubilación precoz y mu-chas otras. Aunque en cada campaña electoral los políticos pro me ten estimular la producción y aumentar las fuentes de trabajo, los índices no mejoran. No hay recetas f áciles ni fórmulas matemáticas para resolver estos pro blemas com plejos. Algunas propuestas resultan impracti ca bles en países con economía en banca rrota, pesados compro misos inter na cionales y corrup ción insti tu cionalizada. La economía nacional funciona en un com plejo marco de relaciones inter-na cionales; además las decisiones involu cran a personas, con sus matices psicológicos, sus ambiciones y sus diversas posturas políticas.

Lo cierto es que una civilización que ha sido capaz de un fantástico desarrollo tecnológico parece incapaz de resolver estos problemas, y no se muestra dispuesta a tratar con com-pa sión a las millones de personas que sufren el de sem pleo y la injusticia económica. ¿Hay esperanza? ¿Qué alterna tivas tienen los que están sin trabajo? ¿Adónde pueden recurrir?

La iglesia tiene una responsabilidad pastoral, profética y solidaria frente a esta crisis laboral cada vez más profunda y exten dida. Pero ¿está preparada para cumplirla?

Nuestro desafío es actuar de tal manera que podamos acompañar eficazmente a quienes sufren por el desempleo o la inestabilidad laboral. Estamos llamados a ser la iglesia que Jesucristo vino a iniciar, para que, parafraseando sus palabras en Mateo 25.34–36, nosotros también podamos escuchar que el Señor nos dice:

Vengan, benditos de mi Padre, a heredar el reino preparado para ustedes desde antes de

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la funda ción del mundo, porque estuve sin trabajo y no me marginaron, me echaron de la f ábrica y se indignaron, viví de changas por un tiempo largo y se solidarizaron, no conseguía empleo y me capacitaron, me desanimé y me alentaron, me angustié y oraron conmigo.

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Para pensar y actuar

¿En qué difiere el concepto corriente del trabajo del que presenta la Biblia?

¿Está la iglesiarespondiendo consensibilidad a los que más sufren?¿Por qué?

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¿Qué significa, en la crisis laboral, seguir el modelo y el llamado de Jesús?

Anote motivos de gratitud y de petición a Dios.

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Temores y esperanzas

CertezaArgentina

Ejercicios prácticos para aprender y corregir nuetra economía

Cuando despidieron a mi esposo de su trabajo —relata Gladys— estábamos recién casados, con algunas deudas y muchos sueños. Me costó hablar con él y pasaron varios días hasta que pudimos conversar. A algunos de nuestros amigos les pasó lo mismo; sin duda éramos parte de las cifras cada día más altas de desocupación que mencionaban los diarios. Sin embargo, no pude dejar de pensar: ‘Eduardo hizo algo mal.’ Me vino una lluvia de ideas sobre los errores que mi esposo pudo haber cometido. No se lo dije, pero él se dio cuenta de mi actitud. Justo cuando más hubiera necesitado mi apoyo, yo estaba demasiado ocupada en analizar y sacar conclusiones sobre él… Finalmente, yo me sentía cada vez más triste, hablaba menos, y él se sentía cada vez peor.

Buscamos culpablesCuando una persona no consigue trabajo, ¿de quién es la culpa? ¿De la sociedad que excluye o del individuo que no se adapta? En las crisis tendemos a buscar en quién cargar la culpa, cuando lo que necesitamos es analizar el problema y sus causas, asumir responsabilidades y buscar soluciones.

A veces cargamos toda la responsabilidad sobre el que está sin trabajo, y pasamos por alto las injusticias que

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impiden a muchas personas capacitarse y desarrollar un trabajo. Quizás pensamos que si nosotros hacemos las cosas bien nunca nos sucederá lo mismo.

Por supuesto, si hubo debilidades y faltaspersonales que pudieron haber contribuido aldesempleo, es realista y beneficioso reconocer- las. Si no tomamos en cuenta nuestra parte deresponsabilidad, de po sitamos toda posibili- dad de cambio en un incierto giro de las circuns- tancias externas; dejamos de considerarnos sujetos, protagonistas. Así, perdemos un factorclave en nuestra posibi li dad de reinserción laboral: nuestra iniciativa.

Sólo una posi ción activa y realista ante el problema nos permitirá identificar tanto las ame nazas como las opor tuni-dades que una crisis contiene.

Los temoresTener trabajo significa mucho más que obtener los recursos para satisfacer nuestras necesidades materiales. Es cierto que no define quién somos ni cuánto valemos; pero parte de la descripción de nosotros mismos incluye el relato de lo que hacemos. Cuando quedamos sin trabajo, ¿qué suce-de ? Cuando la falta de trabajo se prolonga empezamos a sentir frustración, dudas, inseguridad. Crecen en nuestro inte rior sentimientos de culpa, impotencia, amargura, resenti miento.

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La dificultad de satisfacer necesidades básicas pone a toda la familia en un estado de carencia, incertidumbre y endeudamiento. Los jefes y las jefas de hogar corren el ries go de que se derrumbe su confianza y autoestima, con lo cual pierden la perspectiva que necesitan para conducir a su familia.

Esta sensación es similar a la que se presenta en otras situaciones de catástrofe. Cuando han perdido todo lo que tenían por causa de un terremoto o una inunda ción, los afectados tienden a preguntarse: ¿Por qué nosotros? ¿Qué deberíamos haber hecho y no hicimos? ¿Qué hicimos mal? Necesitamos explicaciones que nos tranquilicen; pero por ese camino tal vez llegamos a conclu siones falsas que sólo aumentan nuestros temores. Es importante cambiar este enfoque.

Una autoimagen distorsionadaAsí como convenimos llamar a un objeto mesa y a otro silla, también convenimos en definir empleo, economía de mer cado, beneficio empresarial, etc. Las reglas no escritas que nos rigen actualmente dicen, entre otras cosas, que en esta forma de organización no hay lugar para todos y, por lo tanto, ‘algunos entran pero otros quedan afuera’, unos son ‘gana dores’ pero otros son ‘perde dores’.

Cuando me despiden sin mucha explicación, tal vez lle-go a la conclusión de que quedé afuera porque ‘hice algo mal, me falta capacitación, no tengo buena presencia, soy inútil, ya soy viejo’… Es decir, llego a conclusiones sobre mi persona a partir de datos que pueden o no ser correctos, y paso por alto otros datos.

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Si tenemos una imagen negativa de nosotros mismos, proyectamos esa inseguridad y, en consecuencia, los demás terminan aceptando y confirmando esa imagen. Finalmente nuestras conclusiones se transforman en profecías de auto-cumplimiento.

Este es un ejemplo de una secuencia frecuente de pensa miento:

Me despidieron sin explicación. [Un hecho con pocos datos.]

Algo debo estar haciendo mal. [Conclusión negativa sobre mí mismo.]

Siempre me pasa lo mismo, soy un inútil. [Generalización.]

Nadie me va a dar empleo, soy un fracaso. [Profecía de autocumplimiento.]

Los temores que acompañan a esta forma de razonar —temor de no ser aceptado, de no poder resolver una si-tuación, de prolongar la incertidumbre— nos encierran en un círculo vicioso. Es preciso salir de él y mirarnos desde afuera, tomar distancia de la situación y razonar desde otra perspectiva.

Renovar la manera de pensarHay pérdidas y transiciones que son propias de la vida. También hay crisis accidentales y otras que son resultado del pecado personal o social. Sea como fuere, no todo es negativo en una crisis.

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Toda crisis contiene riesgos y oportunidades.

En el Nuevo Testamento la palabra ‘crisis’ contiene la idea de poner en tela de juicio una realidad. Una crisis nos empuja a revisar y a cambiar. En este sentido, la crisis labo-ral pone en tela de juicio la validez del sistema y no sólo mi validez como trabajador. Abre los ojos a una realidad polí tica y social. También me da la oportunidad de cues tio nar mis hábitos y actitudes, y decidir cambios.

A veces nos predisponemos a ver solamente los peligros. Frente a los problemas nos quejamos, nos resignamos, simu la mos que nada pasa o buscamos formas de escapar (dormir mucho, beber en exceso). Con fre cuen cia inten ta-mos soluciones indivi dualis tas: ‘Yo me sal-vo solo.’ Bajamos los brazos y terminamos sin tién do nos víctimas de la sociedad, del go bier no de turno, del Fondo Monetario In-ter nacional o del ‘destino’. Cuidado: cuan-do adoptamos una permanente actitud de lás ti ma hacia nosotros mismos finalmente re sul ta mos víctimas de nuestra propia forma de pensar y elegir.

En el idioma chino, la palabra crisis es la integración de dos conceptos: ‘peligro’ y ‘oportunidad’. Es fundamen-tal aprender a percibir la oportunidad que trae consigo toda crisis; siempre contiene desafíos y oportuni dades de creci miento que tal vez no hubieran surgido en la estabi-lidad. Cuando una persona pierde su empleo en relación de depen den cia y debe organizar un trabajo autónomo, la situa ción lo empuja a adquirir habilidades que de otro modo no hubiera desarrollado.

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Algunos descubren nuevas vocaciones que nunca hubie-ran explorado: un empleado descubre que puede ini ciar un pequeño comercio; otro descubre sus capaci da des produc-tivas al participar en una red de trueque. Alguien que antes fue vendedor comprueba que puede aprender y desarro llar un oficio. Los profesionales comprueban que nece sitan algo más que su título para no quebrar en tiempos difíciles.

Vencer los temoresEs asombroso todo lo que puede crecer una persona cuando está dispuesta a hacer esa ‘reingeniería mental’; podemos construir nuevas formas de responder a las crisis, con ayuda de Dios y su Palabra. La Biblia nos da este mandato:

No vivan ya según los criterios del tiempo presen te [lo que la mayoría piensa, las explica-ciones que aceptamos rápida mente]; al contra-rio, cambien su manera de pensar para que así cambie su manera de vivir. Romanos 12.2 vp 94

El pueblo de Dios es un cuerpo formado por muchas partes, todas las cuales sirven y se comple mentan. Somos valiosos para Dios, él nos ama y nos adopta como hijos a través de Jesucristo y nos hace miembros de su familia. Ese es el funda mento estable que ni siquiera la peor amenaza externa o la más grande debilidad interna pueden destruir. Sobre esa roca firme tendremos más posibilidades de enfo-car correcta mente la realidad.

Cuando reconocemos que nuestros temores son sólo en parte reales y respondemos con iniciativa, podremos salir

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de la crisis beneficiados. Dice Víctor Frankl que no elegimos las circunstancias pero sí decidimos cómo reaccionar frente a ellas. Dios nos ha creado únicos e irrepeti bles, y nos ama; si somos valiosos para Dios, entonces pode mos ser valiosos para los demás. Sobre esa certeza, y con la gracia de Dios, pode mos mirarnos a nosotros mismos honestamente e iden-tificar qué cosas afianzar, mejorar o modificar. Por ejem plo, es importante aprovechar la experiencia y el conoci miento que tenemos y los talentos que Dios nos dio.

Silvia y Teresita son mujeres de mediana edad que quedaron sin empleo en Buenos Aires; cuando empezaron a responder a los avisos se dieron cuenta de toda la experiencia que tenían y que podían ‘venderle’ al entrevistador. Estas mujeres sólo habían completado el secundario, pero aprovecharon todo lo que sabían y pronto pudie ron conseguir otro empleo. Prestaron atención a su aspecto personal, sin gastar dinero que no tenían. Hasta la simple decisión de com binar un pañuelo de color sobre el eterno buzo negro contribuyó a afianzar su autoestima. Cuidar mejor el cabello, la vestimenta o las manos las ayudó también a apreciarse más como personas y a no temer la comparación frente a las jovencitas que se postulaban junto con ellas.

La angustia nos hace sentirnos desamparados aunque no lo estemos. Siempre hay algo que podemos hacer si estamos

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dispuestos a iniciar nuevos caminos, a cambiar de rumbo, a recomenzar después de la caída. Al mirar la realidad como Dios la ve, descubrimos que todos somos valiosos, todos tene mos capacidades, y siempre nos necesitamos unos a otros, sea que el mercado aprecie o no nuestras cualidades.

Aun cuando se agravan las amenazas del ambiente y nos pesan más nuestras debilidades, siempre habrá alguna opor tunidad nueva. Empecemos a considerar a quien ofre-ce puestos de trabajo como un cliente a quien convencer de nuestra capaci dad. Si preferimos realizar una actividad sin rela ción de dependencia, tomemos en cuenta nuestras habi li da des y cómo podemos unirlas a las de otros para enfrentar soli da ria mente el nuevo desafío. Si una per sona tiene un gal pón desocupado, otra cuenta con el dinero de su indem ni za ción y otra con conocimientos técni cos o arte-sanales, ¿por qué no sumar recursos en lugar de tratar de salir a flote cada uno por su lado?

Para salir adelante necesitamos cuatro herramientas básicas:

Actitud flexible frente a los cambios y desafíos.

Capacitación apropiada y disposición para seguir aprendiendo.

Fe en la provisión y el cuidado diario de Dios.

Apertura para acompañar y ser acompañados.

¿Qué hacer con nuestras debilidades? Empecemos por aceptar que todo ser humano las tiene; conocerlas nos pone

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en camino para crecer y para ayudarnos unos a otros, com-ple mentándonos y sosteniéndonos.

Renovar la esperanzaTengamos o no trabajo en este momento, es importante apren der a evaluarnos con honestidad pero sin subesti mar-nos. Tenemos que tomar en cuenta las nuevas exigencias de la época, pero a la vez mantener una actitud crítica hacia el sistema y ser fieles a los valores del reino de Dios.

Nuestra vida y nuestro futuro están en las manos de Dios, confiamos en que él nos sostiene y él tiene la última palabra en la historia. Podemos seguir andando aun cuando el ho-ri zonte parezca cerrado.

He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz, ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto y ríos en la tierra estéril. Isaías 43.19

La iglesia es la familia espiritual a través de la cual fluye el cuidado de Dios. Para hacer frente a las pruebas toda per-sona necesita estar contenida, acom pañada. Como igle sia tenemos grandes oportunidades para anunciar lo que Dios dice sobre el el trabajo, las relaciones laborales y la jus ti cia, y para ayudar a cada persona a aplicar esas verdades a su situación personal.

La crisis laboral es grave y cada día afecta a a más per-so nas. Pero, aunque los temores parecen más grandes que nues tras fuerzas, hay un camino diferente que podemos hacer juntos.

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Para pensar y actuar

¿Qué oportunidadesy qué beneficios ofrece esta crisis a nivel personal, familiar y social?

¿Qué estamos aprendiendo a través de esta crisis?

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¿En qué se sostiene nuestra esperanza?

¿En qué necesita-mos cambiar? Anote las decisiones que toma en este momento, y ore por ellas.

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¿Cómo responde la iglesia?

CertezaArgentina

Pasos para concretar un sueño y abrir ese potencial escondido.

La falta de trabajo es una situación que ‘nos da vuelta’ completamente. Trastorna a la persona, a la fami lia y a la iglesia. ¿Cómo actuar en medio de una crisis tan ex ten dida? Aunque afecta a un número cada vez mayor de miem bros de la iglesia y de la comunidad, todavía no sabe mos muy bien cómo interpretar la realidad y cómo acom pañar a las personas que más sufren el problema.

Necesitamos entender lo que está ocurriendo, orar y buscar la guía del Espíritu Santo para descubrir qué significa ser, como Cristo nos pidió, ‘sal y luz’ en esta situación.

Los nuevos desafíosFrente a los problemas ‘nuevos’ nos desorien tamos. No sabemos qué hacer. Pero si realmente queremos encontrar un camino juntos, Dios nos lo mostrará. Él es quien abre caminos en el desierto donde parece que no los hay. En la comunidad cristiana, todo problema humano es una ocasión para dar testimonio del poder y de la misericordia de Dios. La crisis es una oportunidad para confiar en que esa misericordia se manifestará, a través de la acción del Espíritu Santo, en la comunidad de creyentes y aun afuera de ella.

Los periódicos difunden constantemente datos sobre el incremento del desempleo, el aumento de la población con necesidades básicas insatisfechas y los nuevos bolsones de pobreza; detrás de cada cifra hay rostros y situaciones con-cretas de mucho dolor. Los políticos hacen anuncios que

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provocan confusión e incertidumbre. ¿Qué está suce dien do y por qué nos afecta de manera tan fuerte y tan profunda?

Aunque hubo promesas de que los avances tecnológicos y el aumento global de la riqueza permitirían a la sociedad en conjunto alcanzar mejor calidad de vida, no ocurre así. La brecha entre ricos y pobres se agranda; la recesión y el desempleo se extienden. Los más pobres o menos instruidos tienen la doble carga de la pobreza y la falta de trabajo; pero la amenaza no ronda sólo sobre ellos: el riesgo de perder el trabajo y no poder reinsertarse es también grande entre pro fe sionales y personas con larga trayectoria laboral.

En los apéndices de este libro incluimos información sobre los cambios en la tecnología y en los modos de produc-ción. También se describen allí los grupos sociales más afec-ta dos por la crisis laboral en un mundo caracterizado por el consumismo y el individualismo. Estos y otros docu mentos nos ayudarán a entender las causas de la crisis y los diversos rostros que hoy tiene la desocupación.

Con todo, no es suficiente conocer las estadísticas y ana-li zar las tendencias sociales; necesitamos esforzarnos por comprender la compleja situación que vive cada persona y cada familia afectada. Como cristianos, el compromiso no termina al haber comprendido el problema.

Una vez que conocemos la situación, comienza nuestro desafío de caminar con los que sufren, buscar alternativas juntos y descubrir cómo Dios nos bendice aun en la adversidad.

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Personas, no cifrasJuan es padre de familia y tiene alrededor de 50 años. Ha perdido su empleo de toda la vida y está buscando uno nuevo. Todos sus contactos laborales le dicen que tenga confianza, que por su experiencia y su capacidad pronto volverá a tener un excelente empleo; pero han pasado más de tres meses y el futuro se le presenta sombrío. Lee y conversa mucho sobre la crisis. Se ha convertido en un experto en desempleo y se da cuenta de que eso está contribuyendo a aumentar su ansiedad.

Desde que conoció a Jesucristo y se incorporó a la iglesia, Juan siempre fue un líder reconocido y un excelente consejero. Pero los consejos que dio a otros no parecen servirle ahora a él mismo. Además, siente que si deja salir a la luz sus senti mientos, Dios quedará mal parado. Piensa que es el único responsable del sostén de su familia, a pesar de que su esposa y uno de sus hijos han conseguido ahora empleos precarios. En los cultos en la iglesia no canta los himnos que expresan ‘victoria en Cristo’ porque se senti ría hipócrita. Está sumamente irascible, pero esto sólo lo nota su familia. La crisis tam- bién ha sido el disparador de conflictos que estaban ocultos a lo largo de los años en su matri monio y en la relación con sus hijos, de quienes se siente cada día más lejos. Las discu-

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siones por cuestiones económicas, prioridades y manejo del dinero son cada vez más frecuentes. Juan siente que el resto de la familia piensa que si él no está aportando, no tiene derecho a opinar.

Los hijos de Juan tratan de no estar en casa cuando él vuelve, agotado por la búsqueda infructuosa de trabajo. Poco a poco Juan se va internando en un callejón sin salida. Su fe tamba lea. Siente que ya no tiene futuro.

Si Juan perteneciera a nuestra congregación, ¿qué respuesta encontraría? ¿Cómo lo sosten- dríamos? ¿Recu peraría la esperanza y las ganas de vivir? ¿Cómo se sentiría su familia?

Los nuevos rostros del desempleoLas personas que acaban de quedar sin trabajo tienen algún resto anímico pero poco a poco se van desanimando; quizás contagien a los demás su sensación de amargura y de im-potencia. Sería penoso que estas personas se fueran de la iglesia, desilusionadas, y nos dejaran con la sensación de haber fracasado.

Cuando en otras épocas se acercaban a la iglesia personas desempleadas, llevábamos a cabo una pastoral ‘moraliza-dora’, convencidos de que la solución era que usara mejor sus aptitudes, su energía, su tiempo. Las iglesias enseñaban a los nuevos convertidos a adquirir la disciplina del trabajo de la misma manera en que les enseñaban a leer, ahorrar y alejarse de los vicios.

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No es un individuo quien vive la crisis. Es una pareja, una familia, una comunidad.

Siguen llegando a la iglesia algunas personas sin empleo que podrían mejorar sus condiciones de vida con aquel enfoque pastoral. Pero también hay entre nosotros muchos desempleados con casa, instrucción, moralidad y hábitos de trabajo. El desempleo tiene nuevos rostros; ya no es suficiente recomendar un estilo de vida disciplinada y más esfuerzo.

En general, a los varones les cuesta más que a las mujeres reaccionar a la crisis y buscar otras alternativas de trabajo. Perdura el concepto machista de que ‘si el varón no es pro veedor, no es hombre’. En consecuencia, el varón sin trabajo tiende a desvalorizarse; se angustia y busca evadirse. Tal vez lo haga aislándose de los amigos, alejándose del hogar y la familia, dejando de asistir a la iglesia o ‘refugián dose’ en el alcohol. La ansiedad que resulta de la incerti-dumbre laboral y la falta de ingresos crea un clima de tensión en la familia, que puede llegar a la violencia. No es sólo el individuo quien vive el problema: es una pareja, una familia, una comunidad.

Si bien los más afectados por la desocupación son los hombres mayores de 35 años, también lo son los jóvenes que quieren ingresar al mercado laboral y no consiguen em pleo o sólo encuentran trabajos de muy baja remunera ción. ‘Si me quejo por las horas extras impagas o por el sueldo miserable, quedo afuera. Me dicen que hay dos cien tos esperando en la puerta —relata Marita, que con sus ínfi mos ingresos ayuda en la casa y paga sus gastos. Hizo un año del terciario, pero

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los horarios de trabajo y las necesidades familiares ya no le permiten seguir estudiando.

A quienes habían alcanzado cierto bienestar les resulta muy difícil adaptarse al retroceso y tienden a ocultar sus problemas. ‘Cuando me invitan me da vergüenza decir que no voy porque no tengo para el ómnibus,’ dice Nora, que perdió su empleo en el comercio; ahora sale todos los días a pie a buscar trabajo y le resulta más difícil asistir a la igle-sia. Su esposo siempre había trabajado bien como herre ro, pero la recesión disminuyó mucho la demanda. La casa que habían comenzado a construir quedó a medias; tam bién los hijos tuvieron que dejar los estudios por la mitad.

Sin duda, esos sentimientos de frustración que hoy viven muchas familias de clase media la sufrieron antes las familias y los jefes de hogares más humildes. La falta de recursos y de alternativas deja a las personas con una sensación de im-potencia e ‘intemperie’. En muchas familias no es sólo una sen sa ción: es la dura realidad de la falta de trabajo sumada a la pobreza absoluta.

Las familias con más carencias saben que no pueden llegar muy lejos por sus propios medios y, en consecuencia, a veces están más dispuestas a ayudarse mutuamente, a confiar en Dios y a adaptarse a sus recursos limitados. Una sana actitud de aceptación no es lo mismo que resignación, y puede ser un punto de partida para tomar un camino transformador.

El evangelio integralLa crisis laboral es una oportunidad para la evangelización, es decir, para mostrar que Jesús trae buenas nuevas para esta

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situación de dolor y de incertidumbre. No tenemos una receta ni creemos que haya un solo camino para alcanzar a las personas con el evangelio de Jesucristo; pero sí sabemos que él tiene buenas noticias para todos los que están que-bran tados y oprimidos. Si bien oramos por todos los que padecen injusticia y por todos los necesitados, sólo obra mos plenamente con aquellos a los que llegamos personal mente con el evangelio.

Dios transforma toda nuestra existencia por su presencia. El mensaje de Jesucristo es para toda la vida de todas las personas. Por eso no miramos separadamente cada una de sus necesidades ni hacemos de una de ellas el todo de su situación. Más bien, analizamos la realidad y acompañamos a la persona con un enfoque integral. El servicio no es un suplemento de la misión espiritual de la iglesia sino parte integral de ella. Nuestro prójimo es alguien en necesidad por quien Cristo murió. Por eso nos importa su bienestar total.

Ser una voz proféticaLa Biblia nos muestra a un Dios que se levanta a defender a quienes sufren las consecuencias de la injusticia social y eco nómica. Él es quien crea, sostiene y promueve la vida; todo lo que tiende a destruir y deteriorar la vida proviene de Satanás y se opone a la voluntad de Dios.

Entendemos que la solución de fondo para la crisis del desempleo requiere una transformación política y eco nó mica global. Jesucristo nos manda denunciar el pecado que pro-duce desigualdad y pobreza. Nos llama a construir alter na-tivas de vida coherentes con los valores del reino de Dios.

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No nos toca sólo asistir a los que sufren; la iglesia tiene que sumar su voz a la de los afectados y denunciar a las personas y estructuras injustas que provocan desocupación.

Hacia la mitad del siglo viii a.C. el reino de Israel era rico y próspero; pero esta riqueza estaba concentrada en manos de unos pocos ricos, mientras aumentaban los po-bres y exclui dos. Dios irrumpió e hizo oír su voz por medio del pro feta Amós:

Así ha dicho Jehová: ‘Por tres pecados de Israel, y por el cuarto, no revocaré su castigo: porque vendieron por dinero al justo, y al pobre por un par de zapatos. Pisotean en el polvo de la tierra las cabezas de los desvalidos y tuercen el camino de los humildes.’ Amós 2.6–7

También hoy Dios nos envía como sus mensajeros a un mundo donde la maldad está arrasando la dignidad de millones de personas. ¿Qué haremos frente a los despidos colectivos, frente a la discriminación por razones étnicas, frente a la explotación de empleados que temen perder su puesto?

Una congregación donde Jesucristo está presente y activo por medio del Espíritu Santo puede ser una esperanza para el mundo. La iglesia debe denunciar el pecado y llamar a hombres y mujeres al arrepentimiento; debe anunciar y ser ejemplo de una nueva forma de vida justa y generosa.

Jesús es nuestro modeloLa máxima prueba de que Dios interviene en nuestra historia para darle un nuevo rumbo es que envió a su propio Hijo a

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este mundo. Jesús vivió y encarnó la misión de Dios en un contexto de mucha falta de trabajo e injusticia social. Él reci bió a las multitudes desamparadas y les mostró compa-sión. Luego delegó a sus discípulos esta tarea de acom pa ñar pastoralmente a quienes buscan respuesta a sus problemas existenciales.

Observando a Jesús aprendemos cómo hacer esta ta-rea. Él es nuestro mejor modelo de trabajo pastoral con los desem pleados: él sintió compasión hacia todos los que sufrían, y estuvo con ellos; su compasión no era lástima sino compro miso. Cuando caminamos como lo hacía Jesús con los que sufren, aprendemos juntos, compartimos, vivimos, nos transformamos.

Jesús envió por primera vez a sus discípulos a realizar la misión en su nombre y estos volvieron entusiasmados por el éxito. Sin embargo, si observamos el texto en Marcos 6, habían entendido sólo una parte de su responsabilidad. Los discípulos habían sanado a los enfermos y habían predi cado el arrepentimiento. ¡Pero proponían despa char los a sus casas porque tenían hambre! Jesús les hizo ver que la misión trae consigo el compromiso integral. Por eso les dijo: ‘Dad les vosotros de comer.’ En otras palabras, presten aten ción a las necesidades que la gente tiene en el momento y par ti ci pen en la búsqueda de solución a sus problemas. En el reino de Dios no hay soluciones individualistas.

Una iglesia que no se conmueve por las necesidades de la gente ni actúa con misericordia no tiene el espíritu de Cristo. Para Jesucristo, la predicación y la acción eran inte-grales e indivisibles. Él es quien nos dice: sanen, enseñen y denles de comer…

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La iglesia muestra el poder de DiosLa historia de Juan, a quien mencionamos al comienzo de este capítulo, todavía no ha concluido. Sí sabemos que ha renovado su confianza en Dios y su voluntad de perseverar. Deseamos que termine de manera similar a otra historia:

Manuel tiene más de 50 años y es miem bro de una iglesia en la provincia de Buenos Aires. Llevaba cuatro años sin trabajo y hace poco cobró su primer sueldo en un nuevo puesto. Los hermanos y hermanas en su iglesia temían que se tratara de algún trabajo engañoso, de aque llos que nunca se pagan; ¡pero está contra-tado formalmente y hasta con obra social! Aunque el salario es mínimo, espera aumentarlo con comi siones por ventas. Manuel sabe que por lo menos cuenta con un ingreso básico. Su digni- dad se ha fortalecido. Pasó años muy malos, sobre todo anímicamente. Pero la iglesia no lo abandonó, ni siquiera cuando Manuel dejó de asistir por un tiempo porque sentía vergüenza de su situación.

La congregación oraba por él, lo visitaba, le entregaba una caja de alimentos todos los meses y le avisaba cada vez que había una oferta de trabajo que podía ser para él.

Esa fideli dad es clave: no excluir, ni siquiera cuando las personas se autoexcluyan.

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La historia de Manuel no es única. Muchos dan testimonio de cómo se ha profundizado su fe a partir de la crisis. Aun-que todavía no ha podido recomponer su situación, Héctor ahora considera un privilegio estar pasando por las mismas dificultades que sus amigos; puede hablarles de la fidelidad y el amor de Dios que él está comprobando en su propia situa ción.

Cuando partió a otra provincia para buscar nuevos hori-zontes encontró hermanos y hermanas dis pues tos a darle una mano aunque recién lo conocían; esa fue una valiosa expe riencia de lo que significa formar parte del cuerpo uni-versal de Cristo.

Como iglesia no somos omnipotentes pero tampoco impo tentes; y somos responsables de aquellos a los que com pro metemos con el reino de Dios.

Cuando la iglesia da espacio al Espíritu Santo, se renueva y produce un impacto en el mundo. Sabemos que no hay verdadero avivamiento sin transformación social; debemos anunciar la justicia de Dios y también practicarla. Cada comunidad cristiana debe ser mensajera y modelo de una nueva humanidad bajo el gobierno de Jesucristo.

Como parte de la iglesia tenemos una tarea para realizar. Jesús no sólo nos ofrece su ejemplo sino su presencia cons-tante por medio del Espíritu Santo. Él es quien nos muestra la verdad, quien desarrolla en nosotros nuevas actitudes y maneras de pensar. Él es quien obra con el poder de Dios

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en situaciones donde ningún poder humano puede hacerlo, porque él hace nuevas todas las cosas.

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Para pensar y actuar

¿Conocemos a quienes están sin trabajo en la congregación o el vecindario? ¿Cuáles son sus alternativas?

¿Cuáles son las preguntas más frecuentes que las personas sin trabajo le hacen a Dios? ¿Cómo podemos ayudarlas a fortalecer su fe y su esperanza?

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¿Cuáles son las evidencias de que en nuestra iglesiapracticamos un evangelio integral?

Anote nombres dealgunas personas sin trabajo por las cuales se compromete a orar y a interesarse activamente.

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Pautas para la tarea pastoral

Acompañar a quienes sufren la crisis labo-ral es una de las tareas pastorales más complejas. Requiere mucha percepción, paciencia y un enfoque equilibrado de com pa sión y guía.

Howard Clinebell1 indica al menos cinco funciones del cuidado pastoral:

1. Sanar. Identificar lo que está dañado en la persona y restaurar a la persona a su plenitud, guiándola para superar el deterioro.

2. Sostener. Ayudar a la persona afligida a sopor-tar una circunstancia en la que es impo si ble o muy difícil volver a las condiciones ante riores.

3. Guiar. Acompañar a las personas confundi-das, para que realicen elecciones seguras entre distintas alternativas de pensamiento y acción.

4. Reconciliar. Procurar restablecer relaciones rotas entre la persona y Dios, y con aquellos que le hicieron daño.

5. Nutrir. Estimular a la persona para desarrollar todas las capacidades que Dios le ha dado.

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Dentro de este marco, ¿cuáles son las pautas específicas para acompañar a las personas que sufren la crisis laboral hoy? ¿Cómo podemos actuar más eficazmente en la congre-ga ción? Las recomendaciones que siguen toman en cuenta la experiencia de pastores y líderes en distintos lugares del país, que comparten lo que aprendieron a través de sus erro res y aciertos, e incluso de sus propias vivencias como desempleados. Cada congregación descu brirá cómo aplicar estas recomendaciones en su contexto particular.

Acompañar a la familiaCuando el jefe de hogar está sin trabajo, cambia la dinámica en la pareja y en la familia. Por eso acompañamos a la familia, no sólo al que está desempleado.

Hay una fuerte tradición de que el varón es el principal o único proveedor que gana el sustento familiar, y cuando queda sin trabajo pierde autoestima. La esposa también sufre ansiedad a causa de la falta de trabajo de su esposo; es posible que se sienta nerviosa y no sepa qué hacer con el marido que está en casa todo el tiempo, cuando se supone que debiera estar trabajando. Seguramente la familia tendrá que redistribuir tareas: falta de empleo no es lo mismo que falta de trabajo; trabajo siempre habrá, especialmente en el hogar, y por supuesto siempre es justo compartirlo.

Cuando estamos desanimados tendemos a descuidar la alimentación, el aspecto físico, la limpieza del hogar. Si una per sona está en esa situación, muéstrele com pren sión y a la vez estímulo firme para ayudarle a recu pe rar el respeto y el cui dado de sí misma. Algunas personas necesitarán atención especializada para superar la depresión; existe un

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grado pro fundo de depresión —llamado melancolía— que requie re tratamiento, porque la vida de la persona está en peligro.

Hay ocasiones en que la familia tiene que desmembrarse o convivir con otras personas; necesitan más ayuda cuando el padre (o en ocasiones la madre) tiene que irse lejos a buscar trabajo. La inestabilidad o el retroceso económico afectan los planes de la familia y provocan tensión y frustra ción.

En la crisis, la mujer tiende a centralizar la administración del dinero; a veces busca trabajo remunerado o aumenta las horas. Ambos miembros de la pareja se ven obliga-dos a postergar expectativas per sonales o profe siona les para buscar otros ingresos. Todas estas circunstancias pueden provocar tensiones si no se enfocan con sensibilidad y equi librio.

En la actualidad son muchos los hogares que están a cargo de un solo progenitor, generalmente la madre. En Argentina casi el 30% de los hogares está a cargo de mujeres jefas de hogar; ya es difícil sostener y atender a sus hijos, y si no consiguen trabajo sus problemas se multiplican. Además, el hecho de que tengan niños desalienta a los emplea dores; también impide a las madres aceptar ciertos puestos, por los horarios y otras com pli caciones.

Al acompañar a una familia, tome en cuenta el contexto cultural al que pertenece. ¿Por qué rechazan algunos ofreci mientos? ¿Por qué aceptan dinero de los punteros

Cada familia, cada grupo social y cada vecindario tienen modos de pensar y de actuar carac-terísticos.

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políticos? ¿Por qué fallan los proyectos en el vecin dario? Cada familia, cada grupo social y cada vecindario tienen modos de pensar y de actuar carac terísticos. ‘Cada casa es un mundo.’ Ayude a cada familia a aplicar las enseñanzas bíblicas en su circunstancia particular.

Brindar cuidado integralLa falta de trabajo produce un impacto profundo y abarcador. Afecta a la totalidad de la persona y a su entorno. Provoca con se cuencias emocionales, espirituales, físicas y de rela-ción. Pone en riesgo la subsistencia y también la identi dad

social y el sentido de dignidad. Cuando no trabajamos es más difícil mantener un horario y una organización de la semana. Perdemos el compañerismo y los contactos sociales que teníamos. Por lo general la familia queda sin cobertura médica. Se esfuman las expecta-tivas de contar con una jubilación para la vejez.

Como en otras crisis profundas, la pérdida del trabajo puede ser el disparador de pro-ble mas psicológicos que antes no llega ban a aflorar. Pueden aparecer conduc tas como drog adicción, alcoholismo y otras formas de evasión, agresión y auto destruc ción. A veces es otra persona en la familia (no la que está

desempleada) la que muestra estos efectos de la crisis en su salud física y emocional.

Demos a cada persona la respuesta pastoral adecuada y sostenida a lo largo del tiempo, a fin de sanar heridas

La pérdida del trabajo puede ser el disparador de problemas psicológicos que antes no llegaban a aflorar.

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emo cionales y facilitar cambios. Visitemos a las personas en su casa; fomentemos el contacto con otras personas; recomendemos lecturas apropiadas; formemos grupos de oración y ayuda mutua.

Es posible que la persona guarde resentimiento hacia la empresa o el patrón que lo dejó cesante. Se acumulan culpas, temores y amargura. Suelen producirse ataques mutuos en la pareja. Algunas personas se preguntan si será un castigo de Dios o si las está llamando a otro servicio. Aunque así fuera, ese no es todo el análisis.

La tarea pastoral incluye corregir falsa culpa, compartir el consuelo de Dios, ayudar a comprender la situación global y cuál es la responsabilidad de cada persona para encontrar una salida.

En ocasiones la pareja o la familia necesitarán ayuda espe cializada para hacer los ajustes y cambios necesarios.

Comprender las etapas de la crisisComo otras pérdidas, esta también implica un duelo y sigue una secuencia que necesitamos conocer para acompañar con sabiduría al que sufre. El primer momento es de nega­ción o incredulidad: ‘No puedo creer que me esté pasando esto.’ La crisis suele llegar sorpresivamente, a diferencia, por ejemplo, de los conflictos conyugales. Las emociones iniciales incluyen una mezcla de temor, culpa, humillación, tristeza, ira. Algunos se sienten repentinamente ‘libres’, sin jefes ni horarios.

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A continuación la persona se lanza a una búsqueda frenética de trabajo, con mucha expectativa. Tal vez regatea con Dios: ‘Ahora que he vuelto a la iglesia, Dios tiene que darme un trabajo.’ ‘Si me nombran en ese puesto, ofrendaré más.’ Cuando no logra resultados, comienza a sentir ansiedad y desánimo; puede sentirse enojado con quien lo cesanteó y tam bién con quienes lo rodean, consigo mismo y con Dios. En situaciones extremas sufrirá depresión.

Si la acompañamos en el proceso de perdonar y sanar las heridas, y si la persona permite que el Señor la restaure, no quedará atrapada en esas fases iniciales del duelo y podrá avanzar hacia la restauración plena.

Muchas veces queremos soluciones rápidas; cuesta aceptar que la solución de algunos problemas requiere esfuerzo y tiempo. Tenemos que atravesar dis tintas etapas, algunas de ellas no muy gratas pero necesarias. Llegará el momento en que podamos aceptar la situación con actitud realista. Aprenderemos a confiar más en Dios y a depender del Espíritu Santo en medio de la incertidumbre. Entonces esta re mos en condiciones de buscar respuestas creativas para seguir adelante.

Si usted es pariente o acompaña pastoralmente a una persona sin trabajo, sea sensible a la etapa en que se encuen tra. Ayúdela a reconocer y admitir sus emociones, y anímela a seguir avanzando hacia la nueva vida que Dios puede darle.

Recordar que cada situación es diferente¿Cuál es la situación concreta de la persona a la que estamos acompañando? Cada persona (cada familia) tiene su propio

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ritmo. Muchos factores influyen en la forma de reac cionar. Cada persona es diferente y por lo tanto nuestra manera de acompañarla debe ser distinta si es varón o mujer, joven o mayor, con o sin instrucción. Tomemos en cuenta si quien busca trabajo es ciudadano o extranjero, si ha sido forzado a migrar o desplazarse de su región, si tiene o no per sonas a cargo, si tiene o no una experiencia sólida de fe, si está desesperada, resignada o dispuesta a ser acompañada.

Tal vez la persona tuvo actitudes o hizo decisiones equi-vocadas. Quizás hay hábitos dañinos que la familia no reco-noce o simula no conocer, como gastar el dinero en apues tas o pedir prestado a distintas personas con expli ca ciones que ocultan parte de la verdad. Para ayudar a romper estos patro-nes de comportamiento, tene mos que hablar con fran queza. Mostremos que estamos dispuestos a acompañar con amor y también con firmeza.

Ser prácticosEs fundamental que seamos coherentes entre lo que le decimos a la persona y lo que hacemos para acompañarla. Es legítimo denunciar los males del sistema político y eco-nómico; es correcto estimular a hacer los cambios personales necesarios. Pero mientras tanto, no podemos desatender a las personas.

En la iglesia no podemos limitarnos solamente a dar re-co menda ciones, por válidas que sean. ‘Ore’ es la mitad del consejo que la persona necesita. Decirle ‘Dios proveerá’ es una media verdad.

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Al construir en la con gre ga ción redes de apoyo, evitamos que las personas sin trabajo terminen víctimas de su desesperación o del abuso de otros. La solidaridad espontánea, sinceray respetuosa es de enorme valor para salir adelante en la crisis.

La Biblia nos describe como una familia o como un cuer-po; lo que un miembro está pade ciendo nos afecta a todos. Cuanto más com partimos en la iglesia, no sólo en los cultos sino en otros momentos, tanto mejor conoceremos las ne-cesidades cotidianas de los que están sin trabajo.

A la vez que ayudamos a las personas a enfocar el proceso a largo plazo, prestemos también atención a sus necesida des cotidianas. No se trata de elegir entre dar el pescado y ense-ñar a pescar; debemos hacer ambos, y hacerlo con ellos.

Norma había trabajado durante veinte años como secretaria en una multinacional y de pronto quedó sin trabajo. Ella estaba a cargo de su hogar y tenía una hija adolescente. La iglesia comenzó ayudándola con alimentos y ofreciendo unas horas de trabajo a su hija en la guardería maternal que funcionaba en el templo. Acom-pañaron a Norma en el proceso de expresar y superar la amargura y el resenti miento que sentía hacia la empresa, hacia el país, hacia Dios. La desa fiaron a no quedarse en el pozo y a buscar nuevas alternativas.

No fue un proceso f ácil para Norma ni para

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quienes la acompañaron en forma práctica yespiritual. Norma necesitaba recuperar la confianza en sí misma; necesitaba capacitarse para nuevas actividades laborales. Hoy tiene un departamento que compró con la indemnización que recibió, su hija ya terminó un profesorado y está trabajando bien. Norma cuida bebés y prepara alumnos en su casa. En la iglesia es líder de un grupo de mujeres solas. Aunque sigue buscando un puesto como secretaria, que es su profesión, está tranquila y agradecida por el cuidado que Dios le dio en estos años.

Es importante ayudar a la familia a cubrir las necesidades básicas, sin que esto se convierta en un subsidio. Sembremos conciencia de que en otro momento ellos podrán ayudar a otros. Aun en situaciones de mucha carencia las familias pueden encontrar cómo ayudarse mutuamente, ya que unas tendrán lo que a otras les falta.

A veces lo que más nos cuesta es admitir nuestra necesi-dad. Otras veces nos resistimos a compartir lo que tenemos porque nos da miedo que luego nos falte. Busquemos pasar tiempo juntos para conocernos mejor, para practicar la ayuda mutua y la confianza en Dios, cuya Palabra afirma:

No digo esto para que haya para otros holgura y para vosotros escasez, sino para que en este momento, con igualdad, la abundancia vuestra supla la escasez de ellos, para que también la abundancia de ellos supla la necesidad

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vuestra, para que haya igualdad, como está es-crito: ‘El que recogió mucho no tuvo más y el que poco, no tuvo menos’. 2 Corintios 8.13–15

No olvidemos ciertos ‘detalles’: no es suficiente entregar una caja de mercaderías si la familia no puede comprar el gas para cocinar. Tampoco sirve avisar de oportunidades de trabajo sin averiguar si la persona tiene cómo trasladarse hasta allí, sobre todo hasta que reciba la primera paga.

Hay muchas necesidades cotidianas que no se resuel-ven f ácilmente cuando falta dinero. Una congre ga ción de Buenos Aires ofrece a desempleados y personas que viven en la calle la posibilidad de bañarse, tomar una merien-da, recibir ropa usada en buenas condiciones, cortarse el cabello y compartir un momento fraternal y devocional. Parte de estos servicios pueden ser hechos con la cooperación y el intercambio de quienes los reciben. Aunque simple, esta atención mejora el ánimo y contribuye a las posibilidades de conseguir trabajo.

Acompañar, no sobreprotegerProteja siempre la dignidad de cada persona, estimule su responsabilidad y afiance en la congregación la conciencia de que como cuerpo nos necesitamos unos a otros.

Evite actitudes pater na listas; si en la iglesia funciona un comedor pida cola bo ra ción a todos con dinero, mercade rías o trabajo, aun que sea un aporte pequeño. Tam bién puede sugerir a las personas que lleven la vianda a sus casas, para

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que mantengan su intimidad y el sentido de lo cotidiano en medio de la crisis.

Los cristianos debemos desechar las actitudes omni-potentes y los gestos de lástima. El Señor nos mandó a tener compasión y a restaurar la dignidad de hombres y mujeres. Lo que necesita la persona que sufre es que nos pongamos a su lado y la acompañemos en la marcha. Necesita estímulo para ponerse sobre sus propios pies y para tomar decisio-nes por sí misma. Mostramos respeto, por ejem plo, cuando ofrecemos alternativas y dejamos que ella elija; a veces hasta será ne-cesario insistir y ‘exigir’ que tome deci siones propias en lugar de esperar que alguien las tome por ella.

No es recomendable tomar decisiones demasiado pronto ni hacer cambios demasiado grandes apenas se pierde el em-pleo. Salvo que no quede alternativa, no es sensato cam biar de casa, barrio o ciudad en ese momento. Muchos actúan impulsivamente, y pierden la indemnización que reci bieron: compran un auto para trabajar como taxi o remise pero no logran pagar las cuotas. Finalmente pierden el vehícu lo (o el capital invertido en alguna otra forma) y que dan endeu-dados; salir de esa situación es mucho más difícil.

No siempre es una buena idea prestar dinero a la per-sona sin empleo. Si no puede devolverlo se sentirá mal; tal vez entre en un círculo vicioso de pedir a otro para devolver al anterior. Como cristianos, Dios espera que simple mente demos, a quien realmente lo necesita, sin esperar retribu-

Acompañemos al que sufre a tomar decisiones por sí mismo.

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ción. Seamos sabios para ayudar a la persona a afianzar su auto nomía.

Hay quienes piensan que el gobierno, la iglesia u otras agencias están en la obligación de proveerles todo lo que necesitan, a cambio de nada. Sin duda la sociedad y la iglesia tienen una responsabilidad hacia quienes no pueden valerse por sí mismos. Pero los que sí pueden hacerlo deben buscar la manera de trabajar y ganar su sustento honrada mente. El equilibrio entre responsabilidad personal y cuidado mutuo está claro en la Biblia:

Acerca del amor fraternal no tenéis necesidad de que os escriba, porque vosotros mismos habéis aprendido de Dios que os améis unos a otros … Procurad tener tranquilidad, ocupándoos en vuestros negocios y trabajando con vuestras manos de la manera que os hemos mandado, a fin de que os conduzcáis honradamente para con los de afuera y no tengáis necesidad de nada. 1 Tesalonicenses 4.9, 11–12

Carolina es una mamá soltera; cuando nació la bebé, perdió su empleo como administrativa de un pequeño negocio. Mientras su hija era pequeña, la iglesia acompañó a Carolina con dinero mensual para alimentos y para comprar telas con las que confeccionaba ropa para vender. Recibió ayuda para capacitarse, además de apoyo psicológico y legal para con se guir que el papá de la niña le pasara un aporte mensual.

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También acompañaron a Carolina en el proceso de sanidad interior. Ahora el papá cubre el alquiler del departamento y visita regularmente a su hija. Sin embargo, Carolina sigue sin traba -jar porque sólo quiere hacerlo en lo que le gusta. ¿Cómo actuar en esa situación? La iglesia decidió que era más sano para Carolina dejar de entre- garle dinero mensual.

Este mismo desafío se les plantea a los padres con hijos adultos sin trabajo. Los jóvenes necesitan de nosotros amor y firmeza. Tenemos que darles ayuda durante la búsqueda y también estímulo para madurar. Es importante escuchar a nuestros hijos adultos y ayudarlos a tomar decisiones, pero no debemos hacer por ellos lo que pueden hacer por sí mismos.

Brindar afecto y un lugar de pertenenciaLa persona sin empleo necesita amistad. Está comprobado que un factor decisivo para salir adelante en una crisis es el sostén y cuidado integral en un grupo.2 Quien queda sin empleo pierde muchas de las posibilidades culturales que antes tenía. Pierde la red de vínculos y amistades que le brindaba ese trabajo; algunos comentan que dejaron de recibir llamados e invitaciones. Los que están sin trabajo se sienten solos, marcados por el estigma social.

La iglesia puede ofrecer amistad y contención, en parti-cular en los grupos pequeños. Además de conversar, orar y leer la Biblia juntos, podemos acompañar a las per sonas en cuestiones concretas. También podemos invitarlas a comer,

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a participar en paseos o actividades recreativas. Visite mos a la familia para mostrarles afecto y decirles que estamos orando por ellas, sin bombardearlas con preguntas ni reco-men daciones. En la iglesia y en los grupos pequeños tenemos que aprender a escuchar y también a hablar. La comu ni ca-ción debe ser circular. Todos, incluso la persona que sufre tenemos que abrirnos para expresar lo que pen sa mos y sentimos, en un ambiente de confianza y discreción; sólo así pode mos cono cernos y empezar a com partir las car gas que cada uno está llevando.

La iglesia cumple un papel muy importante cuando comu-nica que la persona tiene un lugar en ella por lo que es y no por lo que hace o lo que tiene; esta es una característica genui na del reino de Dios.

Una precaución: el que está sin trabajo tal vez ahora des cu bra dones y oportunidades de servicio que estaban dor mi das. Es correcto estimularlo, pero no debemos sobre-cargarlo de tareas en la iglesia por el sólo hecho de que ahora tiene mucho tiempo disponible. De hecho, su trabajo ahora es buscar trabajo.

Llevar a CristoCuando alguien llega a la iglesia porque ha perdido el empleo, no podemos reducir nuestro enfoque a ese solo aspecto del problema; si queremos que las crisis acerquen a las personas a Cristo, mientras nos ocupamos del problema concreto que las aflige debemos ayudarlas a preguntarse por su relación con Dios, su necesidad de perdón y de sal-va ción completa.

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Tenemos que tener claro que el trabajo es un medio para producir bendiciones, pero no es un fin en sí mismo. Cuando acom pañamos a las personas desempleadas en su bús que da de trabajo es importante que compartamos con ellas la fe en Jesús, quien nos prometió una vida abundante y se pre ocu pa por cada persona necesitada. Resolver puntual mente una situación de desempleo, sin prestar atención a las necesi-dades espirituales de las personas, dejaría sin resolver bús-que das y carencias más profundas. Dar o conse guir trabajo a quien no ha nacido de nuevo ni está decidido a seguir a Jesucristo puede a veces encubrir hábitos negativos para la persona y su familia.

Es deseable que las dificultades acerquen a las personas a Dios, pero tenemos que estar atentos para que no tomen una decisión por Jesucristo con la sola expectativa de que así conseguirán trabajo o ayuda.

Mirar la realidad como Dios la ve no implica volver nos jueces de nuestros prójimos; más bien, podemos ser los ins tru mentos de la gracia de Dios para poner en marcha cam-bios profundos y duraderos. Otras organizaciones esta ta les o privadas pueden ofrecer capacitación, asisten cia legal, una comida diaria, pero sólo la iglesia puede mostrar el camino hacia un cambio total de la persona y la sociedad. Esto es lo singular del enfoque cristiano.

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Los que tienen trabajo también necesitan cuidadoSi bien al presentar estas pautas hemos puesto el énfasis en la persona que ha perdido el trabajo, también necesitan consejo pastoral las personas que sí lo tienen. La crisis laboral incluye a los que sufren abusos en sus puestos de trabajo, a los subempleados, a los autónomos que trabajan muchas horas pero no alcanzan a cubrir sus necesidades familiares. Declaramos que el trabajo es un derecho y un deber, pero no un ídolo ni un fin en sí mismo. Es insano estar sin trabajo; pero el trabajo es muchas veces insalubre, como lo es también la inseguridad que produce la posibilidad de perderlo.

Muchas personas están oprimidas por las condiciones abusivas de su empleo, pero temen perderlo si protestan; otras trabajan en exceso y en más de un puesto, ‘por las dudas’, o porque en ninguno de ellos está estable. Surgen ten siones entre compañeros porque cada uno cuida su puesto, muchas veces de manera egoísta y desleal.

Hay conflictos entre desempleados e inmigrantes, entre profesionales y autodidactas, entre los más pobres y la clase media acorralada. El resultado es ‘todos contra todos’, en lugar del apoyo mutuo tan necesario.3

A los que ‘están bien’ en sentido económico debemos recordarles cuáles son, desde el punto de vista de Dios, las verdaderas prioridades en la vida. No tenemos excusas para desoír la enseñanza y el ejemplo de Jesucristo; él puso la solidaridad con los que sufren en el centro del evangelio.

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Tenemos también la responsabilidad de desenmas ca-rar las promesas engañosas de este mundo y alertar a los jóve nes para que no cifren sus esperanzas en el prestigio ni en las posesiones que el sistema promete ‘a los mejores’. Los dis cí pu los de Jesucristo estamos siempre llamados a hacer nuestro trabajo de buena gana y con responsabilidad, pero no debemos aceptar la clasificación en ganadores y per de-dores que hoy hace el mundo.

Orar, esperar en DiosJesucristo inició un nuevo reino de justicia y este avanza con cada acto de reconciliación y de transformación que hacemos en su nombre. Sabemos que esto sólo es posible con la inter ven ción del Espíritu Santo y por eso recurrimos a la oración personal y comunitaria para presentar todos los asuntos de la vida —también la falta de trabajo, el desánimo, la exclusión y la injusticia.

Muchas veces Dios utiliza las crisis para decirnos algo y para llevar a cabo sus planes. Los caminos del Señor son in-sondables. En la iglesia primitiva, la persecución fue la crisis que Dios utilizó para que los cristianos salieran de Jerusalén y llevaran el evangelio a otras partes del mundo.

Hoy nadie está seguro en su puesto ni con el éxito de su empresa. Tal vez Dios permita que salgamos de ese lugar para ser sus testigos en otros sitios y otras situaciones. Si hemos puesto nuestra confianza en el Señor, nada en nuestra vida está librado al azar. Todo tiene su propósito, y descubrirlo es también parte de la tarea pastoral.

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Para pensar y actuar ¿Qué perdemos junto con la estabilidad laboral? ¿Cómo respondemos a estas pérdidas?

Piense en las personas que conoce sin trabajo. ¿Qué puede hacer usted? ¿Qué puede hacer su congregación?

Acompañar a la familia.

Brindar cuidado integral.

Comprender las etapas de la crisis.

Considerar cada situación.

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Ser prácticos.

Acompañar, no sobreproteger.

Brindar afecto.

Llevar a Cristo.

Cuidar a quienes tienen trabajo.

Orar, esperar en Dios.

En lo que ya están haciendo: ¿Qué convendría modificar oagregar?

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Cómo acompañar a la familia

en crisis

Cada contexto es distinto. Cada iglesia tiene una manera de definir su misión, de analizar la realidad y de elaborar proyectos. No pretendemos dar recetas sino com-partir experiencias que pueden inspirar a otros y alertar sobre posibles errores y dificultades.

Conviene que la tarea de acompañar a las familias sin trabajo esté a cargo de dos o tres personas designadas para este servicio en la congregación. Una razón para trabajar en equipo es que trasmite mejor el compromiso de la comu ni-dad; otra es que estamos aprendiendo juntos a responder a esta problemática.

¿En qué está puesta nuestra esperanza?Silvia llegó a la oficina pastoral tres meses des-pués de que su esposo se quedara sin trabajo. Estaba demacrada y apretaba nerviosamente el monedero entre las manos. Facundo, de tres años, se aferraba a la pollera de su mamá mien-tras Sofía, de seis, dibujaba con los lápices que le había alcanzado el pastor. En el dibujo de la niña, el papá miraba televisión; la mamá, en el patio, sostenía una escoba en una mano y toma-ba al niñito con la otra. Había una mesa vacía en el interior de la casa.

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Es frecuente que las esposas sean quienes primero se acerquen a buscar consejo y ayuda; a veces se sienten an-sio sas o están enojadas con el marido por la situación. Des-pués de que Silvia relató la situación que estaba pasando su familia, el pastor le propuso tener un nuevo encuentro en el que también participara su esposo. Aunque temía que José no quisiese venir, Silvia aceptó; más tarde llamó, con el acuerdo de su esposo, para concertar el horario.

Es conveniente tener un primer diálogo prolongado con la persona desempleada y, si es casada, con el matrimonio. Elija mos un lugar adecuado y un momento en el que ni ellos ni nosotros estemos apurados u ocupados con otras cosas.

El primer encuentro puede tener una estructura como la que sigue, si bien no hay una regla fija. Comenzamos leyendo un pasaje bíblico; podemos hacer la lectura juntos, si parece más apropiado. Puede ser el Salmo 37, con énfasis en los versículos 16, 18–19, 24–25. Explicamos que la protección de Dios no es mágica; se expresa en la vida del pueblo de Dios, de una comunidad solidaria en la cual cada persona tiene su valor y sus derechos. Luego preguntamos si creen en lo que declaran estos pasajes.

Si dicen que no, les explicamos que es comprensible que estén angustiados por su situación, ya que humanamente no podemos luchar contra un mundo injusto que impide el bienestar de millones de personas. Les decimos que en la iglesia podrán encontrar una manera distinta de enfrentar sus problemas, poniendo su fe en Dios. Les proponemos hacer su decisión por Cristo y una oración de fe. Finalmente los invitamos a sumarse a la comunidad de fe que se reúne en nombre de Cristo; junto a los hermanos y hermanas podrán

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encontrar en Jesucristo la fuente de esperanza, pro visión y alegría.

Un camino nuevoA quienes ya han aceptado a Jesucristo, les explicamos que el bienestar es parte de la vida plena que Cristo nos ofrece (Juan 10.10) y que sólo en él tenemos salida a esta y a todas las angustias que aquejan nuestra vida. Esta búsqueda la hacemos junto con nuestros hermanos y hermanas en Cristo, en una comunidad abierta al Espíritu Santo, donde día a día conocemos más al Señor y a su Palabra.

Es importante darle cierre a esta primera entrevista, fijar fecha de la próxima y asegurarnos de que la persona no se vaya sintiéndose descorazonada sino con la expec tativa renovada, aunque sea mínima. No hay crisis, por grave que parezca, que pueda derrotarnos si estamos en Cristo. Él nos promete:

Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo. Juan 16.33

Este y muchos pasajes más serán fuente de seguridad y de paz durante el tiempo sin trabajo. Podemos tener espe-ranza porque Jesucristo ya triunfó. Esta crisis, que hoy parece monstruosa, es provisoria.

Trazar planes realistasTener un proyecto personal ayuda a dar sentido a la vida y a mantener la salud aun en medio de las dificultades. El filó so fo existencialista Camus dijo que no renunciamos a la lucha por lo tremendo de las dificultades o por la gran fuerza

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del enemigo sino solamente cuando perdemos de vista las razones para luchar.1

Sin metas, la salud emocional y física se deterioran f ácil-mente. Cuando todo parece difícil tendemos a cultivar una ‘expec tativa de catástrofe’. Un padre de familia llega pidien-do una suma grande de dinero porque están por desa lo jar-lo de su vivienda; está tan asustado que queda blo queado y no logra ver cómo encarar el problema por etapas. No son útiles las preguntas demasiado abiertas ni orienta ciones am bi guas que sólo lo confundirían más; ayúdelo más bien a ela borar algunas alternativas concretas y a trazar metas cer canas y realistas.

La experiencia de otros puede ser muy oportuna. Los que están en medio de la prueba pueden com partir lo que ya aprendieron; también las personas mayores que vivieron otras épocas de recesión aportan muchos ‘secretos’ útiles, igual que aquellas que vienen de familias humildes y han aprendido a aprovechar cada pequeño recurso.

Ayudar al jefe de hogar o al matrimonio a hacer un plan realista abarca muchos aspectos:

Revisar el presupuesto familiar y redistribuir las prioridades.

Planear cómo administrar el dinero que haya ahorrado o recibido como indemnización.

Decidir hacia dónde y de qué manera orientar la búsqueda de trabajo.

Hacer un currículum y valorizar la experiencia acumulada.

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Adquirir información y nuevas habilidades.

Reorganizar las tareas familiares.

Orar en forma individual y como familia.

Es imprescindible estar informado, para no hacer sugeren-cias o apoyar iniciativas que se frustrarán. En cada país va-rían las condiciones económicas o legales. ¡Y a veces varían constantemente en el mismo país!

Presionados por las urgencias, algunos desempleados inician actividades que más o menos resuelven sus necesi da des inme diatas pero generan nuevos problemas. En algu nas situaciones, dedicarse a la venta calle jera o casa por casa, al reparto de volan tes, a los tra-bajos mu ni cipales tem po ra rios o a con du cir un taxi son formas de subempleo que tarde o tem pra no llevarán a una crisis mayor.

Es difícil recortar el presupuesto familiar, pero puede ser necesario hacerlo. Si los ingre-sos habituales disminuyen o se cortan es fatal seguir haciendo los mismos gastos que antes. Tomar crédi-tos, usar tarjeta, pedir dinero prestado son salidas peligrosas cuan do no hay seguridad de poder pagar las cuotas o devol-ver el dinero. Por eso es im portante ofrecer en la iglesia una red de sostén para atender necesidades básicas y a la vez enseñar principios bíblicos sobre admi nistración.

Algunas personas se lanzan a una actividad autónoma sin ninguna experiencia y cuando fracasan quedan más en-deu da das. Antes de que alguien invierta su indemniza ción,

Es difícil recortar el presupuesto familiar, pero puede ser necesario hacerlo.

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pida un préstamo o venda parte de su patrimonio para trans-formarlo en capital, ayúdelo a identificar si real mente tiene capacidad para trabajar en forma independiente, si lo que está por ofrecer responde a una verdadera necesidad en el medio, si sabe cómo tratar con quienes serán sus clientes y sus pro ve e dores, si tiene las herramientas y los cono ci mien-tos necesarios para esa actividad. Tam bién es con ve niente saber con qué cuenta para mantenerse hasta que la actividad empiece a dar resultado.

Aprender del pasadoToda crisis nos da la oportunidad de revisar el pasado. Pero el proceso de reconocer errores y tomar decisiones de cambio no es rápido ni f ácil.

Si solamente buscamos que alguien reconozca sus errores, podemos aumentar su desespera-ción. En cambio, si lo ayudamos a encontrar nuevos rumbos en un ambiente de afecto, estará más dispuesto a revisar su vida. Final-mente saldrá enriquecido y podrá agradecer a Dios por las dificul tades que debió enfrentar.

Muchas personas, creyentes o no, viven esencialmente para hacer dinero y progresar, o por lo menos eso es lo que en el fondo más desean. ¿Qué significa ‘buscar primero el reino de Dios y su justicia’ (Mateo 6.33)? Esto es algo que podemos explorar durante las charlas pastorales; es posible que salgan a la luz fallas en la administración del hogar, deudas injusti fi ca das, hábitos de vestimenta o alimentación

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inade cuados, mal aprovechamiento del vehículo, uso indis-cri minado de tarjetas de crédito. En muchos hogares se toma como señal de prestigio social que los hijos no colabo ren en absoluto en las tareas del hogar ni aporten a los gastos con su trabajo cuando ya tienen edad para hacerlo. En todos estos aspectos, las crisis son una oportunidad para modi-ficar formas inadecuadas de pensar y de proceder, que se mantienen encubiertas mientras hay dinero.

Luis había trabajado quince años en una empresa, escalando posiciones hasta llegar a gerente zonal. Había construido una casa grande y muy bien equipada. Su esposa no necesitaba trabajar fuera del hogar y sus hijos habían tenido oportunidad de ir a buenos colegios y participar de muchas actividades culturales y recreativas. Luis pasaba poco tiempo con su familia; en reali-dad lo que más conocían de él era su agenda atareada y su capacidad de compra. ‘Me afané en lo que no aprovecha,’ debió reconocer, cuando lo dejaron sin empleo y vio que retro-cedía económicamente y se deterioraba su imagen como proveedor en la familia. A pesar de la angustia que siente en este momento, es posible que para Luis esta sea una oportunidad de enriquecimiento espiritual, si reconoce cuánta vanidad había en su vida y qué distinto es el estilo de vida que Cristo pide y enseña.

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Aprender de la Palabra de DiosPara ayudar a la persona sin trabajo a reorientar su vida, en sucesivos encuentros exploramos pasajes de la Biblia. (En los apéndices de este libro encontrará más recursos.)

En una ocasión podemos leer completo el pasaje de Ma-teo 6.19–34 para descubrir el contraste entre las pro puestas consumistas y egocéntricas de la sociedad y la propuesta de Jesucristo. Procure llevar este diálogo con mucho respeto. Explique que no se trata de renunciar a la expectativa de bienestar para la familia sino de subordinar este anhelo a los propósitos de Dios. La promesa es que cuan do buscamos primero el reino de Dios y su justicia seremos bendecidos.

Conviene leer el pasaje paralelo en Marcos 10.27–30, ya que este evangelista nos recuerda las dificultades de la vida cristiana, además de las bendiciones. Cuando hemos entre-gado la vida a Cristo, hasta podemos encontrar bendición en las dificultades. Como dice Leonardo Boff, lo que se opone a la felicidad no es el sufrimiento sino la tristeza. En medio del dolor, Dios nos consuela, nos fortalece e incluso nos permite ser de bendición para otros.

Buscar trabajoPara la persona sin empleo, ‘el trabajo’ ahora es buscar trabajo, y suele ser agotador: largas colas, horas de espera, entrevistas indagatorias sobre asuntos personales, situa-cio nes ofensivas, abusos, ofertas de mala calidad, actitudes omni potentes del empleador. Todas estas experiencias pro-ducen cansancio moral y físico. Hasta el más fuerte necesitará que le demos sostén tanto práctico como espiritual.

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Anime al que está sin trabajo a mantener algunas disci-plinas y rutinas cotidianas, a organizar horarios para los trámi tes, a establecer metas y estrategias; esto ayuda a la per sona a no perder el sentido de protagonismo y de control de la situación. Es útil escuchar las recomendaciones de quie-nes están en situaciones similares o han pasado por ellas.

En esta búsqueda de nuevo empleo a veces tenemos que rechazar un trabajo poco remunerado porque quedarnos allí nos impediría seguir buscando una mejor solución; sin embargo, si alguien necesita comer o dar de comer a los hijos, quizás deba aceptarlo.

Es cierto que un trabajo estable puede dar más seguri-dad, pero no despreciemos oportunidades. No debemos rechazar ofertas dignas sólo porque no permiten mantener el nivel de vida alcanzado o porque no están a nuestro nivel profesional.

Ana Lía, de 42 años, perdió su empleo como pro fesional, y en el que ganaba lo suficiente para sus necesi dades. En pocas semanas em- pezó a recibir pedidos de trabajos que podía hacer en su casa con la com pu ta dora, y pronto sumaba la misma cifra por mes; sin embargo, no consi de raba que estuviera ‘trabajando’, porque espera ba un empleo en relación de dependencia y sueldo fijo.

Lo que no debemos aceptar por desesperación son las ofertas incompatibles con los valores de Jesucristo. Una buena pregunta para hacernos es: ¿Puedo pedirle a Dios que bendiga este trabajo? De nada vale compensar dando

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ofrendas generosas con lo que gano en un trabajo que Dios no aprueba.

En la iglesia podemos hacer circular datos útiles, facilitar contactos, orientar en la preparación de carpetas de ante ce-dentes y presupuestos de trabajo. Podemos dar ánimo a las personas antes y después de una entrevista. Si es necesario podemos ayudar en cuestiones prácticas: un par de zapatos, una corbata, una tarjeta telefónica y cosas similares cuya falta llega a ser una barrera para quien está buscando trabajo y no cuenta con ningún ingreso para estos gastos.

Una vez que comencemos a tomar contacto con las per-sonas descubriremos qué más podemos hacer. La iglesia puede hacer mucho para acompañar a las familias que es-tán sin trabajo, tanto a través de programas formales como de manera informal entre los hermanos y hermanas de la congregación.

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Para pensar y actuar

¿Cuál es la situación cotidiana de las personas sin trabajo? ¿Y la situación desus familias?

¿Cómo afecta esta situación la participación en los cultos y en la vida de la iglesia?

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Pensando en una persona o familia concreta, anote algunas ideas para implementar cada punto:

Entrevista inicial.

Entrevistas de seguimiento.

Trazar planes realistas.

Aprender del pasado.

Aprender de la Palabra de Dios.

Buscar trabajo.

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