Verbum Domini19 al 25 de febrero

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo, diente por diente”. Pero yo os digo: no hagáis frente al que os agravia. Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también el manto; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehúyas. Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo”. Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos. Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos? Y, si saludáis solo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles? Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto».

de febreroDOMINGOVII Domingo del T. Ordinario19

1ª lectura: Lev 19, 1-2. 17-18. Sed santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santoSalmo: Sal 102. El Señor es compasivo y misericordioso2ª lectura: 1 Cor 3, 16-23. Todo es vuestro, vosotros de Cristo y Cristo de Dios

Evangelio

Meditación«Habéis oido que se dijo... pero yo os digo...». Jesús, plenitud de la ley y del Amor, pronuncia estas palabras para presentar a todos un nuevo modo de seguimiento: la imitación; imitarle a Él en el Amor.

Mt 5, 38-48

Ama de verdad a su enemigo aquel que no se duel de la injuria que le hace, sino que, por amor de Dios, se consume por el pecado del alma de su enemigo y muestra su amor con obras.

San Francisco de Asís

No es difícil suponer el desconcierto de aquellos primeros testigos de las palabras del Maestro, pues aún hoy para nosotros, que las hemos oído muchas veces y hasta grabado en el corazón, resultan en la práctica una verdadera locura, un imposible a los ojos humanos: «Amad a vuestros enemigos». ¡Amar a los enemigos! ¿No podría haberse conformado con pedirnos que ignoremos sus ofensas, o con que pasemos por alto sus insultos, o con que no respondamos a sus amenazas? ¿No era ya demasiado exigente pedirnos que dejemos atrás la ley del “Ojo por ojo, diente por diente”? ¡Amarles! ¡Amar a nuestro enemigo! ¡Imposible!Y es que el corazón humano se resiste a tal abajamiento. Ya es un reto para nuestro orgullo el ofrecer una palabra de perdón a quien nos ha ofendido, ¿cómo vamos a someternos a la humillación de amarles?«Para que seáis hijos de vuestro Padre celestial». Pero estas palabras de Jesús no pueden entenderse como una exigencia impuesta a modo de carga pesada, sino más bien como la realización plena de nuestra condición de hijos. ¿Cómo puedo amar al enemigo? Puedo amarlo porque soy libre para el amor, porque soy hijo de Dios; y el modo concreto de amar se aprende en la Cruz. Y es que es imposible amar al enemigo si antes no se ama al que ha dado la vida por los pecadores. En otras palabras, al mirar a Cristo en la Cruz descubro que en mí Jesús ha dado la vida por amor a su “enemigo”, haciéndome amigo suyo. Mis pecados me han hecho enemigo de Dios, pero Cristo Crucificado ha restaurado esa amistad.«Rezad por los que os persiguen». La certeza de que este amor a los enemigos excede la capacidad humana, nos exige vivirlo desde nuestra condición de hijos de Dios. De este modo, es la oración la que dispone nuestro corazón, no únicamente para el perdón, sino también para el amor. Rezar por los enemigos, mirarles en la oración desde los ojos misericordiosos de un Dios que ha dado la vida por aquellos en quienes a mí me cuesta encontrar motivos para el perdón. Y es que la medida de la santidad es la “sin medida” del Amor de Dios. A esto se nos llama.

Señor Jesús, dame el gustar de tu Corazón. No permitas que me acostumbre a ser amado ni dejes que me considere digno de ti, para que en la gratuidad de tu amor encuentre el camino para amar a los enemigos.

En aquel tiempo, Jesús y los tres discípulos bajaron del monte y volvieron a donde estaban los demás discípulos, vieron mucha gente alrededor y a unos escribas discutiendo con ellos.Al ver a Jesús, la gente se sorprendió y corrió a saludarlo. Él les preguntó: «¿De qué discutís?». Uno de la gente le contestó: «Maestro, te he traído a mi hijo; tiene un espíritu que no lo deja hablar; y cuando lo agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda rígido. He pedido a tus discípulos que lo echen y no han sido capaces». Él, tomando la palabra, les dice: «Generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo». Se lo llevaron. El espíritu, en cuanto vio a Jesús, retorció al niño; este cayó por tierra y se revolcaba echando espumarajos. Jesús preguntó al padre: «Cuánto tiempo hace que le pasa esto?». Contestó él: «Desde pequeño. Y muchas veces hasta lo ha echado al fuego y al agua para acabar con él. Si algo puedes, ten compasión de nosotros y ayúdanos». Jesús replicó: «Si puedo? Todo es posible al que tiene fe». Entonces el padre del muchacho se puso a gritar: «Creo, pero ayuda mi falta de fe». Jesús, al ver que acudía gente, increpó al espíritu inmundo, diciendo: «Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: sal de él y no vuelvas a entrar en él». Gritando y sacudiéndolo violentamente, salió. El niño se quedó como un cadáver, de modo que muchos decían que estaba muerto. Pero Jesús lo levantó cogiéndolo de la mano y el niño se puso en pie. Al entrar en casa, sus discípulos le preguntaron a solas: «Por qué no pudimos echarlo nosotros?». Él les respondió: «Esta especie solo puede salir con oración».

de febreroLUNES201ª lectura: Eclo 1, 1-10b. Toda sabiduría viene del Señor y está con él por siempreSalmo: Sal 92. El Señor reina, vestido de majestadEvangelio

Lunes. Semana VII del T. O.

Mc 9, 14-29

Meditación

Tener fe, verdadera fe que inspira toda acción, esta fe en lo sobrenatural que deespeja al mundo de su máscara y muestra a Dios en todas las cosas.

Beato Charles de Faucauld

«Vieron mucha gente alrededor y a unos escribas discutiendo con ellos». Después de la transfiguración, Jesús y los tres discípulos bajaron del monte. La paz, fruto de la presencia de Dios, que habían experimentado arriba, contrasta con el alboroto y la discusión que encuentran al bajar. «Maestro, te he traído a mi hijo; tiene un espíritu que no lo deja hablar». Aquella situación se había desencadenado por la llegada de un hombre que buscaba a Jesús para que ayudase a su hijo, que tenía un espíritu inmundo. «Lo agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda rígido». La crudeza con la que se relata el sufrimiento de aquel muchacho y de su familia pone de manifiesto la realidad de la maldad del demonio y el daño que éste ha venido a traer a los hombres, alejándolos de Dios. Al «¡qué bueno que estemos aquí!», que había pronunciado Pedro en el Tabor contemplando a Cristo en su divinidad, le ha seguido el desorden, el dolor, el alboroto y el sufrimiento de aquel muchacho que, poseído por el maligno, había vivido «mudo y sordo» para las cosas de Dios. Así actúa el demonio, apartando a los hombres de Dios y confundiéndoles en su orgullo.«Todos es posible al que tiene fe». Sin embargo, Cristo no sólo atiende al joven endemoniado, sino que sale a rescatar la debilidad de todos los demás. Empezando por el padre, a quien le conduce por el camino de la fe y la humildad disponiéndole para el milagro: «Creo, pero ayuda mi falta de fe». Siguiendo por los discípulos, quienes a buen seguro estaban dolidos porque no habían sido capaces de echar a aquel demonio. Jesús les enseña que no es un poder adquirido el que tiempo atrás les había capacitado para expulsar demonios, sino la presencia del mismo Cristo, que había actuado en ellos y por ellos. No se debía a sus fuerzas o capacidades, sino al poder de Dios: «Esta especie solo puede salir con oración». Finalmente al niño, a quien restablece expulsando al demonio: «Lo levantó cogiéndolo de la mano».

Ayuda mi falta de fe, Señor, y líbrame del Maligno. Enséñame a abandonarme en tu amor para que, unido mi corazón al tuyo en la oración, experimente la fuerza de tu poder.

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará». Pero no entendían lo que decía, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y una vez en casa, les preguntó: «¿De qué discutíais por el camino?». Ellos callaban, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo: «Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos». Y tomando un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: «El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí; y el que me acoge a mí, no me acoge a mí, sino al que me ha enviado».

de febreroMARTESSan Pedro Damián21

1ª lectura: Eclo 2, 1-11. Los que teméis al Señor, aguardad su misericordia.Salmo: Sal 36. Encomienda tu camino al Señor, y él actuará.Evangelio

Meditación«Iba instruyendo a sus discípulos». El Señor atraviese Galilea enseñando a sus discípulos. Para ello busca el silencio del mundo, apartarse de la gente. No pretende ofrecerles lecciones magistrales para que las asimilen con su entendimiento, pues no es su inteligencia la que ha venido a elevar, sino sus corazones; por ello, no se limita a enseñarles cosas, sino que les revela su intimidad: «el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres». Sin embargo, los discípulos no entienden, les cuesta comprender, y hasta les da miedo preguntar.

Memoria libre

Mc 9, 30-37

Cuando ellos, caminando, disputaban sobre quién preside, Jesús, sentándose, enseñaba la humildad; porque los que presiden se fatigan y los humildes descansan.

San Jerónimo

Prefieren conformarse con un conocimiento superficial del Señor, pues temen ese anuncio de muerte del que Jesús últimamente les habla. «Habían discutido quién era el más importante». Después de escuchar a Jesús, los discípulos se habían puesto a hablar entre ellos. No es difícil adivinar que, desde que el Señor había elegido a tres de ellos para subir al Tabor, era frecuente que hablasen a espaldas de Él sobre quién era el más importante o el preferido. Y, en aquella ocasión, su diálogo había terminado desembocando en una discusión.Por eso Jesús les pregunta. Sin embargo, ellos callan; se avergüenzan. Cierto es que, su deseo de ser importantes, no es más que una expresión de esas ansias de plenitud y de infinito que el mismo Dios ha inscrito en el corazón del hombre. No se conforman, buscan los ideales más altos. Pero esta vez su búsqueda ha dado lugar a las envidias, al orgullo, a los enfrentamientos, a la división, al egoísmo... ¡Cuántas veces los hombres tropezamos con esta piedra en nuestra búsqueda de la felicidad! Es la tentación más antigua de la humanidad: querer ser como Dios, pero prescindiendo de Ël.«Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos». El Señor no reprende a sus discípulos por desear los primeros puestos, sino que orienta por la senda de la humildad y del servicio la búsqueda que ellos habían dirigido por el camino de la sobervia y de la envidia. Quieren ser los más importantes, y Jesús, corrigiendo su intención, les muestra la manera: ser el último de todos y el servidor de todos.«El que acoge a un niño como este en mi nombre, me acoge a mí». Finalmente, con este gesto, el Señor une el anhelo de los discípulos al anuncio de su muerte que éstos antes no habían entendido. Él se ha abajado, se ha hecho pequeño, se ha hecho tan cercano que no se detiene ni ante el abismo de la muerte. Y así nos trae la victoria: «a los tres días resucitará». El deseo de ser importantes que los discípulos manifestaban, debe pasar por el abajamiento de la Cruz. Y acoger a Cristo crucificado es participar también con Él de esa misma victoria.

Quiero ser importante en tu presencia, Señor. Guíame por el camino de la humildad, de la sencillez y del servicio a los hermanos.

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?». Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, son mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo».

de febreroMIÉRCOLESCátedra de San PedroFiesta22

1ª lectura: 1Pe 5, 1-4. Recibiréis la corona de gloria que no se marchitaSalmo: Sal 22. El Señor es mi pastor, nada me falta Evangelio

Meditación«¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?». Las noticias de los milagros, las predicaciones, las curaciones,.. habían hecho que la fama del Señor se extendiese por todo Israel. No quedaba rincón donde no se hubiese hablado de ese tal Jesús que, después de haber recibido el bautismo en el Jordán, había iniciado una intensa actividad que le llevaba de un lugar a otro, llegando incluso a algunas regiones extranjeras. En todas partes

Mt 16, 13-19

¡Oh qué remedio tan eficaz y tan al alcance de la mano! El mundo tiene a su alcance el reino de Dios, con solo recurrir a Pedro.

San Odón de Cluny

se habla de Él y todos tienen su propia opinión: «Unos dicen que es Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas». Todos, en sus respuestas, ponen de manifiesto sus esperanzas, sus deseos, sus ilusiones. Nadie queda indiferente ante la figura de Jesús.«Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Pero Cristo dirige la pregunta ahora a sus apóstoles. Les lleva desde el terreno de la opinión al conocimiento personal y real. Les interroga para que sus mentes y corazones se abran a conocerle y no le sigan sólo por lo que han oido de otros.«Tú eres el Mesías, el HIjo de Dios vivo». Y es Pedro quien da el primer paso. Es él quien introduce a los demás apóstoles en el conocimiento de Jesús. Es él, el primer Papa, quien guía a la Iglesia naciente hasta la persona misma de Cristo. «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia». Pedro confiesa al Señor; le conoce de veras porque tiene experiencia de Él, porque se ha dejado amar. Y es este conocimiento de Amor el que le descubre quién es él mismo: «Tú eres Pedro». En Cristo se nos revela quiénes somos realmente, se pone de manifiesto nuestra condición de hijos. El nombre de Pedro, “Piedra”, indica la vocación del discípulo que va a ser la cabeza de la Iglesia, pero también indica que ha sido asociado a Cristo. Pedro es la “piedra”, Cristo es la “roca”. Comparten el mismo nombre espiritual. «Te daré las llaves del reino de los cielos». La vocación de “piedra” de la Iglesia que el apóstol ha recibido, queda sellada con esas llaves del reino que le son “entregadas”. En Pedro, Dios ha dado a su Iglesia las llaves, abriendo su casa a los pecadores.

Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Haz que yo te conozca y descubra quién soy yo también, y cuál es la vocación a la que he sido llamado.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que os dé a beber un vaso de agua porque sois de Cristo, en verdad os digo que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te induce a pecar, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos a la “gehenna” al fuego que no se apaga. Y, si tu pie te induce a pecar, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies a la “gehenna”. Y, si tu ojo te induce a pecar, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos a la “gehenna”, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga. Todos serán salados a fuego. Buena es la sal; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salaréis? Tened sal entre vosotros y vivid en paz unos con otros».

de febreroJUEVESSan PolicarpoMemoria obligatoria23

1ª lectura: Eclo 5, 1-8. No tardes en convertirte al Señor ni lo dejes de un día para otroo Ap 2, 8-11. Sé fiel hasta la muerte, y te daré la corona de la vida.Salmo: Sal 1. Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el SeñorEvangelio

Meditación«El que os dé a beber un vaso de agua porque sois de Cristo, en verdad os digo que no se quedará sin recompensa». El Señor había llamado a sus discípulos para que lo dejaran todo y se fueran con Él. La empresa parecía arriesgada y, a los ojos del mundo, podrían presentarse como locos aquellos que habían repondido a la llamada. Pero Jesús, con sus palabras,

Mc 9, 41-50

San Policarpo

Un vaso de agua o un pedazo de pan que un alma buena da a un pobre es poca cosa; Dios, sin embargo, lo recompensa y enseguida de por ello algún crecimiento en la caridad.

San Francisco de Sales

revela la verdadera dignidad de los llamados. Ser discípulo no era una carga, ni un fastidio, sino un verdadero don que les presentaba ante el mundo como “otros Cristos”. Por eso, Él no deja sin recompensa a quienes les socorran, pues, como dirá en otro momento, «cada vez que lo hicisteis con uno de estos, conmigo lo hicisteis».Sin embargo, aquellos que han sido revestidos de Cristo - y todos lo somos por el bautismo - deben transparentar al mismo Cristo en sus vidas, no siendo motivo de escándalo. «El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen...». La vida del discípulo ha de ser cauce que conduzca hasta Dios, y no obstáculo para la fe de los más pequeños.Por todo ello, es preciso arrancar de nosotros todo aquello que es motivo de tropiezo. Despojarse con radicalidad de lo que aparta de Dios, de lo que nos hace caer en el pecado. «Si tu mano te induce a pecar...». Cierto es que no es fácil ese “despojarse”. Las palabras del Evangelio no esconden la dureza de esta exigencia. ¿Acaso no es doloroso y hasta violento cortar una mano, o un pie, o sacar un ojo? ¡Muy doloroso! Como es doloroso cortar una mano, también es doloroso a veces deshacerse de lo que para nosotros es motivo de pecado. Pero es necesario. ¿Cómo no despojarse de lo que nos aparta de Dios si Él se ha despojado de todo por amor a nosotros?La cruz nos revela que es necesario renunciar a mucho en esta vida para ser recibidos en el cielo; no se puede ser discípulo solo a medias, ni seguir a Cristo sin arrancar de nosotros lo que nos aparta de Él.

Señor Jesús, arranca de mí, aunque me duela, todo lo que me aleja de tu amor. No quiero seguirte a medias. Quiero ser todo tuyo.

En aquel tiempo, Jesús se marchó a Judea y a Transjordania; otra vez se le fue reuniendo gente por el camino y según su costumbre les enseñaba. Acercándose unos fariseos, le preguntaban para ponerlo a prueba: «¿Le es lícito al hombre repudiar a su mujer?». Él les replicó: «¿Qué os ha mandado Moisés?». Contestaron: «Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla». Jesús les dijo: «Por la dureza de vuestro corazón dejó escrito Moisés este precepto. Pero al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre». En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: «Si uno repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera, Y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio».

de febreroVIERNESViernes. Semana VII del T. O.24

1ª lectura: Eclo 6, 5-17. Un amigo fiel es un refugio seguroSalmo: Sal 118. Guíame, Señor, por la senda de tus mandatosEvangelio

Meditación

Mc 10, 1-12

«En aquel tiempo, Jesús se marchó a Judea y a Transjordania». Jesús deja atrás Galilea y pone camino hacia Judea y Transjordania. Sale del lugar que había sido testigo de su vida oculta, de la llamada a los primeros discípulos y de innumerables curaciones y milagros, y se marcha hacia Judea, lugar en el que llevará a su culmen la obra de la Redención.

Jesucristo, en cuanto Redentor, es el Esposo de la Iglesia. Sobre este amor esponsal se fundamenta el sacramento del matrimonio y de la familia en la nueva alianza.

San Juan Pablo II

Si en Galilea le recibían multitudes cargadas con sus enfermedades, debilidades y dolencias, en Judea le recibirán los fariseos, cargados con preguntas para ponerlo a prueba.«¿Le es lícito al hombre repudiar a su mujer?». Las palabras de los fariseos exigían a Jesús tomar partido, no podía quedarse callado. Su intención era probarlo, pero la pregunta elegida dejaba a la vista la oscuridad de su corazón, pues interrogan sobre el matrimonio, y lo hacen vaciándolo de todo atisbo de amor. Hablan de la unión entre el hombre y la mujer como de un mero contrato cuyas condiciones legales son sometidas a debate. ¿No es también esta la pretensión del mundo de hoy?«Al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer». Los fariseos reciben a Jesús en Judea con una pregunta que presupone el fracaso del amor esponsal, pero Él responderá mostrando que ha venido a Judea precisamente para desposarse en la Cruz con la humanidad, y restaurar así el amor primero que había sido herido por el pecado. «Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre». El Amor de Cristo abarca todas las realidades humanas, también el matrimonio. Él ha elevado la unión entre el hombre y la mujer convirtiéndolo en sacramento, expresión visible del amor de Cristo por su Iglesia. Los fariseos hablan de repudio, pero Dios responde con un Amor que es remedio para todas las heridas. De este modo, el debate que estos suscitaban, quedará zanjado con la entrega esponsal de la Cruz. Ésta se convertirá en la escuela del Amor y en el signo palpable de que Cristo se ha hecho «una sola carne» con nosotros, para abrirnos la puerta de su Corazón.

Quiero entrar yo también, Señor, en la escuela de la Cruz para aprender a amar. No un amor interesado o egoista. Quiero amar como tú.

En aquel tiempo, le acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos los regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis, pues de los que son como ellos es el reino de Dios. En verdad os digo que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él». Y tomándolos en brazos los bendecía imponiéndoles las manos.

de febreroSÁBADOBeato Ciriaco María SanchaMemoria libre25

1ª lectura: Eclo 17, 1-15. Estableció con ellos una alianza eternaSalmo: Sal 102. La misericordia del Señor dura por siempre, para aquellos que lo temen

Evangelio

Meditación«Le acercaban a Jesús niños para que los tocara». Conmueve detenerse a contemplar la escena. Madres y padres que acuden con sus niños hasta donde está el Señor. Le piden que les toque, que les abrace, que les imponga las manos. Tiempo atrás habían acudido otros llevando enfermos, lisiados, ciegos, sordos, endemoniados...; ahora son unos padres los que le acercan a sus hijos, no para que les sane de ningún tipo de enfermedad, sino para el Señor ponga sus manos santas sobre ellos y los bendiga.«Le acercaban». Aquellos padres y madres, con un gesto sencillo, ponían de manifiesto la que sería desde entonces la vocación de todos los padres y madres de la humanidad: ¡llevar a sus hijos a Jesús! ¡qué hermosa vocación! Y con qué facilidad se

Mc 10, 13-16

Dios no puede inspirar deseos irrealizables; por lo tanto, a pesar de mi pequeñez, puedo aspirar a la santidad.

Santa Teresa de Lisieux

nos olvida. Se agolpan las excusas: la falta de tiempo, la edad del niño, otras prioridades y actividades, las modas de la sociedad... «Los discípulos los regañaban». Resulta extraña la actitud de los discípulos: se enfadan porque se acercan los niños. Les molesta su presencia. Creen que no es el momento, que ya habrá tiempo de estar con el Señor, que ahora les toca jugar, divertirse o estar en casa con sus padres, que ya les llegará el momento de seguir a Cristo cuando sean mayores. «Dejad que los niños se acerquen a mí». Pero el Señor se enfada y les reprende por esa actitud. Si antes habian sido los padres los que habían acercado a sus hijos a Jesús, ahora será Él quien salga a su encuentro echando por tierra la resistencia de los discípulos. Aquel «dejad que los niños se acerquen a mí» abría a los pequeños una puerta directa hacia su Corazón. Con aquellas palabras, Cristo quería rendirse para siempre a la oración de los niños y de todos aquellos que se hacen como niños.«De los que son como ellos es el reino de los cielos». Se acababa de inaugurar un camino despejado hacia el cielo. Cristo abría ese itinerario de la infancia espiritual por el que tantos santos a lo largo de la historia han corrido al encuentro con el Padre. ¡Hacerse pequeños, como Él! ¡Hacerse niños! ¡Niños pequeños en cuanto a la malicia! Sí, niños. Porque los niños tienen la capacidad de asombrarse, de alegrarse en el momento presente, de confiar naturalmente en el prójimo, de saberse plenamente libres al reconocerse dependientes de sus padres. Hacerse niños porque, siendo niños, es más fácil acudir a Dios como Padre.

Dame a mí también, Señor, un corazón de niño. Tómame en tus brazos, bendíceme, pon tus manos sobre mi cabeza y haz que me acerque a ti de tal manera que nunca me aleje de tu lado.

¿Qué es Verbum Domini? Verbum Domini es nada más, y nada menos, que el Evangelio de cada día. Como fruto de este año, dedicado especialmente en nuestra diócesis a la Palabra de Dios, queremos ofrecer un medio sencillo para acercar a los jóvenes a la lectura, la oración, la escucha y la contemplación de la Palabra de Dios que cada día se proclama en la Santa Misa. Un sencillo regalo que nos viene de las manos de nuestra Madre, la Virgen María, quien ha dado a luz al Salvador. Ella es quien, en este inicio del año 2017, nos conduce hasta su Hijo, el Verbo que se ha hecho carne y ha puesto su morada entre nosotros.

¿Cómo se usa? Te proponemos que dediques cada día unos minutos a estar a solas con el Señor, ¿No tienes unos minutos para dejarte amar? Puedes seguir estos pasos: - Busca un lugar adecuado para la oración. Si es posible, hazlo en la Iglesia. Si no, procura que sea un sitio donde nada ni nadie te distraiga.- Ponte en presencia del Señor. Para ello puedes hacer alguna oración preparatoria o rezar algún salmo.- Lee una y otra vez el Evangelio del día. Contempla qué hace Jesús, qué dice. Detente en aquellas palabras en las que el Señor te hable y haz silencio para entrar en conversación con Él. Puede venir bien tener cerca un cuaderno donde escribas lo que el Señor te va mostrando. No olvides que Dios habla y está deseeando decirte muchas cosas.- Para ayudarte, te ofrecemos algunos puntos para la meditación. Úsalos sólo si los necesitas, y siempre que no sean un obstáculo para tu oración.- Termina siempre la oración dando gracias al Señor y poniéndote en las manos de María. - Al concluir, puedes rezar la oración que se propone al final de cada día.

¿Cómo está hecho? La portada de Verbum Domini cada semana es una imagen que tiene que ver con el Evangelio del domingo.

El color utilizado coincide con el color litúrgico de cada día.

Junto a la fecha, la celebración litúrgica del día.

Citas bíblicas de las lecturas y el salmo de la Misa

EVANGELIO

Sugerencias para la meditación

Cita de un santo, Papa, Santo Padre o teólogo que comenta el Evangelio. Te puede servir para evangelizar en las redes sociales