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Encuentro de Cronistas municipales del Estado Mérida 2016 Grupo de Investigación en Folklore y Cultura Popular. Coordinador: Profesor Julio Carrillo Teléfono: +58 0274-240-1858 Correo: [email protected] + [email protected] Dirección: Av. Las Américas, Conjunto Universitario “La Liria”, Facultad de Humanidades y Educación, Edificio “D” Mariano Picón Salas, Planta Baja. Merida/Venezuela

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Encuentro de Cronistas municipales del Estado Mérida 2016

Grupo de Investigación en Folklore y Cultura Popular.Coordinador: Profesor Julio CarrilloTeléfono: +58 0274-240-1858Correo: [email protected] + [email protected]ón: Av. Las Américas, Conjunto Universitario “La Liria”, Facultad de Humanidades y Educación,  Edificio “D” Mariano Picón Salas, Planta Baja. Merida/Venezuela

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Título:  Evento: Encuentro de Cronistas municipales del Estado Mérida 2016 por la Tradición y Cultura Popular de Los Andes venezolanos

Resumen:  El Taller estará enfocado de la siguiente manera: Análisis completo desde el punto de vistaTradición y Cultura Popular de Los Andes venezolanos.

Descripción:  El taller tiene una duración de 06 horas.Fecha de Inicio del Evento:  9/12/2016

Fecha de Finalización del Evento:  9/12/2016Costos inscripción o entrada:  El costo del Taller tendrá un precio solidario, en su debida

oportunidad se informará.Lugar del Evento:  Complejo La Liria, Facultad de Humanidades y Educación,

Salón Simón Bolívar.Ingresó el Evento:  GRUPO DE INVETIGADORES DE TRADICIONES Y CULTURA

POPULAR Horario del Evento:  2 pm a 6 pm.

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Información Inscripción:  Para la inscripción debe dirigirse a la oficina de la Coordinación de Difusión y Extensión de la Escuela de Medios Audiovisuales, Edif. D, planta baja, en los espacios del Centro de Investigación de Folklore y Cultura Popular.

Contacto:  Ricardo Dugarte 0416/177134**041/8209733Dirigido a:  Personas con conocimiento básico previo en Tradición y

Cultura Popular de Los Andes venezolanos.Cuando llegaron los españoles al lugar donde se asienta

la ciudad de Mérida, los alrededores de la meseta que hoy conforman el municipio metropolitano Libertador estaban poblados por varios grupos indígenas, entre otros, los Mucujunes, Mocanareyes y Mocaquetaes por

el valle del rio Mucujún; por las márgenes del Albarregas y Milla había también indios cuyos nombres de tribus se

ignoran, excepto el de los Tatuyes que poblaban la meseta donde está hoy el centro de la ciudad; hacia las vegas del Chama en San Jacinto, estaban los Mucarias;

los Tateyes ocupaban el valle de La Pedregosa, eran vecinos de Los Curos. Las denominaciones dadas a los grupos o parcialidades indígenas provienen de los nombres que los propios aborígenes dieron a los lugares geográficos que habitaban y que utilizaron los conquistadores para facilitar su ubicación.

Los aborígenes merideños, aunque poseían una misma lengua, según Tulio Febres Cordero era la muisca, cada

agrupación tenía un dialecto peculiar; las diferencias en el tipo de vivienda, técnicas agrícolas y otras formas de vida se derivan de la adaptación al medio ecológico, por ejemplo, las viviendas de la zona fría eran construidas de piedra y practicaban la agricultura por el sistema de terrazas, mientras que las de la zona baja eran de barro y paja, los riegos para los cultivos era por el sistema de acequias y también desarrollaron las artes de la manufactura, tejidos, cerámica, cestería, entre otras. 

El cronista Fray Pedro de Aguado hace la siguiente descripción de los indígenas de la Provincia de Mérida: “Los naturales de esta provincia es toda en general desnuda (…) el pueblo de los españoles dividen o distinguen y apartan dos maneras de gente; que la del pueblo para arriba toda en la más es gente de tierra fría, de buena disposición y muy crecidos, los cabellos cortados por junto a las orejas y los miembros genitales sueltos y descubiertos: las mujeres traen cierta vestidura sin costura, hecha a manera de saya, que llaman los españoles samalayetas, que les cubre casi todo el cuerpo: tráenlas asidas por sobre un hombro y ceñidas por la barriga para que hagan unos senos como alforjas, en que meten todo lo que puede haber y coger. La gente del pueblo para abajo es más menuda y muy ajudiada: traen los cabellos largos, andan desnudos, como los demás, y son para menos trabajo; traen los genitales atados y recogidos a un hilo que por pretina se ponen por la cintura, y las mujeres tienen o traen vestidas las samalayetas (…) que son de algodón”. 

El proceso de conquista y colonización diezmó la población indígena en pocos años, además del genocidio en los primeros años de la conquista, se sumaron otros factores, las enfermedades como la viruela; el trabajo forzoso, abusos y maltratos a que fueron sometidos a través del régimen de la encomienda. Temiendo la extinción de la población indígena, que proveía la mano de obra gratuita indispensable para el sustentamiento del sistema económico- social hispano, la Corona implementó el sistema de “visitas” realizadas por funcionarios llamados “visitadores generales” con el fin de

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hacer diagnósticos y tomar medidas correctivas sobre la situación de las encomiendas, el asentamiento de pueblos indígenas y su adoctrinamiento cristiano. En el caso de la provincia de Mérida, que dependía del Virreinato de Nueva Granada, estas visitas eran autorizadas por la Audiencia de Santa Fe de Bogotá. Se dictaron una serie de ordenanzas que beneficiaban a los naturales, pero no fueron cumplidas por los encomenderos.

Aunque los datos aportados por los estudiosos de nuestro pasado indígena sobre la cantidad de pobladores aborígenes existentes para el momento de la conquista, difieren unos de otros, los datos registrados en la documentación generada de las visitas, demuestran la disminución progresiva de la población originaria de nuestro suelo merideño. El licenciado Alonso Vázquez de Cisneros en la visita que realizó a la Provincia de Mérida en los años 1619 y 1620, registra un total de 200 indios pertenecientes a las parcialidades de los Tateyes, los Mucarias y los del Valle de Mucujún, llamados también de Mocaquetá, de los Alisares o Valle de Carrasco y los agregó al pueblo de Tabay, por ser tan pocos para organizar con ellos un pueblo de indios. Para 1655 en la visita de Juan Modesto de Meler al pueblo de Tabay, solo suman 39 indios tateyes y 31 del valle de los Alisares o del Mucujún.

El legado cultural que aportaron nuestros antepasados indígenas, en la alimentación, costumbres, tradiciones, mitos, en artes y manufacturas constituyen elementos fundamentales de nuestra identidad como merideños y venezolanos.

Entre las artes y manufacturas indígenas se destacaron los tejidos de fique, con el que elaboraban sacos o costales utilizados en el acarreo y transporte de frutos. En 1889 los costales elaborados en El Morro fueron premiados en la Exposición Universal de París (Tulio Febres Cordero. Décadas de la historia de Mérida, 1920).

Voces del dialecto indígena del Morro, recogidas para el Centenario del Libertador en 1883, por Tulio Febres Cordero:

Casa = NacotCandela = ChicabóSal = ChopieDulce = ChiquibucEl pueblo = MusigpuecMaíz = ChijsjacFrijoles = TisitucCocuiza = NantajMujer bonita = CarínisjuóMujer fea = CarínutóMujer vieja = Carínuntoc

Tibisay era la princesa de los indios de la Sierra, el lirio más hermoso de las vegas del Mucujún:

Murachí era el primer caudillo de las Sierras Nevadas:

Bustos de Caribay y Murachí elaborados por el escultor Pablo Gazzotti, francés nacido en la Isla de Córcega, casado en 1897 con Josefa Febres Cordero (hermana de Tulio Febres Cordero). Fue profesor de la

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Universidad de Los Andes en las cátedras de Griego y Latín y además empresario en el ramo de elaboración de helados y vinos.

Tibisay la princesa de los indios de la Sierra un día salió espantada de su choza y fue a presentarse a Murachí, el amado de su corazón. La comarca estaba en armas: los indios corrían de una parte a otra, preparando las macanas y las flechas emponzoñadas.

¡Huye, huye, Tibisay! Nosotros vamos a combatir. Los terribles hijos de Zuhé (Zuhé era el Sol. Los indios llamaron a los españoles “hijos del sol” por su poder extraordinario) han aparecido ya sobre aquellos animales espantosos, más ligeros que la flecha. Mañana será invadido nuestro suelo y arrasadas nuestras siembras. ¡Huye, huye Tibisay! Nosotros vamos a combatir; pero antes ven, mi amada, y danza al son de los instrumentos, reanima nuestro valor con la melodía de tus cantos y el recuerdo de nuestras hazañas. 

La danza empezó en un claro del bosque, triste y monótona, como una fiesta de despedida, a la hora en que el sol, enrojecido hacia el ocaso, esparcía por las verdes cumbres sus últimos reflejos. Pronto brillaron las hogueras en el círculo del campamento y empezaron a despertar, con las libaciones del fermentado maíz los corazones abatidos y los ímpetus salvajes. Por todo el bosque resonaban ya los gritos y algazara, cuando cesó de pronto el ruido y enmudecieron todos los labios.

Tibisay apareció en medio del círculo, hermosa a la luz fantástica de las hogueras, recogida la manta sobre el brazo, con la mirada dulce y expresiva y el continente altivo. Lanzó tres gritos

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graves y prolongados, que acompañó con su sonido el fotuto sagrado, y luego extasió a los indios con la magia de su voz.

-“Oíd el canto de los guerreros del Mucujún.” 

“Corre veloz el viento; corre veloz el agua; corre veloz la piedra que cae de la montaña.”

“Corred, guerreros, volad en contra del enemigo; corred veloces como el viento, como el agua, como la piedra que cae de la montaña”.

“Fuerte es el árbol que resiste al viento; fuerte es la roca que resiste al río; fuerte es la nieve de nuestros páramos que resiste al sol”.

“Pelead, guerreros; pelead valientes; mostraos fuertes, como los árboles, como las rocas, como las nieves de la montaña”.

“Este es el canto de los guerreros del Mucujún”.

Un grito unánime de bélico entusiasmo respondió a los bellos cantos de Tibisay. Concluida la danza, Murachí acompañó a Tibisay por entre la arboleda sombría (…) Ambos caminaban en silencio con el dolor de la despedida en la mitad del alba y temeroso de pronunciar la postrera palabra ¡adiós!

"¡Tibisay!", dijo a su amada el guerrero altivo, "nuestras bodas serán mi premio si vuelvo triunfante; pero si me matan, huye Tibisay, ocúltate en el monte, que no fije en ti sus miradas el extranjero, porque serías su esclava".

Murachí y (…) los indios, organizados en escuadrones, estaban apercibidos para el combate. Súbita detonación detiene a los indios: palidecen todos llenos de espanto; se estrechan unos contra otros, dando alaridos de impotencia; y bien pronto se dispersan, buscando salvación en los bordes de los barrancos, por donde desaparecen en tropel.

Sólo Murachí rompe su macana en la armadura del que fuera conquistador, sólo el bravo Murachí ve de cerca aquellos animales espantosos que ayudaban a sus enemigos en la batalla, pero también sólo él ha quedado tendido en el campo, muerto bajo el casco de los caballos.

Tibisay vivió desde entonces sola con su dolor y sus recuerdos en aquella choza querida. Sus cantos fueron en adelante tristes como los de la alondra herida. Los indios admiraban con cierto sentimiento de religioso cariño y la colmaban de presentes. Era para ellos un símbolo de su antigua libertad y al mismo tiempo un oráculo que consultaban sigilosos. Ya los españoles señoreaban la tierra y gobernaban a los indios. (…) Tibisay vivía libre en la garganta de aquellos montes o entre las selvas de sus contornos, pero era un misterio su vida, algo como un mito de los aborígenes, que atraía a los españoles con el fantástico poder de las ficciones poéticas.

Era un encanto la voz de la fugitiva, que los cazadores oían de vez en cuando por aquellos agrestes sitios, como el eco de una música triste que hería en la mitad del alma y hacía saltar las lágrimas. En sus labios el dialecto muisca, su lengua nativa, sonaba dulce y melodioso y no era menester entenderlo para sentirse conmovido el corazón.

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Cuando la carretera y los vehículos todavía no habían llegado a estos parajes merideños el transporte de las mercancías se hacía en bestias y particularmente en mulas, por ser estos animales los que más se adaptaban a la topografía del lugar debido su mansedumbre, fortaleza y resistencia. Arreos iban y venían por los estrechos caminos del páramo, chapaleando barro, rompiendo la neblina y desafiando el frío. A la primera mula de la fila le solían colocar una campana en el pescuezo para avisar con su ruido la presencia de la caravana, por si venía otro arreo en sentido contrario buscara la mejor forma de orillarse en lugar apropiado para no tropezarse, pues un leve descuido podía causar una tragedia de grandes proporciones, ya que era frecuente que estos animales salieran rodando con todo y carga por los profundos precipicios que se abrían a la orilla del camino.

 Los primeros propietarios de arreos de mulas en estos lugares fueron los encomenderos quienes las utilizaron a finales del siglo XVI y buena parte del XVII para trasladar tabaco desde la ciudad de Barinas hasta el puerto de Gibraltar, con destino a Europa.

 

Después surgieron otros arrieros que durante siglos cubrían la ruta de Pueblo Llano a Barinas y de allí a Timotes, Valera, Mérida, Boconó, Escuque y lugares circunvecinos, transportando harina y otros productos del lugar.

Con la llegada de la carretera a Pueblo Llano en 1952 y posteriormente los vehículos de carga, los arreos de mulas fueron disminuyendo. Sólo pudimos alcanzar a ver a comienzos de los años sesenta arrieros como Alifonso Santiago, Antonio Toño Jerez y Manuel Montilla.

Manuel Montilla fue el último arriero que tuvo Pueblo Llano. Los que tuvimos la dicha de presenciar aquel pintoresco espectáculo podemos aún recordar el desfile de las acémilas por las calles solitarias cargadas con bultos de papas, el crujir de las cinchas y la soga que sostenían la carga, el resuello de los animales cansados, el ruido de los cascos sobre el pavimento empedrado, el olor del sudor de las bestias que se mezclaba con el de las papas recién cosechadas, los restos de cagajón después del paso de los cuadrúpedos que se recogía para abonar las huertas y el jopear incesante de Manuel, mandador en mano, para guiarlas hasta el destino final. ..

Manuel trabajó con arreos para los sitios arriba mencionados hasta que llegó la carretera a Pueblo Llano, después lo siguió haciendo con menor frecuencia en época de cosecha de papas donde le tocaba trasportar los bultos desde campos como Chinó, Mupate y Llano Grande donde todavía no llegaban vehículos, hasta la Plaza Bolívar, sitio donde los subían a los camiones para finalmente llevarlos a los mercados nacionales. “Aquellos eran años muy críticos—decía Manuel-- costaba mucho ganarse la vida. Ahora todo es más fácil, de sólo fácil que es ya no parece divertido trabajar; la mucha facilidad como que no es buena”.

Con casi cien años a cuestas, en los últimos días de su vida Manuel recordaba aquellos años que cubrieron gran parte de su existencia. Observaba con nostalgia a su pueblo y comentaba: “Ahora ya ni se puede cruzar una calle por la cantidad de carros y motos que hay; tampoco se puede sostener una conversación tranquilamente por el ruido de las motos...¡ha diagero! Mucho ‘progreso’ tampoco es bueno”.

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Los cinco espacios donde se forma nuestra diversidad cultural

* La geografía: como el espacio donde se suceden los hechos históricos y las manifestaciones culturales, dentro de un contexto patrimonial, ecológico y cultural. Si no conocemos nuestra geografía, no podemos saber lo que en ella podemos hacer, ni porque cada pueblo se formo de tal o cual manera, entre otras cosas no aprovecharemos nuestros espacios turísticos.

* La historia: como elemento de referencia para interpretar la trayectoria social y la realidad actual. Si no sabemos de donde venimos, no `podemos saber que es lo que nos pertenece. Ese es el sentido de pertenencia.

* La ecología y el ambiente: como elementos para enaltecer e integrar nuestro patrimonio natural y cultural desde una visión conservacionista. No basta con disponer de un espacio geográfico, hay que preservarlo en su riqueza natural ya que es un patrimonio natural y cultural.

* Las tradiciones y costumbres: Como el elemento que refiere el espíritu y sentimiento del pueblo en cada momento histórico, que evidencia las actividades económicas y sociales y que han sido pauta para el desarrollo tecnológico. Siempre que hablamos de pueblos y ciudades con una elevada cultura vamos a encontrar que son aquellos más celosos en preservar sus tradiciones y costumbres.

* Las Instituciones y Personalidades: que desde sus más humildes posiciones hasta las mas encumbradas dan vida a los pueblos. Todos desde nuestros antepasados indígenas, hasta el presente sin distingo de razas, religión, posición económica, ideología política, con nuestra diversidad de formación intelectual, contribuimos a crear nuestra diversidad cultural unos con menor o mayor relevancia pública pero integrantes de una u otra forma de nuestras diversas instituciones

Nuestra Identidad.

Sin lugar a duda que todas las regiones, subregiones y localidades de Venezuela encierra una identidad, representada por diversos aspectos de su dinámica de vida diaria, por el arraigo y sentido de pertenencia, que les da conciencia de su evolución como pueblo, en lo sociocultural, sociopolítico y socioeconómico. En este sentido, teóricamente, podemos decir que la Identidad resume las individualidades y especificidades que caracterizan a los miembros de un conglomerado con respecto a otro.

Nada nos es ajeno, somos una diversidad cultural en la cual podemos esta tarde aplaudir un joropo tuyero y a la noche bailar al ritmo de la salsa.

Nuestra diversidad cultural mezcla tanto lo divino como lo profano, y no puede ser de otra manera ya que somos una raza mestiza producto de la mezcla indígena, con los conquistadores de la Europa Ibérica y la esclavizada raza negra.

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El cronista en Venezuela, como oficio antiguo significada la delicada misión  de asumir la guarda y custodia de los testimonios, la memoria y los bienes patrimoniales de la comunidad. Modernamente como oficio el cronista en el mundo occidental iberoamericano se ubica el 18 de agosto de 1532, cuando Gonzalo Fernández de Oviedo solicita ayuda para ubicar colecciones y materiales a objeto de ser publicados al servicio de la crónica del Nuevo Mundo.

En Venezuela surge cronista como oficio a nivel de municipalidades desde el 15 de enero de 1945, cuando es designado Enrique Bernardino Núñez cronista oficial de la ciudad de Caracas hasta nuestros días. Plantea también, que la Ordenanza de Cronista Municipal debe contener

elementos indispensables: la persona debe responder a virtudes ciudadanas, honorabilidad y conocimientos que le permitan investigar y divulgar la historia, preservar el patrimonio natural y cultural y el acopio de documentos referidos a la memoria del municipio; debe gozar de estabilidad, el cargo será permanente, basado en el precepto de continuidad que requiere la paciente labor que significa la investigación y la reconstrucción de la historia, memoria y patrimonio municipal; debe ser un funcionario alejado de actividades político partidistas, pues su actividad eminentemente intelectual no debe estar sujeta a parcialidades ni subjetividades; debe administrar la oficina del cronista municipal; la alcaldía y el concejo municipal deben garantizar la publicación de investigaciones referidas al municipio; el cronista no debe estar sujeto a horarios regulares, pues las actividades que realiza son de investigación, pero debe rendir informe al gobierno municipal y; finalmente el cronista y la oficina que administra debe asesorar al municipio en las actividades de su competencia a objeto de salvaguardar la los bienes patrimoniales, la historia y la identidad municipal. Analiza igualmente los aspectos legales que señalan el tránsito del oficio de cronista, su fortalecimiento en el tiempo y su evolución desde el 15 de enero de 1945, cuando se sanciona la primera Ordenanza Municipal relativa al oficio y en la que se le denomina Cronista Oficial de Ciudad; revisa la Ley Orgánica de Régimen Municipal, la cual indica que las funciones y las condiciones para el cargo se establecerán en la Ordenanza respectiva; demuestra que la Ley de Conservación y Defensa del Patrimonio Cultural de 1994 fortalece el oficio de cronista en tanto que se le reconoce la salvaguarda los documentos de las instituciones  oficiales y finalmente la Ley Orgánica del Poder Municipal, sancionada el 17 de mayo de 2005 y publicada en Gaceta Oficial  Nº 38.204 del 08 de junio de 2005, la cual le asigna al cronista funciones de asesoría del gobierno municipal y en el mismo nivel jerárquico del Síndico Procurador Municipal y de la Secretaría del Concejo Municipal.

El oficio del cronista, caracterizado siempre por su semblante humilde e ingenioso, como investigador de los hechos menudos que ocurrieron en las localidades, ha ganado cierto espacio en la sociedad venezolana. Sin embargo, la lucha del gremio al que pertenecen, se mantiene en función de lograr ocupar un lugar acorde con su función que ya es considerada social y educativa por las Leyes del país.

La labor del cronista está contemplada en la Ley del Poder Público Municipal, que reconoce y confiere este título a un hombre o mujer que se haga merecedor del mismo. De allí se convierte en un auxiliar de la municipalidad, que forma parte de la jerarquía donde están los síndicos procuradores y los secretarios municipales.

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Son grandes investigadores, que también deben velar por la conservación y defensa de las tradiciones y hábitos de la jurisdicción donde tienen perímetros de acción, con lo cual contribuyen a reforzar la identidad local y nacional.

Pese a esto, muchos cronistas trabajan durante décadas y llegan al fin de sus vidas sin poder plasmar su trabajo, por lo que resultan necesarias iniciativas por parte del Gobierno y los sectores privados para preservar esa memoria que es vital para la identidad colectiva.

El 20 de  mayo ha sido designado por la Asamblea de Cronistas Nacionales como “Día Nacional del Cronista Oficial Venezolano”, con la finalidad de reconocer la labor tesonera de quienes tienen la responsabilidad social de acopiar información sobre el pasado comunitario, de registrar los acontecimientos cotidianos, de defender y salvaguardar el patrimonio  histórico, social, cultural y natural de la comunidad. Se escogió esa fecha en homenaje a Enrique Bernardo Nuñez, quien nació  en Valencia del Rey, a las seis de la tarde del 20 de mayo de 1895 y fue el primer Cronista Oficial  en Venezuela  (Cronista de Caracas, 15 de enero de 1945). Murió en Caracas el 01 de octubre de 1964.Por iniciativa de Alfonso Marín, cronista de Valencia se realiza la I Convención Nacional de Cronistas, en Valencia los días 23, 24 y 25 de marzo de 1968.

Asisten a ella los cronistas Ramón Díaz Sánchez de Puerto Cabello, Augusto Padrón de Maracay, Hermann Garmendia de Barquisimeto, Dr. J.J. Villamizar Molina de San Cristóbal, Jesús Manuel Subero de Porlamar, Dr. José Jesús Cooz de Trujillo, Alberto Sanabria de Cumaná, Manuel Barrios Freites de Araure, Nicolás Perazzo de San Felipe, Profesor Tarcisio Almeida de Curuguara, Dr. José Carrillo Moreno de San Carlos, Pbro. Juan de Dios Andrade de Valera, Alfonso Marín de Valencia. No asistieron por problemas de salud: Dr. Guillermo Meneses de Caracas, Mauro Páez Pumar de Petare, Fernando Guerrero Matheus de Maracaibo,  Pbro. Ecio Rojo Paredes de Mérida, Lourdes Dubuc de Isea de Boconó, Salomón de Lima de Puerto La Cruz y César Acosta de Barinas. El cronista anfitrión Alfonso Marín, como establecen los estatutos, presidió la convención, la dirección de debate fue asumida por Jesús Manuel Subero y la secretaría por Augusto Padrón. Se acuerda guardar un minuto de silencio en homenaje a los cronistas fallecidos Enrique Bernardino Nuñez, Rafael Saturno Guerra, Mario Briceño Iragorri, Antonio Domínguez, Dr. Rafael Viso, Eligio Macías Mujica, Dr. José María Baptista, Segundo Joaquín Delgado y Alberto La Riva Vale. Durante tres días  de continuas deliberaciones  se acuerda solicitar a los organismos oficiales la preservación de los archivos parroquiales, municipales y estadales, así como la creación de las bibliotecas locales de carácter histórico. La asamblea acuerda la creación de la Revista del Cronista, la constitución de la Asociación de Cronistas de Ciudades de Venezuela, hoy Asociación Nacional de Cronistas Oficiales de Venezuela y se firma la Carta de Valencia, que es el documento que contiene los principios de la Asociación y funciones inherentes al Cronista.El 20 de mayo ha sido instituido, como el “Día Nacional del Cronista”. Se ha tomado este día, en homenaje al escritor, historiador y cronista Don Enrique Bernardo Núñez, quien nació en la ciudad de Valencia, el 20 de mayo de 1895 y fue designado el 15 de diciembre de 1945, como primer cronista de la ciudad de Caracas y por ende, primer Cronista Oficial de Ciudad  en Venezuela. Don Enrique dio a Caracas sus más caros anhelos, retrató la ciudad en su siempre recordada e inmortal obra “La ciudad de los techos rojos”. En la región neoespartana es recordado por su trabajo como 

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secretario general de gobierno, director del periódico “El Heraldo de Margarita” y  por haber ofrendado su intelecto en  esta “tierra del afecto entrañable”  al escribir su novela “Cubagua”.

A partir de esta designación del Concejo Municipal del Distrito Federal del 15 de diciembre de 1945  comienza a reconocerse en nuestro país la figura del cronista oficial, pero sólo es entre el 23 y 25 de marzo de 1968, a veintitrés años y dos meses de este hecho histórico, cuando se reúne en la ciudad de Valencia la primera convención nacional de Cronistas Oficiales de Venezuela y; en la cual se crea la Asociación Nacional de Cronistas Oficiales de Ciudades de Venezuela, hoy ANCOV y de la cual fue fundador Don Jesús Manuel Subero. Después de 21 años el Congreso Nacional de Venezuela a través de la Ley Orgánica de Régimen Municipal, sancionada en fecha 14 de junio de 1989 y publicada en la Gaceta Oficial Nº 4.109  Extraordinario, de fecha 15 de junio de 1989, transformó el cargo de Cronista de la Ciudad en Cronista Municipal y se

obliga al Municipio, a través del artículo 187 a designar un Cronista: “en cada municipio habrá un cronista, cuyas funciones y requisitos de idoneidad para el cargo se establecerán en la Ordenanza”. 16 años después, la Asamblea Nacional de la República Bolivariana de Venezuela sancionó la Ley Orgánica del Poder Público  Municipal publicada en Gaceta Oficial Nº 38.204 de fecha 08 de junio de 2005 y; es a partir de allí cuando se establece que el Cronista constituye un  órgano auxiliar del Concejo Municipal, conjuntamente con el Síndico Procurador Municipal y la Secretaría del Concejo.Tradicionalmente se ha identificado al cronista como  un “contador de historias” o “el escritor que narra acontecimientos de interés histórico “. Otros lo han definido como “el simple relator de

hechos, recopilador de fuentes o escritor costumbrista de su localidad”.  Desgraciadamente, algunos no han comprendido su real dimensión humana y profesional;  no han entendido que su interés está centrado en investigar y difundir la historia del municipio. Por ello, su trabajo no puede ser utilizado con fines políticos, ni para intereses de  personas o grupos.  En su justa dimensión, es un ciudadano (a), cuyo esfuerzo se centra en investigar, recopilar, archivar y difundir la historia de su comunidad  y ofrecer sus conocimientos  a la comunidad de su ámbito territorial y muchas veces a otras comunidades aledañas, apegado (a) siempre a  normas de conducta y moralidad demostrativas  de los más claros valores comunitarios, que le dan la autoridad para investigar, preservar y  defender  el patrimonio cultural comunitario.

El cronista, a través de su oficio y/o de su profesión,  investiga, aprende, educa,  informa, forma, es un maestro popular, que afanosamente preserva en el espacio y en el tiempo el conocimiento histórico comunitario para transmitir de generación en generación  las raíces históricas y el quehacer de los ciudadanos de una comunidad determinada. Ser cronista es estar identificado integralmente con la comunidad donde habita, sentir sus fracasos, sus equivocaciones, compartir  sus vivencias, su cotidianidad, sus triunfos, sus tristezas y  sus alegrías.

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