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    VI AJEROS I LUSTRADOS.EL GRAND TOUR, EL SIGLO XVII I

    Y EL MUNDO CATALOGADO.

    PorFernando Jorge Soto Roland

    Profesor en Hi [email protected]

    El escenario del mundo es la madre de

    todas las ciencias que un caballero debe

    comprender y de los que nunca han odo

    nuestras escuelas y colegios.Anthony Ashler (1711)

    [...]Ya no con la espada, sino con la pluma

    y el cuaderno de notas .Ya no en pos de la

    riqueza material, sino buscando la comprensin

    y el anlisis [...].

    Alexander von Humboldt.Del Orinoco al Amazonas.

    Del mismo modo en que la manera de transmitir la realidad cambia con el paso del tiempo,las motivaciones del viaje tambin lo han hecho; y, en este aspecto, el siglo XVIII europeo se

    constituye en un momento crucial.

    Mojn impostergable de nuestra cosmovisin contempornea, la centuria aludida fue una

    poca de modificaciones estructurales en todos los planos. La revolucin cientfica, el inicio de la

    industrializacin en Inglaterra y el asentamiento del racionalismo como producto del movimientoilustrado, son sus notas ms destacadas. En este sentido fue una siglo bisagra; y, con el

    advenimiento de la razn como piedra de toque para interpretar lo real, se da el ingreso a la

    modernidad.

    Valores libertarios, fraternidad, nacionalismo y, al mismo tiempo un exacerbado sentir

    individual e imperialista, contribuyeron junto con el avance tecnolgico a que occidente

    continuara con renovado mpetu su expansin por todo el orbe.

    El mundo se hizo ms chico y, desde entonces, no dej de empequeecerse. Los largos brazos

    de los intereses europeos alcanzaron los sitios ms recnditos que faltaban por conocer y unespritu de confianza y optimismo impregn el accionar de exploradores, viajeros, comerciantes,

    diplomticos, espas y sabios. Todos se sintieron capaces de controlar el planeta, armados con la

    razn. Slo quedaba, pues, embarcar para conocery dominar. Y as lo hicieron guiados por nuevos

    instrumentos de navegacin y la confianza que les daba la creencia de ser los representantes del

    progreso y la verdadera civilizacin. De este modo, el viaje se convirti en la suma de una serie de

    acciones, exacerbadas hasta un punto nunca antes alcanzado. Era la hora de medir, palpar, ver,

    observar en directo, guiados por la ciencia y la experiencia. El afn de ser testigos, de estar

    ah, de experimentar en carne propia el conocimiento de tierras lejanas o recorrer las viejascon nuevos ojos, convirtieron al viajero del neoclasicismo en un devorador y transmisor de

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    informacin y datos tiles. La bsqueda de testimonios veraces, que desecharan las febriles

    fantasas de las crnicas de siglos pasados, condujeron a la elaboracin de un lenguaje cientfico

    que clasificaba y catalogaba el mundo; herramienta indispensable de conocimiento y control.

    La experiencia se asoci con la verdad y el nuevo horizonte terico busc la objetividad fra y

    exacta, desechando la emocin y el sentimentalismo. La descripcin, desprovista de adjetivos,

    permita generar orden, clculo, explicacin; que, para el viajero ilustrado del siglo XVIII

    viajero newtoniano, como lo han denominado fueron sinnimo de verdad y certeza.

    As, empezaron a extraerle a la naturaleza leyes universales y el lenguaje se volvi medido,

    poco colorido, con pretensiones de exactitud. Las referencias a las culturas clsicas de la

    antigedad, cunas del racionalismo, se volvieron frecuentes; y los viajes a Italia o Grecia, una

    obligacin en el cursushonorum de los ms pudientes.

    El mundo natural y social necesitaba ser domesticado y los hombres de la ilustracin se

    sintieron con el poder y la obligacin moral de hacerlo. Pero primero haba que empaparse de

    saber; y el viaje se transform en el principal vehculo de conocimiento.

    Una de las instituciones culturales ms significativas de mediados y fines del siglo XVIIIfue el Grand Tour.

    Bajo ese nombre se conocieron los viajes que frecuentemente hacan por Europa los hijos de

    los personajes ms ricos de Inglaterra, para completar su educacin. La modalidad alcanz su

    apogeo en la dcada de 1770 por ms que encontremos antecedentes a fines del siglo XVII y

    se convirti en una prctica rpidamente imitada en otros pases del viejo mundo y en ciertos

    sectores europeizados de Amrica.

    Segn Luis A. Garay Tamajn, el Grand Tour fue el fenmeno precursor del turismo;

    aunque no turismo propiamente dicho, por ser un movimiento de escasa magnitud numrica que no

    alcanzaba a ser masivo, como la prctica contempornea del viaje de placer exige1.

    El Grand Tour pretenda ilustrar; ensear a los futuros funcionarios del Imperio los logros

    conseguidos por las grandes civilizaciones pasadas, ms all de lo estudiado en los libros de texto.

    La necesidad de estar all, como dijimos antes, se volvi imperativa. Pusieron en estado de alerta

    sus odos para captar toda la informacin que consideraban estratgicamente vital para alcanzar sus

    objetivos de dominacin mundial.

    Monumentos y ruinas arqueolgicas; costumbres, formas de gobierno; potencialidad

    econmica, creencias y prcticas sociales, temperatura, presin atmosfrica, mareas, alturas, etc,

    fueron descriptas y catalogadas con determinacin. Nada poda o deba quedar al margen de la

    mirada ilustrada; y as el arte, la literatura y la ciencia se cargaron de fros datos y medidas,

    evidenciando el nuevo espritu de la poca.

    1 Vase: Garay Tamajn, Luis A., El Gran Tour y los viajeros I lustrados en Europa, Internet.

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    El gnero del diario de viajes se volvi muy popular; del mismo modo que las Geografas,

    trmino se us para describir la compilacin de extractos obtenidos de diferentes libros de viajes y

    que se convirtieron en verdaderos xitos editoriales, reclamando una y ms reediciones debido al

    consumo masivo.

    En Inglaterra, durante el siglo XVIII, la geografa se convirti en la ciencia estrella y

    numerosas publicaciones sobre el tema editadas en enciclopedias, diccionarios y guas

    difundieron y perpetuaron la imagen del mundo2; glorificando ciertas zonas del planeta, como

    Italia y Grecia, y difundiendo estereotipos de atraso y supersticin, como en el caso de Espaa y

    Amrica Latina3.

    El libro de viaje se transform en una herramienta de control y el viaje, en s mismo,

    transmut en ciencia.

    Haba que leer el mundo con nuevas categoras de anlisis; recorrer los caminos ya andados

    para comprobar las verdades dichas y desechar lo falso. El viaje fue experimentacin pura y no

    ocio o divertimento. La aventura fue, en su mayora, de suceso y no de itinerario; por ms que

    muchas veces se dijera lo contrario con el afn de aparecer como los primeros en llegar y

    recorrer un determinado lugar.

    El impulso de catalogar el mundo, inaugurado por Carl Linneo que llevara a la creacin deun exitoso mtodo de clasificacin de la Naturaleza (Homo Sapiens incluido deriv en el deseo

    por encontrar, fichar, recolectar y coleccionar, con serias intenciones cientficas, las especies

    vegetales y animales (conocidas y desconocidas) que poblaban la Tierra. Surgi as la figura del

    viajero por excelencia, el naturalista; representante del ms acabado academicismo que,

    contrariamente al conquistador, pretenda ejercer sobre el entorno estudiado una accin asptica y

    neutra. Su misin consista slo en observar, describir, traducir en palabras las caractersticas del

    universo material que lo rodeaba. Pretenda ser imparcial, sin ser consciente de que su mirada era

    parte de la voluntad occidental por retraducir y controlar el mundo. Era inevitable, que en esa

    recoleccin, los cnones y paradigmas de la vieja Europa se impusieran.

    Junto con el naturalista se origin toda una literatura de viajes que lo mostraba como la

    imagen viva del antihroe4, un individuo culto y pacfico que deba soportar mil y un

    inconvenientes entre sociedades y parajes extraos, mientras transitaba en pos del conocimiento. Y

    fue el afn de originalidad y prestigio asociado a todo descubrimiento el que empuj a

    encontrar, en las regiones aisladas del planeta, esa especie perdida, ese espcimen extrao y no

    2 Vase: Trifilo, Samuel, La Argentina Vista por Vi ajeros ingleses: 1810-1860, Ediciones Gure SRL, Buenos Aires,1959.3 Vase: Freixa, Consol, Espaa en las Geografas Britnicas del sigl o XV I I I, editado por Internet.4 Vase: Pratt, Mary .L., Ojos Imperiales, Editorial Universidad de Quilmes, Argentina, 1992.

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    catalogado, que le permitiera a su potencial descubridor quedar en los anales de la Historia

    Natural5.

    El acto de viajar fue importante en el siglo XVIII y, quizs por primera vez explcitamente, se

    alent con ellos el ejercicio de la Razn con el objeto de penetrar la realidad, conocerla, indagarlay, posteriormente, modificarla cientficamente. De ah la necesidad que se tuvo de planificar todo

    de antemano, de proyectar; no dejando nada o muy poco al azar. Era el ciudadano de un

    mundo nuevo el que se pona en movimiento; un tipo de hombre objetivo y utilitarista que buscaba

    observarlo todo atentamente, ejercitando el arte de pensar y tratando de desprenderse de los

    prejuicios que arrastraba de su sitio de origen, claro que esto ltimo nunca fue posible del todo; ya

    que, por ms que se creyeran aspticos, la mcula cultura que cargaban en sus mochilas era

    imperecedera en ms de un sentido. Y as, como ya hemos dicho, trasladaron sus propias variables

    de anlisis eurocntricas.De todos modos, sus informes y libros de viajes son catlogos fros, medidos, ausentes de

    frivolidades y del placer que, en el siglo siguiente, los romnticos exaltaran hasta el cenit de la

    adjetivacin.

    Apoyados por estado ilustrados devenidos en mecenas, los viajeros del siglo XVIII propagaron

    el vivo deseo de instruirse e instruir con la realidad frente a sus ojos. Viajar era mejorar lo

    propio a travs del ejemplo ajeno; era conocer y filosofar sobre el Progreso que ellos

    civilizados crean encarnar unilateralmente.

    Ninguna etapa del viaje quedaba librada a la contingencia. Todo estaba perfectamente

    calculado. Los ojos de la Razn se sentan capacitados para ver, captar, anotar, seleccionar, cotejar

    y rectificar una serie infinita de materiales, que iban desde inditos documentos, archivados en

    bibliotecas regionales, a diplomas, blasones, inscripciones, medallas y monumentos, muebles,

    utencillos y arquitectura; sin olvidar el relevamiento de caminos, posadas, senderos y geografa en

    general.

    Sin las moderna filmadoras o cmaras fotogrficas, la escritura descriptiva alcanz un nivel

    difcilmente imaginable hoy da. por su sutileza y profundidad conceptual, los textos de estos

    viajeros figuran entre los mejores ejemplos de su gnero. Y sus libros, informes y comentarios

    terminaron cubriendo el mayor espectro posible de temas. As, junto a los viajes econmicos,

    comisionados por los gobiernos a fin de conocer la estructura econmica y tcnica de los pases

    que recorran, estuvieron los viajes cientficos, los naturalistas, los artsticos, los histrico

    arqueolgicos e, incluso, los literarios sociolgicos6.

    El objetivo ltimo era dominar. Domesticar al hombre, al paisaje, a la geografa, suprimiendo

    los rasgos arcaicos tanto dentro como fuera de las fronteras de la Patria.

    5 Vase: Soto Roland, Fernando Jorge, op.cit.6 Vase: Gmez de la Serna; Gaspar, Los Viajeros de la I lustracin, Editorial Alianza, Madrid, 1974.

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    Es paradjico, pero en un mundo en el que se tenda cada vez ms a inmovilizar a la gente para

    controlar, el movimiento viajero alcanz gran predicamento, aunque ms no sea en un grupo

    pequeo de personas.

    Pero era un traslado medido, manipulable, controlado. No vemos en el ilustrado esa

    vocacin de nmada que s advertimos en el romntico del siglo XIX. Para los primeros cada cosa

    y cada cual tena o deba tener un lugar determinado, seguro, en el universo; para que ste sea

    inteligible. Nada ms alejado al espritu de aventura; de ah que los escenarios urbanos hayan sido

    los mbitos de socializacin y bsqueda de conocimiento ms destacados del siglo XVIII.

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    EL VI AJERO DEL ROMANTICISMO.

    EL SIGLO XIX Y LA EXPERIENCIA SENSIBLE DEL VIAJE

    Viajar conservando siempre una visin

    rigurosa y a la vez exaltada del mundo.Alexander von Humboldt (1769-1859).

    Con la emergencia del viajero romntico, entre fines del siglo XVIII y primeras dcadas delsiglo XIX, el sentido que tenan los viajes cambi. La representacin de la realidad dio un viraje y

    las experiencias utilitaristas del racionalismo dieciochesco fueron reemplazadas por otras

    orientadas hacia un discurso que exalt la sensibilidad, alejndose del cientificismo y rescatando

    un lenguaje ms esttico y espiritual.

    En un principio, las concepciones iluministas y romnticas (divergentes en aspectos bsicos)

    convivieron sin excluirse, coincidiendo en numerosos relatos de viajes, especialmente britnicos,

    que Adolfo Prieto desgran en un excelente y ya clsico trabajo7. En l se desmenuza el modo en

    que se fue fortaleciendo la aspiracin por un tratamiento ms literario y sensible del relato de viaje,

    en la primera parte del siglo XIX. A lo largo de los catorce textos que analiza editados entre

    1820 y 1850 Prieto nos muestra, a travs de la estructura literaria de esos escritos, cmo la razn

    y el sentimiento compartieron el mismo espacio literario, denotando las influencias que distintos

    viajeros se dieron mutuamente, en especial la del gran Alexander von Humboldt, explorador y

    cientfico alemn que supo imprimir con enorme xito una mirada esttica al discurso racionalista.

    Desde entonces, los viajeros empezaron a denunciar una revolucionaria concepcin de la

    naturaleza, en la que los sentimientos y la imaginacin ganaran ms y ms espacio, estetizando el

    mundo fsico con un manto de poesa y moralidad. Fue as que el sentido primigenio del Gran Tour

    mut, imponindose nuevas estructuras metodolgicas, con gran xito en las dcadas subsiguientes

    a 1820.

    Ya no era en pos del conocimiento por lo que se viajaba. Ya no slo se buscaba instruir

    intelectualmente a los futuros funcionarios y empresarios de los imperios. Con el romanticismo se

    impuso una nueva forma de pararse ante el mundo; un nuevo modo de contarlo. Y as, lo

    estrictamente literario, la sentimentalidad y efusin subjetiva frente al arrebato esteticista, desplaz

    las equilibradas y medidas descripciones del siglo XVIII, dando paso a la exaltacin del

    imaginario.

    Dems est decir que esta nueva mirada imperial, sensiblera, no desech las viejas

    justificaciones eurocntricas. Lo que cambi fue, solamente, el modo que se hicieron; satisfaciendo7 Prieto, Adolfo, Los Viajeros ingleses y la emergencia de la l iteratura argentina, Fondo deCultura Econmica,Buenos Aires, edicin 2003 (primera edicin 1996).

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    los renovados deseos y gustos de una audiencia metropolitana, cada vez ms inclinada a la

    expansin territorial y cultural, pero vestida ahora por la bsqueda interior y lo sublime.

    Agentes comerciales, espas, diplomticos o meros viajeros guiados por la curiosidad,

    recorrieron el planeta reorganizando sus materiales y discursos literarios. Al principio ofrecieron

    una visin no demasiado esttica de los sitios que recorran. El oro, la plata, el comercio y la

    poltica (temas destacados en los textos clasicistas del siglo XVIII) fueron perdiendo gradualmente

    el rigor acadmico de la ilustracin y su utilitarismo, dejando entrever una atmsfera mas

    deliciosa y placentera en la que el Homo Viator empezaba a reconocerse como una parte ,ms

    de la unicidad de la naturaleza.

    La mentalidad prctica de minero o comerciante mercachifle se fue debilitando y gan

    espacio el poeta interior, turbado por las fuerzas del mar, la montaa o el desierto.

    El viajero del romanticismo, cuya veta hasta entonces ocupaba un lugar secundario, cop la

    escena junto con sus muchsimas estampas literarias y pictricas; implantando en el imaginario los

    estereotipos que, an hoy, siguen alimentando al turismo contemporneo. Porque lo cierto es que:

    El romanticismo, ms que un modelo prctico o una revolucin literaria, es un concepto de la vida y de

    los hombres que muchos sostienen no est adscrito a un determinado momento del siglo XIX, que es cuando

    triunf literaria y estticamente, sino un patrimonio privado de todos los que valoran, en su esencia ntima,

    en su subjetivismo trascendente, el mundo idealizado y soador del espritu, ante la mujer y el amor, ante la

    misma historia.8

    Nuevos Ojos. Nuevos relatos. Una remozada forma de ver y sentir. El mundo se abra aexperiencias que iban mucho ms all de lo intelectual. La imaginacin y los sentidos destronaron

    a la Razn bajo una ola de crticas. Se desecharon las normas, las lneas duras, y las fuerzas del

    sueo, la pasin y la locura despejaron las miradas a todo aquello que el viajero ilustrado haba

    menospreciado. Frente a la todopoderosaNaturaleza, el viajero del romanticismo, entabl un nexo

    basado en la contemplacin mgica de la realidad y rescat temas como la soledad, el exilio,

    incluso la muerte trgica.

    Tal si fuera una Maestra de Vida, laNaturaleza fue indagada con el propsito de conseguir,

    a travs de ella, el conocimiento ms profundo de uno mismo; y as, el legado de J.J. Rousseau no

    tard en materializarse, concibindosela humanizada, viva, casi con conciencia propia; capaz, bajo

    su influjo, de regresar al hombre a un estado salvaje primordial, naturalizndolo; volvindolo parte

    de ella. De dominada, pas a ser dominadora; quitndose el yugo racional que la someta desde el

    siglo XVIII; volvindose imprevisible, peligrosa, generadora de riesgos y aventuras. Aspectos

    stos muy apreciados por el hombre/viajero romntico.

    8 Irving, Washington, Prlogo, en Cuentos de la Alambra, Miguel Snchez Editor, Granada, 1976, pg. 8.

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    De esta forma, el viaje se transform en un camino inicitico, introspectivo; en una experiencia

    personal, ntima, que los viajeros de entonces buscaron alcanzar en los lugares apartados, en el

    silencio del paisaje y en la soledad, propicia siempre para la lectura, la meditacin y la melancola.

    De ah que los escenarios preferidos del romanticismo hayan sido los bosques y selvas neblinosas,

    lo acantilados y mares tormentosos, los cerros imponentes y la noche. El lenguaje, recatadamente

    acadmico de la Ilustracin, pas a ser colorido, enftico, expresivo, con un exceso verbal propicio

    a la fantasa, las maravillas y el misterio.

    El viajero romntico lleg incluso a inventar sus propios ambientes y el viaje en s mismo se

    convirti en una sucesin de aventuras en las que la muerte alcanzaba una gloria remozada, nueva,

    que rehua de las agonas sedentarias y las camas en los hospitales. El nomadismo fue exaltado y a

    la inseguridad de los caminos se sumaron figuras que llegaron a ser clsicas, como los bandoleros

    y los bandidos, las murallas de las ciudades y los escenarios medievales. El inters por lo oriental,

    en especial por lo rabe rescatando creencias moras, leyendas y rumores gener una aoranza

    por el pasado; admirando lo marginal, la rebelda y lo no visto por la ilustracin.

    Como escriba Stendhal:

    No pretendo decir lo que las cosas son; cuento la sensacin que me han producido.

    As, pues, el viajero del siglo XIX reinvent los lugares. Los construy a partir de sus

    sensaciones, de su lenguaje pasional y la admiracin por lo que observaba. Narrador hiper-esttico,

    influenciado por la aventura, magnific las cosas proyectando su yo al exterior; identificndose

    emotivamente con el entorno, sin inters por las descripciones cientficas.

    La observacin pas a ser un fin en s mismo, buscndose el xtasis de lo sublime, poetizando

    el mundo; siempre conciente de las limitaciones de la palabra a la hora de explicar.

    Literatura y ciencia se mezclaron. La emocin y la razn quedaron imbricadas y de esa extraa

    mezcla naci la necesidad de encontrar las races de la nacionalidad de lo propio en

    personajes que, como el gaucho, el indio, el bandolero, son ms producto de una construccin

    literaria que de una realidad a la que se puede tener contacto directo9

    El placer de viajar transform al viaje en enamoramiento; y la modalidad ilustrada de obtener

    informacin til choc con una mentalidad no utilitarista que rescat otros mviles a la hora de

    emprender el viaje: la nostalgia por la trashumancia, la evasin, la libertad y el retorno a lo natural.

    Detrs de estas motivaciones se manifestaba, explcitamente, una crtica a la vida

    industrializada de entonces y al desencanto de vivir en ciudades que se hacan cada vez ms

    grandes, populosas y annimas.

    En definitiva, el viajero de la era romntica sali en busca de sus propias fantasas. Persigui

    mundos inexistentes desde hacia siglos; y en ellos pretendi escapar de la rutina urbana. Inventaron

    9 Vase: Tuninetti, ngel, Nuevas Ti erras con Vi ejos Ojos, Editorial Corregidor, Buenos Aires, 2001.

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    nuevos tpicos e incorporaron en sus relatos mitos, leyendas y estereotipos que an sobreviven.

    Describieron con arte y maestra, e hicieron que Europa dirigiera sus ojos a pases que antes haba

    desatendido; revalorizando regiones como Espaa o el cercano oriente; describiendo sus

    tradiciones; dotando de identidad y prestigio las costumbres locales que, a la postre, reforzaran las

    identidades nacionales nacientes (que no eran, tambin ellas, ms que el resultado de una

    construccin subjetiva).

    VI AJEROS Y PAISAJES

    Como hemos dejado aclarado antes, entre mediados del siglo XVIII y el ao 1830 se fueoperando lentamente una ruptura entre las concepciones que existan de la naturaleza y la aparicin

    de una visin nueva, moderna, del paisaje. Se impuso as un flamante modo de abordarlo, una

    forma renovada y ms familiar de pararnos ante el cosmos.

    Con los ltimos decenios del Siglo de las Luces se advierte que la actitud indagatoria,

    racional, crtica y medida de la realidad, empieza a mutar. El paisaje, antes desatendido por el

    sentimiento y aprehendido nicamente por una preocupacin meramente informativa, que buscaba

    en la descripcin la fidelidad y el ser objetivo, cambia. El viajero del siglo XIX, el romntico, dar

    importancia a la impresin global, a la sensacin, al sentimentalismo; recreando un mundo un

    paisaje ideal, fantstico, en el que poco importaba acercarse a la realidad objetiva.Es ah cuando el paisaje alcanza laforma que an hoy reconocemos, es decir, el paisaje como

    una construccin esttico filosfica del territorio10 que apunta a expresar nuevos problemas y

    valores sociales que, a nuestro modesto entender, se vuelven evidentes con el movimiento

    romntico y sus artistas-viajeros. Con stos el paisaje pas a expresar la tpica oposicin entre

    tecnologa y naturaleza; entre ciencia y vida; entre el campo y la ciudad.

    En un mundo que se industrializaba rpidamente y en que lo urbano, como una mancha de

    aceite copaba espacios tradicionalmente verdes, las ideas de naturaleza y paisaje se

    entrecruzaron hasta formar un bloque indiferenciado en el que lo natural lo salvaje quedabaimpregnado de valores liberales, tpicos de la burguesa triunfante.

    Naturaleza, paisaje, apertura y libertad. se era el escenario perfecto para el viajero del siglo

    XIX, portador ya no slo de un afn de dominio tpico en los ms conservadores, sino de una

    reaccin nostlgica por el Paraso pre-industrial Perdido. En sntesis, surga una nueva

    sensibilidad en la que la naturaleza, hasta entonces concebida como una mquina armnica y

    racional, se converta en un ocano de inquietudes e incomprensin. Los pre-romnticos de fines

    del siglo XVIII empezaban a dudar de los esquemas claros, perfectos, predecibles; y es probable

    10 Vase: Aliata, F. Y Silvestri, G., El Paisaje en el A rte y en las Ciencias, CEAL, Bs As, 1994.

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    que el terremoto que destruy la ciudad de Lisboa en 1755 haya contribuido a debilitar ciertas

    certezas.

    El universo, reglado por el neoclasicismo (expresin artstica del siglo XVIII), se abra a

    sensaciones nuevas y empez a ser pensado de manera diferente. Lo esttico, impregnado ahora

    con una filosofa menos segura de s misma, se orientaba hacia el misterio y el esoterismo. El

    paisaje dej de mostrar leyes universales y pas a expresar sentimientos movilizadores. El hombre

    se sinti pequeo, indefenso, y al mismo tiempo asombrado ante la magnitud del cosmos y sus

    enigmas. El paisaje real concebido como algo medido, controlado, racionalizado,

    humanizado es reemplazado por el paisaje sublime, que sacude y produce sorpresa, estupor,

    en el alma de los nuevos viajeros decimonnicos.

    En sus relatos de viajes se pasa de las descripciones genricas y citas de autoridades

    referenciadas en testimonios antiguos a la percepcin de lugares especficos que no tienen ya la

    serenidad ni el equilibrio que crean tener los viajeros de la Ilustracin.

    El paisaje romntico refleja el espritu atormentado de sus nuevos observadores. El viajero de

    entonces empieza a buscar una comunin ms original, ms pura con la naturaleza. Por eso, en l

    no cabe ya la idea iluminista racional del jardn. Ese espacio domesticado, alejado de todo

    riesgo y smbolo de la serenidad y equilibrio, le resulta extrao, artificial, vaco.

    El viajero del romanticismo se aleja de esos laboratorios de experimentacin que fueron los

    grandes jardines del XVIII; y si en ocasiones se detiene frente a ellos, lo har para proyectarles una

    moral no humana, en la que la naturaleza se impone adquiriendo preeminencia sobre la obra del

    hombre, sometindolo, dominndolo. No hay mejor imagen al respecto que un tpico jardn

    romntico en ruinas, con enredaderas salidas de su cauce devorando el orden artificial que lo

    humano intentara imponerle. Los jardines de la razn son devorados por la fuerza telrica de la

    naturaleza desatada.

    Este nuevo saber romntico, llevado por los viajeros del XIX a un lado y otro del planeta,

    difunda una apreciacin ms integrada del mundo, ms pantesta y holstica; en la que no se

    reconocan divisiones tajantes entre el observador y el paisaje. Se sentan emparentados, unidos.

    Materia y espritu, cuerpo y alma, no reclamaban separacin ni diferencias.Como puede notarse, esto estaba en clara oposicin a la visin mecanicista de la Ilustracin y

    alimentaba una relacin casi religiosa religada, en la que el hombre se senta integrado y no

    aislado de lo natural.

    As pues, el viajero romntico se hunde, se funde, en el medio vital que recorre. De ah la

    importancia que se le da no slo a la percepcin visual, sino a lapercepcin interior, considerada

    como la victoria de la expresin y el sentimiento sobre las normas y las leyes.

    Es, sin dudas, el viajero del romanticismo el que ms se acerca al turista contemporneo.

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    Pero antes de pasar a otros aspectos del ensayo, quisiramos detenernos en el anlisis ycomentario de dos temas que nos permitirn reconocer mejor los cambios y contrastes que dejamos

    ver en las lneas anteriores.

    En primer lugar, la notable relacin que ilustrados y romnticos establecieron con las ruinasde civilizaciones pasadas; y en segundo trmino, el descubrimiento e invencin de la montaa por

    el europeo moderno11.

    RUINAS

    La vista de las ruinas dio vueltas a la

    corriente de mis pensamientos. El lugar,

    grandemente favorecido por la naturaleza,fue en un tiempo orgullo del arte, pero ahora

    se haba convertido en un monumento de la

    decadencia. Ante m haba muchos edificios

    arruinados, acueductos mohosos, campos llenos

    de flores salvajes y malas hierbas, que presentaban

    un cuadro melanclico [...].Joseph Andrews (1827)

    A la maana siguiente, muy temprano di un paseo

    por las ruinas del viejo castillo moro, construido sobre

    los restos de una fortaleza romana. All, sentado junto a

    una desmoronada torre, goc de un amplio y variado paisaje,

    que, adems de bello, estaba cargado de recuerdos histricos.

    Me hallaba en el verdadero corazn de la comarca, famoso por

    las caballerescas contiendas entre moros y cristianos.Washington Irving

    Cuentos de la Alambra (1832)

    Para los juiciosos viajeros ilustrados, las ruinas y restos arqueolgicos de culturasdesaparecidas, se presentaron como una afirmacin de la ciudad la Razn sobre la naturaleza;

    ya que lo urbano fue considerado, desde los tiempos clsicos, foco de civilizacin, humanidade

    mpetu antropocntrico; ncleo de elevacin intelectual y moral12.

    En las ruinas, los viajeros del siglo XVIII pretendan encontrar saber, conocimiento y una

    prueba indeleble de la fuerza de voluntad que expresaba la supremaca de lo humano sobre la

    naturaleza salvaje, ahora domesticada. Por ese motivo, los hijos de familias adineradas que

    viajaban por Europa en verdaderos tours pedaggicos culturales, orientaban sus intereses hacia

    pases como Italia y Grecia, cunas de la cultura occidental y proveedoras de testimonios artsticos y

    arqueolgicos que los conectaban con esos ideales racionalistas que tanto buscaban13.

    11 Vase: Sunyer Martin, Pere, Humboldt en los Andes de Ecuador. Ciencia y Romantici smo en el descubr imientocientfico de la montaa, Scripta Nova Revista Electrnica de Geografa y Ciencias Sociales, Universidad de

    Barcelona, N 58, 15 de febrero de 2000.12 Romero, Jos Luis, Estudio de la mentali dad Burguesa, Ed. Alianza..13 Vase: Freixa, Consol,Imgenes y Percepcin de la Naturaleza en el Viajero Ilustrado, Scr ipta Nova RevistaEl ectrnica de Geografa y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, N42, 15 de junio de 1999.

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    Las descripciones, mediciones y aspticas miradas de arquelogos de aquellos iluministas

    nada tienen que ver con el aporte que hicieron los viajeros romnticos, ms inclinados a ver en las

    ruinas la nostalgia de un pasado irremediablemente perdido y el inevitable paso del tiempo.

    La mirada romntica se centr en la naturaleza, que siempre terminaba, en definitiva, por

    vencer a la obra humana. La vida no era otra cosa que un largo camino hacia el olvido y los restos

    de la antigedad o de la edad media, fueron ledos como signos del fatalismo por venir. Con los

    viajeros romnticos, y su gusto por la muerte, las ruinas adquirieron un carcter fnebre; clara

    muestra de la impermanencia de todas las cosas y ejemplo evidente de la prdida y lo desconocido.

    Las ruinas escondan ms de lo que revelaban y personificaron as el misterio. Se cargaron de

    poesa y reflexin, gracias a la imaginacin que se les supo imprimir en textos y dibujos.

    En sus viajes, el romntico no slo observa; tambin cavila sobre su propia finitud cuando se

    detiene ante los restos de lo antiguo. Por eso no fue casual que escenarios como la noche, los

    paisajes lunares, los sepulcros y los cementerios, hayan sido parte de sus recorridos y espacios

    predilectos para intentar una aproximacin a los tiempos pasados.

    Por otra parte, el aumento del inters por las costumbres, hbitos y situacin poltica general,

    enmarcados en un proyecto intelectual por rescatar la identidad nacional, hizo que se buscara en

    los restos arquitectnicos de pocas pretritas la esencia originaria del orgullo nacionalista, o la

    justificacin que orientara la colonizacin de tierras consideradas atrasadas, incultas o brbaras.

    As pues, desde las primeras dcadas del siglo XIX, nuevos temas se impusieron tanto en los

    escritores como entre los pintores. Castillos, templos, ciudades perdidas o exticas esculturas

    rescatadas de la oscuridad de las selvas tropicales, empezaron a ilustrar decenas de libros de viajes,

    dando el puntapi inicial a los primeros estudios etnolgicos y antropolgicos. frica, Asia y

    Amrica hallaron en las ruinas testimonios de sus pasados ancestrales, pasando a ser elementos

    indispensables del paisajismo romntico.

    MONTAAS

    No hubo sociedad en el mundo antiguo que no adorara, de un modo u otro, a las montaas.El culto a las alturas, debidamente comprobado en el Viejo y en el Nuevo Mundo, es una constante

    que se repite cada vez que nos interesamos por las creencias y cosmovisiones del pasado.

    Desde el monte Olimpo, residencia de los dioses de la Grecia Clsica, hasta los cerros

    divinizados de las culturas andinas, conocidos con el nombre genrico de Apus (Seores), sin

    olvidar el monteMer de los hindes; elHaraberazaiti de los iranios; el Taborde los israelitas o el

    Himingborj de los germanos slo por nombrar unos pocos, la montaa ejerci en el ser

    humano una fascinacin reverencial que, seguramente, deriva del valor que las sociedades

    teocntricas le atribuan a sus componentes principales: altura, verticalidad, masa y forma

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    .

    14 Vase: Cirlot, Juan Eduardo, Dicci onar io de Smbolos, Ed. Labor, Barcelona, 1981.

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    En general la montaa, la colina, el cerro, estn relacionados simblicamente con la

    elevacin interna y espiritual, la meditacin, la comunin con los santos y los dioses.

    Caminar hacia la cumbre implica un rito de iniciacin en el que lo meramente humano se contagia

    de sacralidad a medida que se asciende. Arriba, en la cima, la comunicacin con los dioses era

    factible y, seguramente, ese fue el motivo por el que Moiss gast sus sandalias para recibir las

    Tablas de la Ley.

    Del mismo modo, la verticalidad estaba identificada con el eje del mundo (Axis Mundis),

    convirtiendo a la montaatal como lo explicara Mircea Eliade15 en el punto ms alto de la

    Tierra y ombligo del planeta; lugar en el que segn centenares de mitos dio comienzo la

    Creacin16.

    Por otro lado, su tamao y grandiosidad qued asociado a lo perenne, a lo que no cambia, a lo

    que siempre es; sueo de eternidad y trascendencia que muchas sociedades intentaron reeditar al

    construir sus propias montaas-artificiales; tales como los zigurats mesopotmicos, las pirmides

    egipcias, los teocalis de Mxico o las construcciones piramidales de los mayas.

    La montaa sigui inspirando respeto sagrado a lo largo de miles de aos, pero en algn

    momento posterior a la declinacin del imperio romano muy especialmente durante la edad

    media Occidente olvid los cerros, hacindolos a un lado en sus creencias y desatendiendo la

    curiosidad que stos podan despertar.

    Recin a partir de mediados del siglo XVIII ese desinters desapareci y fue el movimiento

    ilustrado el encargado de volver a convertir la montaa en objeto de estudio, y no de adoracin.

    Las riquezas minerales y forestales, el inters por medir la humedad atmosfrica, el deseo de

    conocer certificadamente la altitud y la bsqueda de respuestas al enigma de la formacin de la

    Tierra, hicieron que las altas cumbres fueran exorcizadas por los cientficos; y pasaran a ser un

    captulo ms de la Historia Natural, tan en boga entonces17.

    Es notable observar cmo, antes del siglo XVIII, slo en contadsimas ocasiones los

    estudiosos se dirigieron a la montaa. No haba inters por ellas, pero, a poco de redescubrirse su

    potencial terico-iluminista, ese inters empez a mutar buscando no slo la desencantada mirada

    del cientfico, sino la emocin, el sobresalto y el sentimentalismo. Ese fue el aporte que hicieronlos romanticismos.

    Johann Wolgang Goethe (1749-1832), Horace Bnedict de Saussure (1740-1799) y

    Alexander von Humboldt (1769-1859) fueron los precursores de esa nueva forma de observar la

    montaa; rescatando en ella el alma perdida de la naturaleza y renovando el inters por las

    alturas, ahora asociadas a la idea de libertad y evasin. Cada uno de estos autores combin en sus

    escritos ciencia y emocin, exactitud y arrebato, ante una montaa que empez a ser adjetivada

    como sublime.

    15 Vase: Eliade, Mircea, Lo Sagrado y lo Profano, Ed. Guadarrama, edicin 1981.16 Vase: Eliade, Mircea, El M ito del Eterno Retorno, Alianza, Madrid, 1951.17 Vase: Sonnier, George, La Montaa y el H ombre, Editorial R.M., Barcelona, 1977, pg. 262.

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    En carta a Goethe, Humboldt le escribi el 3 de enero de 1810:

    A la naturaleza hay que sentirla; quien slo ve y abstrae puede pasar una vida analizando plantas y

    animales, creyendo describir una naturaleza que, sin embargo, le ser eternamente ajena.

    La influencia del insigne naturalista y viajero alemn fue enorme, tanto en Amrica como en

    Europa. Su deseo por reproducir en pinturas la intensidad de las experiencias vividas, elevaron el

    sentimiento al mismo sitial en el que estaba el conocimiento. La cientificacin del arte, cuyo

    objetivo sera instruir y estimular, empez un largo recorrido que termin en la estilizacin y la

    geografa esttica. Al respecto, el botnico Paul Gbfeldt, aludiendo a la necesaria fuerza

    expresiva que deban tener los pintores, escribi en 1888:

    El paisaje hecho por un artista puede ser ms informativo y til que una fotografa, dado que la

    cmara lo muestra todo, mientras que el artista con experiencia cientfica est en condiciones de dejar de

    lado lo irrelevante y subrayar lo realmente importante.

    As pues, viajeros y pintores inventaron el sentimiento de naturaleza, trasladndole valores

    propios de la poca. Siguiendo el legado de Jean Jacques Rousseau (1712-1778) para quien el

    papel pedaggico y formativo de la naturaleza era vital en la construccin de un nuevo hombre,

    ms bueno y ligado a lo natural, los pre-romnticos de fines del siglo XVIII y los romnticos del

    siglo XIX hicieron del lema, Sentir para Conocer, su principal estandarte identificatorio.

    Arte y ciencia se daban la mano y, en ese encuentro, el ngulo epistemolgico de Occidente

    ante la montaa cambi. La unin mstica con el paisaje conllev una nueva relacin del hombre

    con el entorno. La fuerza de los elementos, la imponente masa terrestre y su grandilocuencia frente

    al ser humano, llev a que no slo se las midiera, sino se las admirara con nuevos ojos; quedando

    el hombre sometido a sus misterios y prohibida accesibilidad. La montaa, despus de siglos,

    volvi a tener un carcter cuasi-sagrado. Y los viajeros romnticos se encargaron por difundirlo a

    travs de libros de viajes, pinturas y poemas.