viÑetas de la provincia rde amor alejandro pérez · así es que los tres, muy ufanos y ante la...

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O TOÑO 1930. Schiafno, Cristina Gómez, Blas Cárdenas y yo, con el deseo de demos- trar nuestra fortaleza, emprendimos a pie el camino desde el jardín Núñez hasta las playas de Pascuales. Un sábado a las ocho de la noche y con la luna esplendorosa, emprendimos la caminata. El camino era de tierra ya consolidada, pero las piedritas sueltas eran de lo más molesto para caminar. Llevamos una anotación de la pasada por los ranchos: a las 9:30, por Los Asmoles; a las 12, por la Salada; a las 2, por Tecola- pa; a las 3, por la Puerta de Caleras y así sucesivamente hasta llegar a la plaza de Tecomán a las 5 de la mañana, donde almorzamos tatemado con tortillas recién naci- das. Un rato después, reanudamos la travesía llegando a Pascuales en las orillas del mar Pacíco, alrededor de las ocho de la mañana. Esta bonita excursión fue ampliamente comentada, pero a pesar de tanto que se habló, nunca hubo otros cuatro locos o aventureros que emularan nuestros pasos. En invierno de 1931 organicé una excursión a los volcanes. En aquellos tiempos era una verdadera odisea, pues desde Tonila se emprendía la escalada. De ahí salíamos montados en bestias y después de varias horas de continua subida, llegábamos a la lo- milla situada entre los dos volcanes. Ahí se instalaba el campamento, al cual posteriormente le pusimos el “campamento del perdido”, porque en esa primera vez cuando regresábamos de los volcanes no dábamos con él, y desde entonces, en una tabla pegada en uno de los pinos dejamos anotado el “bautizo” del paraje. Por la noche encendíamos una gran fogata para calentarnos, ahuyentar a los animales de uña, calentar el café y asar el tasajo. Al día siguiente, muy temprano, después de un frugal almuerzo, empezábamos la caminata para subir a los volcanes. Desde luego, los más fuertes y audaces escalaban el “Nevado” y los menos capacitados nos contentábamos con el de “Fuego”. Regresábamos al campamento alre- dedor de las tres de la tarde, comíamos rápidamente ensillados por el arriero a quien llamábamos el guía. Anocheciendo llegábamos a Tonila y de ahí nos encaramábamos a nuestro coche, regresándonos a nuestra tórrida ciudad. En una de estas bonitas excursiones se nos ocurrió llevar cohetes de luces para encenderlos por la noche y demostrarles a nuestras novias lo mucho que las ex- trañábamos, y el gran deseo de presumir ante ellas una hermosa “lluvia de estrellas” que luciría grandiosa- mente en la oscuridad de la noche. Rubén Negrete le re- comendó que estuviera al pendiente de tal evento a su Ada Rodríguez; Jorge Sánchez, a la Flor Bracamontes, y yo, a la Nena Sierra, para que estuvieran pendientes, pues a las ocho de la noche del sábado aventaríamos los cohetes que ellas contemplarían extasiándose con el bello espectáculo. Así es que los tres, muy ufanos y ante la recia negativa de algunos otros compañeros que no les agradó nuestra ocurrencia, emprendimos la escalada al volcán de “Fuego”, alrededor de las seis de la tarde, es decir, al poco rato de haber llegado al “campamento del perdido”. Un poco antes de las ocho de la noche, estábamos a un lado del cráter, por el lado sur, de ahí veíamos el valle de nuestros pies, tachonado de lucecitas y al nal una planchita de luces de nuestra linda Colima. Ya a esa hora lógicamente nos aluzábamos con linternas de carburo, que las traíamos bien colocadas y ajustadas en nuestras cachuchas de montaña. Exactamente a las ocho en punto empezamos a encender los cohetes. Estos subían vertiginosamente, brotando cientos de lucecitas al estallar e iluminando las faldas del volcán, ¡algo hermosísimo! Y a los tres, orgullosos y satisfechos, al imaginarnos a nuestras compañeritas del alma atónitas contemplando el bello espectáculo. Agotados los cohetes y en plena oscuridad, apenitas aluzados con nuestras linternas y la poca cla- ridad de las estrellas y con gran peligro, regresamos al campamento. Al día siguiente muy temprano y como buenos deportistas y eles a nuestros otros compañe- ros, volvimos a subir el volcán de Fuego. Regresamos, abordamos nuestras acémilas y llegamos a Tonila y en la camioneta a Colima. Al llegar de inmediato, nos encaminamos a ver a nuestras novias. Visité a la Nena que vivía por Medellín y después de saludarla esperé con impaciencia que me dijera sobre los cohetes. Y al no decirme nada, le pregunté, y ella ingenuamente me contestó: ¡Hasta ahorita me acordé! Me quedé pasmado y cuando pude hablar le dije: ¡Y nosotros casi nos despeñábamos! Y ya no pude hablar más. Al día siguiente, me contó Rubén que su Ada del alma se había ido a pasar el n de semana a Manzanillo. Presuroso busqué a Jorge y éste me platicó que la Flor sí se había acordado, que contaba los minutos y que antes de sonar las ocho se subió a la azotea con la triste y gran sorpresa que hasta en ese momento se dio cuenta que la mole del Teatro Hidalgo le tapaba la vista de los volcanes. Y así de sencillo fue como la bonita y atrevida ocu- rrencia de tres valientes enamorados fue contemplada posiblemente por un cazador, un arriero retrasado, un caporal, algún ranchero desvelado, algún romántico que contemplaba las estrellas o algún estudioso de los ovnis, además de los tres compañeros y del guía que se quedaron cómodamente platicando alrededor de la hoguera en el “paraje del perdido”. Y todo esto pasó en la década de los treinta, es decir, casi la edad de un sexagenario, ahora en este bello pero conictivo 1993. Carlos Caco Ceballos Silva Excursiones y recuerdos Excursiones y recuerdos De lejos y a mi alrededor (2 de diciembre de 1956) Una tragedia Una tragedia de amor de amor PLAZA CULTURAL DE DIRECTOR GENERAL: ARMANDO MARTÍNEZ DE LA ROSA COORDINADOR: JULIO CÉSAR ZAMORA Imágenes: Fotos de Archivo. Correo: [email protected] DOMINGO 23 DE JUNIO DE 2019 2550 VIÑETAS DE LA PROVINCIA 4 8 Ágora PLAZA CULTURAL DE ESCRIBEN: Jaime Labastida, Eduardo Casar, David Huerta, Patricia Carreón, Miguel Ángel León, Lía Llamas, Alejandro Pérez, Leopoldo Barragán, León Mendoza, y Carlos Caco Ceballos. Papel borrado* C uando termino de escribir todo esto, después que durante horas me imprimo como un mecanismo de dulzura y de cólera en las hojas, y el viento desordena los papeles y entra un siblido extraño, y merodea en la casa una noche especial, ajena, sin preguntas; cuando abro las ventanas para que lleguen los amigos que tienen nombres de herramienta y prisines, después que me deshago de este tósigo, cuando quedo vacío, mi mujer viene aquí con amor que estrangula. *Fragmento, de Jaime Labastida. Un verbo es una or Alejandro Pérez A Nicole Hollinsworth. Un verbo es una or Morir es un verbo. Por lo tanto morir es convertirse en or No cualquier or, sino una or que sueña con ser vereda primero y camino después. No cualquier camino, sino uno de esos que brillan, llenos de luciérnagas, como los caminos que uno encuentran en Comala cuando está perdido y no desea que lo busquen, de esos caminos, de los que brillan, tanto y tanto hasta que un día aúllan por tanto brillar. Y así el aullido da luz a una or, y esa or a dos caminos. Y de pronto no se sabe si los caminos Aúllan como or o brillan como aullido Pero lo que importa ahora es que lo que llamábamos morir, es ahora un camino de ores. Y por eso ahora un camino es un verbo. De allí que se diga que morir es una conjugación que sueña con ser, sino or, un camino, a veces aullando, a veces brillando a veces aullando, a veces oreando. hasta que un día la or se convierte en idioma, en conjugación: Yo hablo or y muero y brillo y aúllo Ella habla or y muere y brilla y aúlla Nosotros hablamos or y morimos y brillamos y aúllamos. Hablo or por las tardes y cuando camino contigo hablo or. Aprendí a hablar or contigo y para ti. Hablar or es caminar una senda de verbos que si no brillan, aúllan. Y andar este camino contigo es la mejor forma de convertirse en or. Caminar contigo es convertirse en el aullido. Conjugar contigo es caminar la or. Convertirse en or es encontrar el aullido, la senda, la que andaba sola, la que sola sólo soñaba, a lo lejos, convertirse en dos caminos. Caminos que se separados, hasta el día de la intersección. Entonces fueron uno. No un camino, sino el Camino Ese, donde brillan la noche las luciérnagas Donde se habla el lenguaje de la or Donde morir es un verbo. Y un verbo es una or.

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Page 1: VIÑETAS DE LA PROVINCIA rde amor Alejandro Pérez · Así es que los tres, muy ufanos y ante la recia negativa de algunos otros compañeros que no les agradó nuestra ocurrencia,

OT

O 1

930

. Sc

hiaffi n

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Góm

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y yo

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os-

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les.

Un

sába

do a

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noch

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la l

una

espl

endo

rosa

, em

pren

dim

os la

cam

inat

a. E

l cam

ino

era

de ti

erra

ya

cons

olid

ada,

per

o la

s pi

edri

tas

suel

tas

eran

de

lo m

ás m

oles

to p

ara

cam

inar

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vam

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así

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s 5 d

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mañ

ana,

do

nde

alm

orza

mos

tate

mad

o co

n to

rtill

as re

cién

nac

i-da

s. U

n ra

to d

espu

és, r

eanu

dam

os la

trav

esía

lleg

ando

a

Pasc

uale

s en

las

orill

as d

el m

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acífi

co, a

lred

edor

de

las

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de

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añan

a. E

sta

boni

ta e

xcur

sión

fue

am

plia

men

te c

omen

tada

, per

o a

pesa

r de

tan

to q

ue

se h

abló

, nun

ca h

ubo

otro

s cua

tro

loco

s o a

vent

urer

os

que

emul

aran

nue

stro

s pa

sos.

En

invi

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curs

ión

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es. E

n aq

uello

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a ve

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era

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ea, p

ues

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e To

nila

se

empr

endí

a la

esc

alad

a.

De

ahí

salía

mos

mon

tado

s en

bes

tias

y d

espu

és d

e va

rias

hor

as d

e co

ntin

ua s

ubid

a, ll

egáb

amos

a la

lo-

mill

a si

tuad

a en

tre

los

dos

volc

anes

. Ahí

se

inst

alab

a el

cam

pam

ento

, al c

ual p

oste

rior

men

te le

pus

imos

el

“cam

pam

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del

per

dido

”, p

orqu

e en

esa

pri

mer

a ve

z cu

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regr

esáb

amos

de

los v

olca

nes n

o dá

bam

os c

on

él, y

des

de e

nton

ces,

en

una

tabl

a pe

gada

en

uno

de lo

s pi

nos

deja

mos

ano

tado

el “

baut

izo”

del

par

aje.

Por

la

noch

e en

cend

íam

os u

na g

ran

foga

ta p

ara

cale

ntar

nos,

ah

uyen

tar a

los a

nim

ales

de

uña,

cal

enta

r el c

afé

y as

ar

el ta

sajo

. Al d

ía s

igui

ente

, muy

tem

pran

o, d

espu

és d

e un

fru

gal a

lmue

rzo,

em

pezá

bam

os la

cam

inat

a pa

ra

subi

r a

los

volc

anes

.D

esde

lueg

o, lo

s más

fuer

tes y

aud

aces

esc

alab

an e

l “N

evad

o” y

los m

enos

cap

acit

ados

nos

con

tent

ábam

os

con

el d

e “F

uego

”. R

egre

sába

mos

al c

ampa

men

to a

lre-

dedo

r de

las

tres

de

la ta

rde,

com

íam

os r

ápid

amen

te

ensi

llado

s po

r el

arr

iero

a q

uien

llam

ábam

os e

l guí

a.A

noch

ecie

ndo

llegá

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os a

Ton

ila y

de

ahí

nos

enca

ram

ábam

os a

nue

stro

coc

he,

regr

esán

dono

s a

nues

tra

tórr

ida

ciud

ad.

En

una

de e

stas

bon

itas

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ursi

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se n

os o

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lleva

r co

hete

s de

luce

s pa

ra e

ncen

derl

os p

or la

noc

he

y de

mos

trar

les

a nu

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as n

ovia

s lo

muc

ho q

ue la

s ex

-tr

añáb

amos

, y e

l gra

n de

seo

de p

resu

mir

ant

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las u

na

herm

osa

“llu

via

de e

stre

llas”

qu

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cirí

a gr

andi

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men

te e

n la

osc

urid

ad d

e la

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he. R

ubén

Neg

rete

le re

-co

men

dó q

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stuv

iera

al p

endi

ente

de

tal e

vent

o a

su

Ada

Rod

rígu

ez; J

orge

Sán

chez

, a la

Flo

r Bra

cam

onte

s,

y yo

, a la

Nen

a Si

erra

, par

a qu

e es

tuvi

eran

pen

dien

tes,

pues

a la

s oc

ho d

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he d

el s

ábad

o av

enta

ríam

os

los

cohe

tes

que

ella

s co

ntem

plar

ían

exta

sián

dose

con

el

bel

lo e

spec

tácu

lo. A

sí e

s qu

e lo

s tr

es, m

uy u

fano

s y

ante

la

reci

a ne

gati

va d

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guno

s ot

ros

com

pañe

ros

que

no le

s ag

radó

nue

stra

ocu

rren

cia,

em

pren

dim

os

la e

scal

ada

al v

olcá

n de

“Fu

ego”

, alr

eded

or d

e la

s se

is

de l

a ta

rde,

es

deci

r, a

l po

co r

ato

de h

aber

lle

gado

al

“ca

mpa

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to d

el p

erdi

do”.

Un

poco

ant

es d

e la

s oc

ho d

e la

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stáb

amos

a u

n la

do d

el c

ráte

r, p

or

el la

do s

ur, d

e ah

í veí

amos

el v

alle

de

nues

tros

pie

s,

tach

onad

o de

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cita

s y a

l fi n

al u

na p

lanc

hita

de

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s de

nue

stra

lind

a C

olim

a. Y

a a

esa

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lógi

cam

ente

nos

al

uzáb

amos

con

linte

rnas

de

carb

uro,

que

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raía

mos

bi

en c

oloc

adas

y a

just

adas

en

nues

tras

cac

huch

as d

e m

onta

ña. E

xact

amen

te a

las o

cho

en p

unto

em

peza

mos

a

ence

nder

los c

ohet

es. E

stos

subí

an v

ertig

inos

amen

te,

brot

ando

cie

ntos

de

luce

cita

s al

est

alla

r e

ilum

inan

do

las

fald

as d

el v

olcá

n, ¡a

lgo

herm

osís

imo!

Y a

los

tres

, or

gullo

sos

y sa

tisf

echo

s, a

l im

agin

arno

s a

nues

tras

co

mpa

ñeri

tas d

el a

lma

atón

itas

con

tem

plan

do e

l bel

lo

espe

ctác

ulo.

Ago

tado

s los

cohe

tes y

en

plen

a os

curi

dad,

ap

enit

as a

luza

dos c

on n

uest

ras l

inte

rnas

y la

poc

a cl

a-ri

dad

de la

s est

rella

s y c

on g

ran

pelig

ro, r

egre

sam

os a

l ca

mpa

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to. A

l día

sig

uien

te m

uy te

mpr

ano

y co

mo

buen

os d

epor

tist

as y

fi el

es a

nue

stro

s ot

ros

com

pañe

-ro

s, v

olvi

mos

a s

ubir

el v

olcá

n de

Fue

go. R

egre

sam

os,

abor

dam

os n

uest

ras a

cém

ilas y

lleg

amos

a T

onila

y e

n la

cam

ione

ta a

Col

ima.

Al l

lega

r de

inm

edia

to, n

os e

ncam

inam

os a

ver

a

nues

tras

nov

ias.

Vis

ité a

la N

ena

que

viví

a po

r Med

ellín

y

desp

ués

de s

alud

arla

esp

eré

con

impa

cien

cia

que

me

dije

ra s

obre

los

cohe

tes.

Y a

l no

deci

rme

nada

, le

preg

unté

, y

ella

ing

enua

men

te m

e co

ntes

tó:

¡Has

ta

ahor

ita

me

acor

dé! M

e qu

edé

pasm

ado

y cu

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pud

e ha

blar

le

dije

: ¡Y

nos

otro

s ca

si n

os d

espe

ñába

mos

! Y

ya n

o pu

de h

abla

r m

ás. A

l día

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uien

te, m

e co

ntó

Rub

én q

ue s

u A

da d

el a

lma

se h

abía

ido

a pa

sar

el fi

n de

sem

ana

a M

anza

nillo

. Pre

suro

so b

usqu

é a

Jorg

e y

éste

me

plat

icó

que

la F

lor

sí s

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bía

acor

dado

, que

co

ntab

a lo

s m

inut

os y

que

ant

es d

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nar

las

ocho

se

subi

ó a

la a

zote

a co

n la

tris

te y

gra

n so

rpre

sa q

ue h

asta

en

ese

mom

ento

se

dio

cuen

ta q

ue la

mol

e de

l Tea

tro

Hid

algo

le ta

paba

la v

ista

de

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volc

anes

. Y

así d

e se

ncill

o fu

e co

mo

la b

onit

a y

atre

vida

ocu

-rr

enci

a de

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val

ient

es e

nam

orad

os fu

e co

ntem

plad

a po

sibl

emen

te p

or u

n ca

zado

r, u

n ar

rier

o re

tras

ado,

un

capo

ral,

algú

n ra

nche

ro d

esve

lado

, alg

ún r

omán

tico

qu

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ntem

plab

a la

s est

rella

s o a

lgún

est

udio

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e lo

s ov

nis,

ade

más

de

los

tres

com

pañe

ros

y de

l guí

a qu

e se

que

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n có

mod

amen

te p

lati

cand

o al

rede

dor d

e la

ho

guer

a en

el “

para

je d

el p

erdi

do”.

Y t

odo

esto

pas

ó en

la d

écad

a de

los

trei

nta,

es

deci

r, c

asi l

a ed

ad d

e un

se

xage

nari

o, a

hora

en

este

bel

lo p

ero

confl

icti

vo 19

93.

* Em

pres

ario

, hist

oria

dor y

nar

rado

r. †

Carl

os C

aco

Ceba

llos

Silv

a

Excu

rsio

nes

y re

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dos

Excu

rsio

nes

y re

cuer

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s y

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e di

ciem

bre

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956)

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Una

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dia

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qu

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ura

nte

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pri

mo

com

o u

n m

ecan

ism

o d

e d

ulz

ura

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e có

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en la

s h

ojas

, y e

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nto

des

ord

ena

los

pap

eles

y en

tra

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sib

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o ex

trañ

o, y

mer

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en

la c

asa

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ial,

aje

na,

sin

pre

gun

tas;

cuan

do

abro

las

ven

tan

as p

ara

qu

e ll

egu

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igos

qu

e ti

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nom

bres

de

her

ram

ien

tay

pri

sin

es, d

esp

ués

qu

e m

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Lab

asti

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Un

verb

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Un

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Mor

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r,

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gaci

ón q

ue s

ueña

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or, u

n ca

min

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vece

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o, a

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que

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fl or

se

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iert

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idio

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conj

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ión:

Yo h

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y m

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y b

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y a

úllo

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hab

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laN

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habl

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fl or

y m

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os.

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igo

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lan.

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dar

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s co

nver

tirs

e en

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gar

cont

igo

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amin

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fl or

.C

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rtir

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n fl o

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ar e

l aul

lido,

la s

enda

, la

que

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ba s

ola,

la q

ue s

ola

sólo

soñ

aba,

a lo

lejo

s,

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rse

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os c

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os.

Cam

inos

que

se

sep

arad

os,

hast

a el

día

de

la i

nter

secc

ión.

Ent

once

s fue

ron

uno.

No

un ca

min

o, si

no e

l Cam

ino

Ese

, don

de b

rilla

n la

noc

he la

s lu

ciér

naga

sD

onde

se

habl

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leng

uaje

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la fl

orD

onde

mor

ir e

s un

ver

bo. Y

un

verb

o es

una

fl or

.

Page 2: VIÑETAS DE LA PROVINCIA rde amor Alejandro Pérez · Así es que los tres, muy ufanos y ante la recia negativa de algunos otros compañeros que no les agradó nuestra ocurrencia,

2Ágora

PLAZA

CULTU

RA

L DE

7Ágora

PLAZA

CULTU

RA

L DE

GP

S vs SPBB

Leopoldo Barragán Maldonado

Cuando la Radio era

miem

bro de la familia

Patricia Carreón Guevara

Bien dice el refrán de que “no todo lo que brilla es oro”, y este adagio puede aplicarse al uso de las nuevas tecnologías, en especial a los siste-

mas satelitales diseñ

ados para facilitar la orientación terrestre, aérea o m

arítima. La

Organización M

arítima Internacional adm

ite la efectividad de la señal del G

PS (Sistem

a de P

osicionamiento G

lobal, por sus siglas en inglés) en los dispositivos de em

ergencia para la ubicación geográfica, teniendo un m

argen de error inferior a los 10

0 m

etros del objetivo buscado; sin em

bargo, no siempre el uso del

GP

S resulta ser una garantía de orientación.R

esulta que un día de tantos, al regresar de la capital cervantina decidim

os hacerlo por las carreteras libres, que son m

enos tediosas que las autopistas, ya que adem

ás permiten

contemplar el paisaje y transitar por diferen-

tes ciudades, pueblos y comunidades, posibi-

litando degustar los antojitos mexicanos, en

lugar de comer los lonches refrigerados que

ofrecen las tiendas de autoservicio anexas a las casetas de robo, y sobre todo las carreteras libres propician disfrutar parte de nuestro fol-clore nacional; pues bien, en aquella ocasión pasam

os por el centro de Jiquilpan, recuerdo que era un dom

ingo por la mañana.

Em

pezamos a recorrer las prin

cipales arterias de esta ciudad m

ichoacana buscando la carretera a C

olima, seguram

ente era muy

temprano porque las calles lucían desérticas;

con la fin

alidad de localizar nuestra ruta

decidimos usar el fam

oso GP

S, mientras en-

cendíamos nuestros teléfonos para em

plear el buscador G

oogle y el mentado G

PS, en una

cuadra próxima observé a un par de personas

cuyos rostros reflejaban los estragos de una francachela sabatina; detuve la cam

ioneta para solicitarles la inform

ación respectiva. A

l mirarlos, n

o sabía si todavía andaban

bajo el cielo protector de Baco o ya estaban

sintiendo el purgatorio de la cruda, total, me

dirigí con el hombre que aparentaba estar

más coherente, le pedí que nos orientara y

ahí empezó el enredo.

Por una parte nos dijo que teníam

os que seguir derecho y dar vuelta a la izquierda, al escuchar esto el otro com

pañero de farra, con voz autoritaria, entró a la conversación refu-tando a su am

igo: “¡No, no es a la izquierda, es

a la derecha!”, luego vino una discusión etílica entre ellos: “¡Q

ue no es a la derecha, es a la izquierda!”. E

l otro individuo que estaba más

“empoderado” con el alcohol, le replicó: “¡Y

dale con la izquierda, que es a la derecha!”. La verdad ya m

e estaba dando risa de escu-charlos, y para poner fin al alegato les dije categórico: ¡E

stá bien, sigo todo derecho y luego vuelta a la izquierda!, entonces contesta

el “empoderado”: “¡Y

dale con la izquierda, que es a la derecha!”. Les dim

os las gracias y m

ientras el GP

S empezaba a confundirnos

con la voz fastidiosa que indica la ruta, ya habíam

os localizado la carretera para conti-nuar con nuestro cam

ino hacia la Ciudad de

las Palm

eras.E

l inesperado en

cuentro con

aquellas personas confirm

ó mi tesis de que lo clásico

impera sobre lo m

oderno, así que para evitar m

ás extravíos diseñé mi propio SP

BB

(Siste-m

a de Preguntas B

ásicas a Borrachitos, por

sus siglas en español), y por otra parte me

puso a pensar acerca de la efectividad del sen-tido com

ún sobre la tecnología, corroborando de paso la m

áxima de que “los niños y los

borrachos siempre dicen la verdad”, m

ientras que los m

apas de Google y el G

PS, en ciertos

casos, ocultan realidades, ya que la tecnología está al servicio de las naciones dom

inantes, poniendo lo que quieren poner y borrando lo que desean borrar. Si quieren una prueba busquen la ubicación de Palestina y el G

oogle no la proporciona, en su lugar pone a Israel, lo cual es un grave error inducido por intereses políticos y económ

icos; en cambio, el alcohol

al purificar el alma la libera de cualquier dolo

o mala fe, por eso C

ioran acertó al decir que los santos y los borrachos están a la m

isma

distancia del cielo.R

ecientemente tuve otro problem

a para ubicar un lugar que desconocía, esto pasó al llegar a Q

uerétaro, ya que debería estar exactam

ente a las 12 del día en determinado

sitio, neurosis de puntualidad subordinada al dictado de m

i conciencia que ha internalizado el adagio popular: “la puntualidad es de re-yes”. E

n efecto, llegamos antes del m

ediodía y em

pezamos a utilizar el G

PS y el Google M

aps para rastrear nuestro objetivo. V

olvimos a

escuchar la mism

a vocecita empalagosa dán-

donos las indicaciones, ampliam

os los diagra-m

as de los mapas m

irando calles, avenidas y carreteras, buen rato pasam

os “navegando” en la nube sin obtener resultados concretos; después de varias vueltas en círculo y viendo cóm

o avanzaban

las man

ecillas del reloj, decidí utilizar el SP

BB

, topándome, para m

i buena suerte, con un par de borrachitos que no sólo nos dieron ‘santo y seña’ de cóm

o llegar a nuestro destino, sino que hasta nos pidieron un aventón. A

l ingresar a la camio-

neta nos dijeron “somos gente de buena fe”,

uno de ellos tomó la palabra guiándonos por

las calles, seguí fielmente las instrucciones

que me daban los dos teporochos y sin co-

meter el m

ínimo m

argen de error estimado

convencionalmente para el G

PS, logram

os arribar exactam

ente a las 12 en punto al sitio que previam

ente habíamos acordado.

Hom

enaje al poeta Jaime Labastida

Ágora

Con m

otivo de los 80 años de su natalicio y con

el nom

-bre “C

uando el otoño entra en reposo”, re-cientem

ente se celebró un hom

enaje al poeta Jaim

e Labastida en el Palacio de B

ellas Artes,

donde recordó su libro A

nim

al de silencios

(1996), destacando que honrará este título en la próxim

a antología de su obra.

La d

istinción

al tam

bién fi lósofo y en-sayista fue organizada p

or el Institu

to Na-

cional de Bellas A

rtes y Literatura (IN

BA

L), a través d

e la Coor-

dinación Nacional de

Literatura, en colabo-ración con la A

cademia

Mexicana de la Lengua,

reuniendo a los escri-tores A

dolfo Castañón,

Gonzalo C

elorio, Felipe G

arrido y Jorge Ruiz

Dueñas en la Sala M

anuel M. Ponce.

Por tal motivo, Á

gora también se sum

a a este merecido hom

enaje al poeta, a quien el escritor y director de la A

cademia M

exicana de la Lengua, Jorge R

uiz, expresó “¿Dónde em

pieza el poeta y termina el fi lósofo? La-

bastida, quien sí parece dominar su intelecto a la em

oción sin dejar de ser em

otivo: conoce las métricas y su alquim

ia, se decanta igualmente de m

anera acum

ulativa y pluvial. Se trata de un hombre donde el poeta y el fi lósofo no

se separan de los umbrales del juicio lógico y del verso”.

Adem

ás de publicar algunos poemas de Jaim

e Labastida, presentamos en

esta edición de Ágora un com

entario que el escritor Eduardo C

asar hiciera sobre la obra del autor en la colección M

aterial de Lectura en su número

45, dedicada al poeta con el título de La vida entera, la cual fue reeditada en 2012 por la m

isma U

NA

M y se puede leer com

pleta en PDF a través de

la página ww

w.m

aterialdelectura.unam.m

x.Jaim

e Labastida ha recibido numerosas distinciones, entre ellas los

premios de Poesía Jaim

e Sabines y Xavier V

illaurrutia, de Literatura José Fuentes M

ares. Fue director de la Academ

ia Mexicana de la Lengua de 2011

a febrero de este año y es director general de Siglo XX

I Editores.

Entre los textos de orden fi losófi co o de crítica literaria sobresalen E

sté-tica del peligro (1986), La palabra enem

iga (1996), Hum

boldt: ciudadano universal (1999) C

uerpo, territorio, mito (2000), E

l edifi cio de la razón (2007) y E

l universo del español (2014).E

l pasado 21 de noviembre, Labastida recibió en C

olima el reconocim

iento Juan José A

rreola, por parte de la Secretaría de Cultura y la U

niversidad de C

olima, donde quedaron grabadas para el m

ármol las siguientes palabras

del poeta y fi lósofo: “He oscilado entre poesía y fi losofía, entre poem

a y ensayo, entre la em

oción y el pensamiento. E

n los dos ofi cios, sin embargo,

me he im

puesto la mism

a tarea, escribir al menos bien por una parte, pero

hacer fi losofía rigurosa por la otra; los dos ofi cios me proporcionan placer

sin término”.

Material de Lectura

Nota introductoria*Eduardo Casar

Hablar de un árbol es hablar de sus raíces. Jaim

e Labastida pertene-ce al que se conoce en la historia de la literatura m

exicana como el

grupo de “La espiga amotinada”, reunión de

voces que emergió en 1960 en el panoram

a de esta historia con el volum

en colectivo que lleva ese nom

bre.C

omo uno dentro de otros rasgos que

confi guran lo que podríamos considerar la

“propuesta” del grupo –nunca planteada

programáticam

ente– está su afán por li-

garse de un modo explícito al contexto de

aquellos años (signado en el plano nacional por la huelga ferrocarrilera del 59 y en el internacional por la revolución cubana), e im

ponerse la tarea de desacralizar el ejercicio poético, restituyendo sus vínculos con las necesidades populares sin m

engua del am

oroso cuidado orfebre del lenguaje.L

a poesía de Labastida

es una poesía singularmente

compleja: une a una evidente

densidad intelectual un des-usado sentido del ritm

o y de la im

agen. Sonora y signifi cati-va, esta poesía aparece entre-tejida por un intenso acento lírico: es m

uy in

formad

a, m

uy culta, y, al propio tiem-

po, de una gran emotividad.

Labastida cultiva, adem

ás, un m

anejo riguroso del verso, una destreza técnica here-dera, acaso, de D

íaz Mirón

(“Un cuervo azul sobre el azul

desliza/ su vuelo duro contra el bosque ausente./ P

astan caballos en el bosque m

agro./ E

l ala luz de la paloma leve/

silba un látigo dulce/ y aroma

el aire el vuelo”).A

partir de sus más recientes libros de

poemas, La-bastida usa, en ocasiones, una

estructuración del poema que podríam

os decir que sigue la técnica del collage, pero de una m

anera novedosa: elaborando un m

ontaje entre textos ajenos y propios (los ajenos son los dichos por los “personajes” de los poem

as, aun cuando su textualidad es a m

enudo modifi cada por el poeta); di-

cho montaje se dinam

iza por oposiciones: oposiciones de conglom

erados verbales. Por supuesto que no utiliza este tipo de confor-m

ación en todos los poemas: algunos evocan

la estructura de una composición m

usical, otros se cum

plen libremente. La unidad

de lo diverso que persigue esta poesía, la concreción artística a la que aspira, exige lectores atentos.

Jaime Labastida nació en Los M

ochis, Sinaloa, en 1939. Sus libros de poesía son E

l descenso, en La espiga am

otinada (1960), La feroz alegría, en O

cupación de la pala-

bra (otro volumen colectivo, de 1965), A

la intem

perie (1970), Obsesiones con un tem

a obligado (1975), D

e las cuatro estaciones (1981), y Plenitud del tiem

po (1986), en donde se reúnen los dos libros anteriores y otros poem

as**. Para la presente muestra

se ha elegido un criterio temático: poem

as sobre la m

uerte, en torno suyo o por su cul-pa. E

n el prólogo a su antología El am

or, el sueño y la m

uerte en la poesía mexicana,

Labastida señala:

“Ningún poeta lírico se enfrenta a la

muerte com

o si fuera una entidad abstracta y difusa, sino com

o a la encarnación, súbi-tam

ente dolorosa, que el rostro descarnado de la m

uerte asume en un sem

ejante (y si es una persona am

ada, más sem

ejante aún) o en la posibilidad de que nuestro m

ismo

rostro llegue a ser una de las muecas de la

muerte”.

En

los poemas de esta

mu

estra la mu

erte asum

e distintos rostros y distintas dim

ensiones más allá de los

rostros: está presente en el cosm

os y en la cotidianeidad, en

la dialéctica de la vida m

isma. H

ay en estos poemas

una visión lúcida, dolorosa y profunda de la m

uerte. Pocas veces en la poesía este tem

a aparece, com

o aquí, tan ro-deado de elem

entos múltiples

y diversos: química, física,

cibernética, política, sensua-lidad, son, en estas piezas, dim

ensiones que resignifi can el ám

bito temático elegido y lo

enriquecen. Si es cierto, como

se dice, que después de leer un buen poem

a amoroso, se am

a de una m

anera distinta, después de la lectura de esta selección se puede aprender a m

orir con una dignidad m

ás alta; con la conciencia, adem

ás, de que la existencia mism

a de estos poem

as constituye un territorio más que la

vida ha conquistado en contra de la muerte.

*La publicación de este escrito corres-ponde a la edición núm

ero 145, dedicada al poeta Jaim

e Labastida (La vida entera), de la colección M

aterial de Lectura, serie Poesía M

oderna, de la Editorial U

NA

M, con selec-

ción y nota introductoria de Eduardo Casar.**O

tros libros de poesía de Jaime La-

bastida posteriores a la primera edición de

este Material de Lectura (1989) son D

omi-

nio de la tarde (1991), Anim

al de silencios (1996), E

logios de la luz y la sombra (1999)

y La sal me sabría a polvo (2009). (N

. del E.

agregada en la reedición de 2012, año en que por cierto, publicó el poem

ario En el

centro del año)

El p

oeta Jaime L

abastida, d

uran

te el hom

enaje

qu

e le hicieron

en el P

alacio de B

ellas Artes.

Desde sus inicios en M

éxico, en los años 20, la Radio ha sido

un medio de com

unicación que desde su invención tuvo m

ucha aceptación entre las familias m

exicanas.P

ara no morir ante los avances tecnológicos, este m

e-dio ha tenido que adaptarse y cam

biar en el lapso de sus 122 años de existencia desde su invención en 1896.

Guadalupe A

ceves, ama de casa de 70

años, recuerda con cariño esas épocas en las que oía la R

adio con sus primos y con sus herm

a-nos, ya sea en la cocina o en la sala m

ientras todos comían palom

itas de m

aíz o panecitos, “antes la Radio nos daba la oportunidad de estar

junto con la familia, de convivir”, com

enta.Lupita tam

bién considera que ahora los celulares y las nuevas tecnologías están aislando a las personas, porque cada quien está con su propia pantalla y cada integrante de la fam

ilia se encierra en su propia recám

ara.Según la investigadora M

aría Trinidad B

eltrán, la Radio logró

ser parte de los hogares entre las décadas de los 20 a los 50

, cuando gozaba de gran popularidad entre las m

asas, antes de que tuviera que com

petir contra la Televisión, m

edio que se consolidaría en septiem

bre de 1929 en Estados U

nidos y luego en México tam

bién en el m

es de septiembre, pero de 1950

.Según D

e Fleur en su libro de la Teoría de C

omunicación de

Masas, con la llegada del nuevo invento de la T

elevisión, la Radio

se las comenzó a ingeniar de m

anera lenta, pero progresiva, para ser escuchada en los horarios en los que no se le podía prestar atención a la T

elevisión, como en la m

añana al conducir, o a la hora del trabajo.A

decir del maestro en filosofía y m

edios de comunicación de la

Universidad Latinoam

ericana, Wilbert O

rdoñez, el objetivo de la R

adio no era unir a las familias; sin em

bargo, las familias hicieron de

ella un punto importante para estar en el centro de, incluso se ve en

las salas de antaño: “... la mesa y en una esquinita en el centro de la

pared estaba el aparato de radio para poder estar en todo mom

ento presente en las casas”.

Otra experiencia de cóm

o la Radio era parte de la fam

ilia, es la historia de G

raciela Covarrubias, de 64 años, a quien cuando era niña

le gustaba escuchar radio con sus ocho hermanos. R

ecuerda que si en ese m

omento estaban todos en casa, oían m

úsica y pasaban un rato m

uy agradable, “hasta bailábamos y cantábam

os, éramos ocho,

imagínate, se hacía la fiesta”.D

e acuerdo con la enciclopedia Seis Siglos de Historia G

ráfica de M

éxico “vinieron programas que dejaron gratos recuerdos a los

radioescuchas” menciona G

ustavo Casasola, entre ellos: “La H

ora A

zul”, dirigida por Pedro de Lille; así como la “Serenata del Florilegio

Rom

ántico”, en la que tomaban parte el bachiller Á

lvaro Gálvez y el

barítono Em

ilio Tuero.

Ahora con los celulares, se pensaría que está despareciendo, pero

no es así, según Wilbert “si le preguntas a los jóvenes: ¿escuchas

Radio? te van a decir ‘no, no lo escucho’, pero están escuchando un

podcast, bajan canciones... es una nueva forma de hacer R

adio”.

Page 3: VIÑETAS DE LA PROVINCIA rde amor Alejandro Pérez · Así es que los tres, muy ufanos y ante la recia negativa de algunos otros compañeros que no les agradó nuestra ocurrencia,

6Ágora

PLA

ZA C

ULT

UR

AL

DE

Ágora

PLA

ZA C

ULT

UR

AL

DE

3

Del

arc

hivo

olv

idad

o

Ch

ac M

ool (

el v

iaje

de

Jorg

e R

eyes

†)

León

Men

doza

Son p

ocos

los g

rupo

s mex

ican

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se a

rrie

sgar

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l gé

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roc

k pr

ogre

sivo

, ya

que

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i se

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a qu

e un

o de

los

gra

ndes

de

ese

gén

ero

es n

i más

ni m

enos

que

la

agru

paci

ón in

gles

a de

Pin

k Fl

oyd.

Aun

así

, de

ntro

de

las

agru

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ones

m

exic

anas

que

se

arri

esga

ron

hubo

una

qu

e se

inic

ió a

fi na

les d

e lo

s 70

y pr

inci

pios

de

los

80, c

on e

l nom

bre

Cha

c M

ool.

Se

podr

ía d

ecir

que

fue

una

de

las

pion

eras

en

ese

gén

ero

junt

o a

Dec

ibel

.C

onfo

rmad

o en

sus

inic

ios

por

Jorg

e R

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, Car

los A

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Arm

ando

Súa

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C

arlo

s C

astr

o y

Mau

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iele

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die-

ron

a la

bús

qued

a de

son

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los

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uían

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ento

s pr

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páni

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y el

éctr

icos

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teti

zado

r.Su

pri

mer

a ap

aric

ión

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la

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ones

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rofu

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Cha

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ism

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tros

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asta

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san

gre

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Ni u

n pe

nsam

ient

o im

puro

em

paña

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once

ses

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uand

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en tu

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ntre

sólo

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ntre

. Soy

aho

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trañ

o, e

sa p

iel q

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me,

que

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asta

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tact

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iel

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ozo

cieg

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mis

ven

as, y

tam

bién

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uise

ñor

y un

alt

o so

l, te

ndid

o,m

udo.

Un

beso

ape

nas,

un

leve

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fulg

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ue le

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pie

l que

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cont

rae.

La

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reto

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los

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habl

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uelv

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mi l

os p

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mie

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. Por

ti c

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olla

no p

or e

l tie

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do, n

o es

toy

sólo

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lado

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agu

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tera

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a, e

l esp

acio

se

am

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sol n

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rno

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por

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tro.

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bajo

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ira c

ómo,

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de e

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o de

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ento

,se

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ciu

dad,

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lant

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De

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los

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ira e

l hum

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aqu

ella

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resp

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os,

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Mira

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io:

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las.

Enca

brita

das g

arra

s afi l

ando

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uila

s jun

to a

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lo se

des

plom

an.

En e

ste

oscu

ro c

uarto

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edaz

o de

his

toria

se fa

bric

a;en

aqu

el o

tro, u

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mbr

e su

eña

con

muj

erpe

ro e

n su

lech

o só

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za su

s mus

los y

tors

o.

Hue

le la

lluv

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cóm

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la ti

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ira c

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olvo

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s.M

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luvi

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s.M

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rapo

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re ti

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stor

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teja

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nos.

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Y es

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ndo

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o so

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mo

ella

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Med

eaLí

a Ll

amas

Page 4: VIÑETAS DE LA PROVINCIA rde amor Alejandro Pérez · Así es que los tres, muy ufanos y ante la recia negativa de algunos otros compañeros que no les agradó nuestra ocurrencia,

Ágora

PLAZA

CULTU

RA

L DE

5

Una tragedia de am

orD

on Manuel Sánchez Silva

VIÑ

ETA

S DE

LA

PRO

VIN

CIA

(2 de diciembre de 1956)

4Ágora

PLAZA

CULTU

RA

L DE

* Periodista, escritor y fundador de Diario de C

olima.†

En la parte antigua del cem

enterio municipal hay una lápida con la siguiente

inscripción: “Teniente Coronel Fernando V

ázquez Castaños. 1-3-1928.

Recuerdo cariñoso de C

armen”. Y al pie de la losa fi gura esta referencia:

“Propiedad de María del C

armen M

atute”.Y pocos son, seguram

ente, los escasos visitantes a la ciudad de los callados que, al pasar junto al referido sepulcro, sem

icubierto por la maleza y ennegrecido por

las lluvias de tantos años, conozcan y menos im

aginen la dramática historia ahí

encerrada, historia de amor intenso y fatal.

Allá por el año de 1927 y siendo el general E

spi-ridión R

odríguez Escobar jefe de las operaciones m

i-litares en el estado, jerarquía que ahora corresponde a la de com

andante de zona militar, llegó a C

olima

el teniente coronel Fernando Vázquez C

astaños, hom

bre de unos 50 años de edad, bien parecido, inteligente, culto, m

undano y excepcionalmente

simpático. H

abía viajado mucho por E

uropa y era un conversador interesante y absorbente. A

demás,

tenía alma de jugador y decíase que era un verdadero

maestro de póker. Llegó acom

pañado de su familia,

formada por la señora Luisa Sánchez de V

ázquez y una preciosa chiquilla de 15 años llam

ada Evelia.

El general R

odríguez Escobar vivía en la antigua

casa de los Vogel, que años después ocuparon la C

á-m

ara de Com

ercio y el Club de Leones, y com

partía las num

erosas dependencias de la fi nca con algunos de sus ofi ciales consentidos, entre los cuales, y a la cabeza de todos, fi guró el teniente coronel, quien posiblem

ente por sus inagotables recursos de char-lista incom

parable y sus habilidades de jugador, se conquistó las preferencias afectuosas del viejo general revolucionario.

La natural sociabilidad de Vázquez C

astaños le perm

itió una rápida aclimatación en C

olima, donde

al poco tiempo de llegar era ya am

igo de todo el m

undo y convidado inevitable a toda clase de fi estas y reuniones, a las que siem

pre se presentaba solo, dando lugar a la especie, fundada o falsa, de que su m

ujer no era esposa legítima.

Tal vez como consecuencia de esa versión, que

día a día tomó cuerpo -Luisa era notoriam

ente de m

ayor edad que el apuesto militar-, una joven

colimense, C

armen M

atute, aceptó los galanteos de V

ázquez Castaños, produciéndose entre am

bos un rom

ance amoroso, prim

eramente vivido con

misterio y recato, y después sin precaución alguna.

Veíaseles, tarde a tarde, pasear por los jardines de

la ciudad cogidos de la mano y abstraídos en sus

coloquios amorosos, que al llegar al conocim

iento de la esposa o am

ante -nunca se supo a ciencia cierta su identifi cación real- desencadenaron los terribles celos naturales en una m

ujer enamorada, a quien la convicción de vivir los últim

os años de su juventud hacía m

ás intolerable y exclusivista.Por algunos m

eses, fueron causa de generales comentarios las noticias relacio-

nadas con las explosiones de celos de parte de la señora Luisa, que determinaban

violentas escenas domésticas en las que frecuentem

ente llegó a intervenir el general

Rodríguez E

scobar, apaciguador de ánimos.

Pero una mañana, la del 3 de enero de 1928, corrió la im

presionante versión de que el teniente coronel había sido m

uerto de un certero balazo a manos de su

mujer, que en un acceso de furia puso fi n a la vida de aquél y a su propio confl icto.

Por desgracia, el rumor fue confi rm

ado. En la espaciosa habitación que ocu-

paba Vázquez C

astaños y su familia se desarrolló la tragedia. C

uando la autoridad se presentó en el lugar de los hechos encontró un espectáculo verdaderam

ente doloroso: sobre una cam

a revuelta, cuyas sábanas m

ostraban grandes manchas de sangre, yacía el

cuerpo desmadejado del otrora gallardo m

ilitar, con un balazo a la altura del corazón; desplom

ada en un sillón inm

ediato, como una im

agen de la desolación, la m

atadora, sollozante y deshecha, repitiendo a m

odo de obsesionante responso y confesión a un tiem

po mism

o:-Yo lo m

até... Yo lo maté...

Evelia, em

pavorecida y trastornada, inútilmente

pretendía sobreponerse y tranquilizar a su madre.

En atención a los antecedentes del dram

a, que eran públicos y notorios, y a las relaciones am

istosas que el desaparecido m

ilitar había conquistado, su victim

aria no fue internada en el asqueroso antro que por aquel entonces fungía com

o cárcel de mujeres,

sino que se le permitió perm

anecer en el Hospital

Civil, en calidad de reclusa sujeta a proceso. E

n ese establecim

iento la inculpada encontró ocasión para exhibir sus nobles sentim

ientos, pues pronto se convirtió en una efi caz e infatigable enferm

era, que no se concedía ningún derecho al reposo cuando su presencia era requerida para atender física y m

oral-m

ente a quien necesitaba su ayuda o medicam

ento. Fue tal su abnegación fervorosa, que llegó a captarse la respetuosa adm

iración del personal y el cariño de-voto de los enferm

os, quedando así demostrado que

su crimen no fue la m

anifestación de un alma cruel,

sino la consecuencia de una perturbación mental,

provocada por su excesivo cariño a un hombre.

Las circunstancias que precedieron a la tragedia, y el com

portamiento observado por la procesada des-

pués del delito, operaron favorablemente para que

la justicia se mostrara benévola y, tras un año de

reclusión, Luisa obtuvo su libertad, ausentándose para siem

pre de Colim

a, donde dejó al hombre que

había querido al extremo de m

atarlo.Por su parte, C

armen tuvo el valor de costear

la hechura de una lápida colocada sobre el cuerpo del que despertara sus sentim

ientos amorosos y de

hacer grabar en ella un epitafi o comprom

etedor a su condición de m

ujer decente, pero altamente

signifi cativo y emocional.

Epitafi o que rubrica el triste fi n de una historia de am

or exasperado y román-

tico, pecaminoso y cruel, com

o son todas las grandes pasiones humanas.

Veíaseles, tarde a tarde, pasear por los jardines de la ciudad cogidos de la m

ano y abstraídos en sus coloquios am

orosos.

Libros y otras cosas

Una voz en la frontera

David H

uerta

Una de las voces que h

e escuchado en

estos días en los que hemos presenciado

y padecido en M

éxico la doble crisis, m

igratoria y arancelaria, ha sido la del escritor Francisco C

antú. Él nació en A

rizona en 1985, el m

ismo año del gran terrem

oto en la Ciudad

de México.

La madre de C

antú fue guardabosques. Él fue

siempre buen estudiante; estudió relaciones inter-

nacionales y al recibirse decidió alistarse en la Pa-

trulla Fronteriza. Es o parece una decisión extraña,

pero Cantú quiso conocer bien, de cerca, aquello que

lo definía: la frontera, la “línea”, es decir, el centro de su doble nacionalidad. Le pareció que entrar en la B

order Patrol le perm

itiría allegarse ese cono-cim

iento. Unos cuantos años m

ás tarde renunció a trabajar para “la m

igra” y se dedicó de tiempo

completo a su verdadera vocación: la literatura.

El testim

onio de sus experiencias es el libro The Line B

ecomes a R

iver, traducido por la extraordi-naria escritora m

exicana Fernanda Melchor con el

título La línea se convierte en río. Francisco Cantú

se transformó de patrullero en escritor, pero no sólo

eso: es un auténtico, un genuino converso, como lo

definió otra gran escritora mexicana. Y

con eso no quiso decir ninguna sim

pleza como que “se volvió

bueno”; es algo mucho m

ás, muchísim

o más com

-plicado. Q

uien lea su libro lo entenderá.D

esde luego, quien lee su libro se asombra de su

integridad, de su honestidad y de su sentido de la

compasión, valores que están en tensión constante

con el trabajo policiaco. Otros escritores –

de manera

notable, Carlos Fuentes, hace algunos años–

se han ocupado de la singularidad fronteriza de esta parte del m

undo: la línea que divide y separa, y apenas une, a los E

stados Unidos y M

éxico. Nadie com

o Francisco C

antú la ha explorado tan implacable-

mente, entre otras cosas porque docum

enta el largo m

omento histórico que ahora vivim

os en la frontera: la época dual y problem

ática de Obam

a y Trump. Las

raíces históricas de las decisiones sobre todo esto se rem

ontan a las presidencias de Clinton y R

eagan.Las am

enazas del impresentable individuo de la

Casa B

lanca nos obligan a preguntarnos en serio: ¿Q

ué hacer? Ante la pregunta, estos reglones piden

algo que parece simple pero no lo es: leer, pensar.

Leer, por ejem

plo, el libro de Fran

cisco Can

tú; pensar en todo lo que este escritor nos pone frente a los ojos y, sí, frente al pensam

iento. Pensar en el

destino laberíntico de este país y en nuestro papel dentro de las tareas de configuración de ese destino, para que no term

inemos de hundirnos.

No hay m

ucha estima por los libros ahora, entre

nosotros. Es un síntom

a de lo mal que estam

os: la m

edida de la deshumanización. Si estos renglones

animaran a alguien, a cualquier lector, a acercarse

al libro de Francisco Cantú, sería m

aravilloso. The Line B

ecomes a R

iver es uno de los grandes testimo-

nios de nuestro tiempo, un libro poderoso y bello,

conmovedor e inteligentísim

o.

Another kick in the w

allM

iguel Ángel León G

ovea

Extraña es la línea que separa

a dos pedazos del mism

o pan.

Penoso

que donde termina un cam

po de golf

continúe el desierto.

Triste,

que el centro de Am

érica

sea lo contrario

a un punto de reunión.

Angustiante.

La frontierra de nadie

lo es ahora de un designo:

de un tuitazo que los mexicanos

debemos agregar al diccionario

de las afrentas y nacionalismos.

Porque no creemos la plegaria que dicta

“In God w

e trump”,

y que cada vez más países em

ulan

como si aprendieran a robar

el fuego de la soberanía.

No querem

os que Caronte

aumente su frecuencia

en las balsas del Bravo Suchiate.

No.

No querem

os

en ningún sentido

dar patadas de ahogado.