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VISITA APOSTÓLICA VISITA APOSTÓLICA DEL PAPA FRANCISCO DEL PAPA FRANCISCO A COLOMBIA A COLOMBIA 6 a 10 de septiembre de 2017 6 a 10 de septiembre de 2017

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VISITA APOSTÓLICA VISITA APOSTÓLICA DEL PAPA FRANCISCODEL PAPA FRANCISCO

A COLOMBIAA COLOMBIA

6 a 10 de septiembre de 20176 a 10 de septiembre de 2017

1. LLEGADA DEL PAPA FRANCISCO1. LLEGADA DEL PAPA FRANCISCOA BOGOTÁ D.C.A BOGOTÁ D.C.

6 DE SEPTIEMBRE 6 DE SEPTIEMBRE

2. BIENVENIDA EN LA NUNCIATURA2. BIENVENIDA EN LA NUNCIATURA

BOGOTÁ D.C. - 6 DE SEPTIEMBREBOGOTÁ D.C. - 6 DE SEPTIEMBRE

PRESENTACIÓN DE NIÑOS, NIÑAS Y JÓVENES, ENPRESENTACIÓN DE NIÑOS, NIÑAS Y JÓVENES, ENSITUACIÓN DE RIESGO, RESCATADOS DE LAS CALLESSITUACIÓN DE RIESGO, RESCATADOS DE LAS CALLES

PARA SU REHABILITACIÓNPARA SU REHABILITACIÓN

¡Muchas gracias! ¡Muchas gracias! Muchas graciaspor la alegría que tienen. Muchas gracias por elesfuerzo que han hecho. Muchas gracias por elcamino que se han dignado realizar y eso se llamaheroísmo.

Hasta los más chicos pueden ser héroes y los máspobres. Vivieron engañados, se equivocan, se

levantan, y son héroes y van adelante. ¡Siganadelante! ¡Sigan adelante así!

¡No se dejen vencer! ¡No se dejen engañar! ¡Nopierdan la alegría, no pierdan la esperanza, nopierdan la fe! Sigan así.

Y ahora les voy a dar la bendición a todos. Vamos arezarle a la Virgen, la madre, para que nos bendiga.

Avemaría...

Que los bendiga Dios.

3. DISCURSO DEL PAPA FRANCISCO3. DISCURSO DEL PAPA FRANCISCOEN EL SALUDO A LAS AUTORIDADESEN EL SALUDO A LAS AUTORIDADES

PLAZA DE ARMAS DEL PALACIO DE NARIÑOPLAZA DE ARMAS DEL PALACIO DE NARIÑO

BOGOTÁ D.C. - 7 DE SEPTIEMBREBOGOTÁ D.C. - 7 DE SEPTIEMBRE

Señor Presidente,

Miembros del Gobierno de la República y del CuerpoDiplomático,

Distinguidas Autoridades,

Representantes de la sociedad civil,

Señoras y señores.

Saludo cordialmente al Señor Presidente deColombia, Doctor Juan Manuel Santos, y le agradezcosu amable invitación a visitar esta Nación en unmomento particularmente importante de su historia;saludo a los miembros del Gobierno de la República ydel Cuerpo Diplomático. Y, en ustedes,representantes de la sociedad civil, quiero saludarafectuosamente a todo el pueblo colombiano, enestos primeros instantes de mi Viaje Apostólico.

Vengo a Colombia siguiendo la huella de mispredecesores, el beato Pablo VI y san Juan Pablo II y,como a ellos, me mueve el deseo de compartir conmis hermanos colombianos el don de la fe, que tanfuertemente arraigó en estas tierras, y la esperanzaque palpita en el corazón de todos. Sólo así, con fe yesperanza, se pueden superar las numerosasdificultades del camino y construir un País que seaPatria y casa para todos los colombianos.

Colombia es una Nación bendecida de muchísimasmaneras; la naturaleza pródiga no sólo permite laadmiración por su belleza, sino que también invita aun cuidadoso respeto por su biodiversidad. Colombiaes el segundo País del mundo en biodiversidad y, alrecorrerlo, se puede gustar y ver qué bueno ha sidoel Señor (cf. Sal 33,9) al regalarles tan inmensavariedad de flora y fauna en sus selvas lluviosas, ensus páramos, en el Chocó, los farallones de Cali o lassierras como las de la Macarena y tantos otros

lugares. Igual de exuberante es su cultura; y lo másimportante, Colombia es rica por la calidad humanade sus gentes, hombres y mujeres de espírituacogedor y bondadoso; personas con tesón y valentíapara sobreponerse a los obstáculos.

Este encuentro me ofrece la oportunidad paraexpresar el aprecio por los esfuerzos que se hacen, alo largo de las últimas décadas, para poner fin a laviolencia armada y encontrar caminos dereconciliación. En el último año ciertamente se haavanzado de modo particular; los pasos dados hacencrecer la esperanza, en la convicción de que labúsqueda de la paz es un trabajo siempre abierto,una tarea que no da tregua y que exige elcompromiso de todos. Trabajo que nos pide nodecaer en el esfuerzo por construir la unidad de lanación y, a pesar de los obstáculos, diferencias ydistintos enfoques sobre la manera de lograr laconvivencia pacífica, persistir en la lucha parafavorecer la cultura del encuentro, que exige colocaren el centro de toda acción política, social yeconómica, a la persona humana, su altísimadignidad, y el respeto por el bien común. Que esteesfuerzo nos haga huir de toda tentación devenganza y búsqueda de intereses sólo particulares ya corto plazo. Cuanto más difícil es el camino queconduce a la paz y al entendimiento, más empeñohemos de poner en reconocer al otro, en sanar lasheridas y construir puentes, en estrechar lazos y

ayudarnos mutuamente (cf. Exhortación apostólicaEvangelii gaudium, 67).

El lema de este País dice: «Libertad y Orden». Enestas dos palabras se encierra toda una enseñanza.Los ciudadanos deben ser valorados en su libertad yprotegidos por un orden estable. No es la ley del másfuerte, sino la fuerza de la ley, la que es aprobadapor todos, quien rige la convivencia pacífica. Senecesitan leyes justas que puedan garantizar esaarmonía y ayudar a superar los conflictos que handesgarrado esta Nación por décadas; leyes que nonacen de la exigencia pragmática de ordenar lasociedad sino del deseo de resolver las causasestructurales de la pobreza que generan exclusión yviolencia. Sólo así se sana de una enfermedad quevuelve frágil e indigna a la sociedad y la dejasiempre a las puertas de nuevas crisis. No olvidemosque la inequidad es la raíz de los males sociales (cf.ibíd., 202).

En esta perspectiva, los animo a poner la mirada entodos aquellos que hoy son excluidos y marginadospor la sociedad, aquellos que no cuentan para lamayoría y son postergados y arrinconados. Todossomos necesarios para crear y formar la sociedad.Esta no se hace sólo con algunos de «pura sangre»,sino con todos. Y aquí radica la grandeza y bellezade un País, en que todos tienen cabida y todos sonimportantes. En la diversidad está la riqueza. Pienso

en aquel primer viaje de san Pedro Claver desdeCartagena hasta Bogotá surcando el Magdalena: suasombro es el nuestro. Ayer y hoy, posamos la miradaen las diversas etnias y los habitantes de las zonasmás lejanas, los campesinos. La detenemos en losmás débiles, en los que son explotados ymaltratados, aquellos que no tienen voz porque seles ha privado de ella o no se les ha dado, o no se lesreconoce. También detenemos la mirada en la mujer,su aporte, su talento, su ser «madre» en lasmúltiples tareas. Colombia necesita la participaciónde todos para abrirse al futuro con esperanza.

La Iglesia, en fidelidad a su misión, estácomprometida con la paz, la justicia y el bien detodos. Es consciente de que los principiosevangélicos constituyen una dimensión significativadel tejido social colombiano, y por eso puedenaportar mucho al crecimiento del País; en especial,el respeto sagrado a la vida humana, sobre todo lamás débil e indefensa, es una piedra angular en laconstrucción de una sociedad libre de violencia.Además, no podemos dejar de destacar laimportancia social de la familia, soñada por Dioscomo el fruto del amor de los esposos, «lugar dondese aprende a convivir en la diferencia y a pertenecera otros» (ibíd., 66). Y, por favor, les pido queescuchen a los pobres, a los que sufren. Mírenlos alos ojos y déjense interrogar en todo momento porsus rostros surcados de dolor y sus manos

suplicantes. En ellos se aprenden verdaderaslecciones de vida, de humanidad, de dignidad.Porque ellos, "que entre cadenas gimen", sí que"comprenden las palabras del que murió en la cruz"—como dice la letra de vuestro himno nacional—.

Señoras y señores, tienen delante de sí una hermosay noble misión, que es al mismo tiempo una difíciltarea. Resuena en el corazón de cada colombiano elaliento del gran compatriota Gabriel García Márquez:«Sin embargo, frente a la opresión, el saqueo y elabandono, nuestra respuesta es la vida. Ni losdiluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni loscataclismos, ni siquiera las guerras eternas a travésde los siglos y los siglos han conseguido reducir laventaja tenaz de la vida sobre la muerte. Unaventaja que aumenta y se acelera». Es posibleentonces, continúa el escritor, «una nueva yarrasadora utopía de la vida, donde nadie puedadecidir por otros hasta la forma de morir, donde deveras sea cierto el amor y sea posible la felicidad, ydonde las estirpes condenadas a cien años de soledadtengan por fin y para siempre una segundaoportunidad sobre la tierra» (Discurso de aceptacióndel premio Nobel, 1982).

Es mucho el tiempo pasado en el odio y lavenganza... La soledad de estar siempre enfrentadosya se cuenta por décadas y huele a cien años; noqueremos que cualquier tipo de violencia restrinja o

anule ni una vida más. Y quise venir hasta aquí paradecirles que no están solos, que somos muchos losque queremos acompañarlos en este paso; este viajequiere ser un aliciente para ustedes, un aporte queen algo allane el camino hacia la reconciliación y lapaz.

Están presentes en mis oraciones. Rezo por ustedes,por el presente y por el futuro de Colombia.

4. VISITA A LA CATEDRAL DE BOGOTÁ4. VISITA A LA CATEDRAL DE BOGOTÁORACIÓN SILENCIOSA ANTE LA IMAGENORACIÓN SILENCIOSA ANTE LA IMAGEN

DE NUESTRA SEÑORA DE CHIQUINQUIRÁ DE NUESTRA SEÑORA DE CHIQUINQUIRÁ PATRONA DE COLOMBIAPATRONA DE COLOMBIA

BOGOTÁ D.C – 7 DE SEPTIEMBREBOGOTÁ D.C – 7 DE SEPTIEMBRE

5. DISCURSO DEL PAPA FRANCISCO5. DISCURSO DEL PAPA FRANCISCOA LOS JÓVENESA LOS JÓVENES

PLAZA DE BOLÍVAR PLAZA DE BOLÍVAR

BOGOTÁ D.C. - 7 DE SEPTIEMBRE BOGOTÁ D.C. - 7 DE SEPTIEMBRE

Queridos hermanos y hermanas;

Los saludo con gran alegría y les agradezco lacalurosa bienvenida. «Al entrar en una casa, diganprimero: “¡Que descienda la paz sobre esta casa!”. Ysi hay allí alguien digno de recibirla, esa pazreposará sobre él; de lo contrario, volverá a ustedes»(Lc 10,5-6).

Hoy entro a esta casa que es Colombia diciéndoles,¡La paz con ustedes! Así era la expresión de saludode todo judío y también de Jesús. Porque quise venir

hasta aquí como peregrino de paz y de esperanza, ydeseo vivir estos momentos de encuentro conalegría, dando gracias a Dios por todo el bien que hahecho en esta Nación, en cada una de sus vidas.

Vengo también para aprender; sí, aprender deustedes, de su fe, de su fortaleza ante la adversidad.Porque ustedes saben que el obispo y el cura tienenque aprender de su pueblo, y por eso vengo aaprender, a aprender de ustedes, soy obispo y vengoa aprender. Han vivido momentos difíciles y oscuros,pero el Señor está cerca de ustedes, en el corazónde cada hijo e hija de este País. El Señor no esselectivo, no excluye a nadie sino que abraza atodos; y todos, escuchen esto, todos somosimportantes y necesarios para Él. Durante estos díasquisiera compartir con ustedes la verdad másimportante: que Dios nos ama con amor de Padre ylos anima a seguir buscando y deseando la paz,aquella paz que es auténtica y duradera.

Dios nos ama con amor de padre, ¿lo repetimosjuntos? (Fieles: “Dios nos habla con amor de padre”)Gracias. Bueno, yo tenía escrito aquí, veo aquí amuchos jóvenes pero… aunque tuviera los ojosvendados, sé que este lio solamente lo pueden hacerlos jóvenes. Ustedes, los jóvenes… (Fieles: “Esta esla juventud del Papa”). Está bien…ustedes jóvenes, yles voy a hablar a ustedes, han venido de todos losrincones del País: cachacos, costeños, paisas,

vallunos, llaneros, de todos lados. Para mí siemprees motivo de gozo encontrarme con los jóvenes. Eneste día les digo: mantengan viva la alegría, es signodel corazón joven, del corazón que ha encontrado alSeñor. Y si ustedes mantienen viva esa alegría conJesús, nadie se la pueden quitar, nadie. (cf. Jn16,22). Pero por las dudas, les aconsejo, no se ladejen robar, cuiden esa alegría que unifica todo ¿enqué? En saberse amados por el Señor. ¿Porque comohabíamos dicho al principio? Dios nos ama… ¿Cómoera? Dios nos ama con corazón de padre, ¿otra vez?(fieles: Dios nos ama con corazón de padre). El fuegodel amor de Jesucristo hace desbordante ese gozo, yes suficiente para incendiar el mundo entero. ¡Cómono van a poder cambiar esta sociedad y lo que sepropongan! ¡No le teman al futuro! ¡Atrévanse asoñar a lo grande! A ese sueño grande yo hoy losinvito, por favor no se metan en el “chiquitaje”, notengan vuelo rastrero, vuelen alto y sueñen grande.

Ustedes, los jóvenes, tienen una sensibilidadespecial para reconocer el sufrimiento de otros;curioso, ustedes se dan cuenta en seguida, losvoluntariados del mundo entero se nutren de milesde ustedes que son capaces de resignar tiempospropios, comodidades, proyectos centrados enustedes mismos, para dejarse conmover por lasnecesidades de los más frágiles y dedicarse a ellos.Pero también puede suceder que hayan nacido enambientes donde la muerte, el dolor, la división han

calado tan hondo que los hayan dejado mediomareados, como anestesiados: Por el dolor, por eso,yo quiero decirles: Dejen que el sufrimiento de sushermanos colombianos los abofetee y los movilice.Ayúdennos a nosotros, los mayores, a noacostumbrarnos al dolor y al abandono. Losnecesitamos, ayúdennos a esto, a no acostumbrarlosal dolor y al abandono.

También ustedes, chicos y chicas, que viven enambientes complejos, con realidades distintas ysituaciones familiares de lo más diversas, se hanhabituado a ver que en el mundo no todo es blanconi todo, tampoco es negro todo; que la vidacotidiana se resuelve en una amplia gama detonalidades grises es verdad, y esto los puedeexponer al riesgo, cuidado, al riesgo de caer en unaatmósfera de relativismo, dejando de lado esapotencialidad que tienen los jóvenes, la de entenderel dolor de los que han sufrido. Ustedes tienen lacapacidad no sólo de juzgar, señalar desaciertos,ustedes se dan cuenta en seguida sino también esaotra capacidad hermosa y constructiva: la decomprender. Comprender que incluso detrás de unerror —porque hablemos claro, el error es error y nohay que maquillarlo, el error es error y no hay quemaquillarlo — y ustedes son capaces de comprenderque detrás de un error, hay un sinfín de razones, deatenuantes. ¡Cuánto los necesita Colombia paraponerse en los zapatos de aquellos que muchas

generaciones anteriores no han podido o no hansabido hacerlo, o no atinaron con el modo adecuadopara lograr comprender!

A ustedes, jóvenes, les es tan fácil encontrarse, leses fácil encontrarse, y les hago una pregunta, acá seencontraron todos, ¿desde qué hora están acá? ¿Venque son valientes? A ustedes les es muy fácilencontrarse, les basta para encontrarse unacontecimiento como este, un rico café, un refajo, olo que sea, como excusa para suscitar un encuentro.Y acá voy, cualquier cosa de estas que dije es unaexcusa para el encuentro. Los jóvenes coinciden enla música, en el arte... ¡si hasta una final entre elAtlético Nacional y el América del Cali es ocasiónpara estar juntos! Ustedes, porque digo que tienenesa facilidad de encontrarse, ustedes puedenenseñarnos a los grandes que la cultura delencuentro no es pensar, vivir, ni reaccionar todos delmismo modo; no, no es eso, la cultura del encuentroes saber que más allá de nuestras diferencias somostodos parte de algo grande que nos une y nostrasciende, somos parte de este maravilloso País.Ayúdennos a entrar a los grandes, en esta cultura delencuentro que ustedes practican tan bien.

También vuestra juventud los hace capaces de algomuy difícil en la vida: perdonar. Perdonar a quienesnos han herido; es notable ver cómo no se dejanenredar por historias viejas, cómo miran con

extrañeza cuando los adultos repetimosacontecimientos de división simplemente por estarnosotros atados a rencores. Ustedes nos ayudan eneste intento de dejar atrás lo que nos ofendió, demirar adelante sin el lastre del odio, porque noshacen ver todo el mundo que hay por delante, todala Colombia que quiere crecer y seguirdesarrollándose; esa Colombia que nos necesita atodos y que los mayores se la debemos a ustedes.

Y precisamente por esta capacidad de perdonar,enfrentan el enorme desafío de ayudarnos a sanarnuestro corazón; escuchen esto que les pido,ayudarnos a sanar nuestro corazón, lo decimos todosjuntos (Fieles: ayudarnos a sanar nuestro corazón) esuna ayuda que les pido. A contagiarnos la esperanzajoven que siempre está dispuesta a darle a los otrosuna segunda oportunidad. Los ambientes de desazóne incredulidad enferman el alma, ambientes que noencuentran salida a los problemas y boicotean a losque lo intentan, dañan la esperanza que necesitatoda comunidad para avanzar. Que sus ilusiones yproyectos oxigenen Colombia y la llenen de utopíassaludables.

Jóvenes, sueñen, muévanse, arriesguen, miren lavida con una sonrisa nueva, vayan adelante, notengan miedo.

Sólo así se animarán a descubrir el País que seesconde detrás de las montañas; el que trasciende

titulares de diarios y no aparece en la preocupacióncotidiana por estar tan lejos. Ese País que no se ve yque es parte de este cuerpo social que nos necesita:ustedes jóvenes son capaces de descubrir laColombia profunda Los corazones jóvenes seestimulan ante los desafíos grandes: ¡Cuánta bellezanatural para ser contemplada sin necesidad deexplotarla! ¡Cuántos jóvenes como ustedes precisande su mano tendida, de su hombro para vislumbrarun futuro mejor!

Hoy he querido estar estos momentos con ustedes;estoy seguro de que ustedes tienen el potencialnecesario para construir, construir la nación quesiempre hemos soñado. Los jóvenes son la esperanzade Colombia y de la Iglesia; en su caminar y en suspasos adivinamos los de Jesús, Mensajero de la Paz,de Aquél que nos trae noticias buenas.

Me dirijo ahora a todos, queridos hermanos yhermanas de este amado País. Me dirijo ahora atodos, niños, jóvenes, adultos, ancianos, que quierenser portador de esperanza: que las dificultades no losopriman, que la violencia no los derrumbe, que elmal no los venza. Creemos que Jesús, con su amor ymisericordia que permanecen para siempre, havencido el mal, ha vencido el pecado y la muerte.Jesús, ha vencido el mal, el pecado y la muerte, ¿lorepetimos? (Fieles: Jesús, ha vencido el mal, elpecado y la muerte). Sólo basta salir a su encuentro.

Los invito al compromiso, no al cumplimiento,cumplo y miento, no, al compromiso, ¿A que losinvito? (Fieles: al compromiso). ¿Y qué es lo que notienen que hacer? (Fieles: el cumplimiento), bien,¡felicitaciones! Salgan a ese compromiso en larenovación de la sociedad, para que sea justa,estable, fecunda. Desde este lugar, los animo aafianzarse en el Señor, es el único que nos sostiene,el único que nos alienta para poder contribuir a lareconciliación y a la paz.

Los abrazo a todos y a cada uno, a los que estánaquí, a los enfermos, a los pobres, a los marginados,a los necesitados, a los ancianos, a los que están ensus casas… a todos; todos están en mi corazón. Yruego a Dios que los bendiga. Y, por favor, les pido austedes que no se olviden de rezar por mí. ¡Muchasgracias!

6. DISCURSO A LOS OBISPOS6. DISCURSO A LOS OBISPOSDE COLOMBIADE COLOMBIA

BOGOTÁ D.C. - 7 DE SEPTIEMBREBOGOTÁ D.C. - 7 DE SEPTIEMBRE

La paz esté con ustedes

Así saludó el Resucitado a su pequeña grey despuésde haber vencido a la muerte, así consiéntanme quelos salude al inicio de mi viaje.

Agradezco las palabras de bienvenida. Estoycontento porque los primeros pasos que doy en estePaís me llevan a encontrarlos a ustedes, obispos deColombia, para abrazar en ustedes a toda la Iglesiacolombiana y para estrechar a su gente en mi

corazón de Sucesor de Pedro. Les agradezcomuchísimo su ministerio episcopal, que les ruegocontinúen realizándolo con renovada generosidad.Un saludo particular dirijo a los obispos eméritos,animándolos a seguir sosteniendo, con la oración ycon la presencia discreta, a la Esposa de Cristo por lacual se han entregado generosamente.

Vengo para anunciar a Cristo y para cumplir en sunombre un itinerario de paz y reconciliación. ¡Cristoes nuestra paz! ¡Él nos ha reconciliado con Dios yentre nosotros!

Estoy convencido de que Colombia tiene algo deoriginal que llama fuertemente la atención: no hasido nunca una meta completamente realizada, ni undestino totalmente acabado, ni un tesoro totalmenteposeído. Su riqueza humana, sus vigorosos recursosnaturales, su cultura, su luminosa síntesis cristiana,el patrimonio de su fe y la memoria de susevangelizadores, la alegría gratuita e incondicionalde su gente, la impagable sonrisa de su juventud, suoriginal fidelidad al Evangelio de Cristo y a su Iglesiay, sobre todo, su indomable coraje de resistir a lamuerte, no sólo anunciada sino muchas vecessembrada: todo esto se sustrae, digamos se esconde,a aquellos que se presentan como forasteroshambrientos de adueñársela y, en cambio, se brindagenerosamente a quien toca su corazón con lamansedumbre del peregrino. Así es Colombia.

Por esto, como peregrino, me dirijo a su Iglesia. Deustedes soy hermano, deseoso de compartir a CristoResucitado para quien ningún muro es perenne,ningún miedo es indestructible, ninguna plaga esincurable.

No soy el primer Papa que les habla en su casa. Dosde mis más grandes Predecesores han sido huéspedesaquí: el beato Pablo VI, que vino apenas concluyó elConcilio Vaticano II para animar la realizacióncolegial del misterio de la Iglesia en América Latina;y san Juan Pablo II en su memorable visita apostólicade 1986. Las palabras de ambos son un recursopermanente, las indicaciones que delinearon y lamaravillosa síntesis que ofrecieron sobre nuestroministerio episcopal constituyen un patrimonio paracustodiar. Quisiera que cuanto les diga sea recibidoen continuidad con lo que ellos han enseñado.

Custodios y sacramento del primer paso

«Dar el primer paso» es el lema de mi visita ytambién para ustedes este es mi primer mensaje.Bien saben que Dios es el Señor del primer paso. Élsiempre nos primerea. Toda la Sagrada Escriturahabla de Dios como exiliado de sí mismo por amor.Ha sido así cuando sólo había tinieblas, caos y,saliendo de sí, Él hizo que todo viniese a ser (cf. Gn1.2,4); ha sido así cuando en el jardín de los orígenesÉl se paseaba, dándose cuenta de la desnudez de sucreatura (cf. Gn 3,8-9); ha sido así cuando,

peregrino, Él se alojó en la tienda de Abraham,dejándole la promesa de una inesperada fecundidad(cf. Gn 18,1-10); ha sido así cuando se presentó aMoisés encantándolo, cuando ya no tenía otrohorizonte que pastorear las ovejas de su suegro (cf.Ex, 3,1-2); ha sido así cuando no quitó de su miradaa su amada Jerusalén, aun cuando se prostituía en lavereda de la infidelidad (cf. Ez 16,15); ha sido asícuando migró con su gloria hacia su pueblo exiliadoen la esclavitud (cf. Ez 10,18-19).

Y, en la plenitud del tiempo, quiso revelar elverdadero nombre del primer paso, de su primerpaso. Se llama Jesús y es un paso irreversible.Proviene de la libertad de un amor que todo loprecede. Porque el Hijo, Él mismo, es la expresiónviva de dicho amor. Aquellos que lo reconocen y loacogen reciben en herencia el don de serintroducidos en la libertad de poder cumplir siempreen Él ese primer paso, no tienen miedo de perdersesi salen de sí mismos, porque llevan la fianza delamor emanado del primer paso de Dios, una brújulaque no les consiente perderse.

Cuiden pues, con santo temor y conmoción, eseprimer paso de Dios hacia ustedes y, con suministerio, hacia la gente que les ha sido confiada,en la conciencia de ser sacramento viviente de esalibertad divina que no tiene miedo de salir de símisma por amor, que no teme empobrecerse

mientras se entrega, que no tiene necesidad de otrafuerza que el amor.

Dios nos precede, somos sarmientos y no la vid. Portanto, no enmudezcan la voz de Aquél que los hallamado ni se ilusionen en que sea la suma de suspobres virtudes o los halagos de los poderosos deturno quienes aseguran el resultado de la misión queles ha confiado Dios. Al contrario, mendiguen en laoración cuando no puedan dar ni darse, para quetengan algo que ofrecer a aquellos que se acercanconstantemente a sus corazones de pastores. Laoración en la vida del obispo es la savia vital quepasa por la vid, sin la cual el sarmiento se marchitavolviéndose infecundo. Por tanto, luchen con Dios, ymás todavía en la noche de su ausencia, hasta que Élno los bendiga (cf. Gn 32,25-27). Las heridas de esacotidiana y prioritaria batalla en la oración seránfuente de curación para ustedes; serán heridos porDios para hacerse capaces de curar.

Hacer visible su identidad de sacramento del primerpaso de Dios

De hecho, hacer tangible la identidad de sacramentodel primer paso de Dios exigirá un continuo éxodointerior. «No hay ninguna invitación al amor mayorque adelantarse en ese mismo amor» (San Agustín,De catechizandis rudibus, liber I, 4.7, 26: PL 40), y,por tanto, ningún ámbito de la misión episcopalpuede prescindir de esta libertad de cumplir el

primer paso. La condición de posibilidad para elejercicio del ministerio apostólico es la disposición aacercarse a Jesús dejando atrás «lo que fuimos, paraque seamos lo que no éramos» (Id., Enarr. in psal.,121,12: PL 36).

Les recomiendo vigilar no sólo individualmente sinocolegialmente, dóciles al Espíritu Santo, sobre estepermanente punto de partida. Sin este núcleolanguidecen los rasgos del Maestro en el rostro de losdiscípulos, la misión se atasca y disminuye laconversión pastoral, que no es otra cosa que rescataraquella urgencia de anunciar el Evangelio de laalegría hoy, mañana y pasado mañana (cf. Lc 13,33),premura que devoró el Corazón de Jesús dejándolosin nido ni resguardo, reclinado solamente en elcumplimiento hasta el final de la voluntad del Padre(cf. Lc 9,58.62). ¿Qué otro futuro podemos perseguir?¿A qué otra dignidad podemos aspirar?

No se midan con el metro de aquellos que quisieranque fueran sólo una casta de funcionarios plegados ala dictadura del presente. Tengan, en cambio,siempre fija la mirada en la eternidad de Aquél quelos ha elegido, prontos a acoger el juicio decisivo desus labios.

En la complejidad del rostro de esta Iglesiacolombiana, es muy importante preservar lasingularidad de sus diversas y legítimas fuerzas, lassensibilidades pastorales, las peculiaridades

regionales, las memorias históricas, las riquezas delas propias experiencias eclesiales. Pentecostésconsiente que todos escuchen en la propia lengua.Por ello, busquen con perseverancia la comuniónentre ustedes. No se cansen de construirla a travésdel diálogo franco y fraterno, condenando comopeste las agendas encubiertas. Sean premurosos encumplir el primer paso, del uno para con el otro.Anticípense en la disposición de comprender lasrazones del otro. Déjense enriquecer de lo que elotro les puede ofrecer y construyan una Iglesia queofrezca a este País un testimonio elocuente decuánto se puede progresar cuando se está dispuestoa no quedarse en las manos de unos pocos. El rol delas Provincias Eclesiásticas en relación al mismomensaje evangelizador es fundamental, porque sondiversas y armonizadas las voces que lo proclaman.Por esto, no se contenten con un mediocrecompromiso mínimo que deje a los resignados en latranquila quietud de la propia impotencia, a la vezque domestica aquellas esperanzas que exigirían elcoraje de ser encauzadas más sobre la fuerza de Diosque sobre la propia debilidad.

Reserven una particular sensibilidad hacia las raícesafro-colombianas de su gente, que tangenerosamente han contribuido a plasmar el rostrode esta tierra.

Tocar la carne del cuerpo de Cristo

Los invito a no tener miedo de tocar la carne heridade la propia historia y de la historia de su gente.Háganlo con humildad, sin la vana pretensión deprotagonismo, y con el corazón indiviso, libre decompromisos o servilismos. Sólo Dios es Señor y aninguna otra causa se debe someter nuestra alma depastores.

Colombia tiene necesidad de su mirada propia deobispos, para sostenerla en el coraje del primer pasohacia la paz definitiva, la reconciliación, hacia laabdicación de la violencia como método, lasuperación de las desigualdades que son la raíz detantos sufrimientos, la renuncia al camino fácil perosin salida de la corrupción, la paciente yperseverante consolidación de la «res publica» querequiere la superación de la miseria y de ladesigualdad.

Se trata de una tarea ardua pero irrenunciable, loscaminos son empinados y las soluciones no sonobvias. Desde lo alto de Dios, que es la cruz de suHijo, obtendrán la fuerza; con la lucecita humilde delos ojos del Resucitado recorrerán el camino;escuchando la voz del Esposo que susurra en elcorazón, recibirán los criterios para discernir denuevo, en cada incertidumbre, la justa dirección.

Uno de sus ilustres literatos escribió hablando de unode sus míticos personajes: «No imaginaba que eramás fácil empezar una guerra que terminarla»

(Gabriel García Márquez, Cien años de soledad,capítulo 9). Todos sabemos que la paz exige de loshombres un coraje moral diverso. La guerra sigue loque hay de más bajo en nuestro corazón, la paz nosimpulsa a ser más grandes que nosotros mismos. Enseguida, el escritor añadía: «No entendía quehubiera necesitado tantas palabras para explicar loque se sentía en la guerra, si con una sola bastaba:miedo» (ibíd., cap. 15). No es necesario que leshable de ese miedo, raíz envenenada, fruto amargo yherencia nefasta de cada contienda. Quieroanimarlos a seguir creyendo que se puede hacer deotra manera, recordando que no han recibido unespíritu de esclavos para recaer en el temor; elmismo Espíritu atestigua que son hijos destinados ala libertad de la gloria a ellos reservada (cf. Rm8,15-16).

Ustedes ven con los propios ojos y conocen comopocos la deformación del rostro de este País, soncustodios de las piezas fundamentales que lo hacenuno, no obstante sus laceraciones. Precisamente poresto, Colombia tiene necesidad de ustedes parareconocerse en su verdadero rostro cargado deesperanza a pesar de sus imperfecciones, paraperdonarse recíprocamente no obstante las heridasno del todo cicatrizadas, para creer que se puedehacer otro camino aun cuando la inercia empuja arepetir los mismos errores, para tener el coraje desuperar cuanto la puede volver miserable a pesar de

sus tesoros.

Los animo, pues, a no cansarse de hacer de susIglesias un vientre de luz, capaz de generar, aunsufriendo pobreza, las nuevas creaturas que estatierra necesita. Hospédense en la humildad de sugente para darse cuenta de sus secretos recursoshumanos y de fe, escuchen cuánto su despojadahumanidad brama por la dignidad que solamente elResucitado puede conferir. No tengan miedo demigrar de sus aparentes certezas en búsqueda de laverdadera gloria de Dios, que es el hombre viviente.

La palabra de la reconciliación

Muchos pueden contribuir al desafío de esta Nación,pero la misión de ustedes es singular. Ustedes no sontécnicos ni políticos, son pastores. Cristo es lapalabra de reconciliación escrita en sus corazones ytienen la fuerza de poder pronunciarla no solamenteen los púlpitos, en los documentos eclesiales o en losartículos de periódicos, sino más bien en el corazónde las personas, en el secreto sagrario de susconciencias, en el calor esperanzado que los atrae ala escucha de la voz del cielo que proclama «paz alos hombres amados por Dios» (Lc 2,14). Ustedesdeben pronunciarla con el frágil, humilde, peroinvencible recurso de la misericordia de Dios, laúnica capaz de derrotar la cínica soberbia de loscorazones autorreferenciales.

A la Iglesia no le interesa otra cosa que la libertad depronunciar esta Palabra. No sirven alianzas con unaparte u otra, sino la libertad de hablar a loscorazones de todos. Precisamente allí tienen laautonomía para inquietar, allí tienen la posibilidadde sostener un cambio de ruta.

El corazón humano, muchas veces engañado, concibeel insensato proyecto de hacer de la vida un continuoaumento de espacios para depositar lo que acumula.Precisamente aquí es necesario que resuene lapregunta: ¿De qué sirve ganar el mundo entero siqueda el vacío en el alma? (cf. Mt 16,26).

De sus labios de legítimos pastores de Cristo, tal cualustedes son, Colombia tiene el derecho de serinterpelada por la verdad de Dios, que repitecontinuamente: «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9).Es un interrogatorio que no puede ser silenciado, auncuando quien lo escucha no puede más que abajar lamirada, confundido, y balbucir la propia vergüenzapor haberlo vendido, quizás, al precio de algunadosis de estupefaciente o alguna equívocaconcepción de razón de Estado, tal vez por la falsaconciencia de que el fin justifica los medios.

Les ruego tener siempre fija la mirada sobre elhombre concreto. No sirvan a un concepto dehombre, sino a la persona humana amada por Dios,hecha de carne, huesos, historia, fe, esperanza,sentimientos, desilusiones, frustraciones, dolores,

heridas, y verán que esa concreción del hombredesenmascara las frías estadísticas, los cálculosmanipulados, las estrategias ciegas, las falseadasinformaciones, recordándoles que «realmente, elmisterio del hombre sólo se esclarece en el misteriodel Verbo encarnado» (Gaudium et spes, 22).

Una Iglesia en misión

Teniendo en cuenta el generoso trabajo pastoral queya desarrollan, permítanme ahora que les presentealgunas inquietudes que llevo en mi corazón depastor, deseoso de exhortarles a ser cada vez másuna Iglesia en misión. Mis Predecesores ya haninsistido sobre varios de estos desafíos: la familia yla vida, los jóvenes, los sacerdotes, las vocaciones,los laicos, la formación. Los decenios transcurridos,no obstante el ingente trabajo, quizás han vueltoaún más fatigosas las respuestas para hacer eficaz lamaternidad de la Iglesia en el generar, alimentar yacompañar a sus hijos.

Pienso en las familias colombianas, en la defensa dela vida desde el vientre materno hasta su naturalconclusión, en la plaga de la violencia y delalcoholismo, no raramente extendida en los hogares,en la fragilidad del vínculo matrimonial y la ausenciade los padres de familia con sus trágicasconsecuencias de inseguridad y orfandad. Pienso entantos jóvenes amenazados por el vacío del alma yarrastrados en la fuga de la droga, en el estilo de

vida fácil, en la tentación subversiva. Pienso en losnumerosos y generosos sacerdotes y en el desafío desostenerlos en la fiel y cotidiana elección por Cristoy por la Iglesia, mientras algunos otros continúanpropagando la cómoda neutralidad de aquellos quenada eligen para quedarse con la soledad de símismos. Pienso en los fieles laicos esparcidos entodas las Iglesias particulares, resistiendofatigosamente para dejarse congregar por Dios quees comunión, aun cuando no pocos proclaman elnuevo dogma del egoísmo y de la muerte de todasolidaridad. Pienso en el inmenso esfuerzo de todospara profundizar la fe y hacerla luz viva para loscorazones y lámpara para el primer paso.

No les traigo recetas ni intento dejarles una lista detareas. Con todo quisiera rogarles que, al realizar encomunión su gravosa misión de pastores deColombia, conserven la serenidad. Bien saben que enla noche el maligno continúa sembrando cizaña, perotengan la paciencia del Señor del campo,confiándose en la buena calidad de sus granos.Aprendan de su longanimidad y magnanimidad. Sustiempos son largos porque es inconmensurable sumirada de amor. Cuando el amor es reducido elcorazón se vuelve impaciente, turbado por laansiedad de hacer cosas, devorado por el miedo dehaber fracasado. Crean sobre todo en la humildad dela semilla de Dios. Fíense de la potencia escondidade su levadura. Orienten el corazón sobre la preciosa

fascinación que atrae y hace vender todo con tal deposeer ese divino tesoro.

De hecho, ¿qué otra cosa más fuerte pueden ofrecera la familia colombiana que la fuerza humilde delEvangelio del amor generoso que une al hombre y ala mujer, haciéndolos imagen de la unión de Cristocon su Iglesia, transmisores y guardianes de la vida?Las familias tienen necesidad de saber que en Cristopueden volverse árbol frondoso capaz de ofrecersombra, dar fruto en todas las estaciones del año,anidar la vida en sus ramas. Son tantos hoy los quehomenajean árboles sin sombra, infecundos, ramasprivadas de nidos. Que para ustedes el punto departida sea el testimonio alegre de que la felicidadestá en otro lugar.

¿Qué cosa pueden ofrecer a sus jóvenes? Ellos amansentirse amados, desconfían de quien losminusvalora, piden coherencia limpia y esperan serinvolucrados. Recíbanlos, por tanto, con el corazónde Cristo y ábranles espacios en la vida de susIglesias. No participen en ninguna negociación quemalvenda sus esperanzas. No tengan miedo de alzarserenamente la voz para recordar a todos que unasociedad que se deja seducir por el espejismo delnarcotráfico se arrastra a sí misma en esa metástasismoral que mercantiliza el infierno y siembra pordoquier la corrupción y, al mismo tiempo, engordalos paraísos fiscales.

¿Qué cosa pueden dar a sus sacerdotes? El primer dones aquel de su paternidad que asegure que la manoque los ha generado y ungido no se ha retirado de susvidas. Vivimos en la era de la informática y no nos esdifícil alcanzar a nuestros sacerdotes en tiempo realmediante algún programa de mensajes. Pero elcorazón de un padre, de un obispo, no puedelimitarse a la precaria, impersonal y externacomunicación con su presbiterio. No se puedeapartar del corazón del obispo la inquietud sobredónde viven sus sacerdotes. ¿Viven de verdad segúnJesús? ¿O se han improvisado otras seguridades comola estabilidad económica, la ambigüedad moral, ladoble vida o la ilusión miope de la carrera? Lossacerdotes precisan, con necesidad y urgencia vital,de la cercanía física y afectiva de su obispo.Requieren sentir que tienen padre.

Sobre las espaldas de los sacerdotes frecuentementepesa la fatiga del trabajo cotidiano de la Iglesia.Ellos están en primera línea, continuamentecircundados de la gente que, abatida, busca en ellosel rostro del pastor. La gente se acerca y golpea a suscorazones. Ellos deben dar de comer a la multitud yel alimento de Dios no es nunca una propiedad de lacual se puede disponer sin más. Al contrario,proviene solamente de la indigencia puesta encontacto con la bondad divina. Despedir a lamuchedumbre y alimentarse de lo poco que unopuede indebidamente apropiarse es una tentación

permanente (cf. Lc 9,13).

Vigilen por tanto sobre las raíces espirituales de sussacerdotes. Condúzcanlos continuamente a aquellaCesarea de Filipo donde, desde los orígenes delJordán de cada uno, puedan sentir de nuevo lapregunta de Jesús: ¿Quién soy yo para ti? La razóndel gradual deterioro que muchas veces lleva a lamuerte del discípulo siempre está en un corazón queya no puede responder: «Tú eres el Cristo, el Hijo deDios» (cf. Mt 16,13-16). De aquí se debilita el corajede la irreversibilidad del don de sí, y deriva tambiénla desorientación interior, el cansancio de un corazónque ya no sabe acompañar al Señor en su caminohacia Jerusalén.

Cuiden especialmente el itinerario formativo de sussacerdotes, desde el nacimiento de la llamada deDios en sus corazones. La nueva Ratio FundamentalisInstitutionis Sacerdotalis, recientemente publicada,es un valioso recurso, aún por aplicar, para que laIglesia colombiana esté a la altura del don de Diosque nunca ha dejado de llamar al sacerdocio a tantosde sus hijos.

No descuiden, por favor, la vida de los consagrados yconsagradas. Ellos y ellas constituyen la bofetadakerigmática a toda mundanidad y son llamados aquemar cualquier resaca de valores mundanos en elfuego de las bienaventuranzas vividas sin glosa y enel total abajamiento de sí mismos en el servicio. No

los consideren como «recursos de utilidad» para lasobras apostólicas; más bien, sepan ver en ellos elgrito del amor consagrado de la Esposa: «Ven SeñorJesús» (Ap 22,20).

Reserven la misma preocupación formativa a suslaicos, de los cuales depende no sólo la solidez de lascomunidades de fe, sino gran parte de la presenciade la Iglesia en el ámbito de la cultura, de lapolítica, de la economía. Formar en la Iglesiasignifica ponerse en contacto con la fe viviente de laComunidad viva, introducirse en un patrimonio deexperiencias y de respuestas que suscita el EspírituSanto, porque Él es quien enseña todas las cosas (cf.Jn 14,26).

Un pensamiento quisiera dirigir a los desafíos de laIglesia en la Amazonia, región de la cual con razónestán orgullosos, porque es parte esencial de lamaravillosa biodiversidad de este País. La Amazoniaes para todos nosotros una prueba decisiva paraverificar si nuestra sociedad, casi siempre reducidaal materialismo y pragmatismo, está en grado decustodiar lo que ha recibido gratuitamente, no paradesvalijarlo, sino para hacerlo fecundo. Pienso, sobretodo, en la arcana sabiduría de los pueblos indígenasamazónicos y me pregunto si somos aún capaces deaprender de ellos la sacralidad de la vida, el respetopor la naturaleza, la conciencia de que no solamentela razón instrumental es suficiente para colmar la

vida del hombre y responder a sus más inquietantesinterrogantes.

Por esto los invito a no abandonar a sí misma laIglesia en Amazonia. La consolidación de un rostroamazónico para la Iglesia que peregrina aquí es undesafío de todos ustedes, que depende del crecientey consciente apoyo misionero de todas las diócesiscolombianas y de su entero clero. He escuchado queen algunas lenguas nativas amazónicas para referirsea la palabra «amigo» se usa la expresión «mi otrobrazo». Sean por lo tanto el otro brazo de laAmazonia. Colombia no la puede amputar sin sermutilada en su rostro y en su alma.

Queridos hermanos:

Los invito ahora a dirigirnos espiritualmente aNuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, cuyaimagen han tenido la delicadeza de traer de suSantuario a la magnífica Catedral de esta ciudadpara que también yo la pudiera contemplar.

Como bien saben, Colombia no puede darse a símisma la verdadera Renovación a la que aspira, sinoque ésta viene concedida desde lo alto.Supliquémosla al Señor, pues, por medio de laVirgen.

Así como en Chiquinquirá Dios ha renovado elesplendor del rostro de su Madre, que Él sigailuminando con su celestial luz el rostro de esteentero País y bendiga a la Iglesia de Colombia con subenévola compañía.

7. DISCURSO DEL PAPA FRANCISCO7. DISCURSO DEL PAPA FRANCISCOA LOS OBISPOS DE AMÉRICA LATINAA LOS OBISPOS DE AMÉRICA LATINA

BOGOTÁ D.C. - 7 DE SEPTIEMBREBOGOTÁ D.C. - 7 DE SEPTIEMBRE

Queridos hermanos, gracias por este encuentro y porlas cálidas palabras de bienvenida del Presidente dela Conferencia del Episcopado Latinoamericano. Deno haber sido por las exigencias de la agenda,hubiera querido encontrarlos en la sede del CELAM.Les agradezco la delicadeza de estar aquí en estemomento.

Agradezco el esfuerzo que hacen para transformaresta Conferencia Episcopal continental en una casaal servicio de la comunión y de la misión de la Iglesia

en América Latina; en un centro propulsor de laconciencia discipular y misionera; en una referenciavital para la comprensión y la profundización de lacatolicidad latinoamericana, delineada gradualmentepor este organismo de comunión durante décadas deservicio. Y hago propicia la ocasión para animar losrecientes esfuerzos con el fin de expresar estasolicitud colegial mediante el Fondo de Solidaridadde la Iglesia Latinoamericana.

Hace cuatro años, en Río de Janeiro, tuve ocasión dehablarles sobre la herencia pastoral de Aparecida,último acontecimiento sinodal de la IglesiaLatinoamericana y del Caribe. En aquel momentosubrayaba la permanente necesidad de aprender desu método, sustancialmente compuesto por laparticipación de las Iglesias locales y en sintonía conlos peregrinos que caminan en busca del rostrohumilde de Dios que quiso manifestarse en la Virgenpescada en las aguas, y que se prolonga en la misióncontinental que quiere ser, no la suma de iniciativasprogramáticas que llenan agendas y tambiéndesperdician energías preciosas, sino el esfuerzopara poner la misión de Jesús en el corazón de lamisma Iglesia, transformándola en criterio paramedir la eficacia de las estructuras, los resultados desu trabajo, la fecundidad de sus ministros y la alegríaque ellos son capaces de suscitar. Porque sin alegríano se atrae a nadie.

Me detuve entonces en las tentaciones, todavíapresentes, de la ideologización del mensajeevangélico, del funcionalismo eclesial y delclericalismo, porque está siempre en juego lasalvación que nos trae Cristo. Esta debe llegar confuerza al corazón del hombre para interpelar sulibertad, invitándolo a un éxodo permanente desdela propia autorreferencialidad hacia la comunión conDios y con los demás hermanos.

Dios, al hablar en Jesús al hombre, no lo hace con unvago reclamo como a un forastero, ni con unaconvocación impersonal como lo haría un notario, nicon una declaración de preceptos a cumplir como lohace cualquier funcionario de lo sacro. Dios hablacon la inconfundible voz del Padre al hijo, y respetasu misterio porque lo ha formado con sus mismasmanos y lo ha destinado a la plenitud. Nuestro mayordesafío como Iglesia es hablar al hombre comoportavoz de esta intimidad de Dios, que lo considerahijo, aun cuando reniegue de esa paternidad, porquepara Él somos siempre hijos reencontrados.

No se puede, por tanto, reducir el Evangelio a unprograma al servicio de un gnosticismo de moda, aun proyecto de ascenso social o a una concepción dela Iglesia como una burocracia que se autobeneficia,como tampoco esta se puede reducir a unaorganización dirigida, con modernos criteriosempresariales, por una casta clerical.

La Iglesia es la comunidad de los discípulos de Jesús;la Iglesia es Misterio (cf. Lumen Gentium, 5) y Pueblo(cf. ibíd., 9), o mejor aún: en ella se realiza elMisterio a través del Pueblo de Dios.

Por eso insistí sobre el discipulado misionero comoun llamado divino para este hoy tenso y complejo, unpermanente salir con Jesús para conocer cómo ydónde vive el Maestro. Y mientras salimos en sucompañía conocemos la voluntad del Padre, quesiempre nos espera. Sólo una Iglesia Esposa, Madre,Sierva, que ha renunciado a la pretensión decontrolar aquello que no es su obra sino la de Dios,puede permanecer con Jesús aun cuando su nido y suresguardo es la cruz.

Cercanía y encuentro son los instrumentos de Diosque, en Cristo, se ha acercado y nos ha encontradosiempre. El misterio de la Iglesia es realizarse comosacramento de esta divina cercanía y como lugarpermanente de este encuentro. De ahí la necesidadde la cercanía del obispo a Dios, porque en Él sehalla la fuente de la libertad y de la fuerza delcorazón del pastor, así como de la cercanía al PuebloSanto que le ha sido confiado. En esta cercanía elalma del apóstol aprende a hacer tangible la pasiónde Dios por sus hijos.

Aparecida es un tesoro cuyo descubrimiento todavíaestá incompleto. Estoy seguro de que cada uno deustedes descubre cuánto se ha enraizado su riqueza

en las Iglesias que llevan en el corazón. Como losprimeros discípulos enviados por Jesús en planmisionero, también nosotros podemos contar conentusiasmo todo cuanto hemos hecho (cf. Mc 6,30).

Sin embargo, es necesario estar atentos. Lasrealidades indispensables de la vida humana y de laIglesia no son nunca un monumento sino unpatrimonio vivo. Resulta mucho más cómodotransformarlas en recuerdos de los cuales secelebran los aniversarios: ¡50 años de Medellín, 20 deEcclesia in America, 10 de Aparecida! En cambio, esotra cosa: custodiar y hacer fluir la riqueza de talpatrimonio (pater - munus) constituyen el munus denuestra paternidad episcopal hacia la Iglesia denuestro continente.

Bien saben que la renovada conciencia, de que alinicio de todo está siempre el encuentro con Cristovivo, requiere que los discípulos cultiven lafamiliaridad con Él; de lo contrario el rostro delSeñor se opaca, la misión pierde fuerza, laconversión pastoral retrocede. Orar y cultivar eltrato con Él es, por tanto, la actividad másimprorrogable de nuestra misión pastoral.

A sus discípulos, entusiastas de la misión cumplida,Jesús les dijo: «Vengan ustedes solos a un lugardeshabitado» (Mc 6,31). Nosotros necesitamos mástodavía este estar a solas con el Señor parareencontrar el corazón de la misión de la Iglesia en

América Latina en sus actuales circunstancias. ¡Haytanta dispersión interior y también exterior! Losmúltiples acontecimientos, la fragmentación de larealidad, la instantaneidad y la velocidad delpresente, podrían hacernos caer en la dispersión y enel vacío. Reencontrar la unidad es un imperativo.

¿Dónde está la unidad? Siempre en Jesús. Lo quehace permanente la misión no es el entusiasmo queinflama el corazón generoso del misionero, aunquesiempre es necesario; más bien es la compañía deJesús mediante su Espíritu. Si no salimos con Él en lamisión pronto perderíamos el camino, arriesgándonosa confundir nuestras necesidades vacuas con sucausa. Si la razón de nuestro salir no es Él será fácildesanimarse en medio de la fatiga del camino, ofrente a la resistencia de los destinatarios de lamisión, o ante los cambiantes escenarios de lascircunstancias que marcan la historia, o por elcansancio de los pies debido al insidioso desgastecausado por el enemigo.

No forma parte de la misión ceder al desánimocuando, quizás, habiendo pasado el entusiasmo delos inicios, llega el momento en el que tocar la carnede Cristo se vuelve muy duro. En una situación comoesta, Jesús no alienta nuestros miedos. Y como biensabemos que a ningún otro podemos ir, porque sóloÉl tiene palabras de vida eterna (cf. Jn 6,68), esnecesario en consecuencia, profundizar nuestra

elección.

¿Qué significa concretamente salir con Jesús enmisión hoy en América Latina? El adverbio«concretamente» no es un detalle de estilo literario,más bien pertenece al núcleo de la pregunta. ElEvangelio es siempre concreto, jamás un ejercicio deestériles especulaciones. Conocemos bien larecurrente tentación de perderse en el bizantinismode los doctores de la ley, de preguntarse hasta quépunto se puede llegar sin perder el control del propioterritorio demarcado o del presunto poder que loslímites prometen.

Mucho se ha hablado sobre la Iglesia en estadopermanente de misión. Salir con Jesús es lacondición para tal realidad. El Evangelio habla deJesús que, habiendo salido del Padre, recorre con lossuyos los campos y los poblados de Galilea. No setrata de un recorrido inútil del Señor. Mientrascamina, encuentra; cuando encuentra, se acerca;cuando se acerca, habla; cuando habla, toca con supoder; cuando toca, cura y salva. Llevar al Padre acuantos encuentra es la meta de su permanente salir,sobre el cual debemos reflexionar continuamente. LaIglesia debe reapropiarse de los verbos que el Verbode Dios conjuga en su divina misión. Salir paraencontrar, sin pasar de largo; reclinarse sin desidia;tocar sin miedo. Se trata de que se metan día a díaen el trabajo de campo, allí donde vive el Pueblo de

Dios que les ha sido confiado. No nos es lícitodejarnos paralizar por el aire acondicionado de lasoficinas, por las estadísticas y las estrategiasabstractas. Es necesario dirigirse al hombre en susituación concreta; de él no podemos apartar lamirada. La misión se realiza en un cuerpo a cuerpo.

Una Iglesia capaz de ser sacramento de unidad

¡Se ve tanta dispersión en nuestro entorno! Y no merefiero solamente a la de la rica diversidad quesiempre ha caracterizado el continente, sino a lasdinámicas de disgregación. Hay que estar atentospara no dejarse atrapar en estas trampas. La Iglesiano está en América Latina como si tuviera lasmaletas en la mano, lista para partir después dehaberla saqueado, como han hecho tantos a lo largodel tiempo. Quienes obran así miran con sentido desuperioridad y desprecio su rostro mestizo;pretenden colonizar su alma con las mismas fallidas yrecicladas fórmulas sobre la visión del hombre y dela vida, repiten iguales recetas matando al pacientemientras enriquecen a los médicos que los mandan;ignoran las razones profundas que habitan en elcorazón de su pueblo y que lo hacen fuerteexactamente en sus sueños, en sus mitos, a pesar delos numerosos desencantos y fracasos; manipulanpolíticamente y traicionan sus esperanzas, dejandodetrás de sí tierra quemada y el terreno pronto parael eterno retorno de lo mismo, aun cuando se vuelva

a presentar con vestido nuevo. Hombres y utopíasfuertes han prometido soluciones mágicas,respuestas instantáneas, efectos inmediatos. LaIglesia, sin pretensiones humanas, respetuosa delrostro multiforme del continente, que considera nouna desventaja sino una perenne riqueza, debecontinuar prestando el humilde servicio al verdaderobien del hombre latinoamericano. Debe trabajar sincansarse para construir puentes, abatir muros,integrar la diversidad, promover la cultura delencuentro y del diálogo, educar al perdón y a lareconciliación, al sentido de justicia, al rechazo dela violencia y al coraje de la paz. Ningunaconstrucción duradera en América Latina puedeprescindir de este fundamento invisible peroesencial.

La Iglesia conoce como pocos aquella unidadsapiencial que precede cualquier realidad enAmérica Latina. Convive cotidianamente con aquellareserva moral sobre la que se apoya el edificioexistencial del continente. Estoy seguro de quemientras estoy hablando de esto ustedes podríandarle nombre a esta realidad. Con ella debemosdialogar continuamente. No podemos perder elcontacto con este sustrato moral, con este humusvital que reside en el corazón de nuestra gente, enel que se percibe la mezcla casi indistinta, pero almismo tiempo elocuente, de su rostro mestizo: noúnicamente indígena, ni hispánico, ni lusitano, ni

afroamericano, sino mestizo, ¡latinoamericano!

Guadalupe y Aparecida son manifestacionesprogramáticas de esta creatividad divina. Biensabemos que esto está en la base sobre la que seapoya la religiosidad popular de nuestro pueblo; esparte de su singularidad antropológica; es un don conel que Dios se ha querido dar a conocer a nuestragente. Las páginas más luminosas de la historia denuestra Iglesia han sido escritas precisamentecuando se ha sabido nutrir de esta riqueza, hablar aeste corazón recóndito que palpita custodiando,como una pequeña luz encendida bajo las aparentescenizas, el sentido de Dios y de su trascendencia, lasacralidad de la vida, el respeto por la creación, loslazos de solidaridad, la alegría de vivir, la capacidadde ser feliz sin condiciones.

Para hablar a esta alma que es profunda, para hablara la Latinoamérica profunda, la Iglesia debeaprender continuamente de Jesús. Dice el Evangelioque hablaba sólo en parábolas (cf. Mc 4,34).Imágenes que involucran y hacen partícipes, quetransforman a los oyentes de su Palabra enpersonajes de sus divinos relatos. El santo Pueblo fielde Dios en América Latina no comprende otrolenguaje sobre Él. Estamos invitados a salir en misiónno con conceptos fríos que se contentan con loposible, sino con imágenes que continuamentemultiplican y despliegan sus fuerzas en el corazón

del hombre, transformándolo en grano sembrado entierra buena, en levadura que incrementa sucapacidad de hacer pan de la masa, en semilla queesconde la potencia del árbol fecundo.

Una Iglesia capaz de ser sacramento de esperanza

Muchos se lamentan de cierto déficit de esperanzaen la América Latina actual. A nosotros no nos estáconsentida la «quejumbrosidad», porque laesperanza que tenemos viene de lo alto. Además,bien sabemos que el corazón latinoamericano ha sidoamaestrado por la esperanza. Como decía uncantautor brasileño «a esperança è equilibrista;dança na corda bamba de sombrinha» (João Bosco, OBêbado e a Equilibrista). Cuando se piensa que se haacabado, hela aquí nuevamente donde menos se laesperaba. Nuestro pueblo ha aprendido que ningunadesilusión es suficiente para doblegarlo. Sigue alCristo flagelado y manso, sabe desensillar hasta queaclare y permanece en la esperanza de su victoria,porque —en el fondo— tiene conciencia de que nopertenece totalmente a este mundo.

Es indudable que la Iglesia en estas tierras esparticularmente un sacramento de esperanza, peroes necesario vigilar sobre la concretización de estaesperanza. Tanto más trascendente cuanto más debetransformar el rostro inmanente de aquellos que laposeen. Les ruego que vigilen sobre la concretizaciónde la esperanza y consiéntanme recordarles algunos

de sus rostros ya visibles en esta Iglesialatinoamericana.

La esperanza en América Latina tiene un rostrojoven

Se habla con frecuencia de los jóvenes —se declamanestadísticas sobre el continente del futuro—, algunosofrecen noticias sobre su presunta decadencia ysobre cuánto estén adormilados, otros aprovechan desu potencial para consumir, no pocos les proponen elrol de peones del tráfico y de la violencia. No sedejen capturar por tales caricaturas sobre susjóvenes. Mírenlos a los ojos y busquen en ellos elcoraje de la esperanza. No es verdad que estén listospara repetir el pasado. Ábranles espacios concretosen las Iglesias particulares que les han sidoconfiadas, inviertan tiempo y recursos en suformación. Propongan programas educativos incisivosy objetivos pidiéndoles, como los padres le piden alos hijos, el resultado de sus potencialidades yeducando su corazón en la alegría de la profundidad,no de la superficialidad. No se conformen conretóricas u opciones escritas en los planes pastoralesjamás puestos en práctica.

He escogido precisamente Panamá, el istmo de estecontinente, para la Jornada Mundial de la Juventud2019 que será celebrada siguiendo el ejemplo de laVirgen que proclama: «He aquí la sierva» y «secumpla en mí» (Lc 1,38). Estoy seguro de que en

todos los jóvenes se esconde un istmo, en el corazónde todos nuestros chicos hay un pequeño y alargadopedazo de terreno que se puede recorrer paraconducirlos hacia un futuro que sólo Dios conoce y aÉl le pertenece. Toca a nosotros presentarles grandespropuestas para despertar en ellos el coraje dearriesgarse junto a Dios y de hacerlos, como laVirgen, disponibles.

La esperanza en América Latina tiene un rostrofemenino

No es necesario que me alargue para hablar del rolde la mujer en nuestro continente y en nuestraIglesia. De sus labios hemos aprendido la fe; casi conla leche de sus senos hemos adquirido los rasgos denuestra alma mestiza y la inmunidad frente acualquier desesperación. Pienso en las madresindígenas o morenas, pienso en las mujeres de laciudad con su triple turno de trabajo, pienso en lasabuelas catequistas, pienso en las consagradas y enlas tan discretas artesanas del bien. Sin las mujeresla Iglesia del continente perdería la fuerza derenacer continuamente. Son las mujeres que, conmeticulosa paciencia, encienden y reencienden lallama de la fe. Es un serio deber comprender,respetar, valorizar, promover la fuerza eclesial ysocial de cuanto realizan. Acompañaron a Jesúsmisionero; no se retiraron del pie de la cruz; ensoledad esperaron que la noche de la muerte

devolviese al Señor de la vida; inundaron el mundocon su presencia resucitada. Si queremos una nuevay vivaz etapa de la fe en este continente, no laobtendremos sin las mujeres. Por favor, no puedenser reducidas a siervas de nuestro recalcitranteclericalismo; ellas son, en cambio, protagonistas enla Iglesia latinoamericana; en su salir con Jesús; ensu perseverar, aun en el sufrimiento de su Pueblo; ensu aferrarse a la esperanza que vence a la muerte;en su alegre modo de anunciar al mundo que Cristoestá vivo, y ha resucitado.

La esperanza en América Latina pasa a través delcorazón, la mente y los brazos de los laicos

Quisiera reiterar lo que recientemente he dicho a laPontificia Comisión para América Latina. Es unimperativo superar el clericalismo que infantiliza alos Christifideles laici y empobrece la identidad delos ministros ordenados.

Si bien se invirtió mucho esfuerzo y algunos pasoshan sido dados, los grandes desafíos del continentepermanecen sobre la mesa y continúan esperando laconcretización serena, responsable, competente,visionaria, articulada, consciente, de un laicadocristiano que, como creyente, esté dispuesto acontribuir en los procesos de un auténtico desarrollohumano, en la consolidación de la democraciapolítica y social, en la superación estructural de lapobreza endémica, en la construcción de una

prosperidad inclusiva fundada en reformas duraderasy capaces de preservar el bien social, en lasuperación de la desigualdad y la custodia de laestabilidad, en la delineación de modelos dedesarrollo económico sostenibles que respeten lanaturaleza y el verdadero futuro del hombre, que nose resuelve con el consumismo desmesurado, asícomo también en el rechazo de la violencia y ladefensa de la paz.

Y algo más: en este sentido, la esperanza debesiempre mirar al mundo con los ojos de los pobres ydesde la situación de los pobres. Ella es pobre comoel grano de trigo que muere (cf. Jn 12,24), perotiene la fuerza de diseminar los planes de Dios.

La riqueza autosuficiente con frecuencia priva a lamente humana de la capacidad de ver, sea larealidad del desierto sea los oasis ahí escondidos.Propone respuestas de manual y repite certezas detalkshows; balbucea la proyección de sí misma,vacía, sin acercarse mínimamente a la realidad.Estoy seguro de que en este difícil y confuso peroprovisorio momento que vivimos, las soluciones paralos problemas complejos que nos desafían nacen dela sencillez cristiana que se esconde a los poderososy se muestra a los humildes: la limpieza de la fe enel Resucitado, el calor de la comunión con Él, lafraternidad, la generosidad y la solidaridad concretaque también brota de la amistad con Él.

Y todo esto lo quisiera resumir en una frase que lesdejo como síntesis y recuerdo de este encuentro: Siqueremos servir desde el CELAM, a nuestra AméricaLatina, lo tenemos que hacer con pasión. Hoy hacefalta pasión. Poner el corazón en todo lo quehagamos, pasión de joven enamorado y de ancianosabio, pasión que transforma las ideas en utopíasviables, pasión en el trabajo de nuestras manos,pasión que nos convierte en continuos peregrinos ennuestras Iglesias como —permítanme recordarlo—santo Toribio de Mogrovejo, que no se instaló en susede: de 24 años de episcopado, 18 los pasó entre lospueblos de su diócesis. Hermanos, por favor, les pidopasión, pasión evangelizadora.

A ustedes, hermanos obispos del CELAM, a las Iglesiaslocales que representan y al entero pueblo deAmérica Latina y del Caribe, los confío a laprotección de la Virgen, invocada con los nombres deGuadalupe y Aparecida, con la serena certeza de queDios, que ha hablado a este continente con el rostromestizo y moreno de su Madre, no dejará de hacerresplandecer su benigna luz en la vida de todos.

8. HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO8. HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCOEN LA EUCARISTÍA CELEBRADAEN LA EUCARISTÍA CELEBRADAEN EL PARQUE SIMÓN BOLIVAREN EL PARQUE SIMÓN BOLIVAR

BOGOTÁ D.C – 7 DE SEPTIEMBREBOGOTÁ D.C – 7 DE SEPTIEMBRE

El Evangelista recuerda que el llamado de losprimeros discípulos fue a orillas del lago deGenesaret, allí donde la gente se aglutinaba paraescuchar una voz capaz de orientarles e iluminarles;y también es el lugar donde los pescadores cierransus fatigosas jornadas, en las que buscan el sustentopara llevar una vida sin penurias, digna y feliz. Es laúnica vez en todo el Evangelio de Lucas en que Jesúspredica junto al llamado mar de Galilea. En el marabierto se confunden la esperada fecundidad deltrabajo con la frustración por la inutilidad de losesfuerzos vanos. Según una antigua lectura cristiana,el mar también representa la inmensidad donde

conviven todos los pueblos. Finalmente, por suagitación y oscuridad, evoca todo aquello queamenaza la existencia humana y que tiene el poderde destruirla.

Nosotros usamos expresiones similares para definirmultitudes: una marea humana, un mar de gente.Ese día, Jesús tiene detrás de sí, el mar y frente aÉl, una multitud que lo ha seguido porque sabe de suconmoción ante el dolor humano... y de sus palabrasjustas, profundas, certeras. Todos ellos vienen aescucharlo, la Palabra de Jesús tiene algo especialque no deja indiferente a nadie; su Palabra tienepoder para convertir corazones, cambiar planes yproyectos. Es una Palabra probada en la acción, noes una conclusión de escritorio, de acuerdos fríos yalejados del dolor de la gente, por eso es unaPalabra que sirve tanto para la seguridad de la orillacomo para la fragilidad del mar.

Esta querida ciudad, Bogotá, y este hermoso País,Colombia, tienen mucho de estos escenarioshumanos presentados por el Evangelio. Aquí seencuentran multitudes anhelantes de una palabra devida, que ilumine con su luz todos los esfuerzos ymuestre el sentido y la belleza de la existenciahumana. Estas multitudes de hombres y mujeres,niños y ancianos habitan una tierra de inimaginablefecundidad, que podría dar frutos para todos. Perotambién aquí, como en otras partes, hay densas

tinieblas que amenazan y destruyen la vida: lastinieblas de la injusticia y de la inequidad social; lastinieblas corruptoras de los intereses personales ogrupales, que consumen de manera egoísta ydesaforada lo que está destinado para el bienestarde todos; las tinieblas del irrespeto por la vidahumana que siega a diario la existencia de tantosinocentes, cuya sangre clama al cielo; las tinieblasde la sed de venganza y del odio que mancha consangre humana las manos de quienes se toman lajusticia por su cuenta; las tinieblas de quienes sevuelven insensibles ante el dolor de tantas víctimas.A todas esas tinieblas Jesús las disipa y destruye consu mandato en la barca de Pedro: «Navega maradentro» (Lc 5,4).

Nosotros podemos enredarnos en discusionesinterminables, sumar intentos fallidos y hacer unelenco de esfuerzos que han terminado en nada;igual que Pedro, sabemos qué significa la experienciade trabajar sin ningún resultado. Esta Nacióntambién sabe de ello, cuando por un período de 6años, allá al comienzo, tuvo 16 presidentes y pagócaro sus divisiones («la patria boba»); también laIglesia en Colombia sabe de trabajos pastoralesvanos e infructuosos, pero como Pedro, tambiénsomos capaces de confiar en el Maestro, cuyapalabra suscita fecundidad incluso allí donde lainhospitalidad de las tinieblas humanas haceinfructuosos tantos esfuerzos y fatigas. Pedro es el

hombre que acoge decidido la invitación de Jesús,que lo deja todo y lo sigue, para transformarse ennuevo pescador, cuya misión consiste en llevar a sushermanos al Reino de Dios, donde la vida se haceplena y feliz.

Pero el mandato de echar las redes no está dirigidosólo a Simón Pedro; a él le ha tocado navegar maradentro, como aquellos en vuestra patria que hanvisto primero lo que más urge, aquellos que hantomado iniciativas de paz, de vida. Echar las redesentraña responsabilidad. En Bogotá y en Colombiaperegrina una inmensa comunidad, que está llamadaa convertirse en una red vigorosa que congregue atodos en la unidad, trabajando en la defensa y en elcuidado de la vida humana, particularmente cuandoes más frágil y vulnerable: en el seno materno, en lainfancia, en la vejez, en las condiciones dediscapacidad y en las situaciones de marginaciónsocial. También multitudes que viven en Bogotá y enColombia pueden llegar a ser verdaderascomunidades vivas, justas y fraternas si escuchan yacogen la Palabra de Dios. En estas multitudesevangelizadas surgirán muchos hombres y mujeresconvertidos en discípulos que, con un corazónverdaderamente libre, sigan a Jesús; hombres ymujeres capaces de amar la vida en todas susetapas, de respetarla, de promoverla.

Hace falta llamarnos unos a otros, hacernos señas,

como los pescadores, volver a considerarnoshermanos, compañeros de camino, socios de estaempresa común que es la patria. Bogotá y Colombiason, al mismo tiempo, orilla, lago, mar abierto,ciudad por donde Jesús ha transitado y transita, paraofrecer su presencia y su palabra fecunda, para sacarde las tinieblas y llevarnos a la luz y la vida. Llamara otros, a todos, para que nadie quede al arbitrio delas tempestades; subir a la barca a todas las familias,santuario de vida; hacer lugar al bien común porencima de los intereses mezquinos o particulares,cargar a los más frágiles promoviendo sus derechos.

Pedro experimenta su pequeñez, lo inmenso de laPalabra y el accionar de Jesús; Pedro sabe de susfragilidades, de sus idas y venidas, como lo sabemosnosotros, como lo sabe la historia de violencia ydivisión de vuestro pueblo que no siempre nos haencontrado compartiendo barca, tempestad,infortunios. Pero al igual que a Simón, Jesús nosinvita a ir mar adentro, nos impulsa al riesgocompartido, a dejar nuestros egoísmos y a seguirlo. Aperder miedos que no vienen de Dios, que nosinmovilizan y retardan la urgencia de serconstructores de la paz, promotores de la vida.

9. ACOGIDA EN LA NUNCIATURA9. ACOGIDA EN LA NUNCIATURA

BOGOTÁ D.C – 7 DE SEPTIEMBREBOGOTÁ D.C – 7 DE SEPTIEMBRE

Después de la multitudinaria Santa Misa votiva por laPaz y la Justicia en el parque del Libertador Bolívaren Bogotá, el Papa Francisco se dirigió a lanunciatura apostólica para cenar en privado ydescansar.

También este día grupos de fieles organizadosestaban allí para saludar y expresar su afecto alObispo de Roma. Entre ellos, se encontraba laCorporación Colombiana Transiciones Crecer, unaorganización de familias con jóvenes, entre los 18 y

25 años de edad, con discapacidad intelectual.También la Fundación Misioneros de la Redención(Fundmir) inspirada en la obra Siervo de Dios PadreArturo D’Onofrio, quien, en 1970, inspirado en lavisita de Pablo VI a Colombia y al ver la miseria delos niños habitantes de la calle, decidió hacerpresencia en este País para ofrecer hogares deacogida y escuelas de instrucción para estos“honorables huéspedes”, como solía llamarlos.

Asimismo estuvo presente la Fundación para laInvestigación y el Desarrollo de la Educación Especial(Fides), entidad privada que ayuda a las personas encondición de discapacidad cognitiva, organizadora delas Olimpiadas Especiales FIDES - Compensar:Iberoamérica en Colombia, entre otros.

Un coro compuesto por 50 universitarias ybachilleres, que estudian en las Universidades de losAndes, Javeriana, Sabana, Rosario, y en los ColegiosTundama e Iragua, se unieron para cantarle al SantoPadre y no sólo: en preparación a ello, el cororealizó cuatro presentaciones del coro en hospitales,hogares de ancianos, orfanatos, y otros, que fueacompañado instrumentalmente por el grupo “Vozpor vos”, integrado por seis jóvenes invidentes, y 10personas sordomudas que, con su lenguaje de manos,hicieron llegar el mensaje a las personas que sufrenesta limitación.

“Queremos un mundo inteligente, para celebrarnos

los unos a los otros, como seres inteligentes, comomanifestación de su vida y de la diversidad.Queremos un mundo en el que la vulnerabilidad seareconocida como esencial en lo humano, que lejosde debilitarnos nos fortalece y dignifica, un lugar deencuentro común que nos humaniza”. Es el mensajede Lina María al Santo Padre, una de las jóvenes quele dirigió su saludo en la nunciatura apostólica, lanoche del 7 de setiembre.

La

emoción tierna del Papa Francisco al escuchar lostestimonios de estos jóvenes fue cierta: “Lina Maríadijo una cosa muy linda… repetilo Lina, quiero quete escuchen de nuevo”, alentó el Santo Padre a lajoven, y tras entablar un diálogo con los presentes,preguntándoles “¿Quién es el único que no esvulnerable?” añadió: “Somos vulnerables todos ynecesitamos que esa vulnerabilidad sea respetada,acariciada, curada en la medida de lo posible y que

dé frutos para los demás. Porque la única personaque no es vulnerable es Dios. En alguno se ve, enotros no, pero la es esencia de lo humano es lanecesidad de estar sostenidos por Dios, y por eso nose debe descartar a nadie, porque cada uno denosotros es un tesoro que se ofrece a Dios para queDios lo haga crecer a su manera”.

Tras agradecerles por su testimonio, el Santo Padrerezó junto a ellos un Avemaría, y les pidió rezar porél, porque él es “muy vulnerable”.

10. PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO10. PALABRAS DEL PAPA FRANCISCOA LOS SOLDADOS Y POLICÍASA LOS SOLDADOS Y POLICÍAS

DE COLOMBIADE COLOMBIABASE AÉREA DE CATAMBASE AÉREA DE CATAM

BOGOTÁ – 8 DE SEPTIEMBREBOGOTÁ – 8 DE SEPTIEMBRE

Buenos días,

Quiero agradecerles esta presencia de ustedes aquí.Agradecerles también todo lo que han hecho, lo quehacen y lo que seguirán haciendo en estos díasdurante mi visita. Trabajo añadido. Pero, sobre todo,quiero agradecerles lo que han hecho y lo que hacenpor la paz poniendo en juego la vida. Y eso es lo quehizo Jesús: nos pacificó con el Padre, puso en juegosu vida y la entregó. Esto los hermana más a Jesús:arriesgar para hacer paz, para lograr paz. Gracias de

corazón por todo esto. ¡Gracias!

Y ojalá que puedan ver consolidada la paz en este país que se lo merece.

Y ahora, todos juntos, les pido que recemos ensilencio por todos los caídos y por todos los quequedaron heridos, algunos que están aquí entrenosotros. Recemos un instante en silencio y despuésun Ave María a la Virgen.

[Ave María...]

[Bendición apostólica]

Y por favor, les pido que recen por mí, no se olviden.Gracias.

11. HOMILÍA11. HOMILÍAEN LA MISA DE BEATIFICACIONESEN LA MISA DE BEATIFICACIONES

HACIENDA CATAMAHACIENDA CATAMA

VILLAVICENCIO – 8 DE SEPTIEMBREVILLAVICENCIO – 8 DE SEPTIEMBRE

¡Tu nacimiento, Virgen Madre de Dios, es el nuevoamanecer que ha anunciado la alegría a todo elmundo, porque de ti nació el sol de justicia, Cristo,nuestro Dios! (cf. Antífona del Benedictus). Lafestividad del nacimiento de María proyecta su luzsobre nosotros, así como se irradia la mansa luz delamanecer sobre la extensa llanura colombiana,bellísimo paisaje del que Villavicencio es su puerta,como también en la rica diversidad de sus pueblosindígenas.

María es el primer resplandor que anuncia el final dela noche y, sobre todo, la cercanía del día. Sunacimiento nos hace intuir la iniciativa amorosa,tierna, compasiva, del amor con que Dios se inclinahasta nosotros y nos llama a una maravillosa alianzacon Él que nada ni nadie podrá romper.

María ha sabido ser transparencia de la luz de Dios yha reflejado los destellos de esa luz en su casa, laque compartió con José y Jesús, y también en supueblo, su nación y en esa casa común a toda lahumanidad que es la creación.

En el Evangelio hemos escuchado la genealogía deJesús (cf. Mt 1,1-17), que no es una simple lista denombres, sino historia viva, historia de un pueblo conel que Dios ha caminado y, al hacerse uno denosotros, nos ha querido anunciar que por su sangrecorre la historia de justos y pecadores, que nuestrasalvación no es una salvación aséptica, delaboratorio, sino concreta, de vida que camina. Estalarga lista nos dice que somos parte pequeña de unaextensa historia y nos ayuda a no pretenderprotagonismos excesivos, nos ayuda a escapar de latentación de espiritualismos evasivos, a noabstraernos de las coordenadas históricas concretasque nos toca vivir. También integra en nuestrahistoria de salvación aquellas páginas más oscuras otristes, los momentos de desolación y abandonocomparables con el destierro.

La mención de las mujeres —ninguna de las aludidasen la genealogía tiene la jerarquía de las grandesmujeres del Antiguo Testamento— nos permite unacercamiento especial: son ellas, en la genealogía,las que anuncian que por las venas de Jesús corresangre pagana, las que recuerdan historias depostergación y sometimiento. En comunidades dondetodavía arrastramos estilos patriarcales y machistases bueno anunciar que el Evangelio comienzasubrayando mujeres que marcaron tendencia ehicieron historia.

Y en medio de eso, Jesús, María y José. María con sugeneroso sí permitió que Dios se hiciera cargo de esahistoria. José, hombre justo, no dejó que el orgullo,las pasiones y los celos lo arrojaran fuera de estaluz. Por la forma en que está narrado, nosotrossabemos antes que José lo que ha sucedido conMaría, y él toma decisiones mostrando su calidadhumana antes de ser ayudado por el ángel y llegar acomprender todo lo que sucedía a su alrededor. Lanobleza de su corazón le hace supeditar a la caridadlo aprendido por ley; y hoy, en este mundo donde laviolencia psicológica, verbal y física sobre la mujeres patente, José se presenta como figura de varónrespetuoso, delicado que, aun no teniendo toda lainformación, se decide por la fama, dignidad y vidade María. Y, en su duda por cómo hacer lo mejor,Dios lo ayudó a optar iluminando su juicio.

Este pueblo de Colombia es pueblo de Dios; tambiénaquí podemos hacer genealogías llenas de historias,muchas de amor y de luz; otras de desencuentros,agravios, también de muerte. ¡Cuántos de ustedespueden narrar destierros y desolaciones!, ¡cuántasmujeres, desde el silencio, han perseverado solas ycuántos hombres de bien han buscado dejar de ladoenconos y rencores, queriendo combinar justicia ybondad! ¿Cómo haremos para dejar que entre la luz?¿Cuáles son los caminos de reconciliación? ComoMaría, decir sí a la historia completa, no a una parte;como José, dejar de lado pasiones y orgullos; comoJesucristo, hacernos cargo, asumir, abrazar esahistoria, porque ahí están ustedes, todos loscolombianos, ahí está lo que somos y lo que Diospuede hacer con nosotros si decimos sí a la verdad, ala bondad, a la reconciliación. Y esto sólo es posiblesi llenamos de la luz del Evangelio nuestras historiasde pecado, violencia y desencuentro.

La reconciliación no es una palabra abstracta; si esofuera así, sólo traería esterilidad, más distancia.Reconciliarse es abrir una puerta a todas y a cadauna de las personas que han vivido la dramáticarealidad del conflicto. Cuando las víctimas vencen lacomprensible tentación de la venganza, seconvierten en los protagonistas más creíbles de losprocesos de construcción de la paz. Es necesario quealgunos se animen a dar el primer paso en taldirección, sin esperar que lo hagan los otros. ¡Basta

una persona buena para que haya esperanza! ¡Y cadauno de nosotros puede ser esa persona! Esto nosignifica desconocer o disimular las diferencias y losconflictos. No es legitimar las injusticias personales oestructurales. El recurso a la reconciliación no puedeservir para acomodarse a situaciones de injusticia.Más bien, como ha enseñado san Juan Pablo II: «Esun encuentro entre hermanos dispuestos a superar latentación del egoísmo y a renunciar a los intentos depseudo justicia; es fruto de sentimientos fuertes,nobles y generosos, que conducen a instaurar unaconvivencia fundada sobre el respeto de cadaindividuo y de los valores propios de cada sociedadcivil» (Carta a los obispos de El Salvador, 6 agosto1982). La reconciliación, por tanto, se concreta yconsolida con el aporte de todos, permite construirel futuro y hace crecer la esperanza. Todo esfuerzode paz sin un compromiso sincero de reconciliaciónserá un fracaso.

El texto evangélico que hemos escuchado culminallamando a Jesús el Emmanuel, el Dios con nosotros.Así es como comienza, y así es como termina Mateosu Evangelio: «Yo estaré con ustedes todos los díashasta el fin de los tiempos» (28,21). Esa promesa secumple también en Colombia: Mons. Jesús EmilioJaramillo Monsalve, Obispo de Arauca, y el sacerdotePedro María Ramírez Ramos, mártir de Armero, sonsigno de ello, expresión de un pueblo que quiere salirdel pantano de la violencia y el rencor.

En este entorno maravilloso, nos toca a nosotrosdecir sí a la reconciliación; que el sí incluya tambiéna nuestra naturaleza. No es casual que incluso sobreella hayamos desatado nuestras pasiones posesivas,nuestro afán de sometimiento. Un compatriota deustedes lo canta con belleza: «Los árboles estánllorando, son testigos de tantos años de violencia. Elmar está marrón, mezcla de sangre con la tierra»(Juanes, Minas piedras). La violencia que hay en elcorazón humano, herido por el pecado, también semanifiesta en los síntomas de enfermedad queadvertimos en el suelo, en el agua, en el aire y enlos seres vivientes (cf. Carta enc. Laudato si’, 2). Nostoca decir sí como María y cantar con ella las«maravillas del Señor», porque como lo ha prometidoa nuestros padres, auxilia a todos los pueblos y acada pueblo, auxilia a Colombia que hoy quierereconciliarse y a su descendencia para siempre.

12. PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO12. PALABRAS DEL PAPA FRANCISCOEN LA ORACIÓN POR LA RECONCILIACIÓNEN LA ORACIÓN POR LA RECONCILIACIÓN

PARQUE DE LAS MALOCASPARQUE DE LAS MALOCAS

VILLAVICENCIO – 8 DE SEPTIEMBREVILLAVICENCIO – 8 DE SEPTIEMBRE

Queridos hermanos y hermanas:

Desde el primer día he deseado que llegara estemomento de nuestro encuentro. Ustedes llevan en sucorazón y en su carne las huellas de la historia viva yreciente de su pueblo, marcada por eventos trágicospero también llena de gestos heroicos, de granhumanidad y de alto valor espiritual de fe yesperanza. Los hemos escuchado.

Vengo aquí con respeto y con una conciencia clara deestar, como Moisés, pisando un terreno

sagrado (cf. Ex 3,5). Una tierra regada con la sangrede miles de víctimas inocentes y el dolor desgarradorde sus familiares y conocidos.

Heridas que cuesta cicatrizar y que nos duelen atodos, porque cada violencia cometida contra un serhumano es una herida en la carne de la humanidad;cada muerte violenta nos disminuye como personas.

Y estoy aquí no tanto para hablar yo sino para estarcerca de ustedes y mirarlos a los ojos, paraescucharlos y abrir mi corazón a vuestro testimoniode vida y de fe. Y si me lo permiten, desearíatambién abrazarlos y si Dios me da la gracia, porquees una gracia, desearìa llorar con ustedes, quisieraque recemos juntos y que nos perdonemos ?yotambién tengo que pedir perdón? y que así, todosjuntos, podamos mirar y caminar hacia delante confe y esperanza.

Nos reunimos a los pies del Crucificado de Bojayá,que el 2 de mayo de 2002 presenció y sufrió lamasacre de decenas de personas refugiadas en suiglesia. Esta imagen tiene un fuerte valor simbólico yespiritual. Al mirarla contemplamos no sólo lo queocurrió aquel día, sino también tanto dolor, tantamuerte, tantas vidas rotas, tanta sangre derramadaen la Colombia de los últimos decenios.

Ver a Cristo así, mutilado y herido, nos interpela. Yano tiene brazos y su cuerpo ya no está, peroconserva su rostro y con él nos mira y nos ama.Cristo roto y amputado, para nosotros es «másCristo» aún, porque nos muestra una vez más que Élvino para sufrir por su pueblo y con su pueblo; y paraenseñarnos también que el odio no tiene la últimapalabra, que el amor es más fuerte que la muerte yla violencia.

Nos enseña a transformar el dolor en fuente de viday resurrección, para que junto a Él y con Élaprendamos la fuerza del perdón, la grandeza delamor.

Gracias a ustedes cuatro, hermanos nuestros quequisieron compartir su testimonio, en nombre detantos y tantos otros. ¡Cuánto bien - parece egoísta,pero - tanto bien nos hace escuchar sus historias!Estoy conmovido. Son historias de sufrimiento yamargura, pero también y, sobre todo, son historiasde amor y perdón que nos hablan de vida yesperanza; de no dejar que el odio, la venganza o eldolor se apoderen de nuestro corazón.

El oráculo final del Salmo 85: «El amor y la verdad seencontrarán, la justicia y la paz se

abrazarán» (v.11), es posterior a la acción de graciasy a la súplica donde se le pide a Dios: ¡Restáuranos!Gracias Señor por el testimonio de los que han

infligido dolor y piden perdón; los que han sufridoinjustamente y perdonan. Eso sólo es posible con tuayuda, con tu presencia. Eso ya es un signo enormede que quieres restaurar la paz y la concordia enesta tierra colombiana.

Pastora Mira, tú lo has dicho muy bien: Quieres ponertodo tu dolor, y el de miles de víctimas, a los pies deJesús Crucificado, para que se una al de él y así seatransformado en bendición y capacidad de perdónpara romper el ciclo de violencia que ha imperado enColombia. y tienes razón: la violencia engendraviolencia, el odio engendra más odio, y la muertemás muerte.

Tenemos que romper esa cadena que se presentacomo ineludible, y eso sólo es posible con el perdóny la reconciliación concreta. Y tú, querida Pastora, ytantos otros como tú, nos han demostrado que estoes posible. Con la ayuda de Cristo vivo en medio dela comunidad es posible vencer el odio, es posiblevencer la muerte, es posible comenzar de nuevo yalumbrar una Colombia nueva. Gracias, Pastora, quégran bien nos haces hoy a todos con el testimonio detu vida.

Es el crucificado de Bojayá quien te ha dado esafuerza para perdonar y para amar, y para

ayudarte a ver en la camisa que tu hija Sandra Paolaregaló a tu hijo Jorge Aníbal, no sólo el recuerdo de

sus muertes, sino la esperanza de que la paz triunfedefinitivamente en Colombia. Gracias.

Nos conmueve también lo que ha dicho Luz Dary ensu testimonio: que las heridas del corazón son másprofundas y difíciles de curar que las del cuerpo. Asíes. Y lo que es más importante, te has dado cuentade que no se puede vivir del rencor, de que solo elamor libera y construye.

Y de esta manera comenzaste a sanar también lasheridas de otras víctimas, a reconstruir su dignidad.Este salir de ti misma te ha enriquecido, te haayudado a mirar hacia delante, a encontrar paz yserenidad y además un motivo para seguircaminando.

Te agradezco la muleta que me ofreces. Aunque aúnte quedan secuelas físicas de tus heridas, tu andarespiritual es rápido y firme, ese andar espiritual nose necesita violencia, Gracias y es rápido y firmeporque piensas en los demás y quieres ayudarles.Esta

muleta tuya es un símbolo de esa otra muleta másimportante, y que todos necesitamos, que es el amory el perdón. Con tu amor y tu perdón estás ayudandoa tantas personas a caminar en la vida y a caminarrápidamente como tu... Gracias.

Quiero Deseo agradecer también el testimonioelocuente de Deisy y Juan Carlos. Nos hicieron

comprender que todos, al final, de un modo u otro,también somos víctimas, inocentes o culpables, perotodos víctimas, los de un lado y los de otro, todosvíctimas. Todos unidos en esa pérdida de humanidadque supone la violencia y la muerte.

Deisy lo ha dicho claro: comprendiste que tú mismahabías sido una víctima y tenías necesidad de que sete concediera una oportunidad. Cuando dijiste esapalabra me resonó en el corazón. Y comenzaste aestudiar, y ahora trabajas para ayudar a las víctimasy para que los jóvenes no caigan en las redes de laviolencia y de la droga. que es otra forma deviolencia ...

También hay esperanza para quien hizo el mal; notodo está perdido. Jesús vino para eso, hayesperanza para el que hizo el mal. Es cierto que enesa regeneración moral y espiritual del victimario lajusticia tiene que cumplirse. Como ha dicho Deisy, sedebe contribuir positivamente a sanar esa sociedadque ha sido lacerada por la violencia.

Resulta difícil aceptar el cambio de quienes apelarona la violencia cruel para promover sus fines, paraproteger negocios ilícitos y enriquecerse o para,engañosamente, creer estar defendiendo la vida desus hermanos.

Ciertamente es un reto para cada uno de nosotrosconfiar en que se pueda dar un paso adelante por

parte de aquellos que infligieron sufrimiento acomunidades y a un país entero. Es cierto que eneste enorme campo que es Colombia todavía hayespacio para la cizaña. No nos engañemos.

Ustedes estén atentos a los frutos, cuiden el trigo yno pierdan la paz por la cizaña.

El sembrador, cuando ve despuntar la cizaña enmedio del trigo, no tiene reacciones alarmistas.Encuentra la manera de que la Palabra se encarne enuna situación concreta y dé frutos de vida nueva,aunque en apariencia sean imperfectos o inacabados(cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 24). Aun cuandoperduren conflictos, violencia o sentimientos devenganza, no impidamos que la justicia y lamisericordia se encuentren en un abrazo que asumala historia de dolor de Colombia. Sanemos aqueldolor y acojamos a todo ser humano que cometiódelitos, los reconoce, se arrepiente y se comprometea reparar, contribuyendo a la construcción del ordennuevo donde brille la justicia y la paz.

Como ha dejado entrever en su testimonio JuanCarlos, en todo este proceso, largo, difícil, peroesperanzador de la reconciliación, resultaindispensable también asumir la verdad. Es undesafío grande pero necesario.

La verdad es una compañera inseparable de lajusticia y de la misericordia. Las tres juntas son

esenciales para construir la paz y, por otra parte,cada una de ellas impide que las otras sean alteradasy se transformen en instrumentos de venganza sobrequien es más débil. La verdad no debe, de hecho,conducir a la venganza, sino más bien a lareconciliación y al perdón. Verdad es contar a lasfamilias desgarradas por el dolor lo que ha ocurridocon sus parientes desaparecidos. Verdad es confesarqué pasó con los menores de edad reclutados por losactores violentos. Verdad es reconocer el dolor delas mujeres víctimas de violencia y de abusos.

Quisiera, finalmente, como hermano y como padre,decir: Colombia, abre tu corazón de pueblo de Dios ydéjate reconciliar. No le temas a la verdad ni a lajusticia. Queridos colombianos: No tengan miedo apedir y a ofrecer el perdón. No se resistan a lareconciliación para acercarse, reencontrarse comohermanos y superar las enemistades. Es hora desanar heridas, de tender puentes, de limardiferencias.

Es la hora para desactivar los odios y renunciar a lasvenganzas y abrirse a la convivencia basada en lajusticia, en la verdad y en la creación de unaverdadera cultura del encuentro fraterno.

Que podamos habitar en armonía y fraternidad,como desea el Señor. Pidamosle ser constructores depaz, que allá donde haya odio y resentimiento,pongamos amor y misericordia (cf. Oración atribuida

a san Francisco de Asís). Y todas estas intenciones,los testimonios escuchados, las cosas que cada unosabe en su corazón, historias de dolor y sufrimientolas quiero poner ante la imagen del crucificado, elCristo negro de Bojayá.

OraciónOración

Oh Cristo negro de Bojayá,que nos recuerdas tu pasión y muerte;

junto con tus brazos y pies te han arrancado a tus hijosque buscaron refugio en ti.

Oh Cristo negro de Bojayá,que nos miras con ternura

y en tu rostro hay serenidad;palpita también tu corazónpara acogernos con tu amor.

Oh Cristo negro de Bojayá,haz que nos comprometamos

a restaurar tu cuerpo.Que seamos tus pies para salir al encuentro

del hermano necesitado;tus brazos para abrazar

al que ha perdido su dignidad;tus manos para bendecir y consolar

al que llora en soledad.Haz que seamos testigos

de tu amor y de tu infinita misericordia.Amén.

13. ORACIÓN SILENCIOSA ANTE13. ORACIÓN SILENCIOSA ANTELA CRUZ DE LA RECONCILIACIÓNLA CRUZ DE LA RECONCILIACIÓN

VILLAVICENCIO – 8 DE SEPTIEMBREVILLAVICENCIO – 8 DE SEPTIEMBRE

14. ACOGIDA EN LA NUNCIATURA14. ACOGIDA EN LA NUNCIATURA

BOGOTÁ D.C. - 8 DE SEPTIEMBREBOGOTÁ D.C. - 8 DE SEPTIEMBRE

Durante el recibimiento del Papa Francisco en laNunciatura Apostólica tras su regreso deVillavicencio, una mujer compartió un desgarradortestimonio sobre cómo perdió a toda su familia en unataque perpetrado por el Ejército de LiberaciónNacional (ELN) y expresó su deseo de perdonar aestos asesinos.

Los guerrilleros volaron con explosivos un oleoductoy su pueblo Machuca, ubicado en el departamento deAntioquía, se incendió. Esta masacre perpetrada el18 de octubre de 1998 dejó un saldo de 84 muertos ysolo sobrevivieron 30 personas, entre ellas María

Cecilia Mosquera.

“Creí que era el fin del mundo. Mi casa ardía enllamas. Mientras se quemaban mis brazos y mis pies,intenté desesperadamente salvar a mis trespequeños hijos y a mi marido. Caí inconsciente”,narró.

Cuando despertó en el hospital se enteró que todosfallecieron. “Me quedé sola en el mundo”, expresó.

“Le pregunté mil veces a Dios ¿por qué a mí? Mepreguntaba si yo había hecho lo suficiente parasalvarlos. Las profundas cicatrices en el cuerpo y enel alma me respondieron. Es un dolor muy grandeque llevo vivo en el corazón”, manifestó.

Esta mujer no pudo hablar con ninguna personadurante un año, solo compartía su dolor físico yespiritual con la imagen de Cristo que estaba en suiglesia. “Era el único que me escuchaba. Pero un díalo robaron”, comentó.

“Yo no juzgo a los guerrilleros porque sé que hay unDios que lo ve todo. Pero aún no he podidoperdonar”, indicó.

Entonces María Cecilia le dijo al Papa Francisco que“le pida a Dios que me regale la gracia de perdonar”.

La mujer contó que actualmente trabaja comoenfermera de la misericordia en el Hospital deCampo, que dirige la fundación Víctimas Visibles, y

se dedica a impartir catequesis a los niños enMachuca.

Dios “me ha regalado el don de amarlo y servirlo. Mialma ha descansado al abrazar a otros. No es fácil,pero sé que es Dios quien perdona en mí…y un día lolograré”, dijo.

Cuando terminó su testimonio, el Papa Franciscoabrazó a María Cecilia y luego, visiblementeconmovido, repitió las palabras que ella pronunció:“Dios perdona en mí”.

Gracias por el hospital de campo.

Gracias porque las puertas fueron abiertas y siguenabiertas.

Gracias por los que se animan a entrar, que miran delejos y quieren entrar y no saben cómo.

Gracias por aceptar tanto despojo, por saber que unoquedó sin nada y que aun lo que podía hacer todavíano lo logra… pero proclamar delante de todos esafrase que nunca me la voy a olvidar:

«Dios perdona en mí»

Son muchos los que no pueden perdonar todavía,pero hoy recibimos una lección de teología, de altateología: Dios perdona en mí. Basta dejar que Élhaga.

Y toda Colombia tendría que abrir sus puertas como

las abrió este hospital de campo. Y dejar que entreÉl, y que Él perdone en uno. Darle lugar: «Mirá, yono puedo, pero hacelo vos».

La reconciliación concreta con la verdad, la justicia yla misericordia sólo la puede hacer Él. Que la haga. Ynosotros aprenderemos, detrás de Él, a hacerla.

Gracias por lo que hacen. Gracias. Y gracias por loque me enseñaron esta noche.

Al pie de la cruz estaba la Madre. Y ha sidodespojada de ese Hijo, y ha visto la tortura, todo.Que Ella acompañe a las mujeres colombianas y lesenseñe como Ella el camino a seguir. Se lo pedimosjuntos: Dios te salve, María…

Que los bendiga Dios, Todopoderoso, el Padre y elHijo y el Espíritu Santo. Gracias.

15. HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO15. HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCOEN LA EUCARISTÍA CELEBRADA EN LA EUCARISTÍA CELEBRADA

EN EL AEROPARQUE OLAYA HERRERAEN EL AEROPARQUE OLAYA HERRERA

MEDELLÍN – 9 DE SEPTIEMBREMEDELLÍN – 9 DE SEPTIEMBRE

Queridos hermanos y hermanas:

En la misa del jueves en Bogotá escuchábamos elllamado de Jesús a sus primeros discípulos; estaparte del Evangelio de Lucas que comenzó conaquella narración, culmina con el llamado a losDoce. ¿Qué recuerdan los evangelistas entre ambosacontecimientos? Que este camino de seguimientosupuso en los primeros seguidores de Jesús muchoesfuerzo de purificación. Algunos preceptos,prohibiciones y mandatos los hacían sentir seguros;

cumplir con determinadas prácticas y ritos losdispensaba de una inquietud, la inquietud depreguntarse: ¿Qué es lo que le agrada a nuestro Dios?Jesús, el Señor, les señala que cumplir es caminardetrás Él, y que ese caminar lo ponía frente aleprosos, paralíticos, pecadores. Esas realidadesdemandaban mucho más que una receta o una normaestablecida. Aprendieron que ir detrás de Jesússupone otras prioridades, otras consideraciones paraservir a Dios. Para el Señor, también para la primeracomunidad, es de suma importancia que quienes nosdecimos discípulos no nos aferremos a cierto estilo, aciertas prácticas que nos acercan más al modo de serde algunos fariseos de entonces que al de Jesús. Lalibertad de Jesús se contrapone con la falta delibertad de los doctores de la ley de aquella época,que estaban paralizados por una interpretación ypráctica rigorista de la ley. Jesús no se queda en uncumplimento aparentemente «correcto», Él lleva laley a su plenitud y por eso quiere ponernos en esadirección, en ese estilo de seguimiento que supone ira lo esencial, renovarse, involucrarse. Son tresactitudes que tenemos que plasmar en nuestra vidade discípulos.

Lo primero, ir a lo esencial. No quiere decir «rompercon todo» romper con aquello que no se acomoda anosotros, porque tampoco Jesús vino «a abolir la ley,sino a llevarla a su plenitud» (Mt 5,17); ir a lo

esencial es más bien ir a lo profundo, a lo quecuenta y tiene valor para la vida. Jesús enseña quela relación con Dios no puede ser un apego frío anormas y leyes, ni tampoco un cumplimiento deciertos actos externos que no llevan a un cambio realde vida. Tampoco nuestro discipulado puede sermotivado simplemente por una costumbre, porquecontamos con un certificado de bautismo, sino quedebe partir de una viva experiencia de Dios y de suamor. El discipulado no es algo estático, sino uncontinuo camino hacia Cristo; no es simplemente elapego a la explicitación de una doctrina, sino laexperiencia de la presencia amigable, viva yoperante del Señor, un permanente aprendizaje pormedio de la escucha de su Palabra. Y esa palabra, lohemos escuchado, se nos impone en las necesidadesconcretas de nuestros hermanos: será el hambre delos más cercanos en el texto proclamado, o laenfermedad en lo que narra Lucas a continuación.

La segunda palabra, renovarse. Como Jesús«zarandeaba» a los doctores de la ley para quesalieran de su rigidez, ahora también la Iglesia es«zarandeada» por el Espíritu para que deje suscomodidades y sus apegos. La renovación no nosdebe dar miedo. La Iglesia siempre está enrenovación —Ecclesia semper reformanda—. No serenueva a su antojo, sino que lo hace «firme y bienfundada en la fe, sin apartarse de la esperanza

transmitida por la Buena Noticia» (Col 1,23). Larenovación supone sacrificio y valentía, no paraconsiderarse mejores o más pulcros, sino pararesponder mejor al llamado del Señor. El Señor delsábado, la razón de ser de todos nuestros mandatos yprescripciones, nos invita a ponderar lo normativocuando está en juego el seguimiento; cuando susllagas abiertas, su clamor de hambre y sed dejusticia nos interpelan y nos imponen respuestasnuevas. Y en Colombia hay tantas situaciones quereclaman de los discípulos el estilo de vida de Jesús,particularmente el amor convertido en hechos de noviolencia, de reconciliación y de paz.

La tercera palabra, involucrarse. Aunque paraalgunos eso parezca ensuciarse, mancharse. ComoDavid o los suyos que entraron en el Templo porquetenían hambre y los discípulos de Jesús entraron enel sembrado y comieron las espigas, también hoy anosotros se nos pide crecer en arrojo, en un corajeevangélico que brota de saber que son muchos losque tienen hambre, hambre de Dios, cuanta gentetiene hambre de Dios, hambre de dignidad, porquehan sido despojados. Y me pregunto si el hambre deDios de tanta gente, quizás no venga porque connuestras actitudes se la hemos despojado. Y, comocristianos, ayudar a que se sacien de Dios; noimpedirles o prohibirles ese encuentro. Hermanos, laIglesia no es una aduana, quiere las puertas abiertas

porque el corazón de su Dios está no solo abiertosino traspasado por el Amor que se hizo dolor. Nopodemos ser cristianos que alcen continuamente elestandarte de «prohibido el paso», ni considerar queesta parcela es mía, adueñándome de algo que no esabsolutamente mío. La Iglesia no es nuestrahermanos, es de Dios; Él es el dueño del templo y delsembrado; todos tienen cabida, todos son invitados aencontrar aquí y entre nosotros su alimento. Todos. Yel que preparó las bodas para su hijo, manda buscara todos, sanos y enfermos, buenos y malos. Todos.Nosotros somos simples «servidores», (cf. Col 1,23)no podemos ser quienes impidamos ese encuentro. Alcontrario, Jesús nos pide, como lo hizo a susdiscípulos: «Denles ustedes de comer» (Mt 14,16);este es nuestro servicio. Comer el pan de Dios.Comer el Amor de Dios. Comer el pan que nos llevaa sobrevivir también. Bien lo entendió Pedro Claver,a quien hoy celebramos en la liturgia y que mañanaveneraré en Cartagena. «Esclavo de los negros parasiempre» fue su lema de vida, porque comprendió,como discípulo de Jesús, que no podía permanecerindiferente ante el sufrimiento de los másdesamparados y ultrajados de su época y que teníaque hacer algo para aliviarlo.

Hermanos y hermanas, la Iglesia en Colombia estállamada a empeñarse con mayor audacia en laformación de discípulos misioneros, así como lo

señalamos los obispos reunidos en Aparecida.Discípulos que sepan ver, juzgar y actuar, como loproponía aquel documento latinoamericano quenació aquí en estas tierras (cf. Medellín, 1968).Discípulos misioneros que saben ver, sin miopíasheredadas; que examinan la realidad desde los ojos yel corazón de Jesús, y desde ahí, juzgan. Y quearriesgan, que actúan, que se comprometen.

He venido hasta aquí justamente para confirmarlosen la fe y en la esperanza del Evangelio:manténganse firmes y libres en Cristo, firmes y libresen Cristo porque toda firmeza en Cristo nos dalibertad. De modo que lo reflejen en todo lo quehagan; asuman con todas sus fuerzas el seguimientode Jesús, conózcanlo, déjense convocar e instruirpor Él, anúncienlo con la mayor alegría.

Pidamos a través de la intercesión de nuestra Madre,Nuestra Señora de la Candelaria, que nos acompañeen nuestro camino de discípulos, para que poniendonuestra vida en Cristo, seamos siempre misionerosque llevemos la luz y la alegría del Evangelio a todaslas gentes.

16. PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO16. PALABRAS DEL PAPA FRANCISCOEN EL HOGAR SAN JOSÉEN EL HOGAR SAN JOSÉ

MEDELLÍN – 9 DE SEPTIEMBREMEDELLÍN – 9 DE SEPTIEMBRE

Queridos hermanos y hermanas,

Queridos niños y niñas:

Estoy contento de estar con ustedes en este «HogarSan José». Gracias por el recibimiento que me hanpreparado. Agradezco las palabras del Director,Monseñor Armando Santamaría.

Te doy las gracias a ti, Claudia Yesenia, por tuvaliente testimonio. Escuchando todas lasdificultades por las que has pasado me venía a la

memoria del corazón el sufrimiento injusto de tantosniños y niñas en todo el mundo, que han sido ysiguen siendo víctimas inocentes de la maldad dealgunos.

También el Niño Jesús fue víctima del odio y de lapersecución; también Él tuvo que huir con su familia,dejar su tierra y su casa, para escapar de la muerte.Ver sufrir a los niños hace mal al alma porque losniños son los predilectos de Jesús. No podemosaceptar que se les maltrate, que se les impida elderecho a vivir su niñez con serenidad y alegría, quese les niegue un futuro de esperanza.

Pero Jesús no abandona a nadie que sufre, muchomenos a ustedes, niños y niñas, que son suspreferidos. Claudia Yesenia, al lado de tanto horrorsucedido, Dios te regaló una tía que te cuidó, unhospital que te atendió y finalmente una comunidadque te recibió. Este «hogar» es una prueba del amorque Jesús les tiene y de su deseo de estar muy cercade ustedes. Lo hace a través del cuidado amoroso detodas las personas buenas que los acompañan, quelos quieren y los educan. Pienso en los responsablesde esta casa, en las hermanas, en el personal y entanta otra gente que ya son parte de su familia.Porque eso es lo que hace que este lugar sea un«hogar»: el calor de una familia donde nos sentimosamados, protegidos, aceptados, cuidados yacompañados.

Y me gusta mucho que este hogar lleve el nombre de«San José», y los otros «Jesús Obrero» o «Belén».Quiere decir que están en buenas manos. ¿Recuerdanlo que escribe san Mateo en su Evangelio, cuando noscuenta que Herodes, en su locura, había decididoasesinar a Jesús recién nacido? ¿Cómo Dios habló ensueños a san José, por medio de un ángel, y le confióa su cuidado y protección sus tesoros más valiosos:Jesús y María? Nos dice Mateo que, apenas el ángel lehabló, José obedeció inmediatamente e hizo cuantoDios le había ordenado: «Se levantó, tomó al niño y asu madre, de noche, y se fue a Egipto» (2,14). Estoyseguro de que así como san José protegió y defendióde los peligros a la Sagrada Familia, así también losdefiende, cuida y acompaña a ustedes. Y con él,también Jesús y María, porque san José no puedeestar sin Jesús y sin María.

A ustedes hermanos y hermanas, religiosos y laicosque en este y en los demás hogares reciben y cuidancon amor a estos niños que desde chicos hanexperimentado el sufrimiento y el dolor, quisierarecordarles dos realidades que no deben faltarporque son parte de la identidad cristiana: el amorque sabe ver a Jesús presente en los más pequeños ydébiles, y el deber sagrado de llevar a los niños aJesús. En esta tarea, con sus gozos y con sus penas,los encomiendo también a la protección de san José.Aprendan de él, que su ejemplo los inspire y losayude en el cuidado amoroso de estos pequeños, que

son el futuro de la sociedad colombiana, del mundo yde la Iglesia, para que como el mismo Jesús, puedancrecer y robustecerse en sabiduría y en gracia,delante de Dios y de los demás (cf. Lc 2,52). QueJesús y María, junto con san José, los acompañen yprotejan, los llenen de su ternura, su alegría y sufortaleza.

Me comprometo a rezar por ustedes, para que eneste ambiente de amor familiar crezcan en amor, pazy felicidad, y así puedan ir sanando las heridas delcuerpo y del corazón. Dios no los abandona, losprotege y asiste. Y el Papa los lleva en el corazón; nodejen de rezar por mí.

17. PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO17. PALABRAS DEL PAPA FRANCISCOA LOS SACERDOTES, A LOS SACERDOTES,

RELIGIOSOS Y RELIGIOSAS,RELIGIOSOS Y RELIGIOSAS,PERSONAS CONSAGRADAS Y SUS FAMILIASPERSONAS CONSAGRADAS Y SUS FAMILIAS

CENTRO DE ESPECTÁCULOS LA MACARENACENTRO DE ESPECTÁCULOS LA MACARENAMEDELLÍN – 9 DE SEPTIEMBRE MEDELLÍN – 9 DE SEPTIEMBRE

Estimados hermanos obispos,

Queridos sacerdotes, consagrados, consagradas,seminaristas,

Queridas familias, ¡queridos «paisas»!

La alegoría de la vid verdadera que acabamos deescuchar del Evangelio de Juan se da en el contexto

de la última cena de Jesús. En ese ambiente deintimidad, de cierta tensión pero cargada de amor, elSeñor lavó los pies de los suyos, quiso perpetuar sumemoria en el pan y el vino, y también les habló alos que más quería desde lo hondo de su corazón.

En esa primera noche «eucarística», en esa primeracaída del sol después del gesto de servicio, Jesúsabre su corazón; les entrega su testamento. Y asícomo en aquel cenáculo se siguieron reuniendoposteriormente los Apóstoles, algunas mujeres yMaría, la Madre de Jesús (cf. Hch 1,13-14), hoytambién acá en este espacio nos hemos reunidonosotros a escucharlo, a escucharnos. La hermanaLeidy de San José, María Isabel y el padre JuanFelipe nos han dado su testimonio. También cada unode los que estamos aquí podríamos narrar la propiahistoria vocacional. Todos coincidirían en laexperiencia de Jesús que sale a nuestro encuentro,que nos primerea y que de ese modo nos ha captadoel corazón. Como dice el Documento de Aparecida:«Conocer a Jesús es el mejor regalo que puederecibir cualquier persona; haberlo encontradonosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, ydarlo a conocer con nuestra palabra y obras esnuestro gozo» (n. 29).

Muchos de ustedes, jóvenes, habrán descubierto esteJesús vivo en sus comunidades; comunidades de unfervor apostólico contagioso, que entusiasman y

suscitan atracción. Donde hay vida, fervor, ganas dellevar a Cristo a los demás, surgen vocacionesgenuinas; la vida fraterna y fervorosa de lacomunidad es la que despierta el deseo deconsagrarse enteramente a Dios y a la evangelización(cf. Exhort. ap. Evangelii gaudium, 107). Los jóvenesson naturalmente inquietos y, si bien asistimos a unacrisis del compromiso y de los lazos comunitarios,son muchos los jóvenes que se solidarizan ante losmales del mundo y se embarcan en diversas formasde militancia y voluntariado. Cuando lo hacencaptados por Jesús, sintiéndose parte de lacomunidad, se convierten en «callejeros de la fe»,felices de llevar a Jesucristo a cada esquina, a cadaplaza, a cada rincón de la tierra (cf. ibíd., 107).

Esa es la vid a la que se refiere Jesús en el texto quehemos proclamado: la vid que es el «pueblo de laalianza». Profetas como Jeremías, Isaías o Ezequielse refieren a él como una vid, hasta un salmo, el 80,canta diciendo: «Tú sacaste de Egipto una vid... lepreparaste terreno, echó raíces y llenó toda laregión» (vv.9-10). A veces expresan el gozo de Diosante su vid, otras su enojo, desconcierto y despecho;jamás se desentiende de ella, nunca deja de padecersus distancias, de salir al encuentro de este puebloque, cuando se aleja de Él se seca, arde y sedestruye.

¿Cómo es la tierra, el sustento, el soporte donde

crece esta vid en Colombia? ¿En qué contextos segeneran los frutos de las vocaciones de especialconsagración? Seguramente en ambientes llenos decontradicciones, de claroscuros, de situacionesvinculares complejas. Nos gustaría contar con unmundo, con familias y vínculos más llanos, perosomos parte de esta crisis cultural, y en medio deella, contando con ella, Dios sigue llamando. Seríacasi evasivo pensar que todos ustedes han escuchadoel llamado de Dios en medio de familias sostenidaspor un amor fuerte y lleno de valores como lagenerosidad, el compromiso, la fidelidad o lapaciencia (cf. Exhort. ap. Amoris laetitia, 5).Algunas, quiera Dios que muchas, serán así. Perotener los pies sobre la tierra es reconocer quenuestros procesos vocacionales, el despertar delllamado de Dios, nos encuentra más cerca de aquelloque ya relata la Palabra de Dios y del que tanto sabeColombia: «Un sendero de sufrimiento y de sangre[…] la violencia fratricida de Caín sobre Abel y losdistintos litigios entre los hijos y entre las esposas delos patriarcas Abraham, Isaac y Jacob, llegando luegoa las tragedias que llenan de sangre a la familia deDavid, hasta las múltiples dificultades familiares quesurcan la narración de Tobías o la amarga confesiónde Job abandonado» (ibíd., 20). Desde el comienzoha sido así: Dios manifiesta su cercanía y su elección;Él cambia el curso de los acontecimientos al llamar ahombres y mujeres en la fragilidad de la historia

personal y comunitaria. No tengamos miedo, en esatierra compleja Dios siempre ha hecho el milagro degenerar buenos racimos, como las arepas aldesayuno. ¡Que no falten vocaciones en ningunacomunidad, en ninguna familia de Medellín!

Y esta vid —que es la de Jesús— tiene el atributo deser la verdadera. Él ya utilizó este término en otrasocasiones en el Evangelio de Juan: la luz verdadera,el verdadero pan del cielo, o el testimonioverdadero. Ahora, la verdad no es algo que recibimos—como el pan o la luz— sino que brota desdeadentro. Somos pueblo elegido para la verdad, ynuestro llamado tiene que ser en la verdad. Nopuede haber lugar, si somos sarmientos de esta vid,si nuestra vocación está injertada en Jesús, para elengaño, la doblez, las opciones mezquinas. Todostenemos que estar atentos para que cada sarmientosirva para lo que fue pensado: dar frutos. Desde loscomienzos, a quienes les toca acompañar losprocesos vocacionales, tendrán que motivar la rectaintención, un deseo auténtico de configurarse conJesús, el pastor, el amigo, el esposo. Cuando losprocesos no son alimentados por esta saviaverdadera que es el Espíritu de Jesús, entonceshacemos experiencia de la sequedad y Dios descubrecon tristeza aquellos tallos ya muertos. Lasvocaciones de especial consagración mueren cuandose quieren nutrir de honores, cuando estánimpulsadas por la búsqueda de una tranquilidad

personal y de promoción social, cuando la motivaciónes «subir de categoría», apegarse a interesesmateriales, que llega incluso a la torpeza del afán delucro. Como he dicho ya en otras ocasiones, el diabloentra por el bolsillo. Esto no es privativo de loscomienzos, todos nosotros tenemos que estar atentosporque la corrupción en los hombres y mujeres queestán en la Iglesia empieza así, poco a poco, luego —nos lo dice Jesús mismo— se enraíza en el corazón yacaba desalojando a Dios de la propia vida. «No sepuede servir a Dios y al dinero» (Mt 6,21.24), nopodemos aprovecharnos de nuestra condiciónreligiosa y de la bondad de nuestro pueblo para serservidos y obtener beneficios materiales.

Hay situaciones, estilos y opciones que muestran lossignos de sequedad y de muerte: ¡No pueden seguirentorpeciendo el fluir de la savia que alimenta y davida! El veneno de la mentira, el ocultamiento, lamanipulación y el abuso al Pueblo de Dios, a losfrágiles y especialmente a los ancianos y niños nopueden tener cabida en nuestra comunidad; sonramas que decidieron secarse y que Dios nos mandacortar.

Pero Dios no sólo corta; la alegoría continúa diciendoque Dios limpia la vid de imperfecciones. La promesaes que daremos fruto, y en abundancia, como elgrano de trigo, si somos capaces de entregarnos, dedonar la vida libremente. Tenemos en Colombia

ejemplos de que esto es posible. Pensemos en santaLaura Montoya, una religiosa admirable cuyasreliquias tenemos con nosotros y que desde estaciudad se prodigó en una gran obra misionera enfavor de los indígenas de todo el país. ¡Cuánto nosenseña la mujer consagrada de entrega silenciosa,abnegada, sin mayor interés que expresar el rostromaternal de Dios! Así mismo, podemos recordar albeato Mariano de Jesús Euse Hoyos, uno de losprimeros alumnos del Seminario de Medellín, y aotros sacerdotes y religiosas de Colombia, cuyosprocesos de canonización han sido introducidos;como también otros tantos, miles de colombianosanónimos que, en la sencillez de su vida cotidiana,han sabido entregarse por el Evangelio y que ustedesllevarán en su memoria y serán estímulo en suentrega. Todos nos muestran que es posible seguirfielmente la llamada del Señor, que es posible darmucho fruto.

La buena noticia es que Él está dispuesto alimpiarnos, que no estamos terminados, que comobuenos discípulos estamos en camino. ¿Cómo vacortando Jesús los factores de muerte que anidan ennuestra vida y distorsionan el llamado? Invitándonosa permanecer en Él; permanecer no significasolamente estar, sino que indica mantener unarelación vital, existencial, de absoluta necesidad; esvivir y crecer en unión íntima y fecunda con Jesús,fuente de vida eterna. Permanecer en Jesús no

puede ser una actitud meramente pasiva o un simpleabandono sin consecuencias en la vida cotidiana yconcreta. Permítanme proponerles tres modos dehacer efectivo este permanecer:

Permanecemos tocando la humanidad de Cristo:

Con la mirada y los sentimientos de Jesús, quecontempla la realidad no como juez, sino como buensamaritano; que reconoce los valores del pueblo conel que camina, así como sus heridas y pecados; quedescubre el sufrimiento callado y se conmueve antelas necesidades de las personas, sobre todo cuandoestas se ven avasalladas por la injusticia, la pobrezaindigna, la indiferencia, o por la perversa acción dela corrupción y la violencia.

Con los gestos y palabras de Jesús, que expresanamor a los cercanos y búsqueda de los alejados;ternura y firmeza en la denuncia del pecado y elanuncio del Evangelio; alegría y generosidad en laentrega y el servicio, sobre todo a los más pequeños,rechazando con fuerza la tentación de dar todo porperdido, de acomodarnos o de volvernos sóloadministradores de desgracias.

Permanecemos contemplando su divinidad:

Despertando y sosteniendo la admiración por elestudio que acrecienta el conocimiento de Cristoporque, como recuerda san Agustín, no se puedeamar a quien no se conoce (cf. La Trinidad, Libro X,

cap. I, 3).

Privilegiando para ese conocimiento el encuentro conla Sagrada Escritura, especialmente el Evangelio,donde Cristo nos habla, nos revela su amorincondicional al Padre, nos contagia la alegría quebrota de la obediencia a su voluntad y del servicio alos hermanos. Quien no conoce las Escrituras, noconoce a Jesús. Quien no ama las Escrituras, no amaa Jesús (cf. San Jerónimo, Prólogo al comentario delprofeta Isaías: PL 24,17). ¡Gastemos tiempo en unalectura orante de la Palabra! En auscultar en ella quéquiere Dios para nosotros y nuestro pueblo.

Que todo nuestro estudio nos ayude a ser capaces deinterpretar la realidad con los ojos de Dios, que nosea un estudio evasivo de los aconteceres de nuestropueblo, que tampoco vaya al vaivén de modas oideologías. Que no viva de añoranzas ni quieraencorsetar el misterio, que no quiera responder apreguntas que ya nadie se hace y dejar en el vacíoexistencial a aquellos que nos cuestionan desde lascoordenadas de sus mundos y sus culturas.

Permanecer y contemplar su divinidad haciendo de laoración parte fundamental de nuestra vida y denuestro servicio apostólico. La oración nos libera dellastre de la mundanidad, nos enseña a vivir demanera gozosa, a elegir alejándonos de losuperficial, en un ejercicio de auténtica libertad.Nos saca de estar centrados en nosotros mismos,

escondidos en una experiencia religiosa vacía y noslleva a ponernos con docilidad en las manos de Diospara realizar su voluntad y hacer eficaz su proyectode salvación. Y en la oración, adorar. Aprender aadorar en silencio.

Seamos hombres y mujeres reconciliados parareconciliar. Haber sido llamados no nos da uncertificado de buena conducta e impecabilidad; noestamos revestidos de una aureola de santidad.Todos somos pecadores y necesitamos del perdón y lamisericordia de Dios para levantarnos cada día; Élarranca lo que no está bien y hemos hecho mal, loecha fuera de la viña y lo quema. Nos deja limpiospara poder dar fruto. Así es la fidelidadmisericordiosa de Dios para con su pueblo, del quesomos parte. Él nunca nos dejará tirados al costadodel camino. Dios hace de todo para evitar que elpecado nos venza y cierre las puertas de nuestra vidaa un futuro de esperanza y de gozo.

Finalmente, hay que permanecer en Cristo paravivir en la alegría:

Si permanecemos en Él, su alegría estará ennosotros. No seremos discípulos tristes y apóstolesamargados. Al contrario, reflejaremos y portaremosla alegría verdadera, el gozo pleno que nadie nospodrá quitar, difundiremos la esperanza de vidanueva que Cristo nos ha traído. El llamado de Dios noes una carga pesada que nos roba la alegría. Dios no

nos quiere sumidos en la tristeza y el cansancio quevienen de las actividades mal vividas, sin unaespiritualidad que haga feliz nuestra vida y aunnuestras fatigas. Nuestra alegría contagiosa tieneque ser el primer testimonio de la cercanía y delamor de Dios. Somos verdaderos dispensadores de lagracia de Dios cuando trasparentamos la alegría delencuentro con Él.

En el Génesis, después del diluvio, Noé planta unavid como signo del nuevo comienzo; finalizando elÉxodo, los que Moisés envió a inspeccionar la tierraprometida, volvieron con un racimo de uvas, signo deesa tierra que manaba leche y miel. Dios se ha fijadoen nosotros, en nuestras comunidades y familias. ElSeñor ha puesto su mirada sobre Colombia: ustedesson signo de ese amor de predilección. Nos tocaofrecer todo nuestro amor y servicio unidos aJesucristo, nuestra vid. Y ser promesa de un nuevoinicio para Colombia, que deja atrás diluvios dedesencuentro y violencia, que quiere dar muchosfrutos de justicia y paz, de encuentro y solidaridad.Que Dios los bendiga; que Dios bendiga la vidaconsagrada en Colombia. Y no se olviden de rezar pormí.

18. ACOGIDA EN LA NUNCIATURA18. ACOGIDA EN LA NUNCIATURA

BOGOTÁ D.C. - 9 DE SEPTIEMBREBOGOTÁ D.C. - 9 DE SEPTIEMBRE

Tras su jornada en Medellín, el Papa Francisco fuerecibido por un grupo de matrimonios y religiosos enla Nunciatura Apostólica, ubicada en Bogotá, aquienes les pidió recordar el primer amor de Jesús.

Estuvieron presentes parejas de recién casados ymatrimonios que han cumplido 25 y 50 años juntos.También asistieron 250 representantes de diversascongregaciones religiosas que residen en Bogotá.

Un coro integrado por franciscanos, dominicos,jesuitas y agustinos entonó una canción que hablabasobre el llamado de Jesús a Pedro para ser la rocasobre la cual edificaría la Iglesia.

PALABRAS DEL PAPA

Cada uno de los que han venido, sintió que Jesús ledecía algo, que Jesús le decía cuál era su nombre yque lo quería en ese camino. Y cuando al principiolos padrecitos cantaron lo que Jesús le dijo a Pedro:me dije, que contento se habrá puesto Pedro cuandose lo dijeron, y yo creo que todos nosotros nospusimos contentos cuando Jesús nos dice: te quieropara tal lugar, para esto, para aquello, para estecamino, que vayas a hacerte monja, que te cases,que formes un hogar, que te hagas cura, etc…

Se me ocurre pensar que cuando Pedro sintió queJesús le dijo: «bueno, vos sos la piedra», le dio elnombre. Él habrá pensado: «esto me lo dijo cuándome conoció, me dijo que yo era Pedro», y habráempezado a darse cuenta que ese mismo nombretenía diversas melodías, diversas músicas. Comodiversas músicas tiene el canto que ustedescantaron. Y así siguió Pedro contento,envalentonado, pero 15 minutos después Jesús ledijo lo contrario, le dijo: «apartate que sos unsatanás para mí». Se había equivocado.

Y después pienso las veces que Pedro habrárecordado lo que le dijo Jesús aquella noche deljueves cuando tan seguro de sí mismo dijo: «a Ese nolo conozco». Cómo habrá pensado en lo que le dijo,y cómo habrá recordado lo que le dijo Jesús cuandolo vio salir del calabozo, lo miró y se puso a llorar. O

sea, lo que Jesús nos dice se vive a lo largo de lavida, la misma palabra, la misma vocación endiversas maneras. La vida nos va llevando a vivirlacon alegría con dolor, con pecado, con más gracia.Que habrá hecho Pedro aquella noche del juevesllorando, se habrá escondido de vergüenza, habrá idoa ver a la Madre de Jesús a pedirle consejo, nosabemos.

Y después estaba allí encerrado con miedo, ydespués Jesús le pregunta tres veces si lo quiere, yse acuerda y dice yo no entiendo nada, y es otramelodía de su mismo nombre. Yo quisiera que cadauno de nosotros recordara el primer llamado, cuandoJesús nos puso un nombre; la primera vocación, elprimer amor, y lo conjugaran en esas diversasmúsicas de la vida. En la que nos lleva la vida,momentos lindos, momentos plenos, momentos deequivocación, momentos de pecado, momentososcuros, momentos de querer romper todo yempezar de nuevo con otra cosa. Pero el nombre noperderlo. Jesús nos puso un nombre a cada uno y nospuso en un camino, en un camino de consagración:en la vida de la familia y en la familia consagrada.Un camino de entrega a Él y a los hermanos ennombre de Él. Entonces cada vez hay que volver aconjugar ese nombre en las diversas situaciones quenos toca vivir. Cuando Jesús nos llama y nos da elnombre, no nos da el seguro de vida, ése lo tenemosque defender nosotros con la humildad, con la

oración, y pedirle limosna al Señor. Dame fuerzasSeñor, para que podamos seguir cada uno en lo quenos has llamado. Pero nadie tiene asegurada laperseverancia en ese nombre, hay que pedirla. Y Élla da, porque nos quiere mucho, y Él quiere que nosquedemos, pero hay que mendigarlo. No se olviden,si quieren triunfar en la vida como Jesús quiere,mendiguen, porque el protagonista de la historia esel mendigo, el protagonista de la historia de lasalvación es el mendigo ese que cada uno denosotros llevamos dentro. Gracias por esto, y queeste testimonio que dan lo lleven adelante y que démuchos frutos. Gracias.

Y ahora vamos a rezarle a la Virgen todos juntos, y apedir unos por otros, vamos a pedirle a la Virgen quecomo Madre cuide el nombre que Jesús le dio al otroy a los demás, y así nos unimos más.

Dios te salve María…

[Bendición]

Y por favor, no se olviden de rezar por mí.

19. VISITA DEL PAPA FRANCISCO19. VISITA DEL PAPA FRANCISCOAL BARRIO SAN FRANCISCOAL BARRIO SAN FRANCISCO

CARTAGENA – 10 DE SEPTIEMBRECARTAGENA – 10 DE SEPTIEMBRE

20. ANGELUS DEL PAPA FRANCISCO20. ANGELUS DEL PAPA FRANCISCOEN LA PLAZA DE SAN PEDRO CLAVEREN LA PLAZA DE SAN PEDRO CLAVER

CARTAGENA – 10 DE SEPTIEMBRECARTAGENA – 10 DE SEPTIEMBRE

Queridos hermanos y hermanas:

Poco antes de entrar en esta iglesia donde seconservan las reliquias de san Pedro Claver, hebendecido las primeras piedras de dos institucionesdestinadas a atender a personas con grave necesidady visité la casa de la señora Lorenza, donde acogecada día a muchos hermanos y hermanas nuestraspara darles alimento y cariño. Estos encuentros mehan hecho mucho bien porque allí se puedecomprobar cómo el amor de Dios se hace concreto,

se hace cotidiano.

Todos juntos rezaremos el Ángelus, recordando laencarnación del Verbo. Y pensamos en María, queconcibió a Jesús y lo trajo al mundo. Lacontemplamos esta mañana bajo la advocación deNuestra Señora de Chiquinquirá. Como saben,durante un periodo largo de tiempo esta imagenestuvo abandonada, perdió el color y estaba rota yagujereada. Era tratada como un trozo de saco viejo,usándola sin ningún respeto hasta que acabarondesechándola.

Fue entonces cuando una mujer sencilla, la primeradevota de la Virgen de Chiquinquirá, que según latradición se llamaba María Ramos, vio en esa telaalgo diferente. Tuvo el valor y la fe de colocar esaimagen borrosa y rajada en un lugar destacado,devolviéndole su dignidad perdida. Supo encontrar yhonrar a María, que sostenía a su Hijo en sus brazos,precisamente en lo que para los demás eradespreciable e inútil.

De ese modo, se hizo paradigma de todos aquellosque, de diversas maneras, buscan recuperar ladignidad del hermano caído por el dolor de lasheridas de la vida, de aquellos que no se conformany trabajan por construirles una habitación digna, poratender sus necesidades perentorias y, sobre todo,rezan con perseverancia para que puedan recuperarel esplendor de hijos de Dios que les ha sido

arrebatado.

El Señor nos enseña a través del ejemplo de loshumildes y de los que no cuentan. Si a María Ramos,una mujer sencilla, le concedió la gracia de acoger laimagen de la Virgen en la pobreza de esa tela rota, aIsabel, una mujer indígena, y a su hijo Miguel, les diola capacidad de ser los primeros en ver trasformaday renovada esa tela de la Virgen. Ellos fueron losprimeros en mirar con ojos sencillos ese trozo depaño totalmente nuevo y ver en éste el resplandorde la luz divina, que transforma y hace nuevas todaslas cosas. Son los pobres, los humildes, los quecontemplan la presencia de Dios, a quienes se revelael misterio del amor de Dios con mayor nitidez. Ellos,pobres y sencillos, fueron los primeros en ver a laVirgen de Chinquinquirá y se convirtieron en susmisioneros, anunciadores de la belleza y santidad dela Virgen.

Y en esta iglesia le rezaremos a María, que se llamó así misma «la esclava del Señor», y a san Pedro Claver,el «esclavo de los negros para siempre», como sehizo llamar desde el día de su profesión solemne. Élesperaba las naves que llegaban desde África alprincipal mercado de esclavos del Nuevo Mundo.Muchas veces los atendía solamente con gestosevangelizadores, por la imposibilidad decomunicarse, por la diversidad de los idiomas. Sinembargo, Pedro Claver sabía que el lenguaje de la

caridad y de la misericordia era comprendido portodos. De hecho, la caridad ayuda a comprender laverdad y la verdad reclama gestos de caridad.Cuando sentía repugnancia hacia ellos, besaba susllagas.

Austero y caritativo hasta el heroísmo, después dehaber confortado la soledad de centenares de milesde personas, transcurrió los últimos cuatro años desu vida enfermo y en su celda, en un espantosoestado de abandono.

Efectivamente, san Pedro Claver ha testimoniado enmodo formidable la responsabilidad y el interés quecada uno de nosotros debe tener por sus hermanos.Este santo fue, por lo demás, acusado injustamentede ser indiscreto por su celo y debió enfrentar durascríticas y una pertinaz oposición por parte dequienes temían que su ministerio socavase ellucrativo comercio de los esclavos.

Todavía hoy, en Colombia y en el mundo, millones depersonas son vendidas como esclavos, o bienmendigan un poco de humanidad, un momento deternura, se hacen a la mar o emprenden el caminoporque lo han perdido todo, empezando por sudignidad y por sus propios derechos.

María de Chiquinquirá y Pedro Claver nos invitan atrabajar por la dignidad de todos nuestros hermanos,en especial por los pobres y descartados de la

sociedad, por aquellos que son abandonados, por losemigrantes, por los que sufren la violencia y la trata.Todos ellos tienen su dignidad y son imagen viva deDios. Todos hemos sido creados a imagen ysemejanza de Dios, y a todos nosotros, la Virgen nossostiene en sus brazos como a hijos queridos.

Dirijamos ahora nuestra oración a la Virgen Madre,para que nos haga descubrir en cada uno de loshombres y mujeres de nuestro tiempo el rostro deDios.

Palabras del Papa Francisco después el rezo delÁngelus en el Santuario de San Pedro Claver(Colombia)

Queridos hermanos y hermanas:

Desde este lugar, quiero asegurar mi oración porcada uno de los países de Latinoamérica, y demanera especial por la vecina Venezuela. Expreso micercanía a cada uno de los hijos e hijas de esa amadanación, como también a los que han encontrado enesta tierra colombiana un lugar de acogida. Desdeesta ciudad, sede de los derechos humanos, hago unllamamiento para que se rechace todo tipo deviolencia en la vida política y se encuentre unasolución a la grave crisis que se está viviendo yafecta a todos, especialmente a los más pobres ydesfavorecidos de la sociedad. Que la VirgenSantísima interceda por todas las necesidades del

mundo y de cada uno de sus hijos.

Saludo a todos los presentes, venidos de diferenteslugares, como también a los que siguen esta visitapor la radio y la televisión. A todos os deseo un felizdomingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí.

Y ahora quisiera darles la bendición. Cada uno denosotros, antes de recibir la bendición en un ratitode silencio, metan su corazón los nombres de laspersonas que más queremos y también los nombresde las personas que no queremos. Los nombres de laspersonas que nos quieren y los nombres de laspersonas que sabemos que no nos quieren. Paratodos y para cada uno pedimos la bendición, paratodos.

21. 21. ORACIÓN SILENCIOSAORACIÓN SILENCIOSADEL PAPA FRANCISCODEL PAPA FRANCISCO

ANTE LOS RESTOS DE SAN PEDRO CLAVERANTE LOS RESTOS DE SAN PEDRO CLAVER

CARTAGENA – 10 DE SEPTIEMBRECARTAGENA – 10 DE SEPTIEMBRE

22. HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO22. HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCOEN LA EUCARISTÍA CELEBRADAEN LA EUCARISTÍA CELEBRADA

EN CARTAGENA DE INDIASEN CARTAGENA DE INDIAS

CARTAGENA - 10 DE SEPTIEMBRECARTAGENA - 10 DE SEPTIEMBRE

En esta ciudad, que ha sido llamada «la heroica» porsu tesón hace 200 años en defender la libertadconseguida, celebro la última Eucaristía de este viajea Colombia. También, desde hace 32 años, Cartagenade Indias es en Colombia la sede de los DerechosHumanos porque aquí como pueblo se valora que«gracias al equipo misionero formado por lossacerdotes jesuitas Pedro Claver y Corberó, Alonsode Sandoval y el Hermano Nicolás González,acompañados de muchos hijos de la ciudad de

Cartagena de Indias en el siglo XVII, nació lapreocupación por aliviar la situación de los oprimidosde la época, en especial la de los esclavos, porquienes clamaron por el buen trato y la libertad»(Congreso de Colombia 1985, ley 95, art. 1).

Aquí, en el Santuario de san Pedro Claver, donde demodo continuo y sistemático se da el encuentro, lareflexión y el seguimiento del avance y vigencia delos derechos humanos en Colombia, la Palabra deDios nos habla de perdón, corrección, comunidad yoración.

En el cuarto sermón del Evangelio de Mateo, Jesúsnos habla a nosotros, a los que hemos decididoapostar por la comunidad, a quienes valoramos lavida en común y soñamos con un proyecto queincluya a todos. El texto que precede es el del pastorbueno que deja las 99 ovejas para ir tras la perdida,y ese aroma perfuma todo el discurso: no hay nadielo suficientemente perdido que no merezca nuestrasolicitud, nuestra cercanía y nuestro perdón. Desdeesta perspectiva, se entiende entonces que unafalta, un pecado cometido por uno, nos interpele atodos pero involucra, en primer lugar, a la víctimadel pecado del hermano; ese está llamado a tomar lainiciativa para que quien lo dañó no se pierda.

En estos días escuché muchos testimonios de quieneshan salido al encuentro de personas que les habíandañado. Heridas terribles que pude contemplar en

sus propios cuerpos; pérdidas irreparables quetodavía se siguen llorando, sin embargo han salido,han dado el primer paso en un camino distinto a losya recorridos. Porque Colombia hace décadas que atientas busca la paz y, como enseña Jesús, no ha sidosuficiente que dos partes se acercaran, dialogaran;ha sido necesario que se incorporaran muchos másactores a este diálogo reparador de los pecados. «Sino te escucha, busca una o dos personas más» (Mt18,15), nos dice el Señor en el Evangelio.

Hemos aprendido que estos caminos de pacificación,de primacía de la razón sobre la venganza, dedelicada armonía entre la política y el derecho, nopueden obviar los procesos de la gente. No sealcanza con el diseño de marcos normativos yarreglos institucionales entre grupos políticos oeconómicos de buena voluntad. Jesús encuentra lasolución al daño realizado en el encuentro personalentre las partes. Además, siempre es rico incorporaren nuestros procesos de paz la experiencia desectores que, en muchas ocasiones, han sidoinvisibilizados, para que sean precisamente lascomunidades quienes coloreen los procesos dememoria colectiva. «El autor principal, el sujetohistórico de este proceso, es la gente y su cultura,no es una clase, una fracción, un grupo, una élite.No necesitamos un proyecto de unos pocos para unospocos, o una minoría ilustrada o testimonial que seapropie de un sentimiento colectivo. Se trata de un

acuerdo para vivir juntos, de un pacto social ycultural» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 239).

Nosotros podemos hacer un gran aporte a este pasonuevo que quiere dar Colombia. Jesús nos señala queeste camino de reinserción en la comunidadcomienza con un diálogo de a dos. Nada podráreemplazar ese encuentro reparador; ningún procesocolectivo nos exime del desafío de encontrarnos, declarificar, perdonar. Las heridas hondas de la historiaprecisan necesariamente de instancias donde se hagajusticia, se dé posibilidad a las víctimas de conocerla verdad, el daño sea convenientemente reparado yhaya acciones claras para evitar que se repitan esoscrímenes. Pero eso sólo nos deja en la puerta de lasexigencias cristianas. A nosotros se nos exige generar«desde abajo» un cambio cultural: a la cultura de lamuerte, de la violencia, respondemos con la culturade la vida, del encuentro. Nos lo decía ya eseescritor tan de ustedes, tan de todos: «Este desastrecultural no se remedia ni con plomo ni con plata,sino con una educación para la paz, construida conamor sobre los escombros de un país enardecidodonde nos levantamos temprano para seguirnosmatándonos los unos a los otros... una legítimarevolución de paz que canalice hacia la vida lainmensa energía creadora que durante casi dos sigloshemos usado para destruirnos y que reivindique yenaltezca el predominio de la imaginación» (GabrielGarcía Márquez, Mensaje sobre la paz, 1998).

¿Cuánto hemos accionado en favor del encuentro, dela paz? ¿Cuánto hemos omitido, permitiendo que labarbarie se hiciera carne en la vida de nuestropueblo? Jesús nos manda a confrontarnos con esosmodos de conducta, esos estilos de vida que dañan elcuerpo social, que destruyen la comunidad. ¡Cuántasveces se «normalizan» procesos de violencia,exclusión social, sin que nuestra voz se alce ninuestras manos acusen proféticamente! Al lado desan Pedro Claver había millares de cristianos,consagrados muchos de ellos; sólo un puñado inicióuna corriente contracultural de encuentro. San Pedrosupo restaurar la dignidad y la esperanza decentenares de millares de negros y de esclavos quellegaban en condiciones absolutamente inhumanas,llenos de pavor, con todas sus esperanzas perdidas.No poseía títulos académicos de renombre; más aún,se llegó a afirmar que era «mediocre» de ingenio,pero tuvo el «genio» de vivir cabalmente elEvangelio, de encontrarse con quienes otrosconsideraban sólo un deshecho. Siglos más tarde, lahuella de este misionero y apóstol de la Compañía deJesús fue seguida por santa María Bernarda Bütler,que dedicó su vida al servicio de pobres y marginadosen esta misma ciudad de Cartagena.[1]

En el encuentro entre nosotros redescubrimosnuestros derechos, recreamos la vida para quevuelva a ser auténticamente humana. «La casacomún de todos los hombres debe continuar

levantándose sobre una recta comprensión de lafraternidad universal y sobre el respeto de lasacralidad de cada vida humana, de cada hombre ycada mujer; de los pobres, de los ancianos, de losniños, de los enfermos, de los no nacidos, de losdesocupados, de los abandonados, de los que sejuzgan descartables porque no se los considera másque números de una u otra estadística. La casacomún de todos los hombres debe también edificarsesobre la comprensión de una cierta sacralidad de lanaturaleza creada» (Discurso a las Naciones Unidas,25 septiembre 2015).

También Jesús nos señala la posibilidad de que elotro se cierre, se niegue a cambiar, persista en sumal. No podemos negar que hay personas quepersisten en pecados que hieren la convivencia y lacomunidad: «Pienso en el drama lacerante de ladroga, con la que algunos lucran despreciando lasleyes morales y civiles, en la devastación de losrecursos naturales y en la contaminación; en latragedia de la explotación laboral; pienso en elblanqueo ilícito de dinero así como en laespeculación financiera, que a menudo asume rasgosperjudiciales y demoledores para enteros sistemaseconómicos y sociales, exponiendo a la pobreza amillones de hombres y mujeres; pienso en laprostitución que cada día cosecha víctimasinocentes, sobre todo entre los más jóvenes,robándoles el futuro; pienso en la abominable trata

de seres humanos, en los delitos y abusos contra losmenores, en la esclavitud que todavía difunde suhorror en muchas partes del mundo, en la tragediafrecuentemente desatendida de los emigrantes conlos que se especula indignamente en la ilegalidad»(Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 2014, 8),e incluso en una «aséptica legalidad» pacifista queno tiene en cuenta la carne del hermano, la carne deCristo. También para esto debemos estar preparados,y sólidamente asentados en principios de justicia queen nada disminuyen la caridad. No es posible conviviren paz sin hacer nada con aquello que corrompe lavida y atenta contra ella. A este respecto,recordamos a todos aquellos que, con valentía y deforma incansable, han trabajado y hasta han perdidola vida en la defensa y protección de los derechos dela persona humana y su dignidad. Como a ellos, lahistoria nos pide asumir un compromiso definitivo endefensa de los derechos humanos, aquí, enCartagena de Indias, lugar que ustedes han elegidocomo sede nacional de su tutela.

Finalmente Jesús nos pide que recemos juntos; quenuestra oración sea sinfónica, con maticespersonales, distintas acentuaciones, pero que alcede modo conjunto un mismo clamor. Estoy seguro deque hoy rezamos juntos por el rescate de aquellosque estuvieron errados y no por su destrucción, porla justicia y no la venganza, por la reparación en laverdad y no el olvido. Rezamos para cumplir con el

lema de esta visita: «¡Demos el primer paso!», y queeste primer paso sea en una dirección común.

«Dar el primer paso» es, sobre todo, salir alencuentro de los demás con Cristo, el Señor. Y Él nospide siempre dar un paso decidido y seguro hacia loshermanos, renunciando a la pretensión de serperdonados sin perdonar, de ser amados sin amar. SiColombia quiere una paz estable y duradera, tieneque dar urgentemente un paso en esta dirección,que es aquella del bien común, de la equidad, de lajusticia, del respeto de la naturaleza humana y desus exigencias. Sólo si ayudamos a desatar los nudosde la violencia, desenredaremos la compleja madejade los desencuentros: se nos pide dar el paso delencuentro con los hermanos, atrevernos a unacorrección que no quiere expulsar sino integrar; senos pide ser caritativamente firmes en aquello queno es negociable; en definitiva, la exigencia esconstruir la paz, «hablando no con la lengua sino conmanos y obras» (san Pedro Claver), y levantar juntoslos ojos al cielo: Él es capaz de desatar aquello quepara nosotros pareciera imposible, Él ha prometidoacompañarnos hasta el fin de los tiempos, Él nodejará estéril tanto esfuerzo.

También ella tuvo la inteligencia de la caridad y supoencontrar a Dios en el prójimo; ninguno de los dos separalizó ante la injusticia y la dificultad. Porque«ante el conflicto, algunos simplemente lo miran y

siguen adelante como si nada pasara, se lavan lasmanos para poder continuar con su vida. Otrosentran de tal manera en el conflicto que quedanprisioneros, pierden horizontes, proyectan en lasinstituciones las propias confusiones einsatisfacciones y así la unidad se vuelve imposible.Pero hay una tercera manera, la más adecuada, desituarse ante el conflicto. Es aceptar sufrir elconflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón deun nuevo proceso» (Exhortortación ApostólicaEvangelii gaudium, 227).

DESPEDIDA DEL SANTO PADRE

Al terminar esta celebración, deseo agradecer aMonseñor Jorge Enrique Jiménez Carvajal, Arzobispo

de Cartagena, las amables palabras que me hadirigido en nombre de sus hermanos en el episcopadoy de todo el pueblo de Dios.

Agradezco al señor Presidente Juan Manuel Santospor su invitación a visitar el país. A las Autoridadesciviles, y a todos los que han deseado unirse anosotros en esta celebración Eucarística, aquí o através de los medios de comunicación.

Agradezco el esfuerzo y colaboración para haberhecho realidad esta visita. Son muchos los que hancolaborado dando su tiempo y su disponibilidad. Hansido días intensos y hermosos en los que pudeencontrar a tantas personas, conocer tantasrealidades que me han tocado el corazón. Ustedesme han hecho mucho bien.

Queridos hermanos, quisiera dejarles una últimapalabra: no nos quedemos en «dar el primer paso»,sino que sigamos caminando juntos cada día para iral encuentro del otro, en busca de la armonía y de lafraternidad. No podemos quedarnos parados.

El 8 de septiembre de 1654 moría aquí mismo SanPedro Claver; lo hacía después de cuarenta años deesclavitud voluntaria, de incansable labor en favorde los más pobres. Él no se quedó parado, despuésdel primer paso siguieron otros y otros y otros.

Su ejemplo nos hace salir de nosotros mismos e ir alencuentro del prójimo. Colombia, tu hermano te

necesita, ve a su encuentro llevando el abrazo depaz, libre de toda violencia, esclavos de la paz, parasiempre.

23. RUEDA DE PRENSA DEL PAPA23. RUEDA DE PRENSA DEL PAPAFRANCISCO AL REGRESAR A ROMAFRANCISCO AL REGRESAR A ROMA

Greg Burke, Director de la Oficina de Prensa delVaticano: Gracias Santo Padre, por el tiempo que nosdedica hoy después de un viaje intenso, cansado,muy cansado para algunos, pero también un viajefructífero. En varias ocasiones usted ha dado lasgracias a la gente por lo que le han enseñado.También nosotros aprendemos muchas cosas en estacultura del encuentro y le damos las gracias por ello.

Colombia en particular, con su pasado reciente, y nosolo reciente, nos ha ofrecido algunos testimoniosfuertes, algunos testimonios emocionantes de perdóny de reconciliación. Pero también nos ha ofrecido

una lección continua de alegría y de esperanza, dospalabras que usted ha usado mucho en este viaje.Ahora quizás usted quiera decir algo y después vamoscon las preguntas. Gracias

Papa Francisco: Buenas tardes y muchas gracias porvuestro trabajo. Estoy conmovido de la alegría, de laternura, de la juventud, de la nobleza del pueblocolombiano. Un pueblo noble que no tiene miedo aexpresarse como siente, no tiene miedo a escuchar ya hacer ver lo que siente. Así lo percibo yo.

Esta es la tercera vez que yo recuerde (que heestado en Colombia), pero hay un obispo que me hadicho: ‘no, usted ha estado una cuarta vez”, perosolo para pequeñas reuniones. Una vez en la Ceja ylas otras dos en Bogotá, o tres, pero, no conocía laColombia profunda, la que se ve en las calles. Bien,yo agradezco el testimonio de alegría, de esperanza,de paciencia en el sufrimiento de este pueblo. Me hahecho mucho bien. Gracias.

Greg Burke: Bien, Santo Padre. Primera pregunta deCésar Moreno de Radio Caracol.

César Moreno: Gracias, Su Santidad. Muy buenasnoches. Primero que todo, quisiera agradecerle porparte de todos los medios colombianos que nosacompañan aquí en este viaje, y de todos loscompañeros y amigos por haber usted ido a nuestrapatria, por habernos dado tantos mensajes tan

lindos, tan profundos, por tanto, cariño, por tantacercanía que usted le demostró al pueblocolombiano, Su Santidad. Muchas gracias

Usted llegó, Santo Padre, a un país dividido. Divididopor cuenta de un proceso de paz. Entre los queaceptan y no aceptan ese proceso. ¿Qué hacerconcretamente qué pasos dar, para acercar a laspartes divididas, para que a nuestros dirigentesdejen ese odio, dejen ese rencor?. Si Su Santidadvolviera, pudiera volver, a nuestro país en unos años,¿Cómo cree, como le gustaría ver a Colombia?Gracias.

Papa Francisco: A mí me gustaría que el lema almenos fuese: “Demos el segundo paso”. Que almenos fuera ese. Yo pensaba que eran más.Calculaba por los 60, pero me dijeron 54 años deguerrilla, más o menos. Y ahí se acumula mucho,mucho. Mucho odio, mucho rencor, mucha almaenferma. Y la enfermedad no es culpable. Viene. Tela arrastra un sarampión y te agarra ¡Ah, perdona!,hablo italiano. La enfermedad no es algo culpable,viene.

Con estas guerrillas que de verdad había hecho, seala guerrilla, sean los paramilitares, sean aquellos delaire, y también la corrupción tantas veces en el país,han cometido pecados malos que han provocado estaenfermedad del odio, de…Pero se han dado pasosque dan esperanza, pasos en la negociación, pero ha

sido el último. Se ha dado el cese del fuego del ELN,y lo agradezco mucho, lo agradezco mucho eso. Perohay algo más que yo he percibido. El querer de iradelante en este proceso va más allá de lasnegociaciones que se están haciendo o se debenhacer.

Es una querencia espontánea, y allí está la fuerza delpueblo. Yo tengo esperanza en esto. El pueblo quiererespirar, pero debemos ayudarlo con la cercanía, laoración, y sobre todo con la comprensión de cuántodolor hay dentro de tanta gente.

Greg Burke: Ahora, Santo Padre José Mojica, de ElTiempo.

José Mojica: Santo Padre, un honor estar aquí, unhonor estar aquí con usted. Mi nombre es JoséMojica, soy periodista de El Tiempo, Casa editorialde Colombia, y le saludo en nombre también de miscolegas colombianos y de todos los medios decomunicación de mi país.

Colombia ha sufrido muchas décadas de violencia porcuenta de la guerra, por el conflicto armado, ytambién por el narcotráfico.

Sin embargo, los estragos de la corrupción en lapolítica han sido tan perjudiciales como la mismaguerra, y aunque no es nueva la corrupción, siemprehemos sabido que existe, ahora es más visible porqueya no tenemos las noticias de la guerra, del conflicto

armado. ¿Qué hacer ante este flagelo, hasta dóndellevar a los corruptos, como castigarlos? Y, porúltimo, ¿habría que excomulgar a los corruptos?

Papa Francisco: Me hace una pregunta que yo me lahe planteado muchas veces. Yo me la he planteadode esta manera: ¿El corrupto tiene perdón? Yo me laplanteé así. Y me la planteé cuando hubo un actode… en la provincia de Catamarca, en la Argentina,un acto de maltrato, abuso, de violación de unachica. Y había gente metida ahí, muy ligada a lospoderes políticos y económicos de esa provincia.

Yo escribí un pequeño libro que se llama “Pecado ycorrupción”. Siempre. Todos somos pecadores ysabemos que el Señor está cerca nuestro. Que Él nose cansa de perdonar, pero la diferencia: ‘Dios nuncase cansa de perdonar’. Pero, el pecador, a veces seanima y pide perdón. El problema es que el corruptose cansa de pedir perdón y olvida de como se pideperdón.

Esto es un problema grande. Es un estado deinsensibilidad ante los valores, ante la destrucción, ala explotación de las personas. No es capaz de pedirperdón. Es como una condena aquí, es muy difícilayudar a un corrupto, muy difícil, pero Dios puedehacerlo. Yo rezo por ello.

Greg Burke: Santo Padre ahora Hernán Reyes, deTelam.

Hernán Reyes: Santidad, del grupo de periodistas delengua española. Usted ha hablado de este primerpaso que ha dado Colombia. Hoy en la Misa ha dichoque no ha habido suficiente diálogo entre dos partespero que ha sido necesario incorporar más actores.¿Usted piensa que es posible replicar este modelocolombiano en otros conflictos en el mundo?

Papa Francisco: Integrar otras personas –que hoy enla homilía he hablado de esto hablando de la partedel Evangelio– integrar a las personas no es laprimera vez. En muchos conflictos han estadointegradas otras personas. Un modo de ir adelante,un modo sapiencial de política.

Existe la sabiduría de pedir ayuda, pero creo que hoyhe querido ponerlo en la homilía, que era unmensaje en la homilía, creo que estos recursostécnicos, digamos así, políticos, ayudan y piden aveces la intervención de las Naciones Unidas parasalir de la crisis, pero solo un proceso de paz iráadelante si lo toma en mano el pueblo. Si un pueblono lo toma en mano. Sí, podrá ir adelante un poco,se llegará a un compromiso.

Es lo que he querido que se escuche en esta visita. Elprotagonista de la pacificación o es el pueblo, o sellegará a un cierto punto. Pero cuando toma lainiciativa el pueblo es capaz de hacerlo bien. Yo veoque ese es el camino superior.

Elena Pinaris: Buenas tardes Santidad. Ante todo,queríamos preguntarle qué tal está. Hemos vistotodos que se ha golpeado la cabeza. ¿Cómo está? ¿Seha hecho daño?

Papa Francisco: Estoy bien. Me agaché para saludara un niño, no vi el cristal y¡pum!

Pregunta: La pregunta es esta: mientras estamos enel vuelo, pasamos cerca del huracán Irma, quedespués de haber causado daños enormes y decenasde muertos en las islas del Caribe y Cuba, se temeque zonas de Florida puedan terminar bajo el agua.Seis millones de personas han debido dejar sus casas.

Después del huracán Harvey, han estado casi a lamisma vez tres huracanes en la misma zona.Expertos aseguran que el calentamiento del océanoes un factor que contribuye a hacer las tempestadesy los huracanes estacionales más intensos. ¿Existeuna responsabilidad moral de los líderes políticos,que desechan colaborar con las otras naciones paracontrolar las emisiones de gas de efecto invernaderoporque dicen que el cambio climático sea obra delhombre?

Papa Francisco: Gracias. La última parte, para noolvidarle: quien niega esto debe ir a los científicos ypreguntarles a ellos. Ellos hablan muy claro. Loscientíficos son precisos. El otro día, cuando hasalido la noticia de ese barco ruso que ha ido de

Noruega al Japón o el Polo Norte sin hielo, sedeshiela, en la fotografía se veían trozos de hielo. AlPolo norte ahora se puede ir. Está muy claro, muyclaro. Cuando ha salido esa noticia de unauniversidad, no me acuerdo de dónde, ha salido otraque decía: ‘tenemos solo 3 años para volver atrás, delo contrario las consecuencias serán terribles’. Yo nosé si es verdad que son tres años o no, pero que si novolvemos atrás vamos para abajo es verdad.

Se ven los efectos del cambio climático, y loscientíficos dicen claramente el camino a seguir, ytodos nosotros tenemos una responsabilidad. Todos,cada uno tiene una pequeña, o una grande. Unaresponsabilidad moral. No aceptar las opiniones otomar decisiones. Tenemos que tomarlo en serio.Creo que es algo para no bromear.

Usted me preguntaba cuál era la responsabilidadmoral. Cada uno tiene la suya.

Elena Pinaris: ¿Los políticos?

Papa Francisco: Los políticos tienen la suya. Cadauno la suya. Según la respuesta que dé.

Yo diría que cada uno tiene su propia responsabilidadmoral, primero. Segundo, si uno está dudoso y piensaque esto no sea verdad, que pregunte a loscientíficos. Ellos son clarísimos. No son opiniones alaire. Son clarísimos, y luego que decida, y la historiajuzgará las decisiones. Gracias.

Enzo Romeo: Buenas tardes, Santo Padre. Yo me unoa la pregunta que ha hecho antes la compañera.Porque usted muchas veces, en los discursos que hahecho en Colombia, ha vuelto a llamar, de algunamanera, a la necesidad de hacer las paces con lacreación. Respetar el medio ambiente comocondición necesaria para que se pueda crear una pazsocial estable.

Los efectos del cambio climático, aquí en Italia –nosé si está informado- ha causado muchos muertos enLivorno. Muchos daños en Roma. Estamos todospreocupados por esta situación. ¿Por qué se tarda enel que se tome conciencia, sobre todo por parte delos gobiernos, que sin embargo parecen solícitosquizás en otros sectores, por ejemplo, en elarmamentístico? Estamos viendo la crisis de Corea,también sobre esto me gustaría tener una opiniónsuya.

Papa Francisco: ¿Por qué? Me viene una frase delAntiguo Testamento, creo que de un salmo: ‘Elhombre es un estúpido’, es un testarudo que no ve.El único animal creado que mete la pata sobre elmismo lugar es el hombre. El caballo etc. no. Lasoberbia, la suficiencia, de no, es así; y luego está elDios bolsillo. No solo lo creado. Ttantas cosas, tantasdecisiones, tantas contradicciones dependen deldinero.

Hoy, Cartagena. Yo he comenzado por una parte

llamémosla pobre, de Cartagena, la otra parte, laparte turística: lujo, el lujo sin medida moraldigamos, pero aquellos que van, ¿no se acuerdan deesto? Los analistas, sociopolíticos, no se acuerdan. Elhombre es un estúpido, dice la Biblia. Es así, cuandono se ve, no se ve. Se mira solo una parte.

Y de Corea del Norte, te digo la verdad, no loentiendo. De verdad, no entiendo el mundo de lageopolítica. Es muy fuerte para mí. Creo que, con loque veo, hay una lucha de intereses que, se meescapa, no lo puedo explicar, de verdad. Pero lo otroimportante: no se toma conciencia. Pienso enCartagena hoy: ¿Esto es justo? ¿Se puede tomarconciencia?

Papa Francisco: La decana (Valentina). Me pusieronun ojo en compota

Valentina Alazraki: Lo siento. Santidad, Usted cadavez que se encuentra con los jóvenes en cualquierparte del mundo les dice siempre: ‘No se dejen robarla esperanza, no se dejen robar el futuro’. Pordesgracia, en los Estados Unidos se ha abolida la leyde los “dreamers”, de los “soñadores”. Hablan deunos 800 mil chicos: tantos mexicanos, colombianos,de muchos países.

Usted no cree que con la abolición de esta ley loschicos pierden la alegría, la esperanza, el futuro. Ydespués, abusando de su gentileza y la de los

colegas, si pudiera hacer una pequeña oración, unpequeño pensamiento para todas las víctimas delterremoto en México y del huracán Irma. Gracias.

Papa Francisco: Yo he escuchado de esta ley, no hepodido leer los artículos, cómo se toma la decisión.No la conozco bien. Alejar a los jóvenes de la familiano es algo que de un buen fruto. Todo joven tiene sufamilia. Pienso que esta ley que creo que viene nodel parlamento, sino del ejecutivo, si es así, no estoyseguro, tengo la esperanza de que se repiense unpoco, porque he escuchado hablar al Presidente delos Estados Unidos que se presente como un hombre“pro life” (pro vida). Si es un buen hombre “pro life”entiende que la familia es la cuna de la vida y sedebe defender la unidad. Me viene esto. Por esotengo interés en estudiar bien la ley.

Verdaderamente, cuando los jóvenes se sienten, engeneral, sea este caso u otro caso, explotados, alfinal se sienten sin esperanza. ¿Y quien la roba?: ladroga, otras dependencias, el suicidio, el suicidiojuvenil es muy fuerte y viene cuando vienen sacadosde la raíz.

Es muy importante la relación de un joven con lasraíces. Los jóvenes desarraigados hoy, piden ayuda,quieren reencontrar la raíz, por eso yo insisto tantoen el diálogo entre ancianos y jóvenes. Quedialoguen con los padres, pero los ancianos. Porqueallí están las raíces, un poco lejanas, para evitar los

conflictos que puede haber con las raíces máspróximas, la de los padres. Pero los jóvenes hoytienen necesidad de reencontrar las raíces. Cualquiercosa que vaya contra la raíz les roba la esperanza.

De verdad, sobre esa ley no quiero expresarmeporque no la he leído y no me gusta hablar deaquello que no he estudiado bien.

Y después, Valentina es mexicana, y México hasufrido tanto. Yo pido a todos por solidaridad con ladecana (Valentina), una oración por la patria,gracias.

Antonio Gasparoni, de ANSA: Santidad, en nombredel grupo italiano quiero hacerle una pregunta sobrela cuestión de los inmigrantes. En particular, sobreque recientemente la Iglesia italiana ha expresado,digamos así, una especie de comprensión sobre lanueva política del gobierno de restringir la salida deLibia en barcos.

Se ha escrito también que sobre esto tuvo usted unencuentro con el Presidente del Consejo, Gentiloni.Querríamos saber si efectivamente en este encuentrose ha hablado de este tema, y sobre todo qué piensausted de esta política de cerrar las salidas,considerando también el hecho de que después losinmigrantes que se quedan en Libia, como ha sidotambién documentado por investigaciones, viven encondiciones deshumanas, en condiciones muy, muy

precarias. Gracias.

Papa Francisco: El encuentro con el ministroGentiloni ha sido un encuentro personal y no sobreeste argumento, fue antes de este problema, quesalió fuera después, algunas semanas después. Casiun mes después. Primero de este problema. Segundo,yo siento el deber y gratitud por Italia y Greciaporque han abierto el corazón a los inmigrantes.

Pero no basta con abrir el corazón, el problema delinmigrante es: primero un corazón abierto siempre,también es un mandamiento de Dios ¿no?: “Recibe,porque tú has sido esclavo en Egipto”. Pero ungobierno debe gestionar ese problema con la virtudpropia del gobernador: la prudencia. ¿Qué significa?Primero: ¿Cuantos puestos tengo?

Segundo: No solo recibir, integrar, integrar. Yo hevisto ejemplos, aquí en Italia, de integracionespreciosas. He ido a la universidad Roma Tre y mehicieron preguntas cuatro estudiantes. Una era laúltima. Yo la miraba y decía: ‘esta cara la conozco’.Era una que, menos de un año antes, ha venido conLesbos con mi en el avión, ha aprendido la lengua,estudia biología, le han convalidado las materias y hacontinuado. Ha aprendido la lengua. Esto se llamaintegrar, en otro vuelo, creo cuando volvíamosSuecia, he hablado de la política de integración deSuecia como un modelo. Pero también Suecia hadicho con prudencia: este número yo no puedo.

Porque existe el peligro de la no integración.

Tercero: es un problema humanitario, lo que usteddecía. La humanidad rinde consciencia de estoslager, las condiciones, que usted hablaba, eldesierto. Yo he visto las fotografías. Primero de losexplotadores. Usted hablaba del gobierno italiano,me da la impresión de que está haciendo de todo, enlabor humanitaria, para resolver el problema que nopuede asumir. Corazón siempre abierto, prudencia,integración y cercanía humanitaria.

Y hay una última cosa que quiero decir, sobre todopara África. Hay en el inconsciente nuestro un otro,un principio: África debe ser explotada. Hoy enCartagena hemos visto un ejemplo de la explotaciónhumana en cualquier caso. Un jefe de gobierno hadicho una verdad sobre esto: los que huyen de laguerra son otro problema, pero hay muchos quehuyen del hambre. Invirtamos allí para que crezcan,pero en el inconsciente colectivo está la cuestión deque cuando los países desarrollados van a África espara explotarla.

África es amiga y debe ser ayudada a crecer. Hoyotros problemas de guerra van por otro lado. No sé sicon esto he clarificado.

I Media: Santidad, hoy usted ha hablado deVenezuela luego del ángelus. Usted ha pedido que serechace todo tipo de violencia en la vida política. El

jueves, después de la Misa en Bogotá, usted hasaludado a cinco obispos venezolanos.

Lo sabemos todos, la Santa Sede está y ha estadomuy comprometida por un diálogo con ese país.Desde hace meses usted pide el fin de todaviolencia. Pero el Presidente Maduro, por un lado,tiene palabras muy violentas contra los obispos, deotro lado dice que está con el Papa Francisco. ¿Nosería posible tener palabras más fuertes y quizás másclaras? Gracias Santidad

Papa Francisco: Creo que la Santa Sede ha habladofuerte y claramente. Lo que dice el PresidenteMaduro, que lo explique él. Yo no sé qué tiene en sumente, pero la Santa Sede ha hecho mucho enviandoallí al grupo de trabajo de 4 expresidentes. Haenviado a un nuncio de primer nivel. Después hahablado con personas, ha hablado públicamente.

Yo muchas veces en el Ángelus he hablado de lasituación buscando siempre una salida, ayudando,ofreciendo ayuda para salir. Parece que la cosa esmuy difícil, y lo más doloroso es el problemahumanitario, tanta gente que escapa o sufre.Debemos ayudar a resolverlo de todas maneras. Yocreo que la ONU debe hacerse sentir también allípara ayudar.

Greg Burke: Gracias Santidad, creo que debemosirnos.

Papa Francisco: ¿Por las turbulencias? Dicen que hayalguna turbulencia y tenemos que irnos. Muchasgracias por vuestro trabajo. Y una vez más quisieraagradecer el ejemplo del pueblo colombiano. Yquerría terminar con una imagen. Lo que más me hallegado de los colombianos en las cuatro ciudades hasido la gente en las calles, saludándome.

Lo que más me ha llegado es que el papá, la mamá,alzaban a sus niños para hacérselo ver al Papa paraque el Papa lo bendijera. Como diciendo: este es mitesoro, esta es mi esperanza. Este es mi futuro. Yo tecreo. Esto me ha llegado. La ternura, los ojos deesos padres, de esas madres. Precioso, precioso. Estoes un símbolo. Símbolo de esperanza, de futuro. Unpueblo que es capaz de hacer hijos y después losmuestra, los hace ver así, como diciendo: este es mitesoro, es un pueblo que tiene esperanza y tienefuturo. Muchas gracias.