villacanas qué desean los situacinistas

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  • 7/28/2019 villacanas Qu desean los situacinistas

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    LA PREGUNTA POR LA NEGACIN DE LA

    NEGACIN,Y EL COMUNISMO COMO LA RES-PUESTA MARXIANA. La pregunta que dattulo al presente texto debera posicio-narse junto a toda otra serie de interro-

    gantes de la historia de la filosofa contempornea.Sera equivalente a preguntarse, por ejemplo: qu dese-aba verdaderamente Marx (cmo deberamos enten-der su modelo de sociedad comunista, esa expresinpositiva de la propiedad privada superada a la quealude en sus Manuscritos?); o qu quera verdadera-mente Nietzsche (a qu estructura equivaldra elsuper-hombre, figura que emergera como novedad absolutatras el filtro del eterno retorno?); o bien, finalmente:qu deberamos entender por el inconsciente, realidad

    que, segn Freud, slo poda comprenderse como laanttesis contradictoria de lo consciente (El hombrede las ratas, 1453).1

    Todas estas preguntas no slo tendran una sintaxisequivalente, sino que seran en s mismas lneas para-lelas avanzando por el espacio y tiempo de la filosofa.Aunque desde diferentes puntos de partida (desde dife-rentes contextos y con diversa terminologa), apuntar-an hacia un mismo objeto de bsqueda. Precisamente,este ensayo pretende aproximar la cuestin situacio-nista a ese locus terico en el que, para el infinito mate-mtico, todas estas lneas de investigacin coincidiran.Consideramos que las estructuras conceptuales deBenjamin, Deleuze, Lacan (y, a partir de ellos, de otros

    tantos pensadores como Negri, Agamben, iek, etc.)son respuestas a una misma pregunta que, en primerlugar, no puede sino formularse a travs del tiempo dediferente manera; y, en segundo lugar, que en cada una

    de sus formulaciones precisas sus interlocutores la vie-

    ron como la concrecin de la pregunta universal. Pues,de no haber cierta identidad en estas bsquedas, no sehabran producido acercamientos convergentes al pro-blema que agotan las posibilidades de combinar todosestos nombres e ideas (as sucede, por ejemplo, con elde Vattimo a la obra Nietzsche, a travs del problemamarxiano de la liberacin tal y como se propone enElsujeto y la mscara; o bien toda la corriente crtica queamalgama el marxismo y el psicoanlisis, o el psicoa-nlisis con la filosofa nietzscheana).

    Ahora bien, respecto de la primera de estas pregun-tas (sin duda, la ms cercana a la obra de los situacio-nistas), Peter Osborne nos ha vuelto a recordar que elpropio Marx postulaba tres diferentes versiones del

    comunismo (HRM, 72-80). Conforme a las leyes de ladialctica, todas ellas implicaban ya unanegacin delrgimen de propiedad privada capitalista, en la medidaen que diferan de l. Pero decir esto es tanto comodecir nada; pues existe un espectro infinito de negacio-nes posibles, de entre las cuales slo una era vlida ydaba solucin al enigma de la historia. Para llegar asta, la clave se encontraba en lograr que la negacinfuese capaz de resolver todos los niveles de la contra-diccin que la propiedad privada capitalista implicaba,niveles que segn Marx quedaran irresueltoshasta que la oposicin entre carencia de propiedad ypropiedad no se la comprenda como la oposicin de[o en relacin con la oposicin entre] trabajo y capital

    (Manuscritos, 140).2Y esto no lo conseguan ni la negacin implicada en

    el comunismo grosero (la mera generalizacin y com-plecin de la relacin de propiedad privada en un rgi-

    Qu deseabanlos situacionistas?

    (Reflexiones parciales sobre larevolucin a partir de Mario Perniola)LUIS S. VILLACAAS DE CASTRO

    Luis Sebastin Villacaas deCastro es licenciado en

    Filologa inglesa por laUniversitat de Valncia y

    becario de investigacin deldepartamento de Filosofa

    del Derecho, Moral yPoltica de la mismauniversidad, donde prepara

    su tesis doctoral. Es autordel libro Virtualidad y

    actualidad. Unaintroduccin a la ontologa

    poltica contempornea(2008).Este ensayo evala el posicionamiento crtico de Mario Perniola respecto al movimiento situacionista. Frente a su inter-

    pretacin, proponemos centrarnos en la cuestin revolucionaria y en su posible estructura, tomando como punto departida la definicin marxista del comunismo como negacin de la negacin. Cuando el problema es as revisado,parece disolverse cualquier tentacin de analizar el proyecto situacionista bajo un paradigma esttico, o a travs de unasubjetividad potica. Esta reorientacin del problema nos permite, adems, ampliar el marco terico para llevar a cabouna inspeccin unitaria de la revolucin, para evaluar los mritos y limitaciones de la propuesta situacionista con msclaridad.

    This essay attempts to evaluate Mario Perniolas critical account of the Situationist movement by focussing on the revolu-tionary question and on its structure. This is done in theoretical terms, and takes as point of departure Marxs conceptionof communism as the negation of negation. Once the issue is thus relocated, any temptation to analyze the Situationist

    endeavour in terms of an aesthetic paradigm or a poetic subjectivity is quickly dispelled, and proven in its confu-sion. As a

    consequence, the theoretical spectrum widens out to allow a unitary inspection of the various theoretical approaches to therevolutionary question, a perspective which shall allow us to judge the merits and underpinnings of the Situationist pro-

    posal in an altogether different light.

    Palabras clave:

    - Negacin de lanegacin- Subjetividad artstica- Revolucin

    - Medios/fines- Objeto/sujeto- Deseo- Objeto a.

    1.

    1 El lector encontrar una listade abreviaturas al final del art-culo. All donde no se trate deuna edicin espaola, la traduc-cin es ma.

    2 En este caso, el alegato eraque la propiedad privada apa-rentemente una forma legaldirecta o aproblemtica impli-ca en realidad una relacin con-

    tradictoria entre dos elementossociales, el trabajo y el capital,cada uno de los cuales contiene,en s mismo, una estructurainternamente contradictoria(HRM, 76).

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    men comunal en el que los participantes posean losbienes en un grado mnimo e igualitario), ni el merodesarrollo de una estructura formal de igualdad y delibertad, poltica o no, dentro o fuera de la forma estatal

    (LCJ, 38). En tanto fuese as, ambas presentaban solu-ciones meramente imaginarias (Manuscritos, 142),puesto que no hacan justicia a la realidad de la contra-diccin. Entre la serie de versiones que Marx presentade la formacomunista, la nica que acabar asumiendocomo propia ser la que se presenta no slo como lanegacin de la alienacin implcita en la propiedad pri-vada burguesa, sino como su supercesin, su apropia-cin; no slo su negacin, sino su negacin de la nega-cin. Escribe Osborne que si la alienacin es una nega-cin de lo humano, la apropiacin es la negacin de lanegacin y, por lo tanto, cierto tipo de retorno (HRM,79).

    No tomamos la frmula de lanegacin de la negacin

    en un sentido estrictamente hegeliano.3Pero tampoco vamos a decir todava cul es su con-

    tenido, ni su estructura precisa; la tarea de este ensayoconsiste precisamente en aproximarse a sus diversasalternativas. Slo nos interesa recordar que ya haba-mos empleado el trmino negacin de la negacin en elcontexto psicoanaltico, y que slo a partir de esta for-mulacin tan precisa se entiende que Lacan introdujesela categora de lo real.4

    Y, segn creo, es as como debemos preguntarnosacerca de las estructuras de Marx, Nietzsche, e inclusoBenjamin (recordemos su recurso a laviolencia divinapara superar la oposicin entre las dos formas de vio-lencia relacionadas con la esfera mtica del derecho, la

    que lo funda y la que lo conserva: La violencia divinaconstituye en todos los puntos la anttesis de la violenciamtica [Para una crtica de la violencia, 194]). Puestodas ellas se dirigiran hacia cierto inverso contradicto-rio de unaactualidadque, segn los diferentes plantea-mientos, tomara la forma de un rgimen de propiedadcapitalista, un cristianismo decadente, la regulacin (ysublimacin compensatoria) de la sexualidad, etc.

    2. EL ARTE COMO NEGACIN (SURREALISTA) VS. LA REVO-LUCIN COMO NEGACIN DE LA NEGACIN (SITUACIONISTA).Si bien existen ciertas determinaciones que harn dife-rentes todas estas soluciones, en este punto ya pode-mos investigar el primero de los asuntos tratados por

    Mario Perniola en su libro Los situacionistas. Historiacrtica de la ltima vanguardia del siglo XX; se trata dela superacin del arte que aqullos se proponan reali-zar (LS, 21-22). Se recoge en este libro la crtica al surre-alismo y a su versin del arte, en la medida en que plan-teaba un esquema dual, conformado por la actualidadcotidiana frente a la artstica. Para la InternacionalSituacionista (IS)

    haba llegado el momento escribe Perniola de des-enterrar de una vez por todas los trminos al uso, acep-tados y asumidos por los surrealistas, para distinguir

    entre vida real(lugar del aburrimiento y de la insignifi-cancia) yvida imaginaria (lugar de la maravilla y del sen-tido), ya que es la realidad misma la que puede sermara-villosa. Al atribuir a lo maravilloso un estatussurreal, elsurrealismo indic mecanismos de liberacin que conti-nan siendo imaginarios: los sueos, el arte, la magia. Es ms, en la medida en que sigue alimentando la oposi-cin entre una realidad concebida como un mbito en elque se ejercita la eficacia racional, por un lado, y una ir re-alidad entendida como el reino en el que se expresa lafantasa irracional, por el otro, el surrealismo est dehecho sustentando elstatus quo (LS, 18).

    Tal como acaba de exponerse, la crtica situacionista

    al surrealismo podra abordarse de dos maneras,segn la observemos a partir de sus consecuenciaspolticas o estticas. Desde el primer punto de vista,diremos que, precisamente porque el surrealismoestuvo dispuesto a oponer el arte a lavida cotidiana,tambin estuvo dispuesto a mantener esta ltima into-cada. Ms an, el mantenimiento delstatus quo queda-ba reforzado cuando al arte se le otorgaba un estatussurrealy las dos esferas se organizaban en una clarajerarqua. De esta manera, el vanguardismo surrealis-ta solamente habra expuesto toda la verdad del rgi-men burgus, al incluir en ella la fantasa y los sueos(en contra de un modernismo esteticista que se con-formaba con una verdad ms inocente y tranquilizado-

    ra). Lo cierto es que en ningn sitio tanto como en lasobras de Freud se observa que la vida burguesa osci-laba de forma inherente entre estas dos realidades,entre el aburrimiento y lo maravilloso, entre el mundode la vigilia y los procesos primarios del sueo. Poresto, el burgus era constitutivamente un individuoneurtico. Y el mismo esquema se proyectaba sobre elordenamiento general de toda la sociedad; pues, deigual forma que los obstculos sociales y econmicosque generaba el capitalismo ejercan, a la postre, comosu verdadero motor (segn iek, proporcionaban sufantasa, imponiendo un horizonte de limitacin que elcapitalismo soara siempre con superar, tomandofuerza en esa expectativa [Objet, 125-126]), as tam-

    bin la vida burguesa mantena su dinamismo precisa-mente en esta contradiccin inherente, que la consti-tua. Frente a ella, el psicoanlisis se ofreca nada msy nada menos que como la institucin ms adecuadapara una tarea civilizadora que sera infinita y eterna,como el propio orden social.

    Ahora bien, cuando obser vamos el problema desdela esfera del arte, vemos que precisamente porque elsurrealismo no estuvo dispuesto a cuestionarse laestructura de lavida cotidiana, tampoco vio necesarioproponer como alternativa una concepcin del arteque fuese ms all de lo que ofreca su primera nega-cin (la fantasa y los sueos). Incluso en la teora o latopologa psicoanaltica, sabemos que estos ltimos

    (los sueos) no implicaban todava unanegacin de lanegacin de la actualidad consciente (no mostraban elsignificado inconsciente del cual los elementos delsueo eran nicamente su cara significante, su repre-

    Lo cierto es que en ningn sitio tantocomo en las obras de Freud se

    observa que la vida burguesa oscilaba

    de forma inherente entre estasdos realidades, entre

    el aburrimiento y lo maravilloso

    Qu deseaban los situacionistas?

    3 Su matriz [la de la negacin dela negacin hegeliana] no consisteen algo que se pierde y se recupe-ra, sino sencillamente en un proce-so de pasaje desde el estado A alestado B: la primera, inmediatanegacin de A niega la posicin deAsin abandonar sus lmites simb-licos, de modo que debe seguirlaotra negacin, la cual niega elespacio simblico comn de A y sunegacin inmediata (el reino de lareligin es primero subvertido poruna hereja teolgica; el capitalis-mo es primero subvertido en nom-bre de reino del trabajo). La bre-cha entre la muerte real y sumuerte simblica es esencial: elsistema tiene que morir dos veces.En El Capital, Marx utiliza la expre-sin negacin de la negacin unanica vez, a propsito de la expro-piacin de los expropiadores en elsocialismo, y tiene precisamente enmente un proceso en dos etapasde ese tipo. El punto de partida(mtico) es el estado en el cual losproductores poseen sus propiosmedios de produccin; en la prime-ra etapa, el proceso de expropia-cin tiene lugar dentro del marcode la propiedad privada de losmedios de produccin, lo cual sig-nifica que la expropiacin padecidapor la mayora equivale a la apro-piacin y concentracin de la pro-piedad privada (El espinoso sujeto,81).

    4 Lo hace justamente para identifi-car (a partir de Freud, pero de unamanera ms explcita) esa instan-cia precisa respecto a la cual eldiscurso consciente era una antte-sis contradictoria. Si en lugar deldualismo consciente/inconsciente,Lacan introduce el tro compuestopor lo imaginario, lo simblicoy lo

    real, la negacin de la negacinsera la operacin que lo realhabra de haber sufrido en suesquema, en la medida en queste (lo real) no sera exactamentereprimido(de Verdrngung) en loinconsciente (lo cual implica sola-mente la negacinbsica de laconciencia imaginaria), sino msbien forcluido(de erwerfung], esdecir, excluido directamente delmarco simblico a travs de esaafirmacin y negacin originariaque, en su escrito Sobre la nega-cin, Freud situaba en el origenmismo de la subjetividad(Respuesta, 371/387). Comovemos, igual que existan versionesdistintas del comunismo, depen-diendo de la forma de propiedadprivada que pretendan negar, as

    tambin la distincin entre lo ima-ginario, lo simblico y lo real pre-tende complicar la estructura delinconsciente, distinguiendo dentrode l por as decirlo tiposdiferentes de negaciones. Lo real,segn Lacan, no puede ya reno-varse sino a travs de las formasveladas de la palabra inconsciente,pues slo por la negacin de lanegacinpermite el discurso regre-sar a es (Respuesta, 372/388).Para la distincin entre represinyforclusin, en el contexto de su dis-cusin con Ernesto Laclau y JudithButler, vase Holding the Place(342, nota 4): El precio que Butlerha de pagar por su rechazo deciertas distinciones conceptualeses que simplifica en exceso todauna serie observaciones claves

    para la teora psicoanaltica. Porejemplo, cuando defiende que,aunque tal vez sea inevitable quetoda individuacin requiera de cier-ta forclusinpara producir elinconsciente (el resto), parece a su

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    sentacin [Funcin y campo, 256-257/267]). As, tam-poco podan mostrar el ncleo traumtico real.

    El mero hecho de que pudisemos articular la crticasituacionista al surrealismo de dos maneras diferentes

    ya mostrara el lmite conceptual de este ltimo, que seconformara con plantear la sencilla oposicin entre lasdos esferas. El problema es que Perniola tampoco atinacuando trata de articular el avance que la posicin situa-cionista habra de implicar. El ttulo de su libro ya reve-la la tesis principal que define su acercamiento, proble-mtico en la medida en que considera a la IS como unavanguardia artstica. Cuando Perniola escribe que lossituacionistas crean que la vida cotidiana poda sermaravillosa (es decir, que la estructura del sueo podahacerse realidad), l mismo est cayendo en la trampaque ya criticaran Guy Debord y compaa. Decir deellos que defendan que la realidad misma puede sermaravillosa significa limitar la propia concepcin de lo

    que tanto el arte como la vida podan llegar a ser, paraasimilarlas simplemente a la estructura del sueo. Siste fuera el caso (que no lo es), los situacionistas nohabran ido (formal o tericamente hablando) ms alldel surrealismo, que se limit a priorizar el valor delsueo sobre el del resto de la vida. Los situacionistas, enese caso, hubiesen planteado directamente la imposi-cin de las formas del sueo sobre la realidad. Pero estono es cierto: no trataron de llevar la estructura del artesurrealista a la vida real (un lmite interno al surrealis-mo), sino que quisieron ir incluso ms all del conceptode arte surrealista, de su esttica, de sus formas, de sumaravilla, de su fantasa. Porque queran cambiar lacotidianeidad respecto a la cual todo esto era una reac-

    cin. A fin de cuentas, el propio Perniola reconoce quelos sueos e imgenes no eran sino el resultado de unasubjetividad alienada durante el da, que seguira sin-dolo durante el descanso (LS, 45, 76-77, nota 78). Slode esta forma podra la vida cotidiana convertirse enalgo que no fuese aburrimiento (por supuesto), perotampoco arte (ni, por lo tanto, algo maravilloso), sino enalgo revolucionario . Slo as podra la vida cotidiana con-vertirse en todo lo contrario, es decir, ensu negacin dela negacin, y no en una mera introduccin de las for-mas onricas en la realidad del da a da. Slo as podrala vida cotidiana dejar de ser tanto insignificante comoartstica, para convertirse en vida (aunque lo que estavida signifique todava lo tenemos que explorar).

    Esta crtica al surrealismo, que se extiende tambin almovimiento dadasta, es la que Debord plantea en elsiguiente prrafo:

    El dadasmo y el surrealismo son las dos corrientes quesealan el final del arte moderno. Aunque de un modoslo relativamente consciente, son contemporneas delltimo gran asalto del movimiento revolucionario proleta-rio; y el fracaso de este movimiento, que los dej ence-rrados en aquel mismo terreno artstico cuya caducidadhaban nacido para proclamar, es la razn fundamental desu desmovilizacin. Aunque histricamente vinculados, eldadasmo y el surrealismo se contraponen. En esta con-traposicin, que para cada uno de ellos constituye asimis-

    mo la parte ms consciente y radical de su contribucin,se muestra la insuficiencia interna de su crtica, que unoy otro desarrollan exclusivamente en una dimensin. Eldadasmo quisosuprimir el ar te sin realizarlo, el surrea-

    lismo realizar el arte sin suprimirlo. La posicin crtica ela-borada luego por los situacionistas puso de manifiestoque la supresin y la realizacin del ar te son dos aspectosinseparables de una misma superacin del arte (SE,

    191).5

    De acuerdo con esto, resulta sencillo concluir que losms fieles herederos de la propuesta surrealista no ser-an los situacionistas, sino los integrantes de las actualesperformances, forma artstica pura y a la vez arte pura-mente capitalista que (reclutada incluso por el mundode la empresa para su publicidad) revela cada da suabsoluta ineficacia poltica. Curiosamente, el propioPerniola reconoce a su vez cmo los conceptos propiosdel situacionismo eljuego (LS, 28), el desvo (LS, 32),lasituacin (LS, 29-31) deban alejarse radicalmentede lo que acabara siendo la actual teora de laperfor-mance para ser, siempre y directamente, revoluciona-

    rios.

    3. MALENTENDIDOS. Perniola elabora su crtica a la ISdesde un punto de vista que, curiosamente, slo quedajustificado desde su propia interpretacin equivocadadel movimiento. Esto es tanto ms extrao en la medidaen que el autor no carece del aparato crtico, filosfico yterico que le hubiese permitido entender la propuestasituacionista; antes al contrario. Justamente por esto,sentimos desconcierto al observar el doble procedi-miento que ejecuta Perniola:por un lado, malinterpretalas propuestas situacionistas y les acusa de decir algoque no dijeron; por otro, ofrece como alternativa tesisque l defiende como suyas (nos remite a un libro suyo

    y anterior,Lalienazione ar tistica), cuando lo cierto esque se trata de las verdaderas tesis situacionistas, argu-mentos que una lectura atenta de las obras de Debordya las identificara inmediatamente en su rbita.6

    Esta estrategia se plantea desde el momento en queel libro se presenta como una historia crtica de la lti-ma vanguardia del siglo XX (as reza el subttulo),cuando los situacionistas no tendran porqu conside-rarse tal cosa. En contra de la exposicin que hasta aquhemos desarrollado (y en contra, tambin, del fragmen-to ya citado de Debord), Perniola se atreve a afirmarque, al parecer, para los situacionistas, el arte slo lefaltara la realidad para ser revolucin (LS, 46); o bienque la tarea fundamental frente a la que se halla la IS es

    precisamente la de realizar la poesa, es decir, realizarlas consignas poticas que las edades precedentes sehan limitado a escribir (LS, 81). Si bien sta no eraexactamente la meta surrealista,sla hemos identifica-do dentro de su lmite conceptual, que no era homolo-gable al situacionista.

    La clave tal vez se encuentre en que Perniola ha deafirmar que, por mucho que lo intentaron, los situacio-

    Cuando Perniola escribe que lossituacionistas crean que la vida

    cotidiana poda ser maravillosa (esdecir, que la estructura del sueo

    poda hacerse realidad), l mismoest cayendo en la trampa que ya

    criticaran Guy Debord y compaa

    Posthumano

    vez inevitable que el inconscienteno pueda ser pre-social, sino antesbien cierto modo en lo que lo socialimpronunciabletodava permane-ce, este argumento emborronatotalmente la distincin entre la for-clusinque genera lo Real traum-tico y la represindirecta de ciertocontenido que es llevado a loinconsciente. Lo que es forcluidono persiste en el inconsciente: elinconsciente es precisamente laparte censurada del discurso delsujeto; es la cadena significanteque insiste en la Otra escena ydistorsiona el flujo del discurso delsujeto, mientras que lo Real forclui-do es un ncleo extimato [externo]dentro del inconsciente mismo.

    5Vase SE, 180-183: Todala historia ascendente de la cul-tura puede entenderse como lahistoria de la revelacin de suinsuficiencia, como el trayectohacia su autosupresin. La cultu-ra es el lugar de la bsqueda dela unidad perdida. En esta bs-queda de la unidad, la cultura,como esfera separada, est obli-gada a autoaniquilarse (180).Tambin: La innovacin culturaldepende nicamente del movi-

    miento histrico total que, alcobrar conciencia de su totali-dad, tiende a superar sus propiospresupuestos culturales y seorienta hacia la supresin detoda separacin (181). Comovemos, se trata del rechazo a laseparacin de esferas que es labase de la cultura moderna.

    6As ocurre con las siguientescitas de Lalienazione artistica,con las cuales supuestamenteresponde a las (falsas) propues-tas situacionistas: El punto dellegada de la teora crtica esdeterminar la manera de ser dela revolucin, entendida comototalidad real, superacin y aboli-cin simultnea del arte y de laeconoma. La revolucin es la

    realizacin del sentido, alienadoen el arte, precisamente porqueen ella la cualidad de las opera-ciones y las obras se presentacomo realy no tiene necesidadde ningn reenvo: operaciones yobras, en su presencia inmedia-ta, se convierten en objeto deexperiencia vivida (gozo y cono-cimiento); es decir, son al mismotiempo significativas, concretas yreales. Sin embargo, esto noquiere decir que al arte le faltesolamentela realidad para serrevolucin [como, segnPerniola, suponen los situacionis-tas]. El arte es sentido sin reali-dad, pero noel proyecto de larevolucin ni su prefiguracinideal. El sentido, en su separa-cin estructural de la realidad, se

    percibe fatalmente y debe serreestructurado en sus articula-ciones fundamentales para serreal. La revolucin es, por lotanto, la realizacin del sentido,pero no la realizacin del arte,

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    nistas jams dejaron de ser una vanguardia artstica[LS, 148]), para as poder presentar su obra como unahistoria crtica (pues no denuncia sino esto: su afilia-cin artstica) y no como unamera exposicin de suspostulados. O lo que es lo mismo: slo si los situacio-nistas hubiesen permanecido, de hecho, en la meranegacin que el arte implica respecto a la vida cotidia-na podra Perniola reivindicar para s, como lo hace,haber teorizado la autntica negacin de la negacin

    (revolucionaria).Ante esto, no cabe sino pedir al autorque justificase su interpretacin del movimiento, pueses equivocada. Acaso estemos ante el tpico caso dequien solamente es capaz de comprender un argu-mento inteligente si es de su puo y letra, y jams enlos de otros, hasta el punto de malinterpretar sus lec-turas para decir que nadie, hasta l, haba llegado a lainteligencia de esas mismas conclusiones.

    Cabe leer, con todo, la siguiente Nota editorial con laque se presenta esta obra, como posible explicacindel peculiar enfoque de Perniola:

    Como bien seala Yves Le Manach, pareciera que lahistoria de la IS fuera la obra de una sola persona, Guy

    Debord. Pero la historia de la IS se presenta en primerlugar bajo la forma de una revista con 12 nmeros Ellibro de Mario Perniola restaura la dimensin procesualy colectiva de la experiencia situacionista, atendiendosobre todo a los 12 nmeros de la revista como su obraconcreta principal (LS, 9).

    Efectivamente, el libro destaca los desacuerdos te-ricos que fueron internos a la IS; esta nota da a enten-der, por lo tanto, que la historia crtica que Perniolapresenta, as como su principal conclusin y denuncia,se basa en la lectura de textos de los varios autoressituacionistas, alguno de los cuales sin duda pudieroncaer en la reduccin artstica de la que se les acusa. Y,

    sin embargo, esto no ocurre con Debord, situacionistade principio a fin, y ante cuyos textos cualquier dudaconceptual se disipa. Por mucho que no totalice el tra-bajo de la IS, tampoco se puede leer la IS sin Debordni sus obras. En 1967 escribe ste ltimo hacia1980, hablando de su famosa obra quise que laInternacional Situacionista tuviera un libro de teora(Prlogo, 111).

    4. LA NEGACIN DE LA AUTOCONCIENCIA ARTSTICA VS.LA NEGACIN DE LA NEGACIN DE LA CONCIENCIA FILOSFI-CA. Dentro del marco general de la crtica que planteaPerniola, los dos puntos principales son stos (slodespus de haber resuelto el primero trataremos el

    segundo): (1) crtica a un hiperfuturismo productivista;y (2) el no haber llevado a cabo una crtica radical delarte. Esto ltimo les llev a permanecer a pesar detodo en el mbito de la autoconciencia artstica, la

    cual, al monopolizar en un plano ideal el sentido, siguepresentndose como una totalidad tambin en el mbi-to del proceso histrico (LS 40). Los Situacionistasseran, as, similares a los surrealistas. El contexto de

    esta afirmacin se encuentra en el libro anterior dePerniola, Lalienazione estetica, en el que postula quedentro del orden capitalista larealidady elsentido sehan escindido, y con ellos laprctica y la teora. A larealidad le corresponde la prctica de la economa,mientras que el sentido reposa sobre el arte, que seafianza como la nica teora: La poesa apuntaPerniola monopoliza el sentido de una sociedad enla cual la economa monopoliza la realidad (LS, 45).Con ello el arte tiende, primero, a separarse de unmundo absurdo que ha sido entregado en su totalidada la economa;segundo, a concebirse a s mismo comola nica dadora del sentido de ese mundo extraviado.De esta forma, la totalidad que el arte dice representar

    ser necesariamente trascendente e ideal(LS, 100-101):Aqu reside la paradoja fundamental [de la autocon-ciencia artstica]: la de una parte que se vuelve aut-noma en el momento en que se plantea como todo(LS, 46-47, nota 45).7

    Debemos sealar que se trata de un esquema asi-milable al que ya Feuerbach hiciera en su crtica a lareligin, y que Marx recogiera diciendo que sta es larealizacin fantstica del ser humano, puesto que elser humano carece de verdadera realidad (De la cr-tica del cielo, 40)? Cuando sustituimos el trmino reli-gin por el de arte, y el de mundo poreconoma, tene-mos que la lucha contra la religin [= arte] es indi-rectamente una lucha contra ese mundo [= la econo-

    ma] al que le da su aroma espiritual [= artstico]. Ysabemos que, en losManuscritos, el estudio de las rela-ciones econmicas de produccin tal y como se con-cretaban en la propiedad privada capitalista serva pararesolver el conflicto.

    A partir de aqu, Perniola equipara la idea revolucio-naria de los situacionistas a lo que la religin fue paralos creyentes, o la poesa para los poetas:

    La poesa puede hablar de todo, de cualquier modo; elteatro puede imitar cualquier accin, en cualquier lugar;las artes figurativas pueden representar cualquier cosa,en el material que sea. No slo el arte puede tratar orepresentar cualquier objeto, sino que se apodera hasta

    tal punto del sentido de objeto tratado o representadoque vuelve intil su supervivencia (LS, 46-47).

    Esto le sirve para interpretar los modos de compor-tamiento interno de los miembros del ncleo situacio-nista, diciendo que aquello que volvera innecesario laexistencia actual del objeto representado (puesto queparticipara abstractamente en la totalidad) dara cuen-ta delsectarismo de la IS (LS, 46-50, 148).8

    Se explicara as que resolviesen aislar o inclusoexpulsar, sin dilaciones, a cualquier miembro o colec-tivo que decidiese adoptar posiciones alternativas a lasque abrazaba su ncleo fundador pues no era nece-sario hacer a la sociedad partcipe en su estructura (es

    decir, incluirrealmente al proletariado) para represen-tarlo.9

    Siguiendo esta misma lnea, el autor se detieneampliamente en el conflicto surgido en Estrasburgo en

    En la mera negacin que el arteimplica respecto a la vidacotidiana podra Perniola

    reivindicar para s, como lo hace,haber teorizado la autntica

    negacin de la negacin

    Qu deseaban los situacionistas?

    7 [La categora artstica] semanifiesta como conciencia de latotalidad autnoma en la medidaen la que se coloca como cate-gora separada. La razn de estoreside en la naturaleza ideal,espiritual de tal totalidad que sinembargo se percibe a s mismacomo autnoma y autodetermi-nada. Esa idealidad del arte es

    complementaria de la materiali-dad de la economa: espritu ymateria, alma y cuerpo, sentido yrealidad. La autoconcienciaartstica estima poder asimilar larealidad exterior de toda opera-cin y de todo producto, mono-polizando en s misma su senti-do; en consecuencia, consideratal realidad exterior como puraapariencia. Su idealismo no apa-rece jams como tal, pero es undescubrimiento de la crtica radi-cal (LS, 46-47).

    8 Una vez ms el desconoci-miento del origen y del carcterartstico de la subjetividad situa-cionista les lleva a transformarlentamente las exigencias funda-mentales de una experiencia

    revolucionaria en un dogmatismosectario que se contempla a smismo. El narcisismo individua-lista del artista se transforma enun narcisismo de grupo sinabandonar por ello lo esencial desu naturaleza. Ya no es el indivi-duo el que se antoja una totali-dad, sino la organizacin (LS,49).

    9 En la base misma de su iden-tificacin con el proyecto revolu-cionario hay un equvocofunda-mental: su exigencia de absolutose parece a la resolucin delConsejo Obrero de presentarsecomo nico poder, con la impor-tante diferencia de que, mientrasel de este ltimo alude a lademocracia directa, abierta a

    todos en tanto que totalidadsocial autogestionada, la totali-dad situacionista atribuida a lasubjectividad individual no pasade ser una pretensin ideal,artstica (LS, 148).

    [ 48

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    1966 (LS, 114-118): en un primer momento, los situa-cionistas apoyaron a un grupo de estudiantes paraimpedirles despus el ingreso, en igualdad de condi-ciones, en la IS. Esto result en la expulsin de los cua-tro miembros de la IS que ms se haban implicado conel movimiento estudiantil, y que demandaban la plenaintegracin de sus participantes. Tambin se hace refe-rencia a las escisiones que afectaron al grupo en susprimeros aos (en el momento en que se fraguaba en

    su seno la superacin del arte), as como las diversaspropuestas de intervencin que se quedaron por elcamino.

    Pero lo cierto es que los miembros, ideas y propues-tas que se fueron descartando del ncleo central tenanla base comn de una aspiracin artstica, y esto es fun-damental. Ahora bien, el problema es que, lejos de con-siderar estas exclusiones dentro de la lgica de lanega-cin de la negacin que la IS persegua, Perniola (fiel asu perspectiva de que esta ltima continu funcionandosiempre como una vanguardia artstica) las interpretacomo meras negaciones arbitrarias, exclusiones quellev a cabo una propuesta artstica en contra de otra;es decir, las entiende como la expresin de una deci-

    sin de mando narcisistay antojadiza que excluy unaposicin equiparable, razonable y similar, como un con-flicto entre artistas. Perniola no es capaz de entenderpor qu los situacionistas crean firmemente que suidea era ms coherente con la totalidad que queranrepresentar de lo que jams podra serlo cualquier ideao propuesta artstica; no es capaz de entender por qudefendan para s una relacin de privilegio con la tota-lidad social, privilegio que no estaban dispuestos areconocerle a las vanguardias artsticas. No percibe,por lo tanto, que laidea situacionista (aquello daba sen-tido a una realidad que careca de l) no poda ser unpoema, ni una obra de arte, ni una pieza de teatro, nimotivo o ejemplo alguno del arte figurativo, pues no era

    un objeto artstico (no era un objeto, en realidad), encontra de todas las alternativas que Perniola puso encirculacin en la cita anterior (LS, 46-47). Se trataba,nada ms y nada menos, de una idea filosfica ideaque, adems, vendra a cuestionar la categora mismade objeto.

    Nuestro autor no distingue entre el sentido del arteyel de lafilosofa. Y mucho me temo que Debord fue unfilsofo revolucionario marxista. A juzgar por su crticaal sectarismo de la IS, Perniola parece defender la tesis(paradjica) de que la mejor manera de realizar la crti-ca del arte que hubiese sacado a la IS de su supuestaautoconciencia artstica consistira en que el colectivohubiese sido menos dogmtico, en haber aceptado pro-

    puestas artsticas, dialogar con ellas, etc. Pero, comomximo, esto hubiese llevado a la inter-subjetividadartstica. Los situacionistas, en cambio, mostraron elms dogmtico de los rechazos frente a estas propues-

    tas, y decidieron deshacerse del arte. Con sentidocomn, afirmaron que no exista una verdadera auto-conciencia artstica, sino solamente la autoconcienciafilosfica. Y sta implica, entre otras cosas, vencer cual-

    quier tentacin de salvar el arte o la religin. De lamisma forma que la versin del comunismo en Marxiba desgajndose de sus versiones anteriores que sloalcanzaban una negacin parcial, as tambin el ncleode sentido de la IS se fue consolidando al oponerse y alnegar las soluciones artsticas. As tambin, frente la fearbitraria y narcisista de quien defiende que el verda-dero arte es esto o aquello, la idea de revolucin quealcanza la filosofa sera asimilable a ese enigmaresuelto de la historia [que] sabe que es la solucin(Manuscritos, 143), como Marx habla de su definicindel comunismo.

    5. CRTICA, REVOLUCIN Y TOTALIDAD. Se afirma aqu,

    por un lado, la correspondencia entre laverdadera filo-sofa y laverdadera revolucin, pues en ambos casos setrata de partir de la actualidad y llegar a su anttesiscontradictoria. Por otro, se comprende fcilmente elvnculo entre la revolucin y la crtica a la totalidad (atodo lo dado), incluso a la belleza que emerge dentrode lo dado como compensacin. No podemos hablar,as, de una revolucin artstica o econmica, democr-tica, cultural, sexual, medio ambiental, etc., en la medi-da en que estas adjetivaciones implicaran ya una con-crecin que dejara intacta otras partes de la realidad.10

    Precisamente, conceptos como supeditacin realocapital social, segn van tomando forma hacia el finalde El Capitaly en los propios Grundrisse (trminos

    desarrollados despus por Negri, en soledad o en com-paa), tambin el concepto de lo espectacular integradoen la obra de Debord (CSE, 20), e incluso el de biopo-dero biopoltica, instalan de inicio la teora en un marcoen el que la realidad entera se hallara permeada por laseparacin que implica la relacin capitalista.

    Efectivamente, esta separacin se encuentra en laraz de todos los problemas; pero el hecho de que toda-va no haya sido superada (el hecho de que la contra-diccin de la propiedad privada no haya sido resuelta)todava mantiene vigente la posibilidad de larevolucintotal,11 de la absoluta positividad En qu consistesta? Tal es la cuestin que haba que interrogar desdeel punto de vista de la IS; tal es la pregunta que Perniola

    no se hace, y a la que nunca responde (aunque ofrecealgunas pistas). Dejarse arrastrar hasta el lmite queesta cuestin nos plantea, nos permite a su vez discri-minar verdaderamente el ncleo de diferentes pro-puestas tericas, que entonces emergen (a pesar desus momentneas coincidencias) en su distincin plena(HRM, 72-73).

    Podemos decir que, en trminos de teora marxista,la innovacin fundamental de Debord consiste en plan-tear que la imagen es la estrategia que el capitalismoemplea para esconder la separacin que l mismo ali-menta. Su archiconocida definicin del espectculo aquello que no es un conjunto de imgenes sino unarelacin social entre las personas mediatizadas por las

    imgenes (SE, 4) afirma que el conjunto de lasrelaciones mercantiles se ve reforzado por el marco deunaimagen, imagen que une, y no slo porque la gentese siente unida al mirarla (as sucede en cualquier

    Perniola no es capaz de entenderpor qu los situacionistas creanfirmemente que su idea era ms

    coherente con la totalidad quequeran representar de lo quejams podra serlo cualquier

    idea o propuesta artstica

    Posthumano

    10 Cuando el proletariado descu-bre que su propia fuerza, exteriori-zada, contribuye al refuerzo perma-nente de la sociedad capitalistadescubre tambin, por su propiaexperiencia histrica concreta, quees una clase totalmente enemigade toda exteriorizacin inmvil y detoda especializacin del poder. Es

    portador de una revolucin que nopuede dejar nada fuera, de la exi-gencia de la dominacin permanen-te del presente sobre el pasado yde la crtica total de la separacin; yes en ella en donde ha de encontrarla forma de accin adecuada.Ningn paliativo cuantitativo de sumiseria, ninguna ilusin de integra-cin jerrquica, remediar de formaduradera su insatisfaccin, pues elproletariado no puede reconocerseverazmente en una ofensa concretaque hubiera sufrido ni, por tanto, enla reparacin de una ofensa concre-ta, ni siquiera de un gran nmerode ofensas, sino nicamente en laofensa absolutade haber sidoexpulsado al margen de la vida(SE, 114).

    11 Los situacionistas entienden elconcepto de totalidad no slo ensentido negativo (como rechazototal), sino tambin en sentido posi-tivo (como realizacin total) (LS,74).

    49 ]

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    espectculo, donde la gente nunca se mira, y por eso estan siniestra la visin que uno tiene en cuanto gira sucuello y contempla esos gestos iguales); la clave es que,adems, la misma imagen aparece siempre como larepresentacin de cierta unidad total e imaginaria(pues no se corresponde con ninguna actualidad social,impedida por el capitalismo y su esquema de propie-dad), a saber: el Estado, la patria, el bienestar comn,el globo terrqueo, la riqueza, etc.

    Y en este punto es posible realizar una asociacinlacaniana: de la misma forma que el objeto a de Lacan(siempre voz, pecho, mirada) se ayudaba de un cuer-po cualquiera para fijarse como fantasma, y de la mismaforma que slo entonces senta el sujeto que podasuperar su incompletad o insatisfaccin original (preci-samente porque su deseo se concretaba, porque elsujeto pasaba a imaginarse slo en relacin a ese fan-tasma: como aquel que lo oa, que lo miraba),12 as tam-bin el espectculo (y tambin laideologa para iek yAlthusser) se posiciona en el lugar que ocupa la brechaentre los hombres, en esa separacin social externa,justamente para aparentar que l es el puente que lasalva. La imagen disfraza el abismo para aparentar que

    ella es realmente la sustancia que lo llena.

    6. HUELGA, COMUNISMO Y REVOLUCIN. Pero, tal vez,como mejor se capte la estructura de la revolucin seaa travs de las categoras de objeto ysujeto; en la obrade Marx leemos que la contradiccin de la sociedadcapitalista se manifiesta precisamente en que, dentrode ella, el trabajo es la esencia subjetiva de la propie-dad privada como exclusin de la propiedad [de losmodos de produccin, se sobreentiende], y el capital,y en que, a su vez, el trabajo objetivo [figura] comoexclusin del trabajo (Manuscritos, 140; HRM, 74-76).Esta dicotoma entre objetoysujeto se entender mejorsi se extrapola a la de mediosyfines, para la que el obje-

    to nunca sera un fin en s mismo, sino un medio paraobtener unfin que no reside sino en el propiosujeto, ensu propiaesencia. (Como veremos, este ltimo trminodefinira el acercamiento todava idealista-ideolgicoque Louis Althusser vendra a criticar en el jovenMarx.)

    En todo caso, en cuanto lo vemos de esta manera,entendemos en primer lugar cmo la revolucin nopuede ser un medio para conseguir el fin que supon-dra, en este caso, el estadio comunista. Antes al con-trario, la mayora de las veces (aunque no en la teoramarxista posterior, en la que este estadio viene dadopor la dictadura del proletariado) la revolucin partici-pa estructuralmente en la utopa que implica el comu-

    nismo en la que habra de desembocar, hasta el puntoque es su anticipacin o su primera muestra. Desdeeste punto de vista, la revolucin no consistira sino enproceso revolucionario eterno, indefinido (lo que en

    palabras de Negri se traduce en unpoder constituyenteque nunca desemboca en un poder constituido). Seexplica as por qu para Trotsky fue imprescindibleque la revolucin no cesase, que el socialismo (en con-

    tra de lo tericos estalinistas) no se estancase en unsolo pas, dado que era en el medio puramente revolu-cionario donde el ideal alcanzaba su plenitud estructu-ral, su cercana con el comunismo. As se lee en suTeora y prctica de la revolucin permanente: sta seconverta as en algo vital, no slo para el movimientoproletario internacional, sino tambin para la salud delsocialismo sovitico, pues la actualizacin del momen-to revolucionario en alguna parte de mundo o de larealidad era la nica garanta de que la Unin soviti-ca pudiera mantenerse fiel al ideal socialista. (Trotskysospechaba que, en el caso contrario, la negacin de larevolucin tomara la forma violenta de lapurga.)

    Y as funcionaba, tambin para Sorel, el mito de la

    huelga general, que eramedio yfin al mismo tiempo,y a diferentes niveles, como ya antes suceda con laaccin moralkantiana. A pesar de que hallaba su con-texto originario en las lgicas de la poltica y del tra-bajo, en las que serva como instrumento de presinpara conseguir mejoras concretas, la huelga era capazde trascender estos planos para convertirse en unahuelga generalyrevolucionaria. En cuanto esto suce-da, sta adquira un carctermtico porque, mientrasduraba, el ideal del comunismo consegua actualizarseen la tierra. Mito en el que el socialismo est entera-mente contenido (Reflexiones, 335), Sorel dice que atravs de ella los obreros obtenan una intuicin delsocialismo que el lenguaje no poda otorgarles con

    perfecta claridad y la obtienen como un todo, perci-bida en un instante (Reflexiones, 364). Aunque enmodo alguno debemos confundir qu significa la cua-lidad mtica para uno y para otro, Walter Benjamincapta, asume y desarrolla toda la tendencia anarqui-zante de Sorel. As, reconoce, por un lado, que, en lamedida en que trasciende las subestructuras econ-micas y polticas en la medida en que se plantea,directamente, como crtica a la totalidad y reclama,as, la disolucin de la propiedad privada y el Estadosin querer instaurar nada a cambio, la huelga gene-ral se presentara como un medio puro (Para unacrtica de la violencia, 188). Pero,por otro, que, en lamedida en que ella misma realiza en su interior esa

    disolucin (a travs la suspensin transitoria del rgi-men laboral y los condicionamientos polticos), y en lamedida tambin en que dentro de ella ya no existe elEstado, la huelga general y revolucionaria se convier-te en unfin en s misma, y en la anticipacin actual delcomunismo.13

    Ahora bien, debemos tener en cuenta que la huelgageneral revolucionaria reclama la disolucin del ordenestablecido de tal forma que no slo el trabajo, lapro-duccin y el rgimen de propiedad, sino tambin elarte, lapoltica, el ocio, laciencia, jams vuelvan a sercomo antes. Y la clave estriba en que difcilmentepodemos pensar que la negacin de la negacin decada una de estas condiciones deriven en algo dife-

    rente de la propia estructura de la huelga revoluciona-ria: debemos hacernos con este argumento. De ahnuestra afirmacin de que el comunismo sera una revo-lucin permanente e indefinida.

    Esta dicotoma entre objeto y sujeto seentender mejor si se extrapola a la

    de medios y fines, para la que el

    objeto nunca sera un fin en s mismo,sino un medio para obtener un fin que

    no reside sino en el propio sujeto

    Qu deseaban los situacionistas?

    12 Ese fadingse produce en lasuspensin del deseo, por eclipsar-se el sujeto en el significante de lademanda y en la fijacin del fan-tasma, por convertirse el sujetomismo en el corte que hace brillarel objeto parcial [objeto a] con suindecible vacilacin (Observacin,636/656). Tambin: Si se nos haledo hasta aqu, se sabr que eldeseo, ms exactamente, se sostie-ne gracias a un fantasma uno decuyos pies (por lo menos) est en elOtro, y precisamente el que cuenta,incluso y sobre todo si le ocurre quecojea. El objeto, ya lo hemos mos-trado en la experiencia freudiana, elobjeto de deseo all donde se pro-pone desnudo, no es sino la escoriade un fantasma donde el sujeto nose repone de su sncope. Es uncaso de necrofilia. [El objeto-causade deseo] generalmente titubea demanera complementaria al titubeodel sujeto. Al quedar l solo enpresencia, bajo la forma de la vozinterior, diciendo las ms de lasveces cosas sin pies ni cabeza, [elsujeto] no parece significarse sufi-cientemente con ese tachado con elque el significante $lo hace bastar-do, ese significante liberado del fan-tasma ($ a) del que deriva, en losdos sentidos del trmino? [es decir,tanto de derivarcomo desplazar]

    (Kant con Sade, 760/780-1).Finalmente: Un rasgo comn aesos objetos en nuestra elabora-cin: no tienen imagen especular,dicho de otra manera, de alteridad.Es lo que les permite ser el pao,o para ser ms precisos, el forro(sin ser por ello su envs) del sujetomismo que se considera sujeto dela conciencia. Pues el sujeto quecree poder tener acceso a s mismodesignndose en el enunciado noes otra cosa que un objeto tal.Interrogad al angustiado ante lapgina en blanco, os dir quin esla boiga de su fantasma. Es a eseobjeto inasible en el espejo al que laimagen especular da vestimenta.Presa capturada en las redes de lasombra, que, robada de su volumenque hincha la sombra, vuelve a ten-

    der el seuelo fatigado de sta conun aire de presa (Subversin delsujeto, 798/818).

    13 Esta huelga general muestraclaramente su indiferencia res-pecto a las ventajas materialesde la conquista, en cuanto decla-ra querer suprimir al Estado... [elcual es la] razn de ser de losgrupos dominantes, que sacanprovecho de todas las empresasde las que el conjunto de lasociedad debe soportar los gas-tos [La huelga general] no seproduce con la intencin de reto-mar tras concesiones exterio-res y algunas modificaciones enlas condiciones laborales eltrabajo anterior, sino con la deci-sin de retomar slo un trabajo

    enteramente cambiado, un traba-jo no impuesto por el Estado,inversin que este tipo de huelgano tanto provoca sino realizadirectamente (Para una crticade la violencia, 188).

    [ 50

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    Dicho esto (y ms all de la contradiccin que la dic-tadura del proletariado implica en este esquema), yapodemos responder a la primera de las crticas quePerniola les haca a los situacionistas, crtica cuyo trata-

    miento hemos dejado en el aire. Se trata de una versinde la que tantas veces se ha realizado a la obra de Marx,de un modo especialmente agudo enEl espejo de la pro-duccin de Jean Baudrillard. A saber, la de su hiperfutu-rismo productivista (LS, 88-95). Pues, al igual que elsuperhombre nietzscheano parta del modelo burgusdel artista para convertirse despus en algo totalmentediferente (SM, 187-88, 274-281); y del mismo modo quetambin lo haca el genio situacionista, que dejaba decorresponderse con la concepcin idealista y romnticapara dar lugar al sujeto revolucionario (LS, 49), as tam-bin los conceptos deproduccinytrabajo comunistas setomaban prestados del mbito de la economa, pero paratrascender su significado concreto, al desprenderse por

    el camino de toda contradiccin interna y negatividad.

    7. DOS OPCIONES PARA LA REVOLUCIN. En todo caso, seacomo trabajo, produccin o incluso como aquello queVattimo postula en la obra de Nietzsche como el marconuevo de lainterpretacin del superhombre, dos son lasposibilidades que iek ha identificado para ilustrar laestructura de esta nueva actividad no-alienada que serapropia tanto de la sociedad comunista como del momen-to revolucionario. Ambas opciones resultan de una lgi-ca similar, de una estrategia que en cada una de ellas sellevar a cabo en diferente grado. Ambas, adems, eje-cutan la misma subversin de la relacin medios vs.fines,objetos vs.sujetos de la que ya hemos hablado, y lo hacen

    desde el punto de vista de un deseo que pasar a anclar(aunque en diferente medida) en una relacin social enla que la categoraobjeto ha perdido su primaca. Se con-figura as el ideal marxista como una relacin socialentre sujetos plenos. Bien podemos reformular esteargumento a travs del concepto valor; y entonces dire-mos que el deseo comunista-revolucionario se concretaen una situacin en la que no existe un valor ms esen-cial que el de la propia relacin social entre sujetos, pueses de sta de donde emergen siempre los procesos devalorizacin ulteriores que definen los objetos concretos(por ejemplo: el valor de uso o de cambio, as como susobjetos correspondientes: el objeto til, lamercancay elcapital). Veremos que esto implicar un acercamiento a

    la estructura que caracterizaba al sujeto comoser socialen la obra del joven Marx (Manuscritos, 146), estructuraque ya vena contenida en la definicin del individuocomo ser genrico real, que tambin encontramos enotros escritos de este mismo periodo (por ejemplo SCJ,35).

    A partir de esta lgica, iek concreta dos alternati-vas que remiten a dos conceptos de la lgica hegeliana:negacin determinada vs. negacin abstracta (Objet

    a, 124-125). La ltima quedara asociada a la obra deGiorgio Agamben; la primera a la Negri y Hardt, cuyapropuesta (adems de ser ms ortodoxa desde el puntode vista marxista) podemos asimilar a la de Debord y a

    la teora revolucionaria de los situacionistas. La prime-ra opcin reclama dos puntos.En primer lugar, se tratade concebir una colectividad social (bien sea la multi-tud, bien el proletariado) cuyas relaciones ya no seencuentran guiadas por la lgica de propiedad privadacapitalista; justamente por ello, son capaces de produ-cir conforme a sus propios deseos, y no a las directri-ces del sujeto ausente del capital.En segundo lugar, esimportante destacar que estos deseos, a su vez, se con-forman en cada instante a travs de una comunicacindirecta que pone en acto la posibilidad de una demo-cracia absoluta y horizontal. Slo a partir de un lengua-je no mediatizado (de un lenguaje que se ha zafado dela expropiacin espectacular) se abre la posibilidad de

    construir un deseo en comn entre sujetos, herederode la estructura comn que caracteriza al propio len-guaje. Tal deseo ser el que tomar las decisiones res-pecto al mundo de los objetos, de los modos y de las for-mas productivas; y la clave reside en que la comunica-cin directa que constituye esta sociedad impedir quelos deseos que se ponen en comn se disocien del finque caracteriza al sujeto como ser social. As, a pesarde que el deseo se canaliza a travs de la forma-objetoy a travs de decisiones que tienen que ver con su pro-duccin (por tanto, tienen carctermedial), tambin serelaciona a travs de la estructura democrtica con elfin esencial del ser humano.

    En efecto, el propio Perniola reconoce, en su libro, la

    importancia que el lenguaje comn y la comunicacinposeen para los situacionistas (aunque no aplique estemismo entendimiento para elucidar su distanciamientonecesario de lo esttico): A los modelos de los tericostecncratas la IS opone el modelo de lacomunicacintotal, que implica necesariamente la accin en comn(LS, 79-80).14

    Sabemos que Debord concret esta propuesta en laformacin de Consejos obreros revolucionarios, tam-bin llamados Consejos de la comunicacin (IS, X,50/LS, 80):15 stos eran la realizacin de la comunica-cin activay directa, que pone fin a la especializacin,a la jerarqua y a la separacin, lugar en el cual las con-diciones de existencia se convierten en condiciones de

    unidad (SE, 116). En tanto es as, en el poder de losConsejos el movimiento proletario es su propio pro-ducto, y este producto es el propio productor. Es supropio fin para s mismo (SE, 117).16

    Pasemos a la segunda opcin. Como hemos dicho,para iek la negacin abstracta se ejemplifica en laestructura que se repite en cualquiera de las infinitasfiguras que la erudicin de Giorgio Agamben va acu-mulando. Aqu, laverdadera negacin de la negacindel actual rgimen jurdico de propiedad capitalistano se concretara en la posibilidad que los objetos dedeseo se derivasen, en cada momento, de la puesta encomn entre sujetos plenos que es propia de la utopa

    democrtica. Aceptada la premisa del joven Marxsegn la cual el ser humano es, esencialmente, un sersocial (Manuscritos, 145-155) (o lo que es lo mismo,que el ser humano no tiene unfin marcado, sino que

    Perniola reconoce, en su libro, laimportancia que el lenguaje comn y

    la comunicacin poseen para los

    situacionistas (aunque no apliqueeste mismo entendimiento paraelucidar su distanciamiento

    necesario de lo esttico)

    Posthumano

    14 No hay comunicacin posiblesin la perspectiva de una iniciati-va, de una responsabilidad, de unriesgo compartido. Es indis-pensable rechazar incluso la

    apariencia de dilogo con aque-llos con los que dicho dilogotiene todos los visos de ser irrea-lizable (LS, 80).

    15 La comunicacin total impli-ca accin total; sta, por lo tanto,se conecta con el advenimientorevolucionario de los consejos,que asumirn todos los poderes:Uno de los problemas revolucio-narios consiste en federar estaespecie de soviets, los consejosde comunicacin, con el fin deinaugurar en cualquier lugar lacomunicacin directa, que nodeba recurrir a la red de referen-cia de la comunicacin deladversario (que es como decir ellenguaje del poder) (IS, VIII, 31).En sentido inverso, el estableci-

    miento de un dilogo verdaderotiene inmediatamente un alcancerevolucionario: All donde haycomunicacin no hay estado(LS, 80). De forma consecuente,y como si adoptase un estilosimilar al que acaba de serempleado, Giorgio Agambenescribir lo siguiente: All dondeestas singularidades manifiestenpacficamente su ser comn [suser mismo en el lenguaje], allhabr una Tiananmen y, antes odespus, llegarn los carros blin-dados (Tiananmen, 55).

    16 Porque la comunidad, de laque el individuo rebelde es sepa-rado, es la verdadera naturalezasocialdel hombre (LS, 130); Elhombre individual en su vida

    emprica, en su trabajo individualy en sus relaciones individualesse converta en un ser genricoque reconoca sus propias fuer-zas como fuerzas sociales (LS,146).

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    ste, como su esencia, es construido por la sociedad[Forma-de-vida, 13-17]), Agamben propone unaalternativa mucho ms radical: revisar la estructuramisma del deseo, evitar que ste tome la forma de

    objeto. Desde este punto de vista, el autor describeuna relacin social que se quiere indeterminada, y astambin la posibilidad de desear una relacin comu-nicativa que no se concrete en ningn objeto o valorparticular y externo a ella, independientemente deque venga impuesto por la lgica capitalista o bienpor la inmanencia comn de la multitud o el proleta-riado. Tal sera el deseo puramente revolucionario, elque lata bajo la violencia divina de Benjamin, o en lahuelga revolucionaria de Sorel.17 (Como vemos, eneste caso la definicin del deseo del hombre tomaraformaa posteriori, en perfecta coherencia con su finsocial.)

    Comentemos estas opciones; si tanto Baudrillard

    como iek tachan de productivista la solucin mar-xista que se concretara en la negacin determinadade Negri y de Hardt (y que Perniola hace extensiblea los situacionistas), esto es as porque la solucintodava mantiene la vigencia central del concepto deuso, de produccin y el de los propios objetos. As, sinel obstculo del capital, el deseo de la multitud seconcibe errneamente como una entidad inagotable ala que le corresponder la mxima productividad,aunque con esto se ilustre simplemente la utopacapitalista (Objet a, 125). Lanegacin abstracta deAgamben, por el contrario, reduce a la mnima expre-sin todos estos conceptos, pues tanto el uso, como laproduccin y los objetos dejan de tener importancia

    cuando el sujeto no desea otra cosa ms que relacio-narse con sujetos puros que jams se presentan comoobjetos concretos. De forma consecuente, en la obradel filsofo romano se desea antes lapotencia que elacto (Forma-de-vida, 13), el medio que elfin, elgestoantes que cualquier proposicin de lengua concreta(lo comn no sera el lenguaje, sino elser-para-el-len-guaje; ni siquiera la comunicacin, sino la comunica-bilidad[Notas sobre el gesto, 55]).

    8. DOS EJEMPLOS EN LA OBRA DE MARX. Al respecto deestas estructuras, ciertamente, algunas partes de losManuscritos se hallan ms cercanas a la solucin deNegri y Hardt. Lejos de abolir la formaobjeto o laacti-

    vidad, sucede simplemente que, instaurado el comu-nismo, todo objeto y toda actividad remitiran direc-tamente al ser genrico y social: El objeto, realiza-cin directa de su individualidad, es recprocamentesu propia existencia para el otro hombre y la del otrohombre para l y en s misma (Manuscritos, 145 y Lasolucin al enigma de la historia, 394-395). As, derri-badas las mediaciones institucionales y econmicas,la estructura en comn de la sociedad asegurara laprimaca perenne del valor social antes que el de cual-quier objeto o actividad, que nunca podran imponeruna separacin en la sociedad.

    Otros textos, por el contrario, se prestan a ser le-dos bajo la perspectiva de Agamben, por ejemplo:

    Cuando los trabajadores manuales comunistas seunen, la doctrina, la propaganda, comienza siendo suobjetivo. Pero con ello se apropian a la vez una nueva

    necesidad, el deseo de vivir socialmente, y lo que pare-ca ser un medio se convierte en un fin. Quien hayavisto en Francia las asociaciones de obreros social istas,conoce ese movimiento prctico en sus resultados msestupendos. Fumar, beber, comer, etc., ya no son sumedio de contacto, de unin, sino que les basta la com-paa, la asociacin, la conversacin cuyo objetivo vuel-ve a ser la sociedad; la fraternidad de todos los hom-bres no es entre ellos una frase hecha sino realidad

    (Una accin comunista real, 397).

    Fijmonos bien en que estamos ante el inverso con-tradictorio de una relacin productiva capitalista en lacual el objeto = capital se situaba comofin, y las rela-ciones entre los sujetos eran el medio para conse-guirlo. Este prrafo pone en juego dos lgicas parale-las: (a) en l se ha trascendido el entendimiento de larevolucin como mero activismo doctrinal y propa-gandstico para avanzar hacia un esquema de sociabi-lidad pura; (b) en l se ha trascendido la perspectivasegn la cual (abolida ya su condicin de mercancas)habra que restituir a los objetos su valor de uso, puesse prefiere hacer de ellos una mera excusa, carcasas

    vacas para la sociabilidad y la comunicacin. Enambas casos se ha practicado, pues, el cuestiona-miento radical de la categoraobjeto bien como doc-trina ypropaganda, bien como el fumar, lacomida ylabebida. Mientras que la solucin de losManuscritospresentaba un goce y unaactividadque son siempreyasociales ygenricos,18 debemos decir que la solu-cin de Agamben plantea una actividad que no slo serealiza en compaa de otros sujetos, sino que su con-tenido mismo insiste en la estr uctura comn (social),para no dejarse contaminar (al principio o al final) porla forma de un objeto que pudiese ser deseado.

    Queda claro que, a pesar de sus diferencias, las pro-puestas de Negri y de Agamben se aproximan de una

    forma comn a la primaca que la comunicacin y lorelacional adoptan en el nivel de la revolucin. Por esto,ambas se acercan (aunque en diferente grado) a laesencia socialdel ser humano que el joven Marx defen-da en sus Manuscritos, concepcin cuya utopa inter-subjetiva Althusser tantas veces critic por idealista,19junto con la metafsica que haba detrs. Sin duda,ambas concepciones estaban sostenidas por la defensade una nocin de estructura o totalidadplena, comple-ta, en la que nada tena por qu faltar (El objeto de ElCapital, 104-107).

    Sin embargo, a pesar de las limitaciones que esta vamostr en la obra marxista, vale la pena destacar quetanto Negri como Agamben se aproximan a este plan-

    teamiento, pero que con ello hacen coincidir susestructuras desde lugares y mediante esquemas muydistintos. Por ejemplo, en la obra de este ltimo, laesen-cia socialdel ser humano se reproduce a travs del con-

    A pesar de sus diferencias,las propuestas de Negri y de

    Agamben se aproximan de una

    forma comn a la primaca quela comunicacin y lo relacional

    adoptan en el nivel de la revolucin

    Qu deseaban los situacionistas?

    17 Todos estos planteamientosque el movimiento obrero clsicopostula para la huelga generalson planteados hoy en da por

    ciertos grupos revolucionariosrespecto a la manifestacin.(Evocan los levantamientos anar-quistas de Btera y otras locali-dades levantinas, en los aosinmediatamente anteriores de laGuerra Civil espaola). Pues lamanifestacin puede dejar de seruna mera herramienta ciudadanadestinada a reclamar fines con-cretos en el interior del sistema yse convierte (dado que plantea lasuspensin de toda mediatiza-cin mercantil y comunicativa)en una oportunidad revoluciona-ria en s misma. El argumento escoherente con los cambios,apuntados por Hardt y Negri enla estructura del capitalismoactual, con su dependencia en ellenguaje, la comunicacin y los

    afectos despus de una pocadominada por el capitalismoindustrial, coincidente con lahuelga como herramienta revolu-cionaria. En vez de esperar quelos intercambios comunicativoscotidianos de la multitud resultenen la dinmica revolucionariaque subvierta la lgica del capi-tal, esta teora seala a la mani-festacin revolucionariacomo ellocusen el que se actualiza lanegacin de la negacinde unaforma pura.

    18 Lo eran, bien inmediatamentecuando se trataba de una acti-vidad que uno hace con otro,o bien de forma mediatapues incluso cuando yo sloacto cientficamente, etc., en

    una actividad que yo mismo nopuedo llevar a cabo en comuni-dad inmediata con otros, tambinsoy social, porque acto encuanto hombre (Manuscritos,146).

    [ 52

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    cepto de unaesencia potencial, demostrando as que setrata de lgicas estructuralmente idnticas, que sepuede llegar al mismo lugar desde el concepto de rela-cin que desde el depotencia. Existira, pues, una esen-

    cia a-histrica que Agamben articula en la forma de unacompleja ontologa que bebe de muchas fuentes filos-ficas, pero cuyo afluente principal se encuentra en elaristotelismo. Negri, en cambio, no ve necesidad decontemplar algo esencialen el ser humano. Mientrasque Agamben inicia una bsqueda de lo que es comna travs de la ontologa, Negri no concibe lo comn sinocomo aquello que es creado por el capital; del mismomodo que no concibe relaciones sociales sino a travsde la relacin econmica, y viceversa; del mismo modoque niega que exista una estructura de totalidad sino apartir de laglobalizacin comercial. Fuera de las rela-ciones de produccin, no habra ser determinado, niestructura, pues el capitalismo produce lo comn, las

    relaciones entre los sujetos y las cosas.20En tanto es as, Negri explora las posibilidades revo-

    lucionarias del hombre a partir de las condicionesactuales del capitalismo, materiales e histricas (epis-temolgicas, no ontolgicas): a partir de su modo deproduccin predominante. Por eso, en ltima instancia,si el ser humano tiene hoy a su alcance la posibilidad deestablecer un rgimen de totalidad democrtico plena-mente comunicativo (si tiene a mano el ideal del len-guaje inter-subjetivo), esto no se debe a que sta hayasido, desde siempre, la ntima posibilidad del ser huma-no (aquella que no poda sino ser cumplida, pues slocon ello se hara justicia a la ontologa). Antes bien, sedebe a que el capitalismo actual se ha vuelto en gran

    medida inmaterial, lingstico, inter-subjetivo. Comovemos, el capitalismo marca la tendencia que habra dellevar a su superacin, lo cual no significa (y esto es loque diferenciara, por ejemplo, este acercamiento delde Lacan) que, una vez nos ha llevado a las puertas mis-mas del ideal subjetivo, el capitalismo no se conviertaen un escollo que es viable y deseable retirar.

    9. LA VARIANTE KAFKIANA. Junto con las tesis de Negriy Agamben, no podramos incluir aqu una tercera vakafkiana, la que encontramos en las actividades que lle-van a cabo tantos personajes secundarios? Sin duda, esuna opcin muy prxima a la de Agamben, quien debirecibirla a travs de la obra de Benjamin y su escrito

    sobre el escritor checo (Franz Kafka, 91-126), dondese encuentran todas las claves. Pues los personajes delos que estamos hablando se entregan frenticamentea un trabajo (el estudio de leyes, el rezo, el hambre, laayuda, laespera, lamensajera, laconstruccin de unamuralla china o de unamadriguera) del que no obten-drn uso, productividad o rendimiento alguno (pues laley no se aplicar, el Mesas no vendr, nadie en elcirco percibir al artista del hambre, la actividad jamsser terminada, nadie vendr, el mensaje no tendrrelevancia, al otro lado no hay enemigos, nadie acechaafuera, etc.) Obviamente, todos estos ejemplos de acti-vidad(y vale la pena tener en cuenta la definicin aris-totlica del trmino) no se adoptan ni por su contenido

    concreto ni por el objeto o beneficio que pudiesenreportar, sino por una estructura cerrada que ofreceuna especie de redencin o inmunidadfrente a las tra-gedias del mundo. Por oposicin a cualquiera de las

    acciones que emprenden los hroes kafkianos, guiadaspor un deseo de un objeto concreto, las actividades delos personajes secundarios slo se vinculan a sus res-pectivos objetos de forma colateral, como una excusatan slo, pues no los desean aunque los tomen en serio.Mientras que Agamben concibe un deseo que no cris-taliza en la forma objeto, Kafka plateara la vinculacina un objeto no-deseado, vnculo que por eso mismo hade ser absoluto y que demanda que se ejecute con un

    fervor que permite ser descrito como verdaderamenteestajanovista o como verdaderamente animal. Ah estsu paradoja. Con ello, todas estas criaturas extraas evi-tan lo que sabemos que les sucede a los hroes prota-gonistas de estas tragedias: la inevitable postergacindel deseo a la que nos condena el psicoanlisis.

    10. DE LA(IM)POSIBILIDAD DEL DESEO REVOLUCIONARIO.Y es que, en efecto, la posicin que el psicoanlisisdefiende acerca de la posibilidad del deseo revolucio-nario ser la ltima conexin que habremos de explo-rar. Ms all se extiende un acercamiento totalmentenuevo que no hemos querido ms que nombrar. A esterespecto, Perniola seala que,

    al igual que para Freud, la experiencia artstica serapara la IS una especie de fantasma incapaz de realizarverdaderamente el deseo. Sin embargo, a diferencia delpsicoanlisis, la perspectiva situacionista no mira al cono-cimiento de la estructura individual del yo, ni a la expli-cacin de su formacin, ni a la elaboracin de actividadescompensatorias, sino a la efectiva satisfaccin del deseo. En vez de sublimarse en arte, el deseo debe tenderhacia la formulacin de un proyecto que haga posible surealizacin. Plantea as el problema del sentido de lavida y sostiene que las soluciones satisfactorias debenbuscarse exclusivamente en el mbito bien delimitado delas conductas revolucionarias (LS, 29-30).

    Queda claro que, al igual que el autor de este prra-fo, nosotros tambin hemos identificado la estructuradel deseo situacionista como categricamente revolu-cionario (para los situacionistas, el deseo sera siem-pre, a priori, deseo de la revolucin, en tanto que staequivaldra a la plenitud de la relacin o la estructurasocial). Ahora bien, a diferencia de Perniola, nosotrosno hemos realizado esta identificacin simplementepara no definirla y as poder decir, despus, que nuncadej de ser artstico.

    Veinte aos despus de la escritura de Los situacio-nistas, la oposicin a concebir, con el psicoanlisis, undeseo inmediatamente social-revolucionario todava se

    lee en el libro de Perniola ms recientemente traduci-do al castellano: Del sentir. Bajo el lema hegeliano deque el movimiento del extraamiento es el motor dela cultura moderna, de que slo lo extraado de s

    Mientras que Agamben inicia unabsqueda de lo que es comn

    a travs de la ontologa,

    Negri no concibe locomn sino como aquello

    que es creado por el capital

    Posthumano

    19 Las relaciones sociales deproduccin no son, bajo ningnconcepto, reductibles a simplesrelaciones entre los hombres y, por lo tanto, a las variacionesde una matriz universal, la inter-subjetividad (reconocimiento,prestigio, lucha, dominacin yservidumbre, etc.). Insistosobre este punto, por una raznque coincide con el anlisis queha hecho Rancire de algunasexpresiones de Marx, donde enuna terminologa an inspirada

    por su filosofa antropolgica dejuventud, uno podra estar tenta-do a oponer, al pie de la letra, lasrelaciones entre los hombres alas relaciones entre las cosas.Ahora bien, en las relaciones deproduccinestn implicadasnecesariamente las relacionesentre los hombres y las cosas, ental forma que las relaciones entrelos hombres estn definidas allpor relaciones precisas existen-tes entre los hombres y los ele-mentos materiales del procesode produccin (El objeto de ElCapital, 188-189).

    20 Para m, que sigo siendo unmarxista, lo comn es el trabajoabstracto: i.e. el ensamblaje deproductos y energas de trabajo

    que es apropiado por el capital yas se convierte en comn.Bsicamente, es el resultado dela ley del valor. Es el capitalismoel que crea lo comn (PublicSphere).

    53 ]

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    tiene realidad (DS, 39), no se concibe en l una formade sentimiento colectivo que no est atravesado por laesttica. As, enlaza el sentir contestatario que emergia partir de los acontecimientos polticos de los 60 y 70

    con una nueva forma de socializacin esttica (DS,49). Frente a este diagnstico de una sociedad en laque toda experiencia se ha colectivizado a travs de lacirculacin de infinitas experienciasya sentidas (cosifi-caciones estticas que llegan al sujeto como algo yapercibido, ya pasado a travs de la puerta de la percep-cin [DS, 65]), Perniola no ve necesario elaborar unsentir que seasocialy a la vez revolucionario. Por esoasocia lo plenamente revolucionario a una concepcina-social de losublime kantiano, como puro sentir abs-tracto y negativo, durante el cual al individuo lo eleva,por encima de toda determinacin positiva, la mismacondicin inescrutable de la idea de libertad (DS,103).21

    Con ello, por cierto, Perniola parece aproximarse auna teora del ar te post-vanguardista.

    Sirva este detalle para concluir nuestra reflexinsobre la visin que Perniola tiene acerca de la IS yresaltar adems que, aunque de un modo colateral, elautor acierta cuando destaca la contradiccin existenteentre elpsicoanlisisy una concepcin del deseo revolu-cionario.

    Pero, ms concretamente, si quisiramos adentrar-nos en las razones de la impugnacin de esta forma deldeseo por la teora psicoanaltica, entonces diramosque la mera posibilidad de que el objeto de nuestrodeseo sea una relacin social entre sujetos plenos fuecancelada, no slo por Freud, sino tambin por Lacan,

    para quien (1) elsujeto no existe si no es en el deseo, y(2) el deseo se define siempre en relacin a un objeto.Que hablemos, pues, de un objeto de deseoy de unsuje-to escindido no es obra de la casualidad, pues Lacanposiciona la emergencia del sujeto en el polo simtricode su encuentro con el objeto a, tal como lo expresa enmatema lacaniano: $ a. Con todo, vale la pena desta-car, por un lado, que este objeto (al contrario del losobjetos estticos que describe Perinola) no tiene unaforma esttica; por otro, que su definicin se corres-pondera ms al paradigma de Agamben que al deMarx. Ciertamente, el objeto a es ms causa de deseoque algo que lo satisfaga; es decir, lo que volvera aalgodeseable sera el hecho de que su cercana nos permi-

    te mantener vivo el deseo, mantenerlo abierto, activo,despierto (TLS, 91).22

    Tal vez nos ayude recordar en este punto el diag-nstico lacaniano de laanorexia (y tambin el cuentode Kafka, El artista del hambre): para Lacan, estaforma de relacionarse con el alimento o la comida dela-ta una manera sintomtica de mantener vivo el deseo atravs del hambre (La direccin, 581/601, 608/628).Queda claro, pues, que nos hallamos ante otra variantede la relacin entre medios y fines, una en la que la acti-vidad de desearse convierte unfin en s misma.

    Desde el punto de vista poltico y tico, esta concep-cin tambin tiene consecuencias. As, la apertura queAgamben (de forma acorde con una esencia potencial

    del ser humano) pretenda instaurar en el deseo logran-do su indeterminacin de la forma objeto (lo cual deri-vaba en una forma de deseo genrico casi ontolgi-co hacia la merasociabilidad), Lacan solamente la

    concibe como una apertura que ha de realizarse a tra-vs de un objeto.23

    En otras palabras, en contra de la pretensin deAgamben de que deseemos nuestro propio carcter de

    mediana e in-esencialidad, el sujeto escindido de Lacanno puede concebirse como medianidad pura y nopuede, por lo tanto, desear a otro sujeto como tal. Antesal contrario, su medianidad debe ceder a la forma de unobjeto-causa de deseo al mismo tiempo que su subjeti-vidad debe ceder (y cede de hecho) a la imagen de unyo imaginario, pura proyeccin del cuerpo en el espejoque es tambin un objeto a. Si anteriormente la comida,la bebida y el fumar parecan servir, en el texto deMarx, como meras excusas para la socializacin de losobreros en su descanso de la revolucin o del trabajo,ahora parece que se trate de una excusa ineludible: lapresencia del objeto aparece como algo estructural-mente necesario para que pueda darse la relacin

    social (tambin la tica y la poltica), pues de lo contra-rio no se podra hacer de ella algo deseable.

    A partir de aqu, claro est, quedara abierta y paraanalizar la versin revolucionaria a partir de Lacan. Yahemos apuntado a este respecto el nombre deAlthusser; a l habra que aadir, junto a otros, el deiek y el de Alain Badiou.

    BIBLIOGRAFA Y ABREVIATURAS

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    El Capital, en L. ALTHUSSERy E. BALIBAR,Para LeerElCapital, trad. de M. Harnecker, Siglo XXI, Mxico,1973.

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    do la traduccin espaola con ayuda de la ltima ver-sin inglesa de los crits (trans. by B. Fink, Norton,Londres/Nueva York, 2006). Adems, sta, a diferenciade la edicin castellana, incluye la paginacin original

    Qu deseaban los situacionistas?[ 54

    21 Sin embargo, el punto de lle-gada del sentir sublime es el ais-lamiento de todo tipo de socie-

    dad, una especie de misantropabenvola que elude el trato conlos hombres para no tener queodiarlos (DS, 102).

    22 El nico objeto inmerso en eldeseo es ese objeto (si todavapodemos referirnos a l comoobjeto) que causadeseo. Eldeseo no tiene un objeto comotal. Tiene una causa, una causaque lo eleva a existencia (TLS,91).

    23 Hacia el final de sus ltimosseminarios, sin embargo, Lacancomienza a inspeccionar la posi-bilidad de otraforma de gozo(que l llama femenina) que notendra al objeto a como causade deseo, ni a l estara confina-

    do su gozo; antes bien, lo esqui-vara por medio de una concep-cin del amorque Bruce Fink,por ejemplo, en sus estudiossobre Lacan, vincula a la subli-macin(LTL, 162-163).

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    de la edicin francesa de la obra, que he incluido siem-pre al lado de paginacin espaola.

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    Writing on Theorists, ed. de D Milne, Blackwell,Londres, 2003.

    HRM: P. OSBORNE, How to Read Marx, Norton,London/New York, 2005.

    IS: RevistaInternacional Situacionista, cuyos nme-ros (como anotan los editores de LS,) han sido publica-dos por la editorial Literatura Gris (Madrid).

    Kant con Sade: J. LACAN, Kant con Sade, enEscritos.La direccin: J. LACAN, La direccin de la cura y los

    principios de su poder, enEscritos.La solucin al enigma de la historia: K. MARX, La

    solucin al enigma de la historia, enMarx. Antologa.LCJ: K. MARX,La cuestin juda. Sobre democracia y

    emancipacin, trad. de A. Hermosa Andjar, Santillana,

    Madrid, 1997.LS: M. PERNIOLA,Los situacionistas.Historia crtica de

    la ltima vanguardia del siglo XX, trad. de . Garca-Ormaechea, Acuarela & A. Machado, Madrid, 2007.

    LTL: B. FINK, Lacan to the Letter. Reading critsClosely, Minnesota UP, Minneapolis/ Londres, 2004.

    Manuscritos: K. MARX, Manuscritos: Economa yFilosofa, trad. de F. Rubio Llorente, Alianza, Madrid,1984.

    Notas sobre el gesto: G. AGAMBEN, Notas sobre elgesto, enMedios sin fin.Notas sobre poltica.

    Objet a: S. IEK, Objet a as social relation, enJacques Lacan and the Other Side of Psychoanalysis.Reflections on Seminal XVII, ed. de J. Clemens y R.

    Grigg, Duke UP, Durham/Londres, 2006. He tomadoeste ensayo, cuya traduccin se encuentra en castella-no en su obraLa suspensin poltica de la tica (trad. deM. Mayer, FCE, Buenos Aires, 2005), como una guaimplcita para todo este ensayo.

    Observacin: J. LACAN, Observacin sobre el infor-me de Daniel Lagache, enEscritos.

    Para una crtica de la violencia: W. BENJAMIN, Parauna crtica de la violencia, enAngelus novus.

    Prlogo: G. DEBORD, Prlogo a la cuarta edicin ita-liana deLa sociedad del espectculo, Comentarios sobrela sociedad del espectculo.

    Public Sphere: A. NEGRI, Public Sphere, Labour,Multitude: Strategies of resistance in Empire,

    Seminario organizado por la Officine Precarie en Pisael 5 de febrero de 2003, con la participacin de AntonioNegri y Paolo Virno, coordinado por Marco Bascetta.El texto puede consultarse en .

    Reflexiones: G. SOREL, Selections fromReflections onViolence (1906), Socialist Thought: a documentary his-tory, ed. de A. Fried y R. Sanders, Anchor Books, NewYork, 1964.

    Respuesta: J. LACAN, Respuesta al comentario deJean Hyppolite, enEscritos.

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