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VI UnsacerdotesemejanteaJesús Aúnsintiéndosedefinitivamentedefraudadaensusmásíntimas emociones,Cándidacomprendíaqueniellanilasotrasmaestraspodían culparaHipólitodelamenorinsinuaciónamorosa,puessindejardeserun caballerodemanerasgentiles,suposiempremantenerlasdistanciassindar desimásdeloqueexigíanlasconvenienciassociales .Talvezporello JosefitadelVasto,MaruchaVela,MicaelaCamargoyMoniquitaCeballos creyeronoportunoapartarse .CuandoCándidaquisoconvencerlaspara quecontinuaranasistiendoalasclasesdeapicultura,ellastrataronde explicarlequedecomúnacuerdopreferíanalejarseparadejarleelcampo libre .Sabiéndoseinocentede .loquesuponían,Cándidaaprovechóel malentendidoyaunqueinsistióendecirqueeraunerrorlohizoconfrases untantoambiguasyconunasonrisatansutil,queellasyanodudarondelo contrario .Alhacerlescreerquesíexistíauninicioderelacionesamorosas entreHipólitoyella,Cándidasecreyóenlibertadparacompletarloqueya suponíaunaconquista .Sinembargo,nadaeramásinciertoqueeseilusorio triunfo .Cándidalocomprobóenseguida,puesalquedarsedueñadela plaza,tuvoqueabandonarlayaquenoeraprudentequeellasolavisitarael tallerdeHipólito,sobretodoporquelastíasseoponíanaello,ynoteniendo quiénsedignaraacompañarla,notuvomásremedioquedesistirmientras lograbapersuadiraMaríaIsabel . TanenfrascadoestabaHipólitoensutrabajo,queapenaspusomientes enlaausenciadelascintomaestras .SínotósinembargoladeFelipe, sobretodoporqueLaderayChonCandelalehicieronverlaconveniencia desalvaraFelipedelavaganciaydelostragos .SiyaHipólitohabía logradoencaminarloconmirasaaprenderunoficioyaserhombreformal, eraunalástimadesampararlocuandomáslonecesitaba . 469

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VI

Un sacerdote semejante a Jesús

Aún sintiéndose definitivamente defraudada en sus más íntimasemociones, Cándida comprendía que ni ella ni las otras maestras podíanculpara Hipólito de la menor insinuación amorosa, pues sin dejar de ser uncaballero de maneras gentiles, supo siempre mantener las distancias sin darde si más de lo que exigían las conveniencias sociales. Tal vez por elloJosefita del Vasto, Marucha Vela, Micaela Camargo y Moniquita Ceballoscreyeron oportuno apartarse . Cuando Cándida quiso convencerlas paraque continuaran asistiendo a las clases de apicultura, ellas trataron deexplicarle que de común acuerdo preferían alejarse para dejarle el campolibre. Sabiéndose inocente de . lo que suponían, Cándida aprovechó elmalentendido y aunque insistió en decir que era un error lo hizo con frasesun tanto ambiguas y con una sonrisa tan sutil, que ellas ya no dudaron de locontrario . Al hacerles creer que sí existía un inicio de relaciones amorosasentre Hipólito y ella, Cándida se creyó en libertad para completar lo que yasuponía una conquista . Sin embargo, nada era más incierto que ese ilusoriotriunfo. Cándida lo comprobó enseguida, pues al quedarse dueña de laplaza, tuvo que abandonarla ya que no era prudente que ella sola visitara eltaller de Hipólito, sobre todo porque las tías se oponían a ello, y no teniendoquién se dignara acompañarla, no tuvo más remedio que desistir mientraslograba persuadir a María Isabel .

Tan enfrascado estaba Hipólito en su trabajo, que apenas puso mientesen la ausencia de las cinto maestras . Sí notó sin embargo la de Felipe,sobre todo porque Ladera y Chon Candela le hicieron ver la convenienciade salvar a Felipe de la vagancia y de los tragos . Si ya Hipólito habíalogrado encaminarlo con miras a aprender un oficio y a ser hombre formal,era una lástima desampararlo cuando más lo necesitaba .

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Hipólito hizo varios intentos pero no pudo convencer a Felipe quien porsu cuenta manifestó su desagrado de que un hombre lo anduviese buscandopor las cantinas y aun por ocultos recovecos . Empecinado en su obra redentora,Hipólito fue con Ladera a visitar a las tías de Cándida . Lo hizo por sugestiónde Chon Candela. María Adelaida, que ya había puesto ligeras esperanzas enel noviezgo de Cándida e Hipólito (si no ha de hacerse monja, que no pierdala ocasión de casarse con un ángel como éste), resolvió que la tía Chabeladebía servir de chaperona acompañando a la «nena a las elecciones . De igualedad que Hipólito, María Isabel, sin ser coqueta, se conservaba fresca yatractiva. Dedicada a la escuela y a la crianza de su hija, sobrellevaba consobria dignidad su viudez . Comprendió lo muy útil que sería para Cándida elnoviazgo y se dispuso a acompañarla todas las tardes .

Meditando más tarde sobre este nuevo arreglo, Cándida tuvo que aceptarque resulté más cara la mecha que el candil, pues Hipólito, aviesamenteadoctrinado por Chon Candela, creyó oportuno no desilusionar a Felipe aquien supuso enamorado de Cándida . Su gran delicadeza lo hizo disimulary, actuando de manera pueril, se desvivió por atender a Chabela, creyendover en ello una manera de retener a Felipe junto al taller y de ese modoobligarlo a superarse . Las atenciones de Hipólito ilusionaron a Chabela yfueron causa del lógico distanciamiento entre tía y sobrina . Sacrificándoseen favor de Felipe y aun sabiendo que Cándida era para él lo que un poetallamaría la ideal imagen de sus sueños, Hipólito no tuvo más remedio quepersistir en un engaño de muy difícil solución, pues siguió aparentando sucomplacencia por Chabela . Esta, a su vez, disgustada con Cándida, nosiguió acompañándola lo cual puso en aprietos a la sobrina, quien,desobedeciendo a las tías, insistió en visitar sola el taller sin que la vieran .Fingiendo que iba a hacer sus oraciones, penetraba en la iglesia por la puertacentral; humedecía sus dedos en el agua bendita ; se genuflexsignaba y,escurriéndose por la puerta trasera, pasaba lindamente de la pequeña sacristíaal taller, libre de atisbos y de miradas indiscretas . Por lo menos eso era loque ella suponía .

La ausencia de las demás maestras y de la vigilante María Isabel ennada mejoró la situación de Cándida con respecto a Hipólito, sobre todoporque siendo ambos tímidos no osaban insinuarse menos aun frente a Felipecuya presencia en el taller era para ellos no tan sólo un testigo sino unestorbo insuperable . Sabiendo que Felipe deseaba a Cándida como quiencorre a tientas tras un sueño, Hipólito, impulsado por su propia delicadeza,prefería reprimirse y no mostrarse ni muy enamorado ni muy correspondido .

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Más bien trataba de ayudar a Felipe compadecido de su loca lujuria eingenuamente servía de mediador dando a entender que le agradaba elconnubio sexual entre Chompipe y Candida, falso concepto con el cualacentuaba el odio que ésta sentía contra Felipe pues lo sabía capaz de violarla,sólo por congraciarse, apenas la tuviera a su alcance en la más mínimaoportunidad .

Sin embargo, Cándida tenía casi la plena seguridad de que Hipólito secasaría con ella .

Todo andutro como a pedir de boca hasta el momento en que, undomingo en la misa, ocurrió lo inesperado . Vestido con sotana corriente, elpadre Brito enfrentóse a los fieles en el altar y con acento parsimoniosomanifestó que necesitaba ausentarse de la isla por una larga temporadapues haría un viaje a España con el propósito de aclarar si era válido eldiagnóstico que nuestros médicos acababan de anunciarle .

-No tengo inconveniente en revelarles -dijo- que se trata de uncáncer en los pulmones ; de allí la tosecita, la necia tosecita que me molestacon frecuencia . Yo sé que fumo mucho, pero nadie va a convencerme deque abandone mis queridos habanos . Son deliciosos . La tos se debe alhumo. No será nada grave . Antes de retirarme les quiero agradecer lasbondades que han tenido conmigo . Han sido muy cordiales y auténticosamigos. No quedarán desamparados, pues los meses que yo dure en España,que espero no sean muchos, la iglesia quedará encomendada tanto a Betín,que es un acólito insuperable, como a un hombre de Dios, digna persona ycaballero muy apreciado en la isla. Les advierto que él no va a reemplazarmecomo párroco. Yo sigo siendo el titular. El buen amigo a quien todosconocen sólo tendrá a su cargo los oficios que su alta diaconía le concedecomo asimismo mantener encendida la fe procurando que los fieles asistana la iglesia . Podrá leer las Sagradas Escrituras, administrar solemnementeel bautismo como asimismo el viático a los moribundos y presidir los ritosfunerales . Insisto en que mi ausencia será corta . Tal vez, de un mes o dos .La parroquia quedará en buenas manos . El nuevo capellán es nuestro amigoDanilo Hipólito Salerno .

En ese instante, Hipólito salió de la sacristía investido con las sagradasvestimentas y bendijo a los fieles .

Hubo un sordo rumor de comentarios. Las muchachas chismeaban lasunas con las otras . Las maestras comentaban, indiscretas, entre sí. Las

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beatas, no sabiendo qué hacer, se persignaban, pero se las notabacomplacidas . Un sacerdote tan parecido a Jesucristo debía oficiar como unbendito. ¡Gracias a Dios y gracias al Santísimo Corazón de Jesús!

Muchas etéreas ilusiones se deshicieron como cosa de magia . El nuevo«hombre de Dios» comenzó su saludo declarando que había hecho susestudios eclesiásticos en la Universidad Gregoriana de Roma y que haría loposible por ser digno de la misión que se le había encomendado. Actoseguido realizó la lectura del Evangelio tras la cual, sin más trámites, finalizóel oficio .

Cándida, que estaba allí en la iglesia, se sintió avergonzada y estuvocasi a punto de salirse, pues la asaltaron unas ganas inmensas de ir corriendoa su casa, tirarse sobre el lecho y desahogarse llorando a todo trapo, perofrenó sus nervios y logró razonar simulando la más completa indiferencia .

Las maestras se habían aproximado a conversar con Hipólitomanifestándole su agradable sorpresa. Sin comentar el hecho, todas ellashabían quedado extrañadísimas, pues habiendo notado que Hipólito secomplacía de modo unívoco con Cándida habían resuelto de mutuo acuerdodispersarse con el objeto de no estorbar a los que ya suponían en vías deaproche romántico .

Sumisamente, Cándida se aproximó al altar y, sin decir oxte ni moxte,besó las blancas manos de Hipólito .

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VII

Peripecia en las regiones australes

Vestido con su recién confeccionado hábito salesiano, Danilo esperabacon paciencia que anunciaran la salida del paquebote que debía conducirloa Puerto Limón . Tenía la vaga idea de que el vapor partiría al caer la noche,pero la empleada que le vendió el pasaje le advirtió que era imposiblepredecir la hora exacta del zarpe . Por eso, apenas comenzó a obscurecer,se había sentado sobre esos sacos de maíz con su maleta a buen recaudopor el temor de olvidarla nuevamente .

El trasatlántico italiano que lo trajo desde Valparaíso siguió su viajerumbo a Nápoles. Danilo se había sentido tan a gusto, que habría deseadoseguir hasta Pausílipo para darles la gran sorpresa a Renato, a Norina y aLisetta . Sabía que el nonno Teófilo ya descansaba en paz con el Señor .Siempre le plugo llamarlo nonno aunque, en efecto, el bondadosononagenario no era su abuelo sino su bisabuelo .

Atosigado por el calor, y sudoroso, sentía deseos de estar a bordo paradarse un buen baño, pues el polvo que despedían los fardos mientras ibacargándolos la grúa formaba densa polvareda que no sólo se adhería a su húmedapiel sino también, de vez en cuando, le provocaba desagradables estornudos .

El trajín infernal de obreros de diferertes razas formaba una Babel enambos puertos del Canal . Ya, en su viaje anterior de Italia a Chile, habíaadmirado la portentosa vía . Las silenciosas maniobras de las compuertas y elbullir de las aguas mientras llenaban las esclusas lo había dejado estupefacto .

Apenas desembarcó en Colón tuvo el capricho de visitar el viciosoantro donde mamma Rosina, joven aún, se vio obligada a desnudarse paraservir de pasto a la lujuria vulgar de los viajeros .

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Fue allí donde Rosina Salerno comenzó a hacerse rica vendiéndose alos hombres que, desde luego, se peleaban tras ella enardecidos por laatractiva gracia de su belleza juvenil unida al ritmo de sus canciones y susdanzas napolitanas .

Cuando esa noche, enloquecido de rabia y de vergüenza, salí delTabernáculo no creí haber logrado mi propósito de encaminarla hacia lagracia de Dios . Supe más tarde que, antes de envenenarse, dejó arregladossus asuntos de orden espiritual y económico .

Arrepentida de todos sus pecados, recibió el pan bendito en una iglesiacercana al Tabernáculo .

Ahora, sabiendo que está en el Purgatorio, rezo por ella noche y día .

Aquella noche me dejé poseer de los demonios . Bebí y lloré de rabia,de repulsión, de angustia .

Al día siguiente me desperté en el sucio camarote de algún navío . Sentíaque todo me daba vueltas . Había ingerido diversas clases de licores . Elresultado lo sentía en mi cabeza que me dolía terriblemente . Mi sed y laresequedad de mis labios me obligaron a descender de la litera . Por fortunahallé a mano un jarro de agua. En ese instante fue cuando, al darme cuentade que todo oscilaba, me percaté de que viajábamos . Debía ser una nave demuy poco calado. Tal vez una goleta . Aun creyéndome experto, no captéde momento si el camarote en que iba era de proa o de popa . Cierta insistentefetidez me daba arcadas y un malestar como de bascas . Por los desagradablesresiduos que vi esparcidos por el suelo comprendí que debido al malestarde los tragos vomité lo ingerido . Necesitaba respirar aire fresco . Abrí lapuerta. La fría brisa marina me hizo recuperarme . Oí afuera vocesacaloradas . Una de ellas era la de Pausílipo que perjuraba a gritos habervivido en Magallanes y había oído de labios de un borracho datos precisosde una famosa lobería. Si no precisos, por los menos preciosos, pero, decía«en el techo de la caverna, perdida entre las nieves, hay una entrada oculta .Lo único malo es que se halla en las profundidades de un precipicio . Esnecesario descender con sogas . Presiento que daré con el sitio . Los pájarosmarinos, sobre todo gaviotas, salen a veces de la grieta . Sé que ellos puedenguiarme hacia la cueva. Si logro dar con ella tendremos «popis paravolvernos ricos . Es por la Patagonia . Más abajo de la Tierra del Fuego,entre las islas Wellington y Lhermite» .

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-Nosotros -dijo la voz de otro hombre- nos hacemos pasar porcazadores de focas pero, en verdad, contrabandeamos ginebra y whisky .Ya tú sabes. No me fío para nada . Ese asunto me parece muy vago . Túandas siempre borracho y eres muy charlatán . Para chingarla, trajiste a eseotro tipo . ¿Dices que es cura? Nos traerá mala suerte. Si quieres, te dejamosen tu isla mientras nosotros distribuirnos las barricas . Será cuestión de unasemana. Te dejaremos lonas, harto aguardiente y aderezos de pesca . Puedesquedarte con el cura . No lo queremos en nuestra compañía . Te repito queno creo en ese cuento de tus «popis .

Al poco rato llegó a mi camarote Pausílipo . Con la mayor desfachatezme explicó que todo mi dinero se lo entregó a esos dos forajidos calabresesa cambio de pulóveres y suéteres de lana abrigadores . Me dijo que, enpleno estado de ebriedad, yo había insistido en embarcarme con rumbohacia el Canal, raro capricho que resultó imposible pues, faltándome lamaleta, no tenía ni el pasaje ni el pasaporte ni el resto de mis cosas, y fui yomismo quien después insistí en hacer el viaje a las regiones australes . Medijo que en mi loca embriaguez le había contado todo lo relativo a losprostíbulos de mi «purísima» mammina, lo cual quería decir que yo eradueño de esa famosa empresa denominada Tabernáculo S .A. En todo elviaje, que fue larguísimo e incómodo, tanto Pausflipo como sus dos amigoscalabreses, confabulados entre sí, tenían el tacto de secretearse de consunopara evitar que yo lograra enterarme de sus pecaminosas peripecias .Desembarcamos en un páramo nevado y borrascoso. La expedición fueinútil pues no hubo indicio alguno de grieta ni de gaviotas . Sintiéndoseengañados, los calabreses se enfurecieron con Pausílipo y lo obligaron acontinuar solo la búsqueda . Afortunadamente dimos con una especie debohío rústico y, tras un día de espera, fuimos en busca de Pausílipoinútilmente. No hallamos rastro de él . Los calabreses manifestaron sinrodeos su temor de que yo les acarreara jettatura . Comprendí que deseabanproseguir sin demoras su viaje rumbo al sur con el objeto de negociar elcontrabando lo cual era arriesgado . Pensé que lo más justo era quedarme einsistir en la búsqueda . Me advirtieron que en ese tiempo la nieve cubríatodas las grietas . . . ; podía caerme en una de ellas y que sería una lástimaque el heredero de tan ricos prostíbulos fuera a quedarse sepultado en lanieve. Me hicieron bromas y, antes de irse, dijeron que, siendo yo undevotísimo hombre de Dios, debía testar a favor de ellos . Me habían dejadosogas provistas de adecuados garfios metálicos. Apenas quedé solo salí aintentar mi expedición salvadora. Luego de haber andado un trecho largosobre la nieve, vi aparecer una gaviota que, tras dar un rodeo, se sumió

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nuevamente en el páramo . Me acerqué. Vi la brecha. Llamé en voz alta alcompañero y oí que su voz, debilitada a tal extremo que era difícil escucharla,respondía desde el fondo del precipicio. Luego de haber fijado el ganchoen una roca, eché la soga . Pausílipo subió de inmediato. Ni la caída lohabía afectado ni había perdido sus energías. Su voz llegaba a mis oídosdebilitada debido al fuerte viento que corría abajo . Feliz de haber halladola caverna donde parían las focas, me anunció que deseaba iniciar al tiro lamatanza de los recién nacidos de 1 o contrario sería tarde . Pasada una semanaperdían valor. Cuando le dije que los dos calabreses se habían marchado,se enfureció. Conseguí convencerlo de que era preferible volver al díasiguiente luego de haber comido y descansado. Los dos contrabandistashabían dejado pescado seco . Pausílipo se sentía tan alegre que esa nocheno hizo más que beber. Tan intenso era el frío, que yo mismo no tuve másremedio que imitario . Tuvimos que cobijamos juntos bajo la misma manta .Me tocó, me excitó, quedó desnudo e hizo el papel de dama para que yo loposeyera diciéndome que la noche siguiente me iba a tocar a mí darle suturno. De inmediato comencé a idear la forma de escabullir el compromiso .Si yo aceptaba, seguiría siendo eternamente la amante de Pausilipo que mepondría en ridículo delante de la gente . Tendría que hacer el rol de ama decasa, de simple barragana ; lavar, planchar, fregar los pisos, cocinar ysoportarle bravuconadas y hasta golpes . Al día siguiente bien tempranopartimos con los enseres necesarios . Luego de haber fijado en una roca losgarfios de la soga, bajó primero . Yo, rezando, me encomendé al Señor. Alllegar a la sima del precipicio, Pausilipo comenzó a gritar, baja Danilo,¿qué esperas?, ¡baja, coño! Yo imploraba al Altísimo . Él, colérico,zamarreaba la soga vociferando . Noté que el garfio se estaba desprendiendode la roca y, desde luego, no hice ningún intento por sujetarlo . Yo habíaaceptado eyacular en él pensando que aquel acto no sería denigrante parami hombría pero el desquite que él me solicitaba me parecía ofensivo a mipureza. Mientras seguía rogándole a Dios que me salvara de la terribletentación de pecar contra natura, vi que de pronto el gancho se zafó, cayó alabismo, y oí el violento aullido de Pausílipo que me exigía volver a lacabaña y regresar de inmediato con una soga de repuesto . Le contesté queiba enseguida y me alejé de aquel sitio . Cuando llegué al bohío, loscalabreses me esperaban furiosos y algo bebidos . El contrabando les resultóun auténtico desastre . Ya lo habían descargado en la habitual ensenadacuando vieron que inesperadamente se iba acercando un guardacostas . Dechiripa lograron escapar . Fue en ese instante cuando sintieron la explosión.Las barricas habían volado en llamas debido a algún certero disparo delpuñetero escampavía . Como yo les había causado la jettatura, debía pagar

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la manda y la demanda. Por eso preferían no abandonarme en aquel páramo .Nada les importaba la suerte de Pausílipo . Yo iría, con ellos hasta Valparaísoy, una vez en el puerto, llamaría por teléfono a mammina para que mesalvara del secuestro mediante el pago de una suma adecuada . En efecto,al llegar, llamé al prostíbulo . Quien contestó fue el negro peruano quecopulara con mammina en mi presencia. Tal vez creyó prudente no darmede inmediato la penosa noticia . Me trasmitió un mensaje de la manan.Aquello me pareció algo extraño . Sólo era el nombre y el teléfono de unfamoso abogado (que era también notario). Por él supe que mi madre habíamuerto y me legaba su cuantiosa fortuna. Le consulté el secuestro de queera víctima inocente. Mis captores no se atrevieron a exagerar la suma . Elabogado llevó el dinero en efectivo y en su auto me fui a su casa . Despuésde haber dejado sus asuntos en regla, mi mamá había ingerido más pastillasde las que acostumbraba para dormir y al día siguiente no pudo despertar .Con la efectiva ayuda del notario-abogado vendí todos mis bienes . Lloréen la tumba de Rosina Salerno y me embarqué rumbo al istmo .

La faena de carga y de descarga había llegado a su fin . El paquebotedejó oír su sirena . Posiblemente yo me había distraído pues fui tal vez elúltimo en abordarlo . Me sentía cansadísimo. Sin ganas de cenar, me di unbuen baño y, luego de endosar mi pijama, me eché, extenuado, en mi litera .No me di cuenta del despegue ni que iniciaba el viaje rumbo a Puerto Limón .

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Desventura de Cándida en la poza

Desventuradamente para Cándida sus previsiones se cumplieron . Todoocurrió de modo tan violento y salvaje que ella, asustada, apenas tuvo tiempode encomendarse fugazmente a la Virgen mientras se daba cuenta de queFelipe, como un perro de presa, la violaba de manera brutal . Gracias aDios que el acto obsceno tuvo lugar cuando ya ella se había desvanecido demanera que sólo sospechó algo del hecho al volver en sí .

Cándida prefirió silenciar su ruin deshonra . Tal oprobio nadie debíasaberlo . Menos aún mi padre. Con lo volado que es, seguramente seríacapaz de asesinar a Felipe . Ni eso podría lavar la mancha ni suavizar laofensa ni ablandar el rencor .

A pesar de que Hipólito vestía su rigurosa sotana, Cándida habíainsistido en visitar el taller. Sabía que muchos curas, enamorados, cuelgansus hábitos . Les importa un comino lo que opine la Curia y contraen nupcias,pero al ser ultrajada por Felipe sentía vergüenza de hallarse frente a Hipólito .

Por ciertos comentarios que le oyó a Chon Candela, Cándida supo queFelipe se había esfumado sin dejar huella ni despedirse, pero que a fuerzade indagar y al cabo de atinadas pesquisas se había sabido que Felipedeambulaba embarcado con los buzos de San Miguel .

Sin olvidar sus nuevos deberes, Hipólito no abandonó el taller y, apesar de la ausencia de Felipe, cada día bregaba con la garlopa y el martillo,Vistiendo su sotana visitaba diariamente a las tías de Cándida quienesestaban indecisas entre sentirse resentidas o halagadas . Cada una de ellasanalizaba de manera distinta los designios de Dios . En lo que estaban muyde acuerdo las tres era en el hecho de que las ilusiones perdidas renacían

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con la fe y, en efecto, era un gran triunfo para la isla el hallazgo de unhombre como Hipólito pues era el párroco perfecto .

En los primeros días de su azarosa aventura, Cándida prefirióesconderse. Fingióse enferma . Se encerró en su recámara y, procurandoque nadie se enterara, lloraba con el rostro hundido en la almohada, perohaciendo de tripas corazón, según el dicho habitual de la tía Lola, recibió alas amigas, superó el malestar y reinició sus faenas escolares . De pronto sedio cuenta de que sus regulares funciones femeninas entorpecían su ritmohabitual y en la inútil espera de esa eclosión sintió el impacto de una fatalverdad inevitable. Estaba encinta e iba a tener un hijo de Felipe . Todas susfibras se erizaron como dispuestas a luchar contra algo injusto. La semillaindeseada debía ser de inmediato desarraigada . Recordó que durante losmuy felices años de su internado en la Normal oyó a sus compañeras dedormitorio las diversas argucias de que se valen las mujeres parareconciliarse con su cíclica epifanía sanguínea .

Resolvió a todo trance provocar el aborto y evitar el escándalo . Demodo que, a escondidas de las tías, bebió tisanas de borraja . Con mildificultades, se dio baños calientes de asentadera, pero todo fue inútil, puesya era tarde . Si mi papá se entera de que Felipe me ha preñado va a armarmeun gran bochinche y es muy capaz de hacer un despropósito . ¿Qué hago,Dios mio, qué invento? No se atrevía a confiarle a nadie su angustia . Biensabía que Balbina y aun Faustina eran expertas en abortos, pero ellas noeran gente discreta sino al contrario deslenguadas . Ya les había escuchadoreferencias de Zutana y Mengana . Con ellas, ni pensarlo .

Cuando empezó a sentir las primeras molestias indicadoras del procesogenésico se pasaba las noches sin dormir imaginando lo que podría ocurrirle :primero, el juicio inquisitivo de las tías ¿quién fue el canalla? ; después, lasofoquina, las groserías del Ñopo, rediez me cago en Dios ; los comentariosy las habladurías de la gente ; tendría que renunciar a la escuela ; irse de laisla; para colmo de males, el idiota de Hipólito se había salido con undomingo siete . Bueno, de todos modos, siendo ahora sacerdote, podríaampararla, aconsejarla; pero, no, qué vergüenza ; ni oculta tras las rejas deldiscreto confesonario se atrevería a decírselo . De ninguna manera . No sesentía con el valor suficiente como para enterar al nuevo cura de suignominia. Desde que el padre Brito se había ausentado, Hipólito, vestidocon sotana o revestido de ornamentos curiales, se había hecho cargo de laparroquia. Pensaba en él y lo veía tan místico, tan santo, tan pulcro, tan

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dedicado a la vida espiritual y a la ética cristiana, que lo sentía lejano,inaferrable e inasible como Jesús en el instante en que le dijo a la Magdalenanoli me tangere. Si él no puede ayudarme, ¿ qué debo hacer? Ampárame,María Auxiliadora .

Cuando lograba conciliar el sueño, tenía terribles pesadillas de las quedespertaba empavorecida y sudorosa . Tal vez sólo en artículo moros tendríael coraje de confesarle a Hipólito su desventura . El secreto de la confesión

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noticias que existe hoy escondida me parece que es la de Papa Chente .(Chinino se la metió en la boca y ¡Dios me salve!) . La usa para cazarpalomas con cartuchos de regadera . Ahora siempre la carga con perdigonescontra un posible abuso de los gringos . Un tiro con esa arma sería fatal .Perforaría mi piel. Todo mi cuerpo lleno de agujeritos como una coladera .Vengan, señoras . Una nueva manera de colar el chicheme . Más bien seríauna espléndida y expedita técnica abortiva . Muere la madre y muere elfeto. Demasiado espectacular. Menos escandalosa sería la muerte porenvenenamiento . Pobre Cándida, equivocadamente bebió arsénico creyendoque eran polvos para dormir. El padre Hipólito oficiaría la misa de réquiemcompungido. Señor, ten piedad ; Cristo, ten piedad . No hay duda de queCándida irá al cielo, diría la gente sin conocer la realidad . Sé bien que lossuicidas no alcanzan la piedad del Señor . Nopis, diría San Pedro . Unatemporadita entre las ánimas benditas del Purgatorio no te caerá del todomal. Si después de trasegar el veneno llamo a Hipólito y le confieso miculpa, tal vez me libro por chiripa del fuego eterno . Lo lamento, San Pedro .Traigo salvoconducto .

Cándida recordó que en la botica det tío Plácido había visto unos tarroscon etiquetas que decían calomel o arsénico o cianuro . A veces ella visitabaa las tías . La Niña Clo y la Niña Chenta, aprovechando que Cándida sabíaatenderles la farmacia sin fiarle a nadie, la dejaban cuidando y se ibanrápido a echarse su manito de rezos a la iglesia .

Fue. Consiguió el arsénico . Bebió una dosis fuerte . Lo hizo despuésde estar segura de que no habría testigos en la casa. Logró que una niñitafuera a llamar al padre Hipólito con señales de urgencia . Luego, ajustó lapuerta y, preparando su ánimo para morir en paz, se echó en la cama .

Muy sorprendido por el mensaje recibido, el padre Hipólito le preguntóa la niña qué novedad había . ¿ Por qué motivo lo requerían así?

-¿Qué tiene Cándida?

-Creo que está muy enferma .

-Vete enseguida a casa de Ladera y dile que venga .

Mientras la niña ejecutaba el mandado, entró a la casa . Vio a Cándidamuy pálida, con los ojos cerrados, con toda la apariencia de una personamuerta .

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Ella, deshecha en llanto, le contó la violación de que fue víctima departe de Felipe . Sabe que ahora está encinta y, más aún, que el Ñopo noquerrá transigir, ni ella tampoco quiere casarse con Felipe . No siempre seconsigue lo que se sueña, pues el hombre con quien habría deseado casarmeme lo robó la Iglesia. Se atreve a confesarle intimidades porque ahora sehalla a un paso de la muerte . Ama a Hipólito . Su mejor ilusión habría sidounirse a él como lo manda la Santa Madre Iglesia, pero precisamente fue laCuria quien se interpuso entre ambos . El destino y el cielo dispusieron lascosas de esa manera . La única esperanza que a ella le resta es que él,Hipólito, después que ella haya muerto, rece por su perpetua salvación.Ella no habría tenido la audacia de confesarle su ignominia si no se hallaraen trance agónico . Únicamente había querido salvar a su familia deldeshonor. Jamás hubiera imaginado que Felipe fuera capaz de cometercon ella tal villanía . Según solía ella hacerlo, fue a bañarse a la poza a lahora meridiana que es cuando se halla solitaria . Mi excesivo pudor no mepermite desnudarme ni frente a otras mujeres . En el instante en que iba aendosar el camison, vi que Felipe me aguaitaba parapetado tras las frondasde un papo. Entontecida por el desasosiego, trastabillé, retrocedí, caí, mehundí en el agua ; la tela húmeda del camison me ató los brazos y se adhirióa mi cara ; me impedía respirar y aun el intento de mantenerme a flote .Logré ver que Felipe se echó al agua desnudo . En ese instante, no sé porqué milagro, liberé un brazo y, enloquecida de pavor, prensé su cuello contal anhelo de vivir que, para defenderse, no tuvo más remedio que golpearme,motivo por el cual perdí el sentido . Creo que sufrí un colapso nervioso .Cuando mucho después me recobré, tuve enseguida la plena convicción deque Felipe me había violado. Soy inocente. Que Dios me salve si, alatentar contra mi vida, he pecado, pero no tuve más remedio queenvenenarme. Tomé unos polvos, no sé si arsénico o cianuro, que robé enla farmacia de tío Plácido

Hipólito, aún sabiendo que Ladera no tardaría en llegar, se volvió unlío de nervios, se le aflojó la voz y todo trémulo, con angustias de llanto yacariciando a Cándida con la más tierna dulcedumbre, lamentábase de sumaldita timidez debida acaso a su carácter pueril .

-Eres tan pura como tu nombre . Fueron precisamente tu prudencia ycandor las dos vallas que me impidieron darme cuenta de que me amabas,de lo contrario te habría manifestado mis sentimientos . Espero que donPlácido venga cuanto antes y te salve, pero si has intentado suicidarte creoque no sólo ha sido por lo que llamas tu deshonra sino decepcionada porque

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vestí los hábitos . Acepté reemplazar al padre Brito sólo durante el tiempoque él permanezca ausente . Deseo manifestarte que nada de ello constituyeun obstáculo puesto que yo aún no me he ordenado de sacerdote . Soysimplemente diácono . Me falta un año probatorio para mis votos absolutos .Vestí los hábitos y me encargué de la parroquia en atención a una imperiosasolicitud de la Curia, pero esto es momentáneo, provisional . Es mientrasvuelve de España el padre Brito . Nada me impediría casarme. La gravesituación en que te encuentras, quiero decir, tu estado de gravidez, no es unobstáculo contra mis sentimientos, pues mi deber ahora es pedir tu mano .Por el contrario, quiero que seas mi esposa. Casi me considero responsable .Nos casaremos enseguida para evitar murmuraciones .

-Sin embargo, no nos hagamos ilusiones, cuando dé a luz al niño,¿qué ocurrirá? Todos sabrán que es hijo de Felipe . Además, ya es inútil, esdemasiado tarde para que trate usted de consolarme. No debe ya olvidarsede que ingerí un veneno y estoy agonizando . Deme la absolución . Noolvide, Padre, que sólo confesé mi deshonra porque sé que me encuentro,como dicen ustedes, en artículo mortis . Perdone mi osadía, mi intoleranciay acaso mi descaro .

Hipólito se asoma al balconcillo . Ve a Plácido que avanza lentamentey le hace señas para que se apresure .

-¿Qué ocurre, Hipólito?

-Ha ingerido un veneno .

-¿ Quién? ¿Cándida?

-Entre pronto . Es urgente . Nadie debe saberlo .

Enterado del conflicto de Cándida y de su intento de suicidio, Laderala examina mientras Hipólito le ruega que la salve pues su propósito escasarse con ella .

Cándida siente bascas pero no puede vomitar y su semblante revela suansiedad .

Plácido, informado por Hipólito, se entera de que Cándida pudo habertrasegado cianuro o arsénico robado en su farmacia .

-Esos dos frascos no contienen ni cianuro ni arsénico sino polvosinofensivos . Yo preferí cambiarlos porque una vez sorprendí in franganti

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a Chinino queriéndome robar algo de ellos con la intención de suicidarse,De todos modos lo hizo a su manera .

Cándida, que ha ingerido un calmante, se va tranquilizando y se duerme .

Hipólito sugiere que sea Plácido quien hable con el Ñopo .

-Mejor, háblele usted . Se va a alegrar; pero no le mencione lo de lagravidez .

-¿Cómo lo sabe? Cándida decidió envenenarse cuando creyó quesiendo cura yo no podría casarme con ella .

-Los polvos que ingirió no son la causa que produce esas bascas sinosu estado grávido . Yo sé que Cándida se entrevistaba con usted en el taller .Recuerde que Monseñor Medina preñó a Milagro . Nada tiene de malo queusted también se anticipara .

-Le ruego que esto quede entre nosotros . Es preferible que Cándidano sepa que hemos hecho mención de su embarazo .

-Procure hablar lo antes posible con el Ñopo y apresure las bodas, novaya a suceder que celebremos boda y bautizo juntos .

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IX

Un obsceno demiurgo dionisíaco

¿Hacia adónde nos llevan? ¿Cuál ha de ser nuestro destino? No losabemos. El vaporcito en el que más de doscientos presos ticos hacemoseste viaje luctuoso marcha con calma de tortuga . Las luces encendidas y elruido del motor me han desvelado . Mis compañeros duermen echados porel suelo, apiñados cual sardinas en lata, rendidos de cansancio . Navegamospor aguas del Pacífico arrullados por suaves ondulaciones . Sopla una brisafresca y agradable . La batalla de Coto fue un verdadero descalabro paranosotros . ¡Bendito sea el Señor! Todo por culpa de Mamita Yuni. ¿Porqué motivo tenía yo que mezclarme en esta guerra de intereses ajenos?¿Soy de veras un capellán castrense? Me pregunto si, impulsado por miafán de pureza, debo seguir sufriendo calamidades . Con la catarsis comoescudo y el apoyo irrestricto de la Virgen me he limitado a defenderme dela ignominia. Hasta ahora, tal vez por cobardía, no me he atrevido aenfrentarme al dragón como San Jorge . ¿Soy efectivamente un caballerode la fe o un judío errante? ¿Quién me persigue? ¿Quién me persigue? ¿Elángel de Sodoma? ¿Debo al fin someterme a sus dictados? ¿He de lucharcon él hasta vencerlo como lo hizo Jacob? Envidio su victoria pues se impusoaun sabiendo que ése era un nuncio del Señor . Tras su mágica controversiacarismática pudo aun vanagloriarse de estar vivo, lo cual indica que milidia con Dios sería una pura confrontación conmigo mismo. ¿Por qué nohe de forjarme mi destino a mi antojo? Cuestión de voluntad . ¿Librealbedrío? Sólo eso . ¿Ser? ¿Existir? Hacerse . Nolengo más remedio quedecidirme y escoger la pureza aunque para ello sea necesario, como dijo elacólito, liquidar al dragon .

Teodorina y Giovanni (pobrecitos), no ocultaron su júbilo al vermedescender del paquebote con mi sotana puesta . Ambos abuelos estaban

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convencidos de que yo no los había defraudado. No me atreví a confiarlesmi propósito, pero debía llevar a cabo lo última voluntad de mammina .Me legó su fortuna para que yo fundara colegios salesianos siguiendo elbuen ejemplo de Don Bosco . Me entrevisté con varios cofrades, con lasautoridades de la Curia, con ingenieros y arquitectos . Planos y cálculosdieron por resultado la posibilidad de construir únicamente un gran colegioen Puerto Limón. Todo el resto de la enorme fortuna debía invertirse enbienes raíces cuya renta cubriría con creces el costoso mantenimiento deese único colegio . Su índole salesiana lo haría asumir el cómputo deasignaturas que la orden establece, pero su especialización absoluta teníaque ser, de modo inapelable, la estructura de naves . El formidable edificiojunto al puerto fue inaugurado con bombos y platillos, amén de la presenciade las altas autoridades de nuestro mundo oficial y religioso . Preferí nohacer pública la procedencia del legado y aún me negué a informar que setrataba de mi propia fortuna . Simulé que, en contacto con gente de valía,había logrado diversas y cuantiosas donaciones privadas . Tampoco quiseser Director del nuevo establecimiento . Sólo acepté ser profesor y asesortécnico en los asuntos relacionados con la estructura de navíos . La direcciónfue conferida a un salesiano, traído de exprofeso al país, que, a simplevista, demostraba ser absolutamente ajeno a la idiosincracia de los puertosy, desde luego, de la misión específica que se le había encomendado. Nohizo muy buenas migas conmigo, pero me respetaba por la fama que yo mehabía forjado al crear la escuela y acaso por mi imponente aspecto nazareno .Exigí que el primer compromiso con los donantes fuera la concesión debecas a alumnos pobres que aspiran a ser marinos o constructores de navíos .Lo curioso fue que un crecido número de acaudalados jóvenes se inscribieronen las carreras mencionadas sin objetar el alto costo de la colegiatura . Unode éstos, Pier Luigi Sansulpizio, heredero de potentados italianos, me trajoentre sus rubios cabellos, la jettatura . Su seráfico aspecto y su sonrisa medejaron entrever de inmediato su filiación de alcurnia sodomítica .Presintiendo algo de ello, sus propios padres se opusieron a que siguiera lavocación sacerdotal . Mimado por la madre en exceso, Pier Luigi consintióen ser marino . Transigía con el padre, siempre y cuando que lo dejasenestudiar como alumno interno en el recién fundado colegio salesiano deLimón. El padre me encomendó al muchacho advirtiéndome que erapropenso a desviaciones fatales y que tratara de encausarlo por el caminorecto. Deseaba hacer del hijo todo un hombre . Nada de niñerías nimatrumancias . Precisaba tratarlo con la mayor severidad sin olvidar, desdeluego, darle el trato que Pier Luigi había recibido en su propia casa, ya queera hijo único. Aunque el asunto me resultó asaz enojoso, no tuve más

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remedio que dedicarme al chico que, desde entonces, se pegó a mi sotanacomo una rémora. De modo solapado, simulando no entender sus lecciones,solicitaba mi buena comprension y aun me rogaba ser paciente . Por mediode engañifas de esa índole se ingeniaba para estar junto a mí . Como yo eraasesor en el aspecto naval, tenía a mi cargo visitar, aun fuera de Limón, alas familias de los alumnos ricos . Ello me hizo alternar con cierta gente delmundo encopetado . Mamás y hermanas me recibían felices . Bellasmuchachas y aun monjitas mariposeaban en torno a mí atraídas por mijovial aspecto nazareno y por mis finos modales que, como me decían, eraun gran símbolo de buena educación . Muy pronto me volví el preferido detodas las tertulias admitidas por las Damas Católicas . Propuse y llevé acabo reformas sustanciales en Limón. No había acto donde no me invitaran .Debido a ese prestigio que adquirí por mis maneras afables, se le dioresonancia especial al bautizo de la primera nave construida por los alumnosdel colegio. Hubo diversos brindis de champaña, de moscatel y aun delsabroso vino de consagrar . Con la mente anublada por el demoniodionisíaco, me dejé enternecer por lo mimoso que se mostró conmigo PierLuigi cuando me acompañó hasta mi recámara . Dejé que me besara. Lotoqué o me tocó. Sería difícil precisar los detalles . Sin voluntad paraahuyentarlo, me eché en mi lecho y lo dejé succionarme, tras lo cual semarchó prudentemente . Desde ese día me atosigaba y tuve que amonestarlo .Lloró sin aparente motivo y estuvo triste y desganado por varios días. Unamañana yo contemplaba el puerto desde una balconada del colegio cuandoalguien me hizo caricias en los lóbulos, sopló en mi nuca y me estrecho porla espalda de modo tan cordial que enseguida sentí su erectitud y la mía.¡Paul Durgel! Condenado, ¿de dónde apareciste? Vengo de Roma . Concluímis estudios. Como, además de ser un cura, soy experto en música coral,me envían a este colegio con las funciones de capellán y profesor de canto .¿No te parece regio? Me agradó el entusiasmo de Paul Durgel . Me satisfizoenormemente volver a verlo y de inmediato iniciamos el difícil escogimientode las voces para formar el coro . Paul Durgel prefirió a los alumnos deraza negra, no por ser los que más abundaban en el colegio, o sea los pobresbecarios de Limón, sino porque él aseveraba que las mejores voces paragrupos corales eran los que tenían los de su estirpe . Sentíase en órbita yhasta casi estallaba. del júbilo, pues lo que, poco a poco, fue forjando enLimón sería lo que deseaba crear en Haití . Sólo quiso en el Coro a unjoven blanco como solista: Pier Luigi Sansulpizio. No lo aceptósencillamente por la voz bien timbrada del chiquillo sino porque, al cantarla antífona, Paúl captó las ansias mórbidas de Pier Luigi y ambos, de mutuoacuerdo, se habían entrelazado en escondida coyunda . Le di gracias al

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cielo y a la Virgen Santísima . Ella nunca me había desamparado. La llegadade Paul dignificó el prestigio del colegio . Uní mi voz al Coro con sumoagrado, pues sus primeros triunfos en Limón me hechizaron haciéndomeintuir que en el futuro la fama del colegio no sólo giraría en tomo a lasnaves sino de modo potencial sobre el Coro . Sentí júbilo y al mismo tiempoenvidia. Yo había cedido mi fortuna ilusionado con la idea de una escuelacuya notoriedad consistiría en la adecuada formación de marinos yensamblaje de estupendos navíos y, sin ambages, debía aceptar mi granderrota. La popularidad que fue adquiriendo el grupo coral de Paul fueaniquilándome, nulificándome, cosificándome a tal extremo que el PadreDirector del colegio, tal vez celoso por mi anterior celebridad, solíazaherirme lanzándome, al pasar, pullas irónicas disfrazadas de bromas. Casial cumplirse el año de haber llegado Paul, el Coro había adquirido talresonancia que fue invitado a presentarse en el Teatro Nacional de SanJosé. Pier Luigi Sansulpizio seguía siendo solista y daba gusto escuchar suvoz angélica . El sábado siguiente bien temprano, conmigo y Paul Durgel,los muchachos abordaron el tren. Habíamos convenido que el Coro cantaríaa prima noche, y enseguida regresaríamos a Limón ; pero triunfamos demodo tan rotundo que el domingo creímos necesario dar dos nuevasfunciones, por la tarde y la noche . Después del éxito obtenido, lamunicipalidad nos hizo un agasajo en el mismo Teatro Nacional . PaulDurgel se sentía tan eufórico que, aparte de los tragos brindados en la fiesta,se compró una botella y, en el tren, por la noche, de regreso a Limón, siguióbebiendo. Como él era prudente, procuraba que los muchachos no lo vieran,disimulaba el hecho pretextando ir al baño o a echarse un vaso de agua . Yohabía tenido una alterada disputa con Durgel el sábado pues, antes de iniciarel concierto, al ver el público que llenaba la sala sentí cierto temor de cantaren el Coro mezclado con los adolescentes, sobre todo, por mi severo aspectonazareno . Paul Durgel se sintió muy contrariado asegurándome que mivoz le era infinitamente indispensable en el coro . Con todo y eso, permanecíimpasible y él se manifestó muy ofendido . Yo había notado que, en laestación, poco antes de que abordáramos el tren, Pier Luigi se le habíaaproximado y él de súbito se lo zafó de encima groseramente . Al ver queyo había visto la escena, el chiquillo me miró de mal modo . Ya en el tren,procuré vigilar a Durgel para evitar que hiciera alguna peripeciadesagradable. Por eso no lo perdía de vista. Los muchachos del Coro sehabían dormido casi todos . No sé si fue uno de ellos o un pasajero quienanunció que ya faltaba muy poco trecho para llegar al precipicio del ríoReventazón. Recordé que en el viaje, de día, hacia San José, los chicos,

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casi en tropel, habían querido mirar el horrísono y profundo despeñadero .Alguien contó que la corriente del río en ciertas épocas del año era tanimpetuosa, que había causado grandes derrumbes y un famosodescarrilamiento del tren donde murieron muchas personas inocentes .Recordé asimismo que Durgel había dicho que los abismos lo atraían . Tratéde prevenirlo y con ese propósito me le acerqué . Parece que él malinterpretómis sentimientos y, con toda intención, fue aproximándose a una de lassalidas del tren . ¿Querría empujarme al precipicio? Comenzó a lamentarsede la mala jugada, casi insidiosa, que yo le había tendido en el Teatro . Medijo que estaba fastidiado de Pier Luigi y que era a mí a quien amaba, queera tan fuerte el sentimiento que lo embargaba por mi desprecio que preferíala muerte . En ese instante (yo le pedía a la Virgen que me salvara del ángelde Sodoma) Paul, jumadísimo, amagaba con echarse al abismo si noaceptaba complacerme con él . Pensé que su amenaza sólo era un nuevoalarde de hacer bromas o tal vez un capricho de fingir heroísmo frente a mí .Yo, que seguía rogándole a la Virgen para que me librara del escándalo,trataba de agarrarlo inútilmente . No sé lo que ocurrió pero lo cierto es quea lo mejor la fuerza del viento sobre el despeñadero dio tan violento impulsoa nuestros cuerpos que, sin quererlo, di un empellón a Pan] Durgelhaciéndolo perder el equilibrio y caer de cuajo al precipicio lanzando ungrito de terror. Un natural impulso humanitario me hizo asomarme hacia elabismo pero la obscuridad de la noche sólo dejaba ver una insondablemuralla de silencio. Varios chicos se me acercaron asustados . Queríansaber qué había ocurrido . Les repetí lo que precisamente el día anteriorhabíamos escuchado de labios de una pasajera quien decía que a vecescuando los trenes pasan el abismo del río Reventazón se oyen los gritoslúgubres de los muertos . Al llegar a Limón se dieron cuenta de que faltabaPaul Durgel. Ellos sabían que había bebido bastante puesto qué se notabaa leguas la maciza embriaguez que lo azotaba . Al día siguiente se halló elcadáver de Durgel destrozado . Rogué por él, lloré por él . Lo amaba. Mepasaba las noches sin dormir azarado por los remordimientos . Necesitabaconfesar mi pecado, mas ¿cómo hacerlo sin explicar que fui testigo delaccidente y, al silenciarlo, me hice cómplice de él? Pier Luigi me asediaba .Quería tal vez sentirse compadecido y aun llorar la nostalgia del ser ausente .A falta de él, deseaba congraciarse conmigo. Íntimamente yo estabacondolido como el, pero odiaba a Pier Luigi, pues descargaba mi concienciaculpándolo de la desgracia . Me vi obligado a desecharlo apartándolo de mígroseramente. Fastidiado de su insistencia en manosearme, no tuve masremedio que citarlo ante el Padre Director y acusarlo de sodomía . El

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muchacho se mantuvo callado, se echó a llorar. Sentí en ese momento unagran lástima, pero, precisamente por ello, me enfurecí conmigo mismo . Elpadre Eusebio prefirió mitigar mi exagerado modo de ver las cosas . Hizosalir de su oficina a Pier Luigi y me previno que el muchacho era el únicoherededo de una familia acaudalada . Su aspecto feminoide y sus manerasafables no eran motivo suficiente para expulsarlo del colegio . Yo no debíaolvidarme que el papá de Pier Luigi se había ofrecido a servimos deintermediario para la venta de los navíos estructurados en nuestro ya famosoinstituto. ¿No sabía el padre Eusebio que el colegio se construyó con mifortuna? No quise recordárselo . Cometí, en cambio, el grave error de exigirque el asunto fuese expuesto en el seno del Consejo Disciplinario . Recuerdocasi al pie de la letra el discurso que les eché frente a Pier Luigi que estabacabizbajo sin atreverse a alzar los ojos . «Créanme que lo siento, les dije,pero es inevitable que este muchacho sea eliminado del colegio . Por susamores ilícitos con Paul Durgel, lo acuso de su muerte como único yexclusivo responsable. Un instituto como el nuestro no puede permitirseni el más nimio vestigio de perversión . De modo casi aséptico debemosprevenirnos contra impurezas, gérmenes, microbios . Es necesario erradicaripso facto las impudicias . Recuerden que, según la parábola evangélica, elsembrador, al esparcir sus semillas, procura que ellas no caigan en secanosino en la buena tierra de sembradura que, arada y abonada, las hará germinarasegurándole una buena cosecha de la que él, a su vez, separará los frutossanos de los agusanados . También nosotros debemos ser prudentes .Descartemos todo germen morboso y disociador . Extirpemos el más mínimobrote de celulas anárquicas con miras a precavernos contra el cáncer de lamaldita sodomía. De manera que, como ya les dije, la única solución paraevitar que esta incidencia alcance las proporciones del escándalo es separarde nuestro sano organismo al miembro dañado . Hacer la vista gorda nonos conduce a nada. No hemos debido descuidamos con Paul Durgel .Sabíamos que era un pederasta y que un obsceno demiurgo dionisíaco loinducía a la lujuria con niños obsecuentes como Pier Luigi . Aparte de esagrave morbosidad, era admirable por sus conocimientos polifónicos, porsu amabilidad, por su increíble versatilidad . En vista de los hechos expuestosyo insisto en que Pier Luigi debe ser expulsado del colegio .» Se decretóenseguida tal sentencia contra Pier Luigi pero éste, sintiéndose perdido, seechó a llorar y me acusó de la muerte de Durgel . Él fue testigo de la tragedia .Pier no estaba seguro de que yo hubiese empujado a Paul, peco lo cierto eraque hallándome junto a él, no sólo no evité su caída sino, además, la silencié .Me fue imposible negar esa evidencia . No tuve más remedio que someterme

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al criterio del consejo y, al darme cuenta de su lógica indecisión, recordéque ante todo debía salvar el prestigio del colegio y acepté como autocastigoel cargo honorario de capellán en el penal de San Lucas . Lo hice de acuerdocon la Curia, que prefirió echar tierra sobre el asunto evitando los trámiteslegales y, de paso, el escándalo . Allí fundé un taller y di lecciones de técnicanaviera. Mi sotana y mis barbas servían de valladar contra cualquierirrespeto de los presos cuya frecuente sodomía era odiosa . Por desventurapara mí, unos reclusos hicieron un navío según mis planos y lograron fugarsedel penal. Fueron astutos. Nadie los vio alejarse de la isla. El comandantedirector del presidio me echó la culpa . Se había enterado de mi complicidaden la trágica muerte de Paul Durgel y resolvió tratarme, desde allí enadelante, sin consideraciones . Providencialmente Dios me salvó pues llegóa tiempo la noticia de la guerra de Coto . El presidente de la Repúblicasolicitaba voluntarios . Me ofrecí como capellán castrense . Me aceptaronentre los que ostentaban el rango de oficiales . Fue así como inicié mi carreramilitar, carrera finiquitada en sus inicios pues las lanchas en las que nuestrastropas se acercaban a Coto, sorprendidas en hábil emboscada, cayeron enpoder del enemigo tras inútil y heroico tiroteo . Afortunadamente las balasfueron pocas como asimismo no de excesiva gravedad los heridos . Ahoraviajamos hacia un destino incierto . Alguien, a mis espaldas, acaba de decirque ya estamos llegando a la isla. ¿Será otra isla como la del penal?

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X

Luna de miel en La Marina

Por más intentos que hizo, válgame Dios, Hipólito no pudo realizarplenamente su acto sexual con Cándida . Ni durante la ansiada luna demiel, pasada en la ciudad, frente al mar, en un amable hotelito denominadoLa Marina ni en los días subsiguientes cuando ya se instalaron debidamenteen el antiguo caserón de los Lípero recién enjalbegado .

Cándida dio en imaginarse que el fracaso se debía a ella, claro, por mipúdica forma de comportarme . Mi miedo del Infierno, qué le vamos ahacer, Virgen del Carmen, si me educaron para monja, o si por el contrariola incompetencia era de Hipólito puesto que ambos se hallaban en situaciónidéntica, pues si ella no cumplió con su promesa de convertirse en monja,también Danilo Hipólito dejó en cierta manera sus hábitos traicionando ala brava su vocación religiosa lo cual seguramente le ocasionó un conflictopsicológico .

La ira de Dios se hizo notoria desde el principio en diferentes presagiosen los que uno tras otro quiso el Señor manifestar su inconformidad conesas bodas que eran una flagrante traición contra Su Reino . La evidenciade ello fue la caída de Marino del gabinete, la grave enfermedad del PadreBrito y el ataque de uremia de la señora Cris . Todo ello hacía que Cándidatemiera la cólera divina, túrbala San Jacinto .

La incumplida promesa de Marino de apadrinar las bodas y el imprevistoviaje del capellán a España para que le atendieran el cáncer queprometeicamente le roía los pulmones hicieron que nuestra buena Cándidase volviera a sentir desamparada o a merced de las olas y al pairo .

A toda costa quería ocultarle al Ñopo su gravidez y evitar cualesquierade sus feroces exabruptos, pero sabiendo que era inútil querer tapar el sol

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con las manos era mejor apresurarse porque el asunto iba in crescendo y, apoco más, ni el mismo corset iba a servirle de tapujo .

Puestos de acuerdo con Plácido Ladera, los novios le hicieron ver alNopo la conveniencia de celebrar cuanto antes por lo menos el matrimoniocivil, cosa que a éste le pareció de perlas pues le urgía disponer lo antesposible de los conocimientos de Hipólito con derechos de propiedad paraponer a flote su malparado negocio de las barcas .

La ceremonia la ofició Papa Chente en la casona sin muchaconcurrencia. Los testigos fueron Ladera y Nino Olaya . De inmediatoambos tórtolos hicieron viaje a la ciudad capital con la esperanza decomplacerse mutuamente en la anhelada luna de miel .

En un destartalado carruaje tirado por un rocín anémico hicieron unlargo recorrido por la ciudad viendo rincones y edificios que Hipólito aúnno conocía . Cuando el cochero, que era italiano y charlatán, no hablaba .Cándida le servía de cicerone . Tras una hora de recorrido pasando por lafamosa Calle de las Damas o de las putas y por los fumaderos de opio, sedetuvieron en una fonda china que olía a frituras y a mugre .

Mientras servían la cena, bebieron varias copas de moscatel que despuéscombinaron con vino blanco por sugestión de Hipólito quien, respetando lasobriedad y el estado de Cándida, prefirió trasegar copa tras copa brindandoa la salud de la criatura en cierne .

Esa primera noche fue fatal para Cándida pues Hípólito se sintióestragado y devolvió los raros manjares chinos entre lágrimas, estertores ybascas que, recordándole su acentuada preñez, la obligaron, alabado seaDios, a la cordial reciprocidad de manera que en su primera cita conyugalCándida no tuvo más remedio que servir de enfermera, de madre y desirvienta pues se pasó dos o tres horas lavando sábanas y pisos .

En las noches siguientes, Cándida notó al esposo deprimido, mortificadono solamente por su fallida iniciación sino porque tomaba ese pretexto paraevitar todo posible juego erótico dando a entender que se sentía como humilladoy desde luego impedido a ejecutar la mas sencilla demostración sexual .

En noches subsiguientes probó de nuevo el vino sin ingerir comida oviceversa y aún se sirvió de afrodisíacos sin resultado alguno .

-Ahora comprendo que te sacrificaste sólo para salvarme del escándalo-le dijo Cándida una noche al darse cuenta de que todo era inútil-. Tú

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eres sencillamente un religioso y seguirás siéndolo . No has debido casarte .Fue un grave error. Quiero que sepas que te agradezco lo que hiciste y queestoy dispuesta a concederte el divorcio apenas salga de esta forzada gravidez .

-Tal vez tengas razón -repuso Hipólito- . Es posible que sea mivocación religiosa lo que inhibe . Desde pequeño me forjaron en los crisolesdel horror al pecado . Yo debía ser para los míos nada menos que un caballerode la fe, pero acuñaron una moneda falsa . La alquimia no da oro si noexisten los elementos necesarios . No bastan los broqueles ni los crisoles .Hacen falta la magia y el poder de los dioses . Para mi nueva fundición sehacía imperiosa la alianza contraída contigo . Tus elementos puros son losque pueden redimirme .

-¿De qué?

-De un gran pecado . Dios me está castigando por mis antecedentesde una vida de oprobio y de ignominia .

-Siempre he leído que los santos acostumbran culparse de nimiedades .Tal vez sea yo la responsable de lo que está pasándote por mi falta de maliciaen la alcoba . Soy demasiado casta y ruborosa . También mis tías seempecinaron en educarme sólo para ser monja .

Recordando a una amiga de colegio que acostumbraba embellecersecon afeites postizos, Cándida se ingenió para ir a verla . Fue a hacerle unavisita. La halló casada y rica. Le expuso sus problemas y ella le aconsejócoqueterías y hábiles sutilezas aparte de atinados retoques y esenciasexcitantes . Ahora están muy de moda las baby dolí . Usa una .

Debidamente perfumada y embellecida se le insinuó esa noche aHipólito en el cuarto del hotel vestida apenas con una blusa transparentetan indiscreta que descubría el secreto de sus formas desnudas ; pero alnotar que Hipólito reaccionaba a la inversa se avergonzó de haber actuadode manera pueril y sin sentido .

-¿Por qué motivo te enfureces? Sólo quise ayudarte .

Sin rencor, sincerándose, él le dijo jamás he soportado a las mujerzuelas .Cuando era joven, nunca logró excitarse en los burdeles . Lo menos que élanhela es que Cándida se muestre lasciva sino al contrario, la desea casta,la prefiere más igual así misma y a su nombre . La quiere cándida y aúnmás, quisiera verla como a una monja . Tal vez si ella se pusiera los hábitos

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que tenía preparados para su entrada en el convento, sí, a lo mejor eserecurso ¿podría excitarlo?

Cándida llegó a la conclusión de que su esposo Danilo Hipólito eravíctima de un serio conflicto psicológico causado por su inflexible fereligiosa, pues insistía en decir que Dios deseaba probarlo como a Job, conla sensible diferencia de que Hipólito, sintiéndose culpable, quería el perdónde sus pecados . Puestos de acuerdo, Cándida y él resolvieron ir al temploa rezar y esa misma mañana visitaron la catedral capitalina . Oyeron misadespués de haberse confesado . Comulgaron. Hipólito le suplicó a la Virgenelevación, templanza y fortaleza . Cándida prometió ser signo cáliz de laoblación .

Púdica y casta, como él deseaba, lo esperó ella esa noche bajo las sábanastemblando de impaciencia .

Mientras ella, rezando, ofrecía mandas para que se cumpliera el prodigio,él, en el baño, se preparaba a entrar en acción . Hizo primero ciertasmaniobras lúbricas en forma de ejercicios que no eran precisamenteespirituales como los exigidos por San Ignacio de Loyola ; por rara asociaciónpensó enseguida en que Felipe, de haberse hallado en su lugar, desnudo ylisto para montar a Cándida, se habría excitado briosamente como un caballosin manoseos ni pendejadas . Se vio enseguida transformado en Felipe,desnudo allí en el baño con el baladro erecto y, como cosa de magia, sintióde pronto que Dios hacía el milagro de la levitación . Loco de júbilo, felizy agradecido, se apresuró a llegar cuanto antes al lecho, pero la estanciaestaba a oscuras y, andando a tientas, febricitante, dio un tropezón con unasilla, maldita sea, llegó a la cama, sintió el suave contacto, la morbidez deCándida e intentó poseerla cuando sintió de pronto que su erección,desfallecida, fue desinflándose hasta quedar marchita como un moco depavo. Enfurecido, no pudo más y se soltó en copioso llanto vociferando yblasfemando contra Dios y la Virgen .

Cándida lo sorprendió una noche masturbándose y se sintió indefensafrente a algo que no lograba comprender . Había un misterio que ella hubieradeseado descifrar, pero creyó prudente no comentarlo con Hipólito pormiedo a ser juzgada como una vulgar e insensata fisgona .

Pensó que era oportuno consultar a un psiquiatra, pero cuando ya estabaen el hospital solicitando el examen se dio cuenta de que era inoportuno eimprudente lo que iba a perpetrar a espaldas de Hipólito . Prefirió hacerse

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ver de un ginecólogo que la felicitó por su admirable adecuación al procesode la maternidad . Mejor se habría sentido al recibir una noticia nefastarelacionada con la vida del feto, pues fue en ese momento cuando valorizóla gravedad de lo que significaba para ella tener un niño negro de ojosgarzos, no por discriminar a la criatura sino porque, para evitar el escándalotendría que deshacerse de algo que ya estimaba. Debía confiarlo a extrañasmanos y ocultarlo, negarlo de por vida. Mejor era el aborto, pero no seatrevió a decirle al médico la verdad ni a proponerle lo que efectivamentehabría deseado, pues casualmente en ese preciso instante el facultativo secomplacía elogiando su no frecuente caso de adaptación a la preñez siendocomo era primeriza .

Con todo y eso la enervaba la idea de estar encinta de Felipe . Conversócon Hipólito sobre sus dudas. Siendo ellos dos de raza blanca no sejustificaba un hijo negro, sobre todo si por tener los ojos zarcos todos sabríanque era hijo de Felipe.

Hipólito logró disuadirla de aquel aborto . Era un crimen que prohíbela Iglesia . El niño debía nacer de todos modos . Se irían de viaje a algúnpaís vecino. La crianza del neonato podrían encargársela a una buenanodriza . Nadie tendría por qué enterarse .

Terminada la ineficaz luna de miel, Cándida e Hipólito regresaron a laisla, y a pesar de que, de común acuerdo con el Ñopo, él enseguida sededicó a las naves, no por eso disminuyó su angustia que cada día seguíaen aumento según los cálculos de Cándida . A veces se entretenía charlandocon el Ñopo más de lo necesario, pues éste, entusiasmado con la feliz noticiade que iba a ser abuelo, brindaba por el nieto a cada instante y hacía bebera Hipólito más de la cuenta . Desinhibido por el alcohol, Hipólito volvía ala casa canturreando a altas horas de la noche y sólo en ese estado desemiconsciencia lograba ciertos éxitos eróticos con la esposa y en esosintervalos de total ebriedad lamentaba la ausencia de Felipe a quien amabacomo a un pariente próximo. Cándida lo escuchaba a veces sollozandoporque anhelaba hacer las paces con el negro del diablo .

Cándida comenzó a sospechar que el meollo de la angustia de Hipólitoera el remordimiento por haberse casado con la mujer que iba a ser madredel hijo de Felipe . Al hacerlo, ha traicionado al amigo . Precisamente poreso no quiso hacerse cómplice del aborto. Para Hipólito, Felipe es comoun hijo pues lo forjó enseñándole un oficio y lo supo encaminar. Se encariñócon él y ahora lo necesita al lado suyo . Lo ama .

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DECÁLOGO DÉCIMO

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Cairote pudo haber sido el sátiro

Cándida sentíase culpable . Cada noche soñaba con Felipe imaginán-dose poseída por él. . Sufría pensando que al dormirse gozaría en brazos delamado adulterando sus bodas con Hipólito .

Para librarse de aquel íncubo rezaba pero el fantasma era obsesivo, lasubyugaba .

Vivía en una continua zozobra . Sí, deseaba ser penetrada por unauténtico hombre y ese hombre era Chompipe .

Atormentada, trataba de indagar el origen de tan lúbrica idea . Presentíaque la única posible respuesta o significado de sus obscenas pesadillas teníamucho que ver con el estado de inconsciencia durante el cual estuvosemiahogada tras el infausto accidente de la poza en el instante en que fueinfamemente poseída . Odiaba a Pipe por haberla violado y, aun así, lodeseaba. Este constante contrapunto de ideas la atormentaba pues, temiendola presencia del negro, comprendía que la única manera de calmar la ansiedadque sentía Hipólito era, sin duda alguna, logrando que Felipe regresara altaller.

Faustina fue quien hizo de mediadora, pues Cándida no soportaba aChon Candela .

Felipe regresó a trabajaren el taller y su vuelta calmó el desasosiego deHipólito quien, desde luego, ya no volvió a sentirse incómodo y, sinremordimientos de conciencia, pudo dormir tranquilo a pierna suelta . Lareservada actitud de Cándida con respecto a Felipe le pareció prudente yadecuada .

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Felipe, en cambio, no lograba entender esa reserva de Cándida. Por locomún, ella no entraba en el taller . Hipólito y Felipe trabajan casi sinpronunciar palabras que no fueran estrictamente necesarias .

De vez en cuando, Cándida les llevaba algún refresco de piña o deguanábana; lo dejaba sobre la mesa y, sin proferir saludo alguno hacia Felipe,volvía a encerrarse en su recámara .

Siguiendo esa costumbre, llevó ese día una jarra conjugo de naranjas,y disponíase a volver a sus quehaceres cuando Felipe, que estaba solo en eltaller (¿dónde diablos se habría metido Hipólito?) la interrogó prudentementesobre el inexplicable cambio de ella con respecto al tratamiento cordial queantes le daba. Cándida miró hacia todos lados extrañada de no ver a suesposo y al convencerse de que efectivamente no estaba en el taller hizo elintento de retirarse pero, más ágil que ella, Felipe se interpuso y casi demodo brusco le exigió una respuesta satisfactoria .

-Sé que aún sigues culpándome -le dijo- por el triste accidente deDalila, pero esta vez parece que me culpas de algo tan grave como aquelloy más reciente . ¿De qué se trata? No sé si me rehuyes porque te sientesconfundida e incómoda o porque te imaginas o sabes cosas que desconozco .

Al sentir desagrado por la desfachatez de Felipe, Cándida no pudoresistir tanto cinismo y arguyó :

-No tuve más remedio que recurrir al matrimonio para ocultar tuinfamia y evitar el escándalo . Recuerda. Aquella tarde me violaste . Me diperfecta cuenta de que tú fuiste . No lo niegues .

-¿Yo? Nunca -repuso él asombrado-. Si yo no hubiera estado enla poza te habrías ahogado. Comprendo que hice mal en aguaitarte . Fuesólo por admirar tu cuerpo . Cuando te vi en peligro de muerte recordé quea Dalila no la pude salvar y que la pobre se ahogó también desnuda porcausa mía. Por eso aun comprendiendo que preferías morir por evitar lavergüenza de que yo manoseara tu bellísima piel, no tuve más remedio queecharme al agua para evitar que tú también murieras por mi descuido . Miculpa y mi deber fueron la audacia de aguaitarte y la de haberte salvadopara lo cual fue necesario tocarte. No te puedo negar que me excité . Loestaba ya por sólo el hecho de haberte contemplado sin ropas . Para colmode males yo me había desvestido porque asimismo iba a bañarme en lapocita. Cuando te vi tendida frente a mí, desnudita, tuve deseos de hacer lo

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que supones. Soy pura carne . No lo niego. No te habría respetado. Diosme brindaba la más hermosa y única oportunidad de hacerte mía . Parecíasmuerta pero ni eso me habría importado mucho . No era yo, era mi cuerpoel que de modo imperioso me exigía poseerte . Fue entonces cuando escuchéel silbido de Cairote jumado . Sabía que era él porque silbaba yes we llaveno bananas . ¿Qué hacer? Parecías muerta . Me había visto obligado agolpearte para que me soltaras porque, aferrada a mi garganta, no me dejabasrespirar y estaba ahogándome . Confieso que me sentí culpable . No queríair a la cárcel como mi tata. Tuve que abandonarte allí, desnuda, yerta,desvanecida . Yo sabía que los síncopes te daban con frecuencia debido,como decía don Plácido, a tu clorosis, al empobrecimiento de tu sangre porla falta de hierro . Por eso siempre fuiste tan pálida. Sabía que tu desmayono tardaría en pasar. Aun así tuve miedo de que Cairote me culpara de uncrimen de violencia lasciva y, aferrando mi ropa, me escapé monte arribaentre las hojas del matorral. Esa noche me embarqué con los buzos .

-Sí, claro -dijo Cándida- . Ya sé que huiste a San Miguel . ¿Re-mordimientos?

-Te aseguro que yo no te he violado, pero si huí por miedo . Sentíterror de que Cairote me mandara al Penal donde mi tata estuvo encarceladodesde que yo era un niño . Soy inocente de eso que me atribuyes . No tehice mía. Lo juro .

-Pero yo estoy encinta .

-No de mí. Tú bien sabes que el paco silba esa tonada cuando habebido mucho . Siempre que está borracho se vuelve un animal y es lujuriosocomo un caballo en celo. Te vio desnuda allí a su alcance . Ni se dio cuentade lo que hizo . Cairote pudo haber sido el sátiro .

-¿A su edad? Imposible .

-Sé que aún es hombre fuerte, resistente y rijoso .

-Mientes, Felipe. Creo que mientes . Siempre has mentido, Pipe .Todo me hace pensar que el hijo es tuyo . Necesito abortar. Si estoy casadacon Hipólito no es justo que mi primera preñez del matrimonio con él seapara darle un hijo negro . No te ofendas ni pienses que deseo discriminartepero procura razonar y compréndeme . Mi esposo actual es rubio y el hijoserá prieto . - Si él se ha sacrificado, si ha colgado los hábitos impulsadotan sólo por su buen corazón y por el simple deseo de protegerme y evitar

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el escándalo, ¿no crees que mi deber es reciprocar su gentileza y ampararloa él de la deshonra? Apenas nazca el niño, todo el mundo comprenderá quees tuyo. No habrá ninguna duda al respecto . Tendrá tus ojos garzos, tu pielnegra. Sería tal como tú eres .

-Pero tu hijo no es mío .

-Tú me violaste . Perdóname, Felipe. No es que desprecie a un hijotuyo sólo porque sea negro sino porque no es hijo de mi esposo . Él, por serbondadoso, no quiere que yo aborte e insiste en que ese niño debe nacer. Elparto puede ocurrir en la ciudad lejos de la isla . Quedará en buenas manos .Hipólito es un santo .

-Te juro que esta vez no he mentido . Convéncete de que siguesculpándome injustamente ; no cabe duda alguna de que tú estás preñada deCairote . No te olvides de que Cairote es rubio . Tiene el cabello con el tinterojizo parecido al de Hipólito, pues él es descendiente de gringo, y comoestaba en tragos, puedes estar segura de que ahora no recuerda haberteviolado. También puede que el hijo sea de Hipólito .

-Yo estaba encinta desde antes de las bodas . Ya te he dicho que él secasó conmigo sólo por evitar la furia de mi papá . Lo hizo por mí y por ti .Me confesé con él precisamente porque estaba aterrada debido a que sabía . . .

-¿Quién te lo dijo? ¿Te examinó algún médico? ¿Te vio alguna partera?

-Nada de eso hace falta . Las mujeres sabemos . . .

-No tienes experiencia .

-. . .por intuición. ¿Acaso no se me nota la barriga? ¿Cómo vas negarlo que cualquiera logra ver desde lejos? Todos en la isla saben que estoyencinta, pero claro, suponen que es de Hipólito .

-Tal vez es un error .

-¿Mi gravidez? -

-No . Lo otro . ¿Cómo puedes saber que te violaron? Estabasinconsciente .

-Lo supe desde el momento en que recobré el conocimiento .

-Aun así, ¿quién te dijo que quedaste preñada? Si después de las bodashas resultado encinta supongo que será porque Hipólito no habrá perdidoel tiempo. Por lo menos, prefiero imaginármelo .

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-Yo me casé preñada y no de Hipólito . Te juro que él no me hafecundado. Lo sé incapaz .

-¿Qué pasa? ¡Es impotente?

-Tiene ciertos conflictos religiosos . No ha debido casarse . Lo hizoen un gesto bondadoso y ahora se siente confundido . Se da cuenta de queha sido un error. Desde pequeño resolvió hacerse cura porque así lo educarony él no le teme al celibato . Ahora Hipólito me considera culpable de que élno logre poseerme porque soy demasiado ruborosa y no coopero. No puedohacerlo . No entiendo de esas cosas. También a mí me criaron cristiana-mente, me inculcaron la idea de hacerme monja, de entrar en un convento,de convertirme en santa . Tiene razón Hipólito . Soy demasiado casta,mojigata o idiota .

La emoción la enternece . Se le ablanda la voz y la ahoga el llanto .Necesita apoyarse sobre los hombros de Felipe . Éste la aferra entre susbrazos . La estrecha fuertemente . El cuerpo de ella unido al de él lo excitade manera violenta . Cándida nota su erección, siente maciza entre suspiernas la poderosa varonía de Felipe .

Lo apartó bruscamente, temerosa de su propia lujuria, pues de repentehabía sentido que algo dormido en ella despertaba ; su deseo de entregarse,su furor de sentirse poseída por Pipe . Le hizo un amable gesto de precaución,de anhelo, de silencio ; lo obligó a irse de casa ; cerró tras él la puerta y,azogada, se encerró en su recámara .

Quedó, al entrar, más sorprendida, pues allí estaba Hipólito .

Sintiéndose culpable, casi pierde el sentido, pero sobreponiéndose, seechó en sus brazos sollozando .

Hipólito trató de consolarla y calmarla. Mientras le acariciaba las sienesy el cabello, le iba diciendo tiernamente :

-Me sentí algo cansado y, aunque nunca acostumbro dormir siestas,me eché en la cama y parece que me quedé dormido un breve instante . Aratos y casi como en sueños oía la voz de ustedes . Lo único que recuerdoclaramente es que Felipe se declaró inocente . Él te respeta y estima . Secrió a la par de ustedes casi como un hermano . Te salvó de la muertecuando estabas ahogándote . Estoy seguro de que él no fue quien te violó .Si es de Cairote parecerá hijo mío . No hace falta que insistas en tu idea del

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aborto . Me apenaba lo de perder a la criatura . Debemos respetar todasemilla por diminuta que sea, sobre todo porque, como bien sabes, es hijadel Señor.

Reclinada en el lecho con los ojos cerrados, Cándida lo escuchaba singran convencimiento . Recordaba que en efecto había oído el silbido deCairote, paro estaba insegura de que a su edad el paco fuese capaz de talproeza erótica. Tenía el presentimiento de que existía una incógnita, algoambiguo, dudoso. ¿Por qué ese afán de Hipólito de amparar a Felipe? Nohabía excusa posible que lo eximiera de su falta . ¿Por qué motivo Hipólitohabía insistido en que Felipe regresara a la casa? Sabía que yo lo odiabapor saberlo culpable y aun por lo de la muerte de Dalila, ¿por qué su nazarenainsistencia de que, en aras del amor y la paz, yo olvidara mi amargoresentimiento y aceptara reconciliarme con Felipe? ¿Por qué su regocijocuando volvió al taller el hijo pródigo?

-Quiero a Felipe, Cándida. Lo quiero como a un hijo . Lo estoyforjando con amor. Es mi obra, mi escultura maestra . Él es mi estatua, laverdadera estatua de Felipe el Hermoso .

Hipólito dejó de hablar. Lloraba.

Cándida, por fortuna, no había escuchado sus palabras . Se habíadormido .

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Felipe invita a la estatua

Apenas Cándida se encerró en su recámara, Felipe no insistió . Mejorasí. Se daba cuenta de que aquello marchaba como sobre patines . Mientrasdisminuía su tensión hizo una pausa sin atreverse a abrir y, ya tranquilo, seasomó con cautela para evitar que alguien lo viera salir de allí no estandoHipólito. La brusca claridad del callejón lo hizo sentir el veneno de laculpa y, colándose por la sacristía, consideró más oportuno sumergirse enla iglesia, no para confesarse por el grave pecado de adulterio cuyaanticipación había gozado, sino para evitar habladurías contra Cándida y,de paso, encenderle una vela a la Magdalena como agradecimiento por eldon otorgado, pues aún en cierne, el leve roce le había abierto el apetitoaugurándole una opípara culpa . Lograda su oblación, se fue a la playa yrefrescó su fiebre entre las olas .

Como Faustina habitaba a pocos pasos de la casa de Hipólito, transigiócon el rol de mediadora para facilitar las entrevistas entre Felipe y Cándidade la manera más discreta .

Una noche, mientras Hipólito y el jodido Ñopo trasegaban sus vinospreferidos meciéndose en las amplias hamacas de la casona, Felipe entró altaller sin ser visto mediante el hábil subterfugio que usaría en adelante .Primero fue a la iglesia como quien se dispone a repicar las campanas o adivisar desde la torre las luminarias de los barcos que pasan a lo lejos .Seguro de que nadie lo observaba, pues las beatas brillaban por su ausencia,se coló de rondón en la sacristía de cuya puerta pasó de un salto a la deCándida quien se le echó en los brazos vuelta un fajo de nervios . Cariñosa,anhelante, pegada al cuerpo de él, boca a boca Cándida sopesó la violentaerectitud de Felipe . Era el hombre que ella necesitaba, que la podríasatisfacer plenamente .

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Rijioso como estaba, Felipe la apoyó contra el muro e intentó poseerlade inmediato, pero ella procuró sofrenarlo .

-Por favor, no me asustes, Felipe . No estoy acostumbrada a tuviolencia. Me sentiría inhibida; no podría disfrutar. Quiero ser tuya encuerpo y alma con el mismo entusiasmo que antes ambicionaba ser la esposade Dios . Necesito situarme, entrar en trance, tranquilizar mis nervios,disolverme en el goce y olvidar el pecado. Recuerda que estuve a punto deser monja. Fui criada y educada para serlo. Me mantuve alejada de losgoces vitales gracias a los consejos de Malala quien supo convencerme deque todo es pecado, metiéndome en la mente ideas absurdas de una moralconservadora y nefasta basada en formas de vida superadas . Por el simplehecho de notarte observándome mientras me enjabonaba los senos, perdí elsentido y estuve casi apunto de ahogarme . El decoro jamás debe excluirlasensatez y el valor. Junto a tu cuerpo, siento vibrar el mío anhelante deconocer el gran misterio gozoso que tú encarnas . Quiero vivir mi vida. Nonací para el culto del aburrido mundo monacal . Sólo junto a tu cuerpo hedespertado a la vida del espíritu ; porque el amor incluye todas la manifes-taciones del ser en su función genesíaca . Por fortuna, todo va a acontecerdesde ahora de manera distinta . Sí, a la sombra de Hipólito quiero que nosamemos impunemente. Estoy segura de que en fondo él lo desea . Sé quete quiere. Goza hablando de ti . Creo que se siente más dichoso contigoque conmigo .

Felipe la besó y, estrechándola con febril impaciencia, la hizo sentir denuevo entre las piernas la rotunda rigidez de su anhelo .

Las sonoras pisadas de alguien que se acercaba y que, en efecto, sólocruzó frente a la casa, aterraron a Cándida quien, vuelta un haz de nervios,se apartó del amante .

-¡Vete, Felipe¡ No quiero que te mate .

Cuando, casi a la fuerza, logró echarlo, quedó acezante, en ascuas .Angustiada, sintiéndose en pecado mortal, se arrodilló ante la imagen deJesús Nazareno. En su lecho, más tarde, arrepentida, siguió rezando einvocando el perdón de su pecado mientras trataba de mantenerse en velapara esperar a Hipólito, lo cual era un deseo sin esperanza . Imágenes deHipólito y Felipe formaban en su mente una girándula cuya rueda de lucesla hizo sumirse en sueños de pecado, de misterios gozosos y de torturasinfernales .

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Felipe comprendía que para Cándida resultaba difícil desprenderse deun sólo sopetón de ideas que le inculcaron las tías, pues aunque todo en ellavibraba a la más simple caricia, la angustia del pecado la inhibía, la aterraba .Por tal causa, a pesar de que Hipólito se entretenía noche tras noche en casadel Ñopo, Felipe continuaba como en ascuas, sin avanzar un ápice, puesCándida seguía sin entregársele, jugando al toma y daca, temiendo siemprela llegada de Hipólito y el castigo del Cielo .

Para calmar su fobia, Felipe sugirió la conveniencia de que se vieranen la iglesia, sitio que para él era habitual y de feliz memoria . Cándidapensó que, en efecto, allí en el templo nadie los podría sorprender en horasavanzadas de la noche. En la suave penumbra de las naves iluminadastenuemente por las escasas veladoras de los retablos, ellos se entregarían asu gozosa pasión, impunemente, con la callada venia de los santos .

Sin embargo, para una ingenua como Cándida, la comisión del actocarnal frente a las sacras imágenes le resultaba una violenta blasfemia, procaze irreverente .

A cada cálido aproche de Felipe, ella saltaba como al contacto de unallama infernal .

-Dios nos mira, Felipe . La Virgen nos observa .

Felipe estaba erecto, rijoso . Ya no podía frenarse .

Cándida eludía sus caricias mortificada porque, a pesar de todo, sentíaen su cuerpo la lujuria, la apetencia, el anhelo de entregarse definitivamenteal gran misterio gozoso .

Sin embargo, le parecía escuchar que las imágenes de los diversos santosgritaban iracundas :

-¡Adúltera! ¡Relapsa! ¡Bruja! ¡Herética!

Sólo calmaba su conciencia cierta voz evangélica que desde el sitiomás profundo de su alma le decía bondadosa :

-¡El que esté sin pecado, que arroje la primera piedra!

Felipe presintió de repente que sus impulsos lúbricos decrecían y recordóque esa noche, minutos antes de entrar al templo, al ver que, iluminada por

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la luz de la luna la estatua centellaba, aproximándosele, le hizo en tono debroma un reto audaz, diciéndole :

-Comendador, escúchame, esta noche voy a comerme a Cándida .Saborearé en la cena muslos y otras sabrosas presas . Te invito al ágape .Será un banquete de primera .

Le pareció que las pupilas de la efigie brillaron y sintió un repeluzno .Por sus venas circuló sangre helada . Con todo y eso se hizo el valiente yentró al templo . Los agudos chillidos de los murciélagos lo desasosegaron .Afortunadamente para él, Cándida se mostró aún más remisa que decostumbre. Frente a Dios y los santos ella no se atrevía a pecar. Aunqueaquellas imágenes hieráticas eran de cartoné, Cándida había aprendido arespetarlas . Felipe no insistió porque temía darle una nueva decepción aCándida seguro como estaba de que esa noche de ánimo aterrado lo dejaríaimpotente como Hipólito .

Siguieron días de angustia e incertidumbre . Felipe no encontraba dequé medios valerse para ahuyentar el miedo y la zozobra de Cándida quien,por su parte, se desvelaba por las noches anhelando ser poseída por Felipe .Se enfurecía contra las santas imágenes que le habían impedido y aún seguíanimpidiéndole darse definitivamente en cuerpo y alma a Chompipe .

En cambio, el cirio pascual de Pipe tenía la esperma lista para el actoiniciático . ¿En qué noche se iba a efectuar el rito? La joven novia no parecíadispuesta al sacrificio o, mejor, al misterio de su auténtica comunióngenesíaca .

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III

No te preocupes, lindo Nazareno

Cuando, al abrir los ojos tras pesadillas agobiantes, Cándida pudo versea sí misma tendida sobre el lecho de un hospital recordó que, casi en trancede muerte, pudo aun captar que el médico exigía una cesárea y presuro-samente fue llevada al quirófano donde la anestesiaron con cloroformo .¿Por qué me encuentro sola? ¿Por qué no hay a mi lado enfermeras? ¿Quéle ha pasado a Hipólito? No cabe duda alguna de que, al abrirme, me sacarondel vientre un niño negro . Sólo un endemoniado hijo de Felipe podíahaberme causado tanto mal. Los billetes de lotería. ¿Y el premio? Si heganado, los escondí en la Biblia . Tendría dinero . Debo pagar al médico, elhospital, nodrizas para ese niño negro . ¿Qué dijo el pajarito? Felipe apostóque iba a violarme . Ya no me cupo duda . Claro, Cairote fue operado delapéndice. No estuvo en la isla ni ese día ni los otros . Él no pudo habersido. Al darme cuenta de la mentira de Felipe fui presa de un acceso decólera. Me entraron los dolores del parto de tan desgarradora manera quecomencé a lanzar alaridos retorciéndome echada sobre el lecho . La billeterafue en busca de Ladera. ¿Dónde estaban Hipólito y Felipe? Claro, los dosse hallaban ensamblando una lancha en el taller recién inaugurado en laplaya . Por fortuna pudieron embarcarme en El Izabal aprisa . Hipólito,azarado, ¿qué es lo que ocurre? Ni tuvo tiempo de trajearse . ¿Dónde habráido? Tal vez ande intentando comprar un niño rubio . Señor, si paga bien,le vendo el mío. Es caro pero tiene tres años . No me sirve. Deseo unrecién nacido. Tal vez la Virgen quiera venderle el suyo . Dicen que es hijoadulterino. San José está furioso. Parece que es de un ángel . Sí, todo esodel ave gratia plena. Quien sí estaba repleta y bien preñada de Felipe erayo. ¡Virgen Santa! ¿Cómo pude creerle a ese canalla? Dijo que fue Cairote .No pudo ser Cairote . Estuvo grave de muerte en esos días . Peritonitis. Porpoco pela el bollo .

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Vendiendo sus billetes, María Palito había ido esa mañana a casa deCándida quien, como estaba sola, la hizo sentarse a conversar y hasta fuetan amable que le ofreció un refresco de piña y galletas de jengibre . MaríaPalito se sintió confundida . Pensó, ¿qué mosca la ha picado? Cándida, ensu interior también se dijo, quiero que ésta, que es una lengüilarga, mecotorree lo que en el pueblo se comenta de mí, de Hipólito y de Pipe .

-Tengo el presentimiento de que voy a ganarme un premio gordoporque he tenido varios sueños . Cándida hojeaba los billetes sin decidirsepor ninguno-. Es muy probable que te compre uno entero, pues la rachade suerte que he tenido me parece un buen síntoma. ¿No opinas tú lomismo? Imagínate, un matrimonio que ni mandado a hacer con el hombremás codiciado de la isla. Y ¿qué opinas de lo rápido que es? Ni un añotengo de preñada y fíjate qué barriga . Dice don Plácido que voy a dar a luzde hoy a mañana. Parece como cosa de milagro .

-A mí que me registren, pero hay un pajarito que me cuenta las cosasy a veces me parece algo indiscreto .

-Cuéntame, ¿qué te dijo?

-Que hubo ayuda . -María Palito mira hacia un lado y otro recelosay, precavida, prosigue el chismorreo con gran cautela- . Tú eres buenaconmigo, Cándida linda . Siempre me compras mis billetes muy cariñosa .Estoy segura de que hoy te quedarás con una sábana . Todo un billete entero .Sería mala contigo si te mintiera . No vayas a pensar que sea un bochincheni que las malas lenguas anden por esas calles murmurando . Lo que deboanunciarte es confidencial . No creas que vaya a divulgarlo . ¿Cuál númeroprefieres? Me quedan tres billetes enteros . No tengo compromisos, Siquieres, te los vendo .

-Claro . Si tengo suerte, ¿por qué no? Dime . Dime .

María Palito le entregó los billetes, doblándolos primero y haciendoque ella los empuñara . Luego, fue hasta la puerta del taller . Convenciósede que no hubiese moros en la costa .

-No te preocupes -dijo- Cándida- . Estoy sola. Puedes hablarsinceramente, con la mayor confianza .

-Lo que voy a decirte -dijo María Palito- es un secreto que a míme perjudica más que a ti. Me avergüenzo de saberlo yo misma . Te aseguro

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que ninguna persona se ha enterado fuera de mí y de los compinches dePipe. Tú sabes cómo es él de lenguaraz .

-¿Qué es lo que dijo? Dime .

-Me encomiendo a los ángeles . Júrame que no has de repetirlo .

-Descuida.

-Yo vendo mis billetes de puerta en puerta y de cantina en cantina .Escucho cosas por aquí y por allá . Soy muy discreta siempre que alguienno se las quiera pasar de listo, pues entonces lo jodo .

-Dime.

-También, de vez en cuando, tú perdona, cuando no hay gente en lacantina, me meto hasta en la cama del chino, lo dejo acurrucarse conmigo,me paga bien, y salgo muy campante, sin que Cucho se entere . No vayas adecírselo, linda . Ni Dios lo quiera. Esa noche, bien tarde, yo esperaba alchinito en su recámara y él estaba cerrando ya las puertas para el refugiopecatorum, cuando entraron de pronto en la cantina Felipe y sus compinches .¡Maldita sea mi estampa! - No tuve más remedio que sacar mi camándulay echarme una manito de padrenuestros, avemarías y salves para matar eltiempo, porque ya sabes cómo beben esos hijos de puta . Tú perdona. Fueallí donde, sin que ellos lo supieran y sin quererlo yo, pude escuchar cuandoel jodido de Felipe hizo una apuesta que, ni lo quiera Dios, sigo pensandoque fue bravuconada, y espero que ellos, todos, no se hayan ido de la lengua .

-¿Cuál fue la apuesta? Dime .

-El Mogo Tin, Mingo Segura y ese maldito Fulo Cañango le hicieronbromas a Felipe diciéndole que tú eras la única mujer que había sabidotenerlo a raya . Y él, ofendido en su amor propio o acaso por los tragos, juróy dijo: «Llueva, truene o relampaguee les apuesto diez machacantes, queyo me clavo a Cándida aunque para ello necesite violarla. Lo escuché sinquererlo, pero dije, María Palito no te metas en lo que no te importa, y anadie se lo he dicho, sobre todo porque me va la fama y mi prestigio .Imagínate que si Cucho lo sabe me da más golpes que a un tambor . Paradejar la apuesta confirmada, los compinches le pidieron a Pipe una prueba,una constancia de que te había violado y él contestó que ése era un puntode honor que él como caballero respetaría . Dijo que era incapaz de inventarcuentos y de ir propalando haberse acostado con fulana o zutana sin haber

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hecho pues lo agradable de cualquier aventura sexual para Felipe, según élmismo dijo, era sin duda la complacencia que sentía en divulgarla . Puedenestar seguros, dijo, de que cuando propale haber ganado la apuesta seráporque he tenido trato sexual con Cándida y es posible que hasta la hayapreñado. Te juro, Cándida, que es la purísima verdad . Todo eso dijo .

Don Plácido Ladera me había dicho que por ser primeriza y estrechade caderas, mi parto iba a ser grave con probabilidades de cesárea . Comoél estaba en el secreto de mi pasado intento de suicidio por algo sin mayorimportancia pues, como él mismo dijo, sólo era una preñez prematura, hizolos cálculos de la época en que pudo ocurrir la concepción . Al darme cuentade que se equivocaba, le dije el día y la fecha del engendro sin ponerlo alcorriente del hecho violatorio . Fue entonces cuando dijo que esa semanaestuvo ausente de la isla con motivo de la peritonitis de Cairote quien fueoperado en la ciudad. Ya no había duda alguna de que Pipe había sido elviolador. Al ver mis crisis de nervios, de dolor y de rabia, María Palitologró hacerme llegar hasta la cama y, de inmediato, fue a llamar a Ladera .Si el niño es negro ¿lo debo repudiar? No me explico por qué razón Hipólitono se encuentra a mi lado . Tal vez se haya indignado por lo del niño negro .Parecía muy dispuesto a conformarse pero frente a los hechos cumplidos . . .Averígüelo Vargas . Siento que tocan a la puerta, adelante, y el que haentrado es Hipólito sonriente y satisfecho . Tras él, una enfermera trae ensus brazos a un niño . Me lo muestran . Es rubio. Será que Hipólito consiguióhacer la compra. ¿Cuánto le habrá costado? La enfermera deja a mi lado lacriatura. Dice que es sólo por un rato . Se va. Nos deja solos. ¿Cómopuede mostrarse tan contento? No es hijo de él . ¿Dónde habrá echado alniño negro? Sigue mirándome como hechizado y me pregunta por quémotivo lloro . Siento el impulso de decirle ¿por qué ha de ser, idiota? Miangustia es tan aguda que no consigo reprimir los sollozos . ¿No estáscontenta con nuestro hijo?, me dice, es rubio y bello, digno hijo de su padre .No consigo calmarme ni logro soportar su ridículo y fingido entusiasmo .Mientes, le digo, mientes . Felipe me violó. Di a luz un niño negro . ¿Cómohas podido comprar a ése que no es ni mío ni tuyo?

-Cándida, no seas boba . Te aseguro que este bello niñito es hijonuestro. Para que te convenzas, no tengo más remedio que confesarte ciertaproeza bochornosa de la cual me avergüenzo. Cuando yo oí tus gritos en lapoza corrí en tu ayuda . Quedé al acecho entre unas hojas y al notar queFelipe estaba a punto de violarte, no tuve más remedio que silbar la tonadade Cairote. Al ver que huía desnudo, despavorido, me aproximé a prestarte

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los primeros auxilios. Fue entonces . . . Tú bien sabes que hasta los santosse han dejado tentar del demonio. No sé qué me ocurrió . Perdí de prontoel control de mis instintos y te hice mía aún sabiendo que cometía un pecado .Desde esa tarde me ha atormentado mi conciencia . Tal vez por eso, Diosme ha seguido torturando . Debido a ello no logro poseerte . Sólo estarétranquilo cuando tú me perdones mi felonía, querida Cándida .

-Cómo no hacerlo, tonto. Me quitas un gran peso de encima . Claroque te perdono. (Te perdona la puta de tu madre, no yo . Felipe y yohallaremos una sabrosa forma de vengarnos . No te preocupes lindoNazareno.)

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