vida del clero secular durante la revoluci n mexicana)cidec.org.mx/vidadelclerosecular.pdf · el...

44
VIDA DEL CLERO SECULAR DURANTE LA REVOLUCIÓN MEXICANA (1910-1920) Dr. Carlos Francisco Vera Soto MSpS INTRODUCCIÓN El siguiente artículo es un resumen de la segunda parte del libro publicado en julio de 2010, titulado: En la brecha. Vida del clero secular durante la Revolución mexicana, Publicaciones Cidec – Sociedad Mexicana de Historia Eclesiástica. Se pretende darnos a conocer el estado en el que vivió el clero secular y la forma en que desarrolló su pastoral durante los años de la Revolución mexicana. Para ello utilicé la documentación conservada en el Archivo Secreto Vaticano, en especial de los informes Ad limina Apostolorum (1910-1921), que se detallan en la bibliografía. Usé otras fuentes como son los informes de la Delegación Apostólica en México a la Santa Sede, conservados en el mismo Archivo Secreto Vaticano. Aporto también los documentos concernientes al tema que se encuentran en el Archivo de la Sagrada Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios, conservado en la Torre Borgia; así como alguna documentación dispersa que se

Upload: hoangminh

Post on 10-Oct-2018

215 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

VIDA DEL CLERO

SECULAR DURANTE LA REVOLUCIÓN

MEXICANA (1910-1920) Dr. Carlos Francisco Vera Soto MSpS

INTRODUCCIÓN

El siguiente artículo es un resumen de la segunda parte del libro publicado en julio de 2010, titulado: En la brecha. Vida del clero secular durante la Revolución

mexicana, Publicaciones Cidec – Sociedad Mexicana de Historia Eclesiástica. Se pretende darnos a conocer el estado en el que vivió el clero secular y la forma en que desarrolló su pastoral durante los años de la Revolución mexicana. Para ello utilicé la documentación conservada en el Archivo Secreto Vaticano, en especial de los informes Ad limina Apostolorum (1910-1921), que se detallan en la bibliografía. Usé otras fuentes como son los informes de la Delegación Apostólica en México a la Santa Sede, conservados en el mismo Archivo Secreto Vaticano. Aporto también los documentos concernientes al tema que se encuentran en el Archivo de la Sagrada Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios, conservado en la Torre Borgia; así como alguna documentación dispersa que se

El clero durante la revolución mexicana

2

encuentra en proceso de clasificación en el Archivo de la Sagrada Congregación del Concilio, custodiada en la actual Congregación para el Clero. Así mismo utilicé las fuentes publicadas que influyeron en la vida del clero mexicano, como son: las Actas y Decretos del Concilio Plenario de América Latina.

Abordo el tema teniendo en cuenta los distintos aspectos que los ministros católicos tuvieron que enfrentar y sufrir: la inestabilidad causada por las leyes, las irrupciones de los ejércitos, la escasez de ministros, la formación permanente, su modo de entender la espiritualidad, en fin, su trabajo apostólico.

Conocer esta parte de nuestra historia se vuelve, cada vez más, una tarea prioritaria. Pretendemos despejar las incógnitas que nos planeamos al principio: ¿cómo vivió el clero secular durante los agitados años de la Revolución? ¿Qué cosas tuvo que enfrentar? ¿Estuvo a la altura de las circunstancias? ¿Pudo sobrevivir?

Deseamos que al concluir la lectura de este artículo, puedas encontrar luz en este periodo histórico sobre esta porción, minoritaria pero significativa, de ciudadanos que quedaron por obra y gracia de nuestras leyes, fuera de ellas.

El clero durante la revolución mexicana

3

LA SITUACIÓN DEL CLERO

1. En contexto revolucionario

La revolución mexicana, en sus distintas etapas planteó para todos los habitantes de la República verdaderos retos y convulsiones sociales nunca antes vistas. En este breve artículo no es posible detallar las etapas de la Revolución;

para ello invito a la lectura completa de la obra de la que es apretado resumen este artículo.1 La salida del país del general Porfirio Díaz, después de los levantamientos en su contra, abrió un paréntesis de esperanza democrática y de mejoras sociales que se concretaron en las elecciones de 1912 con los candidatos Francisco I. Madero y José María Pino Suárez, en medio del entusiasmo popular. Una vez elegido Madero, hombre idealista y animado de buenos propósitos, no supo mantener la cohesión necesaria para gobernar un

país en transición. Se vio jalonado por los reclamos de los antiguos privilegiados que pretendían no perder su status; por las presiones ejercidas desde los Estados Unidos, a través de su embajada, para que el nuevo gobierno siguiera concediendo a los ciudadanos estadounidenses las mismas concesiones que Díaz les había otorgado; y por las necesidades reales de una masa de pueblo sin instrucción, con salarios más que precarios condenados a llevar una vida miserable.

La promesa contenida en el número 3 del Plan de San Luis con el que Madero había triunfado, actuó como bomba de tiempo, pues prometía restituir tierras usurpadas por el gobierno anterior, creando grandes expectativas entre los indígenas y los campesinos. Pascual Orozco en el norte y Emiliano Zapata en el sur buscaron a través de las armas esas reivindicaciones.

1 Cf., Carlos Francisco Vera Soto, En la brecha. Vida del clero secular durante la Revolución Mexicana, Publicaciones CIDEC — Sociedad Mexicana de Historia Eclesiástica, A. C., México 2010, 231 p.

El clero durante la revolución mexicana

4

Parecía que el gobierno de Madero no daba gusto a nadie; los generales Bernardo Reyes, Félix Díaz y Manuel Mondragón orquestaron un golpe de Estado contra Madero; al ser descubierto, el propio Madero, precipitadamente nombró al general

Victoriano Huerta encargado de sofocarlo; pero Huerta, traicionando a Madero, tomó las riendas del poder y encarceló al presidente y al vicepresidente. Después de ser cobardemente asesinados, Huerta montó una farsa política en la que fue declarado presidente interino con el compromiso de convocar a elecciones generales. Este escandaloso hecho político, fue silenciado por todos; además el

gobierno de Huerta fue inmediatamente reconocido por casi todos los países, excepto por Estados Unidos, y por Argentina, Brasil y Chile, a petición del primero. El apoyo que el embajador de Estados Unidos, Henry Lane Wilson había dado a Huerta para derrocar a Madero, se vio obstaculizado por la antipatía y falta de interés del presidente Woodrow Wilson que prefirió apoyar a Venustiano Carranza por cuadrar a sus intereses económicos y políticos.

La rebelión de Carranza provocó, sobre todo en el norte, la adhesión de una chusma creciente que se fue transformando en ejército: él terminó aglutinando a todas las fuerzas surgidas en el norte del país que lo reconocieron como Primer Jefe. «México se había dividido en las dos opciones político-militares existentes: se era huertista o constitucionalista. El territorio nacional se volvió campo de batalla o “plaza militar” preciada bien para cuidarla o bien para arrebatarla al

enemigo».2 Los ejércitos del norte bajaron hacia las capital y

triunfaron arrastrando tras de sí un caos de destrucción y muerte. Carranza victorioso convoca a un Congreso constitucionalista en la ciudad de Querétaro que concluye con la promulgación de la Constitución Política de 1917, que por su acentuado liberalismo dejaba fuera a la

2 M. E. GARCÍA UGARTE, Génesis del porvenir. Sociedad y política en Querétaro (1913-1940), FCE, UNAM, Gobierno de Querétaro, México 1997, 22.

El clero durante la revolución mexicana

5

Iglesia católica. El gobierno de Carranza no duraría mucho. Fue asesinado en mayo de 1920. Con el gobierno del general Álvaro Obregón se inicia otra etapa en el devenir histórico del país.

2. El influjo del Concilio Plenario de América Latina3

En la mente y en el corazón de los prelados mexicanos, estaba presente la legislación prescrita por el Concilio Plenario de América Latina tenido en Roma en 1899, ya que la presencia del episcopado mexicano en dicho evento fue la más numerosa del subcontinente americano.

Las disposiciones disciplinares sobre los sacerdotes

Durante el tiempo que duró el Concilio estuvo presente, como una preocupación medular, la vida y la santidad del clero, puesto que los obispos creían que la reforma de los sacerdotes era sustancial para mantener la fe y la moral del pueblo. Tales empeños quedaron reflejados en todos los decretos conciliares pero en dos títulos especialmente: el Nº III, De las personas eclesiásticas y el Nº VIII, De la vida y honestidad de los clérigos.

En el tercer título. De las personas eclesiásticas

A los párrocos y vicarios parroquiales se les responsabiliza de la moralidad de los pueblos, para lo cual la Iglesia les confía la administración de los sacramentos,

3 Para el estudio del Concilio Plenario de América Latina, puede consultarse la siguiente bibliografía: F. CEJUDO, El primer Concilio Plenario de la América Latina. Estudio comparativo presentado en la Universidad de Ottawa en 1948, México 1961., E. CHÁVEZ, La Iglesia en México hacia el Concilio Plenario Latinoamericano 1896-1899, Facultad de Historia Eclesiástica de la Pontificia Universidad Gregoriana, Tesis nº 702, Roma 1986., F. MORANDO, Il Primo Concilio Plenario Latinoamericano, Università di Roma, 1980, Tesis inédita., D. PICCARDO, Historia del Concilio Plenario Latinoamericano (Roma 1899), Pamplona 1991., PONTIFICIA

COMMISSIO PRO AMERICA LATINA, Acta et decreta Concilii Plenarii Americae Latinae in Urbe celebrati, edición facsímil, Ciudad del Vaticano 1999., ——, Los últimos cien años de la evangelización en América Latina. Centenario del Concilio Plenario de América Latina, Simposio Histórico y Actas, Ciudad del Vaticano 2000., R. F. RUIZ SERNA, Vida y ministerio de los clérigos seculares según las actas y decretos del Concilio Plenario de América Latina, celebrado en Roma en el año 1899, Facultad de Historia Eclesiástica, Pontificia Universidad Gregoriana, tesis inédita, Roma 2000.

El clero durante la revolución mexicana

6

la predicación de la Palabra y el ejemplo de las buenas obras. Se recomienda ser especialmente solícitos con los enfermos y particularmente con quienes están en peligro de muerte; se exhorta al clero a administrar dichos sacramentos aun con peligro de exponer la propia vida. Se deben ocupar afanosamente de instruir a los feligreses en todo lo relativo a la fe y a la moral, predicando por lo menos los domingos y explicando el catecismo a los niños. Se recomienda al párroco conocer en lo posible a todos sus feligreses y hacer un censo. En cuanto a los vicarios parroquiales se les recuerda que están sujetos a las mismas obligaciones que los párrocos, pero en calidad de colaboradores, o sea sin jurisdicción4.

El octavo título. La vida y honestidad de los clérigos

Para el clero secular se recuerda que, quedan adscritos a una diócesis, obligados a residir en ella y están sujetos a su prelado. (631).

En cuanto a los sacerdotes enfermos y ancianos, la diócesis y el obispo deben proveer a su decente sustentación, para lo cual el ordinario hará una caja para reunir limosnas para este fin y dado el caso fundar una piadosa hermandad clerical. (636-638).5

Se manda que todos los clérigos, también los simples tonsurados, lleven el traje talar (639-641).6

El clero secular está obligado, según lo ha decretado la Iglesia sobre la vida, honestidad, cultura y doctrina de los clérigos y su obligación de evitar el lujo, los festines, bailes, juegos de azar y toda clase de crímenes y negocios mundanos;7

4 Cf., PONTIFICIA COMMISSIO PRO AMERICA LATINA, Acta et Decreta Concilii Plenarii Americae Latinae. In Urbe celebrati. Anno Domini MDCCCCIX, Roma 1999, ed. facsimil, 158-167.

5 Cf., Ibid., 353-357. 6 Cf., Ibid., 357-359. 7 Cf. Ibid., 360.

El clero durante la revolución mexicana

7

Para guardar el celibato y la castidad, deben abstenerse del trato frecuente con mujeres.

La mesa de los clérigos debe ser frugal, y deben ser cautos y parcos. Eviten cenas y convites con motivos de bodas y bautizos, si falta la sobriedad, se extingue en el sacerdote todo espíritu de santidad. Se prohíbe asistir a los espectáculos públicos, fiestas, bailes, tertulias, o asistir a teatros públicos y esto se extiende a las corridas de toros. (642-652).8

Se prohíbe a los clérigos dedicarse, bajo pecado grave, al comercio a nombre propio o ajeno. (653-654).9

Se recomienda cuidar las lecturas no sagradas. (655).10 El clero debe abstenerse de las cuestiones políticas y civiles y mucho menos de

tratarlas en el púlpito; pero eso no quiere decir que deban permanecer en silencio ya que están obligados a trabajar por el mayor bien de la religión, de la patria (656-657).11

En cuanto a la piedad que deben tener, los clérigos deben consagrar, por lo menos, media hora a la oración mental, celebrar cotidianamente la misa y visitar el Santísimo a menudo (658-659)12. Además se deben conservar y continuar las conferencias sobre materias teológicas y litúrgicas (660-672).13

8 Cf., Ibid., 359-365. 9 Cf., Ibid., 365-366. 10 Cf., Ibid., 367. 11 Cf., Ibid., 368. 12 Cf., Ibid., 372-374. 13 Cf., Ibid., 374-376.

El clero durante la revolución mexicana

8

Las preocupaciones de los padres conciliares

Los prelados participantes llegaban al Concilio Plenario con una buena carga de preocupaciones.14 Ellos representaban a un inmenso subcontinente casi incomunicado, a excepción quizá de México, Argentina y Brasil. Todos los países eran casi rurales, con un 70-80 % de población diseminada en los campos y en fragosa configuración geográfica. También un pueblo casi analfabeto. Socialmente persistía una enorme población sometida a una economía extractiva, agrícola y ganadera, pero en régimen de latifundio por lo que la gleba y el peonaje era muy numeroso. La concentración de la tierra era escandalosa en México, Guatemala y Bolivia; a excepción de México, no había prácticamente industria15. Los obispos mexicanos cargaban un historial a cuestas muy reciente: las Leyes de Reforma habían sacudido los cimientos de la sociedad con una sangrienta guerra.

Los motivos de los padres conciliares

Los obispos pusieron atención, como se ha dicho, especialmente en la renovación de la vida sacerdotal y religiosa. Comprendieron que los católicos en general y el clero en especial tenían una buena parte de responsabilidad de la situación a la que se había llegado16.

Había pues que trabajar en lo medular; a eso se debió que el Concilio Plenario de América Latina, buscara una renovación de la vida de los sacerdotes y de las órdenes religiosas.

Los obispos creyeron que los sacerdotes seculares, al tener que vivir en lugares frecuentemente apartados de la sede episcopal, en grande soledad y aislamiento, al menos de sus otros hermanos sacerdotes, serían «cuidados» a través de estas normas que recogían la sabiduría de muchos siglos. Además, el Estado se muestra decidido a realizar su tarea social prescindiendo de la Iglesia, o aún más, enfrentándose abiertamente con ella. La posibilidad de diálogo y

14 PONTIFICIA COMMISSIO PRO AMERICA LATINA, Acta et Decreta Concilii Plenarii Americae Latinae. In Urbe celebrati. Anno Domini MDCCCCIX, Roma 1999.

15 Ibid., [9]-[16]. 16 Ibid., [26]-[27].

El clero durante la revolución mexicana

9

comprensión entre estas dos instancias se irá alejando paulatinamente hasta convertirse, como en el caso mexicano, en una guerra sin cuartel.

La experiencia del Concilio prestó nuevos bríos y renovado interés a las tareas pastorales de los obispos, especialmente en lo concerniente al clero secular. Los primeros años del siglo XX, en medio de las luchas revolucionarias, serán testigos del esfuerzo que hicieron los obispos al tratar de poner en práctica las normas anteriores.

2. Los informes de las visitas ad Limina sobre el clero mexicano

Como anteriormente se enuncia, las fuentes primarias de información sobre lo que vivió el clero, provienen de las visitas ad Limina Apostolorum, principalmente. Atendiendo pues a estos criterios, haremos el análisis del clero mexicano durante ese periodo. Para organizar el trabajo y facilitar la revisión, dividiremos el país en tres grandes zonas, en el norte las diócesis de Sonora, Chihuahua, Sinaloa, Tepic, Durango, Saltillo, Linares, Tamaulipas y Zacatecas. En el centro, Guadalajara, Aguascalientes, San Luis Potosí, Colima, Michoacán, Tacámbaro, Zamora, León, Querétaro, México, Cuernavaca, Huejutla, Veracruz, Puebla, Tulancingo y Papantla. En el sur, las diócesis de Chilapa, Antequera, Tehuantepec, Tabasco, Chiapas, Campeche, Huajuapam y Yucatán.

El clero durante la revolución mexicana

10

En este artículo, pondremos como ejemplo algunos datos de las diócesis de la zona anunciada y una conclusión. Para conocer la información de cada diócesis invitamos a consultar la obra completa.

1. Las costumbres del clero

En el Norte

Zacatecas

En la diócesis zacatecana, el obispo Miguel María de la Mora, informaba que en general las costumbres de su clero eran edificantes, «sin embargo no faltan seis o siete díscolos y cuatro o cinco de costumbres corruptas que hacen la cruz del obispo.»17 Pero los demás celebraban el culto, tenían una piedad y una doctrina, así como un celo por las almas, excelente. En Zacatecas como en otras diócesis la confesión para los sacerdotes se prescribía semanaria o quincenalmente, cosa que el obispo recomendaba a todo su clero, ya sea con admoniciones personales o por escrito o aun en exhortaciones personales:

…pero a causa de las grandísimas distancias no es raro que estos sacerdotes olviden esta saludable costumbre, por lo que está en la mente del ordinario ofrecer el siguiente medio, el cual, queda como es natural, humildemente sujeto a la aprobación de la Santa Sede: enviar a cada sacerdote un registro confeccionado por varias hojas separables en el que puedan escribir el día y el mes en el cual han recibido la confesión de algún sacerdote, así como el nombre de dicho sacerdote. Dichas hojas serían enviadas a la curia en tiempo determinado, donde serán sometidas a examen, y si hay lugar se harán las debidas moniciones.18

Las diócesis del norte estuvieron aquejadas de una realidad incuestionable: su

vasta geografía, accidentada, con difíciles y lejanas comunicaciones, su pobreza de infraestructura, su clero escaso y con poca oportunidad de tener una formación permanente. Se debe agregar otra nota que agudizó la primera; la escasez del clero que en estas latitudes adquirió el superlativo de escasísimo. Este fenómeno causó

17 SCCRVA, en ASV, Zacatecen (Zacatecas), F. 955, 1915, 9. 18 Ibid.

El clero durante la revolución mexicana

11

una de las llagas que han lastimado al clero diocesano de todos los tiempos: la soledad. El sacerdote lejos del obispo y lejos de otros sacerdotes. Lejos del gremio con quien identificarse, planificar, contrastar y por qué no, descansar y divertirse. Esta carencia fue sustituida por la antiquísima e inveterada tradición de vivir con sus familiares, que expresamente prohibía el Concilio Plenario de América Latina, y del cual, se hizo caso omiso, ante la fuerza de la realidad. Los mismos obispos se veían obligados a vivir con parientes, aun cuando entendieran la bondad de la norma, pero sintiendo que era impracticable.

Los problemas característicos de las diócesis del norte, sobre todo las que hacían frontera con Estados Unidos, pasaban invariablemente por la lucha contra la fuerza económica de los protestantes que podían disponer de buenas infraestructuras, buenas organizaciones y pujantes medios para hacer proselitismo.

Y quizá la llaga más sensible sería, sin duda alguna, la contienda civil en la que el pueblo se vio envuelto. Había guerrillas, asaltos, robos, violaciones a los derechos de la Iglesia, rapto de jovencitas, injurias directas al estado clerical, miedo, inseguridad. Podríamos preguntarnos sobre lo que esto significó psicológicamente para cada sacerdote en particular. El contexto exigía una heroicidad que no siempre es dada a todas personas. Mantener la caridad a todo trance, el servicio y la entrega incondicional. A esto se agrega que, cualquier palabra dicha en torno a la revolución era vista como una traición a la patria.

Las costumbres buenas del clero, consistían sobre todo en el amor y entrega a su ministerio pastoral: buena conducta, obediencia al obispo y al sumo pontífice, preparación de los sacramentos, generosidad con pobres y enfermos, abnegación, piedad, caridad fraterna con los demás sacerdotes, vestido decoroso, lecturas propias. En resumen amor a lo que la Iglesia, a través de su obispo ordinario, les había entregado.

En cambio, las costumbres torcidas, según emerge de los documentos alcanzan acentos de los elencos paulinos: ociosidad, lujuria, adulterio, negocios inconvenientes, ebriedad, falta de celo, avaricia, abuso del poder, amor al dinero, asistencia a bailes y espectáculos, vestido indecoroso, alejamiento de la confesión, lecturas peligrosas.

Hubo, como es natural, sacerdotes que se movieron en las dos partes; pero, según la documentación, son menos los que los obispos detectaron que tuvieron

El clero durante la revolución mexicana

12

conducta negativa. Sin embargo es importante observar que entre 30 sacerdotes, cinco en esas condiciones tan deficientes fueron multitud.

En este tiempo de plena revolución y contiendas, los sacerdotes mexicanos, especialmente los de las diócesis norteñas, se movieron en esta geografía del desastre, aislados, con malos caminos, inseguros, lejos de todo. Es consecuente pensar que, en ánimos apocados, se sucumbe con facilidad a las tentaciones. O dicho de otra manera, parece que es más comprensible caer en un cuadro tan agitado y convulso que en una época de paz y bonanza.

En el centro

México

De la arquidiócesis de México, es fundamental destacar el informe final que hizo el delegado Tommaso Boggiani al salir de México, al comenzar el año de 191419: Y el juicio del delegado, sobre las costumbres del clero mexicano, era el siguiente: «En cuanto al clero, la disciplina eclesiástica y la moralidad, por un conjunto de causas mexicanas (leyes de reforma, carácter indio, clima y costumbres), es en general muy relajada. Será quizá difícil obtener todo aquello que se debería en esta materia; pero ciertamente se podría hacer y obtener más.»20 Su juicio no es nada benevolente ya que dice:

Deteniéndome en especial sobre el clero de la capital, donde yo siempre viví y donde me fue más fácil conocer el verdadero estado de las cosas, debo decir que la falta de disciplina eclesiástica es suma. Con el pretexto de las leyes que prohíben al clero el llevar en público la vestidura talar, se viste, por la gran parte de los sacerdotes, completamente de seglares, se va a los toros, a los teatros, a los cinematógrafos y a cosas peores. El prelado no muestra ninguna energía en corregir estos graves abusos.21

19 T. a. (Italiano). Rapporto finale di Mons. T. Boggiani. Del. Apco. al Messico negli anni 1912-1913. New York, 12 febbraio 1914. ADAM, en ASV, México, B. 19, F. 88, 1914, 123.

20 Ibid., 123. 21 Ibid.

El clero durante la revolución mexicana

13

En contraste, el arzobispo de México, José Mora y del Río informaba en 1914 que las costumbres de su clero, que ascendía a 620 sacerdotes, eran honestas y recomendables y que todas las cosas y cada servicio a ellos encomendado, solían cumplirlo convenientemente. El obispo aseguraba que la doctrina sacerdotal era por lo general recta; solían entregarse al

verdadero estudio; sostenían la fe y las costumbres del pueblo, corregían a los desviados y ellos mismos cultivaban la piedad, especialmente hacia el Santísimo Sacramento y hacia la Virgen de Guadalupe; eran adictos y obedientes tanto al obispo como a la Sede Apostólica, de la que se mostraban adictísimos. Todos los clérigos solían usar un vestido decente y aprobado por el mismo obispo, sin embargo, en sus casas, en la curia o cuando se presentaban delante del obispo usaban la vestidura talar. Hasta donde el arzobispo podía saber, aseguraba que sus sacerdotes se confesaban al menos una vez al mes y cada dos años hacían los ejercicios espirituales con los padres jesuitas. Cuando el arzobispo tenía que advertir algo, no lo hacía en común sino en particular.22

El arzobispo de México decía que en su arquidiócesis no había sacerdotes ociosos, excepto aquellos que aceptaban celebrar a destiempo, y que pertenecen a naciones extranjeras «principalmente españoles que celebran misas a medio día y reciben píngües estipendios y así llevan una vida satisfecha y obteniendo un sustento suficiente, rechazan cualquier otro tipo de trabajo.»23

En la siguiente relación, correspondiente a diciembre de 1920, el mismo arzobispo constata que todo el clero de su arquidiócesis, durante la persecución religiosa de 1914, se vio obligado a usar hábitos laicos para esconderse y a causa de la pobreza algunos se metieron en una actividad de comercio, para que no les faltase el sustento.24 Y hace una observación muy interesante de la conducta del clero ante una tentadora propuesta de independencia eclesiástica; intento que hizo el Estado para utilizar a la Iglesia para sus propios fines:

La obediencia y la reverencia hacia la Sede Apostólica viene lealmente observada por todos los clérigos. Es más, ya que en estos últimos tiempos de persecución religiosa en nuestras regiones la Autoridad Civil busca hacer independiente al clero nacional de la Sede Apostólica, propiamente ninguno de los clérigos, ni directamente, ni

22 T. a. (Latín). Cf., SCCRVA, en ASV, Mexican (México) F. 507, 1914, 19-20. 23 Ibid., 27. 24 T. a. (Latín). Cf., SCCRVA, en ASV, Mexican (México) F. 507, 1920, 29.

El clero durante la revolución mexicana

14

indirectamente ha secundado tal separación, sino que la misma ha sido vigorosamente rechazada por todos.25

Ante una acusación recibida en Roma contra el arzobispo de México se

consultó a Monseñor Orozco y Jiménez, arzobispo de Guadalajara quien observa con crudeza:

Agrego que la caridad del Arzobispo de México es recomendable al recibir a estos sacerdotes advenedizos de España, los cuales, en todo tiempo y en todas las diócesis, dan mucho quehacer. […], llegan, como todos los españoles, con aires de conquistadores, queriendo y exigiendo aun con maneras sumamente incorrectas e irreverentes, los primeros puestos; quieren hacer su propia voluntad y lo peor es que manifiestan abiertamente que otra cosa no buscan que el dinero, por lo tanto es que a ellos les falta absolutamente el celo por la salvación de las almas. […], siendo que ordinariamente tienen malas costumbres.26

Monseñor Orozco denunciaba que «la Revolución encontró ayuda en muchos sacerdotes españoles, algunos de los cuales obtuvieron también grados militares en el ejército revolucionario.»27

Las diócesis del centro de la República mexicana, generalmente hablando, eran más ricas y sin el agudo problema de la escasez de clero, que sufrían las diócesis norteñas; tradicionalmente se había contado con buenas iglesias, casas episcopales, colegios, hospitales y otros edificios que permitían un trabajo mejor organizado y de más impacto social que en el norte o en el sur. En cuanto a la preponderancia, o sería más propio decir, hegemonía, de la ciudad de México, ha sido un complejo problema que ha envuelto a toda la nación a lo largo de su historia. Dicha metrópoli ha ejercido su centralidad histórica con severidad; como España la ejerció sobre sus colonias, o como la ejerció el pueblo azteca sobre sus numerosos vecinos. Esto tuvo su efecto a la hora que evaluaban e informaban los delegados del Sumo Pontífice. Hablaban de la ciudad de México, como si hablaran de todo el país; ni siquiera tomaban en cuenta la realidad del arzobispado de México al completo,

25 Ibid., 30-31. 26 T. a. (Italiano). Carta del arzobispo de Guadalajara al Santo Padre, fechada en Roma el 13 de

septiembre de 1924. Ibid., s. p. 27 Ibid., s. p.

El clero durante la revolución mexicana

15

heterogéneo de por sí. Así por ejemplo el conflicto entre el arzobispo de México, Mora y del Río y el delegado Boggiani, acarreó la visión de un «clero mexicano» deplorable. Un aspecto reiterativo en la documentación analizada es la presencia conflictiva del clero español, «con aires de conquistadores» «exigiendo los primeros puestos»; clero que vio con buenos ojos la revolución y no dudó en apoyarla cuando tanteó la posibilidad de sacar ventaja de ello. Los obispos parecen contrastar las agudas diferencias con el clero local y los llegan a llamar «advenedizos». En las diócesis del centro, se puedan percibir matices en la problemática, distintos a los del norte: más luchas de poder y división del clero; bandos y celos entre personalidades eclesiásticas relevantes, competencias y conflictos que traspasan la curia; sacerdotes con tendencia a acomodarse o burocratizarse. Tal vez un motivo para generar dicha problemática, —suponemos— era la mayor concentración de clero.

Finalmente, el conflicto generalizado de la vivienda; tampoco aquí, con más recursos económicos era posible planearse una solución diferente a la práctica impuesta por la costumbre. Y así, se generaron otros problemas que traía aparejado el vivir con familiares, como aquellos donde la madre del párroco, o la hermana solterona del mismo, generalmente de agrio carácter, es la dueña y señora de la situación parroquial con la consabida molestia e impotencia de los feligreses. Juntar a dos familias con estos presupuestos, en la práctica resultó imposible.

En el sur

Campeche

En Campeche, también durante el agudo periodo de persecución carrancista, el obispo Vicente Castellanos Núñez, agobiado por la persecución, mandó un breve informe de su «pobre diócesis de Campeche.»28 En medio de las ingentes

28 Desde su escondite en Veracruz, el obispo de Campeche escribe a la Santa Sede el 22 de noviembre de 1914, pidiendo ser eximido de hacer la visita pastoral y aún más de observar los requisitos curiales de forma para la documentación enviada. (El original en español): «Como desde el mes de septiembre próximo pasado, estoy fuera de mi Iglesia, sin residencia fija, andando siempre a escapar de la funesta acción de los revolucionarios, que son ante todo perseguidores encarnizados de nuestra Sacrosanta Religión; he carecido de medios necesarios para que el documento aludido que acompaño, vaya autorizado con la condiciones ordinarias de

El clero durante la revolución mexicana

16

necesidades causadas por la enormidad del territorio diocesano y la escasez del clero, el obispo decía que: «Para mantener y fomentar en los sacerdotes el espíritu de piedad y fervor, ha quedado establecido que todos, año por año, hagan un retiro espiritual de 8 días, que tengan sus conferencias teológico-litúrgicas cada mes y cada dos meses un retiro espiritual de medio día.»29

Pero la noticia más grave era que no se podía hablar ni siquiera de cómo se encontraba el clero de dicha diócesis ya que:

Por desgracia, días antes, el 22 de Septiembre (1914), lograron entrar los constitucionalistas en Campeche, y a su entrada destruyeron el edificio hasta el grado de desbaratar sus cimientos; y después de consumada esa obra de destrucción, me desterraron con todo mi Clero, sin darnos siquiera cinco minutos para llevar con nosotros las cosas más precisas.30

Para el año de 1921, el mismo obispo, Vicente Castellanos, informaba en una

breve relación que todos los clérigos de su diócesis eran párrocos, pues ¡sólo eran doce! y vivían honestamente. Eran obedientes con su obispo y también a la Sede Apostólica; en esta materia no había deficiencias; se informaba que aquí no había sacerdotes que viviesen ociosos.31 Poco tiempo libre podrían tener los doce sacerdotes de esta vastísima diócesis.

En las diócesis del sur de la República, se advierte una mayor penuria económica y humana; la carestía de ministros se vuelve angustiante. Los pocos sacerdotes que había en estas grandes y selváticas extensiones, tuvieron que vivir con agobio su trabajo pastoral en medio de climas insalubres y comunicaciones más que deficientes

Y otra vez la nota reiterada del clero español que desentona en todas las diócesis por lo que no cabe más que pensar que ese grupo era la hez social y eclesiástica de España; estos curas coqueteaban con la vida y costumbres militares y algunos aprovechaban las oportunidades de hacer negocio y enriquecerse.

La revolución afectó no sólo las prácticas habituales que el clero tenía sino que vino a cambiar de raíz un equilibrio más o menos aceptable; si el trabajo era

cancelación oficial y demás requisitos curiales.» (SCCRVA, en ASV, Campecoren (Campeche) F. 148, 1914, 1-2).

29 Cf., Ibid., III-IV. 30 Cf., Ibid., VII. 31 Cf., SCCRVA, en ASV, Campecoren (Campeche) F. 148, 1921, 4.

El clero durante la revolución mexicana

17

numeroso, con las guerras intestinas y la expulsión de los ministros extranjeros, se volvió complejo de realizar, peligroso y por supuesto más abundante.

Es preciso no fijarse sólo en los defectos y acentos negativos; en los intrincados sucesos que ocurren en una contienda, brilla también con mayor intensidad, la fidelidad de los que se mantuvieron en el servicio a sus hermanos, y quisieron permanecer en sus puestos a pesar de los peligros; y esos fueron la mayoría.

3. Principales dificultades que tuvo que afrontar el clero

En el norte

Saltillo

En la diócesis de Saltillo, vastísima también a causa de sus 165,099 kilómetros cuadrados, el obispo informaba en 1914, que los sacerdotes tenían que enfrentar el indiferentismo religioso de la gran mayoría de los habitantes y el desprecio hacia los clérigos y el culto divino de parte de las autoridades civiles.32 La diócesis sólo contaba con treinta sacerdotes seculares, carecía de capítulo catedral y no tenía vicario general.33

En la relación de 1920, muy breve, los tonos eran aún más angustiosos: «La guerra no permitió al Ordinario permanecer en su diócesis por más de cuatro años.»34 Por ese mismo hecho, el clero no tuvo ejercicios espirituales; por falta de sacerdotes hubo cuatro parroquias sin atender y además, todas las escuelas católicas fueron destruidas.35 Y aún más:

Todo quedó destruido. Las parroquias quedaron en gran número vacantes, ya porque unas estaban servidas por sacerdotes extranjeros [sic] que tuvieron que emigrar, ya porque se murieron algunos de nuestros nacionales. El Seminario quedó suprimido… Los Hermanos que tenían a su cargo más de 800 niños tuvieron que emigrar… Las Hermanas fueron arrojadas de su casa y del Estado…36

32 T. a. (Latín). Cf., SCCRVA, en ASV, Saltillen (Saltillo) F. 712, 1914, 1. 33 Cf., Ibid., 2. 34 « T. a. (Latín). SCCRVA, en ASV, Saltillen (Saltillo) F. 712, 1920, 2. 35 Cf., Ibid., 2-3. 36 A la brevísima relación latina, el obispo anexó un informe en español. (Ibid., anexo, 1).

El clero durante la revolución mexicana

18

En el centro

México

En la arquidiócesis de México, el arzobispo,37 a causa de la contienda civil, no pudo realizar la visita pastoral, y esto se prolongaba ya por tres años.38 Los párrocos debían vivir sólo del derecho de estola; pero en general –se informaba– podían subsistir decorosamente.39

Para la siguiente relación de 1920, el arzobispo de México se lamentaba que a causa de los desórdenes públicos y de «persecuciones personales» en las que participan los enemigos de la Iglesia, fue obligado a exiliarse por cuatro años.40 La «Gaceta Oficial», órgano de comunicación de la arquidiócesis, fundada en 1900, fue suspendida durante los desórdenes políticos.41 «Por lo que respecta a las desviaciones contra la fe que se insinuaron en el ánimo de los fieles, se pueden citar el Liberalismo, el Positivismo, el Teosofismo y el Espiritismo. Afortunadamente no existe entre nosotros el flagelo del Modernismo.»42

En el sur

Antequera

En Antequera, pocas noticias aportaba en 1920 su obispo monseñor Gillow; le parecía que en ese momento la arquidiócesis estaba en equilibrio ya que:

Mientras, en efecto algunas cosas van peor, otras en cambio van mejor. Si efectivamente por una parte ha crecido, y ásperamente, la excesiva licencia e impiedad, también por otra parte, crece y se refuerza la religión; y parece que exista una cierta propensión, facilidad y disponibilidad, aunque sea lejana, pasada la actual agitación, a tender a mejorar.43

37 El arzobispo José Mora y del Río 38 T. a. (Latín). Cf., SCCRVA, en ASV, Mexican (México) F. 507, 1914, 15. 39 Cf., Ibid., 25. 40 T. a. (Latín). Cf. SCCRVA, en ASV, Mexican (México) F. 507, 1920, 15 41 Cf. Ibid., 16. 42 Ibid., 10. 43 T. a. (Latín). SCCRVA, en ASV, Antequeren (Antequera) F. 55, 1920, 1.

El clero durante la revolución mexicana

19

Es fácil comprender cuánto debe haber sufrido la vida cristiana, y cuanto se necesitará también sólo para reparar el daño que la religión ha sufrido bajo todo aspecto, moral y material. Las diócesis que más sufrieron [a causa] de la revolución son las de Chihuahua, de Sonora, de Sinaloa, de Saltillo, de Durango, de Zacatecas, de Tamaulipas, de Cuernavaca, de Chilapa, de Veracruz, de Linares, de Tulancingo y una parte del arzobispado de México y el de Puebla.44 Con estos datos podemos comprender a los obispos quienes, desde el

comienzo de las revueltas, las habían mirado con aprensión y desconfianza. Por eso, cuando se desató la furia de la revolución, sintieron que se deseaba aniquilar a la Iglesia. No es extraño pues que, desde los ámbitos eclesiásticos, se hablara de una persecución religiosa, y que no usaran eufemismos a la hora de catalogarla. Los constitucionalistas respondieron con nuevos actos de represalia. Nos podemos preguntar cómo hacían esas masas de campesinos y obreros, de gente sin oficio ni beneficio que se enroló en las armas, con su profunda religiosidad. Cogieron las armas y atacaron a sus iglesias, sus pastores y sus santitos; no se pude calificar todo esto sino de kafkiano o surrealista. Saquean las iglesias y se llevan las imágenes a sus casas para encenderles su veladora y encomendarse a su protección contra todo peligro; gritan «muera don Clero» y también: «vivan los padrecitos». ¿Fue todo esto anticlericalismo? Muy probablemente no. El anticlericalismo quizá pertenecía a otros estratos sociales o culturales. Sin embargo, la revolución resultó una hidra enfurecida para el orden establecido, injusto y petrificado si se quiere, pero muy lejana a esos románticos murales que podemos ver en muchos edificios públicos de nuestro país, después de que se tejió el mito dorado de su canonización. La lista de los percances es larga y enjundiosa; para el clero resultó perturbadora: la cárcel para obispos y sacerdotes; la ausencia de los primeros y la necesidad de gobernar a través de vicarios; la expulsión de los sacerdotes extranjeros con el necesario abandono de parroquias; la pobreza de la gente por las alteraciones en las siembras y el comercio, por ende, la pobreza de la Iglesia. La destrucción de obras de arte religioso: edificios, pinturas, esculturas, vasos sagrados; de obras de carácter cultural: gabinetes científicos, bibliotecas y

44 T. a. (Italiano). Rapporto finale di Mons. T. Boggiani. Del. Apco. al Messico negli anni 1912-1913. New York, 12 febbraio 1914. ADAM, en ASV, México, B. 19, F. 88, 1914, 121.

El clero durante la revolución mexicana

20

archivos; la confiscación de edificios pertenecientes a la Iglesia: casas episcopales, colegios, seminarios, casas de ejercicios. Alteración de las prácticas eclesiásticas habituales: ejercicios espirituales, conferencias, retiros, confesiones. Supresión de seminarios y dispersión de seminaristas y profesores; pérdida de vocaciones. Supresión de la vida religiosa femenina y masculina, de las visitas pastorales episcopales, de los órganos eclesiásticos de comunicación habitual, de las misiones populares. Injurias y burlas contra los sentimientos religiosos de la población. Enfrentamientos entre los civiles y los militares por defender los templos. Leyes tiránicas y absurdas; disminución de la población civil; desleal propaganda socialista y anárquica, con menosprecio de los valores cristianos; trabajo abrumador para los sacerdotes a causa del abandono de las parroquias; grandes distancias que recorrer en caminos intransitables. Epidemias de gripe y tifo que diezman la población.

Las cuentas de las guerras son siempre así; daños por todas partes y para todos. Cuando se iniciaron las primeras revueltas, los que las comenzaron pensaron quizá que serían breves y asépticas, pero, en esas cuentas ideales y apriorísticas, siempre se equivocan; eso nos enseña la historia. No deja de ser un milagro que después de tanto caos los obispos pudieran constatar que: «Reina la fe y la piedad en el pueblo»; «el pueblo se preserva fiel en su fe».

4. La formación permanente y el sustento del clero

La formación permanente

Con este título designaremos los medios que los obispos usaron para mantener a su clero formado. Realmente en México hubo un elemento único y general: el prescrito por el Concilio Plenario de América Latina en el título VIII, capítulo VIII, llamado De las Conferencias Teológico-Litúrgicas.45 Estas fueron utilizadas por todos los obispos de México para mantener al clero ágil en cuanto a las cuestiones morales y litúrgicas que más preocupaban en esos momentos.

45 El capítulo VIII, siguiendo la traducción oficial del latín dice: «667. Para conservar el conocimiento de las ciencias sagradas, y fomentarlo y aumentarlo con la continua práctica, sirven muchísimo las conferencias sobre materias teológicas y litúrgicas...» (Acta et Decreta Concilii Plenarii Americae Latinae in Urbe celebrati. Anno Domini MDCCCXCIX, ed. facsímil, 374-376).

El clero durante la revolución mexicana

21

También, el Código de Derecho Canónico de 1917 reforzaba la prescripción para todos los sacerdotes seculares, en tres líneas: a. No abandonar los estudios sagrados. b. Sufrir un examen anual de las principales ciencias sagradas, al menos durante los tres primeros años de ordenados; esta ley fue una novedad introducida por el Código. Y c. Las conferencias o colaciones litúrgico-morales que continuaban la tradición tridentina inaugurada por san Carlos Borromeo.46

Y así lo confirman los informes de los obispos:

Durango

En Durango: «Todos los meses tienen lugar en el arzobispado y en las parroquias conferencias eclesiásticas sobre la Teología Moral y sobre la Sagrada Liturgia y así es promovido el estudio de los sacerdotes. Tales conferencias son presididas por el Ordinario o por uno de los Capitulares.»47

Michoacán

En la arquidiócesis de Michoacán, monseñor Leopoldo Ruiz y Flores informaba que las colaciones fueron interrumpidas por causa de las perturbaciones públicas y que el clero joven se confiaba a los mejores sacerdotes párrocos. Además, los sacerdotes recién ordenados debían hacer un examen anual el primer quinquenio.48

Estos fueron los sencillos medios, en todas las diócesis mexicanas, que se

utilizaron para mantener vivo el interés por el estudio de la teología en el clero; medios que los obispos juzgaron como eficaces y que arrojaron según la propia valoración de los prelados, un fruto no escaso. Al parecer, la mayoría de los sacerdotes de este periodo — según el criterio de sus propios obispos— poseían una instrucción suficiente, para sostener su apostolado: la predicación dominical,

46 Código de Derecho Canónico y legislación complementaria, Madrid, MCMLVII, 55-56. 47 T. a. (Latín). SCCRVA, en ASV, Duranguen (Durango) F. 301, 1913, 5. 48 T. a. (Latín). Cf., SCCRVA, en ASV, Morelien (Michoacán) F. 537, 1920, 18.

El clero durante la revolución mexicana

22

la administración de los sacramentos, la asistencia a los enfermos, los funerales, el catecismo de los niños…49.

Otro factor que no ayudó a mantener al clero bien formado fueron los libros, puesto que la mayoría de ejemplares editados sobre temas eclesiásticos, venían de Europa, eran caros y difíciles de conseguir.

El sustento del clero

En cuanto a la manera de encontrar el sustento para el clero, el Concilio Plenario de América latina, no dedicó un apartado especial a este renglón; solamente recordaba que las oblaciones de los fieles, que eran la fuente más antigua de la renta eclesiástica, prestaban socorro temporal para la sustentación de los ministros de la Iglesia.

Debe pagarse a los párrocos los derechos de estola, establecidos con pleno derecho y conforme con laudables costumbres, con ocasión de ciertas funciones sagradas, como el bautismo, el matrimonio o el entierro. Por otro lado, se obra mal al exigirlos a los verdaderamente pobres, y causa sumo escándalo cuando, con grave daño de las almas, se arrancan con amenazas de diferir el bautismo o el matrimonio, o se cobra al antojo del cura, por sagradas funciones libres de todo gasto, violando así las prescripciones canónicas.50

León

En León, el clero vivía de las limosnas que daban generalmente los fieles por las misas y por otros ministerios espirituales o de los beneficios eclesiásticos que permitían tener un sustento honesto.51 Y los sacerdotes pobres, enfermos o ancianos vivían de una participación alícuota del subsidio de los ministerios parroquiales y de las entradas de los diezmos.52

49 Para este tema, ver mi trabajo: Carlos Francisco Vera Soto, La formación del clero diocesano durante la persecución religiosa en México 1910-1940, Col. Bibliotheca Mexicana 18, Universidad Pontificia de México 2005.

50 Acta et Decreta Concilii Plenarii Americae Latinae in Urbe celebrati. Anno Domini MDCCCXCIX, ed. facsimil, T. XIII, III, 472.

51 Cf., SCCRVA, en ASV, Leonen (León) F. 438, 1914, 11. 52 Cf., SCCRVA, en ASV, Leonen (León) F. 438, 1920, 4.

El clero durante la revolución mexicana

23

Para sustentar sus necesidades materiales, el clero «de a pie» no tuvo otro medio que «el derecho de estola», calificado por muchos obispos como «incierto» y no les faltaba razón, puesto que las guerras, lo primero que producían era un abandono del campo, con el quiebre de la economía y las consecuentes hambrunas. Los párrocos y sus vicarios vivían pues de la administración de los sacramentos, de los donativos en «especie» y de los funerales y entierros. Para

evitar abusos los obispos tenían la obligación de tasar cada servicio eclesiástico a

esto se llamó «arancel». Pero también aquí es necesario hacer evidente una realidad que no nos deja de admirar; a pesar de las carestías, la pobreza en todos sentidos, los sacerdotes tuvieron siempre lo necesario para una vida decorosa; esto gracias a los feligreses, a su generosidad y a su fe.

5. Otros aspectos importantes.

La santidad del clero

En casi todas las diócesis que hemos recorrido, es cierto que «generalmente» las costumbres de los sacerdotes eran buenas, la vida clerical, honesta; pero también, casi siempre, hay algunos, dos o tres, cinco o seis, en cada diócesis que no llevaban una vida de acuerdo a su ministerio sacerdotal. Parece adivinarse que algunos clérigos «aprovecharon» las revueltas civiles para llevar una vida «non

sancta». Se sabe que algunos se dieron a los negocios, que otros, hacían caso omiso de su obispo y también que no cumplían con su ministerio ateniéndose a la ley del mínimo esfuerzo; que cobraban estipendios más altos que los permitidos, y que algunos otros se deban al alcohol o que tenían mujer.

Monseñor Leopoldo Ruiz y Flores, que tuvo un papel tan importante en la vida eclesiástica mexicana de, cuando menos, los primeros treinta años del siglo XX, estuvo siempre preocupado por la vida santa y digna de su clero; rasgo que compartió, con otros obispos de su tiempo.53.

53 Monseñor Leopoldo Ruiz y Flores, estuvo ligado por una estrecha amistad a monseñor Ramón Ibarra y González, a monseñor Luis María Martínez, a monseñor Emeterio Valverde y Téllez, a monseñor Maximino Ruiz, a la señora Concepción Cabrera de Armida, al padre Félix Rougier fundador de los Misioneros del Espíritu Santo, del cual fue director espiritual, y a otros personajes que trabajaron por la reforma y santidad del clero, especialmente a través de las Obras de la Cruz y de una corriente sacerdotal que dio un nuevo impulso a la piedad y solidez espiritual en la vida de una parte del clero mexicano.

El clero durante la revolución mexicana

24

En 1913, el 17 de febrero, monseñor Ruiz escribía al entonces delegado apostólico, Tommaso Boggiani, con motivo de los sangrientos hechos de La

Ciudadela. Al cabo de pocos días, serían asesinados Madero y Pino Suárez; en su carta le decía lo siguiente:

A mi juicio, Monseñor, necesitamos los sacerdotes desagraviar muy de veras a Ntro. Señor, emprendiendo una reforma de nuestra vida de ministerio fundada en la reforma interior de cada uno. Esto se conseguirá más fácilmente con una reunión de todos los Obispos o siquiera de los Arzobispos, que podría irse preparando para celebrarse en tiempo oportuno, es decir, luego que se vea algo consolidada la paz. Podríamos concretarnos en esa reunión a promover la santificación del Clero, de la cual, por si, saldrá todo lo demás.54

Más datos sobre este tema, los encontramos en la correspondencia cruzada

entre dos obispos: Los pueblos están deseosos de clero celoso, el que por desgracia, no es la totalidad del que tenemos, pues no faltan los que se olvidan de las obligaciones del sagrado ministerio, ni los que se valen de él para ser lobos de la grey y hacen mal grande entre las almas...55

Es indudable que el clero fue afectado por tantos años de lucha armada y por

la lejanía de los obispos: acosados por las autoridades civiles, teniendo que trabajar en la clandestinidad, disfrazados, desprestigiados por la prensa y la opinión oficial. Todo esto acarreó un debilitamiento del ideal sacerdotal y era frecuente el desaliento y la pérdida de interés por el trabajo pastoral. Esto se volvió aún más grave en el medio rural, por el aislamiento, las distancias, los roces con las autoridades locales, la pobreza y, en varios casos, la total falta de respeto a su dignidad personal y aún el peligro de la muerte violenta.

La escasez del clero

Como hemos ido viendo, en muchas diócesis resulta evidente que la cantidad de ministros era insuficiente. Ninguna arquidiócesis o diócesis se declara «completa» cuando de número de sacerdotes se trata. La misma falta de

54 La carta manuscrita escrita en español. ADAM, en ASV, Messico, B. 24, F. 75, Michoacán 691/13, 1913, 81-82.

55 Carta de José Mora, obispo de León, a Juan Herrera, obispo de Tulancingo, datada en León, Guanajuato., el 25 de agosto de 1908. AHAM, Correspondencia Herrera y Piña 1908-1909, s. p.

El clero durante la revolución mexicana

25

información, en este caso es evidencia de pobreza e inestabilidad. Así pues constatamos que:

El clero secular 1900 1910 1920 1930 Aguascalientes 52 56 74 Antequera 181 186 165 Campeche 12 15 12 Chiapas 42 Chihuahua 35 36 50 51 Chilapa 80 Colima 54 Cuernavaca 30 24 Durango 128 103 Guadalajara 479 475 Huajuapam 60 60 52 Huejutla León 230 236 180 164 Linares 60 México 380 620 650 360 Michoacán 261 230 Papantla Puebla 415 325 Querétaro 96 89 Saltillo 30 23 San Luis Potosí 130 128 Sinaloa 40 Sonora 20 Tabasco 19 30 Tacámbaro Tamaulipas 20 26 Tehuantepec 25 30 20 25 Tepic Tulancingo 112 66

El clero durante la revolución mexicana

26

Veracruz 110 91 Yucatán 120 20 Zacatecas 129 130 113 Zamora 121 252 244

Las diócesis que tienen más de 150 sacerdotes son del centro del país

exceptuando la de Antequera en el sur. Especialmente desprovistas de clero estuvieron las extensas diócesis del norte. Así lo informaba el delegado Boggiani, a la Santa Sede, en su informe final de 1914:

La insuficiencia del clero, y sobre todo del clero bueno y celoso. Exceptuadas poquísimas diócesis, todas las otras faltan de clero, luego algunas, casi no lo tienen. De aquí la necesidad en la que se encuentran los Ordinarios de aceptar sacerdotes extranjeros, los cuales en grandísima parte son españoles. Estos sacerdotes extranjeros no siempre vienen conducidos a México por el celo sacerdotal sino, o del interés o empujados de la necesidad de alejarse de sus diócesis por causas no siempre honestas.56 La falta de sacerdotes se hizo aún más angustiosa en medio de una contienda

armada, que para los eclesiásticos era inaceptable y si la presencia de sacerdotes en la mayor parte del país era benéfica, esta estancia se hizo cada día más difícil a causa de la guerra.

Y una llaga dolorosa que va a aparecer en toda la documentación sobre los obispos de este periodo que estudiamos: su falta de unidad, de sabiduría, de dirección. En pocas palabras parece surgir la visión de obispos que les faltó un liderazgo tal de hacer aglutinar la dirección de una Iglesia que por golpeada y menospreciada, se volvió errática al no tener una dirección episcopal unida y suficientemente fuerte.

6. Elementos para un perfil del clero

Ahora, con toda la información expuesta, trataremos de dar algunos elementos comunes que nos irán ayudando a trazar un perfil del clero mexicano durante los agitados años de la revolución.

56 T. a. (Italiano). Rapporto finale di Mons. T. Boggiani. Del. Apco. al Messico negli anni 1912-1913. New York, 12 febbraio 1914. ADAM, en ASV, México, B. 19, F. 88, 1914, 120.

El clero durante la revolución mexicana

27

Costumbres

Positivas

En sus informes los obispos decían: que generalmente las costumbres del clero eran buenas, honestas, de vida recta, con amor al culto y celo por la salvación de las almas; abnegados, íntegros, moderados. Algunos eran laudables. La gran mayoría no se mezcló en asuntos políticos; la mayor parte del clero nunca permaneció ociosa, sino al contrario, siempre llenos de trabajo.

Negativas

En casi todas las diócesis hubo excepciones. Las principales caídas fueron en torno a la incontinencia, amancebamiento y vida deshonesta, la embriaguez, inmoralidad, insubordinación; por causa de la guerra algunos entraron a los negocios.

Piedad

Elementos positivos

En general, los obispos afirman que su clero es piadoso, que preparan sus eucaristías y hacen la acción de gracias al terminar; suelen visitar al Santísimo Sacramento por las tardes; son celosos de su ministerio. Suelen practicar: la confesión, los ejercicios espirituales, retiro mensual (algunos), Oficio Divino. La mayoría son amantes y devotos de la Virgen María.

Elementos negativos

Algunos elementos que se pueden apuntar, son: el retraso de la confesión, falta la visita al Santísimo Sacramento en una diócesis y sólo en otra el obispo tacha a su clero de falta de piedad, que no reza el Oficio Divino, no se confiesa, no preparan ni dan gracias antes y después de la Eucaristía. Durante los ejercicios los

El clero durante la revolución mexicana

28

obispos daban «saludables amonestaciones a tiempo y a destiempo»; para muchos sacerdotes este estilo debió resultar francamente poco atractivo.

Formación permanente

La manera de mantener al clero relativamente al día se hizo a través de varias formas:

1. Boletines eclesiásticos, generalmente mensuales. Creados la mayoría a fines del siglo XIX o inicios del XX. Hubo dos momentos en que se interrumpieron estas publicaciones a causa de la guerra, de 1914 a 1917 y de 1926 a 1929 o 1930, según el caso.

2. Para los sacerdotes jóvenes, los exámenes anuales para obtener las licencias de confesar.

3. Se puso a los recién ordenados bajo la tutela de párrocos experimentados. 4. Las colaciones litúrgico-morales.

Sustento y modo de vida

El clero diocesano vivió de los derechos de estola y lo que esto significaba; entradas no fijas sino fluctuantes, inestabilidad, irregularidad. Pero se puede resumir la forma de vida del clero en esta frase: «A ningún sacerdote le falta lo necesario para vivir y casi todos viven fácilmente.»57 La diócesis proporcionó a los párrocos, una casa para vivir, a donde la mayoría, llevaba a su familia más cercana.

Vestido

En aquel tiempo se le daba mucha importancia al vestuario de los clérigos y así lo revelan los informes. Desde las Leyes de Reforma el vestido talar quedó prohibido en todo el territorio mexicano, pero la costumbre nacional, consistió en traje negro u oscuro, cuello clerical, tonsura, abrigo negro, sombrero también negro u oscuro y en algunos casos, capa española.

57 T. a. (Latín). SCCRVA, en ASV, Duranguen (Durango) F. 301, 1913, 5.

El clero durante la revolución mexicana

29

Conclusiones.

El clero en general, desconfiaba de Madero pero él hizo por tranquilizarlos,

prometiendo incluso la modificación futura de la legislación adversa a la Iglesia. La Iglesia Mexicana, en la vigilia del desastre que traerá el ejército

constitucionalista, es vista con trazos más bien negativos por el delegado apostólico Tomasso Boggiani58, que había tenido unas relaciones difíciles con el arzobispo de México José Mora y del Río. Sin embargo la opinión del delegado no deja de tener fuertes dosis de objetividad. Apuntaba el delegado como una raíz de los males que aquejaban a la Iglesia de México, la falta de instrucción religiosa a todos los niveles de la sociedad, mezclada con un sentimiento religioso, sin cultivar, superficial y voluble; además el delegado observa que el liberalismo de los gobernantes, el culto absurdo por Juárez y las Leyes de Reforma,59 el poco interés de los políticos de servir a la nación y su deseo de sacar ventaja personal han postrado al país y en especial a la Iglesia en una fuerte crisis debido a que las citadas Leyes de Reforma causaron la pobreza material que le impidió trabajar con eficacia. El ateísmo practicado por los gobernantes y por la instrucción pública, la escasez de clero con celo pastoral y la falta de unidad entre los obispos son lacras que padece esta Iglesia a juicio de Boggiani.

El Partido Católico Nacional nació al calor de la incipiente democracia abierta por la entrevista Díaz–Creelman en 1910. Algunos católicos, alentados por el arzobispo de México Mora y del Río, y organizados por el padre Bergoënd, S. I., en 1911, fundaron el Partido Católico Nacional, que alcanzó sorprendente fuerza en varios estados y que destapó los celos de los liberales jacobinos y masones.

58 Para conocer la opinión completa del delegado Boggiani invito a consultar la obra: En la brecha. Vida del clero….

59 Para una visión amplia y documentada de este tema, vale la pena leer el libro citado de JOSÉ ANTONIO CRESPO, Contra la historia oficial, Debate, México 2009.

El clero durante la revolución mexicana

30

Quizá los obispos no atinaron el rumbo político al pretender que el PCN fuese la única opción para los católicos, pues al poco andar, la Constitución de 1917 le dio sentencia de muerte al declarar ilegal todo partido político con nombre religioso.

Las juventudes del PCN buscaron organizarse y formar una cantera para su propio partido. El mismo padre Bergoënd, organizó la Acción Católica de la Juventud Mexicana en agosto 1913 y se reveló como una organización determinante en el sostenimiento de la lucha que enfrentarían a la Iglesia y al Estado.

La caída de Huerta y el levantamiento de Carranza acarreó para todo el país muerte y desolación. La represalias carrancistas alcanzaron niveles persecutorios contra la Iglesia, su clero, sus símbolos, sus instituciones. Ello provocó, en consecuencia la reacción y el clamor de los eclesiásticos. La Iglesia fue atacada con el pretexto de haber sido la responsable del gobierno de Huerta. Así los bienes de la Iglesia, los objetos de arte sacro, los archivos y bibliotecas, muchos de ellos de gran valor fueron robados o destruidos. La Iglesia quedó sumida en una profunda crisis, pues la revuelta golpeó su estructura y sus espacios de formación y crecimiento al ser suprimidos los seminarios y expulsados los obispos. Además, los rumores propalados de una cooperación de los obispos y los católicos en general con el régimen de Huerta, nunca fueron comprobados aun teniendo los carrancistas toda la documentación pública y privada a su disposición, pues la habían sustraído.

Obregón, aliado de Carranza, tomó la ciudad de México el 15 de agosto de 1914 y se desató por todo el país una ola de robos, asesinatos, violaciones de todos los derechos, pero especialmente de encarnizamiento en contra de la Iglesia, sus ministros y su culto.

El desbordamiento de las pasiones y la animadversión hacia la Iglesia, nunca antes vista, se hizo patente durante la lucha del ejército constitucionalista que llenó de burlas y profanaciones a las personas, los objetos de culto e hiriendo los sentimientos del pueblo católico; privando de la educación que la Iglesia impartía y sembrando el miedo.

Los ejércitos del norte perpetraron los principales ataques contra la religión. Los obispos del país en el exilio, resumieron los estragos causados en esta dura

etapa de contienda armada: persecución del clero, extorsión, cárcel, petición de rescate económico y destierro. A lo que había sufrido el clero por lo antes dicho, se

El clero durante la revolución mexicana

31

agregaba la profanación de templos para usos absurdos, la burla de las cosas sagradas, el destrozo de imágenes, los atentados contra los sacramentos con decretos abusivos sobre confesiones, misas, prédicas; el robo de los bienes de la Iglesia, casas episcopales, seminarios, escuelas.

Esta eclosión también es fruto de un movimiento de alcances más vastos que sólo México; a nivel occidental, el Estado laico fue atravesando varias etapas a partir de los primeros ideales de sus precursores. A saber: libertad de cultos, separación de Iglesia y Estado, educación fuera del ámbito confesional. México vivió ese dinamismo a través del campo militar, social y político. Para el Estado se impuso una idea, discutible por cierto: sin laicidad y sin laicismo el país no sería viable o no dispondría de un sentido histórico.60 El clero, pues, no es viable en un Estado laico. O cuando menos, no debe tener poder. Esta propuesta, que suena a ignorancia de la historia mexicana, y que a algunos podría parecer razonable, jamás se puso a debate nacional o se instauraron los medios para una consulta ciudadana o se buscó una representación verdaderamente nacional. De más está decir que, de haber tenido esos medios, la Constitución de 1917 hubiera sido otra cosa, en un país eminentemente católico, amante de sus tradiciones y de sus sacerdotes; éstos jamás deberían haber quedado fuera si se hubiera buscado una auténtica democracia en donde todos son iguales ante la ley. Además, desde Juárez y las Leyes de Reforma, no se buscó una separación Iglesia-Estado con el respeto a los ámbitos de cada organización sino una absurda sujeción y el deseo de que despareciera todo influjo de la Iglesia, ignorando 400 años de historia.

El pueblo y los obispos vieron con recelo las reiteradas intervenciones, inmoderadas para muchos, del gobierno de los Estados Unidos en la política y en los conflictos mexicanos.

Carranza pretendió reconstruir el país creando un Estado moderno a través del orden legal; para ello convocó a un congreso para que redactara una nueva Constitución; se escogió la ciudad de Querétaro para este trabajo. Como diputados constituyentes fueron convocados sólo las facciones carrancistas que no representaban a la mayoría; desconoció a villistas, zapatistas y a los católicos, que eran mayoría. En el debate sobre la Constitución no se siguió el esquema

60 Cf., C. MONSIVÁIS, El Estado laico y sus Malquerientes. (Crónica/antología), Universidad Nacional Autónoma de México, Debate, México 2008, 23.

El clero durante la revolución mexicana

32

propuesto por Carranza, que era una breve reforma a la Constitución de 1857, sino que la facción obregonista, autollamada «jacobina», propuso profundas reformas sociales y políticas en donde la Iglesia era literalmente excluida o reducida a un estado clandestino. Parece, como afirma Romero de Solís que: «En Querétaro sólo se estaba de acuerdo en humillar a la Iglesia».61

Las leyes constitucionales quedaron teñidas de un anticlericalismo absurdo. Estas leyes son la eclosión del espíritu laico que había comenzado a desarrollarse en el siglo XIX y ahora tenía su triunfo en la Constitución del 1917; se encarnan aquellos cinco elementos fundamentales de dicho espíritu: lectura de los enciclopedistas, influencia de la revolución y de los liberales franceses, la necesidad de la educación libre,62 la fracmasonería o masonería y el anticlericalismo.63

Los obispos en el exilio se organizaron para protestar oficialmente, previa consulta a Roma, por la nueva Constitución. Redactaron una Protesta que fue introducida clandestinamente en el país. El papa, los obispos de Estados Unidos y de España se solidarizaron con este valiente gesto del episcopado mexicano. Sin embargo, los medios políticos e intelectuales la ignoraron; la prensa echó en cara a los obispos su ausencia del país.

Los seminarios van a vivir una situación de crisis permanente durante los años de la revolución. Los agudos conflictos bélicos y la determinación de los grupos armados hicieron que, entre 1913 y 1917 desaparecieran del territorio nacional. A partir de 1918 comenzarán a reorganizarse, pero por muy poco. Así pues, la formación eclesiástica, aunque perturbada e interrumpida, buscó otros cauces. Pero la nueva Constitución planteaba a los católicos esta cuestión: ¿cómo ser católicos y jurar una Constitución que era anticatólica? Los obispos consultaron a

61 J. M. ROMERO DE SOLÍS, Iglesia y revolución en México (1910-1940), en: A. FLICHE – V. MARTIN, Historia de la Iglesia, ed. Española a cargo de José María XXVI (1), Guerra mundial y Estado católico.

62 Es sorprendente que se diga que la educación es libre y luego, se prohíba que sea religiosa. Si es libre, cada uno tendría derecho a escoger cómo debe ser la educación que quiere elegir. Si el Estado impone una ideología, deja, automáticamente de ser libre. El artículo 3º invoca la garantía de la libertad de creencias (arículo 3º par. II); el artículo 1º prohíbe toda discriminación (étnica, nacional, género, edad, capacidades diferentes, condición social, salud, religión, opiniones, preferencias, estado civil). Todas estas incongruencias legislativas van a hacer crisis durante el gobierno de Lázaro Cárdenas cuando se impuso la educación socialista.

63 C. MONSIVÁIS, El Estado laico y sus Malquerientes. (Crónica/antología), Universidad Nacional Autónoma de México, Debate, México 2008, 59.

El clero durante la revolución mexicana

33

la Santa Sede y ésta, previas averiguaciones pertinentes, sugirió a los obispos una actitud tolerante; negociar mejor que chocar, tratar de salvar lo salvable.

Se ha afirmado, que Carranza en lo personal, no era un anticlerical sino un moderado que aborreció los excesos de su propio ejército; intentó, sin éxito alguno, modificar los artículos de la Constitución que lastimaban los derechos de la Iglesia; la situación religiosa se le escapó de las manos, como más tarde se le escaparía también la política.

El decenio de que va de 1911 a 1920 es uno de los periodos más agitados de la historia de México; en su devenir la nación buscaba, a través de un violento parto político–social–económico–religioso, encontrar cauces que le permitieran desarrollar una nueva estructura, más adecuada a los tiempos modernos y con una capilaridad más eficiente que alcanzara a los estratos últimos de la pirámide social. La convulsión, sin embargo, produjo una destrucción difícil de medir, que afectó irremediablemente y quizá también principalmente a la Iglesia que vino a quedar, –a los ojos del nuevo Estado– como paradigma de atraso y de elitismo social.

En el periodo que estudiamos, se puede apreciar las diferencias notables entre las diócesis del centro del país y las periféricas; las primeras, con mayores recursos en clero, templos, seminarios, bienes materiales, espíritu cristiano, práctica sacramental; las segundas, paupérrimas, carecían, a veces, hasta de lo más elemental; con menos evangelización en sus desarrollos como diócesis, la población era más indiferente a lo religioso.

Según emerge de la documentación analizada, el clero diocesano tenía una espiritualidad fundamentada sobre todo en el fiel cumplimiento de su ministerio que consistía en estas obligaciones: residencia parroquial, recitación diaria del Oficio Divino, fiel administración de los sacramentos, predicación dominical de la palabra de Dios, la enseñanza del catecismo a los niños y la exposición de las verdades eternas a los adultos, la celebración cotidiana de la eucaristía previamente preparada y debidamente agradecida, el cuidado especial de los menesterosos y enfermos, la visita vespertina al Santísimo Sacramento y la devoción a la Virgen María. Teniendo en cuenta las duras situaciones que tuvieron que pasar por las diferentes convulsiones sociales, podríamos decir que, el clero mexicano pudo vivir su espiritualidad y aun en ocasiones heroicamente. Podemos apreciar que esta espiritualidad consistió fundamentalmente en «el

El clero durante la revolución mexicana

34

exacto cumplimiento de las normas». En cuanto a sus costumbres la gran mayoría las tuvo honestas y decorosas aunque la existencia de algunos ejemplos poco edificantes estuvo presente en casi la mayoría de las diócesis por lo que se generó la convicción en algunos sectores eclesiásticos, de la necesidad trabajar por la reforma y santificación de los sacerdotes. Aquí cabe admirarse por el gran número de sacerdotes que, en medio de la borrasca revolucionaria, permanecieron fieles a su ministerio y al lado de sus comunidades, soportando, al igual que sus feligreses todo lo que conllevaba aquella lucha fraticida.

Hay entre los obispos un estilo de preocupación por sus sacerdotes que a veces aparece como voluntad de control, era quizá la manera general u «oficial» de relacionarse con los sacerdotes. Se subraya también, las dificultades que tuvieron los prelados en ponerse de acuerdo en temas capitales. La unidad fue una virtud que a los obispos les costó especial trabajo.

El principal obstáculo a la vida y ministerio del clero tuvo dos frentes: la legislación civil y las contiendas intestinas. En cuanto a las leyes, estas eran aplicadas a tenor de la preferencia del gobernante en turno generando con frecuencia una doble moral, y en cuanto a la guerra civil, los eclesiásticos vieron como fueron arrasadas algunas iglesias, seminarios casas episcopales y parroquiales, bibliotecas y archivos. Se sufrió en oleadas sucesivas las expoliaciones que dificultaron el trabajo eficiente de los sacerdotes y que obligaron a desembolsar, en muchos casos, dinero para pagar alquileres de casas. En este punto también habrá que recordar la figura del «prestanombre», o sea, de algunas personas civiles que, siendo especialmente allegadas a los clérigos, permitían poner a su nombre propiedades que en realidad eran de la Iglesia. No en todos los casos funcionó adecuadamente esta modalidad y algunas fortunas de entonces se hicieron, mal habidas, procedentes de esta necesidad a la que se vio orillada la Iglesia.

El ministerio de los sacerdotes se vio también afectado por las consecuencias graves que acarreó la guerra debido a la expulsión de los sacerdotes extranjeros, que si bien no eran muchos, en algunas diócesis como Yucatán, eran casi la mitad. Además, durante las crisis de 1914-1919 y después en la de 1926-1929, los obispos suspendieron las visitas pastorales, salieron al exilio, dejó de haber misiones populares que eran la mejor manera de mantener al pueblo evangelizado sobre todo en las diócesis más pobres del norte y del sur. Se suprimieron también

El clero durante la revolución mexicana

35

durante los mencionados periodos, los ejercicios espirituales, las colaciones litúrgico-morales, el culto público y sólo permaneció la administración de los sacramentos y durante la guerra cristera, sólo clandestinamente.

Fue especialmente difícil la vida del clero rural. Permanecieron marginados a causa de las malas comunicaciones; generalmente en conflicto con maestros y agraristas. Debieron padecer pobreza, humillaciones de parte de caciques locales, incluso, en algunos casos, la muerte violenta. Pero también, en muchos lugares, los sacerdotes eran respetados, tomados en cuenta y valorados por su celo y entrega.64

Las continuas guerras, expoliaciones y vejaciones al clero, no debilitaron el ánimo de los católicos en general; muchas veces al contrario, los obispos pudieron constatar con sorpresa que no obstante esas dificultades, la fe y la vida cristiana seguían intactas y fervorosas como en muchos de los eventos religiosos que a lo largo de estos turbulentos años se pudo apreciar. Existe, por otra parte, la nota constante en las diócesis fronterizas del norte, de Linares, Chihuahua y Sonora del indiferentismo religioso del pueblo, quizá por la falta de evangelización continua debido a lo poco numeroso de los sacerdotes y también por el más cercano contacto con los Estados Unidos.

Podemos también destacar la generosidad del pueblo llano al constatar que a los sacerdotes no les faltaron, en general, los elementos necesarios para un sustento digno, ni en los momentos más agudos de la lucha civil. Esto nos hace pensar como, la gente sencilla de México, fue capaz de compartir en su pobreza y sostener, con austeridad y dignamente, la vida de sus sacerdotes, en cuanto que, según declaran los obispos, no carecieron de lo necesario.

En cuanto a las ideas, los obispos se quejaban sobre todo de las «doctrinas liberales que llevan a la impiedad», de la masonería, el positivismo, el espiritismo y el teosofismo y más entrado el siglo, del bolchevismo. Esta lucha se librará en todos los órdenes, especialmente en el campo de la educación. Para el clero mexicano, el liberalismo fue siempre el antiguo enemigo.65 Es importante subrayar el impacto tan negativo que ha tenido el liberalismo anticatólico en México, del

64 Cf., J. M. ROMERO DE SOLÍS, Iglesia y revolución en México (1910-1940), en: A. FLICHE – V. MARTIN, Historia de la Iglesia, ed. Española a cargo de José María XXVI (1), Guerra mundial y Estado católico.

65 Es interesante el incisivo trabajo de ALFONSO NAVARRO, El yugo liberal en México, Minos III Milenio Editores, México 2009, 2da. reimpresión.

El clero durante la revolución mexicana

36

que todavía padecemos el influjo. Una doctrina del individualismo, de una libertad que se antoja egoísmo, tan alejada de los criterios evangélicos de comunidad, servicio, comunión y tan alejado también del alma profunda del mexicano, amante de compartir, servir, entregarse a las causas nobles que van más allá del tener y acumular. Lo que impresiona es las todavía existentes – y abundantes– columnas de incienso que le tributan «notables intelectuales» del país. El liberalismo en su práctica de hacer historia, tiende a ocultar muchas verdades que le son incómodas y pretende, engañosamente, hacer creer que la historia de México nace cuando esta corriente extranjera y extraña, llegó a nuestras tierras. Así, sostenemos este juicio de Crespo sobre la historia que nos han enseñado: «En México, como en otros países, la historia ha sido deliberadamente mutilada y deformada al grado en que los sucesos reales apenas si se asoman {…} Además, de tales distorsiones, la historia oficial mexicana no es ni ha sido fuente de valores democráticos, los cuales se requieren, en principio, para consolidar el nuevo intento democratizador en el cual nos hallamos inmersos»66. Y la historia la deforma quien vence

La democracia sostiene que todos somos iguales ante la ley, y la práctica que emanó de la Constitución de 1917 , coartó la libertad del clero para ejercer su ministerio como hombres libres, de los católicos —mayoría de la población- para impartir la educación católica —y eso que la Constitución dice que dicha educación debe ser libre, contradiciéndose en seguida al declarar que será obligatoria. Esas restricciones no pueden engendrar democracia, como de hecho sucedió en México. Para mi gusto, esta doctrina decimonónica, que nos ha dado algunos bienes, sin duda, pero muchos males, —ese Liberalismo— que ha generado un mar de pobres en su versión actualizada (Neoliberalismo), debería estar enterrada, desde hace mucho, en el panteón de los ismos; históricamente ya dio lo que tenía que dar. Pretender que los liberales han construido el país, como algunos sostienen, es, además de una mentira histórica, una lectura sesgada de la verdad. La labor de la Iglesia, entre la cual descuella la vida callada y laboriosa de tantos sacerdotes, casi anónimos, de muchos obispos preclaros de éste tiempo que

66 JOSÉ ANTONIO CRESPO, Contra la historia oficial, Debate, México 2009, 292.

El clero durante la revolución mexicana

37

nos ocupa, de tantos que permanecieron en la brecha a pesar de las dificultades, simplemente, no la podemos esconder.67

En cuanto a la formación del clero, apenas se pudo rastrear que «fue suficiente», «ilustrados, muy pocos»; por lo tanto, pocos sacerdotes sobresalieron en el campo intelectual, aunque no faltan ejemplos; no así algunos obispos que fueron pioneros en la cultura, la aplicación de la doctrina social de la Iglesia, la organización, la educación y otros campos del saber. En cuanto a mantener el nivel de instrucción del clero, se hizo, en medio del caos político, humanamente lo que se pudo, para mantener un cierto nivel, y en ocasiones ni eso, porque fue materialmente imposible. Una de las pérdidas grandes para el país fue, sin duda alguna, la de las escuelas católicas, tipo parroquial, que casi desaparecieron con las contiendas, pero que irán resurgiendo poco a poco en el tiempo de la reconstrucción.

También, en cuanto a las costumbres y santidad del clero, como recuerda el Evangelio, no se puede evitar que el trigo y la maleza crezcan juntos.68 Sí podemos decir que, siendo la mayoría de los sacerdotes, entregados y dedicados a su misión, los que no lo fueron actuaron —es la imagen— como si en una grande pantalla cinematográfica, toda blanca, hubiese pequeñas manchas y roturas; es quizá poco pero arruina el conjunto, aunque sean dos o tres, cinco o seis. Desde luego, la película no se disfruta ni se ve con la misma nitidez. Pero, la excepción confirma la regla.

67 Entre los obispos del periodo revolucionario que nos ocupa anotamos a: Ramón Ibarra y González de Puebla; Francisco Placarte y Navarrete de Linares; José María Echeverría de Saltillo; Miguel María de la Mora de Zacatecas; José Mora y del Río de México; Leopoldo Ruiz y Flores de Michoacán; Emeterio Valverde y Téllez de Michoacán; Ignacio Montes de Oca de San Luis Potosí; Manuel Fulcheri de Cuernavaca; Joaquín Arcadio Pagaza; José Othón Núñez de Zamora y otros más. Todos ellos descuellan por su obra de apostolado, algunos por su cultura y aporte a la ciencia, otros por su amor e impulso a la educación. En fin, quien conoce la historia de la Iglesia en México, sabe de que hablo. Lo que es evidente, es que de los obispos nos es más fácil conocer su aporte; del clero de a pie mucho más difícil, pero no por ello menos meritorio.

68 «Dejad crecer juntos el trigo y la maleza. Cuando llegue el momento de la cosecha diré a los segadores: Cortad primero la maleza y echadla en las gavillas al fuego, y después guardad el trigo en el granero.» (Mt 13, 30).

ABREVIATURAS Y SIGLAS

AAES Archivo de la Sagrada Congregación de Asuntos Eclesiásticos

Extraordinarios ADAM Archivo de la Delegación Apostólica en México AP Annuario Pontificio. Per l’anno 2002, Città del Vaticano, 2002 Art. Artículo ASCC Archivo de la Sagrada Congregación del Concilio ASV Archivo Secreto Vaticano B. Busta, sobre Cf. confrontar, ver D. F. Distrito Federal (Ciudad de México, capital del país) dcto. Documento DHCJ Diccionario Histórico de la Compañía de Jesús, 4 vol., Roma–Madrid, 2001. DPH Diccionario Porrúa de Historia, Biografía y Geografía de México, 4 vol.,

México 19956

ed. editor (es), edición

Emmo. Eminentísimo EUIEA Enciclopedia Universal Ilustrada, 80 vol., Espasa–Calpe, Madrid–

Barcelona, 1912-1992. Excmo. Excelentísimo F fascículo f. folio HC Hierarchia Catholica: III, Monasterii 1923; IV, Monasterii 1935; V, Patavii

1952; VI, Patavii 1958; VII, Patavii 1968; VIII, Patavii 1978; IX, Patavii 2002.

Ibid. allí mismo, el mismo autor LFM Leyes Fundamentales de México 1808-1964, a cargo de F. TENA RAMÍREZ,

México 19642. m. metro, metros Mons. monseñor n. nació, nacido

LA SITUACIÓN DEL CLERO

39

39

nº número o. c. obra citada p. página, páginas per. Periodo PCN Partido Católico Nacional PUG Pontificia Universidad Gregoriana PUM Pontificia Universidad de México r. recto Rvmo. Reverendísimo s. a. sin año S. C. Sagrada Congregación s. d. sin día s. f. sin fecha S. I. Societas Iesu (Compañía de Jesús) s. l. n. f. sin lugar ni fecha s. n. f. sin número de folio s. p. sin página SCAES Archivo de la Sagrada Congregación de Asuntos Eclesiásticos

Extraordinarios SCCRVA Archivo de la Sagrada Congregación Consistorial Relativo a las Visitas

ad Limina

SSC Sacra Congregazione Concistoriale T. a. Traducción del autor v. verso

FUENTES DOCUMENTALES

En el Archivo Secreto Vaticano

A. Archivio della Delegazione Apostolica in Messico, en: ASV Indice 1155. Se

consultaron las siguientes bustas: B. 5, F. 17. B. 11, F. 35. B. 13, F. 108. B. 13, F. 109. B. 14, F. 42. B. 20, F. 61., y F. 62. B. 23, F. 69. B. 24, F. 72. B. 24, F. 73. B. 24, F. 75. B. 27, F. 88.

B. Archivio della SCCRVA, (parte reciente) en: ASV Indice 1169. Contiene las relaciones de visita ad limina de la República Mexicana de 1913 a 1939. Se consultaron las siguientes:

Aguascalientes, F. 17, 1920. Antequeren (Antequera) F. 55, 1920. Campecoren (Campeche) F. 178, 1914 y 1921. Chihuahuen (Chihuahua) F. 221, 1914. Colimen (Colima) F. 242, 1921. Cuernavacen (Cuernavaca) F. 274, 1920 Duranguen (Durango) F. 301, 1913 y 1920. Huaiapanen (Huajuapán de León) F. 338, 1913 y 1921. Leonen (León) F. 438, 1914 y 1920. Mexican (México) F. 507, 1914 y 1920.

LA SITUACIÓN DEL CLERO

41

41

Morelien (Michoacán) F. 537, 1920. Queretaren (Querétaro) F. 663, 1913. Saltillen (Saltillo) F. 712, 1914 y 1920. San Ludovici Potosiensis (San Luis Potosí) F. 766, 1915 y 1920. Sinaloen (Sinaloa) F. 808, 1914. Tehuantepechen (Tehuantepec) F. 848, 1914. Tulancinguen (Tulancingo) F. 885, 1914 y 1921. Vera Crucis (Veracruz) F. 923, 1915. Yucatanen (Yucatán) F. 954, 1915 y 1920. Zacatecen (Zacatecas) F. 955, 1915 y 1920. Zamoren in Mexico (Zamora) F. 959, 1914 y 1920.

En el Archivo de la Congregación de Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios

Archivio della Sacra Congregazione degli Affari Ecclesiastici Straordinari. Sezione MESSICO. Indice delle carte del terzo periodo comprendente i pontificati di Pio X e Benedetto XV dal 1903 all'inizio del 1922. F. (101,125, 126, 129, 130, 133, 134, 136, 137, 138, 140, 141, 143, 144, 147, 148).

En el Archivo de la S. Congregación del Concilio

Archivio della Sacra Congregazione del Concilio1 (en la Congregación del Clero). Se consultaron las siguientes cajas: Posizioni generali 1920-1931.

1 Archivo que en la fecha de consulta (marzo y abril de 2,000) no estaba ordenado ni poseía índices del material archivado. Tienen sólo los registros de protocolo con el número de entrada y el año correspondiente. Pude consultar algunas cajas con la etiqueta de Posizioni generali. Consulté de 1920 a 1926.

BIBLIOGRAFÍA

Acta Apostolicae Sedis comentarium officiali, Romae. ANNA, T., (ed.), Historia de México, Cambrige 1990, Barcelona 2001. AYALA, A., Vida de los gobernantes, III, México 1999. BRAVO UGARTE, J., Diócesis y Obispos de la Iglesia Mexicana (1519-1965), México 1965. ——, Historia de México, III, 1, Independencia, caracterización política e

integración social, México 1962. III, 2, Relaciones internacionales,

territorio, sociedad y cultura, México 1959. CEBALLOS, M., (Coord.), Catolicismo social en México. Las instituciones, Tomo II, Imdosoc – Academia de Investigaciones Humanístcas, A. C., México, 2005. CHÁVEZ, SÁNCHEZ, E., Historia del Seminario Conciliar de México.I, II., México 1996. ——, La Iglesia de México entre dictaduras, revoluciones y persecuciones,

México 1998. CÓRDOVA, L., Guía de la ciudad de México, México 1964. ——, Diccionario Porrúa. De historia, biografía y geografía de México, México 19956. CRESPO, J. A., Contra la historia oficial. Episodios de la vida nacional: desde la

Conquista hasta la Revolución, Debate, México 2009. Diario de los debates del Congreso Constituyente, 1916-1917, II vols.,

México 1960. FLORES, M., Luna Córnea, México 1999. GARCÍA UGARTE, M. E., Génesis del porvenir. Sociedad y política en Querétaro

(1913-1940). Fondo de Cultura Económica, Universidad Nacional Autónoma de México, Gobierno del estado de Querétaro, México 1997. GÓMEZ DE SILVA, G., Diccionario breve de mexicanismos, México 2001. GONZÁLEZ GÓMEZ, F. Historia de México 2. Del Porfirismo al Neoliberalismo. Ediciones Quinto Sol. Textos Universitarios, México 2006, 13 reimpresión. GUTIÉRREZ CASILLAS, J., Historia de la Iglesia en México, México 19842. ——, Jesuitas en México durante el siglo XIX, México 1972. ——, Jesuitas en México durante el siglo XX, México 1981.

ÍNDICE GENERAL

43

43

HAMNETT, B., Historia de México, Cambridge 1999, Madrid 2001. ISLA, E., DE LA, Historia del Seminario Conciliar de Nuestra Señora de

Guadalupe de Querétaro. I, II., México 1963. ISTITUTO DELLA ENCICLOPEDIA ITALIANA, Dizionario Biografico degli italiani, XI, Roma 1969. JUNCO, A., Carranza y los orígenes de su rebelión, México 1935. ——, Un siglo de México. De Hidalgo a Carranza, Madrid 1956. KRAUZE, E., Biografía del Poder. Caudillos de Revolución mexicana (1910-1940),

México 19973. MÁRQUEZ, O., Monseñor Ramón Ibarra y González, México 19752. ——, Obras pastorales del Siervo de Dios Ramón Ibarra y González, II 1975. MEYER, J., La Cristiada. I, La guerra de los cristeros, México 200119. II,

El conflicto entre la Iglesia y el Estado 1926-1929, México 200171. III, Los cristeros, México 200015.

———, Historia de los cristianos en América Latina. Siglos XIX y XX, México 1999.

MEYER, L., Historia de la Revolución Mexicana 1928-1934. El conflicto social y

los gobiernos del maximato, 13, México1981. MIRANDA, S., The Cardinals of the Holy Roman Church, Florida International

University Librery 2002. MONSIVÁIS, C., El Estado laico y sus malquerientes (crónica/antología), Debate, Universidad Nacional Autónoma de México, México 2008. NAVARRETE Y PALLARES, F., El conflicto entre la iglesia y el estado, México, s.a. NAVARRO, A., El yugo liberal en México, Minos III Milenio editores, México 2009, 2da., reimpresión. NERVO, A., Poesías varias, “Sepan cuantos…” N° 443, México 1986. OLMOS VELÁZQUEZ, E., El conflicto religioso en México, México 1991. OIKIÓN SOLANO, V. — GARCÍA UGARTE, M. E. (ed.), Movimientos armados en México, Siglo XX, vol. 1, El Colegio de Michoacán-CIESAS, México 2008. PONTIFICIA COMISIÓN PARA AMÉRICA LATINA, Actas y decretos del Concilio

Plenario de la América Latina, edición facsímil, Ciudad del Vaticano 1999.

PONTIFICIA COMMISSIO PRO AMERICA LATINA, Los últimos cien años de la

ÍNDICE GENERAL

44

44

evangelización en América Latina. Centenario del Concilio Plenario de

América Latina, Ciudad del Vaticano, 2000. ROMERO DE SOLÍS, J. M. El aguijón del Espíritu. Historia Contemporánea de la Iglesia en

México (1892-1992). Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana (Iglesia y Sociedad), México 2005, 2da., ed. —— RUIZ Y FLORES, L., Lo que yo sé del conflicto religioso, art. En Trento, revista del

seminario tridentino de Morelia, 24 de junio de 1959.

SALMERÓN, P., Los carrancistas. La historia nunca contada del victorioso Ejército del

Noreste. Planeta, México 2009. SCHLARMAN, J. H. L., México, tierra de volcanes. De Hernán Cortés a Ernesto

Zedillo, México 1999. SEPTIÉN Y SEPTIÉN, M., Historia de Querétaro, I y II, Querétaro 1998. TENA RAMÍREZ, F., Leyes fundamentales de México (1808-1964), México 19642. VALVERDE TÉLLEZ, E., Bio-Bibliografía Eclesiástica Mexicana (1821-1943), I, II,

III, México 1949. VÁZQUEZ-GÓMEZ, J., Diccionario de Gobernantes de México (1325-1997),

México 1998. VERA SOTO, C. F., La formación del clero diocesano durante la persecución religiosa

en México 1910-1940, UPM, Bibliotheca Mexicana 18, México 2005. WILSON, H. L., Diplomatic Episodes in Mexico Belgium and Chile, New York 1927.

CIDEC, México, D. F., 2013