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VI Congreso de Historia de Navarra 7 9-22 Septiembre NAVARRA: MEMORIA E IMAGEN Actas del VI Congreso de Historia de Navarra VOLUMEN I sehn Ediciones .@ Eunate

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VI Congreso de Historia de Navarra

7 9-22 Septiembre

NAVARRA: MEMORIA E IMAGEN Actas del VI Congreso de Historia de Navarra

VOLUMEN I

sehn Ediciones .@ Eunate

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NAVARRA: MEMORIA E IMAGEN

ACTAS DEL VI CONGRESO DE HISTORIA DE NAVARRA

PAMPLONA, SEPTIEMBRE 2006

VOLUMEN 1

SEHN (EDITORES)

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Organiza: - Sociedad de Estudios Históricos de Navarra

Patrocina: - Gobierno de Navarra.

Colabora: - Ayuntamiento de Pamplona

Los trabajos publicados son de la exclusiva responsabilidad de sus autores

O Copyright Ediciones Eunate e-mail: eunate@,edicioneseunate.com

O Sociedad de Estudios Históricos de Navarra Larrabide 15, bajo 3 1005 Pamplona

ISBN: 84-7768-177-5 EAN: 978-84-7768-1 77-9 ISBN Obra completa: 84-7768- 176-7 EAN Obra completa: 978-84-7768-176-2 Depósito Legal: NA- 2.33812006 Impreso en España - Printed in Spain

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NAVARRA: MEMORIA E IMAGEN

VOLUMEN 1

ÍNDICE

ÁREA I: LA HERENCIA DE LA PREHISTORIA Y LA ANTIGUEDAD

ÁLVAREZ VIDAURRE, Ester, La plasmación de la memoria cultural: reinterpretación del megalitismo navarro. .................................................. ANDREU PINTADO, Javier, La imagen de la Navarra antigua y de los vascones en la historiografía del Antiguo Régimen: de P. Sandoval (1614 a J. Yanguas y Miranda (1 840) .................................................................. AZCONA EZCURRA, Luis I., Unaposible lectura de la inscripción de Andelon.. ...................................................................................................... OLCOZ YANGUAS, Serafín, y MEDRAN0 MARQUÉS, Manuel, Tito Livio: Castra Aelia y el límite meridional del ager Vasconum, antes y des-

........................................................................................... pués de Sertorio OZCÁRIZ GIL, Pablo, Nueva hipótesis sobre la "'expansión" hacia el mar de los vascones ............................................................................................ VELAZA FRÍAs, Javier, y MEZQUÍRIZ IRUJO, María Ángeles, Noveda- des de epigrafía endelonense .......................................................................

AGUDO ROMEO, María del Mar, Una concesión de Alfonso I el Batalla- dor a Tudela: el denominado ')rivilegio de los veinte" y los Fueros de Zaragoza. ..................................................................................................... ALEGRÍA SUESCUN, David, Precios en Navarra (siglos XII-XIV) ........ ARZOZ MENDIZÁBAL, Iñigo, Pere de Vall, Protonotario Real de Nava- rra ................................................................................................................ CAÑADA JUSTE, Alberto, Importancia de lasfuentes árabespara el conocimiento de la Historia del Reino de Navarra en los siglos VIII al X.. DEBIAIS, Vincent, Transmitir la identidad. Dqusión y promoción de la identidad en las inscripciones publicitarias de la Navarra medieval (siglos XII-XV) ........................................................................................................ GARRIDO YEROBI, Iñaki, Los Beame: aclaraciones en tomo al origen de un linaje condal bajomedieval. Nuevas aportaciones históricas al estudio de la nobleza navarra entre los siglos XIV-XVI .......................................... ILUNDÁIN CHAMARRO, Javier, Prosopografía de la baja nobleza navarra bajo la dinastía de Champaña (1234-1274) .................................

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NARBONA CARCELES, María, Sobre la representación de Carlos 111 de Navarra en la Chronique D'Angleterre de Jean de Wavrin (mediados del siglo XV) ................................................................................................ OZCÁRIZ GIL, Pablo y GORDEJUELA HIERRO, María, Avance sobre

............................... Los graftos del Claustro de la Catedral de Pamplona PAVON BENITO, Julia, Enseñanzas evangélicas a la luz de los testamen- tos medievales .............................................................................................. SILANES SUSAETA, Gregorio, Contribución al estudio de la religio- sidadpamplonesa en la baja edad media: las constituciones de la cofi.adia de Oculi Mei ................................................................................................ VIRUETE ERDOZÁIN, Roberto, Las relaciones políticas entre el Reino de Pamplona y la Taifa de Zaragoza bajo el reinado de Sancho el Mayor.

ÁREA 111 NAVARRA EN LA MONARQUÍA HISPANICA

ALFAR0 PÉREZ, Raquel, La lucha en los tribunales. El señorío eclesiás- tico de Fitero en la Edad Moderna .............................................................. AZCONA, Tarsicio de, EL derribo de los barrios de Pamplona durante la Guerra de la Convención (1 795) ............................................................. GÁRRIZ YAGÜE, Maria Rosario, Las primeras escuelas municipales de niñas en Navarra: el impulso del Padre Calatayud (1 731-1 732) ................ GORDO ASTRÁIN, Oscar, Unaflor de lis en el corazón. Legitimidad dinástica, Jidelidad e integración en la monarquía hispánica ..................... JIMENO ARANGUREN, Roldán, Correspondencia entre el rey Felipe IIy Fernando de Espinosa, Alcaide de la Ciudadela de Pamplona: aproxi- mación al tema y relación documental de un fondo particular ................... MARTINENA RUIZ, Juan José, Una curiosa descripción de Navarra de mediados del siglo XVII .......................................................................... M A R ~ E Z ARCE, Maria Dolores, Leyes, modas, usos y costumbres. Curiosidades de la legislación navarra emanada de las Cortes (siglos XVI y XVII) .................................................................................................. ORDUNA PORTÚS, Pablo, El lenguaje simbólico del ritual público du- rante la modernidad en Navarra ................................................................. ORTA RUBIO, Esteban, Nuevas investigaciones sobre Jerónimo de Arbo- lancha y su entorno familiar ........................................................................ PÉREZ DE LABORDA Y PÉREZ DE RADA, Alberto, De la edad media a la moderna. Acerca del vascuence en Obanos y su entorno ..................... TRUCHUELO GARCÍA, Susana, El acceso de los navarros a los ofcios concejiles guipuzcoanos: el caso de Tolosa ...............................................

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ENSEÑANZAS EVANGÉLICAS A LA LUZ DE LOS TESTAMENTOS MEDIEVALES*

Julia Pavón Benito Departamento de Historia

Universidad de Navarra

Entre la variada tipología documental de la Edad Media, hay una que me- rece un especial análisis y estudio como fuente idónea para reconstruir el anda- miaje de la religiosidad y espiritualidad de la época, se trata del testamento. No hay duda que, por ello, viene siendo utilizado como material privilegiado y casi exclusivo para investigar acerca de las actitudes del hombre ante la muerte.

Ante la posibilidad cercana o remota del fin de sus días, una destacada parte de los hombres del medievo, expresan y manifiestan sobre un soporte escri- to y ante la presencia de un perito en las artes diplomáticas o legales las disposi- ciones materiales para el destino de sus bienes de fortuna. Al igual que en todo formulismo diplomático, y más en concreto en la etapa finimedieval, se requiere de un necesario protocolum, presentación o introducción para centrar la actua- ción a consignar. Aparecen aquí entonces las consideraciones espirituales que inician y encabezan el documento, que sin ser parte esencial del instrumento jurídico, encierran y destilan la esencia de la religiosidad de aquellos hombres que se saben criaturas de Dios, y que elocuentemente reflejan algunos de los testamentos del cuatrocientos y quinientos.

Tras la lectura y estudio detenido de un más que nutrido número de prefa- cios testamentarios encuadrados en el territorio navarro, se puede afirmar que además de ser extractos relevantes del Corpus textual, poseen, por decirlo así, un reflejo íntimo de los anhelos de las almas. Y es que la actitud vital que ya Hui- zinga resaltó como elemento crucial del pensamiento religioso se sintetiza con el contraste entre la precariedad de lo material y la durabilidad de lo espiritual: la caducidad de la vida y la enseñanza evangélica del mantener una actitud vigilan- te'.

En concreto, y a lo largo de estas páginas, se va a tratar de analizar e in- terpretar el conjunto de esas enseñanzas evangélicas que los testadores citan habitualmente y que, también, se desprenden de esos preámbulos testamentarios. Las experiencias, conocimientos y consideraciones que se realizan en los textos son la imagen viva del contexto religioso y espiritual, además de que decantan la recepción sensible e individual de las enseñanzas de la Iglesia. De forma que las palabras, expresiones y citas en relación a las Sagradas Escrituras, y en concreto al nuevo Testamento, ensamblan la doctrina y la transmisión del dogma teológi- co, así como las pautas de la moral cristiana con la acogida real y práctica de las mismas. La conexión y correspondencia entre unas y otras daba lugar a la plas- mación de un paradigma cultural, y en concreto al pulso cristiano ante la muerte

Navarra: memoria e imagen (Pamplona, SEHN, 2006)

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Jz~lia Pavón Benito

proyectada a través de pensamientos e imágenes sostenidas por un elemento clave: la muerte había de ser el nacimiento a una nueva vida.

Los elementos de raíz evangélica que asoman en los mencionados exor- dios son el trasunto personal de los modelos eclesiásticos, que también sufrieron un proceso de evolución y reformulación a lo largo y ancho de las centurias que nos ocupan. Las devociones, las manifestaciones piadosas y las preocupaciones de un testador del siglo XI están algo lejos, formalmente, de las del XV; a pesar de que a todas ellas les une un denominador común y un principio sobre el que se basa el núcleo de la doctrina y predicación apostólica: la cruz y la resurrección de Cristo.

Para llevar a cabo este trabajo se tomará como punto de partida cronoló- gico los primeros testimonios de disposiciones post mortem que nos retrotraen al siglo XI, y en concreto a los fondos monásticos de San Salvador de Leire, Santa María de Irache o de Pamplona, por citar algunos. Se proseguirá con los diplo- mas del XII y XIII, mucho más ricos en contenido y en los que hace acto de presencia el romance y una nueva estructuración documental por influencia del derecho romano. Para acabar, se recurrirá a los testamentos del XIV y XV, ma- yoritariamente conservados entre las series de protocolos notariales. Aunque no hay que olvidar, para este último tramo temporal, los centenares de pergaminos auspiciados por la nobleza tradicional y una burguesía urbana, en los que cabe con mayor espontaneidad el recurso y la semántica personal en las consideracio- nes iniciales que contemplan y reflexionan sobre la vida y sobre la muerte.

Fuentes y enseñanzas evangélicas

Las Sagradas Escrituras constituyeron en las centurias medievales la prin- cipal fuente de inspiración para la articulación, a través de las imágenes y las palabras, de los modelos de vida y de conducta en la pastoral de la Iglesia. La transmisión del mensaje evangélico, potenciado en las centurias bajomedievales a través de la predicación en manos de las nuevas órdenes mendicantes, tenía por objeto hacer comprensible y divulgar un dogma teológico, a veces complejo e inaccesible al pueblo llano y, en otras ocasiones, velado o dificultado por prácti- cas y iradiciones algo heterodoxas2.

Hasta la generalización de la prédica como instrumento de adoctrinamien- to, la imagen venía siendo el modelo y elemento referencia1 para la mayor parte de la sociedad. De hecho, el hombre medieval estaba familiarizado con una cul- tura de gestos, imágenes, signos y símbolos, mediadores en la aprehensión y conocimiento de la realidad. De todo emergía una simbología cargada de signifi- cados, con una sobredimensión que iba mucho más allá del hecho concreto, dando lugar a una profunda y trascendente vivencia de su entorno material y espiritual3.

Una gran parte de esas imágenes en clave simbólica estaban en relación con los episodios y narraciones bíblicas, cuya finalidad no era otra que mostrar el ideal cristiano y proponer un modelo evangélico más allá de la propia escena. Esto se refleja con gran claridad en los proyectos y conjuntos escultóricos desti- nados a los espacios abiertos y a la vista de un mayor y más variado elenco de público que el de los claustros o el de las piezas, mayormente suntuarias, de las

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Enseñanzas evangélicas a la luz de los testamentos medievales

artes menores. Así, las primeras portadas de las iglesias y otros relieves relacio- nados eran el fiel reflejo de las propuestas eclesiásticas. La semántica de trans- misión, por tanto, tenía lugar a través de los programas artísticos, sencillos en apariencia, pero cargados de significados con una gran densidad teológica.

La doctrina de la Iglesia enseñaba, desde los albores de su constitución, y más a partir de la reflexión de los primeros pensadores cristianos de la tardorro- manidad, que la muerte era no sólo el fin de la vida terrenal, sino el paso a la vida eterna. Además, esta propuesta tenía su razón de ser a la luz de la muerte y resurrección de Jesucristo, quien a través de su sacrificio de la cruz había resca- tado al género humano del pecado y de las tinieblas. La muerte, en definitiva, era el paso previo de las almas que aspiraban al Paraíso. O también el punto final de aquellos que no habían hecho méritos para disfrutar de la presencia de Dios, como ya reconocían los más tempranos Padres como San ~ ~ u s t í n ~ .

Durante el período altomedieval y hasta comienzos del siglo XII el clima espiritual estaba presidido por la figura de Dios, en calidad de Omnipotencia, algo distante. Lo sagrado estaba, en cierta medida, profesionalizado y el pueblo laico, sobre el que estaba acentuada su naturaleza pecadora, "delegaba" su tarea de salvación. El abandono y una piedad, bastante reglada, canalizaban la vida de piedad en la que los intermediarios, los santos, tenían un destacado papel. Por tanto, una de las más importantes preocupaciones que plasman los pergaminos de dicho período se resume en la atención dispensada para el destino del alma y del cuerpo. Sepultarse dignamente, a la vera de un espacio sagrado, suponía asegurar la participación en los sufragios, plegarias y méritos de los religiosos, según se refleja en el preámbulo documental de Fortún Muniz de Yesa (1059), qualiter in eorum sanctis orationibus partem abeam et regni celestis gaudia cum eis obtinere valeam5.

La naturaleza del hombre, de por sí bajo el influjo del pecado, o como llega a expresar quizá radicalmente en 1072 el profeso Jimeno al abrazar la vida monástica -genus humanum in peccatis luxuriose vivere- estaba llamada a estar alerta para librar el juicio divino6. De modo que esta verdad fundamental, parte de la antropología medieval, aparecerá recurrentemente en los textos de todo el penodo aquí estudiado. Para 1074 el sacerdote Eneco Garcés, en pose- sión de sus plenas facultades, ordena el destino de sus bienes en Sansoain, que pasarán a Santa Mana de Pamplona. Al iniciar la redacción, y considerando las limitaciones humanas, cita el pasaje neotestamentario, que a modo de música de fondo, y con sus diferentes variantes, estructura troncalmente el discurso de las introducciones testamentarias: Ego Eneco Garceanis, inmeritus sacerdos, licet valetudine corporis pressa, tamen animi vigore, ingenio et memoria subsistente propria, divina providentia sic exposui actus humanos, ut nec nascendi initium nec moriturus diem noscat extremtlm. Ut enim Dominus: "Vigilate et orate, quia nescitis diem neque horam'17.

El presupuesto bíblico de la vigilancia será, en definitiva, parte inamovi- ble del exordium inicial, que no considera única y exclusivamente el versículo de Mateo sino que también tiene en cuenta las sanctas palabras que dixo aquel santo ombre Job que dela manyana daqui a la noche puede ser la fin de la pers- sona (1329)'. Y así lo hace saber Miguel de Mares, médico de Carlos 111, para quien la uida en este mundo no es que un poco de ziiento que se passo como la siembreg.

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Julia Pavón Benito

Las redacciones bajomedievales, con ligeras variantes y de corte muy si- milar, serán parecidas a la de Juan Amigo y Elvira de Mendigonía (1488): como por el pecado de nostro primero padre Adan natura humana sea obligada a padescer corporal muerte y sin la qual perssona alguna scapar non puoede y por quanto la hora de aquella es mucho in~ierta nuestro Redemptor Ihesu Chris- to en su santo y sacro Evangelio amonestando a todo fiel cristiano dize que estat aparejados que no sabeis la hora ni el dial0.

También pueden mencionarse otros testamentos, como el del médico Francisco de Lenoz (1508) o el también tudelano Juan de Flotas (1510), cuyos preámbulos se completan. Tras la cita del sinóptico añaden Ca bienaventurados seran aquellos servidores a los quales vendra el Sennior a llamar et los hallara velantes". La actitud velante, de esta forma, se abre hacia el tema escatológico, que centra el capitulo 12 de Lucas con la parábola del rico insensato, la invita- ción al abandono en la providencia divina y la exhortación a mirar al reino futu- ro, expuesto este último con dos imágenes: la cintura ceñida, de tradición judía, y la lámpara encendida. Ambos eran gestos de disponibilidad, de atención y dili- gencia, siendo el segundo propio de quien espera a alguien, pues beati servi illi quos cum venerit dominus invenerit vigilantes amen dico vobis quod praecinget se et faciet illos discumbere et transiens ministrabitI2.

Este recuerdo evangélico venía siendo, como ya se ha ejemplificado, ob- jeto de atención por parte de los testadores anteriores a la transformación espiri- tual plenomedieval. De hecho, María López (1 138) va más allá de la mera adver- tencia del pasaje de Mateo. Al asumir el mencionado principio sabe que su vida ha de ser una preparación para la muerte, y por tanto recurre a las sentencias que mejor representan la verdadera vigilancia humana: Ego Maria cogitans et per- tractans verbum quod dicit apostolus: "Nolite diligere mundum neque ea que in mundo sunt" quia "mundus transit et concupiscentia eius", et iterum quod Do- minus in Evangelio dicit "Thesaurizate vobis thesauros in celo ubi neque erugo neque tinea demolitur et ubi fures non effodiunt necfurantur "13.

La atención del fiel seguidor de Cristo se centra en evitar los peligros de las penas infernales, mediante el fh to de su trayectoria vital. A pesar de ello, los preámbulos testamentarios realizan un guiño a las tradiciones y modelos ecle- siásticos, ya que intencionadamente, y antes de entrar en el reparto patrimonial y material vienen a testimoniar el alto grado de correspondencia personal con la doctrina cristiana. Así, las mandas pías, generosas en la medida de las posibili- dades de cada uno, pretenden ser equivalentes a lo hecho en vida. Juan Ibáñez de Munámz (1482) y Juana Miguel de Irujo (1504), representados por el notario Juan Miguel de Salinas y tras acoger el ideal de vigilancia evangélica, se dispo- nen a regular su herencia para evitar pleitos y discordias familiares. Pero antes de proceder a enumerar y cuantificar sus legados pro anima recuerdan que no ha cosa mas util e provechosa ala anima dela creatura racional que permutar las cosas terrenales en las eternales edas transitorias en las perdurables. Queriendo evitar los tales cargos de mi conciencia e los peligros de las penas infernales, desseando con todo mi bueno e acabado corazon serparcionero con las anymas fieles en la Gloria delparadisoI4.

El objetivo de estas gentes se resumía en alcanzar el Paraíso, y no hay do- cumento que lo exprese mejor que el testamento, pues motiva las más profundas

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Enseñanzas evangélicas a la luz de los testamentos medievales

e íntimas reflexiones del hombre en clave religiosa. La espiritualidad propia aflora -a pesar de ser todavía textos sin las coordenadas semánticas de los del XIV y XV- dando paso con nitidez al reflejo de las esperanzas escatológicas. De modo que, al ser conscientes de la condición pecadora y de la flaca naturaleza humana -toda natura humanal sea obligada e subjugada a la muerte corpo- ral- los testadores aquí citados estimulan la fe y la confianza en los méritos infinitos de Jesucristo en la cruz, a tenor del testimonio de la condesa Adonza: nos creados e fformados por la gracia e por el1 alvidrio de Dios nostro Seynnor en tanto nos quiso e nos denno recebir en amor dela su bien querencia que non por oro nin por plata mas por la preciosa sangre dell su flyo nos redemio dell poder dell diablo en que eramos tenidos e caydos e destruyda la carta de los nostros pecados que tenia sobre nos el1 diablo, por el1 pecado de nostro padre Adam ffizo nos herederos del1 su regno. E amandonos assi como a flyos muy queridos en vida nos clama e dize "venit los mios flyos oyt me e demostrar vos he temer e amar a ~ i o s " " . Cita que a la que se recurrirá en la donación post mortem de Guillermo de Mendoza (1 199) y de Aznar Semenones, un poco poste- riorI6.

La invitación a los hijos queridos del Señor entronca con los tres evange- lios sinópticos y con los ya mencionados capítulos que despliegan un discurso escatológico, en concreto el 24 y 25 de Mateo, el 13 de Marcos y el 12-14 de Lucas. Partes, además, que preceden a las del anuncio y hechos de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Los evangelistas, en suma, se hacen eco de quienes serán esos herederos del reino a los que alude Adonza y que reciben la llamada del Padre: quis putas estfidelis servus et prudens quem constituit domi- nus suus supra familiam suam ut det illis cibum in tempore, pregunta; respon- diendo con la parábola de los talentos al premiar al siervo bueno y fiel quia super pauca fuisti fidelis supra multa te constituam intra in gaudium domini tui".

El árbol de la cruz, recurso de la oración litúrgica y drama central sobre el que se fundamenta la doctrina cristiana y las enseñanzas apostólicas era la ima- gen que se contraponía al árbol cuyo fruto abrió la herida del pecado, tal y como condensa el apóstol de los gentiles et sicut in Adam omnes moriuntur ita et in Christo omnes vivi~icabuntur'~. Asimismo las introducciones testamentarias giran sobre la misma realidad de naturaleza teológica, que se apunta entre las primeras líneas de los textos y que, más o menos viene a consignar que Christo que por nos peccadores redemir e saluar quiso receuir muerte e passion en el arbol dela vera cruzlg. E incluso despertaban emotivas devociones, como la de Miguel de Andía y su mujer Francesca (1460), concretando el encargo de la liturgia para después de sus días en una missa para cantada cada uno aynno ata la fin del mundo en el dia de santa Cruz, de tercero dia de

La meditación sobre la pasión y la encomendación del alma, dos elemen- tos de especial significación, alcanzarán a partir del siglo XIII una destacada posición en la redacción testamentaria. Este hecho está relacionado con la lenta transformación de la esfera religiosa que tiene lugar a fines del siglo XI, cuando la espiritualidad redescubra y potencie en sus coordenadas la naturaleza humana de Jesucristo, decantándose unos modos más personalistas en la relación con Dios. Sobre todo, teniéndose en cuenta, la importancia que va tomar el conoci- miento más profundo de las Sagradas Escrituras, difundidas y comentadas a tra-

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Julia Pavón Benito

vés de la prédica urbana y mendicante. El clero tomará parte activa en estas mo- dificaciones, acercándose a todos los estratos sociales, bajo una previa y rigurosa formación doctrinal y teológica. Este proceso desembocará, ya en el otoño de la Edad Media en la devotio moderna, que acentuará la consecución de la propia salvación. El juicio particular y la necesidad de ser asistido en tal delicado mo- mento orquestaría la necesaria confluencia de los méritos propios y la interven- ción divina: los intercesores, personificados en los santos.

En definitiva, para colocar e conserbar el alma en el Paraíso era necesario ponerse en las manos y misericordia de Jesucristo. Asomaba, por tanto, un cris- tocentrismo catalizador para los peregrinantes en la present vida, que la tudelana Mana de Beraiz en manos del notario Juan Martínez Cavero (1512) viene a de- cir: encomiendo mi anima en manos de nostro Sennior Dios padre que la creo y formo aymagen y semejanca suya, Ilamandoles mercet e misericordia que por su sancta piedat et por los meritos dela sagrada passion de nostro Redemptor Ihesu Christo etpor los meritos e intercession de la Gloriosa Virgen Maria ... me quie- ra perdonar las culpas, faltas y pecados2'.

Las buenas obras realizadas en vida expiaban igualmente los pecados, de forma que cabía la posibilidad de realizar acciones propiamente no litúrgicas en orden a ganar el cielo. El testamento de Ramiro, hijo de García el de Nájera o el de la condesa Tecla (1081 y 1094) evoca la caritas cristiana en su vertiente puri- ficadora y meritoria al citar los pasajes de "vade, vende omnia que habes et da pauperibus et veni sequere me" y "Date helemosinam et omnia munda sunt vobis, et sicut [aqua extinguir ignem] ita helemosina extinguit peccatzlmnZ2. Más adelante el ejercicio activo y compromiso directo de los ftanciscanos en orden a la salvación de las almas subrayó la atención a los pobres, no sólo en sentido alegórico, pues la ayuda y el mantenimiento de los necesitados y menesterosos se transformaron en un deber de justicia. De hecho llamará la atención la presencia de devengos, incluso a veces cuantiosos, en las mandas pías con destino a la vestimenta de pobres, redención de cautivos, dote de muchachas casaderas o la financiación de hospitales y obras públicas23.

Las palabras del apóstol Pablo a los Corintios alientan, en uno de sus ca- pítulos a la generosidad en el desprendimiento pecuniario entre los necesitados y la limosna (2 Corintios 9), pues el de Tarso aplaude la prontitud de los fieles de Corinto en organizar una colecta. Pero aprovecha la circunstancia no sólo para fomentar este tipo de iniciativas sino para exponer los frutos de esas dádivas. Arbela y su hijo Arladus, al realizar su oblación a san Salvador de Leire (1223), dan cabida al ideal paulino al entregar sus tierras, exponiendo que así lo hacen pro anima mea de inde pro animabus patris et matris mee et pro animabus ami- corum et omnizrm benefactorum meorum quia sicut dicitur appostolis "qui parce seminat parce et metet et qui seminat in benedictionibus de benedictionibus et metet vitam eternamHZ4.

La limosna, auspiciada por este ideal apostólico, se convierte en una acti- vidad emblemática al posibilitar la adquisición de méritos salvíficos sobre un nuevo plano de justicia divina y al sintonizar con los pauperes, imagen de Cristo y por lo tanto intercesores privilegiados por su cercanía al Salvador. Y tuvo tal importancia, que no debe extrañar que en la parte final de uno de los libros de oraciones conservados en el Archivo General de Navarra y que contiene el ofl-

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Enseñanzas evangélicas a la Itrz de los testamentos medievales

cium defunctonrm, se anexen instrumenta bonorum operum, aludiendo, por ejemplo a pauperes recreare, ntrdtrm uestire, infinnun uisitare, mortuum sepeli- re, in tribtrlatione subuenire, dolentem consolariZ5; verdadero compendio del ideal cristiano relanzado por los mendicantes.

Cabe resaltar que en el análisis de la serie notarial navarra, por mencionar un lote homogéneo docilmental, los legados píos indican, sobre un total de 457 testamentos, hasta veintitrés noticias de entregas pecuniarias y materiales a po- bres, fechadas entre 1472 y 15 12. Según las posibilidades económicas o el deseo del testador se entregaban tanto cantidades monetarias como objetos materiales -principalmente ropas y telas- y diferentes productos agrícolas, caso del aceite o el trigo26. LOS linzuelos y codos de paño o la ropa de cama para pobres forma- ban parte de muchos de los ajuares que se destinaban a las cofradías y hospitales, o simplemente al vestido de aquellos desahuciados que acompañarían el cortejo funerario, cuyo número podía evocar cifras presentes en las Sagradas Escrituras y, en definitiva, con una significación piadosa especial, caso de María de Rueda (1508) que dispone la vestimenta para cinco pobres en honor de las cinco llagas de cristo2'.

Pero quizá uno de los aspectos que más entronca con la sequela Christi es la redención de cautivos28, presente en 15 de los testamentos del fondo de proto- colos y encauzada a través de la Orden de los Mercedarios, que recibían cantida- des nada desdeñables si se comparan con las dirigidas a otros conventos o mo- nasterios del reino navarroz9. ***

Procedería en última instancia mencionar la cobertura litúrgica, las prácti- cas sacramentales que afloran en los testamentos medievales y que eran los me- dios privilegiados para conectar las realidades terrestres con las celestes. Dichas celebraciones, regladas por las autoridades eclesiásticas, orquestaban un comple- jo entramado de usos-y costumbres con el denominador común de la fe en Dios. De modo que podían recoger tradiciones locales de lo más variadas, además de ser hábiles de insertarse, con todos sus matices, en la simbología de cualquier grupo social.

La doctrina de la Iglesia preveía una cobertura litúrgica para el hombre que se enfrentaba al fin de sus días, así, además de los habituales sacramentos de la Confesión y la Eucaristía -acto salvífico por excelencia- se aplicaba el de la Unción (Santiago 5, 14), una actuación evocadora del cuerpo del Crucificado y por tanto balsámica, no sólo por los óleos que se usaban, sino porque la finalidad era la de preparar material y espiritualmente al hombre para su definitivo y Últi- mo viaje. Se revivía de esta forma, a la luz de los textos evangélicos, la simbolo- gía del Hijo de Dios antes y en el momento de su muerte, una muerte, por otro lado, gloriosa.

La cultura funeraria en la societas christiana se apoyaba sobre la más clá- sica doctrina cristiana que mostraba los sufragios inherentes a la celebración eucarística, explicada y defendida por San Agustín y Santo Tomás, entre otros. La Eucaristía beneficiaba de los méritos del redentor, como instrumento salvador esencial, a la comunidad de vivos y muertos. De ahí que a través de misas repeti- tivas y acumulativas - e n términos de Chiffoleau- el individuo anhelase sufra- gios y contribuyese, a medio plazo, a mantener su memoria en la comunidad. Por

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lo tanto, la clave para entender las cantidades numéricas, treinta, nueve o tres, de estas misas se apoye sobre la tradición, más que la mera búsqueda o acogida de una simbología. El número, visto así, se convierte en un ritmo piadoso propio y asimilado por las costumbres eclesiásticas, pero también inherente a otras reli- giones.

Huelga detallar la abundante información que contienen los testamentos, en la llamada liturgiapost mortem, sobre los oficios de difuntos, las oraciones y encomendaciones del alma, avaladas por una asistencia sacramental personal desde la enfermedad hasta la muerte y sepultura. Estas misas pro anima defunc- tis, y que habitualmente se organizaban en ciclos -reciente, mensual, anual y perpetuo-, respondían a la voluntad pía señalada por el testador o el interés por recomendar el alma en determinadas celebraciones eucarísticas. Como conse- cuencia de ellos se destinaban cantidades monetarias, pero no para "pagar" la salvación sino, a efectos prácticos, para que no se olvidara, para que el encargo se perpetuara en la memoria de los vivos. De hecho el cumplimiento afectaba no sólo a las autoridades eclesiásticas, sino también sobre quienes se depositaba el encargo de dar fiel cumplimiento al testamento: cabezaleros, familiares y ami- gos.

En definitiva, la sociedad medieval otorgó una gran importancia al con- junto de estos ritos litúrgicos que acompañaban los últimos y postremos momen- tos del fin de la vida, y que, de una manera u otra, quedaban implícitos en los preámbulos testamentarios; renglones introductorios con unas marcadas pautas evangélicas.

Consideracionesfinales

Las imágenes sagradas, en una sociedad como la medieval, traslucían el anuncio evangélico y manifestaban el esplendor de la verdades de fe, a la vez que testimoniaban la secular y fecunda tradición cristiana, que descubría y posi- bilitaba contemplar el fascinante e inagotable misterio de la redención, dando siempre un nuevo impulso al intenso proceso de su inculturación en el tiempo.

El lenguaje testamentario, al igual que los programas artísticos, lograba mostrar y recrear el sentido escatológico intrínseco al ritmo vital de los hombres, además de que proyectaba e imprimía la conexión entre las imágenes terrenas con las realidades celestes, ya que su función conducía a través de sus signos a la renovación de la historia de la salvación. De modo que la semántica evangélica, bajo las citas de los textos sagrados o bajo la mera influencia de sus principios rectores daba cuerpo a las introducciones testamentarias. En ellas se hilvanaba el complejo conjunto de creencias, esperanzas y consideraciones espirituales en clave personal de unos hombres influenciados por el contexto de una época y de unos modelos religiosos.

Las enseñanzas evangélicas que se muestran se circunscriben a la doctrina custodiada y presentada desde las esferas eclesiásticas, pues se insiste en que la muerte no significa el fin de la vida, sino que es el paso a la nueva vida, la vida eterna. La muerte y resurrección de Jesucristo iluminaba dicha propuesta, a pesar de la insistencia y la exhortación a la actitud vigilante, más propia de la etapa finimedieval. Ello demuestra la eficacia de los programas de transmisión doctri-

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nal, ya que los exordios testamentarios condensan y concentran, en unas pocas líneas, pero con una sensibilidad manifiesta, la vivencia personal del discurso eclesiástico. A pesar de que son muy pocas las citas a las que se recurre, mayori- tariamente de los sinópticos, éstas son de orden categórico pues recuerdan la debilidad de la naturaleza humana, la actitud vigilante y el compromiso para realizar buenas obras. Así que, al igual que los conjuntos artísticos que toman de la Biblia sus escenas y pasajes más apropiados, los testadores y sus notarios recurren a los pasajes de las Sagradas Escrituras más idóneos para formular y reflejar evolutivamente, la trayectoria piadosa y creencias de los individuos, quienes se acogían e interpelaban a Jesucristo, su Madre y los santos como ga- rantes intermediarios en el juicio ante Dios. Emerge, y sin ánimo de generalizar, un telón de fondo en el que figura un hombre religioso, atento a las enseñanzas de la Iglesia, partícipe en el culto divino y preocupado por la realidad tangible de la finitud de la vida.

En suma, que la mayor parte de las citas y patrones evangélicos fueron el cauce de las imágenes alegóricas del pensamiento cristiano medieval dando lugar a símbolos y signos conocidos y entendidos en el conjunto de la sociedad. Asi- mismo, todas estas sentencias y ejemplos, fueron capaces de acoger y absorber nuevas proposiciones y lecturas que enriquecían su huella cultural.

Notas

* Este trabajo es fruto del Proyecto de Investigación «La muerte en la Navarra medieval)) (1998-2003), financiado por la Universidad de Navarra, Ministerio de Ciencia y Tecnolo- gía (PB 1998-0220), Gobierno de Navarra (Resolución 9612000, de 15 de diciembre) y la fundación privada The Friendly Hand. Julia Baldo Alcoz disfmtó de una beca de la Fun- dación Caja Madrid durante el año 2000 para la realización de este proyecto. ' Huizinga, Johan (1930), El otoño de la Edad Media. Estudios sobre las formas de vida y el espíritu durante los siglos X V y XV en Francia y los Paises Bajos, José Gaos (trad.), Buenos Aires, Alianza, p. 212.

Zink, Michel (1976), La prédication en langue romane avant 1300, París, Campion, p. 12 y Longere, Jean (1983), La prédication médiévale, París, Institut drÉtudes Augusti- niennes, pp. 1 1-17.

Así lo sintetiza Aurell, Jaume (1997-1998), "La imagen del mercader medieval", en Boletín de la Real Academia de las Buenas Letras de Barcelona, vol. 46, pp. 23-44.

San Agustín (ed. 1952), "102. La vida del alma", ed. preparada por fray Amador del Pueyo en Obras completas de San Agustin. X. Homilias, Madrid, B.A.C., p. 199.

Martín Duque, Ángel J. (1983), Documentación medieval de Leire (siglos U(-XII), Pam- plona, Gobierno de Navarra, n. 60; obra que se citará como DMLe.

Lacarra, José María (1965), Colección diplomática de Irache (958-1222), Zaragoza, Instituto de Estudios Pirenaicos, vol. 1, n. 50.

Goñi Gaztambide, José (1997), Colección diplomática de la catedral de Pamplona (829- 1243), Pamplona, Gobierno de Navarra, tomo 1, n. 29. Esta colección se citará como CCP. La cita bíblica corresponde a Mateo 25, 13: Vigilate itaque, quia nescitis diem neque horam, en relación con la parábola de las vírgenes prudentes y necias.

AMT, Marqués de San Adrián, Falces y Atondo, Leg. 7, n. 1. Archivo Parroquia1 de San Saturnino (Pamplona), caja 1, perg.11, sec. 1, no ant. 38 (12);

fechado el 27 de septiembre de 1406 en Pamplona. Y que se corresponde con la cita evangélica de Job 7,7: memento quia ventus est vita mea et non revertetur oculus mezis ut videat bona. 'O AMT, Marqués de San Adrián, Álava, Leg, 7, n. 6; fechado en Tudela el 28 de febrero de 1488.

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" AGN, Protocolos Notariales, Tudela, Juan Martínez Cavero, c. 5, f. 24r.-29v. y f. 119. '' Lucas 12,37. l 3 La primera referencia equivale a nolite diligere mundtrm neqzre ea qziae in mundo strnt si qzris diligit mzindzrm non est caritas Patris in eo (1 Juan 2, 15), la segunda a Et mundus transit, et conczrpiscentia eizls: qzri azrtem facit volz~ntatem Dei, manet in aeterntrm ( 1 Juan 2, 17) y la tercera a (Mateo 6, 20), tras la enseñanza del Padrenuestro a los apóstoles Thesaurizate azitem vobis thesauros in caelo zibi neque enrgo neque tinea demolitzir et ubi

frrres non effodiunt nec furanhrr. El documento de Mana pertenece a Rodríguez de Lama, Ildefonso (1 976), Colección diplomática medieval de la Rioja (923-1225), vol. 2, Logro- ño, Instituto de Estudios Riojanos, n. 117; esta colección se citará bajo CDRi. l4 AGN, ProtocoIos notariales, Salinas de Oro, Juan Miguel de Salinas, c. 1, n. 184 (tes- tamento de Juan Ibáñez de Munárriz y Gracia Garcia de Urdiáin, vecinos de Viduarre; 22 de junio de 1482) y c. 2 (testamento de Juana Miguel de Irujo, viuda). Otros testamentos utilizan la fórmula, queriendo prevenir al benefjcio e consolacion spiritzral de su anima et disponer de los bienes de fortuna que Dios le ha dado y encomendando por orden testamentaria para cada y quando.. . (AGN, Protocolos notariales, Tudela, Juan Martínez Cavero, c. 6, fajo 1512, f. 111 r.-117 r., de 1512). IS AGN, Clero, Nájera, leg. 3, n. 80; fechado el 21 de junio de 1171. Probablemente esta cita bíblica, y en el contexto en el que aparece, está en relación con el pasaje de Mateo 25, 3 1-34 en el que al explicar el juicio final y la impartición de la justicia divina, Jesucristo llamará a su derecha a sus hijos: "Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo". l6 La donación de Guillermo es de Monterde Albiac, Cristina (1978), Colección diplomá- tica del Monasterio de Fitero (1140-1210), Zaragoza, Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja, n. 221. El segundo de los diplomas es CCP, 455. Documento del Libro redondo, 100 v., y del que difícilmente se extraen datos para situarlo cronológicamente, pero que se encuadra en el siglo XIII. I 7 Mateo 24,45 y 25,23. l 8 1 Corintios 15,22. l9 Testamento de Francisca de Agramont, señora de Verdos y de Muquer Iribem, mujer de Bernard,de Reta, escudero de los reyes, vecina de Tafalla. Hija de Floristán de Agra- mont y de Agueda Femández de Olóriz (AGN, Marqués de Góngora, Varios, Particulares y no de casa. F. único, n. 20, carpeta 13 bis; está fechado el 5 de mayo de 1507 en Artajo- na). 'O San Miguel Arcángel de Larraga, leg. 36; del 4 de mayo de 1460. " Vid. nota 14. '' CDRi, 23 y CCP, 55. La primera cita del Nuevo Testamento se corresponde a los sinóp- ticos Mateo 19,2 1; Lucas 18,22 y Marcos 10,2 1. 23 Julia Viñamata, Jose Ramón (1990), "Las actitudes mentales de los barceloneses del primer tercio del siglo XIV", en Anuario de Estudios Medievales, vol. 20, p. 28. 24 D M e , 379. El texto de Pablo dice hoc autem quiparce seminat parce et metet et qui seminat in benedictionibzrs de benedictionibus et metet (2 Conntios 9, 6). 25 Sección Códices y Cartzrlarios, K. Códices litúrgicos, 10. Libro de oraciones (siglo XV), f. 100r. 26 Cabe citar algunos testamentos, como el de Juan Goyeneche (c. 1500) que entrega a 40 pobres, sendos florines de moneda por que rueguen a Dios por su alma (AGN, Protocolos notariales, Santesteban (Pamplona), c. 1); García de Irurre entrega S robos de trigo para los pobres (AGN, Protocolos notariales, Juan Miguel de Salinas, c. 3 del 19 de febrero de 1506) y Francisco Lenoz, médico tudelano ordena vestir a ocho pobres para que porten los 8 cirios durante su novena (AGN, Protocolos notariales, Juan Martinez Cavero, c.5, f. 1 19 del año 1508). *' AGN, Protocolos notariales, Tudela, Juan Martínez Cavero, c.5, £146 (22 de septiem- bre de 1508).

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Enseñanzas evangélicas a la luz de los testamentos medievales

28 Baldó Alcoz, Julia; García de la Borbolla, Ángeles y Pavón Benito, Julia (2005), "Re- gistrar la muerte (1381-1512). Un análisis de testamentos y mandas pías contenidos en los protocolos notariales navarros", en Hispania, LXV11, n. 21 9, pp. 2 13-2 16. También resul- tan de gran interés las aportaciones del trabajo de García de la Borbolla, Ángeles (2000), "Santo Domingo y las milagrosas redenciones de cautivos en tierras andalusíes (siglo XIII)", en Collectanea Archivi Vaticani, vol. 46, pp. 539-548. 29 El convento de la Merced de Pamplona recibe sendos robos de trigo; AGN, Protocolos notariales, Salinas de Oro, Juan Miguel de Salinas, c. 1, 43 (1473) y c. 2, 161 (1 1 de noviembre de 1499)