virginia woolf en los testimonios de victoria ocampo

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REVISTA CHILENA DE LITERATURA Noviembre 2006, Nœmero 69, 69-87 VIRGINIA WOOLF EN LOS TESTIMONIOS DE VICTORIA OCAMPO: TENSIONES ENTRE FEMINISMO Y COLONIALISMO 1 Alicia Salomone Universidad de Chile Es tan difcil escribir sobre un amigo muerto ¡Tan difcil! ¡Siente uno tanto miedo de desagradarle, de traicionar sus deseos mÆs ntimos! Por eso, yo hubiera querido ahora po- der limitarme a escribir: A Virginia Woolf... Porque yo tam- biØn, buscando una frase, no hallØ ninguna que pudiera po- nerse junto a su nombre (Ocampo 1941: 251) 2 . En un ensayo de 1936 titulado La mujer y su expresin, la escritora argen- tina Victoria Ocampo (1890-1979) reflexiona acerca de la marginacin de las mujeres en el contexto patriarcal y sobre su dificultosa relacin con la 1 Este trabajo se desarrolla en el marco de los Proyectos Fondecyt 1040702 y 1040732, y del Proyecto DI CSOC 04/29-2, de la Universidad de Chile. 2 En este fragmento, Ocampo traduce y adapta dos citas de Woolf, articulando de manera intertextual su propio collage de despedida para la escritora inglesa tras la muerte de esta. La primera de ellas corresponde al libro Roger Fry: A Biography de1940 y Ocampo la traduce de la siguiente manera: Me han pedido que escriba esta biografa; es tan difcil hablar de un amigo muerto (Ocampo 1941, 246-247). La segunda cita que Ocampo traduce e incorpora es la dedicatoria con que Woolf introduce su novela Night and Day, de 1919: A Vanesa Bell. Pero buscando una frase, no hallØ ninguna que pudiera ponerse junto a tu nombre (Ocampo 1941, 241).

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Alicia Salomone

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  • REVISTA CHILENA DE LITERATURANoviembre 2006, Nmero 69, 69-87

    VIRGINIA WOOLF EN LOS TESTIMONIOS DEVICTORIA OCAMPO: TENSIONES ENTRE

    FEMINISMO Y COLONIALISMO1

    Alicia SalomoneUniversidad de Chile

    Es tan difcil escribir sobre un amigo muerto Tan difcil!Siente uno tanto miedo de desagradarle, de traicionar susdeseos ms ntimos! Por eso, yo hubiera querido ahora po-der limitarme a escribir: A Virginia Woolf... Porque yo tam-bin, buscando una frase, no hall ninguna que pudiera po-nerse junto a su nombre (Ocampo 1941: 251) 2.

    En un ensayo de 1936 titulado La mujer y su expresin, la escritora argen-tina Victoria Ocampo (1890-1979) reflexiona acerca de la marginacin delas mujeres en el contexto patriarcal y sobre su dificultosa relacin con la

    1 Este trabajo se desarrolla en el marco de los Proyectos Fondecyt 1040702 y 1040732,y del Proyecto DI CSOC 04/29-2, de la Universidad de Chile.

    2 En este fragmento, Ocampo traduce y adapta dos citas de Woolf, articulando de maneraintertextual su propio collage de despedida para la escritora inglesa tras la muerte de esta.La primera de ellas corresponde al libro Roger Fry: A Biography de1940 y Ocampo latraduce de la siguiente manera: Me han pedido que escriba esta biografa; es tan difcilhablar de un amigo muerto (Ocampo 1941, 246-247). La segunda cita que Ocampo traducee incorpora es la dedicatoria con que Woolf introduce su novela Night and Day, de 1919: AVanesa Bell. Pero buscando una frase, no hall ninguna que pudiera ponerse junto a tunombre (Ocampo 1941, 241).

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    cultura moderna, aspectos que de algn modo sintetiza en el problema de labsqueda de una expresin femenina autnoma. Ella define ese estilo deescritura al que aspira como un modo dialgico, que incorpora la palabraajena en el discurso propio, diferencindolo de la expresin monolgicaque sera propia de los varones en una cultura androcntrica:

    Creo que, desde hace siglos, toda conversacin entre el hombre y lamujer [...] empieza por un no me interrumpas de parte del hom-bre. Hasta ahora el monlogo parece haber sido la manera predilectade expresin adoptada por l. [...] Durante siglos, habindose dadocuenta cabal de que la razn del ms fuerte es siempre la mejor (porms que no debiera serlo), la mujer se ha resignado a repetir, por locomn, migajas del monlogo masculino disimulando a veces entreellas algo de su cosecha. Pero a pesar de sus cualidades de perro fielque busca refugio a los pies del amo que la castiga, ha acabado porencontrar cansadora e intil la faena. Luchando contra esas cualida-des que el hombre ha interpretado a menudo como signos de unanaturaleza inferior a la suya, o que ha respetado porque ayudaban ahacer de la mujer una estatua que se coloca en un nicho para que sequede ah sage comme une image3; luchando, digo, contra esainclinacin que la lleva a ofrecerse en holocausto, se ha atrevido adecirse con firmeza desconocida hasta ahora: El monlogo del hom-bre no me alivia ni de mis sufrimientos, ni de mis pensamientos.Por qu he de resignarme a repetirlo? Tengo otra cosa que expre-sar. Otros sentimientos, otros dolores han destrozado mi vida, otrasalegras la han iluminado desde hace siglos (Ocampo 1936, 12-14).

    Las dificultades que supone configurar una expresin propia desde lasmujeres no se le escapan a Ocampo y as menciona la falta de una educa-cin formal, de libertades y de una tradicin literaria femenina en la cualsustentar una escritura. En particular, le parece decisiva la carencia de refe-rentes dentro de la literatura, y quizs por ello sus textos ponen en eviden-cia el deseo de establecer dilogos y alianzas con distintas sujetos que con-figura como sus autoras modlicas4. Virginia Woolf y Gabriela Mistral

    3 Obediente como un retrato (las traducciones pertenecen a la autora, salvo aclaracin).4 Para un desarrollo mayor de esta proposicin, ver: D. Doll y A. Salomone (1998).

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    son, desde nuestro punto de vista, sus principales referentes, aunque tam-bin aparecen en sus textos varias escritoras inglesas del siglo XIX, comoJane Austen, Elizabeth Barrett Browning, George Eliot y las hermanasBrnte (en especial Emily), con las que se senta hermanada por los con-flictos sociales, culturales y discursivos que haban debido enfrentar paraacceder a la escritura y a la publicacin5.

    Ahora bien, en el marco de este trabajo queremos explorar, a travs deuna serie de ensayos-testimonios de Victoria Ocampo, el modo cmo sereconstruye en ellos la relacin que la lig con su primera figura referencial,Virginia Woolf, observando las posibilidades y limitaciones que gener enVictoria el vnculo de ambas. Desde nuestra perspectiva, esa relacin seasienta en una clara afinidad feminista, que avala en Ocampo la instalacinde una escritura sexo-genricamente demarcada, que articular siempre enel plano de las variaciones autobiogrficas: desde el testimonio a la auto-biografa6. Pero, por otra parte, el vnculo con Woolf tambin se establecedesde un plano de desigualdad irreductible, derivada de las respectivasposiciones que el discurso colonialista asigna a la una (inglesa) y a la otra(sudamericana), y que termina por desautorizar, en trminos de la relacincultural jerrquica entre colonizador/a y colonizado/a, la expresin propiaque tanto deseaba Victoria7.

    5 Para una lectura crtica feminista de la tradicin inglesa de escritura de mujeres duranteel siglo XIX, ver: M. S. Gilbert, y S. Gubar (1979).

    6 Victoria Ocampo escribe diez volmenes de testimonios, cartas y una autobiografaque se publica pstumamente. Estos gneros, que pueden ser comprendidos dentro de losllamados menores del discurso literario, se inscriben, desde la perspectiva de M.Bajtn (1986,254-288) en los discursos orientados hacia el discurso ajeno e incluyen en su modocomposicional un nfasis particular hacia el dialogismo. Ver tambin, D. Doll y A. Salomone(1998).

    7 En Orientalism (1978), Edward Said, desde una matriz foucaultiana, reconstruye lospatrones desde los que Occidente defini discursivamente su relacin con los territorioscoloniales, configurando visiones estereotipadas que exotizaron a esas regiones y justificaronla dominacin imperialista desde el ideologema de la civilizacin y el progreso. En Cultureand Imperialism, publicado en 1994, Said retoma el tema, analizando cmo la literatura y,en trminos ms generales, el objeto esttico europeo, contribuyeron a disear una tramade actitudes mentales, referentes y experiencias imperialistas. La narrativa en particular,segn Said, jug un papel crucial en la articulacin de un imaginario colonialista que influyen los colonizadores pero, al mismo tiempo, en el modo en que los colonizados y colonizadasestructuraron su identidad y pensaron su propia historia (pp. xi-xxviii). Para un desarrollocrtico de la discusin en el campo de la teora postcolonial, ver: G. Rojo, A. Salomone y C.Zapata (2003).

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    Ocampo nunca logra elaborar esa distancia imperial que la separaba deWoolf y, por lo tanto, tampoco resuelve las mltiples contradicciones queello genera en su escritura. En nuestra opinin, este conflicto debe expli-carse desde una dimensin poltica, pues el mismo discurso colonial quecoloca a Victoria en un lugar subalterno frente a Virginia, le reserva, en sucalidad de miembro de la lite (neo)colonizada argentina, un papel inter-mediario, de mediacin entre la metrpoli occidental y la otredad latinoa-mericana (la de la tierra y su gente: india, negra, mestiza, popular), a la queno puede o no quiere entregarse sin reservas, como le proponepolmicamente Gabriela Mistral en varios textos.

    El contacto de Ocampo con Woolf se inicia en 1929, cuando en Parsllega a sus manos Un cuarto propio, ensayo publicado ese mismo ao, quesera clave en la redefinicin de su proyecto literario en la dcada de 1930.El descubrimiento del ensayo fue revelador, pues all encontr Victoriauna explicacin para los padecimientos experimentados por muchas muje-res con inquietudes intelectuales en el marco de una cultura moderna ypatriarcal. A diferencia de la mayor parte de ellas, Ocampo posea la auto-noma econmica que le brindaba su fortuna personal, dispona de un cuar-to propio, y, luego de su separacin matrimonial en 1922, gozaba de am-plia libertad de movimiento. Sin embargo, lo que ella no tena, y el ensayode Woolf lo expresaba con elocuencia, era la autoconfianza que otorgaba alos escritores varones una tradicin literaria contabilizada en siglos. Estelibro, que deca tan bien lo que Victoria senta y pensaba, segn afirma subigrafa Doris Meyer, se convirti en un tesoro precioso y su autora, enuna de sus heronas (Meyer 1979, 169).

    No es extrao, entonces, encontrar una Carta a Virginia Woolf abriendola primera serie de Testimonios que Ocampo publica en 1935, poco tiempodespus de su primer encuentro personal con la escritora inglesa8. El textoes literariamente significativo, pues all Victoria enuncia su deseo de darforma a una escritura propia y tambin se explaya sobre las dificultades delas mujeres frente a un lenguaje que por definicin es masculinizante. Si,por un lado, entiende que la estructura misma de la lengua excluye a la voz

    8 Ocampo conoci a Woolf en una exposicin de fotografas de Man Ray en Londres, el26 noviembre de 1934, a la que concurri acompaada por el escritor Aldous Huxley. Pocosdas despus la visit en su casa, llevndole como presente una costosa caja de orqudeas.

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    femenina, por otro lado, se propone indagar en los modos que posibilita-ran la visibilizacin de esa experiencia-mujer diferenciada. En este ltimosentido, es pertinente observar el armado discursivo que exhibe el texto,donde se traslucen las mltiples estrategias a que apela la hablante. Desdela traslacin idiomtica del castellano al ingls y al francs, hasta el juegode apropiaciones y desplazamientos entre su palabra y la de Virginia, seevidencian en su discurso una serie de movimientos, conscientes o incons-cientes, que tienen por fin habilitar un locus enunciativo particular:

    Usted da gran importancia a que las mujeres se expresen, y a que seexpresen por escrito. Las anima a que escriban all kind of books,hesitating at no subject however trivial or however vast 9. Segndice usted, les da este consejo por egosmo: Like most uneducatedenglish-women, I like reading I like reading books in the bulk10.[...] Ante todo, por mi parte, deseara confesar pblicamente, Virgi-nia, que like most uneducated southamerican women, I likewriting...11 Y, esta vez, el uneducated debe pronunciarse sin irona.Mi nica ambicin es llegar a escribir un da, ms o menos bien, mso menos mal, pero como una mujer. Si a imagen de Aladino poseye-se una lmpara maravillosa, y por su mediacin me fuera dado elescribir en el estilo de un Shakespeare, de un Dante, de un Goethe,de un Cervantes, de un Dostoiewsky, tirara la lmpara, se me ocu-rre. Pues entiendo que una mujer no puede aliviarse de sus senti-mientos y pensamientos en un estilo masculino, del mismo modoque no puede hablar con voz de hombre (Ocampo 1954, 103-104).

    Entre 1934 y 1941, ao de la muerte de Virginia, Ocampo busca de diver-so modo acercarse y entablar con ella una relacin personal e intelectual.Le enva cartas regularmente y la visita varias veces en su casa de Lon-dres pese a las reticencias de Woolf12; una sujeto a quien atrae y a la vez

    9 Toda suerte de libros, sin vacilar ante ningn asunto, por trivial o vasto que parezca.Traduccin de Ocampo (Ocampo 1954, 103).

    10 Como a la mayora de las inglesas incultas, me gusta leer ... me gusta leer libros agranel. Traduccin de Ocampo (Ocampo 1954, 103).

    11 Como a la mayora de las mujeres sudamericanas incultas, me gusta escribir....Traduccin de Ocampo (Ocampo 1954, 104).

    12 Ocampo hace mencin a veinticinco cartas que le habra enviado Woolf en respuestaa las suyas, entre noviembre de 1934 y mayo de 1940; sin embargo, muy pocas de ellas seconocen hasta ahora. Ver: Ocampo 1954, 18-19.

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    disgusta esta sudamericana adinerada y seductora, que la abruma con rega-los caros, visitas inoportunas y una actitud fascinada. As, la describe enalgunas de sus cartas13:

    Ella es una mujer generosa que distribuye orqudeas tan fcilmentecomo rannculos (Carta al novelista Hugh Walpole)14.

    He tenido que hacer que Victoria Okampo [sic] deje de enviarmeorqudeas. Empec la carta para decirle esto, con la idea de fastidiar-te. Carta a Vita Sackville-West, 1934. (Cit. en King, 103)15.

    Una mujer, Victoria Okampo [sic], que es la Sibila (Colefax) deBuenos Aires, escribe para decir que desea publicar algo tuyo en surevista trimestral Sur. Est en Pars... Es inmensamente rica yenamoradiza; ha sido amante de Cocteau, de Mussolini-Hitler, hastadonde yo s: la conoc por Aldous Huxley; me regal una caja demariposas, y de cuando en cuando desciende sobre m, con ojoscomo huevos de bacalao fosforescente: no s lo que hay tras todoeso. Carta a Vita Sackville-West, 1939 (Cit. en King, 104).

    Victoria Ocampo, por su parte, escribe todo un conjunto de textos donde elcomentario de las novelas, ensayos y diarios de Woolf 16 se va mezclandocon la reconstruccin de experiencias autobiogrficas de la propia Ocampoy con una analtica de la compleja relacin que las una. As aparecen,luego de la carta pblica de 1935 que comentamos ms arriba, VirginiaWoolf, Orlando y compaa en 1937, Virginia Woolf en mi recuerdo en1941 y Virginia Woolf en su diario en 195417. La figura de Woolf, sinembargo, nunca abandona la escritura de Ocampo y vuelve recurrentementea ella en aos posteriores: Self-interview N 3 (sobre Virginia Woolf) en1967, Reencuentro con Virginia Woolf en 1974, entre otros, dejando

    13 Al respecto, es muy interesante seguir la crnica que reconstruye John King (1989) ensu trabajo histrico sobre la revista Sur.

    14 V. Woolf. The Sickle Side of the Moon. The Letters of Virginia Woolf 1932-1935, N.Nicolson (Ed.) London, 1979, p. 350. Carta citada en King., p. 103.

    15 King, 103.16 Se puede consultar la bibliografa de Virginia Woolf en: http: //www.cygneis.com/

    woolf/17 Consigno aqu los aos de escritura aunque no coincidan con los de publicacin.

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    huellas textuales del peso de este referente y de los conflictos que suscitabaen la escritora argentina.

    Como adelant ms arriba, la carta pblica dirigida a Woolf coincidecon la aparicin del primer volumen de Testimonios de Ocampo, luego desus fallidos intentos en el campo literario argentino de los aos veinte. Suconfrontacin con este mundo se haba originado en 1924 con la publica-cin de su ensayo De Francesca a Beatrice, una lectura de La Divina Co-media (Ocampo 1924). Este texto fue rechazado por la crtica local, que lotild de impdico, debido a las huellas autobiogrficas que aludan a unadulterio (Angel de Estrada), y de pedante, pues no se consider apropiadoque la autora recurriera a temas y gneros literarios inadecuados para lasmujeres (Paul Groussac)18. Con el libro de 1935, Ocampo reingresa al mundode las letras, respaldada ahora por su papel de directora y mecenas de larevista cultural que haba fundado en 1931: Sur. As, apelando a la valida-cin de Woolf, como referente metropolitano pero tambin como referentefemenino y feminista, y con el xito logrado con la revista, Ocampo vuelvea buscar legitimidad para su escritura en ese espacio intelectual que hastaentonces le haba sido esquivo19.

    Ahora bien, ms all de las implicancias que la carta pueda tener comoestrategia dirigida a ciertos crculos literarios argentinos, lo que nos intere-sa en el texto es observar cmo se posiciona Victoria frente a su escritora-modelo, considerando la diferencia cultural que las atraviesa. Al inicio,Ocampo parece hablar desde el lugar de una sujeto entre dos mundos, ca-paz de percibir y decodificar los cdigos del imperio y traducirlos para unauditorio latinoamericano que no puede acceder directamente a ellos. Ungesto que, en realidad, solo pone en evidencia la transcripcin que haceOcampo de ciertos estereotipos de consumo habitual en el / la colonizado/a: verdes muy ingleses, nieblas londinenses, living-rooms ntimos y tibiosque contrastan con un exterior invernal. El relato, no obstante, cambia in-mediatamente de tono y nos inserta en la interioridad de una conversacin

    18 Al respecto, ver: A. Salomone (1999).19 A mediados de los aos veinte, Ocampo public su primer libro, el ensayo comentado

    arriba, gracias al apoyo de Jos Ortega y Gasset. Esta relacin, sin embargo, se volviconflictiva debido a la instalacin feminista de Ocampo y el patriarcalismo de Ortega. Alrespecto, ver: V. Ocampo. Contestacin a un eplogo de Ortega y Gasset (1931). En V.Ocampo, 1951.

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    entre mujeres que parecen desarrollar un dilogo no solo personal sino in-cluso cmplice:

    Tavistock Square, ese mes de noviembre. Una puertita verde oscu-ro, muy inglesa, con su nmero bien plantado en el centro. Afuera,toda la niebla de Londres. Adentro, all arriba, en la luz y la tibiezade un living room de paneles pintados por una mujer, otras dos mu-jeres hablan de las mujeres (Ocampo 1954, 101).

    Pero la perspectiva vuelve a modificarse una vez ms, dejando en eviden-cia que no estamos ante dos sujetos que se sitan en igualdad de condicio-nes, sino frente a dos mujeres que son significadas desde oposiciones radi-cales y jerrquicas: central/extica, europea/americana, sajona/latina, cul-ta/inculta, rica/pobre. El yo que enuncia percibe las distancias que se pro-yectan desde la mirada de la Otra y, en ese marco, solo le cabe instalarse enel lugar de una otra subalternizada que patticamente hace una demandade sentido, buscando en la imagen poderosa el modo de llenar un vaco, unhueco (un hambre, dice Ocampo) que se percibe como esencial:

    Estas dos mujeres se miran (las dos miradas son diferentes). Heaqu un libro de imgenes exticas que hojear, piensa una. La otra:En qu pgina de esta mgica historia encontrar la descripcindel lugar en que est oculta la llave del tesoro? Pero de estas dosmujeres, nacidas en medios y climas distintos, anglosajona la una,la otra latina y de Amrica, la una adosada a una formidable tradi-cin y la otra adosada al vaco (au risque de tomber pendantleternit), es la ms rica la que saldr enriquecida por el encuen-tro. La ms rica habr inmediatamente recogido su cosecha de im-genes. La ms pobre no habr encontrado la llave del tesoro. Todoes pobreza en los pobres y riqueza en los ricos. [...] Cuando, sentadajunto a su chimenea, me alejaba de la niebla y la soledad; cuandotenda mis manos hacia el calor y tenda entre nosotras un puente depalabras... qu rica era yo, sin embargo! No de su riqueza, Virginia,pues esa llave que usted supo utilizar [...] de nada puede servirme sino la encuentro yo sola. Rica de mi pobreza: esto es, de mi hambre.Todos los artculos reunidos en este volumen (al igual que los de lexcluidos) escalonados a lo largo de varios aos, tienen en comn[...] que fueron escritos bajo ese signo. Son una serie de testimoniosde mi hambre. De mi hambre tan autnticamente americana! (Ocam-po 1954, 101-102).

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  • Virginia Woolf en los Testimonios de Victoria Ocampo 77

    John King, (1989) uno de los pocos crticos que ha investigado la relacinde Ocampo y Woolf, interpreta estos fragmentos como una declaracin deamor ms o menos velada de la primera hacia la segunda, hiptesis queacomoda complementariamente con su argumento de que Ocampo fue uti-lizada por Woolf para dar celos a su amante, Vita Sackville-West, la escri-tora a quien Virginia tom como modelo para la creacin del personajeprotagnico de su novela Orlando20. Por nuestra parte, nos parece msproductivo leer el discurso de Ocampo desde un enfoque que considere ladimensin de poder involucrada en esa relacin atravesada por relacionesculturales de ndole (post)colonial. Es decir, a la luz del conflicto que auto-res como Franz Fanon y Albert Memmi describieron, ya en los aos cin-cuenta, al analizar las relaciones establecidas a partir de la diferencia racialen el marco de la expansin imperialista europea. Desde esta perspectiva,las palabras anhelantes de Ocampo hacia Woolf pueden ser interpretadascomo la expresin de una ansiedad que con frecuencia exhibe el coloniza-do (o colonizada) frente a ese colonizador (o colonizadora) que se alzacomo un modelo de humanidad y de cultura. En ese escenario atravesadopor relaciones de dominacin/subordinacin, dice Memmi, hasta el mspobre de los colonizadores se sabe superior al colonizado (Memmi 1972,12). Fanon, por su parte, agrega que todo colonizado llega a sentir ante elcolonizador que no sabe ni quin es ni qu quiere, que el paradigma de lohumano se ha formulado a partir de una imagen que lo excluye: el varnblanco de Occidente (Fanon 1974, 15-16). Una contradiccin que es do-blemente sentida en el caso de las mujeres, en la medida en que, a la comnsubordinacin de etnia que padecen los habitantes de las regiones coloni-zadas y/o neocolonizadas, se suma tambin la dominacin patriarcal queimpera tanto en el espacio metropolitano como en el colonial y neocolonial(Marchand y Parpart 1995, 1-72; Holst P. 1999, 251-254).

    Las marcas de esta relacin colonial, unilateral como certeramente ladefine Ocampo en un texto de 1954, son explcitas en su escritura, en laque se trasluce la incapacidad de Woolf para percibir a esa otra a la quehaba exotizado y a quien, por ende, no poda considerar en un plano deigualdad consigo misma. En este sentido, es interesante observar cmo laspropias cartas de Woolf construyen a Ocampo como un personaje ficticio y

    20 Ver: la bibliografa electrnica de V. Woolf mencionada en la nota 16.

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    fantasmal (no nos parece casual que siempre equivocara la grafa de suapellido, nombrndola Okampo21); una figura a la que carga con atributosde gran ambivalencia (es bella, rica, sensual, pero tambin es ostentosa,inoportuna, molesta, etc.) y sita en un paisaje sudamericano irreal, seme-jante al que haba creado para su novela The Voyage Out (El viaje final) en191522. As, echando mano de una serie de imgenes con que los escritoresde la poca de expansin imperialista solan describir esos territorios dis-tantes, misteriosos y violentos del Oriente, la pampa argentina y la propiaOcampo emergen en las cartas de Woolf bajo una fisonoma claramenteideologizada23.

    Qu remota y sumergida en el tiempo y el espacio me parece queest, en aquella vastedad y cmo las llama? en esas inmensastierras azul grisceas, con animales salvajes, el pasto de las pampasy las mariposas! Cada vez que traspongo mi puerta compongo unnuevo cuadro de Amrica del Sur. Sin duda, se sorprendera ustedde verse en su casa, tal como yo la arreglo. Siempre hace un calorinsoportable y hay una mariposa nocturna posada en una flor deplata. Y eso sucede a pleno sol24.

    21 Ver: King (1989). Es significativo que cuando Ocampo, al transcribir fragmentos delas cartas de Woolf en sus propios textos, corrige la ortografa original, borrando as lasmarcas textuales de la despersonalizacin de que la hace objeto la escritora inglesa.

    22 Ver: la bibliografa electrnica de V. Woolf mencionada en la nota 16.23 Como explica Said, hacia finales del siglo XIX la expansin imperialista se constituye

    en una preocupacin primordial para las sociedades europeas. Los escritores tambin sehacen eco de esas visiones y, en este marco, muchas grandes obras de la literatura de esapoca evidencian un claro compromiso con una mirada colonialista sobre los territorioscolonizados. As, autores como J. Conrad, R. Kipling, R. Forster, A. Gide, G. Greene eincluso V. Woolf, entre muchos otros, ponen en juego en sus novelas cierto inters sobre esemundo otro pero, al mismo tiempo, dejan en claro que lo perciben como un mundo desegundo orden, a cuyos habitantes (coloured people) no otorgan un estatus humanoequivalente al propio. Esto mismo, hace que los territorios coloniales se configuren en estostextos como espacios vrgenes y brbaros, en los cuales la intervencin del colonizador/civilizador europeo no solo es una necesidad histrica sino una misin (o carga, burden)moralmente justificable (Said 1994, 16 y ss).

    24 Carta de Virginia Woolf a Victoria Ocampo, del 29 de octubre de 1935, citada porMeyer, 1979, 201.

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  • Virginia Woolf en los Testimonios de Victoria Ocampo 79

    Considerando estas diferencias entre una y otra, era difcil que Woolf acce-diera a entablar con Ocampo un dilogo paritario basado en las comunessolidaridades de gnero-sexual. Si Victoria no parece capaz de sustraerse auna relacin desigual donde su identidad se ve constantemente distorsionada,como comenta Beatriz Sarlo (1998, 156), por otra parte, tambin queda enclaro al leer los textos de Virginia que King recoge en archivos ingleses, enlas pocas cartas que transcribe Doris Meyer o en los fragmentos que laescritora argentina incorpora o glosa dentro de sus propios textos, que esaposibilidad dialgica anhelada por Victoria nunca fue algo que interesara aWoolf. Para Sarlo, Ocampo, entre divertida y perpleja frente a las imge-nes que Virginia proyecta sobre ella, no es capaz de sentir la herida que leprovocan los sucesivos malentendidos con la escritora inglesa. En nuestraopinin, sin embargo, la frustracin personal e intelectual que la imposibi-lidad del encuentro provoca en Ocampo va dejando huellas visibles en suescritura, si bien suelen estar alojadas en una aclaracin entre parntesis oen comentarios que parecen laterales o secundarios:

    Y mi amistad con Virginia (tan unilateral, pues yo la conoca y ellano a m; pues ella exista inmensamente para m y yo para ella fuiuna sombra lejana en un pas extico creado por su fantasa)... (Ocam-po 1954, 98).

    En otros casos, Ocampo intenta reescribir esa experiencia de forma msdistanciada, como si buscara despojarla de su carga dramtica. As recurre,por ejemplo, a la incorporacin de elementos ficcionales y retricos queestetizan el relato de sus encuentros con Woolf, convirtindolos en unaescena literaria. Esto es lo que sucede, por ejemplo, en el texto donde in-cluye la figura de Flush, el perro de la escritora inglesa Elizabeth Browning,protagonista de la novela del mismo nombre, dentro de una escritura que sepresenta como bsicamente testimonial. Estas estrategias, sin embargo, nopueden impedir que vuelvan a filtrarse las disposiciones discursivas queubican a la hablante en un lugar subordinado ante un referente que siempreaparece como un objeto idealizado, inaprensible, fuera de su alcance:

    A menudo sub por la escalera empinada de la casa tan caractersti-camente inglesa de Tavistock Square, y entr en el saloncito de pa-neles pintados por Vanessa Bell. A menudo, despus del fro bru-moso de la calle, entr en el confort de ese cuarto y sobre todo deesa presencia. Pues en cuanto Virginia estaba all, lo dems desapa-reca. Virginia, alta y delgada, con una blusa de seda cuyos azules y

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    grises (era seda escocesa?) armonizaban admirablemente con sucabello. [...] Virginia sentada en un silln; y su perro dormido en elsuelo. Era el de ella o el de Elizabeth Browning? [...] Las horas queyo robaba a su trabajo, a su soar, a no s quin, a no s qu, mellenaban de remordimientos. Pero segua robando. Durante esas ho-ras, el perro de Elizabeth Browning roncaba tan fuerte entre noso-tras dos, que mentalmente yo se lo reprochaba [...] Virginia estaba asu anchas entre estos ronquidos y Flush deba de tener en su poderesa autorizacin para roncar, sabe Dios desde qu fecha. Acaso des-de aquella en que Elizabeth Barret de Whimpol Street pas a serElizabeth Browning... Pues en esta casa todo se me apareca a la vezcomo irreal y como lleno de la ms sustancial realidad (Ocampo1941, 81- 83).

    En otras versiones de este mismo relato, llama la atencin cmo la hablanteintenta clausurar las interpretaciones potencialmente descalificadoras quepodran desprenderse de su propio discurso. As, en un texto donde transcribeun fragmento de una carta que le dirige Woolf, pone aclaraciones entrecorchetes que procuran fijar el sentido preciso que el lector o lectora debe-ra asignarle a las palabras de la escritora inglesa, buscando desmarcarse delos estereotipos con que Woolf encubre su figura (o la de sus semejan-tes).25 Dada la notoria tensin que esta operatoria produce entre signifi-cante y significado, esa torsin explcita del sentido no puede sino amplifi-car el efecto de palimpsesto que deja en su texto la huella del dolor quequiere se borrado o silenciado:

    Hace veinte aos que nos conocimos. Qu representaba ella param en aquella poca? La cosa ms valiosa de Londres. Para ella,Qu habr sido? Un fantasma sonriente, como lo era mi propiopas. Su imaginacin gustaba de esos juegos [...] La idea fantas-magrica que tena de la Argentina me diverta muchsimo y noshemos redo juntas de ella. A mi llegada a Buenos Aires, recorr

    25 Son muy interesantes los atributos con que el texto de Woolf transcrito por Ocampodescribe a las dos amigas de Ocampo que visitan a Virginia. Los que remiten de maneradirecta a ese imaginario colonialista donde el otro u otra, incluso si perteneca a la litecolonizada, aparecen representados/as como seres misteriosos, inadecuados y sin capacidadpara hablar, es decir, para utilizar correctamente el lenguaje (del dominador); en definitiva,como seres fuera-de-lugar dentro del mundo metropolitano.

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    tiendas para buscar las ms delirantes mariposas [...] Cuando Virgi-nia recibi el paquete me lo agradeci con una carta a su imagen ysemejanza: Dos seoras misteriosas [mis mensajeras lo eran muypoco] llegaron al hall en momentos que me despeda de una ami-ga [...]: colocaron en mis manos un gran paquete, murmuraron unamusical pero ininteligible advertencia acerca de que tenan que en-tregrmelo en mano propia, y desaparecieron. Puse por lo menosdiez minutos en darme cuenta que se trataba de su regalo: mariposassudamericanas. Nada hubiese podido ser ms fantsticamente in-adecuado [se refiere al momento en que las recibi]. Era una tardedesapacible de octubre, y la calle estaba levantada. Una hilera delucecitas rojas marcaba la zanja... y esas mariposas! Y vena gentea comer... (Ocampo 1954, 94- 96).

    Estas imgenes fugaces, en las que podemos entrever a una Victoria frgily confusa que contrasta con la fuerza que en su pas irradia su imagenpblica; una mujer que es incapaz de comprender con claridad la posicinen la que se encuentra situada frente a quien considera su maestra en loliterario y en el feminismo, nos llevan a pensar en el retrato que hace de ellaGabriela Mistral en un recado en prosa que le dedica en 1942. En estetexto, Mistral dibuja a Ocampo como una sujeto compleja y mltiple: EnVictoria ha de haber muchas Victorias, pues yo me conozco cuando menoscuatro...(1978, 49), dice Gabriela. Una sujeto que oscila entre las dos Vic-torias de mente prestada a la extranjera, que obedecen ciegamente losdictados de Francia e Inglaterra; la Victoria que lleva en el alma al Plata yal Martn Fierro; y finalmente, la Victoria que debera emerger del desga-rro o rasgn hecho a la hiedra o la buganvilia europea. No afirma Mistral,sin embargo, que esa Victoria criolla, esa mujeraza del Ro de la Plataque intua tras la contencin de su escritura, hubiera surgido todava. En suopinin, esa posibilidad liberadora dependa de que Victoria pudiese echarpor la borda los espejos deformantes ante los que contrastaba su experien-cia; los mismos que le impedan soltar su potente voz femenina y latinoa-mericana ante el temor y la desautorizacin que generaban en ella los mo-delos culturales y literarios europeos.

    Ocampo y Mistral debaten por aos acerca de este punto, segn puedeseguirse en la lectura de las muchas cartas y publicaciones que seintercambian por ms de tres dcadas (Doll y Salomone 1998 y Salomoneet l. 2004). As, le dice Gabriela a Victoria en una carta:

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    Estas culturas extraas son unas de tus llaves, pero no son todo,

    yo lo s. Sigo creyendo que Racine y Ca. tenan que alejarte

    fabulosamente de la expresin que te dictaba tu cuerpo y tu tem-

    peramento, que les entregaste los jugos ms fuertes de tu ser, que

    les hiciste una especie de holocausto de sangre, parecido a los

    judos, que les hiciste una especie de juramento de echar atrs al

    escribir tu lengua, la tuya personal, que es mejor que la ma en

    frescura y color, y en plasticidad y movimiento26.

    Ocampo, por su parte, siempre reticente a las incitaciones de Mistral, suele

    afirmarse en su diferencia, sosteniendo un diseo identitario que parece no

    poder prescindir del contacto con las lenguas y culturas europeas, por en-

    tender que constituyen un elemento definitivo y esencial de su ethos cultu-

    ral. Y as le responde a Gabriela en un ensayo que le dedica en 1946, cuan-

    do se otorga el Premio Nobel a la poeta chilena:

    Gabriela se haba propuesto firmemente regalarme Amrica. Tiene

    fantasas como sa. Pero exiga en cambio que yo regalase a Amri-

    ca flaca retribucin mi propia persona, sin reservas. Sospecho que

    ya exista un entendimiento entre Amrica y yo y que nos habamos

    adelantado un poco a sus deseos. De otro modo, la hubiera yo com-

    prendido tan pronto? Lo dudo. Gabriela no se descifra, no se explica

    sin la clave de este Continente: el suyo, el mo (Ocampo 1946, 174).

    Una perspectiva semejante vuelve a aparecer en un texto muy posterior,

    donde Victoria aborda la tensin entre lo europeo y lo autctono en el mar-

    co de una definicin sobre la identidad cultural americana, insistiendo en

    afirmar que la empresa de toda su vida haba sido la de ensamblar esos dos

    mundos culturales en los que se haba formado. Empeo en el cual, sostie-

    ne Ocampo, siempre habra contado con la comprensin de Mistral:

    La bsqueda de lo americano, preocupacin de Gabriela, haba ha-

    llado en m un campo de experimentacin. Creo que nunca ces de

    mirarme como miraba las piedras, los pastos, los animalitos de nuestro

    Continente, con infinita curiosidad e incansable ternura. [] Y me

    halaga que despus de tanta acerba crtica de mis compatriotas por

    26 Gabriela Mistral, carta s/f, fotocopia, Academia Argentina de Letras. El subrayado es

    de Mistral.

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  • Virginia Woolf en los Testimonios de Victoria Ocampo 83

    mi extranjerismo, una mestiza, mitad india chilena mitad vasca, y dela categora de Gabriela, me definiera como la planta de estilo ame-ricano ms de intemperie que pueda darse. Mis lecturas y mi educa-cin me inclinaron decididamente hacia Francia e Inglaterra. Pero latierra americana nos ancla de manera tenaz. se fue el descubri-miento que hizo Gabriela al conocerme. Admiti que haba otra for-ma de ser americana y lo proclam: ser americana siendo universaly teniendo, como le llamaba Claudel, la passion de lUnivers (Ocam-po 2000, 197-198)27.

    As como Virginia Woolf retorna obsesivamente a la escritura de Victoria,dando cuenta de un conflicto no resuelto, lo mismo podra decirse de lafigura de Gabriela Mistral y de las problemticas que ella introduce en larelacin que las vincul por tantos aos. Quizs por eso sean estas dosescritoras las convocadas por Victoria a la hora de tomar la palabra paraaceptar una silla que la acreditaba como miembro de nmero de la Acade-mia Argentina de Letras en 1977: la primer miembro mujer en cuarenta yseis aos de historia de esa institucin28. Una vez ms Virginia y Gabrielaentran a su discurso en el agradecimiento, a la primera, por haberla anima-do a escribir y, a la segunda, por su insistencia en que asumiera la diferen-cia cultural latinoamericana como algo propio.

    Lo que hace diferente esta ocasin, sin embargo, es que Ocampo agre-ga, con la inclusin de gueda, una india guaran de quien ahora dice des-cender, un nuevo trmino en el dilogo polmico que la uni con sus maes-tras. Esa referencia genealgica, que se haba insinuado pero no explicitadoen un texto anterior, Las noches de taca de 197329, incorpora un suple-mento significativo que permite apreciar cmo el conflicto cultural que

    27 Los nfasis son de Ocampo.28 La Academia Argentina de Letras se cre por decreto del 13 de agosto de 1931 y

    desde sus inicios mantiene estrechos vnculos con la Real Academia Espaola en carcterde Correspondiente. Victoria Ocampo fue incorporada como acadmica de nmero en 1977,a la edad de ochenta y siete aos, cuando ya estaba gravemente enferma. Muri dos aosdespus. http://www.aal.universia.com.ar/aal/institucional/institucional.asp.htm

    29 En este texto, la hablante introduce la primera referencia a una antecesora indgena,aunque sin mencionarla explcitamente: En esa poca ignoraba yo, y por lo tanto ella, queen mi sangre corra sangre guaran. Este hecho hubiera transportado de alegra a Gabriela(Ocampo 2000, 194).

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  • REVISTA CHILENA DE LITERATURA N 69, 200684

    atravesaba a Victoria an poda ser reconfigurado. Si alguna vez ella sehaba autoasignado el rol de mediadora entre el mundo metropolitano yuna otredad latinoamericana con la que no quera ser confundida, a travsde la figura de gueda, Victoria pone de manifiesto una veta identitarianunca antes mencionada. Una filiacin que, por va matrilineal, la ligabano solo discursivamente sino en los cuerpos con lo indgena americano,incorporando esta vez en s misma esa otredad de raza que en otro tiempole hubiera resultado inadmisible, menos an bajo la mirada dominante deVirginia. Es entonces la figura de Mistral quien acude a apoyar este nuevoposicionamiento de la hablante, mediando en la configuracin de esa ima-gen otrora inimaginable: la de una mujer que se descubre y que nos per-mite as redescubrirla con un rostro en el que emergen huellas de otrocolor.

    Este pliegue autorreflexivo, en cierto modo autocrtico, que una Victo-ria ya muy anciana nos brinda en uno de sus ltimos textos, no es solo unreconocimiento sorprendente a la luz de una trayectoria intelectual como laque acabamos de bosquejar. Desde nuestra lectura, es un gesto polticocuyo rescate consideramos hoy tan valioso como necesario: por un lado,para recuperar la apertura humanizante que ese gesto conlleva; por otro,para redescubrir esa complejidad (tan lcidamente advertida por Mistral)que habita en la palabra de Victoria Ocampo, muchas veces opacada por lasombra que proyectaba su figura monumentalizada. As, dice Ocampo:

    Despus de muerta Gabriela, descubr algo que hubiese aumentadosu descomunal sorpresa. Yo sola acusarla medio en broma, medioen serio, de ser racista. Tena pasin por los inditos (as los llamaba)y se senta parte de ellos. Descubr, pues, que por va materna des-ciendo de Irala, compaero de Mendoza, y de una india guaran,gueda. Este espaol y esta americana tuvieron una hija, que supadre reconoci. Dados mis prejuicios feministas simpatizo mscon gueda que con quien poda tratar de igual a igual al primerfundador de Buenos Aires. Este no es un desplante demaggico. [...]Pero en mi calidad de mujer, es para m un desquite y un lujo poderinvitar a esta recepcin de la Academia a mi antepasada guaran ysentarla entre la inglesa y la chilena. No porque mereciera como lasotras entrar en cualquier Academia de Letras, sino porque a mi vezyo reconozco a gueda.Esto no tiene que ver con la literatura, me dirn. No. Tiene que verquizs con la justicia inmanente y quizs con la poesa. As lo hu-biese imaginado la fantasa de Virginia. As lo hubiese entendido la

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  • Virginia Woolf en los Testimonios de Victoria Ocampo 85

    pasin de Gabriela que escribi en sus Saudades:En la tierra seremos reinas,y de verdico reinar

    [] Ahora me he confesado ante ustedes. Es lo nico que me pareceadecuado en la circunstancia. Traigo conmigo a este lugar a tresmujeres porque les debo algo que ha contado en mi vida. A una,parte de mi existir; a las otras, en parte, el no haberme contentadocon existir (Ocampo 1977, 59-60)30

    * * *

    A lo largo de estas pginas hemos seguido las evoluciones que la figura deVirginia Woolf despliega en la ensaystica de Victoria Ocampo y, en vn-culo intertextual con las inserciones de Gabriela Mistral, tomadas de cartasprivadas y de ciertos textos crticos, buscamos explorar las posibilidades ylmites que experimenta Ocampo en sus intentos dialgicos con Woolf:una sujeto con quien Victoria buscaba establecer puentes de encuentro yreconocimiento desde sus comunes afinidades feministas. Este recorridovital/textual, que abarca ms de cincuenta aos, entre el primer encuentrode Ocampo con un libro de Woolf (1929) y las palabras que le dedica en sultima aparicin pblica (1977), revela cmo la diferencia colonial instalaentre estas intelectuales una brecha que termina por hacer imposible unencuentro paritario entre ellas, lo que a su vez inhabilita cualquier posibili-dad de alianzas a partir de sus mutuas inquietudes feministas. GabrielaMistral, sin duda, fue ms consciente que Ocampo en la percepcin de esoslmites y nunca ces de hacrselos presente a Victoria. As, le insisti una yotra vez en que desarrollara una poltica escritural que, sin descartar ladimensin feminista, entendiera que esta no poda estar disociada de otrasdimensiones relevantes, como la etnia, la clase o la cultura; las que tambinson centrales en las configuraciones identitarias personales y colectivas,particularmente en nuestro espacio latinoamericano. Durante dcadas,Ocampo, siempre feminista, pareci inclinarse ms hacia el modelo cultu-ral europesta que Woolf le ofreca, que hacia el latinoamericanista que

    30 El destacado en la palabra yo (porque a mi vez yo reconozco a gueda) es deOcampo.

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  • REVISTA CHILENA DE LITERATURA N 69, 200686

    para ella representaba Mistral. Su ltima intervencin nos insta, sin embar-go, a imaginar a una Ocampo otra, que quizs, como le haba sugeridoMistral tantas veces, comienza a entrever que ciertos reflejos de los espejosculturales europeos resultaban deformantes.

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  • Virginia Woolf en los Testimonios de Victoria Ocampo 87

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    RESUMEN / ABSTRACT

    En este artculo se analizan una serie de textos ensaysticos de la escritora argentina VictoriaOcampo (1890-1979), en los que ella aborda la relacin que la lig a Virginia Woolf, suprincipal referente en trminos literarios y feministas. Desde perspectivas tericas postcolo-niales y feministas, se hace una interpretacin de los textos de Ocampo, observando loslmites que la cosmovisin colonialista impone no solo a sus dilogos con Woolf, sino aldespliegue de su propia escritura.

    PALABRAS CLAVE: Victoria Ocampo, Virginia Woolf, escritura de mujeres, feminismo, colo-nialismo.

    This article reviews a series of essays by the Argentine writer Victoria Ocampo (1890-1979)in which she deals with the relationship that bound her to Virginia Woolf, her main referentin literary and feminist terms. From postcolonial theoretical perspectives, an interpretationof Ocampos texts is made, while noticing the limits that the colonialist cosmic vision imposednot only on her dialogues with Woolf but on the development of her own writing.

    KEY WORDS: Victoria Ocampo, Virginia Woolf, womens writing, feminism, colonialism.

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