vincent crapanzano - el dilema de hermes

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  • 5/10/2018 Vincent Crapanzano - El Dilema de Hermes

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    /_/.:'1. Clifford y G. E. Marcus0

    guntarse si el hostigamiento a que fueron sometidos durante 300aDOS par los colones blanc os , no habra hecho imp acto en Ia men-talidad, en la consciencia, en la organizacion social y en la psicolo-gia c" !grupo. Esa practica comun de los colones, que masacrabana los hombres y esclavizaban a las mujeres, l,c6mo habra influidoen los analisis de la liberacion de Ia mujer; como en la visi6nque de elias mismas tengan? Que cualquier inf'orme acerca de loskung los presente como restos de la edad de piedra delicadamenteadaptados al desierto Kalahari, no es sino la expresi6n de unavisi6n mas artera: son los supervivientes de un cierto modo deexpansi6n capitalista, finamente adaptados a tres siglos de via-lencia y de intimidaciones ... Hay ocasiones en que los textos, apesar de sus autores, dejan entrever mensajes significativos ... Tales el caso de Shostak cuando define a los kung como fragilesy di fici les de manipular.

    Para hacerse una idea del conflicto que conci erne al grupo deHarvard, debemos situarnos en el contexte contracultural de laAmerica de los setenta. Quisieron realizar algunos de sus idealesco n los kung. Y, par otra parte, pertenecian al sector de los antro-pologos de Harvard practicantes de la cie nc ia . Y a de ma s pu ra ,Gentes que, con eI paso del tiempo, han convertido a Harvarden centro par antonomasia de la sociobiologla. Seguidores de lospreceptos de Sparrman, de Barrow y de otros, han llegado a laelaboraci6n de un discurso que sf puede ser asesinado por laciencia.Creo haber argumentado en este escrito suficientemente a favordel texto urdido desde dentro, a partir de las sensaciones del inves-tigador, a partir del contacto can eI otro, con el estudiado. Talperspectiva, me parece, es de capital importancia para quien deseecambiar 0 enriquecer el repertorio litera rio y Iinguistico de la etno-grafia .... Especialmente esa aparente quimera que pretende fundir

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    1 El conocimiento, el aprendizaje convencional, confiere al etno-grafo metodos par~ una inte.rpretaci6n provisiona.I,. ~eIativa. As !'1 / ,I y todo, asume tal inte-pretacion como lectura definitiva. AI finhe logrado desentrafiar el rnisterio que se refiere al sistema devida de los kariera, podemos ofrle deeir: al fin he llegado alas rakes del arbol, .. . Aunque en verdad no haya heche masque tomar el rabano por las hojas.r EI etn6grafo no suele reeonoeer esa naturaleza provisional deI sus informes. Para el es cosa definitiva. No acepta como unaparadoja que sus interpretaciones provisionales sean 10 que da cuerpoa los informes que redacta. Y tal sea, quizas, la raz6n por laque con tanto ahlnco insiste en la lectura final.JEmbebecido en}a interpretacion, sus informes Iimitan, coartan las posibilidadeside reinterpretar. La etnografia concluye, pues, en sf misma; 0~'en sf rnismo ... 13110acontece asi porque las teorias generales, las~Teorias etnologIstas, no son otra cosa que distorsiones repetit ivasde otros registros que no se sustentan mas que en la fecha deredaccion del escrito. Las posibilidades, a pesar de todo, puedenser infinitas. Hermes es el dios bajo cuya 'rutela ha de establecerseel discurso, el texto. Porquecomo bien sabemos, tanto en el. dis-curso como en el texto se contienen las interpretaciones.Hermes, el de la piedra que hace menton, fue asociado parNilsson (1949) y por Brown (1969) a los muros que haeen frontera,Cabeza y falo a un tiempo, deviene en petrea totalidad. El etnogra-fo, en identico sentido, sefiala las lindes: su practica etnograficaestablece la frontera entre S 1 mismoy sU~~~SeConCIer:-. ne en la propia cultura, en el poder valorativo de sus interpretacio-~ nes. Hermes es el dios falico por excelencia, el dios de la fertilidad.s -: Diversa~ iIi~lOn:s nos 10 present~n ~omoranco-agresiYo,

    II; ~ elOlento, destructive y a la par fertil, vigoroso y fertilizante:read ,en suma ... Todo texto queda prefiado par su significa-~ C1 gual ocurre can Ia cultura. l .Acaso ha de prefiar el etn6grafosus textos can su falica interpretacion vigorizante para que tenganun significado Hable? (Permitase, par otra parte, que haga usoinsistente del pronombre y de los atributos masculinos, a despechode que sea macho 0 hembra, ya que escribo de estadios y no desujetos.)

    r Cae eI etnografo, ademas, en otra paradoja: tiene que interpre-[tar loextrafio, 10 extranjero. Asi, como el traductor al que alude!Benjamin, estima su obra como una solucion al problema de la-:eomunicaci6n, y como el traductor (un extrema olvidado por Ben-jamin) debe comunicar 10 menos extranjeramente posible, Debe

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    convertir 10 extrafio en familiar y a la vez preservarlo en su condi-cion exotica. El traductor se define merced a su propio estilo,que condiciona la interpretacion del texto; el etnografo, a travesde una suerte de copula con 10 extranjero, gracias a la eual haeeque 10 extrano parezea cormin.Hermes es un bromista: dios de las trampas y de . las mafias ...El etn6grafo, en esto, no se le parece. No es el etn6grafo, segunsus propias palabras, ni un bromista ni un mafioso. Pero, como'Hermes tiene un problema. Debe conseguir que su mensaje con-' ~. __ ..__ _.....__ ,~ ~--rl:venza. Tratar 10 extrano, 10 extranjero, toque no es eomun IIIfamiliar, 10 ex6tico, 10 desconocido, de forma que pueda ser crei-ble. EI etnografo se ve obligado a hacer usa de toda sufuerzade conviccion, de toda la capacidad de conviccion de que sea ca-paz, para convencer a sus lectores de que. es rigurosamente cierto1 0 que escribe; pero, merced a ciertas estrategias ret6ricas, en, lasque sf hay mafia y truco, no da mas que una informacion cicatera.Sus textos asumen la verdad de hablar por sf mismos, nada mas;;aunque se a una verdad completa que no precisa de ningun soportei ret6rico. Sus palabras son transparentes. No. recuerda la confiden-cia de Hermes. Cuando Hermes tomo el puesto de mensajero delos dioses, prometi6 a Zeus no mentir. Pero no prometi6 decirtoda la verdad. Zeus 10 entendio perfectamente. EI etnografo, no.

    En este escrito presentare el resumen de 1ectura d.e t res textosetnograficos, de los cuales s610 uno fue escrito por un antropolo-go, a fin de mostrar algunas de las vias por las que el etn6grafotrata de hacer convincente su mensaje. Hable de George Catlin(1841, 1867) y de su escrito acerca de la ceremori1a 'infu~':"Kee-Pa; de Johann Wolfgang von Goethe (1976, 1 : ed.; 1982)y de laaescripCi6n que-deCcarnavaI romaIi"o hace; y de CliffordGeertz._(1973) y de su estudio acerca de los pescadores balineses.Los':::"eventosescritos en estos tres ensayos son explosives por cuantosubvierten 10 que para los propios autores significa orden. Losautores se muestran desafiantes y usan varias estrategias ret6ricaspara captar la atenci6n y ta anuencia del lector, y posiblementede 51 misrnos, para 10 que narran en sus escritos (vease el traba-jo de Marcus, 1980, en este volumen).. Para decir alga mas acerca de tales estrategias, hablemos.de,> . . . , ~ . ~. \_f y-lUo en 10 que expresa su lamento la,~uto!'idad_~_el,~tn~g~

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    f texto es meramente ret6rico. Su razonamiento deriva del empir is-: mo...de la observaci6n directa; 0, mejor dicho, del seudo-empmsmo.Resulta imposible fijar su punto de observaci6n. Necesita de unaamplia perspectiva totalizadora para observar los eventos suscepti-bIes de posterior descripci6n. Su presencia no altera sus pensa-mientos acerca de 10 observado 0 de 10 interpretado.Wsumen unasuerte de invisibilidad que, al contrario de Hermes, el d ios, noposeen. Su desinteres, su dis tanciamiento, su objetividady su neutralidad, quedan arrumbadas por 'sus propios i r i t e r e s e s ~por Ia idea de elaborar sus escritos. Su necesidad de constituirseen autoridad, de establecer un puente con sus lectores, 0, masexactamente, con sus interlocutores, le llevan a crear una distanciaapropiada entre el y 10extranjero, entre el y los acontecimientospresenciados. ---- --Ya desdeel origen de sus proyectos, aeostnmbra el etnografoa basamentar su autoridad; utiliza a los otros a fin de establecerla validez de sus presentaciones cient if icas. Me he referido, prefe-renternente, a tres autores: Cat lin, Goethe y Geertz, que se mani-f iestan en forma dist inta y con exito diferente. En Catlin predomi-

    ina 10 .~otetico. ,; En Goethe, 10 aparent~, 10 nOmetaf6rico , lainarraclO~ dramatizada. Geertz, por Sil parte, depende de un vlf tuo-sismo interpr~ivo...,_ En estos tres casas, como vemos, para con-'veneer a sus lectores -y a S I mismos, probablemente- de la vera-eidad de esas descripc iones. As! pretenden haeer polvo las sospe-chas, las dudas del lector. En los tres casos, el intento de convic-c ion posee la eobertura de la legitimidad institucional otorgadapor el ' significado. Catlin y Goethe ofrecen la descripcion delas ceremonias confiriendoles un significado aleg6rico moral. Geertzclama por una perspeetiva fenomenologica-hermeneutica que con-lleve un menor pel igro de inclinacion a 10 ret6rico, a 10 insuficien-te . .. Su ensayo resulta ejemplar, y la pelea de gallos adquiereun signif icado metodo16gico, ademas de metaf6rico, en su exposi-ci6n. Las ceremonias del O-Kee-Pa, 5 1 carnaval y las peleas degallos, Oevieneu-en--f'Igurasde desOrden -devlorencia arbitrariadesenfrenoJ--s inseiit ido=~-Todo eUoenlinahisto:rla-en la eual--preasamente--~-; -~k)lencia, ese desenfreno y esa sinrazon, tad a1 0 presiden, Las ceremonias muestran, mas alia de un orden 0de un significado, una menor importancia. Pero, paradojicamente, .ironicamente, eual figuras enmarcadas, inmersas en una ret6rica. subvers iva - la neeesidad de convencer a traves de las apariencias-

    I las descripcionesjesultan, efectivaIlJ~nte,_s_ubyersiy.as. La ceremo-nia 'del O-Kee-Pa, el carnav-aCromanoy-1as- 'peleas de gallos en

    1 ' )Baliacaban siendo eso mismo: la cerem~nia ?-Kee-P~, el carnavalromano y las peleas de gallos en Bah. Ni m a s ru menos.. .Con tan honorable graduaci6n como me fuese concedida,estaba yo de pie, frente a la gran tienda, en la temprana

    manana. Mis companeros.:a mi lado, pugnaban par asomar-se al interior de aquel recinto sagrado. Cuando el maestro.d e c er em o n ie s sali6 y me toc6en el brazo can firmeza .yafecto para llevarnos a traves de aquel s anc t um s anc torumpreservado de miradas extrafias 0 indiscretas, asi como ~eobservaciones vulgares, tuvimosque atravesar una especiede vestfbulo de unos ocho a diez pies, guardado por puertasdobles y par unos dos 0 tres centinelas ocultos en laooscuri-dad y que empunaban lanzas de guerra. Ordene a mis com-paneros que cerraran los ojos mientras yo penetraba en elrecinto. La potencia de mi medicina les hizo obedecer y to-dos fuimos comodamente situados en "altos asientos bajo laccnvenientevigilancia de una especie de guias.

    Con estas palabras George Catlin (1 84 1, p ag s, 1 61 -6 2) , el ro~mantico pintor de la America india, describe. su iniciaci6n en elrecinto sagrado en el que tuvo ocasi6n de presenciar loque segura-mente era uno de los ritos mas sanguinarios que 'se .registranenlos anales de la etnograffa: el del O-I: ;' .ee-Pa, enel cual unjovenindio mandan extenuado, sediento y en vela durante 'euatrodiasy cuatro noches, era eolgado de unos ganchos que se ' clavabanen su carne, en los hombros y en el pecho ... Pendfa desde eltejado de la tienda de cerernonias hasta que estaba a punto demorir. EI O-Kee-Pa se celebraba todos tosanos y; de acuerdocon Catlin, se trataba con ello de conmemorar el aniversario deun gran diluvio que, Begun cretan los mandan, habiacubierto todala tierra. Con el rito se pretendia demostrar la aptitud del jovenindio para convertirse en guerrero y en .cazador de bufalos. Era,pues, un rita de paso merced al cual dejaba el joven de.ser adoles-eente para eonvertirse en adulto, pues ya se Ie suponia una forta-leza muscular suficiente para resist ir cualquier esfuerzo extremo,eosa que, en ultima instancia, tenian que juzgar los jefes de latr ibu allf presentes, para deeir al f in si tales sufr imientos y priva-ciones habian convertido al joven, finalmente, en un guerrero(1841, pag. 157).Era el verano del ano de 1832, seis afios antes de que los man-dan fueran diezmados por una epidernia de viruelas. Catlin habla

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    pasado varias semanas entre ellos. Y afirmaba que son gentescan un origen muy distinto al de otras tribus de indios americanasde las que hay en esta region. Argumenta despues que bien pudie-ron ser descendientes de navegantes galeses que, bajo las ordenesdel principe Madoc, cruzaran los mares en el siglo XIV y decidieranestablecerse en Norteamerica. (Ewers, en 1967, sostuvo una teoria.semejante.) EI dia antes de su admision en el recinto ceremonial,Catlin hizo un retrato del maestro de ceremonias, quien, al versedibujado, creyo en la magi a poderosa de su pintor. .. Ello hizoque Catlin fuera elevado a la categoria reservada a los doctoresde la tribu. Una categoria que solo se otorgaba a quien demostra-ba sapiencia, magia y misterio. Le dieron eI nombre de Pinterde la medicina blanca. Y tal honor fue 1 0 que le permitiera entraren el recinto ceremonial. Su habilidad para el dibujo le situ6 muypor encima de sus acompafiantes. A saber, J. Kipp, un agentededicado al comercio de pieies, muy familiarizado con los mandany que hablaba su lengua; L. Crawford, el secretario de Kipp, yAbraham Bogard, cuya identidad no hemos podido determinar.Ellos fueron, segiin pareee, los prirneros hombres blancos que tu-. v ieron libre acceso al rito del QKeePa, y Catlin el primero endescribirlo, alia por ~l mes de enero de 1833, en su New-York.Commercial Advertiser;primero, y en sus Manners, Customs andConditions of the North American Indians, que data de 1841,despues.i. Y, finalmente, en un pequefio volumen aparecido en1867 (con un folium reservatum para estudiosos), enteramente de-dicado a la ceremonia en cuestion,

    Catlin asegura melodramaticarnente que se estremeci6 profunda-mente ante 10 que le fue dado contemplar en aquel recinto sagra-.do. Yo tambien me inlcie en el rito mediante la contemplacion.de aqueUas escenas terroriflcas, escribe.Como si hubiera entrado en una iglesia, quede expectan-te, aguardando contemplar alga tan extrafio como prodigio-.so. De forma devota. Pero en cuanto accedf al interior, todocuanto esperaba contemplardel templo se torn6 en una suer-te de matadero. El suelo estaba cubierto por sangre devota

    y fanatica. Cref, por un momento, hallarme en la mismisimaCasa de Dios, a quien sus fieles ofrecieran Ia sangre, elsufrimiento, la tortura... Aquello, si es po s ible, superabalos horrores de la Inquisicion. Pero no puedo describir fiel-mente, en su totalidad, la escena (1841, pag. 156).

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    Al margen del estremecimiento del que habla Catlin, 61 y susacompafiantes contemplaron el espectaculo desde unos lugares aellos asignados. Vimos todo 10 que acontecfa en el recinto, tuvi-mos ante nosotros la veridica escena que se representa en la prime-ra de las cuatro ilustraciones adjuntas (Catlin tornaba apuntes pic-t6ricos del natural para ilustrar sus escritos). AlU acudiamos adiario, desde eI amanecer hasta la puesta de sol, ocupados enla conternplacion de aqueJIas terribles escenas durante cuatro dias(1841, pig. 162). No permitian que se movieran de donde estaban.Un~ vez, cuando Catlin se Ievanto para contemplar con mayorclandad 10 que llama misterio maximo del rito, el sanctissimussanctorum de donde parecia emanar el espiritu que. daba halitea la celebracion, fue obligado a sentarse nuevamente de espal-das a 10 que pretendia ver.

    Varias veces trate de levantarme nuevamente de -dondeestaba, pero de inmediato todos los ojos cayeron sobre miy todas las bocas chistaron como si me ordenaran silencio.No pretendian otra cosa que hacerme volver adonde estaba.Y tan alla como pretendia ir mi euriosidad insatisfecha mehacian notar que estaba perpetrando un sacrilegio, que viola-ba un misterio sacrosanto; me hacian notar que no estabasolo. Todos, desde el joven en el t rance iniciat ico hasta elultimo morador de la tribu, impedian mi aproximaci6n realal misterio, mi conocimiento de ello (1841, pag. 162) ..

    Como un pintor ante su caballete, Catlin fija su punto de obser-vaci6n. Mas no 1 0 puede reflejar todo. Y, por ello, no es objeti-vo .. . Ni escribe a 10 Robbe-Grillet, Describe la ceremonia laborio-samente, paso metaf6rico a paso metaforico, desde eI punta deobservacion fijado por su propia consciencia ... Su vision es am-plia; construye, exagera, metaforiza.. . Y sus ojos, de continuovuelven hacia si mismo. Describe la aparicion de un demoniacoO-kee-hee-de .Perc, al final de aquellas danzas rituales, al cuarto diade la ceremonia, entre la alegria y el divertimento cuandobrillaba la luna, y en el maximo de tales exaltaciones return-baban .:n la atmosfera los canticos, hombres, muj:res, pe-rros, runos, en total mezcolanza, levantaron los ojos abiertosy redondos como bolas, alarmados, hacia una colina quese alzaba en la pradera, aproximadamente a una milia al Oes-

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    te, pues habian visto descender a un hombre a gran veloci-dad en direccion a la tribu. Corda en zigzag, como un nifioque persiguiera a una mariposa. Iba completamente desnudoy pintado de negro congrasa de oso y can carbon vegetal . . .(1841, pag, 166). .

    Catlin se repite, generaliza, exagera, simplifica y ... embellece.Refiere, indiscriminadamente, cuanto ha observado, cuanto ha lei-do antes de' observar can sus propios ojos. Pretende una descrip-cion realista, exacta; mas como acontece en M a nn er s, C u sto msand Conditions, habla de aproximadamente una milla al Oeste,un vestibule de echo 0 diez pies. 0 hace abuso de la metaforapara construir frase como igual que un nifio que persiguiera auna mariposa, pintado tan negro como un negro. Aunque talescolores que Baudelaire (1846) 1 llama misteriosos, no fueran losmas apropiados, .. De la obra de Catlin se desprenden dos experiencias estilisticas.Y quizas sea la mas interesante, al margen de, l~ purarnent~ .d~s-criptiva, esa en la que Catlin, haciendos~ participe del sacrificio,del ritual presenciado, trata de llevarlo a sus lectores desde el. punta de vista patopoetico del que sufre. A si describe a una delasvlctimas del rito de paso, en la que condensa a todos lossometidos a esa tortura:

    Daba la impresion de que docenas de demonios, que su-bitamente se hubieran aparecido, quisieran hacerse participesde aquella exquisita agonia que embargaba al muchacho in-dio colgado de los ganchos. Parecia como si un conjuntode siIenciosos, y no par ello men os regocijados demonios,seres del Averno, se dirigieran al colgado llevando en susmanos pertigas can las que alcanzarle. As! estaba el someti-do al suplicio iniciatico, cuando de repente, con la voz ma slastimera, y a la vez resuelta, que pueda producir el hombre,grit6 implorando la protecci6n del Gran Espiritu. Y luego

    1. Baudelaire, que admiraba los escri tos de Catlin, escribio en 1846: Lerouge, la couleur de la vie, abondait tellement dans ce sombre musee, quec'etait une ivresse; Quant auxpaysages =montagnes boisees, savanes immen-ses rivieres desertes= ils etaient monotonement, eternellement verts; Ie rouge,cet~e coieur.si obscure, si epaisse, plus difficile a penetrer que ies yeux d'unserpent; Ie vert, cet te co leur calme et gaie et souriante. de la nature , je lesretrouve chantant leur antithese melodique, Naturalmente, hay alguna de estasmel6dicas antites is en la prosa de Catlin.

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    de gritar asi, qued6 como. exangiie, exanime, pendiente delos ganchos y en apariencia sin vida, relajado y en descen-so... (1841 ,mig. 171),'I Aqui, Catlin parte de su objetividad metaforica, como perspecti-

    I ~~s-~~~~~:=Ji~;;;~h~:~rq~t~cribe ni la experiencia de los indios ante la tortura, ni, par supues-to, la suya propia, inexistente. Habla de demonios, de seres delAverno que 'se aparecen. Pero, loa quien? lA los indios? ';,A elmismo? Acude al sentimiento, pues, de los Iectores; t rata de hacer-les partfcipes de una sensacion inaprehensible mas aterradora. Unasensaci6n que gane al receptor del mensaje para su causa ..En muchos de los pasajes de sus Manners,' Customs and Condi-tions oj the North American Indians, Catlin uti liza como figuramas importante la hipotiposis. Ante todo procura demostrar 10

    muy fuerte de su experiencia, de 10 vista, ' de 10 vivido, a finde que no dude el lector, en momento alguno, de la veracidad decuanto refiere. El ser testigo de 'unos hechos es 10 queconfiereautoridad, verosimilitud a su texto. En u n a tradici6n de relaterealista, Alexander Ge ll ey ( 19 7 9, pag, 420) observa que debe ha -llarse la manera de describir, antes que nada; 16s lugares y lascasas, hacienda que coincidan can la especuIaci6n a que propendeel autor. El aserto de Catlin segiin el cual se hace precise fijarun punto de observaci6n, aunque sea desde el puesto asignadoobligatoriamente par los sujetos sometidos a estuclio, debe enten-derse como una forma mas de la retorica, taly como 1 0 demuestraen su Manners, Customs and Conditions .. . La menci6n a esa pre-_'senda en el lugar de los hechos es mas--qu:esuficiente. Ello . e s -

    i10 que I e confiere la aut6ridad necesaria para elaborarsu'teXio;-, sus lTi:iSffaciO-nerderrilo. A1J.T1rataraae afiIartOci:OSSuSlap"icesi - para conveneer a stiSlecfores;--Y-asrmrsmo7aeTaveraCioa-a - a T _;-lOque cuent~:-----~----- ..---.----"--.--:----- ..-- _.-

    EI pro c eder de Catlin, ~in embargo, no es de los mas fiables.Hoy dfa, practicamente, apenas se tienen en cuenta, desde un 'pun-to de vista cientffico, sus informes. La credibilidad de Catlin, enel presente, es mucho menor que el poder Iiterario de sus descrip-2. Galley, en 1979, arguye que las formas de percepcion de la novela realis-

    ta pueden entenderse como una suerte de razonamiento a un nivel fenomeno-logico, como un signo importante no tanto porque informa de su contenidocomo porque identifica el ejernploen la observaci6n y traza susmodificaciones.

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    ciones. Su prosa es tan poco fiable como sus pinturas, acaso ideal i-zadas. Su intencion puede que fuese la del realismo ... Mas acaboen el romanticismo mas convencional. MefCedaf 'uso de las meta-foras,""'a menudo extravagantes, a.ruso de las hiperboles, de lapotopoesis, del suspense y del subjetivismo, adernas de toda suertede promiscuidades linguisticas y gramaticales, para mentar solo.algunas de susestrategias literarias, Catlin intenta dar credibilidada sus escritos, una veracidad irrefutable. Pero es precisamente enesa pretension, en esa estrategia, en donde queda atrapado. Esella 10 que subvierte su afan.,; Porque el realismo amerita deUna fuerte sobriedad esti list ica. Y en Catlin la sobriedad sucumbeante su fulgor hipotiposico, restando rigor a sus informes.

    En su Manners, Customs and Conditions, comienza as! la des-cripcion de la ceremonia del O-Kee-Pa:

    cidos. En M a n ne rs , C u s to m s a n d C o n di ti on s, relata creencias propiasa los mandan asirnilandolas a las narraciones bfblicasque hablan deinundaciones y hasta, en el colmo de la transgresi6n, de las fechasdel nacimiento y de la muerte de Cristo . .. Como a el, un hombreblanco, se le confieren par parte de 1atribu caracterist icas de jefe,como los heroes de la cultura mandan son blancos, Catlin creever en ello algun remoto origen cristiano... Ello es, sin embargo,10 que treinta y siete anos despues, y con visos de realidad, lellevaria a decir que los mandan descendian de navegantes galeses.Y que el r ito, la ceremonia del O-Kee-Pa, quizas fuera una reminis-cencia de lacrucifixion crist iana.. . Pero Catlin 1 0 mezcla todo, 10cuenta todo sin parar mientes en exceso, con su estilo muy personal,desde luego 3 ; can ese vigor merced al cual clarna por la salvacionde los mandan; por la cristiana salvaeion de esa etnia:

    Pecos hombres tan piadosos, y que tantas energfas dedi-quen al culto, hay a 10 largo de todas las fronteras comoestos indios ... Lejos de las contaminaciones del mundo civili-zado, pretenden ver cumplidos sus mas ardientes deseos, susesperanzas en la Divinidad ... Por ello deben ser crist ianiza-dos; por ella deben ser salvados, en definitiva, aquf, en. elcorazon de la America salvaje (1841, pag. 184).No puede negarse que anima a Catlin ese pragmatismo que escormin al antropologismo americana: la aplicacion del evangelio ...Aunque ello, 10 pragmatico, 10 utilitarista y 10 evangelico, debanentenderse, acaso, como categorias de lo retorico.Pero a despecho de su lenguaje figurative, de sus especulacionessobre el significado y de sus convicciones acerca de 1a necesidadde salvar a los indios, Catlin tuvo eIgran problema de la credibilidad.

    Tome mi cuaderno de notas, escribe en un momentode su descripcion de la cerernonia O-Kee-Pa, e hice variosdibujos de cuanto alii veiamos. Tambien tome notas de todo1 0 que me traducia el interprete, Y al concluir aqueUa horri-ble escena ceremonial, que duro una semana 0 mas, 10 es-condi to do en un agujero heche en la tierra, al arnparode la leve luz del cielo, incluidos mis pineeles, y 1 0 cubricon una lona para preservarlo bien... Mis compaiieros esta-

    3. Hay un paralelismo revelador entre el estilo disyuntivo de Catlin y sussal ta rinas especulaciones ace rca del signif icado de la cerernonia,

    ~. [Oh! Horrible visu et mirabile dictu... [Gracias a Diosr . . J : n e ha sido concedido el privilegio de contemplar esto paraque pueda contarlo a los cuatro vientos (1841, pag, 155).l,Pero por que verlo? lPor que cont~rlo? Catlin no posee unarmazon en el que sustentar la explicaci6n de sus experiencias;

    no posee una justificacion para elaborarsu reportaje ... Suinten-ci6n es puramente documental y se justifica, acaso,en el des eode mostrar unas costumbres horrendas y desagradables, que aunacontecen en nuestro pais y que, ademas de helarnos el coraz6nnos revuelven el est6mago (pags. 182-83). Como si buscara lapiedad, la compasion, para con el viajero, para COIl el explorador.Catlin intenta racionalizar sus descripciones de manera mas queconfusa. (La verdad es que jarnas fue un pensador sistematico.)Escribi6 que la ceremonia de marras es cosa desconocida, nuevapara el mundo civilizado, 0, en su defecto, cosa no bien conocida

    (pag. 157). Sugiere que parte de la ceremonia es grotesca y ala vez divertida, y parte inocente aunque lIena de interes (pag,177). Pero no arguye can justificacion teor ica aIguna 1 0 dicho.La exegesis que hace de los nativos no nos resulta satisfactoria.No si~ua hist6ricamente Ia ceremonia, Se limita a decir que gentestan SImples como los mandan no tienen una historia en la quebasamentar sus actos, sus ritos, sus sistemas de vida y de organiza-cion, 10 que les lleva a caer 'en las mas absurdas y descabelladasfabulaciones y cuentos propios de ignorantes (pag, 177) .. Catlin participa de la conviccion, propia al XIX, de que las explora-crones han de hacerse en concordancia con los parametres preestable-

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    102 J. Clifford y G. E. Marcus Retoricas de fa Antropologla 1 0 3ban dispuestos a certificar con su testimonio la veracidadde aquellos dibujos y pinturas (1841, pag, 155).

    !

    I -

    Como si de sus profetas se tratase, Catlin tiene a Kipp, a Crawfordy a Bogard para dar testimonio, para dar fe de la autenticidad desu informe acerca de la ceremonia de marras en sus Manners, Cus-toms and Conditions; a pesar de 10 cual seria enteramente rebatidoen su inforrne par esa f igura .de la etnologia nor teamericana que fueHenry Rowe Schoolcraft. Este, en su tercer volumen de su obra His-torical and Statistical Information Respecting the History, Conditionand Prospects oj the Indian Tribes oj the United States, obra queaparecio entre los anos de 1851 y 1857, incluye dos articulos deDavid D. Mitchel l, superintendente para asuntos indios en St. Louis,acerca de los mandan, que habfa recorrido territorio mandan allapor los afios 30. El articulo de Mitchell concluye asi: La informa-cion acerca de los mandan y de sus peculiaridades y costumbrespuede encontrarse en los diaries de Lewis y de Clark ... Porquelas escenas descri tas por Catl in no pertenecen sino a la imaginacionfer ti l de tal cabal lero. Se encontraba Cat lin en Sudamerica cuandotuvo acceso a la critica que de su trabajo hacian Schoolcraft yMitchell, merced a una carta que le enviara Alexander von Hum-boldt, quien le urgia para que escribiese al principe Maximilianode que habia pasado un invierno entre .Ios mandan. Perc" antesde que Catlin pudiera conseguir una carta del principe, dando fe,tarnbien el, de que eran ciertos sus informes, cosa que ocurririaalla por 1866, Schoolcraft y Mitchell murieron. A pesar de todo,y en 10 que al presente se ref iere, la descr ipci6n que de la ceremoniaO-Kee-Pa hiciera Catlin es bastante aceptada como buen apuntede la misma (vease 10 escri to por Bowers en 1950. Y loque escribie-ra Matthews en 1873)... Por otra parte, el propio Catl in dudariade la validez de sus informes durante el resto de sus dias.El dia 20 de febrero de 1787, rniercoles de ceniza, escribi6 Goethe:

    I i. Por mera ironia, Goethe, un afio despues, volvio aI carnaval. romano. Yen 1789, al regresar a Weimar, publico un informe. ace-ca de ta les fiestas, que Ie qued6 de 1 0 ma s colorists. BasandoseI en ello, publicarfa tiempo despues un pcqueno vohuncn tllllllHloI Das Riimische Karneval, lncluldo en' N I I I I ttatlentseh Ht#,~'" quoI es fundarnentalmeruc una reescrl tura de lUll cartas y do lo~ diu rio.II que escribiese veinticinco arias dcspues de IIU vla]e a halla'.Goethe, sin embargo, o lv ida segulr In cronologla del camavalI (romano, que tiene cierta gradualidad. Comlenza COI\ la apertureI ,de los teatros alIa por el est reno del ano nuevo y culmina eni J: el rniercoles de ceniza. Parece perturbarlee l hecho de que el carna-I Ival, en su opinion, sea una especie de enfermedad que. altera. e1I ,/ritmo normal de la vida romana. No observa mayores diferenciasI .can los domingos romanos ni con otros dias festivos-. Para Goe-the, las mascaras y los disfrazados son signos familiares, igualitos! a Iosfrailes que acompafian a los cortejos funebres a 10 largoI de todo el afio, Cuidadosamente situa el carnaval en la calle, enI Ia cal le que el considera susceptible deser descri ta mas cri ticamen-teo (Como Catlin, pues, pone sumo cuidado en describir minucio-

    samente el Iugar de la ceremonia.).La calle, e l Corso, deviene en tea tro del carnaval. EI escenarioes laocalzada. Los part icipantes y los espectadores se hal lan ubica-dos a ambos lados, en las' aceras. v tambien. en los balcones delas casas. Y asomados a las ventanas. Goethe hace la convenientedescripci6n de los disfraces, de las mascaras, de los carruajes yde los caballos que tiran de ellos (en esa carrera con que conc1uyela jornada de carnaval cada noche), y 10 hace cual s i descr ibierauna esccna, una representacion teatral. Los personajes -disfnizadosde guardias, de polichinelas, de esperpentos, unos con ropas ricasy otros con andra jos, etcetera- bien podrfan semejarse a losper-sonajes de la Comedia del' Arte. (El quacchero, resalta Goethe,es como el buffo caricato de la opera c6mica; es vulgar, estupido,enfa tuado, tonto ... ) Los -personajes carecen de profundidad. Sonemblematic as en tanto que burlescos. El movirniento en desarrol lodel carnaval -la accion=- llega a su punto culminante con una5. Vease 10 escrito por MicheJ (1976) a este respecto.6. En concordancia con e!' est ilo de vida romano. (Das Karneval ist,

    wie wir bald bemerken k iinnen , eigent li ch nur e ine Fort set zung ode, vielmehrder Gipfe l j ener gewiihnli chen sonn- und [es tt iig igen Fr e ude n; es ist nichtsNeues, nichts Fremdes, nichts Einzlges, sondern es schliesst sich nuran dieromische Lebensweise ganz naturlicb an; [1976, 1~ ed., pag. 642]).

    AI final se desata la locura. Las innumerables luces dela noche consti tuian otro espectaculo enIoquecido. Quien havisto una vez e1 carnaval romano pierde toda ilusion parvolverlo a contemplar. No es un error escribir de ello . Puedeconvertirse en una pieza , en un motivo de agradable y entre-tenida conversacion 4.

    4. La s traducciones son mias. __ P ero son mucho mejores (Goethe 1982)las de Auden y las de Mayer (1976, I~ ed., pag, 228).

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    . . 10 4 J. Cli fford y G. E. Marcuscarrera de caballos nocturna y acaba dramaticamente, tristemente,la noche anterior al miercoles de ceniza... Todo el rnundo Ilevaen su mano un hachon encendido can el que trata de alcanzarel del otromientras proclama: Sia ammazzato chi non porta moe-cola (que muera el que no porte candela) . Y todos tratan de prote-ger su hachon encendido.

    Nadie osa moverse much a mas alla del lugar que.ocupa,sea de pie 0 sea de asiento. Parpadea en Ia noche la luzde cientos de hachones que los participantes agitan por enci-rna de sus cabezas, una vez y otra, mientras el ruido dela masa, el gri ter io, eIhumo, el movimiento de los miembrosde las gentes que alli estan, contribuyen a la creaci6n deun ritmo univoco en el que cualquier accidente es posible,.por cuanto entre esa masa circulan los carruajes salvajemen-te t irados por caballos entre gri tos y toda suerte de insultos(1976, 1~ ed.; pag. 675).

    La multitud, finalmente, se dispersa. La gente normal va a repo-ner fuerzas dandose a la bebida y a la comida. La escena, lademostraci6n, concluye. [Que feliz me senti cuando la locuradio paso a1 si lencioso jueves.. . l, escribe -Goethe. Y es que habiafenecido ya el rabioso miercoles de ceniza. Goethe, en una cartafechada en el dia 1 de febrero de 1778, escribio 10 que sigue:(Es terrible contemplar la locura de los otros cuando uno no se\ha eontagiado de ese virus (1976, 1~ ed. ; pag. 681). Como pode-mos ver, el miercoles de ceniza habfa dado a Goethe la oportuni-dad de observar el significado de aquella Ioeura, de aquel maridajecon 10 saturnal en el que los roles estaban cambiadcs, de aquellavulgaridad en los gestos y en las expresiones, de aquel libertinaje,de aquel desorden que tanto conturbaba su animo.EILQP,Osici.QJLa..JO_escritQ..,_porCatlin acerca de la ceremoniaael0-Kee-Pa, con todo su subjct~o~7~n-toda~s-USh{pe'r-boies-;-'conlOdas Sus metaroras, y tamblenei1C01ifThsfeccHf]oqurGoethe"-- - 1 5 - - - - - - . - . - ~ - - - . - '~ - - - . ._ . _ . . . _ .. _ ,escn rera en su Sturm und Drang, escritos mucho menos tensos- e n " V l g j e - q - : J Calfa ..1. a Q _ ! ) . a e _ . s , e . - : J n c l ) Y , i : . 7 i C J ; J j r n a v a r R o m a n o , 6 f r e c ~' f , \ u~~'!3!Si6~much~J~._9istansl~8~,J:'!_lt,!_de_eP1;;'ci6n;-~q~esrn duda

    IHlenara ae estupor y de desagrado a los lectores de su Werther(HaY;-empero, aTgun~sm-eta:foras-exira-vagantese-n-ei ' t e x t ( ; d ~Goethe que comentamos, si bien no subvierten los componentesde realidad de 10 descrito, cosa que sf acurre con Catlin.)En noviembre de 1786 Goethe escribe en Roma:

    Retor icas de fa Antropologia 10 5

    Vivo ahora inmerso en una tranquilidad que desde hacemucho tiempo no experimentase. Mi habito de contemplarloy de interpretarlo todo 'tal como es, mi cansciencia, es 1 0que mantiene abiertos mis ojos. Y mi absoluta renuncia aparticipar en las casas me hace sentir bien, me llena de unafelicidad muy particular y privada. Cada dia observo algundato resefiable; cada dia se me ofrecen cuadros vastos ysingulares que contemplar; cosas que, ni siquiera en la in-mensidad de los pensamientos y de los suefios, resultan acce-sibles a la imaginacion (1976, l~ ed.; pags, 178-79).

    Hay mucho de saludable en esa aproximaci6n que Goethe hacea la realidad. Cabe recordar, aqui, que 3U Viaje a [talia tuvouna intenci6n terapeutica, por as! decirlo; una intenci6n de revitali-zarse, cosa que en muchos moment os Ie lleva a hablar de unasuerte de r en ac er . . . (Fairley 1947). Aquf, escribi6 pdf los mis-mos dias, cu alqu ie ra pue de parecer serio consigo mismo y susojos resultan duros en la mirada, en la pereepci6n ... Ello haceque el individuo acufie una idea de vida, de fuerza, que nunca.antes sintiera (1976, l~ ed.; pag, 179). Insiste en ver y ver las eo-sas para desentrafiar la mezcolanza de verdades y de mentiras queconforman la primera impresion (vease a Staiger; 1956, pag. 14):Bajo la tutela de Angelika Kauffmann se hizo mucho mas aguday profunda su percepci6n de 10 circundante ... Como demuestraEmil Staiger (1956, pags, 15-16), la idea {begriffc, anschauen-der begriff), la teorizaci6n, es aquello que salva las distanciasexistentes entre 10 susceptible de mutaci6n y 10 que resulta inamo-vible, 10 multipercepcional de un asunto 0 de un objeto de contem-placion. La propia objetividad de Goethe, asi, queda inserta enla propia objetividad del sujeto... Su objetividad no pugna contra1 0 subjetivo. De acuerdo con Staiger (1956, pag. 18), el contrastese produce entre las propias cosas, entre la comprensi6n que deellas se hace en su propio seno (cein 'innerliche' Erfassen derDinge) y su objetiva comprensi6n, su aprehendimiento. La distan-cia, pues, y en aras de ese aprehendimiento, de esa comprension,tanto literaria como figurativarnente, deviene en cosa ineludiblepara la objetividad . .. Aunque, como senala Staiger, Goethe sehalla mas en cornunion con una suerte de perspectiva inmediata,especifica, que con el afan de mostrar verdades eternas 7 .7. Auch wer nur die Dinge will und sons! nichts, erfasst sie in einer bes-

    t immten Hinsicht, von einem bestimmten Gesichtspunkt aus . Dessen wird Goethe

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    /0 6 1. Clifford y G. E. Marcus

    Tambien Goethe, como Catlin, se sinia en ocasiones cual si estu-viera, como un pintor, ante' su cabaIlete. Asi parece en su Viajea Ita/ia (ed. 1982, pag. 30), por cuanto-no da la impresion deasumir, a proposito del carnaval romano,' una perspectiva univoca.Es mas, en el primer parrafo de su obra ya avisa de la imposibili-dad de referir, con arreglo a las convencionalidades expresivas,el carnaval ... Y es por ello por 10 que nos ofrece el evento ensu vertiente desordenada y enloquecida:

    Cuando se trata d~ describir e1 carnaval romano sabemos!de inrnediato que no puede darse una idea clara y precisa desemejantes fiestas. Una masa compacta, viva, sensual , pasaante los ojos del observador y ya se ha ido y transformadoapenas este intenta aprehenderla con su mirada. Cada unode sus componentes procede de acuerdo con sus propios die-tados. La objeci6n se nos antoja mas seria cuando lIegamosa la conclusion, cuando admitimos, pues, que el carnavalromano, su conternplacion; no ofrece al extrafio delicias par-ticulares; ni siquiera una recreacion de la vista que hagamas grata la percepci6n ... EI espectador solo quiere ver por-que unicamente contempla. No hay ninguna superposicion,ninguna vision que vaya mas Iejos de esa cantidad de genteque se estrecha en las calles; tan solo el tumulto, la amalga-rna, puede a1canzar el ojo de quien observa. EI movimientode la masa es monotone: el ruldo, insoportable e i na rmon i-co, al final de cada dia deja en todos un poso de insatisfac-cion. Las dudas sobre la bondad de 10 contemplado se acre-cientan cuando el observador examina sus recuerdos en sole-dad, en tranquilidad. Aunque sera difici l garantizar una des--cripcion en detal le (1976, 1~, ed. ; .pag, 639).

    La abstraccion, la voluntad de mantenerse al margen, es 10 quehaee que Goethe asocie el carnaval con el tumulto (Getiimmel),sich nicht bewusst, Er is! uberzeugt, die ewig giiltige Wahrheit entdeckt undbegri ffen zu haben, und traut sich ZU, sie jedem, der Augen hat and sehenwill, zeigen zu konnen. Da es sich um objektive Erkenntnisse handelt, gelingtdas auch. Was Goethe darlegt, ist tatsachlich den wechselvollen Launen derStimmung, der Willkiir der einzelnen Menschen entriickt und insofern z~itlosund uberall gidtig, Es fragt sich aber, ob [edermann sich fur diese Wahrheitinteressiert, ob nicht mancher es vorzieht, die Dinge von einem andern Gesicht-spunkt aus, in aderer Hinsicht wahrzunehmen, Dariiber haben wir nicht zurechten lind ist ein Streit uberhaupt nicht moglich (Staige r 1956, p igs. 17-18),

    Retoricas+de la Antropologia IIF

    asi como con Ia inarmonia sonora (der Larm betaubend); con lasmasas sensuales e indiferenciadas, amaIgamadas en eI movimiento,que sin embargo acaban experimentando por igual, en su indivi-dualidad, un generico sentimiento de insatisfaccion ultima, a los1 1 ojos del extrano.cdel-extraniero, . . En su Viaje a Italia Goethe, 1iabla~der extranjero; se define a sf rnismo como un extrafio, comoun extranjero, que por serlo se halla en una posicion idonea paracontemplar y para analizar el carnaval romanos. La tarea deGoethe, pues, no sera otra que la de transmitir una sensaci6nde profundo desorden merced a sus descripciones; una descripcion,como el mismo dice, en la que se contengan el gozo y el tumulto(Freude und Taumel) para llevarlo a la imaginacion del lector.Goethe, sin embargo, no torna ningun puesto de observaci6n[que le depare una ventaja digarnos espacial,desde la que auparse

    .para mejor contemplarlo todo, para mas despegadarnente elaborar,lSUS observaciones, Nosube a la torre de ninguna catedral, como'hiciera en sus dias de estudiante en Estrasburgo (Lewes 1949, pag.67). Camina indiferentemente por el Corso de arriba a abajo. Semueve indiferentemente en el tiempo y en 'el espacio, Y salvo enla alusion concreta a los hachones luminosos de la noche anterioral miercoles de ceniza, no especifica en memento alguno la fechani el tiempo en que se suceden los eventos que describe.J~:' ,Esgibe_

    Jmmpre en pre.ente...-.-un;;;:t.1m_po,or cierto, ~errnitelas " a -~Iuedade2_ las':,g~nerali~g_~;-q!le cia ~seIl_,!i6.n~{fe~A_li~!!..cia; g ~I tJempo, en suma~7=Bomo-eithn. Goethe' combl~ __y_g ~Q ~~~ !!z< !'~_i con ello- personajes y sItuaggM5; ':::y',2,QJQjPY~~..r_

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    !. ',

    J0 8 J. Clifford y G. E. Marcus Retoricas de fa Antropologia 109Y, describiendo una batalla de cofetti, escribe:

    Vimos, can nuestros propios ojos, una suerte de batallaen un recinto cerrado ... Cuando los contendientes quedaronsin munici6n, se arrojaron a la cabeza los cestos (1976,1~ ed. ; pag. 660).Mas a menudo, sin embargo, Goethe apenas indica su relaci6ncon 10 escrito a traves del pronombre personal en primera persona

    {~~ .g~nd~_ '? !L ,IAe .! l lQJ j~_ ," , !: !~qs _5_0~ I !__~12es!!_Qsropios oj os).Mas p~~ signifi~~_do~_PQ~_~l..!~~

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    continuo a su imaginacion y a su entendimiento para construir,,~un-tod6--cofupa:cfO y coher:en~ l ,Acaso sugiere Goethe que paraque clertas expenencias partrcipen de algo mas que de 10 efimeroes preciso que sean escritas coherente y ordenadamente? No envano observa taleslocuras y nos las .cuenta sin duda para damesnoticia cabal de aspectos importantes de la vida humana:Cuando un vulgar Polichinela nos relata indecentementelos placeres del amor, tan necesarios para nuestra existencia;cuando cualquier bujarr6n profana los misterios de la vida.y del nacimiento en las plazas ptiblicas; cuando una buenacantidad de hachones encendidos iluminan la noche, sabe-mos que esta a punto de concluir hi ceremonia (1976, 1~ed.; pag. 676).

    Goethe eontempla el Corso como un foro en donde toda lavida terrenal obligara al hombre a ser, a la par, actor y espectadoral descubierto, sin lugar alguno para moverse libremente, a solas,al margen de otros impulsos que no sean los propios, Las carrerasde caballos no son sino, un acto que ~(deja una somera huellaen el alma, Aunque, llevado por su imagineria, Goethe destaca:

    , \" La igualdad y la l iber tad s610pueden ser disfrutadas mer-ced a la intoxieaci6n que produce la locura, y ella haceque el deseo pugne por llegar a la cumbre para encontrarseentonees cereado par el peligro, por la voluptuosidad insatis-fecha, par una agridulce sensaci6n de ansiedad (1976, 1~ed.; pag, 677).

    Reminiscencias de su perfodo del Sturm und Drang hay, sinduda, en esta ultima observaci6n que pareee referirse, rnuy re-motamente, al carnaval. Y es que para Goethe el earnaval noes sino un pretexto para la reflexi6n. No es de extrafiar,pues,que apenas se sienta concernido por cuanto ocurre a los parti-cipantes. Su unico interes radica en el y en sus Ieetores. Ignorandolas virtualidades de 10 historico y de 10 eolectivo, al igual queBakht in (1965) , concibe el des tino popular como algo determinadoya por una suerte de cornicidad terrena!... Y es por ello par 10que Goethe reduce el carnaval a una alegoria convencional, sabida,inexcusable, del destino que espera a los individuos. A traves dela alegoria de Goethe, el individuo se estruetura y compone delmarernagnum, de 10tumultuoso, de 10unidimensional y multi tudi-

    Ret6ricas de la Antropoiogia 1 1 1./nario t.. Goethe, un rey de la broma y de la chanza, un rnagode las palabras, un Hermes dando euenta del carnaval, atrave~a?-do los margenes impuestos al significado par las fronter as , . s~tua

    los eventos en un nivel que, a despecho del estilo de la ex~oslc16~,a despecho de la teatralizaci6n, a despecho del alto contenido re~o-rico deviene en simbolo de la locura y del desorden. Como Catlin,Go; the busca significados morales en la ceremonia, en el carnaval:Y sin pensar demasiado en el asunto, acabaremos tam-

    bien con la eeremonia del miercoles de ceniza, a la que hade preceder la meditaci6n, confiando en que ello no llene detristeza a nuestros lectores. Parexrfa como si la vida enterano fuese otra cosa que pura reminiscencia del carnaval roma-no, de tan precaria e insatisfactoria. Quizas fuese eonvenien-te que esa multitud enmascarada considerase, como noso-tros, la importancia que tiene cada uno de los pequefiosy trivialesplaeeres de la vida (1976, 1~ ed.; pag. 677).Como si de una convencional meditad6n demiercoles de ceniza,

    la conclusion de Goethe pareee apostar par un retorno a la intros-, . 10.peccion, a 10 contemplative y al que hacer con nosotros ffilS:nOS 'El hace esa vuelta a medida que vuelve de la eeremoma quedescribe. Durante el carnaval , apenas se refleja en rnedio de tantamascarada la necesidad de reflexi6n. Perc con el miercoles de ceni-za eomienza un perlodo de penitencia, y, presumimos, una vueltaa la in trospecci6n, al orden, al individualismo.

    El ensayo de Clifford Geertz se titula Deep, Play: Notes on aBalinese Cockfight, y curiosamente fue escrito por los tiemposen que apareciera en las pantallas el f i lme.J}?( '!p_ __h~oat . Sin. dudatitul6 asi su escrito Geertz para elaborar up-a' suerte de juego,de chiste con er6tieas connotac iones -ehistes que, segun Geertz,

    9. Es interesante recordar que Henry James (1873) tambien incluye unareflexion del miercoles de ceniza en sus descripciones del carnaval en 1873rSe trata de una meditacion inspirada par un joven sacerdote que reza porsu propia alma en una pequeiia igles ia de la colina Palatina en soledad, comoJ ames, manteniendos e en s ilencio, a pes ar de que el carnaval se 'apoderasede toda la circunstancia de Roma.10. La funcion del le ct or dev iene, como d ic e Michae l Andre Bernstein (1983),en una suerte de parentesco saturnaliano en el que cada uno resume susroles habituales merced a la s uperioridad que brinda el hecho de s er lector;

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    entenderian los propios balineses-, que se mantiene a 1 0 largoide todo su texto. Los juegos de palabras, las bromas, son cosa[frecuente en la etnograffa. Se ve obligado a ella el etnografo porla dis tancia exis tente entre su posicion como interprete de un ciertoprimitivismo y el mundo de los lectores a que se dirige. Mercedal juego de palabras, a la broma, inc luso, apela el e tnografo collu-soriamente, con cierta tergiversacion, al entendimiento de las gen-tes de uno u otro mundo. Y quizas fundamentalmente al mundode sus lectores, pues las relaciones que en el se dan discurrenpor los cauces de un cierto respeto, de un mucho de hieratismo.'Asi, por S 1 mismo, a traves de sus bromas y juegos de palabras,tiende -un puente para el entendimiento entre los dos mundos.Se divide el ensayo de Geertz en siete par tes ti tuladas The Raid(

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    mente, como si no existierarnos, 10 cual, en definitiva, nosdio buena informacion acerca de sus comportamientos, mo-dos y usos (pags. ~12-13;.

    ' :* \Ha~ ,Y ~ .: :: - fmb' ;0, II ~. f!deun viaje, de una experiencia de campo, se pretende, nada me-\ :~ . : > :tnos, erestiidJ:OaerOaO un caracter nacional . ,

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    . .116 J. Clifford y O. E. Marcus

    \\

    en todo caso, se convierte en una sofisticada voz invisible ll. Sin-tornaticamente, nosotros es cosa poco frecuente en la etnografia.La redada supone un momento delicado, turbador. .. Geertz, elautor, el narrador, es un yo. Y los balineses son una referencia:son ellos. Justo cuando los balineses reconocen a Geertz antela policia, el como un yo, huye del texto en el capitulo muysignificativamente titulado De gallos y Hombres. EI tardio yo

    de la redada (

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    118 . ( ~G . E. Marcusde gallos so~, para ~osbalineses, .eso: ~~~ de gallo~) no image-nes, III ficciones, ill modelos, illmetaforas:-::-i::aPelea de gallosno lleva el estigma, para ellos, de 10 imaginario, de 10 ficticio,de 10 modelico 0 de la metaf6rico; categorias, todas ellas, queno poseen para los balineses ningun grado de 10 interpretativo 12.Quizas no sea accidental que en uno de sus parrafos Geertz descri-ba la pelea de gaUos como inquietante: La raz6n de la inquie-tud que suscita.: se debe a que, clamando por la salvaci6n, seentreve la dimension de la experiencia normal de los balineses,sin imaginaciones posibles ... Y esa visi6n parece se r consecuencia

    . ~ .de ~..n == pun.to. de vista._.._QYJ1"'plgl!.~!~!!l~jP~:3..gu_iell,.~ es inquietante la pelea de gallos?b n " ' l a s " p a g r n a s " " f [ n i I e s = a e ~ s i r D e e p ' Play, Geertz compara Ia peleade gaUos al texto, Habla de la lectura de los balineses en supropia experiencia; de la historia que a s'r mismos se cuentanlos balineses; habla de una especie de metacomentario: Se trata-ria de decir algo sobre cualquier cosa. Y clama por el antropolo-gismo a fill de penetrar en algo que le parece intrincado. ParaGeertz, el texto .interpretat ivo, la pelea d e gallos, es un dramajerarquizador. Y con un lenghaje intencionado aventura el porquelos balineses se dan a las peleas de 'gallos: Los balineses acudena las peleas de gallos para encontrarse con 10 que como hombreshan perdido,' co n eso 'de 10 que como hombres se han despojado,a fin de reabsorber una suerte de autoconsciencia moral. . . A travesdel ataque, _del tormento, del cambio de roles, del insulto; a tra-ve s dela furia excesiva, el 'balines se siente triunfador 0 hacedorde leyes (pag, 450).. De manera que, segun vemos, afirma que la subjetividad del\ b alines es la subjetividad de la pelea de gallos.

    Una y otra vez, acto tras acto, la pelea de gallos inhabil i-ta a los balineses, tanto como a nosotros, lectores, nos inha-bilita Macbeth, para contemplar la dimension de su propiasubjetividad. En la medida en que son espectadores de unalucha tras otra, con la mirada activa del que participa ya la vez contempla (como si la pelea de gallos no fuera.mas que un espectaculo deportivo), llega a hacersele familiarsu prop ia subjetividad, a tal extremo que la desconoce, pues

    12. Uno deberia considerar si el estatus ontol6gico de los balineses equivalede veras a las categorias occidentales.

    Retoricas de la Antropologia 1 1 9

    participante de un rito objetivo no hace sino abrir las puer-tas de su objetividad (pags, 450-51).

    ~/ :.t i

    loDe quien habla Geertz? loC6mo puede todo un pueblo haceruna conveniente distribuci6n de su propia subjetividad? l.Acasono hay suficientes diferencias entre un texto, un 'cornentario, unmetacomentario, un drama, un deporte, un cuarteto de cuerdae incluso varias vidas? l.Acaso ha hecho abandono, eI profesorGeertz, de todas las disecciones analit icas que caracterizan el exito(y tambien el fracaso) de su civil izacion? Can identico colorismoai de Catl in, Geertz concreta metaforas, las cuales, si bien abstrac-tas, no dejan de ser luminosas, y que subvierten tanto su descrip-

    'I" ci6n como su interpretacion ... Y que subvierten, de paso, su pro-pia autoridad. Su mensaje, en definit iva, no resulta convincente.Al margen de sus pretensiones fenomenologicasy hermeneuticas,hay en Deep Play ulua-aJfa:-absoluta de entendimiento de losnaii-vos y de su manera de ver las cosas. Hay, unicamente, un entendi-miento construido a traves de la interpretacion del entendimientode los nativos. Geertz no ofrece evidencias, datos que justifiquen

    su proceso de intenciones, sus asertos acerca de la subjetividadde aquellas gentes, sus pregonadas experiencias. Sus construccio-nes de las construcciones de las construcciones no van mas allade una simple proyeccion, borrosa y confusa por 1 0 demas, desus propios puntos de vista, de su propia subjetividad, viciosconlos que pretendiera, nada mas y nada menos, la construcci6ndetodo un sistema interpretative de las gentes por el cstudiadas.Finalmente, y como para just ificarse en base a datos puramenteantropologistas, para substancializar su autoridad interpretativa,1 9 ~ ~ n : ~ _.Iefie~~~en sg_,pee_I: lay_qu,:_ Ia cultura es un amalgamade textos, que a la vez,se__ntrelazan, "textos que debe el antropolo- go leer e interpretar por encima de .los hombros de quienes selos cuentan, de esos a quienes pertenecenx t- (pags, 452-53). La imagen no' puede ser mas dislocada: hacer poreiones, 0 no hacer-las, de un texto. Lo eual supone una suerte de asirnetrica relaci6ndel nosotros con1eI antropolcgo que se halla por encima y aespaldas de los nativos, aupado en la cumbre de su propia jerar-quia definidora del entendimiento. Para mi, ello es reflejo de queel drama narrado en The Raid no es sino un indice en elque los13. Consultese mi discusion (Crapanzano 1981, 3~ ed.) acerca deltexto

    y de sus metaforas, Decia yo que, a pesar de cuanto afirmerr ciertos crf ticosliterarios, la abstraccion en el texto, su fuerza ret6rica, lastra susvirtualidades.

  • 5/10/2018 Vincent Crapanzano - El Dilema de Hermes

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    120 J.Cllf/ord y G. E. Marcus Ret6ricas de fa AntropologiaI-~:rtt:i~~%:~~~::~~:~~~~~~d~f~~~~~\~::I se da una relacion yo-ni, un dialcgo; dos personas que .gan,i . una- a la otra, .que infeipretad6ries-hacen-ael-mism6-texto-leido;'I . ni siquiera dos personas que lean 10_4

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    122 J. Clifford y O. E. Marcus

    RENATO ROSALDO

    DESDE LA PUERTA DE LA TIENDA DE CAMPANA:EL INVESTIGADOR DE CAMPO Y EL INQUISIDOR_Se pretende, en estos papeles, desvelar la anatomia deIa ret6rica

    etnografica mediante la exploraci6n de las formas de autoridady de representaci6n que se contienen en dos libros- rnerecldamenteclasicos: The Nuer, de Evans-Pritchard, yMontaillou; de Emma-nuel Le Roy Ladurie. E 1 primero, publicado en 194 0 , v ien e ' si en doreconocido desde entonces como un trabajo etnografico eiemplar.El segundo, publicado en 1975, y debido a un notablehistoriadorfrances de 1 0 social, ha side recibido, aclamado, como paradigmade los usos innovadores y de la busquedade un a n a l i s i S etnografi-co de los villorrios del siglo XIV frances. Eltrabajo .de LeRoyLadurie, entre otros experimentos tanto en el terre no deIa historiacomo en el de la antropologia, viene sierido tenido como reveladorde esa apertura deseable a las posibilidades de Ia historia etno-grafica '. .Le Roy, en ciertos aspectos, juega con trucos y artificios yaobsoletos en su tierra, 1 0 cual, sin embargo, hace que de tales

    usos surja una mezcolanza que convierte su trabajo, por igual,en multicultural y en interdisciplinario. Un trabajo antropologico

    esa raz6n por 1 0 que yo podria concluir este ensayo narrandomi arribada al papel en donde ha sido escrito, pues Zeus biencomprende a Hermes cuando este Ie promete gllenOCIiramernu_aC'-aunciue-fampoco---toaataVeraa-a~------------- -----------------

    "".~.- ... -~.~.--.-.,--~.----'-. . . . . .-~- ~,-~--~ _ . . _ . . _ - - --,----

    1_ Esta relaci6n estrecha entr e la Histo ria y la an tr opo logla viene ya desdelos t iempos de Herodoto y Tucidides. EI propio Evans-Pr it chard esc ribi6 tantode Histor ia como de antropo logia, y Le Roy Ladurie impartio un curso enel College de France bajo el titulo de Historia etnografica, Este campo deinvestig acion, sin embargo, ha sido rev isado recientemen te por Bernard Cohn(en 1980) y Natalie Davis (en 1981).