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    Eliseo Rclus

    VIAJE A LA SIERRA NEVADA DE

    SANTA MARTA

    BIBLIOTECA POPULAR DE CULTURA COLOMBIANA

    -TOM-O 112-

    Este libro fue Digitalizado por la Biblioteca virtual Luis ngel Arango del Banco de la Repblica, Colombia

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    PREFACIO

    En J 855, un proyecto de explotacin agrcola y el amor a los vIales,

    me llevaron a la Nuevo Granada. Despus de una permanencia de dosaos, volv sin haber realizado mis planes de colonizacin y de explo-racin geogrfico; sin embargo, y a pesar del mal resultado, nunca mefelicitar fa bastante por haber recorrido ese admirable pas, uno delos menos conocidos de la Amrica del Sur, ese continente asimismo

    poco conocido.

    Hoy el hombre pasea su nivel por los Hanos y las montaas de la viejaEuropa; se cree de talla suficiente para luchar con ventaja contra lonaturaleza y quiere transformarla a su imagen y regularizando las fuer-zas impetuosas de la tierra; pero no comprende eso naturaleza quetrata de domar; la vulgariza, la afea, y se pueden viajar centenares deleguas sin ver otra cosa que porciones de terrenos cortados a ngulos

    rectos y rboles martirzados por el fierro. As, j qu gozo para el euro-peo cuando puede admirar una tierra joven an y poderosamente fe,-cundada por las ardientes caricias del sal! Yo he visto en accin al anti-guo caos en los pantanos en que pulula sordamente toda una vida infe-ror. Al travs de inmensas selvas que cubren con su sombra territoriosms extensos que nuestros reinos de Europa, he penetrado hasta esas mon-taas que se elevan como enormes ciudadelas m6s all del eterno esto,y cuyas almenas de hielo se sumergen en una atmsfera polar. Y sin-embargo esa naturaleza tan magnfica, en donde se ve como un resu-men de los esplendores de todas las zonas, me ha impresionado menosque la vista del pueblo que se forma en esas soledades. Ese pueblo estcompuesto de grupos an aislados, que se comunican con gran trabajo

    a travs de pantanos, selvas y cadenas de montaas, su estado sociales an muy imperfecto; sus elementos esparcidos estn en la primeraefervescencia de la juventud; pero est dotado de todas las fuerzasvitales que producen el xito, porque l ha reunido coma en un h~lz lascualidades distintivas de las tres razas; descendiendo a la vez de los

    blancos de Europa, de los negros de Africa, de los indios de Amrica, esms que los otros pueblos, el representante de la humanidad, que seha reconciliado en l. Con gozo, pues, me vuelvo hacia ese pueblo na-ciente: espero en l, en sus prog.resos, en su prosperidad futura, en su,

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    E.LlSEO U:CL'Il"S

    influencia feliz en la historiade[ gnero humano. Lo repblica grono-dina y las repblicas sus hermanos son an dbiles y pobres; pero ellasformarn indudablemente entre los imperios ms poderosos del mundo,y les que hablan con desprecio de la Amrica Latina, y no ven en ellosino lo presa de los invasores anglo-sajones, no encontrarn algn dala suficiente elocuencia poro cantor su gloria. Los odulodores se vo[-vern en tropel hacia el sol naciente; same permitido onticiprmelescelebrando los primeros resplandores del albo.

    j Cul no sera lo prosperidad de Europa si [o cuestin de las nacio-nalidades fuera resuelta, si todos [os pueblos formados paro ser libres,fueran en efecto libres e independientes los unos de los otros! j Y bien!esto cuestin terrible, llena de sangre y de lgrimas, que nos mantienejadeando a todos en la agona, esta cuestin que hace afilar tantasbayonetas, y pone en pie millones de hombres armados, no existe en laAmrica Meridional. Salvos algunas tribus de indios que sern obsor-bidQ$ como lo hon sido yo millones de aborgenes, todas los sociedadeshispano-americanos pertenecen a la misma nacionalidad. Estas repblicoll del Sur, constantemente citadas como un ejemplo de discordias,son al cOntrario los Estados que mis se aproximan o lo colmo yolapaz; porque no estn divididos sino por hechos de inters local, y loscaminas harn mis por su reconciliacin Que los mortferos guerras.Los hispano-americanos son hermanos por la sangre, por los costum-

    bres, por la religin y por la polltico. Todos, sin excepci6n, son repu-Micanos, toclOS tienen del blanco por lo inteligencia, del indiO por elindomable espritu de resistencia, del afrk:ono por lo pasi6n y por esecarcter tierno, que, ms que todo, ha contribuido a unir los tres rozosdurante largos siglos de eloboracl6n. En la Amrica del Sur no hay Al-

    pes ni Pirineos; hermanos habitan (os pendientes de los Andes.Ei (.;onti;:nfe de k' Amrica del Sur presento una sencillez de con-

    tornos Y de relieves Que concuerda perfecfomeni", con :;:.: destino; esuno como 10 raza que io pl.ieolo en parte, Tringulo inmenso, ms gran-le que nuestro continente de Europa, no tiene pennsulas abruptos, ni

    bohos profundos; sus costos se prolongan IJniformemente desde lo %onotrrida hasta los helados y brumosos mares boreo!es, Atrovesodo en to-da su longitud por uno cadena de montaos casi recto, y semejante alo espino dorsal, est regado por los ros ms bellos de lo tierra, co-rriendo todos en lo misma depresin y ramificndose con la perfectaregularidad de las arterias de un cuerpo orgniCO. Evidentemente este

    continente ha sido formado para servir de cuna a una s010 y mismanocin. Esto nacin Que comienza, cuento yo ms de veinte millonesde nombres que pertenecen todos o lo mismo ro%a, en lo cIJol se hanfundido, como en un crisol, todos los pIJeblos de 10 tierra. Cuando eron-tiguo mundo, recargadO de poblacin, enve sus hijos por millones a lossoledades de lo Amrica del Sur, el flujo de la emigracin turbar6 estaunin de los rqZ:Qs que $e ha verificado ya en los repblicas hspano-omeric:onas, o bien lo poblaci6n oc.tuol de lo Amrica Meridional esta-r suficientemente compocta poro reunr en un mismo cuerpo de nacin

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    VIAJE A LA SIERRA NEVADA DE SANTA MARTA

    todos los varios elementos que le rn de fuero? Esto ltima alternativa,que nos parece lo nica probable, traer consigo la reconciliacin final

    de todos los pueblos de origen diverso, y el advenimiento de lo humani-dad a una era de paz y felicidad. Para un estado social nuevo, es ne-cesario un continente virgen.

    Y qu papel est reservada o lo Nueva Granada en la historia futuradel continente? Si los naciones se asemejan siempre a la naturaleza quelas alimenta, qu no debemos esperar de ese pas en que los ocanosse aproximan, en que se encuentran todos los climas unos sobrepuestosa otros, en que crecen todos los productos, en que cinco cadenas demontaas ramificadas como un abanico forman tan maravillosa variedadde sitios? Por su Istmo de Panam, servir de descanso y lugar de citaa las pueblos de la Europa occidental y a los del extremo oriental: as,como lo profetiz Coln, all vendrn a unirse las dos extremidades delanillo que rodea al grobo.

    No fa ocultar: amo a fa Nueva Granada con el mismo fervor que ami patria natal, y me considerar feliz si hago conocer eje algunos o ese

    pas admirable y lleno de porvenir. Si yo lograra hacer dirigir haciaeste pas una pequea parte de la corriente de emigracin que arrastraa los europeos, mi dicha sera completa. Es tiempo ya de que el equili-brio se establezca en las poblaciones del globo y que el "Dorado" dejeen fin de ser una soledad.

    Enero 14 de 1861.

    ELlSEO RECLUS.

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    ASPINWALL (COLON) EL FERROCARRIL DE PANAMA

    Con la frente acariciada por la ligera brisa que rozaba la superficiedel mar, esperaba en el castillo de proa del vapor Philadelphia, quelos primeros destellos del alba aclarasen las montaas de Portobelo.Haca algunas horas que mis ojos estaban fijos al travs de la oscuri-dad, en el negro horizonte estrellado aqu y ali; por fin las estrellasse extinguieron una despus de otra, el vago brillo de la va lctea des-apareci, y el reflejo de la aurora se despleg del lado de Occidente comouno vasta y blanca tienda de campaa. La masa de m~ntaas estabasumergida an en la sombra, pero gradualmente la luz descendi~ alo largo de sus faldas y colore de un tinte azul las cimas lejanas,mostrando en las escarpas ms prximas los bosques extendidos como

    un esplndido manto de verdura, y mezclando algunas rfagas rosadasa '10 capa de nieblas que reposaba entre lo ribera del mar y el pie delas colinas. Bien pronto este velo de vapor se rasg, dispers sus gironesal acaso alrededor de los arrecifes y por la superficie de las andas; ynos mostr la extensa obra de Aspinwall o Navy-Bay, muellemente ten-dida entre los dos verdes promontorios de Chgres y Liman. Al mismotiempo, los rayos del sol que naca se deslizaron oblcuamente sobrelas olas, e hiriendo apenas sus crestas, cambiaron en uno larga listade oro la blanca espuma que orlaba los muelles de AspinwalL

    Vista desde el mor, lo poblacin presenta el aspecto de los ciudades'de la Amrica del Norte, construido de prisa en el espaca de pocosaos. Las cosos, de altura desigual, estn esparcidas en la playa baja

    y cenagoso de lo isla de Manzanilla, y solamente hacia el lado delOeste se aproximan bastante unas o otros para formar calles. En losterrenos que no estn ocupados on por edificios, existen grandes r-

    boles, arraigados semejantes o enormes horcas. Ms all del estrechobrazo de mar que separa la ciudad del continente se estrechan innume-rables y coposos rboles. Un gran buque de vapar, cinco o seis goletasal ancla, se balancean sobre las ondas al lado de embarcaciones ba-rados que sacan del oguo sus mstiles carcomidos e incrustados deconchitos; cerca del muelle principal un buque viejo, de casco enmohe-

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    ELISEO RECLUS

    cido, espera un ros de la marea para zozobrar y contribuir o la obs-truccin del puerto; los muelles y las plataformas estn cubiertos de

    carbn, leos y barriles esparcidos. Los carros, impulsados por brazosde hombres a arrastrados por mulas, van v vienen incesantemente delas embarcaciones a la estaln del camino de fierro de Panam, co-queta y gracioso casa, cuya fachada de blancura deslumbradora sedestaca del. verde fondo de la selva y recibe la sombra de cuatro pal-meras de torcido tronco. Uno pared, un rayo de sol, no es necesarioms, bajo el cielo resplandeciente de los trpicos, poro formar un cua-dro maravilloso.

    Apenas desembarcamos los trescientos pasajeros del Philadelphia, fui-mos asaltados por una multitud de hombres de todas las ra:z:as y detodos los pases, negros de Jamaica, Santa Domingo y Curazao, chinas,americanos, irlandeses que hablaban o marmoteabon coda uno en su

    lengua o en su patu. desde el francs o ingls ms puro hasta e!popom",nto (1) ms corrompido. Hostigados por esto vido multitudarrastrados casi de viva fuerzo, los viajeios fueron tumultuosamenteseparados y llevados como otras tantos presos a innumerables hoteles,posadas o mesones, que componen la ciudad de Aspinwall. Yo creahaber escapado a la multitud desli:z:ndome por detrs de los montonesde carbn y de las filas de maderas que llenaban el muelle; pero unnegro de Santo Domingo me descubri: se me insinu con un saludoen tres lenguas, se declar mi guo y en toda la maana no pude des-emborozorme

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    VIAJE A LA SIER!'.A NEVADA DE SANTA MARTA

    y a los otros CO:1 la misma seguridad que si les clavara un pual en elcorazn; pero l no vacila, y desafa por s y por los suyos la insa-lubridad de este clima terrible y va tranquilo y resuelto, a esperar enAspinwall los pjaros viajeros qLle sus propios riesgos le dan derechoa desplumar. Puede morir, es verdad; pero si el sombro estmulo de laganancia le sostiene, podr retirarse al cabo de algunos aos de trabajoa Nueva York o a Son Francisco, viudo o privado de sus hijos, pero

    poderosamente rico.

    Por lo dems, es muy raro que los aventureros que van a Aspinwollde todos los puntos del globo lIevpn consigo a sus hijos y mujeres. Es-tas forman apenas una muy pec...Ieo minora de la poblacin en laciudad naciente, y es sabido que toda sociedad en que la mujer falto,llego a ser necesariamente grosera, inmoral, impdico. Lejos de esosmiradas que encantan y subyugan aun a los seres ms vulgares, elhombre se liberta por complE'to de las costumbres, de toda poHtica,de toda dignidad; se precipita de lleno en el vicio con la cabeza incli-nada, se complace en su embrutecimiento y se glora en l. Los lazosdel comercio son los nicos que ligan Q los miembros de una sociedadde esto especie; as, desgraciac!o de aquel que nada puede ofrecer encambio del servicio que pide!

    El edificio ms grande de la ciudad es el hospital. Un enfermo pue-de hacerse transportar a l mediante 100 francos de entrada y 25francos por da, sino que se haga dejar en la puerta, y all morir!El extranjero espirante de sed en una calle de Aspinwalll podr arras-trarse largo tiempo de puerta en puerta sin encontrar un blanco carita-tivo que le d gratuitamente un vaso de agua; solamente los negros

    despreciados tendrn quiz la generosidad de humedecer sus labios! (1).Jams olvidar el aspecto del saln de la posada, al cual entr paroalmorzar y reponerme del mareo. Alrededor de una largo mesa demodera, ennegrecida por el uso, se estrechaba una centena de viajerosde todas los nacionalidades. La mesa pareca entregado 01 pi!!oje; codacual se precipitaba sobre los platos de su preferencia y procuraba asegu-rar la mejor parte; los gritos, las exclamaciones, las disputas se cru-zaban en todos sentidos. A una extremidad del saln, grupos decalifornianos de mirada hosca, con los cabe!!os en desorden, los vestidosdespedazados jugaban sus dol/ars y oro en polvo, sin cuidarse lo msmnimo de los extranjeros que acababan de invadir el hotel; en estosgrupos reinaba el ms riguroso silencio, interrumpido de tiempo en

    tiempo, segn los golpes de la suerte, por risas sordnicas o por espan-tosas blasfemias. Una seora, en otro tiempo blanca, pero descoloridapor la fiebre, presida el servicio de la mesa. Sus s:randes y ardientesojos giraban en unas rbitas demasiado profundas; su piel seca y en-

    juta comprima los juanetes dp. sus mejillas y su espaciosa frente, tersocomo el mrmol; sus labios violetas y siempre abiertos dejaban ver unas

    (1) Tngase presente que lo inmenso mayora de lo poblaci. deAspinwall la forman extranjero~ N. del T.

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    ELISEO RJ!:CL.tl 'S

    encas lvidos; bajo su ropo muy ancho, que sin dudo cubra en otrotiempo formas voluptuosas, se presuma un cuerpo de esqueleto. De lo

    antiguo belleza no Quedaba o lo husped sino los abundantes cabellosnegros guarneciendo uno coro flaco. Y sin embargo, esto mujer, quepareca pertenecer yo O la tumba, no mostraba el menor decaimiento,su . voz era decidida, su mirado intrpida, su gesto soberano. Estabasostenido por una fiebre ms terrible que aquella que lo minaba:lo fiebre sagrado del oro.

    Lo calle principal de Aspinwall presenta un aspecto raro; banderasy banderolas flotan en todas las casas como en una calle de Pekin;blancos, negros, chinos gritan, gesticulan y pelean; nios enteramente

    ;';' ,~~r'udos se revuelcan en el polvo y en el barro, cerdos, perros y hastac;orderos devoran innumerables inmundicias que los buitres contemplancon ojos vidos desde los tejados; monos amarrados aullan, papagayosy cotorros lanzan gritos estridentes: es una extraa bataholo, en lo cualse mezcla uno con cierto aavor. Los indios faitan saiamente en estoBabel. Arnedrentados por los invasores de su pas, apedas osan girartmidamente alrededor de esta ciudad que se ha levantada como porencanto en un islote pantanoso.

    El pabelln tricolor de lo Nueya Granada flamea en uno caso deAspinwall; pero lo autoridad granadina, lejos de gobernar, debe feli-citarse de ser simplemente tolerado. Lo compaia del ferrocarril, de-clarado simple propietaria de la isla por un acto del Congreso granodi-

    ... oo es en roo!idad el verdadero soberano de lo falda atlntico lel Istmo,y sus decisiones, sean o no ratificados por el jefe poltico de Aspinwollo par el Congreso de Bogot, tienen realmente fuerzo de ley. Son ame-

    ricanos audaces los que han osado poner el pie en este islote malsanode Manzanilla que en la lomo humeante de miasmas en que lo muertegermina cun ;U~ pkntu5, hun Hjudc k::; ~$tCCCg ~!"'! QU~ debio ",;~ntnr~elo ciudad, y que han llamado de todos los puntos de la terra a loshombres vidos gritnloles: "haced como nosotros, arriesga9 vuestrasvidas por la riqueza!" Ellos han llevado de los Estados Unidos todaslos cosas aun construidos, y es tambin a los Estados Unidos que ellosenvan a buscar harina, galleta, carne y hasta combustible. La ciudades creacin suya, se juzgan con derecho de gobernorla y le han dadoel nombre de uno de los ms fuertes accionistas de lo compaa, el ne-gociante Aspinwoll; los protest.Qs solemnes de lo repblica granadinano han logrado dar hasta ahora el nombre oficial de Coln o lo ciudad

    naciente.Los agentes de la compaa americana san pues los nicos respon-sables de lo salubridad del lugar: si ellos se dignaron ocuparse de esteasunto, lo poblacin de cuatro o cinco mil habitantes doblara, tripli-cara en el espacio de algunos aos; pero en lugar de pensar en secarlos pantanos, los han formado artificiales. Poro construir un hermosoalmacn de depsito, de piedra negra, los ingenieros han elegido unolnea de arrecifes o poco distancia de lo ribera, y lo tabla de agua quehan separado as de lo boho ha llegado o ser un pantano infecto, lleno

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    VIAJE A LA SIERRA NEVADA DE SANTA :MARTA

    de despojos corrompidos y cubiertos de un sedimento debajo del cualvelo prfidamente lo terribe fiebre de Chcgres. M. FroebeJ, que ho vi-sitado la embocadura del ro Chgres, y ha dejado de ello uno bella

    descripcin (1), dice que ha sentido distinto mente en lo lengua el gus-to de las miasmas ptridas.

    El ferrocarril de una sola va que une o Aspinwol/ con Panam notiene ms de setenta y dos kilmetros de largo, y atraviesa el Istmocasi en lnea recta de noroeste a sudoeste. Ha costado ms de quinien-tos mil francas por kilmetro, sumo enorme, comparada con los gastosde construccin de otros caminos de fierro en Amrica; sin embargo,y dgase lo que se quiero, los trabejos de arte no tienen nada de gigan-tesco. Ha sido necesario unir la isla de Manzanilla al continente porun puente asentado en estacas, atravesar muchos pantanos, elevarfuertes terraplenes en ras cercanas de los ros, franquear el ro Chgres

    por un puente de doscientos metros, y cavar algunos zanjas, sobre todoen el punto culminante del camino, que se elevo solamente ochentametros sobre el nivel del Ocano; pero hace mucho tiempo que los in-genieros aprendieron a vencer esas dificultades. El gran obstculo porola construccin de esta lnea frrea fue la terrible mortalidad que hizoestragos entre los obreros. Lo promesa de una pago muy crecida nodej de ser una seduccin irresistible que arrostr o millares de hombresde todo color y de tolo rozo, y los trabajadores principiaron con reso-lucin y con los pies metidos en el fango quemante de los pantanos,o aserrar los troncos de los paletuvios, a enterrar las estacas en el borra,a corretear arena y guijarros en el agua corrompido. Cuntos desgra-ciados, hostigados por los insectos malignos, aspirando a codo soplolos miasmas ptridos que exhalan las aguas, extenuados, aturdidos porel implacable sol que les quemaba la sangre en las venas, se han arras-trado trabajosamente a la tierra firme, y acostdose para no levan-tarse ms! Ha pasado como en proverbio que el ferrocarril de Panamha costado una vida de hombre por cada travesao puesto en el camino.Esta es una exageracin evidente, porque este hecho supondra la muertede ms de setenta mil obreros; pero es cierto que la Compaa no ha

    juzgado conveniente publicar, y probablemente ni an sabe, el nmerode aquel/os que han muerto a su servicio. Los irlandeses, ms expuestosque los dems a causa de la exuberancia de Vitalidad de su raza, y de/0 riqueza de su sangre que corre en innumerables filetes boja lo fino

    pie', fueron exterminados casi todos por la enfermedad, tanto que losagentes de la Compaa renunciaron o hacer venir de Nueva York ode Nueva Orleans ms trabajadores de eso nacin. Los negros mismosde las Antillas sufrieron mucho con el clima, y, poco cuidadosos deaumentar sus economas Q costo de su salud, se retiraron en bandodos,

    para gozar en Providencia, Jamaica o Santo Toms de los dulzuras delforniente. En cuanto a los chinos, que, bajo lo fe de magnficos prame.sos habon abandonado su pas para ir o enriquecerse con los piostros

    (1) Seven yeon' trove', in Centr.' Americo.

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    ~LlSltO u:Curs

    americanos ms ali del Gran Pacfico, se les vio morir'par centenares,de fatiga y de deseperac6n. Muchos dp. ellos se dieron lo muerte para

    evitar los sufrimien\os de la enfermedad que principiaba o torturarlos.Se refiere que en lo ms fuerte de la epidemia, una multitud de estospobres expatriados fue o sentarse a lo cada del da en las arenas de'o baha 'de Panam, que habian abandonado hacia algunas horas losoteoclosde la marea. Silenciosos, terribles, mirando 01 occidente el solque se ocultaba ms all de su patrio tan lejano, esperaron .os a quelo marea subiera de nueva. Bien pronto los olas volvieron remolineandosobre los arenas de lo playa, los desgraciados se dejaron engullir, sinlonzar un grito de angustio, y el mar extendi su vasto sudario sobreel\os y sobre su desesperacin.

    Lo vio frrea del Istmo est muy distante de prestar 01 comercio y ala humanidad los servicios que podran esperarse de ella. La falta est

    ciertamente en el monoj)olio y en los tosas exhorbitantes de los preciosQue exige la compaa, la cual hace pagar a los viajeros lo suma d125 francos por un simple trayecto de 72 kil6metros, y pide hasta 1.000froncos por tonelada de mercancas que se despachan de prisa. Asel camno de fierra no transporta de mar a mor ms que treinta ocuarenta mil viajeros por ao, es decir, menos que nuestra ramificaci6ndel Oeste en un dio. El movimento de mercaderlas entre los dos oc~a~nos representa un valor total

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    VIAJE A LA SIERRA NEVADA DE SANTA MARTA

    bargo las vas frreos interocenicas de Tehuantepec, Honduras, CostoRico e Istmo de Chiriqu, se lIevarn o cabo y es posible tambin quelo Nuevo Granado, justamente descontento porque la compaa de

    Panam no le paga el beneficio anual que est convenido, permito ouna compaa rival la construccin de otro comino de fierro entre losdos mares (1). Es evidente que este Istmo prolongado que se pliegotan graciosamente entre las dos Amricas en una longitud de 2.200kilmetros, y separo can su estrecho bando de verdura los inmensasaguas azules de los dos grandes ocanos del mundo, no debe continuarsiendo una aterradora soledad, donde germinen esparcidos embriones deciudades. Algn da, los pueblos de la tierra se daran cita en aquel

    punto, Constantinaplos y Alejqndras se levantarn en las embocadurasde sus ros; sus pantanos se transformarn e,n campos frtiles, y elvolcn pagano de Momotombo, que, segn lo tradicin, se engulla olos misioneros cristianos, admitir sin dudo en sus extensos flancos a

    los pacficos leadores y agricultores.

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    "EL NARCISO" -PORTOBELO- LOS INDIOS DE. SAN BlAS

    Deseaba ir hasta Ponam paro conocer el Istmo en todo su anchuray contemplar las aguas del Ocano Pacfico; pero habra tenido que es-perar durante un da y uno noche lo marcho de un tren, y confieso quelo permanencia en un hotel construdo 01 borde de un pantano me hala-gaba muy poco. Adems me urga llegar 01 pie de lo Sierra Nevado,objeto principal de mi viaje, y me desped de mis compaeros de tra-vesa (2).

    (1) Lejos de eso, la situacin he empeofldo con lo venta de las re-servas a la misma compaa, venta que se hizo con halagadoras pro-mesas de grandes mejoras en lo vo, que hasta ahora no solamente nose ha reolisado sino que ni siquiera se ha principiado a cumplir. Ojalque la experiencia odquirida sirva siquiera paro no festinar el contratode apertura del canal interocenico, y sobre todo que no nos mostremosinferiores en patriotismo o los nicaragiienses, que prefirieron ver alejar-se de su hermoso lago los vapores que hacan el servicio en l, dndoleanimacin y vida, a aceptar las humillantes condieiones de cuasi sobe-rana que exigian los plenipotenciarios americanos, segn lo expresoM. Reclus.-N. del T.

    (1) Reunidos al dio siguiente (17 de agosto, 18551 a tos nove-cientos pasajeros del vapor de Nueva York el "llIinois", estos viajerosllega roa a creer que tendran que sostener un sitio en regla contra loshabitontes de Panam: dies y siete de entre ellos murieron o cuchillo.Un norteamericano se haba robada uno sanda y dispar un revlver

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    VIAJE A LA SI:tIUlA NEVADA DE SANTA MARTA

    El vapor ingls que hoce el servicio regular de las costos de la NuevaGranado, tardara casi dos semanas, por lo cual me apresur o ir 01puerto, o fin de inquirir si haba alguna goleta que portiese paro Carta-geno. Felizmente. apercib una pequeo cscara de nuez que levaba elancla; apenas tuve tiempo paro enviar por mis bales y tirarme en unesquife, saltar a bordo de lo goleta, que yo principiaba o bordear frentea Aspinwall, descend o la bodega poro depositar mis efectos entre dOSsacos de cacaO, y cuando sub lo peligroso escalera, estbamos en me-

    dio de lo boho.El Norciso era una pequeo embarcacin destrozada, del porte de 24

    toneladas, y ton mal distribuda que el nico espacio en que uno podapasearse, no tena ms de dos metros de largo. De momento en momen-taJos crestas de los 0105 nos ocultaban el horizonte, y se hubiera dichoque a lo lejos la ciudad soltaba del seno del /Tiar poro volver a sumer-girse en l. A cedo nueva ola nuestro msti! de bauprs se sumerga enporte, y el agua corra hasta lo popo. E! espacio que quedaba seco eramuy pequeo; haba necesidad, sin embargo, de contentarse con l, Yyo me instal lo mejor posible, con los pies contra el borde de lo bocade la escotilla, lo espalda apoyada contra el bordaje, el brazo pasadoalrededor de un cable; trat de formar un solo cuerpo, por decirlo as,con lo embarcacin, y permanecer inmvil como un tronco amarradoen el puente. Esto posicin me permi~a contemplar a mi gusto los odosespumosos, en medio de los cuales jugueteaban transparentes medusas,

    . mientros.que los tiburones las hundan con sus aletos dorsales, triangu-lares y cortantes como la cuchillo de uno guillotina

    . Lo tripulacin del Narciso se compona de cuatro hombres: el pro-

    pietario, el capitn, el marinero y el grumete. El primero era un .neg

    ro

    hercleo, de fisonoma lleno y placentera: acostado sobre el puente;miraba con stisfoccirl prnfunda los velas de su nave, inflados por elviento, los sacos de cacao amontonados en lo bodega, y (un e! h:.:m!!d~pasajero tendido o su iodo; gozaba vc!uptuosamente el privilegiO deposeer y mirab con ternura los ondas sobre los cuales flotaba su go-leta; entregado enteramente o su dicho, raro vez se dignaba ocuparsede lo maniobro ni de prestar mono fuerte cuando se trotaba de halaruno cuerdo o de viror de bordo. Por lo dems era de una dulzura inefa-

    ble, y deseaba ver a todos sus compaeros tan dichosos como l: si elcapitn no hubiera mandado, si el marinero y el grumete se hubierdncruzado de brazos, se habra dejado estrellar apaciblemente contra un

    arrecife, sin- que la satisfaccin pintada en su fisonoma se hubieraturbado. Verdadero tipo del negro de los Antillas, se deca cosmopolita,flotaba de 010 en ola, de tiP.rra en tierra como una ave marino; hablabaigualmente mal todas las lenguas, todos los patas de los pueblos esta-

    sobre el ponameo que quera recobrarlo. Esta fue la seol del com-bate; Los americanos vencidos s vieron obligados a batirse en retirada,y se solvoron gradas o la intervencin de la polica y de la fuersa

    armada.

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    VIME A LA SIERRA NEVADA DE SANTA MARTA

    blecidos alrededor del mar Caribe, y responda indiferentemente o losnombres de don Jorge, Juan, o Juan Jacobo.

    El capitn era un joven hermoso, activo, pero charlatn, impaciente,colrico, que no ocultaba el desprecio que le inspiraba su plcida arma-dor; sin embargo, tena el buen sentido de no zaherirlo. Hijo de unfrancs casado en Cartagena, Jos Mara Mouton, tena sin duda losrasgos de su padre, sus maneras y su vivacidad; pero haba adquiridolos hbitos y las supersticiones del pas, y no saba ni una palabra dela lengua de sus antepasados; sus ojos me seguan con una curiosidadimportuna. Pronunciaba cado palabra con el acanto dr.! le provocacin,y no se dulcificaba un poco sino cuando se diriga al marinero. Este,siempre silencioso, adivinando el menor deseo del capitn, trabajandosin descanso en las velas, en las cuerdos, en las cadenas, me parecia unser indefinible. No solamente no hablaba, sino que tampoco miraba, y

    caminaba sin ruido, deslizndose como una sombra de la proa a la popade la goleta. A qu raza perteneca? Era negro, espaol o mestizo?su piel negro poda haberse curtido por las lluvias, las tempestades, lasnieblas, los soles; sus ojos han podido ser empaados por ,,1'espectculode esos millares de olas que se suceden sin fin unas a otros en lo su-

    perficie de los mares. Poco me habra asombrado 01 saber que el era eseholands volante que hace siglos vaga sobre el ocano, y algunas veces,cuando la tempestad se prepara, agita delante de los naves sus grandesbrazos cargados de bruma. En cuanto al grumete, era simplemente unpilluela sucio y perezosa como una serpiente: dorma siempre, y el ca-pitn no poda despertado sino a puntapis.

    Don Jorge, cuyas comidas eran numerosas y abundantes, ocupaba el

    resto de su tiempo en seguir con las miradas las redes y anzuelos quehaba asegurado a los flancos de la embarcacin, y que daban botes enla estela luminosa. Durante la primera jornada, su pesca fue particular-mente fructuosa: sac del agua muchos peces cuyas nombres brbaros,tomados de una especie de pata hispano-indio, he olvidado; despuslogr coger una dorada, y en fin un tiburn joven de cerca de das me-tros de largo. Para coger esas animales los marineros cortan un pedazode tela blanca en forma de pez volante y lo aphieren a un anzuelo quearrojan en la estela; en seguida se ponen a silbar como silban los va-queros cuando conducen el ganado al abrevadero. El confiado pez, se-ducido por esta llamada, se arroja sobre el retazo de tela blanca, tragael anzuelo ... y las que no han tenido verguenza de engaar a un

    tiburn lo sacan o bordo, lo matan o golpes, lo hacen pedazos; despussaboreando con anticipacin su festn, hacen freir gozosamente algunospedazos. Se asegura que los nufragos de la Mduse prefirieron casidevorarse unos a otros o comer tiburn; sin embargo yo me atrev aaproximar mi asiento a la mesa de la tripulacin, y satisfice mi apetitocon la carne del pobre animal. La encontr buena; pero mientras lasaboreaba, no poda apartar de m 'un pensamiento: de qu me queja-ra yo, si los amigos del tiburn vengasen un da en m o su hermanoasesinado? As va el mundo.

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    ELISEO RECLUS

    Llegada que fue la noche, el capitn, que en todo el da no habadir igida la palabra a don Joroe, se apraxim Cl l, Y.. vuelta comunicati-"O por lo dulce y misterioso influencia de la noche, condescendi enentrar en conversacin. Primeramente habl de negocios, despus deviajes, en seguida de fantasmas, y pronto le omos referir uno leyendadel tiempo de la Inquisicin, llena de horribles detalles. Era la historiade un alma cargada de crmenes oscilando en la boca del infierno, lacual se disputaban los ngeles y los demonios. Al fin, triunfaron stos,y el alma desesperada se sumergi en los terribles llamas del abismo.Esta sera quiz la milsima vez que el capitn recitaba esta leyenda;

    porque sus palabras, que no tenan necesidad de buscar, se desarrolla-ban en frases precisas y sonoras, V desplegaban cierta elocuencia sal-vaje en la pintura de los tormentos infernales. Don Jorge, feliz coneste relato, que estimulaba su digestin, gozaba visiblemente can su

    propia miedo, mientras que el grumete, apoyado en los codos y ten-dido sobre el vientre en medio dei puenh" fijaba sus ejes ardente~ enel capitn y senta que el alme se le esc0['loba de espanto. En cuanto01 marinero, siempre solitario, se mantena firme en la proa del Narciso,y su alta estatura, que medio se alcanzaba a distinguir al travs (fe losaparejas, se delineaba, cOmo un negro fantasma, en el mor fosfo-~escente .

    Uno fuerte lluvia puso fin a nuestro conversacin; y capitn, arma-dor, grumete, pasajero, nos apresuramos a descender a la bodega arro-ndonos sobre los sacos de cacao que deban servirnos de lechos. Miscompaeros acostumbrados o esta clase de camas, se durmieron bienpronto profundo mente; pero a m me fue imposible imitarlos. Los gra-

    "os de cacao, duros como pequeos guijarros, se me entraban en-loscarnes; espantosas cucarachas, Igs ms grandes que he visto en mi vida,me picaban os brazos y las p;;;cr::::$ y ~e p",eaban Dar mi caro; eT airecondensado de lo bodega, y sobre todo el penetrante olor del cacao, mesofocaban. A cada instante suba la escaiera paro respirar un soplode aire puro en la boca de lo escotilla; pero lo lluvia incesante meobligaba o encerrorme otro vez en el antro malsano en donde mis com-:aeros soaban sueos de oro. Hacia la maana, vencido por ia fatigo,me dorm con un sueo febril y agitado.

    Cuando despert, el Narciso doblaba uno de los promontorios pobladosde rboles que guardan la entrada de Portobelo, 1 antiguo Puerto-de-Oro de los espaoles, adonde los goleones venan o cargar los tesoros del

    Per. La lluvia haba cesado; una niebla ligero flotaba an sobre losmontes, chispas de espuma blanca soltaban de los contornos de lo ri-bera. A la verdad, el mar y las montaas, iluminados por el sol naciente,ofrecan un espectculo admirable, que yo apenas contemplaba; no

    poda separar los miradas de los extensas selvas tropicales, que se mepresentaban por lo primera vez en todo su magnificencia. Hasta igno-raba si realmente eran selvas los que tena delante de m, porque no dis-tingua los rboles, y durante largo tiempo cre estor delante de unogigantesco roca cubierta de musgo y helecho. En lo zona trrida pued

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    VIAJE A LA SIERRA NEVADA DE SANTA MARTA

    decirse Que el rbol no existe; ha perdido su individualidad en lo vidade unin estrecho, y puede decirse Que es uno simple molcula en logran masa de vegetacin de que hace parte.

    Un roble de Francia ostentando sus grandes romas de corteza rugoso,enterrando sus enormes races en el terreno hendido, sembrando lo tie-rra de innumerables hojas secos, parece siempre independiente y libre,aun cuando est rodeado de otros robles; pero nunca se presentan ais-ladas los ms bellos rboles de uno selva virgen de lo Amrica del Sur.Ligados los unos o los otros, atados en todos sentidos por cuerdas de

    bejuco, cubiertos por los plantas parsitos que los oprimen y bebensu savia, parecen no tener existencia propio. Los influencias de losclimas son los mismos para los pueblos y para la vegetacin: es en laszonas templados que especialmente se ve 01 individuo separarse de lotribu, lo mismo que 01 rbol aislarse del bosque.

    Poco o poco nos oproximQ.mos o lo estrecho garganta del puerto,y

    ooco o poco lo escena se presentaba ms esplndido. Dos colinas cadouno con la ruina de un antiguo castillo se levantan lo uno frente dela otro; en la base de estas prominencias, los cocoteros se inclinan haciala superficie del mar; las aves marinos se mantienen graves o inmvilesen las esparCidos rocas. Desde lo cima hasta el pie de los colinas, nose ve sino un tumulto, un ocano de follaje; boja esto masa que se in-clino y se levonta al soplo de los aires, apenas puede concebirse elsuelo que los sostienen; fcilmente podra creerse que lo selva enterotiene sus races en el mar y que floto sobre las aguas como una enorme

    planto piromidal de doscientos metros de altura. Todas los romos estnentrelazados las unas con las otros, y el menor movimiento se transmite

    de hoja en hoja o travs de la inmensa y verde campia. Sin embargo,los colinas son muy escorpoda!i y poro ligarse unos o otros los rbo-les, grandes masas de romos, bejucos y flores se esparcen de cima encima, semejantes o los hilos de uno catarata. Es un Nigara de verdura.

    En fin, El Narciso ech el ancla casi o lo sombra de la misteriososelva, lo lancha fue arrOjado 01 mor, y tomando el marinero silenciosa-mente los dos remos, nos hizo sea de soltar a ella. (bamos o hacer una

    pequeo excursin o tierra. Mi emocin, ton fuerte yo, se aumentcuando el esquife se detuvo, y soltando de piedra en piedra, fregu o lo

    playa sembrada todo de conchitas amarillas y rojos. En pocos segundosllegu o lo desembocadura de un riachuelo que desciende en pequeoscascados de los profundidades del bosque, y, remontando este camino

    abierto por las aguas, me intern en el oscuro portillo que delante dem se prolongaba.

    Es imposible no sentir uno extrao conmocin fsico cuando uno dejatras de s lo atmsfera ardiente y luminoso, paro penetrar bajo lo som-

    bra hmedo y solemne de una selva virgen. A pocos pasos del mar,podio creerme internado o cien leguas del continente; por todos portesuna confusin inextricable de romos; por todas portes misteriosos pro-fundidades en que la mirado se atreve apenas a fijarse; o mi rededor,rocas cuyas poredes desaparecan bajo el follaje entrelazada; sobre m

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    ELISEO RECLUS

    ccibe;a una bveda de verdurQ o travs de la cual penetraba una me-dia luz que se reflejaba en una y otra .rama. iQu diferencia entre estos

    bosques tropicales y nuestras selvas calmadas y raquticas, y nuestrosbcsques tajados, en que caoa rbol ,herido par el hacha, se pre~entodbil como un enfermo y tuerce con angustia sus bra7.os delgados y singracia! En los pases amados del sol, a 107, rboles gigantescos que latierra alimenta, les circula bajo la corteza una savia fuerte e impetuosa,y podra decirse que el suelo, el agua y lo roca, se amalgaman all poroentrar ms rpidamente en el crculo de lo vida vegetal. Los cimas sonms altas y cubiertas de vegetacin, el color de las hoJas y de los f!o-res m" variado, los aromas de stas son ms acres; y no es el reposa,es el terror lo que se experimento bajo estos tenebrosos sombras.

    Con precaucin, con paso siqiloso y vc

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    VIAJE A LA SIERRA NEVADA D;,; SANTA MARTA

    tenecientes Gl mismo propietario. Cado 15 das, el vapor ingls que haceel servicio ,de Santo Thoms 'o ,AspinwCII, entro en el 'puerto, no parotomara dejar pasajeros, sino nicamente' poro renovar la' provisin

    de agua. ', Antes de lo construccin del' 'comino de fierro del Istmo, el primer

    trazado dcsignebci a Portobe!o cama punto de partido de la In,eo frreo.El comercio habra'encontrado all lo inapreciable ventaja de un exce-lente puerto, y los iiigenieroS$olamente' 'hab'ran 'tenida que seguir' elantigc:o camino de los espaoles, hoy simple sendero obstruido por lomoleza. 'Despus, lo insalubridad de POl'tobelo, ms espantosa aun quelo de"Asp,nwoll, modific los' planes :de la Compaa. En efecto, 01 estede la Ciudad se extienden vastos pantanos adonde el ogua dulce y elagua salado conducen can el flujo y reflujo plantas en descomposicin;bOEquesde"paletuvios 'crecen en, el terreno movedizO o olgul)os pasosde 105 barracs, 'V la, colinas que se levanto n a la entrada' del puerto,

    impiden que los brisas renueven el aire corrompido que peso sobre lociudad. Contir1Uomente, se forman encima de esto hondonodci,- raro veZ

    batida por los vientos, nubarrones que descienden en lluvias dieras.Pued d~cirse que ,la hoyo de Portobelo es un crter siempre humeanted~ vapores y,,miasmas.

    El capitn no termin hasta la caido d

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    ELISEO RECLtTS

    uno nuevo bordado nos conduca siempre cerca de esta torre formidable, cuyos escollos aparecan y desoparecian sucesivamente como mons

    truos marinos que jugueteaban en los olas bramodoras. Uno vez el viento se col en las velos fuertemente en el momento en que el capitnacababa de pronunciar los palabras sacramentales, Pra a virar! Vaya con Dios! Y la goleta dirigindose rpidamente y en lnea recto hacia Salmedina, hendi los olas blanquecinos que se estrellaban en Ibase de lo roca. El capitn, el marinero, el grumete y yo mismo nos esforzbamos intilmente, apoyados contra la verga, poro vencer Iresistencia de la vela, mientras que don Jorge, siempre placenterosonriendo, dejaba vagar sus miradas por los aparejos de su goleta, qumarchaba hacia una prdida inevitable. Un enrgico juramento del ca

    pitn le hizo levantar sobresaltado: desde que l nos ayud con Slatltica fuerzo, lo verga cedi, y El Narciso, describiendo en torno d

    las ecos une gren curvo. se dirigi hacia plena mar.A medio dia hobiamos en fin doblado el terrible promontorioJ y segui

    mos a dos o tres millas de distancia la costa que extiende de un ex-tremo o otro del horizonte sus inmensas selvas, en los cuales nO se

    presenta un solo claro. Las montaas cuya cadena uniforme y pocelevada se desarrolla de oeste a este, parecan mucho ms elevadosde lo que son en realidad, a causo sin duda del interpuesto velo de cIidos vapores que agrandaba extraordinariamente sus proporciones. Vimes presentarse, despus desaparecer unas tras otras, las puntas que esamontaas proyectan en el mar, Punta-Pescador, Punta-Escondida, Punta-Escribanos, todas semejantes por sus espesos bosques y circundadode mangfes. El mor estaba tranquilo, la brisa inflaba apenas los velode nuestra goleta, y sta henda pesadamente las ondas, cuyo ligerespuma iba o perJ"I~': "" tcd::::!!::1oS o los lnrln~ de !a estelo. Continuamos as nuestro curso martimo todo el da, y la noche nos sorprendientes de que hubiramos doblado el Cabo de San BICIS.

    A la siguiente maana estbamos en medio del archipilago de laMulatas, cuyas islas "ms numerosas que los dias del aa". estn esporcidas en el mar en uno gran extensin. Nosotros contamos ms desesenta en un horizonte extremadamente reducido por la bruma, ymedido que avanzbomos, veamos surgir otras nuevas del senq de laaguas tranquilas. Todas estas islas bajas que parecen reposar sobre lesuperfiCie de un lago como los jardines flotantes de Cachemira, estr

    cubiertas de cocoteros cuyas semillas han sido conducidas all por laolas desde que los espaoles introdujeron este rbol en el continentde Amrica. Algunos islotes son de tal manera pequeos, que sus cinea o seis cocoteros de penacho encorbado los asemejan a grandes abanicos verdes desplegados sobre el agua transparente. Otros, al contrario':lcupan uno gran superficie, y las chozas de los indios se agrupan oquy oli o lo sombra de sus bosquecillos; pero todos son redondos u ovalados. Un oreonuta que por primero vez contemplase este archipilag(desde lo alto de su globo, no podra menos de comparar las Mulato

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    VIAJE A LA SIERRA NEVADA DE SANTA MARTA

    o gigantescos hojas de nenfar abiertos sobre la superficie apenes r-zada de un pantano.

    Cuando nuestra goleta posaba cerco de un pueblecillo, una canoa

    hecha del tronco de un rbol se destacaba de lo ribera y se diriga hacanosotros, trayendo tres o cuatro indios. Desde que los remeras llegabanal alcance de la voz, levantaban en el aire sus remos para testificarsus intenciones pacficos, y nos enviaban salutaciones en mal espaol;en seguida, despus de haber asegurado su canoa al costado de la go-leta, saltaban al puente, rean para animamos y disponemos en su fa-vor, y nos ofrecan con voz carioso sus sacos de cacao, sus pltanos,) encantadores pericos verdes, anidados en calaba%os, que se picoteabany pellizcaban de la manero ms lindo de mundo. En cambio aceptabangneros de algodn, madejas de lona y monedas americanas. Estos ind-genas pertenecen a lo tribu de los indios de San BIas, son de pequeaestatura, fuertes, rechonchos, gruesos; tienen las mejillas rollizas, los

    pmulos salientes, el cabello negro y lustroso, los ojos penetrantes, fre-cuentemente untados de grasa alrededor, la tez color de bronce, pero'1'1sblanca que lo de la mayor parte de los indios del continente. Con-servan hasta una edad muy avanzada el aire de nios burlones, y lafelicidad de la vida brillo en sus miradas. Al ver sus encantadoras islasesparcidas en el mar, sus cabaas escondidas en los bosques de cocote-ros, uno se pregunta si convendra desear que los americanos o los in-gleses, obreras del comercio, vinieran pronto o explotar esas selvas de

    palmeras para quebrantar su nuez, reducirlas a koprah (1), y expri-mir/e el aceite. El imperio de Mammon, bastante extenso ya, debe au-mentarse con estas islas afortunadas, a fin de que nuevas mercanciasse amontonen en los muelles de Liverpool y que los cofres de los arma-

    dores de Nuevo York se llenen ms an?Estas poblaciones son felices, el comercio, tal como hoy se comprende

    no podra dar/es, en cambio de la paz, otra cosa que una servidumbreencubierta, la miseria y los goces salvajes bebidos en el aguardiente?La bella palabra civilizacin ha servido frecuentemente de pretexto

    para el exterminio ms o menos rpido de tribus enteras. j Esperemospara arrastrar a stas en el gran movimiento comercial de los pueblos,a que podamos "evarles en nuestras naves, con mayor felicidad, la jus-ticia y la verdadera libertad!

    De buena voluntad habra seguido a los indios de las Mulatas y h-chome, al menos por algunas horas, ciudadano de su repblica; habra

    Querido interrogar a los ancianos sentados a las puertas de las cabaas,ver a las mujeres ocupadas en los trabajos domsticos, asistir de lejoso los juegos de los nios que enteramente desnudos se revolcaban enla arena de la playa; pero don Jorge, siempre ocupado en su pesca,me suplic que dejara continuar su rumbo a la embarcacin con la es.

    peranza de que numerosos peces se dejaran seducir por el cebo que ju-

    ( 1) Peda%o de nue% pilada y despojara le ra corte%a.

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    ELISEO RECLUS

    guetec.ba en ia estela. l'-lo me qued, pues, otro recurso, qUE!contempla~,stemente esas islas a medida que desaparecan una tras otro. En finnos deslizamos lentamente 01 lado de la ltima; por largo tiempo vimosclevarse las palmeras sobre la superficie de las aguas, semejantes auna bandada de aves gigantescas; en seguida se desvanecieran paca a

    poco y nos encontramos en plena mar Caribe.La travesa del archipilago de las Mulatos o Cartagena dur ocho

    das, es decir, que en nuestra goleta, mucho menas rpida que una tor-tuga de mar, avanzaba como una milla por hora, a pesar de que tena-mos la corriente y frecuentemente os vientos en nuestro favor; peroEl Nardso era de forma tan pesada, sus miembros todos estaban tandislocados, que apenas marchaban ms aprisa que uno de esos produc-ciones martimas arrostradas por los olas. En sus viajes de regreso, em-plea a veces ms de tres semanas paro llegar a Aspinwall, parque en-

    tonces tiene que vencer la resistencin de los remolinos que se forman enel Golfo de Urab por lo gran corriente e".otorio!, cuyas aguas vienena estrellarse contra las costas de la Amrica Central, y rebotan a dere-cha e izquierda siguiendo las costos. En cualquiera otro mor; expuesto abruscos cambios de viento Y o violentos rfagas. El Narc:iso no habrapodido emprender un solo viaje sin correr el .riesgo de zozobrar. Feliz-mente ni en el seno del Golfo de Urab, ni en les dems costos de lo

    Nueva Granada hoy tempestades jams. Los huracanes, que producenfrecuentemente efectos ton desastrosas en los pequeas y grandes An-tiltos, tienen siempre su origen a la entrado del mar Caribe, mas arribode lo gran corriente ecuatorial, y desarrollando su inmensa torbellinoque se agrando sin cesar, van a morir en los costas de los Estados Unidas

    o en 105 bancos de Terranova, despus de haber removido las andas,d;~.pcdc::C!,..,r!n \es naves, pulverizando las ciudades Y los campos; pero ensu curso terrible jams desfloran Siquiera ;us rr;Grc;; fe!it:ps ele la rep-

    blica Granadino. All, todas !as olas, conmovidos poco o poco par lostempestades de otros climas, se desenrollan con la regularidad de 10$ondulaciones que la cada de una piedra produce en un lago. Enormes./ prolongndose paralelamente de un horizonte a! otro, n.orchan impeli-dos por el ~,aplo siempre igual de la brisa, y levantan silenciosamenteles naves sin quebrarse en sus flancos. Del fondo de las ~xtensOs vallesque las separan, saltan por millares peces alados que semp;antes a los

    pjaros en los surcos de un campo, atraviesan de un solo salto los cres-

    tas de las oles.. y van a caer ms all en el agua transparente.El sptima da El "'arc:iso lleg al archipilago de San Bernardo, cuyas

    islas, casi todas bajos y cubiertos de bosques como los de los Mulatos.cubren el mar 01 norte del Golfo de Morrosqui1lo. la goleta se abrioresadamente uno va a travs de este ddalo de istas que proyecto n~n los estrechos, peligrosos bancos de arena, y despus de haber seguidorlurante toda lo maana la costa de la Nuevo Granada, vino a echar~I ancla en una pequea ensenada de lo isla Bar, no lejos de Bacachica,

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    VIAJE A LA SIERRA NZVADA DE SANTA MAR!!'A

    ~a entrado de lo bahia de Cartagena. El capitn no confiaba suficiente-mente en su habilidad para atreverse o guiar su resabiado goleta po:entre los escollos del poso; por lo que o mi toca no pude menos de ce-

    lebrar lo resolucin de esperar hasta el da siguiente para ver mejor lasruinas de esta otra Sebastopol, tan formidable en tiempo de la domina-cin 'espaola.

    III

    CARTAGENA DE INDIAS - LA POPA - LA FIESTA

    Al salir el sol, El Nardso entraba, viento en popo, en el canal de

    Bocachica. apenas de unos pocos brazas de ancho, y sin embargo bas-tante profundo para admitir los mayores navos de guerra. De cada ladase distinguen las rocas agudos esparcidas en el fondo del agua argenta-do; a medida que se avanza, la cintura de arrecifes se estrecna alre-dedor del tortuoso canal, mostrndose los escoJ/os en todas direcciones;es imposible no estremecerse al posar cerca de ellos. A algunos metrosde distancia, sobre la izquierda, al pie de un promontorio de la isla deTierra-Bomba, se levantan los blancas murallas de un fuerte, cubiertohoy de arbustos y espinos; o lo derecho, sobre un islote de rocas ama-rillentos, rodeado de arrecifes, una ciudadela minada por las olas des-

    pliego por encima de los escollos la larca lnea d~ sus bastiones conlos troneras vacos.: a lo lejos, e la extremidad de lo isla Bar, todo

    verde de mangles, se presentan los ruinas de otro fuerte igualmentevasto. Tal era lo primero lnea de fartificacianes que protegia lo en-,roda del ;Juerta de Cartagena. En el ltimo siglo fue forzado por elalmirante Vernon, o quien, mejor defendido, habra podido oponer unoresistencia invencible. Es verdad que este almirante fracas ante losegundo lnea de fartificaciones, y que siete mil ingleses pagaron consu vida esta tentativa audaz.

    Despus de haber bordeado durante algunos minutos, entramos enlo roda de Cartagena, cuyas aguas tranquilos tienen uno superficie de18 millas cuadradas. Completamente resguardado hacia el lado delmar, 01 sur, por lo isa de Bar, al oeste, por la isla de Tierra-Bomba y

    por arrecifes y bancos de arena; al norte, por el archipilago sobre el

    cual est construido la ciudad de Cartagena; esta roda se desarrollo enU>1 magnfico semicirculo que penetro mucho en el interior cre /0 costo.Podra contener flotas enteras; pero all no haba sino miserables canoas.Sobre las colinas, en donde esperaba distinguir algunas huellas del trabajodel hombre, solamente divis malezas interrumpidas aqu y all por claros-:letierra rojo y estril; dos o tres pueblecillos de indios agrupan en des-.>rden sobre los bordes del agua sus techos cubiertos de hojas. En fin,El Narciso dobl lo punto oriental de Tierra-Bombo, sobre lo cual ~stnconstruidas las cabaas de loro, pueblo habtada por pobres leprosos

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    ELISEO RECLUS

    solamel1te, y a nuestros ajas apareci de repente la antigua ciudad, queen tiempos pasados se nombr con orgullo la Reina de las Indios.

    Magnficamente sentada en las islas que por un lado miran a la alta

    mar y por el otro a la reunin de las lagunas interiores, que formanel puerto, rodeada de un cinturn de cocoteros, Cartagena parece dor-mir all, ay! y duerme demasiado, a la sombra de la Popa, colina abier-ta que la domina al este. Dos grandes iglesias cuyas naves y campa-narios son mucho ms elevados que el resto de la ciudad, se miran unaa otra, como dos leones echados, y la larga lnea de murallas se extien-de, hasta perderse de vista, alrededor del puerto y sobre las riberas delmar. De cerca la escena cambia: las plantas parsitas entapizan lasmurallas, en las cuales se pasean muy raros centinelas; grandes piedrasque se han desprendido de las almenas forman arrecifes contra los cua-les vienen a estrellarse las olas.: algunos restos de embarcaciones se

    pudren en la playa del puerto, en el cual flota una que otra goleta; a

    travs de las ventanas de los !=]randes edificios, cuyos techos se han....J . ~,:...........J .. ...I.... _ ... 1..... ... _ .. _ 1 L ._ ... _1 __ .. 1 ..J_I _~_,_,.., U\J.)IVIIUUUV, ,:~ UII....I..oI1LU.1 U V'_". l\,.l;:) IIUUC:,) V t :' 1 U","UI UI::I '-1t:IU. 1:1 cunJunrode esta ciudad medio arruinada forma un cuadro admirable v dolorosoo la vez, y no !Jude menos que experimentar un sentimiento profundode dolor al contemplar esos tristes restos de un esplendor pasado.

    El marinero dej rodar el ancla del Narciso, y descend a la lanchacon el capitn. En cuanto a don Jorge, no se levant siquiera para mi-rar la ciudad. La colocacin de su cargamento de cacao lo inquietabamuy poco, su sola preocupacin del momento era permanecer a la som-

    bra precaria del palo mayor !Jara continuar su siesta principiada, sincorrer el riesgo de sentirse bruscamente despertado por los rayos ardien-tes del sol; tuvo sin embargo fuerza para dirigirme una semicortesa

    en seal de despedida, despus se volvi de medio lado y se durmi.Unos ,pocos golpes de remo bastaron poro que llegramos a los gradosde oieara de la base de la muralla. v nenetr inmediatamente en lo..;iudad por uno poterna practicada 'en' I~ misma muralla. Lo primeraescena de que fui testigo ai poner el pie en I,:,s calles de Cartagena,redobl lo tristeza que me haba inspirado lo vista de sus ruinosos edi-ficios. En una !)laza rodeada de casos ennegrecidas y de elevados arca-das, dos hombres de cabellos lisos, de mirado feroz, tez de color in-deciso, se hobon agarrado de los giranes de sus ruanas (1), desenvai-naran vociferando, sus terribes machetes (2) y procuraban herirse conellos. A su rededor se agitaba confusamente uno multitud ebria y sucia;los unos gritaban con furor: Mtalo! Mtalo! los otros hacan desviar

    los golpes de machete, deteniendo los brazos da los combatientes. Du-rante algunos minutos, vi pasar forcejeando ese torbellino de hombrespor encima de los cuales se levantaban y bajaban sucesivamente loslucientes hojas de los sables. Al fin, se logr separar o los dos Iidiado-

    (1) Traje anloga al poncho mejicano: esto es, un cobertor con unaabertura en el centra para que entre por ella la cabeza.

    (2) SaMe encorvado.

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    VIAJE A LA SIERRA NEVADA DE SANTA MARTA

    res, que ~eguidos de sus partidarios, se fueron, cada uno por ~u lado, oun'l tienda (1), donde unos y otros se entregaron, botella en mano, a

    todos los demonios del infierno. Las mujeres Que hablan salido a.Jaslentonas paro ver la rio, SQ retiraron o sus habitaciones v lo mltitudde espectadores reunido boja las arcadas se dispers. Pregunt la causadel tumulto: Son los fiestad me respondieron encogindose de hombros.

    Cuando una ciudad est en decadencia, puede decirse Que sus habi-tantes participan tambin del deterioro de los cosos. Todo envejece alo vez, hombres y edificios; los meteoros y las enfermedades trabajanie COnsuno en su obra, Por las calles, Que limitan o lo lejos la masasombro de los murallas y en Que se ven conventos llenos de grietas,y elevados iglesias de oblicuos paredes, oasaban cojos, tuertos, leprosos,enferl'l1os de todas clases; jams habla visto tantos mendigos reunidos.Ciertas encrucijadas me presentaban el aspecto de una cour des mira-

    cles (2). Cuando el comercio o la industria abandonan a uno ciudad,gran parte de sus habitantes quedan sin colocacin y privadqs de traba-jo en la vida, se agitan durante algn tiempo en busca de nuevas ocupa-ciones; despus concluyen por entregarse 01 vicio y se embrutecen tantof1sica como moralmente. Tal es lo desgracia Que ha herido a la nobleCartagena de Indias. Pens entonces involuntariamente en esos puertosen Que durante las horas de la marea retozan las olas entre las navescomo velas desplegadas; en que circulan incesantemente las embarca-ciones conduciendo alegres marineros, y en Que todo presenta un cuadrollena de animacin y de vida; pero viene la baja marea y solamenteQueda el ftido fango en Que hormiguean los gusanos en busca de as-querosos despojos.

    Hace doscientos aos, Cartagena serva de depsito al comercio delas islas Filipinas y del Per, y monopolizaba enteramente el de laAmrica Central y Nuevo Granado. Entonces todo gran puerto mercantedebla ser 01 mismo tiempo un puerto de guerra, especialmente en unmor como el Caribe, Que en cada ola llevaba un pirata. De todos los

    puntos de lo costa por donde pudieran exportarse para Europa, los pro-ductos de la hoya del Magdalena, uno por excelencia, Cartagena, pre-sentaba facilidades poro la defensa, y por esta razn, al gobierno espa-ol le haba dado el monopolio de los cambios en una longitud de 3.000kilmetras de ribera. Despus las cosas cambiaron, las colonias espa-olas se independizaron de la madre patria, puertos libres se abrieron

    al comercio del mundo en todas las costas del mar Caribe y del Golfo deMxico; lo paz lIegS a ser el estado normal de las nat;;iones y ha sidopermitido cambiar las mercaderas en otras partes mejor que bajo laboce de los caones. Tambin lo prosperidad ficticia de Cartogena, Que

    1) Taberna, venta de vino y aguardiente.

    (2) tolombre que se daba en Pars en la edad media, a muchos ca-llejuelas y otros lugares habitados por pillos de profesin y por rote_ros.-N. del T.

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    ELISEO RECLUS

    repo,aba en el monopolio, se. desvaneci con lo libertad; la poblacin,cad'J vez ms mi~;erob!e, disminuy como dos tercios y 01 presente no al-q:'nzo ni o la cifro de diez mil almas. Hace algunos aos que el Congre-

    ~o granadino, con el laudable de,eo de hacer revivir el comercio de 10dUdadcodo, expidi uno ley ex~ptuondo del pago d(' los derethos deaduana a las mercaderas que se importaran o Cortageno (1). El go'-bierno ha restablecido pues el monopolio boja una forma disfrazado,porqu~ en todo", los otros pUNtos de lo repblica los dere::hos se elevanpor trm:no medio 01 25 ;lar 100. Los defensores de IQ ley sostenanque era neceo.crio dar esto recompensa a la hijo primognito de lo li-

    bertad, o lo ciud:Jd que SGcudi primero el yugo de Espaa; pero ennombre de lo libertad, no habra sido ms ju~o mantener o todos los

    puertos en el derecho comn y rebajar uniformemente los tarifas dein'portacin? No es sobre el - privilegio que Cartagena podra fundar

    jams una pr(}~p2rdad seria,

    Sin embcrgo, es ~egiJiO q:.;c fa antgun reina de as Indias se !cvon-j"or de sus ruinas, porque su !")osicin geogrfica es admirable. Sentadaen las riberas de un mar sin tempestades, situada poco ms amenosa gue! distancia del Golfo del Darin, en que desemboca el Atrato,y del ro Magdalena, servir- necesariamente temprano o tarde de in-termediaria comercial entre-los hoyas de estos d03 poderosos ros;,olomente est separado de Aspinwoll y de otros puertos del Istmo porla anchura de un golfo estrecho, y puede comunicarse con esos diversos

    pL!"to~ ms rpid::Jmcnte que todas los otras ciudades dA lo repblica;su roda es uno de las ms bellas del mundo entero, y muy fcilmente

    podran cavorse en ella diques flotantes o de carena, necesarios hoy entoclos los qrandes puertos comerciales. La entrada de Bocachica es de-

    masado e,trecha quzs; pero porqu no se i:mpia Bocagrande, anchob~G"''' de "'."Jr. nue se

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    VIAJE A LA SIERRA NEVADA DE SANTA MARTA

    60 es posible que dejen de hacerse :nuevos esfuerzos temprano o tarde;entonces la arteria central dil la repblica granadina estar en comu-

    nicacin constante con el mejor puerto d~ las costas. A re:ursos naturolesde esta especie deben apelar los ciud,adanos 'enrgicos para levantar ,ala ciudad de su postracin y,.Joder!e dar el ttu:o de capital, sin ironao sin ridcula vanidad. Desde que la Nueva Granada se constituy enrepblica federal, Cartagena ha sido el asiento del gobierno del Estadode Bolvar; .de. una extensin igualo la de diez departamentos france-ses; pero lo preponderancia poltica de lo nueva capital no le asegurarsino una vida ficticio, si el comercio y lo industria no se levantan 01mismo tiempo.

    Lo' catedral es el principal edificio de Cartagena; pero solamentepresenta restos de su antiguo esplendor. Su alto y amenazante torreesto negro y lleno de grietas como los torrecillas de un castillo fuertede, Europa; las lpidas que forman el pavimento de lo nave se hallandesunidos y los inscripciones borrados. Solamente el plpito, enchapadode mosaicos de mrmol y decorado con figuras de marfil, est an

    perfectamente conservado. Esta obro de un escultor italiano, presentoencantadores detalles: es uno de los muy raros objetos de arte que seencuentran en el Nuevo Mundo. Yo que vena de los Estados Unidos,ese pas en que por 9mor al arte blanquean los rboles hasta la alturade un hombre, no poda mostrarme descontento, y m'3 sent verdadera-mente conmovido a lo visto de esas encantadoras 'figuras.

    Lo mismo que lo catedral, los otros edificios pblicos de Cartage:1a,conventos, hospitales, iglesias, son espaciosos, y su extensin ocupogran parte de la 'ciudad; pero esos edificios se estn desplomando y,como todos las ruinas.. ganan can ser vistas desde lejos. Su majestuosa

    belleza depende en gran porte de la armona de los contornos y el pai-saje que los rodea con sus ondas y sus playas; con el cielo que los cubrecon su bveda infinita. Por esto, me apresur o subir a las murallas,decde donde poda contemplar al mismo tiempo el. mar y ver la ciudad

    bajo su aspecto ms pintoresco. Las murallas poco elevados y de mu-chos metros de anchura, ofrecen un bello poseo alrededor de la-ciuaad,,mboldosado con grandes lozas de piedra. Estn ton slidos hoy comocuando fueron colocados, y el mor, que mino lentamente la base, ape-nas ha arrancado algunos pedazos; pero los caones que asomabansus bocas por las t':.oneros han desaparecido.

    El gobierno de lo Nuevo Granada, dbil hoy poro defender seria-mente sus puertos de mor, ha tenido el buen sentido de vender lo pl-vora y los caones de Cartagena a un industrial yankee por la sumode 120.000 pesos, quien hizo cortar en pedazos los cureas para dis-tribuirlas como leo o los pobres. Ojal todos los pueblos del mundotomasen una medido semejante! Cuando las naciones cesen de combotirentre s y formen una perpetua alianza, lo repblica granadina podrreclamar el honor de haber sido la primera en licenciar su ejrCito ydemoler sus fortalezas.

    Despus de haber dado lo vuelta o la ciudad me dirig hacia la Popo,

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    ELISEO RECLt1S

    cuyo masa escueto domino el pequeo archipilago de Cortagena.Abrime pasO a travs de los grupos de indios, mestizos '1- negros que

    estaban estacionados frente a las tiendas en honor de las fiestas;y

    si-guiendo una recua de mulas, ufanas por !levar sus monturas vacas ysus gualdrapas rajas, llegu en pocos minutos a la cima de la Popa. Amis pies se levantaban los torres, las altas murallas, los terraplenes dela ciudadela, cubiertos de rboles y semejantes a jardines suspendidos;a travs de las palmas de los cocoteros que guarnecen los contornOs deesos terraplenes, se divisaba el agua tranquila del puerto y de las cana-es; ms ali, la ciudad aprisionado en sus murallas macisas levantaba105 campanarios y las fachadas de sus conventos arruinadas, y se des-tac.aba negra sobre el vasta semicrculo del mar, resplandeciente conlos rayos del sol de acaso.

    Las islas y el continente presentaban el contraste ms marcado: por

    un Jado, los islotes esparcidos en medio .de lo rada parecan selvas flo-tantes desprendidas de un parche teii'estrz; de1 otro tede se extendfcuno cadena de colinas rojizos, desnudas de esa vigorosa vegetacinque da a lo naturaleza tropic.al ton maravil!osa grandeza; poda decirseque el largo rostro de espuma que orlo la costo separaba dos zonas.

    Era de noche cuando llegu o la plazo mayor de Cartageno. El pa-lacio de la Gobernacin estaba bri11antemente iluminado; msicos su-bidos en uno plataf.orma ~oplaban en trompetas, trombones, pifanos,'Zangarreaban violines y contrabajos, con una alegra feroz; la plazaentera estaba transformada en un vasto saln de danza y de juego.Hombres y mujeres, bailaban estrechamente enlazadas y movindoseen un inmensa crculo, arrastrados por esa danza tan comn en lo

    Amrica espaola, que consiste en deslizarse imperceptiblemente enel suelo meneando los ccder:.os. El movimiento de los pies no se ve,sino solamente !a torsin febril de 105 cuerpos Iicados el uno al otro:se dira que la tierra mismo giro boja los grupos convulsivos, tan silen-ciosamente avanzan, movido~ por unu fuerzo invisible. Experimentuno especie de terror viendo posar lentamente, bajo las luces titilantesadheridas a los pilares, esas cuerpos jadeantes y echados hacia atrs,esos figuras negros, amarillas o pintorreadas, todas sacudiendo sobresus frentes los desordenados cabellos, todas animadas con mirlJdas cen-telleontes y fijas: era una danza endemoniada, una algazara infernal.Largas hileras de mesas de juego, cubiertas de naipes sucios por sumucho uso, se extendan alrededor de la plaza, incesantemente estaban

    rodeados de hombres, mujeres Y nios, Que venian a perder alli a porfosus cuartillos y sus pesetas. Un tumulto espantoso se levantaba o codalance desgraciado, maldiciones y amenazas terribles se cruzaban; sinembargo, no vi relucir en ninguna parte el acero de los machetes.

    El aire estaba sofocante y cargado de clidos emanaciones. Apenaspoda respirar y me abr paso por entre lo multitud paro huir hacialas murallas solitarios. iQUft contraste tan instantneo entre los hom-

    bres y la naturaleza! Grandes reflejos se agitaban sobre las aguas ymoran alrededor de los bancos de arena; algunas palmeras se inclina-

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    VIAJE A LA SIERRA NEVADA DE SANTA MARTA

    bon oqu y oli en los promontorios; la luna brillaba al travs de losgrietas de las ruinosas torres; los colinas delineaban en el 'ciela sus

    lejanos perfiles; los ecos de la plaza se desvanecan como un vano ruidosin turbar la solemnidad del conjunto; el lento mugido del mar domina-ba toda la naturaleza y daba un ritmo lgubre a la poesa de los ruinasy de fa noche (1).

    IV

    El CAPIT AN DE PAPELES - SABANILLA _ EL BONGOBARRANQUILLA

    Yo saba que todo viajero que desembarco en Cortogena, debe des-tinar algn tiempo a visitar el pueblo de indgenas llamado Turbaco y=, clebre volcn de cieno que describi Humboldt. Y, aunque mishuspedes, alemanes que hablaban todos los lenguas, me daban muy

    buenas razones para prolongar mi permanencia en lo Fonda de Calamar,haba odo decir que una excelente goleta se dispona a partir paroSabanilla, y resolv aprovechar esta ocasin, que segn todas los pro-babilidades no se volvera a presentar en mucho tiempo. Al amanecer,'om una loncha e hice remar vigorosomente hacia La Sirio, cuyo ele-gante casco se balanceaba en medio del puerto. Contrat inmediatomen-e mi pasaje y el prctica del puerto, que se solazaba en lo orilla,retardando as la marcho, obedeci 01 llamamiento de la bocina, y vino

    a bordo; fue levada el ancla, los velas desaferradas, y la goleta doblel cabo hacia Bocachico. En menos de una hora La Sirio estaba en elcanal; el piloto, de pie en lo cubierta, daba sus rdenes con prontitud;y los marineros prontos o obedecer/e, se suspendan de los cuerdos; acada bordada la proa casi rozaba las rocas; pero al impulso del timny de lo vela, se volva bruscamente y se diriga en sentido inverso. Enfin, lo goleta pos lo cadena de arrecifes, fue puesto 01 paira y dosmarineros echando la lancha al agua, condujllron o tierra al prctico.

    La Siria haba sido construdo en Curozao, tena un andar aventa-jado y henda admirablemente las olas. En pocos minutos, dejamos onuestra espalda lo escarpada ribera de Tierra-Bomba y el terrible es-colio Solmedina; despus, co_steando la lengua de tierra arenosa que

    protege al oeste el puerto de Cortogena, volvimos a ver la ciudadcomo levantada sobre un pedestal, por encima de la larga lnea de sus

    ( 1) M. Reclus no permaneci en Cartagena ni. 24 horas siquiero,por consiguiente no tuvo tiempo de entrar en relaciones con la parteculta de la sociedad. Si, coma nosotros, que hemos estado all en trespocas distintas, hubiera tenido ocasin de cultivar esas relaciones, indu-Jablemente que les habria consagrada algunas lneas, bien favorables pocierto.-N. del T.

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    ELlSEO RECLUS

    murallas; luego nos alejamos poco a poco y al fin desopar~ci tras elalto promontorio de Punto-Canoa. Ms all de este cabo divisamos

    vagamente las islas de la Venta y de Arepa, en seguida se presentante nosotros la abierto pennsula de .Galerazamba. Despus de hab'erladoblado, La Sirio no tena que hacer sino dirigirse en lnea recto haciala entrada del puerto de Sabanilla.

    La rapidez de la marcha y la bella apariencia de la goleta, pusieronde buen humor al capitn Janssen, y ms de una vez hizo circularentre sus marinero~ lo botella de chicho (1). El seor Janssen, cosmo-polita, reuna en sus venos le;sangre de todas los rozas que se hanestablecido en los Antillas, Y, era un hambre bien diferente de donJorge. Lo mismo que l consideraba a los marineros y los trotaba comaa iguales; pero no se .contentaba con gozar de la vida tal cual el des-tino se la presentaba; trabajaba constantemente Y no teno ni un mo-

    rneGto de repo~o. Aunque navegaba en unos costos que frecuentementehaba recorrido, no cesaba de consuitor lo brjula, de estudiar el rum-ba en los cortas marinos, v anotar sus observaciones. Cuando yo le pre-guntaba algo, me responda Gon voz precisa y seguro. Al ver su frenterecta, sus cejas fruncidas, su boca resuelta, no poda dudarse de quetuviese tonta energa como sus antepasados, los piratas del mar de lasAntillas, y al mismo tiempo ms inteligencia que ellos.

    Al lada del seor Janssen, pareca agonizar un joven cruelmenteatormentado por el mareo. Me sent cerco de la almohada en que te-na apoyada la abezo, y creyendo que era pasajera como yo, le interro-gu sobre el objeto de su vioje.

    -Soy el capitn, me dijo, con dbil voz.

    Cmo! y el que est consultondo lo brjula en este momento no es,,! capitn?

    -S, pero yo soy ei cap;. :c ;:~:.'~'e5.y me mostr tln certificado sellado y rubricado, que le daba efl .;fec-

    ta este ttulo. No s por Qu ficcin egol estaba obligada a meterse abordo de una goleta, en que a pesar de haber pasado muchos aos, su-fra constantemente el martirio del mareo, y en donde su ttulo oficialno le daba ni el derecho de hacer soltar una cuerda. El aobre cautivoera ciertamente digno de Istima. De tiempo en tiempo volva melan-clicamente los ojos hacia dos tites que suban y bajaban por los apa-rejas; pero ni los saltos ms alegres de los dos monos lograban desarru-gar su fisonoma triste y enjuta. Solamente durante lo comida sonrea

    ligeramente, viendo a los anim.Citossalta-r alrededor de los platos, apO-derarse de las tazas de caf hirviente, cubrirse con ellas lo cabeza para

    ( 1) Aguardiente fabricado -con el jugo de la coo fermentodo.-N.del T. El aguardiente es una bebido que por destilacin se soca del jugode lo coa, y es seguro que ~sta fue la que se distribuy a 105 marine-ros; pero si en realidad se les dio la bebida fermentada que se fabricadel mismo jugo. sto es conocido en nuest"as costos con el nombre deyuarapo.-H. del T.

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    VIAJE 4 LA SIERRA NEVADA DE SANTA MARTA

    absorber ms pronto el lquido, y despus echarse a rodar dando gritoslamentables.

    Despus de ocho horas de travesa llegamos frente a la ancha em-bocadura llamada Boca-Ceniza (1) en que desaguo el brazo principaldel ra Magdalena, y la que obstruyen numerosos bajos cubiertos demangles. El capitn se apoder del timn, hizo girar rpidamente lagoleta por entre bancos de arena y la introdujo en un canal cuya aguaverdosa y cubierta de despojos vegetales permita con todo divisar elfondo a tres o cuatro metros de profundidad. En frente de nosotros, en-tre una isla de paletuvios y las escarpaduras de la costa, se extendauna gran laguna en que reposaban muchas embarcaciones ancladas: erael puerto de Sabanilla. Sabiendo que este puerta es el que exporta al ex-tranjero casi todos los productos de la agricultura y de la nidustria gra-nadinos, buscaba can la vista la ciudad y sus edificios; pero no veia sino

    una casa blanca recin construda para el servicio de la Aduana y enlo cual nadie habitaba. Despus me hicieron notar al borde'--ae, aguauna larga hilera de chozas cubierta; de hoja de palma, y que se con-fundan de lejos con el terreno rOjizo sobre el cual p.stn construidas;tal era la ciudad floreciente cuyo puerto ha sido el heredero del so-mercio de Cartagena de Indias.

    Como no estaba acostumbrado o esto clase de viviendas, me estre-mec al ver esas chozas miserables. Trataba de escoger desde lejos,entre esas mezquinas habitaciones, aquella en que pudiera hacermedar, de grado o por fuerza, lo mojar hospitalidad posible. Mi eleccinrecay en una chozo ms grande que las dems y notable por el cober-tizo exterior sobre que reposaba el techo de hojas. Perteneca, me di-

    jeron, al seor Hasselbrinck, cnsul de Prusia, el nk:o extranjero quereside en Sabanilla. Apenas desembarqu en uno de los' pequeos mue-lles de madera que han sido construdos delante de puebecillo, indiqula casa del cnsul al negro que se encarg de mi equipaje, y le segusin inconveniente y sin 'detenerme ante el puesto de los guardas, quesin duda dormitaban en sus hamacas. En la playa se paseaba un venera-ble anciano, cuyas facciones tudescas me indicaron ser el cnsul de Pru-sia. Me dirig con desenfado hacia su casa, en la cual entr resuelta-mente, y recib en seguida en el dintel mismo de su puerta al sorpren-dido propietario a quien supliqu ,en su lengua nativa que se dignaseexcusar mi atrevimiento. Las pocas palabras alemanas que le dirig,bastaron para decidirlo en mi favor hasta el punto de que tomase a la

    vez mis dos manos y me diese una cordial bienvenida, con estas pala-bras: Mi casa est a la disposicin de usted. Durante los primeras ho-ras de la noche, me abrum a cumplimientos, me dio con la mayor ama-

    bilidad los informes que le ped, y en cambio me hizo numerosas pre-guntas sobre Europa de la que se haba ausentado desde el ao de gra-cia de 1829, pero a tiempo an para haber ida de StocKporf a Portar-

    ( 1) Nombrada as a causa de las montol1es de arena fina que allse forman.

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    ELISEO RECLUS

    lington por el nico comino de fierro de locomotivas que exista entoncesen Europa. El pobre anciano se admiraba an 01 recuerdo de ese viaje,y deca que poda morir en paz porque hba visto ese triunfo de la ci-vilizacin moderno. Cuando lleg lo hora de dormir, hizo colocar inme-diatas dos comas de tijera, a fin dR poder prolongar la conversacin, yorme hablar de los progresos cumplidos en Europa y Amrica de~de1830. Al da siguiente por la maana, se ocup l mismo dpoprocurarmeuna embarcacin para Barranquilla, y me desped de l, provisto de unacarta de introduccin poro su hijo, agente de la compaa inglesa denavegacin por vapor en el ro Magdalena.

    El pueblecillo de Sabanilla existe nicamente por su proximidad o loembocadura principal del ro, con el cual comunica su puerto por los

    pantanos del delta. No teniendo la borra ms de un metro de profun-didad, todas las producciones de los provincias ribereas, el tabaco, lacorteza de quina, el caf, deben depositarse arribo de lo embocaduraen los almacenes de Barranquiiio, para ~et tCinSpoitados de clH tra-

    bajosamente por estrechos canales hasta el puerto de Sabanilla, dondese vuelven a cargar o bordo de embarcaciones que calen menos decuatro metros de agua. Cuando la Repblica neo-granadina sea msrica y emprendedora y se ocupe de lo mejora de este puerto, tendr quehacer ejecutar en l grandes obras, porque las arenas de una boca delro Magdalena llamada Boca-Culebra, se acumulan a la entrada y, porel impulso de las brisas y de las olas, avanzan continuamente hacia eioeste. Sera relativamente ms fcil construir un ferrocarril entre Ba-rranquilla y Sabanilla, a, mejor -on, utilizar las bocas pantanosas delro, excavando un canal con lo profundiad necesario para permitr queposando por l las mayores vapores del Magdalena fueran a atracar aliodo de las naves martimas en la rada misma; pero es probable que losnegcc!c:r:tes de RnrrnnC]uilla retarden por mucho tiempo la ejecucin deeste proyecto que los privara de los beneficios que les produce el tras-

    borde de los mercancas ().La embarcacin que me facilit el seor Hasselbrinck era un gran

    bongo, especie de chalana de tablones mal igualados y cubiertos desdela proa hasta cerca de la popa. Cuatro sambas (2) atiticos y mediodesnudos, dos de cada lodo, se mantienen de pie sobre la cubierta, vol-viendo la espalda o la proa, Y.apoyan en el pecho izquierdo Ireno de

    (2) El nombre zambo no debiera emplearse ms que para los hombresde color salidos de negros y mulatos; pero en la Nueva Granada se apli-ca indistintamente este nombre a todos los hombres de color negro o desangre mesclada.

    ( 1) En 1867 se concedi un privilegio para la construccin de unferrocarril entre Barranquilla y Sabanilla; en Inglaterra se form unacompaia para lIevarlo a cabo; los ingenieros levantaron los planos, ylos trobajos de la va se principiaron; pero repentinamente fueron sus-

    pendidos estos, sin que se sepa la verdara causa, y si volvern a em-prenderse.-N, del T.

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    VIAJE A LA SIERRA NEVADA DE SANTA MARTA

    callosidades, SUS largas palancas, cuyo otro extremo va a buscar puntode apoyo en el fondo del agua. Desde que con una palmada se dio la

    seal de marcha, se apoyaron con todo su peso en las palanaccs, y dan-do mesurado mente el grito de Jess! Jess se lanzaron con poso gim-nstico de la proa o la popa del bongo, despus volvieron lentamentehacia la primera repitiendo siempre Jess! Jess! y dieron un nuevoempuje. Impulsado por estos cuatro pechos vigorosos, el pesado bongohenda rpidamente el agua verdosa de! puerto, y en pocos instantesvimos desaparecer los cabaas de Sabanilla y el muelle desde donde mihusped me enviaba sus saludos.

    Vagamos as durante ms de una hora por una baha de agua sa-lada cuyas riberas reciban sombra de pequeas mangles, que de lejosse parecan a nuestros sauces de Europa. Despus de haber posado lasmiserables cabaas llamadas Playn-Grande, el bongo dej de costear

    la ribera de la baha, dio una vuelto repentina hacia el norte, y el pai-saje cambi bruscamente de aspecto. Estbamos en las aguas amarillen-tas de los pantanos, a la entrada de Cao-Hondo (1).

    Gigantescas plantas acuticas lanzaban alrededor nustro sus tallosoprimidos que terminoban en ombelas, en plumeros, en penachos; casi

    por todas partes la superficie del agua estaba oculta por grandes hojasde todas formas y colores, que desaparecan bajo las flores que venana abrirse encima de ellos; muchos copas de veaetacin se amontonabanunas sobre otros, y en la estrecha estela que detrs de s dejaba el bon-go, el agua espesa cubierta por abundantes plantas flotantes, aparecatodo sembrada de vstagos vegetales. Aves acuticas revoloteaban por

    bandadas en medio de las plantas, yola lejos se extenda el horizontecircundado de grandes rboles.

    En ese pantano sobre el cual pesaba una atmsfera ardiente y ftida,los zambos se detuvieron para almorzar. Sacaron de una mochila algu-nas yucas (2) osadas en la ceniza, restos de pescados y una botella dechicha, y, hacindolo circular todo, me invitaron generosamente a par-ticipar de su frugal comida. Acept, pero confieso que el apetito meabandon repentinamente cuando vi a uno de mis anfitriones removercon el cabo de su palanca los peces muertos que sobrenadaban en grannmero en la estela; desechar con desdn aquel/os cuya cabeza estabaya manchada de lneas amarillas, pescar los otros por medio de un pe-queo arpn, y guardarlos cuidadosamente para la comida.

    Terminado el festn, los zambos se apoyaron nuevamente en sus pa-

    lancas, y volviendo a principiar su cantinela, lograron abrir/e paso albongo a travs de las !}Iantas acuticos de todas especies que obstruanla entrada del Coa-Hondo. Este canal, que se extiende en lnea recta

    bajo la selva, como una ancha avenida, tiene ms de seis metros de

    (1) Los caos, en todo semejantes alas bayons de la Luisiana, sonlas canales de agua estancada que comunican los brazos de un ro conel mar.

    (2) Yuca, raz "Jatropho manihof".

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    Este libro fue Digitalizado por la Biblioteca virtual Luis ngel Arango del Banco de la Repblica, Colombia

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    ELISEO RECLUS

    profundidad; las palancas apenas alcanzaban al fondo; felizmente elagua, agitada al empuje de lo lejano marea, tena uno ligero corrientey empujaba el bongo hecia adelante. los grandes rboles unan sus ro-mos frondosas encima de nuestras cabezas; y prolongados bejucos ver-des, suspendidos de las ramas, colaban en el agua de lo corriente y se

    balanceaban muellemente o merced de cado remolino; plantas, hojas yflores detenidos por las races de los rboes en (os bordes del cao, os-cilaban lentamente como islas floridos. Los buitres, posadas sobre lostroncos podridos, nos miraban pasar, fijando en nosotros sus ojos des-deosos. Hacia la orao del bongo se vean los formas musculosas de loscuatro atletas, deli'neodos en el verde sombro de lo selva. De vez encuando un rayo de sal que atravesaba lo bveda de follage iluminaba losaguas, los bejucos y los troncos de los rboles con su luz deslumbradora.

    Despus del Cao-Hondo, nuestro embarcacin atraves pantanoscuyo agua est cargaJo de tal manera de despojos vegetales, que enciertos puntos es un fango lquido en donde ias emburcaciones formannegros surcos, levantando emonacio!,es de un olor pestilencial; _en se-guido penetramos en otros canales de riberas fangosos, donde solamentelos cocodrilos y los tortugas pueden permanecer sin temor y en los queel hombre que se viese abandonado sin recursos, no VIendo a su redorsino agua, fango y reptiles, se entregara a lo ms completa des~sepera-l,.i01-'o E3~ ;",;G~:...::'~!ez(;!1~h0~f'itnlnrjQ me haca estremecer, y deseaba conimpaciencia respirar un aire menos cargado de miasmas funestos, verun pedazo de tierra en la c!-la! pudiera poner el pie con seguridad. Porfin entramos en un estrecho canal abierto por la mano del hombre o tra-vs de un terreno que se eleva algunas pulgadas de lo lnea de las inun-daciones; al punta me pareci que el aire era ms puro y me sent curadode la fiebre que prfidamente principiaba a inficionar mi sangre.

    Sin embargo, tue precise renunLiuI u s.sgi....ii .:cjc C:1 e! bongo qu~

    me conduda. Un incidente imprevisto me oblig o recurrir a otro mediode locomocin. De repente, en una de las numerosos vueltos del nuevocanal en que habamos entrada, nos encontramos detenidos par unaenorme coldeiO, enviada de Liverpoo! para uno de las buques de vaporque se estaban construyendo en Barranquilla. Cargada en un bongo re-forzado exteriormente con enormes maderos, deba seguir, como nos-otros, lo va tortuosa de los pantanos; pero haca das que e~l'aba encamino y, segn los probabilidades, no lIegaro a su destino muy pronto.

    Tonto y ton penosamente me sorprendi el aspecto de Sabanilla, cuan-

    do me cre feliz por este encuentro inesperado que pona en un con-traste tan sorprendente a la naturaleza entregado an o los fuerzas des-ordenadas del caos yola victorioso industria que hace de lo tierra unoesclavo obediente. Nunca p-udo aplicarse mejor lo palabro del poeta:"Esto matar aquello", que o esa pesado e i