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MONITOR Cuadernos de Trabajo del Monitor del Programa de Política de Drogas 22 Edgar Guerra Vida cotidiana, organizaciones criminales y la construcción de un orden social ilegal. Un estudio de caso en Tierra Caliente, Michoacán

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Cuadernos de Trabajo del Monitor del Programa de Política de Drogas

22

Edgar Guerra

Vida cotidiana, organizaciones criminales y la construcción de un orden social ilegal. Un estudio de

caso en Tierra Caliente, Michoacán

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Primera edición: 2017

Las opiniones y datos contenidos en este documento son de la exclusiva responsabilidad de sus autores y no representan el punto de vista del CIDE como institución.

Este Cuaderno de Trabajo forma parte del Programa de Política de Drogas del CIDE.

Programa de Política de Drogas:Alejandro Madrazo, Coordinador del Programa de Política de DrogasGuus Zwitser, Coordinador EjecutivoLaura Atuesta, Responsable del MonitorEdgar Guerra, Responsable del Seminario

Esta edición fue patrocinada por Open Society Foundations

D.R. © 2016, Centro de Investigación y Docencia Económicas A. C. Región Centro Programa de Política de Drogas. Circuito Tecnopolo Norte 117, Col. Tecnopolo Pocitos II, CP 20313, Aguascalientes, Ags., México.www. politicadedrogas.org I ppd.cide.edu I www.cide.edu

Imagen de la portada: © ––––––––––––.

La creación de esta Colección de Cuadernos de Trabajo del Programa de Política de Drogas fue aprobada por el Comité Editorial del Centro de Investigación y Docencia Económicas en enero de 2016.

Edición y diseño: Colofón, Diseño y Comunicación, S. C.

Contacto: Guus Zwitser ([email protected])

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de un orden social ilegal. Un estudio de caso en Tierra

Caliente, Michoacán1

Edgar Guerra

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Programa de Política de Drogas Centro de Investigación y

Docencia Económicas (CIDE) Aguascalientes

1 Agradezco a mi colega el doctor Carlos Flores del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología So-cial (CIESAS) los acertados y profusos comentarios que sobre este trabajo me compartió en el marco del Seminario del Programa de Política de Drogas (PPD) del CIDE. Sus opiniones ayudaron a mejorar sustantivamente este texto. Por su-puesto, los errores y omisiones en el mismo, son de mi absoluta responsabilidad.

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IntroduccIón

I. Metodología

II. los InIcIos del narcotráfIco

III. caMbIos en el Mercado InternacIonal de droga (1980 – 2003)

IV. la llegada de los Zetas (2003 – 2006)

V. la faMIlIa MIchoacana (2006 – 2010)

VI. los caballeros teMplarIos (2011 – 2015)

dIscusIón a Modo de conclusIones

bIblIografía

índIce

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Resumen: El capítulo que presento contribuye a llenar un vacío en la investigación académica sobre organizaciones criminales en México en el

contexto de la guerra contra las drogas. El caso que estudio es el de Tepalcatepec, localidad de Tierra Caliente, Michoacán. En particular, cómo

en esta población se estructuró un orden social ilegal sobre la base del poder y control de varias organizaciones criminales. En términos empíricos, me interesa responder la pregunta: ¿cómo el crimen organizado de drogas

tomó por asalto, a lo largo de los años, una ciudad de poco más de 25 mil personas? Con base en un marco teórico sistémico y a través de una

metodología cualitativa, el artículo analiza el proceso de construcción de este orden social criminal en el municipio de Tepalcatepec desde dos puntos de vista: 1) el acoplamiento estructural de las organizaciones

criminales con las distintas dimensiones de la vida cotidiana en esta ciudad; 2) la refuncionalización de diversas estructuras sociales comunitarias en un

contexto de crimen organizado.

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IntroduccIón

El alzamiento de las autodefensas michoacanas en febrero de 2013 detonó una serie de estudios académicos sobre el tema, cuyo objetivo fue comprender la dinámica operativa de estos gru-pos de vigilantes2, así como explicar los mecanis-mos subyacentes a su surgimiento3. Gracias a es-tos trabajos, hoy en día sabemos que el motivo principal de ese movimiento armado fue liberar-se del régimen de terror que una organización criminal había erigido en la región desde 2008.

En efecto, durante los diez años previos al alzamiento, Los Caballeros Templarios estructu-raron un férreo control sobre la región, el cual consistió en la “captura” de las policías y de las au-toridades municipales, pero también de las auto-ridades estatales, e incluso, de algunas del ámbi-to federal4. Además, esta organización criminal había construido un mecanismo de expropia-ción de la renta de todos los ciudadanos: desde los ganaderos, a quienes confiscaba ranchos o les cobraba un porcentaje de la venta de su pro-

ducto; hasta los más humildes habitantes, a quienes exigía cuotas de 50 pesos. La situación pronto rebasó el ámbito de los delitos por dine-ro o bienes materiales y llegó al límite cuando los Templarios comenzaron a secuestrar y violar a las mujeres de la región e incluso a decidir acerca del destino de las vidas de las familias, de los amigos y los vecinos. Fue así como detonó el al-zamiento de las autodefensas michoacanas.

Si bien hoy en día contamos con trabajos académicos sobre el movimiento de autodefen-sas, aún carecemos de información suficiente, de amplios estudios sistemáticos que nos informen sobre el proceso de formación de aquella orga-nización criminal contra la cual se levantaron en armas, así como de referencias adecuadas sobre el contexto social y cultural en que el crimen or-ganizado de drogas se ancló en la vida cotidiana de la región.

A partir de los testimonios que los habitan-tes de Tierra Caliente han dado a la prensa5, pero

2 Sobre la literatura acerca del vigilantismo, consúltese: Schneckener (2007a, 2007b); Krause y Milliken (2009); Mulaj, (2010); Schuberth (2015).3 En la literatura sobre los grupos de autodefensa michoacanos encontramos los trabajos de Santamaría (2015), Fel-bab-Brown (2011, 2014), Heinle et al. (2014, 2015), Fuentes Díaz y Paleta Pérez (2015), Phillips (2014). Finalmente, des-taco los trabajos de Maldonado Aranda (2014a, 2014b) sobre la rearticulación de los campos político y criminal como de-tonantes de la situación de inseguridad en la región y del surgimiento de las autodefensas, así como del futuro de este movimiento.4 Los conceptos de “estado fallido” y “estado capturado” son problemáticos. En este texto observo, en particular, cómo al-gunas instituciones de gobierno son instrumentalizadas por el crimen organizado. Sobre el tema de estado fallido y cap-turado, véase: Call (2008), Crocker (2003), Rotberg (2003). Como alternativas conceptuales: Risse (2011), Agudo Sanchíz y Estrada Saavedra (2011).5 En la literatura sobre los grupos de autodefensa michoacanos encontramos, desde la investigación periodística, la ex-celente crónica de Olmos (2015).

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en particular mediante las entrevistas que condu-je para estudiar el movimiento de autodefensas en la ciudad de Tepalcatepec, en este trabajo pro-fundizo en la naturaleza de ese régimen de te-rror, ejercido por una organización criminal de drogas. En este sentido, el objetivo de este aná-lisis es trazar las líneas generales de la historia del crimen organizado de drogas en esta locali-dad para entender cómo se vinculó con la vida cotidiana de sus habitantes y cómo cambió a lo largo del tiempo hasta la época actual.

Desde 2006, es decir, desde hace más de diez años, el gobierno mexicano ha privilegiado, a través del uso de las fuerzas armadas y de los ele-mentos de sus órganos de seguridad pública fe-deral, una política de combate frontal contra las grupos del crimen organizado de drogas. Hasta ahora, los resultados han sido desalentadores en términos del principal objetivo planteado que fue “un México sin drogas”. Por el contrario, la es-trategia militarizada ha detonado consecuencias devastadoras en términos sociales, políticos y económicos.

Una de las deficiencias en la estrategia fue, precisamente, un pésimo diagnóstico sobre los vínculos entre las organizaciones criminales y las comunidades y poblaciones en que estos gru-pos surgen, crecen y desaparecen. Por tanto, es-te estudio contribuye, por medio del análisis de un caso, con una observación más compleja so-

bre el surgimiento de las organizaciones crimi-nales, sus cambios, su relación con las comuni-dades, así como su proceso de diversificación de actividades delictivas.

Este trabajo se divide en ocho secciones. Después de la introducción y justificación del es-tudio, en la siguiente sección (I) elaboro una bre-ve introducción metodológica sobre la investi-gación, así como mi proceso de inserción en la comunidad de estudio; en seguida (II), presento una narrativa histórica y sociológica sobre el sur-gimiento del crimen organizado de drogas en Tepalcatepec, Michoacán, la cual inició como una actividad netamente de interés económico y estructurada en pequeñas redes familiares de contrabandistas; sin embargo, (III) a partir de cambios en el mercado internacional de drogas surgió un nuevo tipo de organización criminal que, al menos en la Tierra Caliente (IV) hicieron atractivo el negocio de drogas para organizacio-nes criminales de nuevo tipo como Los Zetas. Desde ese momento, se detonó un proceso de diversificación de las actividades criminales que trajo consigo el surgimiento de La Familia Mi-choacana (V), en un primer momento y, poco después, de los Caballeros Templarios (VII). El úl-timo apartado ofrece algunas conclusiones y adelanta las líneas de investigación que se abren con este estudio.

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Como parte de mi estudio sobre el proceso de formación, organización y movilización de las autodefensas michoacanas, comencé a aden-trarme en la vida cotidiana de la localidad de Te-palcatepec. Ésta es una ciudad con una enorme vitalidad, de pequeños comercios, con intensa actividad política, de fuerte identidad regional y con grupos consolidados de ganaderos. Con es-te escenario frente a mí, me parecía difícil conce-bir que un grupo de criminales hubiese sometido a una localidad de tales características y cons-truido un dominio casi absoluto en pleno siglo XXI. De ahí que pronto me asaltara una pregunta de sentido común: ¿cómo fue posible que Los Ca-balleros Templarios hubiesen tomado por asalto, y secuestrado, en tan solo unos años, a una pobla-ción de poco más de 25 mil personas? Planteado de otra forma, la pregunta de investigación que surgía como resultado de la observación etno-gráfica adquiría esta forma: ¿cómo fue posible que en Tepalcatepec el crimen organizado de drogas se articulara con las dinámicas de la vida comunitaria logrando constituir un orden social ilegal? Pronto fue evidente que para explicar el movimiento de autodefensas era necesario com-prender la estructura y funcionamiento del or-den templario. Fue así que una parte importante

I. Metodología

de mi investigación la redirigí para estudiar a ma-yor profundidad a aquella organización delictiva pero, sobre todo, los distintos momentos histó-ricos y los diversos mecanismos a través de los cuales el crimen organizado de drogas se articu-ló con la vida cotidiana tepalcatepense.

Para llevar a buen término esta investigación había que observar dos dimensiones. La primera la dirijo a la dinámica del crimen organizado de drogas en la historia de la región y a entender cómo había evolucionado. Es decir, estudiar los distintos grupos criminales, así como sus víncu-los con el mercado de drogas. La segunda, en-tender cómo algunos componentes de la estruc-tura comunitaria de Tepalcatepec se acoplaron con las organizaciones criminales.

Para comprender el proceso de transforma-ción del crimen organizado en la localidad y ex-plicar su acoplamiento con la estructura comu-nitaria diseñé una investigación de carácter sociológico e histórico. Por un lado, abrevo en las teorías de grupos armados no estatales (non-state armed groups) y de organizaciones criminales para el análisis de los grupos de traficantes re-gionales6. Por otro, desde un modelo teórico de tipo sistémico7, elaboro una reconstrucción his-tórica para entender cómo, a lo largo de los años,

6 Sobre el tema, véase: Schneckener (2007a), Ballina (2011), Calderón et al. (2015), Bojicic-Dzelilovic et al. (2015), Carra-pico et al. (2014), Kalyvas (2015), Curry y Mongrain (2009), Lessing (2015), McMullin (2009) y Phillips (2014).7 Sobre la teoría de la sociedad de Niklas Luhmann, consúltese: Luhmann (1987 (1991); 1992: 2000; 2007).

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la población de Tepalcatepec fue lidiando con el tráfico de drogas y con la violencia entre los dis-tintos grupos criminales ante la ausencia de las instituciones estatales. El desenlace de este estu-dio ocurre precisamente en el periodo de mayor interés: el del dominio criminal templario.

Metodológicamente el estudio es de carác-ter cualitativo. En especial lo estructuro sobre tres métodos: 1) la etnografía (Lee, 2007), 2) la inter-pretación documental (Bohnsack, 2003) y 3) el análisis de contenido. Para ello, hago uso de dis-tintas técnicas de recopilación de datos como observación participante, elaboración de diarios de campo, entrevistas semiestructuradas, entre-vistas colectivas y conversaciones informales en el terreno.

Basado en los principales conceptos teóri-cos que informan la perspectiva analítica, diseñé un cuestionario con contenidos y preguntas cla-ve para invitar al informante a brindar datos so-bre el caso. Los cuestionarios abordan los si-guientes temas8: 1) historia del tráfico de drogas en Tepalcatepec; 2) las características de los prin-cipales grupos criminales de drogas; 3) la organi-zación y dinámica criminal; 4) el discurso de los criminales; 5) las características de los líderes; 6) los tipos de delitos; 7) los vínculos con el Estado y 8) los vínculos con la comunidad.

Para realizar la investigación de campo mi proceso de inserción en la comunidad ocurrió por dos vías. La primera consistió en acercarme

a la comandancia de la Policía Estatal Fuerza Ru-ral en Tepalcatepec, exponerles el motivo de mi visita, el objetivo de la investigación y explicarles mi forma de trabajo (a través de observación y entrevistas). Dado que las fuerzas de autodefen-sa han tenido una estrecha relación con los me-dios de comunicación de masas mi propuesta les pareció interesante y accedieron a responder mis cuestionarios. Lo anterior, me permitió acer-carme a informantes que conocían parte de la estructura interna de las organizaciones crimi-nales, La Familia Michoacana y Los Caballeros Templarios, pues no solo habían padecido sus arbitrariedades, sino que habían combatido con las armas a estos grupos. Un segundo proceso de inserción consistió en recorrer las calles y ca-minos de la comunidad, presentarme ante los paseantes y solicitar entrevistas de manera infor-mal. En ambos casos, en un primer momento los informantes me consideraron un periodista, por lo que hubo que profundizar con ellos acerca del tipo de trabajo y objetivo de la investigación a realizar. Esto me permitió tener contacto con in-formantes que conocían historias familiares so-bre el tráfico de drogas en la región y, en algunos casos, de gente que conoció a “alguien” que es-tuvo involucrado y que proporcionó información valiosa al respecto.

El trabajo de campo se llevó a cabo en Te-palcatepec, pero hubo entrevistas que tuvieron lugar en Morelia, Apatzingán y La Ruana, es de-

8 Por razones de seguridad, he reservado los nombres de los informantes que son habitantes de la localidad y de aque-llos que fueron parte de las autodefensas y que hoy son parte de la Policía Estatal Fuerza Rural.

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cir, en varias localidades de Tierra Caliente⁹. La recolección de datos se realizó durante tres pe-riodos de trabajo de campo, en abril y junio de 2015 y una estancia en mayo de 2016. Un estu-dio exploratorio se levantó entre octubre y no-viembre de 2014. Con base en las entrevistas pi-loto y en el análisis preliminar de la información

9 Cuando hablo sobre esta región en concreto me refiero a las poblaciones comprendidas dentro del valle Apatzingán-Te-palcatepec (o depresión Tepalcatepec), que colinda con Jalisco y comprende nueve municipios, muchos de los cuales se encuentran en el almanaque del narcotráfico de México: Apatzingán, Nueva Italia, Buenavista, Tepalcatepec, Aguililla.10 La Tierra Caliente michoacana se caracteriza por la hostilidad de su clima (hasta 40° C durante el verano), lo escabro-so de su geografía y la relativa dificultad para arribar a sus poblaciones. Algunos estudios han encontrado en la singula-ridad de la geografía terracalentana y en la escabrosidad de sus caminos, el terreno ideal para la formación de fuertes autonomías regionales y de actividades ilícitas (Maldonado, 2010; 2012). En este sentido, a pesar de que Tepalcatepec es la cabecera del municipio homónimo, y un poblado con comercio, ganadería, producción de queso y un poco de limón, la vida cotidiana es complicada, por decir lo menos.11 Otros autores datan la década de los cincuenta como la fecha en que inicia la siembra de cannabis y goma de opio en algunas regiones de Michoacán (Maldonado, 2012 y Flores Pérez, 2009).

de la primera temporada, modifiqué los protoco-los del cuestionario e hice las subsecuentes es-tancias de investigación. Con la recolección de esta información he podido avanzar en el estudio.

A continuación, reconstruyo parte de la his-toria del crimen organizado de drogas en Tepal-catepec, Michoacán.

II. los InIcIos del narcotráfIco

Independientemente de las condiciones geo-gráficas y sociopolíticas de Tierra Caliente10, que ayudan a entender la persistencia de organiza-ciones criminales en la región, ha sido la dinámi-ca del mercado internacional de drogas lo que permitió que el tráfico de algunas sustancias psi-coactivas ilegales (cannabis y goma de opio) sur-gieran y se desarrollaran en Michoacán (Maldo-nado, 2012; 2010).

A partir de la década de los sesenta, la revolu-ción cultural y social de Estados Unidos de Améri-ca (EUA) detonó el cambio en las formas de uso de la cannabis. De un consumo recreativo y foca-

lizado en comunidades hippies, se transitó hacia su expansión y comercialización masiva, es decir, hacia una “cultura comercial de la droga” (Grillo, 2012). El crecimiento de la demanda estaduniden-se pronto requirió de un aumento de la oferta. De ahí que, a finales de los sesenta, Michoacán, jun-to con Guerrero, se convirtieron en los nuevos es-pacios de producción y trasiego de esta droga11.

Desde aquella época el “negocio” (así lo lla-man los habitantes de la ciudad) comenzó como una actividad ilegal que no solo redituaba gene-rosas ganancias, sino que además no tenía impli-caciones de tipo moral, no generaba violencia ni

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problemas con la ley. Se trataba de un trabajo más, en el cual la gente se involucraba para ha-cerse de los dineros que el campo y cultivos tra-dicionales no generaban. Asimismo, el negocio no provocaba daño alguno en la población o en-tre sus habitantes.

Los primeros pasos del tráfico de drogas en la ciudad fueron por medio de pequeños contra-bandistas. Como es de esperar, se trataba de aven-tureros e improvisados que no siempre tenían cla-ridad acerca de las dimensiones y significado de su actividad, sobre el potencial económico que po-seía ni sobre sus implicaciones legales y sociales. Algunos sembraban, otros se enfocaban al trasie-go del producto y había quienes viajaban hasta la frontera norte de México para comercializar la mercancía. Muchos, incluso, se avecindaban en las ciudades del norte del país, que pronto serían importantes plazas de trasiego de drogas12.

Gracias al incentivo de la creciente demanda estadunidense, el negocio comenzó a generar un impacto económico importante en la locali-dad, ya que el dinero de las ganancias empezó a derramarse de forma más amplia entre las diver-sas capas sociales. De pronto, de acuerdo con los testimonios, en el espacio público comenzaron a circular camionetas, inició la compra de casas y ranchos y se organizaron eventos y fiestas para todo el pueblo. Esto porque los traficantes invo-lucrados en el negocio de la marihuana, al ser hi-jos de la comunidad, sentían la responsabilidad

de apoyarla con obra social. En otras palabras, los vínculos familiares, de amistad y compadraz-go obligaban a los primeros traficantes de dro-gas a mostrar un mayor compromiso con el pue-blo. Tal y como recuerda un informante sobre los primeros “narcos”: “hacían labor social, coopera-ban; se hacía cooperación de muchas formas [los que más cooperaban eran los traficantes que ha-bían emigrado a la frontera norte del país y se encontraban de visita en Tepalcatepec], como que se sentían ellos de aquí, de la comunidad y de alguna manera querían que se dieran cuenta que jalaban, que eran gente que apoyaba a su pueblo” (entrevista a habitante de Tepalcatepec).

En unos años, el impacto económico se tra-dujo en reconocimiento social. Lentamente, el negocio de las drogas comenzó a adquirir cierta legitimidad a los ojos de los tepalcatepenses. De pronto en la comunidad “el negocio” devino en una opción de vida. Un informante lo dice así: "ya no había una diferencia sustancial entre en-trarle al “negocio” o trasladarse a Guadalajara a estudiar alguna carrera” (entrevista a habitante de Tepalcatepec). A partir de ese momento, en Tepalcatepec se hizo común que los hijos de la gente involucrada en el “negocio” convivieran con los hijos del resto de los habitantes, el nivel de aceptación era tal que incluso se contempla-ba "al narco” como una opción de vida.

Por otra parte, en esa época el negocio de las drogas se mantuvo como una actividad relativa-

12 Los tepalcatepenses migrantes, que desde los años sesenta y setenta radicaron en EUA, establecieron redes que se-rían sumamente importantes para el tráfico de drogas ilegales, pero también para, décadas más adelante, financiar al movimiento de autodefensas de la región.

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mente individual, en manos de ciertos persona-jes, de jefes de familias conocidas que se involu-craban en el tráfico. Esto no necesariamente llevó a construir grandes organizaciones jerárquicas, sino más bien grupos organizados en redes in-formales. Además, no existía competencia entre estos traficantes. Las condiciones crecientes del mercado y las pocas familias inmersas en él, ge-neraban un negocio con suficientes posibilida-des de crecimiento para todos los que participa-ban. Puesto que la mayoría eran miembros (re)conocidos de la localidad, entonces compartían vínculos de amistad, compadrazgo o familiares. De ahí que la confianza fungiera como mecanis-mo importante para proporcionar estabilidad a las transacciones comerciales, mientras que el dinero pasó a ser el principal medio de intercam-bio entre los traficantes. Todo sin necesidad de recurrir de forma sistemática a la violencia.

En consecuencia, durante este periodo de la historia de la localidad, el tráfico de drogas no generó conflictos violentos entre organizaciones por el control territorial. Por el contrario, los dis-tintos grupos involucrados en el tráfico de drogas (desde el campesino, al intermediario) consti-tuían un sistema de intercambio completamen-te funcional que operaba basado en la confianza y el dinero, y no haciendo uso de la violencia y el miedo, como sucedería años después. La confian-za entre traficantes aseguraba el cumplimiento de las expectativas y generaba certidumbre. De esta manera, se lograban rendimientos funcionales

que beneficiaban directamente a la población, ya que el tráfico de drogas contribuía a resolver uno de los problemas torales a los que todo grupo hu-mano se enfrenta: la escasez de recursos. Fue así que el tráfico de sustancias ilegales generaba una mayor riqueza y una mejor distribución social de la misma a través de obras en la comunidad.

Con el paso de los años, los traficantes fue-ron acumulando y generando un conocimiento más preciso y complejo sobre las distintas di-mensiones y aristas del negocio y de sus alcan-ces, lo que les permitiría forjar mejores métodos de siembra, tráfico y comercialización. Al mismo tiempo, el reconocimiento social que el “nego-cio” fue adquiriendo comenzó a sedimentarse en las estructuras culturales de la sociedad tepalca-tepense. A más y más gente le entusiasmaba la vestimenta, la música y las camionetas, es decir, todos los lujos provenientes de la actividad. Fi-nalmente, el creciente prestigio social y la abun-dante riqueza con que los traficantes contaban, pronto les permitió ejercer cierta influencia y has-ta autoridad en la toma de decisiones colectivas.

De esta forma, si bien los primeros trafican-tes habían comenzado como pequeños grupos familiares, a principios de los años ochenta ya habían consolidado un entramado de redes de producción y comercialización que compartían intereses y, sobre todo, que aprovechaban la in-fraestructura de la comunidad para funcionar, pues sus actividades contribuían a resolver va-rios problemas comunitarios13.

13 Si bien no existía un fuerte estigma social en torno a las actividades relacionadas con las drogas, se trata de una actividad ilegal que requería articulaciones sociales y políticas distintas a las de otro tipo de empresas. Sin duda, en la articulación de

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III. caMbIos en el Mercado InternacIonal de drogas (1980 – 2003)

A mediados de la década de los ochenta, el mer-cado internacional de drogas comenzó, nueva-mente, a cambiar. La reconfiguración tendría un fuerte impacto en la forma y dinámica de los gru-pos de traficantes locales y su relación con la so-ciedad. Lo que ocurrió fue que la demanda de cannabis en EUA aumentó, y junto con ella tam-bién creció la demanda de un producto que en el mercado estadounidense se había consolidado: la cocaína (Valdés Castellanos, 2013b). Además, el cierre de la ruta del Caribe obligó a buscar vías alternativas de trasiego, como lo era el territorio michoacano, entre muchas otras. De esta forma, Tierra Caliente comenzó a experimentar la llega-da de una nueva sustancia tanto en sus bodegas de almacenamiento como en las rutas de trasie-go. Esto ocurrió, curiosamente, a través de con-trabandistas fuereños, casi siempre colombianos, una característica sumamente significativa para comprender algunos rasgos de la violencia crimi-nal de drogas en la entidad, pues ésta contiene componentes de clase y de identidad regional.

En todo caso, la primera oleada de trafican-tes no locales tendría un impacto sustantivo en

la vida comunitaria, ya que estos no solo intro-dujeron una sustancia (la cocaína) con un mayor potencial económico, sino que también induje-ron a las juventudes tepalcatepenses en el con-sumo de drogas e impulsaron un nuevo modelo cultural de traficante. Tal y como lo recuerda un informante:

En los ochenta empezó a cambiar un poco [el nar-cotráfico], los muchachos de aquí empezaron a consumir droga, cocaína; llegaron unas gentes de Guerrero y ellos empezaron a contrabandear co-ca, ellos empezaron a meter coca; de todas mane-ras la sociedad los aceptaba y en las fiestas se en-viciaron muchos jóvenes porque les regalaban como que la amistad, y empezaron a regalar eso, los empezaron a atraer; aquí aterrizaban aviones y empezaron a enviciar a los jóvenes de aquí y esos ya veían en la ambición de ellos de ser igual que los que estaban contrabandeando, porque los veían con mucho dinero; ésos [los recién lle-gados traficantes] no te compraban una parcela; te compraban 8, 10 parcelas, te compraban 100 cabezas de ganado y ya a partir de los noventa empezó a cambiar, a los niños les preguntabas que querían ser y te decían contrabandista (en-trevista a habitante de Tepalcatepec).

las redes de narcotráfico en la región diversos actores policíaco-delictivos oriundos de Michoacán y con posiciones de mu-cha influencia en sus instituciones jugaron un papel de suma importancia como, por ejemplo, Francisco Sahagún Baca, ex-comandante de la Policía Judicial Federal y originario de Sahuayo y Rafael Chao López, comandante de la Dirección Fede-ral de Seguridad, que fue pieza clave en la organización del negocio en distintas zonas de la frontera. También es importante recordar que ya para 1985 en el estado operaba la red de Rafael Caro Quintero, asentada en Jalisco, lo que sin duda impul-só y contribuyó a consolidar el negocio en la región.

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El tráfico de cocaína detonó el nacimiento de la primera organización criminal de impor-tancia en la región: Los Valencia14, la cual operó entre la década de 1980 y 2000. A partir de ese momento, el modelo de organización criminal hegemónico en la región se estructuraría de for-ma piramidal15. Este momento representó el pun-to de quiebre en la historia del narcotráfico en la región, no solo porque cambiaría el tipo de sus-tancia que se traficaba, sino porque también se transformarían la misma estructura y dinámica de los grupos criminales de drogas.

Por otro lado, además de operar como una organización criminal, el modelo construido por Los Valencia se articuló con su entorno comuni-tario de forma mucho más compleja. Ya no solo se limitaba a crear vínculos con los habitantes de la región por medio de obras, caridad, préstamos u organización de fiestas, sino que ahora recluta-ban integrantes (sicarios, burreros, etcétera) di-rectamente con pagos y sueldos. Tampoco sus relaciones con las instituciones estatales se re-ducían al soborno de policías, sino que ahora ne-

gociaban con presidentes municipales, por lo que comenzaron a articular una relación más com-pleja entre el campo político y el criminal16.

Más allá de lo que el cambio en el mercado internacional representó en términos económi-cos en el contexto tepalcatepense, sin duda al-guna, su impacto social y cultural tuvo una rele-vancia fundamental en la vida cotidiana. Por un lado, reforzó un modelo de ascenso social, que consolidó la figura del traficante como una op-ción válida, con cierto reconocimiento social y con enorme poder adquisitivo. Por otro lado, el “enganchar” a los jóvenes en la dinámica del con-sumo abrió una caja de Pandora, pues unos años más tarde, una gran parte de estos jóvenes in-gresarían como sicarios a La Familia Michoacana y a la organización de Los Caballeros Templarios. Finalmente, si bien Los Valencia introdujeron el mercado de cocaína al entramado regional y, por tanto, detonaron el crecimiento económico de ciertos sectores, al mismo tiempo convirtieron a Tierra Caliente en un territorio en disputa.

14 Sobre el tema, véase: Idalia Gómez y Fritz (2005); Valdés Castellanos (2013b). 15 Si bien el grupo de Los Valencia no construyó una base de operaciones en Tepalcatepec, pues los lugareños lo recuerdan como una organización que trabajaba en ciudades grandes como Uruapan y Morelia (curiosamente entre 1989 y 1999 esta organización realizó enormes inversiones en huertas de aguacate y de limón en tierra tepalcatepense), el grupo fue una de las fuentes de riqueza de la ciudad (entrevista a habitante de Tepalcatepec).16 El concepto de “campo”, con todas sus complejidades e implicaciones, lo retomo de Bourdieu (1988, 1991).

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18 Cuaderno de trabajo edgar guerra

El hecho de que en Tierra Caliente haya incremen-tado la siembra, producción y trasiego de sus-tancias psicoactivas ilegales a partir de la década de los noventa, y que desde muy temprano la or-ganización de Los Valencia haya sostenido alian-zas con el Cártel del Golfo, convirtió esa región en fuente de interés para las organizaciones cri-minales del noroeste del país. Esto sería suma-mente importante varias años después, hacia mediados del año 2000, porque para entonces el grupo de sicarios conocido como Los Zetas bus-caría apoderarse y controlar el potencial econó-mico del territorio michoacano (Valdés Castella-nos, 2013b).

Así, para 2003, Tierra Caliente se encontraba incendiada como consecuencia de la guerra por el control del territorio entre los grupos crimina-les. Los Zetas habían incursionado en la región a través de una alianza con el cartel local La Em-presa. ¿Su misión? Exterminar a los grupos loca-les de traficantes y hacerse del control del mer-cado regional de drogas. El ingreso de Los Zetas a Tierra Caliente traería consigo el aumento de la violencia criminal. Tal y como recuerdan los ha-bitantes de la región. “Los Zetas lograron entrar a Uruapan, a Apatzingán y a esos Valencia los sa-caron a la chingada; Los Zetas se dedicaron a se-cuestrar; hacían de todo los cabrones; esos em-pezaron [la violencia]” (entrevista a habitante de Tepalcatepec).

En efecto, el modelo criminal de Los Zetas (Valdés Castellanos 2013a; Rios y Dudley 2013) había roto los códigos del negocio tradicional de las organizaciones de drogas: ya no solo trafica-ban sustancias, ni solamente buscaban vender protección, sino que ahora también se especiali-zaban en la expoliación de la riqueza de los ha-bitantes como una forma más inmediata y me-nos riesgosa para hacerse de riquezas. De tal suerte, secuestraban, extorsionaban, robaban y despojaban a los tepalcatepenses de sus gran-des y pequeñas propiedades y posesiones.

Sin embargo, en Tepalcatepec no todo estaba perdido. En unos cuantos meses los grupos loca-les del tráfico de drogas articularon una alianza para detener la voracidad y rapacidad de aquella organización criminal fuereña y muy pronto, la amenaza criminal que esta organización repre-sentaba generó solidaridad entre los habitantes de Tepalcatepec y los distintos grupos locales del tráfico de drogas que, en consecuencia, comen-zaron a articularse alrededor de una figura caris-mática, de un líder que destacaba como ganadero, pero que a lo largo de los años ha sido considera-do como un importante traficante regional.

Así, en Tepalcatepec surgieron, como prime-ra organización de autodefensa de la localidad Los Mata-Zetas, quienes fueron un grupo para-militar que se constituyó con una única misión: proteger a los habitantes del peligro que repre-

IV. la llegada de los Zetas (2003 - 2006)

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sentaban Los Zetas17. Si se observa con atención, parte de la aceptación social que Los Mata-Zetas lograron en la región se debió no solo a su prome-sa de expulsar a un grupo criminal que amena-zaba la seguridad y riqueza de la localidad, sino que su propuesta también exaltaba la identidad regional frente a la infamia de Los Zetas, quienes en realidad eran grupos fuereños. Al final del día, Los Mata-Zetas articularon un discurso de auto-defensa de la integridad territorial y la seguridad local que conllevó una dimensión instrumental, que consistía en brindar seguridad, pero tam-bién una dimensión simbólica, que hacía un mar-cado énfasis en la identidad regional, lo cual ape-laba a la solidaridad entre los comunitarios. El discurso fue, a todas luces, exitoso, ya que los grupos de Los Mata-Zetas gozaron de cierto re-conocimiento social, como se aprecia en las en-trevistas. No por casualidad, esta estructura dis-cursiva (seguridad/identidad) se encontrará en distintos momentos de la historia de la localidad, sobre todo pocos años más adelante con el Mo-vimiento de las Autodefensas. Así recuerdan los lugareños la guerra contra Los Zetas:

[Los Zetas] se querían meter aquí a Tepalcatepec y controlar a quien llevaba droga [controlar el trá-fico de drogas] querían entrar y dominar Tepalca-tepec, pero no los dejaron; [lo que sucedió es que] se organizaron [varios] en un grupo que sí llevaba droga [es decir, Los Mata-Zetas fue organizado por grupos locales del tráfico de drogas] y fueron

apoyados por [gente] que [pertenecía a las fuer-zas] rurales y que tenía armas, que podía portar las armas; [además] hubo una persona que le di-cen [omito el nombre], [que fue quien organizó al grupo de Los Mata-Zetas]; él organizó a varios co-munitarios, no nomás él, sino un grupo [y este grupo luchó contra Los Zetas, a quienes] no deja-ron entrar; nomás no los dejaron entrar; Los Zetas [como respuesta] mandaban cabezas [de perso-nas ejecutadas y decapitadas] aquí [a Tepalcate-pec]; [como consecuencia de la guerra] hubo una matazón aquí en la Bocanda, en el ejido La Tasa-jera; [sobre Los Mata-Zetas, el informante dice que] no puedo decir cuántas personas eran [formaban parte del grupo], pero se organizaron y no dejaron entrar a [Los Zetas]; en este grupo [de Los Mata-Ze-tas] había gente que traficaba, más bien eran ellos los que lo organizaban [los traficantes locales], [pues los que formaban parte de Los Mata-Zetas] sí traficaban, muchos traficaban, [aunque] otros no (entrevista a habitante de Tepalcatepec).

La organización comunitaria y la organiza-ción criminal establecieron un nuevo acoplamien-to funcional. A través de un grupo armado no es-tatal, Los Mata-Zetas, la comunidad resolvía el problema de la seguridad y protección de sus re-cursos poblacionales, tanto humanos como finan-cieros, y se blindaba frente a la violencia criminal representada por Los Zetas. Por su parte, los gru-pos criminales locales, que eran quienes apoya-ban financieramente a Los Mata-Zetas, lograban proteger su territorio y su negocio, al tiempo que contaban con el apoyo comunitario.

17 Chava Lentes, el hijo de Salvador Revueltas, don Chava, considerado como el líder que controló el tráfico de drogas en Tierra Caliente desde la década de los ochenta, fue uno de los que, junto con Juan José Farías Álvarez, se encargaron de organizar al grupo paramilitar de Los Mata-Zetas.

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20 Cuaderno de trabajo edgar guerra

Cuando uno revisa los mensajes de La Familia Michoacana se observa la misma estructura dis-cursiva que alimentó el surgimiento del primer grupo de autodefensas (Los Mata-Zetas) en Te-palcatepec. Un discurso que, por un lado, apela a elementos identitarios locales y, por otro lado, establece la idea de preservar y salvar la comuni-dad frente a la amenaza externa. En efecto, La Familia Michoacana fue un grupo de criminales que se articuló, tal como lo hicieron Los Ma-ta-Zetas de Tepalcatepec, en torno al objetivo de continuar con el proceso de expulsión de Los Ze-tas de la región18. Si se lee su primer desplegado en un periódico publicado el 22 de noviembre de 2006, La Familia Michoacana se presenta co-mo un grupo que se opone a la opresión que ha asolado a la región desde la década de 1980, y que a sus ojos era responsabilidad de Los Valen-cia y de Los Zetas.

El inicio de las actividades de La Familia en Tepalcatepec ocurrió desde el momento en que ingresaron a esta localidad:

Al entrar aquí, entran de esta forma: llaman a la gente y le dicen: ‘nosotros somos de La Familia Michoacana, no les va a pasar nada [ni a ustedes]

18 Si bien en sus orígenes La Familia Michoacana fue un producto del grupo criminal de Los Zetas, ya que estos entrena-ron a la escisión de Los Valencia, encabezada por el también michoacano Carlos Rosales Mendoza, el Tísico, que junto con Jesús Méndez Vargas y Nazario Moreno González formaron La Familia Michoacana, entre ambas organizaciones se mantuvo cierta alianza hasta que sobrevino la ruptura por la disputa de los territorios de producción y trasiego. En el fon-do, esto ayuda a explicar, en buena medida, el modelo delictivo de La Familia Michoacana y posteriormente de Los Ca-balleros Templarios.

ni a sus negocios, queremos que todo siga bien’; pero como dándote a entender que los que man-daban eran ellos, ellos llamaban a grupos comer-ciantes, contrabandistas, según el ramo (entrevis-ta a habitante de Tepalcatepec).

De acuerdo con las entrevistas y testimonios, la dinámica operativa de La Familia Michoacana se desplegó en tres dimensiones y, en este tenor, las actividades de este grupo criminal contri-buían a resolver tres problemas comunitarios.

Primero, el problema de la seguridad. En efecto, el objetivo de La Familia Michoacana era “exterminar” a Los Zetas y junto con ello, expulsar las diversas modalidades de crimen que lastima-ban a las comunidades tales como la extorsión y el secuestro. Segundo, el problema del sentido de la vida cotidiana en Tepalcatepec. Además de seducir a los habitantes de la región con el discur-so de la protección de sus intereses materiales, La Familia Michoacana desarrolló una dimensión discursiva que apelaba a valores comunitarios tales como la liberación, el bien común, la solida-ridad y la buena vida. Así, esta organización crimi-nal desarrolló un discurso de carácter político que aportaba un horizonte utópico y daba sentido

V. la faMIlIa MIchoacana (2006 – 2010)

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comunitario. De ahí, quizá, el esfuerzo que ese grupo criminal hacía para deslindarse y diferen-ciarse de Los Zetas, sobre todo en el aspecto más abominable que este grupo criminal poseía: el ti-po de violencia que ejercían. Desde este punto de vista, se entiende el sentido de los mensajes de La Familia Michoacana en los que acusaba a Los Zetas de criminales y violentos. Tercero, el problema del control del crimen organizado de drogas. A partir del inicio de la guerra de Los Ze-tas contra Los Valencia y, posteriormente, contra los pequeños grupos locales, el crimen de dro-gas en Tierra Caliente se encontraba “desorgani-zado”. Muchos grupos, pequeños y muy diversos, comenzaron a surgir, por lo que en Tepalcatepec pronto La Familia llamó a cuentas a los principa-les “traficantes” de la localidad con el fin de re-gular, nuevamente, el negocio y regresarlo a un estado de poca violencia, situación que había primado antes del arribo de Los Zetas.

El hecho de que La Familia Michoacana contri-buía decisivamente a resolver cada uno de estos problemas, “robustecía y aceitaba”, por decirlo de alguna manera, su dinámica y estructura organi-zativa, pues le inyectaba recursos financieros pa-ra seguir creciendo, le otorgaba una posición de poder y hegemonía en la región mediante el uso indiscriminado de la violencia y la brutalidad y, finalmente, le permitía hacerse de cierto reconoci-miento social entre algunos sectores poblaciona-les, principalmente entre los jóvenes de la ciudad y los sectores más marginados de las rancherías asentadas en las afueras de Tepalcatepec.

Lo anterior se tradujo en la evolución de La Familia Michoacana, que devino en una organi-

zación cada vez más compleja. En efecto, de acuerdo con las distintas monografías y reporta-jes periodísticos sobre este grupo criminal (Ol-mos, 2015; Valdés Castellanos, 2013a; Grayson y Logan, 2012) y, sobre todo, con base en los testi-monios que he recabado, uno puede hacerse una idea sociológicamente sólida sobre la estructura interna de este grupo criminal y sobre el grado de diferenciación funcional que impulsaba su di-námica interna. Así, para 2008 este grupo crimi-nal ya contaba con una dimensión paramilitar y guerrillera, con un proyecto político, con una enorme capacidad de organización de masas y con una dimensión religiosa.

Es importante comentar que si bien La Fa-milia Michoacana mostraba ya todas las carac-terísticas de Los Caballeros Templarios, su ope-ratividad en Tepalcatepec estaba reducida. De hecho, cuando uno realiza entrevistas en la loca-lidad, la historia de esta organización se reduce considerablemente a una página, y en los testi-monios aparece únicamente como un paso ne-cesario para entender lo que vendría después: el periodo Templario. Esto se explica, fundamental-mente, por la lógica de operación de La Familia, la cual no tuvo como objetivo principal expoliar los recursos de los habitantes de la región, ya que si expropiaban la riqueza social, como más adelante haría el otro grupo criminal, lo más probable es que la población tendría pocos recursos para aportar a la organización criminal y de esta for-ma mantenerla. En otras palabras, “la diferencia frente a Los Templarios era que La Familia dejaba trabajar al pueblo” (entrevista a habitante de Te-palcatepec). De ahí que, hasta cierto punto, no

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22 Cuaderno de trabajo edgar guerra

Pronto Los Caballeros Templarios colocarían las bases para construir un orden social que consis-tió, fundamentalmente, de dos dimensiones. La primera cimentada en un sistema de poder y do-minación, es decir, un mecanismo de tipo políti-co e ideológico capaz de articular la toma de de-cisiones colectivas en la región y el cual tenía como fundamento, en última instancia, el uso descarnado de la violencia. La segunda dimen-sión consistió de un sistema de expoliación y ex-plotación de los recursos de una parte de la po-blación, en especial de los traficantes de drogas.

El enorme éxito y funcionalidad de este or-den social pronto derivó en que casi todas las di-mensiones en que se desenvolvía la vida cotidiana de los pobladores pasaran por el filtro criminal: las policías, los servicios públicos, el sistema legal, la ciencia, el amor20. Lo interesante y sociológica-mente relevante es que con La Familia Michoa-cana, este orden comenzó a estructurarse en el plano económico, es decir, con la expoliación de

bienes y recursos de los traficantes locales, y en el plano político, con la captura de las instituciones municipales. Sin embargo, con Los Caballeros Tem-plarios este orden pronto evolucionó y se expan-dió al plano jurídico y al de los medios de comu-nicación, para terminar dominando en el plano íntimo y en el de la expropiación de los cuerpos.

Si bien sorprende observar cómo este orden social templario se estructuró, encapsulando las diversas dimensiones de la vida cotidiana de la población, más sorprendente es percatarse de la enorme velocidad con que lo hizo. La velocidad con que este orden social se logró estructurar, y las fuertes raíces que fincó entre la población lo-cal trastocaron de tal forma la vida cotidiana que incluso los vínculos de confianza tanto familiares como de amistad, tan necesarios para construir estrategias colectivas de resistencia, fueron des-articulados.

Evidentemente, la velocidad y profunda pe-netración de la criminalidad en la región tenía

19 Los Caballeros Templarios es una organización criminal que surge en Michoacán en 2011 como parte del proceso de desarticulación de La Familia Michoacana. Sobre el tema, véase: Reyez 28, septiembre (2014); Rivera Velázquez (2013); United Nations Office on Drugs and Crime (2010); Suverza (2009); Valdés Castellanos (2013a, 2013a); Guerrero Gutié-rrez (2014).20 Tal como me lo relató un colega antropólogo, “para hacer investigación en la región, tenías que pedir permiso para en-trar a los pueblos”. Yo mismo tuve que solicitar la anuencia de los encargados de la Policía Estatal Fuerza Rural para ha-cer entrevistas y caminar de forma relativamente segura por los pueblos.

VI. los caballeros teMplarIos (2011 – 2015)19

hubiese rebelión armada por parte de los comu-nitarios, situación que pronto se presentaría

ante la formación y dominio de Los Caballeros Templarios.

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como mecanismos condicionantes factores es-tructurales de la región y factores propios de la misma dinámica de la organización criminal.

En relación con los factores de la región que influyeron para consolidar ese dominio templa-rio, estaban:

1) El escaso acceso de los tepalcatepenses a oportunidades laborales y de inversión y el po-bre crecimiento económico regional:

Casi no hay chamba, tengo mi trabajo particular [un informante se refiere a su profesión] de diseño, de lanzamiento de proyectos, pero me dedico a ven-der comida, tacos, a hacer pozole, hacer menudo sobre pedido cuando hay algún evento; la crisis estaba pues muy dura, no había oportunidades de trabajar y me puse a vender tacos, ya como más fi-jo pues (entrevista a autodefensa de Tepalcatepec).

2) Por lo tanto, los ingresos familiares se compensaban desempeñando, desde décadas atrás, actividades ilícitas como la siembra y el tra-siego de sustancias psicoactivas ilegales, como ya hemos visto en las páginas anteriores.

3) A esto se sumó el discurso de organiza-ción y salvación comunitaria con que La Familia y Los Caballeros Templarios se presentaron en la comunidad y que brindó una opción de vida a diversos grupos de pobladores. Esto permitió la formación de un pequeño ejército de halcones entre la juventud tepalcatepense.

4) Estos jóvenes, quizás por primera vez en sus vidas, detentaban y ejercían poder:

Allí lo que había [lo que sucedía con los integran-tes de Los Caballeros Templarios] era que las per-sonas se sentían engrandecidas [por el hecho de

pertenecer a una organización tan grande]; y ob-viamente a esas personas les gustaba [no querían salirse]. Te digo porque yo lo viví, lo sentí con ellos, lo engrandecido que se siente la persona cuando tienes un respaldo grandísimo, hacer y deshacer, aunque fuera mujer (entrevista a auto-defensa de Tepalcatepec).

5) Finalmente, la desigualdad social que existía y aún existe en la localidad se tradujo des-de años atrás en recelo y conflictos comunita-rios, los cuales motivaron que muchos vecinos se aliaran con los Templarios. No por casualidad muchos de los habitantes de Tepalcatepec, que habían sido víctimas de la extorsión del grupo criminal, fueron denunciados por sus propios ve-cinos, amigos e incluso familiares. Desde tiempo atrás se percibía una atmósfera de envida, odio y conflicto entre los comunitarios: “la gente veía mal que te compraras tu parcela, tu carrito; y en-tonces te denunciaban porque muchas veces ellos se lo quedaban, los Templarios les daban al-go de ganancia” (entrevista a miembro de la Po-licía Estatal Fuerza Rural de Tepalcatepec).

6) El último dique que pudo contener la in-vasión templaria estaba representado por el Es-tado. Sin embargo, la cooptación o encapsula-miento de las instituciones de seguridad y de gobierno permitió que la región pronto estuvie-se bajo el dominio criminal. Este proceso de to-ma de las instituciones municipales y estatales ocurrió en dos niveles. Por un lado, los acuerdos cupulares entre los líderes de la organización cri-minal y representantes del gobierno estatal, lo que hizo posible que ésta operara en una gran parte de Tierra Caliente y del estado21. Por otro la-

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24 Cuaderno de trabajo edgar guerra

do, a nivel municipal la organización criminal fue encapsulando a distintas instituciones de seguri-dad a través de sobornos de autoridades o ame-nazas a presidentes municipales. En efecto, está documentado que desde 2008 la organización criminal controlaba las secretarías de obras pú-blicas y de seguridad de al menos 20 municipios de Tierra Caliente (Olmos, 2015). En Tepalcate-pec no fue distinto, pues aproximadamente des-de 2004 “al comandante de la policía municipal lo pusieron ellos; ya de ahí en adelante los presiden-tes no mandaban la policía, los traficantes man-daban a la policía, e incluso ya en el último perio-do de gobierno, los Templarios ya negociaron directamente con el gobierno municipal y esta-tal” (entrevista con habitante de Tepalcatepec).

En relación con los factores internos de la organización criminal que influyeron para con-solidar su dominio criminal, podemos especular sobre por qué Los Caballeros Templarios comen-zaron a inmiscuirse en la vida cotidiana de la po-blación. Dos hipótesis, no necesariamente exclu-yentes, apuntan en esta dirección.

Por un lado, la vocación expansiva y depre-dadora de la organización criminal indujo a que los grupos de contrabandistas tradicionales de-jasen de producir drogas e incluso abandonasen la comunidad.

Esto derivó en que las rentas que Los Caba-lleros Templarios extraían de los traficantes loca-les, y que eran sumamente importantes para mantener a su organización, dejasen de llegar a

sus arcas. Evidentemente esto se convirtió en un problema para el grupo, pues necesitaba dinero para mantener a sus ejércitos de halcones y sica-rios, además de financiar sobornos, fiestas y ar-mas. Ante esta situación, la solución se encontró entre los grupos adinerados de la ciudad, en es-pecial entre los ganaderos y comerciantes, a quie-nes los Templarios comenzaron a expropiar sus riquezas, a extorsionar y a secuestrar.

Por otro lado, la propia organización tem-plaria, ya para entonces enorme y con problemas de coordinación, comenzó a experimentar un proceso de desarticulación de sus grupos apos-tados en distintos lugares. Es decir, los jefes y en-cargados del negocio en las localidades comenza-ron a detentar una mayor autonomía en la toma de decisiones con respecto a los líderes, por lo que paulatinamente comenzaron a hacerse del control de las plazas. Esto tendría profundas consecuencias en la forma en que se dio la domi-nación templaria. Por ejemplo, en Tepalcatepec había un líder de plaza, junto con dos más que le auxiliaban en las tareas. Aunado a esto, el hecho de que cada líder tuviera más autonomía signifi-caba dos cosas. Primero, las cuotas de dinero que tenían que enviar a sus superiores aumenta-ron. Segundo, al gozar de mayores libertades lo-cales, el dinero simplemente lo gastaban, por lo que probablemente aumentó la presión interna para diversificar sus fuentes de financiamiento.

Finalmente, a los factores estructurales que posibilitaron la solidez y velocidad con que este

21 La Familia controlaba el 70 por ciento de los municipios del estado, desde 2006 a 2011 (Olmos, 2015).

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25Programa de Política de drogas monitor

dIscusIón a Modo de conclusIones

La región michoacana de Tierra Caliente y, en es-pecial la localidad de Tepalcatepec, objeto de es-te estudio, ha experimentado, desde mediados del siglo XX, cuatro procesos interrelacionados: 1) el crecimiento del mercado mundial de dro-gas y la diversificación de la mercancía; 2) la evo-lución de las organizaciones criminales; 3) el paulatino pero sostenido involucramiento de un sector importante de la población y, finalmente, 4) el aumento de la violencia en términos de eje-cuciones, así como su cambio cualitativo, es de-cir, su mayor brutalidad.

Estos cuatro procesos se analizaron en este texto desde tres niveles de observación (macro, meso y micro): los cambios en el mercado inter-nacional de drogas que han convertido a la región en una fuente idónea para la siembra de canna-bis durante los años sesenta, para el trasiego de cocaína durante los ochenta y para la producción de drogas sintéticas durante la primera década del siglo XXI (Escohotado 2014; Davenport-Hines 2003). Además, a nivel regional existían condi-ciones estructurales de exclusión, marginación y

desarrollo que posibilitaron la emergencia del tráfico de drogas como una alternativa de vida entre otras tantas, pero que coincidió con el au-ge de un mercado de drogas. Por último, a nivel meso se observa el surgimiento y desarrollo de las organizaciones criminales, entendidas como esos mecanismos que permiten engarzar el mer-cado internacional y la población local.

Todos estos factores han posibilitado que, a lo largo de su historia, esta región se haya man-tenido en los márgenes del Estado y permitieron el florecimiento de una región de drogas.

En este trabajo también presento, a partir del análisis de los datos, dos modelos de organi-zación criminal. El primero de ellos, presente en-tre 1960 y 1990, es el tipo de organización espe-cializada en producción y tráfico de cannabis, la cual estaba estructurada alrededor de grupos fa-miliares y de amistad de la localidad. El tipo de actividad de estos grupos era netamente con fi-nes de tipo económico y los motivos de los acto-res eran, fundamentalmente, dirigidos a obtener ganancias en medio de un entorno comunitario

sistema de dominación se impuso, es necesario añadir la enorme violencia y brutalidad con que los Templarios cometían sus crímenes. Tanto fue el miedo que se generó, que para los habitantes de Tepalcatepec no había siquiera posibilidad de confiar en las autoridades o en los miembros de la comunidad, sobre todo porque sabían que “era

un hijo del pueblo [el] que hacía eso [pertenecer al grupo criminal]”. De esta forma, el tepalcatepen-se no actuaba contra el grupo criminal, no podía hacerlo porque pronto se dio cuenta que “estaba atrapado en un círculo del que no podía correr” (entrevista a autodefensa de Tepalcatepec).

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que no ofrecía oportunidades equitativas de de-sarrollo. El esquema de intercambio era relativa-mente funcional porque el tráfico de drogas se desenvolvía sobre la base de la confianza entre campesinos, bodegueros, y aquellos quienes se dedicaban al trasiego. Además, muchos de los traficantes de esa época tenían familiares en la frontera de México, por lo que las operaciones de compra-venta tampoco generaban demasia-dos problemas allende los límites regionales mi-choacanos. El dinero obtenido por esta actividad y la redistribución que se hacía de una parte del mismo en forma de obras comunitarias, financia-miento y préstamos a vecinos, donaciones a la iglesia o sobornos a autoridades, principalmente policiales, pronto derivó en que algunos trafican-tes comenzaron a obtener prestigio social. Confor-me el dinero aumentó (sobre todo con los cam-bios en la demanda) algunos líderes lograron construir poder, entendido como influencia en la toma de decisiones colectivas. En este modelo de organización criminal, el tráfico de drogas ilegales se convirtió en una actividad aceptada e incluso aspiracional entre los distintos grupos sociales. El anclaje comunitario se daba, en varias dimen-siones sociales y por diversos mecanismos: en lo económico por medio de las aportaciones finan-cieras, en lo político de dineros para las autorida-des de gobierno y policiales, en lo cultural con modelos de ascenso y reconocimiento social.

El segundo modelo de organización crimi-nal emergió con los cambios en el mercado in-ternacional de drogas, en especial con el aumen-to de la demanda de cocaína, lo que trajo consigo nuevas formas de ejercer la actividad, de organi-zarse y de relacionarse con la comunidad. El cambio no fue inmediato, sino que se trató de un proceso iniciado en los ochenta y al que, es im-portante decirlo, contribuyeron elementos ex-ternos: en primer lugar, los traficantes colombia-nos y de Guerrero que iniciaron con el tráfico de cocaína en ese década y, después, Los Zetas y su modelo depredador22. Así, con el tráfico de co-caína comenzó la formación de redes de trafi-cantes no necesariamente vinculados por lazos de parentesco, compadrazgo o amistad, proceso que culmina con la formación de organizaciones criminales como Los Valencia. Si bien el tipo de actividad de estos grupos era con fines económi-cos y los motivos de los actores eran dirigidos a obtener ganancias, el esquema de intercambio ya no necesariamente se desenvolvía sobre la base de la confianza, sino ahora también de la violencia. Dos procesos destruyeron este meca-nismo (la confianza) que permitía el intercambio funcional prevaleciente en los viejos tiempos. Por un lado, el arribo de Los Zetas y, por otro la-do, la hegemonía que distintas organizaciones criminales ejercían desde los ochenta en la fron-tera con Estados Unidos y el cual impedía el libre

22 En suma se trata de dos modelos criminales distintos. Por un lado, un modelo delictivo enfocado a la provisión de sus-tancias ilegales que, efectivamente, va evolucionando y que vemos en las organizaciones más locales y, por otro lado, el modelo de Los Zetas, que es completamente distinto, pues tiene como fundamento el control territorial paramilitar, cuyo objetivo es hegemonizar diversas actividades delictivas. Para una discusión robusta sobre el concepto de crimen organi-zado y las organizaciones véase Flores Pérez (2009).

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27Programa de Política de drogas monitor

tráfico de drogas. De esta forma, la desconfianza y la violencia desestructuraron la solidaridad co-munitaria y comenzaron a generar miedo. Los traficantes, sobre todo a partir de 2003, comen-zaron a obtener desprestigio social y mala fama. El poder, entendido como influencia social, dejó de ser funcional para los líderes de las organiza-ciones criminales por lo que el mecanismo que tenían a la mano fue, cada vez más, la coerción y la violencia. Con Los Zetas comenzó este proce-so, con La Familia Michoacana se consolida y con Los Caballeros Templarios llegó a su punto más álgido. Evidentemente, el anclaje comunitario comenzó a ser problemático. Ya no existía, sobre todo con Los Caballeros Templarios, un inter-cambio fluido entre dinero y apoyo social.

Ahora bien, una vez que el mercado inter-nacional de drogas cambió; una vez que el tipo de organización criminal se transformó y una vez que los anclajes comunitarios se desgastaron, la violencia entre las organizaciones criminales su-frió un cambio. No solo aumentó en términos cuantitativos, sino que también cambió en tér-minos cualitativos. Esta súbita transformación de la violencia, es decir, su mayor brutalidad, obe-deció, me parece, a tres procesos distintos pero que eventualmente se entrelazan.

Primer proceso. Como ya se dijo, a partir de 2000 comenzó la despersonalización de los in-tercambios comerciales entre traficantes. Desde ese año, ya no existía un agente que regulara las relaciones entre los distintos actores y que logra-ra articular de forma tersa y medianamente pa-cífica los intereses en juego. En gran parte del país, durante la época del régimen priista, el Es-tado se había encargado de esta función regula-dora a través de sus distintas agencias de segu-ridad23. En Tepalcatepec, especialmente, esta función de mediación la había operado un per-sonaje de la localidad, una figura carismática con la suficiente autoridad y poder económico para fungir como garante del tráfico de drogas. Sin embargo, a partir de la aprehensión de este líder comunitario en 2009 es que los pactos se rom-pieron y, por tanto, La Familia Michoacana en un primer momento, y Los Caballeros Templarios tiempo después, lograron ingresar a la localidad e impusieron la violencia y el terror como el úni-co mecanismo que aseguraba los acuerdos y las transacciones de tipo económico24.

Segundo proceso. Desde la llegada de Los Zetas, la venta de protección fue en una activi-dad cotidiana de las organizaciones criminales, ya que expender seguridad se convirtió en un

23 De acuerdo con un reporte de inteligencia elaborado por la Policía Federal Preventiva en 2006 y publicado en El Uni-versal, Salvador Revueltas Ureña, Chava Lentes, era el hombre que controlaba el tráfico de drogas en Aguililla, Michoacán, sobre todo para el trasiego de cocaína y anfetaminas desde el sur de México hacia EUA. El padre de este personaje fue Salvador Revueltas, don Chava, a quien se le vincula con los más importantes jefes políticos y militares de la entidad como Luis Martínez Villicaña o el Batallón 51, que era, precisamente, el cuerpo encargado de vigilar las carreteras de Michoa-cán por cuyos retenes circulaban los cargamentos de cannabis hasta el noroeste de México. El asunto no es anecdótico, sino que refleja la profunda vinculación entre las redes de traficantes y las fuerzas políticas y autoridades de los tres ni-veles de gobierno en Michoacán. El Universal. 2007, “Cabecilla del narco, hermano de candidato en Michoacán”, 9 de noviembre, versión en línea.

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negocio y una transacción económica igualmen-te redituable. Una vez que en la región se esta-bleció el mercado ilegal de venta de protección y confianza, éste devino sumamente violento, ya que la única garantía de que se cumpliría el acuerdo, era el uso de la violencia25. En efecto, in-cluso con una observación apresurada sobre las muertes por ejecución en Tierra Caliente, pronto salta a la vista la forma tan sanguinaria con que se llevaron a cabo.

Tercer proceso. Al revisar con más deteni-miento los tipos de muerte, podemos observar que, más allá de la utilidad estratégica que para las organizaciones criminales conllevaba el ulti-mar a los habitantes de la región, se aprecia un ánimo de lastimar, aparentemente más allá de toda racionalidad, el cuerpo de la víctima. Más aún, ese ritual de mortificación de los cuerpos se acompañaba de una necesidad imperativa de marcar a la víctima, ya sea con un mensaje, con una particular forma de darle muerte, o con la publicidad de las imágenes del cuerpo, del ase-sinato o de alguna supuesta confesión en video, que pronto se distribuía en las redes sociales. No obstante, la violencia en Tepalcatepec también muestra otros componentes, además de los comu-nicativos: componentes de clase, de género, ho-

mofóbicos, identitarios y hasta religiosos, entre muchos otros. A este tercer proceso le he llama-do ritual de mortificación de los cuerpos, es decir, el uso de la violencia y de la brutalidad como me-canismos de construcción subjetiva de sentido.

Los tres procesos aquí descritos han impac-tado la historia de la localidad y de la región de tal forma que hoy en día ni el movimiento de las autodefensas, ni los enormes recursos públicos y proyectos de inversión que se han canalizado mediante la Comisión para la Seguridad y el De-sarrollo Integral en el Estado de Michoacán han sido suficientes para terminar con la inseguridad y criminalidad que se experimenta en la vida co-tidiana. Si bien los niveles de violencia se han atemperado y, en efecto, es poco lo que queda de Los Caballeros Templarios, en realidad esto se debe más a los acuerdos entre grupos criminales que al éxito de las fuerzas de autodefensas y del Estado mexicano. Enfrentar la criminalidad, al menos en Tierra Caliente, requiere de políticas más imaginativas, que no se reduzcan al uso de las fuerzas armadas, ni a la criminalización de los pobladores, sino a pensar políticas más inteligen-tes tanto en el ámbito de las drogas como en el tema de desarrollo.

25 Sobre el tema véase, por ejemplo, Gambetta (1996).

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